Alonso González. La decoración de la escalera del palacio episcopal de Tarazona (Zaragoza. 1552)

July 17, 2017 | Autor: C. Gómez Urdáñez | Categoría: Iconography, Italian Renaissance Art, Engraving, Emperor Charles V, Giulio Bonasone
Share Embed


Descripción

Alonso González LA

PALACIO (ZARAGOZA)1

DECORACIÓN DE LA ESCALERA DEL

EPISCOPAL

DE

TARAZONA 1552

Yeso moldeado y tallado, y pintura al temple 1. Este texto resume sucintamente la parte dedicada a la escalera del palacio episcopal del estudio extenso que he realizado sobre la intervención de Alonso González en la catedral de Santa María de la Huerta, en coincidencia con la restauración que aún continúa en ella y como integrante del Equipo del Plan Director para la restauración dirigido por Fernando Aguerri y José Ignacio Aguerri. En el momento de la redacción de esta ficha catalográfica este estudio está en prensa, a punto de ver la luz. GÓMEZ URDÁÑEZ, 2009. 2. Vid. Ficha: «La decoración esculpida y de grisalla del cimborrio de la catedral de Tarazona». 3. CRIADO MAINAR, 1996, p. 169. 4. Ibid., pp. 175 y 530. MORTE GARCÍA, 2004 [II], pp. 317. 5. MOYA VALGAÑÓN, 1985, p. 271. CRIADO MAINAR, 1996, p. 175. 6. GÓMEZ URDÁÑEZ, 2004, p. 494, e ID., 2009 [II], en prensa.

trata de representaciones estilísticamente distanciadas, ni más avanzadas –como podrían haberlo sido saliendo de la mano de Pietro Morone– que las que el experimentado artífice había hecho, en grisalla y en color, en sus obras de la catedral –las vidrieras de alabastro y la capillita de Santa María del cimborrio, recuperadas en la actual restauración, son ejemplos de su pintura polícroma hasta ahora desconocida7–. Pero la obra de la escalera del palacio de la Zuda no fue sólo una cuestión de diseño arquitectónico ni de exhibición de formas radicadas en un gusto más o menos evolucionado, siguiendo las modas italiana y francesa difundidas en el momento. El obispo cortesano Juan González de Munébrega –en 1551 y 1552 se encontraba precisamente en la corte– quiso que fuera expresión de un programa de exaltación de la monarquía católica, cuya singularidad otorga a esta cubierta turiasonense una importancia excepcional. Tan cerca como se sitúa, físicamente, del considerado más tardío friso del Ayuntamiento de la ciudad8, no se ha dilucidado hasta ahora el significado mucho más rico y trascendente de las imágenes nunca identificadas de esta pieza del palacio episcopal.

7. GÓMEZ URDÁÑEZ, 2009 [III], en prensa. 8. BORRÁS GUALIS y CRIADO MAINAR, 2000. 9. CHECA CREMADES, F., 1987, p. 173. ID., 1988, t. I, nº 1.

Terminada en 1551 en la catedral de Nuestra Señora de la Huerta la reforma de la nave central y los tramos interiores del transepto, junto al cimborrio también renovado y decorado en esa misma intervención, el que fuera autor de toda ella, Alonso González, residente a la sazón en Borja2, pasó a realizar el interior de la escalera del palacio episcopal –la fábrica de ladrillo ya estaba construida3–. La obra se dató in situ en 1552, en el retrato del obispo su promotor Juan González de Munébrega, miembro del Consejo Real, que se puede ver pintado en el tambor de la cubierta, sobre la puerta por la que se accede a las estancias más significativas de la planta principal del edificio. Se ha venido suponiendo que Alonso González habría ejecutado hábilmente en yeso un diseño del italiano Pietro Morone, llegado a la zona, que se sepa, precisamente en septiembre de 15514. Pero tras el conocimiento más completo de la obra de Alonso González que ha brindado la catedral en el actual proceso de restauración y también después de una más detenida observación de sus trabajos ya estudiados, no parece que esta sea una justa explicación, ni siquiera si se atiende exclusivamente a la modernidad de la composición de la cubierta –con cúpula acasetonada y linterna–5. Inmediatamente después de esta obra de la escalera González ponía una pequeña cúpula con una decoración pintada más avanzada aún que la de casetones del palacio en medio de la bóveda de la capilla de la Purificación de la catedral –como convenía a un ámbito religioso, de crucería6–. González, en suma, pudo concebir enteramente esta obra del obispo, y no sólo llevar a cabo la labra de sus relieves, estatuas y demás elementos de la arquitectura de yeso por su oficio de entretallador. En lo que respecta a las pinturas que se intercalan entre los edículos en saledizo del tambor de la estructura, tampoco hay por qué pensar que tuvieran que ser hechas por un oficial –entiéndase profesional o del oficio– distinto de Alonso González, dado que no se

212

En el plano de la realidad, las pinturas murales conservadas representan a Carlos V, Felipe II, un emblema de la monarquía y el imperio cristiano universal –las columnas de Hércules con el Plus Ultra y las coronas real e imperial, unidas por el collar con el toisón de oro, bajo la tiara papal–, y al propio obispo Munébrega. En el plano ideal, el de los edículos de yeso, están las estatuas de las bellas y honestas mujeres objeto de los amores de Júpiter por los cuales el antiguo padre de los dioses engendró a seres divinos o semidivinos. Estas mujeres son: Leda, reina de Esparta, de quien nacieron los dióscuros, Cástor y Pólux; Calisto, ninfa del séquito de Diana, que dio a luz al rey arcadio Arcade; Dánae, que trajo al mundo a Perseo, vencedor de Medusa; la titánide Leto, generadora de Diana y Apolo; otra titánide, Mnemosine, progenitora de las musas por su contacto amoroso con Júpiter repetido nueve noches; y la prudente Alcmena, mujer de Anfitrión, madre del inefable Hércules. El reconocimiento de este programa tiene una enorme trascendencia por ilustrar el único caso registrado hasta ahora en el que se encuentran relacionadas estas figuras entre sí y con el emperador, en función de una bien explicita idea de cara a la entronización del futuro Felipe II, intitulado en la escalera significativamente «FILIUS CAROLI». En adelante este conjunto constituirá necesariamente una referencia a la hora de profundizar en la interpretación de representaciones de este tipo hechas en el ámbito real, hasta el momento consideradas aisladas y sin más consecuencias9. De entre todas ellas destacan especialmente como importante precedente, las de los lienzos de los Amores de Júpiter pintados por Correggio y regalados por Federico II Gonzaga, duque de Mantua, a Carlos V en 1530, año de su coronación como emperador. Por otra parte, a la identificación de las imágenes que componen el programa se ha sumado la de los grabados de los que son transposiciones algunas de ellas. Ello ha servido, además, como en algún caso en el cimborrio de la catedral, para restituir la verdadera denominación de las estampas originarias, erróneamente entendidas hasta aquí, lo cual reviste a su vez una enorme importancia, puesto que gracias a esta rectificación se define una serie no reconocida del italiano Giulio Antonio Bonasone, seguidor de

Marcantonio Raimondi. Estos grabados de Bonasone son los correspondientes a Leda, Calisto, mal conocida como Diana cazadora, y Alcmena, erróneamente llamada Una musa. Los tres constituían una serie junto con el que representa a Juno, y no a Diana llevando frutos como se ha creído hasta ahora. Era, así pues, esta serie una dedicada a los Amores de Júpiter.

la que se ha contado hasta el presente para hablar de esta obra de importancia excepcional. Servidor del rey en su Consejo así como en calidad de ayudante del Inquisidor General de Sevilla en los años del radical endurecimiento de las sentencias del Santo Tribunal, el prelado participaba del clima culto de la corte y del que también emanaba en ese tiempo del cabildo de la catedral.

La escalera de González en el palacio, por último, contradice la caracterización superficial de la figura del obispo Munébrega con

C.G.U.

213

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.