América Latina en el contexto de Multipolaridad y Globalización. Trabajo final de la asignatura \"Sociedad y desarrollo\" del Máster Inter-universitario internacional en Estudios Contemporáneos de América Latina, UDELAR.

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Descripción

América Latina en el contexto de Multipolaridad y Globalización

Miguel Ángel Aguinaga Morínigo

Maestría Bimodal de Estudios Contemporáneos de América Latina. Asignatura: Estado, Desarrollo y Multipolaridad en América Latina Contemporánea. Docente: Daniel García Delgado.

Resumen: La aparente condición multipolar de la globalización tiene múltiples efectos de relacionamiento con la región latinoamericana, los cuales podemos rastrear tanto en su coyuntura externa como interna. El contexto multipolar abre también nuevas posibilidades de desarrollo y desenvolvimiento, que han tenido expresión en los últimos años vividos. Por otro lado, puede reconocerse los distintos procesos de integración regional como una estrategia tomada para adaptarse al proceso de globalización, proceso al cual la región tendría importantes enfoques y valores que aportar. Palabras clave: América Latina, Multipolaridad, Globalización, Teoría de las Relaciones Internacionales, Desarrollo coordinado y desarrollo desigual, potencialidades regionales. Abstract: The globalization´s multipolar condition implies several relational issues with the latinoamerican región. These can be found in their internal and external expressions. The multipolar context gives new oportunities of development, which have had a expression in recent years. On other hand, the processes of regional integration can be understood as a strategy of adaptation to the globalization process, to which the región could have important approches and values to add. Key words: Latin America, Multipolarity, Globalization, International Relations Theory, Combined and uneven development, regional potential.



Introducción.

En el presente trabajo, de temática tan abierta, abordaremos el complejo tema del relacionamiento de lo que hemos categorizado como un sujeto amplio, es decir “América Latina”, con el complejo y cambiante contexto multipolar internacional, diferenciando y a la vez relacionando tal contexto con el proceso más profundo de globalización. Para ello, primeramente haremos unas aclaraciones en cuanto al marco o mejor dicho marcos teóricos y conceptuales de los cuales nos hemos servido para abordar la problemática. Seguidamente, entraremos en la cuestión más concreta del paso del mundo bipolar al multipolar, y en cómo ello ha afectado a la región. A continuación, analizaremos los escenarios de coyuntura externa e interna por los que reconocemos esos cambios de relacionamiento para con el resto del mundo, tanto a nivel político en referencia a las 1

relaciones con la potencia hegemónica estadounidense, como a nivel económico con respecto al cambio en el paradigma de modelo de desarrollo económico hasta hace unos años tan incontestadamente imperante. En ese mismo capítulo, habrá cabida para ciertas reflexiones sobre la irreversibilidad o no de la contestación a tal modelo, en relación al contexto político y económico más actual. Finalmente, añadiremos un último capítulo en el que se reflexionará sobre algunos efectos que la globalización está teniendo en la región, y sobre alguna de las contradicciones que ello produce, para acabar mencionando lo que consideramos pueden ser potenciales aportes regionales a dicho proceso tan amplio, complejo y aparentemente irreversible de globalización.



Marco teórico y conceptos.

Antes de entrar en el desarrollo del trabajo en sí, cabría recoger ciertas aclaraciones referentes al uso de términos y al marco teórico que primará en el desarrollo de ideas del presente trabajo. Primeramente, en referencia a la dimensión que el trabajo tendrá con el campo académico de las Relaciones Internacionales (de aquí en adelante RRII), cosa que estará muy presente como puede preverse ya sólo con la inclusión en el título del término “Multipolaridad”, resulta pertinente manifestar que en mayor medida la visión teórica que primará será la construccionista. Si bien esto será así, ello no significa que no se recurra cuando sea pertinente a recursos o herramientas interpretativas de otras escuelas teóricas de las RRII como puedan ser la realista, o la neomarxista, entre otras posibles, citándose textos y aportes de estudiosos de estas diferentes escuelas, como no podía ser de otra forma ante la amplitud y complejidad del tema a tratar, y como no puede ser de otra forma al abordar cualquier tema de la realidad humana y social, para lo cual, dependiendo de la dimensión de la misma que se quiera abordar, será siempre necesario (o al menos a nuestro entender deseable) realizar cierto juego de flexibilidad ecléctica mediante el cual se consiga representar de manera más concisa y completa la problemática a tratar. Así por ejemplo, cuando el desarrollo del análisis requiera fijar la atención en los Estados como los principales actores de según qué procesos, principalmente de índole político-diplomática y sobre todo en relación a firma de tratados, modelos de integración regional y relacionamiento con las potencias mundiales, resultará más conveniente hablar en términos más clásicamente realistas, acudiendo al uso de conceptos como el de “autonomía”, “intereses nacionales”, “alineamiento”, etcétera. Mientras que para otras dimensiones de la problemática, como la económica, resulten más pertinentes conceptos más típicamente estructuralistas como los de “dependencia”, “relación centro-periferia”, “clases mundiales”, “especialización geográfica de la producción”, etcétera. Otras ideas y conceptos como los de “construcción de nuevas identidades”, “transnacionalidad”, etc. estarán más en la línea del construccionismo como tal, al cual consideramos aquí la tendencia que resulta más abierta al relacionamiento con otros esquemas teóricos, al ser un enfoque cuyo corpus resulta mucho menos cerrado a la par que variado, pues consideramos al mismo un enfoque epistemológico más que un sistema teórico en sentido tradicional, que además cuenta con una característica de autoconciencia por la cual reconoce la capacidad performativa de cualquier sistema teórico o ideacional, con lo que ello implica en cuanto a potencialidad de transformación de la realidad humana (Arriola, 2013). Por otro lado, en referencia al contenido que podamos darle al otro concepto titular del trabajo, el de “Globalización”, más allá de la dimensión que para el campo de las RRII 2

pueda tener, seguiremos aquí además algunos de los contenidos que desde la sociología crítica se le han adscrito al término, y más concretamente los realizados por el sociólogo alemán Ulrich Beck: “Por su parte, la globalización significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.” (Beck, 1988/1997, traducción de Bernardo Moreno) Este autor, además, distingue este fenómeno de otros que sin embargo se encuentran relacionados con el mismo, tales como el “globalismo”: “concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político; es decir, la ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo” (Beck, 1988/1997, traducción de Bernardo Moreno) O los de “globalidad” y “sociedad global”: “La globalidad significa lo siguiente: hace ya bastante tiempo que vivimos en una sociedad mundial, de manera que la tesis de los espacios cerrados es ficticia. No hay ningún país ni grupo que pueda vivir al margen de los demás (…) sociedad mundial significa la totalidad de las relaciones sociales que no están integradas en la política del Estado nacional ni están determinadas (ni son determinables) a través de ésta” (Beck, 1988/1997, traducción de Bernardo Moreno) En tercer lugar, en cuanto al tercer concepto que utilizamos en el título, esto es América Latina, resulta pertinente especificar que si bien se ha optado por utilizar este término geográfico-cultural tan amplio para definir al sujeto protagonista de nuestro trabajo en su relacionamiento con los fenómenos ya explicitados de multipolaridad y globalización, es menester adelantar que en las ocasiones en que se hagan análisis más particularizados, estos se realizarán sobre contextos más reducidos de la subregión sudamericana, por una cuestión operacional de mayor facilidad de abarcamiento, así como por la circunstancia personal de mejor conocimiento académico de las realidades de dicha área. La justificación, por tanto, del uso del término “América Latina” vendrá dada por el hecho de que en el desarrollo del trabajo se englobará también a países latinoamericanos que sin pertenecer al ámbito sudamericano, juegan un papel importante en su relacionamiento para con esta subregión (como por ejemplo la pertenencia mexicana al esquema de la Alianza del Pacífico) así como por, en ocasiones, y más concretamente en referencia al tipo o tipos de relaciones históricas que la región latinoamericana ha tenido para con la potencia hegemónica estadounidense, podrá percibirse la ampliación del sujeto a la región en su conjunto en vez de limitarse al ámbito más reducido de Sudamérica. Ello, aun a pesar de ser consciente de la múltiple problemática que opera para la utilización de “América Latina” como una categoría de análisis unitaria, discusión esta en la que no entraremos aquí ya que la misma daría para realizar un trabajo por sí mismo. A pesar de ello, entendemos que la realidad latinoamericana, si bien compleja y heterogénea, es susceptible de ser abordada como un sujeto propio, justificado esto no ya sólo por compartir características históricas comunes, en referencia a su pasado compartido, sino también por la posición que, como región, en tantos aspectos comparte en su relación con el actual contexto global-internacional. Cosa esta que, como veremos más adelante, podría estar sujeto a un proceso de transformación 3

de carácter divergente debido al fenómeno de ascenso de países que tradicionalmente fueron potencias regionales a la categoría de potencias emergentes (Toledo, 2010), con mayor capacidad de incidencia a nivel mundial, así como por las diferentes estrategias de relacionamiento con la economía-mundo que se están dando al interior de la región a cuya cristalización asistimos con la configuración de diferentes modelos de integración regional, valgan como ejemplo los casos aparentemente contrapuestos del MERCOSUR y la Alianza del Pacífico (Turzi, 2014). Por último, consideramos además que la categoría de “América Latina” como sujeto propio se justifica también por razones de futuro, por la potencialidad existente en la región de compartir intereses y de ir construyendo un carácter identitario más comunitario que lo vaya convirtiendo cada vez más en un actor cuya voz, susceptible de ser articulada en coro, vaya ganando autonomía y relevancia en el concierto internacional global.



América Latina en el paso a la Multipolaridad

La multipolaridad en el sistema internacional no es nueva, de hecho, más bien ha sido la situación más común a lo largo de la historia moderna en cuanto a la distribución de poder entre naciones (Radhika, 2015) si atendemos al contexto internacional, por ejemplo, tanto del sistema bismarckiano decimonónico como el de los momentos previos a las dos Guerras Mundiales del pasado siglo XX, siendo que la bipolaridad manifiesta durante la Guerra Fría, así como el breve período de pretendida unipolaridad estadounidense tras la caída del Muro de Berlín, han supuesto anomalías históricas más que la regularidades de la norma. Estaríamos utilizando hasta ahora una concepción más bien realista de las RRII del concepto multipolar, al hacer con él referencia al papel que juegan los estados como los principales protagonistas y únicos actores a tener en cuenta en la conformación del sistema internacional y en la forma en la que éste configura la distribución y las relaciones de poder. Ciertamente, este tipo de enfoque tendría mucha más pertinencia en contextos de economías nacionales más cerradas, como ocurriera en el pasado, cuando los estados aún tenían mayor capacidad de agencia en la ordenación de la economía mundial, algo que en nuestro tiempo resulta cada vez más alejado. Con esto no queremos decir que los estados ya no tengan que tener capacidad para incidir en lo económico, ni mucho menos, simplemente estamos constatando la realidad de un proceso histórico el cual no tenemos por qué considerar deseable en todos sus aspectos. Dicho esto, podemos empezar a entrar en la cuestión de cómo América Latina se ha relacionado y se ha visto afectada, positiva o negativamente, con los cambios en la polaridad del sistema internacional mundial en los tiempos recientes (arrancaremos desde el contexto de mundo bipolar, pasando por un breve momento de unipolaridad estadounidense, especialmente manifiesta en nuestra región de estudio durante los noventa, para llegar al actual momento multipolar de entrado el nuevo siglo). De manera somera, el proceso podría resumirse diciendo que la tríada relacional EEUU-América Latina-URSS en el contexto de Guerra Fría resultó eminentemente negativa, pasando al actual contexto multipolar cuyo reflejo en la región sería la intensificación de las relaciones en el triángulo EEUU-América Latina-China, lo cual resultaría por el contrario potencialmente ventajoso (Tokatlian, 2007)1.

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En el texto referenciado, el autor habla de una ventaja que potencialmente podría resultar beneficiosa para los tres actores. Aquí, sin embargo, nos limitamos a marcar lo ventajoso de la situación para el sujeto

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El contexto bipolar de Guerra Fría resultaría negativo debido, entre otras cosas, a las constantes intervenciones norteamericanas, explícitas o secretas, que entre otras consecuencias impedían una consolidación de la democracia en la región al dar apoyo a dictaduras militares que se justificaban por su carácter anticomunista, para luego abrirse paso una breve situación unipolar tras la caída de la URSS en la que, si bien se recuperaron las instituciones y formas democráticas, se perdió prácticamente toda autonomía en materia económica imperando el llamado Consenso de Washington. Finalmente, con el ascenso de los países emergentes, y sobre todo de China, América Latina se vería beneficiada ya que comenzaría a contar con un nuevo e importante socio comercial, lo que redundaría en un consecuente aumento de su autonomía (tanto política como económico comercial) al reducirse la exclusividad de la relación de dependencia para con EEUU y la UE. En cuanto a esto, resulta interesante el debate sobre el tipo de autonomía que la región estaría logrando, al plantearse la problemática de que la nueva situación podría interpretarse y/o derivar en una nueva relación de dependencia que simplemente estaría oscilando de dirección desde el polo norteamericano-occidental hacia el sínicoasiático. Si bien puede que en esto haya algo de verdad, el simple hecho de que aumenten las opciones de matriz de relacionamiento comercial (lo que supone una mejora “cuantitativa” al aumentar las elecciones de relacionamiento y con ello los repertorios de acción) unido a la condición del nuevo socio, China, país que impondría muchos menos condicionantes a la política interna para hacer negocios (implicando ello a su vez una mejora “cualitativa” de relacionamiento) no traduciéndose su expansionismo económico en un paralelo político-ideológico (es decir, sin manifestarse, de momento, un imperialismo al más claro estilo estadounidense, país que cuenta incluso con numerosas bases militares en la región) supone ya de hecho una mejora relativa de la posición latinoamericana en el entramado político-económico mundial de relaciones de poder, lo que puede ser traducido en una mayor autonomía efectiva. 2 Así, quizás pueda afirmarse que la relación comercial con China, si bien no supone una ruptura en la condición de dependencia (pues lejos de revertir el proceso de re-primarización productiva, más bien incluso la incentiva) sí parece suponer una modificación a esta situación de dependencia, para la cual, para el caso chino, podría hablarse de una dependencia no imperialista, lo que supone una experiencia inédita en la historia de la dependencia latinoamericana. Por otro lado, el actual contexto multipolar ofrece otras ventajas de carácter más profundo más allá de aumentar las posibilidades de relacionamiento de la región con nuevos actores mundiales, sino que parece estar ofreciendo también nuevas modalidades de desarrollo, alternativas a las experimentadas en las dos últimas décadas del siglo pasado, cuando imperó el modelo neoliberal más ortodoxo. Efectivamente, consideramos aquí que la emergencia de nuevos actores globales del contexto multipolar no implica únicamente un cambio en la forma del esquema mundial de poder, sino que también puede suponer una oportunidad de transformación en la manera en que dicho esquema de poder se desenvuelve. Para ser más precisos, la transformación del esquema político mundial es susceptible de provocar transformaciones en el modelo de desarrollo económico, dando la posibilidad de que éste se vuelva más participativo a nivel internacional, más coordinado desde el poder político, y finalmente más inclusivo a nivel social. Por sentado se da que dicha lectura no pretende asentar una implicancia de tipo lineal, es decir que la “América Latina” y creemos que dicha ventaja pasa indefectiblemente por una merma de la hegemonía estadounidense en la región, por lo que no compartimos por entero la tesis del texto citado. 2 Las conclusiones aportadas sobre el debate que, de manera muy somera, aquí se ha planteado, son en gran parte fruto de las reflexiones surgidas en clases impartidas por García Delgado, autor citado en la bibliografía, como parte de la Maestría Bimodal de Estudios Contemporáneos de América Latina cuya titulación oferta la Universidad de la República de Uruguay, UDELAR.

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multipolaridad tenga como consecuencia inmediata e ineludible un modelo de desarrollo más inclusivo, sino que dicha posibilidad resulta más plausible en condiciones en las que el poder quede menos concentrado en un solo polo, siendo que tal posibilidad de desarrollo alternativo ha de ser tomada y construida desde el plano de la voluntad política, que además, pasa por consensuar y coordinar estrategias elaboradas a nivel internacional, y que en el ámbito latinoamericano se manifiesta más particularmente en la necesidad de profundizar el proceso de integración regional, cuestión a la que volveremos más adelante. Esta interpretación sobre las posibilidades que ofrece la multipolaridad es contraria al ideal de lo que presupone la ortodoxia neoliberal imperante, por el cual economía y política son y deberían ser dos esferas herméticamente diferenciadas del campo de acción humano, existiendo tan sólo un modelo de desarrollo económico eficiente, el liberal, para el cual los actores políticos apenas deberían tener un papel que jugar más que el de sostener las condiciones que sustentan tal modelo (identificable esto, si se quiere, con la llamada falacia del globalismo en palabras de Ulrich Beck [1988/1997]). Por el contrario, nuestra interpretación es más afín a la idea de que economía y política son dimensiones de una misma realidad humana referente a las relaciones de poder, y que su pretendida separación en campos totalmente diferenciados es fruto de una construcción histórica que actualmente resulta funcional a los intereses de los poderes que han resultado imperantes, detentados por las élites occidentales, los cuales además habrían logrado su posición de privilegio mediante un proceso histórico que precisamente combinaba acciones de ambos campos, político y económico, algo manifestado más claramente en el estudio del fenómeno del colonialismo, pues sin expansión del modelo político estatal colonial no se hubiera dado la expansión del modelo económico capitalista mundial (y la consecuente estructuración de relaciones de tipo centro-periferia, extendiendo con ello a nivel internacional cierta dimensión del sistema de clases). Pero sin entrar a profundizar mucho más en esta cuestión tan amplia, simplemente mencionaremos que dicha lectura sobre cómo se han tejido las relaciones entre lo económico, lo político, y el sistema mundial, y por tanto de cómo habría que abordar en estudio y análisis del actual contexto multipolar y de sus potencialidades, nos viene dada del incipiente enfoque disciplinar que se ha venido en llamar Geopolítica Económica (Rahdika, 2015). Una de las aportaciones más interesantes que realiza este tipo de aproximación para el estudio de la multipolaridad, es la contraposición que hace del caracterizado como desarrollo desigual (uneven development) frente a su contrapuesto desarrollo combinado (combined development) (Rahdika, 2015). Básicamente, el primero haría referencia al tipo de desarrollo liberal, sin gobernanza ni intervención política, imperando principalmente la lógica de producción y acumulación, mientras que el segundo estaría más coordinado a nivel político e internacional, contando con mayores objetivos de inclusión y protección social. De esta forma, el primer modelo, aparte de más injusto, habría resultado además históricamente menos eficiente pues su aplicación habría producido crisis de carácter más virulento y dañino, como fueron el Crack del 29 o la más reciente Crisis Financiera de 2008. Por el contrario, el modelo de desarrollo combinado, reconocible por ejemplo en la llamada Edad de Oro, momento de auge del desarrollo económico y social correspondiente a las décadas del 50 al 70, y más recientemente con los modelos de crecimiento de los países emergentes, los cuales tienen un mayor carácter intervencionista, habrían conseguido mayores cuotas de estabilidad y progreso, logrando la salida de la pobreza y la mejora de la calidad de vida de masas de población ingentemente más numerosas (pensemos sólo en China e India) que las logradas por el modelo contrapuesto (Radhika, 2015). 6

Así, América Latina podría funcionar como otro ejemplo de la mayor eficacia de un modelo de desarrollo más coordinado si atendemos a los niveles de crecimiento y de reducción de la pobreza que se han dado a nivel regional coincidiendo con el ascenso de gobiernos progresistas, más tendentes a la intervención en lo económico. El caso latinoamericano resultaría particularmente ejemplificador de esta contraposición de modelos si comparamos la actual situación con la de las décadas anteriores, cuya elocuente denominación como la Década Perdida sirve por sí sola para caracterizar los terribles efectos sociales y económicos que la aplicación del modelo anterior provocó. En efecto, retomando el inicio del hilo argumental, la multipolarización del sistema internacional parece haber resultado funcional para lo que algunos autores han venido en caracterizar como un cambio de paradigma en la región (García Delgado y Ruiz del Ferrer, 2015) en relación al modelo económico y político de desarrollo. Ciertamente, los cambios en política económica que de manera amplia se han vivido en la región, parecen haber marcado una época en la que no solamente se ha avanzado en materia de reducción de la pobreza e inclusión social, sino que de la mano ha llegado un impulso integracionista, creándose por ejemplo la UNASUR y la CELAC, modificando el contenido de otros esquemas como el de MERCOSUR hacia orientaciones de tipo más político y no únicamente comercial (y más recientemente y de carácter distinto, más económicamente aperturista, la creación de la Alianza Pacífico). Amplio puede ser el debate en torno a las características manifestadas durante esta etapa, y de hasta qué punto la misma ha supuesto realmente (o no tanto) un proceso de ruptura para con el paradigma hasta entonces dominante. Sea como fuere, lo que sí resulta evidente es que esta primera década y media de siglo XXI ha supuesto una etapa transformadora y hasta un hito para la historia de la región en su conjunto, sobre todo en referencia al aumento de la capacidad regional de resolver sus problemas de manera más autónoma, así como de, relacionado con ello, empezar a percibirse a sí misma como un actor propio de intereses compartidos, traduciéndose esto en el plano político y quizás también, de alguna manera, en una cada vez mayor auto-percepción identitaria de carácter más común. Todo ello ha redundado en una mejora de la posición regional en el nuevo contexto multipolar del mundo.



El contexto multipolar en la coyuntura interna y externa. Retos para una coyuntura de futuro inmediato.

Seguidamente, podríamos enumerar los hechos y características principales que han repercutido favorablemente para la región, tanto de coyuntura externa como interna. Coyuntura externa: - Con el fin de la Guerra Fría la región sufre una devaluación de su valor geoestratégico, lo que repercute positivamente ya que se verá menos sujeta a intervenciones dirigidas desde la potencia hegemónica estadounidense. - Además, el nuevo foco de intervención de dicha potencia empezará a centrarse más en Oriente Medio, sobre todo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, con lo que los países de la región tendrán más libertad para desarrollar nuevos formas de relacionamiento para con los poderes globales, algunas de estas nuevas formas resultando incluso bastante contestatarias (como la Venezuela Bolivariana o la Bolivia Plurinacional)

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- El ascenso económico de nuevos actores mundiales, más particularmente de la región de Asia Oriental y dentro de ella de China, dará más opciones de relacionamiento comercial, reduciéndose así en algo la dependencia para con EEUU y la UE. - Este aumento del dinamismo económico mundial provocará una apreciación del valor de materias primas, principal rubro exportador latinoamericano, lo que se traducirá en una etapa continuada de crecimiento económico en la región al menos durante la primera década y media del nuevo siglo (cosa que parece estar truncándose actualmente, si bien este es aún un fenómeno de horizonte abierto). - El ascenso de los BRICS generará nuevas oportunidades para la conformación de modalidades de desarrollo económico más coordinados, más participativo a nivel internacional, potencialmente más inclusivo, y mucho menos dependiente del financiamiento privado globalizado (pudiendo servir como ejemplo de esta tendencia la conformación del Nuevo Banco de Desarrollo impulsado por los países emergentes, entre los que se encuentra Brasil). - La Crisis Financiera global de 2008, que afectará de manera contundente a las potencias occidentales, no tendrá el mismo nivel de impacto en la economía regional, lo cual dará mayor legitimidad al nuevo e incipiente modelo de desarrollo, uno más combinado internacionalmente, así como más dirigido y coordinado desde poderes políticos que serían así cada vez más independientes. (García Delgado y Ruiz del Ferrer, 2015).

En cuanto a la coyuntura interna: - La desastrosa experiencia sufrida durante las décadas del Consenso de Washington provocará finalmente una reacción a nivel regional que se cristalizará en el ascenso de gobiernos de carácter progresista, los cuales comenzaran a aplicar políticas económicas sin seguir la ortodoxia neoliberal anterior. - El carácter más social de las nuevas políticas, combinado con la situación de bonanza económica regional al calor de las exportaciones de materias primas, tendrá efectos positivos en cuestiones de reducción de la pobreza e inclusión social. - A pesar del viraje en política económica, la matriz productiva de la región no ha variado, y sigue basándose en la exportación de materias primas (por lo que mantiene su rol en el proceso de especialización geográfica de la producción a nivel mundial) si bien los rubros provenientes de dicha actividad han estado sujetos a una mayor redistribución de mano de los nuevos gobiernos progresistas. Por otro lado, aunque se han reducido los niveles de pobreza, no ha pasado lo mismo, de manera general, con el tema de la desigualdad social. - El nuevo contexto internacional, ha provocado el ascenso a categoría de potencia emergente a un país clave en la región, Brasil, el cual podría funcionar de interlocutor de los intereses regionales compartidos al convertirse en un actor más relevante en el panorama internacional global. Esta situación, sin embargo, no está exenta de haber generado ciertas contradicciones al interior de la región (Toledo, 2010), cosa que abordaremos más adelante. - Todo lo anterior ha ido en favor de avanzar como nunca antes en el proceso de integración regional, intensificando las relaciones económicas entre países del subcontinente (y sobre todo al interior de Sudamérica) y estrechando lazos de carácter 8

político. Sirva de ejemplo el hecho de que en los últimos años los presidentes latinoamericanos se han reunido más veces que en los 200 años de historia anterior. (García Delgado y Ruiz del Ferrer, 2015).

Una vez señalados las principales hitos y características del ciclo de transformaciones, fruto de un inter-relacionamiento entre la coyuntura global externa y la regional interna, cabe mencionar que dichas transformaciones pudieran no tener un carácter irreversible, a tenor de los hechos que se están viviendo actualmente. De nuevo, una convulsión en las condiciones de coyuntura externa, la caída de precios de materias primas, está poniendo en jaque el modelo de desarrollo construido en los últimos años, y con ello, parece avecinarse una etapa en la que sino todos, sí varios de los gobiernos progresistas puedan ser destituidos (bien por las urnas, como el reciente caso de Argentina, bien por otros medios, como el de generar presión institucional de carácter judicial, como parece que se está intentando en Brasil). La dirección que pueda tomar la nueva coyuntura que se abre resulta aún incierta y de difícil predicción de consecuencias. Si un posible viraje de escenario político a nivel interno supondría también una modificación radical de la política a nivel internacional entre los países de la región, paralizando por ejemplo el proceso integrador, o modificando el contenido de este hacia posturas más liberales en lo económico y/o más alineadas con Occidente en lo político, es algo que aún está por determinarse. Por otro lado, queda también en suspense la continuidad del modelo de desarrollo más coordinado del que hemos venido hablando, ya sea por la imposibilidad de mantenerlo por causa de la crisis económica (que ya está causando efectos en este sentido) aun manteniéndose en el poder gobiernos progresistas (véase el tipo de políticas que está adoptando el gobierno de Dilma en Brasil) ya sea por el posible ascenso de nuevos gobiernos de corte más liberal. Para cualquiera de estos dos casos, pero principalmente para el segundo, la constatación de la existencia de un verdadero cambio de paradigma vendrá dada por la capacidad que el nuevo modelo de desarrollo coordinado tenga de resistir, más allá de la coyuntura de crisis económica y/o de alternancia de gobierno. Esta capacidad de resistencia, y por tanto de consolidación, dependerá de la fuerza de las aspiraciones sociales de inclusión y de justicia social que sin duda se han visto empoderadas durante este ciclo progresista. La capacidad que estos ideales hayan tenido de permear entre la sociedad es de lo que dependerá la sustentación del modelo de desarrollo más coordinado e inclusivo.



Globalización, Integración, y potenciales aportes latinoamericanos al proceso global.

Si bien los fenómenos de globalización y multipolarización se encuentran estrechamente relacionados, son dos fenómenos diferenciados. Entendemos que el primero hace referencia a procesos de carácter más profundo que se desenvuelve a niveles que impregnan incluso la cotidianidad de la vida (el ejemplo quizás más palpable sea el desarrollo de la telecomunicaciones e internet) y hasta la construcción de nuevas identidades transnacionales (como el acervo cultural conocido como “hispano” en el contexto social estadounidense). El segundo puede tener también su reflejo en cuestiones cotidianas, sirva de ejemplo que no sólo los gobiernos latinoamericanos, sino también las empresas privadas, han generado nuevas estrategias de adaptación al contexto multipolar (Álvarez Sánchez, 2010). Sin embargo, podría considerarse que precisamente la emergencia de la multipolaridad es resultado de una estrategia adaptativa de los actores 9

internacionales a un proceso de globalización que escapa a su control. Pueda así quizás plantearse que la multipolaridad es fruto de la resistencia de los actores internacionales no a la globalización en sí, sino a un modelo de globalización unidireccional en lo económico y unipolar en lo político. Es quizás consecuencia de una re-politización a nivel internacional de un proceso que parecía aspirar a, precisamente, acabar con la dimensión política del mismo mediante la expansión ineluctable de un modelo de desarrollo económico excluyente y dependiente principalmente del financiamiento global privado. La respuesta ha venido no ya sólo de un desenvolvimiento de la economía que ha reorientado las matrices de dinamismo económico, consolidándose un relacionamiento sur-sur, sino que la respuesta ha llegado también desde el ámbito de lo político. Hasta qué punto, como alguno autores han planteado (Moufé, 2013) la emergencia de la multipolaridad en el proceso de globalización pueda repercutir en una democratización del status quo internacional, es algo que está sujeto a debate, pues de hecho pueden también apreciarse efectos negativos de una competencia internacional múltiple que del nivel global pase a manifestarse en escenarios más localizados, pudiendo servir como ejemplo el actual enquistamiento del conflicto sirio. Desde luego, parece lógico pensar que cualquier proceso complejo como al que estamos aludiendo tendrá indefectiblemente efectos positivos en unos sentidos, pero negativos en otros. Ahora bien, volviendo al caso que nos ocupa, Latinoamérica, cabría preguntarse, ¿qué efectos a nivel regional está produciendo el proceso de multipolarización de la globalización al que estamos aludiendo? ¿Qué estrategias de adaptación se están articulado por parte de los países latinoamericanos, y cuáles serían más beneficiosas? ¿Qué cosas podría aportar la región, fruto de sus experiencias históricas y aprendizajes, al proceso global? Mucho podría hablarse de los efectos de la globalización en el terreno de lo cultural, si bien nos limitaremos aquí a poner de relieve un aspecto que se relaciona directamente con la pugna ideológica por el poder a nivel internacional, y es el caso de los mass media. Efectivamente, la concentración de los mismos a nivel global tiene su reflejo en la región, siendo que dichos mass media juegan un rol importantísimo como actor político regional en la difusión de un discurso, presumiblemente a favor del globalismo en el sentido “becknikano” al que aludimos al inicio del trabajo, y que por tanto resulta contrario al proceso de cambio de paradigma socioeconómico al que hemos asistido durante este ciclo progresista latinoamericano (García Delgado y Ruiz del Ferrer, 2015). Por otro lado, a nivel político, quizás una de las estrategias más fructíferas de adaptación al proceso de globalización haya sido el impulso a la integración regional. La conformación de grupos de tan diferente carácter y contenido (UNASUR, CELAC, ALBA, MERCOSUR, Alianza del Pacífico, etc.) puede resultar una estrategia de adaptación útil a la vez que diversa. Por ejemplo, dentro del esquema sudamericano de la UNASUR, conviven proyectos de integración económica de tan distinta índole como son el MERCOSUR y la Alianza Pacífico (en el que participa México, el cual no es miembro de UNASUR). Esto, si bien puede resultar un cierto antagonismo en materia de política económica, no tiene por qué traducirse en un antagonismo de tipo político, pues, por ejemplo, no parece que dichas diferencias hagan renunciar a que países de la región pertenecientes por ejemplo al G-20 lleven una sola voz representativa de los intereses estructurales regionales. Somos por tanto aquí partícipes de la idea de que: “la dimensión sistémica de América Latina como conjunto regional está marcada por ‘geografías variables’, que resultan de dinámicas y sinergias con contradicciones y conflictos propios; pero que profundizan una tendencia hacia esquemas que empoderan a la región” (Bosoer, 2010, citado por Turzi, 2014:81) 10

Estas contradicciones pueden manifestarse, por ejemplo, en las aspiraciones de países emergentes, y más concretamente de Brasil, de tomar posiciones a nivel internacional menos consensuadas en el plano regional (como los momentos de acercamiento a Irán, lo que pudo contrariar a Argentina, o su aspiración a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que no parece encontrar el apoyo necesario por parte de otros países sudamericanos), lo cual puede repercutir negativamente en su papel de liderazgo regional ante los recelos de sus vecinos (Toledo, 2010). La tensión latente del Brasil entre su capacidad de líder regional y su aspiración de actor con creciente incidencia global es quizás uno de los nudos provocados al interior de la subregión por la multipolarización de la globalización y en cuya resolución parece también jugarse el futuro del ímpetu integracionista. De todas formas, tal cuestión no parece que vaya a resolverse de manera maniquea, sino que posiblemente suponga un juego de adaptación constante pues ciertamente sí parece conveniente para el Brasil contar con unos socios latinoamericanos política y económicamente fuertes. Asistimos con todo ello a un panorama regional complejo, como complejo resulta actualmente la organización geopolítica del mundo. En cuanto a ello, es quizás la tradicional y creciente capacidad regional de articular un multilateralismo activo para la resolución de conflictos una de las cualidades que más necesarias pueden resultar para el futuro del contexto global multipolar, y quizás la experiencia adquirida en el contexto latinoamericano pueda ser útil a la hora de mediar en conflictos internacionales. En efecto, si bien América Latina no ha estado ni mucho menos exenta de conflictos violentos, sí es cierto que éstos no han tomado la forma de guerra entre países, al menos desde los años 30 del siglo XX, siendo que de ello puedan aportarse experiencias y aprendizajes positivos como parte de la sociedad global. En términos de Mouffé (2013), pueda quizás interpretarse que en la región ya tiempo ha se lleva manifestando un organigrama de tipo agonista en el cual, sin perderse el quehacer político y el conflicto que de manera inherente ello implica, dicha pugna no tenga por qué articularse en forma de antagonismo irreconciliable e incapaz de llegar a consensos. Ciertamente, este tipo de capacidad puede resultar más que deseable a nivel internacional ante la constante y compleja redistribución de poder en el mundo. Quizás se esté menospreciando el potencial de aprendizaje que se puede extraer de la experiencia latinoamericana ante los retos que a nivel mundial la globalización está empezando a plantear, en pos de lograr una tan ansiada convivencia pacífica internacional capaz de respetar la diversidad y las diferencias políticas y culturales existentes3. Por otro lado, y no menos importante, el reciente ciclo progresista latinoamericano ha contribuido también a la repolitización de la globalización, planteando alternativas y cuestionando el modelo de globalización unipolar y neoliberal que tan incontestable se presentaba en las décadas pasadas. Puede así también considerarse a la región como con potencialidad para contestar modelos unitarios y por tanto anti-políticos de globalización así como para generar modelos alternativos de desarrollo económico. En cuanto a potencialidades, puede interpretarse como tal el planteamiento que recientemente se ha llevado a cabo al interior de la región al elaborarse formas de carácter jurídico que mucho podría tener que aportar para otro de los grandes retos de lo global, el problema medioambiental. Nos referimos con esto a la inclusión en las Constituciones de Bolivia y Ecuador del concepto de la Pachamama, como una forma de convertir en sujeto de derecho a la riqueza natural y medioambiental de estos países, algo además integrado en el ideal más general del Buen Vivir, conceptualización problemática pero a 3

Para indagar en un debate de tipo teórico respecto a esta aspiración, véase Agusto Palma (2009).

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la vez interesante, susceptible de aportar gran riqueza al debate social-global sobre la pertinencia y la viabilidad de las múltiples y distintas aspiraciones humanas. Este hecho podría funcionar como un ejemplo de proteccionismo verde ante aspectos amenazantes de la globalización (Beck, 1988/1997) si bien los gobiernos que consagraron tal ideal no están exentos de recibir duras críticas por parte de sectores medioambientalistas que ponen en entredicho la voluntad real de llevar a la práctica tales principios, pues la actividad extractiva no se ha detenido. Sin entrar a profundizar en lo complejo de este debate, puede concederse que al menos sí existe una intención real de minimizar los daños medioambientales producidos por las actividades económicas de gran impacto, como las extractivas, preocupación que resultaba inexistente en modelos anteriores. Estas nuevas conceptualizaciones, como la de Buen Vivir o la de dotar de derechos a la Pachamama, pueden identificarse como producto de la búsqueda de un giro epistemológico de carácter filosófico, (que se ha venido en llamar “giro decolonial”) que se ha dado en la región latinoamericana, el cual se relaciona con el proceso de globalización y en el intento de superación de la colonialidad del poder y del saber que dicho proceso de globalización se interpreta ha impuesto al mundo (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007). No entraremos aquí a profundizar en los postulados de dicha teoría de pensamiento, ya célebre por otro lado, simplemente nos ha resultado pertinente al menos traerla a colación en tanto en cuanto puede interpretarse como un efecto del relacionamiento intelectual de la región con el proceso de globalización, como consecuencia de pensar dicho proceso desde un locus latinoamericano que reconoce y utiliza la condición heterogénea de tal locus. Es además ese reconocimiento de la heterogeneidad que existe en las formas de entender el mundo lo que podría también funcionar como un importante aporte regional sobre la manera de pensar y entender la globalización, pudiendo tener esto sus aplicaciones en desarrollos teóricos que aborden temas relacionados con las RRII (Soto Acosta y Morales Camacho, 2015). Desde luego, una fuente de pensamiento que abogue por el reconocimiento y la tolerancia de las diversas epistemologías existentes en el mundo, contraponiéndose ello por tanto a una presumible aspiración monista y totalizante de los poderes globales, cuenta con gran potencial para un mejor entendimiento y con ello un mejor desenvolvimiento, que sea más pacífico, tolerante e inclusivo, de la aparente condición multipolar de la globalización.

Bibliografía: - Augusto Palma, Dante (2009). “Civilizaciones, multipolaridad y confederaciones en el nuevo orden mundial”. XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. VIII Jornadas de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires. - Álvarez Sánchez, Sealtiel. (2010). “Consecuencias del fin de la hegemonía estadounidense en la gerencia latinoamericana”. Revista Nacional de Administración, enero-junio, nº1 :159-166. - Arriola, Jonathan. (2013). “El Construccionismo: su revolución onto-epistemológica en Relaciones Internacionales”. Revista Opinhao Filosófica, vol. 4, nº 1: 377-397.

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- Beck, Ulrich. (1997). ¿Qué es la Globalización? Falacias del Globalismo, respuestas a la globalización. (Bernardo Moreno y Mª Rosa Borrás, trad.) Barcelona, PAIDÓS. (Obra original publicada en 1988). - Castro Gómez, Santiago y Grosfoguel, Ramón (Ed.) (2007). El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá, Siglo del Hombre Editores. - García Delgado, Daniel y Ruiz del Ferrier, Cristina. (2013). “El nuevo paradigma. Algunas reflexiones sobre el cambio epocal”. Revista Estado y Políticas Públicas, nº 1: 64-81. - Mouffe, Chantal. (2013). Agonistics: thinking the world politically, Verso, New York. - Radhika, Desai. (2015). “Geopolitical Economy; the Discipline of Multipolarity” Valdai Papers, nº 24: 2-12 - Soto Acosta, Willy y Morales Camacho, María Fernanda. (2015). “El fenómeno de la integración regional en la disciplina de las relaciones internacionales: una contribución teórica a partir de la Postcolonialidad y la Teoría de la sociedad global”. REALIS, enerojunio, vol.5, nº 1: 132-150. - Tokatlian, Juan Gabriel. (2007). “América Latina, China y Estados Unidos. Un triángulo promisorio”. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 78: 187-195. - Toledo, Victor. (2010). “El lugar de Brasil en la reconfiguración del sistema internacional”. XXII Congreso argentino de derecho internacional. Argentina y su proyección latinoamericana en el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo, Salta. Disponible en web: https://www.yumpu.com/es/document/view/31565123/ellugar-de-brasil-en-la-reconfiguracion-vft-universidad-catolica- Turzi, Mauricio. (2014). “Asia y la ¿(des)integración latinoamericana”. Nueva Sociedad, nº 250: 78-87.

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