Apostolado, retablo de Fuentelapeña (Zamora)

May 24, 2017 | Autor: A. Castro Santamaria | Categoría: Renaissance Art, Sculpture, ESCULTURA, Renacimiento, Zamora
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Descripción

Remembranza

Iglesia de El Carmen de San Isidoro f.o~ Santa Iglesia Catedral Zamora 2001 Ú)

LOS AMIGOS

l. Apostolado Anónimo Segundo cuarto del siglo XVI Madera tallada, dorada y policromada 57 x 22,5 x 14 cm (cada apóstol) Fuentelapeña (Zamora). Iglesia de Santa María de los Caballeros

La iglesia parroquial de Santa María de los Caballeros de Fuentelapeña (Zamora), perteneciente al dominio de la Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, remonta sus orígenes a época medieval, aunque el edificio actual sería iniciado en 1563 por Juan del Valle y no sería concluido hasta 1635, aproximadamente. Sabemos que en 1562, justo antes de iniciarse las obras de la nueva iglesia, contaba con una decena de altares dedicados a la Virgen, San Juan, San Pedro, Santa Ana, San Cristóbal, Santa Catalina, Santa Lucía, San Roque y San Andrés. 1-1

El retablo mayor estaba dedicado a la Virgen y al menos desde 1578 ocupaba una posición lateral, sin duda debido a las obras que se estaban llevando a cabo en la cabecera de la iglesia. La obra fue patrocinada por la misma persona que encargó el retablo de la capilla bautismal (ver ficha siguiente), pues las mismas armas aparecen en el guardapolvo, sin duda un comendador o un prior de la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén (pues lleva la cruz de Rodas en el jefe del escudo), desafortunadamente desconocido para nosotros. Sus dimensiones son considerables y la traza se relaciona con otros retablos del foco palentino y toresano. Combina (con poca armonía, en opinión de Gómez Moreno) pintura y escultura. Como producto de su época, se caracteriza por el maridaje de elementos hispanoflamencos y renacentistas. Los primeros se hallan presentes en los arquillos que guarnecen la predela y las tablas. Los cuerpos laterales consisten en doce tablas pintadas con temas 1-2

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EL AIRE

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de la vida de Cristo (Anunciación, Nacimiento, Epifanía, Presentación en el Templo, Bautismo, Huida a Egipto, Jesús entre los Doctores, Oración en el Huerto, Cristo a la Columna, Santo Entierro y Resurrección), algunos claramente inspirados en grabados, pues se utilizan en otros talleres de la provincia de Zamora, en los que se manifiestan influencias italianas. Junto a estas tablas se encuentra una relativa a San Juan Evangelista, representado dentro del caldero de aceite del que salió inmune. Estos cuerpos laterales rematan en figuras de profetas. Desconocemos los nombres de los pintores que en él participaron. Post atribuye la autoría a Juan Rodríguez de Salís, pero Camón cree que es de otro estilo, aunque dentro de la interpretación miniaturizada y caligráfica de las formas renacientes. · La calle central con sus entrecalles y el banco son obra escultórica. Ocupan la primera la Virgen, la Asunción y un Calvario. La escultura de bulto se ha puesto en relación con Felipe Bigarny, el

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escultor que más decisivamente influirá en el desarrollo de la plástica en el Reino de Castilla al filo del siglo XVI. Su origen borgoñón supone un lastre gótico, pero gracias a su mediación se irán aceptando las formas renacentistas. En su carrera será fundamental la colaboración con Berruguete, cuya lejana influencia se hace patente también en esta obra zamorana, particularmente en la forzada postura de piernas cruzadas que presenta una de las figuras aquí expuestas. No obstante, la mediana calidad de las esculturas no nos permite hablar más que de un lejano seguidor del mismo, que adopta un canon corto, de figuras redondeadas, con amplios ropajes (larga túnica con ceñidor y amplio manto) que envuelven a las mismas en masas estáticas. La policromía emplea técnicas propias de la primera mitad del siglo, con abundantes superficies doradas y esgrafiados en los bordes de los ropajes, generalmente en tonos azules o rojos. Se expone en esta ocasión la predela del retablo, compuesta por un total de diez esculturas albergadas

LOS AMIGOS

nocibles Santiago, San Pedro, San Sebastián y San Andrés. El primero aparece efigiado como peregrino, pues lleva zurrón, bordón y sombrero con vieira. Casaseca ha señalado como precedente un grabado de Jakob Faber, colaborador de Hans Holbein. San Pedro es fácilmente reconocible por su corta barba de bucles y la cabeza calva, cubierta parcialmente por mechones de rizos en la frente y a los lados. La presencia de San Sebastián entre el apostolado se justifica por la incorporación al núcleo urbano de Fuentelapeña -en los primeros años del siglo XVII- de la ermita de esta advocación, ermita que se usó como parroquia mientras se terminaba la obra de Santa María. San Andrés es reconocible por lo que nos parece un fragmento de la cruz aspada. Más dudosa es una figura del Salvador, primera de una de las secciones de la predela. El tipo de rostro, unido a que es la única que aparece con el libro abierto y que adopta una posición frontal, nos lleva a identificarlo con Cristo. Por último, resulta sorprendente la presencia de otra figura con hábito monacal, rostro avejentado y libro en las manos, quizá algún santo franciscano (aunque no aparece el cordón ni la tonsura), dada la relación del patrocinador de la obra con esta orden, patente en su escudo. 1-5

A.de C. en hornacinas aveneradas, enmarcadas por columnas de fuste cubierto de grutescos o por pilastras con semicolumnas abalaustradas. Sobre ellos se desarrolla un entablamento cuyo friso marca la presencia de las columnas con resaltes y va variando los motivos decorativos (cabezas de ángeles, guirnaldas, aves). Todo hace presentir que nos encontramos ante un apostolado, aunque sólo hay diez figuras. Dos de ellas serían eliminadas en el momento de instalar el tabernáculo, seguramente con posterioridad a la Contrarreforma. El conjunto sufriría entonces una reordenación (ya que la posición de perfil de varias de ellas delata una ubicación próxima a los extremos) y quizá la introducción de alguna figura que claramente no se corresponde con el colegio apostólico. La mayor parte de las figuras están mutiladas en sus extremidades; ello, unido a la ausencia de símbolos parlantes -salvo el libro-, impide en muchos casos la identificación de los personajes. Son claramente reco-

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