Antes de Kuruyuki. Historia e historiografía chiriguana (2013), Anuario de Estudios Bolivianos Archivísticos y Bibliográficos 9: 161-187, Sucre.

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Anuario de Estudios Bolivianos, Archivísticos y Bibliográficos, n°19, 161-187, Sucre, 2013 ISSN: 1819-7981

ANTES DE KURUYUKI. HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA CHIRIGUANA BEFORE KURUYUKI. HISTORY AND HISTORIOGRAPHY CHIRIGUANA

Isabelle COMBÈS Instituto Francés de Estudios Andinos Taller de Estudios e Investigaciones Andino–Amazónicas, Santa Cruz, Bolivia

RESUMEN: Para recapitular la historia de las sublevaciones chiriguanas en el siglo XIX, la investigación apela tanto a los documentos de la época como a la literatura existente sobre el tema. La lectura, en particular, de entrevistas realizadas en 1882 arroja luces sobre los antecedentes de la última sublevación de Kuruyuki en 1892 y sobre las ambiguas actuaciones de los capitanes grandes de la época como Tengua y Chaparilla. Sin embargo, la confrontación de los archivos con las investigaciones históricas evidencia muchas contradicciones, equivocaciones, confusiones y errores inexplicables en la historiografía chiriguana. PALABRAS CLAVE: Chiriguanos; Kuruyuki; Güiracota; Hernando Sanabria Fernández; Thierry Saignes. ABSTRACT: The paper reexamines the Chiriguano uprisings during the 19th century until the final one in 1892 by analyzing both the historical sources and the available literature. A reading of the interviews made in 1882 reveals fresh data about these rebellions, and also about the ambivalent performance of indigenous big men such as Tengua and Chaparilla. The critical counterpoint between actual archive information and historical research shows several confusions, contradictions, misinterpretations and inexplicable errors in Chiriguano historiography. KEYWORDS: Chiriguano; Kuruyuki; Güiracota; Hernando Sanabria Fernández; Thierry Saignes. 

Comentarios: [email protected]. IFEA UMIFRE 17 CNRS/MAE; Taller de Estudios e Investigaciones Andino–Amazónicas (TEIAA, 2009SGR1400), grupo de investigación consolidado por la Secretaria d'Universitats i Recerca del Departament d'Economia i Coneixement de la Generalitat de Catalunya. Agradezco a todos los que me apoyaron con comentarios y críticas: Graciela Chamorro, Lorena Córdoba, Prótasio Langer, Ana María Lema, Kathleen Lowrey, Paula Peña y Diego Villar. 

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 18, 287-332, 2012. ISSN: 1819-7981

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Éste es un texto que no tenía previsto escribir o, al menos, no en esta forma. Al interesarse por los antecedentes de la última sublevación de 1892, aborda incidentes relativamente menores de la historia chiriguana en el siglo XIX, que tal vez no merecían ser objeto de una comunicación, aun cuando varios de sus protagonistas fueron figuras esenciales de la época. Sin embargo, fue a partir del estudio de estos incidentes menores que mi trabajo sobre la historia chiriguana se convirtió, en parte, en crítica historiográfica. Hace varios meses inicié una investigación sobre las sublevaciones chiriguanas en el primer siglo de la República y, en particular, sobre la última y hoy más famosa de ellas, la de Kuruyuki cerca de Ivo en 1892. A lo largo del siglo XIX, los mburuvicha guasu o “capitanes grandes” de la zona de Caipependi en la provincia Cordillera se destacaron como principales aliados de las autoridades, muy particularmente de la prefectura cruceña. Fueron primero Asave o Arzabe, en los años 1835; José Manuel Güiracota, a mediados del siglo; José Ignacio Aireyu, a partir de los años 1880 hasta fin del siglo. El hijo de José Güiracota, Bernardino (también conocido como Chaparilla), no fue capitán de Caipependi sino de Yuti más al sur, pero se destacó también como aliado de los karai (los blancos) hasta cambiar completamente de actitud y convertirse en el “Generalísimo” (Chavarría, 1892) de los chiriguanos rebeldes en la sublevación mesiánica de 1892, liderada por el tumpa (“dios”) Apiaguaiqui. Buscando más informaciones sobre estos diversos personajes procedí como procedería, creo, cualquier historiador: es decir que me acerqué, por un lado, a los documentos de archivos de la época y, por otro lado, a la literatura (relativamente abundante en este caso) ya existente sobre el tema. Lo que no sospechaba es que de la confrontación de las fuentes y la literatura iban a surgir flagrantes contradicciones, que iban a depararme muchísima perplejidad e innumerables jaquecas. Es así que nació la idea de plasmarlas en el papel, como un aporte primero para aclarar ciertos aspectos de la historia chiriguana del siglo XIX y segundo, pero no menos importante, discutir su historiografía. Casi no hace falta presentar a los chiriguanos. Este grupo étnico, hoy llamado y autodenominado “guaraní”, es el más numeroso del Chaco boliviano (aunque gran parte de su territorio se corresponda en realidad con los últimos estribos andinos orientales), y sin duda el más estudiado desde un punto de vista histórico. Fue en los siglos coloniales el principal obstáculo de los españoles para penetrar en el Chaco, y opuso una tenaz resistencia a la colonización hasta fines del siglo XVIII, o incluso fines del siglo XIX según las regiones.

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La resistencia chiriguana al español se inició a pequeña escala, con combates aislados de algunas “capitanías”, “parcialidades” o zonas. En el siglo XVIII se hicieron más frecuentes las coaliciones o “sublevaciones generales” que reunían a varias capitanías contra un enemigo común: entre ellas la sublevación de 1727 al mando de Aruma, la de 1750 encabezada por Chindica, o la poderosa coalición de los años 1793 a 1799 que acabó destruyendo a muchas misiones franciscanas. Varias de estas sublevaciones tuvieron un innegable eco mesiánico, y fueron lideradas por los llamados tumpa, “dios”, u “hombre–dios”: En distintas épocas y en regiones diversas, algún indio atrevido amigo del ocio y de lo ajeno con un tanto de locuacidad y promesas extraordinarias, ha conseguido reunir alrededor de su choza nueva, construida de intento afuera del pueblo, a multitud de indios cercanos y de lejos y declararse Tunpa, ser extraordinario y maravilloso […] y otras veces, los caciques, cansados de ser oprimidos en ciertas comarcas por algunos malos cristianos, han llamado Tunpa a algún mozo infeliz, pero listo y despejado, para reunir a los indios de otras comarcas a la voz del Dios de carne y hueso y pelear con denuedo en la guerra santa (Nino, 1912: 133).

Entre los casos más conocidos, pueden citarse la guerra inspirada por el llamado “Ángel Santiago” en 1574, contra el virrey Toledo (Combès, 2009); la rebelión de Aruma en 1727 al sur de la Chiriguanía; o, más conocidas, las dos sublevaciones del año 1778 en Caiza y en Mazavi. En Mazavi, “un embaucador que se llamaba Tumpa […] cierto individuo desconocido”, … abrogándose sacrílegamente privilegios de deidad, les dio aviso [a los chiriguanos] ser llegado el día del juicio, y que tenía poder para hacer llover fuego, convertir los hombres en piedras, arruinar pueblos, destruir ganado y acabar con todos los que no le creyesen y sujetasen a su dominio1.

Con o sin toque religioso, las sublevaciones continuaron en el siglo XIX bajo el régimen republicano, hasta la última de todas ellas en 1892. Incluso podría decirse que se incrementaron en forma directamente proporcional con el avance de los hacendados, soldados y misioneros sobre la Cordillera chiriguana. Existe muchísima información sobre las sublevaciones chiriguanas en el primer siglo de la República en los archivos nacionales de Bolivia, los archivos departamentales de Santa Cruz y de Chuquisaca o en el archivo franciscano de Tarija, por citar sólo a los más importantes. Todos fueron consultados por los principales historiadores de los chiriguanos, como Branislava Susnik (1968), Hernando Sanabria (1972), Lorenzo Calzavarini (1980), Francisco Pifarré (1989), Thierry Saignes (1990, 2007) o Erick Langer (1994, 1995 [1989], 2009). Sin 1

AFT, M 224, y ANB, EC 1782/9: “Informe a la Real audiencia sobre los daños causados por un embaucador que se llamaba Tumpa y pidiendo eficaz remedio” (del P. Manuel Gil, de Tarija). Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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embargo, uno entre los más importantes de estos documentos sigue siendo poco conocido. Se trata del Primer cuerpo del expediente administrativo organizado por parte del departamento de Santa Cruz sobre posesión de Cuevo e Ibo (ABNB, MI 1882-1883). Este extenso expediente de 139 fs. recopila testimonios de vecinos criollos de Cordillera y de diez caciques o ex caciques chiriguanos aliados: -

Bernardino Viracota, capitán grande de Yuti y Carandaiti. Morequese, ex capitán de Yaguaca en Ivo. Achuma, capitán de Choreti y ex capitán de Cuevo. Sandacari, ex capitán de Carapirenda. Sandacati, capitán de Tatapeyúa. Amuriti, ex capitán de Choreti. Ignacio Aireyu, capitán grande de Caipependi. Matías, ex capitán de Caipependi. José Manuel Candapai, capitán de Caruruti. Bareú o Barcú, de Caipependi. Biracota, ex capitán de Caraguatarenda “en la zona de Cuevo”, y capitán de Urundaiti.

Realizadas en 1882, las entrevistas hacen el recuento de las sublevaciones chiriguanas en los tiempos republicanos hasta 1864. Hernando Sanabria tuvo conocimiento de este documento, y lo comunicó a Thierry Saignes2. De hecho, este expediente pertenecía a la masa de documentos todavía “por clasificar” del Archivo Nacional de Bolivia en Sucre; Sanabria consiguió probablemente una copia mediante el entonces director del archivo, Gunnar Mendoza, a quien agradece en su preámbulo (1972: 15). Por mi parte, después de haberlo podido consultar por primera vez hace más de veinte años gracias a la gentileza del mismo Gunnar Mendoza, conseguí recientemente una copia digitalizada completa gracias a la ayuda del personal del Archivo Nacional de Sucre.

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Sanabria (1972: 237) indica como título del documento: “Información sumaria levantada por las autoridades de Cordillera para probar el derecho que les asiste sobre los territorios situados al sur de dicha provincia, 1882; copia testimoniada”; se trata de una copia del mismo expediente titulado Primer cuerpo…, como puede verificarse por las citas y referencias dadas en su libro por el autor. Saignes (1990: 20) lo cita como “Copiado de testimonios referentes a los derechos de Santa Cruz”, perteneciendo al “archivo personal de H. Sanabria Fernández”; sus citas, más extensas y numerosas que las de Sanabria, confirman que se trata de una copia del mismo documento, coincidiendo tanto el texto como los números de folios. Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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Primeras sublevaciones Antes del establecimiento definitivo de la República, un incidente sin mayores consecuencias tuvo lugar cerca de Ivo (hoy provincia Luis Calvo, Chuquisaca). Involucró a José Manuel Mercado “el Colorao”, brazo derecho de Warnes en las guerras de Independencia. Sabemos que Mercado estuvo en la Cordillera, concretamente en Saypurú, entre 1816 y 1825, y la información siguiente debe ser fechada de aquellos años. Dice Morequese, ex capitán de Yaguacua en Ivo, que …José Manuel Mercado fue el primero que […] hizo una expedición sobre ellos, introduciéndose hasta Yaguacua en Ibo en pesquisa del capitán Yamanduare, a consecuencias de que éste se había perdido durante un año de su pueblo de Yaguacua y había reaparecido aseverando que por las márgenes del Pilcomayo había marchado hasta el Paraguai en donde le habían concedido el título de Dios de las hordas chiro–guaraníes3, que efectivamente le rendían culto […] Yamanduare a la aproximación de las fuerzas de Mercado había huido a Ñacaguasu en provincia de Sauces, con lo que se terminó su expedición. Restituido Mercado a Saipuru, mandó al capitán Arsabe a que en Cuebo e Ibo restituyera la tranquilidad de ánimos exaltados por su expedición; que las promesas y apersonamiento de Arsabe entre ellos, dijeron bien (Lagunillas, 22.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, fs. 61v-62)4.

Este incidente no desembocó entonces en un enfrentamiento armado. Sin embargo, es importante mencionarlo, primero porque es muy poco conocido; segundo, porque ilustra la actuación de Arsabe, capitán grande de Caipependi y aliado de las autoridades karai; tercero, porque si bien los “ánimos exaltados” de Yaguacua se calmaron rápidamente, tenemos aquí, unos setenta años antes de Kuruyuki, la presencia de otro “Dios” en Ivo, cuyo discurso, como el del tumpa de 1892, evoca el Paraguay5: se trata, pues, de un importante antecedente de la sublevación de 1892. Poco después en 1836, ya en tiempos republicanos, estalló la sublevación liderada por Caripe o Caripi, de Itacua (entre Ipati y Camiri). Existen muchos 3

La expresión “chiro–guaraníes” o “chiru–guaraníes” es recurrente en este documento, y otros de la misma época; fue rápidamente abandonada. Se trata evidentemente de una deformación de “chiriguanos”, y lo más probable es que derive del guaraní che irü, literalmente “mi otro” en el sentido de “mi amigo”, frecuentemente empleada entre hombres guaraníes (Ortiz y Caurey, 2011: 78-79), y que haya sido aplicada a los “indios aliados”. 4 Este testimonio es citado por Saignes (1990: 195), pero haciendo remontar el episodio de Yamanduare al siglo XVIII. 5 El tumpa de 1892 decía a sus soldados que “llegado el caso del combate que necesariamente debía venir, los libraría de las balas haciendo que éstas se conviertan en agua luego que tocasen sus cuerpos; que, en caso de muerte, sería inmediatamente resucitado, y si la muerte persistía en no soltar su presa, la resurrección se verificaría en el Paraguay” (carta anónima desde Lagunillas, 14.02.1892, periódico La Estrella del Oriente de Santa Cruz, nº 1451, 5.03.1892, p. 2). Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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documentos sobre este episodio en el archivo prefectoral de Santa Cruz (MHSC, FP 1/19-08). Dato interesante porque nos acerca a la zona del conflicto de 1892. Caripe acosado por las fuerzas republicanas “se retiró a Cururuyuqui de Ibo”, donde no logró convencer al capitán de Cuevo, Cumbaricha, de acompañarlo en la guerra6. En 1840 nuevos asaltos son liderados por el capitán Peri de Cuevo y sus hijos, entre ellos el joven Yabeau o Yabeao. Cuentan con el apoyo de los tobas (ABNB, MI 1882-1883). La agitación es reprimida por el gobernador de Cordillera, Pedro Antelo. Pero en 1849, el asesinato de Acaresi, capitán de Cuevo, por karai de Sauces, marca el inicio de uno de los enfrentamientos más duros del siglo. Encabeza la coalición una mujer, una de las pocas capitanas conocidas, “Yguandurai capitana del pueblo de Ybo […] bajo cuyas órdenes se hallaban los bárbaros de toda la carrera que con este nombre y el de Yaguacua es conocida”7. Junto con Yguandurai, hija del capitán Cumbaricha de Cuevo8, peleaban su hermano Guarumbaque, Peri de Cuevo, varios capitanes de Guacaya, y grupos tobas (ABNB, MI 1882-1883). La rebelión fue sofocada por el prefecto de Santa Cruz, Ibáñez, y el gobernador de Cordillera, Marceliano Montero. Se destacó también, como principal pero sospechoso aliado de los karai, el hijo de Arzabe y su sucesor en el cargo: José Manuel Güiracota, capitán grande de Caipependi. Unas palabras son necesarias sobre este ambiguo personaje, padre de uno de los principales protagonistas de la sublevación de 1892. Aunque nombrado por el presidente de la República, beneficiario de un sueldo mensual9 e hijo de un capitán aliado, Güiracota fue acusado de rebelión y traición en 1847, por sus lazos con las comunidades insumisas del Chaco. Fue desterrado hasta el departamento del Beni adonde solía despacharse a los opositores políticos del gobierno10, pero rápidamente llamado de vuelta por el gobierno y la prefectura cruceña, para ayudarles a sofocar amagues de rebelión en la Cordillera11. El ex aliado, ex traidor y de nuevo aliado se reintegró a 6

Testimonio de Morequese, ex capitán de Yaguacua en Ivo, Lagunillas, 22.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 62, 62v. La salida de Caripe a “Cururuyuqui” es mencionada también en una carta de la intendencia de la policía en comisión (MHSC, FP 1/19-08, 14.09.1836). 7 Testimonio de Bernadino Viracota, capitán grande de Yuti y Carandaiti, Lagunillas, 21.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 58. Es “la carrera”, es decir la comarca de Ivo la que también se conoce como Yaguacua (pueblo del anteriormente mencionado Yamanduare) y no su capitana, como asume por error Sanabria Fernández (1972: 88). 8 Testimonio de Biracota, ex capitán de Caraguatarenda, Lagunillas 26.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 91v. 9 ABNB, MI 1843 83/25. 10 ABNB, MI 1847 122/40, 27.08.1847. 11 MHSC, FP 1/40-09, 2.03.1848, 3.02.1848. Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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su cargo “en acto solemne” y recibió en esa oportunidad regalos y dinero12. En 1849 y 1850, la prefectura lo utilizó como portavoz para prometer amnistía a los rebeldes13…lo que no impidió que las autoridades karai lo volvieran a acusar, en la misma época, de fomentar rebeliones14. Como Mandepora en Macharetí15, Güiracota era un “aliado” muy poco confiable: “¿Cómo pues, Sr. Prefecto, dar crédito al Capitán Guiracota?”, preguntaba el gobernador de la provincia Cordillera16. Pero se trataba de un aliado indispensable, un “mal necesario” por así decir —y exactamente la misma ambigüedad demostrará su sobrino y sucesor, Ignacio Aireyu, en 1892. Después de la sublevación de 1849, la calma parece reinar en la Cordillera hasta 1864, cuando estalla una nueva rebelión, esta vez liderada por el capitán Yabeau de Cuevo. Esta sublevación duró como dos años, pero no fue tan sangrienta ni tan importante como la de 1849 o la que le siguió en 1874. Sin embargo, merece un acápite aparte en este estudio: pues en estas circunstancias aparecen en plena luz algunas confusiones garrafales de la historiografía chiriguana. La rebelión de 1864 Los criollos y capitanes chiriguanos interrogados en 1882 hablan todos largamente de esta rebelión. Una primera explicación la ofrece Manuel Borda, criollo: “el incidente que motivó el primer combate fue la salida de una partida de tobas a los pueblos de Cuebo e Ibo, donde fueron bien acogidos por el capitán aliado cueveño Yabeau”17; los tobas empezaron a robar ganado de los criollos, pero Yabeau se negó a expulsarlos, como se lo pedía el gobernador de Cordillera, Ignacio Castedo. Exasperado, Castedo llegó a disparar contra Yabeau, sin matarlo18, pero evidentemente provocando la ira de los chiriguanos, aunque logró finalmente sofocar la rebelión. Todo parece indicar que, como lo sostiene otro testigo, “Yabeau, capitán de Cuevo, protegía a los tobas”19, y robaba junto con ellos, como lo confirma incluso 12

MHSC, FP 1/41, 11.04.1848, 4.10.1848, 11.10.1848. MHSC, FP 2/43-18, 19.04.1850. 14 MHSC, FP 1/40-09, 28.09.1848; 2/47-03, 8.10.1851; 2/49-05, 31.05.1852. 15 Sobre el papel ambiguo de Mandepora como capitán aliado de Macharetí, remito a Langer, 1995 [1989] y 2009, y Combès, 2005c. 16 MHSC, FP 2/47-03, 9.06.1852. sobre José Güiracota, ver Combès, 2005c. 17 Testimonio de Manuel Borda, Gutiérrez, 12.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 22v. 18 Según un único testigo, el disparo habría matado a Peri, el padre de Yabeau (Pedro Egüez, Saipurú, 13.05.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 107). 19 Testimonio del cura José Miguel Montero, Lagunillas, 20.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 52v. 13

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el capitán de Yuti, Bernardino Güiracota —hijo de José, el ya finado capitán grande Caipependi (ABNB, MI 1882-1883, fs. 58v-59). Otro testigo criollo dice: La causa de esta guerra fue que Yabeau había ordenado a sus subalternos capitanes que robaran ganados de los estancieros cordilleranos, y que habiéndose denegado a ello uno llamado Viracota, le sitiaron y aun debían quitarle la vida, a no haber ocurrido Castedo aún a tiempo en defensa suya20.

Ésta es la primera mención de un problema entre “un” Viracota (Güiracota) y Yabeau como origen de la guerra de 1864. Los testimonios de los criollos interrogados en Saypurú y Pirití lo confirman: la guerra estalló “con motivos de una desavenencia entre él [Yabeau] y el capitán Güiracota de Caraguatarenda, aliado nuestro”; “por una desavenencia [de Yabeau] con el capitán Güiracota”; “el capitán Yabeau de Cuebo en desavenencia con Biracota capitán [de] Caraguatarenda por una mujer, llamó a los tobas y comenzó a robar ganados”; Yabeau “tuvo un enojo con Güiracota, capitán de Caraguatarenda” y la guerra “comenzó por diferencia entre los mismos indios”21. En cuanto a los indígenas interrogados, evocan otra causa para la “desavenencia” entre ambos capitanes. Amuriti, ex capitán de Choreti, explica: Viracota hizo limpiar muy ancho los caminos de Caraguatarenda a Ibo […] Yabeao capitán de Cuebo expresó a Viracota que probablemente dichos caminos estaban destinados a la ida de los cristianos a sus lugares […] además algunos tobas alojados por Yabeao empezaron a consumar algunos robos, habiendo muerto a uno de éstos los del pueblo de Caraguatarenda de Viracota (24.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 73v).

Por temor a la venganza de los tobas y de los cueveños, Viracota fue hasta Yuti a pedir auxilio a los blancos. Tenemos, de hecho, su propio testimonio, pues con más de sesenta años, “Biracota”, ex capitán de “Caraguatarenda, pueblo notable ubicado en la zona de Cuevo”, fue interrogado el 26 de abril en Lagunillas (ABNB, MI 1882-1883, f. 89). La guerra, dice, “tuvo otro origen verdadero que el del odio implacable de los bárbaros contra los cristianos”. Biracota vivía con su padre Yandare en Caraguatarenda, cerca de donde residía Yabeau. Padre e hijo eran amigos del alcalde político de Yuti, José Manuel Salvatierra: Por disposición de él y por sus consejos, el deponente hizo limpiar el camino que de su pueblo conduce a esta parte, y mandó construir una casa grande como para hospedar a los cris-

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Testimonio de Mariano Villavicencio, Lagunillas, 19.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 37. Testimonios respectivamente de José Manuel Durán, Bautista Limón, Pedro Egüez, José Camargo y Manuel Martínez, mayo de 1882, ABNB, MI 1882-1883, fs. 98, 100v, 107, 109v y 117v. 21

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tianos; que todo esto había provocado los celos de Yabeau y de los suyos, es decir de los enemigos irreconciliables de los llanos (ABNB, MI 1882-1883, fs. 91v-92).

En este momento llegó “una partida considerable de tobas” a Boyuibe. Obedeciendo a un mensaje enviado por el padre de la misión de Tarairi, Biracota se aprestó a atacar a los tobas, y pidió su ayuda a Yabeau, quien sólo despachó a uno de sus capitanes, con poca gente. Biracota venció a los tobas, “sin que los de Yabeao hubiesen cooperado como debieron”. A su vuelta, Biracota encontró a Yabeau muy enojado con él; Yaguaroba, uno de los más intrépidos guerreros de Yabeau, aconsejó matarlo “porque sus relaciones con los cristianos les era [sic] muy peligrosa, y que la amistad de ellos con los tobas les era muy preferible a la que tenían con los blancos”. Aunque Yabeau mismo se haya mostrado más prudente, sus guerreros consiguieron incluso el apoyo de los tobas para ejecutar a Biracota: este último huyó, llegando a Yuti a pedir auxilio a los karai, que empezaron la represión (ABNB, MI 1882-1883, fs. 91v-92). En las diferentes versiones, sigue luego el episodio del disparo de Castedo a Yabeau, que empeora unas relaciones ya tensas. Según los testigos, la “desavenencia” entre Yabeau y Güiracota se debió, principalmente, a la apertura de caminos y la presencia de los tobas; se enfrentaron en Cuevo el bando pro–toba de Yabeau, y el bando “aliado” de los karai de Güiracota. Un solo testigo menciona que los problemas entre ambos capitanes se debieron a una mujer; algo de cierto debió existir en esta afirmación, pues es retomada luego por Nino: “el capitán Güiracoti [sic] quiso, sin conseguir el fin, relacionarse con la mujer de Yaveau” (1912: 159160). Olvidándose de los caminos abiertos y la amenaza toba, Sanabria Fernández retuvo este único motivo para explicar la rebelión de 1864: Güiracota “entró en pasión amorosa por una garrida hembra, de cuyos encantos era dueño Yaveáo” (1972: 88). Más inexplicable es la confusión que hacen tanto Sanabria como luego Thierry Saignes entre los diversos Güiracota. Encontramos en efecto a tres personajes de este nombre: (1) José Güiracota, capitán grande de Caipependi a mediados del siglo XIX, padre de (2) Bernardino Güiracota, alias Chaparilla, capitán de Yuti y Carandaiti y (3) Güiracota (“Biracota”) de Caraguatarenda. Tanto el segundo como el tercero fueron interrogados en 1882. Ahora bien, Sanabria asume que el enemigo de Yabeau en 1864 era José Güiracota, capitán grande de Caipependi. Se trataba sin embargo, como recalcan todos los testigos, del Güiracota de Caraguatarenda cerca de Cuevo, y “subalterno”, como dice Mariano Villavicencio,

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de Yabeau. Sin contar que, en 1864, José Güiracota llevaba siete años muerto, y difícilmente habría podido tener líos amorosos22. La confusión reinante en los escritos de Saignes es aún mayor. Para él, el enemigo de Yabeao fue Bernardino Güiracota de Yuti23. El francés tenía sin embargo a la mano los interrogatorios de 1882, que no sólo mencionan explícitamente a Biracota de Caraguatarenda como enemigo de Yabeau, sino que proporcionan tanto el interrogatorio de este último como de Bernardino. Como confirmaremos más adelante a propósito de las genealogías de estos personajes, para el historiador francés existió un solo Güiracota, y se confunden las figuras del padre y del hijo. De hecho, Saignes afirma que fue el Güiracota de Yuti (es decir, Bernardino o Chaparilla) quien fue atacado por Caripe, el líder de la rebelión de 183624. Si, para Sanabria, José Güiracota podía todavía enamorarse después de muerto, en el caso de Saignes Bernardino luchó contra Caripe doce años antes de nacer —pues conocemos su fecha de nacimiento, en 1848. Y recibió además en esta ocasión “el apoyo militar de su padrino, el coronel Montero, gobernador de Cordillera” —que recién lo bautizaría en 1853 y no era gobernador en aquella época. Genealogías Las confusiones entre los tres Güiracota tuvieron más consecuencias todavía en las obras de Sanabria y Saignes, esta vez cuando trataron de reconstruir las genealogías de los líderes chiriguanos, especialmente la de Bernardino Güiracota (alias Chaparilla) y de su primo José Ignacio Aireyu, alias Tengua. La versión de Sanabria (1972: 133-134) tiene un único punto certero y comprobado: Bernardino fue hijo (como él mismo declaró en 188225) de José Güiracota, capitán grande de Caipependi a mediados del siglo XIX. Pero luego el autor afirma que José Güiracota (o Güiracota I) fue hijo de Yandare, capitán de Chimbe, y de una mujer llamada Chapariya (de donde derivó el apodo de su nieto Bernardino). Ahí, Sanabria atribuye a José Güiracota de Caipependi el padre de Biracota de Caraguatarenda, efectivamente hijo de Yandare de Chimbe (ABNB, MI 1882-1883, f. 91). El documento no indica el nombre de la mujer de Yanda22 José Güiracota murió a inicios de 1857: el 14 de marzo de ese año, el prefecto de Santa Cruz dice haber recibido la noticia de su fallecimiento (MHSC, FP 2/63-32, 14.03.1857). 23 Saignes, 1990: 185; 2007: 168. 24 Saignes, 2007: 168. En esta ocasión T. Saignes no cita su fuente. El Güiracota en cuestión es evidentemente Güiracota padre (José). 25 Testimonio de Bernardino Viracota, Lagunillas, 21.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 58.

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re, y no encontré mención de Chapariya en otros documentos. Como Sanabria Fernández no indicó su fuente, la información difícilmente es verificable. El autor agrega además otros datos: la mujer de José Güiracota y madre de Bernardino habría sido hermana de Chiveri, el padre de Ignacio Aireyu o Tengua. En esta ocasión Sanabria cita explícitamente el documento de 1882 como su fuente…pero el nombre de Chiveri no aparece en ninguna parte de este expediente, e Ignacio Aireyu, que testimonia en el mismo, se contenta con decir que “Viracota, capitán grande Caipipendi”, fue su tío (ABNB, MI 1882-1883, f. 75v). Fig. 1. Genealogía de Bernardino Güiracota e Ignacio Aireyu según Sanabria Fernández (elaboración propia, sobre la base de Sanabria, 1972: 133-134)

Cometiendo la misma confusión, es decir atribuyendo a los Güiracota de Caipependi los padres del Güiracota de Caraguatarenda, Thierry Saignes llega sin embargo a otra genealogía pues, como vimos, confunde en un solo personaje a Güiracota padre e hijo. Es así que, según él, Chapariya y Yandare fueron los padres de Bernardino Güiracota. Y agrega otra información (pero desgraciadamente sin citar su fuente), según la cual Chapariya habría sido la hija de Arzabe o Asabe, antiguo capitán grande de Caipependi (1990: 185). Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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Fig. 2. Genealogía de Bernardino Güiracota según Saignes (elaboración propia sobre la base de Saignes, 1990: 185)

Ninguna de estas versiones es correcta. El mismo documento supuestamente consultado por ambos autores indica claramente que José Güiracota fue hijo de Arzabe, capitán grande de Caipependi, y su sucesor en el cargo (“Asabe capitán grande de Caipependi, padre del recordado Biracota”, dice Matías, uno de los sucesores de José Güiracota26). Si se verificara la información de Saignes, según la cual la mujer Chapariya era hija también de Arzabe, entonces ella y José Güiracota serían hermanos, al menos de padre. Un nuevo dato, aportado por Francisco Pifarré, es que la madre de Bernardino y mujer de José Güiracota se llamaba Pasajay, como consta de la partida de 26 ABNB, MI 1882-1883, f. 77v. entre otros documentos, una carta de la intendencia de policía en comisión, fechada del 14 de septiembre de 1836, menciona explícitamente que Güiracota es hijo de Azave (MHSC FP 1/19-08).

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bautismo de Bernardino en Gutiérrez en 1853 (Pifarré, 1989: 309, n. 3027). En esta ocasión, el futuro Chaparilla tenía cinco años de edad, lo que sitúa su nacimiento hacia 1848. En cuanto a Ignacio Aireyu o Tengua, no encontré en las fuentes el nombre de sus padres. El cuadro siguiente muestra la genealogía de Bernardino y de Tengua hasta donde pude reconstruirla; las líneas plenas indican las filiaciones y matrimonios comprobados; las líneas punteadas los datos que no pude verificar de manera fehaciente. Fig. 3. Genealogía de Bernardino Güiracota y José Ignacio Aireyu (elaboración propia)

Hacia Kuruyuki (1864-1892) Poco significativa en la historia chiriguana y casi insignificante si comparada con la que antecedió y la que siguió, la rebelión de 1864 tuvo sin embargo una conse27

El padrino de Bernardino Güiracota fue el gobernador de Cordillera, Marceliano Montero, amigo de su padre (testimonio de José Viracota, Lagunillas, 21.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 58). Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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cuencia importante para la región de Cuevo e Ivo, donde iba a estallar en 1892 la última sublevación chiriguana. En efecto, todos los testigos de 1882 coinciden en afirmar que, una vez vencido Yabeau, reinaron tiempos de paz en la región, y que los criollos empezaron a llevar ganado hacia Cuevo e Ivo: “después de vencido Yabeao, quedamos en paz y comercio con los cueveños y desde entonces comenzaron los de Lagunillas a llevar sus ganados”28. Es curioso que el extenso documento que nos sirvió de principal base hasta ahora no mencione la más cruenta de todas las rebeliones chiriguanas, que estalló en 1874. La omisión se debe probablemente a que este documento sólo recopila testimonios de cruceños, cuando fueron los vecinos de la provincia del Azero (Chuquisaca) los más implicados en esa última guerra; otra explicación podría ser que todo este expediente se esfuerza por probar la ocupación de Cuevo e Ivo por los cruceños antes de 1874, cuando empezaron a aparecer en mayor número los vecinos del Azero. Sea lo que fuere, la sublevación de 1874, que movilizó no sólo a los chiriguanos sino a tobas y tapietes del Chaco, merece un acápite aparte por ser el antecedente directo de la de 1892. Fue, además, de corte netamente mesiánico, como la de Kuruyuki después. Del lado chiriguano, los núcleos de Guacaya y Cuevo fueron los más implicados: los chiriguanos de Guacaya “fueron los primeros que tomaron parte del alzamiento general, atizaron el fuego de la rebelión y se distinguieron por su intrepidez en los combates”; “los cueveños fueron los principales autores de la rebelión” (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 98, 116). Los motivos de la sublevación eran claros para los contemporáneos: los chiriguanos querían “sacudir el aborrecido yugo extranjero, reconquistar su antigua independencia, y recuperar toda la integridad del territorio de sus mayores” (Corrado, 1884: 481). La rebelión fue duramente reprimida y, tras de una épica batalla en Igüembe, “el chiriguano quedó abatido, pero no rendido”, y se necesitaron varios meses más para establecer la paz. En opinión de los misioneros franciscanos, “lo que dio verdaderamente el golpe de muerte a los chiriguanos fue el hecho de Caipependi, o más claro, la matanza de Iuqui29” (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 81-82). En este lugar, muchos chiriguanos fueron apresados bajo pretexto de una “conferencia 28 Testimonio de Juan Mercado, Pirití, 12.05.1882, ABNB, MI 1882-1883, fs. 104v-105. Ver también los testimonios de José Miguel Montero, José Manuel Durán, Juan Bautista Parada, Pedro Egüez, Toribio Valle y Manuel Martínez en el mismo documento, fs. 54, 98v, 103, 107v, 112 y 117v-118. 29 No debe confundirse este Caipependi, reducto mayormente chané a orillas del río Pilcomayo al occidente de Macharetí, con la capitanía homónima de la provincia Cordillera, feudo de José Güiracota y luego de Ignacio Aireyu.

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de paz”, y masacrados por los soldados de las fuerzas expedicionarias del Azero: Mataron tumultuariamente a unos 60 entre chiriguanos y chaneses, bajo los ojos de sus madres y mujeres, que llenaban el aire con sus lastimeros alaridos, y que fueron llevadas cautivas (Corrado 1884: 485). Cerca de 80 cadáveres tendidos en el suelo nadaban en su propia sangre, espectáculo atroz de barbarie y de ferocidad inaudita. En Huacaya, entre los principales jefes, se hizo la repartija de las mujeres y de todos sus hijos (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 83).

Otro “hecho horripilante” ocurrió el 19 de noviembre de 1877 en Mburucuyati, a unas cuatro leguas de Macharetí. Pedro Zárate, delegado del gobierno, respondió a un llamado del corregidor de Ñancaroinza, Carlos del Castillo, quien “se quejaba de la insubordinación de los indios de Murucuyati, de su propiedad”. Sin averiguar mucho más, Zárate hizo ejecutar a los chiriguanos del lugar y su cacique, el capitán Curichama: “ordenó que fuesen degollados todos los hombres, exceptuando las mujeres con sus chicos” (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 83). Esta matanza gratuita fue el golpe de gracia para la rebelión. En 1889, Martarelli podía escribir que, después de Mburucuyati, “la conquista de los chiriguanos fue terminada y asegurada para siempre” (Martarelli y Nino 2006, [1918]: 84). Los últimos reductos rebeldes chiriguanos caen después de 1874. La gente de Guacaya se dispersa, e incluso varios huyen hacia el Chaco a refugiarse entre los tobas. Algunos de ellos se refugian en Macharetí, donde son acogidos por el capitán Mandepora, y otros prefieren “entregarse a los cristianos, poniendo de medianero al P. Vicente Piccinini para conseguir el perdón”. Son setenta familias en total, con las cuales los franciscanos inician una nueva misión en aquel antiguo rincón irreductible: nace así, el 27 de junio de 1875, la misión de San Pascual de Boicovo (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 97-99). En Cuevo, los chiriguanos escogen otra táctica: Se presentaron al jefe de la provincia de la Cordillera, ofreciéndoles [sic] espontáneamente unas tierras de las que tarde o temprano temían ser arrojados: lo único que por gracia pedían para sí, era que se les dejase en posesión de los terrenos sembradíos y que no fuesen molestados” (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 116).

La propuesta de los cueveños no es tan ingenua como parece. Primero, como mencionamos, las haciendas y sus ganados estaban ya bien presentes en su zona desde el fracaso de Yabeau en 1864, y sólo podían incrementarse después de 1874; segundo, su pedido volvía a actualizar los “pactos de convivencia” con el karai ya sugeridos por otros capitanes chiriguanos en tiempos pasados: Cumbay del Ingre, proponiendo a finales del siglo XVIII el establecimiento de una “tierra de nadie” que separase físicamente a los pueblos chiriguanos de las propiedades karai (SaigAnu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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nes, 1990: cap. 4); o José Iyambae en el Isoso de 1855, dando su visto bueno para que los hacendados se instalasen dentro de ciertos límites en su territorio (Combès, 2005b: 185). Pero ni en el Ingre, ni el Isoso ni en Cuevo el pacto se hace realidad. Los hacendados se hacen presentes en la zona, muchos de ellos originarios de Santa Cruz y de Vallegrande, lo que origina la queja de los vecinos de la provincia chuquisaqueña del Azero, y el inicio del largo conflicto de límites entre Santa Cruz y Chuquisaca para la posesión de Ivo y Cuevo. Frente a los atropellos y los abusos de los nuevos patrones, los chiriguanos recurren entonces “a los que antes hostilizaron y rechazaron”: como sus compatriotas de Guacaya, solicitan misión a los padres franciscanos (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 117). Los capitanes Azucari de Ivo, y Guani o Guari de Cuevo30, se dirigen primero a los padres del convento de Tarija, en junio de 187831. La solicitud formal hecha en enero de 1881 al Senado para la creación de una nueva misión se topa con una indiferencia total, y no prospera. De esta forma, los chiriguanos se dirigen entonces a los franciscanos del colegio de Potosí quienes, a cargo de la misión de Boicovo, visitaban Cuevo a menudo. Los pormenores de la fundación de la misión de Santa Rosa, en Cuevo, están contados por Martarelli (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 116-129). Según el franciscano, en una primera reunión celebrada en 1886 en Cuevo, los más de treinta capitanes chiriguanos que se juntaron fueron amenazados de represalias por el corregidor del lugar, Félix Tenier: no le convenía, así como a ninguno de los propietarios karai de la zona, que se establezca un reducto misional en Cuevo, arrebatando mano de obra a las haciendas. De esta forma, “ante la presencia del tirano […] la mayoría [de los capitanes presentes] se acobardó, empezó a temblar y, aterrorizada, negó lo que estaba en sus deseos”. Sin embargo, tras este primer intento, los mismos capitanes se acercan de nuevo a los padres; en Pascua de 1887 se celebra una nueva reunión con el nuevo corregidor, que desemboca en un pedido formal de misión por parte de los indígenas. Finalmente, en agosto de 1887 se da inicio a la edificación de Santa Rosa de Cuevo, a manos del padre Romualdo d’Ambroggi. El caso de Ivo sigue pendiente y sus capitanes Azucari y Nambi piden una misión aparte. Estos episodios son importantes porque, en la versión de los padres franciscanos, el atraso de la fundación de otra misión en Ivo fue el detonador del alzamiento de 1892. Por otra parte, personajes como Azucari, Nambi o el hacendado Carlos del Castillo, protagonistas de los eventos de 1874 y de la saga misionera de 30 Guani en los documentos franciscanos y Guari en los oficiales era el sucesor de Yabeau en la capitanía de Cuevo (ABNB, MI 1882-1883, fs. 18v, 99). 31 Giannecchini, 1988 [1885]: 363; 1996 [1898]: 226-27.

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Cuevo, vuelven a aparecer en 1892. Más aún, según la carta de su secretario Ayemoti, el mismo tumpa de 1892 habría vivido en carne propia la matanza de Mburucuyati, donde habría fallecido su madre, despertándole así un rencor inextinguible contra los karai (en Sanabria, 1972: 226). Estos elementos no son los únicos que permiten establecer una relación directa entre las sublevaciones de 1874 y de 1892. Pues la rebelión de 1874 no sólo implicó a guerreros y caciques: “los magos más sagaces, y que sobre ellos ejercen una influencia todopoderosa, los alentaban con magníficas promesas de un triunfo seguro” (Corrado, 1884: 481). Entre ellos, Güirariyu, baecuaá [brujo] que gozaba de un prestigio inmenso entre los suyos, les hacía oír por los aires una voz desconocida, la cual los invitaba a pelear con denuedo y sin temor, afirmándoles que las balas de los cristianos, perdida toda su fuerza, caerían a sus pies sin herirlos, y las murallas de los fortines se derretirían en su presencia como cera. Igualmente los hechiceros tobas anunciaron a sus compatriotas la llegada de un nuevo Paiyak (Dios) a su pueblo, quien los favorecería en las peleas que iban a emprender: y para hacérselo propicio, le tributaban en sus madrigueras adoraciones insólitas, procurando remedar los ritos que habían visto practicados por los cristianos en sus iglesias (Corrado, 1884: 482).

Uno de los “hechiceros” tobas era Mbiriyuca; entre los chiriguanos, además de Güirariyu de Cuevo, figuraba Corone, otro “brujo y capitán” (Martarelli y Nino, 2006 [1918]: 80). Los testimonios no dejan lugar a dudas sobre el carácter mesiánico de la sublevación: Se sabe por alto que hoy o mañana es el combate del Dios de los salvajes, con los machareteños, porque dice que en una mano trae el sol y en la otra la luna, y dice que han dicho que sus dioses o qué serán, que ganando vienen a pegarnos y si pierden con más empeño, esto se sabe positivamente32. Esta guerra la hacen fascinados por el charlatanismo de algunos apóstatas que se encuentran entre ellos anunciándoles la aparición de un dios protector de su raza33.

El anuncio de la futura llegada de “un dios protector” ciertamente podría ser entendida como un elemento cristiano en el discurso de los profetas chiriguanos y tobas, “procurando remedar” los ritos y creencias cristianas. El elemento mesiánico tenía en todo caso antecedentes en la historia chiriguana, como los tenía además en la tradición toba: para la época de la rebelión de Yabeau en 1864, se menciona a un toba “que se titulaba dios de su tribu”34. En todo caso, es una evidencia 32 Carta de Fermín Chalar incluida en un oficio del corregidor de Igüembe, noviembre de 1874 (ABNB, MI sin clasificar). 33 Carta del subprefecto de la provincia Azero, Igüembe, 25.11.1874 (AFX). 34 Testimonio de Biracota (de Caraguatarenda), Lagunillas, 26.04.1882, ABNB, MI 1882-1883, f. 93. El mesianismo toba ha sido estudiado sobre todo para el siglo XX. Se puede consultar sobre el tema Bartolomé, 1972; Cordeu y Siffredi, 1971; Mendoza, 2004 y Miller, 1979.

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que los discursos de 1874 anuncian ya los del tumpa de 1892 (por ejemplo, sobre las balas que se volverán inofensivas) y los de sus seguidores —pues Ayemoti afirma en su carta que “el mismo dios” lo mandó “para nuestro señor y libertador” (en Sanabria, 1972: 226). Sanabria advirtió la directa relación entre las dos grandes rebeliones chiriguanas, aunque la quiso ilustrar de un modo bastante peculiar, forzando las fuentes documentales. Para él, es indudable que el “dios protector” anunciado en 1874 no era otro que Apiaguaiqui. Lo “demostró” sosteniendo que Güirariyu no sólo habría anunciado la futura llegada del tumpa de 1892, sino que lo habría formado él mismo, aportando como prueba esta cita de la carta de Ayemoti, el secretario del tumpa de 1892: “dice Ayemoti en cuatro deslucidas pero elocuentes palabras: ‘[El tumpa] se fue a vivir con Güirariyu porque quería aprender lo que sabía Güirariyu que era éste conocedor de todo’” (Sanabria, 1972: 121). El problema es que fue el mismo Sanabria quien transcribió, al final de su libro, la famosa carta de Ayemoti: y ésta no menciona, en ningún lugar, a Güirariyu. En vísperas del alzamiento de 1892, toda la Chiriguanía está conquistada y ocupada por los karai, sean éstos hacendados o misioneros. Los capitanes grandes de toda la región son “aliados” y algunos, como Azari en Parapetí Grande o Mandepora en Macharetí, están al mando de los neófitos de las misiones franciscanas (Nino, 1912: 166). Sin embargo, y a pesar de las convicciones de un Martarelli sobre una conquista “asegurada para siempre”, la historia se repite en 1892, desde el núcleo más frágil y reciente de la colonización karai, Cuevo e Ivo: En medio de la paz y tranquilidad que al parecer disfrutaban estas hermosas pero incultas regiones de Bolivia, repentinamente han sido envueltas en una guerra salvaje, preparada con tiempo y concertada con el más profundo sigilo por los capitanes o caciques más influyentes del lugar (Martarelli, 1892: 1).

Tengua y Chaparilla La historia de Kuruyuki todavía está por (re)hacerse. Sin embargo, algunos elementos pueden apuntarse, y las entrevistas hechas en 1882 permiten avanzar algunas hipótesis que ayuden a explicar el estrepitoso fracaso chiriguano en 1892. Ya lo afirmaron varios autores: una de las claves de la derrota reside en las disensiones internas entre grupos o zonas chiriguanas. Es, por ejemplo, la opinión de Saignes (2007), de Langer (1994, 2009), y la que desarrollé también por mi parte (Com-

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bès, 2005a y 2005b: cap. 1)35. A la luz de lo que sabemos de su historia, una de estas disensiones internas bien pudo ser la que oponía a Bernardino Güiracota con su primo, Ignacio Aireyu-Tengua. En efecto, desde al menos 1882, el capitán grande de Caipependi es José Ignacio Aireyu; en cuanto a Bernardino Güiracota, es capitán de Yuti y Carandaiti. En otras palabras, Güiracota–Chaparilla no sucedió a su padre José en el cargo de capitán grande, y tampoco lo hizo algún hermano suyo: la capitanía se mantuvo en la misma familia, pues Tengua era primo hermano, pero no se transmitió en línea directa, al contrario de lo que ocurrió entre Arzabe y José Güiracota, y al contrario del modelo ideal del sistema político chiriguano “monárquico y hereditario” (Giannecchini, 1996 [1898]: 302; Nino, 1912: 165; ver Combès y Villar, 2004). Es poco lo que sabemos sobre los antiguos capitanes de Caipependi, que nunca fueron estudiados en profundidad. Las genealogías dadas por Albó (1990) comienzan recién a partir de José Ignacio Aireyu. De los interrogatorios de 1882 se desprenden algunos datos: -

Hacia 1835, el capitán grande fue Azabe o Arzabe. Le sucedió en el cargo hacia 1840 su hijo José Güiracota, fallecido, como sabemos por otra fuente, en 1857. En algún momento entre 1857 y 1882, fueron capitanes grandes Matías, de noventa años cuando fue interrogado en 1882, y su directo sucesor Aibara. Matías era de “la familia del capitán grande José Biracota”36. No sabemos si hubieron más capitanes antes o después de ellos.

35 Lo que no significa que estas disensiones fueran el único motivo de la derrota chiriguana. Aunque los rebeldes tenían algunas armas de fuego, el armamento del ejército contrario era superior. Tampoco podemos olvidar la pasión mesiánica de los chiriguanos de 1892, convencidos que las balas se harían agua o que resucitarían luego. Finalmente, otro elemento a tomar muy en cuenta es el número de combatientes. Las cifras varían entre 5 y 6000 guerreros chiriguanos en Kuruyuki (Martarelli, 1892: 13; Chavarría, 1892: 8; Carta del subprefecto de Cordillera, Bernabé Araoz, 8.01.1892, MHSC, FMM caja 4, carpeta 10; Carta de Pedro Viruez, 8.01.1892, La Estrella del Oriente nº 1438, 16.01.1892, p. 2; Voto de gratitud de los ciudadanos de Lagunillas, 5.02.1892, La Estrella del Oriente nº 1447, 17.02.1892, p. 2), versus un ejército compuesto por 190 o 200 blancos y 1000 a 1500 “indios aliados” (Martarelli, 1892: 15, Carta del subprefecto del Azero, Tomás Frías, 28.01.1892, La Estrella del Oriente nº 1445, 10.02.1892, p. 2). No podemos suponer que 5000 guerreros se dejaron masacrar sin lograr matar más que a dos o tres enemigos. Las fuentes precisan que la cifra de 5000 comprendía no sólo a los guerreros, sino a sus familias (Martarelli, 1892: 16, Chavarría, 1892: 4, Carta del subprefecto del Azero, Tomás Frías, 28.01.1892, La Estrella del Oriente nº 1445, 10.02.1892, p. 2). Es decir que el número real de combatientes chiriguanos debió ser máximo de unos 1000 a 1500 hombres, lo que vuelve más comprensible el desenlace. 36 Testimonio de Matías, ex capitán de Caipependi, Lagunillas, 25.05.1882, ABNB, MI 18821883, fs. 77, 78v.

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En 1882, el capitán grande era José Ignacio Aireyu, sobrino de José Güiracota.

Con toda evidencia, Bernardino Güiracota no logró suceder a su padre cuando murió en 1857 porque era demasiado joven: como lo vimos, Bernardino nació en 1848, y tenía apenas nueve años de edad al fallecimiento de su padre. Pero la capitanía se mantuvo “entre parientes”, y pasó luego a otro linaje de la misma “familia real”, el de los Aireyu. Una vez mayor, Bernardino Güiracota–Chaparilla tuvo que contentarse con la capitanía de Yuti. Comparando con lo que sabemos de los conflictos de linajes para el poder en otras regiones de la Chiriguanía, y particularmente en el Isoso (Combès, 2005b), no está descabellado suponer una rivalidad entre Aireyu y Chaparilla, rivalidad que pudo traducirse en sus diversas actuaciones durante la rebelión de 1892. En enero de este año, tanto Aireyu–Tengua como Güiracota–Chaparilla aparecen en la lista de los cómplices del tumpa37. Pero el principal sospechoso es definitivamente Aireyu, a tal punto que el subprefecto de Cordillera decide retenerlo como rehén en Lagunillas: Tengua lo tengo conmigo aquí y no lo dejaré irse hasta terminada la campaña. La sagacidad y tino del Sr. subprefecto Bernabé Araoz consigue retenerlo al capitán grande de Caipependi, Ignacio Tengua, en la capital, donde vino en observación: pues se asegura que era uno de los más comprometidos y el que, según el plan concebido, debía operar con su gente sobre la capital38.

Es solamente a partir de este momento, una vez neutralizado Tengua, que Chaparilla deja de aparecer como un rebelde más, y asume el mando supremo como el “Generalísimo” de los rebeldes y, hasta su apresamiento y su ejecución el 18 de febrero. Mientras tanto, Aireyu se convierte en un potente auxiliar de los karai, custodiando en particular a los prisioneros después de la batalla final39. Y después de la derrota, después de la muerte de Chaparilla, Tengua pide para él este mando supremo, esta vez como aliado: Dicho capitán pide se suspendan las capitanías, remplazando con alcaldes en cada pueblo, quedando él en su clase de capitán general. El capitán general José Ignacio Aireyu solicita verbalmente la suspensión del grado de capi37 Carta del subprefecto de Cordillera, 8.01.1892, MHSC, FMM caja 4 carpeta 10; Carta de Pedro Viruez, 8.01.1892, en La Estrella del Oriente nº 1438, 16.01.1892, p. 2. 38 Carta del subprefecto de Cordillera, 15.01.1892, en Martarelli 1892: 10; carta anónima desde Lagunillas, 14.02.1892, La Estrella del Oriente nº 1452, 9.03.1892, p. 2. 39 Cartas e informes del subprefecto de Cordillera, 9.04, 12.04 y 12.07.1892, MHSC, FMM caja 4 carpeta 10.

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tanes de las tribus, opinando que se debían nombrar alcaldes, quedando éste con su Capitanía general40.

Esto no significa, ni mucho menos, que Aireyu haya sido un real y fiel aliado de los blancos: de hecho fue acusado luego de dejar escapar prisioneros, o de fomentar una nueva rebelión41. Su alianza con los karai no tuvo aparentemente otro objetivo que su temprano y frustrado apoyo al tumpa: hacerse con el mando supremo. Pero sí la confrontación de estos diversos testimonios parece mostrar que Chaparilla y Tengua compitieron por la “capitanía general”, utilizando la alianza o la lucha contra los karai como instrumentos para este fin. Otros datos podrían apoyar la hipótesis de una rivalidad entre ambos personajes. Si es que participaron algunas comunidades de Caipependi en 1892, lo hicieron de manera muy discreta: no figuran entre los rebeldes citados por el coronel Chavarría (1892: 32)…a excepción de una, la de Caruruti. En 1882, el capitán de Caruruti era José Manuel Candapai, de “la familia notable del capitán grande Viracota” (25.04.1882, Lagunillas, ABNB, MI 1882-1883, f. 81)…posible aliado de Chaparilla entonces, en contra de Aireyu. En la actualidad en Caipependi, existen recuerdos muy encontrados de Chaparilla y de Aireyu, adulados por unos y odiados por otros: “para unos [Aireyu] es la figura fundacional […] en cambio para otros él, en contraste con Güiracota, representaría el principio de la convivencia traidora con los blancos” (Albó, 1990: 124-125; subrayado mío). Todos estos datos podrían ser indicios de la rivalidad entre ambos capitanes. Palabras finales Más que de la sublevación misma de Kuruyuki, de lo que quise hablar en estas páginas es, ante todo, de sus antecedentes, de los elementos mesiánicos que recorren la historia de las sublevaciones chiriguanas, del papel clave de Cuevo e Ivo en las rebeliones de todo el siglo XIX, y de las ambiguas actuaciones de los caciques regionales. Lo que quiero destacar para concluir es, sencillamente, el valor de los documentos conservados sobre la sublevación de 1892, y sobre todo el enorme aporte de las entrevistas de 1882 a la historia chiriguana —con la condición de leerlas, lo que aparentemente no parece haber sido el caso de los historiadores que tuvieron la suerte de disponer de ellas.

40 41

Cartas del subprefecto de Cordillera, 12 y 17.08.1892, MHSC, FMM caja 4, carpeta 10. Carta del subprefecto de Cordillera, 1.06.1892, MHSC, FMM caja 4, carpeta 10. Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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Los errores y equivocaciones van más allá de este solo documento o de la confusión entre los tres Güiracota. No se entiende por ejemplo cómo Sanabria puede afirmar que un informe del subprefecto de Cordillera da aviso de la captura del cacique chiriguano Chanchi, cuando este personaje no aparece en el documento original42. Por su lado, Thierry Saignes no parece haber leído el extenso documento que le comunicó Sanabria, aunque lo cite en varias partes de su libro. Sencillamente, al equivocarse en la genealogía de los Güiracota, repite lo ya escrito por Sanabria, y lo mismo hace cuando afirma que Güirariyu era originario de Cuevo, cuando las fuentes que lo mencionan muestran que era de Guacaya43. Tampoco es comprensible que el autor reproduzca una fotografía del Archivo Franciscano de Tarija con el título “Foto de la familia del capitán Güiracota” (1990: 236), cuando la leyenda manuscrita que se lee en la misma fotografía indica “familia del capitán Güiraesa”; la explicación más extensa de esta fotografía reza, de hecho: “Tipos chiriguanos. El rey o gran cacique de los chiriguanos de Cuevo y su familia”, y agrega: “Este Grande se llama Guirahesa, que significa ‘ojo de pájaro’. Es valiente guerrero que combatió contra los insurrectos del tûnpa en la guerra de 1892” (Giannecchini, 1996 [1898]: 234-235; subrayado mío).

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Sanabria cita así este documento: “Informe de labores subprefectorales entre marzo y junio de 1892. Refiere la expedición de J. Sensano, la captura del cacique Chanchi y su entrega al cacique Aireyu. Suscribe Barberi, Lagunillas, 12-07-1892” (Sanabria, 1972: 241-242). Este informe existe en MHSC, FMM caja 4 carpeta 10, y no menciona en ningún momento a Chanchi. 43 Sanabria 1972: 91; Saignes 2007: 173. Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 19, 161-187, 2013. ISSN: 1819-7981

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Fig. 4. Tiipos chiriguanoos. El rey o gran n cacique de loos chiriguanos dde Cuevo y su ffamilia (Giannecch hini, 1996 [18998]: 234)

Los escritos de Saigness siguen siendo referencias iineludibles sobre la historiaa chiriguana en n general, com mo así también n lo es el libroo de Sanabria ssobre Kuruyu uki. De esta man nera, sus errorees y equivocacciones vuelvenn a aparecer haasta hoy en la literatura históórica sobre loss chiriguanos. Erick Langer,, por ejemplo,, asume a su vvez que Güirariyu u conoció y formó f a Apiagguaiqui–tumppa, basándose sobre Sanabriia y su cita de laa inexistente frase f de Ayem moti (Langer, 2009: 188). SSobre los Güiiracota padre e hijo, h los investtigadores que no pudieron consultar las entrevistas dee 1882 no tuvieron más rem medio que basarse sobre suus predecesorees: así, Albó ((1990) adopta laa genealogía equivocada e dee Sanabria; P Pifarré asume que el enemigo de

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Yabeau fue José Güiracota y nombra luego a “Güiracota I [es decir José, el padre] o Chaparilla [es decir Bernardino, el hijo]” al lado del tumpa, junto con un “Güiracota II” (1989: 353, 376-377), etc. Marc Bloch decía que “todo libro de historia digno de este nombre debería comportar […] una sucesión de párrafos que se llamarían más o menos: ‘¿Cómo puedo saber lo que les voy a decir?’” (2002 [1949]: 82). Historiadores como Langer, Albó o Pifarré no tuvieron otra opción que la de repetir errores ajenos. Sanabria y Saignes, por el contrario, sí pudieron decirnos cómo pudieron saber lo que nos iban a decir. Pero no lo hicieron, o lo hicieron mal. Qué duda cabe, no faltan argumentos para revisitar Kuruyuki y con él gran parte de la historia chiriguana.

Recibido el 15 de marzo de 2013 Aceptado el 6 de mayo de 2013

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Siglas de archivos ANB

Archivo Nacional de Bolivia, Sucre EC Expedientes Coloniales MI Ministerio del Interior

AFT

Archivo Franciscano de Tarija M Misiones entre infieles

AFX

Fondo prefectoral, Universidad 3San Francisco Xavier, Sucre

MHSC

Museo de Historia de la UAGRM, Santa Cruz FMM Fondo Melgar i Montaño FP Fondo Prefectoral

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