Análisis de competitividad territorial y la generación de una propuesta de Gestión Integral Sostenible de Espacios Rurales (GISER) aplicado en la

May 18, 2017 | Autor: C. López-Montecinos | Categoría: Rural Development, Competitividad, Gestion territorial
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Análisis de competitividad territorial y la generación de una propuesta de Gestión Integral Sostenible de Espacios Rurales (GISER) aplicado en la Región de Aysén. Chile. López, C. RESUMEN En las últimas décadas, los países se han vuelto más conscientes de los impactos que el modelo de crecimiento económico puede tener sobre el medio natural y el desarrollo de sus sociedades sobre todo en el espacio rural, requiriendo establecer una definición más completa del concepto de competitividad, avanzando desde lo meramente productivo hacia un enfoque que considere las dinámicas del territorio, su relación con los actores, sectores productivos e instituciones, proponiendo una lógica de innovación y cooperación para potenciar las fortalezas endógenas y aprovechar las oportunidades exógenas. Esta perspectiva es definida como competitividad territorial, concepto revisado en el presente artículo. Su revisión permitirá configurar una propuesta de estrategia de competitividad territorial para lograr proponer un modelo de gestión integral sostenible de espacios rurales (GISER) para la cuenca del rio Aysén. Modelo que al implementarse permita a éste desarrollarse de manera sostenible, y a su vez competitivo. Palabras claves: planificación territorial, gestión del territorio, cuenca Rio Aysén ABSTRACT In recent decades, countries have become more aware of the impact that the economic growth model can have on the environment and the development of their societies, especially in rural areas, require establishing a more complete definition of the concept of competitiveness, moving beyond the merely productive towards an approach that considers the dynamics of the territory, its relationship with the actors, production sectors and institutions, proposing an innovation and cooperation to enhance the strengths endogenous and exogenous opportunities. This perspective is defined as territorial competitiveness, concept revised in this article. Its revision will allow the setting up of a proposal for a territorial competitiveness strategy in order to propose a model of integrated sustainable management of rural areas (GISER) for the Aysén river basin. A model that, when implemented, will enable it to be developed in a sustainable manner, while at the same time being competitive. Palabras claves: planificación territorial, gestión del territorio, cuenca del Rio Aysén

INTRODUCCIÓN En el corto plazo, América Latina crecerá a tasas relativamente altas y tiene margen para actuar contracíclicamente en caso que fuese necesario. Sin embargo, esta región enfrenta un escenario de mediano plazo complejo. La menor demanda externa pondrá al descubierto las limitaciones del actual patrón de crecimiento basado en la escasa incorporación de valor agregado y la exportación de recursos naturales en muchos países de la región. Esta situación se ha visualizado en Chile desde la década de los noventa, en donde las políticas agrícolas se han centrado a tres objetivos amplios: primero, a la necesidad de mejorar la competitividad económica; segundo, a lograr un desarrollo agrícola, en el sentido más general, enfocando su mirada al sector silvoagropecuario, en busca de un desarrollo más equilibrado a través de integrar a los campesinos con menos recursos que, a su vez son menos competitivos que las cadenas comerciales de proveedores; y, por último, a conciliar estos objetivos con propósitos relacionados con la conservación del medio ambiente y el uso sustentable del territorio (OCDE/CEPAL, 2012; OCDE, 2008). Sin embargo, sólo las regiones centrales de Chile han logrado un auge rural a partir de la actividad silvoagropecuaria, que ha visto en la fruta y el vino, su posibilidad a acceder a tecnología, capital y se han vinculado haciendo negocios con otros. En general, se produce pobreza en proporciones más

altas en los sectores rurales que en los no rurales afectando aún mayor a zonas extremas (OCDE, 2008). Según ONU (2007), es precisamente la pobreza y su relación intrínseca con el desarrollo sostenible, la que genera nuevos paradigmas territoriales, ya que se evidencia cada vez más la necesidad de contar con políticas públicas robustas enmarcadas en un contexto sociocultural y económico, y en coherencia con otras políticas, tales como iniciativas regionales y redes de seguridad social, entre otras; dado que el gasto agrícola del Ministerio de Agricultura, cada vez se complementa más con desembolsos de otros ministerios y agencias, la necesidad de cooperación entre ramas del Gobierno es hoy más importante que nunca, dado que los esfuerzos aislados se convierten en el largo plazo en un gasto sin resultado, situación que es explicada por la falta de visión integral del desarrollo territorial (OCDE 2008). Es este proceso de pobreza, ligado al desequilibrio sustentable en el desarrollo, que explica en parte, que la superficie silvoagropecuaria en Chile haya disminuido desde 36,8 millones de hectáreas (28,4 millones agropecuaria y 8,4 millones forestal) en el año 1976 a 36,4 millones (29,8 millones agropecuaria y 6,6 millones forestal) en el 2007, además, entre los censos de los años 1975 y 2007, la superficie total de suelos de cultivo ha bajado significativamente de 3,3 a 2,0 millones de hectáreas (INE 2008). Así pues a partir de lo anterior, se aprecia con nitidez que se requiere comprender como se genera el desarrollo territorial rural, ya que en la actualidad no se sustenta sólo tener en cuenta los procesos económicos; debiendo obligatoriamente considerar los factores y activos que cada territorio posee, ya que estos serán determinantes en la diferenciación territorial, creando una nueva filosofía para entender el espacio rural, la que considera las estrategias de las diferentes políticas de desarrollo, fruto de la interacción por una parte de factores sociales, económicos e institucionales, específicos de una región (local) y por otra de economías externas y conocimientos (global), complementando estos factores con los activos exógenos (ubicación geográfica, disponibilidad de recursos naturales, características demográficas) y endógenos (capital humano y social, capacidad innovadora, base empresarial, nivel de desarrollo científico y tecnológico, amplitud y calidad de la infraestructura y conectividad) de cada territorio; de esta manera cada región debe ser capaz de desarrollar su territorio y hacerlo competitivo, interactuando asertivamente con la compleja relación entre factores locales y globales, y los activos exógenos y endógenos, siendo estos sujetos de intervención por parte de la política pública (Canto, 2000; OCDE 2008, OCDE/CEPAL 2012). De esta manera, fomentar e incentivar la utilización sostenible, participativa e integrada del territorio rural, es un nuevo desafío para las políticas públicas de Chile en los próximos años, siendo necesario incorporar el concepto de “competitividad territorial” en las nuevas implementaciones, y como ya se dijo, con una mirada más amplia que la sola perspectiva económica, debiendo para ello comprender desde distintos aspectos las dinámicas del desarrollo rural. En este sentido la región de Aysén, es un territorio con características de alto interés para generar proceso de investigación y análisis territorial, dado su bajo nivel de intervención y el carácter prístino de algunas zonas (Bourlon, Mao & Osorio, 2012). Esto convierte a la región en un escenario ideal para configurar una estrategia de competitividad que la haga desarrollarse de manera sostenible. METODOLOGÍA EMPLEADA Nuestra investigación busca generar estrategias para aumentar la competitividad del territorio, a través de la revisión del concepto de competitividad territorial, lo que hará posible la configuración de una propuesta de modelo de intervención territorial que incorporará la relación sociedad-recursos, definida por la interacción de dos sistemas; el sistema biofísico o natural (sitio, condición y potencial) y el sistema antrópico (conjunto de actividades humanas) relacionando, este último, al subsistema sociocultural (características demográficas y culturales de los usuarios de la tierra) y al subsistema económico institucional (consideraciones económicas, políticas e institucionales, principalmente instrumentos de fomento), a través de la generación de un modelo de Gestión Integral Sostenible de Espacios Rurales (GISER) a aplicar en la cuenca del rio Aysén. Esta propuesta de modelo de gestión a generar permitirá la existencia de escenarios de uso y valorización del territorio, con planes de

intervención económicamente viables, socialmente aceptables, tecnológicamente factibles de implementar y ambientalmente eficaces, para cada unidad productiva englobada en el territorio, que podrá explorar en sus activos endógenos y exógenos la competitividad territorial de su espacio rural. Para la configuración de esta estrategia de competitividad territorial, esta investigación revisa las particularidades de las definiciones de competitividad, capital territorial, cohesión territorial, benchmarking territorial y determinantes de la competitividad territorial, que caracterizan la teoría adoptada y que argumentan que: “El desarrollo sostenible del territorio se logra cuando este puede ser competitivo”, considerando este concepto en su mirada integradora y amplia. Competitividad La competitividad es un concepto complejo que ha sido estudiado desde diferentes enfoques y disciplinas, sin embargo, no ha sido posible llegar a una definición que genere consenso en todos los ámbitos de su aplicación (Solleiro y Castañón 2005), constituyéndose en algo difuso y de compleja medición, siendo lo más concreto de su conceptualización, la posibilidad de que su aplicación puede ser diferente cuando se habla de una empresa, o de un territorio (Porter 1990a; Macairo 1995; Martin 2003; Salim y Carbajal 2006). A modo de ejemplo, podemos citar a European Management Forum (1979) que la define como “una medida de la capacidad inmediata y futura de los industriales de diseñar, producir y vender bienes, cuyos atributos en términos de precios y más allá de los precios se combinan para formar un paquete más atractivo que el de productos similares ofrecidos por los competidores: el juez final es entonces el mercado”; Chesnais (1981) como “la capacidad de un país (o grupo de países) de enfrentar la competencia a nivel mundial. Incluye tanto la capacidad de un país de exportar y vender en los mercados externos, como su capacidad de defender su propio mercado doméstico respecto a una excesiva penetración de las importaciones”; Fagerberg (1988) como “la capacidad de un país de lograr objetivos fundamentales de la política económica, tales como el crecimiento en el ingreso y el empleo, sin incurrir en dificultades en la balanza de pagos”; Haguenauer (1989) indica “la capacidad de una industria (o empresa) de producir bienes con patrones de calidad específicos, requeridos por mercados determinados, utilizando recursos en niveles iguales o inferiores a los que prevalecen en industrias semejantes en el resto del mundo, durante un cierto período de tiempo”; Lopez (2008) “la capacidad de una economía regional para atraer y mantener la localización de empresas, con cuotas de participación sectorial estables y crecientes, posibilitando el mantenimiento de unos estándares de calidad y nivel de vida para todos sus habitantes” entre otras definiciones. La OCDE/CEPAL (2012) la definen como “el grado en el cual el país, bajo condiciones de mercado libres y justas, puede producir bienes y servicios que superen el test de los mercados internacionales, incrementando en forma sostenida los ingresos reales de su población”. Lo anterior indicaría que el concepto de competitividad es generado sobre el análisis de las empresas (Bristow, 2005), sin embargo, desde la década de los noventa se ha vinculado con el ámbito territorial, bajo el concepto de competitividad nacional, el que se diferencia de la competitividad de una empresa y de un sector industrial (Porter, 1990b). Situación que ha sido considerada por algunos como sin sentido, o incluso peligroso, ya que no fue diseñado para explicar el fenómeno a nivel país (Krugman, 1994). Sin embargo, el término se utiliza con mucha naturalidad a nivel nacional, por organismos internacionales para la evaluación de la política económica como WEF, OCDE, Banco Mundial, entre otros (Boulouta & Pitelis, 2013). Así, la idea de que los lugares son equivalentes a las corporaciones, que compiten por la cuota de mercado en una economía mundial cada vez más interconectada y ferozmente competitiva, se ha insertado como antecedente directo del discurso de la globalización, en la que se afirma que las propiedades estructurales de la economía mundial han cambiado drásticamente (Bristow, 2005), simplificando a su vez el fenómeno del desarrollo sólo a términos económicos, condicionando a esta perspectiva a las dinámicas naturales y sociales (Lozano, 2008). Sin embargo, hoy se entiende el desarrollo económico bajo un perfil complementario, limitado por el grado de aceptación social el que subyace a su vez a la eficacia ambiental (Marshall & Farahbakhsh,

2013), conformando un nuevo paradigma del desarrollo sostenible, en donde la interacción de las dimensiones económica, social y ambiental son concéntricas y subordinadas a las limitaciones reales establecidas por el ámbito ambiental, concibiendo las necesidades sociales sólo dentro de los límites ecológicos de materiales y de energía disponibles, utilizando para satisfacer esas necesidades el desarrollo económico, el que a su vez no puede ir más allá de lo socialmente aceptado (Mitchell 2000; Lozano 2008, Daly, 1997). Esta relación subyugada de la economía en función del desarrollo social y ambiental no es teórica, quedando habitualmente en evidencia en acontecimientos concretos, por ejemplo, en el rubro pesquero en donde el factor limitador de las capturas será la capacidad de reproducción de las poblaciones de peces, y no el número de buques pesqueros (Daly, 1997). Esta verificación empírica ha sido recogida por las definiciones modernas de competitividad, que han incluido en su conceptualización temas como, regionalización, sustentabilidad, bienestar social, ecosistemas, medioambiente, entre otras (Comisión Europea, 1999; Canto, 2000; Martin, 2003; Porter 2003; Aiginger, 2006; López, 2008; WEF, 2012; OCDE/CEPAL, 2012). De esta manera, la competitividad ya sea a nivel empresa, sector industrial o nación, estará en directa relación con el aumento de la productividad (Porter 1990b), siempre y cuando la relación entre lo producido y los medios empleados, tales como mano de obra, recursos y energía, sea sostenible (Daly, 1997; Mitchell, 2000), no siendo competitivo cuando lo producido genere desmedro del bienestar social y de los ecosistemas en que se desenvuelve el desarrollo económico (Canto, 2000; Aiginger, 2006; WEF, 2012), generando niveles de productividad diferenciados según las condiciones de carácter sub nacional o local de los territorios (Porter, 2003). Estas condiciones locales o “endógenas”, son las que explican la diferencia entre dos lugares de iguales características productivas (Vázquez Barquero, 2002; Boisier 2003). Ahora bien, ahondando en la condición sub nacional de la competitividad, se evidencia la necesidad de incorporar otras consideraciones, más allá de lo económico, ya que a nivel local la competitividad no corresponde a la simple suma de sus empresas, y tampoco a una versión a escala de un país completo (Kitson et al., 2004), requiriendo comprender los factores inherentes al territorio (ventajas comparativas), que se tienen en mayor abundancia que el resto, para que a partir de las capacidades creadas (ventajas competitivas), se pueda lograr un mayor desarrollo (López, Méndez y Dones, 2009), no siendo suficiente sólo con considerar el nivel de productividad, sino que se deben tomar en cuenta todos aquellos ámbitos que generan un ambiente propicio para aumentar los niveles de competitividad (figura n°2), incluyendo las dimensiones sociales y ambientales, así como las limitaciones que estos generan (Canto, 2000; WEF, 2012), siendo propicia la conceptualización de todas estas consideraciones de la competitividad del territorio, bajo el término de “cohesión territorial” (Pillet Capdepón et al., 2013; Ianos, Saghin, & Pascariu, 2013; Fernández Tabales et al., 2009). De este cambio de paradigma, de lo meramente productivo a visiones más integradoras para configurar la competitividad, han dado cuenta los países al percatarse que en los últimos años, los ciudadanos, la comunidad empresarial y los gobiernos, se han vuelto más conscientes de los impactos que el modelo de crecimiento económico de la pasada décadas tuvo sobre el medio social y natural (WEF, 2012), comprendiendo que no es una mera dificultad financiera, sino que es la crisis del modelo de desarrollo liberal productivista dominante desde 1980, que evidencia al nudo de relaciones "humanidad / naturaleza" de manera estructural y al centro del problema (Lipietz, 2013). Capital territorial La perspectiva territorial del desarrollo y de la competitividad, es un fenómeno bastante reciente, centrado en un enfoque local de los procesos de progreso, incentivado por la necesidad de incorporar al territorio como el elemento fundamental, de cara a la cohesión económica social y ambiental (Pérez y Pizarro, 2012), esto le da una visión integradora a ese lugar común en donde se entrelaza todo lo que ocurre para generar el desarrollo, el que debe ser gestionado por “buenos actores", que co-evolucionen con el medio ambiente, mejorando al mismo tiempo, la competitividad de la empresa y las condiciones socio-económicas del contexto local en el que están inmersos (Baldo, 2013).

Lo anterior lleva implícito una concepción de territorio más allá de lo biofísico, provocando una negación absoluta a la idea de que el espacio geográfico es un “contenedor” en donde se incorporan en armonía los factores de desarrollo (Servillo, Atkinson & Russo, 2012), el territorio así, trasciende de lo espacial, considerándolo como un producto social e histórico (IICA, 2003), visualizado de mejor manera como una unidad espacial compuesta por un tejido social propio, que se encuentra asentada en una base de recursos naturales particular, que presenta ciertas formas de producción, consumo e intercambio, y que está regida por instituciones, formas de organización, como por particulares (Cordero-Salas, Chavarría, Echeverri y Sepúlveda, 2003), generando un sentido de “lugar” a los actores territoriales, con un significado para la gente, formando apegos y asignando relevancia a sitios en base a una variedad de experiencias (reales o imaginarias) que se producen en el territorio, de modo que el desarrollo no será sólo el resultado de lo meramente productivo (McLain et al., 2013). Comprender lo anterior, hace que se visibilice la relación espacio y ecosistema, incluyendo en este contexto el medio natural, social y económico (Daly, 1997; Mitchell, 2000; Lozano, 2008), pudiendo identificar que el espacio es al mismo tiempo producto y productor de desigualdades y su organización espacial es uno de los factores que viabiliza la reproducción social y económica (Barcellos y Buzai, 2006). De esta manera, bajo la premisa de que un territorio es “competitivo”, cuando se cuenta con las condiciones que le permitan elevar el nivel de vida y prosperidad a sus habitantes (Bristow, 2005), se requerirá como condición fundamental presentar un enfoque territorial bajo la premisa de la cohesión (Fernández Tabales et al., 2009), para así ocuparse de las inequidades que la relaciones espaciales generan (Barcellos y Buzai, 2006), minimizando el elevado grado de concentración espacial tanto de la población, como de la generación de riqueza (Riffo, 2013). Esta visión, permite entender que el enfoque territorial es una propuesta que considera los puntos de interacción entre el sistema social y ambiental, que busca la sostenibilidad del bienestar, que reconoce el carácter multidimensional de los sistemas productivos y que favorece el aprovechamiento competitivo pero racional de aquellos recursos que favorezcan la inclusión del mayor número posible de grupos sociales relegados (IICA, 2003). Complementando lo anterior, World Bank (2009), plantea que el desarrollo geográfico desigual es inevitable pero, bien gestionado, puede ser un vehículo primario para estimular el crecimiento, agregando que a menudo, los gobiernos intervienen (generalmente mal) para extender los beneficios del crecimiento económico de manera más uniforme a través del espacio, estimulando la planificación con un enfoque territorial, ya que una vez que los productores y las personas toman decisiones sobre la ubicación, es muy difícil revertir los impactos que esta decisión conlleva. De esta manera, se instala la idea básica de que la ordenación espacial adecuada bajo principios de cohesión territorial (Pillet Capdepón et al., 2013; Ianos, Saghin, & Pascariu, 2013; Fernández Tabales et al., 2009), puede mejorar la eficiencia, buscando definir las combinaciones de políticas óptimas que, al combinarse con la actividad empresarial en el sector privado, contribuirán al crecimiento global y por ende a la competitividad (Harvey, 2009; Scott, 2009). Así, la competitividad depende, no solamente de las empresas, de los equilibrios macroeconómicos y de políticas nacionales activas, sino de la capacidad de cada localidad para encarar su propio desarrollo (Finot, 2005), debiendo observar con detenimiento el territorio en su globalidad, ya que en él se encontrarán relaciones que explican fenómenos que a los ojos económicos productivistas no tendrán clara expresión (Harvey, 2009) y que van más allá de las distancias y las barreras geográficas (Brunori & Bartolini, 2013), otorgando un rol protagónico a los gobiernos locales, en la definición de las posibles estrategias de crecimiento para cada región, ciudad o territorio, el que debe basarse necesariamente en los activos y potencialidades territoriales, definidos como “capital territorial” cuidando de que su uso sea racional (Camagni & Capello, 2012). Se aprecia así, como las conceptualizaciones de “competitividad” y “capital”, que parecen estar en mejor contexto en el mundo de la economía, comienzan a conformar un nuevo paradigma, esta vez asociado al territorio, que los utiliza para mejorar la comprensión de los economistas, que han vivido estructurados por el modelo neoliberal económico productivo de los últimos 30 años. Sin embargo, dada la complejidad y multiplicidad de dinámicas que el espacio geográfico presenta, las definiciones de estos términos son más sistémicas e intrínsecamente más complejas (Comisión Europea, 1999),

ya que como es planteado en las teorías de economía ecológica, se inician de las relaciones ecosistémicas, en que lo social y económico forma parte de él (Daly, 1997; Mitchell, 2000). De esta manera, en la actualidad se utiliza el concepto de “capital territorial”, que se propuso en documentos para la generación de la política regional, desarrollada por la OCDE, en su informe de perspectivas territoriales del año 2001, ganando cada vez más influencia en la formulación de políticas y el debate institucional. El concepto se refiere a la combinación de los aspectos materiales e inmateriales de las regiones y su capacidad para influir en el desarrollo económico y por ende en la competitividad (Smith y Von Krogh Strand, 2011; Servillo, Atkinson, & Russo, 2012). En particular, el concepto de capital territorial incluye un enfoque cognitivo y funcional, con el argumento de que los bienes materiales son capaces de generar mayor impacto en la competitividad cuando los no materiales, activos cognitivos tales como la confianza, la cooperación o un sentido de pertenencia están presentes (Camagni, 2008; Camagni y Capello, 2012). Bajo esta apreciación y en consideración a la importancia del capital de un espacio geográfico para gestionar la competitividad territorial, la Comisión Europea (1999), en su programa LEADER, propuso ocho componentes del capital territorial, estos son: 1) Los recursos físicos y su gestión, en particular los recursos naturales (relieve, subsuelo, suelo, vegetación y fauna, recursos hidráulicos, atmósfera), los equipamientos e infraestructuras, el patrimonio histórico y arquitectónico; 2) La cultura y la identidad del territorio, los valores comúnmente compartidos por los agentes del territorio, sus intereses, su mentalidad, sus formas de reconocimiento, etc; 3) Las personas habitantes del territorio, los hombres y las mujeres que viven en el territorio, los que acuden a vivir y los que se van, las características demográficas de la población y su estructuración social; 4) Los conocimientos técnicos implícitos/explícitos y las competencias, así como el control de las tecnologías y la capacidad de Investigación y Desarrollo; 5) Las instituciones y administraciones locales, las reglas de juego políticas, los colectivos, y, más en general, lo que se define como la “gobernabilidad” del territorio; en este componente se incluyen también los recursos financieros (de las instituciones, de las empresas y las personas, etc.) y su gestión (ahorro, crédito, etc.), en la medida en que la gobernación de un territorio es inseparable del compromiso formal que los agentes locales están dispuestos a asumir juntos (financiaciones públicas y privadas, etc.); 6) Las actividades y empresas, su mayor o menor concentración geográfica y su estructuración (tamaño de las empresas, sectores, etc.); 7) Los mercados y las relaciones externas, en particular, su integración en los distintos mercados, redes de intercambio, de promoción, etc.; 8) La imagen y la percepción del territorio, tanto interna como externa. En la medida que estos ocho componentes sean gestionados bajo principios de cohesión territorial (Fernández Tabales et al., 2009), se podrán mejorar los niveles de competitividad territorial (Comisión Europea, 1999). Cohesión territorial Es evidente que la competitividad territorial presenta dificultad y confusión en el plano conceptual, dado los múltiples usos que se le da al concepto y a los diversos ámbitos de aplicación del mismo, resultando entendible la existencia de instrumentos que permitan medir y comparar la competitividad a través de indirectos mecanismos de manera más práctica, considerando las ventajas asociadas a la localización, y avanzando más allá del PIB per cápita y los niveles de empleo (Budd & Hirmis, 2004). Es por esto que hace tres décadas han ido aumentando los índices compuestos que buscan medir y comparar la competitividad entre distintos territorios. Entre los años 2000 y 2010 en el mundo se registran 46 índices que buscan medir la competitividad entre territorios a escala menor a país, de los cuales, la gran mayoría miden la competitividad en el primer nivel de división sub-nacional (estado federal o región) o a nivel de áreas metropolitanas, siendo 5 de estos instrumentos los que miden la competitividad entre ciudades de un país; 1 el que mide la competitividad entre municipalidades, no reportándose instrumentos que generen información de la competitividad en unidades territoriales como cuencas, distritos censales o territorios homólogos de escala sub-municipal. (Berger, 2010; PUC 2012).

De esta manera, y con tal volumen de información, los índices de competitividad se han convertido en importantes elementos de referencia en el discurso político en muchos países en desarrollo (Lall, 2001), esta preocupación por la competitividad y la predilección por su medición se basa en ciertas creencias generalizadas, sobre todo que la globalización ha creado un mundo de intensa competencia entre territorios, debiendo apuntar en la actualidad, a una efectiva operacionalización de su mediciones. (Bristow, 2005; Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia, 2010). La vía de operación en la construcción de un índice de competitividad, comienza con la adopción de un concepto de competitividad, debido a que no existe consenso sobre una definición común. Luego este se desagrega en sus componentes iniciales que son las dinámicas y que, además, dan forma a los pilares que componen la definición de competitividad. Finalmente, se ponderan las variables de los factores contenidos en los pilares y se determinan las combinaciones posibles. Ponderar implica asignar pesos en un intento de expresar diferencias en la importancia relativa en el Índice de Competitividad Territorial. Figura n° 3: proceso de “operacionalización índice de competitividad”

Fuente: Elaboración propia. Adaptación desde Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia, 2010 Las definiciones de índices de competitividad, se establecen sobre una base teórica, no existiendo en la actualidad un conjunto de determinantes de la competitividad que se derive de un consenso explícito; por el contrario, la identificación de determinantes denominados “pilares de la competitividad” se comporta, en la práctica, como un proceso de elección, que responde a distintos criterios como disponibilidad, frecuencia, consistencia con la definición y marco conceptual, capacidad de soporte estadístico, posibilidad de ser sujeto de alguna medida (cualitativa o cuantitativa) y ser fácilmente identificable respecto del resto de los factores (Tello, 2004 en Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia, 2010). En esta conceptualización para el establecimiento de los determinantes de la competitividad territorial es donde ha sido de utilidad en la última década los principios del concepto de “Cohesión Territorial”, el que comprende tres elementos esenciales: (a) La articulación física entre las partes del territorio. (b) La equidad territorial, entendida como la igualdad de oportunidades para alcanzar el desarrollo de

la persona en todas las partes de un territorio y (c) la identificación de la comunidad que puebla un territorio con un proyecto de vida en común (Fernández Tabales et al., 2009). Estos principios operacionalizados, son el medio más concreto de evidenciar mejoras en la competitividad territorial, situación que fue recogido por la Estrategia de la UE para el 2014-2020, que otorga al espacio geográfico el factor de unión de las políticas de crecimiento, dando un sitial privilegiado a las relaciones espaciales, reconsiderando al territorio como una de las principales fuentes para un desarrollo sostenible y equilibrado (Ianos, Saghin & Pascariu 2013). Así, la cohesión territorial propone llevar a cabo un desarrollo equilibrado, armonioso, sostenible y policéntrico para solucionar el desequilibrio territorial que va más allá de cuestiones morfológicas de los geosistemas, es decir, una estructura territorial descentralizada (Faludi, 2005). A continuación se presentan a modo de ejemplo, indicadores operativos de los estudios y proyectos europeos relativos al concepto cohesión territorial: Tabla: Ejemplos de indicadores de cohesión social Dinámica Territorial Asociada Medio natural

Productividad

Socio económico

Indicador propuesto

Referencia A B C

Suelos con capacidad agrícola alta y moderada Superficie ocupada por ecosistemas naturales / naturalizados y modificados Porcentaje de superficie ocupada por suelos alterados y modificados Emisiones totales de gases de efecto invernadero en unidades de CO2 Deterioro de riberas Preocupación ambiental institucional Uso de agua potable en litros per cápita Inversión por km2 regional en diversidad biológica y protección del paisaje Cantidad de Residuos Sólidos Generados % de Residuos Sólidos minimizados y puesto en valor Superficie de áreas protegidas Gasto en protección ambiental por km2 Tasa de empleo Consumo eléctrico empresarial Número de empresas agroalimentarias Número de plazas turísticas Tasa de desempleo Porcentaje de desempleo de 50 o más años Desempleo joven Densidad de la red de carreteras Porcentaje regional de km de autovías Porcentaje de trabajadores agrarios subsidiados respecto a población activa Porcentaje de explotaciones agrarias dirigidas por mayores de 55 años Inversión en nuevas industrias Porcentaje de contratos indefinidos Porcentaje de superficie de agricultura ecológica Número de establecimientos con certificaciones de calidad Valor Añadido Bruto (VAB) per cápita de las empresas Flujos (número Vehículos / Km de Carretera) Renta media anual declarada Tasa de inmigración extranjera Acceso a la atención hospitalaria Consumo eléctrico doméstico por abonado Porcentaje de viviendas en mal estado o ruinosas Tasa de envejecimiento Porcentaje de hogares que perciben delincuencia en su entorno

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Porcentaje de población con estudios medios y superiores x Número de asociaciones por cada mil habitantes x Porcentaje de concejalas en gobiernos municipales x Pib per cápita x Porcentaje de viviendas con calefacción x Index of development deprivation (índice de subdesarrollo) x índice de commuting diario x Acceso a servicios creativos y de conocimiento (número de personas) x x (bibliotecas + teatros) Acceso a bienes culturales (número de personas) x (monumentos + x museos) Nivel de motorización x Fuente: Pedregal, Torres y Zoido (2006) y Golobic y Marot (2011) en Pillet Capdepón, Cañizares, Ruiz, Martínez, Plaza & Santos (2013).

A: Indicadores del segundo informe sobre desarrollo territorial de Andalucía B: Indicadores empleados para el análisis de la política energética y su acoplamiento con el desarrollo territorial de Eslovenia C: Indicadores utilizados en la evaluación de la cohesión territorial en la Unión Europea La aplicación de indicadores como los ejemplificados en la tabla anterior permiten corregir el efecto de la concentración excesiva de potencial económico y poblacional en consideración del desequilibrio entre áreas urbanas y rurales, del carácter periférico de estas últimas, de la insostenibilidad ambiental de las primeras y de la tendencia general al urbanismo expansivo y difuso (Pillet Capdepón, Cañizares, Ruiz, Martínez, Plaza & Santos 2013; Camagni 2009). La corrección de los efectos de la concentración excesiva del potencial económico y de la población, es en definitiva la manera de mejorar la competitividad del territorio, siendo una premisa fundamental a la hora de diseñar herramientas de medición a través de la generación de índices (Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia 2010). Benchmarking territorial Benchmarking o evaluación comparativa territorial es un método de mejora basado en la realización de comparaciones que buscan la identificación de las fortalezas y debilidades relativas del espacio geográfico en donde se genera el desarrollo, ayudando a la formulación de la estrategia y misión del territorio (OCDE, 2003; Arancegui, Rodríguez, Alonso & Martíns 2011), aportando en la medición de la ineficiencia, es decir, en la definición de diferencia entre el desempeño existente en el territorio y el del equivalente territorio que presenta el mejor desempeño; y la efectividad, es decir, el grado en que alcanza su misión, posibilitando el seguimiento y valoración de las actuaciones llevadas a cabo y su eventual mejora (Niosi, 2002; Ortigosa, 2011; Arancegui, Rodríguez, Alonso & Martíns 2011). Así, el proceso de benchmarking o evaluación comparativa territorial permite la identificación de brechas de competitividad (OCDE, 2003) que al gestionarse, mejorarán el aprovechamiento del capital territorial (Comisión Europea, 1999), produciendo bienes y servicios bajo condiciones justas (OCDE/CEPAL, 2012). Lo relevante del proceso de benchmarking es proponerse metas utilizando prácticas externas y objetivas, bajo la lógica del aprender en aspectos del “qué hacer” para mejorar, pero por sobre todo del “cómo hacer” (Boxwell, Rubiera, McShane & Zaratiegui, 1994). Para montar el benchmarking se requiere una serie de actividades, que se pueden agrupar en tres fases principales (Beltrán Amador & Burbano Collazos, 2002; COCSC, 2008): (a) Planificación del benchmarking. (b) Análisis territorial de brechas. (c) Definición de cambios.

Fuente: Adaptación del autor sobre la base teórica de Beltrán Amador & Burbano Collazos (2002); COCSC (2008); OCDE (2003); Arancegui, Rodríguez, Alonso & Martíns (2011). La selección de territorios para aplicar benchmarking, se agrupan en tres bloques, todos de carácter operativo: (a) Indicadores de tamaño, demográficos y de localización, utilizando sintéticamente la densidad de población, la tasa de envejecimiento (esto es, el porcentaje de población de 65 o más años de edad) y el factor de accesibilidad de los territorios. (b) Estructura sectorial del conjunto de la economía por rubros según secciones de la actividad económica. (c) Caracterización del sector manufacturero (Arancegui, Rodríguez, Alonso & Martíns 2011). Sobre esta base, el análisis de benchmarking facilita la formulación de la estrategia territorial de competitividad, así como el seguimiento y valoración de las actuaciones en él llevadas a cabo (Beltrán Amador & Burbano Collazos, 2002; Arancegui, Rodríguez, Alonso & Martíns 2011). Determinantes de la competitividad territorial A pesar de la falta de un consenso explícito de autores respecto a los determinantes de la competitividad visualizados en las definiciones de “pilares” (Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia, 2010), existe una coincidencia en que la competitividad del territorio depende de una combinación de factores que permiten a estos espacios: (a) Participar en el mercado nacional, regional e internacional de bienes y servicios, (b) Incrementar el ingreso real y el bienestar social de los ciudadanos, (c) Promover el desarrollo sustentable y (d) Incentivar la cohesión social y el combate a la exclusión (Cabrero, Orihuela & Ziccardi, 2003). Estas premisas generales se constatan en el proceso de evolución conceptual de la competitividad, que desde su génesis parte con un claro objetivo de tomar espacio en los mercados (European Management Forum, 1979; Chesnais, 1981), avanzando a concepciones integradoras de los ciudadanos con el mercado, que incorporan palabras como “calidad de vida”, “nivel de vida”, “crecimiento”, “empleo”, “ingresos” (Scott y Lodge, 1985; Fagerberg, 1988; Fajnzylber, 1988; Porter, 1990b), para luego añadir el entorno en donde se desarrollan las actividades, tanto en lo social, como en lo económico y en lo ambiental, con claras referencias a la sostenibilidad (Comisión Europea, 1999; Canto, 2000), para culminar en la actualidad con una visión sistémica donde la cohesión territorial operativiza la sostenibilidad a partir de una relación conjunta de factores, políticas e instituciones (WEF, 2012; OCDE/CEPAL, 2012).

Esta evolución conceptual es observada además, en diversas experiencias de medición de competitividad, las que muestran variadas aproximaciones en la selección de determinantes. La siguiente tabla, resume los principales pilares observados en instrumentos de medición de competitividad: Tabla. Determinantes en índices de competitividad territorial Factor Determinante Cambios históricos territoriales Condición demográfica territorial

Pilares/instrumentos de medición de competitividad Infraestructura Preparación tecnológica Innovación Personas

Índices de competitividad WEF UK HF x x x

RC x x x x

Ocupación

RP x

IMC

x

Sostenibilidad social x Salud x x Educación x x Eficiencia del mercado laboral x Desempeño económico x x Densidad de empresas en el x territorio Proporción de empresas x basadas en el conocimiento Diversificación de empresas x del territorio Valor productivo del Estabilidad macroeconómica x territorio Eficiencia de los mercados de x bienes Sofisticación del mercado x financiero Tamaño de mercado x Apertura de mercado x Sofisticación empresarial x Sostenibilidad ambiental x Aporte ecosistémico del territorio Recursos naturales x Instituciones x x Impacto de regulaciones en el Eficiencia del gobierno x x territorio Eficacia de regulaciones x x WEF: Índice de competitividad Global del Word Economic Forum; UK: Índice de competitividad del Reino Unido; LEHF: Índice de Libertad Económica de Heritage Foundation; RC: Informe de Competitividad Regional de Chile; RP: Índice de Competitividad Regional del Perú; IMC: Índice de competitividad Estatal del Instituto Mexicano para la Competitividad. Condición social y cultural territorial

Fuente: Elaboración propia basado en información de World Bank (2013); WEF (2012); Benzaquen, del Carpio, Zegarra & Valdivia, (2010), PUC (2012); SUBDERE (2009); Instituto Mexicano para la Competitividad (2012). La agrupación de factores determinantes de la tabla n° 4 (primera columna), es la síntesis de una visión sistémica de la competitividad, basado en los principales índices que han intentado caracterizar este tema. De esta manera y basado en la lógica planteada por Benzaquen et al. (2010), el par ordenado entre determinante y dinámica resultante de este análisis es: Determinantes de la Competitividad

Dinámica Territorial

1) Cambios históricos territoriales

Espaciotemporal

2) Impacto de regulaciones en el territorio

Regulatoria

3) Condición demográfica territorial

Demográfica

4) Condición social y cultural territorial

Sociocultural

5) Valor productivo del territorio

Productiva

6) Aporte ecosistémico del territorio

Ambiental

Propuesta. Plan de organización territorial. En base a la revisión de los conceptos anteriores, es posible configurar o generar una propuesta de Plan de Gestión Integral Sostenible de Espacios Rurales (GISER). Esta es una propuesta de planificación de la intervención territorial de carácter estratégica. Se expresa en la siguiente estructura de 7 dimensiones que forman la sigla ADICAPO (área, diagnóstico, indicadores, comparación, análisis, plan y operación), que es resumida en la siguiente tabla. Dimensiones Área Diagnostico

Indicadores

Comparación

Análisis

Plan

Operativización

Objetivos Definición del espacio territorial de intervención Generación de línea base territorial estratégica Configuración de la competitividad territorial Evaluación de la competitividad territorial diferenciada a nivel submunicipal, de los territorios dentro del área de intervención Determinación de problemas y brechas de competitividad del territorio Construcción del estratégico territorial

plan

Territorialización del plan estratégico territorial para la maximización de la competitividad.

Definición Zona geográfica definida en la que se genera un plan estratégico de gestión integral sostenible. Detalle descriptivo a nivel de dinámicas territoriales (demográfica, productiva, sociocultural, ambiental, regulatoria y espacio-temporal), que otorgan la radiografía de entrada al proceso de intervención. Validación y/o reconfiguración de los 6 geosistemas que interactúan en el territorio (basado en las dinámicas territoriales), sumado a la cuantificación de los indicadores que los representan. Evaluación cuantitativa vía indicadores de competitividad territorial de los espacios sub-municipales posibles de delimitar (por ejemplo: distritos censales)

Análisis de problemas que afectan a la competitividad territorial, levantados de manera participativa, contrastados con los aspectos claves menos desarrollados en el territorio, indicados por la evaluación de indicadores territoriales. Prognosis futura del territorio a intervenir, sobre la base de la determinación de los elementos estratégicos territoriales (líneas, marcos, objetivos y metas) Territorializacion operativas de las medidas a adoptar en el plan estratégico, las que configuraran la respuesta geolocalizada del territorio a la búsqueda de alcanzar las metas establecidas, sumado a un Plan de Ordenamiento y medidas de seguimiento y control.

Las definiciones y vía de construcción de cada una de las dimensiones son explicadas a continuación: Dimensión “Área” Esta dimensión incluye: i) una definición teórica del territorio; ii) Delimitación geográfica territorial; iii) Construcción de bases de datos de información del territorio: Para la definición teórica de territorio, desde la lógica del conocimiento del espacio geográfico resulta imprescindible, en todos los casos, establecer un marco de coherencia territorial del plan, ya que de no hacerlo, se podría cometer el error grave de considerar el territorio a ordenar como un enclave o un espacio aislado (Naranjo, 2000). En Chile, la definición política administrativa de límites está dada en 4 niveles, estos de mayor a menor jerarquía son: nacional, regional, provincial y comunal. Esta estructura organiza la intervención del Estado en el territorio de Chile. Si bien este mecanismo es efectivo administrativamente, no es siempre el mejor a la hora de evidenciar fenómenos de cambio en el espacio territorial que interviene un plan. A su vez, los límites naturales geográficos permiten

establecer flujos territoriales normales, que muchas veces son distintos a los límites políticos administrativos. Así en esta categoría el más utilizado de los límites geográficos naturales es el concepto de “cuenca”. Sobre lo anterior, se requiere para comenzar el trabajo, la definición teórica del territorio a intervenir con un plan, el que se fundamenta en la decisión inicial respecto a si el plan se desarrollará en un área bajo el precepto de organización territorial “político-administrativo” o “geográfico”. En la delimitación geográfica territorial, una vez que se determina teóricamente el espacio territorial que se intervendrá con un plan, es preciso configurar sus límites reales, sobre una base cartográfica concreta, siendo este límite, el que configurará el polígono de intervención de la unidad de trabajo que acompañará el plan por todo el proceso de planificación estratégica. La unidad de intervención correctamente delimitada, establecerá el marco de acción del plan y acotará el volumen de información que se debe administrar en las bases de datos que son requeridas para la toma de decisiones territoriales. Para la construcción de bases de datos de información del territorio, la información es la base para la implementación de un modelo de gestión territorial sostenible, la que debe ser levantada de manera sólida, cuidando condiciones como la veracidad, confiabilidad, coherencia, consistencia, actualidad y frecuencia (Carazo, 2006). Dimensión “Diagnóstico” Esta dimensión incluye: i) el detalle de dinámicas territoriales; ii) la generación de una cartografía temática de línea base; y iii) la revisión de relaciones territoriales entre dinámicas. El detalle de dinámicas territoriales, evidencia que la competitividad del territorio depende de una combinación de factores que permiten a estos espacios interactuar como un todo y que se agrupan en factores determinantes de la competitividad territorial. Esta agrupación es la síntesis de una visión sistémica de la competitividad, basado en los principales índices que han intentado caracterizar este tema. De esta manera y basado en la lógica planteada por Benzaquen et al. (2010), el par ordenado entre determinante y dinámica resultante y que configura el proceso de detalle de este diagnóstico territorial es: Determinantes de la Competitividad Cambios históricos territoriales Impacto de regulaciones en el territorio Condición demográfica territorial Condición social y cultural territorial Valor productivo del territorio Aporte ecosistémico del territorio

Dinámica Territorial Espaciotemporal Regulatoria Demográfica Sociocultural Productiva Ambiental

Dentro de las dinámicas territoriales, la espaciotemporal, registra los cambios históricos del territorio y se configura a partir del análisis descriptivo de la evolución de los principales centros poblacionales del polígono de intervención. Metodológicamente se construye con el análisis de textos históricos asociados al territorio, con ellos se construye un relato, buscando expresar en él, los siguientes elementos estructurales, tales como: la geohistoria rural del paisaje, la influencia del desarrollo territorial rural en el paisaje, y factores de cambio territorial que modifican el paisaje. El relato de esta dinámica es de carácter descriptivo y configura el proceso que hasta la fecha el territorio ha tenido y que se requiere modificar o reafirmar, siendo este elemento una radiografía inicial relevante que condiciona el proceso de cambio que el plan desea desarrollar. La dinámica regulatoria, es descrita a partir de su factor determinante de la competitividad territorial, denominado impacto de regulaciones en el territorio basado en los siguientes elementos: la descripción sucinta de regulaciones vinculantes y no vinculantes que influyen en el territorio a intervenir, el análisis de impacto de estas regulaciones, para observar potenciales debilidades y fortalezas, y la revisión de aspectos a considerar en la implementación del plan, que estén relacionados con regulaciones.

La dinámica demográfica, es descrita a partir de su factor determinante de la competitividad territorial, denominado condición demográfica territorial de la o las comunas que componen el territorio en intervención, basado en los siguientes elementos: la evolución demográfica poblacional, indicadores demográficos (tasa de crecimiento anual, crecimiento absoluto, crecimiento relativo, tasa de crecimiento, índice de crecimiento, densidad poblacional), la estructura demográfica de la población (urbano y rural, género de la población, pirámide poblacional, análisis en grandes grupos de edades), flujos migratorios (inmigrantes, emigrantes, saldos migratorios, índice de efectividad migratoria, tasa bruta de inmigración, tasa bruta de emigración) La dinámica sociocultural es descrita a partir de su factor determinante de la competitividad territorial, denominado condición social y cultural territorial, que se basa en los siguientes elementos: caracterización de los grupos de interés del territorio en intervención; descripción identitaria e icónica del territorio y sus habitantes, análisis de influencia de grupos de interés en el territorio. La dinámica productiva, es descrita a partir de su factor determinante de la competitividad territorial, denominado valor productivo del territorio, basado en los siguientes elementos: la definición de variables biofísicas que modelan la productividad (manejo actual del suelo, zonas climáticas, precipitaciones, pendientes, ecorregiones, capacidad de uso del suelo), la determinación de índice de productividad territorial (estimación cualitativa) vía método de evaluación multicriterio (jerarquías analíticas), el análisis de productividad del territorio; el análisis de últimos censos silvo-agropecuarios. La dinámica ambiental, es descrita a partir de su factor determinante de la competitividad territorial, denominado aporte ecosistémico del territorio, basado en los siguientes elementos: unidades de paisaje homogéneo identificables en el territorio, el valor ecosistémico del territorio, y el análisis de valor ecosistémico. En relación a la generación de una cartografía temática de línea base, esta permitirá la elaboración de imágenes gráficas particulares que traducen las relaciones espaciales de uno o varios fenómenos, de uno o varios temas, del territorio y reviste a su vez, una muy buena aproximación a los análisis para la toma de decisión (Buzai, 2008). La cartografía temática mínima con la que se debe contar para el proceso de intervención territorial son: a) cartografía de cambios históricos; b) cartografía de regulaciones; c) cartografía demográfica; d) cartografía de la condición sociocultural; e) cartografía de la condición productiva; f) cartografía de la condición ambiental Dimensión “Indicadores” Esta dimensión incluye: i) Análisis de los sistemas de relaciones territoriales; ii) la cuantificación de indicadores de competitividad territorial; iii) Obtención de índice de competitividad territorial (ICT). Para el análisis de los sistemas de relaciones territoriales, se proponen seis sistemas de relaciones territoriales asociadas a cada dinámica del territorio, configurando 6 grupos de elementos del sistema que son denominados como “aspectos claves”, en donde su relación e interacción condiciona la competitividad territorial del espacio rural. Como ejemplo de estos aspectos claves por dinámica podemos indicar: Dinámicas territoriales Espaciotemporal Regulatoria Acceso a medios Áreas de comunicación protegidas por el Estado

Demográfica Densidad poblacional

Sociocultural Acceso a agua potable

Articulación territorial

Despoblamie nto

Acceso a atención de salud Acceso a bienes culturales

Capacidad de generación de información

Articulación de políticas públicas Coherencia de usos del territorio

Población en edad laboral

Productiva Agricultura ecológica producción orgánica Agricultura empresarial

Ambiental Banalización del paisaje

Agricultura familiar

Calidad ambiental del territorio

Biodiversidad

Capacidad social de asumir riesgo

Concentración de la propiedad

Envejecimien to

Acceso a educación básica

Capacidad turística

Capacidad de asimilación de residuos sólidos

Elaboración propia. Para la cuantificación de indicadores de competitividad territorial, se propone un grupo de indicadores cuantificables, para cada pilar de competitividad territorial, los que por su red de relaciones representan al geosistema en su globalidad. Con esta información se calcula el valor de los indicadores para cada uno de los pilares respecto al territorio en intervención. Es importante comprender que además del valor del indicador calculado, es preciso contar con un valor ideal para completar la configuración. Este valor, debe ser generado en función de la condición particular del territorio, por lo que conocer a cabalidad el espacio geográfico de intervención es vital, permitiendo aproximarse de mejor manera a ese ideal. Como ejemplo de estos de estos indicadores cuantificables por dinámica se proponen las siguientes tablas: Tabla. indicadores y configuración del pilar 1 “Cambios históricos territoriales” asociado con la dinámica espaciotemporal Indicador Acceso a medios de comunicación

Fuente de Información Último censo vivienda disponible

Capacidad social de asumir riesgo

Último censo agropecuario y forestal disponible

Conectividad

Último censo agropecuario y forestal disponible

Configuración Número de habitantes con teléfono celular, red fija o conexión a internet dividido por el total de habitantes (en zonas con cobertura) Número de explotaciones que usan algunas técnicas o insumos diferentes a lo tradicional dividido por el total de explotaciones. Número de explotaciones que utilizan internet para sus actividades dividido por el total de explotaciones.

Tabla. Indicadores y configuración del pilar 2 “Impacto de regulaciones en el territorio” asociado con la dinámica regulatoria. Indicador Concentración de la propiedad

Fuente de Información Último y penúltimo censo agropecuario y forestal disponibles

Crecimiento urbano

Estadísticas regionales y planes reguladores

Descentralización de la planificación territorial

Último censo agropecuario y forestal disponible

Configuración Superficie promedio de explotaciones registradas en penúltimo censo dividido en superficie promedio de explotaciones registradas en último censo (en hectáreas) Comparación de Superficie de zona urbana en el periodo de 5 años (disponibles) (Superficie en t-5) / (Superficie en t) Número de explotaciones en donde se manifieste pertenecer a alguna organización relacionada con la actividad productiva agropecuaria o forestal dividido por el total de explotaciones.

Tabla. Indicadores y configuración del pilar 3 “Condición demográfica territorial” asociado con la dinámica demográfica. Indicador Densidad poblacional Despoblamiento

Fuente de Información Último censo de población disponible Último y penúltimo censos de población disponibles

Configuración Número de habitantes por unidad de superficie territorial Tasa de crecimiento anual de población, comparando la población entre los dos últimos censos disponibles.

Población en edad laboral

Último y penúltimo censos de población disponibles

Tasa de crecimiento anual de población, para el segmento de edad de mayores a 15 años y menores de 65 años, comparada entre los dos últimos censos disponibles.

Tabla. Indicadores y configuración del pilar 4 “Condición social y cultural territorial” asociado con la dinámica sociocultural. Indicador Acceso a agua potable

Fuente de Información Último censo de vivienda disponible

Acceso a la electricidad

Último censo de vivienda disponible

Analfabetismo

Último censo de población disponible

Configuración Número de viviendas que tienen disponibilidad de agua por cañería dividido por el total de viviendas Número de viviendas que tienen electricidad a través de la red pública, generador propio o comunitario o placa solar, dividido por el total de viviendas Número de habitantes mayores a 5 años que saben leer y escribir dividido por el total de habitantes mayores a 5 años

Tabla. Indicadores y configuración del pilar 5 “Valor productivo del territorio” asociado con la dinámica productiva. Indicador Agricultura ecológica / producción orgánica Agricultura empresarial

Fuente de Información Último censo agropecuario y forestal disponible

Agricultura familiar

Último censo agropecuario y forestal disponible

Último censo agropecuario y forestal disponible

Configuración Número de explotaciones que utilizan agricultura orgánica (certificada o en transición) dividido por el total de explotaciones Número de explotaciones que pertenecen a personas jurídicas dividido por el total de explotaciones Número de explotaciones que tienen más de la mitad de la familia trabajando permanentemente en labores silvoagropecuarias, dividido por el total de explotaciones

Tabla. Indicadores y configuración del pilar 6 “Aporte ecosistémico del territorio” asociado con la dinámica ambiental. Indicador Biodiversidad Capacidad asimilación residuos sólidos Disponibilidad de recursos naturales

Fuente de Información Último censo agropecuario y forestal disponible de de

Último censo de población disponible y estadística regional Último censo agropecuario y forestal disponible

Configuración Proporción de superficie de las explotaciones con bosque nativo en función del total de superficie de las explotaciones Proporción respecto a la Generación total de residuos sólidos domiciliarios en un año, en función a la superficie total del territorio (Kg/m2 año) Número de explotaciones que cuentan con más de 50% de superficie de terrenos diferentes a los estériles y otros no aprovechables dividido por el total de explotaciones

El índice de competitvidad territorial es el valor que sintetiza el grado de desarrollo global del territorio en intervención, el que se establece de la suma de los valores finales de cada pilar, ponderado por el peso de cada dinámica en el sistema global o geosistema, el que se obtendrá por la siguiente expresión:

6

Índice de Competitividad Territorial (ICT)=

Indicador ponderado Pilari i=1

Dimensión “Comparación” El objetivo de esta dimensión es evaluar la competitividad territorial dentro del área de intervención a nivel submunicipal, mediante la evaluación cuantitativa vía indicadores de competitividad territorial de los espacios submunicipales posibles de delimitar (por ejemplo distritos censales). Inicialmente es necesario contar con información suficiente a escala submunicipal, pudiendo ser esta a nivel predial, subcuencas o distrito censal. La decisión del tipo de unidad territorial submunicipal que se utilizará, depende exclusivamente de la calidad y cantidad de información disponible que permita configurar los indicadores definidos en la dimensión de indicadores de esta metodología, la que se funda en la red de relaciones que representan al geosistema territorial en su globalidad. La evaluación de la competitividad territorial a nivel submunicipal, ya sea predios, subcuenca o distrito censal, se desarrolla con indicadores definidos e individualizado de la dimensión “indicadores” indicada previamente. La evaluación de la competitividad territorial a nivel submunicipal, traerá como resultado un valor para cada unidad territorial. Este valor interpretará al territorio submunicpal en la cartografía, pudiendo graduar en colores las zonas de mayor a menor competitividad territorial, pudiendo ser visualizados geográficamente en el territorio, recomendando cruzar el resultado de esta cartografía con las variables biofísicas posibles de cartografiar, con el fin de observar y reconocer elementos estructurales que pudiesen estar afectando la competitividad. Dimensión “Análisis” El objetivo de esta dimensión es determinar problemas y brechas de competitividad del territorio en intervención, a través del análisis de problemas que afectan a la competitividad territorial, levantados de manera participativa, contrastados con los aspectos claves menos desarrollados en el territorio, indicados por la evaluación de indicadores territoriales. La construcción de esta dimensión se realizará mediante tres procesos: i) Generación de procesos de participación ciudadana; ii) Generación del proceso de benchmarking territorial; iii) Análisis territorial de brechas de competitividad El proceso de participación ciudadana en esta metodología, a diferencia de las metodologías tradicionales en materia de planificación territorial, instalando la figura de “gobernanza permanente” y es configurada para liderar procesos territoriales con un pluralismo mayor durante la elaboración y la aplicación de las políticas públicas en el territorio, sumado a las labores de control y seguimiento. Este proceso, así como está planteado, busca reducir la proliferación de los conflictos relacionados con el uso y gestión del territorio, además de conducir la focalización de las acciones de intervención de un plan estratégico territorial. Para las labores de seguimiento se recomienda instalar un directorio ciudadano, elegido y renovado democráticamente, en donde se representen todos los actores claves del territorio en intervención. Este directorio de la gobernanza permanente, tendrá la posibilidad de ir desarrollando las acciones de seguimiento y control del plan en su etapa de implementación, pudiendo generar incluso cambios que mejoren la puesta en marcha del plan.

La utilidad de la generación del proceso de benchmarking territorial o evaluación comparativa territorial para establecer las acciones de maximización de la competitividad del territorio, está en poder visualizar caminos ya recorridos por otros territorios con condiciones de origen similar, los cuales resultan exitosos.

A nivel operativo, la selección de territorios para aplicar benchmarking, se desarrolla bajo los siguientes criterios: a.

b. c.

Tamaño, demográficos y de localización, utilizando: i. La densidad de población, ii. La tasa de envejecimiento (porcentaje de población de 65 o más años de edad) iii. La accesibilidad de los territorios. Estructura sectorial del conjunto de la economía Caracterización del sector manufacturero

Bajo estos criterios se seleccionan 2 territorios para el proceso de benchmarking territorial, uno nacional y otro internacional a los que se les analizará, su cometido a nivel descriptivo exploratorio, estableciendo el desempeño territorial de las áreas seleccionadas que aporten al proceso de mejora del territorio en estudio. Una vez seleccionados los territorios a comparar se debe analizar los siguientes elementos, desde la perspectiva descriptiva: a) b) c)

Características generales del territorio Características Económicas Factor de mejor desempeño territorial para el desarrollo

Este análisis, será utilizado en la fase de elaboración del plan, determinando un marco de acción posible a recorrer, el que conjugado con otros elementos permitirán tener una claridad de la estrategia a implementar para la maximización real de la competitividad territorial. Por último, el análisis territorial de brechas de competitividad, se gesta a través de 2 elementos: i) análisis de actuaciones del propio territorio y ii) el análisis de actuaciones de otros territorios. Para el análisis de actuaciones del propio territorio el proceso se incorpora dos insumos estratégicos: i) Los indicadores de competitividad territorial resultantes por pilar constituyente del ICT (Índice de Competitividad Territorial) y ii) Diagnóstico de problemáticas territoriales para mejorar la competitividad. El ICT, presenta 6 pilares, cada uno asociado a las dinámicas territoriales y explicadas a través de los factores determinantes de la competitividad, conformando 6 sistemas de fuerzas territoriales que a nivel de detalle se expresan cualitativamente en las relaciones de los aspectos claves identificados y cuantitativamente en los indicadores seleccionados que cumplen con las condiciones mínimas para transformarse en un factor de medición de la competitividad territorial. Este último aspecto, el de los indicadores cuantitativos, será utilizado para establecer el nivel de desempeño puntual de cada factor determinante de la competitividad territorial. Mientras que el diagnóstico de problemáticas territoriales para mejorar la competitividad permitirá contrastar la información obtenida a través del índice de competitividad territorial (ICT) y del modelo sistémico de cada dinámica territorial expresado en el mapa de relaciones, con información levantada desde las personas, vía procesos participativos. La metodología para este levantamiento se desarrolla a través de la construcción de un árbol de problema de la competitividad territorial, mediante la modalidad participativa con actores locales relevantes, en encuentros destinados puntualmente para construir este elemento. Con el árbol construido se procede a conectar las causas y efectos con las dinámicas territoriales, relacionando cada problema registrado con uno o más determinantes de la competitividad (cada determinante de la competitividad conforma un pilar en el índice de competitividad territorial). El resultado de este proceso permitirá generar el análisis de actuaciones del propio territorio y generar la integración entre los indicadores de competitividad territorial por pilar del ICT y el diagnóstico de problemáticas territoriales para mejorar la competitividad. Esta integración se desarrolla bajo el

proceso de identificación de puntos críticos de la competitividad territorial, los que son seleccionados bajo el siguiente proceso metodológico: 1) Identificación de indicadores con baja puntuación (en el valor de competitividad territorial del indicador final ponderado). 2) Determinación de relación entre indicadores de baja puntuación con problemas de competitividad territorial levantados. 3) Creación de árbol de problemas críticos de la competitividad para la cuenca del río Aysén, filtrando del árbol de problemas general, solo las causas o efectos que se relacionan con indicadores de baja puntuación. Este árbol de problemas críticos de la competitividad territorial, es el producto final del análisis de actuaciones del propio territorio y es la estructura esencial de gestión para el proceso de definición de soluciones. Para el análisis de actuaciones de otros territorios, el proceso de benchmarking utiliza elementos que incluyen la definición de las unidades geográficas que entran en la comparación (2 territorios, divididos en nacional e internacional), por lo que en este proceso sólo describe el análisis desarrollado en cuanto a la valoración de las características generales de los territorios, las características económicas y los factor de mejor desempeño territorial para el desarrollo. Finalmente, el análisis territorial de brechas se culmina con la integración de los análisis de: “actuaciones internas” y “actuaciones de otros territorios”, fusionando los productos resultantes de ambos procesos, de la siguiente manera: (a) Producto del análisis de actuaciones internas: Árbol de problemas críticos de la competitividad territorial. (b) Producto del análisis de actuaciones de otros territorios: Tabla de actuaciones replicables en el territorio en estudio para mejorar competitividad. Dimensión “Plan” El objetivo de esta dimensión es configurar el plan estratégico territorial del área de intervención, sobre la base de la determinación de los elementos estratégicos territoriales (líneas, marco, objetivos y metas), y donde su proceso de su construcción consta de: a) definición de la imagen objetivo; b) determinación de líneas estratégicas para el territorio; c) Definición de marco estratégico territorial; d) definición de objetivos estratégicos; e) definición de metas y acciones territoriales

La definición de la imagen objetivo del territorio con lo que se pretende trabajar en un horizonte de planificación definido de 10 años. Esta investigación propone la siguiente estructura para configurar Dinámica

Elementos de la imagen objetivo

Espaciotemporal Regulatoria Demográfica

Transformaciones de la estructura espacial Futuras estructuras regulatorias del territorio Evolución demográfica y cultural del territorio

Sociocultural Productiva Ambiental

Organización social deseada del territorio Visualización productiva del territorio Beneficios ecosistémicos y condición de estado de los RRNN

Definición territorial (en un horizonte de 10 años) Basado en mejor factor de desempeño posible del análisis de territorios similares.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de MIDESO, 2014 En la determinación de líneas estratégicas para el territorio, según el análisis territorial de brechas consideradas críticas, se identifican 6 líneas estratégicas, asociadas a los indicadores que presentaron

más bajo desempeño en la evaluación territorial por cada dinámica, cada una de estas líneas, presenta un contexto que se levanta en el proceso de participación ciudadana y que da pie al trabajo de diseño posterior. Para la definición de marco estratégico territorial, esta investigación propone generar un grupo de preguntas para cada línea estratégica, que ayudan a sintetizar el marco territorial del plan. Estas preguntas responden a la conformación de los elemento del marco, logrando definir este punto en su integralidad. Las preguntas y los elementos que define se presentan en la siguiente tabla: Tabla. Desarrollo del marco estratégico para cada línea definida Pregunta ¿Cómo estamos? ¿Dónde queremos llegar? ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Cómo queremos que nos reconozcan? ¿Cómo esperamos se cumplan los desafíos?

Elemento Estado actual Visión Estándar Imagen Misión

Fuente: Elaboración propia La definición de objetivos estratégicos, será construida a partir del análisis de brechas de competitividad territorial en general y en particular la construcción del árbol de problema para abordar la pérdida de competitividad del área de estudio. Así, los objetivos estratégicos se seleccionarán de la agrupación de situaciones esperadas que proclaman los resultados al responder la pregunta ¿Qué cambio se conseguirá con el logro de los resultados?, refiriéndose concretamente a la intervención que se realizará, tarea que requiere previamente responder los siguientes cuestionamientos en cada línea estratégica: i) Definición de Medios: ¿Qué problemas críticos de la competitividad territorial se abordarán? ; ii) Definición de Resultados: ¿Qué se espera conseguir con el medio identificado? En la definición de metas y acciones territoriales, las metas constituyen el soporte más importante, ya que acotan las expectativas de cada uno de los objetivos territoriales, transformándose en las estrategias a desarrollar a diferentes plazos, formando la base para la asignación de recursos y para controlar el avance hacia el logro de los objetivos, fijando además las prioridades del territorio (Aramayo, 2010). Así, las metas estratégicas se seleccionarán al responder la pregunta ¿Cómo se medirá el logro de los objetivos? Además de definir las metas estratégicas en función de los objetivos, es preciso en este espacio lograr la territorialización de la mayor cantidad de acciones a implementar en las metas. Siendo este ejercicio una herramienta práctica concreta de visualizar en el territorio si las acciones serán desarrolladas en los lugares que presentan brechas de competitividad territorial. Dimensión “Operación” El objetivo de esta dimensión es operativizar en el territorio las metas del plan estratégico territorial para la maximización de la competitividad, las que configurarán la respuesta geolocalizada del territorio a la búsqueda de alcanzar las metas establecidas, sumado a un Plan de Ordenación y medidas de seguimiento y control. La construcción de esta dimensión se realiza mediante: i) la generación de modelo de capacidad de acogida del territorio; ii) Georreferenciación de acciones territoriales derivadas de las metas estratégicas; iii) Generación de proceso de ordenación territorial; iv) proceso de Seguimiento y control La capacidad de acogida del territorio se entiende derivado de la concurrencia, en un espacio determinado, de ciertas características y elementos significativos, que en su correcta utilización permite el uso óptimo del territorio en orden a su sostenibilidad, y que se fundamenta en la operativización de un plan de ordenación y el planeamiento sobre dos bases: (1) el análisis de las aptitudes y (2) el análisis de los impactos de las acciones a implementar en el territorio. De esta manera, la capacidad de acogida deja de ser un objetivo de la gestión en sí mismo, para pasar a ser un instrumento más dentro de un proceso de planificación más amplio. Las técnicas a emplear se basan

en la utilización de Sistemas de Información Geográficas (SIG), como herramienta para gestionar y combinar un conjunto de datos orientados por temas, integrados y variables en el tiempo y las técnicas de evaluación multicriterio, que combina la evaluación experta subjetiva transformándola en parámetros cuantitativos, donde el resultado será la identificación valorada del potencial y las restricciones naturales para la generación de actividades o uso del suelo en las zonas en intervención, conociendo así, el grado de idoneidad que presenta el territorio para el logro de las metas. La georreferenciación de acciones territoriales derivadas de las metas estratégicas, permitirá la visualización en el territorio de las acciones constitutivas del plan, permitiendo observar si los lugares en donde se desarrollarán estas actividades son los más idóneos. Este ejercicio de georreferenciación de las acciones que constituyen el plan estratégico, se basa en lograr una cobertura cartográfica con la localización de las acciones derivadas de las metas, debiendo en este aspecto integrar este proceso con el modelo de capacidad de acogida del territorio. La generación de proceso de ordenación territorial, es una manera operativa de referirse a la implementación de un “modelo territorial de intervención espacializada” que es la forma de relacionar, ocupar y transformar un espacio geográfico determinado. Es en sí, una “abstracción” que busca sintetizar los aspectos fundamentales que subyacen en la comprensión de la ordenación e interrelación de la componente espacial del plan GISER, de esta manera tendrá como finalidad fundir el resultado de la planificación estratégica generada a partir del modelo de gestión integral sostenible de espacios rurales, en donde las 6 dinámicas territoriales expresadas en sus líneas estratégicas, objetivos, metas y acciones territoriales, condicionan la maximización de la competitividad territorial. Por último el proceso de seguimiento y control, es un proceso continuo que se desarrolla a lo largo del horizonte completo de planificación, que para este plan se propone a 10 años. Este proceso debe garantizar que las acciones comprometidas sean desarrolladas en tiempo y forma, además de lograr visualizar potenciales cambios de la realidad que sean relevantes y que el plan GISER deba recoger adecuando cualquier parte del mismo plan. Este proceso debe incluir la definida “gobernanza permanente” que es parte de la participación ciudadana activa del plan, permitiendo con esto establecer adecuados sistemas de control y seguimiento. Conclusiones Nuestra investigación constata que la competitividad como concepto es complejo, sin ser posible llegar a una definición que genere un consenso en todos los ámbitos de su aplicación. Esta constatación, obliga a una necesaria revalorización del territorio, para que protagonice el proceso de consolidación del desarrollo sostenible, recuperando atributos singulares de cada espacio geográfico, así como de las potenciales capacidades. Así, esta revalorización del territorio se operativiza en el concepto de competitividad territorial, bajo la base teórica establecida indicando que la competitividad territorial se sustenta en la visión multidinámica del territorio, involucrando las dinámicas espaciotemporal, regulatoria, demográfica, sociocultural, productiva y ambiental, que interpretan con aproximaciones concretas el paradigma del desarrollo sostenible. De esta manera, el paradigma del desarrollo sostenible se operativiza al establecer una cuantificación concreta mediante indicadores de competitividad territorial, lo que permite observar la relación subordinada de la economía a las limitaciones reales establecidas por el ámbito social y ambiental. Con esto, se consolida la justificación de la revalorización del territorio como actor protagónico del desarrollo sostenible, bajo la premisa operativa de las definiciones modernas de competitividad, que han incluido en su conceptualización temas como, regionalización, sustentabilidad, bienestar social, ecosistemas, medioambiente, entre otras. Esta nueva definición de competitividad territorial es la que plasma la revalorización del territorio, y que el modelo de gestión integral sostenible de espacios rurales, llamado GISER sintetiza, planteando que de implementarse asegurará el logro de una estrategia de mejora de las condiciones de las dinámica de un territorio cualquiera estableciendo esta optimización bajo principios de la sostenibilidad. La planificación territorial en Chile, ha venido ocupándose más por el control del uso del suelo y por poner límites a las acciones que en el territorio se pueden realizar, en vez de tratar de aprovechar el potencial territorial existente a fin de mejorar los niveles de desarrollo y de la calidad de vida de sus

habitantes. Es por eso que en el diseño de las nuevas políticas territoriales se debe desarrollar el potencial presente mediante un adecuado marco de relaciones integrales entre todas las dinámicas que en el territorio se generan, instalando para ello, una gobernanza territorial participativa que va más allá del instrumento mismo de planificación estratégica del territorio, la que garantice el desarrollo territorial, asegurando la sostenibilidad. Es así entonces, como el modelo de intervención territorial para la gestión integral sostenible de espacios rurales (GISER) propuesto para la cuenca del rio Aysén, es una propuesta de planificación estratégica territorial, que expone un nuevo estilo de plantear acciones de este tipo para el Estado chileno, con un modelo que se hace cargo del planeamiento estratégico para consolidar procesos de descentralización e integración territorial, solventando el proceso cíclico en la estructura de 7 dimensiones que forman la sigla A-D-I-C-A-P-O, que en su esencia se puede asimilar al concepto de “cuadro de mando integral” (CMI) o más conocido como “balanced scorecard” (BSC), que le otorga una plataforma completa para que se instale una gobernanza del territorio rural de manera adecuada, con herramientas claras y flujos de información relevantes, para mejorar los índices de competitividad territorial en las zonas donde se pretenda desarrollar una intervención. Este modelo de planificación es capaz de recoger las debilidades de un plan de ordenación territorial tradicional estableciendo una intervención territorial que aporte en un plazo de 10 años a la maximización de la competitividad territorial. Asimismo se plantea que de implementarse asegurará el logro de una estrategia de mejora de las condiciones de las dinámica de un territorio cualquiera estableciendo esta optimización bajo principios de la sostenibilidad. Finalmente podemos indicar que desde una perspectiva político-administrativa, esta investigación propone una nueva estructura para generar un plan territorial estratégico, considerando como objeto de gestión, la maximización del potencial de recursos presentes en el territorio, bajo principios de sostenibilidad y que den garantías de éxito, todo esto gracias a una redefinición conceptual de la competitividad territorial, que permite considerar la visión integral del territorio y sus dinámicas, plasmando esto en estrategias modernas con sentido práctico y con espacios de participación y de gestión intersectorial que la sociedad actual exige.

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