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Descripción

RECINTO DE PONCE

Análisis del Ensayo: El País de los Cuatro Pisos de José Luis González

Estudiante: Roberto Emmanuel González Quiñones Profesor guía: Dr. Fray Calos Alberto Rodríguez-Villanueva, O.P. Curso: Historia de Puerto Rico 252 PUCPR miércoles, 18 de abril de 2012

(Revisado y editado 2 de febrero de 2017, con el financiamiento Beca de Doctorado Nacional Roberto E. González Quiñones: CONICYT-PCHA/DoctoradoNacional/2016)

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Análisis Crítico: El País de los Cuatro Pisos, de José Luis González

España y el destino nos legaron/ como símbolo el cordero inofensivo/ y yo opino que han debido de cambiarnos/ el cordero por el Yunque de Luquillo./ Esa mole de roca inaccesible/ que se alza en el oriente de mi tierra/ orgulloso rebelde indestructible/ cual debe ser la raza Borinqueña.1 Ha sido de gran interés en estos últimos años el tema de la “identidad puertorriqueña”, la “cultura nacional puertorriqueña” y su “defensa”. El presente trabajo pretende ser un análisis crítico de la obra El País de Cuatro Pisos de José Luis González, obra que va sobre una interpretación de esa identidad. Evaluemos si el cordero legado por España es tan inofensivo como se ha dicho y, si ha tenido que defenderse alguna vez, veamos de quién lo ha tenido que hacer. José Luis González (1926-1997) es el autor del ensayo estudiado.2 Sus escritos han recibido galardones a nivel mundial. El País de los Cuatro Pisos, y otros ensayos es una obra publicada por primera vez en 1980 bajo el sello de Ediciones Huracán, Inc., en San Juan, Puerto Rico. El autor vivió una época muy turbulenta. Acabada la Segunda Guerra Mundial (1945), comenzó la Guerra Fría entre las dos potencias mundiales –Estados Unidos de Norteamérica, EEUU y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS- que duró hasta la caída del Muro

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Así canta la canción El Yunque y el Cordero de Davilita Mario Hernández y el Sexteto Borinquen. La obra literaria hace alusión al Cordero presente en el Escudo Oficial de Puerto Rico, otorgado por la Corona Española y adoptado posteriormente como emblema oficial del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, por otra parte, menta a El Yunque, imponente montaña situada al noreste de la Isla en la Sierra de Luquillo. 2 Escritor, cuentista, ensayista, periodista y profesor, cursó Ciencias Políticas en la Universidad de Puerto Rico. Obtuvo su doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de México. Profesó abiertamente sus creencias políticas marxistas y abogó por la independencia de Puerto Rico. Sus escritos poseen fondo socio-político, basados en la lucha del proletario por la justicia social.

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de Berlín (1989). Aunque la Guerra Fría no ocasionó choques bélicos directos, hubo un bombardeo ideológico mediático del cual Puerto Rico, por diversas razones que exceden la temática de este escrito, fue centro y protagonista en el Caribe. En este contexto histórico, José Luis González recibe la siguiente pregunta: ¿Cómo crees que ha sido afectada la cultura puertorriqueña por la intervención colonialista norteamericana y cómo ves su desarrollo actual?3 La interrogante da lugar al desarrollo de un ensayo de fuerte y densa composición y contenido, rico en analogías, metáforas e interpretaciones históricas basadas desde un punto de vista más ‘realista’ (‘material’ en el lenguaje marxista). Da lugar a una interpretación de la cultura puertorriqueña vista desde la lucha de clases sociales. Para descubrir cómo ha sido afectada la cultura puertorriqueña tras la invasión norteamericana de 1898, primero hay que saber qué o cuál era la cultura puertorriqueña a la altura de 1898. Surge entonces una amplia gama de temas o ideas secundarias como por ejemplo: qué significó para los diferentes grupos sociales la Invasión Norteamericana de 1898, el mito del jibarismo feliz y la puertorriqueñidad de las haciendas, y finalmente, evalúa si ha existido en realidad una norteamericanización. Basado en la tradición marxista, González comienza exponiendo que toda sociedad tiene dos culturas: la dominante y la dominada y que la cultural nacional va a ser, lógicamente, la dominante. Sin embargo en la historia puertorriqueña se ha visto que la cultura dominante ha sido a su vez dominada por otra cultura. Para ilustrarnos este planteamiento, el autor usa la metáfora de los pisos. Tenemos en el primer piso la dialéctica relación (una especie de parte baja y parte alta de ese primer piso) entre los isleños dominados -negros cimarrones, negros libertos, 3

José Luis González. El País de los Cuatro Pisos y otros ensayos. 12ma ed. San Juan: Ediciones Huracán, Inc., 2011, 11.

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descendientes de esclavos e indios, el campesinado blanco, en fin, los criollos, o en palabras del autor: cultura popular y mestiza, primordialmente afro-antillana-4 y los isleños dominantes blancos descendientes de españoles nacidos en la Isla, que tan pronto podían se vestían, cantaban y bailaban como europeos-. En esa relación, para el siglo XVIII, despuntaban los avances del mayoritario sector dominado. Tenemos el ejemplo de Miguel Henríquez, corsario mestizo que llegó a convertirse en amenaza para la clase dominante, y a José Campeche que en sus obras supo plasmar los primeros toques criollistas que conoció Puerto Rico. Señala el autor que si la sociedad puertorriqueña hubiera evolucionado de entonces en adelante de la misma manera que otras islas del Caribe, nuestra actual ‘cultura nacional’ sería esa cultura popular de entonces.5 Sin embargo lo que ocurrió fue que la historia se encargó, en las primeras décadas del siglo XIX, de echar un segundo piso. Este piso estaba compuesto en una primera etapa (18101820) de refugiados de las guerras de independencia hispanoamericanas. En una segunda etapa (1840-1860) consolidaron el piso constantes oleadas migratorias en las que llegaban corsos, catalanes, canarios, entre otros, atraídos por las promesas de tierras y ventajas económicas. Si bien es cierto que estos nuevos habitantes dominaron parte de la cultura dominante del primer piso, pactó con una parte importante de la misma y llegaron a darse la mano –aunque fuera por la debilidad económica de esos antiguos dominantes del primer piso- para explotar y sacarle el mayor provecho a los dominados.6 Esta clase dominante (segundo piso) y dominada (primer

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J. González, El País de Cuatro Pisos y otros ensayos., 22 Ibid., 22. 6 Cuando digo que “el segundo piso” dominó al “primer piso dominante” me refiero a los hallazgos de historiadores como Francisco Scarano y Olga Jiménez de Wagenheim que revelan la absorción económica del comercio criollo por parte de las empresas creadas por los extranjeros. Pero también es cierto que una parte de esos comerciantes criollos del “primer piso”, decidieron pactar con los extranjeros y, aunque fuera en menor grado y con más dificultades, mantener sus pequeños comercios. Estos últimos son a los que se refería Ramón Emeterio Betances cuando escribió desde Port-au-Prince los puertorriqueños ricos nos han abandonado, lamentando así que los puertorriqueños pudientes no sufragaran la guerra por la independencia de Puerto Rico. Ver: 5

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piso) anduvieron por los caminos del reformismo y las libertades controladas hasta que se echó un tercer piso (invasión norteamericana), sobre lo que cataloga González una sociedad tan escindida racial, social y económicamente que más bien deberíamos hablar de dos naciones.7 Eso era la cultura puertorriqueña al momento de la Invasión: una cultura dividida, dominantes y dominados, que no había tenido la oportunidad de fundirse, o en todo caso, de madurar sus relaciones mutuas. Sobre esta débil relación social se echa el tercer piso. ¿Qué significó para este país dividido la Invasión del 1898? Basados en el devenir económico marxista, la Invasión tuvo un significado diferente para cada clase social. Por ejemplo, la clase dominante puertorriqueña (propietarios, hacendados y sus representantes políticos: parte alta del primer piso, y segundo piso) acogió a los invasores con la esperanza de la anexión y con ella la instauración de un nuevo orden social, lleno de libertad, democracia y progreso económico. Por su parte los dominados (descendientes de esclavos y jornaleros, peones, agricultores, proletarios: parte baja del primer piso) acogieron la invasión como parte de lo que llama el autor un ajuste de cuentas para con los dominantes. En este contexto se comienza a volcar el tercer piso. Este piso se fundamentó en el proyecto estadounidense de incorporar a la Isla en el capitalismo norteamericano en relación de dependencia, un proyecto colonial. Tan pronto comienza el siglo XX la clase dominante (hacendados de café, primordial pero no exclusivamente) se da cuenta de ello. Esta clase comienza a vivir las consecuencias del colonialismo norteamericano, entre ellas, las injustas reglas para con el comercio cafetalero, la ruina de su capital y el desprestigio de aquella cultura señorial de la cual gozaron bajo España.

Francisco A, Scarano, Puerto Rico: Cinco Siglos de Historia, 3a ed., MacGraw-Hill Interamericana, México D.F., 2008, capítulos 15-18. Olga Jiménez de Wagenheim, El Grito de Lares: sus causas y sus hombres, 1ª. ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, Inc. 1984, capítulos 1-2. 7 J. González, Op. cit., 24.

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En este punto del ensayo se trata el segundo tema secundario, el mito del jibarismo. Y es que esta clase, desprestigiada y en bancarrota, comienza a montar una especie de sentimiento nostálgico sobre aquella cultura homogénea en la cual se vivía bajo España.8 Aquí nace esa literatura patriótica, de elocuencia histórica, que apela a esa cultura, ideales y valores, los cuales los norteamericanos vienen a contaminar, adulterar o eliminar. Pero según el autor, ésta no es más que una retórica patriótica demagoga, porque esa visión del puertorriqueño jíbaro, no responde a la totalidad de la cultura popular, sino a una parte de ella. Por ejemplo, dónde queda la mayoría de puertorriqueños afro-antillanos en esa literatura. La belleza de la tierra a la que se refieren muchas veces estos poetas (hijos y nietos de los antiguos hacendados) no se refiere tanto a una nostalgia desinteresada y lírica sino a una añoranza muy concreta y muy histórica de la tierra perdida, la tierra no es un símbolo, sino un medio de producción que pasó a manos de extraños.9 Este tercer piso, o sea norteamericanización, significó para los antiguos dominantes, su ruina. Sin embargo para los dominados tuvo otro significado. Por ejemplo, para un peón, la primera vez que pudo ir a votar fue bajo la soberanía norteamericana, el auge sindical fue bajo la soberanía americana y la primera vez que mandaba a sus hijos a la escuela fue bajo el gobierno norteamericano que, aunque colonial, era a los ojos de los de abajo, más tolerable, menos represivo y menos retrógrado. Esa misma visión tenían aquellos profesionales que vieron como, por primera vez se construía una Universidad en Puerto Rico, hospitales, escuelas, centros culturales, se otorgaban libertades políticas, religiosas, de asociación, de prensa (aunque controladas), y todo, bajo el gobierno norteamericano. 8

El autor trae a colación a Pedro Albizu Campos, líder nacionalista, que pretendió librar a Puerto Rico del régimen colonial norteamericano bajo la premisa de que había que volver a los valores de la Madre Patria (España) porque, en contraste con este Tirano (EEUU), bajo España se vivía en la vieja felicidad colectiva. 9 J. González, Op. cit., 31.

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Esta es una complicada interpretación histórica del autor que plantea que la masa popular puertorriqueña “sí quiso norteamericanizarse”, pero sólo en el sentido de poder librarse de la opresión de la antigua clase dominante. Sin embargo, a pesar del deseo de norteamericanización, la masa popular puertorriqueña nunca quiso “despuertorriqueñizarse”, pues todavía conservamos nuestras raíces afro-antillanas en el comer, hablar, cantar, en nuestra religión y en nuestra manera de ver y acercarnos al mundo (¿qué estadounidense aplaude cuando aterriza el avión?). Entonces, ¿se puede decir que la cultura puertorriqueña se ha visto afectada con la norteamericanización? Aquí llegamos al punto más controversial del ensayo. Y es que para mi sorpresa, el autor, contrario a la visión patriótica e independentista tradicional, expresa que la cultura puertorriqueña, más que sufrir con la norteamericanización, ha tenido un desarrollo. Permítame citar expresamente el autor: …la cultura popular puertorriqueña [la de los oprimidos], bajo el régimen colonial norteamericano, no ha sufrido nada que pueda definirse como un deterioro, sino más bien como un desarrollo: un desarrollo accidentado y lleno de vicisitudes, sin duda, pero desarrollo al fin…esto no significa hacer una apología del colonialismo norteamericano como se obstinan en creer algunos patriotas conservadores, sino el reconocer un hecho histórico: que el desmantelamiento progresivo de la cultura élite puertorriqueña bajo el impacto de las transformaciones operadas en la sociedad nacional por el régimen colonial norteamericano ha tenido como consecuencia, más que una “norteamericanización” de esa sociedad, un trastrocamiento interno de los valores culturales. El vacío creado por el desmantelamiento de la cultura de los puertorriqueños “de arriba”, no ha sido llenado, ni mucho menos, por la intrusión de la cultura norteamericana, sino por el ascenso cada vez más palpable de la cultura de los puertorriqueños “de abajo”.10

Y ahora corresponde una humilde introspección de aquellos a quienes nos importa el destino de nuestro país. Y es que, tradicionalmente aquellos que nos hemos identificado con el derecho a la libre determinación política de Puerto Rico, hemos criticado duramente la norteamericanización. Hemos adjudicado a este proceso la adulteración de la cultura puertorriqueña, en parte porque siempre hemos creído que la cultura puertorriqueña es esa del 10

J. González, Op. Cit., 29.

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jibarismo, de montañas y hacendados. Le achacamos al régimen colonial norteamericano el deterioro del idioma español, de la religión católica, de la familia, etcétera, y nos empeñamos en creer que bajo España, Puerto Rico era una flor… No nos damos cuenta que ese quimera tergiversa la verdad histórica porque bajo España se vivía igual o peor que bajo los Estados Unidos. Cada vez que criticamos la norteamericanización de la cultura puertorriqueña, criticamos lo que a los ojos de la masa popular de puertorriqueños fue un respiro, ese ver cómo la clase que les oprimía era poco a poco desprestigiada. Después nos preguntamos, ¿porqué hay tan pocos independentistas afiliados en Puerto Rico? Atribuimos comúnmente ese hecho a un enajenamiento por parte de la masa popular. Y nos pregunta el autor del ensayo, ¿quiénes son los verdaderos enajenados?11 Mas es un hecho que la bondad de los norteamericanos no es tal “bondad”. Pues el capitalismo tardío norteamericano y el populismo oportunista puertorriqueño se han encargado de echar un cuarto piso: el Estado Libre Asociado, encargado de perpetuar la dependencia colonial de Puerto Rico a Estados Unidos. Sin embargo vivimos un momento histórico: el resquebrajamiento espectacular e irreversible del cuarto piso. Esto manifestado en el desempleo y marginación excesiva, la dependencia desmoralizante, la falsa beneficencia extranjera, incremento incontrolable de la criminalidad y delincuencia, la indignante demagogia política institucionalizada -creadora de la irresponsabilidad política del pueblo puertorriqueño- y la

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Los verdaderos enajenados son, según José Luis González aquellos que: dicen que los puertorriqueños han sufrido una “pérdida de identidad” después de 1898, que los puertorriqueños padecen un “genocidio cultural” por parte de EEUU y pregonan que la independencia es necesaria para proteger una “identidad nacional” que los puertorriqueños nunca han sentido como suya.

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bancarrota actual del régimen colonial. En conclusión, dice el autor esto hace por primera vez en nuestra historia viable, además de necesaria, nuestra independencia nacional.12 El cordero inofensivo del que hablaba al comienzo es el pueblo puertorriqueño, que no es tan inofensivo, pues ha sabido luchar para traer hasta hoy, la esencia de la raza borinqueña. Ha tenido que luchar, sí. Pero más allá de hacerlo con extranjeros, ha luchado con los de su misma sangre, los puertorriqueños que tratan de mitificar la verdadera identidad puertorriqueña. Este es el sentido que le puedo sacar a la lectura de este ensayo. Los puertorriqueños poseemos nacionalidad, cultura y personalidad propia, pero en ella ha influido la cultura norteamericana positivamente y hay que aceptar eso. Estamos en un momento crucial de nuestra historia como pueblo. Un momento crucial que es más que un momento para determinar, por fin, nuestra condición política. Es un momento crucial porque es el momento de reconstruir la sociedad puertorriqueña…pero no hacia atrás, hacia el pasado…sino reconstruir hacia adelante, hacia un futuro que apoyándose en la tradición de las masas populares, redescubra y rescate la caribeñidad esencial de nuestra identidad colectiva y comprenda…que el destino natural de Puerto Rico es el mismo de todos los demás pueblos insulares y continentales del Caribe.13 El autor dice que ese destino es una gran Confederación Antillana. Como diría Davilita, ¡Basta ya de ser como el Cordero… Seamos como el Yunque de Luquillo!

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J. González, Op. Cit., 38-40. J. González, Op. Cit., 40-41.

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Bibliografía

Francisco A, Scarano, Puerto Rico: Cinco Siglos de Historia, 3a ed., MacGraw-Hill Interamericana, México D.F., 2008. José Luis González. El País de los Cuatro Pisos y otros ensayos. 12ma ed. San Juan: Ediciones Huracán, Inc., 2011 Olga Jiménez de Wagenheim, El Grito de Lares: sus causas y sus hombres, 1ª. ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, Inc. 1984.

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