Algunas consideraciones en torno a los modos de vida de los cazadores canoeros y de fauna pleistocénica en el extremo austral de América (Patagonia)

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Algunas consideraciones en torno a los modos de vida de los cazadores canoeros y de fauna pleistocénica…

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ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LOS MODOS DE VIDA DE LOS CAZADORES CANOEROS Y DE FAUNA PLEISTOCÉNICA EN EL EXTREMO AUSTRAL DE AMÉRICA (PATAGONIA)  Kémel Sade Martínez En el extremo austral americano no existe una unidad geográfica, climática, vegetacional ni cultural, al contrario, hay grandes contrastes en lo natural que han condicionado el desarrollo de las particularidades de las sociedades que lo han habitado, quizás de una manera más directa que en otras regiones del mundo en donde el medio ha favorecido el desarrollo de las condiciones materiales humanas. Un límite septentrional para lo que se conoce como Patagonia aceptado en la mayoría de los trabajos científicos es el río Colorado, y desde ahí al sur 1a dos porciones claramente diferenciables: el „continente‟ y los „archipiélagos‟. El primero limita al occidente con el océano Pacífico y al este con el océano Atlántico mientras la cordillera de los Andes la recorre longitudinalmente. Fuertes vientos, bajas temperaturas escasas precipitaciones y flora dominada por estepa caracterizan a la mayor parte de esta extensión denominada „pampa‟ o „coironal‟, mientras hacia el occidente crecen bosques y selvas, pastizales, y enormes extensiones de hielo glaciar, que dan cuenta de la variabilidad ecológica. Se extiende al oeste del continente, los archipiélagos, entre los cuales dominan bosques, fiordos y canales. El extremo austral americano es casi un sinónimo de Patagonia, en donde Tierra del Fuego, al ser habitada por primera vez por humanos, no se encontraba aislada del continente. Sus primeros habitantes poblaron esta área hace unos 12 mil años atrás heredando a las sucesivas generaciones lo esencial de su sistema económico conocido como de “caza y recolección”. Pero al contacto con los europeos el panorama cambió drásticamente. Pasaron cerca de 4 siglos desde la breve visita de Magallanes hasta la completa extinción de las etnias patagónicas. En ese lapso, fueron muchos los cronistas y viajeros que revelaron diferentes aspectos de su dinámica, permitiendo a la arqueología realizar analogías etnográficas, sin dejar de tomar en cuenta que esos pueblos diferían bastante de sus ancestros de hace 12 milenios, que con el paso del tiempo se adosaron a otros pueblos migrantes, derivando en lo que posteriormente conocería el mundo occidental: dos modos de vida completamente diferentes, conviviendo a unos pocos kilómetros de distancia y en ambientes totalmente distintos. A partir de alguna de la información arqueológica y ecológica disponible, veremos cómo en el poblamiento del extremo sur americano hubo dos modos de vida, uno que implicaba la caza de animales hoy extintos, y que por esa única condición fue diferente al que iba a desarrollarse algunos miles de años después, y otro que sobrevivió casi inalterado por la idéntica disponibilidad de recursos hasta la llegada del sistema



Presentado en el XII Congreso de Estudiantes en Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Querétaro, Santiago de Querétaro, México. 22 al 26 de junio del año 2002.  Equipo de trabajo del Laboratorio de Tecnología de Cazadores Recolectores, ENAH, México. 1 En este trabajo excluiremos la Isla de Chiloé y la X región de Chile, que no suelen considerarse como “Patagonia”.

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económico actual, el que lo hizo colapsar con suma rapidez. El segundo derivó del primero pasando por momentos de transición. Esta mínima reconstrucción del mundo antiguo dejará inevitablemente de lado muchas clases de datos, excluyéndose el desarrollo humano de ciertas áreas. Para las sociedades de cazadores canoeros y de fauna pleistocénica2, de igual forma, la categoría modo de vida es en extremo útil pues permite concatenar los procesos naturales con los sociales. En general, además de las investigaciones arqueológicas, hay dos clases de fuentes que aportan a las interpretaciones y explicaciones de los cazadores recolectores (y de otras sociedades), y que son referentes relativamente modernos para los periodos que estudia esta disciplina. La etnografía por un lado y las crónicas de los primeros viajeros por el otro, han servido para estructurar las más diversas nociones relativas a la existencia y desarrollo de estos pueblos. Como en este caso tratamos con los primeros pueblos australes, utilizaremos casi exclusivamente los datos de carácter arqueológico. Al realizar este estudio uno se enfrenta ante dos problemas. El primero tiene relación a si es que es posible inferir los modos de vida de las sociedades cazadoras recolectoras a partir del material arqueológico. Para eso debemos definir a los indicadores que nos darán las pautas para precisarlos, además de explicitar el sistema conceptual que integra tal categoría a otros niveles de la realidad social. El otro problema es el que alude a si la clase y número de datos disponibles nos permiten inferir la categoría social bajo estudio, para lo cual se expondrá una muestra considerada representativa. La cantidad y clase de datos disponibles para el estudio de cada grupo humano depende en gran medida de la organización social que le es propia, de los procesos que afectaron al registro una vez conformado, de la manera en como se trataron los materiales una vez recuperados y de lo que el investigador quiso ver de todo eso, condicionado por su posición teórica explícita o implícita. Se podría decir que mientras retrocedemos en el tiempo las inferencias del pasado se hacen más complejas, -sin ser naturalmente una relación estrictamente proporcional- puesto que a mayor precariedad estructural, menor cantidad de materiales arqueológicos o menos cultura material es características de tal o cual sociedad. Esto sucede a la par de la complejización y delicadeza de los procesos de registro que se requieren para conservar los objetos que a la vez han estado sometidos a mayor tiempo de deterioro. Es decir que menos datos apoyan ó corroboran los aspectos de la vida que podemos inferir y explicar. No obstante, la producción de información está en proporción directa a lo que el investigador pretende resolver. Pueden sobrar materiales, si son preguntas las que faltan, y por lo tanto careceremos de respuestas y explicaciones. Según la Arqueología Social Latinoamericana, lo social (como totalidad) se compone de tres niveles que se articulan y desarrollan arrítmicamente pero indisolublemente concatenados en todas sus dimensiones través de su devenir histórico. En orden descendente de generalidad y esencialidad, estos son: “formación económico social” (FES), “modo de vida” y “cultura”. 2

Cuando se habla de cazadores de fauna pleistocénica no quiere decir que estos fueran exclusivamente sus recursos sino que enfatiza el hecho de que la fauna disponible difería de la moderna, al igual que otros recursos naturales. También vale aclarar que el concepto de fauna pleistocénica no equivale al de megafauna pleistocénica, y q ue en realidad ambos conceptos son un tanto imprecisos pero generalizados y bastante útiles. Se refieren en general en América a la fauna que coexistió con el ser humano y que ya está extinta (fauna extinta).

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La economía o FES de las sociedades no- excedentarias Todas las sociedades que habitaron el Extremo Austral hasta antes de que algunas adquirieran el caballo europeo, tenían en común el que en términos económicos sus volúmenes productivos no rebasaban la suma de los consumos individuales (no había excedente productivo). Si esto sucedía y se almacenaba, era por periodos tan breves que no es correcto denominarle “almacenamiento”. El consumo, en términos de distribución se efectuaba de acuerdo a las necesidades de cada uno de sus individuos, sin que alguno o algunos se apropiaran de una parte de tal producción dejando a otros con hambre u otro tipo de carencias. Por lo mismo a estas sociedades también se les llama „sociedades igualitarias‟, ya que uno de los aspectos económicos que regían esa igualdad era la denominada „reciprocidad‟, que alude a que todos los individuos tenían el deber de dar y a la vez el derecho a recibir asistencia y toda clase de bienes que sirvieran para resolver la escases mientras estuvieran al alcance de las posibilidades de su unidad doméstica3. Esto ocurría entre individuos y entre mayores formas de organización social (unidades domésticas, bandas), realizándose como un sistema de cambios inmediatos y diferidos en distintos plazos, reforzándose mediante rituales y en la vida cotidiana. El lugar que ocupaba la reciprocidad dentro del proceso productivo, es que era la expresión aparente, en las esferas de distribución y cambio, de las relaciones colectivas de propiedad 4. La reciprocidad se proyectaba analógicamente a la naturaleza- ya que si se abusaba de ella- podía privar a los hombres de sus dones (Bate, 1999: 98- 101)5. La capacidad de disponer sobre la mano de obra y los instrumentos para producir era detentada por todos los miembros insertos en una misma red de producción y distribución, es decir, por la comunidad misma. La “precariedad económica” (ib.) de los pueblos de cazadores recolectores no tribalizados sería a la vez un mecanismo de refuerzo de relaciones sociales, que obedecía a que: se evitaba el almacenaje y la conservación de alimentos por razones de amplia movilidad; las relaciones sociales fundamentales giraban en torno a la apropiación de alimentos, por lo cual, el riesgo de carencia ante las inclemencias climáticas era mayor a la de los pueblos productores; al ser nómadas su movilidad se daba de acuerdo al de las especies naturales a la vez que los ciclos de producciónconsumo eran breves y continuos, es decir que no se podía aplazar el ciclo productivo más allá de las necesidades de nuevo consumo. Estas sociedades funcionaban sin organismos exceptuando los relativos al género y edad (ib.).

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especiales

de

administración,

Existen otras clases de bienes en los cuales no opera la reciprocidad, y se refiere a las cosas desvinculadas con la subsistencia. Service (1979) distingue varios objetos y cosas utilizadas en estas sociedades asignándole particulares tipos de propiedad. 4 Es decir que todos los miembros de una sociedad eran propietarios ó detentaban la capacidad de disponer sobre los recursos naturales que les garantizaban la subsistencia, y no sobre la tierra ú otros bienes ligados a la producción. 5 Es muy probable que esto no ocurriera en el modo de vida de cazadores de fauna pleistocénica y no fuera sino por una lección histórica, después de extinguir estos recursos, que surgiera una conciencia de conservación de los recursos naturales.

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Cultura Cualquier creación y transformación humana del entorno es lo que trataremos como manifestaciones culturales, incluyendo las modificaciones biológicas que puedan resultar de esa interacción. El registro arqueológico, al mostrar a los sentidos lo que más lentamente perece de ella (comúnmente llamada cultura material), muchas veces no nos deja acceder a una dimensión de la cultura, que es intangible e inaccesible a los sentidos del arqueólogo6, aunque si a otras dimensiones de la existencia social como es el caso de la categoría modo de vida. También nos puede indicar el medio natural, que modifica y es transformado en diferentes magnitudes según la sociedad de la que se trate. Al observar la cultura material, la arqueología puede acceder al conocimiento del medio natural que fue modificado, y a la vez los aspectos de este medio que transforma a lo cultural7. Una distinción analítica de las manifestaciones culturales en otros dos niveles de existencia, que no tiene dependencia ni causalidad con la distinción anterior, atañe a la dimensión cultural observable en el registro arqueológico. Se refiere a la necesaria en la identificación de la estructura económica de un pueblo y a la que no guarda una relación causal con la subsistencia. Así las manifestaciones culturales en su dimensión productiva (tecnología de subsistencia o tecnoeconomía), se pueden distinguir del resto de las manifestaciones fenoménicas de carácter aleatorio o no subsistencial. Con esa distinción podemos especificar las clases de materiales útiles en la inferencia de una de las dimensiones de existencia de la realidad social que es el modo de vida. Así, en el proceso de caracterizar una sociedad, la identificación de las manifestaciones culturales en su dimensión productiva nos permite acceder a conocer parcialmente el modo de vida, mientras que sus cualidades aleatorias, particularizarla más aun en ésta y otras dimensiones de existencia social. Por ejemplo hay elementos de la cultura en su dimensión aleatoria que revelan distintos aspectos componentes en su dimensión productiva, como por ejemplo las pinturas rupestres de escenas de estrategias de caza y otras biomorfas de las pinturas rupestres de algunos sitios del Río Pinturas (Sta. Cruz, Arg.), o del Río Pedregoso (Aysén, Chi.) que contribuyen al esclarecimiento del modo de vida cazador terrestre. Hay veces en que la cultura en su dimensión productiva asociada a elementos de cultura en su dimensión aleatoria permite inferir elementos superestructurales. En el extremo austral se da el caso de la pintura ocre en puntas de proyectil halladas en contextos cavernarios, que a la luz de las evidencias de este pigmento en entierros y pinturas rupestres lleva a pensar en la ritualización mágica de la caza. En el arte rupestre, la representación casi exclusiva de guanacos durante un periodo, sobre todo en Patagonia Central, permite suponer un énfasis milenario en la caza de esta presa, idea avalada numerosas veces por los análisis de las basuras óseas. 6

Como el lenguaje oral, la música, las muestras de afecto y algunas conductas cotidianas, etcétera. Esta distinción metodológica alude a que el primero determina (relación causa- efecto) el desarrollo de las sociedades y se refiere fenómenos macro naturales como las glaciaciones, el relieve, los retrocesos o avances de distintos tipos de vegetación, climas, etc., mientras que en el segundo, se inscriben los elementos de la naturaleza susceptibles a modificarse por los humanos y que consecuentemente son transformado, es decir, los que las sociedades eligen explotar. No hay argumentos convincentes para justificar entre estas comunidades, p. ejm. grandes quemas de bosques que pudiesen afectar a las lluvias, los vientos u otros fenómenos macro. 7

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Definidas las dimensiones en las que se analizarán las manifestaciones culturales que se describirán más adelante, se concebirá a un conjunto cultural como el reflejo de una tradición cultural, como un grupo de rasgos fenoménicos recurrentes que se suceden generacionalmente a través de dos o más sociedades, las cuales se encargan de reproducirlos, transformarlos y cuando tienen la capacidad de autodeterminarse, de eliminarlos de la historia. Modo de vida En las sociedades que estamos tratando, ya que no había una división del trabajo – en términos económicos- que fuese más allá de la de género y edad, cada una de ellas no podía especializarse en un ambiente al mismo tiempo que articular regularmente su producción con otras sociedades también especializadas, en torno a una diversidad amplia de ambientes, y por lo mismo se correspondía a un único modo de vida. Un modo de vida particular puede ser inferido de forma satisfactoria por la tecnología desarrollada para capturar ciertos recursos, por la cultura en el ser no-excedentarias, es decir, su dimensión aleatoria que revele la apropiación de recursos y por los indicadores antropofísicos que denoten ciertas prácticas relacionadas con la subsistencia. El modo de vida es el cómo la sociedad a través de los individuos crea formas de convivencia con el entorno, lo cual comienza con la explotación de los recursos, derivando en prácticas que conllevan a la adaptación biológica. Supone la herencia de la comprensión del entorno social y geográfico, que se muestra a la arqueología como un conocimiento inaccesible a la experiencia directa pero todas maneras inferible. Los agentes del medio natural que determinan los recursos disponibles actúan así como un ente que obliga a optar dentro de un determinado rango de posibilidades. Estos potenciales recursos son condicionantes de los modos de vida. Para ocupar un territorio, ya impuestas las condiciones del medio, el ser humano debe optar por caminos específicos de apropiación de recursos, encontrar una manera eficaz de transformación del medio eligiendo entre las diversas especies naturales que pueden servir a la supervivencia inmediata. En los momentos de colonización de un territorio, luego de conocer los recursos se crea la tecnología para obtenerlos, a menos que la preexistente satisfaga tales necesidades. Los elementos del medio natural explotado son así inevitablemente producto del conocimiento de sus propiedades, en torno a las cuales se articula la producción. Cuando esta transformación ocurre y se hace habitual en la vida cotidiana constituyendo el acervo cultural productivo, es por que estamos frente al cambio en el modo de vida de una sociedad. Al transformarse el modo de vida, cambian necesariamente todas las estructuras sociales dinámicas concientes o inconscientes que permiten la apropiación, producción y circulación de los recursos. Esto no quiere decir que se transformen a la vez todas las manifestaciones culturales implicadas. La cosmovisión por ejemplo puede permanecer relativamente sin transformaciones sustanciales, tanto a nivel de constructo lógico colectivo, como a nivel de culto, que es su expresión extrasomática ó aparente. En este caso ya no es el entorno inmediato el que impulsa este tipo de cambios, si no que las mismas relaciones entre los individuos las que conservan esos conocimientos heredándolos a través del tiempo. La tecnología de subsistencia como atributo

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observable en registro, no adquiere significado sino en relación a una explicación del entorno, pues es la parte de la cultura material mediante la cual las sociedades acceden objetivamente a la naturaleza, modificándola, y reproduciendo más cultura en la vida cotidiana. El modo de vida de los cazadores de fauna pleistocénica En lo que concuerdan algunos investigadores que tratan de explicar la extinción de la fauna pleistocénica, es en que se debió a una causa única privilegiando el papel humano (Borrero, 1977: 82). Otros investigadores (ejm. Mc Neish, 1976), prefieren la idea de que el fenómeno debió ocurrir por diversos factores en los cuales los humanos rara vez son completamente descartados. Martín (1973, 1975), por su parte, propone que hace ca. 12 mil años los grupos de cazadores que ingresaron al continente americano a través de Alaska, llegaron al extremo sur en tan solo 1.000 años, extinguiendo en ese lapso a toda la megafauna, hipótesis naturalmente criticada, especialmente por Mc Neish (ob. cit.). Sin embargo, algunos no dudan en rescatar las „ideas rectoras‟ en las que descansa esta hipótesis (ejm. Borrero, ib). Como se dijo, las diferentes evidencias en las cuales se asocian los primeros pobladores del extremo austral de América con fauna extinta, no excluyen la presencia de fauna moderna, sino que los recursos apropiados son una mezcla que se define conforme mientras avanza el Holoceno. Borrero (1977: 89) define dos causas por las cuales la fauna pleistocénica se habría extinto., descartando otras por carecer “... de información que permita la evolución de su impacto.” (ib.). Las hipótesis son: acontecimientos catastróficos, como la masiva depositación de de cenizas consecuentes de erupciones volcánicas, evidenciadas por dos niveles faunísticos antes y después de la depositación de la Tephra I de Auer, fechada en 9.430 + 90 y 8.955 + 110 a.p. y la competencia interespecífica entre una fauna relictal pleistocénica y la más moderna del Holoceno con relativamente mayor homeostacia. Este mismo autor, 24 años más tarde, refuta la primera hipótesis reconociendo que no “... parece posible pensar que las erupciones volcánicas tuvieran algún papel importante en la extinción de la megafauna, como alguna vez se pretendió.” (Borrero, 2001: 91). Para ello se basa en “... Numerosos estudios históricos, botánicos y experimentales [que] mostraron que las erupciones volcánicas pueden aniquilar completamente un bosque, o la vida vegetal en general, pero que en pocos años se inicia nuevamente el proceso de colonización vegetal” (ib.). Si bien las dos posiciones del mismo autor son razonables, adquieren matices al considerar que las erupciones pueden tener distintos impactos sobre el medio. Si bien los vegetales son capaces de recuperarse luego de haber sido exterminado por completo su hábitat, es por que se trata de una sucesión secundaria, es decir, un disturbio que es capaz de arrasar con todo, excepto los bancos de semillas (no se aniquila por completo). Es discutible el que un perezoso gigante, herbívoro, de hábitos gregarios y lento como el milodón, pueda mantener su reproducción a ritmos normales faltándole el alimento durante periodos prolongados, siendo probablemente afectando de manera diferencial según la estacionalidad y el momento específico de su ciclo reproductivo. Añado una tercera causa que considera que este ciclo reproductivo de la megafauna pleistocénica era mucho más largo que el de las modernas, por lo cual su predación implicaba una alteración sustancial de la reproducción, contribuyendo a acelerar su extinción.

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Durante mucho tiempo, los materiales tempranos encontrados en el Extremo Austral fueron catalogados como diferentes “culturas” 8 por presentar diferentes clases de materiales en cada uno de los sitios que se excavaban 9. Bate (1982, 1983), los reunió en conjuntos culturales bajo el principio de que correspondían a diferentes fases del proceso productivo10 de los mismos materiales que parecían más evolucionados. Nos interesa mencionar a las primeras poblaciones y cuyas características tecnológicas son las que han servido para definirlas. A todo el desarrollo que va desde los estratos más antiguos de los Toldos y Cueva Fell, hasta los de Pali Aike – que corresponden a más de 2500 años de desarrollo humano– las agrupó bajo la denominación de „Toldense Clásico‟, el cual expresa “...la base étnica común del desarrollo de poblaciones que posteriormente generan expresiones culturales propias y diferenciables en las diversas sub-regiones del Extremo Austral” (Bate, 1983: 94), como por ejemplo las que se transformaron al modo de vida canoero, y las que al parecer se harían “mezclado” con pueblos de origen andino, portadores de las famosas “puntas triangulares tipo periodo III de Magallanes” . Describiremos a continuación, los sitios más importantes que se incluyen en estos conjuntos, mencionando solo las capas estratigráficas que tienen relación con ellos en una secuencia que va desde lo más temprano a lo más reciente: Cueva Fell Excavado por Junius Bird en 1936, Joseph Emperaire en 1953, John Fell en 1958, Emperaire, Laming y Reichlen en 1959, y Bird y Núñez entre 1969- 70. Ubicación: Ribera sur del río Chico o Ciaike, Región de Magallanes, Chile, en la estancia Brazo Norte. Materiales: Tiene 5 periodos culturales distinguidos por Bird (1946, 1993: 155- 225). -Periodo I (11.000 + 170 a.p.): Se caracteriza por puntas del tipo cola de pescado que inclusive se reactivaron (Núñez, 1990: 110), mucho material lítico y un par de litos discoidales pulidos, raspadores, raederas, cuchillos, retocadores óseos, milodón, caballo extinto, guanaco, zorro, ñandú, zorro extinto (cfr. Bird, 1993) y puma. -Periodo II (9100 + 150, 9080 + 230 a.p.): No hay puntas líticas, pero si de hueso. Se conservan raederas, raspadores, cuchillos, cepillos, y otros materiales similares al periodo I. Abundan los instrumentos óseos y se aprecia una notable disminución del guanaco y la reducción de las especies pleistocénicas. Hay una concha de choro Mytilus. -Periodo III (8480 + 135, 6560 + 110 a 6.485 a.p.): Puntas y cuchillos apedunculados de talla bifacial, raspadores más pequeños que los de los periodos I y II (Bate, 1982: 18), puntas triangulares pedunculadas (Núñez, ob. cit.: 113), boleadoras, reaparece el guanaco y se sigue con la explotación de aves y zorros (Bate, ib.). Los Toldos Excavada por Osvaldo Menghin entre 1951- 52, y Augusto Cardich en 1971. Ubicación: Cañadón de las Cuevas, Provincia de Santa Cruz, Argentina, estancia Los Toldos, 47° 28‟ lat. sur, 68° 45‟ long. oeste. Materiales: De las 14 cuevas que componen al cañadón, nos enfocaremos a la número 3, que presenta 8 capas, de la cual se distinguen 4 unidades (Cardich, et. al., 199394: 150, 151) siendo de nuestro interés para este trabajo únicamente las 3 primeras. 8

En el sentido de lo que aquí manejamos como sociedades. Habiendo unas más primitivas -en el sentido evolucionista- por tener una tecnología aparentemente más tosca y otras más desarrolladas por que la factura de sus instrumentos era más compleja y elaborada. 10 Que luego se pondría de moda bajo el nombre de “fases de la cadena operativa”, aunque en un sentido más estrecho ya que generalmente hace referencia únicamente a la industria lítica. 9

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- Nivel 11 (12.600 + 600 – 10.000 a.p.): Grandes raspadores y raederas con retoque marginal, caballo extinto y camélido extinto (ib.). - Toldense (10.600- 8.750 + 480 a.p.): Grandes lascas, raspadores y raederas, piezas bifaciales de variadas formas, puntas y cuchillos triangulares, litos discoidales, mucho guanaco y persistencia del caballo (Bate, 1982: 159). -Toldense Casapedrense (7.210 + 350 - 4.850 a.p.): Láminas foliáceas, boleadoras, guanacos y cánidos. Pali Aike Excavada por Junius Bird en 1936. Ubicación: a 40 kilómetros al este de Cueva Fell (frontera Chile- Argentina). Materiales: Se distinguen tres periodos ocupacionales (Bird, 1993: 88- 154). -Primer periodo (9.000 a.p.): Pedúnculo de una punta cola de pescado, un lito discoidal, más caballo extinto y milodón quemados. -Segundo periodo: No hay puntas líticas, pero si unas “... presuntas puntas de hueso” (Bate, 1982: 19), varios tipos de raspadores y raederas. -Tercer periodo: 319 puntas apedunculadas (Periodo III de Cueva Fell). Cueva Grande del Arroyo Feo Excavada por Mario Silveira y Carlos Gradin en 1979. Ubicación: En un afluente del Río Pinturas, tributario del Río Deseado, Argentina. Materiales: Nivel 1 (9.330 + 30 a.p.): Artefactos similares a los del nivel 11 de Los Toldos, más una “...preforma quebrada con astillamiento monofacial y marginal opuestos.” (Bate, 1982: 161), además de guanacos y viscachas. Nivel 2: Puntas bifaciales triangulares de base convexa, completas y fragmentadas. Lascas laminares, láminas y lascas retoque marginal del dorso. Raederas laterales, raspadores terminales en láminas y cuchillos. Guanacos, ratones y ñandú. Nivel 3: instrumentos típicos del Toldense Casapedrense de Los Toldos. Cueva de las Manos Excavada por Carlos Gradin entre 1976 y 1979, A.M. Aguerre en 1977, Mengoni y Silveira en 1976, y Etchichury en 1976. Ubicación: En el Río Pinturas, al sureste del Lago Bs. Aires. Materiales: Nivel Ia (9.320 + 90 a.p.): “El instrumental es de tipología toldense y presenta una punta triangular de bordes y bases ligeramente convexos idéntica a una pieza ilustrada por Bird para el periodo III de Magallanes. Hay puntas y punzones de hueso de muy buena factura y con decoración incisa. Además hay una base lítica cuadrangular semejante a las del toldense de la cueva 3 de Los Toldos.” (Bate, 1982: 161). Nivel Ib (7.280 + 60 a.p.): Los materiales son similares a los del nivel Ia, con puntas triangulares de base asimétrica. En los dos niveles hay guanaco, puma, zorro gris, viscacha, ratón, ñandú, gallareta, caracol de agua dulce y bagre. Cueva Las Buitreras La excava Amalia Sanguinetti en 1976. Ubicación: En los márgenes del Río Gallegos, cerca del Abrigo de los Pescadores y en la misma latitud de la Cueva del Milodón. Materiales: Capas inferiores (9.100 a.p.): Caballo extinto, milodón, guanacos, zorros, ratones y una vértebra de cetáceo marino. La fauna pleistocénica presenta huellas de corte “... y raspados asociados a artefactos líticos [...] lascas de basalto y sílice modificados con

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retoque y filos naturales con desgaste; incluye un instrumento de uso múltiple (raedera-raspador), y huesos partidos con huellas de uso.” (Núñez ob. cit.: 114). Capas siguientes (capa V, 7.670 + 70 a.p.): Según Bate (1982) corresponde a la tradición del Toldense- Casapedrense. Cueva Baño Nuevo- 1 Excavada por Felipe Bate en 1972 y Francisco Mena en 1996. Ubicación: Estancia Baño Nuevo, cerca de Ñirehuao en la región de Aysén. Materiales: Capas inferiores: se trata probablemente de los únicos esqueletos encontrados de las poblaciones que estamos tratando y que están dentro del grupo de los más antiguos del continente. Tiene fechados directos por AMS de 8.850 y 8.860 + 50 (Mena y Reyes, 1998, 2001). Hay además asociados cientos de huesecillos dérmicos de milodón aunque dispersos por toda la secuencia estratigráfica por encima de un antiguo nivel de un lago glaciar (Bate, 1978- 79), restos de caballo extinto con huellas de corte y aunque no hay materiales diagnósticos podría asociarse en general con el Toldense ó el Toldense Casapedrense el cual derivaría del primero. Cuyín Manzano Excavación a cargo de Rita Cevallos en 1982. Ubicación: Provincia de Neuquén, Argentina. Materiales: Núñez (ob. cit.: 115) los resume de la siguiente manera: “Se trata de una ocupación orientada a la caza dominante de roedores (Ctenomys) y guanacos, asociada a artefactos líticos unifaciales: raederas, cuchillos, lascas laminares cortantes, raspadores terminales sobre lascas de borde discoidal, raspadores de hocico lateral, y carencia accidental de puntas de proyectiles. Su filiación a la matriz paleoindia regional puede ser sugerida, en especial con el fenómeno Toldense.” El Ceibo Lo excava Cardich en 1979. Ubicación: A unos 150 kilómetros al sur de Los Toldos. Cueva 7: Sigue la secuencia de Los Toldos, que va del nivel 11 hasta el Toldense, aunque con mejores acabados al igual que sus puntas bifaciales. Cerca de esta cueva, solo que en superficie, se halló una punta de proyectil cola de pescado manufacturada en sílex rosa. Cueva 6: La misma secuencia anterior, más un estrato casapedrense sobre los materiales del Toldense. Cañadón Leona Excavada por Bird en la década de los 30‟s. Ubicación: a 15 minutos caminando hacia el norte desde el extremo sur por la costa este de la Laguna Blanca, 56° 26‟ latitud sur, 72° 05‟ longitud oeste. Materiales: Se observa “... una cultura regularmente uniforme de arriba hacia abajo, con ciertos cambios indicados por la existencia de unos pocos conjuntos.” (Bird, 1993: 51) Refugio 5, Niveles 10- 12: dos pequeñas puntas triangulares apedunculadas (Bird, ib., aunque en la tabla de la página 55 anota que encontró cuatro), 136 raspadores manuales, 42 raspadores pequeños enmangables, 1 instrumento cortante óseo de guanaco y otro instrumento de hueso pero de uso y animal desconocido, 4 boleadoras esféricas no terminadas y una pequeña terminada, 2 ranuradas de eje largo, una ranurada de eje corto, 3 pequeñas no logradas, 2 hojuelas para boleadora no ranurada, un martillo de piedra oval picado y dos de piedra toscos.

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Cueva del Medio (12.390- 9.595 a.p.) Excavada por Hugo Nami y Alfredo Prieto entre 1986 y 1993. Ubicación: Última Esperanza, Magallanes. Materiales: en el nivel más temprano se hallaron 2 puntas tipo cola de pescado, raederas, raspadores, uni y bifaciales, un retocador, un tubo cilíndrico en material óseo, 2 fogones, caballo extinto, paleolama, milodón, y dos especies sin asociación más que la estratigráfica- con alguna sociedad: Felix onca mesembrina y cervidae (Massone, 1996). Tres Arroyos (11.880- 10.220 a.p.) Excavada por Mauricio Massone entre 1981 y 1986 Ubicación: Tierra del Fuego Fogón en cubeta, restos parcialmente quemados de caballo extinto, paleolama, Dusicyon avus y milodón, caracoles marinos, aves más dos epífisis trabajadas (Massone, 1987), “... lascas con microhuellas de uso, desechos de talla producto del adelgazamiento bifacial, dos de los cuales podrían corresponder a un pedúnculo y extremo distal, respectivamente de puntas cola de pescado.” (Massone, 1996). Lago Sofía (11.570 a.p) Excavada por Alfredo Prieto en 1989. Ubicación: Última Esperanza, Magallanes. Estrato moreno: instrumentos unifaciales que para resumir corresponden al nivel I de Bird. Entre la fauna destacan un Mylodon darwini, caballo extinto, guanaco, Dusicyon avus y Ctenomys magellanicus (Prieto, 1991). Abrigo de los pescadores Excavado por Manuel Molina en 1965. Ubicación: Estancia Buitreras, a 80 kms. al este del Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz. Nivel II: Ctenomys magellanicus osgoodi, aves y pocos huesos grandes. Entre los restos óseos hay cuchillos, una punta plana, una espátula y retocadores. La lítica está representada por cuchillos y puntas pedunculadas tanto grandes como pequeñas con y sin aletas. Raederas, raspadores chicos, una punta cola de pescado en sílex verdeazulado oscuro, un trozo de yunque, un molino de basalto, rodados y una punta pequeña y pedunculada de lámina ojival en sílex blanco. Nivel I: muchos rodados partidos, percutores, “artefactos rústicos” (¿?), cuchillos y raederas. Un yunque, un percutor y un molino. Boleadoras trabajadas al martilleo y de variadas formas. También hay raspadores chicos y pocos huesos fraccionados (Molina, 1970). Entrando al terreno interpretativo, y en cuanto a las especies extintas, el milodón era un animal “... prácticamente acorazado, con tremendas uñas, y probablemente con hábitos de defensa activa.” (Borrero, 2001: 84). Los trabajos de Saxon (1976), en base a excavaciones en la Cueva del Milodón, „descubren‟ que los edentados que dan nombre al sitio sobrevivieron por lo menos hasta el 5.416 + 55 a.p., con lo cual su vinculación con los cazadores terrestres era evidente. Pero esa evidencia fue cuestionada cuando Borrero (et. al. 1991) fechó el mismo estrato en 10.000 a.p. y observó que las estratigrafía de Saxon presentaba importantes imprecisiones. En la cueva 1 del Lago Sofía, en el estrato „moreno‟, Mylodon Darwinii se asocia a un carbón fechado en 11.570 años a.p., y en la cueva 4, un hueso dató en 11.590 + 110, aunque sin asociación humana (Prieto, 1991). Tres Arroyos mostró huesecillos dérmicos de Mylodon sp. fechados entre 11.880 y 10.280 a.p. (Massone, 1987), y Cueva del Medio

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entre 12.390 y el 9.595 (Prieto, 1991). En este último sitio, los huesos están quemados y trozados. En lo que respecta al caballo extinto, los sitios confirman no tan solo su contemporaneidad con los primeros humanos de Patagonia, sino también su calidad de presa. Había una mandíbula con huellas de corte en Cueva Baño Nuevo 1 (Bate com. Pers.), restos parcialmente quemados en Tres Arroyos, y cortados y calcinados en Cueva del Medio. Cueva Fell, Cañadón Leona y Lago Sofía, son otros de los sitios en los que se evidencia su estrecha relación con el componente paleoindio. La paleolama es una especie de camélido extinto, encontrada en Tres Arroyos y Cueva del Medio, entre otros. Junto a las especies desaparecidas antes mencionadas, está comprobada también la residencia en Patagonia de dos especies felinas extintas: Smilodon y Felix onca mesembrina, más un cervidae s.p., aunque sin huellas de haber sido aprovechadas por el hombre (Massone, 1987, 1996; Prieto, 1991). En cuanto a la fauna nativa actual, queda claro que „grandes‟ mamíferos como Lama guanicoe (guanaco), diferentes especies de cánidos como Canis o Dusicyon culpaeus y grisaeus (zorro culpeo y gris), felinos como Felis concolor (puma), cérvidos como Hippocamelus bisulcus y Pudu pudae (huemul y pudú), Conepatus humboldti (chingue), más otros más pequeños como Ctenomys magellanicus (coruro) y otros roedores eran recursos explotables por el ser humano. A las especies anteriores se le suman aves como Pterocnemia pennata pennata (ñandú), más otras no identificadas como las encontradas en Tres Arroyos. Especies recolectadas en el mar fueron Choro mytilus (choro zapato), lapas y caracoles, accesibles desde las costas ocupadas por los cazadores terrestres. No contamos en esta muestra representativa con las especies vegetales encontradas en excavación, ya que son escasas. Las fuentes históricas señalan que los cazadores se alimentaban de carne y solamente de carne (cfr. Gusinde, 1990), aunque en realidad faltan estudios al respecto. Fuera de las zonas pampeanas o lugares más húmedos se utilizaban indistintamente las especies arbóreas para el fuego, y con mayor selección para la construcción de toldos domésticos y estructuras ceremoniales. Para encender fuego en la estepa lo más probable es que se usara Festuca ovina (coirón), y para mantenerlo Berberis buxifolia (calafate), el que sirve también para el enmangamiento de instrumentos, al igual que Berberis darwinii (michay), por ser de los que tienen las ramas más flexibles y duras. Al igual que lo harían los posteriores canoeros, los “Toldenses”, al menos los tempranos y medios, ocuparon una tierra nunca antes explorada por los humanos. Si los portadores de las puntas colas de pescado obedecen a una misma tradición en Sudamerica, la explicación de su rápida dispersión a través del continente encuentra su explicación al hecho de que para pasarse de un área a otra, no debían pugnar ni tratar con ningún otro pueblo. Esto implica que no existía ni siquiera la propiedad colectiva sobre los recursos, sino ¿sobre quién se ejerce la capacidad de disponer sobre ellos?. Las “evidencias” apuntan a que éstos llegaron con “...dardos propulsados con estólicas y rematados con delicadas puntas talladas en piedra.” (Mena, 2002). Si los portadores

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de esta tecnología se desplegaron a través del continente ocupando la mayor parte de Patagonia, surge la pregunta de por qué no modificaron esta tecnología a pesar de tener que atravesar diversos tipos de geografías con recursos diferentes. Puede ser que la respuesta esté en parte en que, tanto la movilidad y la masa de las especies que eran cazadas era prácticamente la misma. La fauna y megafauna pleistocénica estuvo dispersa a través de todo el continente. Es deducible que la mejor arma – si se desconoce el arco y la flecha- para cazar megafauna al menos sean los propulsores, bajo el supuesto de que eran especies peligrosas a las cuales no convenía acercárseles. Al llegar al Cono Sur, los portadores de las colas de pescado encontraron especies nuevas y „rentables‟. Los camélidos y caballos, por ejemplo, tienen un buen tamaño, y en relación con la megafauna son más fáciles de destazar y cazar, por ser más inofensivos y andar en manadas. La boleadora es un excelente invento para ello. Permite inmovilizarlos de las piernas para luego acabarlos, ya sea acorralándolos en masa o acechándolos solitariamente. Probablemente con la boleadora también cazaban ñandú11 y otras aves como se haría también posteriormente. Dentro de los utensilios de este periodo, hay uno que desde su descubrimiento arqueológico ha constituido un misterio y cuyo nombre se ha masificado como “lito discoidal”. No presenta huellas de uso, ni otros indicadores que puedan dar alguna pista sobre su función por lo que al no demostrarse que constituyen parte de la tecnología de subsistencia quedan fuera de este análisis. Para cazar coruros y otros animales subterráneos como tuco tucos, únicamente se requiere de una vara con punta que puede fabricarse con una lasca, un cuchillo ó cualquier piedra filosa a la vez que se endurece aplicándole calor. Mejor aún si son punzones de hueso como los encontrados en varios sitios asociados al P II- III de Magallanes. Estos animales hacen agujeros en los cuales duermen y refugian. Una excepción es el piche, una de las tres especies de armadillos del continente, que posee huesecillos dérmicos impenetrables con esa tecnología aunque son lo suficientemente lentos como para atraparlos mediante técnicas de acecho y camuflaje sin ningún tipo de instrumento. Un caso interesante es el delfín encontrado en Cueva de las Buitreras, para el cual Bate (1983: 96) propone que pudo haberse capturado en el mismo río Gallegos, cerca de su desembocadura. Quizás ya tenemos la respuesta de dónde lo sacaron, otra pregunta es cómo lo cazaron. Puede ser que en algo tenga que ver el comportamiento „amigable‟ de los delfines y el que suelan acercarse bastante a las costas. Cuando un delfín es herido de muerte, se hunde, pero si solo está malherido puede ser atrapado (Bird, 1980). Otra interrogante es por qué no lo destazaron y comieron en el mismo lugar de la caza12. Quizás, al comienzo de las ocupaciones clásico-toldenses, sus representantes se alimentaban no solo de carne, ya que “Las piedras de molienda permiten pensar en algunos recursos vegetales.” (Bate, 1983: 100). En el Abrigo de los Pescadores, donde se encontraron un par de estas piedras, hay asociados a ellas bastantes restos de ocre rojo, lo cual podría dar otro sentido a la función de este instrumento.

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Hasta ahora no se ha encontrado ñandú en Tierra del Fuego, pero si en todo el resto de la estepa patagónica. También es probable que simplemente se lo hayan llevado los buitres.

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La importancia del esclarecimiento del paleoambiente modificado socialmente radica, entre otras cosas, en que se pueden dilucidar las diferencias morfofuncionales de los artefactos, lo que facilita el panorama de los modos de vida. El modo de vida de los cazadores canoeros Cuando en las costas de Magallanes se inventó la navegación- como en todo invento, mediante ensayo y error- el ser humano comenzó a explorar. Se inició un proceso de colonización que condujo a ocupar en un lapso de tiempo no muy claro, buena parte de los canales de los archipiélagos de la Patagonia. Estos pudieron ser gran parte de la herencia genética de los canoeros chono, kaweskar y yámana, conocidos en tiempos históricos. La tradición marítima en Patagonia tiene pocos registros arqueológicos, si los comparamos con los que se han producido para la terrestre. Seguiremos la hipótesis de Bate (1982, 1983) que supone que la tradición marítima deriva del periodo III de Magallanes, Toldense final, ó últimas expresiones del Toldense Clásico, ya que estos muestran más parecidos en la dimensión cultural -tanto en el Tierra del Fuego como en el resto del los sitios- con los pueblos de apropiación costera. Este arqueólogo (1983: 127) considera que en el Toldense Final había una tecnología ósea suficiente como para explotar los recursos marítimos; las puntas triangulares de bases convexas se „asemejan cercanamente‟ a las nuevas puntas de proyectil, exceptuando las bifaces en proceso de elaboración; surgen raspadores terminales trapezoidales pequeños y medianos que se asocian al sitio Englefield; hay boleadoras, que continúan en las nuevas tradiciones. Éstos se alimentaban mayormente de carne roja, lo que continúa en los nuevos pueblos en sus fases más tempranas, reemplazándose gradualmente por recursos marítimos; hay puntas foliáceas aserradas, aunque excepcionales, que se mantienen en diversos sitios del mar. Por lo general las evidencias se encuentran en extensiones de restos malacológicos de hasta alrededor de 200 metros de largo llamados concheros. El antropólogo físico Aspillaga (et.al., 1996) halló restos humanos en una cueva, lo cual es un indicador de la factibilidad de su localización al menos en otro tipo de contextos, aunque no necesariamente extrapolables a periodos de colonización. A continuación describiré algunas de las excavaciones que muestran que ahí se consumieron y apropiación recursos costeros. Se verá que algunos estratos presentan materiales que indican la apropiación de recursos terrestres, lo que corresponde a las fases tempranas de este modo de vida ó modo de vida transicional entre cazadores de fauna pleistocénica y cazadores canoeros. Englefield (6.100 + 110 a.p) (Legoupil, 1988, 1989-90) Ubicación: Magallanes, Chile. Materiales: cabezas de arpón con espiga ó talón de enmangamiento con dos protuberancias basales, algunos de los cuales fueron grabados. La explotación incluye mamíferos terrestres y marinos. En cuanto a la datación expuesta de Englefield, es la última de varias hechas anteriormente (como por ejemplo Emperaire, 1988, Ortiz Troncoso, 1978: 244) pero que fueron puestas en duda tanto por la calidad del material fechado, como por realizarse alguna de ellas cuando la técnica del fechamiento por radiocarbono estaba aún en pañales. Otro fechado dio 3.915 + 75 a.p. que según Bate (1983) es más aceptable por sus evidentes vínculos con Lancha Packewaia.

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Bahía Colorada (5.500 + 70 a.p. concha) (Legoupil, 1988, 1989-90) Ubicación: A 5 kms de Englefield. Materiales: abundantes restos de mamíferos marinos, sobre todo pinípedos, materiales similares al sitio vecino.

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y

Ponsomby (6.420 a.p.) Ubicación: se encuentra en las orillas del mar de Skyring y el canal Fitz- Roy., en donde hace casi 7 mil años atrás, los mares interiores eran aún grandes lagos de agua dulce que posteriormente se abrieron al mar. Materiales: boleadoras ovoides con surco “...del tipo que se popularizó durante el periodo III de Magallanes.” (Bate 1983: 120). También hay unas raederas. Están asociadas a fauna terrestre y de grandes dimensiones, aunque también hay focas, lo que podría indicar el momento del nacimiento del mar de Skyring, y de este modo de vida. Serie B (3.770 a.p.): Hay bifacies ovales y grandes puntas lanceoladas bifaciales apedunculadas, entre las que se encuentran algunas con bordes aserrados (cfr. Bate, 1982: 20, 1983: 127). Bahía Buena (5.310 + 110, 5.770 + 110, 5.895 + 56 a.p., 5895 + 65) Ubicación: Península de Brunswick, en el Estrecho de Magallanes. Materiales: Entre lo encontrado había un gran porcentaje de obsidiana, la cual es mayormente verde oscuro, con variaciones que van desde el negro hasta el gris claro. También comparten una industria de huesos con cabezas de arpón con doble protuberancia en la base y cabezas de arpón multidentada. Nivel II: Primer nivel de ocupación. Destacan el gran número de restos animales, muchos terrestres, inclusive mayor que Punta Santa Ana. La industria es mucho más rica en variedad que allá, especialmente en lo que concierne al trabajo aplicado a la obsidiana. Los raspadores presentan formas alargadas, a veces tabulares, de hasta 94 mm., de sección rectangular o triangular debido a las fracturas que siguen las líneas de impureza. 5 puntas bifaciales obtenidas de lascas espesas, 18 lascas de sección alta (en su mayoría raspadores), 46 lascas preparadas, como los cuchillos de los cuales algunos con fractura se presentan como „raspadores de uña‟. Hay solo un arpón multidentado que se encuentra fracturado, el cual es el más grande de todos (205 mm. de largo). No hay materiales óseos decorados, pero destaca en hueso un retocador. Nami (1983), por su parte, considera que algunas de las bifaces estaban en proceso de confección. Nivel III: Erizos, muchos restos animales, aunque menos peces que en sitio anterior (Ortiz- Troncoso, 1975). Punta Santa Ana (5.620 + 120, 5.410 + 65, concha) Ubicación: a 2.5 kms. de Bahía Buena. Materiales: en cuanto a las materias primas, son esencialmente las mismas que las del sitio vecino. Nivel II: Primer nivel ocupado. Destaca la gran cantidad de guanacos y fauna de mamíferos terrestres. También hay lobos marinos y aves. Escasas conchas. 11 puntas bifaciales de las cuales algunas conservaban corteza y una de ellas, la mayor, medía 70 mm. 12 ejemplares entre raederas y puntas, todas pequeñas. 6 lascas sin retoques y 31 desechos de talla. Algunos materiales óseos presentan decoración incisa. 5 arpones multidentados, más 3 retocadores. Nivel III: Predominio de conchas y huesos de ave, con menos presencia de mamíferos y peces. Destacan restos que indican la captura masiva de erizos. Nivel IV: Escasas conchas, fauna, restos de ocupación (Ortiz- Troncoso, 1975).

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Lancha Packewaia (5.970 – 5.030 a.p.) Ubicación: Tierra del Fuego, en las costas del Canal Beagle. Materiales: Componente antiguo: arpones, grandes puntas foliáceas y con bordes marcadamente aserrados. La explotación es mixta, considerando los restos de fauna marítima y terrestre encontrada. Cabo Negro Descubierto por Bird en el año 1939, se encuentra totalmente destruido por las obras de una empresa de petróleo. Ubicación: entre Bahía Laredo y el Cabo Porpesse, en el Istmo de Brunswick. Materiales; conchal con más de 400 discos con escotadura, pesos de red, puntas de proyectil pedunculadas, boleadoras, raspadores y raederas, además de abundantes desechos líticos. Entre las especies marinas se encuentran almejas, mauchos y choros (Prieto, 1988: 116). Río Pescado y Roble Viejo El primero está en la desembocadura del Río Homónimo (Magallanes) y es un taller lítico con obsidiana verde. El segundo- enclavado en la Península de Brunswick- es un conchal con mamíferos marinos y moluscos (ib.) Conchal de Lovisato Descrito inicialmente por D. Lovisato en 1884 y excavado por Bird en 1935- 36. Ubicación: al este de Cabo Negro. Materiales: un arpón que según Bird (1980: 81) se asemejaría al arpón kaweskar de combate. Hay muchas especies de moluscos, además de huesos de aves, lobos marinos, delfines, y guanacos. La arqueología en los archipiélagos es escasa, principalmente por las complejas condiciones técnicas que se requieren para prospectar y realizar excavaciones en medio de una naturaleza tan agreste. En el momento en que definitivamente ocurrió el cambio de un modo de vida a otro, la gente que fue protagonista de este suceso fue parte de una nueva sociedad. Este fenómeno habría ocurrido hace 6 ó 7 mil años. Como ellos fueron los primeros en ocupar los archipiélagos y los canales, no tuvieron que lidiar con otras etnias para poder establecerse sino hasta algún momento aún desconocido. Poco se conoce de las especies terrestres –vegetales como animales- que capturaban los pueblos canoeros, pero es de suponer que tenían una dieta más rica que sus vecinos. Las islas de los archipiélagos, pese a su intrincada vegetación y escasez de mamíferos, presentan abundantes recursos susceptibles al aprovechamiento humano. Algunos viajeros y etnólogos que describen a estos pueblos comentan que al menos una parte de su dieta estaba compuesta de aves que se cazaban mientras descendían a tierra. Animales como la ballena y la orca, probablemente fueron aprovechadas una vez que varaban en alguna playa o pedregal. Al menos así lo hacían los canoeros históricos, pero se puede suponer que de la misma manera lo hacían los habitantes más

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tempranos debido a que su tecnología evidenciada arqueológicamente no les permitía salir a la caza de esos enormes animales. Además, como la economía tiende a no cazar más de lo que realmente pueden comer, es difícil pensar en un pueblo que constantemente se dedique a las actividades balleneras, que además requiere el dominio de ciertas técnicas, es decir, cierta especialización en la caza de ese recurso. Les era necesario conseguir madera para ciertos tipos de construcciones ceremoniales como lo hacían los yámana, y también para labrar las canoas y hacer fuego (ver ceremonia chiejaus en Koppers, 1999 y un resumen en Ocampo et.al., 2002). El registro arqueológico sugiere que el medio ambiente influyó determinantemente mediante macro- procesos a la transformación de los modos de vida. Hace unos 6 mil años, la temperatura aumentó superando los niveles actuales, periodo denominado alti- termal u optimum climático. En Tierra del Fuego, crecieron las precipitaciones junto con el bosque, mientras que en la zona sur de los canales predominó cierta aridez (Mena, 2002). Diferentes sitios muestran que el guanaco se redujo considerablemente (P. III de Magallanes), por lo cual se supone que la gente empezó a utilizar lo que les ofrecía el mar. Las islas de los canales no solo son ricos en alimentos sino también en recursos forestales necesarios para fabricar canoas, aunque también pudieron utilizarse cueros duros como los de los grandes mamíferos marinos. Aunque no podemos hablar de una saturación demográfica, creo que es posible relacionar este proceso con el arribo de las poblaciones P III que implicaría un cambio drástico en las relaciones sociales de todo tipo. Cualquier grupo humano que habite los canales requiere de embarcaciones, sobre todo si se trata de sociedades nómadas, en lo único que se puede optar es en la forma de ellas. Enfatizando nuevamente la idea de que los agentes del clima y las características del relieve no abren otra opción para aquellos que la quieran habitar. La optatividad social surge una vez que se decide el material y la forma que se quiere utilizar, pero en este caso no el contenido o función. Se desconoce entre los restos arqueológicos cual era la forma y la materia prima de las primeras canoas. Los canoeros etnografiados aprendieron a realizarla de una sola pieza una vez en contactados con los europeos. Antes de eso, los exploradores registran distintos modelos, algunos de los cuales se fabricaban a partir de tablas, obtenidas de madera de ciprés y alerce, ya que son los únicos árboles que permiten obtenerlas a partir de cuñas, instrumento diagnóstico a la hora de reconocer talleres de tecnología de navegación de este tipo. Aun no se ha podido saber si otros recursos como cortezas o cueros sirvieron para tales efectos. Otro indicador del uso de embarcación es la presencia de obsidiana verde en zonas continentales, ya que esta materia prima al parecer se encuentra en los archipiélagos, sin que aún se haya dado con su paradero exacto, pudiendo tratarse de una fuente agotada. Una de las necesidades para sobrevivir en climas extremadamente fríos es el abrigo. De las cosas que llamaron la atención de los europeos, fue que los canoeros anduvieran completamente desnudos y que las mujeres únicamente se taparan los miembros (González, ob. cit.). Ello porque se cubrían de una potente capa de grasa, aunque también a veces se abrigaban con pieles curtidas. Los lobos y elefantes marinos, focas y nutrias halladas pudieron proporcionarles estos elementos. La vida sobre canoas para los hombres requirió de un constante remar, lo que se facilitaba

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liberándose de cualquier peso, lo mismo se podría decir para el caso en que quisieran adentrarse en los densos bosques o sotobosques. Quizás por eso el uso de grasa como protector se hubiese popularizado entre los canoeros históricos. Este elemento cultural adquirió entonces un sentido práctico- funcional, más allá de la supervivencia inmediata y de lo aleatorio de la cultura. En cuanto a las canoas, en caso de no haber sido hechas de una sola pieza, requieren de constante engrase entre las tablas para que no se filtre el agua. El fuego se utilizaba para ciertas actividades cotidianas como la cocina, enmangue de instrumentos y calefacción. Como en esas latitudes llueve mucho –demasiado-, es muy difícil lograr un fuego con la mayoría de las maderas mientras están mojadas, excepto con Tepualia stipularis (tepú), la cual se puede cortar verde produciendo abundante brasas y ardiendo constantemente. Otra técnica para obtener fuego es la que utilizaba el grupo kaweshkar cuando no habían tepús por los alrededores, la que consistía en realizar una especie de esponja con restos de ciprés, la cual se encendía con pirita de cuarzo (Gonzalez, ob. cit.: 36). El origen del perro patagónico ha sido y es un misterio. Se ha explicitado el interés por realizar investigaciones orientadas a esclarecer este problema, solamente que no se ha puesto de manifiesto la importancia que puede tener este „adelanto tecnológico‟, más allá del simple hecho histórico. Un perro es un instrumento de trabajo que multiplica la producción, puesto que requiere de inversión de fuerza de trabajo y conocimientos especializados para su uso (adiestramiento). De la cantidad de perros, técnicas de caza y la calidad del adiestramiento, dependen en buena medida el volumen de producción generado. Un estudio al respecto debería explicitar las implicaciones que tiene esta especie en la vida de los cazadores tempranos, siempre y cuando se demuestre su coexistencia. Una vez manejados los recursos marítimos, la necesidad de internalizarse a las zonas esteparias en busca de alimentos es algo poco probable. Si lo vemos desde el punto de vista alimenticio hay mayor riqueza alimenticia en las costas que en otras partes. Es más posible que un ingreso a tierras firmes se produzca para establecer intercambios genéticos ó de bienes elaborados, lo cual no influiría en la subsistencia económica de los grupos, sino que más bien tendría un carácter sociabilizador como se ve en las descripciones etnográficas de Koppers (ob. cit.). Las relaciones genéticas se reafirman con la evidencia de los restos esqueletales hallados por Aspillaga y Ocampo (1996) en la Isla Karukinka, a quienes llama la atención “... el dimorfismo sexual existente, expresado en la diferencia entre la estatura estimada, a partir de la medición de los huesos largos, entre hombres y mujeres, la que aparece [sic] ser mayor a la descrita para los canoeros donde el dimorfismo sexual es más bajo entre los cazadores terrestres como los selknam. Esto podría estar mostrando que el grupo humano que sepultó a sus muertos en Karukinka, posee, desde el punto de vista genético, una componente relacionada con los cazadores terrestres de Tierra del Fuego y otra propia de los canoeros.” En este caso no podemos apoyarnos en observaciones etnográficas extrapolándolas a momentos muy antiguos ya que las condiciones sociales eran bastante distintas, sobre todo en lo que atañe a lo reproductivo. Se han propuesto elementos diagnósticos para discernir entre los restos óseos de cazadores recolectores terrestres y canoeros (Contantinescu, 1999, Aspillaga et. al., 1999), logrando incluso establecer diferencias entre dos etnias distintas (Aspillaga et. al., ib.). Si los canoeros meridionales eran más susceptibles a recibir flujo génico que

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los del sur, la ausencia de osteoma al meato acústico externo en los últimos, y su presencia en los primeros, sugeriría –ya que la práctica del buceo está reportada etnográficamente en ambos- que había poblaciones mejor adaptadas biológicamente a ciertos estímulos ambientales (Aspillaga et. al., ib). Este tipo de evidencias, sumada a otras patologías, alteraciones morfofuncionales, robustez, y diferentes tipos de inserciones musculares producto del constante remar, son algunos de los indicadores antropofísicos que muestran que se está tratando con diferentes pueblos de navegantes. Aquí el material etnográfico disponible puede servir para esclarecer a través de este tipo de evidencias, entre otras cosas, la división sexual de actividades (cfr. Contantinescu, ib.), extrapolable a sociedades más tempranas. Por ejemplo, en los canoeros tardíos las mujeres eran las únicas autorizadas para el buceo, mientras los hombres cazaban y remaban. Tales rutinas dejan sus huellas en los restos esqueletales, las que en caso de repetirse en las sociedades más antiguas, manifestarían la persistencia de ciertas prácticas, y ayudarían, además de a la identificación de las sociedades, a su caracterización como singularidad étnica y parcialidad del modo de vida de una economía que constituye la mayor parte de la historia humana. ◊

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