Análisis de la gestión de la propiedad comunal desde la perspectiva de género. El caso de la Comunidad de Montes Vecinales de Valladares.

July 4, 2017 | Autor: Eloísa Piñeiro | Categoría: Feminism, Commons (Political Science)
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Descripción

Análisis de la gestión de la propiedad comunal desde la perspectiva de género. El caso de la Comunidad de Montes Vecinales de Valladares. Autora: Eloísa Piñeiro Orge. Doctoranda en Márketing político, actores e instituciones. Universidad de Santiago de Compostela. [email protected] Abstract Desde la publicación de Governing the Commons de Elinor Ostrom, el debate académico sobre la gestión de los recursos comunales se ha ido reproduciendo con cada vez mayor intensidad. En muchas ocasiones, este debate ha ido cristalizando en propuestas concretas relacionadas con la práctica de nuevas formas comunitarias de gestión de recursos, llevadas a cabo tanto en contextos urbanos como rurales, y que a su vez, han vuelto a ser recogidas y analizadas académicamente desde nuevas perspectivas de gestión, como la innovación social. Sin embargo, a pesar de que existen estudios sobre el grado de fortaleza y eficiencia de las instituciones creadas para la gestión de Recursos de Uso Común (RUC), en pocas ocasiones se han analizado detenidamente las desigualdades internas que atraviesan esas instituciones y que inciden en el proceso y los resultados de la gestión de estos recursos comunales. En esta ponencia se presenta un estudio de caso, analizado desde la perspectiva de género, de una institución de gestión de un RUC: la Comunidad de Montes Vecinales de la parroquia de Valladares (CMV), situada en el espacio rururbano de la ciudad de Vigo. La preocupación fundamental es analizar, para este caso, hasta qué punto la propiedad comunal es un recurso de uso y acceso común, es decir, uso y acceso para toda la comunidad, o si por el contrario este acceso y uso está mediado por la variable de género. Para ello, se pondrá el foco en el análisis de la estructura de gobernanza del recurso, así como en los espacios y formas de participación en la gestión del monte comunal. Este análisis del sistema de participación se apoya en las contribuciones realizadas por Bina Agarwal sobre la participación de las mujeres en comunidades del sur de Asia respecto a la gestión comunal de tierras de cultivo, y se realiza a partir de la elaboración de entrevistas en profundidad a miembros históricos de la CMV, incluyendo a las mujeres que participan actualmente en los ámbitos de decisión de la comunidad, el análisis documental de actas y estatutos de la Comunidad de Montes, así como técnicas de observación participante. Palabras clave: género, participación, Institucionalismo Crítico, comunidad de montes vecinales, recurso de uso común.

INTRODUCCIÓN. Esta ponencia trata de poner en relación dos preocupaciones fundamentales en el ámbito de la participación: por un lado, aquella que se refiere a la gestión de recursos de uso común por parte de la propia comunidad, es decir, a la gestión de aquellos recursos no sujetos a una autoridad pública o a derechos individuales de propiedad (Ostrom, 2000:15) y por otro, aquella que indaga en el papel de las mujeres en la gestión de estos recursos (Agarwal, 1992, 2001, 2007, 2009 a, 2009 b). A la vez, este estudio pretende responder también a una constatación: Ante la crisis que sufre Occidente desde el 2007 y que ha afectado duramente al Sur de Europa, asistimos a un incremento del potencial participativo en nuestras democracias, o al menos a una exigencia colectiva de construcción de canales para la puesta en práctica de una dimensión participativa más fuerte, no ya simplemente deliberativa, sino más ambiciosa y exigente en cuanto a la puesta en práctica de mecanismos de participación directa en la gestión y asignación de recursos que se consideran comunes e imprescindibles para la reproducción de la vida (Subirats y Vallespín, 2015). Desde la ciudadanía organizada a nivel local surgen formas más o menos innovadoras de nuevas instituciones que se presentan como funcionales a la hora de (auto)gestionar ciertos recursos al alcance de la ciudadanía. Un buen ejemplo de estas instituciones generadas por la ciudadanía se recogen en el proyecto «Barrios en crisis»1, del Institut de Govern i Polítiques Públiques de Catalunya, en donde se presentan diversas propuestas de autoorganización ciudadana, como pueden ser experiencias de gestión de huertos urbanos, plataformas antideshaucios, de provisión de vivienda y de generación de energía alternativa, grupos de finanzas sociales, grupos de consumo, o grupos de autogestió de espacios públicos. Todos estos ejemplos tienen en común la puesta en práctica de normas para la autoorganización ciudadana a fin de proveerse de recursos para cubrir determinadas necesidades. Pero además, otra de las consecuencias de esta demanda democratrizadora es la puesta en valor de experiencias de gestión comunal de recursos naturales que venían desarrollándose desde la etapa precapitalista, y que hasta hoy se han mostrado viables en cuanto que han sido capaces de gestionar recursos al margen de los modelos clásicos de intervención pública o privada. Estas experiencias de gestión comunal, que se realiza a através de instituciones de gestión de montes vecinales, de canales de riego, de molinos de agua, etc, (Grupo dos comúns, 2006) están siendo actualmente objeto de interés y análisis desde ciertos ámbitos académicos y del activismo social, (en muchas ocasiones, sorprendentemente, desde el activismo urbano), que buscan claves para ejemplificar nuevas formas de autoorganización y gestión colectiva. Algunos autores como Laval y Dardot (2015) señalan que el estudio de experiencias de gestión comunal de origen precapitalista 1 Se pueden consultar en la página web del proyecto en: https://barrisicrisi.wordpress.com/category/mapa-innovaciosocial/ [Fecha de consulta el 16/06/2015]

puede arrojar luz para captar la originalidad de las prácticas y espacios nuevos, como internet. Pero como señalan los mismos autores, es necesario poner de manifiesto que tal analogía tiene sus límites (Laval et al, 2015:112). Esta ponencia pretende ser una contribución para pensar las posibilidades que ofrece la gestión comunal así como, a su vez, pensar sus límites. ¿QUÉ INSTITUCIONES Y PARA QUIÉN? ENMARCANDO EL OBJETO DE ESTUDIO. En este estudio analizaré el caso de la CMV, concretamente, su órgano de gestión, la Junta Rectora, cuyas atribuciones son la gestión de todos los aspectos relacionados con el uso y aprovechamiento del monte comunal. En concreto, mi preocupación será analizar descriptivamente las prácticas relacionadas con la gestión de este RUC, que se han evidenciado como más relevantes desde la perspectiva de género, con el objetivo de arrojar luz sobre las posibles tensiones y desigualdades que se generan en esta comunidad de montes. Dichas prácticas reproducen formas de poder y mecanismos de exclusión (Agarwal, 2001) que pueden llegar a marginalizar a determinados grupos (en este caso a las mujeres) de los ámbitos de participación en los que se gestiona el recurso. Para hacer este análisis partiré de dos córpus teóricos: en primer lugar, empezaré centrando el objeto de estudio en la literatura institucionalista para, seguidamente, extraer de la teoría feminista aquellos conceptos útiles para llevar a cabo el análisis institucional desde la perspectiva de género. En relación a la literatura institucionalista, me sitúo en el marco del Institucionalismo Crítico que surge frente a la corriente de la New Institutional Economics (March y Olsen, 1984; Williamson, 1985; North, 1990; Ostrom, 1990). Los autores y autoras del Institucionalismo Crítico (Johnson, 2004; Hall et al., 2013; Cleaver y Koning, 2015; Six et al., 2015) ponen en entredicho la validez del enfoque racional dominante desarrollado por la corriente neoinstitucionalista para explicar el comportamiento de los actores implicados en la gestión de recursos. Asi mismo, también cuestionan el marco de Análisis y Desarrollo Institucional (ADI) propuesto por Ostrom (2013) para el análisis de los recursos de uso común. Para el Institucionalismo Crítico, el ADI no sería suficiente para analizar las instituciones de acción colectiva, al centrarse exclusivamente en los aspectos de eficiencia y viabilidad de las instituciones, en las normas como elementos orientados únicamente a regular la acción colectiva y a garantizar la gestión del free rider, y al considerar las instituciones como estructuras de evolución predictiva, basándose exclusivamente en las teorías de la acción racional (Hall, Cleaver, Franks y Maganga, 2013). Frente al Neoinstitucionalismo y la metodología ADI, el Institucionalismo Crítico entiende las instituciones de gestión de RUC como estructuras de gestión de resultados impredecibles,

impregnadas de historia, y cuya evolución depende de su entorno. El interés del análisis de estas instituciones no residiría tanto en determinar su grado de viablilidad o robustez, tomándolas como un armazón normativo más o menos eficiente, sino en el análisis de su evolución histórica, de las estructuras de poder que las conforman y del grado de inclusión, equidad y democratización que generan en sus dinámicas de gestión. La preocupación fundamental del Institucionalismo Crítico no sería entonces el grado de eficiencia de estas instituciones a la hora de gestionar un RUC, sino el grado de democratización de estas estructuras, y especialmente el grado de equidad en el reparto de los beneficios que genera dicha gestión (Hall, Cleaver, Franks y Maganga, 2013). Así, en esta ponencia indagaré en el funcionamiento de una institución de gestión de un RUC, la CMV, como estructura dinámica y cambiante que es reflejo y a la vez génesis de transformaciones en los valores y en los comportamientos políticos de la comunidad (Cleaver y de Koning, 2015). En relación a la literatura feminista, se ha planteado una serie de críticas (Moss 1977; Feldberg y Glenn, 1979; Ferguson, 1986; Wallace, 1982, entre otras) a las investigaciones realizadas por la Sociología de las Organizaciones. Estas autoras, desde diferentes enfoques de análisis referenciados por Acker (1990) comparten la necesidad de utilizar el género como categoría analítica central para entender las relaciones de poder

que se reproducen en el seno de las

estructuras organizadas (Scott, 1986). Al igual que se ponía de manifiesto en el Institucionalismo Crítico, estas teóricas feministas entienden que la importancia de su campo de estudio reside en el análisis de cómo las relaciones de control, poder o exclusión impactan en la calidad democrática de las organizaciones. Así mismo, cuestionan los estudios clásicos de la Teoría de la Organización en los que el interés central consiste en dar respuesta a cuestiones de gestión relacionadas con la eficiencia organizacional desde la neutralidad de género, cuestiones que serían irrelevantes desde el punto de vista del feminismo (Acker 1990). Por otra parte, el estudio de las asimetrías de poder en relación a la gestión de recursos naturales ha sido ampliamente investigado por las teóricas ecofeministas (Puleo, 2010). En esta ponencia me centraré específicamente en los análisis realizados desde la corriente construccionista del Ecofeminismo (Puleo 2008, 2009, 2010; Bru 1993, 1995; Agüera y Bru, 2012; Agra, 1997), con especial atención a las investigaciones que realiza la ambientalista feminista Bina Agarwal, que ha dedicado parte de sus estudios a analizar la gestión de ciertos recursos naturales en el rural de la India desde la perspectiva de género. (Agarwal 1992, 1997, 2001, 2007, 2009a, 2009b). La aportación de Agarwal se centra no sólo en los valores y atributos asignados socialmente a las mujeres y varones, sino que pone de manifiesto las diferencias entre las propias mujeres, tanto desde el punto de vista socioeconómico como desde el punto de vista de las diferentes experiencias asociadas a distintos territorios (Sabaté, 2000). Así, para la autora, la comunidad es un concepto

central, entendida como un espacio concreto donde analizar las experiencias de gestión de recursos naturales (Ibid, 2000). Para Agarwal la comunidad no tiene sentido como concepto abstracto, sino como un territorio proveedor de bienestar circunscrito geográficamente (Agarwal, 1997:1373) LAS COMUNIDADES DE MONTES DE GALICIA2. EL CASO DE LA COMUNIDAD DE MONTES DE VALLADARES (CMV) Tomando como referencia a Agarwal para analizar la gestión comunal desde la perspectiva de género, partiré de la noción de comunidad como un espacio concreto de participación y práxis (Ozório, 2014:23). Este pragmatismo instituyente y creativo (Laval y Dardot, 2015:486) sobre el que se asienta y constituye la comunidad, nos aleja de las consideraciones abstractas meramente identitarias y hegemónicas, y nos acerca a la idea de comunidad como dispositivo de resistencia (Ozório, 2014:23) y de supervivencia (Agarwal, 1997:1373). En esta investigación consideraré las comunidades de montes de Galicia como una realidad concreta en tanto que existe una legislación que las ordena, unos estatutos que las regula, y un registro central que identifica a los comuneros y comuneras y les ortorga carta de naturaleza. Así, según datos disponibles de la administración autonómica correspondientes a la primera mitad de los años noventa, existen 2.835 comunidades vecinales a las que se estima que pertenecen al rededor de 150.000 comuneros y comuneras, y medio millón de habitantes implicados (es decir, que pertenecen por razón de vecindad a la comunidad pero que no están necesariamente registrados como comuneros o comuneras). Los montes vecinales en mano común constituyen alrededor de 3.000 unidades productivas que ocupan en torno a 700.000 hectáreas de la superficien de Galicia (Grupo dos Comúns, 2006). Según O Grupo dos Comúns, una comunidad de monte vecinal en man común está formada por un conjunto de individuos (representantes de casas) que en un principio tienen en común el hecho de ser vecinos de una determinada área geográfica y cierto interés en participar en la gestión del monte adscrito a tal territorio (ese territorio puede tener características propias del ámbito rural, de áreas periurbanas, o mixto) […] En la actualidad, ser comunero significa legalmente tener derecho a participar en un proceso democrático-asambleario de decisión colectiva sobre la propia composición de la comunidad y sobre una serie de asuntos relacionados con el monte: quién y bajo qué condiciones va a ejercer los derechos de explotación (acceso a los recursos), y si esta explotación genera rendimientos económicos, cuál va a ser su destino (Grupo dos comúns 2006: 203).

Pero si bien O Grupo dos Comúns hace hincapié en el asamblearismo como valor 2

Para los datos referidos a las comunidades de montes de Galicia tomaré como referencia las informaciones del ensayo Os montes veciñais en man común, realizado por «O Grupo dos Comúns», grupo de académicos asociado a la USC en 2006. Este ensayo constituye el estudio más exhaustivo sobre la gestión del monte comunal de Galicia.

democrático, también apuntan el riesgo de idealizar la gestión comunal, puesto que se considera que, como sistema basado en una indudable inclinación a la toma de decisiones basado en principios de autonomía, autoorganización, democracia e igualdad (Ibid, :105) no está sin embargo exento de relaciones de poder, de mecanismos de subordinación social más o menos sutiles pero casi siempre explícitos y efectivos en el interior de las comunidades (Ibid, :31) Contexto y apuntes breves sobre aspectos formales de la CMV3 En la ciudad de Vigo, que tiene una extensión de 110km2, residen cerca de 300.000 habitantes. De éstos, el 30% vive en sus parroquias rurales. La superficie de monte en Vigo es aproximadamente de unas 3.000 hectáreas. De ellas casi 2.000 están clasificadas como montes vecinales en mano común, es decir, son propiedad de los vecinos y las vecinas. La Parroquia de Valladares se sitúa en el rururbano de la ciudad de Vigo, al sudoeste del municipio. Según el último padrón, en la parroquia de Valladares habitan 5.414 personas que viven en una extensión de 12,92 kilómetros cuadrados. Alberga 293,74 hectáreas de patrimonio de monte comunal, divididas en tres parcelas; Monte Alba, Monte dos Pozos y Monte Sobreira. Dentro de la parcela del Monte Alba, se encuentra también el Monte Cepudo. La CMV se adscribe a los límites de la Parroquia de Valladares. Esta comunidad gestiona un patrimonio clasificado como comunal por el Jurado Provincial de Pontevedra, reconocido en el año 1983 previsa solicitud de la comunidad. Desde su constitución, la comunidad ha realizado diferentes actividades de mantenimiento del monte, de lucha contra los incendios forestales, de talas y ventas de madera, así como actividades culturales, educativas, recreativas, etc. APUNTES METODOLÓGICOS Esta investigación pretende responder a la pregunta: ¿cuál es el papel específico de las mujeres en la gestión del monte comunal y de qué manera participan?. Para ello, me basaré en un estudio de caso centrado en la Comunidad de Monte de Valladares, realizado durante el mes de marzo del año 2013 y en el que se utilizaron una serie de técnicas para la recolección de datos que pasaré a describir a continuación: •

Entrevistas: Durante la estancia en Valladares realicé siete entrevistas a las mujeres que participaban en la Junta Rectora en el momento de la investigación. Son entrevistas orientadas a extraer la experiencia de estas mujeres en la gestión del monte en función de sus cargos y atribuciones en la Junta Rectora. También realicé una entrevista a una mujer

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Datos obtenidos del Instituto de Estadística Galego, página web del Ayuntamiento de Vigo: http://hoxe.vigo.org/ [Fecha de consulta: 6/06/2014] y página web de la CMV: http://montesvalladares.com/ [Fecha de consulta: 6/06/2014].

que en ese momento no pertenecía a la Junta Rectora, pero que por interés propio asistía a las reuniones desde hacía un tiempo. Por otro lado, realicé una entrevista en profundidad a una mujer que había sido contratada por la comunidad para tareas en el monte (por ejemplo, plantación, desbroce, limpieza,...) y por último, realicé una entrevista en profundidad al secretario4 de la Junta Rectora para recabar información e impresiones generales de la comunidad. En cuanto a los perfiles de las mujeres pertenecientes a la Junta Rectora, éstas tienen edades comprendidas entre 55 y 73 años. En cuanto al estado civil, dos de las mujeres están casadas, una mujer es viuda y cuatro son solteras, dos de ellas madres solteras. En cuanto a nivel de estudios, varía, aunque todas cuentan con estudios primarios y no hay ninguna con estudios universitarios. En cuanto a trabajo asalariado, cuatro trabajan “fuera de casa” o trabajan en casa a cambio de remuneración económica, en economía sumergida, una de ellas está jubilada, otra está en situación de desempleo y sólo una de ellas realiza trabajo relacionado con ganadería a pequeña escala. A la hora de presentar el análisis y los resultados en esta ponencia, he tomado la decisión de anonimizar los testimonios de estas mujeres por haberles asegurado al inicio de las entrevistas que la información extraída sería tratada com discreción. •

Observación participante: Se han realizado tres observaciones correspondientes a dos reuniones de la Junta Rectora y una Asamblea Ordinaria de la Comunidad.



Análisis documental: Se manejaron dos tipos de información: por un lado, información de gestión propia de la CMV. Se trata de un tipo de documentación interna, como convenios, cartas, documentos históricos, el libro de registro de comuneros y comuneras etc, para poder entender todos los engranajes del funcionamiento interno de la comunidad. Por otro lado, se manejaron documentos externos, relacionados con las comunidades de montes de Galicia y la filosofía sobre la gestión comunal, como por ejemplo, varios números de la revista “O Comuneiro”, sobre gestión comunal del monte gallego, documentación de varios congresos realizados en Galicia sobre el monte comunal, etc, con el objetivo de impregnarme de la filosofía general de la gestión comunal y del funcionamiento de los montes comunales de Galicia.

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Al principio, esta persona jugó el papel de informante clave.

ANÁLISIS DE LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES DE LA JUNTA RECTORA DE LA COMUNIDAD DE MONTES DE VALLADARES. Para el desarrollo de este análisis me basaré en el marco conceptual de Agarwal «What determines participation?» (2001) en el que la autora señala que la participación vendrá determinada por los siguiente factores: •

Reglas de membresía. Referidas a los criterios y normas de entrada definidos por la comunidad.



Normas sociales. Definirían aspectos como quién asiste a las reuniones, quiénes forman parte de las patrullas de vigilancia del monte, cómo se comportan mujeres y hombres en público,... Agarwal divide este segundo factor en tres dimensiones: a) la segregación de género en el espacio público, b) la división de tareas por razón de género y c) las normas de comportamiento generizadas.



Percepciones sociales de los y las miembros de la comunidad en relación a las habilidades de las mujeres para contribuír a las actividades que se desarrollan en la comunidad.



Grado de control de las estructuras comunitarias por parte de los hombres.



Dotaciones y atributos personales: como por ejemplo niveles de educación, estátus de propiedad o marital, edad, etc.



Dotaciones y atributos del household, es decir, aquello que define, para el caso de las mujeres indias, a qué lugar pertenecen en la estructura de jerarquías de clase y casta. En este estudio sobre la Comuninidad de Montes de Valladares me centraré en los dos

primeros factores señalados por Agarwal, debido a la dificultad que resulta la adaptación del esquema conceptual de la autora al contexto de los montes gallegos. En investigaciones posteriores se desarrollará un análisis pormenorizado de los cuatro factores restantes. De la aplicación de las técnicas de investigación antes expuestas, presentaré a continuación el siguiente análisis sobre los dos primeros factores que determinan la participación de las mujeresa en la CMV especialmente en el ámbito de su espacio ejecutivo, la Junta Rectora: Análisis respecto a las reglas de membresía Por reglas de membresía, Agarwal se refiere a aquellas normas de entrada a la comunidad. Según Ostrom, las normas de las que se dota una comunidad son un elemento central a la hora de calibrar el comportamiento de los individuos (Ostrom, 2000: 73). Ostrom distingue entre las reglas de uso, que serían las normas de funcionamiento de la comunidad, y las reglas de derecho, que serían aquellas que se expresan en la legislación, decisiones judiciales o reglamentos

administrativos. En un nivel u otro, Ostrom habla de las normas de la comunidad, de uso o de derecho, como un software integrado en un hardware que sería el RUC (Ibid : 95). Por su parte, Agarwal (2001) en su análisis de los factores determinantes en la participacióin de las mujeres se centra principalmente en las normas de acceso a la comunidad, e incorporando la perspectiva de género, expone que estas normas pueden excluir a las mujeres de la participación en la gestión del recurso, como así ocurre en múltiples ocasiones para los casos que analiza la autora. En el caso de la CMV, el acceso a la condición de comunero o comunera viene regulado en dos artículos de sus estatutos:

«Tendrán la condición de vecinos/as comuneros/as los titulares civiles de unidades económicas que residan habitualmente en casa abierta en la Parroquia de Valladares, así como aquellos otros que adquieran tal condición en lo sucesivo» (artículo 13.1 de los Estatutos de la CMV)

«Cuando varias familias habiten en la misma casa será considerado comunero/a, a efectos de los presentes Estatutos, el titular de los bienes, y si fuesen varios el cabeza de familia, el que ostenta la titularidad de la mayor parrte de los bienes, u otra persona en quien delegue, por escrito, previa comunicación a la Junta Rectora. Esta persona tendrá la capacidad de elegir y ser elegido para los cargos de esta Comunidad» (artículo 13.2 de los Estatutos de la CMV)

Así, en el caso de la CMV, todos los vecinos y vecinas de la parroquia tienen derecho a utilizar el monte comunal según las normas puestas por la propia Comunidad, pero no todos son comuneros. La condición formal de comunero o comunera, el estar censado como tal, viene determinado, por la condición de cabeza de familia (titular civil de unidades económicas) según los Estatutos de la CMV; y solamente una persona de la unidad familiar puede darse de alta como comunero o comunera, representando a dicha unidad. Esta formalidad favorece que mayoritariamente sean los varones quienes constan inscritos en el censo como comuneros. Es necesario señalar también que los derechos de representación en la comunidad (elegir y ser elegido), así como la participación plena en la asamblea con voz y voto, van asociados a la condición de comunero o comunera, y que se necesita constar formalmente en el censo de comuneros y comuneras para poder representar a la comunidad en la Junta Rectora. Lo curioso en este caso es que, siendo los montes comunales una forma de propiedad antiguoregimental (Balboa, en De Dios et al., 2002:453), los estatutos de la CMV reforzarían la regla política liberal según la cual la condición de ciudadanía se encuentra íntimamente vinculada a

la propiedad5. Las normas de entrada a la Comunidad, formalizadas en los estatutos de la CMV, por las que muchas de las vecinas quedarían fuera de cualquier nivel de participación actuarían como un primer embudo excluyéndolas de la mayor parte de decisiones sobre el monte y de la gestión del mismo. Para evitar esta dificultad de acceso de las mujeres a la toma de decisiones y a la gestión del recurso, Agarwal ( 2001:1638) propone otras modalidades de acceso a la membresía que serían más inclusivas, como por ejemplo, una doble representación (mujer-varón) por cada unidad familiar, aunque señala que, a pesar de ser una opción mucho más inclusiva, se aplica raramente.

Análisis respecto a las normas sociales Por normas sociales, Agarwal (2001:1638) se refiere a aquellas normas socialmente restrictivas que pueden dificultar la participación de las mujeres aún habiendo salvado la restricción de la membresía. Veremos entonces, para el caso de la CMV, los tres factores relacionados con las normas sociales que inciden en la participación de las mujeres : a) división del trabajo por género. La economía feminista y algunas autoras ecofeministas han tratado ampliamente la cuestión de la segregación de hombres y mujeres en relación a los espacios público y privado, y la asignación por género de tareas remuneradas y no remuneradas, productivas y reproductivas correspondientes a cada espacio (del Rio y Orozco, 2002; Carrasco, 2014; Bosch et al., 2005; Puleo, 2011). En la misma línea, se ha indagado también en esta separación de roles y tareas desde el estudio de los movimientos sociales realizados con perspectiva feminista y relacionados con la defensa del medio ambiente (Alfama, 2009). Para analizar esta segregación en el caso de la CMV, en primer lugar, analizaré el organigrama de la Junta Rectora de la comunidad. Después, pondré el foco en las tareas asignadas a las mujeres según los puestos que ocupan en el organigrama, contrastando esta información com las tareas que efectivamente realizan a partir de los testimonios recogidos en las entrevistas. Como conslusión de este punto, veremos que las mujeres que participan en la Junta Rectora, no sólo están subrepresentadas desde el punto de vista estrictamente cuantitativo, sino que en su mayoría se encuentran en los escalones más bajos del organigrama y realizan las tareas asociadas a las vocalías, que corresponden a las de menos responsabilidad y más invisibles (Ibid, 2009). Presento a continuación el organigrama de la Junta Rectora de la CMV del 2013: 5

Tal y como expone Linda Nicholson, el liberalismo político surge de la noción de cabeza de familia; el individualismo se convierte en un principio estructurador que refleja el privilegio de la propiedad privada y el acceso a la esfera pública. Así, [A las mujeres] se les niega la visibiliad social y la condición de individuos” (Ferber y Nelson citan a Nicholson, 2004:175)

Fig. 1: Organigrama de la Junta Rectora de la CMV 20136

Fuente: Información entregada en mano por el presidente de la CMV

Analizando la figura 1, se observa que existe una marcada jerarquía y una brecha de género en la composición del organigrama y en el desempeño de los cargos. En la parte alta del organigrama (presidencia, vicepresidencias, secretaría, vicesecretaría, tesorería y contador) sólo hay hombres, excepto la persona adjunta de secretaría, que está permanentemente ausente por enfermedad. 6 Es preciso señalar que en los estatutos de la comunidad, a pesar de figurar el organigrama tal y como lo representamos aquí, sólamente se explican las tareas de los cargos de presidencia, vicepresidencias, secretaría, vicesecretaría, tesorería, contador y vocalías.

Sobre las actividades y responsabilidades de las mujeres veremos, a través de sus testimonios, que la mayoría de las tareas que desempeñan no se correponden con las atribuciones y responsabilidades que tendrían asignadas según el organigrama. De hecho, en ocasiones, las mujeres parecen cumplir la función de “figureheads” (Agarwal, 2009:108), es decir, tener únicamente presencia nominal. A continuación, en la tabla 1 presento los cargos ocupados por mujeres y el número de mujeres que los ocupa. En la tabla 2, presento las tareas que realizan las mujeres de la Junta Rectora según su propio testimonio, y en la última columna, las tareas correspondientes a los cargos del organigrama según se detallan los estatutos. Tabla 1: Cargos ocupados por mujeres en la Junta Rectora Cargos ocupados por mujeres

Número de mujeres y hombres que desempeñan el cargo simultáneamente

Vicesecretaría Administración y organización

Una mujer (ausente) Dos mujeres y un hombre (una de ellas

ausente) Economía, presupuestos y contratación Una mujer y tres hombres Patrimonio Una mujer y cuatro hombres Vocalías Cuatro mujeres y 12 hombres Fuente: Elaboración propia a partir del organigrama de la Junta Rectora de la CMV Tabla 2: Tareas que desempeñan en la práctica las mujeres de la Junta Rectora Cargos en donde figuran mujeres

Vicesecretaría

Administración y organización

Economía, presupuestos y contratación

Patrimonio

Tareas que desempeñan en la práctica las mujeres que ejercen dichos cargos (según sus respuestas en entrevistas) (No se desempeñan tareas en este cargo, puesto que la mujer que lo ocupa está permanenemente ausente) - Asistencia a reuniones - Apoyo en el reparto de comunicaciones en mano a los comuneros y comuneras de su barrio - Organización de jornadas de aniversario de constitución de la Comunidad -Asistencia a reuniones -Apoyo en el reparto de

Tareas corerspondientes a los cargos según estatutos

- Sustituír al secretario/a en su ausencia y auxiliar al secretario/a en los trámites de su competencia. No se señalan

No se señalan

No se señalan

Vocalías

comunicaciones en mano a los comuneros y comuneras del barrio. -Asistencia a reuniones -Reparto de comunicaciones en mano a los comuneros y comuneras de sus respectivos barrios.

- Funciones de apoyo dentro de cada área de gestión - Apoyo en asuntos de tesorería, contabilidad, presupuestos. - Garante de la buena gestión del presupuesto (función fiscalizadora de la tesorería) - Representación en la Junta Rectora de cada uno de los barrios de la parroquia.

Fuente: Elaboración propia a partir de las entrevistas con las mujeres de la Junta Rectora y Estatutos de la CMV

La mayoría de las mujeres de la Junta Rectora desempeñan las funciones de vocalías a pesar de que se encuentran en otras posiciones del organigrama. Estas funciones, que en la práctica están muy asociadas a su presencia física en el territorio, consisten en el reparto de comunicaciones en mano por los barrios cuando, según los estatutos en su artículo 28.9, las vocalías tendrían en principio una importante función de control y supervisión de las de las cuentas y trabajos realizados por la comunidad. Por otro lado, es importante señalar que muy probablemente estas mujeres realizan muchas otras tareas que ellas mismas ni siquiera reconocen como tales. Por ejemplo, dos de ellas, en las entrevistas, afirmaron que el asistir a las reuniones no lo consideran una tarea. En cualquier caso, ninguna de las mujeres ha dicho que realiza las tareas que le corresponderían por estatutos y por su posición en el organigrama. En lo que concierne a la asunción de tareas y responsabilidades en la comunidad, la mayoría de las mujeres se refieren a la falta de tiempo como factor principal que dificulta la participación en los espacios de decisión. Esta falta de tiempo es debido a la gran asunción de responsabilidades en la esfera privada, al cuidado de hijos e hijas, o el cuidado de mayores, y a responsabilidades de soporte familiar desde el punto de vista económico, sobre todo asociado al desempeño de trabajos muy precarios (en ocasiones de economía sumergida) que según su propio testimonio, están muy mal remunerados y que sin embargo, suponen muchas horas de la jornada. “…no tengo tiempo porque trabajo un montón de horas (…) ahora estoy ahí haciendo un poco el número, claro, yo trabajo, y trabajo doce horas al día, y trabajo los fines de semana, y trabajo festivos... parece que sea la excusa que pongo siempre”. M. vocal barrio da Sobreira

Las únicas mujeres que han expresado cierta libertad para disponer de su tiempo son dos: la mujer que está en situación de desempleo y la mujer soltera que está jubilada, la mayor del grupo. Podría ser un indicio de un patrón que se repite y que encontramos en otros estudios como en Agarwal, que señala que “las mujeres más mayores están más descargadas de trabajo de casa” (Agawal, 2009:106) b) Segregación de género en el espacio público. Con este concepto, Agarwal se refiere a las posibles restricciones que se imponen socialmente a las mujeres para acudir a las reuniones y que impactan en la forma y calidad de su participación (Agarwal, 2001:1636). En el caso de la CMV, sólo la mujer más mayor ha expresado haber recibido críticas por ser activa en la comunidad, pero en general, las mujeres no han expresado preocupación por recibir una posible censura social a causa de su implicación pública. Aseguran no haberla recibido, o al menos, no haberla percibido. De acuerdo con las observaciones realizadas en la CMV, la segregación de género en los espacios de las reuniones, está relacionada con la concentración de información –y por tanto de poder y de voz- de los hombres de la comunidad. El presidente, quien maneja la mayor parte de la información y lleva el peso de la reunión, se sienta en la cabecera de la mesa de reuniones. A su lado, se disponen uno de los vicepresidentes y el secretario, que igualmente poseen el recurso de la información. La mesa alargada va «perdiendo voz» y capacidad de intervención efectiva a medida que el resto de las personas participantes (algunos hombres y las mujeres) se posicionan en asientos alejados al presidente. A continuación, muestro un ejemplo gráfico que ilustra la segregación de género en un espacio público de la Comunidad. Es una foto tomada durante el desarrollo de la Asamblea de comuneros y comuneras del mes de marzo 2013. Vemos el palco del auditorio en donde se sitúa la mesa y enfrente están las butacas con los comuneros y comuneras asistentes. Vemos cómo las mujeres presentes están todas detrás, mientras que la mayoría de los hombres están delante, frente a los micrófonos o simplemente posicionados en la fila de delante de la mesa.

Foto 1: Mesa de la Junta Rectora en la asamblea de comuneros y comuneras en marzo, 2013

Fuente: Elaboración propia

c) normas de comportamiento- Por normas de comportamiento, Agarwal (2001) se refiere a aquellas normas generizadas socialmente que son aceptadas tanto por los hombres como por las mujeres de la comunidad y que impactan en la participación de las mujeres. En Governing the Commons, Ostrom (2000) señala la importancia de las normas de comportamiento como elemento disciplinador de los apropiadores del recurso. Las normas de comportamiento socialmente aceptadas supondrían un incentivo que propiciaría la buena gestión del RUC, y ayudaría a generar cohesión interna ya que a los sujetos que comparten las mismas normas de comportamiento estarán expuestos a la censura social a la hora de cuestionarla o romperla, “por lo tanto, las normas de comportamiento afectan el modo en que se perciben y se expresan las alternativas. En el caso de muchas decisiones rutinarias, las acciones que un conjunto de individuos que han interactuado entre sí durante cierto tiempo considera incorrectas, ni siquiera se verán incluídas en el conjunto de estrategias contempladas por ellos” (Ostrom, 2000: 73). En contraste, Agarwal señala que estas normas disciplinan el comportamiento de las mujeres, sometiéndolas a un escrutinio social en el espacio público y dificultando su participación por temosr a la censura social: «The collective action literature has typically emphasized the enabling positive side of social norms, but from women's viewpoint these examples reflect the disabling ``dark side'' of many social norms” (Agarwal, 2001:1639)

Durante mi estancia en Valladares se realizaron dos reuniones de la Junta Rectora en las que participé en calidad de observadora: una de ellas era una reunión ordinaria, y la otra, extraordinararia, con el objetivo de preparar la asamblea. En la reunión ordinaria del 14/03 del 2013, hay cinco mujeres y 12 hombres en torno a la mesa de reunión. La disposición del espacio es la siguiente: Figura 2: Croquis de la mesa de la Junta Rectora 14/03/20137

Fuente: Elaboración propia

Los cargos de presidencia, de vicepresidencia primera (a la izquierda de “P/H”) y secretaría están concentrados en la cabecera. Es en esta parte en donde se concentran aproximadamente el 90% de las intervenciones y donde se concentra el conocimiento, un tipo de conocimiento concreto, muy técnico, que es el que se hace público. La segunda reunión, celebrada el 21/03 de 2013 fue una reunión extraordinaria cuyo punto único del orden del día fue la preparación de la asamblea. La asistencia fue masiva, ya que se juntaron los y las miembros de la junta saliente y los y las de la junta entrante. Yo estoy sentada al lado de una de las mujeres de la junta saliente y me comenta que el “paisaje” en la sala “es excepcional”, ya que hay muchas mujeres y gente joven que formarán parte de la junta entrante. Apunta Bina Agarwal que es importante para las mujeres que participan en las reuniones de las juntas, el hecho de que haya otras mujeres, y que por tanto, cuantas más mujeres haya en las juntas, la frecuencia de asistencia a las reuniones es mayor (Agarwal, 2010: 101, 102). Es decir, resulta más fácil para las mujeres romper ciertas normas de comportamiento social en el momento en que se sienten más cómodas, lo que suele ocurrir cuando hay un número elevado de mujeres 7 “Carlitos” es el técnico contratado que está tomando acta. Las mujeres son las “M” que están rodeadas de un círculo.

compartiendo los mismos espacios. M. lo expresa así en una entrevista posterior a esta reunión: Investigadora: ¿Te volverás a presentar este año para la Junta Rectora? M: “ (…) Cuando el otro día llegué aquí – tú estabas aquí- y vi un montón de mujeres, ¿no?, un montón, bueno, pues a mi como que me dio un poco más de... ¿no?, más ánimo, así que me dije: “bueno, pues a ver qué pasa, porque la directiva de siempre son hombres”. M., vocal del barrio de A Sobreira

Sin embargo, en esta segunda reunión, otra vez los mismos hombres dominan la información y la palabra; ellos informaban y el resto escuchaba sin intervenir. El silencio de las mujeres en las reuniones podría ser debido a la falta de ese tipo de conocimientos técnicos a los que me refería anteriormente, tal y como lo expresa la mimsma mujer: “Yo, la mayoría de las veces - ¿lo puedes creer?-, me abstengo, porque non puedo votar sí, porque no sé de qué están hablando, y no puedo votar porque tampoco no... no sé muy bien, creo que la mayoría es acertada, no?” M, vocal del barrio de A Sobreira

A partir de la observación en las reuniones el “falogocentrismo” (Amorós y de Miguel, 2007:49) parece ser una norma muy habitual de comportamiento. Al observar atentamente el uso del lenguaje, los silencios, los cuerpos y la gestualidad, se perciben juegos de jerarquías y poderes asociados con el género, con la posición de mujeres y hombres (sobre todo determinados hombres) en la comunidad y en concreto en el espacio de la Junta Rectora. Según Agarwal, una de las explicaciones posibles del hecho de que las mujeres tomen la palabra o no puede depender de las dinámicas de la reunión como comportamientos violentos, autoritarios, agresivos, altisonantes (Agarwal, 2009:107), con lo que los elementos más desempoderados tienen muchas más dificultades para participar. Así, por ejemplo, P lo expresa así: Investigadora: Cuando vas a las reuniones, ¿cómo te sientes? P: Estoy oyendo lo que dicen y enterándome a lo mejor de cosas que no sé, pero la verdad es que poca cosa (…) a ver, es que yo... no me gusta que me hagan preguntas, a veces no me salen las palabras, tengo ideas pero no me salen las palabras, y por ejemplo, en una reunión, yo así, de cara a todo el mundo no soy capaz, yo prefiero coger a la persona y decirle “mira...” cualquier cosa, ¿no?, no me gusta delante de todo el mundo” P., vocal del barrio Iglesia

Como conclusiones a este análisis, resaltamos que las normas sociales que segregan en función del género, las normas de uso que dificultan el acceso a la membresía de la CMV y las normas de comportamiento no escritas que informalmente asignan un determinado tipo de tareas a hombres y mujeres, suponen un impedimento para la participación plena de todas las personas pertenecientes a la comunidad.

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