Algunas consideraciones hacia una estética del pasado: tiempo, escritura e historia.

July 7, 2017 | Autor: Daniel Barragán | Categoría: Theory of History
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Descripción

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Algunas consideraciones hacia una estética del pasado:! tiempo, escritura e historia.! Daniel M. Barragán!

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En las siguientes líneas, intentaremos esbozar algunas consideraciones para la formulación de una estética del pasado. Tomando en cuenta los planteamientos de autores reconocidos como Hayden White o Frank Ankersmit, proponemos que el pasado, en sus diversas formas, y la experiencia de él, en tanto pasado y la experiencia del pasado son susceptibles a una estética receptiva que de cuenta de las sensaciones de este a través de las nociones de “escritura”, “texto”, “narrativa”, “representación” y la propia “experiencia”.!

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En cierto sentido, lo histórico! es lo opuesto de lo mítico, por lo cual! decirle a un historiador que lo que! da forma a su libro es un mito! le sonaría ligeramente insultante.! Northop Frye!

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Todo lo que hay que presuponer en la hermenéutica, es lenguaje.! F. Schelermacher!

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Hay más maneras de abusar del lenguaje que solo incurrir en contradicción.! J.L. Austin!

En la historicidad de la disciplina histórica los momentos cumbre -puntos axiales- no son escasos. Dos de ellos, situados en el pasado “casi inmediato” dan cuenta de la importancia que un acontecimiento puede tener en las percepciones de la realidad. François Hartog en su texto ya clásico “Regímenes de historicidad” ejemplifica la sensación de pertenecer a “dos épocas”, cuya descripción elaborada por Paul Valéry caracteriza la experiencia de la ruptura en el orden del tiempo posterior a la Primera Guerra Mundial:! ! ! ! ! Por un lado —proseguía el autor—, un pasado que no se ha abolido ni ! !

olvidado, pero un pasado del que no podemos extraer prácticamente nada !

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que nos oriente en el presente y nos brinde la oportunidad de imaginar ! el futuro. Por el otro, un porvenir sin la menor figura.1!  

El ciframiento de las sensaciones del presente por parte del poeta pueden darnos una idea del clima o ambiente (Hans Ulrich Gumbretch) en donde el sujeto se desenvolvía: un tiempo roto por las convulsiones de la guerra, cuyo apogeo impactó en la continuidad de lo cotidiano. De lo anterior podemos inferir varias conclusiones acompañadas, naturalmente, por un sinfín de interrogantes:! ! ! a) ¿De que manera la experiencia del tiempo puede ser ! ! ! ! comprendida desde y para el presente?! ! ! b) De resultar factible la comprensión/aprensión e, inclusive, ! ! ! conceptualización del tiempo: ¿bajo que sistema heurístico puede ! ! ser plasmado como pharmakon?2! ! ! c) De ser posible un acercamiento al pasado en sus diversas ! ! ! manifestaciones dentro del presente: ¿resulta pertinente y ! ! ! concebible una estética del pasado, entendida como la experiencia ! ! del mismo como objeto?!  

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Nuestro segundo momento, sin duda conocido para el presente auditorio, se remonta hacia 1970, cuando el mundo historiográfico se vio trastornado por la injerencia de dos compañeras, nefastas para algunos, pero sin duda, fructíferas en el análisis de la escritura histórica: la literatura y la lingüística, campos de investigación que, de la mano de Hayden White, constituyeron una revolución historiográfica. Así entonces, artículos como El texto histórico como artefacto literario (1974), The Burden of the History, o la que fuera su obra cumbre, Metahistoria, dieron cuenta del proceso de elaboración discursiva a través del cual el historiador narra lo fáctico.3 ! ! Dejando de lado las diversas e interesantes polémicas de White con otros intelectuales (Roger Chartier) o los reclamos provenientes de la tradición  

1

Paul Valéry, Le passé d’une illusion. Essai sur l’idee communiste au xx siècle, París, Laffont, Calmann-Lévy, 1995, p. 808; en François Hartog, Regímenes de Historicidad, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 22. 2

Cfr., Jacques Derrida, “La farmacia de Platón”, en La diseminación, Editorial Fundamentos, 1975. 3

Hayden White, El texto histórico como artefacto literario y otros ensayos, Barcelona, Paidós/I.C.E. Universidad Autónoma de Barcelona, 2003. !1

marxista en Inglaterra (Eric Hobsbawm) y las críticas desde Annales en Francia (Josep Fontana); la postura del autor de Hecho y figuración en el relato histórico constituye una veta de inspiración para los trabajos posteriores. No obstante, para la presente exposición, lo “trascendental” de la obra whiteana radica en la apertura hacia un nuevo modelo de conciencia humana: la narrativa, herramienta intelectual y conceptual a través de la cual el ser humano puede dar cuenta de su tiempo (presente, pasado, futuro) y las experiencias que acontecieron en el transcurso de dicha temporalidad. ! En la opinión de otros filósofos, piénsese en Paul Ricoeur por ejemplo, la narrativa forma parte de la aporética de la temporalidad, cuya concepción del tiempo se troca en una refiguración del mismo a través de la narración.4 Es por medio de la narración que la experiencia de la temporalidad puede ser comprendida y significada. Los acontecimientos acaecidos en el transcurso de un espacio temporal (delimitado por los actos de institución lingüística)5 son dotados de sentido -si nos situamos en la postura defendida por Reinhart Koselleck -, o, según el propio Ricoeur, configurados y representados simbólicamente.6 ! Evidentemente, para el presente auditorio, las posiciones que se pueden englobar bajo una mediación lingüística común, forman parte de concepciones distintas: las de White, próximas a las consideraciones planteadas por Arthur C. Danto; y las de Ricoeur, en consonancia con una fenomenología anclada en raíces husserlianas. En palabras de Frank Ankersmit:!  

 

 

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La idea básica de ambos (Paul Ricoeur y Edward Carr) es que la ! historicidad, la temporalidad de la experiencia, no sólo se aplican ! al modo en que los individuos experimentan el mundo. Se ! ! argumenta que existe una continuidad entre el papel del tiempo ! en el nivel elemental (experiencia del tiempo) individual, su ! !

papel en el nivel del grupo o la colectividad (por ejemplo, del Estado o la nación) y, por último, el papel del tiempo en la escritura histórica.7!  

4

Paul Ricoeur, Tiempo y narración III. El tiempo narrado, México, Siglo XXI Editores, 2009, p. 636. 5

Reinhart Koselleck, Sentido y repetición en la historia, Buenos Aires, Hydra, 2013.

6

Hayden White, “La metafísica de la narratividad”, en El contenido de la forma, Paidós, 1992. 7

Frank Ankersmit, “Tiempo”, en María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (coords.), En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México, Siglo XXI Editores/ Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, p. 36. !2

! Ta n t o p a r a D a n t o y R i c o e u r, l a e x p e r i e n c i a d e l t i e m p o ( c o m o l a denominaremos), se estratifica en diversos niveles de temporalidades, ajenas o comunes entre si. Aunque para el filósofo norteamericano, la historia surge de la contraposición entre los “verbos-proyecto” y las “oraciones narrativas”, la experiencia del tiempo continúa siendo aprehendida o configurada a partir de la narratividad, esto es, de la escritura; postura que White adoptará para sus propias reconfiguraciones del relato histórico.8 ! ! La aprensión de la temporalidad, sea esta comprendida desde las perspectivas kantianas -conceptos puros-, fenomenológicos (tiempo vivido) o como experiencia histórica a partir de la conciencia de un determinado regímen de historicidad,9 su aprehensión y figuración se realiza a partir de una forma narrativa. Es en el espacio de la escritura donde el tiempo se registra y permanece incólume al olvido; es, también, espacio de experiencias “tangibles” y disponibles para el presente.10 ! ! A todas luces resulta interesante la percepción del tiempo y la acumulación de las experiencias, sedimentadas en diversos “estratos temporales” (por hablar como Koselleck); y su posterior disponibilidad. Si en antaño la experiencia presente, convertida en pasado, fungía como mediador entre la agencia del hombre y las contingencias históricas (historia magistra vitae, por ejemplo); en la “modernidad”, el pasado comienza a adentrarse en un proceso de erosión en donde la característica del pasado como rector de la acción humana es paulatinamente desplazado por la entrada del propio pasado en una versión terapéutica. ! Los acontecimientos históricos, vertidos en una narrativa “poética” o “científica”, quedan subsumidos por la clausura semántica del pasado en su función de archivo. La disponibilidad del pasado es comprendida como la cimentación de los patrones sociales presentes desde los cuales el uso/abuso de la experiencia ausente en sus formatos históricos/memorísticos hace acto de presencia en los relatos nacionales. ! ! Ahora bien, el ejercicio de la escritura del tiempo implica una serie de dificultades. Inicialmente, la escritura daría cuenta de un realismo inmanente,  

 

 

8

cfr., El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Paidós, 1992. 9

François Hartog, Regímenes de historicidad, México, Universidad Iberoamericana, 1993.

10

Reinhart Koselleck, Futuro Pasado, para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, 1993. !3

cuya principal característica sería la de un estar-ahí, inclusive después de la problematización del mismo: erosión memorística, fragmentación, ausencia de lo acontecido o muerte del sentido. Este realismo dependería a su vez de la reconstrucción de la realidad a través de ejercicios heurísticos en función de la institución disciplinaria a través de la cual se desprendan los trabajos del investigador.11 Al mismo tiempo, la escritura del tiempo se restringiría a una clausura semántica a partir del momento en que el tiempo y la experiencia del mismo se objetivaran en el documento escrito. En otras palabras, la relación escritura-tiempo formaría parte de una dinámica mediata: A entonces B, donde A conformaría el acontecimiento y B las repercusiones del mismo, incluida su escritura (y posteriores ascensos semánticos).! ! Tal régimen de enunciación resulta simple y llano; la referencialidad de la escritura (histórica en este caso) dependería de la veracidad y validación del presente al pasado, directa en última instancia. No obstante, con la introducción de la complejidad en los campos semánticos de la referencialidad, la escritura del tiempo/acontecimiento alcanza registros de mayor dificultad que la de una simple mímesis.! ! Al problematizar en las relaciones entre las palabras y las cosas, la filosofía analítica (Saúl Kripke), reconfiguró la referencia de lo escrito: donde antaño la mímesis gobernara, la representación ocupar su lugar. Por tanto, la escritura fungiría como relación inmediata con el tiempo y el acontecimiento; no sería más el medio, sino un fin que involucra un sentido y significado a partir de la experiencia singular del autor: “como el pintor, el historiador representa la realidad (histórica) al darle un significado, mediante el significado de su texto, que la realidad no tiene por sí misma”.12! Las consecuencias de las posturas anteriores significarían un giro en la concepción de la historia; su escritura vista ahora como representación de la experiencia y temporalidad, es ahora un tema de alcances variados y complejos: ¿cómo representar la experiencia de un acontecimiento? ¿Qué significado puede a l c a n z a r l a te m p o r a l i d a d a p a r t i r d e l o s e s c r i to s h i s t ó r i co s , a h o r a representaciones? o, lo que nos atañe en el presente trabajo, ¿puede constituirse una estética del pasado, visto ahora como representación o sistema de representaciones? !  

 

11

Véase, Michel de Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 2006. 12

Frank Ankersmit, Historia y tropología. Ascenso y caída de la metáfora, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 210. !4

! En la órbita que hemos esbozado, el pasado es concebido, en parte, como un texto., postura que diversos autores comparten.13 La representación de este, lingüística, constituye al pasado bajo una forma textual; por consiguiente, la experiencia del pasado pasa, en segundo término, a una experiencia del texto o, en otras palabras, experiencia de la lectura. Experimentar el pasado se convierte en la hermenéutica del pasado; inclusive, experimentar el pasado “textual” puede llevarnos hacia un horizonte de sensibilidad en tanto el pasado se objetiva de forma escrita. Un aura benjaminiana, por ejemplo, se cifraría en la historicidad del texto implícita en el acto de leer: la lejanía del pasado estaría situada en la lectura consciente de la diferencia entre el presente como horizonte de recepción (Hans Jauss), espacio de actualización (Paul Ricoeur) o criticismo voluntario y el pasado, contenido en la escritura.! ! Según Frank Ankersmit, incorporar la lectura de los textos a los modelos de representación artística nos conduce hacia la observación de que el acto de leer significa o resignifica las representaciones elaboradas por el historiador. Sin e m b a r g o , e l s i g n i f i c a d o - a ú n e n l a l í n e a d e A n ke r s m i t- p a r te d e l a representación que es formulada gracias a la experimentación del mundo o el texto. Es desde esta experiencia cuando el mundo -el pasado en nuestro casose representa en el texto.! ! 2! Las relaciones del pasado y el presente son parte inherente de las sociedades humanas. Una de las formas de tales relaciones -vistas como conciencia históricaes la memoria, entendida como la colectividad de las representaciones del pretérito disponibles en diversos soportes (escritura, oralidad, imagen, o lugares de memoria).14 Dentro de las distintas conceptualizaciones de la memoria, la representación también se sitúa como un eje problemático; al menos en las cuestiones políticas que la memoria pueda alcanzar en las sociedades trastornadas por eventualidades diversas:!  

 

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La memoria siempre se conjuga en presente, lo que determina sus ! modalidades: la selección de los acontecimientos cuyo recuerdo es ! preciso conservar (y de los testigos que hay que escuchar), su ! !

cfr., Gabrielle Spiegel, The past as text, The John Hopkin’s University Press.

14

La noción de Pierre Nora, lugares de memoria, bien merece una serie de consideraciones alternas a este texto. Si planteamos que, un lugar de memoria, es parte de un proceso de espacialización de una significación histórica o memorística, resulta convincente pensar que una estética del pasado puede formularse desde la experiencia entre el sujeto y el lugar (si lo vemos con los lentes kantianos puestos). !5

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interpretación, sus “lecciones”, etcétera. Se transforma en una ! apuesta política y adquiere la forma de una obligación ética -el ! “deber de la memoria”- que a menudo se convierte en fuente de ! abusos [Tzvetan Todorov].15!  

En términos de Enzo Traverso, la memoria (y su apogeo en la actualidad) responde a la “crisis de la transmisión”, deterioro de la experiencia transmitida, que Walter Benjamin caracterizara en las sociedades modernas. La distinción benjaminiana entre Erlebnis, como experiencia vivida, y Erfahrung, experiencia transmitida, podría ser otro alcance de la representación como imagen (o escritura) de lo vivido, transmitido mediante los soportes de la memoria. ! La experiencia, según Benjamin, resulta ser singular y temporal, es decir, responde a horizontes temporales que hacen factible hablar de “regímenes de la experiencia”, sistemas compartidos de forma intersubjetiva a partir de las relaciones sociales y cuya expresión, en la postura benjaminiana, se conforma mediante el lenguaje. Por consiguiente, la erfahrung, transmisión de la experiencia, (representación para nosotros), puede darse mediante la interacción entre la temporalidad de la experiencia y la escritura, como forma de comunicación paralela a la relación entre el pasado/presente. Evidentemente, la experiencia puede pasar por un proceso de “erosión”, donde (en una apertura de Benjamin) el aura de las repercusiones expresadas en la escritura se diluya a medida de que la experiencia vivida (erlebnis) se pierda progresivamente. Un caso paradigmático en este sentido podría localizarse en los alcances del Holocausto como experiencia generacional bajo un regímen temporal especifico (mediados del siglo XX-término de la generación que fue partícipe de esta) y la transmisión de la experiencia por medio de la técnica: Shoah de Claude Lanzmann, por ejemplo.16 ! ! La representación y transmisión de la experiencia por medio de la escritura incluye las sensaciones que se desprendieron del tiempo, el acontecimiento: forma de experiencia. En sí, la experiencia de un pasado, presente (futuro en algunos casos)17 es (considerando el riesgo de caer en posiciones kantianas) el conjunto de sensaciones que (siguiendo a Benjamin) las relaciones sociales permitan en el momento (axial a posteriori) cumbre de la  

 

15

Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política., Buenos Aires, Prometeo Libros, 2011, p. 18. 16

Al respecto, Dominick LaCapra, Historia en tránsito. Experiencia, teoría crítica., México, Fondo de Cultura Económica, 2010. 17

Véase, Friedrich Jameson, Arqueologías del Futuro. !6

temporalidad cotidiana. No obstante, la experiencia de ese pasado, objetivado mediante la representación, constituye a su vez una experiencia de la pérdida.18 Si, como afirma Ankersmit, donde hay narrativa no hay experiencia, la escritura constituye una clausura semántica de la experiencia; el pasado pierde trasparencia, sentido y forma. E inclusive, más allá del sentimiento de pérdida que el pasado pueda transmitirnos en nuestro presente intersubjetivo; dicha pérdida forma parte de la conciencia del deslinde entre el pasado y nuestra mejor herramienta para comprender, entender y abstraer la realidad: el lenguaje. Al respecto, Ankersmit señala que:! ! ! Podría afirmarse incluso que la desesperación por la pérdida del !  

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pasado representa, en realidad, la conciencia de haber perdido la ! transparencia en la relación entre lenguaje y realidad. Lo que ! ! quiero decir es que cuando se manifiesta el conflicto entre el lenguaje y l a experiencia, perdemos en realidad dos cosas. En primera instancia, el propio pasado escapa al control que ejerce el lenguaje; de esta manera lo perdemos. […] Y lo trágico del asunto es que esto ocurre precisamente en la experiencia histórica, es decir, en un momento en el que el pasado parece estar más cerca y real que nunca.19!  

Para hablar como Benjamin, la sensación de pérdida del pasado se experimenta una vez que se cobra conciencia del aura perdida.20 Aunque el aura consista en la lejanía al momento de la cercanía debido al trayecto del sentido propio de la obra de arte, es en el momento de la pérdida de dicho trayecto a manos de la reproducibilidad técnica cuando el momento sublime de la experiencia de lo ausente, cobra forma en la conciencia histórica. Las representaciones escritas de lo ausente, experiencia del pasado, formarían parte de la estela de consecuencias que la sensación de pérdida forman en la conciencia histórica de las sociedades modernas. !  

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3!

Dos de las situaciones que hemos trabajado son la representación del pasado por medio de la escritura, donde el resultado de la narración de la temporalidad 18

Frank Ankersmit, La experiencia histórica sublime, México, Universidad Iberoamericana, 2010. 19

Ankersmit, op. cit, p. 179-180.

20

Ankersmit, op. cit., p. 185. !7

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es el texto. En tal dinámica, entendemos la narración como la herramienta que permite conceptualizar y figurar el tiempo (pasado/presente). Por otro lado, la experiencia del tiempo, el pasado, puede estar contenido o no en formas textuales, las cuales dan cuenta de la transmisión del pasado a generaciones que no fueron partícipes de un acontecimiento o una temporalidad pero que, gracias a la experiencia transmitida, hacen de su conocimiento dicha experiencia. Un ámbito político en tal práctica puede concluir en la memoria y la rememoración de los excluidos de un pasado institucional como un acto de justicia. Sin embargo, tales campos requieren un conocimiento especializado respecto del criticismo consciente desde el presente; tal es el caso de la teoría crítica esbozada por Max Horkheimer, Theodor Adorno y Walter Benjamin.! ! El lector que actualice estas líneas probablemente le recriminará al autor la premura teórica con la que hemos observado los importantes planteamientos de los pensadores de cuyas vertientes se ha inspirado el presente trabajo. Sin duda alguna, las posturas de White, Benjamin o Traverso merecen un estudio más prolongado y a fondo, desde el cual surgirán nuevas interrogantes y vínculos: un tema no tratado son los vínculos del texto como experiencia sensible y la hermenéutica gadameriana; el texto como abstracción del pasado y las nociones de huella provenientes de Jacques Derrida, y, de igual forma, la textualidad y los horizontes que los conceptos de iterabilidad/ textualidad desprendidos de Derrida, pueden forjar para una estética sensible del pasado, sea este como concepto, ausencia o experiencia. ! ! !

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