Aleksandra Kollontai, los problemas del amor y la vida cotidiana tras la Victoria de octubre

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Descripción

Universidad de Chile Facultad de Artes Departamento de Teoría del Arte.

Aleksandra Kollontai los problemas del amor y la vida cotidiana tras la Victoria de octubre

Memorias de octubre. Museo de la vida y experimentación del arte en la época de las vanguardias rusas

Profesor: Federico Galende Ayudante: Fernando García

Estudiante: Camila Colonelli Ascencio Fecha: diciembre 27, 2016

“…heroínas que afirman su personalidad, heroínas que protestan de la servidumbre de la mujer dentro del Estado, en el seno de la familia, en la sociedad, heroínas que saben luchar por sus derechos” Aleksandra Kollontai, 1977.

Corrían los primeros días de octubre del año 1917, y los primeros vientos de invierno comenzaban a signar presencia, la gente caminaba ensimismada, la vista en el piso y las manos vacías, un panorama desolador al que ya se habían acostumbrado. De pronto, a lo lejos, el ruido de las voces antecede a un espectáculo formidable, una enorme multitud de manifestantes atravesaba junta una de las principales arterias de la ciudad. Era el pueblo, quienes cansados de la ineptitud del Zar Nicolás II, habían decidido unir sus voces y exigir el cese de la guerra, y un pronto aprovisionamiento, Rusia tenía miedo y hambre. El resultado fue la abdicación de Su Majestad y la instauración de una república en manos de un gobierno provisional cuyas primeras medidas se basaron en reformas sociales que buscaban sanar las miserias del pueblo; sin embargo, la guerra aún no acababa y el gobierno se encontraba dividido entre los secuaces liberales y los Sóviets, portavoces de obreros, campesinos y soldados, cuya presencia e ideología comenzaba convertirse en una verdadera amenaza para el nuevo gobierno. Tras un fallido intento de golpe de Estado, y desde la clandestinidad, estos rebeldes se transformaron en la principal fuerza opositora al gobierno. Será en una de las tantas oscuras y concurridas estancias de los revolucionarios, iluminadas por unas cuantas lámparas de gas, y viciadas por el humo del cigarrillo donde se erguirá una figura de calva prominente y expresión severa, Vladímir Ilich Uliánov un intelectual marxista que comenzaba a ganar seguidores debido a sus sucesivas campañas antiguerra, había llegado a Petrogrado la noche del 24 de octubre –del calendario juliano- para incitar al Soviet a realizar el paso definitivo. Este será dado a la noche siguiente, a las puertas del Palacio de Invierno, a eso de las 21.40, cuando el crucero Aurora disparaba la primera salva de artillería anunciando el comienzo del asalto. Con una patética línea de defensa y sin escapatoria posible, los varios miembros del gobierno comenzaron a abandonar las fastuosas habitaciones y salones que los habían alojado desde hace un tiempo; la Revolución había triunfado.

Desde ese preciso instante, la historia se ha encargado de contarnos la arriesgada hazaña de estos valientes héroes que liberaron a Rusia de su mala fortuna, y cómo después de eso el país comenzó a gestar los primeros pasos hacia una igualdad política y económica. Pero hoy no, no me arriesgaré a aburrir al lector con un montón de códigos gubernativos o tediosas cifras monetarias, hoy quiero hablar de la pequeña otra revolución, la cuestión femenina.

Hasta antes de la Revolución de octubre, el panorama para el sector femenino de la sociedad rusa era oscuro, no importaba el rango etario o la clase social, todas las mujeres se vieron convertidas en la propiedad enclaustrada que daba nombre y estatus al hombre que, amparado bajo el sistema capitalista, las segregaba de los procesos de producción y confinaba únicamente a la esfera doméstica y reproductiva. Es interesante pensar esto último, atendiendo a posturas como la de Engels, quien consideraba que, entre otras cosas, si el origen de la desigualdad sexual es, como el de todas las otras desigualdades, económico, la solución era justamente la abolición de la propiedad privada y la incorporación de las masas femeninas a la vida laboral1, una interesante y muy discutida teoría que Aleksandra Kollontai, feminista bolchevique, llevará mucho más allá, postulando que más necesaria que la abolición de la propiedad privada, era la reeducación psicológica de la sociedad, una revolución de la vida cotidiana, sin la cual no se podría hablar de un triunfo socialista. Como resultado de este pensamiento, se sabe que Aleksandra tuvo varios enfrentamientos con sus camaradas varones quienes con una hostil indiferencia consideraban que la emancipación de la mujer era una cuestión meramente superestructural. A pesar de ello, y contra todo menosprecio y prejuicio, Kollontai se transformó en la única dirigenta bolchevique en teorizar e integrar los problemas relativos a la sexualidad y la opresión de la mujer a la lucha revolucionaria.

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Friedrich Engels. (1884). El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado. Madrid, España: Ayuso.

Como lo fue para Marx unos años antes, para Kollontai la única forma posible de construir un mundo mejor era por medio de la aparición y acción de un sujeto psicológicamente renovado, una revolución humana que no podía ser, de ninguna forma, postergada ni subordinada a triunfo político alguno; desde este sitio, la teórica hace una observación simplemente genial: esta revolución humana ya ha comenzado, y ha comenzado con las mujeres conscientes de su opresión. Cuando empecé a interiorizarme en el pensamiento de Aleksandra encontré particularmente interesante lo referido a la evolución de la psicología femenina; por un lado, la de la “mujer del pasado” quién en un orden político, económico y social había sido relegada al papel de esposa y su único mérito era el de dar y recibir amor, elemento sin el cual su vida y corazón permanecían vacíos. A esta heroína de película romanticona Kollontai le atribuye todas las incontables tragedias que atormentaban el alma femenina: la soledad, los celos, incluso el abandonarse a sí misma por permanecer junto al hombre amado: la mujer cuyo papel social era definido en base a su relaciones sentimentales, careciendo de individualidad y valor propios. Y por el otro, aquella “mujer nueva” que, ya cansada de ser el reflejo del hombre, había transformado al amor en una etapa más de su vida, un medio más en la apasionada búsqueda de sí misma, ahora su finalidad era el “yo” que se relacionaba a un ideal social, a la vocación o al trabajo creador.

Sin embargo, y como ya se mencionó, en consonancia con la ortodoxia marxista, la autora afirma que la transformación psicológica de la mujer se lleva a cabo “primero y principalmente en las capas más profundas de la sociedad, es decir allí donde se produce necesariamente la adaptación de la obrera a las condiciones radicalmente transformadas de su existencia”. 2 en otras palabras, la mujer nueva ha emergido de la negra nube de humo, del ruido mecánico de las fábrica, y su relación con el mundo laborar y su ejercicio del amor libre eran ya de estas mujeres proletarias antes de que sus acomodadas congéneres los reclamaran como propios y novedoso. Desde esta perspectiva, y analizando concretamente la posición de la mujer en la sociedad capitalista, Kollontai teoriza, de forma inédita 2

Aleksandra Kollontai. (1977). La mujer nueva y la moral sexual. Madrid, España: Ayuso.

acerca de la “crisis sexual” y la relación entre los sexos, abordando las problemáticas relativas al matrimonio legal, la prostitución y el amor libre. Debo reconocer que, cómo lectora novicia de Kollontai, esta fue la parte que más llamó mi atención de todo su escrito, encontré en el pensamiento y argumentos de la autora un discurso ácido, incisivo, completamente aplicable a la sociedad actual. Iniciando con el matrimonio legal, la autora es tajante: se basa en los dos principios que gatillarán su destrucción: la indisolubilidad -impidiendo el desarrollo y enriquecimiento del alma humana que es dado por una cantidad de relaciones amorosas-, y la idea de propiedad, cuya mera presencia es capaz de asfixiar los fuegos de la relación más apasionada, transformándola en la sucesión de pocos esfuerzos psíquicos para conservar al compañero. Me resulta muy interesante que se haya escogido el término “propiedad” para identificar la mutua pertenencia que se tiene una pareja, parece como si se estuviera hablando de una transacción legal o económica, de esas llenas de papeleo inútil y eterna burocracia. Probablemente Kollontai lo haya hecho con esa intención, sabemos que sus críticas al sistema capitalista eran explicitas, y no hay nada que cree con mayor eficacia sujetos individualistas y canallas que aquel sistema que opera en base a la lucha por la existencia.

Otro elemento relativo a los problemas del amor es el de la prostitución que, a diferencia del matrimonio, deja secuelas únicamente en la psicología del hombre. El problema yace en que, por medio de la prostitución, el hombre desarrolla una relación con el sexo femenino donde su único papel es el de recibir placer y no darlo, deformando completamente su conciencia erótica, haciéndolo olvidar que el acto sexual es cosa de dos. Sobre esto mismo, la autora denuncia abiertamente la ignorancia masculina sobre la sexualidad femenina, a la vez que acusa a la literatura masculina de censurar esta insatisfacción sexual, la cual a su juicio, es la causa de múltiples dramas familiares y amorosos. Quizá cuántos se habrán abochornado al leer las líneas de Aleksandra…

Finalmente, para la autora el amor libre se caracteriza por negar las ideas de propiedad antes descritas, basándose en el mutuo respeto de la individualidad y libertad de la pareja. Lo complicado es, sin embargo, que este tipo de práctica amorosa no puede desarrollarse en una sociedad viciada por la idea de posesión. Este punto resulta fundamental en el pensamiento de Kollontai, pues transporta una problemática, digamos “personal”, al ambiente político y social, es brillante: la autora nos habla de una sociedad nueva, compuestas por trabajadores que se construye a partir de la solidaridad entre hombres y mujeres, difundiendo un concepto de amor que refuerce los sentimientos de simpatía y camaradería entre todos los miembro de esta sociedad: “Cuantos más hilos haya tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu, más se enraizará el espíritu de solidaridad y más fácil será la realización del ideal de la clase obrera: la camaradería y la unidad.”3

Para el compañero Lenin, la cuestión femenina fue también de vital importancia, una parte decisiva del movimiento de masas, defendiendo que la plena igualdad social de la mujer era un principio indiscutible del comunismo. Tras la victoria de octubre, una de las mayores preocupaciones de Lenin fue, que aunque la legislación soviética garantizara la igualdad ante la ley a hombres y mujeres, esta no lo fuera realmente a efectos prácticos; desde ese momento, el político dedicará tiempo y esfuerzo a impulsar la participación activa de las mujeres en la vida política y laboral. Esto último tiene completa relación con la Revolución de la vida cotidiana, defendida por Kollontai, en la que destacan la socialización del trabajo doméstico, imposible siquiera de imaginar en una sociedad capitalista, además de una redefinición de la maternidad; en otras palabras, en una sociedad comunista, la mujer debe ser liberada del trabajo doméstico y de la tarea social de la reproducción humana. Únicamente bajo estas condiciones, la mujer estará

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Aleksandra Kollontai. (1976). Marxismo y Revolución sexual . Madrid, España: Castellote

preparada para cumplir con su trabajo productivo de una forma satisfactoria, recibiendo un salario y aspirando a posiciones cada vez más especializadas.

Al igual que Kollontai, Lenin criticó abiertamente instituciones como la familia burguesa, efectiva fabricante de esclavas domésticas, las cuales, pese a todas las leyes liberadoras siguen estando

“…agobiadas, oprimidas, embrutecidas,

humilladas por los pequeños quehaceres domésticos, que las convierten en cocineras y niñeras, que malgastan su actividad en un trabajo absurdamente improductivo, mezquino, enervante, embrutecedor y fastidioso”4, motivo que determinó una serie de medidas proteccionistas a la mujer, garantizando para ella un grado de igualdad y libertad jamás antes visto. Una de ellas, y la más conocida, fue la ley del divorcio, aplicada a poco más de un mes del inicio del mandato de Lenin, dos decretos establecieron el matrimonio civil, antes legalizado por la iglesia, y el divorcio otorgado a petición de cualquiera de los dos cónyuges, evento que, pocos meses después, fundamentó la creación de un Código sobre el Matrimonio, la Familia y la Custodia (1918), el que acabó con siglos de abuso patriarcal y eclesiástico, estableciendo una nueva doctrina basada en los derechos individuales y la igualdad de géneros. Otro caso conocido fue, por vez primera en el mundo, la despenalización y posterior legalización del aborto, medida realizada en 1920 y que garantizaba dicha intervención de manera segura e higiénica gratuitamente en los hospitales del Estado. La misma Aleksandra, como primera comisaria del Pueblo para el Bienestar Social, impulsó una de las mayores conquistas legislativas en esta materia, como fue el Programa de seguro de Maternidad, en el año 1918, el que otorgaba ocho semanas de licencia plenamente remuneradas, recesos para la lactancia, además de instalaciones de descanso y recreación para madres e hijos en las fábricas, entre otros beneficios.

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V.I Lenin. (1973). Obras, Tomo X (1919-1920). Moscú: Progreso. Digitalizado por Koba.

Para Aleksandra Kollontai, es en el proceso revolucionario mismo donde se constituye el pensamiento de un nuevo orden social, cuando descartamos los viejos hábitos e ideas del pasado y damos nacimiento a una nueva visión del mundo que nos rodea. Y en este nuevo orden social, fundamental es, para esta revolucionaria, la relación entre los géneros y la concepción del amor como una fuerza poderosa que la nueva clase hegemónica debe poner a su servicio. La lucha de su vida fue la liberación de sus semejantes, exponiendo su capacidad de remecer los valores dominantes, a la espera de que, cuando la solidaridad sea el cemento de la sociedad, hombres y mujeres trabajan en conjunto en la creación de un nuevo mundo y un nuevo tipo de amor. Convencida de que la emancipación de la mujer es el auténtico triunfo de la Revolución, el pensamiento de Aleksandra sigue conmovido ánimos, alimentado esperanzas e inspirado la lucha de millones de mujeres incluso hasta nuestros tiempos.

Bibliografía

1. Friedrich Engels. (1884). El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado. Madrid, España: Ayuso. 2. Aleksandra Kollontai. (1977). La mujer nueva y la moral sexual. Madrid, España: Ayuso. 3. Aleksandra Kollontai. (1976). Marxismo y Revolución sexual . Madrid, España: Castellote 4. V.I Lenin. (1973). Obras, Tomo X (1919-1920). Moscú: Progreso. Digitalizado por Koba. (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/leninobrasescogidas10-12.pdf) 5. Ana de Miguel Álvarez. (2013). La articulación clásica del feminismo y el socialismo: el conflicto clase-género: Biblioteca Virtual OMEGALFA.

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