Anotaciones sobre Unamuno y su estancia en Bruselas de 1924

July 23, 2017 | Autor: Frederik Verbeke | Categoría: Spanish Literature, Basque Studies, Miguel de Unamuno
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Descripción

Anotaciones sobre Unamuno y su estancia en Bruselas de 1924 Frederik VERBEKE Universidad del País Vasco – Euskal Herriko Unibertsitatea

En el mes de agosto de 1924, Miguel de Unamuno estuvo en Bruselas. Es un episodio muy poco conocido, al que quería dedicar mi intervención. Son muy pocos los estudios que hacen referencia a ese episodio, quizá por la brevedad, quizá por la falta de documentación. Rastreando la correspondencia que se conserva en la Casa-Museo de Salamanca, he podido encontrar datos significativos, especialmente a partir de las cartas de Paul Vanderborght, uno de los promotores del homenaje a Unamuno en Bruselas, y a partir de la correspondencia que surgió entre Unamuno y agentes socioculturales belgas a raíz del homenaje. A esa correspondencia hay que añadir la documentación que se puede encontrar en bibliotecas y archivos belgas, como por ejemplo una reseña del famoso escritor Michel de Ghelderode. A continuación os presentaré brevemente esa documentación con el fin de reconstruir ese acontecimiento y la red intercultural que surgió a raíz de ello. Pero, además, me dedicaré también a un par de artículos en los que Unamuno plasmó las impresiones de su estancia, y cuya redacción está íntimamente relacionada con el paso por la capital belga. Esos textos dejan entrever la imagen discursiva de Flandes que Unamuno construyó y promovió. A principios de 1924 y poco después del golpe militar de Primo de Rivera, Miguel de Unamuno fue desterrado a consecuencia de su rechazo radical de la dictadura. Tras una breve estancia en Fuerteventura, a mediados de julio de 1924, se instaló en París y trece meses más tarde se desplazó a Hendaya y el País Vasco francés, donde permanecería hasta febrero de 1930, fecha de la caída de la dictadura y de su regreso a España. Fueron seis largos años de exilio, en los que numerosos momentos de desánimo y crisis se alternaban con momentos menos pesimistas. El destierro no fue, sin embargo, un paréntesis en la producción literaria de Unamuno, y menos en la difusión de su obra. Tal y como observa Juan Marichal, “en los años 1924 y 1925 aparecen centenares de artículos, motivados por su confinamiento y destierro, en diarios y revistas de todo el mundo, pero, sobre todo, de los países europeos” (Marichal, 2002: 124). Esa productividad lleva a Jean-Claude Rabaté a cuestionar y matizar la imagen dramática del Unamuno desterrado, su “misoparisianismo” y “misogalismo”: La imagen dramática de un Miguel de Unamuno solitario y envejecido, angustiado por la muerte, hostil a la cultura francesa, de un escritor que desprecia con soberbia la vida parisina y los paisajes de la capital, víctima de una crisis estéril y que redacta a duras penas algunos folletos, ha sido alimentada por crónicas y artículos en los que la anécdota poco significativa se mezcla con lo sensacional. [...] Pero dichos estudios impresionistas e intimistas no resisten a la obra del escritor autoexiliado por motivos que aún no han sido aclarados del todo. [...] Y la “crisis parisina”, si existe de veras en un hombre que sufrió crisis durante toda su vida, resulta particularmente fecunda: don Miguel ahonda su cultura francesa con las lecturas de Gustave Flaubert, de Victor Hugo, de Marcel Proust, traba amistades indefectibles con Georges Duhamel y Jean Cassou, su traductor habitual, como lo atestigua la abundante correspondencia de los años de exilio, se granjea una reputación internacional, participa, como invitado de

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honor, en el Tercer Congreso Internacional del Pen Club, en París, en mayo de 1925. (Rabaté, 2002: 81)

La resonancia internacional del destierro del escritor vasco estimuló la exportación de sus escritos literarios y la internacionalización de su obra literaria. En este contexto cabe situar la visita de Unamuno a Bruselas en agosto de 1924, sin duda la mayor repercusión en Bélgica del destierro de Unamuno. La visita se produjo a raíz del homenaje que le quiso brindar el círculo literario y artístico La Lanterne Sourde. Creada en 1921 por Paul Vanderborght en la Universidad de Bruselas, La Lanterne Sourde era en principio una revista literaria (1921-1922), aunque pronto se convirtió en un círculo literario y artístico que organizaba conferencias, banquetes, exposiciones, conciertos y otros encuentros, “soucieux de concilier le savoir universitaire et les beaux-arts” (Weisgerber, 1991: 135). Paul Vanderborght y Pierre Bourgeois fueron los principales animadores de la agrupación. Compuesto principalmente por escritores belgas de lengua francesa, hubo también un importante acercamiento hacia los escritores de lengua neerlandesa (Huysmans, Teirlinck, Vermeylen). Establecieron contactos con escritores de los países vecinos, Francia, Inglaterra, Alemania y Holanda. Luego, extendieron su red intercultural hacia otros países: España, Italia, Rusia, etc. Se invitaron, entre otros, a Jules Romains, Paul Valéry, Blaise Cendrars, Aurélien Lugné-Poe, Stefan Zweig, Georges Bernanos, Le Corbusier, Louis Jouvet o Filippo Tommaso Marinetti. En los años treinta crearon el Comité Rupert Brooke y la asociación de Amistades HispanoBelga-Americanas, dos iniciativas sobre las que volveré más adelante. Algunas de las actividades que La Lanterne Sourde organizó aparecen en la carta que Paul Vanderborght envió a una persona cercana a Miguel de Unamuno y en la que expresa el deseo de invitar al ilustre exiliado para mostrar su apoyo y admiración. Según Vanderborght, los de La Lanterne Sourde habrían sido los primeros en levantar protesta contra el destierro de Unamuno. Aunque la carta no está dirigida directamente a Unamuno, está guardada entre su correspondencia en la Casa-Museo. El destinatario debía de ser alguien que dominaba muy bien el francés y el castellano, ya que Vanderborght le llama “nuestro intérprete”. Siendo la única carta de Vanderborght que se conserva en Salamanca en relación con el homenaje de 1924 – las otras son de principios de los años treinta –, la transcribo integralmente: Monsieur et Cher Confrère, Miguel de Unamuno est donc arrivé aujourd’hui à Cherbourg, en terre de France et de vraie liberté. C’est pour tous ses amis européens une journée de poignante émotion. Nous saluons de loin. Souffrez que je vous précise le sens de notre salut. Le groupement littéraire et artistique de l’Université de Bruxelles, La Lanterne Sourde, que je dirige depuis trois ans réunit à peu près tout ce que notre capitale compte de forces audacieuses et novatrices: poètes, musiciens, peintres d’esprit progressiste, intellectuels et universitaires dignes du beau nom d’“affranchis”. Mon maître et grand ami Georges Duhamel fut à notre libre tribune devant laquelle se retrouvent régulièrement des centaines d’auditeurs avertis. Jules Romains, Georges Chennevière, Paul Valéry, Darius Milhaud, Georges Auric, Maurice Martin du Gard, Blaise Cendrars ont connu eux aussi notre cordial accueil. Or, Monsieur, quelques jours après l’exil du grand et chevaleresque Espagnol, alors que nous étions tous réunis autour d’Erik Satie, j’ai proposé un ordre du jour qui fut voté et acclamé par nos cinq cents auditeurs de ce soir. Ordre du jour qui prenait, sans la moindre réticence ou prudence habile, le sens d’un violent réquisitoire. Nous fûmes

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ains, Monsieur, le premier groupe de citoyens belges qui protesta – avec l’énergie que j’ai dite – contre l’ukase d’un soudard et la déportation d’un homme en qui nous saluions l’écrivain de race, l’universitaire éminent et le généreux Européen. Pour cette raison nous avons l’honneur d’inviter à Bruxelles Miguel de Unamuno et son libérateur Henry Dumay. S’il vous était possible de vous joindre à eux, vous seriez reçu en ami et parmi des compagnons d’idéal (radicaux et socialistes pour la plupart). Ditesmoi d’urgence, je vous prie, quand Unamuno arrive à Paris ainsi que la date et le lieu de la manifestation que vous ne manquerez pas d’organiser en son honneur. Nous lui adresserons alors une invitation sous forme d’adresse de profonde sympathie qui, lue au cours de la manifestation, assurerait nos amis français de notre présence morale. Songez que j’ai besoin de quelques jours pour organiser dignement la réception à Bruxelles. La place que nous avons conquise ici et les noms que je vous ai cités suffiront, je présume, à vous rassurer sur la portée de notre invitation. Soyez certaine, vous qui serez notre interprète, que Miguel de Unamuno connaîtra ici, par nos soins dévoués, une chaleureuse réception de grande envergure. Je vous salue, Monsieur et cher Confrère, et vous prie de compter sur notre amitié la plus certaine et la plus active aussi. Paul Vanderborght Rédacteur au Soir – Représentant pour la Belgique des Nouvelles Littéraires.

Unamuno aceptó la invitación. El lunes 11 de agosto acudió al homenaje. Para conocer los pormenores del acontecimiento disponemos principalmente de dos fuentes. Por un lado, está la revista belga de arte y literatura La Nervie, dirigida por Emile Lecomte, que dedicó en 1932 un número especial a las actividades de la Lanterne Sourde en ocasión de su décimo aniversario. En ese número se da, entre otras cosas, un repaso cronológico de todas las actividades de La Lanterne Sourde. Por otro lado, el joven escritor Michel de Ghelderode (1898-1962) escribió una extensa reseña en La Renaissance d’Occident (Bruselas) el mes de septiembre del mismo año. La reseña incluye además el discurso integral de Vanderborght y la traducción al francés de un soneto de Unamuno. Veamos, a través el testimonio de Ghelderode (1924: 742-747), cómo transcurrió la jornada. Por la mañana se realizó un paseo por las calles del barrio bruselense La Chapelle, donde Unamuno se sorprendió de “cette vie populeuse où l’Espagne a laissé tant de souvenirs”. A mediodía se hizo una comida íntima entre amigos y admiradores de Unamuno, en el Hôtel du Mouton d’Or. Según el testimonio de Ghelderode, Unamuno fue “cordial et familier, causant volontiers, avec parfois des saillies mordantes”. Entre los asistentes estaban, entre otros, los poetas René Verboom, Paul Bourgeois, Paul Vanderborght, Charles Spaak, Marlowe, los escritores Max Deauville y Georges Rens, los arquitectos Van der Swalmen y Victor Bourgeois, el escultor Claire Delseaux, el profesor Aznar Casanova, etc. Después, en los salones de la Fundación Universitaria, tuvo lugar la recepción. Allí Paul Vanderborght pronunció un discurso en honor del homenajeado, un discurso que fue publicado en su versión integral en el artículo de Ghelderode (1924: 743-746). Inicia su discurso con el recuerdo de la asamblea de La Lanterne Sourde en la que una audiencia de unas quinientas personas de varias ideologías y profesiones habían adoptado por unanimidad la primera protesta en Bélgica contra la decisión de Primo de Rivera. Alegrándose de la presencia de Unamuno y compartiendo con él el desprecio por el dogmatismo unilateral, subraya que es recibido libremente por hombres y jóvenes “qui fondent sur la liberté et les nécessaires divergences leur amicale discipline, mais

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aussi leur besoin d’un ordre renouvelé”, y suscribe una reciente declaración de Unamuno en una entrevista de Nouvelles Littéraires: “Ce sont nos discordes qui nous unissent”. Al no tener la intención, ni poder separar el arte del “drame pathétique de la société présente”, Vanderborght quiere celebrar tanto el Unamuno escritor, como el rector y el proscrito: Nous célébrons tout ensemble à cette heure – et parce qu’on ne peut les séparer – le poète inspiré, le penseur qui s’élève des zones les plus humbles jusqu’aux cimes impressionnantes, le Recteur de l’Université de Salamanque, semeur de bon grain, honneur de l’Ateneo – ce fier groupement que nous félicitons ici – et le noble proscrit dont le geste de départ fut beau comme la plus belle page de “Don Quichotte”. Gloire à celui qui, comme vous, Don Miguel, possède une complexion d’âme assez riche pour associer harmonieusement, même dans les heures les plus dures de l’infortune, le chant libéré du poème, la forme plastique de la pensée, le souci de situer dans une Europe meilleure une Espagne meilleure. Ce sont reflets divers d’un même visage idéal, degrés sans hiérarchie d’une même ascension vers la multiple et unique Beauté. (Vanderborght citado en Ghelderode, 1924: 745)

Tras elogiar a Unamuno, elogia al propio grupo por haber recibido “sans réticences de libres écrivains qui eurent l’audace d’être en même temps des citoyens d’Europe”. Y añade un par de nombres ilustres, como los belgas Georges Eekhoud y Henry Van de Velde o los franceses Georges Duhamel y Jules Romains. Al final, cierra su “laudatio” con una evocación del paseo que habían hecho la noche anterior en un barrio popular de Bruselas (Marolles), “où l’Espagne a marqué de son signe un peuple pittoresque et bon qui danse sa misère”. A partir de la contemplación de Nuestra Señora de la Soledad en la iglesia de la Chapelle, la Virgen de los Siete Dolores a la que rezan los humildes, no sólo se recuerda del Cristo tan magistralmente descrito por Unamuno, también le lleva a desear un futuro mejor para el pueblo español: Don Miguel, un jour viendra pour le peuple espagnol où la Madone, qui veille toujours sur lui comme sur les nôtres, aura le front moins douloureusement penché sous le voile de faille noire. Et les poètes alors chanteront avec vous la ronde des peuples élargie! (Vanderborght citado en Ghelderode, 1924: 746)

Según el testimonio de Ghelderode, tras el caluroso aplauso, el profesor Aznar Casanova agradeció “au nom du maître”. Es decir, Unamuno estaba acompañado por un intérprete, quizá el mismo al que se dirige la carta de Vanderborght conservada en la correspondencia unamuniana y anteriormente citada. Tras el agradecimiento se recitó un par de poemas de Unamuno, del que sólo se conocía la obra Le sens tragique de la vie (Del sentimiento trágico de la vida). En opinión de Ghelderode se trataba de unas obras “un peu barbares, lourdes d’images, et d’un idéal à la fois austère et serein” (Ghelderode, 1924: 746). Gracias a la ayuda de un amigo de Unamuno, Ghelderode incluye en su reseña uno de los sonetos, en versión original, y añade una traducción literal. Una vez terminada la lectura, el propio Unamuno tradujo él mismo, y a pesar de no dominar muy bien el francés, algunos de sus escritos, en concreto el Cristo de Velázquez1. Fue un momento memorable que hizo creer en una Europa mejor:

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Según indica la reseña en La Nervie.

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Connaissant mal le français, mais possédant une devination surprenante de notre langue, il s’évertua à pénétrer ses auditeurs du sens de son œuvre. Ce fut un moment admirable. Ce fut aussi une émouvante leçon. Comme un écolier, l’artiste cherchait un mot, le reprenait, en cherchait un autre et bientôt, sa pensée, jetée par fragments, rayonnait en nous. Presque confus, cet homme qui écrit des choses intelligibles à tous les hommes du monde, s’informait si ses vers avaient été compris. [...] la soirée du 11 août reste un des instants précieux de notre vie. De telles communications réconfortent et permettent d’espérer en une Europe meilleure. (Ghelderode, 1924: 747)

Unos días después, el 14 de agosto, Unamuno escribió en castellano y desde París una carta de agradecimiento a Paul Vanderborght y a La Lanterne Sourde. Desafortunadamente, desconocemos el paradero de esa carta. No obstante, existe una traducción al francés, publicada en el número especial de La Nervie anteriormente citado. Merece la pena transcribir esa traducción, ya que refleja el entusiasmo de Unamuno por la ciudad belga: Permettez-moi avant tout, mon déjà cher ami, que je vous écrive, que j’écrive à tous ceux de ce franc et noble cercle artistique et littéraire de la jeunesse universitaire de Bruxelles, et que je vous écrive en espagnol – langue dans laquelle je pense et je sens – pour vous dire que j’ai rapporté dans ce Paris, et comme un viatique pour mes pérégrinations à venir, l’essence vivante – plus que le souvenir – de l’inoubliable soirée du 11 août que j’ai passée avec vous tous à la Fondation Universitaire. Je ne l’oublierai jamais et je crois encore voir le portrait bruxellois que fit de moi notre bon Lebrun, mon peintre et mon traducteur aussi – peut-être le portrait est, plus qu’autre chose, une traduction et il me semble que cette image voulait dire que je suis resté là-bas, et même autrement qu’en image. Je dois retourner, oui, je dois retourner dans cette ville qui me rappelle tant de choses de la tradition de ma patrie – racines de mon esprit –; je dois y retourner quand seront canalisés les débordements de l’Espagne qui souffre sous le joug de l’Inquisition ressuscitée et que je pourrai alors m’en aller tranquillement. Et croyez-moi, c’est vous, ceux de la Lanterne Sourde, qui m’appelez le plus là-bas... En attendant, saluez tous les camarades d’esprit, ou de liberté intérieure, de vie de lumière et de fraîcheur. N’oubliez pas non plus de saluer Aznar Casanova. Espérant que nous retournerons nous promener ensemble par la rue Haute, je vous embrasse et vous envoie ma reconnaissante amitié. (citado en La Nervie, nº II-III, 1932, p. 18)

Es decir, lo que le entusiasma en Bruselas es el encuentro con lo que recuerda la tradición de su propia patria, las raíces de su espíritu. Busca en el Otro el encuentro con sí mismo. Más que las diferencias, le atraen las similitudes. No es la primera, ni la última vez que apreciamos en Unamuno esa peculiar, casi paradójica, manera de interactuar con otras culturas, esa peculiar estrategia intercultural. Veremos a continuación la manera en que la estancia bruselense apareció e interfirió en la escritura pública de Unamuno. Pero antes, cabe recordar que la visita de Unamuno a Bruselas llevó a varios agentes socioculturales belgas a establecer contactos epistolares con el intelectual vasco, tal y como queda reflejado en la correspondencia conservada en la Casa-Museo de Salamanca. La mayoría de los corresponsales, como por ejemplo Léopold Rosy, Georges Linze o Frédéric Denis, estaban vinculados a periódicos o revistas en cuyas páginas habían publicado alguna reseña o comentario sobre el acontecimiento o sobre alguna reciente traducción al francés de Unamuno.

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El homenaje de 1924 no sólo alimentó un intercambio epistolar, fue también el inicio de otros intercambios interculturales. Por un lado, Paul Vanderborght pidió a Unamuno su adhesión al Comité Rupert Brooke, creado a finales de 1929, “a la memoria del joven poeta inglés Rupert Brooke” (1887-1915) – fallecido durante la primera guerra mundial –, y “con el objeto de rendir, libremente, un homenaje internacional a la Poesía”2. Por otro lado, en los años treinta, Paul Vanderborght recurrió a la colaboración de Unamuno para crear un grupo literario, artístico e intelectual con el fin de intensificar y consolidar el acercamiento entre escritores, artistas e intelectuales de España y Bélgica: las Amistades Hispano-Belga-Americanas (A.H.B.A.). En vez de dedicarme a esos proyectos interculturales o a la correspondencia, quisiera volver a 1924 y a dos artículos publicados por Unamuno y relacionados con la visita a Bélgica. Cada uno ofrece una preciosa muestra de la imagen que Unamuno se construyó de Flandes y de Bélgica. El primero, Comparsas populares en Bruselas, fue publicado en Caras y Caretas (Buenos Aires) el 1 de noviembre de 1924. El artículo fue escrito a raíz de la visita a Bruselas y refleja las impresiones del escritor vasco. El eje central gira en torno a una imagen o idea que Unamuno había destacado también en su carta a Vanderborght en agosto de 1924 y que el mismo Vanderborght volvería a recordar en más de una ocasión: el parentesco entre Flandes y Castilla, la huella española en Bruselas. Arranca el artículo de la siguiente manera: “He pasado unos días en Bruselas, respirando aquel Brabante donde flotan tantos recuerdos de la dominación española. ¿Flotan en su aire? Aún más, y es que muchos de esos recuerdos echaron raíces y se han soterrado” (Unamuno, 1966-VIII: 621). A pesar de que Bruselas sea una ciudad “casi al nivel del mar en tierra mollar y casi empapada en lluvia incesante”, tiene rincones que recuerdan Madrid: “La calle alta, la rue haute de Bruselas, con sus callejones, recuerda a trechos la calle Toledo madrileña. Y luego la alegría. Uno de los días que pasé en Bruselas había una verbena de barrio, como en Madrid” (Unamuno, 1966-VIII: 621). Pero Unamuno no ve sólo similitudes, también descubre diferencias. Introduce matices para acabar diferenciando y contrastando. Dialoga. A pesar de que la alegría de las verbenas y de las comparsas populares le recuerda las verbenas de Madrid, hay varios aspectos que le sorprenden. Por medio de la calle, precedidas de una charanga y una bandera, desfilaban filas de buenos ciudadanos y buenas ciudadanas, obreros y obreras, vestidos con trajes, ya no en uso, de campesinos. Algo así como los trajes de charro y charra que ya en mi Salamanca no sirven más que para disfrazarse. Pero lo que en Bruselas tiene sorprenderle a un español que llega del centro de España, de la grave y solemne Castilla, es ver que entre esos honrados ciudadanos y ciudadanas que así se divierten desfilando en formación, al compás de la charanga, cogidos de los brazos alguna vez y hasta fingiendo algún hombre que es el vino el que le alegra, que entre ellos se cuenten varones y mujeres más que maduros, algunos y algunas que pueden ser abuelos y abuelas. Delante de una de esas regocijadas y regocijantes comparsas populares iban unos chiquillos, no disfrazados, sino con su habitual atavío – más bien pobre y desaliñado – y una de ellas bailaba frenéticamente echando las piernas al aire. Una honrada muchachita, cosa que en nuestra Castilla no se comprende. Y detrás venerables matronas grasas y gruesas madres y aun abuelas de familia, algunas a las que se les puede llamar ancianas, 2

Cito de la carta que Vanderborght envió el 3 de febrero de 1930 a Unamuno. En esta carta, presenta la iniciativa y el Comité con el fin de pedirle su apoyo y adhesión.

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llevando el paso con toda la solemne seriedad de la diversión. Porque allí la gente se divierte como los niños, seriamente, tomando la diversión en serio. (Unamuno, 1966VIII: 621-622)

Ve en las comparsas populares y las verbenas que se celebran todos los domingos un carnaval “perpetuo” y un carnaval “ingenuo, sencillo y sin careta, una kermesse. Sobre todo sin careta. No necesitan taparse la cara para divertirse”. No es de extrañar que esa visión carnavalesca y pintoresca le recuerda los cuadros de Teniers, Brueghel y Jordaens. Por lo tanto, construye una imagen popular y campesina, destacando la alegría infantil e ingenua, una infantilidad tan diferente de lo que suele observar en su “grave y solemne Castilla”: Esto hace que a un castizo castellano [...] le haga todo eso efecto de infantilidad, y que estos hombres y mujeres descendientes de los que pintaron Brueghel y Teniers y Jordaens, le parezcan niños grandes. Niños grandes que crían y educan a los niños chicos y los llevan a cuestas. Porque ¿dónde habéis visto en la España central un padre llevando al niño en brazos de paseo y la madre al lado? El castellano no gusta hacer de niñero.[...] Cuando con mis ojos asombrados, con mis ojos que aún llevaban en su cauce la visión austera de Fuerteventura, contemplé aquellas comparsas populares de las calles de Bruselas, y vi la niñez imperecedera y aquellos niños y niños grandes, tan niños como sus nietos, que tan seriamente se divertían pensé que un pueblo así puede soportar toda clase de pruebas. (Unamuno, 1966-VIII: 622)

Es curioso que se refiere a Castilla, a la “España central” y al “centro de España”, como si las periferias fuesen tan distintas. Su comparación que acerca y distancia a la vez Flandes y Castilla recuerda en gran parte su artículo de 1889, En Alcalá de Henares, donde contrastó Castilla y Vizcaya y donde las romerías vascongadas le llevaron también a pensar en los pintores flamencos como Teniers. Esa construcción de una imagen popular, ingenua, campesina e infantil de los pueblos “periféricos”, i.c. Flandes y el País Vasco, convierte a esos pueblos en intrahistóricos y por lo tanto los priva de historicidad, incluso de conciencia y madurez: [...] lo más característico del concepto de “intrahistoria” es, precisamente, su irreductibilidad a toda clase de historia: no sólo a la evenemencial [...], sino a toda historia que suponga duración, larga o corta, o mentalidad. Lo propio y definitorio de los individuos intrahistóricos es la ausencia de lenguaje [...]. Hondura de espíritu sin contenidos concretos de conciencia, es decir, sin pensamiento, sin lenguaje y, por tanto, sin duración: he aquí la definición del alma intrahistórico. (Juaristi, 1998: 254)

Cabe preguntarse hasta que punto esta estrategia corresponda a una especie de nostalgia post-imperialista? Lo cierto es que estos ejemplos ilustran la importancia de estudiar el contenido de las relaciones y referencias interculturales: no basta con observar que un determinado autor se interesa por una determinada cultura, conviene ver también qué es lo que dice, qué imagen construye, cómo representa al otro. La interculturalidad implica muy a menudo unas relaciones asimétricas, algo que DanielHenri Pageaux ha subrayado en numerosas ocasiones:

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Il faut se pénétrer de l’idée que j’ai maintes fois présentée, en particulier à propos de l’imagologie ou de représentations culturelles: le dialogue est toujours un rapport de forces et, sans aucun manichéisme, il y a toujours une hiérarchie qui tend à s’installer entre les deux parties du dialogue. (Pageaux, 2003: 282)

A pesar de ser publicado meses más tarde, en agosto de 1925, en la misma revista de Buenos Aires, Caras y Caretas, el segundo artículo se presenta como la continuación del anterior. Abre además con un resumen del artículo precedente: Os hablaba de la alegría flamenca, de la alegría de Bruselas, y os decía cómo ella ha de parecer algo infantil a un castellano. Algo poco serio, siendo como es, sin embargo, lo más serio que cabe. Porque el niño, chico o grande, es el que toma en serio la diversión, es el que tiene conciencia de que el fin de la vida es el juego y acaso sabe o presiente que Dios hizo el mundo en juego y para divertirse. (Unamuno, 1966-IV: 1452)

Tras este breve resumen, se opone a la idea corriente que hace creer que “en los pueblos de mucha luz, de mucho sol, de cielo abierto, donde se puede vivir al aire libre, la gente es alegre”. No suele ser así: “El sol desnudo aplana y entristece. El calor que alegra es el que viene de dentro y no el que viene de fuera. El lagarto que sestea al sol no juega.” (Unamuno, 1966-IV: 1452). Como en el artículo anterior, la idea central es la alegría flamenca. Esta vez intenta explicar y ahondar esa alegría recurriendo a uno de los clásicos de la literatura francófona de Bélgica, y traduciendo incluso un pasaje. Se trata de la obra maestra de Charles De Coster (1827-1879): La Légende et les aventures héroïques, joyeuses et glorieuses d’Ulenspiegel et de Lamme Goedzak au pays de Flandre et ailleurs (1867). Obra inclasificable, la novela es una mezcla pletórica en la que “se dan cita los rasgos literarios más representativos de su tiempo: leyenda, denuncia social, exaltación nacional, realismo, epopeya poética...”, y en la que concurren varios géneros: “poema épico, poema realista, leyenda, alegoría, tradición folclórica, relato picaresco y fantástico, relato de iniciación, narración esotérica, novela de aventuras, novela histórica” (González Salvador et al., 2002: 88 y 165). A esa hibridez cabe añadir la singularidad del estilo y del lenguaje literario: De Coster recurre constantemente a arcaísmos y expresiones flamencas. Relata las aventuras de Thyl Ulenspiegel durante la dominación española del siglo XVI. Figura contraria a la de Felipe II, encarnación de la austeridad y del ascetismo devotos, Ulenspiegel aparece como símbolo de la alegría flamenca. Salvando las diferencias, recuerda en cierto modo el género picaresco (Van Gorp, 2003) y al lado de su compañero Lamme Goedzak, mantiene cierta similitud con la pareja de Don Quijote y Sancho Panza. A pesar de estar ambientado en el siglo XVI, la novela de De Coster refleja una ideología propia de la masonería y del liberalismo progresista del siglo XIX en Bélgica (Trousson, 1999). Es un canto a la libertad, la independencia y el librepensamiento. No se trata de entrar aquí en una lectura pormenorizada de la obra, sino de ver qué es lo que Unamuno vio en la obra o, dicho mejor, qué es lo que destacó de la obra en su artículo. Cuál es la imagen que construyó y transfirió? La referencia intertextual a De Coster constituye el eje central de su discurso y Unamuno recurre a ella para analizar la alegría flamenca. Pero antes de llegar al núcleo de sus reflexiones, hace un par de observaciones generales acerca de la obra. Destaca en primer lugar que la obra pasa entre la gente culta de Bélgica “por ser el libro más hondamente nacional” y que

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algunos lo llaman el “Quijote belga”. Asimismo subraya que la gloria de De Coster “más bien póstuma, no deja de crecer”. Es cierto que De Coster no cosechó un gran éxito con su obra hasta después de su muerte. En la actualidad la historiografía la suele convertir en la primera gran obra de la literatura francófona de Bélgica. En segundo lugar y tras recordar que la novela se basa en una antigua tradición germánica, subraya el parecido entre la obra y la pintura flamenca, apoyándose en la opinión de un colega, el profesor Wilmotte. Es decir, actualiza en su discurso la importante función de lo pictórico en la construcción de una imagen de Flandes: En el libro éste, de una maravillosa exuberancia de colorido, que se apoya en otro viejo libro picaresco alemán y flamenco, vemos el mismo Flandes que vemos en sus antiguos pintores: el Flandes de Brueghel, de Rubens, de Jordaens, de Teniers, de tantos otros. Muchas páginas del libro de Coster están, como me decía el profesor Wilmotte, inspiradas en las obras heroicas, gozosas y gloriosas de la pintura flamenca. (Unamuno, 1966-IV: 1452)

Unamuno destaca por lo tanto el carácter fundacional de la novela, creadora de una identidad nacional, y el parentesco con la obra de Cervantes, así como la dimensión germánica y flamenca de esta obra escrita en lengua francesa. En cuanto a la visión negativa de España que sustenta constantemente el libro, considera que tras ella se esconde un hondo respeto y una admiración: Como el libro, el Quijote de Flandes, pinta el estado de este país bajo la dominación austriaca de Carlos V – primero de España – y su hijo Felipe II, dos Habsburgos, dos Austrias más que dos Aragones o Castillas, no ahorra rechiflas y hasta sarcasmos a los españoles. “Llámame español...” – Appelle-moi Espagnol –, dice una vez más Ulenspiegel como si nosotros dijéramos: “Llámame perro judío...” Pero esto no puede impedir el que un español, y sobre todo un español que tenga conciencia de lo que bajo los Austrias sufrió la españolidad, aprecie todo el valor estético y moral del libro. Nuestras características quisquillosidad y recelosidad, nuestra manía persecutoria, nos ha llevado hartas veces a no apreciar la grandeza de aquellos que juzgaron con severidad las culpas de nuestra historia. Ni hemos sabido ver todo lo que de hondo respeto, de admiración y a veces de cariño, hay bajo esas censuras a nuestro pasado de una tradición advenediza. (Unamuno, 1966-IV: 1452-1453)

Vemos aparecer aquí una idea que surge también en otros escritos de estos años, como por ejemplo en la correspondencia con Mariátegui en 1926 o con García Monge en 1927: la idea según la cual Carlos V inició en España una tradición advenediza, una tradición disconforme con la auténtica españolidad. Carlos V y la monarquía que fundó personalizan el mal de España, pero un mal de origen extranjero3. Y el más malo de todos, porque el más extranjero, es Carlos V. Es obvio que Unamuno está polemizando con la visión negativa de España que De Coster plasma en su libro. Se aprecia una cierta ironía. De Coster personaliza su visión negativa de España sobre todo en la figura de Felipe II, y algo menos (pero

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Cabe preguntarse si esta visión negativa de Carlos V y de los siguientes monarcos está relacionada con la valoración positiva de lo intrahistórico que encuentra precisamente entre la gente común y humilde, es decir entre los dominados por esos dirigentes “extranjeros” que “nunca se españolizaron”.

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también4) en Carlos V. De Coster no identifica el mal de España con la llegada de una “tradición advenediza”. La crueldad que caracteriza a los monarcas (Carlos V, Felipe II y el duque de Alba), coincide con la que caracteriza a todos los españoles, fanáticos e intolerantes, cuya superstición papista les hace capaz de cualquier crueldad (cfr. Trousson, 1999: 66). Felipe II aparece además como la figura opuesta de Thyl: ambos nacieron el mismo día, pero la bondad, la generosidad y la alegría de Thyl contrastan con la opresión, la crueldad y el despotismo de Felipe II. La comparación entre ambos surge desde el principio: Deux enfantelets sont nés, l’un en Espagne, c’est l’infant Philippe, et l’autre en pays de Flandre, c’est le fils de Claes, qui sera plus tard surnommé Ulenspiegel. Philippe deviendra bourreau, ayant été engendré par Charles cinquième, meurtrier de notre pays. Ulenspiegel sera grand docteur en joyeux propos et batifolements de jeunesse, mais il aura le cœur bon, ayant eu pour père Claes, le vaillant manouvrier sachant, en toute braveté, honnêteté et douceur, gagner son pain. Charles empereur et Philippe roi chevaucheront par la vie, faisant le mal par batailles, exactions et autres crimes. (De Coster, 1996: 24)

Dejando de lado la visión negativa de España, Unamuno se centra en el tema central de su discurso, la alegría flamenca. Le interesa sobre todo un pasaje del capítulo 43 de la primera parte. Dado que según él “explica la alegría flamenca”, traduce dos fragmentos de un diálogo entre Thyl Ulenspiegel y Lamme Goedzak: Mientras que Ulenspiegel comía, Lamme le echaba el diente también a una tajada: - ¿Sabes – le dijo – dónde habita nuestra alma? - No, Lamme – dijo Ulenspiegel. - Es en nuestro estómago – contestó Lamme – para ahondarlo sin cesar y renovando siempre en nuestro cuerpo la fuerza de la vida. ¿Y cuáles son los mejores compañeros? Son todos los buenos y finos manjares y el vino del Mosa encima.” Y poco después Lamme, pensativo, dice: “- Cuando me muera, mi vientre se morirá conmigo y allí abajo, en le Purgatorio, se me dejará ayunando, paseando mi bandullo flojo y vacío. (Unamuno, 1966-IV: 1453)5

A raíz de ese fragmento Unamuno exclama: “Véase qué sentimiento de la muerte, qué sentimiento de la inmortalidad, y qué sentimiento de la alegría de vivir. De alegría de comer y beber, diríamos mejor” (Unamuno, 1966-IV: 1453). La alegría de Lamme y la alegría flamenca en general es una “alegría del vientre”, “del vientre satisfecho”. A pesar de que Lamme Goedzak recuerda a Sancho Panza y de que el

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La imagen bastante negativa de Carlos V contrasta con la imagen mucho más positiva que tradicionalmente se construía en Flandes y los Países Bajos en torno a su figura. No obstante, el retrato de Felipe II es mucho más negativo aún (Trousson, 2003a: 605). 5 “Pendant qu’Ulenspiegel mangeait, Lamme grignotait aussi un boudin: - Sais-tu, lui dit-il, où notre âme habite? - Non, Lamme, dit Ulenspiegel. - C’est dans notre estomac, repartit Lamme, pour le creuser sans cesse et toujours en notre corps renouveler la force de vie. Et quels sont les meilleurs compagnons? Ce sont tous bons et fins mangers et vin de Meuse par dessus. [...] - Quand je mourrai, mon ventre mourra avec moi, et là-dessous, en purgatoire, on me laissera jeûnant, promenant ma bedaine flasque et vide.” (De Coster, 1996: 113)

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género picaresco no fue extraño ni a la inspiración de Cervantes, ni a la de De Coster, Unamuno aprecia una diferencia notable: El libro de Coster, el Quijote de Flandes, nació de un libro picaresco germánico, de las aventuras de Ulenspiegel, como acaso no fueron nuestros libros picarescos, no fue nuestro Lazarillo, del todo extraños a la inspiración de Cervantes. Pero nuestros pícaros ayunaban demasiado y el sentimiento del hambre, con el de la envidia – que es hambre espiritual –, fueron dos trágicas músicas de nuestra literatura clásica. Recuérdese a Quevedo, que tan hondamente comprendió y sintió el hambre y la envidia de los demás. Y del hambre y de la envidia nació la Inquisición. (Unamuno, 1966-IV: 1453)

Por consiguiente, si Lamme Goedzak se parece a Sancho Panza, es quizá porqué “Flandes había pasado por Cervantes”. Pero más que a Cervantes o a los castellanos, la “alegría del vientre satisfecho” recuerda a los vascos y sobre todo al modo en que Unamuno solía representar a los vascos. A pesar de que Unamuno no hace aquí ninguna referencia a ellos, su imagen de Flandes y de la alegría flamenca coincide con la imagen que había construido del pueblo vasco en Alma vasca (1904). En aquel artículo, como ya vimos anteriormente, estableció una comparación explícita entre la alegría de los vascos, una “alegría de dentro [...] que brota del estómago saciado”, y la alegría de las “pantagruélicas comilonas” tal y como vienen representadas en los cuadros de Teniers (Unamuno, 1950: 436-437). La misma idea aparece también en un artículo de 1889, En Alcalá de Henares (cfr. supra), donde defiende que si les falta, a los vascos, el calor que viene de fuera, “tenemos el calor que viene de dentro, del estómago repleto. [...] que luego se convierte en agilidad y alegría, la poesía de la vida, la satisfacción de vivir” (Unamuno, 1966-I: 132). Tanto a los vascos, como a los flamencos, atribuye una alegría visceral, material, nada espiritual, ni intelectual. Cabe preguntarse hasta qué punto esa coincidencia en la construcción de ambas identidades culturales, la flamenca y la vasca, sea fortuita. Por otro lado, conviene subrayar que a pesar de todos los años transcurridos, las crisis espirituales, la enorme trayectoria intelectual, las numerosas lecturas e intercambios interculturales, Unamuno mantiene invariable su imagen de Flandes y de los flamencos, la imagen convencional y estereotipada de la Flandes Bruegheliana, de las romerías y comilonas, de la alegría (del vientre) que dominaba en las principales literaturas europeas de la época, y especialmente en su centro parisino (cfr. Janssens, 2001).

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