ALABANZA DE CORTE Y MENOSPRECIO DE ALDEA. LA CIUDAD Y CERRO RICO DE POTOSÍ.

Share Embed


Descripción

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

ALABANZA DE CORTE Y MENOSPRECIO DE ALDEA. LA CIUDAD Y CERRO RICO DE POTOSI.

(PUBLICADO EN: Juan Marchena F. (ed.), Potosí, Plata para Europa, Fundación El Monte, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2006)

Dr. Juan Marchena F. Universidad Pablo de Olvide. Sevilla.

1

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

- ALABANZA DE CORTE Y MENOSPRECIO DE ALDEA………………….................... 4 - LOS LABERINTOS DE LA FORTUNA. I: EL CERRO RICO.................................... 19 - LOS LABERINTOS DE LA FORTUNA. II: LA RIBERA DE LOS INGENIOS DEL SANTO CRISTO DE LA VERACRUZ…………………....................... 23 - EL GRAN TEATRO DEL MUNDO: LA CIUDAD Y SUS HABITANTES……............ 40 A)- PRELUDIO: QUANTUM DE VIVOS Y MUERTOS.............................................. 40 B)- ACTO I: LA ALDEA MINERA.............................................................................. 43 C)- ACTO II: LA RANCHERIA DE TOLEDO...................................................,......... 50 D)- ACTO III: LA VILLA DE ESPAÑOLES................................................................ 63 E)- ACTO IV: GRAN ESCENARIO ES EL MUNDO.................................................. 77 F)- FINAL: EL DESFILE DE LOS ACTORES............................................................ 86 - BIBLIOGRAFIA.......................................................................................................... 89

2

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

A todos los mineros de Potosí, de antes, de ahora y del futuro. A todos los hombres y las mujeres que trabajan el Cerro Rico. A todos los que aman esta tierra, la defienden y la pelean.

La Ciudad de Potosí en la actualidad. El Cerro Rico desde el caserío urbano.

3

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

ALABANZA DE CORTE Y MENOSPRECIO DE ALDEA. LA CIUDAD Y CERRO RICO DE POTOSI.

Cuando a mediados del S. XVI Fray Antonio de Guevara escribió su obra Menosprecio de corte y alabanza de aldea, dedicada al Rey de Portugal Juan III, lo hizo para trasladar al monarca la idea de que frente a la vida cortesana, sus excesos y pecados, existía otra vida, la de la aldea, vida de virtud, privacidad y autenticidad, única donde podrían lograrse la plenitud humana y la ansiada felicidad. Y nos sirve la referencia a esta obra -de notable impacto en su época-, porque si por algo se caracteriza la ciudad y Villa Imperial de Potosí, desde su fundación, es precisamente por todo lo contrario de lo que proponía Fray Antonio. Frente a un probable y casi seguro destino de aldea minera, lo que debió consistir apenas en un miserable conjunto de casas o bohíos dispersos al pie del cerro mineral, terminó siendo la portentosa y orgullosa ciudad de Potosí, por obra, manos, bocas y plumas de sus habitantes más selectos: Corte principal andina, que en todo quiso ser centro, foco, ombligo, principio y fin de las glorias terrenales. El orgullo de sus principales moradores, sus constructores, el saberse únicos labradores de la riqueza del Cerro, capaces de morir por ese orgullo, o matar, o vender o comprar cualquier cosa con esa plata, almas, conciencias, vidas y muertes, fue convirtiéndose en ideario de la ciudad, en imagen, en prototipo del ser potosino. Y se sintieron altivos y magnánimos: estaban convencidos de que quien más tenía, más generoso debía mostrarse. Pero no era de balde: si regaron el mundo con la plata de las entrañas del Cerro Rico, exigirán que el mundo les reconozca cuánto le dieron, cuanto les debe.

4

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Menosprecio de aldea y alabanza de Corte; esplendor y boato a cuatro mil metros de altitud. Allá donde nada había, entre los vientos más helados y las condiciones más adversas, ellos elevaron con su tesón y su orgullo la Ciudad y Villa Imperial de Potosí. Y así lo escribía, con música de fanfarria y adjetivos luminosos, uno de ellos, Bartolomé de Arzans y Ursúa a comienzos del S.XVIII: "La muy celebrada, siempre ínclita, augusta, magnánima, noble y rica Villa de Potosí; orbe abreviado; honor y gloria de la América; centro del Perú; emperatriz de las villas y lugares de este Nuevo Mundo; reina de su poderosa provincia, princesa de las indianas poblaciones; señora de los tesoros y caudales; benigna y piadosa madre de ajenos hijos; columna de la caridad; espejo de liberalidad; desempeño de sus católicos monarcas; protectora de pobres; depósito de milagrosos santuarios; ejemplo de veneración al culto divino; a quien los reyes y naciones apellidan ilustre, pregonan opulenta, admiran valiente, confiesan invicta, aplauden soberana, realzan cariñosa y publican leal; a quien todos desean por refugio, solicitan por provecho, anhelan por gozarla y la gozan por descanso" (Arzans,I;3). O como anotaba en 1585 el también minero Luis Capoche en su "Relación General de la Villa Imperial de Potosí": la ciudad era una gran empresa construida allí muy rápidamente gracias al ingenio de los españoles, y a su tesón y altivez, y también al esfuerzo de los indios. Pero sin la dirección de los españoles los naturales no hubieran podido llevarla adelante, anotaba. Era, en su opinión, una empresa potosina y por tanto de su propiedad. No les quedaba ninguna duda, y así lo pregonaban a los cuatro vientos, escribiéndolo incluso en una pancarta que hicieron desfilar los más ricos vecinos criollos en 1608, "Esta firme maravilla los míos la descubrieron, por esto a todos nos dieron lauro y fama en esta villa" (Arzans,I;274) Reginaldo de Lizárraga, desde el convento dominico de la ciudad, escribía sin que le temblara la pluma allá por 1570: "Este cerro es conocidísimo entre mil hubiera... es como el centro de todas las Indias, fin y paradero de los que a ellas venimos.

5

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Quien no ha visto a Potosí no ha visto las Indias. Es la riqueza del mundo, terror del Turco, freno de los enemigos de la fe y del nombre de los españoles, asombro de los herejes, silencio de las bárbaras naciones... Con la riqueza que ha salido de Potosí, Italia, Francia, Flandes y Alemania son ricas, y hasta el Turco tiene en su Tesoro barras de Potosí, y teme al señor de este cerro en cuyos reinos corre aquella moneda; los enemigos del magno Filippo y de los brazos españoles y de su cristiandad, en trayendo a la memoria que es señor de Potosí, no se atreven a moverse de sus casas; los herejes quedan como despulsados, y cuando los potentados del mundo se quieren conjurar contra la Majestad Católica, no aciertan a hablar" (Lizárraga,223). Como se observa, unido al viejo refrán andino de "si no hay minas, no hay Perú", la América entera, el valor y el peso del monarca, y la gloria de las Españas, dependían de ellos, de su celo magnánimo en ofrecerle al Rey sus tesoros. Ya obtuvieron de Carlos V, en el primer Escudo de Armas de la ciudad, semejante divisa: "Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, el rey de todos los montes y la envidia de los reyes". Felipe II no pudo menos que conceder, en el segundo Escudo de Armas, lo que sigue: "El poder del Emperador así como la prudencia del Rey y este excelso monte de plata, bastarán para enseñorearse del mundo entero". Naturalmente, sus pretensiones siempre fueron de altura, como la misma ciudad. En las así llamadas con especial boato Pretensiones de la Villa Imperial de Potosí -editadas lujosamente en Madrid en 1634-, un representante de los más principales mineros, Don Sebastián de Sandoval y Guzmán, exponía que a cuenta de lo que de ellos había recibido, Su Majestad debía concederles varias gracias; a saber: un número ilimitado de mitayos para trabajar los socavones y atender los ingenios de molienda; azogue (mercurio) más barato y suministrado en mayor cantidad; eliminar las interferencias administrativas de los Oficiales Reales; prohibir la saca de gentes para las guerras de Chile o del Tucumán; eximir a los mineros de penas de cárcel por deudas con la administración; dispensarles del pago de la alcabala (impuesto a las ventas); y, por último, reducir del quinto al décimo el impuesto real a la producción de plata.

6

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Parece que el monarca español no estuvo dispuesto a aceptar tales condiciones, máxime en un momento en el que la producción del Cerro Rico comenzaba a declinar, y, en cambio, sus reales bolsillos veíanse agujereados por los costos de las guerras europeas y la deuda acumulada desde los tiempos de su abuelo el Rey Felipe. Pero en cambio, fue común que muchos de los virreyes, sobre todo los peruanos, intentasen por todos los medios lidiar con estos azogueros potosinos -así llamados los señores de minas e ingenios-, trocándoles atenciones, boato y distinciones por plata contante y sonante. El Virrey Armendáriz escribía al monarca que "es necesario que se tenga en la estimación que pide una tan grande joya que Dios concedió a Vuesa Majestad" (Abecia,1988;27). Por su parte, los propios mineros no hicieron sino dar muestras de esta magnanimidad, confundida claramente con dispendio y despilfarro: era su forma de ser ricos, de demostrarse como tales potosinos. De uno de ellos, José de Quirós, famoso por sus esplendidas limosnas, se decía: "Después de Dios, Quirós". Otros, presumían de que, con motivo de la coronación de Felipe II en 1556, los festejos duraron 24 días y costaron ocho millones de pesos (Hanke,1954;15). Antonio López de Quiroga, uno de los prototipos del minero potosino, dotó a su hija para la boda nada menos que con 100.000 pesos de plata. Fue Felipe II el que concedió en 1561 título de Villa Imperial a Potosí, pero no fue precisamente una acción gratuita del monarca: los azogueros pagaron al rey más de 76.000 pesos por su graciosa concesión. A todo estaban dispuestos. El enfrentamiento entre las elites españolas de las ciudades cercanas de La Plata (también llamada Chuquisaca) -Sede de la Audiencia-, y Potosí, fue cada vez mayor. Los potosinos, reclamando la independencia jurisdiccional de su ciudad respecto de La Plata, desataron una enconada disputa con la Audiencia, no sólo jurídica sino pasada también por las armas. Una disputa que los potosinos solucionaron a punta de dineros enviados a Lima (sede Virreinal) y a Madrid o Valladolid (sedes del Consejo de Indias), para comprar voluntades y aliviar procedimientos. Si anteriormente a 1561, en el Cabildo de Potosí se sentaban regidores enviados desde La Plata, por ser ciudad subordinada a ésta, los 76.000 pesos y el nombramiento de Villa Imperial concedidos por Felipe II pusieron término a la cuestión. Libres del "yugo chuquisaqueño", los potosinos "designaron alcaldes y regidores de entre ellos, y con estos despachos entraron en el asiento con grande bullicio y alboroto, y se juntó infinita gente a manera de comunidad, y con gran regocijo pusieron luego un rollo y dieron varas a los nombrados, y en señal de posesión

7

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

la tomaron con la sangre de un indio inocente, el primero que hallaron, y le dieron azotes sin culpa alguna" (Abecia,1988;25).

Aún durante años, el Cabildo de Potosí reclamó una ampliación territorial de su jurisdicción, y una menor dependencia de los dictámenes de la Audiencia de La Plata. No los consiguió, pero aún en nuestros días ese orgullo e independencia potosinos, en defensa de los intereses de su ciudad, pueden seguirse a través de la prensa. Habrá pasado la época de esplendor, pero la altivez sigue ahí. Como escribía Arzans, la Imperial Villa abundaba en vanagloriosos, pues cada cual procuraba que sus palabras fuesen tenidas en mucho, por "su vana presunción": "Los vanagloriosos son aquellos a quien el viento de la jactancia levanta sobre sí mismos, los que desean que todos los alaben, los que con vivas ansias procuran que injustamente los veneren, los que favorecen a los aduladores, los que revientan por mandar y ser obedecidos vanamente, los que quieren enseñar cuando para sí no saben, los que intentan ser tenidos por doctos en lo que no entienden, los que se alegran de que de ellos se crean grandes cosas, los que en sus palabras se muestran tan graves que se escuchan, los que son en prometer veloces y limitados en dar, los que para los sucesos prósperos son alegres, frágiles en los adversos, cuidadosos en los oprobios, inmoderados en los regocijos, y para lo honesto, difíciles" (Arzans,II;432). En la segunda mitad del S.XVIII, cuando la producción de metal casi no alcanzaba a ser ni una sombra de lo que fue, Juan del Pino Manrique, Intendente de la Provincia potosina, todavía podía escribir al rey: "Potosí es como el Cádiz de este reino, según la abundancia de gente que viene a sus negocios por causa de la mita y demás trabajos e incidencias del mineral... En otro tiempo era el escándalo del Perú, pero hoy es el pueblo más quieto de él, su vecindario dócil y obediente a la justicia. Aunque ha declinado en la mayor parte su antigua riqueza, se ven de tiempo en tiempo algunas ráfagas de orgullo y soberbia, que se apagan fácilmente sin necesidad de recursos ni papeles cuando el jefe está bien conceptuado y bien visto. En que éste sea de autoridad, letras, fama y desinterés, halla lisonja la vanidad de estas gentes, pues

8

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

suponen que el rey les mira con predilección cuando elige para gobernarles ministros de mucha eficiencia. El gobernante que les mande ha de ser bueno, porque si entra en pandillas, comercios y negocios que favorezcan a unos en perjuicio de otros, y forme papeladas por cualquier cosa, es muy fácil se pierda lo adelantado. Como el carácter de estos azogueros es rumboso y gastador, aunque estén pobres, debe también cuidar el gobierno de evitar con prudencia demasías en sus gastos, y no darles gruesos auxilios, sino sólo aquellos que basten para el trabajo" (Del Pino Manrique,22-26). Ciertamente, las condiciones de vida de la ciudad, en función del medio físico del lugar donde se edificó, eran crudas y difíciles, debiendo haber acarreado el desánimo y el desaliento a sus constructores. Pero no fue así. Consiguieron revertir la situación. Como indica el profesor Peter Bakewell, otro potosino de adopción, Potosí gusta con el tiempo (1989;19). Es cierto. Uno se acaba acostumbrando, y aún a sentirse verdadera y entrañablemente cómodo en la ciudad, sus espacios y sus gentes, a pesar del medio y sus rigores. Antes del descubrimiento de las minas del Cerro, nadie parecía vivir permanentemente en aquel pampón, un lugar ciertamente hostil. Seco, frío y muy ventoso, sobre todo de mayo a agosto, sufre los efectos de los vientos helados que vienen desde el salar de Uyuni, una inmensa extensión salina situada al sureste de la ciudad, trayendo polvo, arena y salitre suspendidos en el aire. Apenas llueve, y si lo hace en verano precipita granizo o nieve: "Al tiempo de las aguas, y en particular a la entrada y salida del invierno, son muchas las tempestades de truenos, rayos, pedriscos y nieve, desde Diciembre hasta Abril, y en el verano el viento que decimos llamarse Tomahaví, por venir de un cerro alto así llamado, suele venir con tanta furia que en aquellos días que corre no hay sino cerrar puertas y ventanas y no salir a la plaza" (Lizárraga,233). No hay árboles ni pastos a los 4.000 metros sobre el nivel del mar donde se asentó la ciudad; sólo ichju, también llamado "pasto llorón", que puede ser usado como paja para tejados, o para forraje de llamas y alpacas; y unos arbustos llamados qëuña o qëwiña, torcidos, buenos para leña o carbón, que enseguida desaparecieron a muchas leguas a la redonda. Todavía 800 metros por encima de la Plaza Mayor, se levanta la cima del Cerro Rico (4.790 metros s.n.m.). Es el Súmaj Urqö, Cerro Hermoso en qheshwa, verdadero talismán de la ciudad, como decía Arzans:

9

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

"El famoso, siempre máximo, riquísimo e inacabable Cerro de Potosí; singular obra del poder de Dios; único milagro de la naturaleza; perfecta y permanente maravilla del mundo; alegría de los mortales, emperador de los montes, rey de los cerros, príncipe de todos los minerales.... atractivo de los hombres; imán de sus voluntades; basa de todos los tesoros; adorno de los sagrados templos; moneda con que se compra el cielo; monstruo de riqueza; cuerpo de tierra y alma de plata..." (Arzans,I;3)

La ciudad y el Cerro Rico de Potosí en la actualidad. Nótese la extraordinaria similitud con el cuadro de Gaspar Miguel de Berrío, de la segunda mitad del S. XVIII, que insertamos a continuación. Todo parece seguir en su lugar desde entonces.

10

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Lienzo de Gaspar Miguel de Berrío, de la segunda mitad del S. XVIII, con el cerro y la Villa Imperial de Potosí. Nótese a la izquierda, en la serranía de Kari.Kari, el sistema de lagunas; descendiendo y atravesando la ciudad, la Ribera de los Ingenios, con sus acueductos, corralones y patios de amalgamación; la ranchería de los indios, trepando la ladera; la ciudad de españoles, en primer término, con su calles y plazas; los caminos que parten de la ciudad, con trenes de mulas y caravanas de mercaderes trayendo y llevando mercaderías; y el Cerro Rico presidiendo la ciudad, con sus vetas y socavones, los mineros y los rebaños de llamas bajando mineral. Del Cerro Chico, Guayna Potosí, desciende una procesión con banderolas blancas que traen a la virgen de Copacabana desde una pequeña ermita. La Villa imperial en todo su esplendor (Museo Nacional, Sucre, Bolivia)

11

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Y es el Cerro el que da nombre a la ciudad. Según algunos autores, Potosí debe su origen al cerro Potocchi, que en aimara significa "el que estalla"; porque, según una tradición indígena, una fuerte explosión o reventazón sacudió el cerro, dando cuenta del origen volcánico que indudablemente tiene. Pero Cieza de León señala que esto es así porque los indios llaman "potosi" a los cerros y cosas altas, quedándosele por nombre Potosí, frase que copia literalmente López de Velasco en su obra de 1574 "Geografía y Descripción de la Indias" (López,255). El Inca Garcilaso indica que Potocsi en la lengua general del Perú (qheshwa), no significa nada, por lo que es solamente el nombre del cerro. Sea como fuere, así aparece desde los primeros documentos. A lado del Cerro Rico se eleva el Guayna Potosí, o Potosí el Mozo, un cerro más bajo, como un aparador ya sobre la ciudad. En los valles cercanos, situados en torno los 3.500 metros de altitud, era y es posible obtener productos bien variados, debido a especiales microclimas propios de los valles interandinos. En estos valles cultivados de Cayara y Tarapaya, pequeños pero importantes para el abasto de la ciudad, se obtenían productos agrícolas que de otro modo tendrían que venir de muy lejos. Obviamente, sus precios eran elevados en el mercado de Potosí, de ahí la alta rentabilidad de estas propiedades, absolutamente vinculadas a la ciudad. También servían como quintas de recreo (baños termales de Tarapaya o Totora) para la élite local, o para elaborar tejas y ladrillos. En general, los mineros fueron también propietarios de estas productivas haciendas, diversificando sus inversiones: Siporo, La Lava, Otavi, Toropalca, Manquiri, El Molino, Miraflores, Cayara, Turuchipa... Las vetas de mineral en el Cerro fueron conocidas por los españoles en 1545, y en verdad que son pintorescas algunas de las historias de su descubrimiento. La más famosa, incorporada como cierta a los orígenes potosinos, relata que el indio Diego Wallca, natural de Chumbivilcas -localidad cercana al lejano Cusco-, persiguiendo unas llamas internadas en el Cerro, al prender una candela en una oquedad para guarecerse del frío vio como la plata se derretía ante sus ojos. Wallpa agarró el metal que pudo y se fue a su pueblo, comunicando el hallazgo a su amigo Chalco, un indio de la etnía Wanka, quien se lo confesó a su encomendero Diego de Villarroel, que registró inmediatamente la mina. Era la primera veta, en abril de 1545. Así, según Arzans, los españoles llegaron a conocer la gran maravilla de las Américas a los 5.550 años de la creación del mundo, cita con escrupulosa exactitud (I;37). Y fue además con gran enfado de Chaqui Katari, Kuraka de Kantumarka, pueblo de indios cerca del Cerro, quien pidió a Villarroel le entregara al indio

12

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Wallca, el traidor, para castigarlo en nombre del Gran Pachakamaj: "Porque les ha descubierto el Potocsi, que a ninguno de nuestros incas se lo dio... y por haber faltado a la orden que nos dio a todos de que no sacásemos la plata del Cerro, cuando se oyó el estruendo, y así nos lo envíe porque tiene muy enojado al Pachacamac" (Arzans,I;39). Lo que sí es demostrable es que Pedro Pizarro, en su crónica del Perú, menciona que los indios ya conocían y hacían trabajos de desmonte en el Cerro. Es más, fueron ciertas noticias confusas sobre tal hecho las que llevaron a los hermanos Gonzalo y Hernando Pizarro hasta la zona. En el cercano Purku (Porco), los incas habían desarrollado trabajos de metalurgia, y, siguiendo esta pista, los dos hermanos extremeños iniciaron en 1538 la explotación de este primer asiento minero. La ciudad de La Plata (también conocida como Chuquisaca) se fundó en 1539, muy cerca de la futura Villa de Potosí, con motivo de los numerosos desmontes que se estaban realizando en las cordilleras cercanas, siguiendo las antiguas explotaciones incaicas; de modo que no es extraño que los contenidos metálicos del cerro potosino fueran conocidos por los incas; simplemente esos reservorios no pertenecían -a diferencia de para los españoles- a las urgencias perentorias de explotación de los jefes incas y sus aliados locales. Cuando la presión de los españoles sobre ellos aumentó, las vetas salieron a la luz. Parece evidenciarse en las investigaciones realizadas que en ese gran espacio en cuesta que ocuparía la futura ciudad colonial de Potosí no hubo asentamientos indígenas de importancia, sino en lugares próximos como Kantumarka, Cuesta Cansada, Kari-kari y Wañayrumi (Gisbert y Mesa,1997;27). El que existió, muy cerca del Cerro, debió desaparecer al establecerse la primitiva ranchería de Potosí. Arzans anota que cuando llegaron los primeros españoles, "ocupados en sacar plata del Cerro, padecían grandes incomodidades por el riguroso frío que hacía, y no trataban de hacer casas sino que, apoderados de los ranchos de los indios, allí se dejaron estar poco más de un mes" (Arzans,I;38). Con la primera explotación de Villarroel en 1545, fueron varios los que se allegaron desde lugares próximos (Porco y La Plata) para asentarse en tan famoso Cerro. Teresa Gisbert y José de Mesa mencionan cómo la primigenia ciudad de Potosí se pobló con 75 hombres que vinieron desde la Plata (Gisbert y Mesa,1997;214). Arzans escribe que "servíanles los indios naturales de Cantumarca con todo cariño, por el trato que habían hecho los españoles con ellos de que estarían juntos y vivirían sin molestarlos y que les pagarían su

13

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

trabajo personal. Y como por momentos acudían a lo descubierto de muchas leguas de distancia la gente castellana, les convino el intento de formar casas para acogerse; para lo cual, como no tenían indios que les ayudasen (porque los que trajeron... que estaban en Porco, todos estaban ya ocupados en sacar metal del rico Cerro), se valieron de los amigos con quienes habían hecho el trato... Juntáronlos a todos y les dijeron les hiciesen casas. Respondieron los indios que no podían... y a fuerza de palos y otros malos tratamientos les obligaron con toda violencia a que hiciesen adobes y abriesen los cimientos" (Arzans,I;38). El Kuraka de Kantumarka atacó con "sus escuadrones" a unos españoles que "quedaron admirados porque había muchos días que no empuñaban las armas para guerras con indios", dedicados como estaban a sacar plata en Porco y ahora en Potosí. La batalla duró poco. Los españoles se encomendaron a Santiago (que quedó en adelante como Patrón de la ciudad) y, derrotados los Kantumarka, no tuvieron otra opción que trabajar en el Cerro para los extranjeros, según palabras de Chaqui Katari, el Kuraka de KantumarKa: "Esos enemigos nuestros, ladrones de oro y plata, barbudos sin palabra, que si hubiéramos sabido que era gente sin piedad y que no cumplen los tratos, desde que supimos que estaban en el Porco les hubiéramos hecho guerra, y echándolos de allí no les permitiéramos entrar donde estábamos ni sacar plata del Potocsi... por entender que siendo viracochas eran buenos y de mejores costumbres que nosotros, por eso les servimos aquel poco tiempo, y todos ellos nos prometieron vivir juntos y gozar la plata del Cerro, pero ya sabemos que es gente que no sabe cumplir lo que promete" (Arzans,I;39). Es decir, que ya había ranchos indígenas en la falda del Cerro cuando llegaron los españoles; los indios que trabajaron las vetas los trajeron sus encomenderos desde Porco, porque los Kantumarka fueron usados para construir las primeras casas. Unas casas levantadas acá y allá, en la ladera, sin orden, puesto que lo importante era sacar la plata y marcharse. Así, tanto españoles como indios, "no se embarazaban en nivelar las calles ni ahondar cimientos; ponían piedra sobre piedra y adobe sobre adobe, con gran prisa, por cuya causa quedó muy mal formada la villa, y las calles tan angostas que sólo se podían dar nombres de callejones". Villarroel y Diego Centeno (primer dueño de la veta que llevó su nombre), junto con un tal Capitán Santandía y otro Pedro Cotamito, trataron de fundar la villa, agregando más y más indios, que todos venían a trabajar en el Cerro forzados o por su cuenta. "Eran ya tantos

14

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

los hombres que a las noticias del Cerro descubierto venían, que por estar llenos los aposentos de indios, vivían en los páramos... Por esto procuraron todos poner el hombro a formar algunas caserías" (Arzans,I;41). Por tanto, el Potosí de esos años apenas era sino una aldea minera, una imagen pronto aborrecida por los potosinos de cuño y lustre. Arzans sigue informando de que a los 18 meses de la fundación ya se habían levantado 2.500 casas, y en el primer censo del Virrey Toledo, a principios de los años 70, la cifra de habitantes llegaba a 120.000. "Creció después de tanta manera la población de una y otra parte que llegó a tener dos leguas de rodeo, sin los arrabales de Wachakalla, Kumurirancho [donde vivían los kumiris o arrieros de llamas], Agua de Castilla, Kantumarka y otros ranchos de indios que están bien cerca de la gran población, en los cuales habitan hoy muchas gentes" (Arzans,I;42).

Página de la obra de Arzans, inicio del Libro Sexto, correspondiente al año 1600. Esta obra es, sin duda, la mejor descripción de la vida potosina y el eje de cualquier trabajo que quiera realizarse sobre la historia colonial de la ciudad.

15

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Pino Manrique, dos siglos después, todavía podía ver en el barrio de los indios -la llamada Ranchería-, lo que quedaba de la ciudad primitiva: "Es uno de aquellos pueblos que a mediados del siglo XVI levantó tumultuariamente la codicia, al pie de la riqueza que descubrió una casualidad" (Del Pino Manrique,19). La otra ciudad, la Villa de españoles, fue creciendo con mayor control, y aunque nunca fue la suntuosa urbe -en cuanto a calidad edilicia y arquitectónica- que podía esperarse de su fama y riqueza, fueron sus habitantes, los azogueros y mineros, y la legión de personajes que vivía de la riada de plata, los que deslumbraron al mundo con los reflejos del metal. La ciudad era el lugar, el centro, donde la plata extraída del Cerro y beneficiada por los ingenios de molienda y refinado, se convertía en moneda y barras. De la Real Casa de la Moneda salía quintada. Otra buena parte de la plata, en "piña" (directamente de los ingenios) o en objetos decorativos, circulaba y se distribuía la mayor parte de las veces sin quintar. Por cualquiera de las dos formas, que siempre coexistieron, la ciudad fue el vértice administrativo, fiscal, político y económico desde donde se regía, se controlaba y se dirigía el complejo sistema de la producción de la plata (Hanke y Mendoza,I;cxxxi). Pero, además, la ciudad era la habitación de esa sociedad absolutamente SUI GENERIS, propia, espontánea y verdaderamente barroca y laberíntica, que medraba al amparo de la actividad metalífera; y habitación también de una sociedad abigarrada, compuesta por decenas de miles de indígenas, que sobrevivían en un aterrador sistema de opresión tan coactivo como pocas veces vieron los tiempos. Quizás los mejores retratos de esta amalgama cultural y social los aporten Arzans o Capoche. De cualquier manera, la historia de la ciudad fue obra de cada uno de sus habitantes, desde los de más lustre, apellido y ringorrango, hasta los más humildes yanaconas o hatun-runa. Todos fueron actores y protagonistas. Como escribió Vázquez de Espinosa en 1629, "de todo se hace en esta Babilonia". Todo, entonces, tiene aquí que ver. Alabanza de corte y menosprecio de aldea. Según para quién. Entremos en la ciudad bajo el arco de Cobija, por ejemplo, siguiendo el camino que viene del mar.

16

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Potosí en el contexto de la circulación por el espacio andino y sus conexiones con el Pacífico y el Atlántico.

17

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

18

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Los Laberintos de la Fortuna. I: El Cerro Rico. Analizar la Villa Imperial de Potosí obliga a diseccionar los tres grandes complejos que la integraban: por una parte el Cerro Rico, lugar donde se realizaban los trabajos de extracción del mineral y algunas tareas complementarias; por otra, la Ribera de los Ingenios del Santo Cristo de la Veracruz, cauce mitad natural y mitad artificial, que desde las lagunas construidas en las alturas de los cerros de Kari-kari, al frente de la ciudad, proporcionaba la energía hidráulica para hacer funcionar los "Ingenios de molienda y beneficio"; en ellos se realizaba el proceso de obtención de los metales; y por último la ciudad misma, partida por la Ribera en dos sectores bien diferenciados: la ciudad indígena, llamada Ranchería, más cerca del Cerro; y la ciudad blanca o de españoles, criollos y mestizos, netamente la Villa. Comencemos por el Cerro, origen de toda esta historia. Indiquemos ahora muy someramente que el Cerro Rico de Potosí es un gran cono de origen volcánico, en cuyo interior se halla otro cono invertido donde se encuentra la plata. En la cima aparecen 35 vetas de mineral muy rico, que se ramifican hacia abajo y hacia el interior en seis grandes grupos. Arriba, la mayor riqueza, el mineral más puro en plata, que se fue agotando con facilidad y prontitud. Hacia abajo, adentro del Cerro, el mineral menos rico, más difícil de acceder y beneficiar. Quedó escarbar el Cerro, perforarlo, hundirse en sus entrañas siguiendo estas vetas. Luis Capoche llamaba al Cerro "verdugo", de tanta gente como devoró. Sin embargo, parece que los derrumbes no fueron tan abundantes como podía pensarse, dadas las prisas con las que se inició la explotación, y el ningún uso de técnicas mineras con las que se tallaron los socavones en las primera décadas. Hubo derrumbes, desde luego, pero si consideramos que el Cerro fue horadado como un queso de gruyère sin mucho orden ni concierto, debe agradecerse a su propia naturaleza y no al cuidado en su explotación el que no sucedieran cosas peores; y el que, hasta el día de hoy, siga en pie. Otros graves problemas del trabajo en el Cerro fueron la silicosis, por inhalar polvo en tan prolongadas jornadas como permanecían los trabajadores indígenas en su interior, especialmente con las explosiones de pólvora que se utilizaron para perforar en la segunda mitad del S.XVIII; y los resfríos, en el tránsito de los apires (indios cargadores de mineral) desde las profundidades del socavón (a veces a más de 30 grados de temperatura) al exterior de la mina (muchas veces y por las noches por debajo de cero).

19

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Luis Capoche menciona las condiciones del trabajo bajo tierra. Los apires cargaban el mineral envuelto en mantas que anudaban sobre el pecho, desde el fondo de las galerías (verticales, siguiendo las vetas) hasta la canchamina o explanada situada en la entrada del socavón. Ascendían y descendían los apires por escaleras de soga y travesaños de madera, en ocasiones a más de 300 metros de profundidad. Eran en dos escalas paralelas, con un cordón central que servía de guía. Los cargadores subían de tres en tres, y el de en medio llevaba una vela para alumbrar el ascenso (Capoche,109). Después del esfuerzo, era lógico el resfrío al llegar arriba, dada la diferencia térmica. Las pulmonías y las caídas representaron causas muy importantes de mortalidad, especialmente con los indios nuevos de mita, que llegaban sin experiencia, y que constituían la mayor parte de estos apires. El trabajo diario comenzaba hora y media después del amanecer, y acababa con la puesta de sol, con una hora al mediodía para descanso y comida. Desde la Iglesia Matriz se tocaba una campana indicando el inicio y el fin de las actividades. El régimen de producción trastornó pronto estos horarios legalmente establecidos y, prácticamente en todos los socavones, cuando se generalizó el trabajo por "montones", se trabajó en dos turnos iguales, uno diurno y otro nocturno, de 12 horas (Bakewell, 1989;157). Casi desde el principio (no a los barreteros que eran mingas -de pago- pero sí a los apires cargadores- que eran mitayos), los patrones estaban exigiendo más que un tiempo de trabajo una cantidad: una cierta cantidad de mineral, subida del socavón a la canchamina o transportada hasta el ingenio, por cada semana de trabajo. Eran los llamados "montones de tarea". Y este sistema no hizo sino extenderse a muchos de los trabajos en el Cerro, pues conforme bajaba la calidad del mineral hacía falta aumentar su cantidad para obtener la misma plata. Además, otra forma de bajar costos fue obligar a los apires a acudir con su equipo, velas y sacos o mantas para cargar el mineral. Peter Bakewell (1989;160) calcula el gasto en velas de los apires en unos cien mil pesos/año, con lo que cada mitayo estaría gastando cuatro reales a la semana, es decir, el salario de un día. Igual sucedería con las mantas. La necesidad de aumentar la producción de mineral cerro adentro originó la especialización en el trabajo de socavón y canchamina: los cortadores o barreteros sabían seguir la veta e ir creando el túnel de perforación, con lo que nunca eran mitayos sino indios mingas (pagados), y tenían relativamente buenos sueldos, parte de ellos en mineral que luego vendían a los huayradores; los apires, o cargadores; los pallires, que clasificaban el mineral en la canchamina descartando la ganga y arrojándola cerro abajo, formando grandes "desmontes" o "colas de minas", (algunos de estos pallires eran

20

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

mujeres); los siquepiches, recogiendo el mineral que se caía en tan largo camino como recorría; los pirquires, haciendo muros o pilares; los pongos, a veces jefes de apires o porteros en los socavones; los cumiris, arrieros de mulas o llamas; etc... Incluso una buena cantidad de estos indios, en sus jornadas libres de mita, subían al Cerro a escarbar en los desmontes (eran los palladores. Pallar= rebuscar), o directamente a robar o sacar mineral que habían escondido, y esto lo hacían en las noches de sábados y domingos que era cuando no se trabajaba. Eran los llamados k'ajchas, cuyo número fue cada vez más mayor.

21

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

La Veta Rica se descubrió en 1562, y era sólo una de las que posteriormente se hicieron famosas, como la Centeno, Mendieta, Rey Socavón, Estaño, La Purísima, Pampa Oruro, Forzados, Caracoles, Polo, Amoladera, Cieneguillas, Oñate, San Juan de la Pedrera... (López de Velasco,256). Algunas de éstas labores tuvieron dueños bien conocidos, como La Amoladera, que perteneció en 1678 a uno de los mineros paradigmáticos de Potosí, el gallego Don Antonio López de Quiroga (Bakewell,1988); la del Licenciado Polo, por Polo de Ondegardo, famoso visitador; la Laca Socavón, propiedad de las hermanas Luisa y Petronila Vázquez de Ayala; o la Pimentel, de Domingo Serrano, en la época de Arzans.

Grabado de Arzans donde se muestra, en las faldas del Guayna Potosí y al otro lado del puente sobre el arroyo de Kari-Kari, el cercado donde los lunes se hacía la distribución de la mita y los sábados se pagaba. El cercado también aparece en el cuadro de Arzans. (Arzans, Historia de la Villa imperial de Potosí, Vol. I.)

En general, desde el descubrimiento del Cerro hasta la época de la reorganización del Virrey Toledo en los años de 1570, la producción de plata fue disminuyendo conforme bajaba la calidad del mineral, y el método empleado (método indígena de las huayras del que luego hablaremos) sólo permitía fundir metales purísimos que enseguida escasearon. Desde 1570 se introdujo lentamente el sistema de amalgamación con mercurio (azogue), y el salto productivo conseguido fue espectacular. El periodo 1573-82, cuando se utilizó la ganga abandonada en los desmontes y colas de los años anteriores, más la aparición de nuevas vetas y la llegada constante de contingentes de indios mitayos enviados en virtud de los decretos del Virrey Toledo, fue realmente de un crecimiento productivo fabuloso, dándose inicio a la leyenda de Potosí y sus mineros. El año de mayor producción fue 1592, con mas de 220 toneladas de plata declarada.

22

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Desde 1620 en adelante comienza una crisis lenta pero continua, en la medida que disminuye la calidad del mineral, y especialmente porque se agotan las vetas fácilmente accesibles en la cima del Cerro. También por la disminución en la llegada de mitayos, cada vez más difíciles de reclutar dada la atroz crisis demográfica que tan gravemente afectó al mundo andino. A lo largo del Siglo XVII aparecieron nuevas vetas en las laderas del Cerro, que si bien no eran muy grandes sí eran fáciles de trabajar. De todas formas, a Potosí siguió llegando plata no sólo del Cerro Rico sino desde otros distritos, como Porco, Berenguela, y en general Lipes, Sica Sica, San Antonio del Nuevo Mundo y San Antonio de Padua, en la década de 1650; y desde luego de Oruro a partir de 1607 (Abecia,1997;35. Gavira,40). Por eso, la producción no es que fuera tan escasa, sino que no era comparable con las cifras de vértigo alcanzadas a fines del Siglo XVI. En la segunda mitad del S. XVIII se produjo una recuperación productiva, como resultado de la aplicación de nuevas técnicas, mayores facilidades financieras concedidas a los mineros (creación del Banco de San Carlos) y porque los envíos de azogues se hicieron con mayor regularidad. Algunos de los problemas, como las inundaciones en las galerías conforme se bajaba al pie del Cerro, intentaron solucionarse con la construcción de socavones de desagüe, como el Real Socavón construido entre 1779 y 1790; o con la recuperación del azogue sobrante, con la técnica de barriles que quiso desarrollar la famosa expedición del Barón de Nordenflicht (Buechler,103). Pero en general, y como puede observarse, la médula de los trabajos en el Cerro recayó en la mano de obra indígena, y, especialmente y por su alta proporción, en mitayos forzados. Todo el mundo parecía tenerlo claro. Los señores de Minas e Ingenios no hacían sino pedir más y más indios mitayos, y que se les debían enviar desde todas las regiones de los Andes. Según el Virrey Marqués de Castelfuerte, "es la población el origen de la república y el alma de los reinos". O como decía Arzans, "sin indios no hay Indias" (Abecia,1990;36). De aquí que estudiar el Cerro sea estudiar el número de indios que lo trabajaban y las condiciones en que lo hacían. Los Laberintos de la Fortuna. II: La Ribera De los Ingenios del Santo Cristo de la Veracruz. Frente al Cerro y al otro lado de la ciudad, a 5.200 metros, se alza imponente la serranía de Kari-kari. Su altura propicia la lluvia, y sus valles glaciares muy pronto se aprovecharon para construir reservorios de agua con qué abastecer a la ciudad y a los ingenios de molienda para beneficiar el mineral del Cerro.

23

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Cuando los minerales fueron de alta ley, la obtención de la plata se realizó mediante el sistema de las huayras (en qheshwa, wayra=viento), hornos de fundición indígenas que funcionaban gracias a corrientes de aire. A manera de cazuelas perforadas, se depositaba en ellas el mineral y el combustible y, contando con la fuerza del viento en la región, se avivaba extraordinariamente el fuego hasta fundir el metal. Cuenta Arzans, usando la crónica de Cieza de León, que los indios, una vez que sacaban el mineral del Cerro, se iban a su cima, donde más viento hacía, y allí prendían sus huayras o huayrachinas, "y de noche hay tantas de ellas por todos los campos y collados que parecen luminarias" (Arzans,I;107.Cieza,449). "De manera que así como el viento es provechoso para navegar por el mar, lo es en este lugar para sacar plata". Reginaldo de Lizárraga escribe en 1570: "Cuando los metales acudían a mucho más que ahora, no los fundían los españoles, sino los indios se los compraban y beneficiaban, y acudían con el precio al criado del señor de la mina. Desta manera el señor de la mina tenía su mayordomo que della tenía cuidado, de hacer los indios o yanaconas barreteros labrasen, y sacasen el metal a la boca de la mina, adonde cada sábado llegaba el indio fundidor, mirábalo, concertábase por tantos marcos y a otro sábado infaliblemente la traía la plata concertada; estos indios llevaban el metal a sus casas, y lo beneficiaban, y fundían... El metal cernido y lavado echábanlo a boca de noche en unas hornazas que llaman guairas, agujereadas, del tamaño de una vara, redondas, y con el aire que entonces es más vehemente, fundían su metal; de cuando en cuando lo limpiaban y añadían carbón, como veían era necesario, y el indio fundidor para guarecerse del aire estábase al reparo de una paredilla sobre la que asentaba su guaira, sufriendo el frío harto recio; derretido el metal y limpio de la escoria, sacaba su tejo de plata y veníase a su casa muy contento. Había a la sazón... más de 4.000 guairas, que por la mayor parte cada noche ardían, y verlas de fuera y aun dentro del pueblo no parecía sino que el pueblo se abrasaba... Los indios fundidores ganaban plata, y los señores de las minas no perdían" (Lizárraga,226-227). Como se observa, la facilidad para obtener la plata que luego se llevaban a sus tierras, fue el motivo fundamental por el que acudieron tantos indios desde el inicio de la explotación.

24

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

“Estos indios están guayrando”. S. XVI. The Hispanic Society of America. Nueva York. Mss. K-3.

25

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

La década de 1570 fue el principio del fin de las huayras, debido, como se dijo, al agotamiento de las vetas más ricas. Al darse inicio al sistema de amalgamación con mercurio (sistema que duró todo la época colonial hasta casi nuestros días), introducido por el Virrey Toledo, obviamente cambiaron mucho las cosas: aumentó la extracción -porque se podían refinar minerales más secos, de medio o bajo grado-; se produjo una mayor especialización del trabajo, sobre todo en los Ingenios de molienda y beneficio; se impusieron las crueles mitas; y terminó la participación directa de los indígenas en el proceso productivo, y los beneficios que de él obtenían, proceso que pasó a ser controlado íntegramente por los españoles y por la Corona, en la medida que ésta fiscalizaba las entregas de azogue (en régimen de estanco). Los primeros años de amalgamación, aparte lo que salía de los socavones, permitió aprovechar la ganga (colas y desmontes) de la época de huayras, multiplicando la producción. Además, la reducción de los costos de extracción usando las colas permitió que los mineros invirtieran este capital en la construcción de los nuevos ingenios de beneficio. El complejo industrial necesario para lograr la obtención del metal por el sistema de amalgamación estaba compuesto por tres elementos: las lagunas, para embalsar el agua que movería los molinos; la ribera, que conducía el agua hasta los ingenios; y los ingenios de molienda y amalgamación. Toledo, al impulsar este sistema, dejó prevista la construcción de un complejo de lagunas capaces de almacenar el agua del período de lluvias y abastecer luego durante todo el año a los ingenios de molienda. Como ya indicamos, el lugar ideal era la sierra de Kari-kari, elevada sobre la ciudad y con una fuerte pendiente hacia ella. Una sierra cuyos numerosos valles glaciares permitían construir represas a la entrada de los mismos para contener el agua procedente de arroyos y quebradas. Las represas comenzaron a obrarse en 1573, y en 1585 había ya siete, hasta un máximo de 32 en 1621. Daban agua siete meses al año, aunque, bien reguladas, deberían haber proporcionado un buen caudal todo el tiempo. Es evidente que sobre este sistema de lagunas recaía la responsabilidad de que no se detuviera la producción de plata: sin agua los ingenios no molían. Sin embargo, las lagunas no fueron atendidas como era de esperar: se depositaron sedimentos que mermaron su capacidad de embalse; se descuidaron los diques que llegaron a quebrarse; se dispendió mucho sin calcular las reservas para épocas de seca, etc... El agua, a esa altitud, era la clave del proceso.

26

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En el cuadro de Berrío se distinguen las lagunas del la serranía de Kari-kari

Sistema de lagunas en la actualidad.

27

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

La primera laguna que se construyó fue la de Chalviri, que servía a cuatro ingenios en 1574, con un muro de 238 metros de longitud, una profundidad de ocho y un perímetro de más de cuatro kilómetros, almacenando tres millones de metros cúbicos. Luego Chalviri se conectó con otras lagunas, como Illimani, desaguando en la Ribera mediante un canal de 27.000 varas de longitud. En 1576 se labró la llamada de San Ildefonso. Arzans escribe que por su muro podía pasar holgadamente una carroza. El mismo autor la dibujó, con su compuerta y su capilla dedicada al Santo.

Luego siguieron todas las demás, construidas en las últimas décadas del S.XVI y primeras del XVII, constituyendo uno de los grandes complejos hidráulicos de la América colonial. Miles de mitayos trabajaron en las obras,

28

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

verdaderamente ciclópeas, y, al terminarse las más de treinta que se pusieron en funcionamiento, la capacidad embalsada era de entre seis y diez millones de metros cúbicos, aunque disminuyó mucho por los sedimentos que se depositaron.

29

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Aún en nuestros días asombra ver todas estas lagunas conteniendo agua azul-cielo en las alturas de Kari-kari.

Desde el complejo de lagunas había que llevar el agua a la zona de molienda. Para ello Toledo dejó también órdenes precisas. Se aprovecharía el cauce de un arroyo que bajaba desde la serranía, y se labraría un canal para contener el agua que iría a cada molino. Eso fue la Ribera de los Ingenios del Santo Cristo de la Veracruz, mitad arroyo y mitad cauce artificial, este último de más de cinco kilómetros de longitud y una anchura de diez varas, con muros de piedra y argamasa. Otros miles de mitayos acarrearon piedras y cortaron la roca para el paso del agua. De la Ribera principal salían los acueductos particulares de las refinerías, para finalmente, tras mover el molino, volver el agua al canal principal y seguir a otro ingenio situado aguas abajo de la Ribera, atravesando la ciudad de parte a parte y de molino en molino. Este proceso de producción fue el alma de la ciudad, y el canal de Toledo la aorta del organismo industrial de Potosí, como afirma Bakewell. Conforme la ciudad crecía, alrededor de La Ribera se organizaba la vida urbana. Era también la frontera entre la Villa española y la Ranchería indígena, situada debajo del Cerro. En verdad, fue el proceso de amalgamación lo que transformó la vieja aldea minera en la Villa Imperial de Potosí.

30

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Reconstrucción, sobre el cuadro de Berrío, de la Ribera de los Ingenios, con los nombres de los más importantes.

Ubicación, en el espacio actual potosino, de la Ribera de los Ingenios, desde Kari-kari.

31

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Los ingenios molían, tanto como los minerales del Cerro, las ambiciones, las esperanzas, las alegrías y las penas no solamente de los azogueros sino de todos los potosinos (Hanke y Mendoza,I;cxxxi). En ellos entraba mineral y salía plata. Tanta fue su importancia que, después de 1570, los potosinos más ricos dejaron de llamarse mineros para denominarse a sí mismos Azogueros, conformando el Gremio de Azogueros de Potosí, sin duda la flor y nata de la sociedad. Los ingenios se instalaron a lo largo de la Ribera desde 1572, conforme ésta bajaba de Kari-kari, desde Agua de Castilla hasta Tarapaya, atravesando la ciudad a lo largo de más de dos leguas. (Gisbert y Mesa,1997;222). Cada ingenio se estructuraba a partir de varios patios. En ellos existían estanques de poca profundidad, divididos en retículos mediante tabiques de madera (de ahí su nombre, cajones) donde se realizaba el proceso de amalgamación, mezclando el mineral molido con el mercurio y diversas sales y sulfatos. También se usaban estanques circulares más pequeños. Cuando se aplicó el método de Alonso Barba -que exigía calentar la mezcla-, los cajones se construyeron sobre hornos, pasando a recibir el nombre de buitrones. Por tanto, el ingenio era un sistema de patios, donde se iban realizando las distintas fases del proceso de amalgamación, con oficinas adyacentes, vivienda del azoguero y capilla con espadaña (los más grandes). Se guardaba la sal, el mercurio y los sulfatos necesarios para el proceso en galpones situados junto a los patios, de manera que un ingenio podía tener una extensión considerable; todo él se rodeaba de una tapia o murete rectangular que cerraba el complejo, con varias puertas; una de ellas, llamada "puerta excusada", era un gran portalón por donde entraba el mineral en llamas o en mulas. Sin embargo, lo más característico del ingenio, lo que más sobresalía en altura y tamaño, era la máquina de molienda. Un gran soporte de piedra y argamasa llamado "castillo" cobijaba a la gran rueda de palas (a veces de más de 20 metros de altura) sobre la que caía el agua procedente de la Ribera. A ella llegaba a través de un conjunto de acueductos construidos a "la romana", es decir, con arcadas de cantería para mantener el agua elevada para que cayera con fuerza. A veces, se disponía también de un aljibe o cisterna para almacenar el agua y mantener su caída con regularidad. La gran rueda de palas de madera movía una o dos "cabezas", un conjunto de mazos o martillos que golpeaban el mineral hasta molerlo completamente sobre una base de piedra. Los martillos tenían un cabezal de metal, llamado almadaneta, para favorecer la molienda.

32

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Ampliación del cuadro de Berrío. Patio de ingenio: los indígenas trabajando en los montones. Obsérvese la toma de agua desde la Ribera y el molino. En la imagen superior, también se observa la rueda hidráulica, el acueducto, las almadanetas para moler el mineral y los montones de amalgamación. Al fondo, el acarreo del mineral del cerro al ingenio.

33

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Corte y planta general del llamado Ingenio del Rey. Ribera de los Ingenios.

34

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Acueducto de la Ribera al Ingenio del Rey.

En torno a los ingenios vivía una nutrida población, compuesta por mitayos o mingas que trabajaban como indios morteros, repasires o mezcladores (amalgamadores de la mezcla con los pies), lavadores o tinadores, leñateros, carboneros, horneros, laguneros, maestros azogueros, propietarios y sirvientes (esclavos o mestizos), y sus respectivas familias. Como algunos de ellos estaban dentro de la ciudad -ya que la Ribera la atravesaba de parte de parte-, los ingenios de molienda y beneficio pertenecieron plenamente al Potosí urbano, dotando a la ciudad de un carácter industrial que nunca perdió. Fuera de la ciudad, en Tarapaya, donde la corriente de agua no llegaba con fuerza al no existir la suficiente pendiente, el proceso se realizaba a tracción animal. Allí fue donde se instalaron los primeros ingenios. En 1574 ya estaban moliendo los de Tarapaya, y los de Tawacoñuño, que recibían agua de la gran laguna de Chalviri. Para 1595 el complejo de la Ribera había alcanzado su apogeo. Capoche habla de 108 ingenios funcionando en su época (Capoche,118). En 1603 había 48 ingenios y otros 17 en los valles de Tarapaya, y en 1610 molían 140 cabezas. El año 1624 la Ribera contaba con 124 cabezales y 944 martinetes. En 1654 los ingenios disminuyeron a 68, y a principios del S.XVIII sólo quedaban 60, que es la cifra con las que se llega, más o menos, a fines del período colonial; entre otros, los llamados Ingenio del Rey, Quintanilla, Pampaingenio, Quintu-mayo, Ichuni, La Marquesa, Vilapaloma, etc. (Omiste,I;192). Pedro Vicente Cañete y Dominguez, que escribe hacia 1787, señala que muchos estaban en ruinas, porque no había ni indios de mita en número suficiente ni agua para moverlos, y que sólo molían entre sesenta y setenta ingenios en toda la Ribera (Cañete,74). De todas formas, la reactivación de fines del XVIII, estudiada entre otros por Buechler y Mira, especialmente a partir de la creación del Banco de San Carlos, siguió basándose en los trabajos de la Ribera, con algunas modificaciones técnicas introducidas por la expedición minera del barón de Nordenflicht (Buechler,I;104.Mira,1997).

35

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

A todo lo largo de la historia colonial, estos azogueros propietarios de ingenios constituyeron la élite social y económica potosina, y llegaron a reconocerse más de 80 de ellos engrosando el Gremio de Azogueros de Potosí. Posteriormente, cuando la crisis del Cerro comenzó a afectar la producción, buena parte de los ingenios se fueron alquilando, originándose la aparición de nuevas categorías en el Gremio entre propietarios y arrendadores. La Ribera, además, como todo complejo industrial, era extraordinariamente dependiente de multitud de factores y de avíos que debían llegar de fuera. El agua era clave en el proceso: si no llovía se paraba la molienda; y si llovía mucho se corría peligro de que reventaran las lagunas. Otro sinvivir del azoguero era poder asegurar que tendría mercurio suficiente y a buen precio, bien de Huancavelica, bien de la lejana Almadén, en España, o aún desde Alemania; uno de los trajines más considerables -por las distancias recorridasde la historia Colonial fue éste del mercurio. Otros insumos también eran importantes: el combustible, escaso en una región sin madera, que llegaba de lejos, usándose el ichu, la yareta y la bosta de llama (uchja, en qheshwa), que se recogía como verdadero tesoro, secada y empacada; las pieles, bien de vacunos, que llegaban desde el Tucumán, y de llama, trabajadas a nivel local; el hierro, utilizado como reactivo en la amalgamación o para la construcción de herramientas, que venía enteramente desde España. Grandes maderas para la maquinaria de los ingenios (el eje de transmisión, la viga, que llegaba a medir entre cinco y siete metros de largo) venían del Pilcomayo o de Mizque, o incluso del Tucumán, arrastradas por docenas de indios y animales. Otras maderas venían de los valles calientes de Pitantora, Guainicora y Guaicoma (Gisbert y Mesa,1997;219). Es decir, el abasto de los insumos industriales potosinos era una compleja operación logística realizada normalmente a larga distancia, y con costos realmente elevados. Bakewell cita que, para 1590, una viga de cabeza de ingenio podía llegar a costar casi 2.000 pesos (Bakewell,1989;39). El trabajo en el Ingenio, aunque necesitaba de una mayor especialización, requería igualmente una cantidad importante de mano de obra, que venía siendo obtenida de la mita -especialmente para la carga y el acarreo-, o por trabajadores a sueldo (mingados) para algunas tareas. Según Capoche morían en el Hospital Real cada año más de 50 indios por accidentes laborales (aparte obviamente los que fallecían a pie de obra). López de Velasco en 1574 escribe que el hospital estaba lleno de indios mancos y descalabrados en los ingenios (López de Velasco,255). El trabajo en el molino era peligroso, toda vez que debía extenderse el mineral bajo las almadanetas, y recogerlo una vez triturado, a veces sin parar la maquinaria para no perder agua. El polvo desprendido, además, producía silicosis entre los trabajadores. Otra causa

36

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

común de enfermedad y muerte en los ingenios era el envenenamiento con plomo y con mercurio (los indios se azogaban, dicen las fuentes) en el proceso de purificación.

37

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Los repasiris amalgamaban con los pies desnudos en los cajones, en contacto directo con el mercurio, y durante largas jornadas. En el frío del invierno, los indios del lavado de mineral trabajaban de 10 de la mañana a 4 de la tarde, de mayo a agosto, puesto que todo en los ingenios se realizaba en función del flujo de agua que les llegara. En 1630 se hablaba, como en las minas, de dos turnos de 12 horas (Bakewell,1989;157). Era, desde luego, un trabajo bien duro.

38

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Junto con el problema de los abastos industriales y de la mano de obra, el otro gran temor de la Ribera y de la ciudad eran las toneladas de agua que, como una espada de Damocles, gravitaba sobre los vecinos. Había miedo de que un terremoto deshiciera los diques de las lagunas y el agua se viniera en tromba sobre Potosí. No sucedió por un seísmo, pero en marzo de 1626 se produjo el desastre por otras causas: reventó la laguna de San Ildefonso. Había llovido mucho ese año en Kari-kari y, a pesar de las recomendaciones de los maestros laguneros, en San Ildefonso no se había construido una compuerta o rebosadera. La presión del agua sobre el dique lo hizo estallar finalmente. Por la Ribera de los Ingenios se vino sobre la ciudad una formidable muralla de agua, lodo y piedras (un huaico, en qheshwa, o una mazamorra como se dice en Bolivia), arrastrando todo lo que encontró a su paso. La formidable avenida arrasó la Ranchería indígena, derribó muchos ingenios a su paso, destruyó el barrio de Copacabana y los ocupados por los indios de Tiawuanaku y Churomata, hasta salir por el otro extremo de la ciudad por el cerro Munaypata. La riada duró dos horas, desde la una a las tres de la tarde. Arzans dice que se destruyeron 800 casas de indios y hubo más de 2.000 muertos. Durante dos días, la Cofradía de la Misericordia estuvo recogiendo cadáveres por la Ribera, hasta más allá de Tarapaya (Arzans,II; 370). Antonio Vázquez de Espinosa comenta que "se vieron venir montañas de agua que sobrepujaron las más altas casas, y algunas se llevó por delante gran trecho", siendo 32 los ingenios destruidos y 34 los dañados (Vázquez,421).

39

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

La Ribera, sin embargo, sobrevivió, y la ciudad se puso a la tarea de la reconstrucción. Los azogueros obtuvieron exenciones impositivas, dejaron de pagar el azogue, lograron mas indios, y todo comenzó otra vez. El siglo XVII potosino, en la disyuntiva entre la crisis y el esplendor de Corte que quería ser, no daba respiro.

El Gran Teatro del Mundo: la Ciudad y sus habitantes. a).- Preludio: Quantum de vivos y muertos. Muchos autores contemporáneos, a la hora de escribir sobre Potosí, lo primero que anotaban era su tamaño: "Es la mayor población que hay en todas las Indias, la cual empieza desde las faldas del Cerro y principalmente del Guayna Potosí; tiene esta población de circuito más de dos leguas, y por lo menos coge más sitio que Sevilla con todos sus arrabales; tendrá la villa más de 4.000 vecinos españoles, que son los dueños de minas e ingenios, mercaderes y otros tratantes, que viven en la villa de asiento, sin (contar) otros muchos mercaderes entrantes y salientes, y otros españoles sueltos que en aquel reino llaman soldados honrados, y la verdad es que muchos de ellos son gente perdida, que importara más que trabajaran o buscaran su vida de otra suerte, porque estos son las mayores causas de las inquietudes que suele haber en aquel reino. .. Siendo como queda dicho este sitio inhabitable, es la mayor población de las Indias, la cual está extendida por arrabales y naciones de indios, por cuestas y barrancos que llaman guaycos, donde habrá mas de 80.000 indios, sin (contar) niños ni mujeres, que unos han ido por la riqueza de la tierra a vivir y poblar en ella, donde largamente buscan su vida, trabajando en el Cerro, en las minas e ingenios y otros menesteres, habiendo también oficiales de todos oficios, mercaderes y tratantes a su usanza; otros que han ido a las mitas de lejanas tierras, de todas las provincias de alrededor del Cuzco y de toda el Collao, se han también avecindado, porque allí dicen están redimidos de las vejaciones que les pueden hacer, y que cuando les cupiere su mita están allí a la mano" (Vázquez,417). Como dice Arzans, a la golosina de la plata acudieron muchos:

40

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

"Esta Imperial Villa ha sido y es común patria de los hijos de la mayor parte del mundo; si faltaba unos acudían otros, y por esto en todos tiempos ha tenido innumerables habitadores que a la golosina de la plata vienen de millares de leguas" (Arzans,I;255). El primer censo, elaborado por Toledo, ya ofrece una población de casi 120.000 habitantes. Es decir, en poco más de veinte años Potosí pasó de no existir a constituirse en una de las concentraciones humanas más grandes de la tierra. Un proceso realmente único en la historia de las poblaciones que muestra la vitalidad del mundo andino, a pesar de encontrarse fuertemente sacudido por el impacto de la conquista española. Y un proceso en el que, como veremos, este mundo indígena andino participó con especial protagonismo; por encima, desde luego, de la misma historia tradicional potosina, construida sobre la base de los mineros españoles y su papel en el desarrollo de la ciudad. Antes de que Toledo prácticamente obligara a que la minería del Cerro descansase sobre el proceso de amalgamación y sobre las mitas, ya se habían allegado muchas gentes a la ciudad, en especial indígenas atraídos por los beneficios de las huayras o por los salarios que pagaban los indios varas (arrendadores de socavones); fueron muchos los indígenas que acudieron bien por cuenta propia o bien obligados por sus kurakas, u otros indios yanaconas de lugares y procedencias diversas; y especialmente indígenas enviados forzadamente por sus encomenderos, que luego quedaron en Potosí con sus familias. Una población, pues, que no hizo sino crecer. Las mitas y el desarrollo del trabajo asalariado (indios mingados), hicieron aumentar mucho más el volumen de esta población. De esta manera, las mitas no fueron el único factor del desarrollo demográfico potosino, sino una de sus causas. A comienzos del siglo XVII, en la "Descripción de la Villa y Minas de Potosí", se cita la existencia de entre 50.000 y 80.000 indios en la ciudad (Descripción,372). Otros datos muestran que en esas fechas la Ranchería tendría más o menos 12.000 casas, donde vivirían 30.000 mujeres y niños y 30.000 trabajadores; unos 12.000 serían mitayos; contratados en socavón e ingenios, 8.000; 10.000 con oficio o sirviendo a españoles; en tránsito de 8.000 a 10.000; y otros 10.000 sin asignación especial (Bakewell,1989;119). Para dar una idea del tamaño de esta población debe tenerse en cuenta que la capital del virreinato, Lima, sólo tenía en 1600 15.000 habitantes, la mitad de ellos indígenas, y no llegó a los 50.000 sino hasta el año 1800. (Hanke,1954;75).

41

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En 1611 el Presidente de la Audiencia de Charcas Ruíz Bejarano realizó otro censo en Potosí, resultando 114.000 habitantes. Se dividían del siguiente modo: forasteros de España 4.000; 3.000 españoles nacidos allí; indios 65.000; criollos 35.000, y negros 6.000. (Gisbert y Mesa,1990;10). Todavía en 1684, Melchor de Navarra y Rocaful, Duque de la Palata y Virrey de Lima, escribía: "ni la guerra, ni las minas, ni las pestes han acabado el gentío" (Abecia,1988;111). Pero lo prolongado de la crisis del XVII sí originó un descenso considerable de la población. A fines del S. XVIII las cosas habían cambiado mucho. Cuando Carrió de la Bandera (Lazarillo de ciegos...) visitó Potosí en 1779, la población era tan sólo de 22.272 habitantes, de los cuales 12.866 eran indios (Chao,12); y el Intendente Pino Manrique en 1787 anotaba 24.206 almas, la mayor parte indios y cholos, señalando que buena parte de ellos vienen y se van con la mita, y otros criollos que están avecindados (Del Pino Manrique,24). Las epidemias fueron endémicas en la ciudad: era el momento en el cual se oían rotundos golpeteo de pechos, sacando a los santos más milagrosos en procesión, haciéndose sus novenarios correspondientes. Las "pestes" asolaron la ciudad varias veces; según Arzans, en 1560 (I;113), 1707 (II;439), 1709 (II;464), 1714-15 (III;13-25), y, la peor de todas, la de 1718-1720 (III;77-83-9198), rematada con la de 1730-1731 (III;321). A lo largo del XVII hubo muchas más, que Arzans no registra, y fueron terribles no sólo en Potosí sino en todo el ámbito surandino. Si al principio atacaron la viruela y el sarampión, luego fueron las gripas y el tabardillo (tifus). Estas epidemias mermaron la población, fundamentalmente la indígena, la más numerosa y la más expuesta al contagio de las nuevas enfermedades que llegaban desde Europa. Así, en 1560 eran "fiebres malignas", con las que expiraban en 24 horas; la "peste" de 1709 era un "catarro pechuguera y fiebre maligna general", que según Arzans vino de Europa, pasando por México y Lima dos meses antes, devastándolo todo; las de 1714 y 1730 fueron de "alfombrilla" (una variedad del sarampión); y la más terrible, la que comenzó en 1718 y duró dos años, una "pestilencial epidemia" de tabardillo, con fuertes dolores de costado, por la que llegó a haber a la vez más de 12.000 enfermos en la ciudad. Comenta Arzans que entró por Buenos Aires, y entre muertos y los que huyeron se calcula que dejó a la ciudad en la mitad de su población (Gutiérrez,42). Antonio de Alcedo desde España también se hace eco de la misma epidemia, comentando que "murieron infinitos mitayos indios" (Alcedo,235). Junto a estas pandemias, otras calamidades eran continuas en Potosí, especialmente debidas a la fuerza de los elementos. Tenían que ver con lluvias terribles, que originaban huaicos en las quebradas de la ranchería y en la

42

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

ciudad, arrastrando casas, personas y bienes: en 1567 (I;132), 1588 (I;203), 1597 (I;231); 1626 (I;370,II;1-10), 1679 (II;291), 1707 (II;439), 1710 (II;475), 1712 (II;494), 1714 (III;13); 1725 (III;175), acarreando la ruina de la iglesia de los Bethlemitas y tirando 300 casas en la villa y más de 400 en la Ranchería; o en 1733 (III,350), también con gran ruina en el caserío. Venían acompañadas estas lluvias con "granizos como huevos de paloma" (I;132) y rayos que mataban infinidad de gente en las casas, en el cerro o en las parroquias, aunque siempre se decía era la ira de Dios, que castigaba así a ladrones, adúlteros y poco respetuosos con la religión (II;475). También las muchas lluvias obligaban a aliviar las lagunas, ante el temor a que reventasen, y luego había poca agua para la molienda; o por la mucha nieve se cerraban los caminos y la ciudad pasaba hambre... (I;102). En otras ocasiones se producía el fenómeno inverso. No llovía en meses; era la temida seca, y en la cual se agotaba el agua de las lagunas, se paraba la molienda y con ella todo el trabajo; no se pagaban jornales y la gente se moría físicamente de hambre: 1592 (I;216); 1606, en la que los mercaderes se dedicaron a vender el poco agua que había (I;262); la seca de 1679, con una gran hambruna a la que siguió un diluvio de más de un mes, arrastrándolo todo (II;291); la de 1706, de más de tres meses (II;435), continuando al año siguiente; 1712 (II;494); 1714-16 (III;25-42); y 1723, 1729 y 1737 (III;152,288,410). También hubo varios terremotos, como el de 1586, que derribó un sinnúmero de casas y mató mucha gente, provocando el pánico ante el temor de que se rompieran los diques de las lagunas (Arzans,I;199). Por todas estas razones, y especialmente los arduos trabajos de los indígenas, los malos tratos recibidos y sus pésimas condiciones de vida, sin contar las pendencias en las que continuamente estaban metidos unos contra otros, la mortalidad en Potosí fue abundante y, de alguna manera, estabilizó la población durante el Siglo XVII, llevándola a un claro descenso en el XVIII con la disminución de la actividad y la producción mineras. b).- Acto I: La aldea minera. Este gran volumen de población ocupó forzosamente mucho espacio. Y como se allegó muy rápidamente, la primitiva Potosí creció sin orden ni concierto. La primera ciudad se estableció alrededor de la corriente de agua que bajaba desde Kari-kari, que posteriormente daría lugar a la Ribera de los Ingenios. Las casas, simples bohíos, se levantaron lo más cerca posible del Cerro, porque en él se llevaba a cabo todo el trabajo, tanto la extracción como el beneficio mediante las huayras. A los pocos años, en la década del cincuenta, ya existieron operaciones de compraventa de casas entre los pocos vecinos

43

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

españoles (Bakewell,1989;26). Pero desde luego lo que no existió fue planificación alguna, al igual que en otras ciudades mineras. La población indígena que en tan largo número fue llegando se arracimó desde el arroyo hacia la falda del Cerro; primero de un modo disperso, pero luego, conforme el número de gente creció, apelmazándose por la ladera sin conocerse trama alguna, sin calles ni plazas señaladas, sino algunas kanchas donde mercadeaban sus productos, construyéndose viviendas circulares con techo de ichu iguales al resto de los pueblos indígenas. Al otro lado del arroyo se fueron asentando los pocos españoles y mestizos -en comparación con los indios- que llegaron de La Plata y otras ciudades; así, en 1559 aparecen documentos que mencionan la existencia de "casas de morada", y se citan algunas calles, como la de Mercaderes, la Calle Real, la Calle de la Coca, "la Plazuela", y algunos conventos como el de San Francisco o Santo Domingo. De esas "casas de morada", alguna tenía paredes de piedra, obtenida del mismo Cerro, con viguería de madera e ichu en la techumbre. Pero este sector "español" de lo que todavía no era una ciudad, apenas era nada ante el desarrollo que alcanzó la parte ocupada por la población indígena, más del 80% del total. Este gran espacio ocupado por los indios comenzó a llamarse desde entonces la Ranchería. Existe un interesantísimo dibujo de Pedro Cieza de León, en su "Crónica del Perú", editada en Sevilla en 1553, que representa a la primitiva Potosí.

44

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En él se puede observar cómo ya había edificios a lo largo del arroyo que bajaba de Kari-kari, algún convento, algunos almacenes, pero todo sin orden y casi en pura cuesta, con espacios abiertos en mitad del conjunto, y donde la ciudad minera prevalecía sobre cualquier otro concepto. Y no era para menos: la población indígena que acudió a la ciudad, bien por su cuenta, o bien forzada por sus kurakas o encomenderos, era todo o casi todo en ese Potosí.

45

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En 1574 escribe López de Velasco que en la villa "habrá sólo 400 casas de españoles, ningunos encomenderos, sino casi todos mercaderes, tratantes y mineros, y los más yentes y vinientes... Con el tiempo se han hecho algunas buenas casas de españoles, algunas de teja y ladrillo, y todas las de los indios son de tapias de barro cubiertas de paja y bajas" (López de Velasco,255).

46

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Los primeros trabajadores en el Cerro, y por tanto los primeros habitantes de la ciudad (aparte los pocos españoles que la poblaron en 1545), fueron indígenas, que acudieron a explotar el mineral mediante el sistema de huayras, ya explicado: eran los huayradores. Acudieron muchos por la facilidad con que podían llevarse la plata a sus tierras, aprovechando que ellos conocían la técnica, y que los primeros españoles que habían registrado las vetas no iban desde luego a trabajarlas ellos mismos. Es decir, no eran mineros ni querían serlo; sólo querían la plata del Cerro. Una buena parte de estos españoles pactaron con los huayradores: el huayrador pagaría al español con mina registrada, un marco por semana por cada indio que entrara a trabajar la veta, o dos por semana e indio si ésta era muy rica. El metal que obtenían, lo fundían ellos mismos en las más de 6.000 huayras que llegó a haber antes de 1570 (Capoche,111). Los huayradores contrataban indios para ponerlos a trabajar, y demandaron cada vez más mano de obra. Muchos encomenderos y kurakas, a veces de lejanas jurisdicciones, comenzaron a mandar a sus indios hacia el Cerro a fin de que ganaran jornal en plata, de manera que el sistema de huayras contó pronto con la mano de obra necesaria para lograr un gran desarrollo. Parece que los primeros en llegar en número importante, con sus kurakas, fueron los Qharanqa, desde Oruro, instalándose en lo que luego sería la parroquia de San Lorenzo (Lizárraga,226). Muchos huayradores pagaban a los encomenderos medio marco por semana por cada indio cedido, de manera que estos encomenderos enviaban a sus agentes con sus indios hasta Potosí y obtenían jugosos beneficios sin moverse de su casa. Como decía Lizárraga, "así los indios fundidores ganaban plata, y los señores de las minas no perdían" (Lizárraga,226-227). Junto a los huayradores, otros indígenas manejaban también buena parte de la producción: eran los indios Vara, llamados así porque alquilaban al español propietario de una mina un pedazo de la veta medida en varas (de ahí su nombre) para labrarla por cuenta propia. Aparte del alquiler, que se fijaba en función de lo que de ese pedazo pudiera sacarse, el Vara se comprometía a dar al español una especie de propina o "yapa" si lo que aparecía era especialmente rico. Esta yapa -casi siempre un pedazo de mineral- se llamaba "cacilla", que en qheshwa significa regalo, o "de balde" o "propina", y el español que lo recibía lo mandaba huayrear o vendía a los huayradores. Estos indios Varas alquilaban a su vez varias cuadrillas de indios para trabajar el pedazo de veta que tenían arrendado. Unas veces lo que hallaban lo beneficiaban en sus propias huayras, y otras lo vendían a los huayradores en una plaza de la primitiva ciudad, llamada del Qhatu (lugar de cambio o trueque), quienes lo beneficiaban en la cumbre del Cerro (Capoche,108-109).

47

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Muchos de estos Varas y huayradores eran yanakuna (yanaconas), hombres de servicio no sujetos a tributo ni dependientes de ningún kuraka, y poseían técnicas cualificadas en el beneficio y en los socavones, porque solían ser viejos mineros del tiempo de los incas (Glave,130). Otros, aprendieron las técnicas en la ciudad, o en el mismo Cerro, pues cada vez llegó mas gente al reclamo de la demanda de mano de obra que estaba originando la explotación indígena del mineral. Y no fueron pocos los kurakas que mandaron a sus indios para conseguir plata con qué pagar el tributo de sus comunidades. Capoche dice que todos estos eran "indios ventureros", porque la mayor parte de estos "varas" eran indios de encomienda traídos a Potosí por sus amos para contratarlos, y luego no se marcharon. La encomienda fue, por tanto, la otra causa por la que llegó tanta población indígena a Potosí antes de las mitas (Trelles,25). Entre 1545 y 1549 muchos encomenderos enviaron sus indios a Potosí a trabajar y ganar para ellos. Aunque tal operación estaba prohibida, fue masivo su uso. El Virrey de Lima encargó una averiguación a un minero potosino, Juan Polo de Ondegardo, en 1550, demostrándose que ya en esas fechas 5.000 de los indios existentes en las tareas del Cerro eran indios de encomienda, y pertenecientes a más de 130 encomenderos. Lo que explica -considerando que muchos de ellos estaban allí con sus familias, elevando la población por esta causa en la ciudad a 20 o 25.000 personas-, que casi desde el principio Potosí se había transformado en un lugar populoso, y que la Ranchería fuera anterior a la ciudad española y, desde luego, muchísimo más grande. Aunque Polo de Ondegardo tenía instrucciones del Virrey La Gasca de devolver a todos los indios de encomienda a sus repartimientos de origen, pocos se quisieron ir, e incluso algunos manifestaron que no se irían aunque se les ordenase (Bakewell,1989;54). Alegaban que en Potosí comían más y mejor que en sus tierras, pues llegaban productos de todos lados que ellos podían comprar, y vestidos que ponerse, y ganarse su plata, y que hasta sus mujeres parían más hijos y más sanos que en sus pueblos de origen. Aunque parece una visión idílica la de estos indios trabajando por cuenta propia -y habría que matizarla mucho, dado que Polo de Ondegardo era minero y le gustaría seguir contando con esta mano de obra, por lo que es posible que amañara los resultados de su averiguación-, parece cierto que muchos de estos indios de encomienda o hatun-runa (comunero, hombre del común, sujetos a un kuraka y a tributo en su comunidad) querrían pasar a ser yanaconas, es decir independizarse de su kuraka y quedarse en Potosí. El número de yanaconas en estos primeros años no hizo sino crecer, porque la plata que circulaba en manos de los indios era mucha, y para ellos resultaba sencillo encontrar rentabilidad a su trabajo. Muy pronto, lo fueran o no en

48

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

origen, muchos Varas y Huayradores aparecen como yanaconas. Simplemente se buscaban un señor español (siempre los había dispuestos), se ponían a su servicio (a cambio de una renta) y procuraban -mezclados en la multitud de la Ranchería- que no les encontrase su kuraka o su encomendero y les obligase a pagar. Por su parte, los kurakas tampoco querían que todos sus indios regresaran a sus tierras, porque perdían la plata que allí les ganaban; pero tampoco que se pasaran a "decirse yanaconas" y comportarse como tales. Tenían su trabajo estos jefes indígenas. Muchos de estos kurakas eran agentes de los encomenderos españoles, a los que enviaban la plata que decían habían obtenido sus encomendados al contratarse, cantidad de la que ellos debían quedarse una buena parte. También les interesaba dejar a sus hatun-runa en Potosí, porque obtenían dinero líquido con qué pagar el tributo de sus comunidades con mucha más facilidad que trabajando en sus pueblos de origen; especialmente en estos años en que la sublevación de Gonzalo Pizarro y las revueltas de conquistadores habían asolado muchas regiones y dislocado las relaciones de intercambio básicas para cambiar productos agrarios por metal en el Perú central u otras zonas de los Andes. Toledo en 1572, dada la proliferación de yanaconas no tributarios, obligó a que pagaran a la Corona. Los hizo, de alguna manera, yanaconas reales. Muchos de ellos se especializaron en tareas concretas, especialmente barreteros y refinadores, o se encargaban de la producción agrícola en los valles cercanos. Con el tiempo, cada vez hubo menos encomenderos propietarios de minas, y la demanda de mano de obra de los huayradores y varas disminuyó, al bajar la producción de las huayras; con lo cual, el número de indios enviados por los encomenderos de otras zonas también se vino abajo. Pero ya era conocido el camino para muchos indígenas: aún antes de las mitas, la población potosina era, mayoritaria y fundamentalmente, nativa. Los yanaconas, muy potosinizados e hispanizados, fueron el primer elemento vertebrador de la ciudad y los que, en verdad, marcaron la pauta y la impronta del primer Potosí. Así dice Arzans que la plata estuvo en manos de los indios durante más de 20 años, hasta que Toledo transformó a los españoles rentistas en teóricos mineros, con la implantación de la amalgamación: "con el entable de la mina, corrió muy distinto" (Arzans,I;107). Capoche escribe, con razón, que al principio "los indios poseían la riqueza del reino". Todo esto cambia cuando los dueños de minas se ponen a trabajarlas directamente, contratando ellos mismos a los indios y, sobre todo, utilizando el cupo de mitayos que les tocase. De cualquier manera, y como veremos, la renta de mineros y azogueros siempre contó con

49

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

los aportes en metálico -forzados y por mil y un motivos- de la población indígena. Es más: fueron una parte importante e imprescindible de esta renta, a veces más que la originada en el proceso de producción.

c).- Acto II: La Ranchería de Toledo. El Virrey Toledo, siguiendo instrucciones de Felipe II, visitó la ciudad en los años 70. El propio monarca le había ordenado que para mejorar el trabajo en las minas convenía que hubiera ciudades indígenas cerca de ellas. En el caso de Potosí, la realidad se le había adelantado. Toledo quiso imponer nuevas directrices sobre la traza de la ciudad, pero no pudo tocar, obviamente, lo que ya estaba consolidado. La Ranchería era demasiado grande y antigua como para modificarla, pero intentó cuadricularla, lo que no pudo hacer desde luego. Por eso Arzans, casi dos siglos después, todavía le aplicaba a los barrios indígenas el término qheshwa "chingana" o laberinto, y Capoche escribía que "en las plazas de los indios no se puede ni andar entre ellos de lo juntos que están". Toledo intentó entonces regularizar la parte española, que también parecía más suburbio que ciudad, donde no había sino algunas casas y conventos en lo que apenas parecían calles en cuesta, tortuosas y estrechas. Modificó la traza de éstas en lo que pudo, y así, en un primer plano (Planta General de la Villa de Potosí) elaborado sobre 1580-90, puede observarse que comienza levemente la edificación permanente, un trazado más o menos regular en el centro y más o menos disperso hacia los extremos, pero todavía con muchos claros. (Mesa y Gisbert,1970;47). En total, un espacio urbano de aproximadamente 1000 metros de norte a sur y 1500 de este a oeste. Potosí no fue influida arquitectónica ni urbanísticamente por Toledo en lo fundamental. Pero sus reformas sobre la producción, la introducción del proceso de amalgamación y la implantación de las mitas, fueron las que verdaderamente la transformaron. Modificar el régimen de producción fue modificar la ciudad. Ya comentamos cómo la construcción de la Ribera de los Ingenios dividió a Potosí en dos sectores bien diferenciados: el indígena y el español. Ahora, la Ranchería comenzaba a mostrar el intrincado mundo social y multiétnico que convergía en Potosí, con la llegada de grandes contingentes de mitayos forzados desde regiones tan distantes como Cusco o la sierra central peruana, sumándose a los potosinizados indígenas del período de las huayras. Hubo mucho de nueva impronta, pero, desde luego, la tradición ya estaba servida. La Ranchería ocupaba más del 70 % del espacio urbano, y albergaba a más de 100.000 indígenas a fines del S. XVI (Gisbert y Mesa,1997;229). En muy

50

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

pocos años, adaptándose a la nueva realidad mitaya, acabó dividiéndose en 14 parroquias de indios: diez al norte de la Ribera, en la parte del Cerro (lo que era la vieja Ranchería); dos en las alturas del camino a La Plata; y otras dos insertas en la Villa de españoles (San Lorenzo y San Bernardo). Aunque se intentó que estas dos últimas pasaran a ser iglesias de españoles -para mantener a todos los indígenas viviendo en la Ranchería-, sólo se logró con San Bernardo -ocupando los españoles la plaza del Qhatu, donde estaban los Killaka-, y no pudieron con San Lorenzo, donde estaban los Qharanqa; tanta era la tradición de estar en aquel lugar desde la fundación de la ciudad, que los Qharanqa no se movieron; y mucha fue la plata que pagaron sus kurakas por permanecer en un barrio céntrico que aportaba preeminencia y estatus a esta etnía orureña. Cada parroquia (comienzan a llamarse barrios en el siglo XVIII), tenía su alcalde indígena, y un régimen similar al resto de las doctrinas andinas. En las diferentes parroquias -de las que estaban excluidos mestizos, españoles, criollos y negros- se distribuían los grupos étnicos que iban llegando cada año en los contingentes mitayos y, obviamente, los de cada parcialidad que se iban quedando en Potosí. De manera que estas parroquias constituyeron una especie de mapa étnico andino, donde se conservaban culturas, usos, comidas, vestimentas y hasta lenguas diferentes, actuando diversos mecanismos de protección entre los miembros de la misma etnía, ayllu o comunidad. Realizando un esquema simplificado de estas parroquias y sus habitantes, obtenemos una interesante división étnica que muestra esta complejidad potosina a la que nos referimos. Si los españoles hablaban de la Ranchería como un todo, la diversidad era en cambio su principal característica (Gisbert y Mesa,1997;229-30): -Parroquia de San Martín: Indios Lupaqa. -Parroquia de San Benito: Los Qulla de Urqösuyu e indios Sura de Cochabamba -Parroquia de Santa Bárbara: Los Qulla de Umasuyu. -Parroquia de San Pedro: Los Pakaxa de Umasuyu. -Parroquia de La Concepción: Los Pakaxa de Urqösuyu. -Parroquia de San Cristóbal: Los Qhara Qhara. -Parroquia de San Francisco el Chico o de los Naturales: Indios Charka. -Parroquia de San Lorenzo (en la Villa de españoles): Los Qharanqa de Oruro. -Parroquia de Nuestra Sra. de Copacabana: Los Tiawuanaku (Pakaxa Urqösuyu) -Parroquia de San Juan: Los Lupaqa que no cabían en la parroquia de S.Martín. -Parroquia de San Pablo: Indios de Charka, y los Qhara Qhara que no cabían en San Francisco el Chico y en San Cristóbal. -Parroquia de San Sebastián: En ella vivían al principio los Qanchis de Quispillache. Luego llegaron los Killaka, echados de San Bernardo. Algunos Qanchis tuvieron que irse a la parroquia de Santiago. -Parroquia de Santiago (antiguo San Agustín): Los Qanchis que estaban en San Sebastián, desplazados por los Killaka de S.Bernardo

51

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

-Parroquia de San Bernardo (en la villa de españoles): Los Killaka, que cuando se convierte en parroquia de españoles se van a San Sebastián.

52

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En 1601 Diego de Ocaña describe las casas de los indios en la Ranchería como pocilgas, unas "piedras puestas por la mayor parte en redondo con un poco de barro, con techo de paja, y tan bajas que apenas se puede estar en ellas de pie" (Ocaña,42). Dice que no usaban camas "ni duermen sino sobre el suelo, cuando mucho un pellejo debajo". Con el tiempo, las casas se fueron haciendo de planta cuadrada, y en los barrios fueron apareciendo callejones, cada vez más empinados conforme trepaban las faldas del Cerro. En cada una de estas casas, ya con muro y corralones, vivían 20 o 30 indios, en aposentos muy pequeños, tabicados de adobe, en los que sólo cabía una cama, un fogón y, desde luego, botijas para la chicha, que no podía faltar: "hasta ocho o diez cántaros de aquel su brebaje, que tienen el mejor lugar en aquella estrechez" (Arzans,I;42). El número de mitayos evolucionó con el tiempo. Los virreyes hacían repartimientos periódicamente, para ir ajustando la cantidad no a las necesidades de las minas (los azogueros siempre pidieron más y más), sino en función de lo que podía sacarse de los distritos mitayos, muy afectados por la crisis demográfica andina, y porque cada vez era mayor la resistencia a ir a Potosí, especialmente desde los distritos más alejados. Entre 1573 y 1650 se hicieron doce ajustes del número total, así como de su reparto por los diferentes distritos mitayos, oscilando entre los 14.000 indios anuales en 1578, a los poco más de 12.000 en 1633. A fines de siglo, la mita anual había disminuido, en números reales, por debajo de los 6.000 indios (Bakewell,1989;107). Este número, llamado mita gruesa, era el total de mitayos anuales que debían ir a servir a Potosí, y se dividía en tres turnos iguales, llamados mita ordinaria. Con ello se pretendía que ningún indígena trabajara más de cuatro meses. Eran diez las provincias mitayas -a veces bien lejanas, a más de 200 leguas, como Qhëspiqanchis, K'ana o Qanchis, en la región cusqueña, otras más cercanas-, y desde todas se dirigían a Potosí cada año los indios dispuestos por sus kurakas, en función del número tasado para la comunidad o grupo étnico. Iba cada remesa al mando de un Capitán de Mita, un responsable indígena, por cada uno de los diez distritos, que se distribuían étnicamente así: 1, K'ana y Qanchis; 2, Qulla Urqösuyu; 3, Qulla Umasuyu; 4, Lupaqa; 5, Pakaxa Urqösuyu; 6, Pakaxa Umasuyu; 7, Qharanqa (Oruro); 8, Killaka; 9, Sura (Cochabamba); y 10, Charka y Qhara Qhara (incluye Chicha) (Abecia, 1988).

53

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Mapa de los Partidos de Potosí, algunos de ellos distritos mitayos. 1787. Archivo General de Incidas, Mapas y planos de Buenos Aires, 160.

54

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Al llegar a Potosí los mitayos eran asignados a un dueño de mina para el socavón, o a un azoguero para el Ingenio, y se hospedaban en la Ranchería, en la parroquia que les correspondía, más o menos juntos los de una misma comunidad. La división en tres turnos de la mita gruesa debía permitir al mitayo trabajar sólo cuatro meses al año, quedando libre de servicio (huelga) el resto del tiempo, y pudiéndose dedicar a sus propias actividades. Pero esto apenas fue así sobre el papel. Otras fuentes dicen que trabajaban una semana sí, dos semanas no, u otras alternativas similares, porque los jefes de la mita india (los Capitanes de Mita) tenían que entregar cada semana en las minas o en los ingenios el cupo de hombres especificado en el repartimiento. Y debían entregar ese número estuvieran disponibles o no. Con lo cual tenían que echar mano igual de un indio suyo que hubiera tenido su semana de huelga, que de otro que no la hubiera tenido, sin respetar las rotaciones. En resumen, iban sacando para sus cuotas a los trabajadores que podían encontrar en los barrios de la Ranchería; por eso le interesaba a los Capitanes de Mita que los indios de su comunidad y distrito mitayo viviesen todos juntos en el mismo barrio, porque así era más fácil "sacarlos". Conforme disminuyó el número de mitayos reclutados en las provincias de origen, más difícil fue mantener la rotación: menos indios para idénticos cupos de trabajo significaba más trabajo para los mismos indios. Es decir, trabajaban mucho más de cuatro meses, seguramente en un régimen de dos o tres semanas sucesivas y una de huelga, lo que ya sucedía antes de 1600, según Bakewell (1989;105). Con la crisis demográfica del XVII los cupos no hicieron sino disminuir, por lo que la presión sobre los pocos mitayos presentes tuvo que ser mayor. En 1603, por ejemplo, de un total de 12.000 indios de mita gruesa se presentaron escasamente la mitad. (Bakewell,1989;114). La vida en la Ranchería de estos mitayos dependió de la presión, en cuanto al horario laboral, que ejercieron sobre ellos sus patrones en las minas o en los ingenios. Los lunes a la mañana los dueños de socavones se acercaban a la Ranchería para juntar a los indígenas que tenían asignados en su cupo. Los Capitanes de la Mita delegaban el llenar los cupos en gentes de su confianza, incluso caciques o jefes de ayllu. Pero la cantidad de abusos que este método acarreó (al estar la Ranchería tan poblada, el acopiador enviaba a la fuerza a mitayos de huelga, o acaso ni eran mitayos de ese año), llevaron al motín a los indios libres, de tan molestados como eran (con la amenaza de incendiar los barrios, el terror de los blancos potosinos). Por eso se decidió construir un cercado, cerca de la Ranchería, en la ladera del Guaina Potosí, donde los jefes de mita llevaban a sus indios, y allí se repartían entre los patrones. (En un grabado de Arzans aparece el famoso cercado, que ya existía en 1625).

55

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

El lunes se hacía el reparto de los mitayos entre los azogueros y mineros, y el martes empezaba el trabajo hasta el sábado, normalmente en turnos de doce horas, descansando el domingo. Los patrones se quejaban de que los domingos los indios se emborrachaban, y el reparto de los lunes se hacía con dificultad porque los indios no aparecían o llegaban tarde. Según Capoche esto sucedía porque los Capitanes de la Mita eran los primeros que se "machaban" -emborrachaban- (Capoche,141). El domingo se pagaba a los mitayos, pero se hacía tarde y mal. Los mineros que querían favorecer a sus indios para que les trabajaran mejor pagaban el sábado por la tarde, y alegaban que así irían el domingo a misa con normalidad. Pero otros decían que pagar el domingo reducía las posibilidades de que se emborracharan, que el sábado por la noche nadie dormía en la ranchería, y que ya que el lunes en la práctica no se trabajaba, así tenían un día menos para darle a la chicha. De cualquier manera, los sueldos fijados para los mitayos, y que tenían que serles abonados por sus patrones, tampoco daban para mucho: Trabajo en socavón Apires (cargadores) En Ingenios Toledo (1573) 3,5 reales día 3 2,75 Velasco(1599) 4 3,5 3 Dados los precios en Potosí, especialmente de los productos básicos, estos sueldos apenas si alcanzaban para comer, y los estudios proteínicos y calóricos realizados por Bakewell demuestran que el esfuerzo físico desarrollado por estos mitayos no estaba balanceado con la ingestión nutricional que estos sueldos permitían (Bakewell,1989;111). Si además consideramos que cada mitayo vivía en la Ranchería con su familia, definitivamente era imposible la alimentación familiar con estos salarios; es decir, el tiempo de huelga del mitayo debía emplearlo en arrendar su trabajo para subsistir él y los suyos. Pero es que, además, para sobrevivir tenía que ponerse a trabajar el total de la familia, mujeres y niños, en actividades como pailliris, en los ingenios, o en el sector servicios de la ciudad. Reginaldo de Lizárraga escribe que "todos (los indios) con hijos e mujeres llegan a 30.000, y ninguno hay, si quiere trabajar, que no gane plata; hasta los niños de seis a siete años, mascando maíz para hacer levadura para chicha, la ganan" (Lizárraga,230). Por eso la Ranchería, íntegramente, era el conjunto humano y social más dinámico de la ciudad.

56

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Y no era siempre fácil esto del trabajo libre para los mitayos. La mita ordinaria en ingenio y socavón escondía otros tipos de tareas forzadas. De entre los indios de huelga, y por cada mita ordinaria, debían obtenerse además: -150 indios de plaza. A quedar disponibles en la plaza de la ciudad cada lunes para servir como domésticos en las casas de la gente que los requiera, en casa de los Regidores del Cabildo o en Monasterios y hospitales de donde los pudieran llamar. - 80 indios para los trajines y entrada de bastimentos en la ciudad. - 70 para las salinas, en Yocalla. -100 para mantenimiento de las lagunas. - 60 para hospitales de indios y en las parroquias. Y aparte, del total de la mita ordinaria, más de mil podían ser destinados a las minas de Porco o de Wari Wari. El otro asunto por el cual los mitayos quedaban comprometidos era el de las compraventas que de ellos o de sus cupos hacían los mineros y azogueros. De hecho, muchas veces las minas o ingenios se vendían o alquilaban no por su valor intrínseco, sino por el tamaño del cupo de mitayos que tuviesen asignado. Si una veta quedaba exhausta, su dueño vivía, en realidad, de alquilar los mitayos que le correspondían por cupo. Capoche afirma rotundamente que estas operaciones eran corrientes, aunque estaba prohibido, y que incluso los azogueros se jugaban a los naipes sus cupos de mitayos (Capoche, 167). Los indios de mita funcionaron, por tanto, como moneda; porque la falta de mano de obra y el hecho de que los mitayos resultaran a sus patrones mucho más baratos que los indios de salario (mingas), los hizo todavía más preciados. El escaso valor de la mano de obra mitaya era el motor principal de toda la producción minera en Potosí. Bakewell (1989;163) cita que en 1590 más de 1.300 mitayos se vendían en Potosí semanalmente, "como carneros de carga", dice Capoche. Se pagaban entre los mineros 150 o 200 pesos por hombre/año. Algunos arrendaban ingenios no para beneficiar plata en ellos, sino para tener cupo de mitayos y luego venderlos. Como se observa, la obtención de la renta minera era lo fundamental para estos patrones, y lo lograban por los mecanismos más rebuscados, y muchas veces los más inmorales. La mita fue decayendo de a poco por razones que hemos ido apuntando. Para 1650 solo 800 indios se presentaron de mitayos y otros 800 se habían redimido en dinero, un mecanismo que como luego veremos pronto se fue generalizando. Las cuotas no eran cumplimentadas porque bajó terriblemente

57

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

la población en las provincias mitayas. El descenso demográfico en el área cercana a Potosí entre 1570 y 1620 fue devastador; se calcula que por encima del 50 %: guerras, epidemias de viruela, sarampión, gripe, alfombrilla (una variedad del sarampión), mermaron a la población indígena; a lo que se suma que, en Potosí, la concentración de gentes yendo y viniendo agravaba el contagio. Hay que considerar que una mita anual de 12.000 indios acarreaba como mínimo un movimiento de 25-30.000 personas/año. Es cierto que muchos se volvían a sus regiones, pero también bastantes quedaban en Potosí. Por esta razón -el descenso real de los mitayos-, la mano de obra contratada (indios mingas) acabó superando en mucho a los indios de mita. Y es cierto que, a diferencia de lo que tradicionalmente se ha pensado -que la mayor parte de la mano de obra en Potosí era mitaya-, la contratación de mingas no hizo sino crecer. Además de porque la mita, en general, no alcanzaba a satisfacer la demanda de mano de obra, sucedía que si un kuraka no podía completar el cupo de mitayos, pagaba al patrón la plata necesaria para que este contratara mingados hasta llenar el cupo. Eso era lo que se llamaba "entregas en plata", o "poner indios en el bolsillo", o dar "indios de faltriquera". Muchos dueños de socavón o de Ingenios acabaron guardándose esta plata, como si fuera una renta más, sobre todo en el S.XVII, pues era de mayor provecho quedarse con este dinero líquido que emplearlo en sacar un mineral que luego tendría menos valor. De nuevo se observa lo importantes que fueron las transferencias económicas del universo indígena a los mineros: antes por las ventas de los cupos de mitayos; ahora por los sueldos de estos mingas sustitutos. Este metálico para pagar a los españoles lo obtenían los kurakas vendiendo los productos de sus comunidades que llevaban a la ciudad de Potosí, con las ventas del ganado que traían (llamas), y con los beneficios que obtenían de "colocar" mitayos de huelga como mingas contratados, sueldos que pasarían a la Caja de Comunidad; o con otros trabajos no mineros que realizaban en la Ranchería y en la Villa de españoles. Y todo aparece como renta minera, una renta que podía ser para el azoguero tan importante como la que obtenía de la explotación directa del mineral. Muchos de estos indios mingas eran mitayos de huelga, como hemos indicado. Se reunían en la plaza de la ciudad y allí esperaban que viniese un patrón a contratarlos para el purificado. Para la extracción los buscaban en la Ranchería, en su parroquia respectiva, pues también existía alguna especialización por etnía y tipo de actividad. Cobraban por adelantado y trabajaban de 10 a 4 de la tarde, y exigían una cantidad más alta que la paga de mita. Si le llamaba un kuraka que no fuera el suyo para completar cupo mitayo, recibía la plata de este kuraka, más la paga de la mita que le abonaba

58

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

el patrón. Además, si poseía un cierto nivel de especialización en el trabajo, también recibía mineral como parte del pago (Capoche,174). Por eso explicábamos anteriormente que los mitayos quedaron para los trabajos más duros, fundamentalmente apires en las minas y repasires en el ingenio. Los sueldos de estos mingados oscilaban entre los 4 reales/día en la mina y 4.25 reales en el Ingenio, más la coca en algunos casos y algo de mineral en otros. Cada vez fue mayor la diferencia en salarios entre mingados y mitayos. Pero la demanda de mano de obra cualificada, conforme se impuso la amalgamación, no hizo sino crecer. Al analizar la correlación numérica entre unos y otros, se demuestra que si una mita ordinaria era de 4.000 hombres (que no se daba completa como ya sabemos), los mingas trabajando en los ingenios eran unos 5.200 (unos 70 por ingenio) y en socavón otros 200/300. Así, los mingas eran más de la mitad de la mano de obra empleada en la minería de Potosí; a los que deben sumarse los mingas contratados en recuperar azogue en los ingenios, extraer y transportar sal, hacer carbón, arrear los rebaños de llamas con mineral desde el Cerro a los ingenios, etc., que debían ser otros mil o mil quinientos (Capoche,173). Toledo inclusive quiso fijar aún más la población indígena a la ciudad. Pensaba que si los indios mingas, los yanaconas y los que durante la época de las huayras habían trabajado tanto y sacado notable provecho para ellos y para las reales rentas, se volcaban ahora sobre la amalgamación, la producción de plata en Potosí no haría sino crecer, y con ella los quintos reales. En realidad podría suponerse que, tanto a Toledo como a los responsables de la planificación de la renta colonial en España, lo que verdaderamente les preocupaba era que los flujos de plata desde Potosí no se interrumpieran, más que el hecho de que buena parte de la producción pudiese estar en manos de los indígenas. La amalgamación se introdujo cuando la producción de las huayras se vino abajo, y fue necesario hallar un nuevo sistema que beneficiase minerales de más baja ley. Tanto fue así que Toledo encargó que existiera en cada parroquia de indios de la Ranchería una escuela donde aprendieran el proceso de amalgamación, para que los indios que lo conocían lo enseñasen a los demás (Bakewell,1989;144). Entendía el Virrey que los indios se iban de Potosí, originando escasez de mano de obra libre y teniendo que forzar las mitas, porque la baja ley del mineral les impedía participar en el proceso de beneficio con sus huayras. Capoche dice que por eso quería Toledo que se les pagase a los mingas una parte del salario en mineral, para que los naturales amalgamasen. Pero esto

59

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

fue imposible; los indios no quisieron sino pago en metálico, porque nunca tuvieron capacidad para invertir en un proceso industrial que era caro. La amalgamación quedaba muy lejos de las posibilidades de unos indígenas, a poco más de treinta años de la conquista, y bajo un feroz sistema coercitivo de extracción de sus excedentes, que les impedía absolutamente acumular capital para invertir. Esta idea de Toledo muestra una de las paradojas del sistema colonial. Viendo el fracaso de su idea, el mismo Virrey acabó prohibiendo en 1578 todas las pagas a los indios que no se realizasen al contado, lo que tampoco se cumplió, porque el mercado del mineral siguió funcionando, especialmente el de alta ley. Otros muchos indígenas no venían a Potosí a trabajar en las minas o ingenios, sino en busca de una gran variedad de oportunidades que surgían en la ciudad: dejaban de ser hatun-runa y pasaban a ser yanaconas o ventureros, y a vivir en la Ranchería, en viviendas más acomodadas que las de los mitayos: dedicados al transporte, venta de coca, vino, alimentos y vestidos, cortes de madera para combustible, carboneros, hortelanos, k'ajchas... También muchas mujeres trabajaban de palliris en las canchaminas o buscando mineral suelto en las colas; en la Plaza del Qhatu, cerca de la Matriz y de la plaza principal, en la Villa de españoles, vendían el mineral que recogían en el Cerro o como producto de los pagos no metálicos. El mercado de mineral en Potosí fue cosa de mujeres. El Qhatu era el lugar de los Killaka, pero fue punto de encuentro para vendedores y compradores de mineral para beneficiar, puesto que se vendía libremente. Se vendía jueves, viernes y sábado, después de los pagos. Los de metal más rico se situaban arriba de la kancha, y los de metal más pobre ya junto a la Calle de la Coca (por eso se llamaba metal de coca), al lado del monasterio del Nombre de Jesús. Normalmente los españoles no podían entrar a este mercado hasta después de las 12 del mediodía, porque Toledo dejó establecido que los primeros que tenían que beneficiarse del mejor mineral eran los indios. El Qhatu era también el lugar donde acababa el mineral procedente del k'ajcheo. Todo esto significaría que las huayras -a mucho menor escala que antes, desde luego- debieron seguir funcionando. Era otro camino mediante el cual los indios tenían plata; una plata que, como vemos, acababa pronto en manos de los españoles.

60

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Fotografía de fines del S. XIX donde se observa un fragmento de la plaza del mercado o Qhatu, hoy destruido, delante de San Lorenzo de los Carangas, con los puestos y tendejones de vendedores y gateras. Era la plaza de la cebada o, más antiguamente, del alcacer. Teresa Gisbert y José Mesa, Arquitectura Andina, La Paz, 1997, fig. 185.

Otro mercado fundamental era el de la coca. Reginaldo de Lizárraga escribe en 1570: "Es pueblo de mucha contratación, y una de las mayores es la coca, que del Cuzco le viene cada año al pie de 60.000 cestos, y si hay logreros en el mundo creo son los coqueros, porque según el tiempo a que fían así acrecientan el precio, y aunque se les predique es cantar a los sordos" (Lizárraga,231). Menos acomodada era la vida para otros naturales que, también vecinos de la Ranchería, habían caído presos de un feroz sistema de trabajo forzado por deudas. Por ejemplo, a principios del S. XVII, muchos indios de Lipes trabajaban en las panaderías de Potosí casi como esclavos, tras un acuerdo que tenían el Corregidor de Lipes con los panaderos potosinos (Bakewell,1989;169). Les habían dado plata por adelantado y los tenían encerrados sin poder salir de las tahonas. Es seguro que habría muchos más casos.

61

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

La Ranchería y los barrios indígenas fueron mostrando con los años diferencias en su seno, producto de las desigualdades que se iban produciendo. Y no solamente en las viviendas, sino en las mismas iglesias de las parroquias, símbolos de la comunidad que se asentaba en el barrio, y en la que se plasmaba la mayor o menor riqueza e importancia del grupo indígena. Cuando a los Killaka los sacaron del Qhatu, porque la parroquia de San Bernardo se hizo de españoles, y se fueron a San Sebastián, su Kuraka, Juan Coique Guarachi, pagó casi toda la nueva iglesia (Gisbert y Mesa,1997;230). En la de Nuestra Señora de Copacabana se encuentran los mejores artesonados mudéjares de todo Potosí, del año 1684, con una bellísima cúpula de media naranja. Las iglesias de San Benito, de 1711, y San Bernardo, de 1731, son grandes y hermosas. Otras eran de adobe, como la de Santa Bárbara, sin duda de una belleza diferente. Casi todas tenían atrio, al que se accedía por arcadas, con cuatro capillas posas en las esquinas para las procesiones (Gutiérrez,42), como se puede observar a la Iglesia de San Martín, pintada en el lienzo de Melchor Pérez de Holguín, que retrata la entrada del Arzobispo Diego Morcillo en la ciudad. En definitiva, la Ranchería representó y representa algo más que al Potosí indígena: sin duda fue el nervio que mantuvo en tensión a la ciudad gracias al trabajo y al esfuerzo de estos trabajadores de la mina y de los ingenios de beneficio; y de todos los que atendieron los servicios y los mercados, hombres y mujeres de difícil número e imposibles nombres. Una población que, obligada a realizar continuos aportes en plata, proporcionó una parte muy importante de lo que fue considerada como renta minera de Potosí, tanto a los azogueros como a la misma Corona; renta que, en buena medida, no fue sino una estafa a gran escala de los propios mineros, muchas veces más rentistas que empresarios. Casi tanto como la plata del Cerro, las mil y una formas del trabajo indígena son en verdad el gran tesoro de Potosí, y la Ranchería y sus calles las vetas donde podía hallarse y extraerse. Subir hoy día las cuestas de sus calles, detenerse en los pórticos de sus iglesias, entrar en sus mercados, oler las frutas amontonadas, estremecerse ante los racimos de cartuchos de pólvora expuestos al sol, beber la chicha o mascar la coca ancestral, es entender que desde entonces hasta hoy los trabajadores de la minería de Potosí son el gran secreto a voces del milagro de la ciudad; del milagro de su plata. Ellos también, de otro modo que los señores de minas e ingenios desde luego, crearon un Potosí que, a su medida y con sus medios, fue corte de las maravillas y, desde luego, mucho más que una simple aldea minera.

62

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

d).- Acto III: La Villa de españoles. Separada de la Ranchería por la Ribera, poco a poco fue alzándose la Villa de españoles. En el cuadro de Gaspar Miguel de Berrío, de la primera mitad del XVIII, aparece magníficamente retratada la ciudad. Bajo el Cerro, todo color bermejo, la Villa Colonial. Al fondo, con menos detalle, La Ranchería, trepando las laderas del Guayna Potosí, con sus parroquias de indios, sus atrios, sus campanarios, el caserío de traza irregular. Más acá y más abajo, la villa de españoles, de composición ordenada, sus calles empinadas en torno a la Plaza del Qhatu, de la Plaza del Regocijo; diseminados por la ciudad, los conventos y las iglesias, las Casas del Cabildo, la Ribera con sus ingenios y sus patios de amalgamación; arriba, sobre la serranía de Kari-kari, las lagunas... Como una formidable maqueta, y como hemos visto, el lienzo de Berrío despliega ante nuestros ojos la Villa Imperial.

Superposición, sobre el cuadro de Berrío, de la estructura urbana de Potosí: separada por la Ribera de los Ingenios (en color oscuro), la ranchería y los barrios de indios (en naranja) se distinguen de la villa de españoles.

63

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En las calles de Potosí, sin lugar a dudas, se desarrollaba buena parte de la vida de la ciudad. Debían su nombre, como en muchas otras ciudades

64

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

hispanas, al tipo de actividad que en ellas tenía lugar, o a algún elemento o tradición que las identificaba. Así, la calle de Mercaderes o de las Mantas era una de las más importantes por las tiendas que en ella existían, más de 72, un sinnúmero de pulperías y kanchas o mercados de alimentos (Abecia,1990;32); la de la Comedia, porque allá se alzaba el corral de comedias o Coliseo; la Lusitana, porque cobijaba o había cobijado durante el S. XVI y buena parte del S. XVII a los comerciantes portugueses; la calle Imperial o de los Sastres, uno de los gremios más importantes de la ciudad; la calle del Azogue, donde se vendía el mercurio y estaba el Estanco Real; la esquina del Reloj, la esquina de la Horca, la calle del Sol, la del Matadero, la del Rastro, la de la Oreja (por la que allí perdió un aguacil en una refriega), la de las Tabernas, la de la Amargura, la de la Ollería, la Cruz Verde; y otras donde se vendían productos concretos de alimentación, la calle de La Chicha, la calle y esquina de La Lechuga, donde se vendían legumbres; o la calle de La Pelota, donde jugaban al frontón los numerosos vecinos vascos; también debían a veces su nombre a las especiales características de su trazado, como el Callejón de las Siete Vueltas. Tras la reforma de Toledo, que pudo crear un cierto damero, sobre todo en el centro, las calles quedaron en forma regular y cruzadas en ángulo recto. Según Arzans, la ciudad tenía 20 calles de oriente a occidente y 24 del septentrión al mediodía, que numeradas por cuadras serían 594 calles (considera calle cada fragmento de ellas por manzana o cuadra): 269 eran "de españoles" y el resto "de indios".

Fragmento de la Villa de españoles del cuadro de Berrío.

65

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En general estaban limpias, pues aunque no había cañerías y el agua corría por mitad de ellas, al estar casi todas en cuesta no se formaban depósitos de basura ni grandes charcos. Como escribe Abecia, el frío contrarrestó los efectos nocivos de la suciedad, aunque existieron cuadrillas de indios que recogían los desperdicios de vez en cuando. Carrió de la Bandera cita que a fines del XVIII la mayor parte de las calles en la Villa de españoles estaban empedradas, por lo que era muy fácil transitar por ellas, y cuando llovía no se formaban charcos ni lagunas, dado la pendiente que casi todas tenían (Lazarillo,233). Las plazas eran el lugar de encuentro, de la fiesta, y también del conflicto. La más importante, la Plaza Mayor, recibió el nombre de Plaza del Regocijo porque allí se celebraban las grandes festividades, tanto religiosas como políticas. Hay que señalar que podía perder su nombre festivo en las ocasiones en que en ella se llevaban a cabo los ajusticiamientos, aunque sin duda estos hechos también formaban parte de la actividad ordinaria de la ciudad. Eran, por así llamarlos, actos sociales. Hacia la Plaza Mayor se abría la Iglesia Matriz, las Casas del Cabildo, la primitiva Casa de la Moneda, el Hospital Real, etc. Era el centro de la ciudad. En la mitad de la Plaza Mayor se levantó en 1649 la Iglesia de la Misericordia, en el lugar donde había dos plazuelas, la de los Sastres y la de la Fruta, que desaparecieron al construirse la iglesia, con lo que se perdió la mitad de la plaza. Otra plaza importante fue la del Qhatu, o del mercado indígena, al principio lugar de los killaka, como ya conocemos, pero luego trasladados de allí cuando se decidió construir en ese espacio la nueva Casa de la Moneda en el S. XVIII. La plaza del Qhatu era realmente muy importante -los españoles decían Plaza del Gato, por analogía fonética-, y se la conocía también como "del Baratillo", o plaza del Metal (allí originalmente compraban y vendían el metal los indios para huayrearlo), o de la Coca, porque al final de ella se abría la Calle de la Coca, que se vendía en grandes cestos. Junto a la Iglesia de San Lorenzo de los Qharanqa había otra plaza, llamada del Alcacer o de La Cebada; a ella se llevó el mercado desde el Qhatu, cuando se hizo la casa de la Moneda, siendo remodelada por el Intendente Paula Sánz en 1792, cerrándola con portales. Otras plazas eran la de las Gallinas, donde se vendían huevos, manteca y otros mantenimientos; la Plaza del Carbón; la del Muk'uqhatu, donde se vendía el muk'u (bolo de maíz ensalivado) para la chicha; la de Aichapatiris, dedicada al expendio de carne de llama; la del Rayo, donde una descarga eléctrica se llevó a un inquisidor... Delante de algunos conventos, como los de la Merced o Santo Domingo, se abrían plazuelas o ensanches, que

66

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

se usaban fundamentalmente como lugar de reunión de algunos gremios o para las procesiones de las cofradías. Así, la infraestructura vial de la ciudad se fue conformando poco a poco, a partir de esta traza de damero que Toledo quiso imponer a la Villa de españoles. Una traza rota por los Ingenios que, en la Ribera, mantenían su infraestructura industrial mezclada con la urbana, y por los galpones y almacenes allá donde la ciudad española perdía su caserío.

La Ribera estaba cruzada por 11 puentes (Gisbert y Mesa,1997;225), que comunicaban a la ranchería con la ciudad de españoles: cinco desde el centro de la ciudad y seis desde la Ranchería. El sistema de abasto de agua potable estaba conformado por un acueducto que traía el agua desde la laguna de San Ildefonso. Desde ella se distribuía a 290 pilas. Además, se habían perforado

67

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

pozos en la parte baja de la ciudad, en el barrio del Ttío o del Arenal. Las fuentes más importantes eran las de Agua de Castilla, al inicio de la Ribera, la de Flamencos, muy apreciada y que se vendía por cántaras, o la vertiente de Chorrillos. Existía una llamada Caja de Aguas, junto a la iglesia de San Juan, construida en 1775, que actuaba como reguladora de todo este entramado de cañerías y acueductos, asegurando el suministro. Todavía hoy sigue haciendo la misma función, y surtiendo de agua a la ciudad. A la villa se accedía por varios caminos, fundamentalmente cuatro: el camino de La Plata; el de Cusco, que venía a través del puente y garganta del Diablo; el camino de Buenos Aires, por Cuchu Ingenio; y el de la costa, hacia Cobija, en el Pacífico. A la entrada en la ciudad desde cada uno de ellos había un arco, que recibía el nombre del camino: Cobija, San Roque, Mejillones... En cuanto a las construcciones, Carrió de la Bandera en el "Lazarillo de ciegos caminantes" dice que "sin embargo de tanta riqueza, no hay en esta villa un edificio suntuoso, a excepción de la Casa de Moneda" (Lazarillo,231). En verdad, Potosí sólo es una ciudad monumental -comparada con otras del mundo colonial andino-, si consideramos su lugar de ubicación. Como ya hemos indicado, los grandes edificios no fueron una importante preocupación de los potosinos; efectivamente, si exceptuamos la nueva Casa de la Moneda, levantada en la segunda mitad del XVIII, el resto de los edificios potosinos no destacan por su importancia.

Fragmento de la imagen anterior, donde se aprecian algunos edificios de la villa de españoles, el trazado sinuoso de la ranchería, los puentes sobre la Ribera de los Ingenios y el galpón o corralón de las mitas, ya trepando las faldas del cerro.

68

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Pero, vista la ciudad desde adentro, hay que afirmar que -comparados con las viviendas comunes- sí existen esos monumentos, y tienen un estilo propio y valores innegables. El paisaje urbano y sus gentes definen a Potosí. Entre los edificios más importantes de la ciudad deben destacarse las Casas del Cabildo. Levantadas desde fines del XVI y sucesivamente vueltas a componer, eran el lugar de reunión de las autoridades. Existía una famosa "escala de la consulta", donde los regidores y veinticuatros discutían y deliberaban. Tenía varios patios, y arcadas que daban sobre la Plaza. Con fina ironía, Carrió de la Bandera escribe a fines del XVIII sobre este Cabildo diciendo que sus "honoríficos empleos interesan a cualquiera forastero, sin más averiguación que la de tener la cara blanca y los posibles suficientes para mantener la decencia". De algunos dice que eran de condición bien humilde en España y ahora están ricos, pero se pelean por una alcurnia que no tienen (Lazarillo,232). Otro edificio, anexo al cabildo, era el que albergaba las Cajas Reales antes de la construcción de la definitiva Casa de la Moneda. Allí se fundía la plata de la Caja Real, por unos indios y mestizos llamados quintos (por el quinto real), cuya fama de perversos y pendencieros atraviesa la historia potosina. Desde luego, como decía Carrió de la Bandera, la Casa de la Moneda fue el edificio más importante. Su primera construcción data de Toledo, y allí trabajaba y vivía mucha gente, funcionarios, empleados y trabajadores indios, mestizos y blancos (Arzans,II;119).

Imagen del S. XIX de lo que fue la antigua casa de la moneda.

69

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En 1758 se comenzó la nueva casa, sobre la plaza del Qhatu, y se terminó en 1773, con más de 7.000 metros cuadrados de construcción.

Alzado de la Real Casa de la Moneda de Potosí, realizado por el oidor Pedro de Tagle en 1770. Archivo General de Indias, Mapas y Planos de Buenos Aires, 279. Abajo, patio de entrada.

70

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En esta real casa se amonedaron los famosos pesos de plata de Potosí, cuya circulación se extendió mucho más allá del tiempo y del espacio potosinos, instalándose una muy compleja maquinaria para su época, traída desde España.

Maquina laminadora en madera de encina y tracción animal. Segunda mitad del S. XVIII.

Monedas y troqueles con el anagrama de la Casa de la Moneda de Potosí.

71

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Otro edificio famoso era la cárcel, terrible por sus malas condiciones: "Cuanto allí se ve han de ser lástimas, y confusión cuanto se oye, cuanto al olfato se acerca es asqueroso, cuanto gusta es amargo, y horrible cuanto toca; el sueño es dificultoso, oscura y triste la habitación, los accidentes insufribles..." (Arzans,II; 446). El Real Hospital de la Veracruz, también en el centro, junto a la Iglesia Matriz y frente a la Plaza de la Fruta, fue una de las pocas instituciones creadas para favorecer a los indios en Potosí. Fundado en 1555, complementaba las labores de asistencia que se desarrollaban en las parroquias de la Ranchería. Toledo lo amplió y ordenó construirle un cementerio. Lo dirigía el Cabildo de la ciudad, dotándolo de médico, cirujano y barbero, enfermeros y boticario. En él se atendían indios enfermos o accidentados. En la década de 1620 pasó del Cabildo a la Hermandad de la Veracruz, que donó parte de sus rentas para tal fin. Tenía, además, 60 mitayos concedidos para ayudar en sus trabajos, la mayor parte de ellos de faltriquera; también gozaba de la renta del Coliseo de Comedias, fundado en 1616 por Juan Núñez de Anaya (Bakewell,1989;180). Este hospital pasó en el S. XVIII a ser Hospital de los Bethlemitas, quienes lo arreglaron y construyeron la fachada actual (1720). El Hospital Real fue el único en la ciudad, hasta que en el S. XVII se instaló en ella la Orden de San Juan de Dios, que levantó el suyo para gentes de todas clases. Pero sin duda los edificios que más destacan en Potosí por su número y entidad son las iglesias y conventos. La Iglesia Mayor, conocida por todos como la Matriz, era la más importante. Situada en la Plaza del Regocijo y reconstruida en 1806, se trasladó desde su fundación inicial -donde después estaría la iglesia de San Lorenzo- hasta la Plaza Mayor. La primera piedra se puso en tiempos de Toledo (Arzans,I;159). El primer convento fue el de San Francisco (1547), realmente grande y monumental. En su capilla del Santo Cristo de la Veracruz se reunían los azogueros (Arzans,I;70). La portada es de 1714, y uno de sus principales donantes fue el famoso minero Antonio López de Quiroga. Santo Domingo fue otro de los antiguos conventos, elevado ya en 1580, con artesonados mudéjares (una de las características del arte religioso potosino) y portada renacentista. San Agustín y La Merced eran otros dos conventos importantes, con artesonados mudéjares y portada barroca del S.XVII. La Compañía de Jesús también tuvo su colegio, en un edificio notable de patios y arquerías, con una hermosa espadaña barroca de columnas salomónicas edificada en 1707, una de las bellezas arquitectónicas de Potosí (Arzans,I;209). Toledo quiso impedir que los jesuitas se estableciesen en la ciudad, alegando que ya había demasiados conventos; aún así, en 1581 fundaron y se quedaron. Muy importantes fueron también los monasterios de monjas, donde se acogieron buena parte de las hijas de azogueros y mineros a

72

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

las que sus progenitores no conseguían maridos adecuados, y para cuyo ingreso se pagaron dotes de vértigo. Santa Teresa y Santa Mónica eran dos cenobios de fama tan extendida casi tanto como la del mismo Cerro, por las riquezas que contenían. Otro convento era el de Nuestra Señora de Los Remedios, de monjas agustinas. Iglesias destacadas fueron también la de la Misericordia, levantada en la Plaza Mayor, y la de Jerusalén, de San Felipe Neri. De todas las iglesias de Indios sólo una permaneció en los límites de la ciudad española: la iglesia de San Lorenzo, reconstruida en 1728-1744, con una portada excepcional que la transformó en una de las grandes joyas de Potosí. Fue originariamente la iglesia de la Anunciación, primera Matriz, y luego pasó a ser la definitiva de San Lorenzo de los Qharanqa de Oruro. Además existieron 6 beaterios de indias en la ciudad. A partir del siglo XVIII se abandona el mudéjar y el barroco-mestizo se transforma en el estilo característico de Potosí, del cual San Lorenzo es su máximo representante.

73

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En las iglesias y conventos se desarrollaba buena parte de la vida social de la ciudad. Era el lugar donde se veneraban a los santos y patrones de cada colectivo, donde se habían instalado cientos de cofradías y hermandades, pero también eran continuo lugar de asilo para los perseguidos de la justicia (que eran muchos), o para los que cometían alguna fechoría (que eran más); de manera que en estas iglesias la actividad era constante desde el alba a la noche. En la Sección Iglesias y Conventos del Archivo de la Casa de la Moneda se encuentran cientos de legajos que contienen la riquísima vida de estas cofradías y hermandades, uno de los ejes de la actividad social (más que religiosa) de Potosí. En la iglesia Matriz estaban establecidas las famosas cofradías de Las Benditas Animas (dotada de suculentas rentas en casas y censos), la de La Purísima Concepción, la del Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora de la Misericordia y el Ilustre Convenio, para el entierro de pobres, Mi Señora Santa Ana, etc... De allí salía el Viernes Santo la solemnísima procesión del Santo Sepulcro, uno de los momentos cumbres del año. Lizárraga las describe así sobre 1570-80: “Las cofradías de Potosí son muchas y muy bien servidas con mucha cera, y casi todas tienen sus Veinticuatros, los cuales en las fiestas señaladas que cada una tiene se han de hallar, en vísperas y misa mayor, con un cirio que les da la cofradía, y aquel día confiesan y comulgan. La del Sanctísimo Sacramento es una de las bien servidas de cera del mundo, y la del Rosario y Juramentos, en nuestra casa (dominicos), y así lo son las demás, porque son ricas, y aunque la cera cuotidianamente vale a 150 pesos el quintal, y desde arriba, no se disminuye el servicio della... La procesión de la Soledad, fundada en nuestra Señora de la Merced, se celebra con tanta solemnidad que no llega la celebración de Los Reyes (Lima) a ella, con ser solemnísima, pues la cera que sale en la procesión el día del Sanctísimo Sacramento parece increíble; los indios en sus cofradías van imitando a los españoles: tienen sus Veinticuatro y gastan mucha cera" (Lizárraga,232). Efectivamente, en el convento de La Merced estaba fundada la cofradía de Nuestra Señora de La Soledad, que también salía en procesión el Viernes Santo, y la de Nuestra Señora de la Asunción. En la Merced estaba también el "muy milagroso Santo Cristo de Burgos" (Arzans,II;473), un Jesús cautivo atado a la columna, cuyo dedo extendido, según la tradición, señalaba a los

74

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

pecadores para que se arrepintieran (Arzans,I;283). Pero la más famosa de todas era la del Señor de la Veracruz, en el convento de San Francisco, patrón del Gremio de Azogueros, y en cuya capilla se celebraban sus Juntas. A ella debía su nombre la Ribera de los Ingenios. La historia de esta venerada imagen forma parte de otro de los mitos potosinos, la milagrosa aparición del crucificado en la puerta del convento de San Francisco, hecho del que da cuenta Toledo como sucedido veinte años antes de su llegada (Arzans,I;70). Salía en procesión solemnísima el Jueves Santo, con todo el Gremio de exquisita gala, siendo uno de los momentos cumbre del año social y religioso. En Santo Domingo estaba establecida la cofradía y hermandad de la Virgen del Rosario, y en San Agustín otra hermandad famosa, la de Nuestra Señora de Aránzazu, de vascongados y montañeses (Arzans,I;191). En la Compañía de Jesús estaba fundada la cofradía llamada del Niño Jesús, establecida por las indias pallas ricas, y era de las más vistosas de la ciudad. Esta cofradía salía la mañana de Pascua de Resurrección, y desfilaba alrededor de la Plaza, con muchos estandartes y guiones. Estaba compuesta sólo por mujeres indígenas, de las principales, que ese día vestían con sus galas y platas, portando suntuosos y costosos cirios, y llevaban en andas a un Niño Jesús vestido como un indio. De San Roque salía la procesión del Señor San Roque del Ttío, verdadera mezcla de tradiciones indígenas y españolas, como todas las que salían de cada una de las parroquias de indios. Las comunidades sacaban a su patrón y eran grandes fiestas, con danzas, música y cohetes. En la época de las huayras, comenta Reginaldo de Lizárraga, salían de ellas procesiones pidiendo viento, el viento del sur o tomahaví, el único que permitía fundir en las hornallas indígenas, que era de lo que vivían la mayor parte de los naturales (Lizárraga,227). El mismo Lizárraga comenta también que otro de los acontecimientos sociales de Potosí eran los entierros: "Cuando algún Veinticuatro muere, los demás le han de acompañar de todas cuantas cofradías fuere Veinticuatro; acaesce ser de tres o cuatro, y todos le acompañan con sus hachas o cirios; suelen ser más de ciento, que es cosa de ver, porque aunque se llaman Veinticuatros, el número no es sólo de veinticuatro, sino de cincuenta y más" (Lizárraga,232). Quizás de entre todas las hermandades, la de las Benditas Animas era la que fue vista con mayor respeto. Tenía toda la lógica potosina: dado que la mayor parte de estos azogueros y mineros no morían precisamente en estado de gracia (y esto era más que sabido por todos los vecinos), y además ello podía sucederles en cualquier momento -en función de los violentos enfrentamientos entre clanes y familias-, no resultaba "socialmente correcto" aceptar y ser

75

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

reconocidos como condenados sin remisión, a pesar de tanta riqueza y tanta plata como tenían o decían tener. Pero, gracias a la existencia del Purgatorio cristiano, era posible redimirse después de la muerte, solicitando a los santos su intercesión para la salvación de sus almas mediante misas y recordatorios. Así, esta hermandad, fundada por ellos mismos, estaba destinada a decir misas en todas las iglesias de Potosí por sus ánimas, las de los que murieron y, seguro, no debieron acabar directamente en el Cielo, sino penando sus muchos conocidos pecados en el Purgatorio. Castigo del que podían aliviarse a punta de misas y más misas, miles de ellas, que dejaban encargadas por buenos dineros en la mencionada cofradía, la que gozó así de rentas más que suficientes para redimir a tanto azoguero como murió sin posibilidad -¿o sin deseo?- de arrepentirse. Todo se compraba, hasta la reputación en la otra vida. Junto a las iglesias, en el caserío de la ciudad, fueron destacándose las viviendas de las familias más ricas de Potosí, aunque esto de las grandes casas no se puso de moda sino hasta bien entrado el S. XVII. También en el Archivo de la Casa de la Moneda se encuentra una extraordinaria cantidad de documentación notarial sobre las casas de la ciudad, cuyo estudio permitiría realizar un análisis en profundidad de las mismas a través de las escrituras y censos; lamentablemente un trabajo que está también por hacer. Frente a viviendas de ricos azogueros, como las casas de los Condes de San Miguel de Carma, de los Marqueses de Santa María de Otavi, del azoguero y minero Antonio López de Quiroga, el famoso Pabellón de los Oficiales Reales o La Recova, otras muchas "moradas de españoles" recuerdan extraordinariamente a las andaluzas y las extremeñas, encaladas, con portadas de piedra, columnas clásicas o salomónicas y escudos nobiliarios. Las casas de los caciques indígenas tenían escudos de piedra con el sol y la corona real, mostrando la alianza entre la nobleza indígena y el rey. Muchas viviendas se hicieron con ladrillo y yeso, con abundante decoración muy del gusto popular, como la Casa de las Recogidas, que funcionó como beaterio de indias (conocida como la casa de las Tres Portadas). En general, tenían balcones de madera y decoración de soles, lunas, sirenas, máscaras... Para los colores de las casas se aprovechan, mezclados con la cal, los pigmentos de los óxidos férricos -negro, violeta, rojos y naranjas- . Otros colores eran el añil, el amarillo oro o el rojo almagra. La carpintería en puertas y ventanas estaba muchas veces pintada de verde, obtenido de la malaquita; se decía que era para espantar a los malos espíritus. Carrió de la Bandera describía a las casas como "las más pobres del reino", porque seguramente esperaría encontrar en la ciudad más rica del Perú los edificios también más impactantes. Pero ya dijimos que esto no era así. En cambio, las encuentra muy a propósito para el clima de la ciudad, por el

76

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

mucho viento que en ella corre: "Las casas de los españoles y mestizos son bastantes abrigadas por sus estrechas piezas y mamparas que las dividen, a que se agrega el socorro de los repetidos sahumerios y mates de agua caliente que continuamente toman las mujeres, y es el agasajo que hacen a los hombres a todas horas" (Lazarillo,231). Otras edificaciones bien numerosas eran los tambos y mesones, muy famosos, como el Tambo de la Estrella, el de la Cebada, el de la Quebrada o el Tambo del Negro. Y las pulperías, en número altísimo, en las que se vendía de todo, especialmente insumos de alimentación y bebidas. Dice Arzans que a este negocio se dedicaron no solamente los plebeyos, sino que eran tan rentables que tuvieron este beneficio "muchos nobles, escondiendo las ejecutorias, y algunos militares y honrosos hábitos, por adquirir dinero" (Arzans,II;157). El Cabildo intentó limitar su número, y que no invadieran la Ranchería de los indios, porque les vendían vino malo y peores aguardientes. También fueron muy populares y corrientes los frontones para el juego de pelota, que los vascos introdujeron en la ciudad. e).- Acto IV: Gran escenario es el Mundo. Potosí era, ante todo, un gran escenario. Un gran escenario barroco. Probablemente su fama -sea por sus riquezas y sus excelencias, pero también por sus desvaríos- devenía fundamentalmente de la idiosincrasia de sus gentes (en realidad de la del grupo blanco-mestizo dirigente); o, mejor dicho, de la fama que estos se dieron a sí mismos, exponenciando un modo de vida que transformaron en paradigma, casi en ley, en potosinidad de pura cepa, acorde con las características de una sociedad minera o de frontera. Cualquier descripción que quisiera atenerse a la consideración de "crónica potosina", tendría que reflejar -para que fuera tal- este carácter propio, orgulloso, explosivo, dilapidador, extravertido, cínico, profano, de vida llevada al extremo, de muertes y venganzas, de osadía y lindezas, desarrollado por el patriciado minero de Potosí. Pero un carácter a su vez mezclado con una piedad, con un sentimiento religioso, a veces auténtico y a veces hipócrita, basado en el gran temor de Dios, en el castigo terrenal del "pecado mundano". En este sentido, no difería mucho del imaginario barroco colonial y tradicional en las sociedades hispánicas de la época. Pero en Potosí, quizás porque ellos sabían que eran el núcleo del poder, que se hallaban en el corazón de la riqueza, de una riqueza -no podían negar la evidencia- mal habida y peor empleada, este juego de la salvación y la condenación desde el punto de vista social, moral y religioso, estaba extraordinariamente desarrollado.

77

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En la ira o en el favor divinos encontraban la clave de la existencia. Porque para ellos, de esa ira o ese favor dependía que viniera la riqueza o la pobreza, que lloviera o no, que hubiera azogue o no lo hubiera, que encontraran la veta salvadora, que desapareciera la ruina y todo volviera a ser de esplendor, que corriera la plata, que llegasen más indios, que Potosí siguiera siendo el centro del mundo, la Corte de las Indias, y ellos la llave de todo. Por eso el texto de Arzans está lleno de milagros. Para la élite potosina, Dios, la Virgen y los Santos permanecían siempre atentos a sus actos, vigilaban sus acciones y les premiaban o castigaban inmediatamente, sobre la marcha. La

78

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

justicia divina no esperaba el juicio final. Actuaba directamente. Era como un privilegio más que tenían por ser quienes eran. El Gremio de Azogueros de Potosí fue el rector de la vida económica, social y política de la ciudad. Desde los mismos fundadores, Villarroel, Centeno... hasta los míticos Capoche, Corzo, López de Quiroga, Otavi, Serrano... todos constituyeron la aristocracia formal y real de Potosí. Y todo pasaba por ellos, la riqueza y la ruina, la vida y la muerte de la ciudad y en la ciudad. Es decir, la vida y la muerte de ellos mismos y de sus familias, pero, casi siempre olvidaban, también de los millones de indios que en todo el período colonial labraron esas minas, les hicieron poderosos con sus pagos en plata, y murieron en el socavón, con los pulmones destrozados por la silicosis, o despeñados y reventados construyéndoles las lagunas, la Ribera y los Ingenios. Gran veneración social alcanzaron muchos de estos azogueros. El propio Arzans los llega a dibujar en sus grabados, y les describe así: "El nunca como se debe alabado Domingo Serrano... el más insigne minador, que merece estar su nombre estampado en mármoles, bronce y papel" (Ver el grabado sobre el Cerro de Arzans). El Gremio de Azogueros, al amparo de la Cofradía del Señor de la Veracruz, creó, adoptó y extendió el que consideraron verdadero espíritu de Potosí. Un gremio que no dudó en aplicar las medidas más drásticas, aún a costa de llevar el hambre y la ruina a toda la ciudad, si así lo consideraban necesario en defensa de sus intereses de clase. Un ejemplo: En 1706, se recibió en Potosí la orden firmada en Lima de que si no pagaban los azogueros el mercurio que debían, no se les suministraría más al fiado, sino sólo al contado. Tras celebrar Junta de Gremio en la Capilla de la Veracruz, decidieron ir personalmente a la morada de los Oficiales Reales, y a ellos les entregaron las llaves de todos los Ingenios de la Ribera: que moliera el rey. Además, "mandaron al lagunero cerrase las compuertas de las lagunas y no diese agua a la Ribera" (Arzans,II;435): "El Contador Oficial Real don Agustín de la Tijera, en continuación de la cobranza de la deuda del rey a los azogueros, prendió a Sebastián de Echavarría [uno de los del Gremio] y lo puso en la cárcel pública, aunque luego con más acuerdo le envió a decir que se volviese a su casa. El despechado azoguero no lo quiso hacer hasta que fue el alcalde don Juan Alvarez y por fuerza lo sacó. Los otros señores de este gremio cuando supieron la prisión de Echavarría se fueron once de ellos a la cárcel, y por

79

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

orden de los Ministros Reales les cerraron las puertas por que no entrasen, para que se vea el extremo a que llegaron estos señores habiendo debido en otras ocasiones 1.OOO.OOO de pesos y más y con todo les daban azogues, y debiendo ahora menos no se los querían dar. Clamaba toda esta Imperial Villa diciendo que perecerían, y que si la Ribera paraba se destruiría de una vez. A principios de marzo de este año, juntos más de 300 indios de la mita, pidieron licencia a los señores curas [kurakas] para irse a sus provincias, por cuanto estaban pereciendo y no tenían en qué ocuparse para ganar qué comer. Los señores curas, con el sobresalto que les causó esta determinación, hicieron junta de todos en la iglesia de Nuestra Señora de Misericordia, y allí alegaron... el daño general que resultaba del rigor con que se [trataba a los azogueros] y luego enviaron estos escritos a la ciudad de Los Reyes..." Como se observa, hasta los kurakas indígenas intercedieron a favor de los Azogueros, pues sin éstos la ruina era absoluta. Por supuesto que en breve llegó la orden desde Lima de que siguieran dándoles azogue al fiado. No pagarían, pero los ingenios volvieron a moler. Lewis Hanke (1954;12) explica que toda la historia de Potosí está marcada por la dicotomía entre ruina y riqueza. Por eso todo es tan explosivo -como su propio nombre, Potojsi, reventazón- cuando la plata aflora, cuando la plata corre. De ahí que la fiesta sea el elemento característico, el termómetro que mide la temperatura de la ciudad. Fiestas de alegría -la entronización de un monarca por ejemplo, como las dedicadas a Felipe II (Arzans,I;100), que duraron casi un mes y cuyo gasto fue equivalente a la producción de plata de ese año-, o de tristeza -como los funerales de Carlos V (Arzans,I; 111) o del mismo Felipe II (ArzansI;239)-, cuyo túmulo funerario nada tenía que envidiar al de Sevilla, que tanto espantó a Cervantes por su grandeza. Potosí no quedaba atrás en nada: "Llegó... la noticia de su muerte a esta Imperial Villa en el mes de abril de este año de 1599... Comenzóse en las torres el clamor de las campanas, manifestando aún los duros bronces el sentimiento que todos tenían. No fue necesario el que se pregonase a los populares el vestirse lutos, porque al segundo día de la fatal noticia se mostraron la mayor parte de vecinos en aquel funesto traje, y luego generalmente españoles e indios se vistieron de lo mismo.

80

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

Señalaron cuatro artífices carpinteros para la fábrica de un excelente mausoleo que se obró en la iglesia mayor y dióseles a su petición término de 26 días para que se fabricase con toda perfección. Quedó este edificio bellísimo, rico, altivo y gallardo, y parecía a la vista ser la obra de jaspe morado y blanco. Las molduras y capiteles todos eran de mármol dorado: las columnas jónicas, con los tercios relevados. Las medias cañas estaban doradas, y las rejas, fajas y pasamanos, todo enriquecido de oro con mucho donaire y ornato. Las imágenes de gallarda y admirable pintura, y las ropas de finísima tela y brocado. Tenía de alto este bello edificio 100 palmos. Las columnas todas eran en número de 80. Remataba la fábrica el gran Cerro de Potosí, a cuyas faldas (por la parte que miraba a la puerta principal de la iglesia) estaba el retrato en bulto (de excelente mano) de la riquísima Villa, en forma de una grave y hermosa doncella, con imperial corona de finísimo oro con muchos diamantes engastados. Su ropaje era de tela blanca y negra, con excelentes bordados de rubíes, esmeraldas, jacintos, topacios y perlas. En todos los arcos estaban (de pinturas admirables y bien dispuestos jeroglíficos) los triunfos que alcanzaron en varias partes del mundo sus reales armas, con muchas banderas puestas en los capiteles y cornisas con versos latinos y castellanos que declaraban las metáforas y figuras. Durante el término de tan gallarda obra no cesaron los clamores de las campanas de día y de noche, porque todas las sagradas religiones y curas de las Parroquias fueron por sus antigüedades a celebrar cada día las reales exequias a la iglesia mayor. Acabado el edificio se señaló el día 24 de mayo de este año de 1599 para el lleno de la real función...." Salieron en la misma 200 yanaconas vestidos de negro, 500 indios mingas de los mineros, otros 400 indios de la ciudad, los caciques, todos los mitayos también vestidos de negro, los españoles, los forasteros, la nobleza, los oficiales reales y funcionarios, los eclesiásticos, el gremio de azogueros... Se dijeron en esos días 1.200 misas... Termina Arzans: "Afirman los curiosos que escribieron estas exequias, que tuvieron de costo 130.000 pesos de a ocho reales". Llegó a valer "en este año la libra de cera seis pesos", de tanta demanda como de ella hubo. Pero en las fiestas ordinarias, el gasto, el lujo y el boato no eran muy diferentes (Arzans,I;267). No en balde, a fines del S. XVI había en la ciudad 14 escuelas de baile, 36 casas de juego, y cerca de 400 prostitutas reconocidas.

81

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

En 1608 tras el Corpus, una de las grandes fiestas de la ciudad, vino la octava, con comedias, toros, torneos, justas, saraos, "festines de mucho gusto y bizarría"; y máscaras, dos de día y cuatro de noche, "con tantos gastos, riquezas y vistosas invenciones, tantas galas, joyas preciosas, perlas y piedras de sumo valor, que dieron mucho que notar a los forasteros". De nuevo el impactar al de afuera con el lujo aparece como uno de los motivos del festejar. En el Corpus los gremios rivalizaban por ver quién montaba los altares más hermosos, vestían mejores galas en la procesión o sacaban los carros más costosos (Gutiérrez,43). Otra fiesta bien celebrada era el carnaval: disfraces, comparsas, comidas populares, banquetes, músicos, bailes, fuegos artificiales... Arzans escribe sobre los carnavales de 1654: armaban "escuadrones los barrios unos contra otros, salían cuadrillas de hombres con ricos trajes, y tras ellos las mujeres con costosos vestidos y sombreros con joyas, plumas de varios colores, trayendo consigo sus criados, mucha colación y granos confitados para tirarse con ellos". Las peleas por quedarse con los estandartes de estas comparsas acababan en cuchilladas y espadazos. En general, había auténtica rivalidad por ver quien o quienes hacían mayor gasto, mayores mudanzas de trajes más costosos, y más deshonestos juegos, concluye Arzans. En el carnaval participaban los negros con especial gusto. Unos negros que, según Inge Wolff, no eran muy abundantes en la ciudad (unos 5.000 a principios del XVII). Algunos eran esclavos domésticos o esclavos en la acuñación del oro, pero la mayor parte de ellos eran artesanos libres o trabajaban en las chacras alrededor de Potosí. Comparando el rendimiento y los costos de la mano de obra indígena, la esclavitud africana aplicada a la producción minera no tuvo mucho sentido para los azogueros. Sus costos la hacían inviable, y además -comentaban los empresarios-, los negros no resistían bien el trabajo pesado por la mucha altura. De manera que, efectivamente, los esclavos negros no fueron muchos. Los indios les tenían un miedo atroz, más que a los mismos españoles, de modo que la palabra mandinga, -en realidad una etnia africana- quedó en la región como nombre del diablo. En 1655 se declararon oficialmente patrones de la Villa a la Virgen de Copacabana (la protectora del Cerro) y a Santiago Apóstol. Se adornaron las calles con espejos, láminas, pinturas de santos, colgaduras... Cubrieron el piso de las calles por donde pasaría el cortejo con mantas de lana, flores e hierbas olorosas; los indígenas fueron vestidos como los Incas, bailando y tocando sus instrumentos, en andas la escultura de Santiago, las compañías de infantería española tirando salvas, desfilando los gremios de artesanos, las orquestas

82

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

indígenas, y un gran carro triunfal donde se ponía el Cerro Rico, en plata fina, con la Inmaculada Concepción arriba. (Gutiérrez,44). Buena parte de este desfiles y los adornos de las calles fueron pagados, cómo no, por los indios, cuyos kurakas y alcaldes de barrio rivalizaban entre sí por el boato y el gasto en estas representaciones sociales. El modelo potosino fue incorporado pronto por este patriciado indígena a sus usos y costumbres, aumentando aún más la carga que sobre los indios del común y los mitayos mantenían sus propias autoridades. Durante otra fiesta en 1663, se recreó en la Plaza del Regocijo "un jardín lleno de animales como el arca de Noe" y una fuente con cañas de la que manaban a la vez vino, chicha y agua (Hanke,1954;16). Si sumamos las fiestas de las parroquias de indios, las fiestas oficiales del Cabildo, los días de Tabla (de misa obligada para las autoridades), las cofradías, los entierros, las bodas, los bautizos... las ocasiones para festejar en Potosí eran continuas; eso sí, sólo posible para los que vivían del trabajo de otros, los poderosos de la renta minera que, como vimos, era extraída lisa y llanamente del trabajo indígena. Calancha, en su Crónica Agustina del Perú de 1638, escribe que "son los más los que se inclinan de los que allí habitan a ser codiciosos, amigos de música y festines, y trabajadores por adquirir riquezas, y algo dados a gustos venéreos". Y Carrió de la Bandera insiste en que "la plata sirve para ostentación", y que "el principal lujo consiste en los soberbios trajes, que aquí visten de oros hasta los mulatos"... "Porque hay dama común que tiene más vestidos guarnecidos de plata y oro que la princesa de Asturias" (Lazarillo,234). Sin embargo, esta visión sería seguramente falsa si no la contraponemos con la de una sociedad cuyas élites estaban en permanente conflicto. No vamos a apuntar nada aquí sobre las famosas guerras entre Vicuñas (andaluces y criollos) y Vascongados (vascos y montañeses) que caracterizaron la vida social de Potosí (y también la política y la económica) durante buena parte de la primera mitad del S. XVII. Los que Arzans llama "abandalizados" (Arzans,I;306), llenan muchas de las páginas de su obra, y su lectura proporciona más aventuras que todas las novelas del Far-West, siendo un reflejo de hasta dónde afectó la crisis de producción del Cerro a una sociedad potosina acostumbrada al siempre más y más. Bakewell (1989;163) comenta que una de las características del grupo de azogueros era su perenne endeudamiento, tanto con la Corona -por el mercurio

83

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

que siempre compraban al fiado y luego no pagaban- como entre ellos mismos, y con otros aviadores. La deuda de particulares con la Corona por el azogue fiado llegó a ascender a casi dos millones y medio de pesos después de 1610, y como vimos antes, no menguó nunca. A lo largo del S.XVII, muchos de los mineros y azogueros más viejos de la ciudad quedaron en manos de los prestamistas, quienes finalmente expropiaron ingenios y socavones y conformaron buena parte de la segunda generación de azogueros. Lizárraga escribe sobre estos prestamos usurarios: "Perdíanse los hombres a remate (prestamos a subasta); conocí quien así había perdido más de 100.000 pesos; otros 80.000, otros menos, conforme a las veces que la hacían... (siendo muchas) las contrataciones usurarias que se tratan y se inventan, con muy poco temor de Nuestro Señor y menos de sus conciencias" (Lizárraga,231). Estos cambios originaron tales conflictos entre las familias potosinas, entre "viejos" y "nuevos", entre "gentes de la tierra" y "forasteros", que marcar en Potosí una línea de continuidad familiar desde el S.XVI al S.XVIII resulta muy difícil. Las guerras entre los azogueros, y en el seno de cada una de las familias, fueron una de sus características de clase y grupo. Los problemas de transmisión de los bienes y propiedades, las estrategias matrimoniales desarrolladas para enlazar con éxito a hijos e hijas al interior de los grupos de propietarios, los adulterios y amancebamientos, los problemas con la justicia, el manejo de las propiedades agrícolas, la presión de las deudas y de los prestamistas, los conflictos por asegurarse la mano de obra, las ventas de mitayos, los litigios por la propiedad de socavones y vetas, por acaparar el azogue, las deudas de juego, los honores mancillados, y un larguísimo etcétera, forman parte del retrato de la vida social de la élite potosina, quienes acabaron por construir un modelo de comportamiento social y político que causaba asombro a los que, desde fuera, se introducían en este laberinto de pasiones que era Potosí. Todos estos conflictos tenían que ver, sobre todo, con la ubicación social que los actores (viejos y nuevos) de este conglomerado de poder, pudieron o quisieron ir logrando en cada una de las distintas coyunturas por las que atravesó la sociedad potosina. Así, eran corrientes los pleitos entre eclesiásticos y civiles sobre sitios de preferencia en las procesiones o celebraciones. O en las elecciones gremiales, como el conflicto de los sastres, que estuvieron varios días ensartándose a espadazos por las calles; o en los conventos a la hora de elegir priores o superiores, especialmente los agustinos; los problemas surgidos con los comerciantes portugueses, sobre los que algunos potosinos vertieron tales acusaciones de judaizantes que acabaron en la Inquisición de Lima muchos de

84

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

ellos, eliminándose la competencia por este cruel camino; el problema de los autóctonos potosinos contra los forasteros, "vagabundos y pícaros que infectan la villa"; los conflictos por causa de mujeres, fueran esposas, novias, hijas, amantes, madres, según Arzans debidos a que "fuego y mujer son tan uno, que no les trueca los nombres quien llama mujer al fuego y fuego a la mujer" (Arzans,II;203). Todos los hombres de pro en la villa iban armados con una panoplia de armas, pistolas, espadas, dagas, peto o coraza; y no había dama que no guardase su pomo de veneno o aún su daga o puñal damasquinado; alguno iba a todos lados con una guardia de arcabuces, y montábase la pelea en cualquier momento: "Los bandos, pendencias y muertes de los apasionados de esta Villa se continuaban con notables escándalos. En la plazuela del Rayo, en una cruel refriega que tuvieron peruanos y andaluces de una parte, y de la otra ciertos aragoneses, castellanos y manchegos, mataron a don Pedro Nestares, deudo del presidente difunto, a Marcos Sobrino y a otros cuatro hombres de una y otra parte. Los criollos y vascongados no estaban quedos por su camino: dondequiera que se topaban uno a uno, cuatro a cuatro o más a más, se acuchillaban, herían y mataban sin que las justicias pudiesen impedirlo. Estando un día en una de las casas de la plazuela de San Lorenzo o de la Cebada festejándose con un sarao estas dos naciones, riñeron por amores y celos unas mujeres que allí estaban, de que resultó formarse una cruel pendencia entre todos los del festín, en que unos eran maridos y otros dependencias ilícitas. Dieron de puñaladas a una de las mujeres que habían motivado el alboroto, de las cuales cayó muerta, y otra de una pequeña rotura de cabeza que le dieron fue ocasión para que dentro de 15 días también muriese. Los hombres andaban allí dentro tan encarnizados peleando unos con otros que no fue posible en más de una hora ponerlos en paz la mucha gente desinteresada que lo procuraba" (Arzans,II;204). En la crónica de Omiste pueden leerse igualmente multitud de casos, hasta completar una verdadera antología de la violencia urbana y social potosina, a caballo entre la crónica policial, la página de sucesos, las historias del corazón y los más tópicos culebrones televisivos. Otro motivo de conflicto fue el desempeño de cargos y oficios públicos. Entre los relacionados con la minería estaban la Alcaldía Mayor de Minas, cuyo

85

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

titular era además Veedor de los Ingenios de Potosí, una especie de juez civil y criminal de primera instancia en casos de minería. Llegó a haber hasta tres veedores. Estos oficios los pagaban los mitayos -cómo no- a través de la Caja de Granos (un grano=5 maravedíes, por mitayo y día). Además, de la citada Caja salía también el pago a otros cargos, como el Protector de Naturales; el Corregidor de Potosí, que recibía de esta caja un salario extra por subir dos veces por semana al Cerro, supervisando la entrega de las mitas; seis capitanes de mita de las provincias indias; varios alguaciles que cuidaban la entrada a los socavones y ayudaban a recolectar los Granos; y hasta se abonaba un suplemento al sacristán de la iglesia Matriz por tocar la campana al amanecer como señal del comienzo del trabajo. Como se observa, absolutamente todo salía del trabajo indígena. Fue muy discutido el pago por los mitayos de este impuesto de Granos, ya que afectaba a cuestiones no estrictamente indígenas. Pero desde el Cabildo de la ciudad se alegó con cinismo que no había de dónde sacarlo, si no lo pagaban los indios. Así siguió el impuesto hasta 1632, con el virrey Chinchón, cuando éste ordenó se sacara una recaudación especial de 10 reales sobre cada barra de plata (30 kilos) que se llevaba a la Casa de la Moneda para su valoración impositiva. f).- Final: El desfile de los actores. Terminamos esta visión de la Corte potosina con la descripción de la entrada de un alto dignatario en la ciudad, según el protocolo establecido por la tradición. En este caso un Corregidor que venía a tomar posesión de su cargo y empleo en la villa. Da una idea del boato, la pompa, el alto nivel de representación social que la vida tenía en esta ciudad. Como en toda sociedad barroca, aparentar constituía la esencia del ser. Figurar, lo fundamental del estar. Demostrar, la clave del existir. Potosí, valía y vale un Potosí. "En (Tarapaya, a dos leguas de la ciudad) comía ordinariamente y era visitado de la nobleza.. quienes luego le venían acompañando desde Tarapaya.. Allí montaba en un buen caballo con ricos paramentos y comenzaba a caminar (la comitiva) con este orden: primeramente los indios de las provincias que concurren al entero de la mita, vestidos a su modo con varios trajes y figuras extrañas, cada parcialidad aparte; luego seguían los indios vecinos de la villa, vestidos unos de gala y otros de mojiganga, danzando a coros con varios instrumentos en las manos; tras de estos, iban las compañías de indios de la mita con sus capitanes y alféreces, y luego seguían los gobernadores,

86

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

caciques y demás emperadores (indios nobles de la mita) con su capitán español en caballo aderezado. Así llegaban hasta el primer collado de la peña de Munaypata.. a donde las cuatro compañías de infantería española del número que coronaba aquel collado hacían la salva con sus arcabuces y mosquetes. Luego subía a tomar la calle primera cerca de la capillita de San Bartolomé, a donde lo recibía el ilustre Cabildo... el cual estaba en forma, todos en galanas mulas y caballos con ricos aderezos, y sus maceros. Al entrar por la primera calle le daban la enhorabuena de su venida los eclesiásticos, el vicario con su clerecía, todos en mulas y de la misma manera, los prelados con sus religiosos, y poco más adelante, dentro de la calle de Munaypata, hacían lo mismo los curas de la matriz y de las parroquias.. Luego se encaminaban para la plaza y casas del ayuntamiento.. iban primero los negros atabaleros con ricas gualdrapas y tras ellos muchos clarines, cajas, trompetas y chirimías; seguíase todo el acompañamiento de indios que arriba queda dicho, y en pos de éste iban las compañías de infantería española y tras ellas el Maestre de Campo del Tercio con su compañía de caballos; luego seguían los mercaderes y demás vecinos todos en buenas mulas y caballos; a éstos seguía el Gremio de Señores Azogueros y demás nobleza de la villa; luego todo el estado eclesiástico y tras él el Ilustre Cabildo, Oficiales Reales y Ministros de los Tribunales, y en pos de todos el nuevo Corregidor, cerrando el acompañamiento innumerables criados e indios que ordinariamente van a ver estos recibimientos. Todas las calles y plazas, balcones y ventanas por donde pasaban estaban llenas de hombres y mujeres, que cierto para el que de nuevo entra es una cosa muy agradable de la vista.. El acompañamiento.. es a costa de pobres indios (así las danzas y trajes que se visten como tanta máquina de banderas y arcos de plata labrada con que adornan las calles hasta la plaza). Llegan a la plaza, sube el nuevo Corregidor a las casas del ayuntamiento, donde recibe el bastón de Teniente de Capitán General por la mita, y pasada aquella ceremonia lo llevan a su posada, a donde si es casado halla a su mujer rodeada de la ilustre nobleza de señoras, que todas concurren a darle la enhorabuena de su venida, que como es mujer del corregidor claro es que también será corregidora de Potosí. Las señoras azogueras suelen con palabras y obras hacer su recibimiento, en

87

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

que siempre saben razonar con lenguas de carne y de plata." (Arzans,II;299)

88

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

BIBLIOGRAFIA

1988 - Abecia Baldivieso, Valentín. Mitayos de Potosí en una economía sumergida. Barcelona. 1990 - Abecia Baldivieso, Valentín. "Potosí, la Villa Imperial". En: Potosí. Madrid, 1990.

89

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

1967 - Alcedo, Antonio de. Diccionario Geográfico Histórico de las Indias Occidentales o América. (1786). B.A.E. CCVII. Madrid. 1965 - Arzans de Orsúa y Vela, Bartolomé. Historia de la Villa Imperial de Potosí. 3 Volúmenes. Edición de Lewis Hanke y Gunnar Mendoza. Providence, Rhode Island. 1988 - Bakewell, Peter. Plata y empresa en el Potosí del S, XVII. La vida y época de Antonio López de Quiroga. Pontevedra. 1989 - Bakewell, Peter. Los mineros de la Montaña Roja. Madrid. 1950 - Ballesteros Gaibrois, Manuel. Descubrimiento y fundación del Potosí. Zaragoza. 1640 - Barba, Alvaro Alonso. Arte de los metales. Madrid. 1973 - Barnadas, Joseph M. Charcas: orígenes históricos de una sociedad colonial. La Paz. 1989 - Buechler, Rose Marie. Potosí y el renacimiento borbónico. 1776-1810. Gobierno, minería y sociedad. La Paz. 1653 - Calancha, Fray Antonio de la. Crónica moralizada del Orden de S.Agustín en el Perú, con sucesos ejemplares de esta monarquía. Lima. 1993 - Cañedo-Argüelles Fábrega, Teresa. Potosí: la versión aymara de un mito europeo. La minería y sus efectos en las sociedades andinas del S. XVII. La provincia de Pacajes. Madrid. 1952 - Cañete y Dominguez, Pedro Vicente (1791). Guía histórica, geográfica, física, política, civil y legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potosí. Potosí. 1959 - Capoche, Luis. Relación General de la Villa Imperial de Potosí. B.A.E. Tom. CXXII. Madrid. 1980 - Carrió de la Bandera, Alonso. (1775) Concolorcorvo. Lazarillo de ciegos y caminantes. Edit. Vicente Medina. Madrid.

90

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

1994 - Castillo Martos, Manuel. Minería y metalurgia. Intercambio tecnológico y cultural entre América y Europa durante el período colonial español. Sevilla. 1947 - Cieza de León, Pedro de. (1553). La Crónica del Perú. B.A.E. Tom. XXVI. Madrid. 1985 - Cole, Jeffrey A. The Potosí Mita. 1573-1700. Stanford. 1995 - Contreras, Carlos. Los mineros y el Rey. Los Andes del Norte: Hualgayoc. 1770-1825. Lima. 1965 - Chao, María Pilar. "La población de Potosí en 1779". En: Anuario del Instituto de Investigaciones históricas de Rosario. Rosario. Nº. 8. 1836 - Del Pino Manrique, Juan. Descripción de la Villa de Potosí. 1787. Colección de Pedro de Angelis. Buenos Aires. 1965 - Descripción de la villa y minas de Potosí. (1603). "Relaciones geográficas de Indias". Edit. Marcos Jiménez de la Espada. B.A.E. Tom. CLXXXIII. Madrid. 1997 - Escobari, Laura. "Potosí: Social Dynamics, Labor, and Mining Technology". En: Potosí. Colonial Tresaures and the Bolivian City of Silver. Nueva York. 1998 - Gaviria Márquez, Concepción. Oruro, centro minero del Alto Perú. Tesis Doctoral. Universidad de Sevilla. 1990 - Gisbert, Teresa y Mesa, José de. "Arte, arquitectura y urbanismo en Potosí". En: Potosí. Madrid. 1994 - Gisbert, Teresa. Iconografía y mitos indígenas en el arte. La Paz. 1997 - Gisbert, Teresa y Mesa, José de. Arquitectura Andina. La Paz. 1997 - Gisbert, Teresa. "Potosí: Urbanism, Architecture, and The Sacred Image of Enviroment". En: Potosí. Colonial Tresaures and the Bolivian City of Silver. Nueva York.

91

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

1992 - Glave, Luis Miguel. Vida, símbolos y batallas. Creación y recreación de la comunidad indígena. Cusco, siglos XVI-XX. Lima. 1997 - Gutiérrez, Ramón. Barroco Iberoamericano. de los Andes a las pampas. Barcelona. 1954 - Hanke, Lewis. La Villa Imperial de Potosí. Un capitulo inédito en la Historia del Nuevo Mundo. Sucre. 1965 - Hanke, Lewis y Mendoza, Gunnar. Ver Arzans, Historia de la Villa... 1991 - Hardoy, Jorge E. Cartografía urbana colonial de América Latina y el Caribe. Buenos Aires. 1993 - Langue, Frédérique y Salazar-Soler, Carmen. Diccionario de Términos mineros para la América española. Siglos XVI-XIX. París. 1987 - Lizárraga, Reginaldo de. Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile. Edición de Ignacio Ballesteros. Madrid. 1988 - López Beltrán, Clara. Estructura económica de una sociedad colonial. Charcas en el S.XVII. La Paz. 1971 - López de Velasco, Juan. Geografía y descripción universal de las Indias (1574). B.A.E. CCXLVIII. Madrid, 1971. 1988 - Mendieta Pacheco, Wilson. Potosí. Patrimonio de la humanidad. Potosí. 1970 - Mesa, José de y Gisbert, Teresa. Bolivia, monumentos históricos y arqueológicos. México. 1997 - Mesa, José de . "Silver: From the Cerro Rico to the Spaces of Daily Life". En: Potosí. Colonial Tresaures and the Bolivian City of Silver. Nueva York. 1997 - Mira, Guillermo; Sánchez, Julio; Tobado, Rafael. La savia del Imperio. Tres estudios de economía colonial. Salamanca.

92

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

1991 - Moreira, Natividad. "Cofradías coloniales de Potosí". En: Casa de Moneda. Potosí. Año II. Num. 2. 1969 - Ocaña, Diego de. (1600-1609) Un viaje fascinante por la América Hispana del S.XVI. Madrid. 1892 - Omiste, Modesto. Crónicas Potosinas. Potosí. 1996 - Platt, Tristan. "Producción, tecnología y trabajo en la Rivera de Potosí durante la República temprana". En: Cuadernos de Historia Latinoamericana. Num.3. Münster. 1963 - Polo de Ondegardo, Juan. Relación de las Cosas del Perú. B.A.E. Tom. CLXIV. Madrid. 1984 - Saignes, Thierry. "Las etnías de Charcas frente al sistema colonial (S.XVII). Ausentismo y fugas en el debate sobre la mano de obra indígena". En: Jahrbuch für Geschichte von Staat. Colonia. 1982 - Sempat Assadourian, Carlos. El sistema de la economía colonial. Lima. 1980 - Tándeter, Enrique. "Trabajo forzado y trabajo libre en el Potosí colonial tardío". En: Estudios CEDES. Buenos Aires. N.3. 1992 - Tándeter, Enrique. Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial. 1692-1826. Buenos Aires. 1983 - Trelles, Efraín. Lucas Martínez Vegazo, funcionario de una encomienda inicial. Lima. 1991 - Valda Martínez, Edgar. "Archivo Histórico de Potosí". En: Casa de Moneda. Año II. Num. 2. 1969 - Vázquez de Espinosa, Antonio. (1629). Compendio y descripción de las Indias Occidentales. B.A.E. Tom. CCXXXI. Madrid. 1995 - VV.AA. El Cerro Rico de Potosí. 1545-1995. Antología. Potosí.

93

JUAN MARCHENA. Alabanza de corte y menos precio de aldea. La Ciudad y Cerro Rico de Potosí.

1964 - Wolff, Inge. "Negersklaverei und Negerhandel in Hochperú, 1545-1640". En: Jahrbuch für Geschichte von Staat. Colonia. 1978 - Zavala, Silvio. El servicio personal de los indios en el Perú. Vol I. México.

94

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.