Alquerías, cigarrales y palacios: la Quinta de Mirabel. La génesis de un paisaje medieval II. Los espacios ganaderos bajomedievales

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Descripción

SERIE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS TOLEDO

Alquerías, cigarrales y palacios La Quinta de Mirabel

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TÍTULO DEL PROYECTO

DIRECCIÓN CIENTÍFICA

ESTUDIO DEL PAISAJE CULTURAL

Jesús Carrobles Santos

EN EL TÉRMINO MUNICIPAL DE TOLEDO.

Cloe Cavero de Carondelet

LOS CIGARRALES

Jorge Morín de Pablos

Quinta de Mirabel ESTUDIO DEL MEDIO FÍSICO LOCALIZACIÓN

Geología, geomorfología e hidrología: Fernando Tapias

T.M. Toledo

Medio Natural: Manuel Casas

ENTIDADES PROMOTORAS

PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA

REAL FUNDACIÓN DE TOLEDO CONSORCIO DE TOLEDO

Arqueólogos: Mario López Recio, Laura Benito, Rocío Víctores, Jose Manuel Illán, Jose Manuel Curado y Gonzalo Calle

COORDINACIÓN DEL PROYECTO

Estudio de Materiales: Ernesto Agustí, Laura Benito y Jose Manuel Curado

Paloma Acuña (Real Fundación Toledo) Soledad Sánchez-Chiquito (Consorcio de Toledo)

LECTURA VERTICAL DE PARAMENTOS Pablo Guerra

CONSULTORÍA ARQUEOLÓGICA Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales

ESTUDIO DE MATERIALES CONSTRUCTIVOS Pablo Guerra

AUDITORES DE ENERGÍA y MEDIO AMBIENTE, S.A. Calle Felipe Campos, 3

TOPOGRAFÍA

28002 MADRID

Carlos Sobrino

INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA

CARTOGRAFÍA Y 3D

Revisión de Carta Arqueológica y Expedientes.

Francisco José López Fraile

Prospección arqueológica y toma de muestras polínicas, antracológicas y carpológicas

GIS

Lectura vertical de paramentos

Luis Rodríguez Avello DOCUMENTACIÓN Irene Criado DIRECCIÓN EDITORIAL DEL VOLÚMEN Esperanza de Coig O´Donnell DIRECCIÓN EDITORIAL DE LA SERIE Esperanza de Coig O´Donnell y Jorge Morín de Pablos

© DE LA PRESENTE EDICIÓN, LOS AUTORES EDITA: AUDEMA S.A. ISBN: 978-84-16450-14-5 Depósito Legal: M-6120-2016 Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluido fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento de información sin el previo permiso escrito de los autores.

índice Introducción *ESÚS CARROBLES, CLOE CAVERO Y *ORGE MORÍN ........................................................................................................................................................ 9 I

Estudio del medio físico FERNANDO T!0)!39MANUEL CASAS ................................................................................................................................................................................ 13 II

Fuentes documentales para el estudio del territorio: suertes y traídas IRENE CRIADO ...................................................................................................................................................................................................................... 17 III

0ROSPECCIķNARQUEOLķGICA *ESÚS CARROBLES, FRANCISCO *OSÉ Lâ0%: *ORGE MORÍN Y SAGRARIO R/$2Ñ'5%: 35 IV

V

Resultados de la prospección arqueológica de la Quinta de Mirabel

*ESÚS CARROBLES, FRANCISCO *OSÉ Lâ0%: *ORGE MORÍN Y SAGRARIO R/$2Ñ'5%:39 La génesis de un paisaje medieval I: los espacios irrigados andalusíes *ESÚS CARROBLES, *ORGE MORÍN Y SAGRARIO R/$2Ñ'5%: ........................................................................................................................................ 89 VI

La génesis de un paisaje medieval II: los espacios ganaderos bajomedievales *ESÚS CARROBLES, *ORGE MORÍN Y SAGRARIO R/$2Ñ'5%: .................................................................................................................................... 115 VII

Cigarral del Cardenal Quiroga CLOE CAVERO .................................................................................................................................................................................................................. 135 VIII

3ISTEMASDEINFORMACIķNGEOGRĆlCAUNRECURSODEMODELIZACIķNUNTERRITORIO LUIS R/$2Ñ'5%:9*ORGE MORÍN ................................................................................................................................................................................. 147 IX

Lectura de paramentos y analítica de los materiales constructivos 0ABLO GUERRA Y *ORGE MORÍN ................................................................................................................................................................................. 151 X

Fotogrametría de las bóvedas de la Quinta de Quinta de Mirabel: palacio y estufa FRANCISCO *OSÉ Lâ0%:9*ORGE MORÍN ..................................................................................................................................................................... 195 XI

XII

Bibliografía ...................................................................................................................................................................................................... 201

VII

La génesis de un paisaje medieval II: los espacios ganaderos bajomedievales

*ESÚS CARROBLES, *ORGE MORÍN Y SAGRARIO R/$2Ñ'5%:

La ganadería en el área de La Pozuela Hace muchos años que se viene hablando de la importancia de la ganadería toledana a lo largo de la historia, aunque se carece de los HVWXGLRVTXHSHUPLWDQFRQRFHUHOYHUGDGHURDOFDQFHGHHVDD¿UPDFLyQ$SHVDUGHWRGRHOORQRVHSXHGHGXGDUGHOGHVDUUROORDOFDQzado por la práctica de esta actividad en las inmediaciones de la ciudad que fue posible, básicamente, por la capacidad desarrollada por las elites locales para aprovechar un medio difícil, en el que encontramos inconvenientes a la vez que evidentes oportunidades. En líneas generales, el medio físico existente en los alrededores de Toledo se caracteriza por contar con suelos pobres, un clima extremo y escasas precipitaciones, ligeramente por encima de los 400 mm, repartidas en dos periodos de lluvias separadas por un fuerte estiaje que impiden la existencia de una población animal estable mínimamente numerosa. Consecuencia de estas condiciones tan duras es el desarrollo de un medio natural que en su origen se caracterizó por el dominio de los encinares que hoy vemos relegados a algunas manchas en las que se conservan formaciones degradadas surgidas de ellos, como consecuencia de la sobreexplotación humana. Sin embargo, esta realidad, no demasiado propicia para el desarrollo de las explotaciones ganaderas intensivas, fue trasformada graFLDVDODH[LVWHQFLDGHXQDVHULHGHIDFWRUHVItVLFRV\FXOWXUDOHVTXHVHFRPELQDURQHQODPHGLGDQHFHVDULDSDUDSDOLDUODVGL¿FXOWDGHV que imponía el medio. De esta manera, las gentes de Toledo consiguieron implantar diferentes y exitosos modelos de explotación ganaderos, que aprovecharon el mismo espacio a lo largo del tiempo. En relación a las condiciones naturales del entorno, ajenas por lo tanto a la voluntad del hombre, hay que tener en cuenta aspectos muy diferentes e interesantes. En primer lugar es necesario destacar que mucho tiempo antes de la llegada del hombre a la zona toledana, ésta era un espacio privilegiado y estratégico para muchas especies animales. El origen de esta peculiar situación hay que buscarlo en la existencia de una de las corrientes más caudalosas y constantes del interior de la Península Ibérica como es el Tajo. Sin embargo, su verdadera excepcionalidad vino dada por la formación de un importante vado natural aguas arriba del lugar que ocupa en la actualidad el puente de Alcántara, que se vio acompañada por la existencia de formaciones geológicas muy diferentes junto al mismo que raras veces coinciden y permiten el desarrollo de nichos ecológicos variados. Su existencia posibilita la creación de un espacio estratégico en el que el principal punto de paso para las migraciones en un amplio sector del valle del Tajo, coincide con el ámbito en el que se generan pastos y forrajes diferentes que maduraban en distintos periodos del año. No obstante y a pesar de lo que en principio pudiera parecer, la suma de todas estas circunstancias posibilitaba pero no determinaba, inexorablemente, la existencia y menos aún la importancia de las explotaciones ganaderas que pudieron generarse en la zona. Éstas VHGHEHQDODFDSDFLGDGKXPDQDSDUDDSURYHFKDUHOPHGLR\WUDQVIRUPDUORGHDFXHUGRFRQXQDVHULHGHSDXWDVTXHKDQTXHGDGRUHÀHjadas en el paisaje y han variado a lo largo de los siglos. De ahí deriva la importancia de conocer los datos arqueológicos e históricos de los que disponemos sobre este tipo de actividades, antes de enfrentarnos a la reconstrucción de los modelos que determinaron la organización del espacio productivo en el entorno de la ciudad de Toledo. Su estudio lo vamos a realizar en espacios como el Cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y la antigua Dehesa de Pozuela que, por sus excepcionales condiciones de conservación y de riqueza en referencias históricas, permiten este tipo de investigación y la obtención de unas conclusiones que sirven de punto de partida para conocer la evolución ocurrida en la totalidad del territorio toledano.

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3.1. Registro material.Tal y como decíamos al inicio de este estudio, toda actividad humana repetida en el tiempo tiende a generar un paisaje concreto. Sin embargo, e independientemente de la cantidad de esfuerzos que se precise para modelarlo, no todos alcanzan la misma visibilidad tras la desaparición del grupo de vida que le da sentido, al basarse en muchos casos en aprovechamientos y usos que apenas dejan huella en el registro arqueológico. Un caso característico de esta situación lo tenemos en la mayor parte de los paisajes ganaderos, en los que las mayores inversiones de trabajo realizadas van dirigidas a la creación de pastizales a través de la formación de ambientes de dehesa o de otras formacioQHVYHJHWDOHV6XDEDQGRQRSURYRFDODUiSLGDSpUGLGDGHODVSHFWRDOFDQ]DGRHQHOPRPHQWRGHODH[SORWDFLyQGL¿FXOWDQGRFRQHOOR la interpretación funcional de los pocos restos materiales que permanecen en el tiempo. De esta manera, frente a las huertas valladas con sus bancales, sus sistemas hidráulicos complejos y otras infraestructuras necesarias para su explotación que dejan importantes evidencias tras su abandono, los espacios ganaderos son mucho menos reconocibles por haberse generado en función de sistemas de gestión basados en el predominio de costumbres comunitarias, generalmente asociadas a realidades materiales simples, que se relacionan, a su vez, con ciclos de carácter estacional dependientes de la estrecha relación que establece el ganadero con el medio físico y de la utilización de materiales de naturaleza perecedera que éste le aporta. El resultado de todo ello es la formación de registros increíblemente pobres, caracterizados en todo caso por la sencillez extrema de la mayor parte de sus realizaciones, su amplia dispersión y su carácter estrictamente funcional, alejado de cualquier deseo de ostentación y por lo tanto de permanencia. Toda una serie de características a las que hay que añadir nuevos aspectos que complican su estudio FRPRHVODGL¿FXOWDGGHGDWDFLyQTXHSUHVHQWDQPXFKRVGHVXVUHVWRVSRUODIDOWDGHFRQWH[WRVDUTXHROyJLFRVPtQLPDPHQWHSUHFLVRV $XQDVt\DSHVDUGHFRQWDUFRQWRGDVHVWDVGL¿FXOWDGHVFRPRSXQWRGHSDUWLGDODVSURVSHFFLRQHVUHDOL]DGDVHQOD4XLQWDGH0LUDEHO el Cigarral de Menores y la antigua dehesa de Pozuela, han aportado algunos datos directamente relacionados con la gestión ganadera de esta zona en el pasado. Su estudio permite comprobar la utilización pecuaria de estos espacios y la obtención de diferentes datos sobre los modelos de explotación desarrollados en ellos a lo largo del tiempo, de los que luego nos ocuparemos. 3.1.1. Chozas y otras construcciones pastoriles.En nuestro estudio nos hemos encontrado con numerosas estructuras. Las más destacadas son: Chozas.Constituyen la construcción pastoril más característica por su frecuencia y nula evolución desde la Prehistoria hasta momentos muy recientes. En el área prospectada se han documentado numerosas evidencias que tienen una interpretación dudosa por la escasa entidad de los restos conservados. En la mayor parte de las estructuras que conocemos nos encontramos ante pequeñas DOLQHDFLRQHVUHDOL]DGDVFRQSLHGUDVGHSHTXHxR\PHGLDQRWDPDxRTXHVHGLVSRQHQMXQWRDORVDÀRUDPLHQWRVURFRVRVTXHVDOSLFDQ OD]RQDSUHIHULEOHPHQWHHQOXJDUHVGHVWDFDGRVGRWDGRVGHXQDEXHQDYLVLELOLGDG/DVHVWUXFWXUDVGRFXPHQWDGDVGH¿QHQHVSDFLRV nunca superiores a los 6-8 metros cuadrados y tienden a adoptar formas redondeadas y por lo tanto a prescindir de la construcción GHHVTXLQDV ¿JV /DPD\RUSDUWHGHHOODVSXHGHQVHULQWHUSUHWDGDVFRPR]yFDORVGHDQWLJXDVFKR]DVGHXVRSDVWRULOTXH HVWDUtDQUHDOL]DGDVHQVXPD\RUSDUWHFRQPDWHULDOHVSHUHFHGHURV6XFRQVWUXFFLyQVHUHDOL]DUtDPD\RULWDULDPHQWHVREUHURFD¿UPH FRQHO¿QGHJDQDUHVWDELOLGDG\FDSDFLGDGGHUHVSXHVWDDQWHVLWXDFLRQHVFOLPDWROyJLFDVDGYHUVDV La documentación de estas estructuras es difícil de realizar en la actualidad por la escasa entidad de los restos constructivos conservados, la total ausencia de restos de cultura material en su entorno más inmediato y la reutilización agrícola en algún caso del suelo que ocuparon. Una situación relativamente frecuente que, en muchas ocasiones, ha debido ocasionar la total destrucción de sus escasos restos con todo lo que ello implica a la hora de impedir el conocimiento exhaustivo de este tipo de evidencias y su distribución en el territorio. Estudio.De acuerdo con el difícil panorama que nos encontramos, su estudio hay que realizarlo, necesariamente, en relación al resto de las HVWUXFWXUDVSDVWRULOHVGRFXPHQWDGDVHQHOPLVPRWHUULWRULRTXHQRVRIUHFHQGDWRVPiVVLJQL¿FDWLYRVGHODVDFWLYLGDGHVSURGXFWLYDV

La génesis de un paisaje medieval II

con las que se relacionaban. En todo caso, debemos tener en cuenta que nos encontramos frente a una serie de construcciones destinadas a cubrir necesidades básicas pero muy distintas en cada época del año. En líneas generales y como ejemplo de la variabilidad a la que nos enfrentamos, es necesario señalar que los territorios de invernada son más reconocibles que los de estiaje al necesitar algunas estructuras de mayor entidad y perdurabilidad con las que procurar el cobijo de los pastores y también del ganado, dado TXHPXFKDVGHODVHVSHFLHVGRPHVWLFDGDVFXHQWDQFRQXQFLFORUHSURGXFWLYRTXHVHLQWHQVL¿FDHQHVDHVWDFLyQ&RQVHFXHQFLDGH todo ello fue la construcción de chozas diferentes que, en muchos casos, son los únicos elementos reconocibles de unos paisajes culturales surgidos como consecuencia de la práctica de actividades productivas estacionales y que, por lo tanto, pueden ofrecer un panorama material cambiante en función del momento del año en la que se construyen. Corrales.En zonas no necesariamente relacionadas con los restos de chozas que acabamos de describir, nos encontramos con otras construcFLRQHVHQHVWHFDVRPXFKRPiVHYLGHQWHVHLQHTXtYRFDPHQWHUHODFLRQDGDVFRQODVH[SORWDFLRQHVJDQDGHUDVTXHSRGHPRVLGHQWL¿FDU con pequeños corrales. Se trata de nuevo de estructuras de escasa entidad que en muchos casos pueden haber desaparecido o dejado tan sólo la huella de alguna alineación de pequeñas piedras, que podrían haber servido de base para la construcción de paredes realizadas con cuerdas, cañas y otros materiales perecederos no conservados. Sin embargo y al margen de este tipo de restos que aparecen de forma disSHUVDSRUWRGDOD]RQDFRQWDPRVFRQRWURVHMHPSORVELHQGH¿QLGRVTXHSXHGHQUHFRQRFHUVHHQVXWRWDOLGDGHQQXHVWURVGtDV ¿J 27). Son:

Figura 25.

Figura 26.

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Figura 27.

Casas de Miján 1.la estructura se ubica en la antigua dehesa de Pozuela, muy cerca de las tapias del antiguo cigarral de Azuela y a unos 140 m de las ruinas de la conocida como Casas de Miján. En la actualidad se documenta una pared de piedra seca que cierra un espacio de forma rectangular con las esquinas redondeadas con un total de unos 330 metros cuadrados. Se dispone en una zona alta y cuenta con la LQFOLQDFLyQVX¿FLHQWHSDUDHYLWDUORVHQFKDUFDPLHQWRVTXHSRGtDQSRQHUHQSHOLJURODVDOXEULGDGGHOHVSDFLRFHUFDGR6XDVSHFWR original debió ser muy parecido al que conocemos de otras estructuras documentadas en la misma zona de cigarrales a través de algunas fotografías realizadas a comienzos del siglo XX. En ellas se aprecia la existencia de un espacio de dimensiones y aspecto similar al que ahora nos ocupa destinado a la cría de ganado ovino y caprino, en el que, en uno de los ángulos, se incluye una pequeña choza realizada con cañas u otros materiales perecederos que también estaban presentes en el muro de cierre. Casas de Miján 2.No muy lejos de este primer corral pero en clara relación con las Casas de Miján de las que sólo dista 15 metros, nos encontramos FRQXQQXHYRHVSDFLRFHUFDGRTXHDSURYHFKDXQRVDÀRUDPLHQWRVURFRVRVSDUDDXPHQWDUVXIRUWDOH]D\UHVJXDUGR6XFRQVWUXFFLyQ es distinta de la que acabamos de describir, al contar con un muro realizado mediante la alineación de piedras de mediano y gran tamaño que dan un aspecto mucho más tosco al conjunto. La forma es irregular aunque con tendencia al cuadrado y cuenta con una VXSHU¿FLHFHUFDGDGHPHWURVFXDGUDGRV Fuente del Conde.Se trata de un nuevo corral de características similares al primero de los descritos, aunque en este caso sus paredes muestren una HMHFXFLyQPXFKRPiVFXLGDGDTXHVHUHÀHMDHQODFRQVWUXFFLyQGHDXWpQWLFDVHVTXLQDV6HORFDOL]DHQODVLQPHGLDFLRQHVGHOD)XHQWH del Cardenal, muy cerca de otra serie de estructuras relacionadas con un espacio irrigado en el que destacan una importante captación, la balsa y otras construcciones auxiliares. La estructura se localiza a 120 metros de las ruinas de la Casa de la Alpargatita y FLHUUDXQDVXSHU¿FLHGHPHWURVFXDGUDGRV Estudio.En la totalidad de los casos descritos nos encontramos ante estructuras de reducido tamaño, adaptadas por lo tanto a la explotación de pequeños rebaños estantes muy alejadas del modelo impuesto por las grandes explotaciones trashumantes que, como luego veremos, adquirieron una importancia cambiante en este territorio. Este tipo de ganadería basada en rebaños de ovejas y cabras que

La génesis de un paisaje medieval II

oscilaban entre las cien y las quinientas cabezas, parece haber alcanzado mayor desarrollo en épocas recientes y obedecería a un modelo mixto de explotación en el que la agricultura tiene cierta importancia, hasta el punto de que uno de los principales productos buscados en estos corrales pudo ser el estiércol destinado a permitir la práctica de cultivos intensivos. También y sin que una determinada orientación sea incompatible con otra, se pueden vincular con la cría de animales para el abasto que genera un modelo de ganadería diferente, perfectamente conocido en el área de estudio como luego podremos comprobar. Independientemente de las posibilidades que se abren tras el estudio de estas estructuras, la posible vinculación de los pequeños corrales con los espacios agrícolas también parece deducirse de la ubicación que presentan, a escasa distancia de antiguos cigarrales, huertas y pequeñas casas de campo. Una relación que acabaría estrechándose con el tiempo hasta el punto de que en las construcciones más recientes, como ocurre con las conocidas como Casas de la Alpargatita, también en las inmediaciones de la Fuente del Cardenal, las dependencias para albergar el ganado se incorporarían a la propia casa de labranza. Parideras.Se trata de pequeñas construcciones directamente relacionadas con las necesidades que impone la invernada del ganado, preferentemente del trashumante que en muchas ocasiones carecía de majadas u otro tipo de construcciones permanentes. Su funcionalidad estaba destinada a permitir el resguardo de las ovejas y sus crías tras el parto, así como a realizar una primera selección del ganado, que se convertía en la clave del éxito económico de las explotaciones laneras. &RQHVWH¿Q\SDUDIDFLOLWDUHODKLMDGRGHORVFRUGHURVHQORVFDVRVHQORVTXHKXELHUDUHFKD]RSRUSDUWHGHODPDGUHVHFRQVWUX\y un tipo de estructuras que sólo hemos podido documentar en zonas de relieve complicado en las que la actividad agrícola ha sido PHQRU\KDVLGRSRVLEOHVXFRQVHUYDFLyQ(QWRGRVORVFDVRVFRQRFLGRVVRQSHTXHxDVHGL¿FDFLRQHVVHPLVXEWHUUiQHDVTXHKDQUHTXHULGRODH[FDYDFLyQGHODWRWDOLGDGGHVXSODQWDFRQHO¿QGHDLVODUVXLQWHULRU\IDYRUHFHUODFOLPDWL]DFLyQQDWXUDOGHOHVSDFLRTXH DFRWDEDQ7RGDVHOODVVHGRFXPHQWDQHQODGHUDVFRQHO¿QGHSHUPLWLUODHYDFXDFLyQGHORVUHVLGXRVOtTXLGRV\IDYRUHFHUODKLJLHQH GHHVWRVSHTXHxRViPELWRV ¿J  Los casos más evidentes que hemos documentado, son: Pozuela.En la totalidad del espacio de esta antigua dehesa, sólo contamos con los restos de dos construcciones contiguas y claramente relaFLRQDGDVTXHFXHQWDQFRQODVFDUDFWHUtVWLFDVSURSLDVGHHVWHWLSRGHHGL¿FDFLRQHV(QHOODVWRGDYtDSXHGHDSUHFLDUVHODH[FDYDFLyQ realizada y la existencia de unos muros perimetrales realizados con pequeñas piedras, que debían soportar una cubrición hoy completamente perdida. Se localizan formando un único conjunto, al abrigo de unas formaciones de encinas de indudable antigüedad. Quinta de Mirabel.Cuentan con mayor entidad e interés que las que acabamos de describir. Su número es difícil de precisar por el espesor del matorral que ha crecido sobre ellas, aunque se reconocen al menos cuatro que se disponen de forma ordenada al alinearse junto a la valla que cierra por el sur esta importante propiedad. Su ubicación cumple con las características que precisan este tipo de infraestructuras como son la localización a media ladera y su cierto aislamiento en relación a las principales zonas de pasto. Todas ellas han sido excavadas parcialmente en el suelo y conservan parte de sus antiguas cubiertas realizadas con bóvedas de piedra de mediano tamaño. En su exterior, coincidiendo con el espacio de entrada a cada una de ellas, se documenta una pequeña valla que en algún caso mejor conservado muestra la existencia de un acceso sencillo pero efectivo, generado a partir de la construcción de dos muros curvos que crean una entrada en “clavícula”, destinada a cortar las corrientes de aire a la vez que a permitir el libre acceso del ganado. Estudio./DYDORUDFLyQGHHVWDVSHTXHxDVFRQVWUXFFLRQHVHVGLItFLOGHUHDOL]DUSRUODIDOWDGHHVWXGLRVVREUHHGL¿FDFLRQHVVLPLODUHVTXHVLUYDQ de referencia. También, por la carencia de cultura material en los escasos casos en los que han llegado a nuestros días, al tratarse de estructuras meramente funcionales que se han mantenido inalterables, prácticamente, desde la Prehistoria. Teniendo en cuenta esta situación, tan sólo podemos asegurar que la construcción de las estructuras que acabamos de describir en Pozuela, se realizó antes de la reconversión de la antigua dehesa en suertes destinadas a usos agrícolas, ocurrida a mediados del

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Figura 28.

siglo XIX. Alguna precisión más puede obtenerse del estudio de las localizadas en la Quinta de Mirabel, gracias a su ordenación FRQODYDOODGHOD¿QFDTXHGHOLPLWDEDODSURSLHGDGDOPHQRVGHVGHHOVLJOR;9,,,/RVOtPLWHV¿MDGRVSRUHOODVRQORVTXHDSDUHFHQ HQODGHVFULSFLyQGHOD¿QFDLQFOXLGDHQHO&DWDVWURGHO0DUTXpVGHOD(QVHQDGD\VRQHOUHVXOWDGRGHODVDPSOLDFLRQHVUHDOL]DGDV por los marqueses de Malpica desde los comienzos del siglo anterior. La datación SRVWTXHP en relación a la formación de esta propiedad se vería apoyada, además, por la documentación en las inmediaciones de una serie de espacios irrigados que se mantuvieron activos hasta los comienzos del mismo siglo XVI, con todo lo que ello implica a la hora de impedir el desarrollo de grandes explotaciones ganaderas en sus inmediaciones con las que las parideras se relacionan. De esta manera, su construcción vendría dada SRUODJHQHUDFLyQGHXQQXHYRPRGHORGHH[SORWDFLyQGHOD¿QFDLPSODQWDGRSRUVXVQXHYRVSURSLHWDULRVGHVGHHOVLJOR;9,,TXH basó su rentabilidad en el arriendo de pastos y requirió, por lo tanto, la construcción de las infraestructuras necesarias para permitir la invernada de grandes rebaños trashumantes. La coincidencia de estas estructuras con algunos de los corrales descritos en áreas cercanas, permite conocer la existencia de prácticas ganaderas muy diferentes en el mismo entorno, relacionadas con la explotación de rebaños dotados de características claramente distintas sobre las que luego volveremos. 3.1.2. Aljibes y abrevaderos.El arrendamiento de las dehesas y por lo tanto su rentabilidad, dependía de la existencia de buenos pastizales pero también de la GLVSRQLELOLGDGGHSRWHQWHVSXQWRVGHDJXDGDVREUHWRGRHQHOFDVRGHTXHODV¿QFDVVHGHVWLQDUDQDJUDQGHVUHEDxRVTXHQRSRGtDQ recibir suministro a través de pequeños pozos u otros sistemas de abastecimiento artesanales, siempre limitados. De acuerdo con el carácter estacional de la actividad ganadera trashumante y la necesaria creación de infraestructuras distintas en cada momento, los abrevaderos también eran más frecuentes y necesarios en las áreas de invernada ubicadas en las llanuras que

La génesis de un paisaje medieval II

Figura 29.

carecían de las corrientes naturales que sí discurren por los pastos de montaña en los que se realizaba el estiaje. Consecuencia de todo ello fue la construcción de complejas redes de fuentes y aljibes que, al menos desde la Edad Media, permitieron la explotación de muchas tierras que hasta entonces habían quedado al margen de cualquier aprovechamiento mínimamente intensivo. En muchos casos bien conocidos, su construcción fue posible por la puesta en práctica de auténticas políticas de estado, aunque tampoco hay que minusvalorar la coincidencia de esfuerzos particulares, empeñados en dotar de valor económico a sus campos. Documentalmente y tal y como luego podremos comprobar, sabemos que existió una importante preocupación en el concejo toledano por garantizar este tipo de servicios. Un caso bien conocido lo tenemos en la petición practicada al cardenal Quiroga que TXHGyREOLJDGRDFRQVWUXLUXQDEUHYDGHURS~EOLFRHQ3R]XHODD¿QDOHVGHOVLJOR;9,FRPRFRQWUDSUHVWDFLyQSRUODFRQFHVLyQGH aguas de la Fuente del Cardenal para satisfacer las necesidades de la Quinta de Mirabel. Su construcción se llevó a cabo pero no se conserva ningún tipo de restos como consecuencia de las obras realizadas en el siglo XIX, relacionadas con la construcción del primer sistema de abastecimiento de agua a la ciudad de Toledo en época contemporánea. Al margen de datos históricos como éste que acabamos de citar y sobre los que luego volveremos, la prospección arqueológica UHDOL]DGDKDSHUPLWLGRGRFXPHQWDUODH[LVWHQFLDGHDOJXQDVKRQGRQDGDVDSDUHQWHPHQWHDUWL¿FLDOHVTXHHVSUREDEOHVHXWLOL]DVHQ para la formación de charcas estacionales destinadas al uso del ganado. Sin embargo, junto a ellas, también aparecen los restos de un complejo sistema hidráulico que parece tener un origen antiguo, aunque en un determinado momento se utilizó para el acondicionamiento ganadero que sufrió la Quinta de Mirabel desde mediados del siglo XVII. Los restos a los que nos referimos se localizan en las inmediaciones del lugar en el que se encontraban las parideras antes descritas y diferentes tramos de galerías drenantes que tienen un origen altomedieval. La construcción de éstas, hay que relacionarla con la creación de los espacios irrigados andalusíes a los que hemos venimos haciendo mención desde el inicio de este estudio. Todas ellas presentan las características apreciadas en otras conducciones similares localizadas en la zona, pero cuentan con una diferencia excepcional como es su relación con un importante aljibe que aprovecha el agua aportada por los sistemas hidráulicos más antiguos para alimentar una importante charca, que aún mantiene un caudal mínimo en nuestros días y sólo es posible interpretar desde una lógica ganadera. 6XLPSRUWDQFLDHQHODFRQGLFLRQDPLHQWRSHFXDULRGHHVWD¿QFDHVHYLGHQWH\GHEHUHODFLRQDUVHFRQHOUHDSURYHFKDPLHQWRGHDQ-

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Figura 30.

tiguas estructuras hidráulicas que fueron adaptadas a la nueva función. Un caso evidente de esta práctica es la más que probable reutilización de una gran agüera de captación que aún tiene un importante protagonismo en el paisaje, por la importancia de las UHPRFLRQHVUHDOL]DGDVSDUDVXFRQVWUXFFLyQ\FRQVHUYDFLyQDORODUJRGHOWLHPSR ¿J /DSODQLPHWUtDUHDOL]DGDPXHVWUDTXHVH GLVSRQHGHIRUPDDOJRREOLFXDDOUHOLHYHHQHOTXHVHXELFDFRQHO¿QGHGUHQDUODSUiFWLFDWRWDOLGDGGHXQSHTXHxRYDOOHHQFX\R ¿QDOVHFRQVWUX\HURQODVJDOHUtDVHODOMLEH\ODFKDUFDDQWHVGHVFULWRV6XHMHFXFLyQHVWDEDGHVWLQDGDDSHUPLWLUODUHFRJLGDGHODJXD de escorrentía que discurría por las laderas de los montes cercanos y dirigirla a un canal que atravesaba la cerca de la Quinta de Mirabel, por una zona perfectamente acondicionada para permitir el paso del agua. /DFRQVWUXFFLyQUHTXLULyFRPRKHPRVGLFKRXQLPSRUWDQWHPRYLPLHQWRGHWLHUUDVTXHVHUHÀHMDHQHOLPSRUWDQWHFDEDOOyQTXHGHlimita la estructura en su parte más baja, que todavía puede seguirse perfectamente a lo largo de 161 metros. También debió llevar DSDUHMDGRHOGHVEUR]DGR\GHIRUHVWDGRGHODWRWDOLGDGGHOiUHDGHFDSWDFLyQTXHFXHQWDFRQXQDVXSHU¿FLHVXSHULRUDODV+HFWiUHDV FRQHO¿QGHDVHJXUDUODIiFLOFLUFXODFLyQGHODVDJXDVGHOOXYLD8QDVLWXDFLyQTXHWRGDYtDVHFRQVHUYD\TXHFRQYLHUWHDHVWHYDOOH en un espacio diferente en relación con los que limita, integrados en la antigua dehesa de la Pozuela. /D¿QDOLGDGGHXQDREUDWDQFRPSOHMDHVUHODWLYDPHQWHVLPSOH(QSULQFLSLRHODOMLEH\ODFKDUFD ¿J DSURYHFKDQHODJXDH[LVtente en el subsuelo que se obtiene a través de las galerías drenantes. Su correcto funcionamiento es el que dota de suministro al VLVWHPDHQHOSHULRGRFRPSUHQGLGRHQWUHHO¿QDOGHORWRxR\HOGHODSULPDYHUD'HHVWDPDQHUDVHFXEUHQODVQHFHVLGDGHVGHEXHQD parte del año, en especial las de la invernada pero no se garantiza el suministro en pleno verano y al comienzo del otoño, lo que, LQGXGDEOHPHQWHGL¿FXOWDEDHODSURYHFKDPLHQWRJDQDGHURGHOHVSDFLRHQHVRVPRPHQWRVGHODxR3DUDSDOLDUODFDUHQFLDGHUHFXUVRVKLGUiXOLFRVGLYHUVL¿FDUHOVXPLQLVWURHLQFOXVRIRPHQWDUODDSDULFLyQGHDOJ~QSHTXHxRSDVWL]DOHQORVPRPHQWRVFUtWLFRVGHO estío, se realizó la obra que acabamos de describir destinada a permitir la recogida de aguas de escorrentía que en la zona de Toledo WLHQHQVXSLFRPi[LPRHQODpSRFDVHFDEiVLFDPHQWHHQWUHHO¿QDOGHODSULPDYHUD\HOFRPLHQ]RGHORWRxRFRPRFRQVHFXHQFLD de las tormentas que permiten el funcionamiento de este tipo de infraestructuras, basadas en la existencia de fuertes descargas de agua en cortos periodos de tiempo. Sistemas similares al aquí documentado se conocen en amplias zonas del sudeste español en las que prima el régimen torrencial de las precipitaciones. Es el caso de los estudiados en relación con el abastecimiento de algunos de los miles de aljibes que se conser-

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van en la zona de Yecla o de los que se documentan en diferentes comarcas de Almería, Lorca o Alicante, datados en su mayor parte entre los siglos XII al XIV. Su origen hay que buscarlo en el desarrollo alcanzado por los modelos de explotación surgidos en plena Edad Media, aunque no pueda descartarse la construcción de algunos ejemplos en fechas más recientes. (QHOFDVRFRQFUHWRTXHHVWDPRVGHVFULELHQGRHQORVDOUHGHGRUHVGHOiUHDFLJDUUDOHUDWROHGDQDQRHVSRVLEOH¿MDUXQDFURQRORJtD precisa. Tan sólo se puede apuntar que en el momento en que se realiza la valla de la Quinta de Mirabel, en un momento difícil de precisar pero comprendido entre mediados del siglo XVII y XVIII, la agüera debía existir ya que condicionó su construcción. Su existencia en esos momentos indica un origen relativamente antiguo, en principio relacionado con la creación de las galerías drenantes en el siglo XI, que sería reaprovechado y adaptado a un uso diferente en época moderna. La importancia de la captación en el funcionamiento del sistema hidráulico documentado, haría posible su mantenimiento hasta épocas relativamente recientes, tal y como lo demuestra el excepcional estado de conservación de los elementos que han llegado a nuestros días. 3.1.3. Vías ganaderas.Se trata de infraestructuras externas a las dehesas y pastizales, pero constituyen uno de los elementos más evidentes y necesarios en la creación de los antiguos paisajes ganaderos, al permitir su comunicación y funcionamiento desde la Prehistoria. Sin embargo y a pesar de la mayor visibilidad que presentan en relación con el resto de elementos que venimos utilizando, nos encontramos ante una red que, al menos en las inmediaciones de Toledo, ha sufrido importantes cambios como consecuencia de la pérdida de funcioQDOLGDGVXIULGDHQODV~OWLPDVGpFDGDV\ODFRQVLJXLHQWHDFFLyQSURYRFDGDSRUODVUHFDOL¿FDFLRQHVDEDQGRQRV\DSURSLDFLRQHV Al margen de otros posibles usos no pecuarios, son una huella de la trashumancia y de los sistemas ganaderos generados en la Edad Media que se mantuvieron, con mayor o menor actividad, hasta los inicios del siglo XX. El estudio de su trazado muestra la existencia de realidades muy distintas en el mismo espacio al coincidir veredas y coladas de proximidad con vías principales o cañadas TXHHQHVWH~OWLPRFDVRFRPXQLFDEDQORVH[WUHPRVJHRJUi¿FRVGLVWDQWHVSHURFRPSOHPHQWDULRVTXHSHUPLWtDQHOGHVDUUROORGHOD trashumancia a gran escala.

Figura 31.

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En la zona de cigarrales en la que realizamos nuestro estudio, se conservan diferentes vías ganaderas que han sufrido un proceso GHGHYDOXDFLyQDGPLQLVWUDWLYD\ODFRQVLJXLHQWHUHGXFFLyQGHVXWDPDxRFRPRFRQVHFXHQFLDGHODVUHFDOL¿FDFLRQHVUHDOL]DGDVDOR largo del siglo XX. Se trata de las conocidas administrativamente como veredas de Sevilla y de la Mancha y el importante cordel de las Merinas, que discurre entre las tapias del Cigarral de Menores y de la Quinta de Mirabel. Todas ellas forman parte de la red de largo recorrido a la que antes nos referíamos, que permitía el desarrollo de la trashumancia y el aprovechamiento económico de las numerosas dehesas que surgieron en la zona de Toledo durante la Edad Media, tal y como luego podremos comprobar. Su estudio arqueológico es difícil de realizar por la desaparición de muchos tramos, la superposición de nuevas vías de comunicación de naturaleza muy diferente y la ocupación de antiguos espacios auxiliares que han alterado su aspecto original, a la vez que GL¿FXOWDGRODFRPSUHQVLyQGHVXSULPLWLYRIXQFLRQDPLHQWR6LQHPEDUJR\DSHVDUGHODVLPSRUWDQWHVSpUGLGDVVXIULGDVHQXQDVSRcas décadas, aún es posible reconocer el perímetro de los principales descansaderos y la importancia de otra serie de elementos funcionales destacados, que nos permiten valorar la excepcional importancia alcanzada por estas vías de comunicación en el pasado. De todos ellos, destaca el descansadero ubicado junto al puente de San Martín que ha sido ocupado gradualmente a lo largo del siglo XX por diferentes construcciones residenciales, que parecen llamadas a borrar este importante espacio en el que se producía HOQHFHVDULRFRQWDFWRGHODFDxDGDFRQODVDJXDVGHO7DMR1RPX\OHMRVVHFRQVHUYDQFRQGHVLJXDOIRUWXQDORVGHVFDQVDGHURV ¿J  GRFXPHQWDGRVMXQWRDODSXHUWDGHDFFHVRDOD4XLQWDGH0LUDEHO\HQHO&HUURGHORV3DORV7RGRVHOORVGH¿QHQXQDYtDSULQFLpal que coincide con la actual carretera de Argés, en la que todavía se producía un importante tránsito de ganado a comienzos del VLJOR;;WDO\FRPRORSRQHQGHPDQL¿HVWRODVIRWRJUDItDV\SLQWXUDVUHDOL]DGDVSRUDXWRUHVFRPR3HGUR5RPiQ\ORVH[SHGLHQWHV R¿FLDOHVVREUHDPRMRQDPLHQWR\UHFDOL¿FDFLyQGHHVWDYtDTXHDOPHQRVKDQVHUYLGRSDUDGHMDUQRVXQDSUHFLVDGRFXPHQWDFLyQ SODQLPpWULFDGHHOOD'HDFXHUGRFRQWRGDHVWDLQIRUPDFLyQHOHVWXGLRGHWDOODGRGHHVWDVLQIUDHVWUXFWXUDVSRQHGHPDQL¿HVWROD existencia de otros espacios similares en lugares como las inmediaciones de la ermita de San Jerónimo, que muestran la verdadera naturaleza de estas vías que funcionan como un corredor y no como una línea perfectamente delimitada, que sólo aparece como tal en la documentación administrativa más reciente. Esta compleja y amplia red de caminos y descansaderos, perfectamente imbricada entre antiguos cigarrales, permitía el paso del ganado trashumante pero también y de ahí su importancia para nuestro estudio, la explotación de las dehesas toledanas, al facilitar un rápido acceso desde ellas al agua del Tajo. Consecuencia de todo ello fue la organización de corredores y no de líneas concretas de paso, que es la clave que permite el mejor aprovechamiento de las tierras existentes en el entorno de Toledo. Su importante GHVDUUROOR\JHQHUDOL]DFLyQVHFRQYLHUWHHQRWURGHORVHOHPHQWRVGH¿QLGRUHVGHOSDLVDMHFLJDUUDOHURWDO\FRPRTXHGDGHPDQL¿HVWR en la existencia de caminos dotados de altas vallas y de frecuentes ampliaciones y estrechamientos, que todavía caracterizan este espacio. 3.2. El paisaje de dehesa.La escasez de construcciones y evidencias materiales relacionadas con las explotaciones ganaderas, contrasta en la zona de los cigarrales con la importancia alcanzada por las formaciones de dehesa, que también constituyen una extraordinaria evidencia para conocer el tipo de explotación practicado en estos espacios en diferentes momentos de nuestro pasado. Se trata de una formación vegetal creada por la mano del hombre a partir de la transformación del primitivo bosque mediterráneo. $WUDYpVGHHOODHOPHGLRQDWXUDOVXIUHXQSURFHVRGHDXWpQWLFDGRPHVWLFDFLyQFRQHO¿QGHSRVLELOLWDUODIRUPDFLyQGHXQDPELHQWH favorable para el desarrollo de explotaciones en las que la ganadería es la base del sistema. Su creación es el resultado de importantes esfuerzos mantenidos en el tiempo que se dirigen a aclarar la formación boscosa inicial para fomentar la creación de pastizales. (OUHVXOWDGRySWLPR¿QDOHVODFRQVHFXFLyQGHXQGHOLFDGRHTXLOLEULRHQWUHQDWXUDOH]D\FXOWXUDTXHYDUtDHQFDGDFDVRHQIXQFLyQ de aspectos como pueden ser la riqueza del suelo, la variedad del relieve, el tipo de ganadería practicada o la importancia y variedad del resto de los aprovechamientos que se esperan obtener. Consecuencia de todo ello es la creación de unas formaciones que evolucionan y se adaptan a las condiciones cambiantes que impone el hombre, en función del crecimiento o cambio de determinadas demandas. Un ejemplo de este proceso es la paulatina sustitución en época contemporánea de las dehesas de roble por aquellas en las que domina la encina, como consecuencia del valor

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dado a productos como el carbón o la bellota para el alimento del ganado porcino, que ha sustituido al ganado ovino en el uso de PXFKDVGHHVWDV¿QFDV Al margen de estas posibles evoluciones, la formación de un espacio adehesado es la consecuencia visible de un proceso cultural tan importante y costoso para un determinado grupo de vida, como pudo serlo la creación de los campos irrigados de cultivo con todas las infraestructuras que conllevan para otros. Su consolidación permite la creación de los pastizales más ricos y variados que se conocen en el entorno del Mediterráneo debido, fundamentalmente, al distinto aprovechamiento de las posibilidades que ofrecen ORVGHQRPLQDGRVVXHOR\YXHORODFUHDFLyQGH]RQDVGHVRPEUDGHOXJDUHVSURWHJLGRVSDUDHOJDQDGR\HQGH¿QLWLYDGHORVGLVWLQtos aprovechamientos que ofrece la formación de pequeños microambientes que alargan el ciclo de maduración del herbazal en un mismo espacio. Todo ello, unido a la mayor presencia de caza y a la posibilidad de obtener otros muchos productos aprovechables en numerosos procesos preindustriales, convierten a estas formaciones en un modelo plenamente exitoso siempre que la ganadería VHDODEDVHHFRQyPLFDSULRULWDULD\QRH[LVWDXQDIXHUWHSUHVLyQGHPRJUi¿FD (OHVWXGLRGHVXRULJHQSODQWHDGLIHUHQWHVSUREOHPDVHQWUHRWURVHOUHODFLRQDGRFRQODYDULHGDGGHVLJQL¿FDGRVTXHDFXPXODHOWpUPLQRGHKHVD(QODDFWXDOLGDGODDFHSFLyQPiVIUHFXHQWHHVODXWLOL]DGDSDUDUHIHULUVHDODIRUPDFLyQYHJHWDODUWL¿FLDOTXHYHQLPRV GHVFULELHQGR6LQHPEDUJRFRQDQWHULRULGDGSUHGRPLQDEDRWUDGRWDGDGHXQVLJQL¿FDGRMXUtGLFRTXHKDFtDUHIHUHQFLDDODH[LVWHQFLD de espacios acotados y defendidos de ciertos usos, de ahí su nombre, en los que sus pastos se reservaban para unos rebaños concretos. Un modelo de propiedad total que mantenía a estas tierras al margen del libre acceso del que disfrutaban los rebaños de la Mesta o de aquellos que pertenecían a algunas grandes instituciones religiosas en plena Edad Media. 6HWUDWDSRUORWDQWRGHXQWpUPLQRHQHOTXHXQDFXDOLGDGFRQFUHWDGHODV¿QFDVVXGHIHQVDRFHUUDPLHQWRKDWHUPLQDGRGDQGR QRPEUHDXQDIRUPDFLyQYHJHWDOTXHQRREVWDQWH\FRPRJUDQSDUDGRMDHVPXFKRPiVDQWLJXDTXHHOWLSRGH¿QFDGHODTXHUHFLEH el nombre, al documentarse desde el inicio de la Prehistoria reciente. El estudio documental que luego realizaremos, permite comprobar la existencia de un importante proceso de creación de dehesas HQHOHQWRUQRGH7ROHGRHQORVVLJORV¿QDOHVGHOD(GDG0HGLDKDVWDHOSXQWRGHTXHpVWDVOOHJDQDRFXSDUEXHQDSDUWHGHVXWpUPLQR

Figura 32.

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municipal. El estudio de los elementos constitutivos de su paisaje que se conservan en el Cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y Pozuela, muestra la existencia de amplias manchas de encinares centenarios y con claros síntomas de cierto agotamiento, por la pérdida de la funcionalidad ganadera y la lógica falta de los cuidados necesarios para conseguir su adecuado mantenimiento y regeneración. También se aprecia, especialmente en la zona más alta de Pozuela, el predominio de algunas formas avanzadas de degradación de ese mismo bosque mediterráneo que actúa como punto de partida. Nos referimos a la formación de amplios retaPDUHVHQORVTXHVHFRQVHUYDQDOJXQRVHQHEURVDLVODGRVTXHVRQXQQXHYRUHÀHMRGHODLPSRUWDQFLDGHODVH[SORWDFLRQHVJDQDGHUDV allí practicadas. Su capacidad para producir pastos es igualmente destacada aunque en este caso parece haber primado la valoración de otros productos secundarios que, incluso, dotaban de mayor valor a estas explotaciones, gracias a la importancia que adquirió la retama como combustible en los diferentes hornos que posibilitaron el desarrollo industrial de la ciudad de Toledo. A pesar de lo que en principio pudiera parecer, tanto los retamares como los espacios adehesados, requieren una importante inverVLyQGHWUDEDMR\GHWLHPSRQHFHVDULRSDUDSHUPLWLUHOFUHFLPLHQWRLGyQHRGHODVGLVWLQWDVHVSHFLHVTXHFRQ¿JXUDQHOPHGLRSURGXFtivo. Su presencia en el entorno de cigarrales e incluso dentro de ellos, no es por lo tanto consecuencia de una voluntad paisajista o ecológica recientemente expresada, sino de un proceso que arrancó hace siglos y parte de una lógica estrictamente ganadera. (OHMHPSORPiVVLJQL¿FDWLYRGHWRGRVORVTXHKHPRVHVWXGLDGRHVHOTXHHQFRQWUDPRVHQOD4XLQWDGH0LUDEHO/DVSURVSHFFLRQHV y el estudio documental realizados han permitido documentar el proceso de formación de una pequeña pero completa dehesa a partir de una serie de propiedades y explotaciones agrícolas medievales. La desaparición de todas ella hay que ponerla en relación FRQODDGTXLVLFLyQGHWRGDVHOODVSRUHOFDUGHQDO4XLURJDD¿QDOHVGHOVLJOR;9,\VREUHWRGRFRQODDPSOLDFLyQGHODSURSLHGDG impulsada por los marqueses de Malpica unos años después, que permitió el cambio en el modelo de explotación del espacio al que hemos hecho referencia. De hecho, salvo la zona destinada a albergar los jardines que se trazaron al pie de la nueva casa palacio, el resto del espacio disponible se convirtió en una pequeña explotación ganadera, dando lugar a una formación excepcional que es un ejemplo de transición entre dos ambientes económicos y sociales muy distintos. La creación de esta pequeña dehesa llevó aparejada como hemos podido comprobar la construcción de algunas infraestructuras como eran el aljibe y la charca antes descrita, así como las parideras que se conservan en uno de los extremos de la propiedad. Por otra parte, el estudio de la forma de la masa arbórea conservada, muestra le existencia de numerosos ejemplares de encina que cuentan con más de dos o tres siglos de vida. En todos los casos longevos se trata de árboles cuidados y dirigidos en función de una H[SORWDFLyQJDQDGHUDWDO\FRPRORGHPXHVWUDODSHUIHFWDGH¿QLFLyQGHVXWURQFR\ODIRUPDGHVXFRSD ¿J 8QDPRUIRORJtD que poco o nada tiene que ver con la que presentan los árboles más jóvenes crecidos en las últimas décadas sin presión ganadera alguna, que dan lugar a ejemplares con tendencia a generar masas arbustivas muy diferentes. El estudio de la dispersión de los pies más antiguos muestra la existencia de una dehesa inicial mucho más aclarada y productiva que la actual, que se ha degradado por la pérdida de la funcionalidad ganadera con la que se concibió la explotación. Así, las grandes encinas que todavía se conservan parecen indicar la existencia de una formación original que contaba con una densidad de 10/15 pies por Hectárea, muy distinta de los más de 60/70 con los que cuenta en la actualidad. Evidentemente, ambas formaciones son dehesas, pero cuentan con condiciones muy diferentes, consecuencia de la pérdida de la orientación ganadera del espacio. Su estudio VLUYHWDPELpQSDUDFRQRFHUODHYROXFLyQSURGXFWLYDGHODH[SORWDFLyQGHOD¿QFD\VHFRQYLHUWHHQXQQXHYRGDWRDWHQHUHQFXHQWD para conocer el proceso de formación y evolución de los espacios ganaderos surgidos en torno a la ciudad de Toledo. 4) Fuentes documentales y proceso histórico.$O LJXDO TXH RFXUUtD FRQ HO SDLVDMH HO HVWXGLR GH ODV DFWLYLGDGHV HFRQyPLFDV GHO SDVDGR WURSLH]D FRQ GL¿FXOWDGHV FUHFLHQWHV D medida que nos alejamos en el tiempo, como consecuencia en muchos casos del poco interés despertado por la recopilación de determinadas prácticas y costumbres relacionadas con la considerada vida cotidiana. Un caso concreto de esta situación lo tenemos en la ganadería que, además y hasta fechas muy recientes, se ha regido por un código verbal que raramente dejaba huella en la práctica documental.

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No obstante y a pesar de las carencias, contamos con datos históricos de naturaleza muy diferente sobre la ganadería toledana que ayudan a entender la presencia de los restos que acabamos de describir y la evolución sufrida por sus principales explotaciones. Algunos de los más antiguos tienen que ver con la formación de una Mesta local que, de acuerdo con sus propias ordenanzas, se fundó en época de Alfonso VII en pleno siglo XII. Su creación está relacionada con la existencia de una actividad que entonces cobra fuerza y convierte a la institución toledana en una de las organizaciones pastoriles más antiguas y destacadas de las que conocemos en la Península Ibérica. Al margen de la escasa documentación con la que contamos sobre estas primeras instituciones, el mayor volumen de información disponible procede de toda una serie de contratos privados y litigios relacionados con la práctica de la ganadería, que aumentan en Q~PHUR\FDOLGDGGHLQIRUPDFLyQVHJ~QQRVDSUR[LPDPRVDO¿QDOGHOD(GDG0HGLDIXQGDPHQWDOPHQWHDSDUWLUGHOPRPHQWRHQHO que la actividad ganadera deja de ser una actividad ligada a la alimentación de grupos o poblaciones cercanas y se convierte en parte indispensable de la poderosa industria textil, vinculada al comercio internacional. A su desarrollo se debe la llegada de grandes comerciantes, el auge de las explotaciones intensivas y el inicio de la preocupación municipal por el abasto público, que empezaba a aparecer como un problema por la especialización que sufrieron las explotaciones. De toda la documentación conocida, vamos a centrarnos inicialmente en el estudio de algunos textos que nos aportan datos sobre el área concreta en la que realizamos nuestro estudio en los siglos centrales de la Edad Media. Para realizarlo hay que recurrir al FRQMXQWRGHGRFXPHQWRVFRQRFLGRVFRPRPR]iUDEHVTXHUHÀHMDQORVFDPELRVGHSURSLHGDG\JHVWLyQGHODV¿QFDVXELFDGDVHQHO entorno de Toledo, en el momento en el que se produce la transición entre el modelo de organización del terrazgo andalusí y el feudal, ocurrido entre los siglos XI al XIII. En ellos se detecta la existencia de numerosos corrales relacionados con torres, casas, huertas y alquerías, que son todavía consecuencia del auge obtenido por los paisajes irrigados desarrollados en este mismo sector en los siglos X-XI, a los que nos hemos referido en anteriores ocasiones. (VHOFDVRGHXQGRFXPHQWRGDWDGRHQHODxRTXHUHÀHMDODYHQWDGHXQPDMXHOR\ODWLHUUDGHVHFDQRFRQWLJXDTXHHPSH]DED a mostrar el abandono de los antiguos modelos de explotación. Ambos se ubicaban “ « HQFLPDGHOPROLQRGHO$UFHGLDQRGRQ 6DOYDGRUHQHOOXJDUOODPDGR7RUUHGHORV'LDEORV”, en las inmediaciones por lo tanto del actual cerro del Bu. Entre los bienes descritos se incluía una tierra ³ « EODQFDTXHHUDFRUUDOFXDQGRH[LVWtDODFLWDGDWRUUH”. Más datos sobre el modelo de explotación ganadero andalusí de estos espacios caracterizada por las agrupaciones funcionales, los tenemos en otra serie de documentos similares al que acabamos de describir, referidos a los lugares de Cobisa y Pozuela en los que centramos nuestro estudio. Un caso especialmente evidente por lo que aporta para conocer el modelo de concentración de las SUiFWLFDVJDQDGHUDV\VXUHODFLyQFRQORVHVSDFLRVKDELWDGRVHVHOTXHDSDUHFHUHÀHMDGRHQXQGRFXPHQWRIHFKDGRHQHODxR En él se recoge ³ « ODYHQWDGHXQFRUUDOFRQVXSDORPDU\KXHUWRHQODDOTXHUtDGH&RELVD « OLQGDQWHFRQHOFRUUDOGHO FRPSUDGRUFRQRWURGH0XQLRHO&DGtFRQRWURGHGRxD6RO\FRQWLHUUDGHSDVWRGH0XQLR'RPLQJR « ´. Otro ejemplo de este mismo modelo de uso ganadero especializado de espacios concretos dentro del área habitada, lo volvemos a encontrar en la misma alquería en otro documento más tardío, en este caso fechado en 1267, en el que quedó registrada la venta ³ « GHXQFRUUDO\FKR]D DQWLJXDHQODDOTXHUtDGH&RELVDOLQGDQWHFRQFRUUDOGHOFRPSUDGRUGHOTXHHVSDUWHFRQRWURVGHGRxD3DVFXDOD\GHGRQ5X\ *RQ]iOEH] « ´. Poco después, en 1287, nos encontramos con datos de una situación parecida en la zona comprendida entre las alquerías de Cobisa y Pozuela, a través de un documento de venta de unas tierras y ³ « GRVFRUUDOHVFRQVXVFKR]DV\HOSDWLRGH RWURFRUUDO « OLQGDQ « SULPHURKXQGLGR\FRQXQDFKR]DFRQHOFRUUDOGHOYLFDULR « ”. Éstos y otros muchos documentos parecidos que describen situaciones similares en Benquerencia u otras alquerías cercanas a la ciudad de Toledo a las que no vamos a hacer referencia para no alargar el estudio, muestran la existencia de un panorama caracterizado por la pequeña propiedad agrícola y ganadera que empieza a sufrir un proceso de desestructuración y concentración a favor de algunos miembros de la oligarquía local, que acabará por crear nuevos modelos de explotación y de reparto de la riqueza. Éstos empezarán a dejar su huella en el rastro documental a partir de las últimas décadas del siglo XIV, en el que buena parte de las peTXHxDV¿QFDVGHVFULWDVKDVWDDKRUDGHVDSDUHFHQFRPRFRQVHFXHQFLDGHODFULVLVTXHVHUHODFLRQDFRQODSHVWH\HOLPSDUDEOHSURFHVR de concentración de la propiedad que empezaba a producirse, del que luego nos ocuparemos.

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El proceso más descrito y utilizado en todo este proceso de transformación de las unidades productivas fue el “adehesamiento” que SHUPLWLyODIRUPDFLyQGHJUDQGHV¿QFDVHVSHFLDOL]DGDVHQODFUtDGHJDQDGRLQFOX\HQGRSDUDHOORODWRWDOLGDGGHORVGHUHFKRVVREUH amplios espacios que, en algunos casos, podían haber sido gestionados de acuerdo con la tradición comunitaria que había prevalecido en amplias zonas poco pobladas. Su crecimiento es, como hemos dicho, la lógica consecuencia del desarrollo alcanzado por la industria textil y la inclusión de las actividades con ella relacionadas en los canales internacionales de comercialización, que adquieren una importancia excepcional. El primer dato de este proceso en la zona que nos ocupa, lo tenemos en la fundación del convento jerónimo de Nuestra Señora de OD6LVODHQHODxRHQXQD¿QFDGHQXHYDFUHDFLyQTXHRFXSySDUWHGHOHVSDFLRFRPSUHQGLGRHQWUH7ROHGR\&RELVD'HVGHHO inicio de su actividad quedó clara la vocación ganadera de sus propietarios, que optaron por asegurarse su viabilidad económica PHGLDQWHODIRUPDFLyQGHXQDLPSRUWDQWHGHKHVDWUD]DGDHQWRUQRDOHGL¿FLRFRQYHQWXDO\ODFRQFHVLyQGHXQSULYLOHJLRGHH[HQción de servicio y montazgo para un máximo de 3.000 cabezas de ganado ovino y 300 cabras. Un dato que muestra la voluntad de participar en un modelo ganadero relacionado con la práctica de la trashumancia a larga distancia, dadas las necesidades de pasto que imponía el tamaño de sus rebaños. Algo parecido, aunque separado del acto fundacional de una comunidad religiosa, ocurrió en la dehesa de Loches, ubicada entre la %DVWLGD\3R]XHODTXHHPSLH]DDGH¿QLUVHJUDFLDVDODVVXFHVLYDVFRPSUDVTXHUHDOL]DURQODVPRQMDVGH6DQ&OHPHQWHGHVGHHODxR 1385. Su orientación ganadera fue todavía más que evidente, al unirse a una larga serie de propiedades y derechos que habían convertido a este importante monasterio en una de las principales potencias ganaderas de la Meseta Sur. Este mismo proceso histórico ORYROYHPRVDYHUUHSHWLGRSRFRGHVSXpVHQODGHKHVDGH&DODED]DVQROHMRVGHOiUHDFLJDUUDOHUDDOQRUWHGHODDFWXDO¿QFDGH/DV Nieves, en el que las series documentales conservadas en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo muestran el inicio de la compra masiva de tierras en la zona a partir del año 1396. En el siglo XVI la encontramos plenamente formada aunque todavía se PDQWHQtDFRPRXQSURLQGLYLVRHQWUHYDULRVSURSLHWDULRVTXHGL¿FXOWDEDQVXJHVWLyQ1RREVWDQWH\FRPRPXHVWUDGHODLPSRUWDQFLD alcanzada por estas explotaciones, hay que decir que en esos años e independientemente de los problemas generados por la división de la propiedad, la dehesa se había convertido en uno de los negocios más rentables de la institución dominica. (VWRVFDVRVQRVRQ~QLFRVWDO\FRPRKDQSXHVWRGHPDQL¿HVWRDOJXQRVKLVWRULDGRUHVHQRWUDV]RQDVPiVDOHMDGDVGHOPLVPRWHUULWRrio toledano. La mejor muestra del grado de participación de las tierras ubicadas en las inmediaciones de la ciudad en este proceso, lo tenemos en la aparición con fuerza de nuevas dehesas que se fueron convirtiendo en la referencia económica del resto de los monasterios, de las instituciones civiles y de la práctica totalidad de las grandes familias toledanas. Es el caso de Hernán Páez, Corral Rubio, San Bernardo, Zurraquín, Las Nieves o Teatina, por citar tan sólo algunas de las más conocidas. Todas ellas se convirtieron HQ¿QFDVGHVWLQDGDVDOSDVWRGHOJDQDGR\PiVFRQFUHWDPHQWHSDUDVHUXWLOL]DGDVSRUODFDEDxDWUDVKXPDQWHTXHHOHJtDHVWD]RQDGHO YDOOHGHO7DMRSDUDLQYHUQDU(OHVWXGLRGHORVFRQWUDWRVFRQVHUYDGRVVREUHODJHVWLyQGHHVWDV¿QFDVPXHVWUDTXHHORULJHQGHORV rebaños que las utilizaban pareFHHQFRQWUDUVHHQGRV]RQDVJHRJUi¿FDVFRQFUHWDV3RUXQODGRHQODVJUDQGHVSREODFLRQHVVHJRYLDQDVTXHGLVSRQtDQGHSDVWRVGHYHUDQRHQOD6LHUUDGHO*XDGDUUDPD\WHQtDQSUHIHUHQFLDSRUODV¿QFDVXELFDGDVDORHVWHGH7ROHGR\ por otro, en las que tenían por origen la Serranía de Cuenca y el ducado de Medinaceli, hoy repartido entre el norte de Guadalajara y el sur de Soria, que arrendaban preferentemente las dehesas ubicadas al Este y Sur de la ciudad. Un ejemplo aunque tardío de la explotación de estas dehesas inmediatas a los cigarrales es el que venimos estudiando en la Quinta de Mirabel, que se constituye como un excepcional ejemplo mixto entre pequeña explotación ganadera y gran cigarral. Así y como PXHVWUDGHHVWDSHFXOLDUVLWXDFLyQVDEHPRVTXHHQVHDUUHQGyOD¿QFDD%HUQDUGRGH5RMDVFRUUHJLGRUGH0XUFLD³ « SRU QHFHVLWDUORVSDVWRVGHpOSDUDORVJDQDGRVPHULQRVGHVXSURSLHGDG”. En el contrato se incluían las hierbas mayores y menores y el XVRGHORVDEUHYDGHURVH[LVWHQWHVHQHOWLHPSRFRPSUHQGLGRHQWUH6DQ0LJXHOGHODxRGHOD¿UPDGHOFRQWUDWR\DEULOGHOVLJXLHQWH ³ « TXHHVHOLQYHUQDGHUR”, por 1100 reales de vellón y cuatro corderos. De forma paralela a todo este proceso de creación de grandes propiedades orientadas a la ganadería se produjo, como luego veremos con mayor detalle, la intervención del concejo toledano que se convirtió a comienzos del siglo XVI en el auténtico protagonista de los cambios que afectaron al área cigarralera tan cercana a la población. El comienzo de su actuación está relacionado con el OyJLFRLQWHUpVSRU¿MDU\FRQVHUYDUWRGDXQDVHULHGHELHQHVFRPXQDOHVTXHSHUPLWtDQHOPDQWHQLPLHQWRGHQXPHURVDVDFWLYLGDGHV

La génesis de un paisaje medieval II

relacionadas con la vida cotidiana de sus vecinos. También, con la intención de favorecer el abasto de carne, leche y otros productos a los habitantes de Toledo y ofrecerles la disponibilidad de pastos para el ganado de arada o de transporte, independientemente de que la institución desarrollara su propio interés por participar en el nuevo negocio mediante la formación de nuevas dehesas que fueron gestionadas como bienes propios, de manera similar a las privadas. La vía utilizada por las autoridades locales para asegurar el éxito de su política crecientemente intervencionista, fue la compra de heredades en lugares concretos destinados a ampliar los ejidos, así como a proteger el resto de los espacios comunales que se veían afectados por la presión privatizadora que está detrás del proceso de formación de las dehesas. Algunas de estas compras son antiguas y se centraron en el espacio conocido como Legua que incluía el espacio comprendido en un círculo imaginario trazado con un radio de esa distancia desde los muros de la ciudad, con mayor incidencia en torno a la actual Vega Baja. La actuación decidida de la ciudad en el área cigarralera es relativamente tardía y se relaciona con el intento de acotar el espacio de la citada Legua para adehesarlo y potenciar unos usos muy concretos del mismo, en especial y como decíamos, para garantizar el abasto de algunos alimentos a buen precio a la población. El primer apeo de las posibles tierras afectadas se realizó en el año 1527, pero hubo que esperar al año 1549 para que Carlos V autorizara la redacción de unas ordenanzas que regularon la utilización de esta zona, con las FRQVLJXLHQWHVOLPLWDFLRQHVSDUDHOHMHUFLFLRGHODSURSLHGDGSULYDGDTXHOOHJDURQDLPSRQHUVH*UDFLDVDWRGRHOORVHGH¿QLHURQORV conocidos como cotos que debían pasar a ser propiedad de la ciudad, de los que luego nos ocuparemos. Su delimitación fue el fruto de un delicado equilibrio entre la defensa de los intereses de las explotaciones existentes, básicamente algunas huertas y otros espacios productivos necesarios para la ciudad y las crecientes necesidades que imponía el mantenimiento y desarrollo de explotaciones ganaderas orientadas al abasto y por lo tanto diferentes de las relacionadas con la industria textil. La ganadería trashumante quedó en principio limitada a disfrutar del arriendo de las propiedades ubicadas fuera de la Legua, dando lugar a repetidos juicios y enfrentamientos que acabaron por delimitar las funciones y verdadero alcance de los cotos. El estudio de esta documentación judicial muestra la rápida consolidación de las restricciones y un progresivo e inevitable proceso de relajamiento, ya que al menos desde mediados del siglo XVII y sobre todo a lo largo del siglo XVIII, estas tierras o una parte importante de ellas, parecen funcionar de acuerdo con un modelo de explotación estrictamente privado, al margen de cualquier limitación. Volviendo de nuevo al proceso de creación de esta zona de propiedad municipal en los alrededores de la ciudad y de acuerdo con las GLVSRVLFLRQHVLQFOXLGDVHQODVRUGHQDQ]DVDODVTXHQRVKHPRVUHIHULGRVHDFDEDURQ¿MDQGRWUHVFRWRV(OSULPHURIXHHOGHQRPLQDGR de Alcántara que incluía las tierras que se disponían en el entorno del camino real de Sevilla y fue conocido como Legua Grande. El segundo fue denominado con el nombre de San Martín e integró las tierras adquiridas en torno al eje ganadero formado por los caminos de Argés y Polán, que incluía las tierras de Pozuela. Por último, se conservó el que venía funcionando desde hacía siglos en OD9HJD%DMDDXQTXHVHYLRDPSOLDGRSRUGLIHUHQWHV¿QFDVHQOD]RQDGH6DQWD6XVDQD\HQHOFRPLHQ]RGHOFDPLQRUHDOGHÈYLOD Los dos primeros se reservaron para utilizarlos como dehesas carniceras destinadas a asegurar y abaratar el suministro de carne y leche a los vecinos de la ciudad. El tercero se especializó en el ganado de labor y de transporte, aunque acabó convertido en un importante descansadero para el ganado mesteño en el siglo XIX, tal y como lo demuestran las numerosas fotografías en las que DSDUHFHUHÀHMDGDODXWLOL]DFLyQSDVWRULOGHHVWHHVSDFLRKDVWDpSRFDVUHODWLYDPHQWHUHFLHQWHV ¿J  Todos estos cambios sancionados en la declaración de 1549 comenzaron, como decíamos, unos años antes, de acuerdo con lo que VHGHGXFHGHOHVWXGLRGHODV¿QFDVDGTXLULGDVSRUHO$\XQWDPLHQWRHQHVRVPRPHQWRV\GHODVQHJRFLDFLRQHVTXHVHUHDOL]DURQFRQ algunos grandes propietarios, destinadas a segregar las zonas de sus dehesas incluidas en la Legua y permutarlas por tierras en otras zonas del término municipal. La mejor muestra de que el concejo toledano venía trabajando para el establecimiento de estos cotos, en especial del que a nosotros QRVLQWHUHVDHQOD]RQDGH6DQ0DUWtQHQIHFKDVDQWHULRUHVDVXFRQVWLWXFLyQGH¿QLWLYDHVODFRPSUDHQGHOFRQRFLGRFRPR valle de doña Coloma, ubicado en las inmediaciones de la que hoy es la ermita de la Cabeza, en plena zona cigarralera. Dos décadas después se inicia la adquisición de antiguas heredades ubicadas en la zona de Pozuela que pasó a convertirse en un espacio especialmente anhelado por la ciudad, tal y como podemos comprobar en la larga serie documental conservada en el Archivo Municipal. $WUDYpVGHHVWRVGRFXPHQWRVSRGHPRVFRPSUREDUTXHODVFRPSUDVVHLQWHQVL¿FDURQHQSRFRVDxRV$VtHQODFLXGDGDGTXLULy a Juan Serrano y sus hermanos un importante lote de tierras en la aún conocida como Pozuela Mayor, que incluía 9 yugadas y 12 fanegas y media. En 1538 se añadieron a este espacio ganadero en formación las tierras que donó el convento de la Sisla, en com-

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Figura 33.

pensación por una serie de rentas que el monasterio debía abonar a la ciudad. Poco después, en el mismo año de la aprobación de las ordenanzas, en 1549, se procedió a la compra de otra importante heredad situada igualmente en la Pozuela Mayor, que contaba con un total de 15 yugadas, 13 fanegas y 9 celemines de tierra a Arias Gómez Silva. En ese mismo y crucial año, se adquirieron nuevas tierras en la Pozuela Mayor y Menor a los Capellanes de Coro de la catedral. Las ventas y permutas siguieron realizándose años después, tal y como lo indica la Concordia alcanzada en el año 1616 entre la ciudad y el convento dominico de San Pedro Mártir, por la que la tercera parte de la dehesa de Alboera y de Las Nieves que quedaba comprendida en la Legua, se reservaba para el ganado de las carnicerías. En contrapartida la ciudad reconocía el adehesamiento GHOUHVWRGHOD¿QFDIUXWRHQVXPD\RUSDUWHGHDQWLJXDVDSURSLDFLRQHVDVtFRPRODSURSLHGDGGHXQDVHULHGHWLHUUDVTXHHO$\XQtamiento poseía en la zona de Arrayel. Este proceso de concentración de la propiedad impulsado desde la administración local, permitió la creación de nuevas dehesas en las zonas más cercanas a la población que, hasta ese momento, habían quedado al margen del fenómeno ganadero a gran escala. Su organización productiva requirió otra serie de decisiones como fue la negociación con algunos propietarios para crear nuevas cañadas con las que permitir el acceso del ganado a los puntos de aguada en el Tajo, necesarios para articular estas nuevas explotaciones. Un caso representativo de esta situación es la Concordia establecida el año 1545 entre la ciudad y el Monasterio de San Bernardo, destinada a delimitar una cañada por la dehesa creada con la fundación del monasterio, que permitiera la comunicación de la zona GH3R]XHODFRQHO7DMRHQHOTXHVHXELFDEDOD]RQDGHDEUHYDGHURSULQFLSDOGHOVHJXQGRGHORVFRWRV¿MDGRVHQHVRVPLVPRVDxRV Fruto de esa misma voluntad de acondicionamiento del espacio recién adquirido, es el acuerdo establecido en 1588 con el cardenal Quiroga al que hemos hecho referencia, por el que el prelado se comprometió a construir un abrevadero en Pozuela en compensa-

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Figura 34.

ción por la realización de una conducción hidráulica que partía de la fuente entonces conocida como el Pozuelo o el Álamo, hoy )XHQWHGHO&DUGHQDO\¿QDOL]DEDHQORVMDUGLQHVGHOD4XLQWDGH0LUDEHO *UDFLDVDWRGRHOOR\DODLQWHJUDFLyQGH¿QLWLYDGHHVWDVWLHUUDVGH3R]XHODHQHOSDWULPRQLRPXQLFLSDO\VXDFRQGLFLRQDPLHQWRVH dio inicio a un largo periodo de explotación de la dehesa destinada, en principio y de acuerdo con las Ordenanzas, a facilitar el abasto de determinados productos a la ciudad. Sin embargo, la situación empezó a cambiar con las crisis económicas que afectaron a Castilla en el siglo XVII y provocaron el crecimiento de necesidades de los ayuntamientos, que se vieron obligados a buscar QXHYDVIXHQWHVGH¿QDQFLDFLyQ8QDVLWXDFLyQTXHHQSULQFLSLRSDUHFtDFR\XQWXUDOSHURTXHVHIXHD¿DQ]DQGRHQHOWLHPSR\DFDEy propiciando la segregación de parcelas para usos agrícolas, en detrimento de sectores hasta entonces reservados a la ganadería. El resultado de esta situación fue la tendencia a la creación de explotaciones mixtas que fueron especialmente defendidas por los arbitristas e ilustrados de los siglos XVII y XVIII. Ambos plantearon la necesidad de abandonar las prácticas pecuarias tradicionales en favor de las mixtas y sobre todo de las agrícolas, a las que consideraban más productivas. Consecuencia de todo ello fue el coPLHQ]RGHXQQXHYRWLHPSRHQHOTXHVHSUDFWLFyHOSURJUHVLYRDUULHQGRGHSDUWHVGHHVWDV¿QFDVSDUD¿QHVFDGDYH]PiVGLIHUHQWHV incluida la de Pozuela. (VWHSURFHVRGHFDPELRVHD¿DQ]yDSHVDUGHFRQWDUFRQODOyJLFDRSRVLFLyQGHORVWUDGLFLRQDOHVXVXDULRVJDQDGHURVGHHVWHHVSDcio, caso del abastecedor de carne Eugenio de Otaola que en el año 1770 protestó ante el Ayuntamiento por haberse realizado la subasta de dos suertes en Pozuela con un total de 100 fanegas, para ser labradas por cinco años. Una decisión que incrementaba la presión sobre un espacio que el demandante consideraba cada vez más afectado por ese tipo de prácticas y por el también abusivo DSURYHFKDPLHQWRGHUHWDPDHVFRELOODPDULKXHOD\HVSDUWRTXHKDEtDQHPSH]DGRDVHUREMHWRGHDUUHQGDPLHQWRHVSHFt¿FRHQHVDV mismas fechas. Algunos años después y como muestra de la situación que se venía arrastrando, otro miembro de la familia dedicado

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Figura 35.

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DOPLVPRR¿FLR/HDQGURGH2WDRODVROLFLWyDO$\XQWDPLHQWRODFRQFHVLyQGHQXHYRVSDVWRVIXHUDGH3R]XHOD\DTXH³ « FRQ PRWLYRGHODLQIHFWDFLyQGHODQJRVWD\SDUDODH[WLQFLyQGHVXYDVLOORVHKDPDQGDGRODEUDUORVFRWRVFDUQLFHULOHV”. Su petición, TXHSDUHFtDUHÀHMDUXQDVLWXDFLyQFDGDYH]PiVIUHFXHQWH\QRVyOROLJDGDDOSDGHFLPLHQWRGHSODJDVIXHGHVDWHQGLGDSRUORVSHULWRV municipales nombrados por la ciudad que declararon que los cotos aun “arados y cavados” podían mantener 5.000 carneros y “si VHTXLVLHUDWDPELpQ”. Se inició entonces un periodo marcado por la búsqueda de un nuevo equilibrio cada vez más difícil de conseguir entre las explotaciones ganaderas y las agrícolas, que fueron adquiriendo mayor protagonismo en el mismo espacio. Fruto de todo ello fue la SURJUHVLYDGLVPLQXFLyQGHORVUHEDxRVTXHSDVWDEDQHQOD¿QFDTXHDGHPiVSDUHFtDQHQFRQWUDUSUREOHPDVGHUHQWDELOLGDGKDVWD ahora nunca experimentados que hicieron necesaria la intervención del Ayuntamiento. Así, en 1828, esta institución se vio obligada a proceder contra Anselmo Arredondo y José Castellanos por el impago del arriendo del Coto de Pozuela que, en esos años y como consecuencia de los cambios ocurridos, estaba limitada a la cría de un total de 900 ovejas con sus crías, que aún debían bajar a beber al río Tajo ³ « SRUORVFDOOHMRQHVRDOLMDUHVFRPRODKDQKHFKRORVDQWHULRUHVDUUHQGDWDULRV”. Una década después, en 1838, conocemos el resultado de la subasta de los pastos de las dehesas municipales de Pozuela, Zurraquinillo y la entonces denominada Quintas de Pozuela, que se otorgaron a Casimiro Martín de Vidales para el pasto de sus corderos. Sin embargo y como muestra del imparable proceso de cambio funcional entonces emprendido, tras aumentar su puja fue el propio arrendador quien solicitó los permisos necesarios para labrar doce fanegas de tierra que podían destinarse a aumentar el forraje de su propio ganado. Algo parecido ocurrió en 1846 cuando se subastó la invernada de la dehesa de Pozuela y se estipuló que se SHUPLWtDODEUDUGHDIDQHJDVGHWLHUUDSDUDORVFRUGHURVHQORVVLWLRVTXHVHGH¿QLHURQFRPR³PDMHDGRV”. &RQVHFXHQFLDGHWRGDVHVWDVDFWXDFLRQHVTXHVXSRQtDQWDQWRODFRQ¿UPDFLyQGHOWULXQIRDOFDQ]DGRSRUODVLGHDVTXHLEDQDFULVWDlizar en la desamortización, como la constatación de las numerosas necesidades que experimentaban las arcas municipales, fue la HQDMHQDFLyQGHOD¿QFDHQHODxRWUDVVXGLYLVLyQHQVXHUWHVFRQXQWRWDOGHIDQHJDV\FHOHPLQHVGHWLHUUD ¿J  'HODDQWLJXD¿QFDVyORVHVHJUHJDURQXQWRWDOGHIDQHJDVTXHVHUHVHUYDURQFRPRGHVFDQVDGHURSDUDHOSDVRGHPHULQDV\XQ último lote de 22 fanegas que pasaron a tener la consideración de pastos comunes en el entorno de las fuentes y principales arroyos TXHGLVFXUUtDQSRUOD]RQD'HHVWDPDQHUDHOHVSDFLRHVSHFt¿FDPHQWHJDQDGHURTXHGyUHGXFLGRHQSRFRVDxRVDSRFRPiVGHO FRQWRGRORTXHHVDGHFLVLyQYLQRDVLJQL¿FDUDODKRUDGHSURSLFLDUHOFDPELRGHOSDLVDMHFXOWXUDOJHQHUDGRKDVWDHVHPRPHQWR FX\RRULJHQVHUHPRQWDEDDO¿QDOGHOD(GDG0HGLD La subasta se celebró con unas condiciones encomiables dirigidas a crear pequeñas explotaciones agrícolas con las que dar trabajo a ODSREODFLyQ\FUHDUULTXH]DPHGLDQWHHOHVWDEOHFLPLHQWRGHFRQWUDWRVRFHQVRVHQ¿WpXWLFRVSRUDxRVODLPSRVLELOLGDGGHTXHXQ EHQH¿FLDULRVHKLFLHUDFRQPiVGHXQDVXHUWH\ODOLPLWDFLyQGHOXVRGHOVXHORTXHTXHGDEDUHVHUYDGRSDUDHOFXOWLYRGHROLYRVYLGHV frutales o moreras. Sin embargo y a pesar de lo dictado inicialmente, la oportunidad fue hábilmente aprovechada por los marqueses de Malpica, propietarios de la cercana Quinta de Mirabel que, suerte a suerte, se hicieron con la propiedad de la totalidad de los FHQVRVKDVWDHOSXQWRGHKDFHUSRVLEOHODDGTXLVLFLyQFRPSOHWD\GH¿QLWLYDGHOD¿QFDXQRVDxRVGHVSXpV6HSURGXMRDVtXQSURFHVR rápido pero intenso que dejó su huella en el espacio a través de la presencia de numerosas lindes y plantaciones de almendros y olivos con distinta orientación, que todavía podemos conocer en algunos sectores de este privilegiado espacio. /DSULQFLSDOFRQVHFXHQFLDGHWRGRHOORIXHTXHHODQWLJXRSDVWL]DOJHQHUDGRD¿QDOHVGHOD(GDG0HGLD\FRQVROLGDGRHQHOVLJOR XVI perdió su tradicional aspecto y acabó convertido en un gran olivar dotado de las casas e infraestructuras necesarias para su cuidado y vigilancia, que es el que ha llegado en explotación a nuestros días. Sus infraestructuras pastoriles quedaron pronto abandonadas y desaparecieron en su mayor parte, hasta el punto de que sólo se han conservado aquellas a las que hemos hecho referencia en zonas marginales o de orografía más complicada.

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