Alcalde del Rio y la lectura de la imagen paleolitica.

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Descripción

Título: Hermilio Alcalde del Río. (1866-1947). En el 150 aniversario de su nacimiento. Coordinador: Marino Pérez Avellaneda © De la edición: Ediciones de Librería Estvdio © De los textos: Los autores Portada: Altorrelieve de Alcalde del Río, cortesía de S. Arias. Foto Marino Pérez Avellaneda. Contraportada: (De arriba abajo y de izquierda a derecha): 1. Autorretrato de Alcalde del Río, c1900, cortesía Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. 2. Óleo de Joaquín Bárbara Balza, c1905, cortesía S. Ripoll. 3. Foto Cullía, 1920, cortesía Vega Hormaechea. 4. Óleo de Ciriaco Párraga, 1945, cortesía Ayuntamiento de Torrelavega. Edita: Ediciones de Librería Estvdio Diseño y maquetación: Ediciones de Librería Estvdio 1ª Edición: Enero de 2017 Impreso en España ISBN: 978-84-16455-06-5 D.L.: SA–31–2017 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

HERMILIO

ALCALDE DEL RÍO (1866-1947)

En el 150 aniversario de su nacimiento MARINO PÉREZ AVELLANEDA, coord. SOCIEDAD CÁNTABRA DE ESCRITORES

ÍNDICE PRESENTACIONES

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D. Ramón Ruiz Ruiz

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Consejero de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria.

Dª. Delia de los Ángeles Laguillo

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Ex-Presidenta de la Sociedad Cántabra de Escritores.

1. Introducción, y Cronología de la vida de Alcalde del Río.

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Marino PÉREZ AVELLANEDA

2. Recordando al prehistoriador Hermilio Alcalde del Río.

31

Benito MADARIAGA DE LA CAMPA

3. Hermilio Alcalde del Río. Apuntes biográficos.

47

Salvador ARIAS NIETO

4. Unas pinceladas sobre Alcalde del Río.

59

Manuel BARTOLOMÉ GARCÍA

5. Alcalde del Río y Puente Viesgo.

69

José María CEBALLOS DEL MORAL

6. Hermilio Alcalde del Río y su labor como paleoetnólogo.

77

Daniel GARRIDO PIMENTEL Alejandro MENA CAMPUZANO

7. Alcalde del Río y la lectura de la imagen paleolítica.

127

Marc GROENEN

8. Hermilio Alcalde del Río y su producción artística. Francisco GUTIÉRREZ DÍAZ

145

9. ‘Il dottore Betulla’: Un sainete de Alcalde del Río.

199

Antonio MARTÍNEZ CEREZO

10. Hermilio Alcalde del Río y el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

219

Roberto ONTAÑÓN PEREDO Adriana CHAUVIN GRANDELA María RODRÍGUEZ RUBÍN

11. Alcalde del Río y la Escuela de Artes y Oficios de Torrelavega.

249

José ORTIZ SAL

12. Alcalde del Río y el descubrimiento del arte parietal paleolítico en su contexto internacional.

265

Eduardo PALACIO PÉREZ

13. Alcalde del Río. Una vida en imágenes.

288

Marino PÉREZ AVELLANEDA

14. Hermilio Alcalde del Río y Asturias.

353

Marco de la RASILLA VIVES María GONZÁLEZ-PUMARIEGA SOLÍS

15.Torrelavega y Don Hermilio Alcalde del Río.

377

José Ramón SAIZ FERNÁNDEZ

ANEXOS

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7. ALCALDE DEL RÍO Y LA LECTURA DE LA IMAGEN PALEOLÍTICA Marc Groenen Profesor de Prehistoria, Universidad Libre de Bruselas

1. ALCALDE DEL RÍO Y LA PREHISTORIA El nombre de Hermilio Alcalde del Río (1866-1947) está íntima e indisolublemente relacionado con la prehistoria en la región cantábrica. Curiosamente, y a diferencia de los pioneros de comienzos del siglo XX, que pasaron su vida profesional activa investigando las cuevas en busca a vestigios paleolíticos, al final Alcalde sólo estuvo ocupado con los temas de la prehistoria durante aproximadamente una década. Efectivamente, no hay motivos para pensar que estuviera interesado en cuevas decoradas antes de su visita a Altamira en septiembre de 19021. Parece ser que, con ocasión de una noticia aparecida en la prensa sobre las cuevas decoradas francesas, pidió al gran naturalista Augusto González de Linares (1845-1904) información sobre Altamira. También es cierto que Alcalde del Río aprovechó la visita de Émile Cartailhac (1845-1921) y de Henri Breuil (18771961) a Santillana para obtener provechosas enseñanzas, observando los procedimientos de tan doctos y esclarecidos profesionales (Alcalde del Río, 1906: 6). Sabemos que hasta entonces Alcalde había invertido toda su energía en la Escuela de Artes y Oficios de Torrelavega, que él mismo había fundado en 1892 (Madariaga de la Campa, 2003: 23). 1. Para el detalle de la biografía de Alcalde del Río, cf. el notable trabajo de B. Madariaga de la Campa (2003).

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A partir de 1902, se orienta resueltamente durante unos diez años hacia la prehistoria, buscando cuevas decoradas en su región. El resto ya se sabe. Cuando se fueron los investigadores franceses que vinieron a hacer los calcos de las pinturas de Altamira, se pone a estudiar la cueva por su cuenta. Luego, con incansable energía, decide recorrer Cantabria para explorar las cuevas que le indican los aldeanos. Sus investigaciones obstinadas – realizadas desde 1903 con la ayuda del Padre Lorenzo Sierra Rubio (1872-1947) – le conducirán al descubrimiento de la flor y nata de las primeras cuevas decoradas paleolíticas de Cantabria, como, entre otras, Covalanas (11.09.1903), La Haza (13.09.1903), Hornos de la Peña (27.10.1903) y El Castillo (08.11.1903). Tres años más tarde, Alcalde del Río descubre grabados en el fondo de la cueva de El Pendo (noviembre de 1906). Después, ampliando sus incursiones hacia Asturias, revela las pinturas de La Meaza (11.03.1907), El Pindal, Quintanal y Mazaculos (abril de 1908), y luego los grabados de Las Aguas de Novales (febrero de 1909). Por último, participa también en descubrimientos de cuevas decoradas ya localizadas, como El Salitre (descubierto por L. Sierra el 21.07.1903), Santián (con Mengaud, en octubre de 1905), La Loja (con Mengaud y H. Breuil, el 23.08.1908), La Clotilde (con H. Breuil, en julio de 1906) y la Galería C de La Pasiega (descubierta por H. Obermaier el 02.05.1911) (Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1912:V-VI; Breuil, Obermaier y Alcalde del Río, 1913: 1). En el curso de este periodo de actividad intensa, Alcalde mantiene contactos con H. Breuil. Pero éste manda. De hecho, Breuil tuvo una reunión con el Príncipe Alberto de Mónaco (1848-1921) el 10 de noviembre de 1904, quien aceptó financiar la publicación de una serie de libros aux illustrations vraiment dignes de l’étonnante maîtrise de cet art déconcertant [con ilustraciones verdaderamente dignas del dominio increíble de este arte desconcertante] (Cartailhac y Breuil, 1904: 625). El primer volumen se dedicará a Altamira. El 26 de mayo de 1906, Breuil envía una carta a Louis Mayer (1867-1941), consejero privado del Príncipe, para informarle de que había contactado con Alcalde del Río, descubridor de varias cuevas decoradas en la región de Santander, para invitarle a publier ses découvertes avec les nôtres

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[publicar sus descubrimientos con los nuestros]2. No obstante, no nos engañemos sobre el sentido de la invitación. La presentación que hace Breuil a Mayer del descubridor español no es muy halagadora – un pauvre diable qui manque à peu près complètement de culture, une sorte d’instituteur [un pobre diablo casi sin cultura, una especie de maestrillo]3 – y el objetivo era entonces poder estudiar las cuevas, integrando a Alcalde del Río como colaborador. El resultado fue una lujosa monografía de las cuevas más conocidas de la región cantábrica en aquel tiempo (Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1912), a excepción de La Pasiega, cuyo descubrimiento (el 23 de mayo de 1911) necesitaba la publicación de un libro distinto (Breuil, Obermaier y Alcalde del Río, 1913). Breuil hizo los calcos de los dos volúmenes – como lo demuestran las iniciales que se adjuntan a los dibujos – así como las descripciones de las obras4. En estas circunstancias, es difícil determinar con precisión la parte del trabajo que corresponde a Alcalde. Por eso, para enfocar su lectura de la imagen rupestre, nos ha parecido necesario trabajar a partir de su libro de 19065.

2. LA PERCEPCIÓN DE UN ESPACIO VIVIDO El descubrimiento de las cuevas decoradas debió de necesitar una energía física y mental tremenda. Huelga subrayar la tenacidad de Alcalde del Río: al esfuerzo que suponían las incursiones en el 2 Carta de H. Breuil a L. Mayer del 26 de mayo de 1906 (fondo AIPH), según A. Hurel (2011: 107). 3. Id., según A. Hurel (2011: 108). 4. Por ejemplo, cabe dar por hecho que el plano de El Castillo, publicado en la monografía de 1912, ha sido realizado por su descubridor, puesto que tiene su firma. Los planos de las otras cuevas no tienen firma, pero algunos de ellos podrían también haber sido ejecutados por Alcalde del Río, en la medida en que integran las mismas convenciones de dibujos. Algunas fotos (en particular para las obras de Covalanas) y calcos (Salitré o Mazacoulos) también son de su mano. 5. El libro de Alcalde del Río se ha reeditado para el centenario de su publicación (Torrelavega, Sociedad cántabra de Escritores, 2016). Sin embargo, como es normal en un trabajo historiográfico, las referencias a esa obra en nuestro trabajo se refieren a la edición original de 1906.

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monte había que añadir el coraje para penetrar en las redes oscuras de las cuevas, con la pobre iluminación de entonces. De hecho, el explorador tenía que enfrentarse con las dificultades del terreno, sin ninguna garantía de resultado. Respecto a Breuil, solía acudir a cuevas que ya habían sido visitadas. Por lo demás, la obra de 1906 nos proporciona el eco de las dificultades encontradas. En primer lugar, el trabajo de localización de las cuevas era un proceso lento: comencé la penosa y molesta tarea de recorrer y explorar la parte más abrupta de esta provincia (Alcalde del Río, 1906: 7). Cuando Alcalde visita la red subterránea acompañado por varias personas, toma nota de las características de cada lugar y evalúa el consiguiente peligro. Mientras explora la cueva de El Castillo, señala: en cuanto á la estabilidad de sus paredes y techos, diremos también que no ofrecen el peligro de frecuentes desplomes cual acontece en Altamira (Alcalde del Río, 1906: 58). Por último, realiza el trabajo de campo integrando las características del espacio subterráneo. Apunta la dificultad de localizar los motivos, trepando unas veces por accidentados declives del terreno descendiendo otras por las sinuosidades del mismo, sin contar con más auxilio que la tea lumínica que su diestra empuña y la confianza que pone en sus pies á fin de no rodar por algún abismo (Alcalde del Río, loc. cit.). Además, aún hoy en día se puede comprobar el cuidado con que llevó a cabo su trabajo exploratorio en El Castillo, porque grabó su nombre en las zonas más remotas a las que llegó (rampa alta en la prolongación del Balcón de las Cabras de la Sala D; parte más profunda del Subsuelo). Este descubrimiento de un entorno carente de cualquier tipo de acondicionamiento afectó profundamente a su lectura de las cuevas decoradas. Indicaciones sobre los diversos espacios preceden siempre a la descripción de los motivos rupestres. Pero, al contrario de lo que hacían ya entonces los prehistoriadores, Alcalde del Río no presenta el espacio como lo haría para una guía o un memorándum, con el único objetivo de encontrar motivos. Presenta los espacios subterráneos para ellos mismos. Los datos que proporciona no sólo contienen indicaciones sobre las salas y las galerías atravesadas (orientación, altura, dimensiones...), sino también informaciones sobre las vías de acceso posibles, sobre el estado de humedad de las varias zonas, sobre las concreciones y las particularidades que encuentra (bloques colap-

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Fig. 1. El Castillo (Puente Viesgo): bisonte orientado hacia abajo (Foto M. & M.C. Groenen).

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sados, masa de arcilla, declividades más o menos fuertes...). En resumen, Alcalde transmite a través de su propia experiencia espeleológica la importancia de lo que hemos llamado el espacio vivido (Groenen, en prensa a), es decir un espacio que no se puede reducir a un plano o a una forma geométrica abstracta, sino que debemos abordar mediante la experiencia que podemos tener de él con la ayuda de los medios de iluminación disponibles (Groenen, en prensa b). Cuando habla del espacio, y eso de manera significativa, Alcalde del Río alude en varias ocasiones a su experiencia del recorrido subterráneo y la compara con la que debió de haber sentido el hombre del Paleolítico. Presta atención a cómo los pintores prehistóricos realizaron sus obras. El cuarto delantero del bisonte vertical del Panel de los Polícromos (fig. 1), por ejemplo, se encuentra a una altura tal que para alcanzarla se precisa subirse sobre un saliente que marca el muro en este sitio, el cual nos coloca á metro y medio, accidente del que sin duda se aprovechó el autor para dibujar dicha figura (Alcalde del Río, loc. cit.). Tal atención a las condiciones necesarias para realizar las obras contribuye a articular la decoración y la red subterránea. Cabe resaltar hasta qué punto la actitud de Alcalde del Río se distancia de la que seguirán los prehistoriadores del siglo XX. De hecho, estos focalizarán sistemáticamente su atención en los motivos mismos, de los cuales darán una descripción separada de su contexto y, por decirlo así, desencarnada. La voluntad de “encarnar” la imagen rupestre, de tratarla en función de su contexto, tal vez se origina en el conocimiento concreto del objeto de arte por Alcalde del Río.

3. ESTILO Y TÉCNICA: LA PERCEPCIÓN DEL PINTOR Sabemos que Alcalde del Río era buen pintor, y por cierto se conservan varias de sus obras, entre ellas algunos autorretratos. Así que no nos sorprenderá que las manifestaciones artísticas hayan focalizado tanto su atención. Aquí también, los resultados de sus

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observaciones se construyen a partir de una experiencia vivida. Posee las bases de la práctica pictórica y busca los elementos que le puedan aportar informaciones concretas no sólo sobre la manera en que los pintores y grabadores paleolíticos realizaron sus obras en la roca, sino también sobre su habilidad y su experiencia. Observa, por ejemplo, la calidad en la ejecución y destaca que para los grabados de El Castillo ha observado en unos que delatan una mano amaestrada en su dibujo y en otros inexperiencia en la ejecución y que por su falta de expresión resultan inocentemente bosquejados; todos ellos, en conjunto, nos hace suponer algo que pudiéramos llamar escuela de aprendizaje (Alcalde del Río, 1906: 69). Además, sus observaciones ponen de manifiesto con mucha agudeza las características principales de la imagen paleolítica. Como pintor, Alcalde del Río se interesa lógicamente por el contenido de los temas representados. A menudo nos olvidamos de que el arte del Paleolítico desconcierta a los que investigan el arte de los periodos históricos, donde las figuras de animales aparecen de forma relativamente marginal. Su lectura cuidadosa de cada obra, prolijamente analizada trazo por trazo y detalle por detalle (Alcalde del Río, 1906: 18), conduce sin embargo a una determinación exacta de los temas representados, incluso para los grabados finos. Sabemos lo seguro que era el diagnóstico de Breuil para las representaciones de animales. No obstante, en ciertos casos, el calco realizado por Alcalde del Río se revela más próximo a la mente del grabador prehistórico que el de Breuil (fig. 2). En la monografía hecha por É. Cartailhac y H. Breuil en 1906, el calco ejecutado por el abate Breuil para dos animales grabados de la “Cola de Caballo” de Altamira, por ejemplo, indica: gravures fines représentant des Bovidés [grabados finos representando Bóvidos] (Cartailhac y Breuil, 1906: 53, fig. 38) (fig. 3). Pese al diagnóstico avanzado, el dibujo sugiere más el cuerpo y la cabeza “en domo” de un mamut.Y, por lo demás, es la interpretación elegida por H. Breuil y H. Obermaier en su segunda edición de 1935, en la cual el texto menciona: encima del lomo de un bisonte the silhouette of another back, far more fore-shortened, one cannot say what animal it is, but it is not unlike the outline of the back and head of a Mammoth [la silueta de otro lomo, mucho más reducido, no se

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puede decir de qué animal se trata, pero no es diferente de la silueta del lomo y cabeza de un mamut] (Breuil y Obermaier, 1935: 85, fig. 67). Para estos autores, hay que leer ambos grabados independientemente el uno del otro. Por el contrario, Alcalde del Río considera que esas obras representan una lucha entre una fiera hábil para el asalto y el bisonte (Alcalde del Río, 1906: 24), es decir una verdadera escena entre los dos protagonistas. Por lo demás, la conclusión de Alcalde del Río es curiosa, porque no cuadra con su calco de la figura. La “fiera hábil” que monta al bisonte presenta efectivamente una pata anterior izquierda terminada en una pezuña bisulca, lo que remite necesariamente a un bóvido y no a una fiera. En cualquier caso, hay que esperar hasta 1976 para que este conjunto sea reinterpretado como la representación de two bisons at the height of sexual excitation, the female represented mounting the male in a stereotypical pre-copulatory act [dos bisontes en el momento álgido de la excitación sexual, la hembra representada montando al macho en un acto precopulatorio estereotipado] (Freeman, 1987: 93, fig. 2.6)6 (fig. 4). Como lo había sugerido Alcalde del Río en el curso de sus trabajos, Leslie Gordon Freeman está de acuerdo en que el conjunto figurado representa una escena coherente del comportamiento de esos animales. La importancia del diagnóstico no se nos debe escapar. Algunos prehistoriadores piensan aún hoy en día que no se representaban escenas en el arte del Paleolítico superior, y eso a pesar de los datos recogidos por Jean Clottes, Marylin Garner y Gilbert Maury (Clottes, 1994: 15-49; Clottes, 2015: 904-929) e incluso por Marc Azéma (2010). Además, es interesante constatar que el motivo no se reduce al mero trazado de la silueta, como se practicará con frecuencia después. Los diversos parámetros que entran en juego en su análisis (estilo, forma, técnica, modelado...) se evalúan conjuntamente para intentar atribuir ciertas obras. Después de presentar cuatro bisontes del Gran Techo de Altamira, Alcalde puede avanzar que por su identidad de coloración, factura, detalles y expresión de concepto, deben ser obra de un solo autor (Alcalde del Río, 1906: 17 y ill. II, n° 6, 11, 12 y 23). Las 6. El calco fue realizado por los miembros del Grupo de Trabajo de la Prehistoria Cantábrica durante el verano de 1976.

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Fig. 2. Altamira (Santillana del Mar): calco de dos animales grabados, hecho por H. Alcalde del Río (1906: est. III, n° 31).

Fig. 3. Altamira (Santillana del Mar): calco de dos bóvidos grabados, hecho por H. Breuil (Cartailhac y Breuil, 1906: 53, fig. 38). Los dos animales fueron reinterpretados después como bóvido y probable mamut (Breuil y Obermaier, 1935: 85, fig. 67).

Fig. 4. Altamira (Santillana del Mar): calco de dos bisontes, hecho por los miembros del Grupo de Trabajo de la Prehistoria Cantábrica (Freeman, 1987: 91, fig. 2.6).

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observaciones meticulosas se hacen en el marco de un enfoque que no desaprobaría un historiador del arte de entonces. Para otras tres figuras del mismo techo, observa que por el encaje de su conjunto, por su exactitud y proporcionalidad y por el movimiento de la línea, nos parece también obra de un solo autor (loc. cit. y ill. II, n° 2, 3 y 10). No podemos sino subrayar la originalidad de este enfoque, que deriva precisamente del análisis estilístico y técnico de la imagen. Si bien la cuestión de la atribución de obras paleolíticas a un artista será mencionada de vez en cuando por los prehistoriadores durante el siglo XX (Groenen, Martens y Szapu, 2004: 127-138), tendremos que esperar los trabajos de Juan María Apellániz en la década de 1980 para que sea tenida realmente en cuenta (Apellániz, 1987: 39-60; Apellániz, 1991). Alcalde del Río tendrá también en consideración el tema del modelado y de la forma. Para las pinturas de los bisontes del Gran Techo de Altamira, menciona que para dar mayor relieve á algunas de estas imágenes hízose uso del raspador y rayador profundo (Alcalde del Río, 1906: 15). Observa adecuadamente el aprovechamiento de relieves en algunos conjuntos decorados: en tales figuras el artista supo aprovecharse de las formas plásticas que tales accidentes presentan (Alcalde del Río, 1906: 17). Observa también que se usó el mismo procedimiento en las cuevas de Covalanas (Alcalde del Río, 1906: 45) o de Hornos de la Peña (Alcalde del Río, 1906: 52), e indica de manera pertinente que el efecto visual que buscó el artista del Paleolítico es el de un bajorrelieve. Su análisis es, en este sentido, sorprendentemente actual. De hecho, Alcalde se interesa por el trazado para comprender mejor cuál era la intención del pintor o del grabador prehistórico. Para él, el aprovechamiento de las particularidades de la roca prueba que los artistas paleolíticos quieren producir un resultado óptico coherente que se aprecie en términos de escultura. Pero en la medida en que el aprovechamiento de relieves aparece en varias cuevas, se puede afirmar que el experto artista no procedió caprichosamente sino obedeciendo á un plan fijo y premeditado (loc. cit.). Aparte de subrayar la originalidad de su análisis, es de lamentar que Alcalde del Río no siguiera avanzando en sus conclusiones. En aquel tiempo, nadie veía el arte rupestre como la expresión de un proyecto. Entre

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los investigadores del siglo XIX que aceptaban el arte de las cavernas (François Daleau, Édouard Piette en Francia o Juan Vilanova en España, por ejemplo), hubo consenso en que este arte sirvió para decorar la vivienda. Pero ninguno de ellos llegó a entrever que había una organización en la disposición de los motivos. Al contrario, Gabriel de Mortillet (1821-1898) avanzó que ces dessins enchevêtrés, gravés après coup les uns sur les autres, montrent que leurs auteurs n’étaient pas bien fixés sur les sujets qu’ils voulaient figurer et qu’ils avaient une assez grande mobilité d’esprit [estos dibujos enredados, grabados después, los unos encima de los otros, indican que sus autores no tenían muy claro lo que querían representar, y que tenían una gran variabilidad mental] (de Mortillet, 1898: 22). Asimismo, al inicio del siglo XX, después del artículo decisivo de Salomon Reinach (1858-1932) sobre l’art et la magie (Reinach, 1903: 257266), los prehistoriadores (H. Breuil, H. Bégouën, H. Obermaier...) consideraron unánimemente que las figuras fueron realizadas individualmente durante ceremonias mágicas, con el fin de hechizar a los animales y garantizar cazas futuras fructíferas. En cualquier caso, hay que esperar hasta los análisis innovadores del historiador del arte y filósofo Max Raphaël (1889-1952) (cf. Groenen, 1994: 317-350; Groenen, 2012: 354-371), y posteriormente a las obras fundamentales de André Leroi-Gourhan (1911-1986) (Leroi-Gourhan, 1958: 307-321, 384-398 y 515-528) y de Annette Laming-Emperaire (1917-1977) (Laming-Emperaire, 1962) para que sea realmente defendida la idea de una decoración rupestre estructurada. En cuanto a los temas tratados, por supuesto, los análisis de Alcalde del Río se centran primero en las representaciones animales. Por lo demás, observa de manera muy adecuada las diferencias entre los temas representados en las cuevas decoradas que estudió. Para Covalanas, señala, por ejemplo, la ausencia del bisonte, tan frecuente en las otras cuevas, lo que podría indicar que Covalanas fue pintada en otra época distinta. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, sus conclusiones se basan en un método de análisis global mediante el cual puede cruzar varios parámetros de la imagen (iconográfico, estilístico, técnico y formal). En las obras de esta cueva, la ausencia total de grabados, la no representación del bisonte y la desproporcionalidad y amaneramiento que en general se nota en el trazado de estas figuras hace

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suponer que Covalanas se halla alejada de Altamira por el tiempo (Alcalde del Río, 1906: 46). Por último, analiza también los motivos ornamentales (los “signos”). Considera que los más sencillos, como las series de puntos, son meramente ornamentales, y que los trazados complejos, como los cuadrángulos “tabicados”, son representaciones de “basnas”, especie de trineos, los cuales son empleados para el transporte de cosas y de “balsa”, pequeña embarcación destinada unas veces á atravesar el río (Alcalde del Río, 1906: 66-67). Para él, como para todos los prehistoriadores de la época, los artistas prehistóricos sólo eran capaces de representar lo que veían cada día, bien animales que se encontraban en su propio entorno, o bien objetos que podían fabricar. El deseo de identificar en los motivos rupestres la representación de un ser o de un objeto era habitual en aquel época – É. Cartailhac, L. Capitan o H. Breuil producirán interpretaciones similares para las diferentes categorías de signos (Capitan y Breuil, 1902: 46; Cartailhac y Breuil, 1906: 31) –, pero también nos informa sobre lo que estos pioneros estaban buscando en el arte paleolítico. Es un medio privilegiado para conseguir informaciones paletnológicas.

4. LA PREHISTORIA DE ALCALDE DEL RÍO Desde finales del siglo XIX, los prehistoriadores han intentado establecer un marco cronológico para la nueva ciencia de la prehistoria, pero también han tratado de precisar las características específicas de los grupos humanos de cada época. Se plantea entonces la cuestión de saber en qué época tuvieron lugar invenciones tan fundamentales como la escritura, la domesticación o la ganadería. Estos interrogantes resultarán cruciales para que se pueda dotar de una estructura a la disciplina misma (Groenen, 2015: 205-244). Es difícil saber en qué medida Alcalde del Río estaba al tanto de las investigaciones realizados por sus coetáneos. Los autores principales, como de Mortillet, Piette, Cartailhac y Breuil, aparecen mencio-

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nados de manera ocasional en su libro, pero el contenido de sus trabajos no está analizado. Sin embargo, nos encontramos a veces en su texto con algunas señales de que Alcalde estaba al tanto de los debates importantes. Para los trazos rojos de forma irregular de Covalanas le viene la imagen de inscripciones prehistóricas (Alcalde del Río, 1906: 45). La interpretación se origina en el libro de Manuel de Góngora y Martínez (1822-1884) (de Góngora y Martínez, 1868)7 – que Alcalde menciona de forma errónea –, pero también, y más probablemente, en el artículo fundamental que Édouard Piette había dedicado a las escrituras de la Edad glíptica (Piette, 1906: 27-53). Asimismo, las ligaduras que cercan la cabeza en Altamira (Alcalde del Río, 1906: 24, est. III, n° 15) (fig. 5) y en Hornos de la Peña (Alcalde del Río, 1906: 51, est.VII, n° 2-3) (fig. 6) son sin duda un eco de los debates en torno al tema de la domesticación de los animales, impulsado por Piette para el arte mobiliar (Piette, 1905: 1-11) y ampliado por F. Daleau (1845-1927) (Daleau, 1897: 13) y por H. Breuil (Capitan y Breuil, 1902: 39) al arte rupestre. Por consiguiente, Alcalde del Río parece haber estado, directa o indirectamente, al tanto de los debates principales de su tiempo. Pero este completo autodidacta ha preferido optar por una prehistoria distinta de la de Breuil. Este último utilizará también algunas características de la imagen (estilo, técnica, modelado), junto con el estudio de las superposiciones de motivos, pero le servirán para afianzar su marco cronológico general del arte prehistórico (Breuil, 1905: 107-110). Por lo tanto, su interpretación es vigorosamente diacrónica. Alcalde, por el contrario, opta por una lectura sincrónica. En su libro insiste en repetidas ocasiones en las semejanzas temáticas y técnicas de las representaciones animales – salvo para el arte de Covalanas que podría pertenecer a las postrimerías del paleolítico ó los primeros albores del neolítico (Alcalde del Río, 1906: 46) –, lo que le permite centrar su trabajo en las cuestiones de estilo, más acorde con su sensibilidad de artista. No se trata de emitir juicios de valor sobre los investigadores que han contribuido a construir nuestra disciplina: la constitución 7. Para la Cueva de Los Letreros, mencionada por Alcalde (que pertenece al arte esquemático): cf. M. de Góngora y Martínez (1868: 73-74, fig. 82-83).

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Fig. 5. Altamira (Santillana del Mar): calco de un caballo con “ligaturas”, hecho por Alcalde del Río (1906: est. III, n° 15).

Fig. 6. Hornos de la Peña (San Felices de Buelna): calco de dos caballos con “ligaturas”, hecho por Alcalde del Río (1906: est. VII, n° 2 a la izquierda y 3 a la derecha).

de un marco cronológico para el arte del Paleolítico era obviamente tan indispensable como la distinción de las facies culturales que subdividen nuestra larga prehistoria. Pero hay que destacar la actualidad de algunas observaciones de Alcalde del Río. Tiene sin duda sentido otorgar hoy un lugar más importante al espacio subterráneo, del que se ha hecho hasta ahora. Igualmente, sería sin duda más provechoso que prestemos mayor atención a las propiedades de la imagen rupestre. ¡Todos estos asuntos, Alcalde del Río ya los abordó hace más de un siglo!

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AGRADECIMIENTOS Quiero dar las gracias a mi esposa Marie-Christine por su ayuda en la traducción al español, y a nuestro amigo Marino Pérez Avellaneda por la revisión del texto.

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