Aparece la primera representación conocida de la iglesia de San Ginés de Toledo, obra de Pérez-Villaamil

May 23, 2017 | Autor: A. De Mingo Lorente | Categoría: Siglo XIX, Toledo, PINTURA ESPAÑOLA SIGLO XIX, Arte Español Siglo XIX
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DOMINGO 19 DE MARZO DE 2017 LA TRIBUNA

PATRIMONIO MONUMENTAL TOLEDO DESAPARECIDO

Fue dibujada a lápiz sobre papel por el pintor Genaro Pérez-Villaamil poco antes de su demolición, en marzo de 1840. La posición de la torre modifica las hipótesis de arqueólogos como Passini y Tsiolis

Aparece la primera representación conocida de la iglesia de San Ginés ADOLFO DE MINGO LORENTE RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN [email protected]

El templo de San Ginés es uno de los grandes desconocidos de Toledo. Forma parte de un conjunto de edificios que ha llegado hasta nosotros a través de fuentes exclusivamente documentales, sin pinturas ni fotografías que nos permitan apreciar cuál era su fisonomía antes de su desaparición a mediados del siglo XIX. A diferencia del vecino templo de San Juan Bautista -del que sí se ha conservado una representación en planta de 1771, previa a la demolición que después daría lugar a la plaza de Amador de los Ríos-, de San Ginés ni siquiera poseemos planimetrías antiguas que recojan con cierto detalle cómo era su interior. Sólo conocemos la distribución de la iglesia, probablemente una antigua mezquita, a partir de las hipótesis planteadas por los arqueólogos que han excavado tan solo una parte del espacio que el templo ocupó, hoy rehabilitado por el Consorcio de la Ciudad de Toledo como centro cultural de las Cuevas de Hércules. Afortunadamente, gracias al reciente descubrimiento de un álbum de dibujos inéditos del pintor romántico Genaro Pérez-Villaamil (1807-1854), que mantuvo largas estancias en Toledo entre 1838 y 1840, es posible conocer detalladamente la fachada de la iglesia poco antes de su demolición, en marzo de 1841. Los responsables del hallazgo, que fue presentado en el XV Congreso Internacional de Expresión Gráfica y Arquitectónica, celebrado hace tres años en Las Palmas de Gran Canaria, son un grupo de profesores de la Universidad Politécnica de Valencia, encabezados por el catedrático Pablo Navarro Esteve, a quien agradecemos su permiso para la reproducción. El dibujo de Villaamil es extraordinario por ofrecer numerosos detalles sobre la morfología de la fachada de la iglesia al callejón de San Ginés. A pesar de tratarse de un simple dibujo a lápiz sobre papel -sistema empleado por el pintor para trabajar posteriormente en óleos y grabados, en un momento en el que la fotografía no se había generalizado aún en España-, en él pueden apreciarse elementos tan específicos como las dos veneras visigodas reaprovechadas en la fachada del edificio o la pequeña ventana geminada que, tras el derribo, sería trasladada al Museo Arqueológico Nacional, en donde todavía se conserva. Asimismo, es posible contemplar el tejaroz de grandes

La representación del templo procede de un álbum de dibujos de Pérez-Villaamil en propiedad particular./ PABLO NAVARRO ESTEVE

dimensiones que cubría el acceso, consistente en una portada adintelada gótica con modillones de rollos, similar a otras muchas conservadas en el casco. Más hacia los pies, dos arcos de herradura brindaban iluminación al interior. Una escueta anotación de Villaamil sobre el dibujo -aparte de la data: «S. Gines. Toledo. Cueba de Hercules»- indica que parte de la fachada del templo estaba recubierta por una parra cuando lo representó.

El dibujo recoge los relieves visigodos y el ajimez que fue trasladado en 1903 al Museo Arqueológico

Lo más esclarecedor de la vista es la posición de la torre, alineada con la fachada en lugar de encontrarse situada más al interior de la manzana actual, como han planteado arqueólogos como Jean Passini y Vasilis Tsiolis. Aparece representada en el dibujo como una pequeña y robusta estructura de dos cuerpos, con sendos pares de arcos de herradura apuntados en cada frente (¿ciegos los del primer cuerpo?), enmarcados por pequeños alfi-

ces. A pesar de su abocetamiento, el dibujo de Villaamil parece sumamente fiel a la realidad. Dan prueba de ello los elementos visigodos reaprovechados en el muro de la iglesia, fácilmente identificables, así como el edificio medianero situado a la izquierda del dibujo, cuya articulación en altura coincide con el inmueble actual. Unos restos de ladrillo entre su estrecha fachada y la moderna actuación del Consorcio, de hecho, parecen definir la

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UN GRAN DETALLISMO, PARA TRATARSE DE UN DIBUJO. Además de la torre y la portada principal, recoge la ventana geminada que fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional en 1903 y varios relieves visigodos FORMA PARTE DE UN ÁLBUM INÉDITO DEL PINTOR, ESTUDIADO POR EL CATEDRÁTICO DE LA UPV PABLO NAVARRO ESTEVE. Está formado por medio centenar de dibujos de Villaamil, entre ellos uno de otro edificio toledano desaparecido que La Tribuna publicará la próxima semana

SAN GINÉS EN LA VISTA DE ARROYO PALOMEQUE

Una torre alineada con la fachada Aunque muy esquemática, la panorámica de la ciudad que realizó José Arroyo Palomeque a comienzos del siglo XVIII evidencia que la torre de San Ginés estaba alineada con la fachada al callejón, no a la calle del mismo nombre. A la izquierda del templo estaba aún la iglesia de San Juan Bautista, cuya desaparición (a excepción del oratorio de San Felipe Neri) abrió la actual plaza de Amador de los Ríos. Más fácil de apreciar es, a la izquierda del detalle, la fachada de los Jesuitas, flanqueada por dos torres. Arriba a la derecha, San Vicente y las Casas de la Inquisición, antes de la construcción de la nueva Universidad por Ignacio Haan.

línea de imposta que separaba los dos cuerpos de la torre antes de que ésta fuera demolida. ¿Se trata de la primitiva torre de San Ginés (el alminar de la supuesta mezquita) o, más bien, de una estructura levantada posteriormente, durante la Baja Edad Media? No es posible responder a esta pregunta con certeza. Sea como fuere, la posición que ocupaba la torre antes de su demolición no admite dudas. Alineada con la fachada al callejón de San Ginés

aparece en el dibujo del pintor romántico y también, aunque de forma sumamente esquemática, en la panorámica de Toledo que el maestro de obras Arroyo Palomeque representó en el primer cuarto del siglo XVIII. SAN GINÉS ANTES DE 1841. Pese al indudable interés que posee para nosotros esta iglesia, debido a su gran antigüedad y a la coexistencia en tan reducido espacio de potentes restos ar-

Según Hurtado de Toledo, su distribución era similar a la del Cristo de la Luz, antigua mezquita

queológicos que se remontan hasta la época romana, San Ginés fue durante buena parte de su dilatada historia una de las parroquias más modestas de Toledo. En 1561, en el momento de mayor pujanza de la ciudad, tal y como estudiaron en su día Linda Martz y Julio Porres, el barrio sólo tenía 99 vecinos, cantidad muy reducida para sostener los gastos de la parroquia. A pesar de estar comúnmente aceptada la hipótesis de que

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fue templo visigodo y posteriormente mezquita musulmana, no conocemos fuentes documentales sobre San Ginés anteriores a la segunda mitad del siglo XII. Luis Hurtado de Toledo manifestó en el siglo XVI que el templo resultaba similar a la ermita (antigua mezquita) del Cristo de la Luz, lo cual ha llevado a suponer un pequeño edificio de planta cuadrada, articulado en su interior por cuatro soportes centrales. De haber sido así alguna vez, la regularidad del templo habría quedado pronto desvirtuada por la construcción de capillas cristianas, como las de los Fonseca, Buendía, Usillos y Rojas (la cual, en palabras de Hurtado de Toledo, resultaba ser «más grande que toda la iglesia»). O la de los Úbeda, que ya existía en 1579 y en donde se menciona -en un libro de visitas de 1721, época del cardenal Astorga- un «Cristo en la Cruz» del Greco. ¿Cuál era su distribución interior, acaso alterada por una gran reparación realizada entre 1675 y 1689, y que dirigió el alarife Francisco de Huerta? La contestación tampoco es fácil. De hecho, los especialistas ni siquiera coinciden en la posición exacta del templo, que Passini propone más hacia la zona alta del callejón de San Ginés, y del cual ni siquiera está confirmada su orientación. Parece probado que tenía dos accesos: uno secundario a la calle de San Ginés (¿acaso el primitivo acceso al templo musulmán, posteriormente reformulado al transformarse en iglesia?), a la que daba por una pequeña escalinata, y otro principal al callejón, que se trataba de la portada con el tejaroz que Villaamil dibujó. La posición de la capilla del Rosario, la sacristía (espacio que en 1841 adentraba en una casa medianera, propiedad de un tal Carreño) y la torre no han podido ser situadas con absoluta seguridad (a excepción, gracias al nuevo dibujo, de esta última). Muy antigua parece haber sido la relación establecida entre las «Cuevas de Hércules» y la iglesia de San Ginés. Las sólidas estructuras subterráneas romanas para el abastecimiento hidráulico, posteriormente empleadas como osario para el enterramiento de difuntos de la parroquia, son mencionadas al servicio del mito desde al menos mediados del siglo XV. Posteriormente, San Ginés será mencionada como boca de las Cuevas por autores como Blas Ortiz (siglo XVI), Cristóbal Lozano (XVII) y Palomares (XVIII), quien desde el espíritu de la Ilustración se mofó de la leyenda tejida alrededor de estas galerías, a las que definió como mera «cloaca». Emplear este calificativo, por cierto, provocó un encontronazo a mediados del XIX entre José Amador de los Ríos y el funcionario toledano Ángel Magán, quien consideraba «ignominioso» en El Heraldo de Madrid que se descartase la posibilidad de ser «refugio o tumba soberbia de cristianos, morada real de los árabes o mezquita suntuosa».

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LOS RELIEVES VISIGODOS REAPROVECHADOS VENERAS El templo mantuvo aún cierta actividad a lo largo del siglo XVIII. En 1733, según Rafael Ramírez de Arellano, fueron cofrades del Santísimo Sacramento de San Ginés los hermanos Andrés y Narciso Tomé. El templo fue acondicionado por el maestro Francisco Jiménez Revenga, sobrestante de obras de la Catedral, en 1770. No obstante, a pesar de ser enlucido su interior e instalarse un cielo raso, el 7 de julio de 1794 San Ginés sería cerrada y sus enseres trasladados a la cercana iglesia de San Vicente. A principios del XIX, al traslado de la escasa feligresía y a los años críticos de la Francesada (1808-1814) habría que añadir un grave suceso para el definitivo final del pequeño edificio. El 16 de agosto de 1824, según el curial Felipe Sierra -testigo de los acontecimientos de Toledo durante la mayor parte de la primera mitad del siglo XIX-, acaeció un incendio en el altar mayor que se extendió por la techumbre, la cual «cayó de plano», quedando en pie sólo la torre. El cronista anotó que murieron «un gastador francés y dos realistas de Madrid», es decir, soldados que participarían en las tareas de extinción y que probablemente tuvieran relación con el contingente de los Cien Mil Hijos de San Luis que había asaltado la Fábrica de Armas el año anterior. DERRIBO Y DESAPARICIÓN. El Archivo Diocesano conserva, entre sus fondos correspondientes a la vacante de Inguanzo (periodo comprendido entre la muerte de este arzobispo, en 1836, y su sucesión por parte de Bonel y Orbe, once años después), el remate o subasta para el derribo de San Ginés. Tiene fecha de 15 de marzo de 1841 e incluye el compromiso de que las obras fueran iniciadas seis días más tarde. El apeo de la vieja iglesia fue dirigido por Julián Díaz de Arellano, teniente del arquitecto diocesano. Las operaciones tuvieron un coste de 9.156 reales, que dejaron un beneficio de 4.476 en materiales. Quedó establecido que «el señor cura y mayordomo de fábrica» -que en aquel entonces era el doctor Manuel Vázquez, párroco de San Vicente y San Ginés- indicasen a Díaz de Arellano el destino de los retablos, así como «la cajonería de la sacristía, pila bautismal, pilillas de agua bendita, órgano y demás efectos correspondientes». El mismo destino corrieron las campanas. Las condiciones establecían que se demoliesen los dos cuerpos superiores de la torre hasta su bóveda, «siguiendo el derribo al cuerpo de iglesia, que comprende sus armaduras, bóvedas, capillas y paredes laterales, hasta dejarlas al alto de 11 pies con su albardilla de teja o ladrillo». También se cerraría el paso de una puerta secundaria que se comunicaba mediante una escalera con la calle de San Ginés, acceso hoy borrado en la trama urbana. El derribo continuaría con las capillas interiores (como la del Rosario) hasta llegar a los muros de las casas medianeras, «dejando el machón donde está colocado el púlpito, por causa de

Villaamil representó ya los relieves visigodos reutilizados en el muro. La fotografía superior recoge las tres conchas o veneras que, acompañadas por numerosos restos visigodos (frisos, restos de cancelas, etc.), se encontraban situadas en la base de la torre, envueltas entre revocos con ese fingimiento de ladrillo característico de la época barroca y que en Toledo se conoce como «estilo Capuchinas» por su semejanza con los acabados de aquel convento. Estos restos se encontraban ya reutilizados en esta posición, junto con la ventana geminada o ajimez de la base de la torre, cuando Pérez-Villaamil los pintó, antes de 1841. / DAVID PÉREZ

La ventana geminada o ajimez que fue trasladada a Madrid en 1903. Además de los restos arqueológicos del antiguo edificio conservados en Toledo, queda de San Ginés la ventana geminada o ajimez que Pérez-Villaamil representó en la base de la torre y que se salvó de la demolición. La pieza, que apareció publicada en el Semanario Pintoresco Español en 1857, se conservaría en el solar del templo o en la edificación de viviendas posterior hasta comienzos del XX. José de los Infantes, hijo del propietario que lo adquirió tras el derribo del templo, autorizó su depósito al Museo Arqueológico Nacional en 1903 gracias al impulso de Rodrigo Amador de los Ríos, para posteriormente venderlo al centro, «entre cuyas colecciones figurará dignamente y donde podrá ser estudiado y su integridad no padecerá». Esta operación fue recogida por el historiador Francisco García Martín.

internarse las habitaciones de la casa de Carreño en la sacristía». Con respecto al «hueco de puerta de la entrada principal de la iglesia por la parte superior o callejón», el cual aparece en el dibujo de Villaamil, se acordó que fuese clausurado y cerrado «de fábrica de mampostería, dejándole bien revocado por ambos [lados] con mezcla de cal y arena». No obstante, según el testimonio del curial Felipe Sierra, se dejó «la puerta principal para acceder al solar». Por la misma fuente conocemos que se llevaron «las campanas y las efigies» a San Vicente, dejando en las bóvedas subterráneas «muchos cadáveres enteros y conservadas las ropas en buen estado», algo que se pudo comprobar al limpiar una de las dos galerías subterráneas en 1982. Sólo sobrevivió del edificio, además de los restos visigodos que son visibles en el callejón, y que fueron más abundantes en el pasado, la ventana geminada que puede apreciarse en el dibujo de Villaamil y que fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional en 1903 tras permanecer durante varios años rota en el solar. La pieza posee la inscripción «Sci Genesii / BT» en el parteluz, en caligrafía que Manuel Gómez Moreno identificó como «mozárabe». EL CALLEJÓN, DESPUÉS. La zona más alta del callejón de San Ginés, desde donde Pérez-Villaamil tomó su dibujo, era a comienzos del siglo XX más frecuentada que en la actualidad. Es posible destacar algunas referencias sobre determinados vecinos e instituciones a lo largo del último siglo y me-

dio. En 1866, por ejemplo, residía en el número 9 el profesor del Colegio de Infantería Jaime Mereló y Casademunt, uno de los grandes teóricos de la esgrima española del siglo XIX. Uno de sus tratados, Elementos de la esgrima de bayoneta, adoptado para el Arma de Infantería en tiempos de Isabel II, fue probablemente escrito cuando su autor vivía en este domicilio. Algunos años más tarde, en 1881, se trasladó al número 10 del callejón la redacción de El Nuevo Ateneo, periódico de referencia para conocer el tejido social de Toledo durante las dos últimas décadas del siglo XIX. En 1897, desconocemos a qué altura, se instaló en San Ginés la sede del Círculo de la Unión Mercantil. La mejor casa de la calle, a comienzos del siglo XX, parece haber sido la número 6. En ella se encontraba, desde finales del XIX y hasta 1913, la central de la Red Telefónica de Toledo, cuyo administrador era Benigno Balbín. A finales de 1902, otro maestro de esgrima, el francés Camilo Ballade, instaló en este mismo inmueble una sala de armas en la que posteriormente, bajo la presidencia de Calixto Serrano, se celebrarían bailes. El número 6 del callejón de Sillería albergaba también en 1907 un «centro instructivo» para jóvenes de la congregación de san Luis Gonzaga. La Tribuna publicará el próximo fin de semana un reportaje sobre otro Villaamil inédito procedente del mismo álbum. Concretamente, un edificio toledano de grandes dimensiones cuya morfología interior era también desconocida por completo.

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