Alciato, dux et praeses del género emblemático.pdf

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Descripción

MBLEMÁTICA

B E AT R I Z A N T Ó N / A N D R E A A L C I ATO ,

DUX ET

PRAESES DEL GÉNERO EMBLEMÁTICO

Andrea Alciato. Bibliotheca Chalcographica di JeanJacques Boissard.

Desde que el impresor alemán H. Steyner publicó en Augsburgo el Emblematum Liber el 28 de febrero de 1531 (según el colofón del libro), bajo la autoría del jurisconsulto milanés Andrea Alciato (14921550) (Rolet-Rolet, 2013), han visto la luz hasta el día de hoy más de 6500 libros de emblemas que han generado una ingente bibliografía, sobre todo en las útimas décadas. Alciato, a pesar de que parte de su poliédrica obra permanece todavía inédita, ha pasado a la posteridad no solo como conspicuo cultivador de las humaniores litterae, avezado profesor de jurisprudencia (en Avignon, Milán, Bourges, Pavía y Ferrara), promotor del método francés de la enseñanza del Derecho y fundador de la epigrafía moderna (sic T. Mommsen, C.I.L. V, 2, p. 624), sino también como indiscutible dux et praeses del género emblemático, porque, desde la edición de 1531, su nombre abandera y preside el emblema literario, definido como la combinación de una imagen simbólica con uno o varios textos, en verso o en prosa, que expresan un concepto. Los Emblemata: de la editio princeps (1531) a la editio optima (1621) La extraordinaria resonancia de los Emblemata queda demostrada por las numerosas ediciones, reimpresiones y traducciones que tuvieron (Green, 1872; Vuilleumier, 2000; Bregman, 2007). La etapa más fecunda, de 1531 a 1621, coincide en gran medida con la aetas aurea del género emblemático. La muerte de Alciato (1550) divide esos noventa años de incansable actividad editorial en dos periodos claramente definidos. Ediciones de los Emblemata publicadas en vida de Alciato La fuente manantial (editio princeps) del caudaloso torrente de las ediciones de los emblemas alciáteos es el Emblematum Liber de 1531 (por primera vez la palabra «emblema» aparece en el título de una obra), que reúne 104 epigramas/emblemas sin numerar, precedidos cada uno de una inscriptio e ilustrados 98 de ellos con xilografías. El libro, pues así se le pudo llamar merced a sus 44 hojas (5 pliegos y medio), presenta numerosas irregularidades de impresión, incluida la mise en page. No obstante todos sus defectos, el Liber alcanzó un éxito inesperado e inmediato. Continúa siendo una incógnita cómo se hizo Steyner con el manuscrito de los Emblemata y si lo dio a la

estampa sin conocimiento del autor. Se ha sugerido que C. Peutinger, el jurista amante de las antigüedades a quien Alciato dedicó el Liber, quizá acordó su publicación con S. Grimm, impresor y librero de Augsburgo; y que, tras la bancarrota de este en 1527, Steyner recibió, entre otros materiales de Grimm, los Emblemata, sin que se sepa de quién fue la idea de insertar una pictura entre la inscriptio y la subscriptio (epigrama), estableciendo las tres partes del emblema canónico o emblema triplex. Alciato, temeroso de las críticas que esta edición pudiera acarrearle, en una carta al humanista E. Ferretti (24 de marzo de 1532), alega que se publicó sin su conocimiento, desaprueba los disparates de las pinturas y los textos corruptos de los epigramas. Mirando por su reputación, se ve en la necesidad de intervenir y de reconocer la paternidad del libro que había repudiado y abandonado, y expresa su deseo de sacarlo de nuevo a la luz ampliado y mejorado. Meses después, en una carta a V. Van Zwichem (3 de octubre de 1532), a propósito del envío de una lista de erratas para Steyner, Alciato no menciona el hecho de que dicha edición saliera sin su permiso y lamenta únicamente los desmanes que, con gran deshonor para él, había cometido ese impresor. La nueva edición la llevará acabo C. Wechel, a quien Alciato conocía desde hacía tiempo. El Emblematum Libellus (París, 1534) consta de 113 emblemas con grabados. El prefacio ayuda a dilucidar algunas cuestiones suscitadas por la edición de Steyner y a confirmar las declaraciones de Alciato arriba recogidas. Wechel sostiene que la obra salió sin consentimiento del autor y de forma tan descuidada, que parecía destinada a menoscabar la estima de este. Insiste en que los emblemas de Alciato, que define como «pasatiempos» (tyrocinia) de sus estudios, vieron la luz en contra de su voluntad. Esta nueva edición —puntualiza— ha sido supervisada por Alciato, quien suprimió las erratas y corrigió no pocas cosas, de manera que es como si ahora el libro apareciera por primera vez, de ahí que para algunos estudiosos la edición de 1534 debería ser la auténtica editio princeps. Y aunque Wechel no subsanó todos los errores de las neglectae ediciones de Steyner, su experiencia editorial transformó ad meliorem fortunam el Liber de 1531. El mayor acierto tipográfico consistió en reunir las tres partes del emblema en una plana (cada emblema empezaba en una página distinta), lo que convirtió su Libellus en prototipo para otros libros de emblemas. De las prensas de Wechel salieron varias ediciones más hasta 1544, entre ellas la versión francesa de J. Lefèvre (1536; 1542) y la alemana de W. Hunger (1542).

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MBLEMÁTICA El siguiente miliario es el Emblematum Libellus publicado en Venecia, en 1546, por los hijos de Aldo. Esta edición, la primera de los Emblemata que se publica en Italia, contiene la segunda tanda de emblemas de Alciato: 86 nuevos epigramas, entre ellos el escatológico Adversus naturam peccantes; todos con grabados, salvo Maledicentia y Contra (luego titulado Principis clementia). Tras este Libellus no se editará ningún libro de emblemas en Italia hasta las Symbolicae Quaestiones de A. Bocchi (Bolonia, 1555), al trasladarse el centro de publicación de los Emblemata a Francia, pero no a París, como antes, sino a Lyon. Allí, J. de Tournes y G. Gazeau publican en 1547 los Emblematum libri II, englobando en un volumen los 113 emblemas de Wechel (Lib. I) y los 85 emblemas (falta el «obsceno») de la aldina (Lib. II) sin picturae. Allí, en 1548, el impresor M. Bonhomme y el librero G. Rouille, tándem crucial en la fortuna de los emblemas alciáteos, publican una nueva edición de los Emblemata que exhibe 201 emblemas (125 llevan xilografías). Decisiva fue la idea de organizarlos en loci communes bajo la responsabilidad de B. Aneau o de G. Rouille, y con la anuencia de Alciato. Esa digestio se impondrá en las ediciones sucesivas en vez de la docta variatio original. Asimismo, publicaron en 1549 la primera versión española de los emblemas (B. Daza); la primera italiana (G. Marquale), y la segunda francesa (B. Aneau), sin texto latino, distribuida por temas y con breves notas aclaratorias. En 1550, alumbraron una soberbia edición, la más popular de los emblemas alciáteos, con 211 emblemas (sin el «obsceno»), todos con picturae. Sin embargo, Alciato murió en enero de 1550 sin llegar a ver una edición completa de sus emblemas. Ediciones de los Emblemata después de la muerte de Alciato Los Emblemata, un lustro después de desaparecer su autor, pasaron a ser objeto de estudio y de análisis exegético al estilo de las obras clásicas. El primer comentario, firmado por S. Stockhamer, acompañó la nueva edición de los Emblematum Libri II de J. de Tournes y G. Gazeau (Lyon, 1556), pero circunscrito solo al libro I, que seguía el Libellus de Wechel. A las ediciones aparecidas en Alemania, Italia y Francia se sumaron las de Amberes preparadas por C. Plantino: en 1565 publica los Emblematum libri II, que reúnen los 113 emblemas de Wechel (con grabados y con los succincta commentariola de Stockhamer) y los 85 emblemas de la aldina. Es improbable que sea una edición pirata, pues Plantino había encargado nuevas xilografías. En la edición de 1566 añadió estampas a 24 de los 85 emblemas de la aldina. El jurista C. Mignault publicó su primera edición de los Emblemata en 1571 (París, Denys du Pré), distribuidos per locos communes e ilustrados con un comentario muy escueto, de tono más moralizador que filológico, que fue ampliando en posteriores ediciones (Amberes, 1577; París, 1618). El sucinto ensayo Quid emblema sit & quae eius ratio, recogido al principio, constituye el germen de su famoso tratado Syntagma de symbolis... Deque emblematis, donde presenta los emblemas como una categoría dentro del amplio conjunto de símbolos y coliga, por primera vez, el emblema con otras formas simbólicas. Mignault, que había empezado a colaborar con Plantino en 1573, para la edición de 1577 le envió la conferencia sobre los emblemas de Alciato (Alciati oratio, vice praefationis ad Emblematum explanationem) que había dictado en La

Sorbona, el 23 de abril de 1576, con la que logró gran notoriedad y despertó enorme expectación ante la nueva edición plantiniana. El Syntagma de symbolis se reproduce al inicio; el emblema escatológico, sin pictura y con una admonitio, se inserta después de la colección, y la Oratio se reserva para el final (Vuilleumier, 2000: 145-171). Ahora bien, la introducción de la emblemática en las aulas universitarias no fue exclusiva de Mignault. La puso también en práctica en las aulas salmantinas el extremeño F. Sánchez de las Brozas (el Brocense) para aprovechar y, de paso, rentabilizar su Commentarius a los emblemas de Alciato (Lyon, 1573; redactado veinte años atrás). Conforme a su aspiración científica, no didáctica ni moral, el Brocense desvela la fons literaria principal de cada emblema (incluido el «obsceno», sin grabado) y ofrece la información necesaria para su comprensión. Pese a sus muchos méritos, su comentario solo fue reeditado en la edición de P. P. Tozzi (1621) y en los Opera omnia de El Brocense de G. Mayans (Ginebra, 1766; sin grabados), amén de utilizarlo per silentium Mignault en sus comentarios de la edición de 1577 y siguientes. En el siglo XVII sale por primera vez de los tórculos hispanos una edición de los Emblemata: la Declaración magistral sobre los Emblemas de Andrés Alciato (Nájera, 1615) del extremeño Diego López. El libro contiene 210 emblemas con picturae muy toscas (falta el emblema Desidia y la pictura del «obsceno»). En la carta al lector, López, que se queja del elevado coste de la edición a causa de las estampas, subraya el valor enciclopédico de su obra: por mor de la variedad pictórica y temática de los emblemas, «lo que está derramado en muchos libros se halla en este recogido». El comentario, prolijo, erudito y poco personal, se nutre en particular de los escolios de El Brocense y de Mignault. La Declaración es manifiestamente didáctica y vulgarizadora, rasgos característicos, junto al uso del romance, de la emblemática española. De regreso a Italia, país que había quedado fuera del circuito tras la edición aldina, P. P. Tozzi publica los Emblemata cum commentariis amplissimis (1621, Padua), exhibiendo por primera vez la colección completa de 212 emblemas ilustrados (también el «obsceno»). Se concede la primacía al comentario sobre el emblema, pues J. Thuilius amalgamó en un solo comentario los escolios de Mignault, de El Brocense y las notae de L. Pignorius; al final, se incluyen los corollaria et monita ad eadem Emblemata que F. Morellius realizó para la edición de J. Richer (París, 1618). Esta monstruosa edición, de casi mil cien páginas (en las secciones preliminares está el Syntagma de symbolis de Mignault), calificada de editio optima y definitiva, vuelve a presentar la disposición de la página de la editio de 1531: los emblemas (cada uno con su comentario) se suceden sin reparar en el comienzo de página, de modo que los tres elementos del emblema canónico no siempre se dan juntos en la misma plana, quebrándose la conexión entre res picta y res significans.

B. ANTÓN / ANDREA ALCIATO, DUX ET PRAESES...

La génesis del Emblematum Liber (1531) La génesis del Emblematum Liber es una vexatissima quaestio que exige examinar un entresijo de noticias destinadas a averiguar lo que entendía Alciato por «emblema» y su postura ante las picturae de esa edición (Klecker, 2007; Laurens, 2005; Bregman, 2007; Drysdall, 2008), y que, para desaliento del investigador, a menudo impiden salir del campo de la mera conjetura.

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MBLEMÁTICA Los Emblemata: poemas, epigramas, jeroglíficos, divisas B. ANTÓN / ANDREA ALCIATO, DUX ET PRAESES...

El análisis de los pasajes (loci) alciáteos en que aparece la palabra «emblema» conduce, en primer lugar, al De verborum significatione (Lyon, 1530; concluido en 1521), donde Alciato asegura haber compuesto un libro de poemas (carmine libellum) al que puso el título de Emblemata; y compara sus emblemas con los hieroglyphica de Horapolo y los del sacerdote egipcio y filósofo estoico Queremon, hoy perdidos. Un testimonio más explícito, considerado el acta de nacimiento del género, se localiza en una carta de Alciato al impresor F. Calvo (Milán, 9 de enero de 1523). India que, para complacer a A. Visconti, compuso durante las fiestas de Año Nuevo (Saturnales) un libro de epigramas (libellum... epigrammaton) al que tituló Emblemata. Frente al génerico «poemas» anterior ahora precisa que se trata de «epigramas», ya que su principal fuente de inspiración eran los epigramas de la Anthologia Planudea, que conocía muy bien porque había contribuido con 154 versiones a los Selecta epigrammata publicados por J. Cornarius (Basilea, 1529). Alciato, a lo largo de las varias ediciones de los Emblemata, trasladó 64 epigramas para 53 emblemas (Tung, 2004). Esos epigramas son una selección de tres categorías bien definidas: écfrasis de obras de arte, epigramas funerarios (epitafios) y epigramas epidícticos. En las dos primeras categorías se observa el nexo original del epigrama griego con las inscriptiones y, por ende, con las descripctiones de obras de arte transmitidas por los clásicos (Pausanias, Filóstrato, Artemidoro). Todo indica que Alciato concibió los emblemas como epigramas ecfrásticos —el epigrama griego es un emblema avant la lettre— con indudables implicaciones pictóricas ya constatables en el pensamiento alegórico de la Antigüedad (v. gr. la fábula esópica, los bestiarios, los adagios, los dicta pitagóricos). En esta misma carta, Alciato informa a Calvo de que en cada epigrama describe algo, tomado de la historia o de la naturaleza, que signifique algo refinado, de donde pintores, orfebres y fundidores puedan extraer ideas para realizar esos objetos de adorno que llamamos escudos y colocamos en los sombreros o portamos a manera de «divisas» (pro insignibus), como el ancla de Aldo, la paloma de Froben y —añade en tono jocoso— el elefante de Calvo. De esta forma, asigna a sus emblemas la misma función que F. Fasanini atribuía a los jeroglíficos en la versión latina que hizo de los Hieroglyphica de Horapolo (Bolonia, 1517). Esta obra y los crípticos jeroglíficos de la Hypnerotomachia (Venecia, 1499; escrita ca. 1467) de F. Colonna fueron los dos grandes modelos «jeroglíficos» que tuvo Alciato cuando escribió sus primeros emblemas. Tampoco es descartable que conociera la versión latina que B. Trebacio hizo de Horapolo (Augsburgo, 1515) o alguna sección de los Hieroglyphica (Basilea, 1556) de P. Valeriano, quien trabajaba en la obra ca. 15051506 y solía distribuir los libros entre sus amigos a medida que los redactaba. La fórmula que Alciato introdujo era la que Fasanini proponía para su versión de Horapolo: presentar una ilustración para cada capítulo y cada símbolo (figuras notasque... unicuique capiti et symbolo). En suma, Alciato, aunando el interés por los jeroglíficos que se daba en el Renacimiento con las alegorías de la cultura greco-latina, pudo componer sus emblemas para ser empleados en incontables piezas decorativas (v. gr. taraceas, cofres, etc.) y en la elaboración de divisas personales que realzaban los atuendos de los cortesanos y los trajes de las damas. No en vano, en el spectrum entre jeroglíficos y

emblemas están las «divisas» (insignia), que conjugan pictura y de lema. Por otra carta dirigida a su amigo B. Amerbach (Milán, 10 de mayo de 1523) sabemos que en el círculo de amigos de Alciato se publicaban emblemas (Emblemata), de los que le envía dos folios como espécimen. Agrega que la idea de los emblemas partió de A. Visconti y que a esta novedad literaria le había dado forma poética A. Albucio, un poeta y jurista milanés alumno y amigo de Alciato. También él —confiesa Alciato— ha ensayado esa forma poética y quiere divulgar las composiciones resultantes no mezcladas con las ajenas, sino reunidas con sus otros epigramas. Por la respuesta de Amerbach se columbra que los emblemas eran versos (carmina) y no comportaban picturae. En De singulari certamine liber o Monomachia (París, 1541) sobre el arte del duelo, que Alciato dedicó en 1529 al rey francés Francisco I, los términos emblema / emblemata están más próximos al italiano impresa o al francés devise que al emblema literario, ya que se refieren invariablemente a insignias militares y a ornamentos heráldicos colocados en objetos (yelmos, escudos y mantillones para monturas) que servían para identificar a los combatientes. Por último, en los dísticos de la dedicatoria del Emblematum Liber (1531) a Peutinger, antes citada, Alciato revela que en sus ratos de ocio (festivis horis) compuso estos emblemas (emblemata), cuya definición nos facilita el mismo autor en el verso siguiente, si a la conjunción enclítica -que (en signaque) se le da un valor explicativo en vez de aditivo, importante matiz hasta ahora nunca señalado. Así, aclara que los emblemas son figuras (signaque) realizadas por manos de ilustres artistas (artificum illustri... manu), para que cualquiera pueda prenderlos como guarniciones (torulos) en los vestidos y como escudos (parmas) en los sombreros, y así escribir con «signos mudos» (tacitis notis). Conviene advertir que por «artistas» (artifices) debe entenderse no los grabadores de sus emblemas, sino los inmortales artistas de la Antigüedad, autores de figuras alegóricas pintadas o cinceladas; y por «signos mudos» (tacitae notae), los signos jeroglíficos percibidos como ideogramas. Los testimonios aducidos, en los que se hace patente la relación entre emblemas, jeroglíficos y divisas, remiten a un impreciso periodo anterior a 1531 en que la palabra emblema significaba una divisa personal u ocasional. Por lo tanto, la génesis del Emblematum Liber debería retrotraerse no solo a la década de 1520, sino más atrás a juzgar por datos cronológicos como estos: el título de «emperador» (supremus Caesar), que se lee en la dedicatoria a Peutinger, no parece aludir a Carlos V, sino a su abuelo Maximiliano I, que muere en 1519; ese año, en el que presumiblemente Alciato acabó el libro, sería el terminus ante quem compuso el epigrama-dedicatoria. Otra referencia es la dedicatoria del emblema I Ad illustrissimum Massimilianum ducem Mediolanensem (en la edición de Wechel de 1534; en la de Styener va sin dedicatario). Se ignora por qué razón Alciato mantuvo en 1534 esa dedicatoria a Massimiliano Sforza (1493-1530), cuatro años después de que este muriera. Es factible que compusiera el carmen cuando Massimiliano era duque de Milán, entre 1512 y 1515, y lo conservara para rendir homenaje al abolengo de tal personaje y al ducado de Milán (la pictura muestra su escudo). Otro dato, más esclarecedor, lo aporta Alciato en una carta a P. Bembo (Padua, 25 de febrero de 1535) con la que acompaña el envío de un ejemplar de la edición de Wechel de 1534. La ocasión le permite repudiar una vez más la «bastarda» edición de Steyner: este tipógrafo —afirma— había sacado a

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MBLEMÁTICA la luz en Augsburgo un libro suyo escrito en la adolescencia (praetextatus), que por azar se perdió y acabó publicado lleno de erratas, por lo que se niega a reconocer como propio aquel engendro (foetum illum). De ser cierto esto, y no un mero intento de justificar los fallos de aquella editio princeps, el Emblematum Liber era una obra juvenil, con la que Alciato «entretenía» sus ratos de ocio ca. 1508, pues entonces contaba 16 años, lo que casa perfectamenre con praetextatus; la extravió en fecha incierta y, varios lustros después, la encontró ya publicada. Postura de Alciato ante las estampas del Emblematum Liber Adviértase que Alciato no se muestra sorprendido por la inclusión de estampas de la edición de 1531 ni expresa su determinación de eliminarlas; solo rechaza su mala calidad, algo de lo que era consciente el propio Steyner. En la carta al lector, este impresor admite que las picturae no son tan elegantes como merecían la autoridad de tan importante autor y la dignidad del libro. Esta postura de Alciato en absoluto hostil a las picturae debe conectarse con su inclinación a ilustrar textos en su colección de inscripciones romanas de Milán y su entorno: Monumentorum veterumque, inscriptionum, quae cum Mediolani tum in eius agro adhuc extant, Collectanea, libri duo. El manuscrito mejor conservado de esta sylloge, aún inédita, es el Dresdensis de la Sächsische Landesbibliothek F 82 b. En la primera página está escrito, de mano de Alciato, anno salutis 1508 (el autor era ese año aún praetextatus), pero la redacción definitiva alcanzó los años 1518-1519. La dispositio de la materia evoca la del Emblematum

Liber, que Alciato debía de estar componiendo también por entonces (ambas obras progresarían, pues, a la par). La página recta está ocupada por el dibujo de un monumento y, debajo, por su correspondiente inscripción; en la otra página hay un comentario que, por un lado, incluye notas epigráficas y, por otro, descifra los símbolos funerarios latinos; además, varios monumentos hallan su réplica en varios emblemas de las dos primeras ediciones (1531 y 1534) [figs. 1-2] y de ediciones sucesivas, dado que Alciato hasta el final de su vida no dejó de enriquecer filológica e iconográficamente sus Emblemata (Laurens, 2005). La idea de una edición ilustrada de los Collectanea seguía preocupando a Alciato una década después. Cuando ya era un renombrado jurista y profesor en Avignon, adonde se había llevado esa obra, escribe a F. Calvo (19 de diciembre de 1520) lamentándose del elevado coste de una edición con grabados que reproduzcan fielmente las inscriptiones. Es evidente que el Emblematum Liber se encuadra en un contexto cultural donde existía un gran interés por la epigrafía y la simbología cifrada. Parece plausible que Alciato, seducido por la moda de la época de componer versos para diferentes objetos ornamentales, tuviese en mente ese destino para sus emblemas antes de que, con o sin su beneplácito, Steyner lo publicara ilustrándolo con estampas, que no agradaron al autor o no llegaron a cumplir sus expectativas.

Para los sucesores de Alciato el emblema llegó a ser principalmente la estampa, debido al significado de ese vocablo en las lenguas clásicas, que los humanistas conocían bien en su doble acepción, literal (téseras que se insertan con arte en un pavimento mosaístico) y figurada (conjunto de palabras que, al igual que las téseras incrustadas en un mosaico, conforman bellas imágenes). En las ediciones de los Emblemata, las picturae, acomodadas a las inscriptiones y a las subscriptiones, proceden de la epigrafía, la numismática, la mitología, la historia, la leyenda, la literatura clásica, la zoología, la botánica y la heráldica. Con todo, no se puede obviar que en cualquier edición de los Emblemata alciáteos el elemento principal, e invariable, era la res significans (inscriptio y subscriptio), no la pictura; tampoco eran elementos inalterables la distribución de la página, la selección y el orden de los emblemas; ni el tamaño del libro, que podía ir desde el más pequeño y moA. Alciato, Monumentorum Inscriptionum… Collectanea. Ms. Dresdensis, Desden, Sächsische Landesbibliotek F82b, fol. 51r.

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Monumento de la familia Campilia. Cabeza de Medusa y delfines inversi, símbolo de muerte prematura (mors praepropera).

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A. Alciato, Emblematum Libellus, París, C. Wechel, 1534, p. 113. Emblema: In mortem praepoperam. Gallica. Bibliothèque Nationalle de France.

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desto hasta el más amplio y suntuoso. Es más, desde Alciato, el auctor de un libro de emblemas es el autor de la res significans y, salvo excepciones (v. gr. B. Arias, J. J. Boissardus, O. Vaenius), no diseñaba los dibujos ni se preocupaba, como hizo H. Junius (Amberes, 1565), de anexionar indicaciones sobre la confección de las picturae. En consecuencia, la imagen pictórica, que hoy parece esencial, pues abraza el significado del emblema y ayuda a fijarlo en la memoria, no debió de ser tan imprescindible para Alciato desde el momento en que hubo ediciones de los Emblemata desprovistas de grabados (emblemata nuda), como aquellas, revisadas y enriquecidas por el propio autor, que engrosaban sus Opera Omnia (Lyon, S. Gryphe, 1548; Basilea, M. Isingrin, 1549). Ese formato fue imitado por otros autores, bien en libros completos de emblemata nuda (v .gr. D. Lebey, Heidelberg, 1600), bien ampliando un libro de emblemas ilustrados con un addendum de emblemata nuda (v. gr. J. Sambucus, P. Coustau). Al margen de todas las elucubraciones, aquí someramente expuestas, que han suscitado los «epigramas jeroglíficos» (Laurens, 2005: 886) de Alciato, es incuestionable que esas composiciones tripartitas (emblema triplex), vinculadas a su nombre desde 1531, ya contenían in nuce casi todas las categorías que pervivirán en el cúmulo de obras que, en el espacio de cinco siglos, han fundamentado el multidisciplinar genus emblematicum. B. A.—UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

FERMÍN

Bibliografía citada ALCIATO AT GLASGOW: BREGMAN, A. (2007): Emblemata. The Emblem books of Andrea Alciato, Newtown, Bird & Bull Press. DRYSDALL, D. L. (2008): «Andrea Alciato, Pater et Princeps», en Companion to Emblem Studies, ed. Peter M. Daly, New York, AMS, pp. 79-97. GREEN, H. (1872): Andrea Alciato and his Books of Emblems: A Biographical and Bibliographical Study, London, Truebner (reimpr. London, Kessinger, 2009). KLECKER, E. (2007): «Des signes muets aux Emblémes chanteurs: les Emblemata d’Alciat et l’emblématique», Littérature, 145, pp. 2352. LAURENS, P. (2005): «L’invention de l’emblème par André Alciat et le modèle épigraphique: le point sur une recherche», Comptes rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 149, 2, pp. 883-910. ROLET, A. y ROLET, S. (ed. & comp.) (2013): André Alciat (14921550), un humaniste européen au confluent des savoirs dans l’Europe de la Renaissance, Turnhout, Brépols. TUNG, M. (2004): «Revisiting Alciato and the Greek Anthology: A Documentary Note», Emblematica. An Interdisciplinary Journal for Emblem Studies, 14, pp. 327-348. VUILLEUMIER LAURENS, F. (2000): La raison des figures symboliques à la Renaissance et a l’Âge Classique, Genève, Droz.

REYES GÓMEZ / LAS PRIMERAS LOS EMBLEMAS MORALES: JUAN DE

DE LOS

EDICIONES DE

HOROZCO

Y S U I M P R E N TA

Son de sobra conocidas las ediciones segovianas de los Emblemas morales, de Juan de Horozco, tanto por su contenido como por la gran cantidad de ejemplares que de ella se han conservado por todo el mundo. También se ha escrito sobre la relación de los emblemas y la imprenta, que puede verse resumida en un trabajo de Sagrario López Poza (2006). De Horozco se tienen numerosas noticias, pero menos de su faceta como editor de sus propias obras. A continuación se darán algunas recientes averiguadas en compañía de Susana Vilches (Reyes-Vilches, 2015), y que darán algo más de luz a la edición de tan importante texto de emblemas. Juan de Horozco, sus obras y su plan editorial Juan de Horozco y Covarrubias (c. 1545-1610) fue hijo del toledano Sebastián de Horozco y de Catalina de Covarrubias y Leyva, y hermano de Sebastián de Covarrubias y Horozco. Se licenció en cánones en Sigüenza y por medio de su tío Diego, obispo de Segovia, accedió a una canonjía de la catedral de dicha diócesis (Weiner, 1990). En la ciudad castellana tuvo gran relación con San Juan de la Cruz y colaboró en la fundación del convento de los Descalzos

de Segovia. Tras denegársele la condición de familiar del Santo Oficio por su origen converso, en 1580 se le nombra arcediano de Cuéllar, en esta ocasión por cesión de su hermano de la plaza de su tío Diego. En 1594, Horozco es promovido al obispado italiano de Agrigento (Sicilia), diócesis que dejó en 1603 para trasladarse a Roma, si bien en 1604 se instala en Valladolid. En 1606 fue nombrado obispo de Guadix y Baza, falleciendo con dicho cargo en 1610. Por lo que respecta a sus obras, bastantes de ellas debía de tenerlas elaboradas a finales de los años ochenta. Así se desprende del texto que Fr. Juan de Colmenares le dedica en el Tratado de la verdadera y falsa profecía, en que anima a Horozco a publicar las obras que le ha dejado para leer, y que son los Emblemas morales, el Origen y arte de las letras, con el arte de la memoria, «y otras cosas de devoción», además del Tratado. El religioso, que afirma que ha visto al autor «dudoso en publicar por ahora estas obras pretendiendo acabar primero, y poner en orden las que tiene de su facultad», insta a Horozco a publicar en primer lugar el Tratado «por ser el desengaño de las invenciones y enredos del demonio en las falsas revelaciones que en diversas partes ha sembrado el demonio», además de elogiar que haya escrito las diversas obras en castellano. Así pues, los Emblemas pudieron haber sido

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