Al pie del diccionario de Cuervo

May 23, 2017 | Autor: O. de Emilio Alarcos | Categoría: History of Linguistics, Spanish, Linguistics, Lexicography, Grammar
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Descripción

AL PIE DEL DICCIONARIO DE CUERVO

Acaban de ser presentados al público los ocho tomos del Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, con lo cual el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá ha coronado el propósito de completar la magna obra, solo parcialmente editada, del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo. Fuera del mundo reducido de los interesados por la lengua, la figura de Rufino José Cuervo no es excesivamente conocida. Aunque a veces se evoque el episodio (últimamente con ocasión del asendereado centenario del descubrimiento), ya casi nadie se acuerda de la polémica decimonónica entre Cuervo, que temía la disgregación de la lengua española en múltiples dialectos, según acaeció con el latín después de la disolución del imperio romano de occidente, y otros, como don Juan Valera, que confiaban en la unidad de la lengua. Cuervo fue un sabio cumplido, familiarizado con la lengua española, y con los textos en que se conserva, como casi nadie lo estuvo en su época. Desarrolló una labor variada y profunda que ejerció influjo muy visible en el derrotero ulterior de la filología. Fue, en realidad, el primer filólogo positivista y moderno de lengua española, y sin su trabajo silencioso y cons259

tante (orientado tanto hacia la diacronía como hacia la sincronía) no se entendería bien la eclosión magnífica en España de don Ramón Menéndez Pidal y las largas y fructíferas secuelas de su escuela. No pueden olvidarse las notas que puso Cuervo a la Gramática del eximio venezolano Andrés Bello, ni sus ricas Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, ni sus valiosísimas "Disquisiciones sobre la antigua ortografía y pronunciación castellana" de hace un siglo, que son el germen de los libros fundamentales de Amado Alonso y de nuestro saber sobre la conversión del romance medieval en el español moderno. Muerto a los sesenta y siete años en 1911, el colombiano sólo vio publicados los dos primeros volúmenes de su Diccionario (París, 1886 y 1893), que abarcaban las letras A-D. Dejó inédito el texto correspondiente a las palabras ea-empero, y en espera de redacción un inmenso caudal de ejemplos o autoridades en cuadernos y papeletas. El Instituto Caro y Cuervo, desde el decenio de los cuarenta, no ha escatimado esfuerzos para rendir merecido homenaje a Cuervo terminando su proyecto. En esta tarea, lenta y acuciosa, se han distinguido los filólogos colombianos del Instituto (Restrepo, Martínez, Rivas, etc.), junto con algunos españoles (recordaré entre estos a Porto Dapena). Desde la palabra empezar hasta el final, la redacción ya no es de Cuervo, pero se han seguido con fidelidad las pautas que, expuestas en el prólogo, desarrolló el propio autor en el texto publicado. Con buen criterio, los continuadores se han

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preocupado, además, por aumentar hasta los tiempos actuales las autoridades literarias, que, por fuerza, eran en el original casi sólo del siglo XIX, y, por otro lado, se ha acudido a ediciones de textos más fiables que los de la antigua Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra (a cuya ocasional endeblez ya alude el mismo Cuervo). ¿Qué es un diccionario de construcción y régimen? ¿En qué consiste el ideado por Cuervo? No cabe duda de que se trata de diccionarios sintácticos, en que, por orden alfabético, se exponen las características combinatorias de las palabras o unidades de una lengua, es decir, las construcciones válidas en sus usos normales y correctos. El autor se propuso, en principio, componer una obra "en que se dé luz sobre las palabras que ofrecen alguna particularidad sintáctica, ya por las combinaciones a que se prestan, ya por los cambios de oficios o funciones gramaticales de que son susceptibles, ya por el papel que desempeñan en el enlace de los términos y sentencias". No se contentó con ello, porque buscando la explicación de las construcciones, Cuervo se vio obligado a rastrear las modificaciones de la significación de las palabras. Y en consecuencia, en lugar de redactar un diccionario meramente sintáctico, que registrase los usos combinatorios de la lengua coetánea, se remontó por los textos hasta el romance medieval, y se resolvió a trazar la diacronía de cada término considerado sobre ejemplos recogidos a través de la historia literaria del español. Además, no se conformó con dilucidar las mudanzas de sentido de los vo261

cablos, sino que, con afán plausible, se esforzó por establecer su etimología. Pasma que una labor tan amplia y concienzuda fuera producto exclusivo de una sola persona. ¡Cuántas horas de lectura, cuántas papeletas, cuántos análisis se ocultan en las columnas del diccionario de Cuervo! ¡Cuánto tiempo aprovechable y fecundo ofrecía el mundo hace un siglo! El diccionario de Cuervo, pues, no es solo sintáctico, sino etimológico, y refleja la evolución tanto de la expresión como del contenido de las palabras del español. El autor lo explica: "Fijado el carácter gramatical primario de cada voz, se da al principio, cuando parece necesario, una idea del desenvolvimiento de las acepciones; explícanse luego éstas por su orden, así como las construcciones a que se prestan, y compruébanse y esclarécense con ejemplos [ ... ] ; algunas veces se comentan [ ... ] o se les agregan las indicaciones filológicas bastantes a asegurar la interpretación. Vienen enseguida las autoridades del período anteclásico [... ] Cierra el cuadro la etimología, o su discusión cuando no es clara." No ha de pensarse que este Diccionario es un vademécum de consulta para el curioso que pretende aclarar una duda sintáctica. Para este lector, entrar en el Diccionario de Cuervo sería arrojarse en un piélago profundo y encrespado. Para él se han hecho los diccionarios de dudas gramaticales. El de Cuervo es sólo para el especialista de la lengua, que puede discurrir a su aire y con gozo por este monumental panteón de la lengua española. 262

Finalmente, me referiré a una cuestión siempre viva y discutida. También trata Cuervo de "esclarecer la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto en acepciones y construcciones, y la naturaleza de los criterios que para esta averiguación pueden emplearse". Le preocupa la norma, como recurso que impide la dialectalización del español que él tanto temía. Pero no deja de ver la paradoja de la evolución idiomática, en la cual lo que al principio era aberrante se convierte a la larga en norma. Nos dice que "La lengua de hoy reposa sobre el fundamento de la lengua de ayer, y, [... ] en la identidad fundamental de las acepciones, en la normal formación de sus inflexiones y derivaciones, y en la regularidad relativa con que en cada época modifica su sistema fonético, ofrece [ ... ] una prueba patente de que no es un agregado de signos arbitrarios que se mudan a todos los vientos del capricho. Al nacer la recibimos en cierto punto de su proceso histórico, y con ella recibimos también los moldes en que vaciamos nuestras ideas: crecemos, y la usamos en común con nuestros coetáneos; y, cerrado nuestro viaje, sigue ella por su cauce acostumbrado". "Todo crecimiento, todo uso nuevo se origina en la iniciativa individual; pero no todo lo nuevo logra aquella aceptación que es prenda de vida duradera". "Aquellas formas [ ... ] tenidas por barbarismos mientras eran consideradas como meros efectos del impulso individual, se tomaron después por normas". "Si es así que las lenguas actuales no son otra cosa que un agregado de solecismos y neologismos sancionados por el uso de la

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nación, ¿qué derecho hay para impugnar hoy lo que puede ser un primor mañana?" He aquí el problema, el muro contra el que chocan todos los purismos. Las lenguas que no cambian son lenguas muertas, o, como afirmó Coseriu, solo las lenguas muertas no cambian. Quedémonos con la duda, sabia y realista, de Cuervo: "¿qué derecho hay para impugnar hoy lo que puede ser un primor mañana?" Entre tanto, saludemos satisfechos la aparición de esta obra centenaria y magnífica.

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