Alonso, Luís Enrique; Fernández, Carlos Jesús: Los discursos del presente. Un análisis de los imaginarios sociales contemporáneos

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Descripción

NÚM. 31, DESEMBRE 2014, ISSN: 1137-7038, pp. 229-234

ALONSO BENITO, Luís Enrique y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Carlos Jesús:

Los discursos del presente. Un análisis de los imaginarios sociales contemporáneos. Madrid, Siglo XXI, 320 pp., 2013. dAVId Muñoz RodRíguEz

dEPARTAMENT dE SoCIoLogIA I ANTRoPoLogIA SoCIAL uNIVERSITAT dE VALèNCIA

Luís Enrique Alonso y Carlos Jesús Fernández presentan un libro con una buena articulación entre los capítulos y una redacción muy cuidada, que permite una lectura, como se suele decir, de un tirón. Aunque es un decir, porque las reflexiones, referencias y autores que se asoman a sus trescientas y pocas páginas son demasiado sustanciosos como para cometer el error de no leerlo con atención. Porque estamos ante un libro que, perdón por tirar de tópico, es imprescindible en la necesaria tarea de reflexionar sobre los cambios sociales en un siglo XXI que avanza a pasos que parecen ir por delante de las agujas del reloj. Se trata, además, de un encomiable trabajo de sistematización y revisión de una producción académica en parte ya publicada. Lejos de caer en la simple colección de textos, hay una notable labor de integración, ofreciendo un material sólido y perfectamente encajado. Esta compilación es una buena y por desgracia poco habitual práctica: en los tiempos del artículo breve y la producción dispersa (impuesta en buena medida por la lógica «jotacerril») es de agradecer este tipo de trabajos que permiten una mejor panorámica de la labor intelectual realizada por los autores. En este caso concreto estamos ante un tándem prolífico que está dejando, en conjunto y por separado, títulos interesantes para el análisis de los imaginarios

sociales contemporáneos (ver, por ejemplo, Alonso y Fernández, 2013b y 2013c). Un subtítulo alternativo para el libro podría ser: «Por una sociología sociológica». Entre líneas se puede apreciar el esfuerzo de los autores por mantener un debate en el que las coordenadas estén referidas a lo social. Esta voluntad por reconducir la sociología hacia la arena de la sociedad se concreta en la crítica a lo que acertadamente califican como «impresionismo sociológico» (Alonso y Fernández, 2013: 26). El impresionismo sociológico renuncia a las grandes teorías, al tiempo que se separa del análisis empírico, conformándose como una serie de potentes argumentos, bien hilvanados pero vinculados a «intuiciones arriesgadas e imágenes espectaculares pero un tanto vacías» (Ibíd., 27). Si se me permite el excurso, se puede hacer un símil con aquel memorable texto de Aulo Casamayor (publicado en 1976 y revisado en 2001) titulado «Por una oposición que se oponga». Con este pseudónimo, José Manuel Naredo, denunciaba las supuestas soluciones de una oposición política que quizá lo que menos hacía era oponerse; no se puede dejar de pensar que el tiempo le está dando la razón. Salvando las distancias, Alonso y Fernández reclaman una sociología sociológica, una sociología pegada a la sociedad, que se aleje tanto de la 229

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beatificación del dato, como del ensayismo sin base empírica. En palabras de los autores: «el empirismo abstracto ha sido incapaz históricamente de dar cuenta, con alguna plausibilidad, de los fenómenos dinámicos de la cultura, y menos de penetrar mínimamente en el lenguaje y, por ello, en el mundo de la vida» (Alonso y Fernández, 2013: 28). Pero, por otra parte, el impresionismo sociológico se configura como una «nueva descripción de la sociedad en la que, como hemos visto, lo social se ha terminado por evaporar» (Ibíd., 250). Pero el subtítulo propuesto por Alonso y Fernández no puede ser más sugerente: «Un análisis de los imaginarios sociales contemporáneos». En el prólogo, que junto con el epílogo realiza una buena presentación y síntesis temática y analítica, se nos recuerda que «toda producción de sentido es necesariamente social, y por tanto no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso significante sin explicar sus condiciones sociales» (Ibíd., 17). Esta creación de sentido, por otra parte, no deriva de la simple acumulación de imágenes, signos y señales, sino que requiere una narración que les dé un significado. Y como nos alertan los autores: «grupos supraordinados se despliegan como una forma de dirección intelectual y moral que es capaz de crear discursos que funcionan como un sistema vívido de significados y valores» (Ibíd., 21). Así, el cambio de ciclo iniciado en los años setenta, con el ascenso del neoliberalismo, supuso un giro discursivo de gran calado en el que los mercados y la iniciativa privada fueron ubicados en el centro de una narración desplegada por infinidad de agentes: gurús del nuevo «management», medios de comunicación (pertenecientes a «trusts» cada vez más poderoso y en menos manos), universidades, escuelas de negocios, etc. Poco a poco, este relato enaltecedor de una supuesta naturaleza humana competitiva, que encontraría en el mercado el hábitat que le permite desplegar todo su potencial, ha desbordado las fronteras del ámbito experto y ha permeado los espacios de la cotidianidad, convirtiendo en parte del paisaje sonoro y

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visual palabras e imágenes vinculadas con el emprendimiento, el talento, la movilidad, la creatividad, etc., en detrimento de un denostado pasado que se identifica con nociones «pasadas de moda», como estabilidad, seguridad, etc. Por sólo citar un ejemplo, baste recordar la cantidad de «realities» televisivos que están directa o indirectamente relacionados con la movilidad y el emprendimiento: una cantidad exorbitante de españoles en, gallegos en, extremeños en y callejeros viajeros varios, que se mezclan con los «emprende» (Código Emprende, Tú Oportunidad, Emprendedores...) y que, a su vez, se refuerzan con «talent shows», tipo La Voz o Master Chef. Todo esto, además, aderezado con un renovado discurso de las universidades, que elevan a categoría sagrada la lógica de la «empresarización» de sí mismos de los y las jóvenes estudiantes, obligados a convertirse en «managers» de sí mismos (Santos, 2013).1 De tal modo que figuras inicialmente pertenecientes al mundo de la empresa se mezclan con las nuevas corrientes psicológicas (coaching, programación neurolingüística, inteligencia emocional, etc.), que han acabado por inundar el paisaje urbano y mediático de modernos confesionarios psicológicos (Ehrenreich, 2011). En el primer capítulo abordan parte la obra de Roland Barthes, quien, a juicio de los autores, en ciertas etapas de su trayectoria «es capaz de trascender los límites del texto y alcanzar a la sociedad» (Alonso y Fernández, 2013: 30). Parten del reconocimiento de que en Barthes no se puede hablar de una metodología clara y unitaria para el conjunto de su obra. No obstante, las aportaciones semiológicas del autor francés pueden ser útiles para una sociología que busque claves en el análisis de los discursos, al tiempo que mantenga la conciencia de las limitaciones de este tipo de análisis. Este capítulo, escrito sin caer en el panegírico, pues señalan claramente los límites y riesgos del análisis estructural, pero desde un gran respeto hacia las aportaciones de Barthes al análisis de discursos, es una lectura recomendable para acercarse a la obra del autor francés. Del análisis de los textos de Barthes

1 No es casualidad que el mismo día que redacto estas líneas, el diario Levante-EMV (15/09/2014, edición digital) publica un artículo sobre el inicio del curso universitario titulado «La salida de una carrera es la que uno mismo se busca».

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se enfatiza el papel de los mitos, los cuales unen «la palabra y el sentido ideológico concreto» (Ibíd., 45), nos aproximan a aquello que está connotado, de forma que, como señalan Alonso y Fernández, la sociología debiera salir a la caza del mito, de forma que pueda aflorar el sentido manifiesto, que es lo que nos indicaría la integración del discurso individual en un determinado orden simbólico. Los siguientes tres capítulos (del II al IV), describen el desplazamiento discursivo que ha dejado hundido en las arenas de la historia, como si de un odre roído por los gusanos se tratara, todo aquello que colgaba de la gran empresa fordista: seguridad, organización, etc., llevando de la mano del nuevo management y la «reinvención» de la innovación social al «redescubrimiento de la disciplina», mediante un aparente «control suave». El viejo decorado lugar ha sido sustituido por un «escenario de navegaciones, shocks y olas,2 que a su vez ha desembocado en un nuevo sistema caracterizado por la fluidez» (Ibíd., 60).Lejos de la exaltación del periodo anterior al actual neoliberalismo, nos recuerdan que en dicha época la gran corporación y la racionalidad que se despliega desde la misma proyectan un imaginario «managerial» cuyo atractor semántico era el de «la cooperación, que se presentaba como la llave hacia la estabilidad –elemento esencial en el modelo de control de la gran corporación clásica–, y así evitar la crisis» (Ibíd., 61). Este imaginario se benefició, en el periodo de postguerra, de los llamados «treinta años gloriosos», que crearon la ilusión de la posibilidad de integración de la clase obrera en un capitalismo de rostro amable, en cuyo seno el conflicto debía mantenerse en estado latente y, sobre todo, las demandas no debían desbordar ciertos límites (Fernández Durán, 2010). El embate neoliberal fraguó bien con los nuevos discursos del «management». La crisis, amplificó los efectos de la sensación de que en el «nuevo» capitalismo había que enfrentar «shocks» cada vez más impredecibles. Así, de la planificación y la organización se pasa a la metáfora de la red de posibilidades, a la eventualidad como nuevo para2

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digma desde el que organizar las relaciones laborales y, progresivamente, también las biografías. En este nuevo escenario, el relato predominante rechaza todo lo que tiene que ver con lo sólido, lanzándose en brazos de aquello que evoca lo «soft»: flexibilidad, movilidad, etc. Conceptos como red, «outsourcing», intuición, etc., forman parte del corpus de una renovada literatura «managerial» que viste el nuevo capitalismo con ropajes libertarios y, por supuesto, con una retórica eufemística (creatividad, talento, colaboración, partenariado, empresa-red...). El nuevo lema, a partir sobre todo de los ochenta, es la apertura al caos. La descripción que se hace en el libro de este desplazamiento es rica en matices y referencias y permite reconstruir un proceso en el que, entre otros muchos aspectos, se conforma un subtexto en el cual «se está prescribiendo un camino que va de la competitividad al paro y de los derechos sociales colectivos a la inseguridad institucionalizada» (Ibíd., 78). Y, por supuesto, esta nueva configuración discursiva cuenta con un principio básico: pase lo que pase te las debes arreglar individualmente, se acabaron la protección y las lealtades. El desplazamiento de la producción en masa al «just-in-time» requiere una intensificación sin límites de la flexibilidad, especialmente de la parte más vulnerable (y por ello más fácil de doblegar) del proceso. Por cuestiones de espacio dejo en el tintero un comentario más extenso sobre la crítica al discurso hegemónico de la innovación social que realizan Alonso y Fernández. Se trata de un debate que es tratado de forma acrítica en la mayoría de la literatura sobre el tema. En este sentido, solamente señalar que el texto que comentamos supone una magnífica aportación a un debate, que todavía está por hacer, sobre un concepto y unas prácticas que, como sugieren los autores, se ha convertido en un «significante vacío» (Ibíd., 118), debido entre otras cuestiones a un tratamiento en la literatura que deja de lado el conflicto social y la dimensión política del fenómeno. En paralelo al proceso de reconfiguración de los imaginarios colectivos, apenas enunciado aquí

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pero profusamente descrito y analizado en el libro, la precariedad se constituye como un elemento estructural en la sociedad contemporánea. En palabras de los autores, en relación al escenario económico posfordista, la precariedad es un factor absolutamente esencial para su funcionamiento óptimo(Ibíd., 122-123).3 Apoyándose fundamentalmente en la biopolítica de Foucault, Alonso y Fernández retratan el refinamiento de la disciplina y, más concretamente, el uso de la precariedad como herramienta (más que como dispositivo en sentido foucaultiano) disciplinaria, que apuntaría a las subjetividades más que a los cuerpos y al conjunto del proyecto vital antes que solamente a la esfera laboral. Es conocido el paso de la vigilancia (externa) en el proceso de trabajo a las estrategias para la interiorización de los «valores» de la empresa, de forma que el control se convierta autocontrol (interno). Alonso y Fernández llevan un paso más allá esta reflexión, planteando el papel que juega la precariedad en un nuevo estadio de la disciplina, una disciplina «suave» en su manifestación explícita pero demoledora en sus consecuencias: «esta biopolítica, pese a su innegable capacidad de coacción, se basa en un concepto nuevo de control soft, de control suave, que se extiende desde los precarios a todo el orden social» (Ibíd., 133). Pasamos así de la seguridad como norma (o más bien como referente mítico) a la inseguridad como aguijón para los (nuevos) procesos de individualización. Un buen ejemplo lo podemos encontrar en cómo muchas personas jóvenes y cualificadas justifican la salida al extranjero como una «inversión» en su «capital humano»,4 naturalizando la violencia estructural como parte del proceso formativo en tanto que fuerza de trabajo. Siguiendo este hilo reflexionan sobre los límites del precariado como nuevo sujeto revolucionario. Desde mi modesto entender este tipo de giros son uno de los elementos que otorgan mayor valor al texto. Evitando el tono pesimista o pragmático del «no se puede», tampoco se dejan llevar al extremo

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opuesto, al optimismo radical: el libro está trabado de honradas reflexiones, que desnudan los argumentos desde una posición claramente identificable, comprometida, pero sin caer en dogmatismos. Mantienen un debate interesante con algunos de los autores que han abordado el tema del precariado como sujeto de cambio, fundamentalmente Hardt y Negri, pero también buena parte de los posmarxistas italianos. Ante el entusiasmo de estos y otros autores a la hora de identificar en el precariado la encarnación del nuevo antagonismo, Alonso y Fernández enfrentan algunas objeciones, basadas en buena parte en la realidad empírica de las condiciones materiales y los procesos de subjetivación de los y las precarias. Los tres capítulos posteriores (del V al VIII) toman otro ritmo. Se analiza la obra de Michel Maffesoli, Gilles Lipovetsky y Zygmunt Bauman, respectivamente, en cada uno de los capítulos. En la presente reseña apenas podemos hacer una referencia apresurada a estos capítulos. No obstante, se trata de una lectura recomendable tanto para aquellas personas conocedoras de la obra de estos autores (quienes encontrarán críticas que mejoran la comprensión de las aportaciones y los límites de cada uno de ellos), como para aquellas que pretendan aproximarse a dichas obras. La elección de los autores es acertada: son algunas de las firmas que más han contribuido en los últimos años a la conformación de las reflexiones sobre la época que prosigue a la modernidad. Se trata de autores, especialmente Lipovetsky y Bauman, que han rebasado la frontera del ámbito estrictamente experto y han llegado a otros públicos (Bauman, por ejemplo, fue homenajeado en 2012 en el festival de música reggae Rototom Sunsplash). Maffesoli, tal como apuntan Alonso y Fernández, es quizá uno de los autores más relevantes en la configuración del pensamiento posmoderno. Ha incidido a lo largo de su obra en que la fractura del paradigma racionalista comportaría una renovada solidaridad social. La frialdad de la mo-

En cursiva en el original. Me baso en un trabajo que estamos realizando actualmente sobre los discursos de las personas jóvenes cualificadas que han salido a buscar empleo fuera de España. Afortunadamente tenemos excepciones, como Juventud Sin Futuro y su campaña «No nos vamos, nos echan». 3 4

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dernidad, «una lógica de la dominación que tiene, como función, la reducción de la alteridad y de la diferencia» (Alonso y Fernández, 2013: 166), promovió una idea de productivismo que según Maffesoli también atrapó a la izquierda. Frente a esto, la posmodernidad es en cierto sentido «una vuelta al calor del grupo» (Ibíd., 173), una recuperación de la identidad desde la alteridad. Lipovestsky es sin duda uno de los que más ha popularizado las reflexiones en torno a lo que él llamó inicialmente la era del vacío, donde prima un hedonismo apático, indiferente,5 con el consumo como eje central, pero positivo: una «segunda revolución individualista» (Ibíd., 191) donde sería viable un individualismo responsable «con poco compromiso pero más democrático» (Ibíd., 197). Años después, a partir del atentado de las Torres Gemelas, Lipovetsky revisó su propia teorización y planteó el advenimiento de la hipermodernidad, una especie de culminación a las bravas de los peores augurios de la modernidad, con una violencia ampliada y un sistema capitalista aún más duro. Por último, Bauman ha realizado algunas de las aportaciones más originales de los últimos tiempos, siendo un crítico feroz del nuevo orden moral basado en el consumo. Se trata de un autor de sobra conocido, cuya metáfora sobre la «sociedad líquida», a lo que en sus primeros trabajos se refiere como posmodernidad» ha pasado a formar parte del acervo del sector más leído de la sociedad. No obstante es muy recomendable el repaso crítico que Alonso y Fernández hacen a los principales elementos de la obra del autor polaco. Apuntamos, a vuelapluma, algunas de las críticas de Alonso y Fernández a estos autores.Las dedicadas a Maffesoli pasan por la falta de evidencias empíricas: el autor francés construye una teoría autojustificada, fundamentada en su propia argumentación, sin referencias a realidades empíricas. Olvida este autor las dimensiones institucional e histórica, también presentes en la configuración de la subjetividad, del yo. El concepto de hipermodernidad de Lipovetsky, calificado como «un concepto

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sociológicamente casi inútil (...) que no va más allá de un bosquejo sociológico de algunas nociones de sentido común» (Ibíd., 213-214), sirve a Alonso y Fernández para preguntarse sobre el tipo de sociología que hay detrás de la teorización de Lipovetsky: «la combinación de teorías adaptadas, referencias empíricas que más que para explicar la sociedad sirven para ejemplificar las tesis preconstruidas» (Ibíd., 216), lo que supone finalmente que «lo social en su obra ha sido evacuado» (Ibíd., 222). Finalmente, sobre Bauman concluyen que se trata de un análisis más próximo a la filosofía moral que a la sociología, pero reconocen que es una obra con un valor importante para conocer el «espíritu de nuestro tiempo» (Ibíd., 241). No obstante, la crítica es contundente: la posmodernidad, en tanto que sociedad líquida, no es «ni un marco explicativo ni, tampoco, una teoría de la sociedad de una coyuntura histórica precisa, sino, ante todo, un relato» (Ibíd., 242). Cierran con un epílogo en el que dan una última puntada a los hilos que tejen el libro. Libro que es una considerable aportación para, en palabras de los autores, «desentrañar las metáforas básicas» (Ibíd., 249) de los relatos arquetípicos contemporáneos. Se trata de un análisis valioso que, retomando lo dicho al principio y si se me permite la expresión, intenta rescatar una sociología de lo social, cuestionando si, más allá del aspecto nominal, «es sociología lo que hacen los que se denominan a sí mismos sociólogos» (Ibíd., 216). BiBliografía ALONSO BENITO, L. E. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, C. J. (2013): Los discursos del presente. Un análisis de los imaginarios sociales contemporáneos. Madrid, Siglo XXI. ALONSO BENITO, L. E. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, C. J. (2013b): «Sacrificios para aplacar a los mercados: violencia y dominación en la crisis financiera», Documentación Social, 169: 65-84.

5 Una idea de hedonismo que Lipovetsky acuñó como «deserción de las masas» y que la editorial Anagrama condensó perfectamente en la portada que compuso para uno de los libros más conocidos de Lipovetsky: una foto, tomada por Warhol, de Bianca Jagger afeitándose la axila.

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ALONSO BENITO, L. E. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, C. J. (2013c): «La financiarización del mundo y la crisis de lo social», Investigación y Marketing, 119: 6-11. EHRENREICH, B. (2011): Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo. Madrid, Turner. FERNÁNDEZ DURÁN, R. (2010): El Estado y la conflictividad políticosocial en el siglo XX. Cla-

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ves para entender la crisis del siglo XXI. Barcelona, Virus Editorial. NAREDO, J. M. (2001): Por una oposición que se oponga. Barcelona, Anagrama. SANTOS ORTEGA, A. (2013): «Fuga de cerebros y crisis en España: los jóvenes en el punto de mira de los discursos empresariales», Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 32: 125-137.

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