Algunas precisiones sobre el significado de los términos de joyería en inventarios toledanos (siglo XVII)

June 29, 2017 | Autor: D. Vázquez Balonga | Categoría: Historia de la lengua española, Lexicología
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Algunas precisiones sobre el significado de los términos de joyería en inventarios toledanos (siglo XVII)1 Delfina Vázquez Balonga

(Universidad de Alcalá)

1. INTRODUCCIÓN En el presente trabajo pretendemos establecer una definición completa de algunos elementos hallados en inventarios procedentes de protocolos notariales, y que pertenecen al campo léxico de las joyas y los adornos. Partimos de un corpus aún inédito, del que daremos más detalle a continuación, aunque también tendremos en cuenta documentos procedentes de fuentes documentales de la misma naturaleza. El inventario de bienes tiene una disposición aparentemente caótica (Morala 2012: 203), pero en nuestros casos hemos encontrado que tiende a ser unitaria, lo que ha facilitado el trabajo en los casos de dudas en la identificación de los elementos. Por otra parte, se nos plantea la dificultad de que el campo semántico de la joyería posee términos de tipo estándar, lo que facilita su conocimiento sin diferencias regionales; sin embargo, a esto hay que añadir que las fuentes lexicográficas de la época (Covarrubias) y posteriores (Autoridades y Terreros) no siempre tienen en cuenta la totalidad de estos términos, bien por su vigencia en el ámbito privado, bien por estar en un lenguaje especializado (joyeros y orfebres). La duda a la hora de definir el nombre del campo de la joyería nos hace plantearnos su inclusión en el mismo campo, de manera que partiremos de la hipótesis de que los términos destacados están clasificados como joyas, aunque debamos profundizar en su significado y por tanto, su naturaleza.

2. EL CORPUS Y LOS RESULTADOS Los documentos consultados proceden del AHPTO, en la sección de protocolos notariales. Se han consultado, sobre todo,

testamentos,

dotes

y herencias

procedentes de Toledo capital (12 documentos) y de las localidades de Olías del Rey (5) y Sonseca (4). El más temprano es un documento de 1601 y el más tardío de 1689. La mayoría (un 76 %) son posteriores a 1650. De todo el corpus, 14 son los que tienen términos relacionados con la joyería.

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Este trabajo está realizado dentro del proyecto FF12009 10877 (Subprograma FILO) «Edición y estudio de documentos toledanos (siglos XVI y XVII)», Universidad de Alcalá – MINECO, y gracias a la beca de Formación de Personal Investigador de la Universidad de Alcalá.

ALGUNAS PRECISIONES SOBRE EL SIGNIFICADO DE LOS TÉRMINOS DE JOYERÍA EN INVENTARIOS TOLEDANOS (SIGLO XVII)

El número total de términos es 29 sin contar con sus variantes por el material o cualquier complemento (cruz de corales / cruz de ébano), o por diferencia gráfica y fonética que no afecten a la morfología (anus / agnus). Igualmente, no se computan los diminutivos. Hemos partido del campo «Joyas y adornos» (Carriazo 2011), de manera que hacemos los siguientes subgrupos: a) Joyas destinadas únicamente al adorno: aderezo, ajorca, arracadas / arracaditas, avellana, calabaza, cintillo, clavetes, collarejo, engarce, joya / joyita, mariposilla, pendiente, sortija. b) Amuletos: higa / higuita. c) Joyas de olor: pomita para las orejas. d) Joyas devocionales: anus dei / agnus dei / agnus, carilla, cruz, diez, medalla, relicario, rosario, santita. e) Adornos de la vestimenta / sombreros: broche, guarnición, rosa de plata, tirantes, trencillo, vueltas. Los artículos de tipo devocional han sido incluidos como joyas ya que en los casos hallados estos objetos llevan un trabajo de orfebrería, como sucede en agnus dei de oro, rosario de azabache o cruz de corales. De los 30 elementos, destaca la presencia a nivel porcentual de unidades léxicas, como la más frecuente, sortija (aparición de un 57 % de los documentos). Es seguida de arracadas / arracaditas (un 35 %) y anus dei / anus de San Juan / anus, en el DRAE, agnus dei (un 28 % de los documentos). Hay que añadir que estos nombres, los de las joyas y los adornos personales, están sujetos a cambios relacionados con la realidad social, tal y como se ha observado en el vocabulario de la moda (Montoya 2001: 248). Esto se debería ver en la escasa presencia de los elementos en los diccionarios, pero también con la presencia de préstamos. En cambio, nuestra recopilación se caracteriza por no mostrar préstamos como pudieran ser los del francés, que sí se observan en esta época en la indumentaria (Varela 2009: 105). Es más, los elementos poseen gran antigüedad, como la patrimonial sortija, datada en Berceo, o broche, del francés, pero ya datada en 1356 (DCECH). Otros son arabismos, como arracadas y ajorca2 (DCECH; Corriente, 1999) o latinismos como agnus dei y rosario (DCECH). Y lo que nos

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Los arabismos en el campo semántico de las joyas también se pueden observar en los nombres de los materiales en el mismo corpus del que nos ocupamos: ámbar, aljófar, azabache, marfil, nácar (DCECH y Corriente).

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interesa para este trabajo, vemos, dentro del castellano, creaciones que hacen uso de otros sustantivos, como avellana, collarejo, clavete, higa, diez, vuelta y calabaza, entre otros.

3. TÉRMINOS DESTACADOS Dentro del grupo léxico obtenido, algunos términos presentan cierta dificultad para hallar una definición por medio de las fuentes lexicográficas actuales (DRAE) como del siglo XVII (Covarrubias) y del XVIII (Autoridades y Terreros). Por ello, vamos a presentar estos casos y una hipótesis sobre su significado en el supuesto de que pertenecen al campo de las joyas y los adornos.

3.1 Avellana y calabaza En el documento 5 (1660) tenemos « Una avellana de plata», que se repite en el 11, de Olías del Rey (1672). Autoridades sólo nos informa de que avellana es «Fruta que produce el avellano y es del tamaño y figura de un cascabel», además de un tipo de avellana llamada índica, hoy mirobálano. Terreros tampoco informa de más que del fruto del avellano. Sin embargo, pese a la ausencia en los diccionarios, debemos tomar este nombre como metafórico, de manera que una avellana de plata debía ser un colgante de pequeño tamaño y forma redondeada, por lo que se asoció al fruto del avellano. Lo mismo sucede con el siguiente caso, calabaza. En el documento 5 (1660) leemos « Un collarejo de aljófar y una calabaza de perlas». Por estar en un collarejo y ser de perlas, hemos de suponer que es una joya con este nombre. En Autoridades la calabaza es solamente el fruto y la planta, aunque se recogen otros usos de la palabra, como son calabaza para vino, calabaza en germanía como «ganzúa», y la palabra calabazada como golpe con la cabeza, además de expresiones como dar calabazas o nadar sin calabazas. En el caso de Terreros, no se olvida un término de lapidarios, «perlas de figura chata a modo de almendra». Podríamos pensar que se trata de esta acepción, sin embargo sólo vemos «calabaza de perlas», en plural, lo que hace difícil que sea la definición profesional de Esteban de Terreros. Más bien, parece una relación por semejanza física del tipo de avellana de plata. En ambos casos, avellana de plata y calabaza de perlas, nos encontramos ante una asociación metafórica para acuñar el término, fenómeno que sucede en numerosos ámbitos como el de la ciencia, en lo que se ha llamado la «metaforización 1715

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especializada», y muy común con elementos vegetales y animales (Mancho 2012: 181). Además contamos con este recurso de una manera repetida en la lengua no especializada. A esto nos ayudará el saber que en el siglo XVII y todavía en el siguiente estaban de moda unos pendientes de forma redondeada llamados popularmente calabacillas (Aranda 2000: 220)3. Esta palabra con la correspondiente definición sí es recogida en Autoridades (1729), que señala «Se llama así por semejanza las perillas de perlas o de vidro que se ponen en las orejas las mujeres». Por todo ello, es preferible la definición de calabaza como un «Colgante redondo semejante a una calabaza». Si echamos un vistazo a los otros corpus, resulta especialmente interesante la información que nos puede proporcionar el corpus del AHPTO del siglo XVII de Toledo capital, que se encuentra en la base de datos CORDE. Todo pertenece al trabajo de transcripción de Mariano Maroto del año 1998. En él, encontramos un ejemplo de avellana de plata4, tal y como se ve en nuestro corpus de Toledo. Como vemos, este término tenía una extensión probada en la zona. Por otro lado, en este mismo conjunto del CORDE se ve un ejemplo del término calabaza aplicado a una joya, también de perlas: «Una calabaça de dos picos de perlas con dos cadenillas de oro»5. Esto confirma la vigencia ya más de cuarenta años antes, de este nombre para una especie de colgante. Por último, hemos tenido en cuenta nuestro corpus aún inédito de protocolos notariales del siglo XVII de Aranjuez, del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM). En él hemos encontrado un caso del término nuez de plata (1, 1627). Esto nos recuerda el caso de avellana, es decir, una nueva creación metafórica, tampoco registrada en fuentes lexicográficas, pero que expresa la semejanza del colgante con una nuez, al igual que se asociaba a una avellana. No podemos olvidar que Aranjuez estaría en la misma zona de influencia que Toledo6.

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Uno de los más claros ejemplos que nos ofrece CORDE es el de La ilustre fregona de Cervantes (1613), en el cual se dice «Pendiánle de las orejas dos calabacillas de vidrio que parecían perlas». Carta de dote y arras entre Vicente Álvarez, teniente de repostero, y Catalina Rodríguez. Archivo Histórico Provincial de Toledo, 1664. Inventario de los bienes de Juana de Castilla. Archivo Histórico Provincial de Toledo, 1619. En Méntrida (Toledo) nos ha quedado escrito que en el siglo XVII la Virgen de la Concepción portaba, entre otras joyas y accesorios, «una nuez de plata» (García Cuesta: 2007: 45), prueba del uso de esta metáfora en esta área geográfica en la misma época.

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3.2 Carilla En el documento 4 (1660) tenemos el único caso de este nombre inventariado de la forma siguiente: «Una carilla con una reliquia de los mártires de Ágreda». Esto nos indica que era una especie de relicario que se podría colgar o tener guardado. Si consultamos las fuentes lexicográficas, vemos lo siguiente: Covarrubias no admite más que la forma carillo como un adjetivo antiguo, de ʽcaroʼ o ʽqueridoʼ. Autoridades reconoce el diminutivo de cara, rostro, un tipo de máscara, una moneda «usada en Aragón» y un equivalente de «llana o página». En Terreros se define carilla de dos formas. La primera, como «carlina, moneda», y para saber más, carlina es definida como «Moneda de plata que se fabricó en tiempos de Carlos V, y valía seis sueldos, con corta diferencia: hoy se llama carilla». La segunda definición de carilla es «Moneda de Felipe IV. V. Perendengue». Con estos datos, hemos de suponer que se trata de una moneda, pero, como resulta evidente, no lo sería si servía para llevar una reliquia. De nuevo, debemos pensar que es una asociación metafórica con la moneda, al tener una forma redonda y plana, semejante a una medalla, pero habilitada para portar la dicha reliquia. El nombre carilla debía tener vigencia en la época, al menos en la lengua hablada, ya que en estos momentos estaba en curso la acuñada por Felipe IV, por lo que no resulta extraño que se utilizara para otros objetos semejantes. La definición que sugerimos, por tanto, es «Especie de relicario de forma redondeada semejante a una medalla o moneda».

3.3 Clavetes En el documento de dote 7 (1688) se pone por inventario «Dos zintillos de clabetes y oro». En el testamento 9 (1689) de Toledo capital, se lee «(…) dos zintillos de oro que se componen de tres clavetes finos». El término cintillo se encuentra fácilmente en Autoridades («Sortija pequeña guarnecida de diamantes u otras cosas»). Es un tipo de anillo caracterizado por tener piedras en todo el contorno (Aranda 2000: 243). En Autoridades en su primera edición de 1729, se recoge clavete como «hierrecito templado con que se hieren las cuerdas de alambre de los instrumentos músicos». En 1780 deja de verse esta definición, y solamente introduce clavete como diminutivo de clavo. En Terreros, repite esto y añade la acepción de «martinete de clavicordio». En principio, no vemos la relación con el campo de la joyería. Sin 1717

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embargo, el mismo autor recoge el verbo clavetear, como «adornar alguna cosa con clavos». Proponemos que se relacione el sustantivo clavete con este verbo, de manera que se entienda que los clavetes del cintillo son «Clavos de metal o piedra que adornan la joya».

3.4 Collarejo Tanto Covarrubias como Autoridades y Terreros recogen el nombre collar con el significado actual, no así la forma que nos ocupa, aunque Autoridades sí lo incluye, simplemente como diminutivo. No nos llamaría la atención si no fuera una forma que se repite sistemáticamente en los inventarios consultados: en Sonseca (doc.11, 1672) tenemos «Un collarejo de corales y perlas de Venezia». En la capital, por su parte, en el documento 5 (1660), «Un collarexo de corales», y «Un collarejo de aljófar». Por todo ello, no parece un diminutivo hecho libremente por el hablante, sino una forma generalizada. Sabemos que el diminutivo que más lexicalizaciones ha producido es –illo (Lázaro 1999: 4645) por su carácter neutral. El estudio de Náñez también anuncia la generalización en el siglo XVII de la derivación en –ejo, que se utiliza con cierto aumento del sentido negativo (Náñez 1973: 183). Con todo, este sufijo también aparece en la Historia de la lengua con un valor meramente diminutivo (op. cit.: 274), como podía suceder en la provincia de Toledo. Un argumento a favor es la cantidad de nombres de la lengua rural toledana que se registran, en plena actualidad, con el mencionado sufijo, con un valor que ha acabado por quedar fijado, como castillejo, lagarejo, mollejo y otros tantos (Sánchez Miguel 1998). Los siglos de Oro son, además, una época de ajustes, por lo que no sería difícil que el sufijo se usara para hacer el diminutivo de una manera extendida y aceptada, más aún en esta zona geográfica. Insistimos en que los diccionarios sólo nos dan la respuesta de collar como «Ornamento del cuello» (Covarrubias). De todas formas, sí recoge Terreros la forma collarín, que asociamos hoy día a un uso más funcional, pero que define de esta manera: «Llaman las señoras a cierto collar pequeño». Estos datos nos hacen pensar que había una forma generalizada en la lengua de Toledo de la época, que era collarejo, usada para referirse a lo siguiente: «Collar de poco grosor y longitud». Posiblemente con el paso de los años, se generalizó collarín, como recoge Terreros en su obra. Para confirmar su presencia, en la base CORDE vemos varios ejemplos de 1718

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collarejo que se recogen en el citado corpus de Maroto (1998): «Un collarejo de aljófar», «Más un collarejo de aljófar»7 entre otros, hasta llegar a 14 casos durante el siglo XVII. La sistemática mención de esta forma en diminutivo nos apoya para tomarlo como una forma fijada y extendida, como hemos propuesto.

4. CONCLUSIONES Como hemos podido ver, los términos de cualquier campo de los inventarios necesitan varias perspectivas para ser definidos y clasificados. En primer lugar, la fuente lexicográfica, pero también otros factores, como el contexto sociocultural. En la búsqueda hay que tener muy en cuenta el entorno de la aparición, que nos suele resultar determinante, aunque no infalible, pues a veces cuenta otro tipo de disposición (por ejemplo, en las joyas, que se agrupen varios objetos que son de plata). Por otro lado, hemos de consultar la existencia en otras fuentes; particularmente, en otros corpus de inventarios de la misma época. Cuando el término no tiene representación en el diccionario de la época o posterior, tendrán una importancia máxima los otros recursos citados. Por último, se prueba que el léxico de joyas se aleja del de la indumentaria (prendas y tejidos) al ser menos permeable a los préstamos. Nuestra pequeña muestra de nombres nos ha confirmado que recursos como la metáfora y la derivación son productivos. Finalmente, no nos queda más que insistir en el valor léxico de los documentos notariales de la provincia de Toledo, cuyo estudio puede dar nuevas perspectivas sobre la lengua de la Castilla de los Siglos de Oro.

Fuentes documentales Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO) Toledo: Dote de Beatriz Román. (1601) P-02746. Dote de Isabel Romo (1637) P-3350. Dote de Ángela Jiménez (1637) P-3350. Capital de María Martín y Andrés López (1660) P-0253. Dote de María Martín (1660) P-0253. Dote de Manuela Vázquez (1680) P-3647. 7

Carta de arras y dote entre Vicente Álvarez, teniente de repostero, y Catalina Rodríguez (1664) e Inventario de bienes de Juana de Castilla (1619), ambos del Archivo Histórico Provincial de Toledo.

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Dote de Ana Petronila Gómez (1688) P-00378. Dote de Manuela Nieto (1688) P-00378. Testamento de Mariana Reinoso (1689) P-00378. Olías del Rey: Dote de Antonia de Tudela (1671) P-4889. Dote de Victorina Caballero (1672) P- 4889. Sonseca: Dote de Ana de Lara (1672) P-12153. Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (Ahpm) Aranjuez: Dote de María Hernández (1627) AHPM 29376.

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