Análisis comparativo entre las teorías del conocimiento de San Agustin y Platón

September 6, 2017 | Autor: I. Hernandez Herrera | Categoría: Plato, San Agustín de Hipona, Platón, Saint Augustine, Teoría del conocimiento, Platonismo
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Trabajo Final Historia de la Filosofía II

Ileana Carolina Hernández Herrera “Análisis comparativo entre Platón

y San Agustín”

Maestra: Eneyda Súñer Rivas 12 de julio de 2012

Análisis comparativo entre las teorías del conocimiento de Platón y San Agustín. El presente trabajo pretende ser un análisis comparativo sobre la teoría del conocimiento o epistemología de San Agustín de Hipona y Platón, filósofos de la época patrística y de la antigua Grecia, respectivamente. Existen múltiples rubros en su filosofía donde podríamos encontrar una relación entre ambos pensadores, tales como su concepción de Dios, la eternidad del alma, la dualidad alma-cuerpo, la universalidad de la verdad, entre otros; relación que se constituye a partir de la influencia de Plotino en San Agustín, que según Etienne Gilson: “tal neoplatonismo difuso no merecería retener nuestra atención si no constituyese el suelo sobre el que nació la doctrina de San Agustín.” Es así como este pensador del siglo IV, uno de los cuatro padres de la iglesia latina, hace un esfuerzo por explicarse de manera racional la fe de su iglesia y es, a la vez, autor de una filosofía novedosa para su época, no sólo en su pensamiento sino también en su estilo de escritura. En San Agustín no existe la intención de hacer filosofía por el simple hecho de teorizar. Dice F. Copleston al respecto “San Agustín buscó la verdad porque sintió la necesidad de ella”, lo cual no le quita rigor a su pensamiento, pues además pone especial énfasis en la certeza de aquello que el hombre conoce. A pesar de la notable autenticidad en su doctrina, la epistemología de Agustín es altamente comparable con la teoría platónica de las ideas. Hasta podríamos decir que la reminiscencia es a platón como cierto iluminismo divino es a San Agustín, aunque con algunas diferencias mínimas entre ambos. La manera en la que el hombre conoce la verdad, para estos dos filósofos, es un asunto que retomaré más adelante para profundizarlo como es debido.

La dualidad de lo mutable y lo inmutable; lo eterno y lo contingente; lo sensible y lo contemplativo es también uno de los ejes en esta teoría del conocimiento. Agustín, al igual que platón, le da preferencia a la contemplación sobre lo mutable, debido a la eternidad de lo primero sobre lo segundo. La pregunta será, pensando a la verdad como aquella regla a la cual está sometida la realidad, la cual es necesaria, eterna e inmutable, ¿cómo es que los hombres conocemos la verdad si nuestra realidad es finita? Sobre la dualidad, San Agustín no rechaza la experiencia empírica del todo, sino que la ve como un primer momento del conocimiento (si es que se le puede llamar así). Sin embargo, comparándola con la contemplación teórica, la experiencia empírica es de un valor mucho menor. De hecho, en este punto tiene contrastes muy valiosos con aquellos que rechazan totalmente los sentidos, “No he de quejarme de los sentidos, porque es injusto de éstos más de lo que pueden dar: sea lo que sea que ven mis ojos, lo ven realmente” dice San Agustín en su texto “Contra académicos”. En lo que podríamos estar engañándonos sería al juzgar sobre la verdad de lo que vemos: si es que las cosas son o no son, objetivamente, tal y como se nos presenten, independientemente del hecho de habérsenos presentado. A esto, Agustín anticipa a Descartes, pues según él, el mismo hecho de que el hombre dude es prueba suficiente de su existencia. Su epistemología, entonces, valora lo eterno, lo necesario y lo universal, sin embargo no rechaza del todo a los sentidos. Existen tres tipos de inteligencias para San Agustín, en niveles, que van desde lo sensible a lo más contemplativo. La primera (y más superficial) se trata de la sensación, la cual comparten los hombres con las bestias. Es un nivel en el que las cosas corpóreas no alcanzan ningún tipo de razonamiento sino que es empirismo puro. Diría E. Gilson “gracias a la vigilancia que ejerce al alma no le pasa inadvertida esta modificación de su cuerpo. Sin sufrir nada

de parte del cuerpo, sino al contrario, por su propia actividad, con maravillosa rapidez saca de su propia sustancia una imagen semejante al objeto. Esto es lo que se llama una sensación”. Como podemos ver, es la descripción del proceso de la intelección en el hombre que, lejos de tener la verdad como innata, pasa por un proceso donde la experiencia sensible no es tan sólo un medio para “recordar” el conocimiento verdadero. El segundo nivel de conocimiento es exclusivo del hombre y también considera a los objetos corpóreos, sin embargo ya los relaciona con un grado de eternidad, es decir, a los objetos sensibles se les relaciona con conceptos universales, con “ideas” como diría Platón. Se trata de conocimiento y no de sabiduría; de acción más que de contemplación. Por último, el nivel teórico por excelencia (que, como con otros pensadores, está sobre todo tipo de pensamiento) es aquél que ni siquiera considera a los objetos sensibles, no interviene la experiencia sino la mera contemplación directa a lo eterno e inmutable, aquello a lo que Platón y Agustín le confían la verdad. Otro dualismo platónico es el del alma y el cuerpo, siendo, evidentemente, el alma eterna y el cuerpo infinito. El alma anima al cuerpo, y siendo ésta principio de vida, no puede tener muerte ya que sería una contradicción. Para Agustín es el alma la que participa de la vida, en analogía como el ser que participa de una idea platónica. El alma eterna no es igual en los hombres y en los animales, ya que estos últimos no razonan ni tienen deseos de beatitud, de felicidad y de estabilidad como los humanos. La diferencia con el griego es que Platón no deja de lado a la rencarnación: es el alma la que va cambiando de cuerpo, de vehículo, y la rencarnación en un ser determinado depende de la vida anterior. San Agustín no retoma sino básicamente la eternidad del alma, la manera en la que ésta anima al cuerpo y la relación que tiene con lo divino.

La relación del alma con dios no es cosa menor. Es san Agustín quien dice lo siguiente: Deum et animam scire cupio; nihil aliud: “Quiero conocer a Dios y el alma; nada más” y es a través de su filosofía como nos vamos dando cuenta que el alma es vivificadora del cuerpo y es también un medio para conocer la verdad, verdad que participa de Dios. Es decir, en cierto sentido, el alma por su forma más pura es el camino hacia el conocimiento de lo divino. El alma comprehende 3 facultades: memoria, entendimiento y voluntad, que son a la vez analogía de la trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Es preciso interiorizar en el alma para conocer la verdad, ya que ésta es también eterna, es creadora de vida y es donde el hombre aprehende la realidad que le es dada. Para Platón, el alma también será eterna y mientras mayor sea el ejercicio del razonamiento, mayor será la tendencia hacia la verdad, hacia lo “bueno”. La inmortalidad del alma es la que, en Platón, se ve demostrada en la reminiscencia, la cual explicaremos más a continuación. Todo está en movimiento de tal manera que pareciera no haber un ser constante, pues en cualquier momento éste dejará de ser para llegar a ser otra cosa. A partir de la fugacidad de la realidad, de la constante “generación y corrupción” de las que habla Platón, la Teoría de las Ideas se nos presenta como una tentadora explicación al problema que es pensar universalmente y vivir en una realidad particular. La idea en platón es lo esencial del ser en su máxima expresión, lo más abstracto del mismo, lo que vive por sí mismo, lo ideal. Ramón Xirau dirá al respecto “Mediante la existencia de un mundo de ideas, que son aquí entes, seres reales, Platón trata de explicar nuestro mundo”. Todo lo bello, en cuanto a que es bello, participa de la idea de belleza. Todos los gatos participan de la idea de la gateidad, todos los perros participan de la perreidad y así con todo lo que es en la realidad. Y todos los círculos participan de lo esencialmente circular, sin embargo no existe el círculo esencial en la realidad, como no existe el perro esencial ni el gato ideal, pues

vivimos en una realidad de particularidades. Es por eso que el hombre debe servirse de la contemplación y la sabiduría para conocer, cada vez más, lo verdadero, lo esencial, lo que está en el Topos Uranus y viene siendo auténtico a comparación de lo que aquí en la tierra se nos presenta. El hombre no sólo no tiene un acceso instantáneo a la realidad, sino que antes de haber llegado a la tierra en la forma en la que se está, fue un alma con todos los conocimientos. Conocimientos que perdió al materializarse en un humano y que ahora debe recordar. El término reminiscencia se refiere al constante recordar, que no es conocer desde cero, pues se tiene una sabiduría innata. Debido a la relevancia de este filósofo griego, ha tenido suficientes críticas y réplicas, y Xirau no es la excepción en hacerlo. Sin embargo, para este trabajo es indispensable pensar algunos de los supuestos platónicos como certeros, ya que San Agustín los retoma y es particularmente interesante el matiz que realiza. Los supuestos más imperantes en Platón son el de la eternidad como algo supremo y relacionado con la verdad, supuesto que tendrán gran parte de los filósofos griegos, hasta llegar a las pequeñas escuelas; otro supuesto es el de la universalidad del pensamiento, creer que podemos concebir conceptos “universales”; finalmente, otro supuesto que tiene comparación con Agustín es el de Dios como posibilitador del conocimiento verdadero (pensamiento que defenderá después del Timeo, modificando la Teoría de las Ideas original). Para platón, el mundo es una creación de Dios a manera de réplica del mundo de las Ideas. Un intento de que sea lo más parecido posible a éste. Es muy respetuoso en cuanto a describir la divinidad, ya que tiene en cuenta la poca capacidad que se tiene para comprenderlo. Lo que da prueba de su existencia es el orden universal y la creencia de todas las culturas en sus distintas deidades. Es un Dios bastante distinto al católico, pues no está repleto de características estimativas, sino que cumple una función de dar

respuesta a una teoría metafísica. Es al revés en San Agustín: él parte de la idea de Dios y hace filosofía al tratar de explicárselo, pasando por cuestiones que comprehenden a la realidad. Platón tratará de filosofar sobre la realidad hasta llegar a la idea de Dios. Los neoplatónicos hicieron algunas modificaciones a la teoría, pues las ideas platónicas ya no estarían en un mundo alterno al nuestro al que constantemente recordábamos, sino que nuestros conocimientos ya eran pensamientos de Dios, eran parte de la inteligencia divina. Agustín lo considera y añade que nuestra inteligencia, al ser contingente, participa de las ideas de Dios. Esto no debe entenderse como Dios concediéndonos las ideas, ni como nosotros conociendo a Dios a través del conocimiento de la verdad, sino que es preciso ver a Dios como la luz que nos muestra la verdad: no es la luz en sí la verdad sino un medio para ver ésta. “Porque ninguna criatura, por muy racional e intelectual que sea, se ilumina por sí misma”. La luz le da el privilegio a la mutable mente humana de que vea lo inmutable de la verdad. Al momento de conocer una verdad, se presenta ante el razonamiento y el hombre sabe que no puede ser de otra manera (gracias a su intelecto); en este sentido pareciera que es uno mismo la fuente de los conocimientos. Sin embargo el humano nunca deja de ser contingente y mudable, por lo cual una verdad (entendida en este contexto) debe ser una trascendencia desde la contingencia del hombre hacia lo eterno, trascendencia que se logra gracias a la iluminación de dios. La iluminación divina no se refiere a una revelación de los entes, de los contenidos de las “verdaderas” formas, sino de una certeza, una confirmación de aquello que con los sentidos se ha recogido y, posteriormente, se ha hecho inteligible en contraste con lo sensible. Agustín traiciona a Platón pues no es el conocimiento un constante “recordar” ideas eternas y verdaderas,

sino una formulación de lo eterno que participa del pensamiento divino a través de la luz con la que Dios ilumina la mente humana. La reminiscencia tiene otro sentido muy diferente ahora: el alma del hombre no tiene conocimientos antes de nacer, los cuales olvidaría posteriormente según el filósofo griego, pues Agustín no habla en ningún momento de rencarnación y de ideas innatas. Es aquí cuando uno puede notar su insistencia por explicarse la existencia de Dios, todavía más importante que una explicación del razonamiento humano. De hecho, en ese sentido opina E. Gelson “nuestro pensamiento es memoria de Dios, el conocimiento que en él se encuentra es inteligencia de Dios, y el amor que procede de uno y otro es amor de Dios” San Agustín quiere sostener las relaciones entre Dios y el hombre con argumentos, y llega un momento en el que debe involucrarse con cuestiones filosóficas, a las que responde con mayor interés en Dios que en el hombre. Prueba de ello es que, como dice F. Copleston, el filósofo de Hipona no estaba realmente interesado en dar una explicación sistemática de su teoría del conocimiento. Agustín de Hipona es un filósofo que me pareció atractivo a pesar de tener supuestos platónicos, supuestos que son precisamente la razón por la cual no me convence la filosofía de Platón. Esta aparente contradicción en mis inquietudes me llevó a elegir el análisis comparativo entre estos dos, ya que a pesar de partir de bases similares, manejan una filosofía que es perfectamente influyente en nuestra cultura: la dualidad en el cristianismo. San Agustín, a pesar de involucrar temas religiosos, hace una epistemología más “digerible”, menos alejada del hombre particular, de lo sensible, menos radical en la cuestión de la “racionalidad”, aunque aun conflictiva para una teoría del conocimiento actual. No existen mundos alternos en su pensamiento, aunque sí noto un poco de desprecio a lo humano cuando se le compara con lo divino, siendo el humano (en cuanto a ser racional) un medio

para conocer lo divino. De igual manera, el desprecio de lo terrenal ante lo celestial sigue presente, pero no se trata de un supuesto muy alejado de la realidad. Leer a Platón es sencillo cuando lo relacionas con la religión católica, así como leer a San Agustín es agradable cuando se identifican los supuestos platónicos presentes en su pensamiento. Sé que a mi interés le ayuda la cultura católica en la que vivimos, y son esos matices entre ambos pensadores los que me parecen más rescatables pues, aunque no lo quisiera, las ideas de dualidad siguen demasiado vigentes en nuestra cultura. Es de hecho el conocimiento de las verdades eternas (en la contemplación) lo que “comprueba” la existencia de Dios, según Agustín. Este es el supuesto platónico más importante que noto en el pensamiento Agustiniano y platónico, pues en caso de que no existiera me pregunto ¿qué le daría sustento a la creencia en Dios en un pensamiento que no tiene por supuesto a las ideas como eternas, como el de los nominalistas? Pienso que esta pregunta la responde la misma historia de la filosofía, así como la manera en la que Platón va caducando gracias a la dificultad de concebir algo como eterno, universal, paralelo al mundo terrenal y distinto a las particularidades de la realidad.

Bibliografía San Agustín. Obras de San Agustín: Obras filosóficas. Editorial Católica: Madrid, 1947. Xirau, Ramón. Introducción a la Historia de la Filosofía. UNAM: México, 2009 Copleston, Frederick C. Historia de la filosofía: de San Agustín a Escoto. Ariel: Barcelona, 1987 Gilson, Etienne. La filosofía en la Edad Media. Tomo 1. Gredos: Madrid, 1958

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