\"Alejandro de la Sota: arquitectura y Arquitectura\". BIOÉTICA, NEUROÉTICA, LIBERTAD Y JUSTICIA. Editorial Comares, S.L. Granada (2012)

June 9, 2017 | Autor: J. Ruiz Suaña | Categoría: Arquitectura, Ética, Historia y Teoria del Arte y la Arquitectura, Alejandro de la Sota
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BIOÉTICA, NEUROÉTICA, LIBERTAD Y JUSTICIA

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Francisco Javier López Frías Paulina Morales Aguilera Raúl Francisco Sebastián Solanes Marta Gil Blasco Mikel Arteta Arilla Ana Mª Costa Alcaraz Xavier Gimeno Monfort Víctor Páramo Valero Christian Ruiz Rubio Vicenta Alborch Bataller Cristina Nebot Marzal (Editores)

© Los autores Editorial Comares, S.L. C\Gran Capitán, 10 – Bajo 18002 Granada Telf.: 958 465 382 • Fax: 958 272 736 E-mail: [email protected] http://www.editorialcomares.com http://www.comares.com ISBN: 978-84-9045-073-4 • Depósito legal: Gr. 1396/2013

Alejandro de la Sota: arquitectura y Arquitectura Jose Antonio Ruiz Suaña Arquitecto Resumen: En este trabajo se intenta apuntar el papel de una búsqueda de la comprensión de uno mismo y de los demás en el quehacer de la arquitectura. La obra del arquitecto Alejandro de la Sota se explica y justifica a través de su pensamiento. Se pretende rastrear, a través de sus escritos, una constante búsqueda personal de su relación con el arte y su trabajo. Una deliberación artística —análoga a la moral— en la que entran en juego la razón, el carácter, y la sensibilidad. Abstract: This paper tries to point out the role of a search for an understanding of oneself and others in the work of architecture. The work of the architect Alejandro de la Sota is explained and justified through his thinking. It attempts to trace, through his writings, a constant personal search for his relationship with art and his work. An artistic deliberation, analogous to moral, in which also takes part reason, character, and sensitivity.

1. Introducción: arquitectura y vida1 Tengamos en cuenta que las ideas o nociones que no se refieren al ámbito estrictamente de la arquitectura que Alejandro de la Sota2 expresa en sus escritos, —cuya recopilación en el libro Escritos, conversaciones, conferencias (2002) nos acompañará en este texto— son

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intuitivas, no de disciplina filosófica, pero se considera valiosas para la construcción de conceptos que conducen una labor creativa y profesional muy estimable. “Pensemos lo que somos y acertaremos al hacer nuestra arquitectura”. (Sota, 2002: 149). Esta frase sirve para situar la intensa relación que para Alejandro de la Sota existe entre una búsqueda del propio conocimiento personal y el trabajo del arquitecto. En varias ocasiones alude a esta identificación entre vida y arquitectura de forma que se alimentan recíprocamente entendiendo que su “arquitectura es reflejo y marco de la vida: es lo que somos y lo que queremos ser” y establece esta relación entre uno mismo y su quehacer profesional como algo propio del carácter, al considerar que “ser arquitecto es mucho o es nada, como en todo pasa. Pronto nace el sentimiento de que ser arquitecto o músico o fraile es sencilla consecuencia del otro ser”.(Sota, 2002: 38) La profesión de arquitecto para Alejandro de la Sota se sitúa aparte del resto de la vida, ni es únicamente un medio de subsistencia —y mucho menos de enriquecimiento económico—. Esta reciprocidad entre arquitectura y vida aparece también como un proceso donde se mezclan la deliberación moral y artística3. Esto se pone de manifiesto tanto en su propia obra como en la manera que valora el trabajo de otros autores4. Sus escritos permiten una lectura desde un punto profesional y también vital, se puede translucir a través de ellos cierta manera de comprenderse a uno mismo en relación con los otros y de considerar las cosas que construyen y explican su obra arquitectónica.

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2. El arte como analogía de la moralidad Señalaremos brevemente alguna característica de la postura ética de Alejandro de la Sota ante su profesión como algo previo a cualquier realización concreta de su obra. Se trata, primero preguntar qué es la profesión de arquitecto para él en su vida y su papel en la sociedad: qué debe hacer como arquitecto. Posteriormente veremos cómo la cuestión puede trasladarse hacia la pregunta acerca de cómo debe hacer; es la pregunta sobre la deliberación estética. 3. Qué hacer En la trayectoria profesional de Alejandro de la Sota, se puede apreciar una constante búsqueda de “lo que debe hacer”5. Esto está vinculado directamente con el discernimiento moral, que en su caso, implica vida y profesión. El ejercicio de la arquitectura tiene para este autor un componente ético que atraviesa toda su carrera, incluso quizá se traduce en un rasgo de estilo en sus obras. Por una parte podemos ver una actitud elitista al reivindicar el valor de su trabajo; considera su profesión algo diferenciado y diferenciador respecto a los que no la ejercen6. Este elitismo aparece basado en la dedicación, la cultura y el esfuerzo7. Esto convive compromiso que podríamos llamar progresista, en el sentido de búsqueda de una mejora de las condiciones de vida del mayor número de personas: la profesión de arquitecto para una mejor convivencia8, en relación con el bien colectivo. Considera que “hemos escogido una carrera al servicio de los demás”. (Sota, 2002: 160) Propone que la profesión de arquitecto se caracterice por “un anonimato serio y digno, una presencia por conocimientos, nunca por tonterías, un

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tremendo ser útiles a los demás correspondiendo a los demás, el poder sentir la satisfacción de nuestra presencia útil”. (Sota, 2002: 48) Defiende la acción, nuestros actos, como elementos que propicien el cambio social: “no se trata de imaginar una sociedad mejor, sino de llegar a una arquitectura mejor para lograr una sociedad más deseable”. (Sota, 2002: 55) A partir de esta posición ética de cierto equilibrio entre elitismo y compromiso social arranca lo que podemos denominar su discernimiento artístico, que se pone en práctica a la hora del ejercicio concreto de sus obras. 4. Cómo hacer La trayectoria profesional de Sota está recorrida por una constante búsqueda sobre cómo hacer arquitectura. El discernimiento artístico, en la práctica como arquitecto, supone una pregunta a la que debe responder y que es inseparable de su posición ética profesional y vital. Alejandro de la Sota parece ser consciente que en la forma — forma en el sentido de modo o manera de proceder, incluso como configuración física de sus obras— es donde se juega la bondad, y la validez de su trabajo; y en cierta medida también su recorrido vital. Ante la muerte de Frank Lloyd Wright escribe que “creyó en una vida, distinta, y la vivió. Pensó en otro mundo, aún en éste, y creó una arquitectura. Fue distinto y es que, como siempre pasa, las obras son el exterior de los hombres”. (Sota, 2002: 36) En la frase “las obras son el exterior de los hombres” parece expresar que en los actos, en lo que hacemos, es donde se manifiesta lo que somos y donde nos hacemos cargo de la propia vida, incluso en relación con el quehacer artístico, como señala Iris Murdoch:

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“La relación del arte con la verdad y la bondad debe ser la cuestión central para cualquier actividad crítica seria. La “belleza” no se puede discutir “en sí misma”. (…) El arte es un ejercicio particularmente exigente de la inteligencia en relación con lo real; y aunque la forma estética tiene elementos esenciales de artificio y magia, sin embargo la forma en arte, como en filosofía, está diseñada para comunicar y revelar9”. (Murdoch, 1997: 449, 454) La preocupación sobre el discernimiento artístico de Alejandro de la Sota10 es relevante hasta el punto de provocar interrupciones en su carrera profesional, que unido a circunstancias personales, provocan algunas crisis y periodos de reflexión11. Sin duda, podemos ver en esta actitud ante el juicio en el arte una analogía con el juicio moral, como indica Iris Murdoch: «El arte es un ejercicio particularmente exigente de la inteligencia en relación con lo real». (Murdoch, 1997: 449, 454) 5. Arquitectura y arquitectura. “El principal enemigo de la excelencia en moralidad (y también en el arte) es la fantasía personal: el tejido de deseos y sueños autocomplacientes y autoengrandecientes que nos impide ver lo que está fuera de nosotros… Se podría decir que el arte es una excelente analogía de la moralidad, o, en verdad, que en este respecto es un caso de la moralidad. (…) Podemos apreciar en el arte mediocre, más visible quizás que en la conducta

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mediocre, la intrusión de la fantasía, la aseveración del yo, la atenuación de cualquier reflejo del mundo real12”. (Murdoch, 1997: 357-358) Esta cita de Iris Murdoch indica de manera meridiana, por una parte la relación entre discernimiento artístico y moral, y por otra sirve para situar la actitud inconformista y crítica que Alejandro de la Sota realiza, durante su trayectoria profesional, tanto de las obras de autores que siguen las tendencias hegemónicas de su época como de su propia obra. 6. La Arquitectura y yo En el discernimiento artístico Sota es su más exigente juez: él es a quien debe dar cuenta de lo que hace, de si su profesión se hace cargo de lo que él considera que debe ser su objetivo13. Al mismo tiempo parece ver que, en su profesión, la disciplina de la Arquitectura —en el sentido de estatuto establecido—se erige en la instancia a la que debe dar cuenta del su trabajo. La cultura arquitectónica14, a la que hay que responder por ser arquitecto, se convierte para Sota en un impedimento para hacer arquitectura15. Esta exigencia de la disciplina arquitectónica supone algo negativo, porque hace desviar el objetivo de la profesión hacia un territorio en que el autor pasa a ser el centro de su profesión16. Así pues, Sota considera que la Arquitectura se convierte en el fin al que se dirige el quehacer de muchos arquitectos: quien actúa así se deja llevar por lo establecido, por la vanidad, el reconocimiento social y económico antes que por el servicio a los demás17. Ante la deliberación artística, vemos la autoexigencia de sus principios morales, Alejandro de la Sota es crítico con lo que

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denomina la Arquitectura —entendida como disciplina aprendida, con su contenido cultural heredado— porque no sirve para llevar a cabo lo que considera el fin de la profesión. Para Sota la Arquitectura acaba alejándose del fin del que surgió, se vuelve narcisista, rutinaria y supone una renuncia a ser libre profesionalmente18. La obediencia a la Arquitectura establecida es considerada por Sota una actitud “explicable solamente por pereza”, se trataría de una pasividad baja, (Corbí, 2012: cap. 6) que se deja llevar por la vanidad, la pereza, lo aprendido y en cierto modo se pliega a lo pasional y deja de lado los fines verdaderos a los que debe servir la profesión de arquitecto. 7. Por una arquitectura lógica Este cierto rechazo a la Arquitectura busca alternativa en una posición de pasividad receptiva —es cierta lógica la que opera—frente a la pasividad baja ante la Arquitectura. Alejandro de la Sota defiende una arquitectura lógica como procedimiento que supone un distanciamiento de la Arquitectura, lo que produce libertad para el correcto ejercicio del arquitecto: servicio y discreción19. Por otra parte la arquitectura lógica —basada en la atención y observación simultánea y unitaria de múltiples factores del objeto artístico concreto en cuestión— es una adecuada manera de alejar las pasiones, librase de la vanidad, el engreimiento: de diluir la autoría. “El procedimiento para hacer arquitectura lógica es bueno: se plantea un problema en toda su extensión, se ordenan todos los datos que se hacen exhaustivos teniendo en cuenta todos los posibles puntos de vista existentes. Se estudian todas las posibilidades de resolver el problema de todas las

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maneras posibles. Se estudian todas las posibilidades materiales de construir lo resuelto en lo que ya han entrado estas posibilidades. Un resultado obtenido: si es serio y si es verdad el camino recorrido, el resultado es arquitectura. (…) Abogo por la arquitectura lógica ¡Quién pudiera decir lo mismo y tan claro en todo!” (Sota, 2002: 70) Esta lógica como herramienta activa intenta liberar de la obediencia a las pasiones, incluso preguntado sobre la expresión individual en el quehacer artístico, Sota la considera no lícita,—no licita en tanto que expresión individual del autor que se impone al propio objeto del trabajo artístico— y únicamente “podría entenderse esta libre expresión, como expresión de la cultura propia y ésta, que es la sensibilidad desarrollada que cada uno tiene, está siempre presente”. (Sota, 2002: 98) A pesar de la aparente racionalidad de la denominada arquitectura lógica, vemos que la expresión y la sensibilidad propia del autor son fundamentales en esta manera de acometer el quehacer arquitectónico. 8. Arquitectura sin Arquitectura Resulta, en principio, empobrecida y limitada como arte una arquitectura lógica, en la que parece no tener cabida la expresión personal. Pero la arquitectura lógica no alude únicamente a un racionalismo que excluye otros factores como la sensibilidad o el carácter del autor. En el uso habitual del lenguaje, el racionalismo parece haberse apropiado del término lógica restringiéndolo únicamente a sus dominios, pero esta arquitectura lógica propone la

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integración compleja y simultánea de múltiples factores de los que forma parte, incluso, la mirada del propio autor. Esta lógica actúa contra la pasividad baja ante la Arquitectura y parece proponer un cambio de punto de vista durante unos años en que la hegemonía de la profesión se situaba en posiciones posmodernas, de regreso a los lenguajes y formas históricas propias de la disciplina arquitectónica, que limitaban a lo establecido la validez de las obras de arquitectura; ante lo que Sota señala y reivindica otra actitud20: La reivindicación de esta arquitectura lógica —cabría decir lógica de la arquitectura (con minúscula)— antes que ser limitador y simplista, para Sota supone una postura válida para realizar su trabajo21, casi haciendo de cada una de sus obras un hecho fundacional de la arquitectura, un auténtico partir de cero liberador de la disciplina aprendida, fruto de sus crisis y discernimiento artístico. “Un buen día dejé de trabajar y procuré pensar libremente en lo que hacía y se hacía. Ese mismo día empezaron a desprenderse tantos añadidos que a cualquier pensamiento serio sobre arquitectura se abrazaban, se pegaban como auténticas lapas, crustáceos. El resultado limpio era atractivo y pensé que también podía llamarse Arquitectura, tal vez arquitectura, y disfruté con esa a minúscula, ya que me bastaba para resolver los problemas que siempre la arquitectura tuvo que resolver: ordenación del mundo donde desarrollamos nuestra vida. Resultaba, además, que la limpieza obtenida sin crustáceos exigía, por sí y para sí misma, un cuidado muy grande en planteamientos, en claridad de esquemas, hasta en composición, y

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que exigía también una delicadeza y una fina sensibilidad que, tal vez, la Arquitectura al uso podía saltarse ya que luego podría ser tapado un no tan puro arranque”. (Sota, 2002: 74) Este texto expresa la sensación de liberación que supone para Sota abandonar la obediencia a la disciplina establecida. Así pues, la mirada activa debe mantenerse para este nuevo enfoque de la profesión que propone, la arquitectura no es únicamente fruto de la fuerza de voluntad y de la razón, sino como también apunta Sota exige “delicadeza y fina sensibilidad”: si es así, cabe preguntarse dónde encontrarlas. 9. La arquitectura aparecerá ella sola. “Existe la emoción arquitectónica. No se piensa en ella como propósito del arquitecto en el momento de proyectar. Nunca aparece cuando tenemos intención de ello. Sin embargo, por experiencia propia, sabe uno dónde la ha sentido con intensidad y de la manera más inesperada. Cuando ha aparecido de manera intensa” (Sota, 1989: 19) En este texto Alejandro de la Sota reconoce la experiencia de la emoción estética aunque no indica cómo producirla. En cierto modo, la arquitectura aparecerá en el proceso en que se construye una imagen compleja, bajo la mirada del autor —imagen donde el autor y su mirada son un factor más que forman parte de la misma imagen— que da cumplimiento simultáneo a los factores incorporados y

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considerados en la imagen; en la que el objeto artístico y el autor se mezclan, reflejan: construyen un todo ordenado complejo y unitario.22 Una vez desalojada la Arquitectura establecida que se imponía, el modo de operar parece que es actuar frente al proyecto arquitectónico como la resolución de un problema. La arquitectura como resolución de un problema se propone un método que ya no es el propio de la Arquitectura: “para mí, la cultura arquitectónica, es sólo una cultura más, e incluso son más eficaces aquéllas que te hacen pasar mejores ratos como, por ejemplo, la música; te favorecen mucho más y son más útiles que meterse en una biblioteca de buena arquitectura” (Sota, 2002: 110) Alejandro de la Sota propone que la deliberación artística sea una búsqueda, donde la solución se descubra estando atento a numerosos factores no siempre relacionados directamente con el problema.23 Se trata de una cierta forma de atención que nos libera de la imposición o la obediencia a la disciplina de la Arquitectura. La atención no está ya en la Arquitectura ni en la lógica racionalista, más bien se trata de “centrar la atención en otros aspectos de la realidad”24. Se trataría de una atención que, sin esfuerzo (con una pasividad creativa, benéfica), construye bajo la mirada un objeto formado por una complejidad de diversos factores que se nos muestran simultáneamente y que de forma unitaria aparece como algo que nuestra mirada —de la que formamos parte— ve como necesario (en el sentido casi material y, sobre todo, en el de algo inevitable) como algo que debe ser así, como solución a un problema arquitectónico. Se trabaja pues con y sobre una imagen, una percepción que revela un orden nuevo, en las que se unen y se hacen casi indistinguibles las partes dentro del todo —un todo que es la imagen que formamos—, el objeto y el proceso, el autor y su expresión25.

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El autor encuentra la solución a un problema no por esfuerzo y como fruto de su voluntad, sino que la realidad —con sus diversos y complejos factores— “impone un orden, un tipo de necesidad, al sujeto, pero esta imposición (en contra de lo que pasa con la fuerza de las pasiones) no oprime o esclaviza, sino que contribuye a su expansión y creación”. Se trata de una pasividad creativa, frente a la pasividad baja que nos llevaba a dejarnos llevar por las pasiones. La pasividad creativa es como la pasividad del bailarín que sigue la música: se deja llevar por ella y así crea y se expresa, y en su danza se hace indistinguibles danza y danzante26. (Corbí, 2012: cap. 6) Este tipo especial de atención: la pasividad creativa, es una “actitud despierta” con que el autor construye una imagen unitaria y compleja; constituye un orden sobre el que trabaja llevado por la propia solución que va apareciendo. Liberado de la imposición que puede suponer lo establecido, la vanidad, el reconocimiento, la disciplina de la Arquitectura; se logra que en el discernimiento artístico se actúa llevado por el propio objeto artístico, y el orden que éste propone, de manera que no se trabaja ya sobre el problema sino sobre la solución, “no para conseguir un objeto predeterminado, sino por una necesidad. No se puede hacer otra cosa, no puede dejarse de hacer. Eso es también un criterio del bien y del mal”. (Weil, 1947: 98)

Bibliografía Ábalos, Iñaki. Llinàs, Josep. Puente, Moisés (2009). Alejandro de la Sota. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos. Ábalos, Iñaki (2001). La buena vida. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.

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Baldellou, Miguel Ángel (1975). Alejandro de la Sota. Artistas españoles contemporáneos. Madrid: Servicio de publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia. Baldellou, Miguel Ángel (2006). Alejandro de la Sota. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, Área de Gobierno de Urbanismo, Vivienda e Infraestructuras. Bayón, Mariano (1974). Conversación con Alejandro de la Sota desde su arresto domiciliario, Arquitecturas, 15. Corbí, Josep E. (2012). Morality, Self-Knowledge, and Human Suffering. An Essay on the Loss of Confidence in the World. New York: Routledge. — (2012). Simone Weil: Necessitat i atenció. Seminari: Deu filòsofes: les seves tesis i arguments. Barcelona : Grup de Filosofia Analítica. Societat Catalana de Filosofia. García-Carpintero, Manuel (2012). Iris Murdoch: Filosofía y Literatura. Seminari: Deu filòsofes: les seves tesis i arguments. Barcelona: Grup de Filosofia Analítica. Societat Catalana de Filosofia. Murdoch, Iris (1997). Existentialists and Mystics: Writings on Philosophy and Literature. London: Penguin Press. Sota, Alejandro de la (1989). Alejandro de la Sota. Arquitecto. Madrid: Pronaos. — (2002), Escritos, conversaciones, conferencias. Barcelona: Editorial Gustavo Gili. Weil, Simon (1947). La pesanteur et la grâce. Paris: Plon. Wittgenstein, Ludwig (2007). Aforismos cultura y valor. Madrid: Espasa Calpe, Madrid. Notas “El trabajo filosófico —como en muchos aspectos sucede en la arquitectura— consiste, fundamentalmente, en trabajar sobre uno mismo. En la propia comprensión. En la manera de ver las cosas. (Y en lo que uno exige de ellas).” (Wittgenstein, 2007: 1931 #84). 1

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Alejandro de la Sota Martínez (Pontevedra, 1913/ Madrid,1996) obtuvo el título de arquitecto en la Escuela TécnicaSuperior de Arquitectura de Madrid (1941) y el de doctor arquitecto en la misma escuela (1965). Fue arquitecto del Instituto Nacional de Colonización, la Dirección General de Correos y de las compañías aéreas Aviaco e Iberia. Entre los años 1956 y 1972 fue profesor de Elementos de Composición y Proyectos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Durante su extensa carrera dictó numerosas conferencias e impartió clases en diversas escuelas de arquitectura españolas y extranjeras, entre las que destacan la Architectural Association de Londres, las escuelas de arquitectura de Aquisgrán y Múnich, y la Harvard University, Cambridge (Mass.). Obtuvo numerosos premios en diversos concursos de arquitectura, y fue invitado a participar como jurado en muchos otros más. Su obra ha sido profusamente publicada y se le han dedicado numerosas exposiciones, entre las que destacan las de Harvard University (1987), Galerías de Nuevos Ministerios de Madrid (1988), la ETH de Zúrich (1990), la EPF de Lausana (1990), la Architectural Association de Londres (1997) y la Technischen Universität de Múnich (2005). Alejandro de la Sota fallece en Madrid en 1996 cuando había recibido el encargo de la ampliación del Gimnasio Maravillas, construido por él en 1962 y considerado una de sus obras más relevantes de la arquitectura española del siglo XX. Distinciones 1963 Premio Nacional de Arquitectura del Certamen de Artes Plásticas. 1973 Premio Nacional de Arquitectura de la Dirección General de Bellas Artes. 1974 Premio Nacional de Arquitectura por el edificio de aulas y seminarios de la Universidad de Sevilla.

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1975 Premio de arquitectura en los concursos nacionales de Bellas Artes por el edificio de aulas y seminarios de la Universidad de Sevilla. 1984 Medalla de Oro al Mérito en las Telecomunicaciones. 1985 Premio Ciudad de Pontevedra. 1986 Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. 1988 Medalla de Oro de Arquitectura del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España. 1988 Premio PINAT. 1993 Premio Camuñas de la Fundación Antonio Camuñas, Madrid. 1996 Medalla de Oro de Arquitectura (póstuma) del Colegio de Arquitectos de Cataluña. 1996 Medalla de Oro (póstuma) del Colegio Nuestra Señora de las Maravillas, Madrid. 3 “Tengo siempre delante de mi lugar de trabajo un proverbio hindú, auténtica oración: “Señor, dame valor para cambiar aquello que puede ser cambiado, serenidad para aceptar lo que no puede ser cambiado y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”. (Sota, 2002: 64). 4 “Podría hablarse, al hacerlo de las obras de Chillida, de su gran belleza estática o dinámica, de su euritmia, de calidades... Yo prefiero darle las gracias por su lección de cómo hay que entender hoy el mundo. Si en las demás artes, en los demás quehaceres de la vida, fuéramos capaces de imitar a Chillida en sus esculturas, habríamos hecho buen arte”. (Sota, 2002: 34). 5 “Tengo siempre delante de mi lugar de trabajo un proverbio hindú, auténtica oración: «Señor, dame valor para cambiar aquello que puede ser cambiado, serenidad para aceptar lo que no puede ser

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cambiado y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro»”. (Sota, 2002: 64). 6 “Baso todo cuanto con el arte se relaciona en la inspiración nacida, claro es, en el conocimiento de las cosas; creo, además, que en general, estas normas no necesitan sabelas todos, sino simplemente basta con conocer a quien las sabe, quién sabe de esto y de aquello y a él acudir. Que la gente se interese por las cosas es bueno sólo hasta cierto punto; aficiones de masas solamente el fútbol y los toros; las demás son siempre, o deben ser, de minorías, y éstas han de poner al servicio de los demás sus conocimientos”. (Sota, 2002: 27). 7 “Unos cuantos amamos y sentimos la arquitectura simple, sin ciencia aparente, a la que nos ha costado mucho llegar, porque se llega solamente con mucho sacrificio y disciplina, pruebas a las que no todos gustan someterse; nosotros creemos que mucho mal no hay en ello. Defendemos la pobreza en un mundo fatuo y engreído, y que conste que ésta no es una posición cómoda, ya se sabe, ni tampoco popular porque no halaga”. (Sota, 2002: 26). 8 “Nuestra lucha interna y verdadera se dirige hoy hacia querer ser uno más y nada más; que nuestro trabajo pueda ser de ayuda a otros. Tenemos que sacrificar aquello inútil que hoy nos sobra de una vieja anquilosis profesional; mucho nos ha de compensar. El trabajo en común nos modula”. (Sota, 2002: 98). 9 Murdoch, Iris, The Fire and the Sun, 1977. 10 “Voy a pasaros un recorrido de mi obra para que veáis quién he sido y cómo he empezado”. (Sota, 2002: 170). 11 Los primeros años tras titularse en la universidad —sus estudios se interrumpieron por la Guerra Civil— tras un periodo de cinco años, inicia en 1945 una etapa en la que “creía mucho en la estética” (Sota, 2002: 181) que puede enmarcarse en una tímida renovación de lo aprendido en la Escuela de Arquitectura, entre lo

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popular y aproximaciones a lo moderno. En 1955 en el inicio de una carrera profesional prometedora con encargos de prestigio, Alejandro de la Sota deja de trabajar voluntariamente para repensar lo aprendido en la Escuela de Madrid: “creía en el color, en la forma, en unos órdenes (que entonces le) llevaron al apartamiento total de la actuación”. (Puente, 2009: 100) Esto marca una primera crisis. “Esto es motivo serio de crisis, pero de crisis privada, de crisis íntima, no de crisis compartida que creo que puede producir grandes males. Entonces lo mejor es retirarse, retirarse a un conventillo y esperar la buena nueva”. (Sota, 2002: 171) En 1970 podría fecharse una segunda crisis en el recorrido profesional de Alejandro de la Sota. Tras quince años como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en este año pierde el concurso a la Cátedra de Elementos de Composición de la Escuela de Madrid, esto coincide con la pérdida de un importante concurso de arquitectura (la sede de Bankunión, 1970). Esto supone dos reveses importantes que le llevan a desvincularse de la docencia, de la prensa especializada y se recluye a su despacho de arquitecto funcionario de Correos, interrumpiendo durante varios años el ejercicio profesional en su despacho personal, en lo que se ha denominado su “arresto domiciliario”. (Bayón, 1974) “Un buen día dejé de trabajar y procuré pensar libremente en lo que hacía y se hacía”. (Sota, 2002: 74). 12 (Murdoch, 1970). 13 “La arquitectura es que uno esté bien en el ambiente que el arquitecto ha hecho. (...) lo que hay que pensar es voy a hacer esto

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porque simplemente por hacerlo van a vivir mejor: es nuestra obligación”. (Sota, 2002: 197). 14 “Vemos la arquitectura anquilosada, varada, anclada a un pasado, a una cultura, sin proyección a ningún futuro”. (Sota, 2002: 55). 15 “He ligado, no he podido hacerlo nunca de otra manera, la arquitectura a una necesidad material por satisfacer. Es curioso ver cómo estas otras necesidades artísticas añadidas van tomando presencia e incluso se alejan del mismo fin del que partieron”. (Sota, 2002: 166). 16 “Nacieron Mies van der Rohe, Walter Gropius, Marcel Breuer y en lugar de celebrar estos acontecimientos queremos celebrar siempre el nuestro: el haber nacido «yo»”. (Sota, 2002: 46). 17 “Pesa como una losa la cultura arquitectónica. Recordamos (…) viviendo, y no solamente en arquitectura, con estos pesados pasados, no existe “libertad de expresión”; no existe arquitecto que se precie que no renuncie previamente a esta posibilidad de ser libre profesionalmente. En esta renuncia se encuentran hermanados el más culto y el más lerdo en una conjunción explicable solamente por pereza, pues se sabe que aprender para usar es cómodo, altamente rutinario y productivo”. (Sota, 2002: 67). 18 “La arquitectura, el cobijo, como el comer, es necesidad biológica, y puede resolverse tan sencillamente como el alimentarse; bastaba matar un animal para tener alimento, encontrar una cueva resolvía el cobijo. Más tarde todo se complicó bastante, sobre todo añadiendo la cultura a acciones tan elementales. Cuando dominó la cultura durante la historia de la arquitectura, la arquitectura se encontró a sí misma y se satisfizo ampliamente. Narcisismo puro”. (Sota, 2002: 67). 19 “Nuestra lucha interna y verdadera se dirige hoy hacia querer ser uno más y nada más; que nuestro trabajo pueda ser de ayuda a otros. Tenemos que sacrificar aquello inútil que hoy nos sobra de

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una vieja anquilosis profesional; mucho nos ha de compensar. El trabajo en común nos modula”. (Sota, 2002: 70). “En tanto no recojas sino lo que tú mismo arrojaste, todo será no más que destreza y botín sin importancia; sólo cuando de pronto te vuelvas cazador del balón que te lanzó una compañera eterna, a tu mitad, en impulso exactamente conocido, en uno de esos arcos de la gran arquitectura del puente de Dios: sólo entonces será el saber-coger un poder;no tuyo, de un mundo”. R. M. Rilke 21 “Existen hoy arquitectos, y no en el sentido en el que siempre lo hemos conocido, que hacen una arquitectura libre, libre de prejuicios y cultura; han perdido la memoria colectiva por su asombrosa inteligencia, por ser hijos predilectos del tiempo en que nacieron, por su auténtica libertad. Existen y deben ser conocidos como arquitectos; lo son. Pienso en lo lejos que debería estar la enseñanza de la arquitectura de su enseñanza. El hecho tan pasado de moda de “partir de cero”, creo que, siendo claro, lo deberíamos llevar dentro de nosotros. Hemos hecho hincapié cantidad de veces sobre la necesidad absoluta de anular la arquitectura para realmente hacerla, tanto que si hoy no lo es, ¿valdría inventar otro nombre?”. (Sota, 2002: 67). 22 “Creo que el no hacer arquitectura es un camino para hacerla y todos cuantos no la hagamos, habremos hecho más por ella que los que, aprendida, la siguen haciendo. Entonces, se resolvió un problema y sigue funcionando y me parece que nadie echa en falta la arquitectura que no tiene”. (Sota, 2002: 73). 20

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“La arquitectura es una búsqueda constante. Uno tiene en el subconsciente referencias íntimas, recuerdos, sensaciones inseparables del pensamiento cuando aborda la idea del proyecto. La inspiración está en todo, en la vida, en la poesía, en las espigas del campo, en la forma en que se mueven las olas... Es importante mantener una actitud despierta, sensible, para poder descubrirlas. El planeamiento de un tema arquitectónico sobrepasa a la propia arquitectura. No se puede resolver sólo con arquitectura el problema. Es tan sólo un dato más de todos los que maneja”. (Sota, 2002: 117). 24 “No existe contradicción entre preocupación técnica y pervivencia de sensaciones o sentimientos. Todo está en nuestro interior y en él debe permanecer, hasta sentir en la cabeza y el corazón el problema resuelto.(...) ¡Cuánto de uno mismo, de tu mundo interior, hay en cada obra terminada! Es necesario hacerse paso a paso para lograr la naturalidad necesaria.”(Sota, 2002: 120). 23

“La idea, el sentimiento, es algo muy fuerte que dirige y condiciona nuestro pensamiento y da sentido a todo, pero la emoción no aparece al perseguirla, sino inesperadamente”. (Sota, 2002: 117). 25

“Labour is blossoming or dancing wherer The body is not bruised to pleasure soul. Nor beauty born out of its own despair, Nor blear-eyed wisdom out of midnight oil. O chestnut-tree, great-rooted blossomer, Are you the leaf, the blossom or the bole? O body swayed to music, O brightening glance, How can we know the dancer from the dance?”

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W.B. Yeats, Among School Children (1926) “La arquitectura no nos exige recurrir a ella; aparecerá ella sola.” (Sota, 2002: 77). 26

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