Antropología Física en los Andes del Sur

September 19, 2017 | Autor: Karen Barrionuevo | Categoría: Arqueologia y antropologia forense y fisica
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ANTROPOLOGÍA FÍSICA DE LOS ANDES DEL SUR Juan R. Munizaga (*) Se me ha solicitado que exponga una visión de la vida de las poblaciones precolombinas de los Andes del Sur tal como surge del análisis de sus huesos. Y, también, que la desarrolle de acuerdo con las orientaciones y metodologías que estamos empleando hoy en Sudamérica. La Antropología física, como se sabe, estudia el origen y la evolución de las poblaciones humanas y, en sus métodos, pone el énfasis en el análisis de los procesos que modelan la variabilidad biológica y conducen a la aparición de grupos que difieren tanto en su morfología como en su respuesta frente al medio. Estos procesos a veces coinciden o son paralelos con procesos socioculturales, lo que da lugar a la aparición de áreas de interés común entre la Antropología cultural y la Antropología física, en las cuales pueden realizarse estudios interdisciplinarios con gran éxito. Más aún, ellos pueden conducir a la formulación de cuerpos de hipótesis de un nivel de generalidad intermedio similares a los que se han denominado teorías de alcance medio (Heintz 1960, Merton 1957). En el caso de la Región Andina de Sudamérica, hace ya alrededor de 100 años que los arqueólogos captaron la existencia de estas áreas de interés común y, en cierto modo, promovieron su desarrollo en un nivel tal que han contribuido a darle a la Antropología física sudamericana una fisonomía propia (Uhle 1919, Tello 1970, Kroeber 1926, Meggers, Evans y Estrada 1965, Ford 1969). Pero no bastaba con tener áreas de intereses comunes. Era necesario que se dispusiera, además, de abundante material óseo que permitiera verificar las hipótesis que surgían de esas áreas. Y es así como, a las colecciones osteológicas formadas por Uhle (1919), Hrdlicka (1914), Tello (1970), Bird (1958) y Gusinde (1939), se comenzaron a agregar importantes colecciones formadas en la segunda mitad de este siglo tanto por la actividad arqueológica como por proyectos mayores sobre Antropología física que, para el Área Andina de Sudamérica, se han venido desarrollando en los últimos decenios. Entre éstas se destacan el Programa “Biología Ósea del Ecuador Prehistórico” que, con el patrocinio del Smithsonian Institution y los museos del Banco Central de Quito y Guayaquil, dirige Ubelaker (1988). El programa sobre Paleopatología Andina, que se realiza bajo los auspicios de la Universidad de Tarapacá en el norte de Chile, y que dirige Allison un (1982), y los programas sobre Identificación. Patología y Poblaciones Precolombinas que desarrollamos en la Universidad de Chile. Sobre el conjunto de estas colecciones se han continuado las líneas de investigación básica que esta disciplina ha desarrollado en Sudamérica: la morfología, los caracteres culturales impresos en los huesos y la patología. A continuación, trataremos de obtener la visión con que surgen las poblaciones precolombina cuando se estudian sus huesos a través de estos tres temas, sobre los cuales haremos, en forma previa, algunas proposiciones generales teniendo, como interés básico, la reconstrucción arqueológica. MORFOLOGÍA Y CULTURA La relación más antigua y tradicional que existe entre Antropología física y la Arqueología es aquella en la cual las hipótesis planteadas en el campo de la cultura 1

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encuentran argumentos que contribuyen a su verificación o rechazo en el campo de la morfología. Dentro de ellas el arqueólogo habitualmente solicita evidencias sobre tres grupos de problemas bien definidos: a) unidad biológica de las poblaciones que ocupan un territorio o que comparten una cultura; b) origen y parentesco de poblaciones y c) diagnóstico de migraciones. Unidad Biológica El modelo teórico que se ha propuesto para definir la unidad biológica de las poblaciones que ocupan un territorio o que comparten una cultura es el de razas locales y micro-razas y se tiende a utilizar caracteres de herencia simple para su definición (Garn 1969). En el esqueleto, estos corresponden a los llamados caracteres de variación morfológica discontinua, tales como los de origen vascular, sutural, dental o articular. Algunos de ellos –huesos inca, interparietal, japonicum–, que aparecían con un gran valor potencial para definir estas entidades, no han dado los resultados esperados. Los dentarios, que muestran una gran variabilidad, no se han utilizado para discriminar poblaciones en Sudamérica (Turner 1986). Aparentemente, entre las caracteres morfológicos que podrían tener una herencia más simple y ser útiles para este tipo de estudios, están las divisiones de los vasos sanguíneos, tal como se deduce de los trabajos de Spuhler (1951) y que pueden determinarse en el esqueleto a través de sus huellas (surcos, agujeros, escotaduras). En el Área Andina de Sudamérica se han realizado diversos avances en la aplicación de este tipo de caracteres ya sea como rasgos aislados o bajo la forma de complejos. Se ilustra la distribución geográfica de uno de éstos que hemos denominado arteria emisaria de la Meníngea media. Sus frecuencias más altas se encuentran en las poblaciones del área de la llamada América Nuclear y del período Formativo (Munizaga 1963). Parentesco Si tomamos como base la hipótesis que postula que la similitud biológica presente entre dos individuos o poblaciones está en relación directa con los genes que posean en común, podremos estimar el grado de parentesco entre poblaciones “óseas” a través de su grado de similitud morfológica. Para la comparación podrían utilizarse caracteres morfológicos discontinuos, similares a los ya aludidos, pero desde hace largo tiempo se acostumbra a emplear, más bien, diámetros craneanos para este tipo de estudios en el Area Andina. Esto, a pesar de las dificultades que surgen para su uso, debido a la gran frecuencia con que se presenta la deformación craneana intencional entre estas poblaciones. Dichos diámetros se utilizan hoy a través de dos métodos matemáticos distintos: Por una parte, el análisis bivariado, donde prima el criterio de comparación de formas por medio de índices craneanos. Éstos, aislados o en conjunto, han permitido utilizar el concepto de corrientes o capas de población para aludir, en forma implícita o explícita, al conjunto de grupos que en nuestro continente se caracterizan por portar valores extremos de algunos de estos índices. Por otra parte el análisis multivariado en el cual, el empleo de varios diámetros a la vez permite, por medio de las distancias morfológicas, definir conglomerados de poblaciones formadas por aquellas que estarían más cerca desde un punto de vista morfológico y, por lo tanto, su parentesco sería más estrecho. Expondremos, a continuación, un ejemplo de la aplicación de cada uno de esos métodos. 2

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Análisis bivariado Presentamos aquí el índice Mixto de Altura que, estudiado en capas de población o gradientes (clines), ha sido útil en la América Andina para establecer filiaciones e ilustra la altura que alcanza la bóveda craneana en relación su largo y a su ancho (alto/0,5 largo + ancho x 100). Stewart (1943b) encontró importantes diferencias en la distribución de la altura craneana, tanto en las gradientes geográficas como cronológicas en Sudamérica, que le permitieron distinguir un área de bóvedas bajas en la Cuenca del Amazonas y Andes Centrales del Perú y otra área con bóvedas altas que corresponde al resto del continente. De una manera absolutamente aislada aparecían bóvedas bajas en el extremo sur entre los fueguinos. Desde un punto de vista cronológico, planteó como hipótesis una secuencia en la que las bóvedas altas eran más antiguas. En cuarto al origen, supuso que las bóvedas bajas del Amazonas tenían su origen en Mesoamérica, con cuyas poblaciones mostraban continuidad territorial. Investigaciones posteriores han confirmado la distribución geográfica postulada por Stewart, pero las bóvedas bajas amplían su territorio hasta la costa norte de Chile. Desde un punto de vista cronológico quizá debiera distinguirse ahora dos grupos de poblaciones con bóvedas bajas: Uno que ocurre durante el Paleoindio y Arcaico temprano, que correspondería a las poblaciones que se encuentran en Tierra del Fuego y en la costa norte de Chile; y otro, que se ubica más bien en el Desarrollo Regional y ocupa la Cuenca del Amazonas y la vertiente oriental de los Andes del Sur del Perú. Podría también extenderse a las poblaciones tardías de los Valles Transversales y de la Zona Central de Chile donde existen fuertes indicios que enmascarados por la deformación craneana intencional, se encuentran cráneos de bóveda bajas (Munizaga 1971). Las relaciones que puedan existir entre las bóvedas bajas del Paleoindio y las recientes en Tierra del Fuego parecen fáciles de entender, pero las del Arcaico de la costa norte con aquéllas del Desarrollo Regional necesitan de un mayor estudio. Análisis multivariado Corresponde a un método matemático de comparación a través del cual es posible expresar, en una sola cifra, las semejanzas que diversos caracteres puedan presentar entre dos individuos o poblaciones. Esta cifra pasa a denominarse distancia biológica. En Sudamérica, el uso de este tipo de métodos no es aún muy frecuente, pero, para ilustrar nuestros propósitos, es útil el que aplicara Rothhammer y colaboradores (1984). Su examen tiende a establecer que los conglomerados se distribuyen en tres grandes centros: Venezuela, Tierra del Fuego y a lo largo de ambas bandas de la cordillera de los Andes desde el sur del Perú hasta el centro sur de Chile, lo que concuerda con lo encontrado por Stewart (1943b) para la distribución del índice mixto de altura. Migraciones Cuando se producen cambios bruscos en la cultura que ocurren en forma sincrónica con cambios biológicos de la población, creemos tener la base suficiente para diagnosticar movimientos migratorios. Sin embargo, desde el punto de vista biológico es difícil distinguir si un cambio se debe a una migración o al efecto de una evolución local. 3

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En la Arqueología andina se ha interpretado como producto de una migración el cambio de dolicocráneos o braquicráneo, que coincide con el paso del Arcaico al Formativo en la costa sur de Ecuador. Sin embargo, dos hechos dificultan el buen diagnóstico de reemplazo o llegada de poblaciones. Por una parte, las poblaciones del Arcaico que conocemos para esta zona (Santa Elena) están separadas a lo menos por 1.000 años con la primera población del Formativo de la cual disponemos material óseo (Buena Vista), tiempo suficiente para que se hubiese llevado a efecto una evolución local cuyos antecedentes morfológicos no conocemos. Por otra parte, el tipo de indicador utilizado (índice craneano horizontal) necesita de bóvedas completas, las que, para esta área y para esa época, son difíciles de obtener. (De 192 esqueletos excavados en Santa Elena sólo pudo obtenerse el índice craneano en 37, aunque 55 fueron reconstruidos en cierta extensión; Ubelaker 1980.) Para tratar de resolver este problema se están desarrollando métodos complementarios que han dado resultados positivo, aunque provisorios, basados en el uso de complejos caracteres que muestran una tendencia evolutiva definida y que pueden estudiarse en fragmentos craneanos, lo que mejora las bases numéricas de la comparación. El método complementario que hemos aplicado aquí para ayudar en el diagnóstico diferencial se basa en el estudio de la región astérica. Allí, acompañado al proceso de braquicefalización y del incremento de la altura craneana, debiera observarse una variación progresiva que conduzca a la desintegración de la parte más externa del torus occipital y que dé, como resultado, el aumento del área de la escama del occipital en su cuarto externo. Si en este caso hubiese una evolución local, debiera encontrarse un aumento progresivo del tamaño del cuarto extremo de la escama occipital. Esto se traduciría en la representación gráfica o matemática bajo la forma de una curva de distribución normal de su tamaño y en un translape de estas distribuciones en la comparación de las poblaciones. Si resumimos las observaciones que hemos hecho sobre la unidad biológica de las poblaciones, parentesco y migraciones, podemos sostener la proposición que, en Sudamérica, tienden a coincidir en el tiempo y en el espacio ciertos rasgos culturales y biológicos cuya causa no conocernos con precisión, pero que, la mayor parte de las veces, puede tener su origen el migraciones ya sea regionales o continentales. ORGANIZACIÓN SOCIAL La organización social es otra de las áreas de interés común que existen entre la Antropología Física y la Arqueología. En esta oportunidad, nos interesa establecer el número, tamaño y duración que tuvieron aquellos grandes grupos humanos en los que se dividió la sociedad precolombina durante su existencia en el territorio andino. Desde un punto de vista biológico, es en estos grupos donde, debido a las barreras sociales que se interpusieron entre ellos, se va a comenzar a producir la fragmentación y aislamiento del patrimonio hereditario que contribuyó a dar origen a las diferencias morfológicas de las poblaciones precolombinas. El modelo teórico que sirve de base a lo que exponemos proviene de la Taxonomía. Allí, en el nivel genérico, ocurren diversos mecanismos de aislamiento, geográficos y etológicos, que van a operar sobre los grupos. Ello puede conducir a un aislamiento genético, lo que dará lugar a la creación de una especie que repetirá características morfológicas (Cain 1960). En el nivel de nuestro análisis, el infraespecífico, los mecanismos de aislamiento que pueden operar son los mismos y también se tienden a estructurar grupos que repiten sus caracteres morfológicos. Es 4

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difícil lograr ubicar o definir estos grupos para épocas prehistóricas y, más aún, lo es determinar la pertenencia a grupo de un individuo a través de sus huesos. Puede utilizarse la lengua y la cultura como indicadores de grupos en aquellos lugares donde se puede obtener una información etnohistórica acerca de los restos óseos humanos excavados tal como lo hicieran Spuhler (1979) y Jantz (1977), con buenos resultados, para las llanuras centrales de los Estados Unidos de Norte América. Pero este autor observa que fenómenos tales como la existencia de una lingua franca dificultan el diagnóstico de concordancia entre áreas lingüísticas, culturales y sociales, razón por la que no siempre es exacta la filiación social de los huesos que se encuentren. En la América Nuclear la situación diferente, ya que desde el Arcaico y con más énfasis desde el Formativo, los individuos comenzaran a intervenir, adornar y alterar sus cuerpos dando origen a signos anatómicos que quedaron grabados en el esqueleto y que pueden ser considerados distintivos culturales y sociales. Deformación craneana Entre éstos la deformación intencional, que se considera como un signo indeleble de pertenencia a grupo, puede ser útil para nuestro propósito. En caso, disponemos de pruebas históricas, etnográficas y arqueológicas del valor social que tuvo este signo. Así, los españoles, al entrar en contacto con el Nuevo Mundo, describieron esta práctica y consignaron su significado. El padre Las Casas nos dice que correspondían a “señales que se utilizaban para conocer de qué provincia eran y que se basaban en una antigua costumbre utilizada en las regiones para reconocer a sus habitantes” (Las Casas 1609). Desde el punto de vista arqueológico, si consideramos cementerios como muestras que representan los grupos sociales, sorprende que en algunas regiones, a pesar de que en ellas hayan coexistido pueblos con distintos tipos de deformación durante largo tiempo, los individuos se entierran aparte. Tal es el caso de la Cuenca de San Pedro de Atacama, donde todos los cementerios excavados presentan individuos que sólo tienen deformación tabular; en cambio, en aquellos que están inmediatamente al Norte de la Cuenca, aparece la deformación circular (Munizaga 1987). Hemos seleccionado algunos grupos que, por haber poseído un solo tipo de deformación durante un largo tiempo y haber ocupado un mismo lugar, a veces a través de varias culturas, tienen una alta posibilidad de haber constituido las matrices sociales en que se produjo o mantuvo la diferenciación morfológica en el Área Andina. A continuación describiremos estos grupos. Portadores de tipo cuneiforme Aparecen en la costa sur de Ecuador, donde permanecieron por un lapso aproximado de 2.000 años (4000 - 2000 B.P.) como únicos portadores de deformación a través de varias fases culturales. Corresponde a una forma craneana que se logra aplicando una fuerte presión en el hueso occipital, de tal manera que éste queda completamente aplanado en su parte posterior, sin que el resto de la bóveda sufra presiones visibles. Portadores de tabuladores erectos fronto-occipitales; fronto-vértico-occipitales o cuneiformes de Tello Se ubican en la costa norte y centro del Perú, donde presentan una antigüedad de alrededor de 3.5000 años. Su presencia se prolongó, en la parte norte, por lo menos 1.500 años hasta los comienzos de la Era Cristiana. Como tipo corresponde a una forma 5

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que se logra presionando la parte superior del occipital y el frontal contra superficies rígidas similares al modelo de la cuna (Stewart 1943a). Portadores del tipo pseudocircular Aparecen en el Sur del Perú y norte de Chile con una antigüedad de 3.000 años y persisten, con algunas variaciones locales, unos 500 a 1.000 años en las culturas Protonazca, Faldas del Morro y Paracas Necrópolis. El tipo corresponde a una deformación craneana muy intensa que altera las curvaturas frontal y occipital de las bóvedas. Portadores del tipo circular Aparecen en el norte de Chile con una antigüedad de 4.000 años y se mantuvieron en la zona durante 1.000 años en las culturas Chinchorro y Tiliviche. El tipo se produce por medio de ovillos de hilo de algodón que se enrollan con fuerza en torno a la bóveda. Portadores de los tabulares ectos o verticoccipitales Aparecen en Chile desde el valle de Copiapó al sur, con una antigüedad cercana a los 2.000 años y en Argentina en los valles de Culchaquíes. El tipo corresponde a una forma de bóveda que se produce por presión de la parte superior del occipital con una superficie rígida tal como una cuna. Portadores del tipo tabular oblicuo Son escasos en el Área Andina. Hasta donde conocemos, aparecen en forma esporádica en algunos pueblos, excepto en la quebrada de Humahuaca, donde parecen ser compartidos por todos sus habitantes. Se lo ha encontrado hasta en la actualidad en la vertiente oriental de los Andes (Weiss 1961). Lo destacamos aquí porque creemos que puede servir de indicador de profundos cambios socioculturales que ocurren hacia el comienzo de la Era Cristiana en el Área Andina. Su aparición coincide con la de poblaciones que no se deforman el cráneo y con culturas tan importantes como la Tolita en Ecuador; Interlocking, Wari y Nazca en Perú, y Tiahuanaco en el Norte de Chile. Más aún, en algunos pueblos donde estas influencias culturales no fueron muy marcadas, uno de los ítemes que experimentó cambios fue el tipo de deformación craneana. Así, en el cementerio de Caserones, en el Norte de Chile, se observa un paso del tipo de deformación anular a tubular oblicua, que coincide con influencias identificadas con Tiahuanaco. Esto se logró con un cambio mínimo en el aparato que la produce. Hemos ubicado con anterioridad en el Arcaico del norte de Chile una de estas matrices sociales, que portaba la momificación artificial y que se distingue en forma neta de sus poblaciones contemporáneas debido a que las bóvedas craneanas de sus individuos eran bajas y oscilaban entre la meso y braquicránea. Además, el grupo que posee deformación craneana cuneiforme en el sur de Ecuador también parece distinguirse de los demás por su morfología, ya que presenta mandíbulas cuyas ramas ascendentes son las más estrechas que conocemos para el Área Andina. Por lo tanto, es muy probable que si se realiza un análisis morfológico que tome a los grupos propuestos como unidades de estudio, se encuentren diferencias significativas. En síntesis: se observa que los grupos sociales pueden tener una duración mayor que las culturas que portan. Si ellos se mantiene en un área por largo tiempo, pueden ser responsables de la magnitud de la diferenciación morfológica de las poblaciones. 6

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PALEOPOPATOLOGÍA Y CULTURA EN EL ÁREA ANDINA DE AMÉRICA DEL SUR Otra de las grandes áreas de interés común entre la Arqueología y la Antropología física es el estudio de la Salud de las poblaciones precolombinas. Está definida como el estado de perfecto equilibrio entre el hombre y su medio, y nos permite investigar, de una manera indirecta, la calidad del ajuste que han logrado las poblaciones y sus culturas con el ambiente. Si utilizamos este enfoque podríamos considerar los desajustes o desarticulaciones de los individuos a su medio como productos de fuerzas que tienden a removerlos del sistema. A estas fuerzas las podemos llamar presiones de selección. Para ubicar estas presiones podríamos postular las hipótesis que cualquiera alteración de dicho equilibrio podría diagnosticarse como un estado patológico que debe dar origen a lesiones, las que pueden ordenarse dentro de un patrón de reacción bien definido. Si conocemos la causa que desencadena este patrón habremos encontrado la presión de selección (Munizaga 1991). Debe destacarse, sin embargo, que existen limitantes para aplicar este modelo de investigación y, por lo tanto, no se encontrarían en los restos humanos las huellas de las patologías que los eliminaron del sistema. Éstas dependen de: 1. Aquellas patologías que crean, en las personas que las sufren, una incompatibilidad para vivir en ciertas áreas. Es el caso, por ejemplo, de lesiones cardíacas hereditarias en individuos que viven en ambientes que requieren esfuerzo muscular (tales como los navegantes en el Sur de Chile). Hemos visto en esos lugares que bastan tres generaciones para que las familias en que se dan estas patalogías se extingan. 2. Vida en ambientes de alto riesgo. En ellas, la más pequeña minusvalía física que tenga un individuo puede significarle su rápida eliminación del sistema. En estos casos (Munizaga 1988), encontraremos en los cementerios restos óseos que no evidencian lesiones, ya que ellos pertenecieron a individuos que murieron antes que las patologías tuvieran tiempo para afectar el sistema óseo (similar observación realizaron Ortner y Hunter, 1981, en relación a la falta de inmunidad que presentan a veces los individuos frente a las enfermedades infecciosas). Por lo tanto, podremos aplicar este modelo de investigación sólo a aquellas poblaciones donde los estímulos patológicos o presiones de selección hayan tenido una acción prolongada sobre el individuo. 3. Capacidad que tengamos para detectar las lesiones. Afortunadamente, esta disciplina ha tenido un gran desarrollo en el Área Andina de Sudamérica, lo que permite que estemos ya en condiciones de usar sus resultados de una manera integral. Sin embargo, es conveniente analizar hasta qué punto los materiales y métodos que se usan en esta área para obtener el diagnóstico paleopatológico son apropiados para lograr su propósito. De acuerdo con los estudios realizados en poblaciones precolombinas de Perú y Chile, los huesos entregan una cantidad limitada de información patológica, raras veces patognomónica, razón por la cual, en la gran mayoría de los casos, debe reposarse en el diagnóstico epidemiológico. Amplían este conocimiento los cuerpos momificados, tan abundantes en el Área Andina, ya que conservan en su interior en buen estado sus órganos y tejidos, lo que permite efectuar diagnósticos muy similares a los que se realizan en una autopsia moderna. Entre ambos se obtiene una visión adecuada a nuestro propósito. En resumen: las respuestas patológicas que surgen del ajuste de las poblaciones a sus ambientes físicos y sociedades vecinas, permiten definir el grado de riesgo que 7

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presenta un hábitat para la vida, ubicar presiones de selección, y evaluar formas o estrategias de sobrevida para los grupos humanos. RESUMEN Y CONCLUSIONES Es difícil presentar aquí una visión de la historia de las poblaciones precolombinas del Área Andina de Sudamérica desde sus inicios, ya que los períodos más antiguos aún no permiten tener una idea clara de sus modos de vida a través de sus huesos. En cambio, de los períodos Formativo, Desarrollo Regional y Contacto Español tenemos suficientes evidencias de los procesos biológicos que estaban ocurriendo, lo que nos permite presentar la siguiente síntesis basada en las proposiciones que hicimos más arriba. FORMATIVO: Tiempo de paz y de consolidación de poblaciones. Durante el Formativo, las poblaciones que viven en la costa norte entre Ecuador y Norte de Chile crean barreras sociales entre sí y se forman, a lo menos, cuatro importantes grupos que se mantienen sin mezclarse durante 1.000 a 2.000 años. Es en este lapso y en esta área donde comienzan, a producirse y luego se generalizan una serie de cambios biológicos. El más conocido es el proceso braquicefalización acelerado que se produce en tal forma que, al finalizar el período, la mayor parte de sus individuos ostenta este rasgo. El porqué de la aceleración de este proceso no lo conocemos muy bien, pero una parte importante podría deberse a la aparición, en la Cultura Valdivia, de individuos que presentan bóvedas anchas y altas que son las más antiguas que se conocen para el hemisferio. ¿Pudieron ser ellas las responsables de un efecto fundador? Desde este punto de vista es plenamente válida la generalización que hace Ford (1969) acerca de su difusión durante el Formativo. La dificultad está en definir si este braquicráneo de bóveda alta es un producto de la evolución local o proviene de una migración. Aún no disponemos de los restos óseos adecuados para un diagnóstico diferencial. Otra novedad morfológica que tenemos en este período es la aparición de una cara más bien estrecha, prominente en su parte superior y con un aparato masticador más bien pequeño. Tal vez estos rasgos estén acentuados por una deformación facial intencional, pero la estrechez de la rama ascendente de la mandíbula confirma que tenemos en la costa norte del Área Andina una novedad biológica real. No conocemos el origen de este rasgo, pero se populariza en la costa sur del Ecuador, donde se mantuvo por un largo tiempo, por lo menos desde la fase Engoroy. DESARROLLO REGIONAL: Tiempos de violencia y desorganización social. Se producen aquí dos importantes fenómenos biológicos. Por una parte, una gran desorganización social que se traduce en un semiabandono de la deformación craneana intencional, aumento de los signos de violencia y enfermedades. Además, una aparición de individuos de bóvedas bajas, asociados muchas veces a algunos individuos que introducen en el área una deformación craneana intencional diferente, la tabular oblicua. Creemos que éstos son signos que permiten postular un ingreso violento de nuevas poblaciones. Por otra parte, se observa en forma sincrónica con el fenómeno anterior y también en los siglos inmediatamente posteriores, la migración hacia el sur de una población braquicránea y que se deforma intencionalmente la cabeza con el modelo tabular erecto occipital. Esta migración se efectúa por ambas vertientes de la cordillera de los Andes hasta llegar a la Araucanía. En todo este territorio estas poblaciones reemplazan a la población dolicoide anterior. Hacia el final del período de Desarrollo Regional, el tipo humano que se forjó entre Colombia y el Norte de Chile durante el Formativo ha duplicado su territorio y en 8

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su marcha hacia el sur desplaza a las poblaciones marginales hacia las partes altas de la cordillera y hacia el mar. CONTACTO ESPAÑOL: Tiempos de catástrofe ecológica y de aprendizaje de supervivencia. Mil quinientos años después que comenzara esa crisis que dio lugar a expansiones territoriales y nuevos equilibrios ecológicos en el Área Andina, la llegada de los españoles precipitaría una nueva crisis biológica. La introducción de nuevas enfermedades va a golpear al mundo precolombino. Esta vez, la sobrevida va a ser más difícil. Aquéllos cuyo equilibrio ecológico les permita tener la capacidad de responder a presiones extras podrán enfrentar el impacto, pero aquellos que viven en equilibrio ecológico límite difícilmente podrían hacerlo. Tal fue el caso de las poblaciones de la costa, bañadas por la Corriente de Humbolt, la que aparece como una zona de alto riesgo para la vida de los que dependen del mar para su sustento. Así, la llegada de Colón al Continente repercutió con fuerza en la América Andina, dando lugar a la aparición de un nuevo proceso de equilibrio biológico, el cual aún nos encontramos. (*) Extracto de: MUNIZAGA, Juan R..- “Antropología física de los Andes del Sur”. En: Meggers, Betty, ed..- Prehistoria Sudamericana; nuevas perspectivas.Santiago de Chile, Taraxacum, 1992.- pp. 65-75

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