Algunos tópicos sobre la cantería trasmerana. Estudios Trasmeranos, 2002.

June 1, 2017 | Autor: Begoña Alonso Ruiz | Categoría: Cantería
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Descripción

ALGUNOS TÓPICOS SOBRE LA CANTERÍA TRASMERANA Begoña Alonso Ruiz Artículo publicado en Estudios Trasmeranos, Ayto. de Noja (Cantabria) nº1, 2002, pp.144-153.

El mundo de la cantería medieval y moderna ha merecido la atención de numerosos historiadores desde hace ya mucho tiempo 1 , y es que el tema no es para menos; estamos ante uno de los fenómenos más notables dentro de la arquitectura española de la Edad Moderna: el monopolio en el trabajo de la piedra ejercido por un grupo social procedente en su gran mayoría de las comarcas trasmeranas. Sin embargo, el estudio de este fenómeno arrastra desde sus comienzos tópicos que la investigación actual está desterrando en favor de un conocimiento más exacto de la mecánica canteril. Para entender con más claridad lo que supone la cantería para Cantabria y Trasmiera este trabajo se centra en lo ocurrido en la Junta de Voto, “La Meca del arte de agrupar piedra de España” según el ilustre don Fermín de Sojo y Lomba, quien en 1935 publicó uno de los primeros trabajos sobre los canteros trasmeranos 2 . Pero ¿qué es lo que pasa en esta Junta de Voto en el siglo XVI?. La respuesta es muy sencilla: canteros, canteros y más canteros. El 60 % de las obras que se realizaban en Castilla a finales del siglo XVI estaban en manos de maestros cántabros, la mayoría de esta junta trasmerana. Existían pueblos prácticamente enteros dedicados a la cantería, como es el caso de Secadura, San Mamés, San Miguel y San Pantaleón de Aras. La salida de Cantabria

1 En general, las investigaciones sobre la arquitectura española de la Edad Moderna suponen una fuente de abundante

información sobre la cantería cántabra. La recopilación de lo mucho publicado hasta ahora puede consultarse en POLO SÁNCHEZ, J.J.: "Arte en Cantabria de los siglos XVI al XVIII. Selección de bibliografía relativa a la actividad de los artistas cántabros de la Edad Moderna fuera de su tierra", en SUÁREZ CORTINA, M. (Ed.).: Un siglo de historiografía y bibliografía, 1900-1994. T.II, Santander, 1994, pp.299-332. Desde entonces, sólo en Cantabria y sobre Cantabria: ALONSO RUIZ, B.: “La Iglesia parroquial de San Andrés de Rasines”, en Edades, 1999, nº4, pp.97-118; ALONSO RUIZ, B.: Una familia de arquitectos góticos en el renacimiento español: los Rasines. Universidad Autónoma de Madrid, 2000; CAJIGAS, A.I; ARAMBURU-ZABALA, M.A. y ESCALLADA GONZÁLEZ, L.:Los maestros canteros de Ribamontán. Carriazo-Hoz de Anero, 2001; ESCALLADA GONZÁLEZ, L.: Artífices de Ajo, Bareyo y Güemes: arquitectos en cantería, canteros y maestros campaneros. Santander, 2000; POLO SÁNCHEZ, J.J. (Ed.).: Catálogo del Patrimonio Cultural de Cantabria. La merindad de Trasmiera: Juntas de Cudeyo y Cesto. Santander, 2000. 2 Este artículo tiene como base la conferencia impartida el 22 de agosto de 2001 en la Casa de Cultura del Ayto. de Noja. Se trataba de un resumen de mis investigaciones sobre la cantería trasmerana, muchas de ellas ya publicadas en ALONSO RUIZ, B.: “Datos para el estudio de la organización familiar en los canteros de Trasmiera: las familias Nates y Vega en Secadura”, en Príncipe de Viana, anejo 10-1991, pp.111-117; El arte de la Cantería. Los maestros trasmeranos de la Junta de Voto.Santander, 1991; “Construyendo El Escorial: Juan de Herrera, los canteros de la Junta de Voto y otros cántabros”, en Historias de Cantabria, nº1, 1992, pp. 41-51; “Arquitectura y economía: Juan de Buega en la villa episcopal de Sigüenza”, en Cuadernos de Trasmiera, IV, 1993, pp.71-82; “El Seminario de Segovia: Diego Gómez de Sisniega y su aparejador Francisco de Isla (1603-1604)”, en Actas VIII Congreso Nacional de Historia del Arte. Cáceres, 1993; “De Juan de Rasines y la arquitectura española de la primera mitad del siglo XVI”, en Actas XI Congreso Nacional de Historia del Arte. El Mediterráneo y el arte español. Valencia, 1996, pp.453-456. Además: ALONSO RUIZ, B. y GONZÁLEZ ECHEGARAY, Mª.C.:“Los canteros de Cantabria en la arquitectura del Renacimiento y Barroco Español”, en RAMALLO, G. (Coord.): La arquitectura señorial en la zona norte de España. Gijón, 1993, pp.149-157 y ARAMBURU-ZABALA, M.A. y ALONSO RUIZ, B.: “La arquitectura después de Juan de Herrera”, en Juan de Herrera. Arquitecto real. Catálogo de la exposición. Madrid, 1997, pp.235284.

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La introducción en el mundo de la cantería fue adoptada en un primer momento como solución para salvar las escasas oportunidades de trabajo que existían en la región 3 . Conservamos los censos de la época y, gracias a ellos, se ha podido constatar que la Junta era una de las zonas que presentaba mayor densidad de población dentro de Cantabria en el siglo XVI, sólo superada por los puertos de la costa como Santander o Laredo (San Miguel de Aras y Secadura tienen una media poblacional en los siglos XVI y XVII de 65 vecinos, alrededor de 325 almas). La base socioeconómica de la zona, principalmente agrícola y deficitaria, creó un "estado crónico de superpoblación relativa", común a otras zonas norteñas como el País Vasco, que en Cantabria se unió a la existencia de abundantes ferrerías y canteras 4 . La solución adoptada por los naturales de Voto ante esta crítica situación fue la dedicación masiva al arte de la cantería desde los comienzos del siglo XVI. Quizá la razón a este hecho haya que buscarla fuera de la región: la necesidad coincidió en el tiempo con un nuevo sistema de trabajo de la piedra traído a Castilla por los arquitectos extranjeros encargados de levantar las últimas catedrales góticas a mediados del siglo XV, produciendo una profunda transformación en el lenguaje constructivo español. El nuevo lenguaje se caracteriza por la pervivencia de elementos del gótico clásico (francés) unidos a la importación de otros procedentes del gótico nórdico, dando como resultado una arquitectura renovada e innovadora. Estructuralmente esta arquitectura “hispano-flamenca” proporciona escasas novedades; sus mayores aportaciones inciden en la concepción espacial de la arquitectura, siempre dominando la variedad en el empleo de diferentes diseños de bóvedas (siempre sobre arcos) y todo ello ornamentado según los repertorios mudéjar y los de raíz flamenca y germana. La concepción global del arte tardogótico explica la fusión de las funciones de entalladores y arquitectos; el tratamiento casi plástico de los elementos arquitectónicos -como los nervios de las bóvedas- y las proezas estereotómicas de estos trabajadores de la piedra se explican por su perfecto conocimiento de la técnica canteril. Los focos artísticos más activos de este periodo, limitado cronológicamente al reinado de los Reyes Católicos, serán Toledo y Burgos, desde donde los maestros catedralicios (el flamenco Hanequin de Bruselas y el bretón Juan Guas para el caso toledano y los germanos Colonia para el caso burgalés), dejarán su impronta en otras regiones españolas, fundamentalmente a través de la difusión de una nueva escuela de cantería surgida de ambos talleres. Así, las investigaciones recientes apuntan a estas zonas como los centros principales en la formación de las primeras generaciones de canteros cántabros, de manos de estos arquitectos noreuropeos. Pedro de Bueras ilustra este proceder: en la temprana fecha de 1511 promueve su propia ejecutoria de hidalguía ante las presiones tributarias del Ayuntamiento de Oviedo para el que entonces trabaja. En el documento trata de demostrar su hidalguía para no pagar esos impuestos, a la vez que nos comenta que su padre participó en “la guerra de Ronda, e le dieron en la guerra de Baça con una espigarda, de que fallesçio”. Al quedarse huérfano “se vino a Burgos a aprender el oficio de cantería” 5 . Como éste, muchos son los ejemplos de cántabros que en estas 3 Sojo y Lomba nos habla de que la dureza del clima que exigía sólido cobijo y vivienda, "la pobreza del país, axiomática, y lo prolífico del clima y raza obligaron también a aguzar el ingenio de nuestros connaturales" (SOJO Y LOMBA, F.: Los maestros canteros de Trasmiera. Madrid, 1935, p.18). El tema fue también tratado por GONZÁLEZ ECHEGARAY, Mª C.: "Salida de la tierra (causas)", en Cantabria a través de su historia. La crisis del siglo XVI. Santander, 1979, pp.198-200. 4 BARRIO LOZA, J.A. y MOYA VALGAÑÓN, J.G.: "El modo vasco de producción arquitectónica en los siglos XVI-XVIII", en Kobie, nº10, 1980, p.285; MUÑOZ JIMÉNEZ, J.M.:"La aportación de los maestros canteros de Trasmiera a la arquitectura española". Cuadernos de Trasmiera, II, 1990, p.60. 5 CASO, F.de y PANIAGUA FÉLIX, P.: El arte gótico en Asturias. Oviedo, 1999, p.33.

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tempranas fechas del siglo XVI aprenden de manos de artistas extranjeros, como son los casos de Juan Gil de Hontañón -con Juan Guas- o Juan de Rasines con Felipe de Bigarny 6 . La cuadrilla frente al gremio A partir de aquellas primeras generaciones de cántabros arquitectos asistimos a otro de los fenómenos más característicos de la cantería cántabra: la transmisión del oficio de padres a hijos durante tres e incluso cuatro generaciones. Lo más característico de la cantería de Voto, y lo que la hizo fuerte durante dos siglos para poder hacer frente a la competencia, fue su peculiar sistema de trabajo basado en un grupo de trabajo fuerte, reforzado por vínculos familiares y de vecindad. Es de sobra conocida la inexistencia de un gremio dedicado a la cantería en la España de los siglos XVI y XVII, mientras que tal agremiación fue un hecho común en otras profesiones como yeseros, escultores o albañiles y para la cantería italiana y francesa 7 . Este tipo de normativa recalcaba la obligatoriedad de realizar exámenes para ascender en el escalafón profesional, reglamentaban la conducta moral y religiosa de sus miembros, restringían la movilidad profesional, y suponían una caja de ayuda mutua para la comunidad. Así, el aprendizaje reglamentado, la lucha contra la competencia y la asistencia social suponían los objetivos fundamentales de estos gremios profesionales. En el caso español, sin embargo, lo primero –esto es, el aprendizaje- no estuvo sujeto a normas legisladas; lo segundo se consiguió a través del peculiar concepto de “cuadrilla” y lo tercero fue asumido por las cofradías religiosas. En efecto, la cuadrilla fue la respuesta hispana a la inexistencia de un gremio que les protegiese del intrusismo y del mercado fuertemente competitivo. Una cuadrilla de canteros en la España del siglo XVI tenía como jefe al maestro de cantería, al que seguían en el escalafón profesional, el aparejador, los canteros normales (divididos en entalladores, desbastadores, asentadores, etc.), los oficiales, los aprendices y los criados, viniendo a ser alrededor de unas 20 personas 8 . De todos ellos, el maestro era el responsable último de la obra pues firmaba el contrato con los promotores y era el que la diseñaba realizando una “traza” y unas condiciones para su construcción (ILUSTRACIÓN Nº1). La maestría era el más alto escalafón en la cantería de la época y también el que más sufrió las transformaciones aportadas por la tratadística italiana del renacimiento. La terminología a partir de mediados del siglo 6 El caso asturiano demuestra, de nuevo, que los artistas extranjeros trabajaban con cuadrillas del país. Caso cita a los canteros contratados en 1449 por Nicolás de Bar en la obra de la Catedral de Oviedo; algunos de estos canteros luego fueron maestros de obra, como es el caso de Juan de Cándamo, maestro de la Catedral de Oviedo formado en León junto a Jusquín. Véase CASO, F. de: La construcción de la Catedral de Oviedo, 1293-1587. Oviedo, 1981 y MERINO RUBIO, W.: Arquitectura hispanoflamenca en León. León, 1974. 7 KOSTOF, S.:El arquitecto. Historia de una profesión. Madrid, 1977, p.131. Por citar algunos ejemplos de otras profesiones artísticas baste señalar, por su riqueza informativa, las ordenanzas del gremio de pintores redactadas en 1480 en Sevilla; las de los plateros de la misma ciudad en 1376 o las de pintores y argenteros de Pamplona de 1481 (MARTÍNEZ DE AGUIRRE, J.: “Una ordenanza sobre pintores y argenteros de Pamplona del año 1481”, en Laboratorio de Arte, nº12,1999, pp.39-45). Respecto a los estatutos de los gremios europeos tenemos noticia del “Livre des mestiers” de 1286, el “Regius” inglés de 1390, los estatutos de los “muratori” romanos de 1397, el manuscrito “Cooke” de 1425, el redactado en Ratisbona en 1459, Torgau (1462), Estrasburgo (1549) y Viena (1564), entre los más destacados. (Sobre este tema véase AA.VV.: Artistes, artisans et production artistique au Moyen Age. Les Hommes. T.1, París, 1986; AA.VV.: Les chantiers de la Renaissance. París, 1991; BUCHER, F.: Architector. The Lodge books and sketchbooks of medieval architects. New York, 1979 o RECHT, R.:Nicolas de Leyde et la sculpture á Strasbourg, 1460-1525. Strasbourg, 1987). 8 Los oficiales a las órdenes de Diego Gómez de Sisniega en la obra del Seminario de Segovia eran 23 en 1604, y 18 eran los de Juan Gutiérrez de Buega en el Colegio de San Antonio de Sigüenza en 1603. Pedro de Cereceda tenía 21 oficiales cuando en 1725 se les multa en Laredo con 24.000 maravedíes por alguna razón relacionada con la construcción de las casas de don Juan Antonio Vélez Cachupín Agüero.

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XVI, principalmente a partir de la década de 1560 y de la utilización del término clásico en el círculo cortesano de Felipe II, distinguía ya entre maestro de cantería y “arquitecto”, entendiendo por lo primero al profesional encargado de la dirección de obras y con conocimientos en el campo del diseño arquitectónico. Pero, heredero del mundo medieval, el maestro de cantería seguía vinculado a la realización material de las obras mientras que el arquitecto, según el sentido vitruviano-albertiano del término, era un profesional liberal vinculado especialmente a las labores de diseño, lo que suponía una concepción netamente intelectual de la profesión. Sin embargo, en el mundo de la cantería española de la primera mitad del siglo XVI la distinción entre diseñadores (arquitectos) y directores (maestros de cantería), es decir, entre la labor netamente intelectiva y la manual, no se había producido y existe un único término para englobar a todos los profesionales del oficio con altos conocimientos arquitectónicos: el maestro de cantería. De hecho, trayectorias profesionales como las de los Rasines o el propio Rodrigo Gil de Hontañón, demuestran que estamos ante “maestros” que diseñan y juzgan y peritan, labores que Lázaro de Velasco relacionaba con los arquitectos en 1577: “...la professión llamada architectura -que es ordenar principales edifficios por arte labrados, y el que la excercita se llama architecto, que es cabeza de maestros y es sobreestante de los que obran, y que no es official este o aquel artífice sino regulador de los artífices; y a de ser excercitado en diversas abilidades y curiosidades tocantes a esta facultad y que sobreestando demuestra, designa, distribuye, ordena, encarga, juzga, sentencia, diffine, y que tiene voto, puede dar parecer en las obras de los artes...” 9 . El trabajo a pie de obra era controlado por el aparejador como hombre de confianza del maestro, encargado de dirigir la construcción interpretando la traza y dando soluciones a cada problema concreto (lo que exigía una alta cualificación canteril), además de administrar los materiales y el dinero que recibía de los mayordomos o de los patronos de la obra. Sólo los profesionales de probados méritos accedían a esta cualificación que en muchos casos suponía el final en el escalafón profesional, si bien la cantería de Voto nos proporciona también ejemplos de lo contrario 10 . Las cuadrillas de los canteros procedentes de Voto repetían todas las características anteriormente señaladas, además de estar reforzadas por un pequeño y fundamental detalle que las fortalecía aún más frente a la inexistencia de gremio profesional: los lazos de parentesco y vecindad de todos los miembros de la cuadrilla; eran todos familia, o al menos, vecinos del mismo pueblo. Además de transmitir el oficio de padres a hijos (existen tres generaciones de Cerecedos, de Navedas y cuatro de Ribero Rada y Zorlado), existía otra vía para asegurar la pervivencia del taller: los matrimonios. El estudio de los lazos matrimoniales entre las familias de Voto demuestra como una costumbre social establecida el que la descendencia femenina de un cantero contrajese matrimonio con otro miembro de la misma profesión con el objetivo fundamental de dar continuidad al taller y a las obras inacabadas tras la muerte del maestro. Esta “endogamia profesional” característica de la cantería cántabra, entre los canteros de Voto se refuerza con lo que podríamos denominar “endogamia vecinal”, ya que además de casarse entre hijos y miembros de la misma profesión, los matrimonios se producían entre familias canteriles del mismo pueblo. Resulta muy ilustrativo a este 9 Parecer de Lázaro de Velasco dirigido al cabildo granadino en 1577 (Cit. ROSENTHAL, E.E.: La catedral de Granada. Granada, 1990, p.222). Sobre la figura del arquitecto en el siglo XVI es fundamental la obra de MARÍAS, F.: “El problema del arquitecto en la España del Siglo XVI”, en Academia, 48, pp.173-216. 10 Artistas como Felipe de la Cajiga, Andrés de Buega o Bartolomé de la Calzada compaginaron sus trabajos como aparejadores con otras tareas propias de de los maestros de obras, como el trazar, tasar, etc.

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respecto el árbol genealógico de la familia Ribero Rada (ILUSTRACIÓN Nº2) o el ejemplo de María de Alvarado, hija y hermana de canteros, casada en primeras nupcias con el también cantero Pedro de Nates y en segundas con el maestro Diego de Praves. A este proceder se une el que la hija de su primer matrimonio se casa con un hijo de Praves, también cantero, demostrando que no nos encontramos ante simples casos aislados sino ante unos verdaderos patrones de comportamiento social destinados a fortalecerse frente al mercado profesional. En este contexto profesional parece claro que no se perdonasen las traiciones y como traición se debieron ver los trabajos de Andrés de Buega y Felipe de la Cajiga. La familia Buega (procedente de Secadura) trabajaba asociada con Juan de Nates y su familia (también de Secadura), pero Andrés de Buega se convirtió en hombre de confianza de Juan de Ribero Rada (cantero de Rada), mientras que Felipe de la Cajiga (de Rada) trabaja para Nates. Las carreras profesionales de ambos maestros demuestran que no trabajaron con canteros de su pueblo de origen; el no contar con el apoyo de un fuerte grupo social quizá explique la triste muerte de Felipe de la Cajiga en la cárcel de Valladolid en 1598 de una “enfermedad penosa de la orina” (ILUSTRACIÓN Nº3).

La práctica y las fianzas Una cuadrilla de cantería se completaba con la existencia de varios aprendices en cada obra 11 . El sistema de aprendizaje se protocoliza a mediados de la centuria: si la relación maestro-aprendiz era exclusivamente profesional (si no estaban unidos por vínculos familiares o de vecindad) se establecía entre ellos un contrato bilateral conocido como “carta de aprendizaje” que recogía de forma exhaustiva las condiciones que debían regir dicho aprendizaje. Por estos pliegos de condiciones sabemos que el aprendiz comenzaba su tarea con una edad aproximada de 14 años, trabajando como tal hasta obtener la mayoría de edad; podían transcurrir un mínimo de dos años y un máximo de cinco hasta que el aprendiz quedaba capacitado como oficial de cantería aunque aún no podía ejercer como responsable máximo de una construcción. El siguiente paso en el escalafón profesional llevada al oficial a convertirse en maestro de cantería. El objetivo de esta primera etapa en el oficio era el dominio técnico de la talla y corte de piedra por encima de cualquier consideración de tipo arquitectónico. De hecho, maestros formados a mediados del siglo XV (como Juan Guas) o durante las primeras décadas del siglo XVI (como Antón Egas y el propio Juan de Rasines) comenzaron sus carreras realizando labores propias de entalladores, de escultores, y no de arquitectos. El dominio de la técnica del corte de piedra y de la propia talla, así como el conocimiento de la construcción gracias al trabajo en una obra, sería la vía para explicar la posterior dedicación de estos maestros a labores propias de “arquitecto”. El contrato de aprendizaje firmado en 1596 entre el maestro Juan de Zorlado Ribero y el padre de Domingo de Palacios es de sobra ilustrativo sobre las durísimas condiciones en que se debía realizar el aprendizaje y sobre la finalidad del mismo: “si dentro del dicho tiempo no le enseña el dicho oficio le tendrá en sus obras hasta que le sepa”. Así, la 11 En algunos contratos de obras se especifica la obligación del maestro de mantener a su costa aprendices mientras dure la obra y enseñarles el oficio. Juan de Rasines estaba obligado a “poner dos oficiales aprendizes los quales ansy mesmo han de labrar en la dicha obra como los otros oficiales que les aya de dar a cada uno por su jornal un dia que labraren a quarenta y cinco maravedíes” en 1529, al contratar la obra de la bóveda de la capilla mayor de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada. (A.C.Santo Domingo de la Calzada, Libro de Fábrica, Leg.1).

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documentación sobre la cantería cántabra demuestra que no existía ningún tipo de examen que capacitase al aprendiz como oficial ni a éste como maestro. La práctica regía este aprendizaje y también la consecución del grado de maestría; las fianzas se convierten en la clave para entender el desarrollo de la cantería del siglo XVI: eran necesarias para contratar cualquier obra con el objeto de cubrir posibles eventualidades y debían consistir en bienes raíces o personas solventes económicamente, lo que resultaba difícil de conseguir para un simple oficial. La mejor prueba de la capacitación profesional de un nuevo maestro de cantería era su capacidad para conseguir fiadores (en muchos casos miembros de la profesión). La itinerancia La característica fundamental que regía la vida de una cuadrilla de cantería era su carácter itinerante, incompatible con las reglas establecidas por un gremio de cantería. El aprendizaje, la formación y la vida de un cantero era itinerante trasladándose a los lugares de trabajo prácticamente entre febrero y octubre; en invierno, en Trasmiera, les encontramos comprando tierras (bienes raíces para sus necesarias fianzas) o realizando todo tipo de documentos notariales. Gracias a esta rica documentación sabemos que podían establecer su taller en una ciudad y desde ella moverse a contratar obras en los alrededores. Así, es conocido que Juan de Nates vivía con su familia en Valladolid mientras trabajaba en la ciudad y su entorno (ILUSTRACIÓN Nº4). Los maestros con menos posibilidades se instalaban en los mismos pueblos donde tenían la obra, viviendo en las posadas. Por ejemplo, por el testamento de Juan de Palacios sabemos que tenía cuenta en una posada en Navales de las Cuevas, donde se alojaba con sus oficiales. Andrés de Zorlado Ribero tuvo mejor suerte ya que mientras trabajó en Saldaña (Palencia) se alojó en casa de su cuñado, donde tenía dos arcas con herramientas 12 . La "marcha a Castilla" de los profesionales de la cantería provocó en sus pueblos de origen -recordemos que mayoritariamente canteriles- una situación muy peculiar: las familias sobrevivían en muchos casos entre el abandono y la miseria, con graves problemas económicos, a la espera de la vuelta del marido, el único autorizado a comprar y vender bienes. Los pocos objetos de lujo de la viuda de Andrés de la Llosa Fontecilla desaparecieron al morir su marido en Castilla en 1714, ya que como ella misma declaraba “aunque el dicho difunto tenia bestidos y otras alhajas en su cuerpo y adorno el lo llevo consigo”. Canteros e hidalgos También llevaron consigo su privilegiada posición social de hidalgos. De nuevo la documentación sobre la cantería española de la Edad Moderna, pone de manifiesto el interés de estos artistas por dejar constancia de su condición de hidalgos. Es de sobra conocido el altercado producido en la obra del monasterio filipino de El Escorial mientras se construía su gran basílica. Ahí habían llegado numerosos canteros cántabros (Nicolás del Ribero, Juan de Nates, Diego de Sisniega, Francisco del Río) el día de año 12 En el testamento de Pedro de la Torre Bueras, natural de Bueras en Voto, consta que “tengo en la villa de

Frandobines una casa alquilada en la qual ay mucha madera de olmo y pino y unas camas de madera y un poco de texa y muchas heramientas con que se sacaba la piedra y se hazia la puente de Buniel”, cit. CÁMARA FERNÁNDEZ, C. y ZARZUELO ORTIZ, M. J.: "Pedro de la Torre Bueras, arquitecto y escultor trasmerano residente en Burgos. Datos biográficos y testamento", en Cuadernos de Trasmiera, II, 1990, pgs. 101-117.

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nuevo de 1575. Tras una selección se eligieron veinte de estos maestros “de los más prácticos y experimentados y repartieronles los diez destajos de dos en dos, para que si muriese o faltase un maestro quedase otro”. De estos maestros de cantería doce están documentados como cántabros, a los que debemos sumar sus respectivas cuadrillas (ILUSTRACIÓN 5). Al año siguiente de su llegada se produjo el conflicto al que hacíamos referencia cuando el alcaide encerró en la cárcel a unos vizcainos por faltas leves pero “como se aprecian tan de hidalgos ellos y los montañeses, amotinaronse de suerte que estuvieron muchos toda la noche con sus espadas haciendo vela pretendiendo matar al alcaide” 13 . Ante la cólera de los amotinados, el alcaide cedió y soltó a los presos. Es muy significativa la frase de otro cronista presente en el tumulto, fray Antonio de Villacastín, quién queriéndo disculpar la actitud de los canteros ante Felipe II declaró que éstos “no habían pecado sino de hidalgos, de honrados y de necios”. Otro cantero cántabro, éste procedente de Santa María de Cayón, fue juzgado por desacato al alcalde del lugar en 1616. Juan Martínez Agüero fue condenado a un año de destierro del valle por ese desacato que no había sido otro que negarse a quitarse el sombrero para hablar con el alcalde. En su defensa el cantero declaró que “no quería y que era home de bien y cantero y que el rey don Phelipe nuestro señor se podía estimar en lo ser” 14 . La preocupación por la hidalguía es un tema recurrente en la documentación sobre los canteros de la Junta de Voto. Si recurrimos a los Censos de Hidalguía, se puede comprobar cómo durante los siglos XVI y XVII sólo encontramos a 3 pecheros (que pagan tributos) en la junta. El ser hidalgo, además de su contenido simbólico, suponía que no se tributaba, no se era llamado a levas, existía un menor rigor penal, pero sí se trabajaba e incluso se realizaban labores manuales consideradas degradantes, como la cantería, lo que demuestra el carácter nominal y simbólico de esta nobleza. La ostentación y manifestaciones de esta hidalguía variaron atendiendo a la categoría e importancia del maestro. Las riquezas materiales y el prestigio también fueron intrínsecos a artistas de envergadura, una minoría de maestros que logró el prestigio profesional y el enriquecimiento económico. El resto de los artífices de Voto encontraron en la cantería una forma de manutención para sus familias, sin más posibilidades de enriquecimiento. Este grupo de éxito es el que tras la fábrica del Escorial recaló en la zona vallisoletana (entendida ésta en su amplio sentido) y adquirió gran fortuna y prestigio como tracistas del nuevo estilo surgido de El Escorial, lo que hoy se denomina “clasicismo”. El mismo Felipe de la Cajiga que hemos visto morir entre rejas (lo que en teoría no podía ocurrirle a un hidalgo) en su testamento mandaba ser enterrado en la iglesia de de San Andrés de Valladolid con “una piedra con letrero de mi nombre y apellido y mis armas” y se autoconsideraba “persona principal”. Otros maestros de cantería de este periodo dejaron levantadas sus “casas principales” en Voto, como ésta de los Sisniega en San Mamés de Aras (ILUSTRACIÓN 6), o la fundación de capillas privadas en sus iglesias parroquiales 15 . Este enriquecimiento de las grandes dinastías de canteros de Voto favoreció la carrera universitaria de muchos de sus descendientes; la tradición canteril quedaba así truncada en muchas familias. A este factor se unen otros demográficos (como la 13 Sigüenza, José de:Historia de la orden de San Jerónimo. Madrid, 1963. 14

AHPC, Secc. Cayón, Leg.74, doc.1. Pedro de la Torre Bueras en su testamento manda ser enterrado en el monasterio de la Merced de Burgos; Melchor de Bueras (“Maestro Arquitecto y Aparejador de las Obras Reales de Su Magestad”) ordena su sepultura bajo la bóveda de la iglesia del Colegio Imperial de Madrid, donde había trabajado; por el contrario, Andrés de Zorlado Ribero en 1655 deja establecido el ser enterrado en su pueblo natal, los Cerecedeo levantaron capilla pprivada en su pueblo, etc.

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consanguinidad y el consiguiente descenso poblacional) y profesionales (como la aparición de mano de obra local más rentable que los llegados de Cantabria) que explican el final de la cantería en Voto. El final de la cantería en zonas como Voto nada tuvo que ver con la creación de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid que desde 1752 monopolizó las enseñanzas artísticas; de hecho, ese mismo año el catastro de Ensenada (1752) contenía las últimas informaciones sobre los canteros de Voto. Francisco Fernández de Nates declaraba entonces que “aunque soy del oficio de cantería, no me vale de nada, aun para parte del mantenimiento de mi casa, por lo que solo vivo de mi industria y trabajo en el cultivo y laboreo de mi hacienda”. Un arte que había dado nombres como el arquitecto real Melchor de Bueras, o los de los más destacados arquitectos clasicistas del foco vallisoletano como Juan de Nates y Juan de Ribero Rada (el primer traductor al castellano del tratado de arquitectura de Andrea Palladio), ahora ya no era suficiente para mantener un hogar. Habían transcurrido dos siglos desde que la cantería se convirtiese en el modo de vida de la gran mayoría de las familias de Voto que pasaron el testigo de la dedicación a este arte a maestros de juntas trasmeranas como Cudeyo o Siete Villas, que trabajaban en estética ya barroca.

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PIES DE FOTOS 1. Uno de los muchos ejemplos de diseños arquitectónicos realizados por maestros de Voto es esta traza para la construcción del puente de Arce sobre el río Pas, de 1585. Lo firman los maestros de la Junta de Voto: Pedro de la Torre Bueras, Diego de Sisniega, Rodrigo de la Puente, Francisco de la Haza, así como el también cántabro Lope García de Arredondo. (Archivo Municipal de Santander). 2. Árbol genealógico de la familia Ribero Rada en la que se observa cómo el destacado maestro eligió para sus hijas a solventes yernos (canteros o, en el caso de Miguel del Río, escribanos de número). La descendencia masculina siguió carrera fuera de la cantería. (Los canteros se representan dentro de un rectángulo). 3. Firma del maestro de cantería Felipe de la Cajiga en el testamento redactado en la cárcel de Valladolid, 1598. 4. Fachada de la iglesia de Las Angustias de Valladolid, trazada por Juan de Nates entre 1597 y 1604. 5. Dibujo de la basílica de El Escorial en construcción en torno a 1576 atribuido a Fabricio Castello. (Colección Hatffield House, Inglaterra). 6. Escudo de armas del apellido Sisniega en su casa familiar del pueblo de San Mamés de Aras.

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