ALTERACIONES EN MONEDA HISPÁNICA: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA MONEDA CIZALLADA

July 27, 2017 | Autor: I. Rodríguez Casa... | Categoría: Monetary circulation, Coin Hoards, Second Punic War
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ALTERACIONES EN MONEDA HISPÁNICA: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA MONEDA CIZALLADA ALTERATIONS IN HISPANIC COINAGE: SOME REFLECTIONS ABOUT CLIPPING COINS ISABEL RODRÍGUEZ CASANOVA (Dra. en Numismática) ALBERTO J. CANTO GARCÍA (Universidad Autónoma de Madrid)

PALABRAS CLAVE: Monedas cizalladas y perforadas, Plata al peso, Hacksilber, Segunda Guerra Púnica, Desmonetización. KEYWORDS: Clipping and perfored coins, Silver by weight, Hacksilber, Second Punic War, Demonetization.

Las alteraciones físicas documentadas en las monedas, tales como la fragmentación, la perforación, el recorte o el cizallado, que se encuentran en diversos hallazgos monetales hispanos, han sido analizados hasta ahora de una forma conjunta. Desde hace unos años tendemos a englobarlo bajo la misma óptica que la práctica conocida como Hacksilber,1 perfectamente documentada en los estadios premonetales del Próximo Oriente. Ciertamente, estas manipulaciones de los numismas suelen documentarse conjuntamente en los tesoros hispanos, acompañadas asimismo de plata troceada procedente de otras fuentes como joyería o vasos argénteos. Sin embargo, un análisis detallado de cada una de estas alteraciones demuestra que pueden responden a finalidades diferentes, no necesariamente relacionadas con un proceso de desmonetización, ni tampoco con una utilización de plata al peso como paso previo a la monetización de un territorio. El objeto de este trabajo es presentar una aproximación al fenómeno del cizallado de moneda en el área peninsular y formular diversas hipótesis acerca de su función a partir de los paralelos que pueden establecerse con otras zonas del Mediterráneo y de la Europa céltica en las que se constata la misma práctica.

1

Véase, por ejemplo, Hildebrant 1993.

¿QUÉ

ENTENDEMOS POR CIZALLADO ?

Definimos como marcas de cizalla los cortes más o menos profundos en el flan monetal, realizados mediante un instrumento metálico que quizás fuera más exacto denominar escoplo o cincel. Dicho corte no implica pérdida de metal, puesto que éste se desplaza a ambos lados de la incisión, con lo que el peso de la moneda no se ve afectado. Una posible técnica para la realización de este tipo de marca consistiría en golpear el cincel o escoplo verticalmente con un martillo sobre la superficie de la moneda, utilizando un soporte que amortiguara el golpe y evitara en cierta medida accidentes materiales como la rotura de la pieza. Además, en numerosos casos es posible comprobar cómo la huella de la cizalla recae en el tipo o zona con más resalte de la moneda, es decir la cabeza del anverso, lo que ayuda a evitar cualquier rotura. Las marcas de cizalla son muy habituales en determinadas emisiones monetarias. Sin duda las más conocidas son aquellas que sufren las tetradracmas atenienses, las conocidas como «lechuzas», especialmente en su época de mayor apogeo, esto es, hacia el siglo IV a. C. Tradicionalmente, estas huellas de cincel han sido entendidas como una prueba para determinar la calidad del metal de la moneda.2 Es habitual, en este sentido, encontrarlas descritas directamente como «pruebas» o «marcas» de banquero. 2 Kraay 1976, 16; Carradice y Price 1988, 98, lo relacionan directamente con la falsificación de la moneda, al interpretar que el cizallado busca comprobar si el núcleo de la moneda es de bronce; en cualquier caso insisten en que se trata de una práctica común en el Próximo Oriente.

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Desde esta interpretación, el cizallado de las tetradracmas se habría realizado en lugares donde el tipo de la moneda no era reconocido como indicio indudable de la calidad de la pieza.3 Efectivamente, es en los tesoros de áreas periféricas del Mediterráneo oriental donde se documenta esta práctica con mayor profusión. Posiblemente el hallazgo mejor estudiado es el de Assyut (Egipto) con una cronología del V a. C.4 Sin embargo, a pesar de la lógica que subyace bajo esta hipótesis, recientemente se han planteado nuevas posibles interpretaciones sobre el significado real de esta práctica. Uno de los puntos débiles de la interpretación tradicional de la cizalla como prueba de calidad es que un porcentaje considerable de piezas presenta más de una marca, cuando parecería normal pensar que con una sola muesca podría probarse de una vez por todas la ausencia del núcleo de peor metal. En el mismo sentido, tampoco tiene mucha lógica que una misma moneda sea cizallada en anverso y reverso si el motivo de esta alteración fuera simplemente la constatación de la calidad del metal. Desde otro punto de vista, algunas huellas de cizalla parecen desproporcionadas por su tamaño respecto del fin perseguido y es enormemente llamativo, incluso, que algunas de las incisiones causadas por la cizalla en aquellas monedas que presentan más de una marca, parece que respondan a un patrón de distribución en el flan.

EXTENSIÓN

Y EXPLICACIÓN DEL FENÓMENO

El fenómeno del cizallado de la moneda no es una respuesta común o habitual entre los pueblos frente a la llegada de monedas desconocidas. Por el contrario, parece que su uso se ciñe a territorios concretos y a épocas determinadas. En la revisión efectuada para documentar la existencia de piezas cizalladas hemos podido delimitar varias áreas en las que parece que este uso tiene una mayor importancia. La primera de ellas, que ya hemos mencionado, es la región de Egipto y Asia Menor, que se nos presenta como la primera también cronológicamente y que es aquella que ha sido objeto de una mayor atención en la bibliografía numismática clásica. Son conocidos los tesoros procedentes de Cilicia cuyas monedas presentan en una alta proporción este tipo de marcas.5

Recientemente L. Anderson y P. G. Van Alfen han dado a conocer un tesoro del siglo IV procedente, al parecer, del Norte de Siria, adquirido por la American Numismatic Society, y que presenta cerca de un 75% de monedas alteradas mediante cizallas, grafitti, contramarcas y punzones.6 Los autores sugieren la posibilidad de que las marcas de cizalla no obedezcan a ninguno de los motivos tradicionalmente expuestos —prueba de calidad o intento de corte— sino que podría tratarse de alguna forma de marcar o señalar la moneda para una identificación determinada.7 En su estudio se ha comprobado que no son las monedas más antiguas las que presentan mayor número de marcas, como en principio cabría esperar, lo que parece indicar que no se trata de pruebas sucesivas. Igualmente sugieren la posibilidad de encontrar ciertas pautas en la ubicación de los cortes en el flan monetal, y apuntan que las marcas múltiples pueden responder a algún tipo de esquema previo o marca, como por ejemplo una flecha.8 Otra área donde se documenta con abundancia este tipo de práctica es la región de los Balcanes. Allí llama la atención que las marcas de cizalla aparezcan masivamente en emisiones de las amonedaciones geto-dacias, como en el tipo Husi-Vovriesti,9 llegando hasta 4 ó 5 por pieza, algunas tan profundas que traspasan toda la moneda. Esta serie de Moldavia pertenece al grupo de imitaciones de Filipo II y su difusión se concentra en la cuenca media del Moldava en relación con los asentamientos de las tribus de los bastarnos, extendiéndose los hallazgos al sur de Polonia, Ucrania, Eslovaquia, noreste de Hungría, y el Danubio medio. La dispersión de los hallazgos de este tipo se ha puesto en relación con la expansión hacia el norte de las tribus celtas de los bastarnos hasta alcanzar la zona media del Moldava, hacia finales del s. III a. C., encontrándose en atesoramientos del II a. C.10 También en otra área de la península balcánica son muy frecuentes este tipo de marcas en piezas con cronología similar. En el territorio de los escordiscos es habitual encontrar monedas cizalladas tanto entre las imitaciones locales de Filipo II como en ejemplares helenísticos.11 Un ejemplo de ello es el tesoro de Krcedin (Vojvodina, Serbia), que se fecha c. 270-260 a. C. y en el que conviven las imitaciones celtas con las piezas helenísticas.12 6

Anderson y Van Alfen 2008. Anderson y Van Alfen 2008, 172. 8 Anderson y Van Alfen 2008, 171 s. 9 Preda 1973, 111 ss. lám. XXI-XXVII 10 Preda 1973, 445. 11 Popovic 1987. 12 Nicolet-Pierre y Kroll 1990, 25, nº 9. 7

3 Kraay 1969, 44, habla de falta de confianza en un objeto poco familiar. 4 Price y Waggoner 1975. Otros ejemplos en CH VII, nº 93, Cilicia (1987); nº 15 Líbano (1985-86), etc. 5 CH VII; Robinson 1973.

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No conocemos muchos datos acerca de la explicación que se ha dado a las abundantes marcas de cizalla en esta área balcánica, sin embargo Preda ya abogaba por una interpretación compleja que no se limitaba a la mera comprobación del metal, sino más bien a que esta alteración podría haberse convertido en una marca local distintiva de los dirigentes de la tribu.13 Finalmente, un tercer núcleo en el que queremos fijarnos es el de la Galia y sus territorios limítrofes (Bélgica, Gran Bretaña, regiones de Alemania). Allí hemos encontrado con cierta profusión monedas cizalladas en ámbitos cronológicos y geográficos diferentes. El primero de ellos es la documentación de esta práctica sobre las primeras emisiones galas de «imitaciones de Filipo»,14 series cuya cronología se viene situando entre finales del siglo III a. C. y comienzos del II.15 Aunque se discute cuál fue la ruta por la que llega al interior de la Galia la influencia de las emisiones monetarias macedónicas, caben pocas dudas de que los transmisores fueron los contingentes galos que se alquilaban como mercenarios en los conflictos del Mediterráneo.16 También llamativa es la abundancia de las marcas de cizalla sobre las emisiones áureas de los Parisii. La mayoría de piezas dañadas de esta forma proceden de dos hallazgos efectuados en el siglo XIX: el de Charendon y el de Seine, en París, recuperados en el curso de sendos dragados en el Sena,17 y considerados como depósitos de carácter votivo en algun tipo de ritual relacionado con las aguas.18 Como veremos con detalle más adelante, la interpretación de los tesoros monetarios en clave religiosa es la más extendida en la investigación numismatica actual en los países europeos vecinos.

MARCAS

DE CIZALLA EN LA

PENÍNSULA

Las marcas de cizalla en las monedas descubiertas en la Península proceden de varios hallazgos localizados en un área muy determinada y con una cronología similar, que venimos situando entre finales del siglo III y principios del II a. C. Estamos hablando de los tesoros de Valeria y Cuenca (Cuenca), Driebes y Armuña de Tajuña (Guadalajara), posible13

Preda 1973, 394 ss. Guichard 2008, 13. 15 Allen y Nash 1980, 69 s. 16 Allen y Nash 1980, 69; Nash 1995, 246 s.; Gruel 2002, 67 s. 17 Sills 2003, 370 y 372, nº 42 y 47. 18 Wigg-Wolf 2005, 375. 14

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mente Plana de Utiel (Valencia) y el denominado X4, de localización incierta pero con bastantes indicios para atribuirlo a la misma zona.19 Además se ha documentado una moneda con esta misma huella en un tesoro atribuido a Écija (Sevilla) (Fig. 1).20 Estas ocultaciones suelen englobarse en el mismo horizonte cronológico que las relacionadas con la II Guerra Púnica. 21 Sin embargo, tanto por sus características compositivas, como por la cronología de cierre que proporcionan las monedas más modernas en ellas documentadas, componen por sí mismas un subgrupo de entidad propia. La aparición de monedas cizalladas es también una característica propia, que no se había encontrado en ninguno de los tesoros ni hallazgos esporádicos de cronología anterior.22 Si bien no resulta extraño encontrar monedas fragmentadas o plata troceada en hallazgos de finales del IV o del III, como sucede en el tesoro del Mongó (Denia, Alicante),23 no tenemos conocimiento de que se haya hallado pieza alguna con marca de cizalla. Tampoco es práctica documentada en aquellas ocultaciones que pueden relacionarse más directamente con los avatares del conflicto púnico-romano. Las emisiones de Gadir, Ebusus, o las hispano-cartaginesas, objeto todas ellas de exhaustivas monografías, no sufren esta alteración, que sólo se ha conocido en aquellas piezas de dichas series procedentes de los tesoros ya mencionados. Por lo que respecta a documentación de piezas con cronología posterior, hasta el momento únicamente hemos localizado dos tesoros en los que se detecta esta práctica. El primero de ellos es el tesoro de Chao de Lamas las circunstancias de cuyo hallazgo son totalmente desconocidas, hasta el punto de que sólo se supone que se trate de una ocultación.24 Muy posterior es el hallazgo de denarios de Montedor, al que se atribuye una cronología ya post-sertoriana a juz19 La abundancia de marcas de cizalla en los tesoros de este grupo conocidos hasta entonces ya fue observada por Hébert 1998, 83. 20 Villaronga 1981-83, 134 ss. 21 Villaronga 1993, 21 ss.; García-Bellido y Blázquez 2001, vol. I, 159, mapa II. 22 Esto es fácilmente comprobable en los catálogos de dracmas emporitanas, tanto de Guadán 1968-1970, como los más recientes de Villaronga 2000a; 2003. 23 Ripollès 2009, 69 ss. 24 Manso Martín 2002, 214. La información sobre este «tesoro», su aparición, ingreso en el MAN y circunstancias que lo rodean vierten muchas dudas sobre su composición. Las monedas fueron publicadas por Alfaro 1989, pero su número es incierto, ya que no se especifica ni en las publicaciones antiguas ni en el expediente de ingreso en el museo. Una carta de E. Tormo, mediador en la adquisición, habla de «Denarios: 3 completos y 3 rotos», que Alfaro (1989, 133) interpreta como 8 piezas, aunque ella publica 7, de las cuales sólo una, cizallada, podría considerarse completa.

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Fig. 1. Mapa de tesoros con monedas cizalladas.

gar por la fecha del último denario (RRC 394/a-b) y el enorme grado de desgaste que presentan sus piezas, todas ellas fragmentadas o marcadas con un cincel para ser partidas. La ausencia de fotografías de estas monedas en su primera publicación, nos impide saber si el tipo de marcas constatado es similar al de los tesoros objeto de nuestro análisis.25 En cualquier caso, lo que parece claro es que el cizallado de la moneda no es una práctica extendida en toda la Península, ni en todos los pueblos. Contrariamente a lo que sucede con otros usos, como el atesoramiento de fragmentos de plata y de joyas, posiblemente para su uso al peso, que se atestiguan en otras muchas regiones peninsulares: Levante, Andalucía, las dos mesetas, Portugal, etc.26 Para la elaboración de nuestro análisis hemos manejado monedas ya publicadas de los tesoros de Driebes, Armuña de Tajuña, Cuenca, Plana de Utiel, el X-4 y Valeria, además de un nuevo lote de mone25 26

Centeno 1999. Véase Raddatz 1969, 55 ss.

das inéditas de este último, que viene casi a duplicar el total de piezas conocidas de este hallazgo.27 La muestra se completa con una revisión de piezas depositadas en colecciones tanto públicas como privadas a partir de recopilaciones monográficas28 y de los escasos monetarios españoles que están publicados. Hemos dejado fuera de los parámetros de comparación el tesoro de Écija, del que sólo se conoce una moneda con marca de cizalla, por la escasez de la muestra y las pocas certezas que tenemos de la composición real del hallazgo, dado a conocer primeramente en dos lotes que Villaronga consideró de un mismo hallazgo, sin que se sepa si existían más piezas.29 A pesar del comentario del autor acerca de que 27 El estudio de los materiales inéditos del tesoro de Valeria utilizados en este trabajo forman parte de una monografía en preparación por I. Rodríguez Casanova y M. AlmagroGorbea. 28 Trabajos sobre las dracmas, o sobre las cecas de Arse, Saitabi, Ebusus, emisiones hispano-cartaginesas, etc. 29 Villaronga 1981-83, 134 ss. En su posterior recopilación de los tesoros hispanos, Villaronga 1993, 21 ss., nº 13, aúna las piezas en un solo conjunto.

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Fig. 2. Composición del tesoro de Valeria (a) y porcentaje de piezas cizalladas sobre el total de monedas y sobre el total de cada una de las series (b).

este tesoro «es coincidente con los otros tesoros de finales de la II Guerra Púnica»,30 es el único constatado hasta el momento en el que no aparecen denarios junto con las dracmas ibéricas,31 y estas piezas son las únicas de su clase en Andalucía, lo que acentúa las incertidumbres acerca de su composición y procedencia. El primer tesoro en el que se constató esta marca de cizalla fue el de Valeria, ya reconocible en las improntas de las ocho primeras piezas que publicó Mateu y Llopis32 y descritas en el catálogo del segundo lote que publica Almagro Basch, como intentos de corte de las monedas, en línea con la interpretación general que le da al hallazgo como un depósito de platero.33 Sin embargo, en los dos trabajos posteriores dedicados a dar a conocer nuevas piezas del

tesoro, ya habla de los cortes como comprobaciones de la calidad de las monedas.34 Es evidente que cuando se quiere fragmentar la moneda se lleva a cabo con los mismos instrumentos y sin ningún problema; de hecho es posible comprobar cómo en casi todos los tesoros que analizaremos coexisten monedas partidas con monedas cizalladas. Por ello no parece lógico asumir que todas las huellas de cizalla son intentos de corte que no han llegado a término (Fig. 2). Que la marca de cizalla no era algo habitual en los monedas hispanas lo deja bien claro A. M. de Guadán cuando, en uno de sus trabajos, atribuye dos nuevas dracmas ibéricas al tesoro de Valeria alegando, además de los paralelos tipológicos, que: «Hay otro punto de contacto muy importante entre los hallazgos oficiales de Valera y el de estas dos dracmas: el golpe de cizalla».35

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Villaronga 1981-83, 136. También faltan los denarios en el tesoro depositado en la Hispanic Society (Van Alfen et al. 2008, 265-293.), si bien éste se reduce en su parte monetaria a siete fragmentos de piezas, la mayoría de identificación incierta, y un solo ejemplar completo. 32 Mateu y Llopis 1951, 203-255. 33 Almagro Basch 1958, 6 ss. 31

34 Almagro Basch 1960, 213-214; Almagro Basch y Almagro Gorbea 1964, 25-47. 35 Guadán 1966, 120 ss. Su observación, viniendo de un gran conocedor de los tesoros y de las colecciones de su época, tanto públicas como privadas, llama poderosamente la atención.

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Fig. 3. Composición del tesoro de Driebes (a) y porcentaje de piezas cizalladas sobre el total de monedas y sobre el total de cada una de las series (b).

El tesoro de Driebes fue descubierto casualmente en el transcurso de las obras del canal de Estremera en 1944. Parece que se descubrieron dos conjuntos en dos lugares muy próximos, pero desde un primer momento ambos lotes se unieron y se viene considerando un mismo tesoro.36 La parte monetaria del hallazgo es sólo una mínima parte de los casi catorce kilos de plata recuperados y, lamentablemente, fue dada a conocer de modo muy parcial, impidiendo su correcta identificación y catalogación.37 Tras la última revisión, parece que se compone de 19 piezas entre monedas y fragmentos de ellas (Fig. 3).38 El llamado tesoro de Cuenca fue conocido y publicado por Villaronga en 1984 antes de su dispersión en el comercio.39 Los cálculos sobre su composición se han realizado a partir de las monedas publicadas con fotografía, cincuenta piezas, y no sobre el total

del lote dado a conocer, dado que en las descripciones no figura la presencia de marcas de cizalla, salvo en el caso de las hispano-cartaginesas (Fig. 4).40 El de la Plana de Utiel es el más oriental del conjunto. Su composición es conocida sólo en parte. En un primer momento se dieron a conocer 21 piezas, entre las que encontramos moneda romana, hispanocartaginesa, massaliota y una alta proporción de moneda à la croix; además se tenía noticia de que en el hallazgo aparecieron treinta dracmas emporitanas cuyo paradero se desconocía.41 En la publicación se describe una moneda gala como «posible moneda «à la croix»», con ambas caras frustras o sin acuñar y con huellas de escoplo.42 Pensamos que podría tratarse de una emisión de las atribuidas a los tarusates, semejante a las documentadas recientemente en los tesoros X-4 y Valeria, pero la ausencia de fotografía de la pieza nos ha impedido incluirla en nuestros análisis.43 Con posterioridad se le han adjudicado más

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San Valero 1945, 9 s. Millán 1945, 36-39. 38 Otero 2002, 274-276. Las fotografías utilizadas para nuestro análisis son, sin embargo, las publicadas por Radatz 1969, taf. 18 ya que son anteriores al siglado con tinta de las monedas y se ilustran anversos y reversos de las piezas. 39 Villaronga 1984. 37

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Villaronga 1984, 133. Ripollès 1980. 42 Ripollès 1980, 17, nº 15. 43 Ripollès et al. 2009, 167 citan monedas tarusates inéditas del tipo Pomarez en este tesoro de Utiel. 41

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Fig. 4. Composición del tesoro de Cuenca (a) y porcentaje de piezas cizalladas sobre el total de monedas y sobre el total de cada una de las series (b).

piezas con mayor o menor base:44 Villaronga ha atribuido a este hallazgo, aunque sin seguridad, un par de dracmas cizalladas, por lo que también se han dejado fuera mientras no tengamos más certeza acerca de su procedencia.45 Dicho esto, tanto la composición del tesoro de Plana de Utiel, como su localización geográfica concuerdan totalmente con lo que veremos en el resto de ocultaciones analizadas, por lo que la existencia de monedas cizalladas no sería sorprendente ni afectaría a las conclusiones extraídas. En las dos últimas décadas se han dado a conocer diversos hallazgos que han aumentado el número de piezas cizalladas conocidas. El mejor conocido es el de Armuña de Tajuña, la mitad del cual se 44 Hébert 1998, 81, consideró la posibilidad de que las monedas que daba a conocer, que hoy atribuimos al llamado X-4, procedieran del tesoro de Plana de Utiel, aunque le parecía muy dudoso. 45 Villaronga 1984, 33, atribuyó a este hallazgo, con todo tipo de reservas, varias dracmas del tipo de Puig Castellar, además de algunas ibéricas, de ellas dos con marcas de cizalla. En el catálogo de una posterior publicación, cita varias monedas como pertenecientes al tesoro (Villaronga 1998; las piezas cizalladas son los números 51 y 242), aunque en el capítulo dedicado a comentar los hallazgos (p. 26 s.) dice que no las ha visto y no remite al número de catálogo.

conserva actualmente en la colección Cores, formado por vajilla, orfebrería, recortes de plata y monedas.46 De éstas se conocen un total de cuarenta y siete, de las cuales dieciocho son romanas anteriores al 208 a. C., siete dracmas emporitanas, cuatro hispano-cartaginesas, tres piezas galas, dos dracmas de imitación emporitana, más tres dracmas inciertas, y se completa el conjunto con una pieza de Atenas, otra de Tarso, otra de Massalia y, finalmente, siete piezas inciertas (Fig. 5). El denominado X-4 es un hallazgo reconstruido a través de varios catálogos de subastas.47 Algunas de sus monedas han sido recogidas en varias publicaciones con mayor o menor detalle: así conocemos las dracmas emporitanas e ibéricas, más algunas monedas à la croix, gracias a las publicaciones de Villaronga;48 las monedas griegas por el trabajo de Ripollès,49 etc.; pero otros tipos de emisiones han sido 46

Ripollès et al. 2009. Sills 2003, 392 ss. con correcciones en la web: http:// homepage.ntlworld.com/john.sills/New%20Page%201.htm. [consulta 21-12-2009]; Ripollès 2008, 51 ss. 48 Villaronga 1998; 2000a; 2003. 49 Ripollès 2008. 47

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Fig. 5. Composición del tesoro de Armuña de Tajuña (a) y porcentaje de piezas cizalladas sobre el total de monedas y sobre el total de cada una de las series (b).

imposibles de comprobar en su totalidad por la falta de publicaciones detalladas y de fotografías en los catálogos (Fig. 6). La primera conclusión que puede extraerse de la recopilación del material es que, según se deduce de los hallazgos publicados, prácticamente todas las piezas conocidas con esta marca de cizalla proceden de una zona concreta comprendida entre las provincias de Cuenca y Guadalajara. Únicamente el tesoro de Écija se aparta de esta pauta geográfica, aunque, como ya se ha dicho, no existe seguridad absoluta sobre su procedencia y sólo cuenta con una pieza que presenta esta huella. La revisión por cecas no hace sino confirmar este hecho. Haciendo un repaso por aquellas emisiones que han sido objeto de publicaciones recientes, podemos ver, por ejemplo, cómo en el catálogo de Villaronga de dracmas ibéricas, se recogen un total de cuarenta y cinco piezas cizalladas. De ellas, seis pertenecen a Valeria, treinta y tres al X-4 y tan sólo seis a otras procedencias, entre las cuales no puede descartarse que también existan piezas de cualquiera de los dos hallazgos comentados. En todo caso,

sólo de las piezas con procedencia cierta, vemos que casi un 84% pertenece a Valeria o al X-4. La comparación realizada con las piezas de Arse arroja resultados muy similares: hemos identificado ocho dracmas con marcas de cizalla entre los más de 500 ejemplares compilados en el catálogo de Ripollès y Llorens;50 seis de ellas pertenecen a su grupo III, de los cuales cinco pertenecen al reconstruido tesoro X-4. Sólo una dracma cizallada, procedente de la colección Aldecoa (nº 102 a) es posterior, ya que los autores la atribuyen a su periodo II, grupo V (c. 195-130 a. C.) y también es único el ejemplar de cronología anterior (nº 14 a: ¿300-218 a.C.?) conservado en el Hunterian de Glasgow.

PORCENTAJE

DE PIEZAS CIZALLADAS

El primer punto sobre el que queremos detenernos es el porcentaje de piezas cizalladas que aparecen en el tesoro. La proporción oscila desde el 11% 50

Ripollès y Llorens 2002.

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Fig. 6. Composición del tesoro X-4 (a) y porcentaje de piezas cizalladas sobre el total de monedas y sobre el total de cada una de las series (b).

que se distingue en las escasas piezas recuperadas en Driebes hasta superar el 50% en los hallazgos de Valeria y el X-4.51 En todas estas ocultaciones, las piezas cizalladas aparecen acompañadas por otros numismas que han sido objeto de manipulaciones de diversos tipos, como perforación, fragmentación y recorte. El porcentaje de moneda fragmentada, y en general todos los constatados, deben tomarse con cautela dada la escasa certeza que tenemos acerca de la composición de muchos de estos tesoros. El hecho de que algunos de ellos sean conocidos a través del mercado numismático implica que muchas de las monedas fragmentadas o con algún tipo de deterioro puedan no haber salido a la luz. 51 Somos conscientes de que la reconstrucción del X-4 s bastante hipotética. Nos hemos basado en la propuesta de Sills pero nuestra revisión de los catálogos de subastas de Vico a partir de los que reconstruye el tesoro nos ofrece muchas dudas, pues existen piezas repetidas, y no contamos con fotografías de todas las monedas para probarlo con seguridad.

Aunque dejamos para otra ocasión el análisis de otros dos tipos de alteraciones como son el fragmentado y la perforación, sí nos gustaría apuntar un par de aspectos. En el primer caso nos parecería de enorme interés constatar el aparente predominio de una rotura regular (en mitades y cuartos) que sufre la moneda romana,52 por comparación con otros tipos de emisiones cuya fragmentación aparentemente no responde a ningún patrón. A nuestro modo de ver, esta práctica podría no tener que ver con un proceso previo a la monetización de la región sino, al contrario, sería una demostración de una necesidad mayor de moneda romana fraccionaria que sugiere un paso más en el proceso de uso de la moneda, aunque estuviera restringido a determinados ambientes. Por lo que respecta a la perforación, y sin haber realizado ningún estudio comparativo, parece que se documenta con mayor profusión en determinadas emisiones como las ebusitanas y las hispano-carta52 Como apuntaron Ripollès et al. 2009, para el tesoro de Armuña de Tajuña.

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ginesas,53 frente a otras series donde apenas aparece como es el caso de las dracmas ibéricas. Dado que este uso se ha entendido como una práctica de posible caracter ritual,54 entendemos que debería hacerse un análisis exhaustivo que corroborara si efectivamente existen amonedaciones en las que el porcentaje de perforación es mayor y, desde otro punto de vista, si, como se ha insinuado, los orificios se sitúan en lugares determinados y bien elegidos del flan monetal en virtud del respeto por el tipo representado en las piezas o por tratarse, únicamente, de la zona más adecuada para dicha práctica.

TIPOS

DE MONEDA QUE SE CIZALLAN

El segundo punto que queremos tratar es intentar determinar si existe un predominio de la marca de cizalla sobre determinadas emisiones. Si seguimos la interpretación tradicional de que este tipo de corte implica una desconfianza del receptor de la moneda frente a una amonedación desconocida para él, las piezas más alejadas geográfica y cronológicamente del lugar del hallazgo deberían ser, en principio, las más propensas a ser probadas. Consideremos, entonces, cómo se reparte por tipos de emisiones, la proporción de las monedas cizalladas en los diferentes atesoramientos. Para realizar este análisis hemos dividido las monedas en diferentes categorías: moneda griega, que incluye todas las emisiones helenísticas;55 moneda romana; moneda gala, que comprende las emisiones à la croix, los tipos de Bridiers, más las atribuidas a las diferentes tribus galas —elusates, por ejemplo— diferenciada de la moneda massaliota, que parece responder a un patrón de circulación diferente (además de la dificultad añadida de distinguir sus divisores de las imitaciones ibéricas), moneda hispano cartaginesa, dracmas emporitanas, dracmas ibéricas (de imitación emporitana, con o sin leyenda en ibérico), y una categoría para cada ceca hispánica representada: Ebusus, Arse, Saiti (Fig. 7). Desde el punto de vista de la lejanía geográfica, hemos elaborado un criterio en cierto modo artificial, ya que no se basa exclusivamente en la distancia real entre el lugar del hallazgo y el taller de procedencia, sino que, a nuestro entender, debería tener en cuenta otros aspectos como la circulación monetaria y las 53

Campo 1993, 152. Arévalo et al. 1998, 262; Blázquez y García-Bellido 1998, 255. 55 Se incluyen también en esta categoría las dos monedas de Iol documentadas en el X-4 (Ripollès 2008). 54

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relaciones, comerciales o de otro tipo, constatadas entre las dos zonas. Sin embargo, somos conscientes de que para la región que estamos tratando, los únicos datos sobre circulación monetaria con los que contamos son los de los propios tesoros analizados, lo que nos priva de elementos de comparación para cerciorarnos de la abundancia o escasez de una determinada emisión en la zona. Según nuestra propuesta, se consideran como más lejanas las emisiones griegas, seguidas por las series galas de los diversos tipos, las massaliotas, las monedas romanas y las emisiones de cecas hispánicas, incluyendo las hispano-cartaginesas, como las más cercanas. Por lo que respecta a la distancia cronológica con respecto a la data de cierre de la ocultación, únicamente podemos realizar una aproximación en este sentido a partir de aquellas emisiones que están bien datadas y que, en todos los casos se limitan a las piezas romanas, además de las emisiones helenísticas constatadas en el hallazgo de Cuenca. En la literatura numismática hispana se viene considerando estas monedas como las más modernas de este subgrupo de hallazgos, en parte por la falta de cronologías bien concretadas en el resto de emisiones documentadas. Veamos, pues, los resultados que hemos obtenido aplicando estos parámetros en cada uno de los hallazgos. En el tesoro de Valeria, donde las monedas cizalladas superan el 50%, estas marcas aparecen en todas las series monetales establecidas: el porcentaje más alto lo ostentan las dracmas ibéricas (64%), seguidas por la moneda romana (60%), las piezas galas y las dracmas emporitanas (50%) y, no muy lejos porcentualmente, las emisiones hispano-cartaginesas (42,8%). El 100% se alcanza en las emisiones griegas, aunque no se trata de un dato representativo ya que sólo contamos en este apartado con una moneda, la tetradracma de Rodas. Para el tesoro X-456 sólo se han contabilizado aquellas piezas en las que se ha podido comprobar la existencia de la marca de la cizalla, bien porque se ha publicado la foto de la monedas, bien porque haya quedado constatado textualmente, de modo que los porcentajes finales podrían variar.57 En este ha56 Tras las últimas revisiones realizadas sobre el X-4, los porcentajes han sido calculados a partir de los siguientes números de piezas: monedas griegas (incluyendo las piezas de Iol) 15; monedas hispano-cartaginesas: 74; monedas romanas: 61; monedas galas: 60; dracmas emporitanas: 58; dracmas ibéricas: 80; Ebusus: 12; Arse: 11; Saitabi: 1. 57 Por ejemplo, hemos podido comprobar la totalidad de las dracmas emporitanas e ibéricas gracias a las publicaciones de Villaronga, pero no las emisiones hispano-cartaginesas, que

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Fig. 7. Comparación de la moneda cizallada por emisiones en cada uno de los hallazgos.

llazgo llama la atención el altísimo porcentaje de moneda romana cizallada (88,5%), que nosotros atribuimos a la forma en que se ha reconstruido el tesoro.58 También altos son los niveles de monedas cizalladas en las emisiones de Arse (54,5%) y de dracmas ibéricas (43,75%), porcentaje que desciende en las galas (30%), emporitanas (24,5%), griegas (20%), hispano-cartaginesas (13,5%) hasta las menos dañadas que son las ebusitanas (8%, una sola pieza cizallada). En Armuña de Tajuña tenemos tres dracmas emporitanas (42,8%); dos dracmas ibéricas (40%); una moneda à la croix (33,33%), y dos denarios (11,11%), mientras que en Driebes encontramos cizalladas las dos monedas à la croix (100%) y dos de los denarios (15,38%), que además están fragmentados. La gran proporción de piezas partidas en estos dos hallazgos dificulta la identificación de algunas marcas sólo conocemos a partir de los catálogos de Vico y en muchos casos, especialmente en las monedas ofertadas en lotes, no se publica fotografía, por lo que es posible que existan piezas que se repiten en diferentes ventas. 58 Parece que Sills 2003, 392 ss., usa como pauta para reconstruir el hallazgo la existencia de marcas de cizalla, perforaciones o fragmentos. En el caso de las emisiones romanas es claramente comprobable que de un mismo catálogo de subastas selecciona únicamente aquellas piezas o lotes en los que se constata las marcas de cizalla, descartando monedas de las mismas emisiones que están en buen estado. Lo mismo pensamos que sucede con las emisiones de Arse. De esta forma es muy posible que el porcentaje de cizallado sea menor.

de cizalla que parecen adivinarse. Como regla general, no se han contabilizado aquellas piezas fragmentadas en las que la orientación de la cizalla sea la misma de la del corte, por si pudiera tratarse de varios intentos de fragmentación. Del tesoro de Cuenca, entre las piezas fotografiadas pueden reconocerse marcas de cizalla en dos monedas hispano-cartaginesas (66,66%), dos tetradracma helenísticas (25%), cinco denarios (13,5%) y el óbolo massaliota (100%). A la luz de estos porcentajes, la explicación de la desconfianza ante una moneda por su grado de rareza es muy relativo: si nos fijamos en el caso de Valeria, podría ser válida para la tetradracma de Rodas, la única griega documentada en el hallazgo. Por otro lado, tanto las emisiones romanas como las dracmas galas e ibéricas son piezas comunes en el hallazgo y presentan altos porcentajes de cizalla. En el ejemplo de Armuña parece dirigirse mayoritariamente hacia las dracmas emporitanas e ibéricas.59 Ante estos datos se pueden comentar algunas particularidades y extraer algunas conclusiones. Si el corte con cincel o cizalla tuviera como objeto cerciorarse de la calidad de una moneda que se desconoce en la zona en la que circula, debería constatarse con mayor profusión en las monedas ajenas —bien por ser piezas exóticas en la circulación monetaria regio59

Ripollès et al. 2009.

258

nal, bien por ser piezas en desuso— o aquellas que por su aspecto, grado de desgaste, etc. ofrezcan dudas sobre su calidad. Así, en el caso de las monedas griegas presentes en estos conjuntos los porcentajes demuestran bastante oscilación y si bien no se trata de una de las categorías que presenta más marcas de cizalla, sí es de las que muestran mayor deterioro, ya que en una gran parte se encuentra fragmentada. La excepción es el tesoro de Cuenca, con las emisiones helenísticas más modernas. Las series galas aparecen cizalladas, en mayor o menor porcentaje, pero siempre superior al 30%, en todos los tesoros. Sobre las series romanas, llama la atención el alto porcentaje de cizallado en dos tesoros —Valeria y X4, con valores entre un 60 y un 80%— mientras que en el resto se sitúa cerca del 15%. En las dracmas emporitanas también se constata un alto nivel de cizallado, rondando el 50% en Valeria, ligermante inferior (42%) en Armuña de Tajuña y descendiendo al 24,5% wen el X-4. Este porcentaje es superior para las dracmas ibéricas, con valores entre el 40 y el 60%. En este sentido, hay que recordar la observación de Guadán sobre la abundancia de los golpes de cizalla en el anverso de estas series.60 Su afirmación hay que situarla en unos años (décadas de los 50-60 del siglo pasado) en los que, muy posiblemente gracias a la dispersión en el mercado de una gran parte del tesoro de Valeria, las colecciones privadas de la época se han enriquecido con una gran variedad de dracmas de este tipo, muchas de ellas con las características marcas de cizalla.61 Por lo que respecta a las emisiones hispano-cartaginesas, los tesoros de Cuenca y Valeria presentan unos valores bastante altos —66% y 43%, respectivamente— frente al X-4, con un 13%, si bien este está mucho peor documentado. En cualquier caso, estas cifras matizan la apreciación de que la moneda hispano-cartaginesa no se cizalla en los tesoros hispanos por su reconocida calidad.62 Por último, la presencia de cecas púnicas y levantinas —Arse, Saiti y Ebusus— es muy reducida, por lo que los resultados son poco concluyentes. Sólo en el caso de Arse se aprecian porcentajes entre un 25 y un 50% en Valeria y el X-4, mientras que las dos monedas conocidas de Saiti, una está cizallada y otra no. De Ebusus sólo se conoce una pieza cizallada, procedente del X-4. 60 61 62

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Isabel Rodríguez Casanova y Alberto J. Canto García

Guadán 1970, vol. II, 132. Rodríguez Casanova e.p. García-Bellido 1990, 115.

Estos resultados parecen indicar que el cizallado de piezas se aplica indistintamente a todas las series que componen estos tesoros, sin que se aprecie un patrón mayor de incidencia por lejanía geográfica. Por el contrario, se constatan índices muy altos de cizallado en las dracmas ibéricas y en las emporitanas. En el mismo sentido, el denario, moneda oficial en el momento en el que debieron ser ocultados estos tesoros, sufre una gran proporción de cizallado en los tesoros de Cuenca y Valeria, que son precisamente aquellos en los que cuenta con una mayor representación, por lo que en ningún modo parece que pueda pensarse en el rechazo de una moneda rara o en desuso. Otro aspecto que queremos destacar es que tampoco existe ninguna correlación entre mayor cizallado y piezas más antiguas. Esto es claramente visible en las dracmas emporitanas, entre las que no se conoce ninguna cizallada de las fechadas con anterioridad a la II Guerra Púnica, mientras que las más cercanas a las fechas de cierre de los hallazgos presentan un índice bastante alto.

POSIBLES

PAUTAS DE CIZALLADO

El siguiente punto de análisis ha sido dilucidar si existe alguna pauta en el cizallado de las monedas recuperadas en las ocultaciones hispanas. Para ello hemos prestado especial atención a aquellos tipos de emisiones que, por el número de piezas conocidas, pudieran ofrecer resultados más dignos de fiabilidad. De este modo, hemos podido revisar el tipo de marca con cizalla efectuado sobre las dracmas ibéricas de imitación emporitana gracias a la monografía de Villaronga,63 que se reconoce sobre cuarenta y cinco ejemplares, en su gran mayoría procedentes de los tesoros de Valeria y el X-4 (Fig. 8.2). Le siguen en número las monedas romanas —básicamente denarios—, de las que únicamente hemos podido revisar veinticinco, en su gran mayoría del hallazgo de Valeria (quince), y del de Cuenca (cinco), ya que casi todas las piezas procedentes del X4 se han publicado sin fotografía ni descripción de su estado.64 Del grupo de monedas romanas revisadas parece deducirse que existe una ligera tendencia a elegir el anverso como lugar donde aplicar la marca de cizalla (trece de los veinticinco ejemplares revisados), frente al reverso (nueve) y en mucha menor propor63 64

Villaronga 1998. Villaronga 2001-2003.

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ALTERACIONES EN MONEDA HISPÁNICA: ... MONEDA CIZALLADA

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Fig. 8. Monedas cizalladas del tesoro de Valeria (1:1): 1. Denario romano (RRC 58/2; Museo Provincial de Cuenca); 2. Dracma ibérica (Vill. 1998, grupo 10; Museo Provincial de Cuenca); 3. Shekel hispano-cartaginés (CNH 74.86; Museo Casa de la Moneda); 4. Moneda gala à la croix (Museo Provincial de Cuenca).

ción encontramos cizalladas ambas caras (tres).65 Porcentualmente estaríamos ante un 64% para los anversos frente a un 36% en los reversos. El porcentaje observado en las dracmas ibéricas está más igualado, ya que la cizalla se reparte casi al 50% entre anverso y reverso. También es escasa la proporción de monedas que aparecen marcadas en ambas caras, sólo seis entre cuarenta y cinco, lo que supone el 13%. Desde un punto de vista morfológico, hemos identificado tres tipos de marcas de cizalla: unas que se nos muestran como fuertes cortes que, en más de una ocasión llegan a atravesar el flan monetal, presentan habitualmente la parte más ancha hacia el exterior de la pieza y cuya longitud excede del radio de la moneda. Otras son marcas de menor longitud que, partiendo también desde el borde de la pieza, no llegan a alcanzar la longitud del radio. Una tercera, que se constatan en algunas de las dracmas ibéricas, son un tipo de marcas de menor tamaño y una sección diferente, más estrecha y filiforme, que parecen preferir 65 En este sentido hemos intentado ser especialmente cuidadosos en dilucidar si se trata de cortes diferentes en anverso y reverso o un mismo tajo que atraviesa el flan monetal.

las partes de mayor relieve del tipo monetal y no parten del borde, es decir, se encuentran en el interior del flan sin afectar a los bordes (Fig. 8.1). Un aspecto que sí nos ha llamado la atención es que los cortes de cizalla parecen concentrarse en algunas zonas de la moneda más que en otras. Tras clasificar la dirección de los cortes según un criterio similar a la asignación de la posición de cuños por un horario analógico, en relación con la orientación del tipo, hemos observado que la mayoría de las marcas de cizalla se sitúan en la parte derecha de la moneda, esto es, la comprendida entre las 12 y las 6 h. En el caso de las monedas romanas, resulta llamativo que únicamente en un caso —un quinario, y de manera colateral— la incisión producida por la cizalla afecta a la marca de valor de la moneda. El resto de los cortes, en su mayoría realizados desde la parte derecha de nuestra hipotética esfera, no alcanza la X del denario; incluso aquellos cizallados que presentan la orientación inversa parece que la respetan. Esta tendencia en la que parecen predominar los cortes realizados desde el lado derecho de la moneda se observa con mayor claridad en las dracmas ibéricas, donde casi el 70% de las cizallas se sitúan

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Isabel Rodríguez Casanova y Alberto J. Canto García

en este sector. Esta mecánica parece sugerir que el proceso de cizallado es algo más cuidado y metódico que lo que sería necesario para un simple intento de corte (Fig. 8.2). También en las monedas denominadas «à la croix» se aprecia en un número considerable de ellas cómo el corte de cizalla situado en el reverso no afecta a los brazos de la cruz, sino que va paralelo a uno de ellos y no llega a rozar el que corta en perpendicular (Fig. 8.4). Otro aspecto es el de aquellas monedas que presentan más de una marca de cizalla por cualquiera de sus caras. Esta presencia es bastante escasa en todas los grupos de emisiones, aunque parece más abundante en la moneda romana, donde se documenta sobre cuatro piezas. Aunque la muestra manejada es muy limitada, no parece existir una pauta determinada en este cizallado múltiple. Un caso peculiar es el de una moneda procedente del tesoro de Valeria, hasta ahora inédita, que atribuimos a las emisiones consideradas tradicionalmente tarusates, del tipo de Beyrie.66 Esta pieza presenta dos marcas de cizalla, de distinto tamaño, en ángulo recto, sobre las habituales huellas lineales que caracterizan a esta emisión. El efecto que sugieren estos cortes de cizalla nos recuerda a la imagen de las hachas que aparece en los cuadrantes de los reversos de las series à la croix atribuidas a los volcas tectósagos.

POSIBLE

SIGNIFICADO RITUAL O VOTIVO

En el apartado que hemos dedicado a repasar aquellas regiones en las que se encuentra documentada la práctica del cizallado de la moneda, hemos hecho mención a la explicación de estas marcas en relación con diversos rituales y ofrendas votivas en diferentes contextos de la Europa céltica. La recuperación de piezas cizalladas en ambientes relacionables con el mundo de las creencias es una evidencia que se extiende por una amplia zona que comprende desde el norte de la Galia hasta Bélgica, Alemania (territorio de los tréviros) y sur de Gran Bretaña. Si bien se trata de un fenómeno más tardío de lo que hemos visto en la Península —la cronología de las monedas recuperadas en estos contextos va desde el siglo I a. C. hasta el I d. C. constatándose en múltiples ocasiones la presencia de emisiones romanas, especialmente de bronce— no queremos dejar de analizarlo, aunque sea someramente, en vista del auge que está cobrando últimamente la interpretación 66

Sobre estas emisiones Callegarin 2005.

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en términos religioso-votivos de algunos tesoros hispánicos, empezando por el de Salvacañete,67 pero que se ha hecho extensivo a otras ocultaciones anteriores como Driebes, que sí entran dentro del ámbito de nuestro análisis.68 La explicacion ritual de una gran parte de los depositos monetales recuperados en Francia es una tendencia enormemente extendida. Muchas de las novedades sobre este tema han sido recogidas en un par de coloquios recientes, que nos sirven de pauta para comentar algunos aspectos generales.69 En primer lugar conviene aclarar algunas consideraciones de tipo metodológico: la primera de ellas es el conocimiento de la procedencia del hallazgo. La mayoría de los trabajos elaborados en los países vecinos se basan en descubrimientos con contexto arqueológico que puede ser identificado, con mayor o menor seguridad, con un lugar de culto. Más discrepancia existe acerca de la identificación de aquellos depósitos, monetales o no, procedentes de entornos relacionados con el agua: las ofrendas en lagos, fuentes, manantiales, confluencias de ríos, etc. y, por supuesto, en los supuestos lugares de culto al aire libre.70 Los trabajos realizados en la Galia belga acerca de la procedencia de las monedas confirman la fuerte relacion que se establece en esta región y sus áreas limítrofes entre moneda y lugares de culto, sean santuarios, lugares de culto al aire libre, «sitios húmedos», etc.71 El detallado análisis realizado por C. Haselgrove comparando los tipos de hallazgos monetales documentados en estos ámbitos frente a los procedentes de hábitats permite al autor extrapolar un posible carácter ritual a algunos otros hallazgos sin procedencia de la misma región, pero sólo en el contexto de un conocimiento en profundidad de la circulación monetaria regional es posible atribuir este origen.72 Tampoco resulta fácil dilucidar «a priori» qué tipo de circulación monetaria o qué tipo de monedas son 67 Arévalo et al. 1998, 255 ss. Uno de los argumentos de su hipótesis es la profusión en el hallazgo de piezas horadadas, que las autoras relacionan con una costumbre de los tréviros consistente en la sustitución de los sacrificios por ofrendas de monedas galas marcadas con un golpe de buril. La cita textual corresponde a López Monteagudo 1994, 454. y no a J. M. Blázquez, como se menciona en el trabajo. Siguiendo la misma línea de interpretación, Blázquez y García-Bellido 1998. 68 Barril Vicente y Galán Domingo 2009, 52 y 54 69 Haselgrove y Wigg-Wolf (eds.) 2005; Barral et al. (dir.) 2007. 70 Véanse, por ejemplo, las consideraciones expuestas por Van Heesch 2005, 252 ss; o Boudartchouk y Gardes 2007. 71 Haselgrove 2007. 72 Haselgrove 2007.

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las que pueden considerarse propias de un santuario. Para empezar, hay que hacer constar que incluso en un mismo territorio y contexto cultural, existen santuarios con monedas y sin monedas.73 Otro aspecto que hay que tener en cuenta es que en el recinto religioso no todas las monedas recuperadas tienen carácter de ofrenda a los dioses. Conviene recordar, a este fin, la destacada función del templo como lugar de intercambio, de transacciones económicas para las dotes, por ejemplo, al margen de los propios tesoros.74 Entre aquellas monedas que, por su procedencia, pueden reconocerse como ofrendas religiosas es también difícil reconocer una pauta, ni por el metal de los numismas, ni por cantidad de piezas, ni por el tipo o emblema monetal. En algunos casos, parece lógico pensar que cantidades considerables de monedas de metal precioso reflejen ofrendas de una comunidad, frente a las modestas piezas de bronce que podrían considerarse depósitos votivos individuales.75 Tampoco está nada claro que las monedas destinadas a las ofrendas aparezcan cizalladas como una manera de amortizarlas. En este sentido hay que anotar que la proporcion de piezas cizalladas oscila enormemente entre unos santuarios y otros, incluso dentro de un mismo yacimiento. Por ejemplo, en el santuario galo de Grèves (La Villeneuve-au-Châtelot, Francia), las monedas se depositan en diferentes lugares del recinto y sólo presentan esta marca de cizalla las monedas y ruedecillas contenidas en dos vasos situados entre las dos fosas que lo circundan.76 Sobre el tipo de cizallado que reciben las piezas, también cabría establecer algunas diferencias en función tanto del número de marcas que recibe cada moneda como por el tipo y grosor de éstas. Este aspecto es perfectamente demostrable con el análisis realizado por Ph. de Jersey:77 nótese la diferencia entre las ligeras incisiones que reciben las piezas de las emisiones de los durótrigues en comparación con los fuertes cortes ocasionados por la cizalla en las piezas foráneas procedentes de los mismos contextos, especialmente en el caso de las imitaciones galas de Filipo, que aparecen todas cizalladas.78 73 Véanse las recogidas en Bruneaux 1987; también WiggWolf 2005, 366. 74 Gruel 2007. 75 Wigg-Wolf 2005, 375 ss. 76 Piette 1989, 254. 77 De Jersey 2005, 87 ss. 78 Tanto el tipo de golpe de buril o cizalla como la gran proporción de piezas en las que se constata nos hace pensar que estas monedas llegaron a Gran Bretaña ya con esta alteración. No podemos olvidar la profusión de monedas con este tipo de corte que se documentan en las colecciones francesas, como ya vimos anteriormente.

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Algunos autores han dado a entender que caballos, jabalíes y prisioneros eran sustituidos en los sacrificios por monedas que ostentaban estos mismos tipos y que se marcaban con un golpe de buril.79 Las cuidadas marcas de buril registradas en los hallazgos de gran Bretaña, concentradas en el anverso de las piezas, han hecho pensar en una relación con formas de sacrificios en las que se utilizaban objetos inanimados antropomórficos.80 También en los santuarios de los tréviros (Martberg) se constata la existencia de monedas con marca de cizalla, casi exclusivamente (99%) sobre los caballos de los reversos.81 En este caso, la ubicación del golpe de buril podría no deberse a un sacrificio sustitutivo, sino más bien a la búsqueda de la parte mas gruesa del flan monetal, aquella que puede soportar mejor el golpe sin riesgo de rotura. De otra parte, es normal que el caballo sea el tipo más abundante en estas monedas cizalladas, puesto que es el más habitual en las emisiones de los tréviros y de los pueblos circundantes.82 Las diferencias entre los datos aportados por las excavaciones arqueológicas y las investigaciones en estas regiones europeas y los constatados en los tesoros hispanos son evidentes, pero no está de más repasarlas. La primera de ellas es la absoluta falta de pruebas acerca de que cualquiera de los tesoros de la región de Cuenca-Guadalajara proceda de algún santuario, templo o recinto de carácter religioso. Si bien es cierta la costumbre de las tribus celtas de realizar sus cultos al aire libre,83 no existen ni siquiera indicios objetivos de que sea el caso de los lugares de procedencia de las ocultaciones hispanas, entre otras cosas porque son desconocidas. Únicamente sabemos del hallazgo del tesoro de Driebes al excavar el talud del canal de Estremera, cercano al río Tajo pero sin más condiciones aparentes para ser considerado un lugar de carácter religioso.84 Tampoco los otros elementos atesorados junto a las monedas en las ocultaciones hispanas apuntan a una funcionalidad religiosa o votiva. No encontramos 79 López Monteagudo 1994, 454. Desconocemos de dónde ha recogido la autora del manual los datos originales. 80 De Jersey 2005, 105. 81 Wigg-Wolf 2005, 372. 82 Véase Scheers 1983, 197. Por el contrario desconocemos alguna emisión monetaria gala que porte como tipo la figura de «prisioneros». 83 Costumbre que, dada su naturaleza, sólo está constatada, salvo escasas referencias, a partir del siglo I a. C.: Webster 1995, 448. 84 Hay que hacer notar el matiz de que el tesoro fue encontrado en el talud de la zanja de excavación del canal, a cierta distancia del río, algo diferente a su «ocultación en un talud junto al río Tajo», según Barril, Galán (2009, 52) que lleva a los autores a pensar en su enterramiento como una ofrenda votiva.

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Isabel Rodríguez Casanova y Alberto J. Canto García

ninguna pieza que pueda ser objetivamente considerada de carácter litúrgico, ni siquiera simbólico.85 No tenemos torques salvo en pequeños fragmentos, ni miniaturas que puedan interpretarse como exvotos.86 El hecho de que el hallazgo de Driebes pueda ser en realidad dos, puesto que sabemos que el conjunto de piezas de plata apareció «en dos sitios distintos pero próximos», no implica necesariamente que estemos ante dos depósitos votivos.87 Son sobradamente conocidos los casos de dos o más tesoros recuperados en una misma localidad y en lugares muy próximos.88 Valga el ejemplo de los tesoros de Castro de Chano I y II (León), aunque muy posteriores, ya de las Guerras Cántabras, por citar uno incontestable, procedente de una excavación arqueológica.89 Otro aspecto sobre el que conviene hacer hincapié es que una moneda cizallada no necesariamente está «amortizada» en el sentido de inutilizada: no es lo mismo «amortizar» un arma que «amortizar» una moneda. El cizallado no implica pérdida de metal, como hemos visto, por lo que la pieza cizallada podía seguir circulando, y existen numerosas evidencias de que era así. Es más, si aceptamos la interpretación tradicional de que varias marcas de cizalla no son sino sucesivas comprobaciones de la ley de la pieza, habría circulado durante mucho tiempo. Otra cosa muy distinta sería si entendiéramos la cizalla como una marca en cierto modo de pertenencia al templo, que sirviera para señalar su finalidad e impidiera su circulación fuera del ámbito cultual, en el caso de que, por ejemplo, fuera sustraída.

CONCLUSIONES De este somero repaso que hemos realizado por los posibles significados de las marcas de cizalla y los lugares donde aparece, podemos resumir que su mera presencia puede responder a distintos cometidos y que esta misma manipulación puede cumplir distintas funciones a lo largo del tiempo por más que tenga el mismo aspecto.

85 Únicamente la fíbula de Driebes presenta una iconografía lo suficientemente compleja como para poder atribuirle algún significado simbólico. 86 Remitimos de nuevo a los dos coloquios citados —Haselgrove y Wigg Wolf 2005 y Barral et al. 2007— con numerosos trabajos sobre los contenidos de los depósitos considerados rituales. 87 Como opina Barril 2009, 54. 88 Consúltense los mapas y relaciones de tesoros publicados por García-Bellido y Blázquez 2001, vol. I, Apéndice C, 156 ss. 89 Alegre Mancha y Celis Sánchez 1994, 189-210.

En el caso que nos ocupa, su presencia en la península Ibérica, por toda la información recogida se concretan algunos hechos: La presencia de huellas de cizallas en monedas no es algo que se constate por igual en todas las zonas de la Península, y no todos los pueblos, extraños al uso y manejo de la moneda, responden a su presencia con un cizallado sistemático como prueba de calidad. El mero proceso de corte no explica su ausencia en otros muchos hallazgos y zonas peninsulares. Su constatación, de forma abundante e innegable, se restringe a una zona muy bien delimitada geográfica y cronológicamente: la parte oriental de la submeseta sur (provincias de Cuenca y Guadalajara y zonas del Levante) y a un periodo cercano a finales del siglo III y comienzos del II a. C. Los tesoros donde se documentan las monedas cizalladas presentan unas características muy similares en cuanto a composición numismática, cronología de ocultamiento, tipos de alteraciones en la moneda y presencia de Hacksilber.90 De todos los datos analizados en los tesoros hispanos, no ha sido posible extraer una relación directa entre las piezas que presentan marcas de cizalla y monedas foráneas. Se cizallan tanto piezas hispánicas como moneda extranjera de todo tipo. Algo parecido hemos visto que sucede en los hallazgos de la zona balcánica, donde los escordiscos cizallan tanto las monedas que les son ajenas como sus propias emisiones, de donde deriva la interpretación de que podrían utilizar el cizallado como una marca tribal para sus piezas. Es posible que algunas de las marcas de cizalla que presentan las monedas recuperadas en Hispania puedan venir ya de origen, por ejemplo las monedas galas o incluso algunas de las monedas griegas. Pero quizás el rasgo más significativo y que otorga una mayor singularidad a estos hallazgos monetales de la sub-meseta sur es la destacable presencia de moneda gala de distintas procedencias. Esta circunstancia no es explicable desde los datos atribuibles a una circulación monetaria normal en la región, por lo que podría relacionarse con la presencia de un contingente de población gala llegado a la zona, que se vienen considerando mercenarios desplazados para combatir en la II Guerra Púnica.91 En el continente europeo parece existir desde aproximadamente el siglo III a. C. una secuencia cronológica en el cizallado de las monedas en la que se 90 91

Ripollès et al. 2009, 167 ss. Ripollès et al. 2009, 165 ss.

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ven implicados grupos humanos celtas ya sea en los Balcanes como en las Galias, explicado tanto como una marca de las elites guerreras (con una cronología más alta) como marcas de propiedad de los templos (cronología más tardía). Así, con una datación muy similar a la constatada en los tesoros hispanos, encontramos en un área europea un núcleo de ocultaciones con abundantes piezas cizalladas, la region balcánica habitada por los escordiscos. Esta tribu celta fue una de las implicadas en la gran expedición del 280 a. C. hacia Asia Menor y después se estableció en la zona de la actual Serbia.92 La presencia de moneda griega en sus atesoramientos se interpreta como el pago a los servicios de mercenariado que prestaban a su vecino reino de Macedonia.93 Curiosamente, en el ámbito galo, una de las tribus en las que se constata la presencia de monedas cizalladas con más profusion es la de los Parisii, a los que algunos autores atribuyen una relacion de estrecho parentesco con los escordiscos, quizás dos ramas de una misma tribu.94 De las relaciones entre estos dos pueblos celtas, aparentemente alejados, dan fe la existencia de un par de curiosas piezas monetales — un posible ponderal y una moneda— con tipos similares.95 Los paralelismos con el mundo celta más próximo, sobre todo de las Galias, Islas Británicas y sur de Alemania, donde las marcas de cizalla y, en general, la práctica totalidad de los depósitos monetales se interpretan en clave religiosa, nos parecen aventurados: de un lado, por la diferente cronología de ambos fenómenos y, de otro, por la ausencia absoluta de elementos que permitan vincular los hallazgos hispanos mencionados con cualquier estructura de tipo religioso o ceremonial. La interpretación tradicional del grupo de ocultaciones que hemos analizado los situaba en relación con los pagos a mercenarios ocasionados por la II Guerra Púnica. Dos aspectos, sin embargo, vierten dudas sobre esta explicación. Por un lado la cronología de la moneda romana atesorada, que es posterior al fin del conflicto en Hispania. Por otro, la variada muestra de emisiones acuñadas en Galia, que apunta a una llegada de numerario directamente desde la zona de emisión que difícilmente se imbrica, tanto por cuestiones cronológicas como de aprovisionamiento de numerario, en los avatares de la II Guerra Púnica. La característica cizalla que presentan muchas de las piezas recuperadas en estas ocultaciones, 92

Kruta 2000, 811, s.v. «Scordisques». Ujes [2009]. 94 Sills 2003, 320. 95 Sills 2003, 298 ss., 320, 334. 93

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cuyos paralelos mas directos en Europa apuntan a pueblos celtas, es un indicio más que nos induce a investigar sobre nuevas vías de llegada de numerario a la Península que no necesariamente discurren por el Mediterráneo. En este sentido, cabe recordar que el papel de los galos y celtas como mercenarios no termina tras la II Guerra Púnica.96 En las campañas bélicas emprendidas por Roma en el otro extremo del Mediterráneo con motivo de las Guerras Macedónicas, encontramos de nuevo implicados en uno y otro bando a diferentes reinos helenísticos, contingentes celtas —tanto de los gálatas de Asia Menor, como pueblos trasalpinos—, incluso en los primeros litigios al propio Aníbal como estratega. Con el tratado de paz con Macedonia, tras la II Guerra Macedónica (196 a. C.) se impone a dicho reino una alta indemnización en talentos y, desde nuestro punto de vista, sería un buen marco para interpretar la introducción de numerario helenístico en la Península de manos del ejército romano. De todo lo expuesto hasta ahora, podría pensarse que la práctica del cizallado no sea sólo una práctica tendente a la fragmentación de la moneda sino una costumbre que traen consigo los pueblos galos y que podrían haber adquirido en Asia Menor durante sus campañas en el Mediterráneo oriental. Esta hipótesis adquiere mayor fuerza a la luz de la presencia de monedas galas en estos conjuntos, algo único en los hallazgos de la Península Ibérica de estos momentos, a su cronología posterior a la II Guerra Púnica y los nuevos datos que ratifican la presencia de contingentes humanos galos en esta zona. Tendría un cierto sentido su aplicación sobre todas las monedas que circularan en su entorno en un momento dado mezclando, de manera indistinta, piezas romanas, púnicas, griegas, hispanas o galas y aplicando a todas ellas si se interpretara como una marca de identificación o aceptación.

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