ALIMENTOS CON SABOR A AGROQUÍMICOS. CONTAMINACIÓN AGROTÓXICA DE ALIMENTOS Y SUS EFECTOS EN LA SALUD DE LA POBLACIÓN COSTARRICENSE, 1950-2015

May 22, 2017 | Autor: W. Coto Cedeño | Categoría: História Ambiental-Eco-História / Environmental History, Historia agraria, Salud, Agroquimicos
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ALIMENTOS CON SABOR A AGROQUÍMICOS. CONTAMINACIÓN AGROTÓXICA DE ALIMENTOS Y SUS EFECTOS EN LA SALUD DE LA POBLACIÓN COSTARRICENSE, 1950-2015 Yendry Vargas Trejos* Wainer Ignacio Coto Cedeño**1

VI Conferencia de la Tierra. Foro de Medio ambiente: Naturaleza, biodiversidad y sustentabilidad. Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica, Sede Regional Chorotega. 26-29 de octubre, 2016.

* Costarricense. Máster en Población y Salud por la Universidad de Costa Rica (UCR), egresada de la Maestría en Historia Aplicada de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica y académica del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), también de la UNA. Correo electrónico: [email protected] ** Costarricense. Bachiller en Historia y Máster en Historia Aplicada, ambos de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica. Correo electrónico: [email protected]

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ALIMENTOS CON SABOR A AGROQUÍMICOS. CONTAMINACIÓN AGROTÓXICA DE ALIMENTOS Y SUS EFECTOS EN LA SALUD DE LA POBLACIÓN COSTARRICENSE, 1950-2015 Yendry Vargas Trejos* Wainer Ignacio Coto Cedeño**2 Resumen: Este artículo tiene como objetivo principal analizar, desde una perspectiva histórica, el consumo de alimentos contaminados por agroquímicos en Costa Rica y sus efectos en la salud humana a lo largo del período 1950-2015. La investigación concluye que el uso intensivo de agroquímicos se convirtió en uno de los principales factores de contaminación de alimentos en el país. Esta situación implicó, además, un aumento en el número de enfermedades de tipo renal y otras como el cáncer gástrico. Para explicar esta dinámica se recurre a herramientas metodológicas y conceptos teóricos procedentes de disciplinas relacionadas con la salud, agronomía, nutrición y la historia ambiental. La investigación se basa en información de revistas académicas, periódicos, entrevistas a productores agrícolas y documentación proveniente del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y el Ministerio de Salud Pública (MSP). Palabras clave: Agroquímicos / Seguridad Alimentaria / Contaminación de alimentos / Afectaciones a la salud / Costa Rica Abstract: This article's main objective is to analyze, from a historical perspective, the consumption of food contaminated by agrochemicals in Costa Rica and its effects on human health throughout the period 1950-2015. The research concludes that the intensive use of agrochemicals became the main factor of food contamination in the country. This situation also meant an increase in the number of diseases as renal and other type gastric cancer. To explain this dynamic is used to methodological tools and theoretical concepts from disciplines related to health, agronomy, nutrition and environmental history. The research is based on information from academic journals, newspapers, interviews with farmers and documentation from the Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) and the Ministerio de Salud Pública (MSP). Keywords: Agrochemicals / Food Security / Food contamination / Health affection / Costa Rica

* Costarricense. Máster en Población y Salud por la Universidad de Costa Rica (UCR), egresada de la Maestría en Historia Aplicada de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica y académica del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), también de la UNA. Correo electrónico: [email protected] ** Costarricense. Bachiller en Historia y Máster en Historia Aplicada, ambos de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica. Correo electrónico: [email protected]

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Introducción La preocupación por el crecimiento demográfico y la amenaza del hambre en el mundo implicó un proceso de modernización de la agricultura. Dicho proceso se enfocó en aumentar la producción de alimentos a través del “mejoramiento genético” de las semillas y el uso de diversos compuestos químicos. Estos últimos se emplearon, por un lado, para fertilizar los suelos y, por otro lado, para combatir el ataque de plagas y enfermedades en los cultivos agrícolas. No obstante, su uso intensivo supuso serios riesgos para la salud humana. Por ejemplo: intoxicaciones, cáncer gástrico, daños renales y trastornos neurológicos, entre otros. Todos estos, padecimientos asociados con el consumo de alimentos contaminados con residuos de agroquímicos. Para contrarrestar esta problemática distintas instituciones, tanto públicas como privadas, “capacitaron” a los productores en el manejo de los agroquímicos. Asimismo, impulsaron nuevas (y más “saludables”) formas de producción de alimentos como la agricultura orgánica. Este artículo pretende explicar la problemática de la contaminación de alimentos por plaguicidas, herbicidas y fungicidas en Costa Rica y sus efectos en la salud de las personas, durante el período 1950-2015. Del mismo modo, intenta analizar el accionar del Estado como ente encargado de garantizar la inocuidad de los alimentos y la seguridad alimentaria del país. Con el propósito de establecer un orden de ideas, el documento se divide en tres grandes apartados. El primero es una introducción general a la temática, fundamentalmente se aborda la relación entre agroquímicos y seguridad alimentaria (food security) en el mundo. Lo anterior con el fin de incorporar una dimensión global del problema. En el segundo apartado se estudia el consumo de alimentos contaminados por agroquímicos en Costa Rica y su impacto en la salud humana. Por último, y como es característico, en el tercer apartado se presentan las principales conclusiones que derivaron de la investigación. Metodología La problemática de la contaminación de alimentos por residuos de agroquímicos y sus efectos en la salud del consumidor se analiza mediante la consulta de fuentes escritas y la aplicación de entrevistas a productores. Con respecto a la documentación escrita se consultaron periódicos nacionales y documentación del Ministerio de Agricultura y 3

Ganadería (MAG) y del Ministerio de Salud Pública (MSP). Dicha documentación contribuyó a identificar casos de intoxicación por alimentos contaminados, a conocer las distintas interpretaciones que se tejen en torno al tema de la seguridad alimentaria y las contraposiciones entre el éxito del paquete tecnológico de la Revolución Verde y sus cuestionados efectos ambientales y humanos. En segundo lugar, las entrevistas sirvieron para conocer de qué manera los agricultores adoptaron, asumieron y aplicaron las agroquímicos en los sistemas de cultivo y los efectos de estos en la salud de las personas. Como parte de la estrategia metodológica, el estudio se enfocó en el análisis de zonas productoras de granos básicos y hortalizas. Específicamente, se tomaron en cuenta los cantones de Nicoya y Nandayure, en la provincia de Guanacaste, y la Zona Norte de Cartago (Véase Mapa No. 1). La escogencia de estas zonas se justifica por dos razones: la primera, en ellas se producen alimentos básicos para la dieta costarricense, tales como el arroz, maíz, papa, repollo y zanahoria, entre otras; la segunda, son regiones que se caracterizan por un uso intensivo de agroquímicos. De hecho, herbicidas altamente tóxicos como el Glifosato y el Paracuat se emplean para el cultivo de estos productos (MEIC, 2011). Caracterización geográfica e introducción del químico a la zona de estudio La Zona Norte de Cartago (329,23 km2) es una de las principales regiones agrícolas de Costa Rica. Comprende los cantones de Oreamuno Central y Alvarado, 3 en estos territorios se asentaron, entre otros, el cultivo de la papa, la siembra de hortalizas y la ganadería de leche en el país. Del mismo modo, esta región posee ciertas características agroecológicas y geográficas que han condicionado el desarrollo de las actividades agropecuarias, tales como: la cercanía con el Volcán Irazú y su paisaje de laderas. La introducción y posterior expansión del agroquímico está directamente relacionada con la Agencia de Extensión Agrícola del Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola (STICA) en Pacayas de Alvarado. Así lo manifestó uno de los productores de mayor experiencia en el cultivo de la papa:

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Es preciso señalar que para el cantón Central se tomaron en cuenta únicamente los distritos de Tierra Blanca y Llano Grande.

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Mapa No. 1.

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“Yo estaba muy pequeño cuando el productor más grande de esta zona compró el primer abono. Puedo estar hablando de la época posterior a la Guerra de 1948. Mis tíos contaban que se aplicaba cuatro quintales de abono por manzana, el abono se llama Américo. El productor lo compró en la Agencia de Extensión Agrícola que en ese tiempo se llamaba el STICA” (Víquez, 2014). El uso de agroquímicos en la agricultura y su relación con la seguridad alimentaria El mercado mundial de insumos agrícolas está bajo el dominio de grandes compañías fabricantes de agroquímicos. Destacan, al respecto, las multinacionales Bayer, Sygenta, BASF, Dow AgroSciencies, Monsanto y DuPont. En términos generales, dichas agroindustrias controlan, aproximadamente, el 75% de las ventas de este tipo de productos alrededor del planeta (Delgado, 2010: 34). La promoción de los agroquímicos como sustancias capaces de aumentar los rendimientos por hectárea y de combatir el ataque de plagas y enfermedades favorecieron su éxito comercial y su uso masivo en los últimos 50 años. Sin embargo, la adopción del paquete tecnológico de la Revolución Verde definitivamente implicó un riesgo humano considerable, tanto por sus nocivas consecuencias ambientales, como por sus comprobadas afectaciones a la salud. La principal preocupación, la primera en hacerse evidente, se asoció a prácticas inadecuadas en la aplicación de los agroquímicos y los serios problemas a la salud de la población ocupacionalmente expuesta. Al respecto, en los primeros años de 1960, el Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Salubridad Pública y la Oficina de Seguridad e Higiene del Trabajo, estrenaron su preocupación en temas de seguridad con respecto al uso agrícola de los insumos químicos, ya que: “A causa del uso de herbicidas sin guardar las precauciones del caso, muchos trabajadores se han intoxicado” (La Nación, 1963: 23). Para contrarrestar esta problemática distintas instituciones, tanto públicas como privadas, “capacitaron” a los productores en el manejo de los agroquímicos. Asimismo, impulsaron nuevas (y más “saludables”) formas de producción de alimentos como la agricultura orgánica.

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En este contexto, mientras La Primavera Silenciosa (Carson, 1962) denunciaba los efectos adversos de los plaguicidas en el ambiente y la salud humana, alertando la facilidad de su adsorción en cuerpos de animales y personas, y por tanto, aludiendo la posible contaminación de la cadena alimenticia. Para algunos expertos en salud el poder venenoso de los insecticidas se exageraba, Wayne Brandstadt, médico norteamericano, experto en salud pública y experimentado escritor de la columna “The Doctor Says” publicada en distintos periódicos norteamericanos, estrenó su criterio en el periódico La Nación de la siguiente forma: “Algunos escritores bien intencionados difunden la alarma acerca del peligro que corren tanto el hombre como los animales con el uso de insecticidas y pesticidas Cuando los insecticidas son usados en una forma adecuada, nadie se daña. Cuando se usan en una forma descuidada, entonces hay un serio peligro para el agricultor que los usa, no para el consumidor de la producción del agricultor” (La Nación, 1963: 38). Esta cita posiciona dos líneas de análisis para comprender la manera cómo fueron interpretados en los años 60’s los efectos nocivos de los agroquímicos en la salud humana. En primer lugar visualiza la peligrosidad del insumo como consecuencia directa de su uso descuidado, y en tal sentido, quien corre riesgo es quien lo manipula, son preocupantes los contundentes peligros para la salud del agricultor. No obstante, desde un segundo frente, se descarta la posible contaminación de los alimentos por el poder residual de los agroquímicos, es decir, el alimento consumido es inicuo, y por tanto, el consumidor no corre ningún riesgo. Si bien es cierto, los riesgos potenciales de la aplicación de plaguicidas y de la exposición por ocupaciones agrícolas, probablemente son mayores que los riesgos que tiene la población general expuesta a trazas de estos compuestos químicos en alimentos y agua (Tricker y Preussmann, 1990: 133). También es cierto que el consumo de alimentos ha sido identificado como la mayor vía de exposición humana a ciertos contaminantes ambientales, la comida se ha convertido en un importante eslabón de contaminación especialmente para los productos químicos que persisten y se acumulan en el medio ambiente (Mansour, 2011: 74). 7

Por ejemplo, los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) como los insecticidas organoclorados característicos por ser sustancias liposolubles y altamente tóxicas para el ser humano y el ambiente (OPS, 1992: 5); no sólo se han encontrado en leche materna y en el tejido adiposo humano en países de todo el mundo, sino que además ha sido identificados como los principales contaminantes de alimentos. La lista está encabezada por el DDT (diclorodifeniltricloroetano), seguido del Aldrín (HHDN), Endrín y Dieldrín (HEOD). Particularmente, estos químicos se emplearon en la agricultura para el control de plagas de insectos en cultivos como el arroz, algodón y maíz. De igual manera, se utilizaron para la desinfección de las semillas y en la desparasitación de vacas y ovejas. Por su alta toxicidad e impacto en el medio ambiente, así como por su facultad de acumularse en la cadena alimentaria, ya que estos contaminantes, como ha sido ampliamente reportado en la literatura, son fácilmente adsorbidos por diferentes cultivos de hortalizas como pepino, papas, zanahorias, tomates, puerros, coles, espinacas y otros,4 se obligó a las autoridades sanitarias a prohibir su uso (Zitko, 2003: 7081).

A pesar de las normativas impuestas, dichas sustancias siguen formando parte, aunque de manera clandestina, del paquete tecnológico de países de Asia, África y América Latina. Esto ha provocado una mayor concentración de residuos en las tierras cultivables y, por ende, mayores probabilidades de contaminación de los alimentos (Bajwa y Singh, 2014: 202). Como es evidente el auge de estas nuevas tecnologías agrícolas elevó los niveles de contaminación de la cadena agroalimentaria (WWF, 2006). Especial impacto en este proceso tuvo la expansión de los cultivos transgénicos, también denominados como Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Dichos cultivos demandaron altas de dosis de agroquímicos (específicamente de herbicidas) para su desarrollo, por lo que se incrementó el riesgo de contaminación de los productos 4

Al respecto consultar: Zohair A, Salim A, Soyibo AA, Beck AJ (2006) Residues of polycyclic aromatic hydrocarbons (PAHs), polychlorinated biphenyls (PCBs) and organochlorine pesticides in organically-farmed vegetables. Chemosphere 63:541–553. Lichtenstein EP (1959) Absorption of some chlorinated hydrocarbon insecticides from soils into various crops. J Agric Food Chem 14:62–65, Mattina MJI, Ianucci-Berger W, Dykas L (2000) Chlordane uptake and its translocation in food crops. J Agric Food Chem 48:1909–1915.

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alimenticios. De hecho, alteraciones en la salud por el consumo de alimentos transgénicos se le atribuyen al glifosato, principal ingrediente activo del Round Up, herbicida para el control de malezas en las plantaciones de soya y maíz transgénico (Acosta, 2002: 5-16). Pese a estos señalamientos, posturas a favor de la agricultura transgénica afirman que “las evaluaciones de bioseguridad de cultivos con resistencia a herbicidas han mostrado que, manejados con precaución, tales herbicidas cumplen eficientemente con su función y no generan efectos negativos sobre las comunidades” (Rocha y Villalobos, 2012: 20-21). La tortilla se come envenenada, la cadena alimenticia trasmite enfermedad y muerte Según lo indican los expertos, la contaminación de alimentos por agroquímicos constituye una amenaza para la seguridad alimentaria y para la salud de los consumidores. Amenaza porque la cantidad de “alimentos seguros” disponibles en el mercado es incierta y porque la ingesta de víveres contaminados aumenta el riesgo de contraer enfermedades, tales como esterilidad en hombres y mujeres, deficiencias renales crónicas, trastornos de conducta y, en el peor de los casos, la muerte (Mansour, 2011: 74). Asimismo, varios de estos insecticidas han dado muestras suficientes de carcinogenicidad en estudios a largo plazo en animales, y cada vez hay más indicios de que actúan como promotores activos del cáncer en humanos. A pesar de que solo un 30% de los cánceres humanos son causados por una baja exposición a contaminantes cancerígenos en su alimentación, la mayoría de los productos químicos persistentes y bioacumulativos finalmente encuentran su camino en nuestros cuerpos a través de la cadena alimentaria. Es decir, para seres humanos y animales por igual, la vía de exposición más importante para muchos de estos productos químicos es definitivamente la dieta (Tricker AR y Preussmann, 1990: 135). De acuerdo con la OMS y la FAO (2004:10) las Enfermedades Transmitidas por los Alimentos (ETA), y entre ellas las intoxicaciones causadas por plaguicidas y otros productos químicos, se han constituido en un problema de salud pública. Ya sea de manera accidental, incidental o intencional se reconoce cada vez más, la importancia de sus repercusiones sobre la salud de la población, tanto por la frecuencia con la que ocurren, como por el impacto que pueden causar, afectando a una persona o a grupos de ellas. 9

Así por ejemplo, entre 1956 y 1985 se presentaron en el mundo 14 importantes brotes de intoxicación por consumo de alimentos contaminados por agroquímicos. De este gran total, los sucesos más significativos se registraron en Turquía (1960 y 1963), la India (1958) y Colombia (1967-1968). A lo largo de estos tres episodios murieron 588 personas a causa del consumo de trigo contaminado por paratión y pan preparado con semillas que contenía residuos de hexaclorobenceno (García, 1998: 384).5 En el caso específico costarricense en setiembre de 1965 el periódico La República titulaba uno de sus editoriales “La Harina contaminada: El Pánico y la realidad”, este editorial describía los serios efectos de intoxicación y muerte de varias personas en Cartago, Heredia y Alajuela debido al consumo de harina contaminada. Las fuentes de contaminación estuvieron asociadas al transporte de sacos de harina en un vagón del Ferrocarril de la Northern donde también viajaban bidones con productos químicos en estado líquido. Las autoridades de salud comprobaron que hubo derramamientos de estos líquidos sobre los sacos de harina y que almacenistas de Cartago la recibieron en tales condiciones. Por otro lado, la manera inoportuna en que el químico también ingresa al cuerpo está relacionada con la posible contaminación del suelo, y consecuentemente de la cadena alimenticia. Estas vinculaciones contaminantes son descritas por un matrimonio de agricultores nicoyanos, descendientes de indígenas de Matambú de la provincia de Guanacaste, a partir de su propia experiencia de vida. La muerte de su hijo mayor por causa de cáncer la asocian al agroquímico, estableciendo relaciones entre producción agrícola, consumo, enfermedad humana y muerte. Él racionaliza el uso del químico utilizado en el cultivo de maíz, arroz y hortalizas, y la probable manera en que estas sustancias provocan una sucesión contaminante de la cadena alimenticia, de la siguiente forma:

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Paratión: plaguicida organofosforado, utilizado principalmente para la eliminación de insectos y ácaros, su uso se prohibió desde el año 1970. Hexaclorobenceno: fungicida empleado para la desinfección de las semillas, se prohibió su uso desde el año 2003.

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“¿Por qué vienen las enfermedades?, por los líquidos, porque uno todo lo come contaminado. El arroz uno lo fumiga, le echa producto químico, y eso vienen los tóxicos, porque al menos, la granza, el arroz ya está contaminado, el maíz ya viene contaminado, la paja de arroz queda contaminada, la carne de la res también está contaminada, la leche. ¿Por qué?, porque nosotros le punjamos (sic) al ganado la cañas del maíz y del arroz” (TPP, 2014). Por su parte, ella desde su posición como cuidadora del alimento consumido expresa preocupación por la forma, en que supone, el maíz se contamina antes de consumirlo, y los posibles efectos en la salud de la familia: "Nos habían recomendado que le pusiéramos Adrín6 al maíz para conservarlo, y en las tortillas se sentía un sabor diferente. El muchacho mayor murió de cáncer a los 23 años, desde los 7 años padeció de ganglios cancerosos, porque comía la tortilla envenenada. A veces me pongo a pensar que uno mismo se mata” (EF, 2014). Dicha preocupación es compartida por un productor de papa de la Zona Norte de Cartago. Este agricultor redujo la cantidad de agroquímicos en sus plantaciones como estrategia para garantizar un “alimento sano” a su familia y al consumidor del tubérculo en general. Al respecto, véase el siguiente testimonio: “Yo soy consciente del riesgo que implican los agroquímicos en las personas. En mi caso particular reduje la cantidad de químicos que aplico en el cultivo de la papa, ya que un porcentaje de papas las destino para el consumo familiar, yo no quiero envenenar ni a mis hijos ni a mi esposa, tampoco al resto de personas que consumen las papas que produzco, es por eso que regulo el uso del agroquímico en mi finca” (Aguilar, 2014). Una percepción parecida con respecto a los efectos que la ingesta de alimentos contaminados por agroquímicos, o genéticamente modificados, como es el caso de los cultivos transgénicos, provocan en el organismo humano, es externada por un agricultor de 6

Posiblemente se refiera al Aldrín, no obstante, la entrevistada no identifica de manera directa al químico que solían utilizar para prolongar la conservación del maíz.

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la zona de Santa Rita, en Nandayure de Guanacaste. Como productor de maní, moringa, maíz y sandía, este agricultor considera a los cultivos transgénicos causantes directos de cáncer, al respecto opina: “Ese maíz que viene de El Salvador o Estados Unidos ese maíz, es el que se pasea en todo y es maíz cancerígeno, y así están vendiendo las rosquilleras 7, esas rosquilleras que hay en el pueblo están matando la gente a gas pegado. El polvo que trae ese maíz es cancerígeno, hágale un análisis usted, si quiere compre un kilo para que vea y al polvo lo agarra le hace un estudio y es un cáncer, está matando y de ahí hacen tortillas y es por eso que la gente se está muriendo a gas pegado” (OGG, 2014). Estos puntos de vista, ya sea desde una experiencia de vida marcada por la enfermedad y la muerte, o bien desde la interpretación de una realidad socioeconómica que afecta por igual al trabajador agrícola conservador de la semilla criolla, expresan la preocupación de un grupo humano adaptado al uso, la manipulación y la aplicación del paquete tecnológico de la Revolución Verde. Estos agricultores, aunque suelen considerar al agroquímico un aliado de su trabajo y un agente necesario en la obtención de una cosecha exitosa, son también conscientes de la forma en que el químico penetra el suelo, se mantiene en él, se adhiere al cultivo, lo sana, lo ayuda a crecer, pero de manera directa o indirecta también ingresa a nuestro cuerpo, llevando enfermedad, y en el peor de los casos el mensaje de la muerte. Comentarios finales Desde la perspectiva de las Ciencias Sociales, el impacto de los agroquímicos en la salud humana ha sido analizado a partir de la manipulación y el manejo de los compuestos dentro de los sistemas de producción. En particular, se ha profundizado en el contexto de los trabajadores bananeros y de granos básicos del Atlántico y del Pacífico costarricense. No obstante, la consideración de esta realidad mantuvo al margen todo estudio relacionado con el consumo de alimentos contaminados por dichas sustancias y sus efectos en la salud de las personas. En tal sentido, esta investigación abordó la problemática de la “exposición 7

Se refiere a las mujeres, por lo general amas de casas y jefas de familia, que obtienen un ingreso familiar mediante la elaboración y venta de rosquillas elaboradas a base de maíz amarillo o blanco. Las roquillas, los biscochos y las tanelas, son una de las recetas de maíz típicas de la Región Chorotega.

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al agroquímico” desde el punto de vista alimentario. En otras palabras, la incorporación de este elemento en la discusión puede ampliar los niveles de comprensión acerca de los efectos que provocan los agroquímicos en la salud de las personas. Ahora bien, la contaminación de alimentos por agroquímicos está relacionada con el proceso de la Revolución Verde. A partir de 1950, aproximadamente, la industria agroquímica en el mundo creció de manera exponencial y, por ende, el uso de fungicidas, herbicidas e insecticidas se masificó en las agriculturas del denominado “Tercer Mundo”: específicamente de América Latina, Asia y África. Estos productos se promocionaron, en conjunto con las semillas “mejoradas”, como insumos capaces de “sanear las plantas”, aumentar el rendimiento por hectárea de las cosechas y erradicar el hambre en el planeta. No obstante, y en un sentido contradictorio, los agroquímicos desempeñaron una función a la inversa. Por una parte, las plagas y enfermedades crearon resistencias a los agroquímicos, lo que implicó un aumento en las dosis o la aplicación de sustancias más potentes. Por otra parte, su utilización inadecuada o en altas cantidades conllevó un riesgo para la salud de los consumidores de los productos agroalimentarios. Casi de forma inmediata a la expansión de los agroquímicos se detectaron los primeros casos de alimentos contaminados por residuos de estas sustancias. Por ejemplo, durante las décadas de 1950 y 1980 se contabilizaron más de 100 eventos de intoxicaciones por la ingesta de alimentos contaminados por agroquímicos en todo el mundo. Como dato a destacar uno de los principales agentes contaminantes fue el Paratión, plaguicida organofosforado desarrollado por la IG Farben en los años de 1940. Para el caso concreto de Costa Rica en el año de 1965 se decomisaron sacos de harina contaminados por Paratión. Otros residuos químicos que se han encontrado en los alimentos son el Paracuat, Glifosato y 2,4-D. Al respecto, es interesante la posición que asumen los agricultores, ya que consideran un aliado al agroquímico para obtener para obtener “buenas cosechas”, sin embargo, al mismo tiempo lo visualizan como un enemigo para su salud. Referencias bibliográficas Acosta, Orlando. (2002). Riesgos y preocupaciones sobre los alimentos transgénicos y la salud humana. Revista Colombiana de Biotecnología, Vol. IV, No. 2: 5-16. 13

Bajwa, Usha y Singh, Kulwant. (2014). Effect of handling and processing on pesticide residues in food-a review. Journal the Food Science and Technology, Vol. 51, No. 2: 201-220. Carson, Rachel (1962). La Primavera Silenciosa. Ediciones Melhoramentos. San Pablo, Brasil. Delgado, Manuel. (2010). El sistema agroalimentario globalizado: imperios alimentarios y degradación social y ecológica. Revista de Economía Crítica, No. 10: 32-61. Entrevista a Carlos Víquez Granados. (2014). Tierra Blanca, Cartago, Costa Rica. Entrevista a Minor Aguilar Ramírez. (2014). Pacayas, Cartago, Costa Rica. FAO y OMS (2004). Vigilancia epidemiológica de enfermedades transmitidas por los alimentos y sistemas de alerta en materia de inocuidad de los alimentos. En: Segundo Foro Mundial FAO/OMS de Autoridades de Reglamentación sobre Inocuidad de los Alimentos. Bangkok, Tailandia. 5 García, Jaime. (1998). Intoxicaciones agudas con plaguicidas: costos humanos y económicos. Revista Panamericana de Salud Pública, Vol. 4, No. 6: 383-387. Lichtenstein, EP. (1959). Absorption of some chlorinated hydrocarbon insecticides from soils into various crops. Journal of Agricultural and Food Chemistry No. 14: 62–65. Mansour, Sameeh. (2011). Chemical pollutants threatening food safety and security: an over view, en Hefnawy, M. (ed). Advances in food protection, NATO Science for Peace and Security Series A: Chemistry and Biology. Mattina MJI, Ianucci-Berger W, Dykas L (2000) Chlordane uptake and its translocation in food crops. J Agric Food Chem 48: 1909–1915. MEIC. (2011). Comercialización de agroquímicos en Costa Rica. San José, Costa Rica: Dirección de Estudios Económicos. Organización Mundial de la Salud y Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (1992). Consecuencias sanitarias del empleo de plaguicidas en la agricultura. Ginebra. Rocha, Pedro y Villalobos, Víctor. (2012). Estudio comparativo entre el cultivo de soja genéticamente modificada y el convencional en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. San José, Costa Rica: IICA. Sin autor (1963, Marzo). Intoxicación de trabajadores. En: La Nación. 27. Recuperado http://www.nacion.com/archivoimpreso.html

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