AMORES ENCONTRADOS: PIURA, ENTRE LA REGION Y LA NACION

September 17, 2017 | Autor: S. Aldana Rivera | Categoría: Historia Regional, Historia del Perú, Historia del Norte del Perú
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Descripción

AMORES ENCONTRADOS: PIURA, ENTRE LA REGION Y LA NACION

Susana Aldana Rivera

En: El Tiempo. Suplemento: Forjando la paz.Piura, 29 de diciembre de 1998.- pp.6-7 Los siglos republicanos implicaron en el Perú y en América Latina, como en el resto del mundo, la construcción de la Nación y de su correlato político, el estado- nacional. Una construcción social que, aunque bebió en las fuentes de la Ilustración con su búsqueda de libertad, igualdad y fraternidad, se constituyó en un modelo excluyente e intolerante

para

con

todo

aquel

que

no

compartiera

sus

características

homogenizadoras. En ese momento, no podía ser de otro modo por cuanto se requería establecer un territorio bien definido y controlado, una lengua única y un pasado común con lo cual generar representaciones de identidades comunes al grupo que se buscaba perteneciera, homogéneamente, a esa Nación. Por lo mismo, tenía que plantearse la centralidad, sobremontando cualquier interés regional, en la medida que los inicios del proceso se perdían en la terrible confusión de opciones políticas e identidades jurídicas que siguió a la fragmentación del imperio español así como, en el caso específico del Perú, a las poderosas fuerzas regionales, eminentemente centrífugas; entre ellas el norte. Ecuador, nuestro vecino país, sufrió un proceso análogo, aunque matizado con las variaciones propias del decurso histórico de su sociedad.

Aunque no podemos detallar el proceso, no sorprende la visible complementariedad socio-cultural y económica entre lo que hoy es el norte del Perú y el sur del Ecuador. Regiones que, aunque siempre tuvieron un carácter fronterizo por cuanto nunca pertenecieron a una misma entidad jurídica -salvo durante el breve lapso de dominación inca-, estuvieron estrechamente articuladas desde por lo menos, el virreinato sino es desde antes. Una gran región que se vio favorecida primero por la geografía por cuanto esta es una zona de tránsito entre los Andes septentrionales y 1

los Centrales; el mar facilitó el intercambio marítimo por la costa y por tierra, las amplias pampas costeras se combinaban con la baja orografía de la sierra norteña para el tráfago de hombres y de productos. Desde muy antiguo, se asentaran fuertes relaciones prehispánicas en este espacio, las cuales fueron aprovechadas por los descendientes de los españoles que se establecieron en estas tierras.

La economía monetaria y la lenta pero continua comercialización de productos agropecuarios y de recolección (quinina, tabaco, cacao, jabón, algodón entre otros) imprimió un nuevo sello a las vinculaciones regionales e implicó la creación de un gran bloque regional que articulaba, a manera de pinzas desde Cuenca y Guayaquil, pasando por Loja, Cajamarca, Chachapoyas, Tumbes, Piura y Lambayeque cerrando hacia Trujillo.

Si bien este espacio, donde campeaba el comercio, logró remontar la creación del virreinato de Nueva Granada -que colocaba bajo su admnistración el sur de la audiencia de Quito-, resintió la plena imposición del absolutismo español a fines del siglo XVIII y la conversión del territorio en colonias económicas. En un momento en que en el mundo europeo dejaba atrás el mercantilismo y comenzaba a inclinar la balanza hacia la fisiocracia francesa y sobre todo al naciente liberalismo inglés -con su libre comercio-, esta gran región se encontró con un panorama económico particularmente bueno para la comercialización de productos agropecuarios y de recolección: realizado, además, por un amplio espectro de la gama social. Gente que, solvente en lo económico, gradualmente fue posicionándose en puestos de importancia política del virreinato. Las cortapisas que implicaba la calidad de reino dependiente, sin espacio de conciliación como antaño, los hizo optar decididamente por la independencia.

El tránsito de virreinato a república no sólo implicó la separación política de España sino la opción por el estado republicano y la ruptura con la figura del Rey como elemento cohesionador de estas tierras. Sin él, las nacientes repúblicas se enfrentaron a territorios, no a verdaderos estados territoriales -que sirvieran de base a 2

los estados nacionales-, por cuanto las regiones, cohesionadas con fuerza semejante a la del norte Perú y el sur del Ecuador, no respetaban divisiones admnistrativas ni tenían porque acatar un gobierno central cuya legitimación provenía de una Corona ahora inexistente. Peor aún, en el caso del Perú donde se encontraban regiones de muy antigua data como la del Cusco, fundada en la minería, y otras emergentes como esta gran región cuyo polo de poder tradicional era Trujillo (aunque a principio del siglo XIX lo compartía con la pujante Guayaquil) y en el sur, la de Arequipa.

Los procesos de independencia hacia el exterior, supusieron la ruptura con la Corona española. Pero hacia el interior, en América del Sur, la lucha fue de las regiones por separarse de sus virreinatos, erigirse en verdaderas repúblicas -de ser posible- y frenar la ingerencia del percibido como poderoso virreinato del Perú. Pero en éste, en el virrreinato peruano, se dio el enfrentamiento de las diversas elites regionales y sus clientelas, confrontando modelos de estado y sobre todo, modelos económicos: los norteños como buenos mercaderes eran partidarios del libre comercio -que luego resintieron- aunque no necesariamente del liberalismo en su plena acepción. Los del sur, basados en una agricultura más tradicional y en el comercio de productos minerales, sin fáciles circuitos de salida al mar, sin ninguna mejora viaria y enfrentados internamente, se mantuvieron a la zaga a pesar de que también pudieran ser liberales.

Los norteños solventaron el proceso de independencia y detrás de tal nombre, encontramos a todo ese grupo humano que estaba vinculado por esas redes sociales y económicas que traspasaban la frontera. Como ganadores, los del Norte lograron el control de la capital -a la que habían ido tendiendo sus tentáculos desde mediados del siglo XVIII- pero no pudieron impedir las aspiraciones de las otras regiones por acceder al poder: La Mar, cuencano de nacimiento y conspicuo miembro de esta gran región, no pudo lidiar con la fuerza del cusqueño Gamarra, del tarapaqueño Gutiérrez de la Fuente y sobre todo, del paceño Santa Cruz -que por lo mismo se hallaba fuertemente vinculado a Arequipa. El regionalismo en el Perú no pasó por buscar la separación sino el control de las restantes regiones, manteniendo unido un necesario 3

territorio base de la Nación conceptualmente asumida y en el inicio de su proceso de construcción. Por eso, Lima seguía teniendo la mejor ubicación para controlar este territorio, escenario de las luchas militares: la capital se convirtió así en el botín de las elites regionales en las cuales, sin embargo, predominaba, sin ninguna duda, la norteña.

Con la República, la gran región se vio dividida por una línea de frontera que determinó que las regiones que vinculaba se vieran sumergidas en los diferentes procesos de constitución de un estado y de construcción de la Nación. En el caso del Perú, la elite norteña tenía su interés volcado en la capital y en el control de los destinos nacionales. La confusa etapa de la Confederación fue el enfrentamiento directo de caudillos regionales que sólo pudo ser frenada gracias al guano y a un personaje de la conciliación, Ramón Castilla.

El agotamiento de ambos elementos, guano y Castilla, implicó el resurgimiento de los enfrentamientos de regiones, revigorizadas por el dinero del guano, que pensamos que repotencia el poder político norteño. ¿Qué nos hace pensar esto? Que justamente el siglo XIX, entre 1808 y 1900, son los años en que se da la inmigración guayaquileña a Lima y que 1862 sea el momento cúspide de su presencia hasta en el partido liberal peruano. Buen indicador de lo que está sucediendo: es lógico pensar que si el sentido del tráfico mercantil era hacia el sur, por Valparaíso, los comerciantes guayaquileños buscaran actualizar sus vinculaciones económicasfamiliares con una ciudad como Lima en donde van a encontrar a un número significativo de limeños de clara raigambre norteña; finalmente era gente cuyas vinculaciones e intereseses económicos también estaban tendidos hacia el norte. La repotenciación del norte, sin embargo, termina por diluir las vinculaciones de la otrora gran región, manteniéndose las existentes en la zonas directamente fronterizas o que formaban un eje económico particular como Piura-Loja-Cuenca. Separación a la que ayudó que los guayaquileños, rebeldes liberales, accedieron al poder en Quito en la vuelta del siglo XIX-XX y dejaron de frecuentar Lima, casualmente cuando el poder norteño cede su lugar al arequipeño. 4

Desde poco más de la mitad del siglo XIX, se ha iniciado la fase cultural de la construcción nacional con la narración literaria de tradiciones. Lima se convierte en el campo de batalla de las ahora facciones regionales en los que la política comienza a ser, cada vez más, el elemento verdaderamente cohesionador. Además el panorama económico peruano ha ido cambiando; esta vez, las lanas de vicuña y el salitre potencian el sur y sobre todo a Arequipa. Pero las tensiones externas, en el plano latinoamericano, se combinan con las presiones internas: las guerras catapultan desafortunadamente a las Naciones y el Perú no es la excepción. En la primera guerra del Pacífico se enfrentan los diversos intereses de las nacientes naciones que en la segunda, se terminan por definir. En nuestro caso, además, implican la cohesión nacional, potenciada por un contravertido personaje como Nicolás de Piérola, que luego permitirá afirmar la existencia de la Nación hacia 1910. Construcción social que implica la exitosa centralización del país y la verdadera capitalidad republicana de Lima con el asfixiamiento de las regiones. Un proceso que en teoría, termina de limarse hacia 1930 con la solución de los diferentes problemas limítrofes y con una tardía guerra nacional con el vecino país del Ecuador en 1941. Problemas que no termina por ser resuelto por cuanto a la Nación le era cada vez más imperioso enfrentar la constitución del estado-nacional; era imposible que ambas ambas construcciones hubieran ido de la mano.

En Piura, las heridas de la guerra -más fuertes en donde hubo enfrentamiento directo como Guayaquil, Machala, Tumbes y Piura por la costa y menores en donde no los hubo como en la sierra surecuatoriana y piurana-, vuelven a ser remontadas. Las décadas medias del siglo XX fueron el ojo de la tormenta del, en ese momento, irresuelto problema limítrofe: al compás de las luchas por la creación de un verdadero estado nacional -que reconociera la participación de amplias capas sociales hasta ese momento marginadas-, se buscó la solución pacífica del problema vía la ejecución de proyectos binacionales de desarrollo. En la región, el contacto familiar se mantiene desde Piura hasta Guayaquil y el flujo económico importante, aunque soterrado por cuanto es principalmente de contrabando, se combina con el contacto cultural de 5

gente que va a las universidades de Cuenca, Loja, Guayaquil y Piura. La gente de las regiones en uno y otro lado de la frontera se conocen y resienten los continuos problemas entre Ecuador y Perú: los discursos nacionalistas son tomados de un modo distinto al centro pues los del otro país tienen cara, nombre y por lo general, son parte de la familia. Además, económicamente, el activo intercambio local se ve obstaculizado por los problemas entre Quito y Lima. A ello se suma que la presión nacional ha potenciado a la capital como polo macrocefálico de poder; la descentralización es el caballito de batalla de las regiones y cohesiona nuevamente los intereses del norte del Perú y el sur del Ecuador -también secularmente relegado por los polos bicéfalos de poder Quito y Guayaquil-. En particular, este proceso se siente en aquellos espacios en los que nunca se perdieron las vinculaciones de frontera como Piura y Loja que, como hemos visto, se hunden en el pasado.

Hoy en día, la carrera por la integración económica en que estamos a fin de enfrentar la globalización y la mundialización política confronta la concepción nacional y requiere hacia afuera, la agrupación de países en lo que se suele denominar regiones y subregiones económicas. Hacia el interior, la recuperación de la diferencia sociogeográfica de los diferentes espacios -que normalmente hemos llamado regiones- así como de las diversas culturas y grupos humanos que se encuentran en el territorio nacional. Así, la agenda en nuestros países pasa cada vez más por eliminar los aislamientos y relegamientos regionales y sociales e intentar vincular, con respeto, las diversas aspiraciones e intereses de la diversidad, que es nuestra riqueza. En la región, por apostar, no por la recreación del pasado sino por aprovechar los cimientos heredado de nuestros padres para repotenciar esta unidad, asumiendo también la micro-diversidad intraregional; al articular, con respeto, a los pequeños espacios se podrá, plantear el modo de articularnos, en modo semejante, a la Nación y ésta a su vez al bloque regional y panorama mundial.

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