Análisis de “Metamorfosis de la Representación” de Bernard Manin

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Descripción

Análisis de “Metamorfosis de la Representación” de Bernard Manin Introducción Bernard Manin nace en 1951 en Marsella, Francia. Es un politólogo conocido por sus trabajos sobre el liberalismo y la democracia representativa. Director de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), es también profesor de la New York University y uno de los principales exponentes que trata el fenómeno de la representación política en clave contemporánea.

El planteamiento del problema Manin se pregunta en su texto sobre la “Metamorfosis de la Representación”,1 cuál es el lazo representativo entre los representantes y los representados, o en otras palabras, entre gobernantes y gobernados. A su vez, el politólogo francés se pregunta si estos lazos son sólidos, y si pueden dar cuenta de un vínculo entre estas dos partes. En una primera aproximación, Manin dirá que no. El autor realiza su aporte a través del estudio de tres casos de gobierno(s) representativo(s): Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Sobre estos campos de estudio, Manin analizará sus experiencias políticas, para dar cuenta de los problemas de la representación política y de la actual crisis de la representatividad, que para el autor, es una característica de nuestro tiempo.

Las transformaciones del lazo y el gobierno parlamentarismo liberal y la democracia de partidos

representativo:

el

Manin parte de dos transformaciones importantes que ha sufrido el gobierno representativo, sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Estas son, primero, el sufragio universal; y segundo, los partidos de masas. El sufragio universal resulta crucial porque introduce una nueva lógica en el lazo entre gobernantes y gobernados. Ahora la base del voto deja de tener sustento en la propiedad, la cultura, o alguna otra distinción, más que el número. Una persona es un voto, sea cual sea su origen o status social, punto. Esto da origen al parlamentarismo liberal como sistema de gobierno representativo. Otra transformación importante al gobierno representativo lo constituye la aparición de los partidos de masas. Éstos harán de su programa de partido un instrumento central en la estrategia electoral por los votos, transformando nuevamente el lazo representativo. MANIN, Bernard, “Metamorfosis de la Representación”, en Dos Santos, Mario (coord.), “Qué queda de la Representación Política”, CLACSO-Nueva Sociedad, Caracas, 1992. 1

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Los partidos acercaron los representantes a los representados. Los líderes del partido comienzan a ser elegidos por sus militantes políticos que ahora tienen algo que decir y que decidir: quienes serán los líderes que formaran parte de la oferta electoral.2 Manin describe que la masa del pueblo empieza a poder participar en la elección de quienes competirían por el sufragio. Del otro lado, los candidatos a representantes, permanecían en estrecho contacto con la organización política que los había seleccionado. Existía un lazo más significativo entre representados y representantes que la plena participación en períodos electorales, fortificando el lazo representativo. Sin embargo, esto no hace declinar al sistema parlamentario liberal, sino que lo transforma en un parlamentarismo de partidos o democracia de partidos. Esta reconfiguración -o metamorfosis- de los lazos en la representatividad, son entendidas por analistas que cita Manin, como un “progreso democrático”.3 Se entendía que el gobierno representativo iba en camino de generar una mejor identidad entre representantes y representados, para dar a estos últimos un papel más importante en la conducción de los asuntos públicos. Algo muy cercano a la premisa trillada de “un pueblo que se autogobierna”. Pese a este panorama, Manin es pesimista y describe que asistimos en la actualidad a una crisis de representación. Cabría de preguntarse si esta crisis nos podría llevar a una tercera transformación del sistema representativo. Similar quizá, a la que se dio con la aparición del parlamentarismo liberal, o de la democracia de partidos sobre esta última. Un tipo de sistema como Manin lo llama democracia de lo público o democracia de audiencias.

Los principios de la representatividad Para el autor, existen cuatro principios que han sido planteados en los orígenes del gobierno representativo moderno. Principios que Manin, los entiende no solamente como abstracciones o ideales, sino también como prácticas o tendencias concretas o la prohibición de otras prácticas.

Primer principio: “no hay representación sin elección de los gobernantes por los gobernados” 4 Este principio señala que el voto de parte de los gobernados, otorga legitimidad política a los gobernantes. Como señala Zimerman y Wyngaard “(...) a diferencia de la

Véase SCHUMPETER, Joseph A., “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, Traducido al español por García, José Díaz, Editorial Aguilar, Ciudad de México, 1961. Para Schumpeter, el pueblo ni si quiera elige a sus representantes, sino de entre una oferta muy acotada de candidatos preestablecidos por sus mismos partidos. La ciudadanía elegía entre aquellos líderes que, en su momento, ya habían sido previamente elegidos por la clase política para competir electoralmente. 3 Manin tiene en cuenta las críticas de Jean Jacques Rousseau al sistema representativo y de Carl Schmitt al parlamentarismo liberal, pero de alguna manera, entiende que éstas no tuvieron el eco que la tradición del liberalismo político tuvo sobre el desarrollo histórico político. 4 O simplemente “no hay representación sin votos.” 2

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monarquía clásica hereditaria de origen divino, la representación exige que sea la voluntad de los gobernados la que designe y legitime a los gobernantes”.5 Antes de la aparición del sistema parlamentario liberal, el voto o no existía o estaba confinado a personas de determinadas características -en función de su status, de sus propiedades, o de lo que fuere-. Con el parlamentarismo de tipo liberal, cada elector es un número, esto es: una persona, un voto. En el parlamentarismo liberal la relación entre el elector y el elegido tenía un carácter individual y sobre un lazo de confianza. Cada voto que iba a un determinado candidato, se dirigía hacia él por sus dotes notables entre sus pares, o porque se lo concebía como “perteneciente a su comunidad”, o porque representaba “los intereses” de la ciudad, del pueblo, o los intereses de un grupo agrícola, comercial, etc. En definitiva, el voto recaía sobre la persona que “mejor” representaba a su comunidad o grupo social y en virtud a sus rasgos sobresalientes. En el parlamentarismo liberal, Manin dice: “el gobierno representativo es, en sus orígenes, el reino de los notables”.6 Producto de una metamorfosis en la representación, en la democracia de partidos, el voto no se dirige más hacia un individuo, sino al partido político. La ampliación del derecho de sufragio impide una relación personalizada entre los electores y los elegidos. Los gobernados dejan de elegir a quien conocen personalmente, por aquellos que representan los colores de un partido concreto. En las sociedades con grandes números de electores, Manin sostiene que se produce una estabilidad en los comportamientos electorales. El voto se repite de generación en generación, ya sea por origen familiar o local. La elección deja de ser a la persona de confianza y pasa a emitirse al partido político de adquisición. También aquí, empieza a jugar en la dirección del voto la división en la estructura social del electorado.7 Producto de la industrialización y los conflictos de clases,8 el electorado comienza a votar no por confianza individual sino por un lazo de pertenencia e identificación con su partido.9 El voto se dirige al partido con el que se identifica el electorado más allá del conocimiento que se tenga sobre el programa de partido. El programa resulta crucial no para los votantes sino para los militantes. Movilizan la energía y los entusiasmos de los hombres de aparato. Si en sus orígenes el gobierno representativo era el reino de los

Zimerman, Héctor J.; Wyngaard, Álvaro Monzón, “La evaluación crítica de la representación política y el déficit en el control institucional” en X Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santiago, Chile, 18 - 21 Oct. 2005, Pág. 2. 6 MANIN, Bernard, 1992, Op. Cit., Pág. 20. 7 Manin pone de ejemplo aquellos países con presencia socialdemócrata o partidos socialistas, en donde la dirección de los votos tiene fuerte apego en la división de las estructuras de clase en la sociedad. 8 Llama la atención que Manin no utiliza el concepto de “capitalismo” para graficar el fenómeno que acusa. 9 La hipótesis del autor es concreta. La ampliación de sufragio, la industrialización y la división en la estructura social generan una metamorfosis de la representación política del parlamentarismo liberal a la democracia de partidos. 5

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notables, “la democracia de partidos es el reino del militante y del hombre de aparato.”10

Conclusión del primer principio El principio se encuentra inalterado en los dos estadios presentados. Tanto en el sistema de parlamentarismo liberal como en la democracia de partidos el voto confiere el supuesto de la legitimidad política, ya sea en base a la confianza personal o al lazo de identificación con el partido político. Para el autor, es el juicio político del pueblo y no propiamente su identidad la que confiere la categoría del “gobernante”. Es decir, no me gobierna uno “como yo”, sino uno que represente lo mejor de mí (o mí colectivo) y tenga mi (o nuestra) confianza (en el sistema parlamentario liberal) o sentido de pertenencia (en el sistema de partidos). En definitiva, una concepción elitista de los lazos de representatividad, el notable no lo es más por sus características particulares sino por sus dotes de organizador.11

Segundo principio: “los gobernantes conservan en sus decisiones un margen de independencia frente a la voluntad de sus gobernados” 12 Esta premisa posee dos prácticas concretas: el rechazo -o prohibición- del mandato imperativo y el rechazo a la revocabilidad permanente y discrecional de los elegidos. La elección de los representantes por los representados, otorga legitimidad a los gobernantes, pero a pesar de ello, impide que esa legitimidad actúe de manera propositiva. ¿Esto qué quiere decir? que aquella legitimidad otorgada del pueblo hacia los representantes no implicará derecho alguno de demandar activamente de éstos, el cumplimiento de políticas “acordadas” o simplemente revocar el permiso otorgado a los gobernantes a permanecer en ese lugar de privilegio. Manin observa la tendencia de este fenómeno tanto en el sistema de parlamentarismo liberal como en la democracia de partidos, y así construye este principio. En primer término, en el parlamentarismo liberal, Manin describe que cada representante está librado a votar según su conciencia y juicio personal. En el caso de un legislador, por ejemplo, éste no está obligado a ser el portavoz de sus electores en el parlamento. El lazo que lo une a sus representados es la confianza, con la cual el representante conserva libertad de decisión, pues debe su elección a factores no políticos -como su notoriedad en su ciudad o grupo social-.

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MANIN, Bernard, 1992, Op. Cit., Pág. 22. Más allá de los teóricos clásicos de la representación como (Pareto, Mosca y Michels), Bernard Manin no es el único contemporáneo que hace un análisis elitista del gobierno representativo. Su homólogo italiano, Norberto Bobbio, también reconoce “(...) la existencia de grupos de poder que se alternan mediante elecciones libres permanece, por lo menos hasta ahora, como la única forma en la que la democracia ha encontrado su realización concreta”, en BOBBIO, Norberto, “El futuro de la democracia”, Traducción José Fernández Santillán, Editorial Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México 2012. Original “Il futuro della democrazia”, Turín, 1984. 12 O simplemente “no hay obligación (legal) de cumplir las promesas.” 11

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En la democracia de partidos el representante no es libre de sus decisiones, pero su partido sí. El legislador no está libre de votar a su conciencia, sino que se encuentra ligado al partido político del cual acata un compromiso.13 El partido, por otro lado, es aquel que posee la libertad de acción más allá de la voluntad de sus votantes. Si bien Manin contempla la existencia del programa de partido y su estado público como promesa de campaña y cómo éste cohesiona y moviliza a sus militantes, el autor sostiene que son los hombre de aparto los únicos jueces capaces de decidir hasta qué punto el programa será realizado y en función del contexto o las alianzas políticas. Para ello, es indispensable el grado de independencia de sus decisiones en relación a su población electoral. El principio de que los gobernantes conservan independencia frente a sus representantes en las decisiones a tomar, sigue vigente. Tanto en el parlamentarismo liberal como en la democracia de partidos los representantes mantienen libertad en sus decisiones en relación a sus representados. Ya sea en virtud de una independencia individual o desde lo colectivo (el partido), la libertad en las decisiones radica en el rechazo o prohibición de las dos prácticas mencionadas en un comienzo: el mandato imperativo y la revocabilidad permanente y discrecional de los elegidos. El mandato imperativo supone el presupuesto de que aquellas “promesas” electorales esbozadas por los candidatos, sean cumplidas. Es decir, que la voluntad del pueblo -lisa y llanamente- sea respetada por aquél designado para ejecutar su deseo. Sin embargo esto no tiene lugar. El sistema representativo no contempla hacer de las promesas electorales de los candidatos, un carácter vinculante (legalmente obligatorio). Esto permite que las promesas de ayer sean desplantes del mañana, sin que ello implique algún tipo de responsabilidad concreta. La revocabilidad permanente y discrecional de los elegidos tampoco hace mella. El pueblo solamente puede castigar sin su voto a un representante que no haya cumplido sus expectativas, pero no podrá revocarlo de su mandato.

Conclusión del segundo principio Ambas premisas del primer principio de la representatividad, no encuentran un marco activo para la consecución de sus postulados. Por el contario, se deja en un lugar pasivo al pueblo, en donde la confianza al candidato que promete, o el voto castigo al representante que no cumple, constituyen los únicos recursos válidos que tienen los gobernados. El lazo de la representatividad comienza a ceder hacia una mayor independencia de los representantes. El pueblo se hace un sujeto político pasivo cada vez más lejos del ejercicio político real. Ambos, el legislador del parlamentarismo liberal y el partido de la democracia de 13

Esto se conoce como “disciplina partidaria”.

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partidos tienen libertad para no cumplir sus promesas electorales y autonomía para evitar una eventual revocabilidad sobre sus mandatos. Si la decisión política del legislador del sistema de parlamentarismo liberal recae en su conciencia, en la democracia de partidos, la decisión política se encuentra en el liderazgo partidario de aquellos hombres de aparato responsables de -en términos argentinos- la “mesa chica” de decisiones.

Tercer principio: “la opinión pública sobre temas políticos puede expresarse más allá del control de los gobernantes” 14 Este tercer principio descansa sobre la base de dos elementos. El acceso a la información política y la libertad de opinión pública. A finales del siglo XIX, al igual que Inglaterra, en Estados Unidos y más lentamente en Francia, la libertad de opinión pública ofició de lazo entre representantes y representados. El acceso a la información política supone el carácter público de las decisiones de gobierno. Si éstas se hacen en secreto, el pueblo no posee las herramientas necesarias para forjar sus opiniones en materia política. Este postulado incluye no solamente hacer público el ejercicio político sino también que el debate parlamentario, para que el ciudadano sepa quién y quién apoyaban esto o lo otro. La libertad de opinión pública es el segundo elemento en el que se sostiene el principio de la opinión pública sobre temas políticos sin control de los gobernantes. Sin embargo, advierte Manin, la relación entre libertad de opinión y el carácter representativo del gobierno no es evidente. Sobre todo si se atiende al hecho de que la opinión pública de los individuos no afecta con obligatoriedad el ejercicio cotidiano del representante. Solo cuando ésta es explayada mediante un colectivo u organización, puede adquirir peso político para, por lo menos, ser tenida en cuenta. En el parlamentarismo liberal la expresión de este tercer principio queda en manifiesto cuando el gobierno se muestra incapaz de controlar la opinión pública que adquiere su forma más impresionante cuando la multitud se agolpa en la puerta del parlamento para hace oír su voz. La opinión pública es independiente de los representantes. En el parlamentarismo liberal existe dice Manin una “(...) distancia sustancial que separa la elección de los representantes y la expresión de la opinión pública [que] se vincula ciertamente al carácter restringido del derecho al sufragio pero también a los principios mismos del parlamentarismo.”15 En la democracia de partidos son los partidos la expresión de la opinión pública, que exponen sus principales intereses en conflicto en los medios de comunicación. Manin es claro cuando sentencia “(...) los órganos de prensa están próximos a un partido u otro.”16 La opinión pública depende de los partidos.

O simplemente “los gobernados pueden manifestar libremente sus opiniones políticas.” MANIN, Bernard, 1992, Op. Cit., Pág. 21. 16 Ibídem, Pág. 27. 14 15

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Conclusión del tercer principio En ambos sistemas representativos se mantiene la constante de una libertad de opinión pública pero que se expresa de diferentes maneras en los diferentes estadios. Si en el sistema parlamentario liberal la libertad de opinión pública se encontraba en la distancia sustancial entre los notables elegidos y los representados; en la democracia de partidos la libertad de la opinión pública se traducirá en libertad de oposición. Cabe recordar que la libertad de opinión no representa un vínculo obligatorio a tener en cuenta por los gobernantes más allá de los cálculos que éstos puedan hacer sobre cómo podría repercutir sobre sus electorados.

Cuarto principio: “la decisión colectiva deriva de la deliberación” 17 Manin es un referente de la democracia deliberativa, aquella que le agrega al valor de la discusión pública un factor de suma importancia para el sistema político. Manin reconoce que el ideal de la deliberación no se encuentra incluida analíticamente en la representación, pero que su asociación a ella ha sido tan fuerte que la discusión pública en un gobierno representativo juega un papel central. Este punto adquiere importancia cuando la idea de representación era vinculada con la elección de un individuo de una pluralidad de personas libres en sus opiniones. Para el autor, la tradición intelectual del gobierno representativo nunca propuso un régimen donde el poder -en este caso representativo- estuviese confiado a un solo hombre, sino a muchos de ellos.18 Sobre la base de esta tradición teórica, Manin conjetura que es evidente que ante una pluralidad de opiniones y voluntades políticas divergentes, sea la discusión persuasiva el procedimiento por el cual los actores fijan sus posiciones políticas sin mediar coerción. Para el escritor, la representación acepta la pluralidad de la sociedad, al punto tal que es la misma representación la técnica por la cual se configura un gobierno que emana de pueblos asimétricos, numerosos, diversos, etc. Manin incluso menciona que no es casual, la oposición de Rousseau a la retórica política, que como gran adversario de la representación condenaba la heterogeneidad de las sociedades que iba en contra de la voluntad general de la sociedad homogénea que él está pensando en el contrato social. En el parlamentarismo liberal el legislador representante no se encuentra comprometido con la población electoral que lo votó, pues su banca se lo debe a la confianza otorgada. De esta manera, la sesión parlamentaria constituye la instancia de deliberación en donde los individuos conforman su voluntad mediante la discusión y el intercambio de argumentos, “(...) la posibilidad del cambio de opinión es una condición necesaria de la discusión deliberativa.”19 O simplemente “el gobierno a través del debate”. Manin señala la singularidad del caso de Thomas Hobbes, que puede entenderse como el único de los teóricos de la representatividad que efectivamente sí confiere a un solo hombre el poder representativo de la colectividad (un único Soberano que no pacta). 19 MANIN, Bernard, 1992, Op. Cit., Pág. 22. 17 18

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En la democracia de partidos la deliberación continúa pero cambian los escenarios. Las sesiones parlamentarias no son más el lugar de la discusión deliberativa, pues reina en ella la disciplina partidaria al interior de cada bloque. La discusión se traslada a la deliberación intrapartidaria. Fijada la posición del partido, el diputado no puede cambiar de opinión y adopta públicamente la posición de su colectivo político.

Conclusión del cuarto principio Para Manin no es suficiente que haya opiniones yuxtapuestas en la sociedad sino que esas opiniones sean expuestas públicamente y que sean debidamente argumentadas. La noción de deliberación es un factor que tiene origen en la asamblea, en donde cada individuo delibera con sus pares. Es precisamente en la figura de la asamblea el vínculo que une la deliberación al sistema representativo. Como señala Burstein, “El gobierno representativo ha sido pensado siempre y justificado como un sistema político en el que la asamblea, como instancia compuesta de una pluralidad de individuos, desempeña un papel decisivo.”20 Ahora bien, el papel de la asamblea es diferente del ágora griega de deliberación como espacio político entre iguales (iguales también en un sentido sustancial). La asamblea del gobierno representativo refleja la heterogeneidad de la estructura social de una población plural y con libertad de opinión pública. Es en este espacio donde chocan los intereses y por medio de la persuasión se depuran, manteniéndose las opiniones que suscitan consentimiento.

La democracia de lo público o democracia de audiencias La principal hipótesis que atraviesa el texto de Manin es que vivimos en un período de crisis de representación, en donde el autor describe estamos inmersos en una democracia de audiencias, una metamorfosis de la representación que tiene características diferentes de la democracia de partidos. Esta metamorfosis que desarrolla el autor se mantiene dentro del marco de los principios del gobierno representativo, de allí que la democracia de audiencias sea una metamorfosis de la representación. A continuación se detallan los cuatro principios de la representación y qué características propias adquiere este sistema dentro de los principios antes expuestos. 1. La elección de los representantes o “no hay representación sin votos”: principio que mencionamos, tiene de sustento fundamental que la elección de un representante confiere legitimidad política al sistema (y al elegido). En el caso del parlamentarismo liberal la elección al representante se basaba en la confianza personal, mientras en la democracia de partidos en la identificación partidaria. Manin sostiene que en la actualidad, es la personalidad de los candidatos

BURSTEIN, Nidia, “Reflexiones en torno a las tesis de Bernard Manin sobre la representación política”, en Jornadas de Hum. H. A, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, Buenos Aires, 2005. 20

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la que parece articular el factor esencial en el vínculo entre el elector y el elegido.21 “Los electores votan cada vez más por una persona, no por un partido o un programa.”22 Los motivos que llevan al autor a sostener ello, derivan de dos causas: a) Las técnicas de comunicación: los medios masivos de comunicación y las estrategias de instalación de los candidatos. La comunicación política busca ofrecer una cualidad particular del candidato y mostrar sensibilidad hacia los electores. Estas nuevas estrategias de comunicación dejan de lado a las organizaciones políticas como medio para hacerse conocido y contribuye a individualizar al representante. b) El rol de la personalidad: la personalidad y el carisma de un candidato en detrimento de los programas de partido constituye una particularidad actual de la actividad de los políticos. Para Manin, la actual democracia de audiencias parece retomar la noción de trust (confianza) del sistema parlamentario liberal pero no desde el lugar de lo personal, de la llegada del candidato que proviene de un sector concreto donde lo conocen, sino en la posibilidad de multiplicar su presencia en cada televisor de cada casa de familia. Manin sostiene que el voto se emite más allá de las características sociales, económicas y culturales de los electores, el voto en la democracia de audiencias tiene estrecha relación con la personalidad del candidato que se ofrece en la oferta electoral. El voto se ha vuelto reactivo.23 El escritor francés agrega a la oferta electoral un rol importante y decisivo para configurar la representatividad, y que en muchas ocasiones nada tiene que ver con la estructura social, sino más bien con las diferencias que los mismos candidatos diseñan a priori de sus adversarios.24 Indudablemente la sociedad no es un todo homogéneo, pero los candidatos trabajan sobre distintas líneas de 21

Manin no entiende a la personalidad como algo estrictamente negativo, sino como una característica propia de la democracia de audiencias que tiene sentido para este tipo de sistema. De allí que la personalización de la política en este tipo de gobierno representativo, tenga ventajas como la movilización del electorado y su consecuente participación política (lo que revitaliza el sistema); pero también desventajas, como la manipulación de las imágenes políticas, o un poder personal que otorga legitimidad al líder y no al partido (un desequilibrio de poder entre el líder y las autoridades de su fuerza partidaria). 22 MANIN, Bernard, 1992, Op. Cit., Pág. 29. 23 Reactivo -podríamos agregar- a los estímulos con los que los medios de comunicación trabajan. 24 Diferencias que puedan distinguir entre un “nosotros” y “ellos” en clave de distintas configuraciones posibles: ricos y pobres, nacionales y extranjeros, católicos y no-católicos, etc. Obviamente Manin no está pensando en una autonomía total del candidato para expresar con libre antojo con qué división decidirá jugar. Existen límites a la autonomía de los candidatos sobre cómo expresar la división electoral para favorecer sus estrategias de campaña, pues no toda división tiene utilidad electoral y un error en falso

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escisión preexistentes actualizando o activando alguna de ellas en pos de sus intereses y con una relativa autonomía para elegir la división sobre la cual “jugar”.25 La oferta electoral tiene un valor tan importante en el gobierno representativo de la democracia de audiencias que logra ejercer un efecto propio sobre el comportamiento electoral distinto de la estructura social. Manin menciona a Joseph Schumpeter como un importante referente del análisis electoral y pionero en el uso de un vocabulario economicista en los estudios electorales. Así se puede hablar en la actualidad de “oferta” electoral, como un concepto que hoy se presenta inobjetable en la ciencia política. Sin embargo más adecuada que la metáfora de mercado de Schumpeter, será la propuesta de Manin de una metáfora de la escena. La metáfora de mercado presenta importantes dificultades. Un mercado supone una oferta pero también una demanda. Mientras que puede ser bien descripto el rol del candidato como el del empresario ofertando un producto determinado en competencia con otros por los votos (buscando maximizar beneficios), el factor de la demanda no queda claro. Para que existiese una demanda política sería necesario que los electores al estilo de consumidores, tuviesen preferencias o utilidades determinadas e independientes de aquello ofrecido. La teoría económica supone que el consumidor entra al mercado con preferencias independientes de las que encontrará en las góndolas. Pero sin embargo, esto no sucede en el mundo político, precisamente porque no existe una voluntad política, ya que no hay una demanda precisa y el mercado político no posee certezas. La metáfora de la escena es para el autor, una analogía más precisa para graficar la relación entre el elector y el elegido. Aquí, el representante es un actor que toma la iniciativa de proponer un principio de escisión, intentando descubrir divisiones en el electorado y las muestra en la escena pública. El representante es un actor relativamente autónomo que busca con su personalización obtener una reacción del público. 2. El margen de independencia-autonomía de los representantes o “no hay obligación (legal) de cumplir las promesas”: la autonomía de los representantes sobre los representados es otra constante que se mantiene inalterada en la mutación de los gobiernos representativos, pero con diferentes características en cada uno de ellos. Mientras en el sistema parlamentario liberal la confianza dejaba librada a la conciencia del representante en su accionar legislativo, en la democracia de partidos el representante está disciplinado por el partido que lo ungió candidato. No obstante, la libertad de acción o la autonomía si bien no es del legislador para con sus podría significar quedar afuera del escenario político. Hoy en día, la mejor herramienta para “medir” las percepciones de los electores la constituyen las encuestas de opinión. 25 Este principio de escisión como Manin lo describe posteriormente, no supone de parte de la población un desinterés por las ideologías o la estructura social a la que pertenecen (pongámosle “clases”), las cuales cada elector les agrega un sentido determinado y personal. Se observa más bien un sentimiento de empatía -Manin nunca habla de “empatía”- entre el representado con el representante que elabora un “discurso” que lo interpela o que representa “su pensamiento” sobre aquello que ese determinado elector entiende que sucede con determinadas temáticas: impuestos, matrimonio gay, aborto, migración, etc.

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representados, lo será del partido para con sus votantes. El lazo de la representatividad no resulta rígido y su flexibilidad se logra a favor de una mayor independencia de decisión de los representantes. Ahora bien, ¿qué características presenta este principio en la democracia de audiencias? Manin responderá que la autonomía de los representantes será otorgada por las imágenes construidas por la sociedad sobre la performance de un candidato o partido, más allá de los detalles verosímiles de la información política precisa (por no decir real), que el autor reconoce resulta costosa y compleja. Las imágenes de los candidatos o partidos son representaciones simplificadas y esquematizadas que reducen la complejidad de la información política ya sea por un bajo nivel de cultura como para captar detalles técnicos de la situación o por el acceso a una información costosa que debería ser seguida con exhaustividad haciendo que el electorado consagre un gran parte del tiempo para ello. Las imágenes como toda simplificación de la realidad, aseguran una autonomía importante de los gobernantes sobre el electorado, precisamente por su información política acotada. 3. La libertad de opinión o “los gobernados pueden manifestar libremente sus opiniones política”: aquí Manin señala el tercer principio del gobierno representativo en su democracia de audiencias, en donde la neutralización de los medios de comunicación y el rol de las encuestas de opinión tienen significativa importancia. La neutralización de los medios masivos refiere a cómo los medios de comunicación que constituyen importantes formadores de opinión pública, han logrado escindir su mirada política de su encuadre partidario. Los medios ya no son propiedad de los partidos. Por razones económicas y técnicas han logrado un margen de independencia en la “mirada”, distinta a la de su partido político de preferencia. Por dar un ejemplo, la percepción del objeto que aquellos televisan, adquieren comentarios propios independientes de la mirada orgánica del partido. La percepción del objeto “público” tiende a homogeneizarse, adquiriendo características distintas de las preferencias partidarias (incluso podría añadirse que éstas pueden moldear las segundas). Esta importante escisión de la opinión de los medios de comunicación aprecia al objeto público (que puede ser desde un asesinato amarillista a la falta de agua de un barrio) con iniciativa propia e incluso no coincidiendo con el partido de sus preferencias partidarias. Esto produce lo que Manin entiende “(...) la posibilidad, prácticamente desaparecida en la democracia de partidos, de un desacople entre el voto y la opinión pública sobre los diferentes problemas…”. La neutralización de los medios, es decir, de los canales por los que se informa la población y se construye

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opinión pública mantiene inalterado el principio de libertad de opinión propio del gobierno de tipo representativo. El otro caso, el de las encuestas de opinión, constituye una nueva forma de expresión de la opinión pública en la cual la metáfora de la escena propuesta por el autor, adquiere mayor precisión que la esbozada por Schumpeter. ¿Por qué? precisamente porque él o los candidatos saldrán a la escena (pública) y mostrarán al público (electorado) una iniciativa de escisión política a la cual la gente reaccionará (favorable o desfavorablemente). De allí que quién realice las encuestas sean consultoras privadas apartidarias que intentan transparentar el “termómetro social” con la menor distorsión política posible, para que sea precisamente el político que encargó la encuesta, el que puede hacer el análisis político del objeto social y de esa manera articular una estrategia de comunicación para proponer una eventual escisión política con la que trabajar electoralmente. 4. El juicio mediante la discusión o “el gobierno a través del debate”: en Manin la deliberación adquiere una importancia crucial para el gobierno representativo porque es precisamente ella la que otorga legitimidad democrática al régimen. 26 Sin embargo, la deliberación no se encuentra más en el parlamento como en el sistema parlamentario liberal, ni en el partido, como en la democracia de partidos. En esta nueva etapa de democracia de audiencias la discusión deliberativa se desarrolla en encuentros informales con grupos de interés.27 En el diagnóstico de Manin, la crisis de representación tiene origen en la percepción de una distancia importante entre la sociedad y el gobierno. Un distanciamiento que encuentra sentido en los análisis sobre la volatilidad o inestabilidad electoral. Cada vez más personas -denominados electorado flotante- no votan en función de una identificación partidaria estable o sus características estructurales de lo social, económico, religioso, etc. El electorado aparece más volátil y susceptible de votar en cada elección según la trama particular y el contexto de problemas de cada 26

Manin es consciente que la democracia deliberativa no supone la toma irrestricta de decisiones políticas consensuadas, porque sería imposible. En una entrevista concedida a la revista “Temas y debates”, la entrevistadora Rocío Annunziata al preguntar a Manin sobre la deliberación, éste sentencia: “(...) el objetivo de la deliberación no es el consenso (...) en la deliberación lo que se trata es de llegar a decisiones, y, como estamos hablando de política, hay que considerar los límites temporales, y por eso la deliberación debe terminar en algún momento” y finaliza “(...) la misma [la deliberación] no es un substituto de los procedimientos de decisión, sino que es uno de sus elementos, una de sus etapas, y luego el procedimiento de decisión es el voto mayoritario (...) la deliberación es más bien un método que permite que una decisión sea tomada de la forma más esclarecida posible (...) mi visión es una visión modesta.” ANNUNZIATA, Rocío, “Entrevista a Bernard Manin. Representación y deliberación en las democracias contemporáneas”, Revista Temas y debates, N°26, julio-diciembre, Buenos Aires, 2013. Para Manin la instancia deliberativa, inclusive cuando no se toma en cuenta las demandas de la contraparte, crea mejores decisiones políticas porque logra pulir los fundamentos del por qué se toma tal o cual decisión, al tiempo que otorga moralidad pública a la decisión política. Es por ello que el escritor se muestra a favor de institucionalizar la deliberación (no necesariamente de manera vinculante). 27 Ejemplos de éstos son las discusiones televisivas sobre la despenalización del cannabis con grupos a favor y en contra.

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coyuntura. El electorado flotante constituye un electorado informado, instruido e interesado en la política al que no se puede adjudicar su volatilidad por su indecisión, como tradicionalmente se comprendía el fenómeno.

Una conclusión Manin analiza sobre tres casos particulares los lazos de representatividad entre los gobernantes y los gobernados, aduciendo que actualmente vivimos en un período de crisis de representación. Para el politólogo francés, existen cuatro principios del gobierno representativo que han permanecido con distintas características pero con una misma línea lógica en tres experiencias diferentes: el parlamentarismo liberal del siglo XIX hasta comienzos del XX; la democracia de partidos hasta finales del XX; y la actual democracia de audiencias o de lo público la cual entiende estamos atravesando en la actualidad. La metamorfosis del gobierno representativo se produce por cambios en el entorno, en donde el sufragio universal viene a modificar el paradigma de dominación entre gobernados y gobernantes por un sistema político que en principio mostró un acercamiento importante entre representados y representantes. Pero no será sino hasta la ampliación del sufragio, la industrialización y la consiguiente división de la estructura social en donde se edificará un gobierno representativo mucho más extendido y complejo abarcando a importantes facciones de la población que se encontraban sin representación política en la toma de decisiones (entre ellos las mujeres y las minorías). La última metamorfosis que constituye la actual, provendrá de cambios en el entorno que atienden a los avances en las técnicas de comunicación propia de la revolución informática de nuestros tiempos. La metamorfosis de la representación adquiere características tales que obliga al autor a plantear una nueva modalidad de gobierno representativo que como tal, respeta los principios de la representatividad pero le confiere una configuración propia. El título de una democracia de audiencias resulta polémico y atrapador, mucho más su argumento filosófico. La noción de crisis de representación a la que alude Manin, no tiene que ser entendida desde una visión peyorativa o negativa, más allá que su significado deje entrever algo semejante. Recurrir al adjetivo de crisis a secas desbordaría el diagnóstico que hace el autor sobre el gobierno representativo dando la idea de que es precisamente éste el que mutaría en sí, mientras lo que muta es la democracia de partidos que es un tipo de gobierno representativo, pues los principios de representatividad continúan en la nueva democracia de audiencias. Por último y no por ello menos importante, Manin establece una diferenciación entre lo que es un gobierno representativo y un gobierno democrático. El gobierno representativo constituye un sistema en sí mismo y no una variante de la democracia, que algunos entienden existe una directa y otra indirecta en donde precisamente se hallaría el gobierno representativo.

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La democracia y su subtipo democracia directa, constituye el autogobierno del pueblo,28 mientras que el gobierno representativo ha consagrado en cierta independencia o autonomía de los representantes uno de sus principios fundantes. Democracia y gobierno representativo podrán tener puntos en común pero pertenecen a dos sistemas con principios propios y con una dinámica política particular.

Schumpeter analiza en “Capitalismo, Socialismo y Democracia” los principios de la teoría democrática y encuentra en la “voluntad popular” uno de los principios del sistema democrático, para más tarde atacarlo. 28

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Cuadro Sinóptico Parlamentarismo liberal

Democracia de partidos

Democracia de audiencia

Coyuntura de metamorfosis

Se produce con el sufragio universal y con el cambio de paradigma de dominación a la que se añade el voto como instrumento de legitimidad política.

Las nuevas técnicas de comunicación y las innovaciones tecnológicas. La masividad de la televisión y las redes sociales.

Elección de representantes

Elección sobre la base de la confianza personal.

Autonomía relativa de los representantes

Los representantes electos votan a consciencia y no sobre voluntades ajenas.

Libertad de opinión pública sin control de los gobernantes

Aquí la opinión pública es independiente de los representantes. Medios de comunicación y representantes son ajenos.

Juicio mediante la discusión

La discusión deliberativa se encuentra en la sesión parlamentaria.

La ampliación del sufragio, la industrialización y la llegada masiva de obreros a las grandes urbes produce una división importante en la estructura social que afecta la práctica del voto. Elección por sentido de pertenencia partidaria, asociado a la estructura social o la militancia partidaria. El partido disciplina a sus legisladores. Son los hombres de aparato los que deciden hasta qué punto respetar el programa político. Producto del alcance de los partidos, la opinión pública es dependiente de los representantes. Libertad de opinión se traduce a libertad de oposición. Las discusiones se producen en la deliberación intrapartidaria.

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Elección por la personalidad del candidato.

Las imágenes como síntesis simplificada permiten mayor autonomía de los representantes en su actividad política. Por razones económicas y técnicas se produce una neutralización de los medios de comunicación frente a sus partidos de preferencia partidaria. La deliberación se produce en encuentros informales con grupos de interés y canales diversos.

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Bibliografía 

ANNUNZIATA, Rocío, “Entrevista a Bernard Manin. Representación y deliberación en las democracias contemporáneas”, Revista Temas y debates, N°26, julio-diciembre, Buenos Aires, 2013.



BOBBIO, Norberto, “El futuro de la democracia”, Traducción José Fernández Santillán, Editorial Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México 2012. Original “Il futuro della democrazia”, Turín, 1984.



BURSTEIN, Nidia, “Reflexiones en torno a las tesis de Bernard Manin sobre la representación política”, en Jornadas de Hum. H. A, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, Buenos Aires, 2005.



MANIN, Bernard, “Metamorfosis de la Representación”, en Dos Santos, Mario (coord.), “Qué queda de la Representación Política”, CLACSO-Nueva Sociedad, Caracas, 1992.



SCHUMPETER, Joseph A., “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, Traducido al español por García, José Díaz, Editorial Aguilar, Ciudad de México, 1961.

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