Análisis etno-histórico de un paisaje tradicional en Las Arribes del Duero salmantinas 1

June 12, 2017 | Autor: P. Cruz Sánchez | Categoría: Arquitectura Popular, Paisaje tradicional
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Descripción

Análisis etno-histórico de un paisaje tradicional en Las Arribes del Duero salmantinas1 Pedro Javier Cruz Sánchez

1. Hasta la fecha, la arquitectura subsidiaria del occidente salmantino ha pasado casi desapercibida a la investigación etnográfica; solamente unos pocos trabajos han atendido de forma tal vez algo parcial el tema de la arquitectura auxiliar en Las Arribes del Duero salmantinas, el cual en las comarcas aledañas de Sayago y La Raia cuentan ya con algunas aportaciones de interés. Aún con todo, los intereses han derivado más hacia lo geográfico que a lo arquitectónico o lo histórico. El camino aún se encuentra en todo caso, por hacer. Los trabajos que desde octubre de 2008 a febrero de 2009 hemos desarrollado en el NO de la provincia salmantina son herederos, en parte, de aquellos otros que elaboramos en el mismo territorio allá por otoño de 2007; en aquella ocasión dimos cuenta de algunas manifestaciones etnográficas referidas a ciertas actividades agro-pastoriles tradicionales que han definido la paleo-economía y la propia fisonomía del paisaje de esta comarca desde la Edad Media hasta prácticamente nuestros días (CRESPO, 1968 y CRUZ, 2008). Tal vez el hecho de ser una comarca relativamente marginal, periférica, dentro de la Comunidad Autónoma, algo similar a lo que ocurre en las subcomarcas del Campo de Vitigudino (SÁNCHEZ, 1992: 516), alejada de los centro de poder y de los principales focos económicos, ha permitido la conservación de un rico legado etnográfico del que se encuentra a la cabeza el arquitectónico. Éste se emplaza, a su vez, en un marco geográfico que hasta la fecha ha conservado buena parte de sus componentes tradicionales, en un espacio donde se han ‘fosilizado’, digámoslo así, los principales elementos que conforman este espacio agrario tradicional. Se torna el eje formado por el Campo de Argañán, El Abadengo, La Ribera y La Ramajería en un inmejorable laboratorio para efectuar un análisis en profundidad de las tradicionales formas de trabajo, que en estas comarcas aparecen bajo la apariencia de un particular sistema de colectivismo agrario y de unos sistemas de ocupación del terrazgo de los que despuntan, por su particularidad, las construcciones destinadas a acoger y a refugiarse de las inclemencias a personas, animales y enseres. La relativa abundancia de estas construcciones que en las comarcas anteriormente citadas se las otorga el nombre de chozos o chozas (El Abadengo), casitas (La Ribera) o cabañas

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Artículo publicado en la revista Piedras con Raíces, 29: 35-41. 2010. Cáceres. 1

(La Ramajería), asociadas a un paisaje que en cierto modo se ha mantenido intacto hasta prácticamente nuestros días y en la actualidad amenazado por los nuevos usos del suelo y la concentración parcelaria, ha dado pie a la realización de un inventario promovido desde los Servicios Territoriales de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León en Salamanca2.

Mapa provincial en el que sombreado se muestra los municipios estudiados.

2. De la amplia variedad de tipos arquitectónicos presentes en el NO salmantino y, por extensión, en todo el occidente, una zona tradicionalmente dedicada a la agricultura de secano, el cultivo de la vid, del almendro y del olivo pero también al pastoreo lanar y caprino (CORTÉS VÁZQUEZ, 1953), hemos querido destacar los humildes refugios en piedra por encima de otras construcciones tradicionales, bien representadas por otro lado en la totalidad del extenso territorio que abarca las comarcas de Las Arribes salmantinas. La propia orografía y posición geográfica de este territorio, con acusados contrastes geográficos y unas temperaturas suaves que permite el desarrollo de vegetación termófila, ha dado lugar, desde prácticamente la Edad Media, a unos sistemas económicos propios, de 2 Se trata de un inventario que en modo alguno recoge la totalidad de las construcciones existentes en Las Arribes; es más, tan solo una mínima parte de aquellas dan cuerpo al mismo (Cruz, 2009). Desde un primer momento hemos sido conscientes de la imposibilidad existente en catalogar todas y cada unas de las construcciones secundarias del NO salmantino; se hubiera tornado en una empresa prácticamente inabarcable.

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mera subsistencia, debido a la pobreza de los suelos los cuales han pervivido sin grandes contrastes hasta prácticamente nuestros días. Estas particulares características ambientales y los sistemas de propiedad de la tierra derivan de viejas formas medievales originadas en el movimiento repoblador de los siglos XII y XIII; en este momento se otorgan los fueros y cartas puebla a los asentamientos existentes en la comarca, hecho que revierte en el patrimonio Real, de la Iglesia o de la nobleza. El papel del Concejo es en este momento importante, por cuanto fijaba los límites de las tierras a través de los herederos y los omnes buenos; se establecían así los usos y prácticas comunales de lo que, andando el tiempo, se convertirá en los municipios tal y como los conocemos en la actualidad (PLAZA GUTIÉRREZ, 1986). Se completa la formación de los espacios agrarios con los sistemas de apropiación de parte de las tierras del común o presuras a manos privadas, tierras que son heredadas en varias generaciones, con el consentimiento del común. A lo largo de los siglos se modela un paisaje que aparece notablemente humanizado en el que apenas encontramos espacios sin roturar o, de alguna u otra manera, ocupar. Sin duda alguna, la pobreza de los suelos y los escasos rendimientos de la actividad agropecuaria efectuada en los mismos, determinó que se roturaran todos los suelos posibles y se aprovechara todo el vuelo que fuera posible. La presencia del hombre en el campo es, como se puede entender, omnipresente. Derivada de esta permanencia casi continua en el espacio

de trabajo o en el espacio natural, bien de forma estacional bien de forma

permanente, es la comparecencia de una serie de estructuras de resguardo, de almacén o de vivienda. No dejan de ser, en definitiva, un trasunto más o menos provisional y esquemático de la casa tradicional. En este contexto de trabajo en donde hemos de encuadrar las estructuras que venimos estudiando desde hace ya un tiempo. Muestran todas ellas una serie de características que al tiempo que las diferencian de otras similares que se levantan en comarcas aledañas, por tanto las hace propias del NO salmantino las acerca, por el contrario, a un fenómeno constructivo que encontramos en buena parte de la Península Ibérica y, más aún, en numerosos países del continente europeo (JUVANEC, 2008). 3. Bajo la denominación de “refugios de piedra”, hemos querido englobar toda una serie de construcciones de carácter campestre levantadas con paramentos de piedra en seco. Son estructuras que aunque aparecen bajo una tipología formal realmente variopinta, presentan una característica común a todas ellas, cual es la cubrición por medio de falsa cúpula o el cerramiento por aproximación de hiladas. Sobre estos dos detalles -el empleo

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casi exclusivo de la piedra seca en detrimento de la materia orgánica y la técnica constructiva de la falsa cúpula-, se fundamenta todo nuestro discurso. Es interesante observar cómo ninguna de las construcciones analizadas muestra cubierta vegetal; únicamente hemos documentado una pequeña construcción de planta alargada sita en un herrén ubicado a las afueras de la localidad de San Felices de los Gallegos, la cual muestra una especie de cubierta elaborada con escobas formando un tejadillo a aguas. En este sentido, Lamano hace la distinción entre los chozos o chiviteros propiamente dichos y los chocetes, los cuales son descritos como ”chozos pequeños de forma cónica fabricados con ramas” (LAMANO, 2002: 375). En la actualidad el componente vegetal comparece en el NO de la provincia en algunas viejas tenadas –Saucelle, Sobradillo, Saldeana, entre las que aún podemos observar en la actualidad-, y en las bardas de ciertos corrales de La Ramajería. Los refugios arribeños se cubren, al contrario que ciertos chiviteros y chozos de la vecina comarca de Sayago que en numerosas ocasiones emplean la cubierta de escobas, con una fina capa de tierra que impermeabiliza la construcción; permite así el crecimiento de una rala vegetación que otorga a la construcción cierto aspecto vegetal, de ahí que las hayamos clasificado como construcciones de “falsa cubierta vegetal”. Las construcciones del NO de la provincia de Salamanca, en especial los chozos encuentran inmejorables paralelos con los que se dispersan desde la vertiente norte de la Sierra de Gata hasta Extremadura (MARTÍN GALINDO, 1995), con los cuales guardan similares características constructivas y de ubicación geográfica. Propias de un medio geológico dominado por la pizarra y el granito, las chozas de Las Arribes del Duero salmantinas se pueden acoger a un tipo propio de esta comarca, pero también de la vecina comarca zamorana de El Sayago (DACOSTA, 2000) y del que se encuentra al otro lado de la frontera, en la comarca Douro Internacional portugués. Los refugios de Las Arribes, Sayago y Douro a la vez que muestran similares caracteres morfológicos, comparten la misma posición geográfica e idénticos usos y costumbres económicas. Así las cosas, en el estudio etno-histórico de este tipo de edificaciones encontramos, entre otros tantos, tres temas fundamentales los cuales apenas si se han tratado hasta la fecha: por un lado, el tema de la morfología y de la tipología de las construcciones, por otro el tema de la particular distribución espacial dentro de las diferentes comarcas de Las Arribes del Duero salmantinas y por fin, la cuestión de sus contextos de uso y cronología. Las dos primeras cuestiones, que podemos tratar de analizar en conjunto, nos lleva a efectuar una primera observación que enseguida conduce a realizar una serie de preguntas de cierto calado; un atento vistazo a la extensa nómina de construcciones analizadas dejará

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entrever rápidamente que estamos ante una verdadera maraña de tipos y subtipos, con funciones diversas. Surgen al instante algunas preguntas ¿porqué tal cantidad de construcciones?, ¿existe en cada comarca o localidad un modelo propio de refugio o, por el contrario, encontramos los mismos tipos en todo el área de estudio? y finalmente, dentro de esta amplia variedad de formas ¿existe una o varias soluciones técnicas diferentes para el común problema de la protección de las inclemencias atmosféricas? 4. Encontramos en todo el NO salmantino tres tipos básicos de refugios de piedra, a saber: arrimaderos, chozos y chiviteros, los cuales se pueden subdividir en subtipos en función de su uso y su localización. Así encontramos que las estructuras de planta circular y cubierta de falsa cúpula han servido como casetas de era (Vilvestre, Hinojosa…), vivienda (La Fregeneda, Vilvestre, Hinojosa…), chozo para recoger los aperos agrícolas (Lumbrales, Villarino, Aldeadávila…), guardaviñas (Pereña, Masueco…), caseta para vigilar los olivares o los almendrales (Ahigal, La Fregeneda…), refugio para guardar el ganado ovicaprino (Almendra, Trabanca, Cabeza de Framontanos…), vacuno (Vilvestre), porcino (Almendra, Trabanca…), puesto de vigilancia (Saucelle, Hinojosa), caseta de huerta (San Felices, Saucelle…) y, como no, refugios contra las inclemencias atmosféricas para los humanos.

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TIPO

SUBTIPO

CROQUIS

1·a. Chozo exento

1·b. Chozo con corral adosado

1·c. Chozo adosado a cortina

CHOZO

1·d. Chozo integrado

1·e. Chozo adosado a una casa

1·f. Chozo-gallinero

1· g. Pocilga

1·h. Mosquil

ARRIMADERO

Arrimadero

1·a. Chivitero circular CHIVITERO

1·b. Chivitero rectangular

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Los arrimaderos o arrimachos se corresponden con refugios de piedra más o menos provisionales3 que encontramos en buena parte de los ámbitos de trabajo la mayor parte de las veces adosados a las cortinas, si bien en no pocos casos aparecen encajados en los grandes canchales graníticos o en los lanchales pizarrosos de la comarca. Al contrario que ocurre con los chozos y los chiviteros, los cuales tienen una localización más o menos precisa dentro de los espacios de trabajo de cada comunidad, los arrimachos muestran una distribución más o menos regular por toda la extensión de los términos municipales, ocupando tanto zonas de trabajo agrícola como pastoril o de aprovechamiento del monte. Los chiviteros o chiqueros como estructuras propias para el cuidado y refugio de las cabras recién nacidas, tienen una distribución eminentemente periférica tal y como corresponde a su uso. Se trata, como vimos, de estructuras complejas que aparecen formadas por un gran recinto de planta para-circular al que se le adosa una choza, vivienda del cabrero, y los chiviteros propiamente dichos, que no son más que estructuras de pequeñas dimensiones con cubierta de falsa cúpula. Como corresponde su uso a unos animales eminentemente montaraces como son las cabras, los chiviteros se localizan en zonas de difícil acceso de monte bajo, en las proximidades de las empinadas cuestas o barreras que sirven de acceso a las principales vías fluviales de la comarca. La propia lejanía de estas construcciones a los cascos urbanos, provocaba que estos conjuntos se convirtieran en auténticas viviendas, en las que se establecía el pastor y toda su familia a lo largo de varios meses. Encuentran en este hecho, un significado diferente al que tienen las chozas y las demás construcciones auxiliares presentes en Las Arribes del Duero salmantinas por cuanto en un mismo espacio se concitan el ámbito propio del trabajo con el de doméstico. Salvadas las distancias, se convierten en elementos propios de un sistema económico de la ganadería transterminante poco estudiada hasta el momento y del que se conocen ejemplos similares en algunos puntos del centro de la Meseta (ESCRIBANO, CRUZ, GÓMEZ Y LOSA, 2009). Si bien esta sencilla distinción entre chozos, arrimaderos y chiviteros arropa la mayor parte de los tipos de arquitectura auxiliar agro-pastoril que encontramos en el oeste salmantino (excepción hecho de las tenadas, pajares y boíles que cuentan con otro tipo de problemática diferente), encontramos toda una serie de “subtipos”, de variantes locales que resulta interesante ahora analizar. De aquella tríada de refugios arribeños, son las chozas las construcciones las que muestra la mayor variabilidad formal. El motivo es bien simple; nos encontramos ante unos 3

Aparecen dispersos por todo el ámbito de estudio y la morfología varía entre las simples paredes cerradas por aproximación de hiladas a construcciones de cierto porte cubiertas con falsas cúpulas. 7

tipos que cuentan con numerosas funciones aparte de las propias de servir de refugio (los arrimachos por su parte, solo sirven para refugiarse del agua y del viento y los chiqueros hacen lo propio con la custodia de chivos y cabras), de ahí que a diferentes necesidades a veces ocurra que cuentan con distinta morfología. A ello se une el hecho de que se trata de edificaciones que, en la mayor parte de los casos, no están levantadas por especialistas, de ahí que a una forma básica se le sume las habilidades técnicas y las propias necesidades de su constructor. La arquitectura de los chozos muestra, por tanto, una serie de caracteres básicos que son comunes a todos ellos: ● No existe un estilo arquitectónico netamente definido ni, en la mayor parte de los casos, especialistas. ● Es patente una clara adaptación al espacio y a la materia prima presente en cada comarca. ● Existe una técnica aprendida –empleo de la piedra en seco, cubiertas de falsa cúpula-, con aplicación de multitud de soluciones. ● En un territorio tan extenso como el occidente salmantino encontramos una serie de tipos propios con una distribución marcadamente local.

Con estas premisas, casi podríamos asegurar que cada chozo se corresponde con un subtipo propio. No obstante es preciso señalar la existencia de una serie de tipos que son particulares de localidades o comarcas determinadas; responden en todo caso a similares necesidades de cobijo, almacenaje y refugio para el ganado. Las escasas encuestas efectuadas en Las Arribes salmantinas nos han certificado que en la mayor parte de los casos, los chozos eran levantados por el propio usuario. Este hecho marca claramente la fisonomía de las construcciones, relativamente heterogéneas entre ellas. No obstante, en algunos municipios como Sobradillo, había auténticos especialistas que, a jornal, construían las chozas en poco más de una semana. Aún se conservan en la memoria de los mayores los nombres de algunos de estos especialistas como Enrique ‘Papa’, Tomás Merino o el Tío Juan José Simón. Aún cuando todos los chozos adoptan grosso modo la misma forma, encontramos una serie de tipos que son propios de algunas localidades arribeñas. En la de Vilvestre, una de las que mejor conserva su patrimonio arquitectónico, encontramos junto con las casitas y los arrimaderos un par de subtipos de las primeras denominadas gallineros y mosquiles. El primero tipo se localiza preferente en los herrenes y en las eras de la orla peri-urbana y aúna el uso agrícola con la cría de gallinas o de ovejas. En algunas de ellas encontramos reaprovechados ciertos elementos constructivos tales como jambas o dinteles de época moderna. Se aprovechan en miembros y tozas formando composiciones que remedan en 8

cierta medida la arquitectura culta urbana que encontramos en el mismo municipio. Los mosquiles son, por su parte, construcciones de buen tamaño que cuentan con dos entradas que permiten la circulación del aire y la ausencia de moscas en verano (SIERRA PUPARELLI ET ALII,

2009).

La comarca de La Ramajería cuenta amén de chozos y arrimaderos con unas particulares estructuras –las pocilgas-, similares a las chozas, rematadas con falsa cúpula, que cuentan con una suerte de corralito en su zona de acceso. En este caso nos encontramos ante construcciones destinadas a la cría y guarda del ganado porcino. La mayor parte de las mismas se encuentran enclavadas en los espacios adehesados ocupados por encinares, aprovechando por tanto los frutos derivados de aquellos. A simple vista, las chozas y arrimaderos del Abadengo y La Ribera se levantaron indistintamente tanto en los campos de cereal abiertos y cerrados, como en las cortinas que acogen viñedos, almendrales u olivares. Aún a pesar de la diversidad de emplazamientos, no encontramos a priori diferencias sustanciales entre las construcciones de unos y otros. 5. No queremos terminar sin realizar unas pocas pinceladas acerca de la distribución espacial de estas construcciones en el NO salmantino, distribución que muestra unas características muy particulares. Encontramos en todo el territorio por nosotros inspeccionado un reparto de estas construcciones ciertamente desigual entre aquellos municipios en los que los refugios son muy abundantes (Lumbrales, Ahigal de los Aceiteros, Vilvestre, Villarino, Aldeadávila, Trabanca…), de otros en los que son algo menos numerosos (Mieza, Saucelle, Hinojosa, Pereña…), de los que son poco representativas (Saldeana, La Redonda, Bermellar, La Peña…). Desigualdad que, por otro lado, responde tanto al propio tamaño de cada municipio –lógicamente a mayor tamaño de municipio mayor número de construcciones-, como a la propia fisonomía y tipo de los campos de trabajo y la localización geográfica de los pueblos, bien se encuentran en zona de penillanura pizarrosa o granítica o cerca de las riberas de los ríos. Aún cuando buena parte de los municipios inspeccionados cuentan con un par de centenas largas de refugios, destacamos cuatro de ellos por cuando este número es sustancialmente mayor; nos referimos concretamente a los términos de Ahigal de los Aceiteros Lumbrales, Vilvestre, Aldeadávila, Trabanca y Villarino. Aparecen en estos municipios los chozos, arrimaderos y chiviteros repartidos por prácticamente todo su territorio, si bien es en sus orlas periurbanas y en los campos de cultivo cerrados donde aparecen por doquier. En estos pueblos casi se puede certificar que cada cortinal o cierro contó con un chozo o arrimadero; influye

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en este hecho una cuestión tan importante como es que aún no se ha puesto en práctica la concentración parcelaria. En este sentido chozos y cortinas se conservan, tal y como podemos comprobar en Vilvestre, Villarino o Aldeadávila, dentro de un paisaje claramente fosilizado que ha custodiado hasta la fecha la organización tradicional del terruño, con todos los elementos que lo integran: cortinas, chozos y arrimaderos, tenadas, pozos, pilas y eras.

Vista de un paisaje agrario tradicional fosilizado. Hoja de Vilvestre.

El caso de Ahigal de los Aceiteros nos puede servir como ejemplo a la hora de analizar la distribución de los refugios en un paisaje agrario tradicional que ha sufrido escasa transformación hasta nuestros días, tal y como lo prueba el hecho de que aún no se ha llevado a cabo dicha concentración parcelaria, la cual sin embargo se encuentra en proceso de realización. Ahigal de los Aceiteros se localiza en la comarca de El Abadengo; se ubica en un espacio de transición entre la penillanura pizarreña y las arribes del río Águeda, al NE y SO respectivamente. Estos dos ambientes geográficos han marcado la propia dedicación económica del municipio; así, mientras que las llanadas de la mitad nororiental aparecen ocupadas indistintamente por tierras de labor cerealista y amplias manchas de prados y bosque, la mitad que mira a la ribera del Águeda, más quebrada que la anterior, aparece ocupada por amplias extensiones de almendrales y oliveras que alternan con tierras de labor y espacios de monte bajo. Este espacio geográfico así definido ha marcado, como vemos, la propia configuración espacial de los ámbitos de trabajo y por consiguiente la propia dispersión de los refugios. El plano que mostramos en la página siguiente muestra de forma

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clara este hecho. Así, mientras que la mitad NO del término, formada por extensas cortinas de uso agrícola, aparecen los chozos notablemente repartidos por el terruño, muy separados unos de otros, la mitad suroccidental, más variada en lo geográfico y en lo económico que la anterior, presenta una importante concentración de chozos y de chiviteros.

Esta dispersión de chozos dentro de la mitad más quebrada del término muestra, no obstante, un reparto que atiende a las propias características y usos del terreno. Aunque a simple vista aparecen levantados los chozos de Ahigal indistintamente en tierras de labor y en espacios de monte, es significativa la concentración de aquellos en los espacios ocupados por almendrales y olivares, en lugares donde el terreno aparece menos quebrado; en los fondos de los valles y las barreras que dan acceso al Águeda las chozas menudean hasta prácticamente desaparecer. Aparecen los chozos, como es evidente, en el ámbito de trabajo cotidiano. La propia presencia de estas construcciones conforma un espacio humanizado, en mayor o menor grado en función de la presencia de cortinas o no, que llega a los sectores menos apropiados para la actividad agraria como son las áreas de monte bajo. En estos puntos encontramos arrimaderos y chiviteros, los cuales forman un

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conjunto mucho menos numeroso que el de los chozos. Encontramos en Ahigal ocho chiviteros que se encuentran levantados en los lugares más agrestes del término, como corresponde a las necesidades de la ganadería caprina. En este caso y tal y como vemos en el plano adjunto, los chiviteros se levantan cerca de las barreras de los ríos y arroyos de la zona, en su borde, en los espacios incultos de monte, lugar en el que mejor se desenvuelve el ganado cabrío. Se da la coincidencia de que los chiviteros se asocian en todo los casos a chozas, bien de forma individual bien bajo la forma de pequeñas concentraciones, hecho que permite apuntar que los diferentes espacios tradicionales de trabajo, al menos desde un punto de vista diacrónico, no se segregaron radicalmente entre aquellos propios de los trabajos agrícolas de los ganaderos. Estas construcciones dan pie a certificar que el campo en épocas pasadas estuvo hasta tal punto humanizado que incluso las barreras más empinadas se aterrazaron buscando los escasos trozos de tierra aprovechables en aquellas zonas de roquedo.

Vista de un paisaje aterrazado en término de Saucelle.

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Bibliografía CORTÉS VÁZQUEZ, L. (1953): La oveja y la lana en Lumbrales. Centro de Estudios Salmantinos. Salamanca. CRESPO REDONDO, J. (1968): El paisaje agrario en los Arribes del Duero. C.S.I.C. Instituto Juan Sebastián Elcano. Madrid. CRUZ SÁNCHEZ, P. J. (2008): “Chozos, cabañas, casitas. Análisis preliminar de la arquitectura agro-pastoril del NO salmantino”, Piedras con Raíces, 23: 30-39. Cáceres. CRUZ SÁNCHEZ, P. J. (2009): Refugios de Piedra. Inventario de Arquitectura agropastoril en el Parque Natural de Las Arribes del Duero salmantinas. 2 tomos. Informe inédito depositado en el Servicio Territorial de Cultura de la Junta de Castilla y León de Salamanca. Salamanca. DACOSTA, A. (2000): Arquitectura popular sayaguesa. Salamanca. ESCRIBANO VELASCO, C.; CRUZ SÁNCHEZ, P. J.; GÓMEZ PÉREZ, A. Y LOSA HERNÁNDEZ, R. (2008): Pastores de la Comarca de La Churrería. Construcciones, formas de vida y artesanía en Cogeces del Monte (Valladolid). Junta de Castilla y León. Valladolid. JUVANEC, B. (2008): Chozo de Extremadura. Joya en piedra. Cáceres. LAMANO BENÉITE, J. (2002): El dialecto vulgar salmantino. (Edición facsimil de la original de 1902). Diputación Provincial de Salamanca. Salamanca. MARTÍN GALINDO, J. L. (1995): Os choçus manhegus. Estudio y censo de los chozos de San Martín de Trebejo. Junta de Extremadura. Mérida. PLAZA GUTIÉRREZ, J. L. (1986): Organización y dinámica del paisaje en el oeste zamorano: el campo de Aliste. Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. Zamora. SÁNCHEZ, M. (1992): “La explotación del monte en La Ramajería. ¿Una forma residual de colectivismo agrario?”. El medio rural español. Cultura, Paisaje y Naturaleza. Centro de Estudios Salmantinos. Salamanca: 515-538. SIERRA PUPARELLI, V. ET ALII (2009): Las Arribes del Duero. Diputación de Salamanca. Salamanca.

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