ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ESCLAVITUD EN ROMA: LOS ESCLAVOS Y SUS DERECHOS

May 24, 2017 | Autor: Mario Martin | Categoría: Law, Slavery, Ancient Rome
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© Mario Martín Merino, 2017 

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ESCLAVITUD EN ROMA: LOS ESCLAVOS Y SUS DERECHOS

Resumen Aunque la Antigua Roma fue esencialmente una sociedad esclavista que permitió la existencia y perpetuación de esta institución a lo largo de su historia, paradójicamente mostró cierta flexibilidad en el tratamiento de los esclavos, lo cual permitirá que aquellos que por distintos motivos hubiesen caído bajo el yugo de la esclavitud fueran depositarios de ciertos derechos a pesar de su condición. El número de esclavos en Roma fue muy numeroso, llegando a alcanzar entre el 20 y 30% de la población total a fines del siglo I de nuestra era, siendo su papel esencial para el desarrollo socioeconómico de Roma, que dependió prácticamente en su totalidad del trabajo de la mano de obra esclava, y en la configuración de su propia identidad cultural como pueblo. Palabras clave: Antigua Roma, esclavitud, derechos, sociedad, leyes Abstract Although Ancient Rome was essentially a slave society that allowed the existence and perpetuation of this institution throughout its history, paradoxically it showed some flexibility in the treatment of slaves, which will allow to those who had fallen under the yoke of slavery to be the recipient of certain rights despite their status. The number of slaves in Rome was very high, reaching between 20 and 30% of the total population at the end of the first century AD, playing an essential role in the socio-political development of Rome, which depended almost entirely on slave labour, as well as in the configuration of its own cultural identity. Keywords: Ancient Rome, slavery, rights, society, laws Introducción En la Antigua Roma la esclavitud fue una institución plenamente aceptada y absolutamente esencial para su mantenimiento debido a su gran dependencia del trabajo desarrollado por la mano de obra esclava, lo cual le permitirá desarrollarse tanto social como económicamente y mantener su hegemonía política en su marco geográfico de actuación. Con el paso del tiempo, la sociedad romana irá tomando conciencia de su dependencia del trabajo esclavo, lo cual motivará ciertos cambios en la percepción y trato hacia estos en un intento por mantener su obediencia y sumisión, así como para evitar posibles revueltas que pudieran hacer tambalear el modo de vida romano. El pensamiento romano consideró la esclavitud como una fatalidad del destino, y en líneas generales, no se cuestionó la presencia o legitimidad de esta institución, ya que siempre había estado presente, ni tampoco su posible derogación. Muchos amos incluso se negaron a considerar la manumisión de sus esclavos. Pese al estricto mantenimiento y perpetuación de la esclavitud en el mundo romano, paradójicamente su propia estructura interna, además de servir para instaurar una bien definida estructura de subordinación, mostró cierta flexibilidad en lo que respecta a la diversidad de tareas y distinto trato que se dio a los esclavos, que llegaron a tener contemplados ciertos derechos a pesar de su condición como tales.

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I. Sobre la esclavitud y la condición de esclavo en el mundo romano Aunque el conocimiento actual sobre los orígenes de esta institución en el mundo romano son escasos, es probable que, del mismo modo que ocurrió en el seno de otras sociedades de la Antigüedad, debió de ser usual contar con mano de obra esclava para la realización de determinadas actividades. Incluso en pequeños núcleos de población, la presencia de esclavos fue algo corriente, obtenidos gracias a la captura de habitantes pueblos circundantes o mediante transacciones comerciales. En el caso de Roma, los datos que se disponen para fechas anteriores al siglo III a.C. son bastante exiguos, y los pocos que se tienen dan a entender que en aquellos momentos la esclavitud era un fenómeno de escasa envergadura (Hopkins, 1978: 24) y únicamente los más acaudalados podrían disponer de mano de obra esclava, aunque no en abundancia. Todo este panorama cambiará cuando Roma inicie su proceso de expansión territorial. Debido a las diversas contiendas emprendidas por los romanos, el número de esclavos y la importancia de la esclavitud aumentarán vertiginosamente. Hacia el año 225 a.C., Roma contaba con seiscientos mil esclavos, y poco más de dos siglos después esa cantidad se había incrementado hasta los dos millones, constituyendo aproximadamente un 35% del total de la población romana (Hopkins, 1978: 101). Esos datos permiten hacerse una idea de la creciente importancia que la esclavitud estaba empezando a tener en el mundo romano. Con el aumento del número de esclavos disponibles, también lo hicieron las actividades en las cuales fueron utilizados. Aunque en un primer momento se había utilizado la mano de obra esclava como sirvientes o asistentes domésticos, con el paso del tiempo acabarán estando presentes en la práctica totalidad de las distintas esferas de la vida romana (Blair, 1970: 3). Un detalle a tener en cuenta sobre la esclavitud en el mundo romano es que, a diferencia de otras instituciones esclavistas de otros periodos históricos, en Roma no se basó en criterios étnicos o raciales, aunque es sabido que tenían predilección por unas u otras procedencias dependiendo para que actividades. Por ejemplo, para el servicio doméstico prefirieron etíopes, egipcios y otros asiáticos, mientras que los esclavos de origen heleno, debido a su mayor cultura, desempeñaron su labor en el campo educativo o de las artes (Blair, 1970: 150). En el mundo romano muy pocos fueron los que estuvieron a salvo de caer bajo el yugo de la esclavitud debido a los diversos modos de poder pasar a engrosar las cifras de la masa esclava, que podía provenir fundamentalmente gracias a tres vías: 

La más importante y destacada, especialmente durante las primeras etapas de la historia romana, fueron los esclavos obtenidos fruto de las distintas guerras emprendidas por Roma contra los diversos pueblos de su entorno (Gibbon, 1980: 62). Tras la conclusión de un conflicto armado, era costumbre que los vencedores tomasen a los vencidos como prisioneros para venderlos como esclavos. Un ejemplo de ello es cuando tras la finalización de la Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.) y la definitiva derrota de Cartago a manos romanas, Publio Cornelio Escipión (1) vendió a toda la población de la capital cartaginesa como esclavos (Grant, 1978: 144). Otro ejemplo similar es recogido por Flavio Josefo (2) en su Guerra de los Judíos cuando dice que al menos noventa y siete mil personas fueron capturadas y vendidas como esclavos por los romanos (J. BJ 6.420).

(1) (185-129 a.C.) También llamado Escipión Emiliano, fue un político y militar romano del siglo II a.C. conocido por ser el conquistador de Cartago tras la finalización de la Tercera Guerra Púnica. En Hispania logró terminar con las guerras celtíberas y destruir Numancia. (2) (37-101) Historiador de origen judío y uno de los líderes de la rebelión hebrea contra el dominio romano (66-73 d.C.). Tras ser sofocada la rebelión, fue apresado y enviado a Roma, en donde escribió varias crónicas históricas como La guerra de los judíos, Antigüedades judías y Contra Apión.

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Aunque la mayor parte de esclavos que llegaban a Roma eran fruto de sus victorias militares, algunos otros lo hicieron de más allá de sus fronteras, siendo el caso de aquellos prisioneros que, a consecuencia de guerras tribales entre distintos pueblos que habitaban tras el limes, vendían sus prisioneros a los romanos a precios sensiblemente más bajos que los que hubieran alcanzado en la propia Roma (Jones, 1975: 297-298). 

Otra manera de poder llegar a formar parte de la masa esclava era por medio del secuestro. En tiempos de Augusto (r.27 a.C.- 14 d.C.) el secuestro de personas de libre condición para ser vendidas como esclavos alcanzó cotas insospechadas, provocando que el propio emperador tomase cartas en el asunto mediante la promulgación de una serie de leyes para lograr acabar con el problema. Entre las medidas adoptadas, se puede mencionar el establecimiento y despliegue de cuerpos del ejército en aquellas zonas en donde el fenómeno se manifestaba con mayor incidencia, inspecciones rutinarias de talleres y de otros lugares de trabajo en busca de ciudadanos libres que hubiesen sido privados de su libertad por la fuerza, o bien mediante la ilegalización de gremios y cofradías susceptibles de beneficiarse de mano de obra gracias a esta actividad delictiva. Pese a sus esfuerzos, Augusto fue incapaz de acabar con el problema, y muchas de sus medidas se prolongaran junto a otras nuevas de la misma naturaleza durante el reinado de su sucesor, Tiberio (r.14-37 d.C.). En líneas generales, los resultados obtenidos por ambos fueron bastante pobres (Rolfe, 1998: 199-200). En algunos momentos, la actividad pirática en el Mediterráneo convirtió el viaje por sus aguas en algo extremadamente peligroso, siendo frecuente que muchos individuos de libre condición fuesen apresados para ser posteriormente vendidos al mejor postor. Un ejemplo de es el célebre episodio ocurrido al propio César en su juventud, cuando fue secuestrado por piratas cilicios en el año 75 a.C. para ser vendido como esclavo, pero al percatarse de quien era su distinguido prisionero, los piratas decidieron, con el fin de maximizar sus beneficios, pedir un rescate de cincuenta talentos por la libertad de César (Plut. Caes. 2). Esta decisión se acabará revelando como un error, ya que tan pronto fue liberado, César emprendió una incesante campaña para acabar con todos ellos (Dryden, 2006: 217-218).



Los esclavos también podían proceder de la propia Roma gracias a los nacimientos ocurridos dentro de la población esclava. La legislación romana consideró que toda la descendencia de una esclava era también esclava, sin importar la identidad o posición social del padre. Es probable que muchos esclavos fueran fruto de relaciones entre hombres libres y esclavos, así como de estos con sus amos (Hopkins, 1978: 165). Aunque técnicamente no fue constitutivo de ninguna ilegalidad hasta los últimos momentos del Bajo Imperio, el abandono de recién nacidos fue un modo bastante habitual para conseguir nuevos esclavos. Con la exposición de los recién nacidos lo que se esperaba es que acabase muriendo, pero en ocasiones estos eran recogidos por traficantes de esclavos, y lo que en principio podría parecer un acto de misericordia que salvaría la vida de esos niños, paradójicamente les condenaba a una vida llena de privaciones como esclavo (Barrow, 1998: 8)

La esclavitud también fue empleada por la legislación romana como elemento punitivo contra determinadas conductas y actos delictivos. La mayor parte de los condenados a la esclavitud llevaron a cabo sus labores en minas o canteras en condiciones de vida de gran dureza, aunque algunos otros también fueron destinados a la arena como gladiadores. En el caso de los condenados a muerte, se contempló la posibilidad de esclavizarlos hasta el momento de su ejecución (Scott, 1973 3: 200). Asimismo, el hecho de haber contraído una gran cantidad de deudas podría ser un camino para acabar convirtiéndose en esclavo si se conseguía demostrar la incapacidad del deudor de saldar todas

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ellas. El acreedor podía entonces pedir a los tribunales autorización para vender a su deudor como esclavo (Scott, 1973 1: 63). En algunos casos extremos, no fue infrecuente que sujetos de libre condición pero sumidos en la pobreza, optasen por venderse a sí mismos como esclavos con la esperanza de encontrar un buen amo que les procurase sustento y un lugar en donde cobijarse. Otros, movidos por la ambición, lo harían para alcanzar una buena posición social, como por ejemplo, como administradores de amos acaudalados o en la administración imperial. Un ejemplo de lo mencionado fue el caso de Marco Antonio Palas (3), que pese a pertenecer a una noble familia arcadia, decidió ofrecerse como esclavo a una poderosa dama de la familia caesaris, logrando llegar a estar al frente de la gestión de las finanzas imperiales (Tac. Ann. 12.53) bajo el reinado del emperador Claudio (r. 41-54 d.C.).  Como se puede apreciar, prácticamente todo el mundo era susceptible de llegar a convertirse en esclavo. En el supuesto de aquellos individuos de condición libre que habían sido esclavizados mediante la violencia y en contra de su voluntad, algunos tuvieron la oportunidad de escapar a su destino porque pudieron probar fehacientemente su condición de ciudadanos romanos, pero desafortunadamente, no todos ellos gozaron de tal posibilidad. Convertirse en esclavo suponía pasar a forma parte del estrato más bajo de la sociedad romana y ser privado de cualquier tipo de derecho del cual disfrutaban los hombres libres, ya que se consideraba que los esclavos no eran más que una propiedad más, susceptible de poder ser vendida, regalada o heredada del mismo modo que cualquier otro bien. Tan solo aquellos que eran de libre condición podían aspirar a ser ciudadanos romanos, ya que el hecho de ser libre era un requisito esencial para gozar de los derechos y privilegios que iban aparejados a la consideración como tal. Desde el mismo nacimiento de la esclavitud como institución en el seno del mundo romano, las fronteras entre la libertad y la esclavitud llegaron a difuminarse significativamente. Se puede decir que en cierto modo llegaron a existir tres gradaciones de libertad (Buckland, 2010: 438), las cuales fueron: 

los ingenui: todos aquellos sujetos de libre condición que, de acuerdo con la legalidad romana, no podían ser esclavizados. 



los libertini: individuos libres que habían sido esclavos en el pasado, pero que gracias a su manumisión, habían conseguido recuperar su libertad. 



los servi: todos aquellos que en virtud de las leyes romanas estaban sometidos a esclavitud. 

En teoría, y según lo legalmente estipulado en Roma, un ciudadano romano no podía ser esclavizado, excepto en el supuesto de que hubiese llevado a cabo ciertas conductas delictivas que pudieran llevar aparejadas la pérdida de libertad, y por lo tanto, su esclavitud. Del mismo modo, no se contempló la posibilidad de que un liberto llegase a formar parte de los ingenui, a menos que, debido a razones dignas de elogio o por servicios distinguidos para con el Estado romano, éste mostrase su aprobación. 

(3) (1-63 d.C.) Liberto de origen griego que llegó a ocupar el cargo de secretario imperial en los reinados de Claudio y Nerón. Según Tácito, era descendiente de los reyes de Arcadia, en el Peloponeso.

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Varias obras literarias romanas tomaron como tema argumental la difusa frontera entre la libertad y la esclavitud. Por ejemplo, en su obra titulada Los prisioneros, Plauto narra como un esclavo llamado Tíndaro es hecho prisionero junto a su amo tras haber sido derrotados en una batalla. Tíndaro ignora que en su infancia había sido vendido como esclavo por un antiguo esclavo de su padre y que realmente él es el hijo de su nuevo amo. Dentro la clase esclava también existieron varias categorías. La mayor parte de funcionarios imperiales eran esclavos, y algunos de ellos lograron tener gran influencia y poder. En contraposición a estos estaban los esclavos rurales que, en líneas generales, constituyeron el escalón más bajo de los esclavos. En un posición intermedia se encontraron los esclavos urbanos y domésticos, que gracias a la proximidad y la convivencia con sus amos, llegaron a gozar de algunos privilegios impensables para los esclavos rurales. Pese a su distinta posición o labor encomendada, un elemento común a todos ellos fue el sometimiento a la voluntad casi omnímoda de sus amos. El número de esclavos y la importancia de esta institución se incrementarán notablemente a lo largo de la historia de Roma. A finales de la República y a comienzos del Imperio, la mayoría de la fuerza de trabajo en Roma estaba conformada por esclavos, que estuvieron presentes en prácticamente todos los ámbitos de la vida romana, lo cual hizo que la dependencia de Roma en la mano de obra esclava fuese cada vez mayor para el mantenimiento de su estructura socioeconómica y su preeminencia política. II. Los derechos de los esclavos y su consideración Pese a que en la mayoría de ocasiones la esclavitud implicó unas condiciones de vida caracterizadas por su extrema dureza debido a las labores desempeñadas y a los posibles malos tratos por parte de los amos, con el paso del tiempo se llegará a producir cierta mejora debido a algunos cambios legislativos y a la propia evolución de la mentalidad romana. Se llegará a considerar que los esclavos eran depositarios de una serie de derechos pese a su condición, ya que se trataba de seres humanos, y como tales, eran capaces de tener y cumplir con una serie de normas morales. Gracias a corrientes de pensamiento como el estoicismo (4) y sobre todo con la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio, esa progresiva “suavización” de la esclavitud se hará más patente, pero pese a ello, la mayor parte de los esclavos siguieron soportando numerosas privaciones de todo tipo y sometidos a los designios de sus amos.   Algunos pensadores como Séneca o Plinio el Joven, abogaron por un tratamiento más igualitario y, en definitiva, más humano. El hecho de convertirse en esclavo era considerado como una fatalidad que podía afectar hasta a los más poderosos. Para Séneca, la esclavitud existía porque Roma lo permitía, pero eso no debería constituir un impedimento para que se mostrase mayor comprensión y sensibilidad hacia los esclavos. Asimismo, y según Séneca, pese a su desafortunada situación los esclavos poseían ciertos derechos al tratarse de seres humanos (Gummere, 2002: 303). Curiosamente, y pese a su apoyo en favor de los esclavos y al reconocimiento de sus derechos, Séneca nunca llegó a manumitir a ninguno de los suyos (Shelton, 1998: 182).  Otros como Catón, manifestaron que los esclavos no podían ser, bajo ningún concepto, sujetos de derechos, y escribió sobre el duro trato que infligió a sus esclavos en su obra Sobre la Agricultura. En relación con la vestimenta de los esclavos, Catón deja translucir su escasa compasión por estos y su condición, al afirmar que lo único que necesitaban era cambiar de ropas y de calzado una vez cada dos años (Catón el Viejo, Agricultura, 56-59).    (4) Importante corriente filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 a.C. que alcanzó gran popularidad entre los siglos III a.C. y II d.C. Durante el periodo romano, Séneca será uno de sus más destacados representantes.

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En general para los romanos era de mal gusto cuestionar la condición libre o esclava de un sujeto. No obstante, en algunas ocasiones los propios tribunales se erigieron en defensores de los derechos de los esclavos o, en su defecto, mostraron cierta benevolencia. En caso de duda, siempre se inclinaron, aunque muy levemente, a favor de estos. Por ejemplo, cuando un amo tomaba la decisión de manumitir a un determinado esclavo, esta era irrevocable, lo cual conllevaba la pérdida de cualquier derecho que hubiese tenido sobre el esclavo. Pero incluso tras haber obtenido la libertad, el antiguo esclavo estaba sujeto a una serie de obligaciones para con su antiguo amo a través de una relación de clientela. Se esperaba que el liberto accediese a las peticiones de su ahora patrón y mostrase lealtad para con él, además de mostrarle el debido respeto (Boatwright et al. 2011: 139). Por su parte, el patrón debía velar por el bienestar de su cliente, incluyendo su representación frente a las autoridades así como auxiliarle económicamente mediante préstamos.   Como contraposición a lo anteriormente mencionado, la legislación romana contempló la tortura de los esclavos para que estos confesaran las faltas o delitos de sus amos. Los romanos amedrentaron frecuentemente a los esclavos con la posibilidad de someterles a crueles castigos, que eran habitualmente utilizados para mantener el control sobre la gran masa esclava de Roma, cuyo número superaba con creces al de ciudadanos libres. El conocido jurista latino Ulpiano llegó a establecer un procedimiento legal para que los tribunales de justicia pudiesen llevar a cabo los interrogatorios de esclavos con mayor efectividad. Para ello, y de acuerdo con Ulpiano, en primer lugar se debería interrogar a aquel esclavo que mostrase mayor predisposición a revelar la verdad para, de ese modo, infringirle la menor tortura posible (Watson, 2009: 354). Los tribunales romanos contarán con buen número de leyes procedimentales para evitar la vulneración innecesaria de los derechos de los esclavos. Gracias a esas leyes, un hombre libre que hubiese caído en la esclavitud como consecuencia de amenazas o de maltrato físico, así como por deudas, tenía la posibilidad, y en su defecto también su familia, de proclamar su libertad y elevar su denuncia a los órganos de justicia en contra de su amo (Watson, 2009: 476). Otro posible ejemplo de actuaciones judiciales en favor de los esclavos fue la afirmación de su derecho a la manumisión si así lo había establecido su amo antes de fallecer. Si un esclavo había satisfecho parte de la cantidad acordada con su amo para comprar su libertad y este último fallecía antes de poder hacerlo, los herederos de su amo estaban obligados a liberarle (Watson, 2009: 422) Asimismo, la legislación romana defendió la condición de statuliber de los esclavos, la cual se mantendría incluso si sus amos fallecían inesperadamente o eran vendidos a terceros, y en virtud del acuerdo alcanzado, los esclavos tenían derecho a ser manumitidos (Watson, 2009: 456).  En algunas ocasiones los propios emperadores restituyeron a sus esclavos su derecho de nacimiento, lo cual les permitió gozar de una serie de privilegios que en su mayor parte estaban reservados exclusivamente a los hombres libres (Watson, 2009: 422) Entre las distintas leyes promulgadas a favor de los esclavos, puede mencionarse la Lex Petronia, que prohibió a los amos arrojar a sus esclavos a las fieras del circo excepto si contaban con autorización legal para ello. En tiempos de Claudio se estableció que todo aquel esclavo que hubiese sido abandonado por su amo en el templo de Esculapio, en el supuesto de que sanara, este obtendría automáticamente su libertad. Asimismo, Adriano (r.117-138 d.C.) se pronunciará en contra de la ejecución de los esclavos imperiales aunque estos fuesen considerados culpables de algún delito, y en contra de su tráfico, que consideraba inmoral. Por su parte, Antonino Pío (r.138-161 d.C.) llegó a considerar la muerte injustificada de un esclavo ajeno como si se hubiese realizado contra uno de su propiedad. Finalmente, y especialmente durante el reinado de los distintos emperadores romanos cristianos, se llegará a establecer que todo aquel esclavo que hubiese sido abandonado a su suerte por su amo, tendría la consideración de hombre libre.  

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Respecto a la figura de la manumisión, esta fue una posibilidad que tuvieron los esclavos para recuperar o lograr su libertad. Una de las maneras más habituales de hacerlo era mediante su compra por el propio esclavo. Si su amo mostraba interés en ello, era posible que lograse acordar un precio que sería satisfecho con su peculium, aunque también cabía la posibilidad de que un tercero, siempre de condición libre, lo hiciera en su lugar. Otra posible manera fue gracias al establecimiento de una estrecha relación de confianza con su amo, siendo mucho más habitual y estando a mayor alcance de los esclavos urbanos que los rurales, debido a la mayor cercanía y convivencia de los primeros con sus amos. En otras ocasiones, la manumisión se debía a deseo expreso del amo para contraer matrimonio legal con una esclava o adoptar a un esclavo con el cual mantenía una estrecha relación personal (Shelton, 1998: 188), o sencillamente, sin que hubiese motivación alguna.   Algunos autores latinos como Columela, defendieron la manumisión de todas aquellas esclavas que hubiesen tenido tres o más hijos (Col. 1.8.19). En cualquier caso, la manumisión era una decisión que solo podía ser tomada por el amo, que mediante su concesión, buscaba mostrar su magnanimidad frente a los demás. En ningún momento ni bajo ninguna circunstancia, un esclavo podía pedir, y mucho menos exigir, a su amo la manumisión. Únicamente podían interceder por ellos otros hombres libres.   Otros privilegios con los que contaron algunos esclavos fueron sobre la gestión económica del hogar de sus amos, llegando a desempeñar determinados negocios en su nombre. Asimismo, tuvieron la posibilidad de emprender los suyos propios siempre que su amo lo autorizase. En Roma todos los esclavos tuvieron derecho a su propio peculium, es decir, a contar con una serie de bienes, usualmente dinero, que el amo podía concederles para que estos los administrasen de la manera que consideraran (Hopkins, 1978: 125). No obstante, el dueño del peculium seguía siendo el amo, teniendo el esclavo únicamente cierta capacidad para administrarlo, así como para incrementarlo gracias a la realización de tareas adicionales (Watson, 2009: 447). Algunos esclavos no supieron cómo utilizar su peculium correctamente ni comprender su importancia, tal y como parece demostrar la promulgación de buen número de leyes en contra de su uso indebido (Watson, 2009: 436-458). En la mayor parte de los casos, fue empleado para comprar su libertad, pero no fue infrecuente que algunos otros llegasen a utilizarlo para adquirir sus propios esclavos para que hicieran su trabajo.   Los esclavos rurales no gozaron de tantos privilegios como sus homólogos urbanos, pero no obstante, lograron tener algunos. Es evidente que no disfrutaron de la misma libertad de movimientos, pero al menos, y en contraste con muchos individuos libres pero extremadamente pobres, fueron dotados de vestimenta y manutención por sus amos, cosa que los libres tenían que procurarse por sí mismos. Las condiciones de trabajo de los esclavos rurales fueron mucho más duras que en la ciudad, especialmente porque sus propietarios estuvieron más interesados en obtener el máximo beneficio posible de su trabajo que en dispensarles un buen trato. Sin embargo, algunos lograron mejorar sus condiciones de vida gracias s sus conocimientos agrícolas y contacto más frecuente con sus amos, llegando a ocupar puestos de responsabilidad, como por ejemplo, la gestión de las tierras de cultivo. En situación mucho peor estaban aquellos que trabajaron en minas y canteras, que tal y como cuenta Diodoro Sículo, muchos de ellos murieron debido al maltrato que padecieron a manos de amos sin escrúpulos (Hist. V, 36-38).  Otro derecho que tuvieron contemplados los esclavos dentro del mundo romano fue la posibilidad de unirse a otros de su misma condición en una especie de relación marital consentida pero carente de validez legal, el contubernium.  

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La legislación romana nunca se planteó considerar la unión entre esclavos como un matrimonio legal, al tratarse este de un privilegio propio de sujetos libres (Barrow, 1998: 158). El contubernium fue utilizado por numerosos juristas romanos para implantar varios impedimentos refrendados legalmente, para evitar en el caso de los libertos, posibles uniones incestuosas que pudiesen surgir a consecuencia del matrimonio legal de estos (cognatio servilis).  Asimismo, los esclavos pudieron mantener sus propias creencias religiosas, pudiendo incluso llegar a ejercer el sacerdocio en la religión que profesaran, incluyendo a partir de un determinado momento, incluso el cristianismo, que como nota curiosa, en ningún momento se manifestó en contra de la esclavitud, y mucho menos en exigir la abolición de la institución. Incluso tras la muerte, y sobre todo una vez se adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio, los esclavos tendrán derecho a dar sepultura a sus seres queridos. Ulpiano afirma que los lugares de enterramiento de los esclavos tenían la consideración de lugar sagrado y que no se podía levantar construcción alguna en estos lugares mientras el terreno perteneciese al antiguo esclavo, a sus herederos o bien a su antiguo amo (Watson, 2009: 348). Con el paso del tiempo, los legisladores romanos irán incorporando modificaciones sobre los derechos y privilegios de los esclavos. Debido a la influencia del pensamiento cristiano de que todos los hombres nacen iguales, los emperadores de época bajo imperial promulgarán más medidas que contribuirán a humanizar las condiciones y trato de los esclavos, aunque no tomarán la decisión de acabar con la esclavitud debido a su profundo arraigo desde tiempos antiguos y el gran peso que esta institución tenía dentro del sistema socio-económico romano. III. Conclusión Aunque la consideración general en el mundo romano sobre los esclavos y su condición no pasó más allá de ser vistos como cualquier otra propiedad y tener que soportar en la mayor parte de ocasiones unas condiciones de vida deplorables y un trato denigrante, en algunos casos no fue así, quizá más que por humanidad, por mantener a salvo la inversión que muchos amos habían efectuado con su compra. No obstante, habrá ciertas corrientes de pensamiento y disposiciones legales que tratarán de favorecer la situación de los esclavos y reconocerles ciertos derechos pese a su condición. En los últimos momentos de la República y en los primeros años del Imperio, el gran número de esclavos y la importancia de la esclavitud como institución, harán que Roma dependa para su desarrollo socio-económico y mantenimiento de su hegemonía en el trabajo de la mano de obra esclava. Los esclavos y su trabajo fueron el auténtico motor de Roma, y con la cada vez mayor toma de conciencia de los romanos de su dependencia respecto a estos, con el fin de mantener su modo de vida y el orden establecido, les otorgarán algunas esperanzas de mejora, como por ejemplo la posibilidad de ser manumitidos y convertirse en hombres libres, así como cierta movilidad social dentro de la clase esclava que permitirá a muchos de ellos ocupar posiciones de responsabilidad. Gracias al reconocimiento de una serie de derechos y privilegios, en el mundo romano los esclavos lograron alcanzar un reconocimiento social más próximo a los ciudadanos de libre condición que en cualquier otro periodo de la historia, y su influencia y trabajo constituyeron un elemento de gran importancia en la conformación de la propia identidad cultural de Roma.

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