Al pie de la Vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València)

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Descripción

Al pie de la vía Augusta El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València) Pablo García Borja, David López Serrano y José Luís Jiménez Salvador (Editores Científicos)

Enagás - Acuamed 2012

La publicación de esta obra ha sido financiada por Enagás y Acuamed. © de los textos e ilustraciones: los autores I.S.B.N.: 978-84-695-2806-8 Depósito Legal: V-809-2012 Diseño y Maquetación: Yolanda Carrión Marco Impresión: Artes Gráficas Alcoy

AUTORES Ferran Arasa Gil

Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València [email protected]

Marina Bartual Tortajada Arqueóloga [email protected]

Yolanda Carrión Marco

Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València yolanda.carrió[email protected]

José Luís de Madaria Escudero

Direcció Territorial de Cultura de València [email protected]

Carles Ferrer García

Museu de Prehistòria de València [email protected]

Pablo García Borja

Arqueòleg N. 15.960 del Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València [email protected]

Manuel Gozalbes Fernández de Palencia Museu de Prehistòria de València [email protected]

Manuel Muñoz Abril

Arqueòleg N. 16.235 del Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València [email protected]

Maria Ntinou

Hellenic Open University [email protected]

Guillermo Pascual Berlanga

Arqueòleg N. 14.336 del Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València [email protected]

Guillem Pérez Jordà

GI Arqueobiología. IH. CCHS. CSIC [email protected]

Elena Revert Francés

Arqueòloga N. 16.073 del Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València [email protected]

Mª Dolores Sánchez de Prado Universitat d’Alacant [email protected]

Alejandro Samper Lasso

Antonio Guilabert Mas

MARQ, Museo Arqueológico Provincial de Alicante. [email protected]

Arqueòleg N. 15.903 del Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València [email protected]

José Luís Jiménez Salvador

Carmen Tormo Cuñat

Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València [email protected]

David López Serrano

Estrats, Treballs d’Arqueologia S.L. [email protected]

David Moro Navas

Arqueólogo [email protected]

Tamara Mora Ballesteros Arqueóloga [email protected]

Museu de Prehistòria de València [email protected]

Guillermo Tortajada Comeche Arqueólogo [email protected]

Ana Valero Climent

Estrats, Treballs d’Arqueologia S.L. [email protected]

Es incuestionable el hecho de que en virtud de su imponente volumen de referentes, bienes, complejos y yacimientos, la Comunitat Valenciana ocupa uno de los primeros puestos en el ámbito de la arqueología y la paleontología europeas. Esta afirmación se pone de manifiesto de manera aun más explícita cada vez que la tierra de los valencianos, como es el caso, vuelve a alumbrar restos materiales del pasado, feliz circunstancia que nos permite levantar acta una vez más del intenso sedimento de cultura y civilización que nos sustancia como pueblo. El yacimiento hallado en la partida de Faldetes, al sudoeste del término municipal de Moixent, es un ejemplo reciente y paradigmático al respecto. En medio de la amplia y fértil llanura drenada por el río Cànyoles, no es extraño que quienes nos antecedieron en el aprovechamiento del territorio encontraran en sus campos el perfecto desarrollo de sus bases económicas y socioculturales, tal y como la ciencia arqueológica ha venido a confirmar. Los abundantes restos (cerámicas, monedas, adornos, útiles varios,...) hallados a lo largo de las sucesivas campañas supervisadas por los técnicos de esta Dirección general, los cuales cubren un arco cronológico que discurre desde el s. II a. C. al s. III d. C., han permitido delimitar un completo y detallado modelo de cómo los romanos son responsables directos, incluso a día de hoy, de una parte, y no precisamente menor, del ADN cultural de los valencianos. Todo apunta -y en ello confiamos- a que en el futuro la puesta en valor de este yacimiento y su apertura a los usos culturales y/o turísticos constituya un paso más a la hora de potenciar la carta de recursos de por sí bastante completa de la Costera, comarca cuyo propio nombre explica el trazado con el que fue articulada tanto por los romanos con la vía Augusta, como por los ingenieros del s. XX con la moderna autovía, una de las principales arterias de comunicación entre la Meseta y el litoral. En otro orden de cosas, hay que resaltar la colaboración de unos actores tan decisivos como han resultado ser para esta actuación arqueológica las empresas Enagás y Acuamed. En este sentido -y de ahí que lo agradezcamos-, somos muy conscientes del creciente compromiso con el que otras instituciones públicas junto a no pocos segmentos de la iniciativa privada, como es el caso, se implican como aliados de esta Dirección general en el cometido de hacer accesible a la sociedad la lectura de un especial relato. Aquel que aparece en los sucesivos niveles estratigráficos que guardan nuestras tierras y que, al igual que si pasáramos las páginas de un enorme libro, desvela lo escrito por la mano sutil y a la vez perenne de la Historia.

Marta Alonso Rodríguez Directora General de Patrimonio Cultural

La huella de la civilización romana está presente en cada rincón de nuestro país y Enagás es también testigo de ello. Entre el legado de los romanos que poco a poco se va descubriendo, destaca sin duda la construcción de infraestructuras y obras públicas, un tema al que concedieron gran importancia. Una de sus obras de mayor envergadura fue el desarrollo de una red viaria que conectaba Roma con los principales enclaves del Imperio, que llegó a alcanzar los 100.000 km de longitud. La red de infraestructuras de Enagás, con más de 10.000 km de gasoductos de alta presión que recorren la península Ibérica, coincide en muchos puntos con la construida por los romanos. La vía Augusta, por ejemplo, una de las más antiguas y transitadas de Hispania, discurre paralela en muchos kilómetros con gasoductos de Enagás. Ambas redes, aun con 20 siglos de diferencia, fueron diseñadas para desempeñar un papel estratégico. En el primero de los casos, las calzadas romanas fueron clave porque contribuyeron de forma decisiva a la vertebración del Imperio Romano. Aunque inicialmente fueron construidas para facilitar el transporte de las tropas en la conquista de nuevos territorios, también fueron fundamentales en el transporte de mercancías -clave en el desarrollo económico de la época- y en la difusión de la cultura. La red de gasoductos española desempeña una función primordial porque hace posible que el gas natural pueda llegar hasta cualquier rincón del país, en cualquier momento y en cualquier situación. Construir infraestructuras que contribuyan a la seguridad del suministro es precisamente una de las actividades centrales de Enagás. En la construcción del tramo entre Albacete y Montesa, así como en todos los proyectos que desarrollamos, prestamos un especial interés al entorno y a su preservación. Para la compañía es prioritario, además, mantener una relación de confianza y colaboración con las comunidades en las que estamos presentes. En línea con este firme compromiso social, es una satisfacción para Enagás participar en esta publicación y contribuir a la difusión de nuestro rico y diverso patrimonio cultural.

Antonio Llardén Presidente de Enagás

Nuestra civilización actual se asienta sobre unos pilares que, en buena medida, debemos a la antigua Roma. Ninguna otra cultura de la Antigüedad como la romana concedió tanto valor a las obras públicas. Algo que los propios romanos proclamaron por boca de personalidades como Frontino, curator aquarum, nada menos que responsable de la gestión de los recursos hídricos de la gran ciudad que era Roma en tiempos del emperador de origen hispano Trajano y que comparaba los numerosos y necesarios acueductos con las ociosas pirámides de Egipto o las inútiles aunque famosas obras de los griegos. Esa percepción de servicio a una comunidad que encierra toda obra pública. y que ya estaba presente en la mentalidad de los antiguos romanos, es la misma que justifica la razón de ser de un proyecto como el trasvase Júcar-Vinalopó, una infraestructura estratégica para la Comunitat Valenciana. Con la nueva conducción Júcar-Vinalopó, cuyas obras finalizaron en septiembre de 2010, se hace posible transferir caudales sobrantes desde el curso bajo del río Júcar hasta la cabecera de la cuenca del Vinalopó, en las inmediaciones del municipio de Villena (Alicante). Esos caudales externos permitirán paliar la grave sobreexplotación de los acuíferos de las comarcas alicantinas del Alto, Medio y Bajo Vinalopó y de l’Alacantí, garantizando el recurso hídrico a los usuarios de tal forma que facilite la sustitución y/o la permuta de buena parte de las actuales extracciones de aguas subterráneas por las aguas del trasvase Júcar-Vinalopó. Así, se mejora la calidad de los suelos, afectados localmente por procesos de salinización. De este modo, la disponibilidad de recursos hídricos en estas comarcas a través de la Conducción Júcar-Vinalopó permitirá alcanzar el objetivo de mantener el abastecimiento a las actividades económicas vinculadas a las infraestructuras agrarias y urbanas. El cumplimiento, por parte de Acuamed, de las medidas de protección sobre el patrimonio arqueológico, paleontológico y etnológico que podía resultar afectado por la ejecución de la obra del trasvase Júcar-Vinalopó requirió un conjunto de actuaciones coordinadas por un equipo de la Universitat de València. Sin duda, la más importante fue la excavación arqueológica en el yacimiento romano de Faldetes en Moixent (Valencia), realizada conjuntamente con el equipo vinculado al Proyecto de instalación de un gaseoducto entre Albacete y Montesa. Ambas labores arqueológicas han permitido documentar los restos de un asentamiento romano cuya principal razón de ser radicaba en el hecho de encontrarse a un paso de la vía Augusta, la calzada más importante que los romanos construyeron en la península Ibérica y que a partir de unos exiguos restos ha podido ser identificada. Conscientes de la importancia que posee la difusión de nuestro patrimonio cultural, Enagás y Acuamed han asumido el coste de la edición de la presente monografía que recoge los resultados de la mencionada excavación arqueológica. Para Acuamed resulta muy gratificante que la obra de la conducción Júcar-Vinalopó. destinada a prestar un gran servicio a una buena parte del territorio de nuestra Comunitat, haya posibilitado el descubrimiento de vestigios de otra gran infraestructura pública, la vía Augusta, realizada por los romanos hace unos dos mil años y que constituyó, en su momento, un auténtico hito al vertebrar el territorio de toda la fachada mediterránea peninsular. Una feliz coincidencia ha propiciado que el pasado, representado por la vía Augusta, y el presente con una clara proyección de futuro, como es la obra del trasvase Júcar-Vinalopó, se hayan dado la mano simbolizando ese compromiso de servicio a la sociedad que heredamos de antepasados tan ilustres como Frontino.

Carlos Massa Raviglione Arcadio Mateo del Puerto Dirección General Sociedad Estatal de Aguas de las cuencas Mediterráneas Acuamed

ÍNDICE PARTE I. PRESENTACIÓN Introducción ......................................................................................................................................................

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David López Serrano y José Luís Jiménez Salvador Contexto geográfico y arqueológico....................................................................................................

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Guillermo Pascual Berlanga y Pablo García Borja

PARTE II. EL SECTOR SUR La excavación arqueológica del Sector Sur......................................................................................... 15 David López Serrano, Pablo García Borja, David Moro Navas, Manuel Muñoz Abril, Antonio Guilabert Mas y Ana Valero Climent Las producciones cerámicas........................................................................................................................ 31 Antonio Guilabert Mas Los hallazgos monetarios............................................................................................................................. 55 Manuel Gozalbes Fernández de Palencia Los objetos metálicos..................................................................................................................................... 59 Guillermo Tortajada Comeche Objetos de adorno personal........................................................................................................................ 65 Ferran Arasa Gil Los recipientes de vidrio................................................................................................................................ 67 María Dolores Sánchez de Prado Los restos de fauna.......................................................................................................................................... 83 Carmen Tormo Cuñat El hueso trabajado........................................................................................................................................... 89 Antonio Guilabert Mas La madera carbonizada..................................................................................................................................... 93 Yolanda Carrión Marco y María Ntinou Los materiales carpológicos....................................................................................................................... 101 Guillem Pérez Jordà

PARTE III. EL SECTOR NORTE La excavación arqueológica del Sector Norte.................................................................................... 107 José Luís Jiménez Salvador, Elena Revert Francés, Alejandro Samper Lasso, Marina Bartual Tortajada y

Tamara Mora Ballesteros

PARTE IV. INTERPRETACIÓN DE LOS CONJUNTOS El Conjunto 2. Un camino de época ibérica.............................................................................................. 119 David López Serrano, Carlos Ferrer García, José Luís Jiménez Salvador, Pablo García Borja, Ferran Arasa Gil y José Luís de Madaria Escudero Consideraciones en torno al Conjunto 3: la vía Augusta a su paso por La CostEra.................................................................................................................................................................. 127 Ferran Arasa Gil, David López Serrano, Pablo García Borja, José Luís Jiménez Salvador y José Luís de Madaria Escudero El asentamiento de Faldetes. Valoraciones finales.......................................................................... 135 José Luís Jiménez Salvador , David López Serrano, Pablo García Borja, Ferran Arasa Gil y José Luís de Madaria Escudero

BIBLIOGRAFÍA....................................................................................................................................................... 143

Parte I. Presentación

INTRODUCCIÓN David López Serrano y José Luís Jiménez Salvador

En el transcurso de las obras de instalación de un nuevo gaseoducto entre Albacete y Montesa (Valencia), promovidas por la empresa Enagás, se detectaron diversos restos arqueológicos en un paraje de campos abancalados cercanos al río Cànyoles junto a una pequeña casa de campo conocida como Faldetes, en el término municipal de Moixent. Los primeros indicios de este yacimiento se descubrieron en los perfiles de la zanja para la instalación del gaseoducto, que en esta zona discurría en paralelo a un camino vecinal conocido como Camino de Almansa. Este conjunto de restos inéditos (fig. 1) estaba formado por un establecimiento rural de época romana y dos antiguos caminos, diferenciados en tres conjuntos (fig. 2). En enero de 2008, la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia SL, inició los trabajos de excavación arqueológica de los restos localizados. Tras la limpieza de los perfiles y delimitación de los restos, se diferenciaron tres áreas de excavación agrupadas bajo la denominación de Sector Sur con una primera zona o Conjunto 1 (fig. 3), donde se descubrió parte de una edificación romana a la que se hemos denominado Faldetes; una segunda zona o Conjunto 2, al noreste del edificio (fig. 4), que conserva restos de un camino íbero-romano; finalmente una tercera zona o Conjunto 3 (fig. 5), 275 m al suroeste del Conjunto 1, en la que se halló un tramo de calzada romana que podría formar parte de la vía Augusta. La localización de este nuevo yacimiento fue comunicada al equipo arqueológico coordinado por la Universitat de València y encargado de la supervisión de las obras de la conducción Júcar-Vinalopó, promovidas por la Sociedad Estatal de Aguas de las cuencas Mediterráneas Acuamed, que discurrían en paralelo a las obras de instalación del gaseoducto. Por este motivo, en mayo de 2008, se proyectó la realización de una fase de sondeos previos en la que se localizaron parte de los restos de los Conjuntos 1 y 2, correspondientes a la parte trasera del

edificio romano y a la continuación de la traza de un camino cuyos inicios se remontan a momentos avanzados de la Edad del Hierro. Estos restos quedaron encuadrados en el Sector Norte. En consecuencia, se llevaron a cabo dos intervenciones arqueológicas distintas, realizadas con equipos de trabajo diferentes, sobre un mismo yacimiento. Ambas actuaciones se centraron en los espacios de afección directa de las obras respectivas, delimitados por las áreas de expropiación de los terrenos. Ante estos condicionantes, la excavación de las distintas zonas fue parcial, pues estaba circunscrita a las bandas de afección y expropiación de cada obra, descubriendo en paralelo tramos complementarios de un mismo conjunto arqueológico. Desde el inicio, las labores arqueológicas de ambos equipos se realizaron de forma coordinada, siguiendo las indicaciones de la Unidad de Inspección Arqueológica de la Dirección Territorial de Cultura de la Generalitat Valenciana, que instó tanto a promotoras como a responsables de los dos equipos de arqueólogos a iniciar un trabajo conjunto que ha culminado con la publicación que aquí se presenta. En aras de una adecuada coherencia, en ambas intervenciones se ha utilizado la misma metodología, estableciéndose, en todo momento, un orden en la nomenclatura de estancias, espacios y unidades estratigráficas. Las descripciones de las estructuras documentadas y el análisis de los restos arqueológicos muebles recuperados constituye una parte importante en esta monografía, dedicándose apartados específicos a la cerámica, monedas, vidrio, objetos de metal, hueso trabajado, incluso algunos elementos de orfebrería. No obstante y siendo plenamente conscientes de la cada vez mayor atención que se presta a las ciencias del paleoambiente, como parte ineludible en todo estudio arqueológico que se precie de manejar la metodología más avanzada, se han incluido diversos análisis como el realizado sobre los restos de fauna, un estudio carpológico, así como de los restos de madera carbonizada, que han proporcionado interesantes datos sobre las condiciones de vida de este establecimiento rural asomado a la vía Augusta.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

N

Conjunto 1

Conjunto 2

Conjunto 3

Sectores excavados por Enagás Sectores excavados por acuaMed

0

30

60 m.

Figura 1. Planimetría final de las excavaciones en los Conjuntos de Faldetes.

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Introducción

Figura 2. Localización de los tres conjuntos excavados sobre ortofoto.

Sectores excavados por Enagás Sectores excavados por acuaMed

N

Posible trazado de la Vía Augusta 0

5

10 m.

Figura 3. Planimetría final del Conjunto 1 con parte del Conjunto 2 al norte.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Sectores excavados por Enagás Sectores excavados por acuaMed

N 0

10

20 m.

Figura 4. Planimetría final del Conjunto 2.

N

0

10 m.

Figura 5. Planimetría general del Conjunto 3.

Esta publicación es el resultado de un trabajo colectivo dirigido a contribuir al conocimiento y a la difusión de un yacimiento arqueológico descubierto merced a la realización de dos grandes obras públicas destinadas a mejorar las condiciones de vida en una parte importante del territorio valenciano. Enagás y Acuamed en tanto que promotoras de ambos proyectos no han escatimado esfuerzos a la hora de procurar el apoyo imprescindible para la realización de los trabajos arqueológicos y que ha tenido como colofón haber hecho posible la edición de esta monografía, gracias a su respaldo económico. Las paradojas del destino han propiciado que la intervención arqueológica vinculada con estos dos grandes proyectos haya permitido recuperar una valiosa información relacionada con una de las obras públicas de mayor envergadura realizadas por los romanos en la península Ibérica, como fue la vía Augusta que en aquellos tiempos atravesaba el territorio valenciano, vertebrándolo de norte a sur. El abismo temporal que media entre estas grandes obras de infraestructura, no impide hermanarlas por

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lo que representan en sí; ni más ni menos que el triunfo de la técnica al servicio del interés general y al mismo tiempo, factor de cohesión territorial. Todo parece indicar que el modesto establecimiento rural de época romana encontrado en Faldetes surgió precisamente al amparo de las oportunidades que deparaba el importante eje viario localizado a escasa distancia. Un enclave autosuficiente de carácter privado que debió compatibilizar la propia actividad productiva con el ofrecimiento a los usuarios de la vía de algún tipo de servicio. Gracias a este estudio, el conocimiento arqueológico de Moixent se ve ampliado con la incorporación de un nuevo yacimiento que se une a la larga lista de lugares arqueológicos diseminados por su término municipal, añadiendo un nuevo componente a su, ya de por sí, rico patrimonio arqueológico.

EL CONTEXTO GEOGRÁFICO Y ARQUEOLÓGICO Guillermo Pascual Berlanga y Pablo García Borja

Los restos arqueológicos que se presentan es este trabajo fueron localizados en la partida de Faldetes, ubicada junto al camino viejo de Almansa, en la margen izquierda del río Cànyoles a su paso por el término municipal de Moixent (València). La zona queda delimitada por el Barranc de la Torta y el de Les Albarades, en las faldas meridionales de Serra Plana, últimas estribaciones del Sistema Ibérico (fig. 6).

EL CONTEXTO GEOGRÁFICO El municipio de Moixent forma parte de la comarca valenciana de la Costera, valle encajado entre la Serra Plana y la Serra Grossa que forma una unidad geográfica situada en la llamada falla sud-valenciana, la cual supone el inicio del sistema Bético y el punto de ruptura con el Ibérico. La Serra Plana tiene una altitud media de unos 700 msnm. Su flanco meridional presenta fuertes pendientes hacia el valle en las que se encajonan pequeños barrancos con flujos ocasionales de agua y de gran pendiente que sirven para drenar en esa dirección. La altura media de Serra Grossa es de 680 msnm y su flanco septentrional presenta grandes cantiles e, igualmente, barrancos de fuerte pendiente que aportan aguas al río Cànyoles de manera efímera. Uno de los aspectos más destacables de la comarca es su excepcional topografía a la hora de facilitar su tránsito. De hecho, es una vía de comunicación natural utilizada de forma frecuente a lo largo de las diferentes etapas de la historia para pasar desde la Mancha, Andalucía y Murcia hacia las llanuras valencianas y conectar con las rutas que se dirigen al norte y viceversa. En este sentido, las grandes vías de comunicación de la antigüedad (Arasa y Rosselló, 1995; Arasa y Bellvís, 2008; Pascual y García Borja, 2010), de época moderna (Nuevo camino Real de Madrid a València de 1786) o la línea ferroviaria de 1858 así como las de época contemporánea (trazado de la A-7 o del AVE), atraviesan el valle. Por tan-

to, la geografía física supone un aspecto relevante desde el punto de vista estratégico, constituyendo una de las rutas naturales más importantes del territorio valenciano (Piqueras y Sanchis, 1992). El yacimiento localizado en Faldetes se encuentra en la parte distal de un cono de deyección que incluye materiales pertenecientes al Pleistoceno y al Holoceno. Concretamente, en el punto de contacto entre los limos rojos de la zona distal del cono y una gran terraza formada por cantos, arenas y arcillas (fig. 7). En cuanto al suelo (fig. 8), el asentamiento está en el punto de contacto entre una asociación de calcisol lúvico-luvisol cálcico-antrosol árico, de color amarillo rojizo, plástico y friable en húmedo y muy duro en seco, sin elementos gruesos y con gran abundancia de carbonato cálcico, con usos agrícolas, en el que se podrían cultivar desde cítricos hasta frutales y hortalizas, y una asociación regosol calcárico-calcisol áplico desarrollado sobre margas terciarias (facies Tap) en una zona llana, lo que ha dado lugar a la formación de calcisoles. Son suelos de color pardo grisáceo, friable en húmedo y ligeramente duro en seco que carece de elementos gruesos y es fuertemente calcáreo (Rubio Delgado, 2001). En el término municipal de Moixent predomina actualmente el cultivo de los olivos y la viña que, junto al trigo y algunas especies de frutales de secano, proporcionan el porcentaje más elevado de explotaciones agrícolas. Sin embargo, en los últimos tiempos también se ha detectado la introducción de cultivos de frutales de regadío como la naranja. Ello ha sido posible, en gran medida, gracias a las fuentes y los pozos que recientemente se han excavado, dando origen a un paisaje en el que contrastan los cultivos de secano tradicionales mezclados con nuevas áreas de regadío típico de naranjos. De hecho, en la descripción que Cavanilles realizó de la zona destacaba la presencia de algarrobos, olivos, cáñamo, vid, maíz, trigo y, en menor medida, moreras, legumbres, hortalizas, cítricos y abundante alfalfa.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 6. Ubicación geográfica de Faldetes sobre cartografía oficial del Institut Cartogràfic Valencià.

EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO La secuencia arqueológica comarcal abarca un importante abanico temporal, fechándose los restos más antiguos en el Paleolítico medio (Villaverde, 2008). A pesar de que también se han realizado algunos estudios de campo y del territorio para el neolítico, el conocimiento que de este período tenemos es muy parcial y todavía está sujeto a generalidades (García y Molina, 2006). Así, en algunas cuevas existen evidencias de ocupaciones ya durante el Neolítico antiguo (García Borja, 2008), aunque

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las primeras evidencias de aldeas agrícolas comienzan a encontrarse en el período correspondiente al Neolítico final-Eneolítico (García Borja et al., 2008-2009). Puede intuirse la presencia de enclaves de este tipo gracias a la existencia de un buen número de restos muebles descubiertos en la mitad occidental de la comarca, siempre en zonas especialmente aptas para el cultivo y adscritos a esa cronología (Molina y McClure, 2004). Aunque también parcial, el conocimiento que tenemos de la Edad del Bronce en la comarca es sustancial-

El contexto geográfico y arqueológico

mente más completo. Se ocuparon un buen número de cimas y altos en gran parte del territorio. Son yacimientos en los que prima la buena visibilidad que, entre otras cosas, implicaba un control de las vías de comunicación hacia la Ribera, la zona de Enguera, Navalón, Villena y a la Vall d’Albaida (Pascual y García Borja, 2010). Este período culminó con una reducción en el número de hábitats y la progresiva concentración de la población en asentamientos de mayor envergadura, hecho que se acentuó en la Edad del Hierro. Pero a medida que avanza la secuencia observamos como se produjo una paulatina ocupación de todo el territorio, no sólo de los lugares más elevados sino también de las llanuras más fértiles. Durante el siglo IV a.C. la ordenación del territorio se estructuró a partir de poblados ubicados en alto, y con una extensión cercana a las 4 hectáreas, buen ejemplo de ello son el poblado de la Mola del Torró y El Frare en La Font de la Figuera (Pérez Ballester y Bo-

rredá, 1998; Pérez Ballester y Rodríguez Traver, 2004), el conocido poblado de la Bastida de les Alcusses en Moixent (Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011) y posiblemente la propia Saiti (Rodríguez Traver, 2008). Todos ellos, quizás a excepción de Saiti (Pérez Ballester, 2006), se encontraban deshabitados durante el siglo III a.C., momento a partir del cual comenzaron a aparecer una gran cantidad de pequeños asentamientos diseminados, principalmente, por la margen izquierda del río (Pascual y García Borja, 2010). A partir del siglo II a.C. Saiti quedó como el único gran centro comarcal. En su área inmediata de influencia se intuyen cambios en la organización del territorio, que podríamos ligar a cambios en la intensidad de la producción agrícola a consecuencia de la explotación, probablemente de lino, a una escala más acorde con los intereses económicos romanos de lo que pudo haber sido en momentos anteriores. Estos cambios se expresan en el res-

Figura 7. Contexto geológico del área del yacimiento a partir del Mapa Geológico de España del Ministerio de Industria 1:50.000.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 8. Tipos de suelos en los alrededores del yacimiento a partir de Rubio Delgado (2001).

to de la comarca con la aparición, de forma progresiva, de nuevos asentamientos desde el mismo siglo II a.C. que coexistieron con otros de tradición anterior y que nos ilustran sobre como la comarca debió entrar progresivamente a formar parte de la cultura romana.

noroeste el límite pudo incluir la Canal de Navarrés y el Valle de Cofrentes y por el Sudsudeste el ager setabense bien pudo lindar con el de Dianium y Lucentum incluyendo en su territorium la Vall d’Albaida (Arasa y Bellvís, 2008).

De los estudios numismáticos se deduce que desde un momento bastante temprano pudieron establecerse en el valle habitantes de origen itálico (Ripollés, 2000). Ello resulta singularmente interesante puesto que implicó la presencia en la zona de elementos culturales romanos desde un momento muy incipiente. Saiti consiguió el rango de Municipium latino en época de Augusto (Plinio, NH, III, 3, 25) pasando a llamarse Saetabis Augustanorum. Todo el valle del Cànyoles estuvo integrado en el territorio correspondiente al municipio setabense (Pérez Ballester, 2006; Arasa y Bellvís, 2008). A este territorium se le suponen unos límites que por el norte llegaban hasta el río Xúquer y por el suroeste al menos hasta Turres Saetab(inae) y todo parece indicar que se encontraba en el término municipal de La Font de la Figuera. Por el

Desde finales del siglo I a.C., el modelo de ocupación rural del territorio valenciano se organizó en torno a las villae, con las que, siguiendo pautas romanas en cuanto a la ubicación de la población que obedecían a una voluntad política, se abandonaron casi definitivamente los hábitats en altura, particularmente aquellos que todavía pudieran estar habitados exclusivamente por iberos. De esta manera, la mayor parte de la población comenzó a vivir en los llanos, junto a las áreas de cultivo, en lugares de fácil acceso. Fue sobre todo en el siglo II d.C., coincidiendo con la cronología de los restos que hemos encontrado en Faldetes, cuando este modelo tuvo su máxima expresión (Arasa y Bellvís, 2008).

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A la hora de considerar la ordenación del entorno de

El contexto geográfico y arqueológico

Figura 9. Yacimientos arqueológicos al aire libre con materiales de cronología romana en la comarca de la Costera.

Faldetes, creemos que debe valorarse una distribución territorial basada en los accidentes geográficos, que podría incluso remontarse a época ibérica y que fuera más o menos mantenida durante el imperio a través de un sistema arcifinal (Castillo, 1993 y 1995) que ha quedado, en parte, perpetuado hasta nuestros días. Obviando la zona que se encuentra en les Alcusses, donde se ha identificado un parcelario post quem 2 de Febrero de 1303 (Villaescusa, 2002, fig. 103), podemos decir que el término de Moixent comprende la parte más estrecha del corredor de Montesa y que a priori debería haber sufrido menos transformaciones en su diseño. De hecho, desde Montesa hasta el barranc de Vallmelós, la disposición parcelaria está claramente relacionada con los accidentes geográficos, fundamentalmente el discurrir del propio río y los barrancos que en él desembocan y cuya cronología inicial, a partir del estado de nuestros conocimientos actual es muy difícil de establecer. La presencia de tan numerosas ramblas y la proximidad entre las mismas, parcelan de una manera natural el propio valle, lo que sin lugar a dudas ha condicionado cualquier

parcelación artificial para el aprovechamiento agrícola. Ante la imposibilidad de documentar restos de una centuriación regular, cabe plantearse la posibilidad de estar frente a una centuriación del tipo secundum naturae, en la que ésta se adaptaba a las características físicas del terreno y a la existencia de los elementos necesarios para llevarla a cabo. Se trata de una centuriación basada en estructuras territoriales preexistentes, que mantienen un sistema de explotación agrario extensivo que incorpora una ordenación del territorio; marco en el que se insertaría la fundación del establecimiento de Faldetes y sus campos inmediatos. Son muy numerosos los asentamientos de época romana documentados en la comarca (fig. 9), pero son escasos los trabajos sistemáticos que permitan contar con datos y cronologías concretas para buena parte de los hallazgos que se conocen. En el valle, únicamente se han realizado excavaciones arqueológicas en els Horts en Vallada (Martínez García, 1997), en la propia Xátiva

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

y más recientemente en la partida del Canari en Montesa (Pascual y Jardón, 2010) y en la partida de Faldetes. Por último, cabe destacar la intervención realizada en la

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próxima villa de Els Alters (l’Enova), con un periodo de ocupación que abarca desde finales del siglo I d.C. hasta el siglo V-VI (Albiach y de Madaria, 2006).

Parte II. El Sector Sur

LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL SECTOR SUR David López Serrano, Pablo García Borja, David Moro Navas, Manuel Muñoz Abril, Antonio Guilabert Mas y Ana Valero Climent

La excavación arqueológica del Sector Sur ha sido realizada por la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia S.L., con motivo de las obras de instalación del nuevo gaseoducto en la comarca de La Costera por parte de la empresa Enagás. La intervención ha permitido diferenciar tres conjuntos arqueológicos (figs. 1-5). El Conjunto 1 corresponde con la parte excavada del edificio romano de Faldetes (fig. 10). En el Conjunto 2 encontramos una estructura excavada en el estrato natural, interpretada como un camino cuyo origen se remonta a época ibérica. Finalmente, el Conjunto 3 (fig. 11), donde excavamos un muro de linde y una calzada romana identificada como un tramo de vía Augusta.

En los siguientes apartados vamos a exponer los datos obtenidos en la excavación arqueológica. En primer lugar describiremos las estancias, fosas, estructuras y caminos excavados. En segundo lugar, se describirán los restos arqueológicos recuperados en el proceso de excavación, reflexionando sobre sus aspectos más interesantes.

EL Conjunto 1: FALDEtES Se trata de una edificación de morfología rectangular que fue habitada en época romana. Nuestra intervención ha proporcionado el marco cronológico de uso del Sectores excavados por Enagás.

0

20

N

40 m.

Figura 10. Zonas excavadas de los Conjuntos 1 y 2 por la obra del gaseoducto.

N

0

10 m.

Figura 11. Zonas excavadas del Conjunto 3.

15

Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

N

Fosa 2

Paleocauce Fosa 1

E. 2

E. 3

E. 1

Fosa 2 E. 3b E. 2b

0

5

10 m.

Figura 12. Estancias diferenciadas en el Conjunto 1-Faldetes.

conjunto de las estancias excavadas entre la segunda mitad del siglo II d.C. y la primera mitad del siglo III d.C., fechando su abandono en la segunda mitad del mismo. Los trabajos de excavación realizados por nuestro equipo se centraron en dos franjas rectangulares y paralelas a ambos lados de la zanja realizada para el gaseoducto (fig. 12). El área excavada coincide con el extremo sureste del edificio (533 m²) y ha permitido documentar tres habitaciones (E.1, E.3 y E.3b) y una zona central de paso, dividida en un principio en dos estancias (E.2 y E2b), que finalmente se interpreta como un mismo espacio que daría acceso al interior de la edificación desde el sureste. En ellas constatamos niveles de uso, abandono y derrumbe. Todos los espacios diferenciados en el interior de la estructura han sido considerados como estancias. Por otra parte, en los flancos del complejo se documentaron dos conjuntos de fosas de grandes proporciones (Fosa 1 y 2) excavadas en el sedimento estéril.

Durante el proceso de excavación diferenciamos dos zonas separadas por la zanja para la instalación de la conducción del gas: la Zona Noroeste, mejor conservada, incluye la vaguada de un paleocauce, las estancias E.1, E.2 y E.3, así como la Fosa 1 y parte de la Fosa 2; y la Zona Sureste, peor conservada, en la que se diferenciaron las estancias E.2b, E.3b, y la continuación de la Fosa 2. La parte excavada del edificio principal (fig. 13) ha proporcionado estratos de construcción, uso, derrumbe y abandono (tabla 1). Presenta diferentes bases de muros construidos mediante mampostería irregular, utilizando piedras de pequeño y mediano tamaño trabadas con barro con una anchura media de 60 cm. Bajo dos de estos muros se han documentado restos de cimentación, si bien no fueron completamente excavados al no llevarse a cabo su desmonte. Las exiguas trincheras de fundación documentadas se encuentran excavadas en el sedimento estéril, aunque apenas son perceptibles. Cabe

Figura 13. Vista general del Conjunto 1.

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La excavación arqueológica del Sector Sur

Tabla 1. Listado de UUEE en relación a su interpretación y contexto de aparición. Las UUEE constructivas corresponden a negativos de fosas, pavimentos y niveles de construcción de los caminos.

N

1068 1089

122

1065

112

113

1075

114

103 1050

1083

106

1046 105

104

1044

1079

117

110

1021

1023

111

115 108

109

0

5

10 m.

Figura 14. Principales estructuras excavadas en Faldetes.

destacar que, entre los niveles de derrumbe, aparecieron restos de enlucidos de las paredes.

be del edificio, entre los que destacan cientos de fragmentos de tejas romanas procedentes de la cubierta.

Los suelos localizados se corresponden a pavimentos de tierra endurecida. En las estancias 1 y 3 se documentaron pavimentos de tierra sobre el nivel estéril. En cambio, el pavimento de la estancia intermedia (E.2) se encuentra a una cota inferior, recortando el sedimento estéril y manteniendo una sección ligeramente cóncava, ascendiendo hacia las paredes laterales. Sobre algunos de estos pavimentos encontramos los restos del derrum-

Las relaciones entre las estructuras murarias del edificio (fig. 14) permiten diferenciar dos momentos constructivos: un primer momento conformado por el espacio central, apenas excavado, delimitado por los muros que traban con las esquinas de las fachadas laterales (UUEE 113 - 119 y 112 - 122); y un segundo momento constructivo formado por los muros que delimitan las estancias 1, 2 y 3 (UUEE 103 a 106) que se adosan a los muros del

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Por último, excavamos dos grandes fosas en torno al edificio que relacionamos con la necesidad de obtener arcilla, finalmente amortizadas como vertederos. La Estancia 1 Se localiza en la esquina suroeste de la edificación (figs. 12 y 16). Conserva parte del muro que la delimita por el sureste (UE 117), lo que nos permite reconstruir su planta completa, pese a que se encuentra cortada por la zanja del gaseoducto. Se trata de una habitación de morfología rectangular (4,90 x 4 m), con un área de unos 20 m². En su interior se documentó un pavimento de tierra batida (UE 1101) sobre el nivel estéril (UE 1096). Cabe destacar que en esta estancia decidimos excavar parte de este nivel, constatando la inexistencia de niveles arqueológicos bajo el pavimento. Sobre el mismo, documentamos el negativo de la estructura (UE 1046) de planta estrecha y alargada con orientación noreste-suroeste que probablemente dividía el espacio de la habitación en dos mitades, dejando un vano de 1 m en su extremo noreste (figs. 14 y 17). Figura 15. Detalle de las relaciones constructivas entre dos de los muros de la E.1.

espacio central (UUEE 112 y 113). Las estancias que hemos excavado forman parte del segundo momento constructivo, y se adosan a un espacio ya existente. En este sentido, es significativo el mampuesto de grandes proporciones (70 x 30 cm) situado en la esquina del extremo suroeste del muro UE 113 (fig. 15). Se trata de un mampuesto alargado perteneciente al primer momento constructivo al que se adosa el muro que delimita la E.1 por el suroeste (UE 105), habitación que formaría parte de las estancias anexas.

La estructura y el suelo de la estancia se hallaban cubiertos por un nivel de abandono bajo el derrumbe de las paredes y el tejado (UUEE 1016 y 1036). En este nivel aparecieron gran cantidad de fragmentos de tegula (teja plana) e imbrex (teja curva), procedentes del derrumbe de la cubierta. Se encontraban dispuestos en una superficie homogénea y horizontal que se extienden hacia el suroeste, fuera de la propia estancia y del edificio (UE 1018). La unidad se interpreta como el derrumbe de la techumbre de la E.1 (fig. 18). Los materiales arqueológicos sitúan los niveles de abandono de la estancia en el último tercio del siglo III d.C. Se comunicaba con la estancia intermedia (E.2) a través de un umbral situado en el extremo noroeste del muro UE 104.

Figura 16. Estancia 1.

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La excavación arqueológica del Sector Sur

nalmente ambas estancias se interpretan de forma conjunta como espacio de acceso al interior de la edificación desde el sureste (fig. 19). La parte excavada de la E.2 abarca unos 32 m², conformando un espacio rectangular de 7,60 m de longitud y 4,30 m de anchura, si bien se amplía hacia su extremo noroeste o zona central no excavada del edificio. Se trata, por tanto, de la mayor de las estancias excavadas.

Figura 17. Localización de la UE 1046 en la E.1.

Está ubicada entre las estancias 1 y 3, formando un espacio intermedio o ámbito de paso. En ella se localizó un pavimento de tierra (UE 1079) casi 0,5 m por debajo de las superficies de uso de las estancias adyacentes 1 y 3 (figs. 20 y 21). Esta diferencia de cota supone el desmonte previo del nivel estéril en este espacio y la adecuación de los muros (UUEE 103 y 104) que lo limitan, cuya base alcanza mayor profundidad en sus paramentos internos. Este suelo o nivel de uso mantiene una sección ligeramente cóncava que asciende hacia la base de los muros laterales. Sobre este pavimento y bajo el derrumbe, en la esquina noreste, apareció una concentración de carbones (UE 1089) en la que se encontraba también el material cerámico más tardío detectado en un nivel de uso (fig. 22). Éste ha proporcionado una fecha de abandono de la zona de entrada al edificio en torno a la primera mitad del siglo III d.C.

Figura 18. Derrumbe al oeste de la E.1.

La Estancia 2 Se localiza al sur de la edificación (figs. 12 y 13). Se decidió diferenciarla en dos espacios por encontrarse a ambos lados de la zanja del gaseoducto (E.2 y E2b). Fi-

Figura 20. Pavimento de la E.2.

Figura 19. Estancias tras el proceso de excavación.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Cubriendo este pavimento, constatamos el derrumbe parcial de la base de los muros hacia el interior de la estancia, así como restos de adobes (UE 1041) en paralelo al muro del flanco suroeste (UE 104), que nos indica la utilización de este material para la construcción de las paredes sobre el zócalo de piedras conservado. Sobre estos estratos se documentó el derrumbe del tejado

(UUEE 1037 y 1069). Cabe destacar que el porcentaje de fragmentos de teja por metro cuadrado en este espacio es un tercio menor que los porcentajes registrados en las estancias adyacentes 1 y 3, sin que se documente una superficie homogénea de los restos de la cubierta en este ámbito.

C

N

Fosa 2 Fosa 1

A

Paleocauce

A’

E. 2 E. 3

E. 1

Fosa 2 E. 3b

E. 2b

B

B’ C’

0

Estancia 1

A 1018 114

1070 1084

1001

1016

105

1052

1036

Estancia 2

Estancia 3

1001

1002

1049

1037 1041

103

1069

1066

A’

1014

1002

1015 104

1101

10 m.

5

1047 1048

1050

106

1043

1079

Estancia 2b

Estancia 3b

B’

B

1001

1001

1019 1035 115

1019

1035

1051

1030 108

1076

1031

1092

1033

Estancia 2

C

110

Estancia 2b

1035 1075 1074

Figura 21. Secciones estratigráficas de las estancias de Faldetes.

1006

C’

1019 1076

TUBERÍA

20

1031

La excavación arqueológica del Sector Sur

La Estancia 2b

tear la posibilidad de que se trate del inicio de la zona de entrada por la fachada sureste del edificio.

Se trata de un espacio de unos 7 m² delimitado por el muro UE 108 y una posible alineación de piedras (UE 115), que apenas conserva sedimento arqueológico. El escaso grado de conservación de sus muros provocó que la superficie de uso y el derrumbe del tejado acabaran definiendo los límites de la estancia (fig. 23). En su interior se localizó un pavimento de tierra endurecida sobre el nivel estéril (UUEE 1092 y 1098) que se extiende en pendiente ascendente hacia el sureste, manteniendo una anchura uniforme de 3,80 m. Los materiales documentados en este nivel de uso remiten a mediados del siglo III d.C., momento próximo al abandono de Faldetes. Por encima del pavimento, bajo el derrumbe de este ámbito y su tejado (UE 1035 y 1051), encontramos el nivel de uso (UE 1076), con materiales arqueológicos del primer cuarto del siglo III d.C. A pesar del alto grado de alteración y deficiente estado de conservación de este espacio, la alineación con la E.2, y la proyección del nivel de uso, cuya pendiente enlazaría con el pavimento de la misma, permiten plan-

Figura 22. Estancia 2.

La Estancia 3 Situada en el límite sureste de la edificación, conformaba un espacio de planta rectangular del que se han conservado unos 15 m². La longitud máxima conservada y la anchura de la estancia alcanzan ambas los 4 m (fig. 24). En ella se ha documentado un pavimento o suelo de tierra endurecida (UE 1050) con manchas de cal. Sobre éste, apareció una pequeña concentración de carbones alrededor de un espacio con evidentes signos de haber estado sometido a la acción del fuego (UE 1050), que indican actividades de combustión en la parte cortada por la zanja del gaseoducto. La estancia también presenta un nivel de uso (UE 1049) sobre el que se documentó un nivel de abandono y derrumbe de su cubierta (UUEE 1014 y 1047), evento que los materiales arqueológicos sitúan a mediados del siglo III d.C. Los muros que delimitan la estancia al suroeste (UE 103) y noreste (UE 106) se construyeron sobre zapatas de cimentación (UUEE 120 y 121), cuya base es más amplia que los muros que sustentan. Este refuerzo en la cimentación de los muros podría indicar la existencia de un piso superior sobre esta estancia. Entre los materiales destaca la presencia de grandes tinajas y dos ejemplares de dolia, cuyos restos se concentraban junto a la pared suroeste (UE 103). La localización de dos de estos grandes contenedores (fig. 25), permiten apuntar la idea de un uso de esta estancia como lugar de almacenamiento de alimentos, al menos en la fase final del establecimiento.

Figura 23. Nivel de derrumbe en E.2b (UE 1051).

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

derado que las estancias 3 y 3b son independientes la una de la otra. No obstante su muro noreste (UE 110), mantiene una disposición alineada con el muro lateral de la E.3 (UE 106), lo cual permite afirmar que ambos formaban parte de la fachada noreste del edificio. En esta estancia existen restos del cimiento de un tabique (UE 111) adosado al muro del flanco suroeste (UE 108), que divide la mitad de la estancia (fig. 24). El cimiento de este flanco aumenta su anchura en el extremo noroeste, por lo que podría interpretarse como parte de una estructura diferente. Por otra parte, destaca el escaso grosor de la cimentación de la fachada sureste, que apenas alcanza los 30 cm de anchura.

Figura 24. Estancias 3 y 3b.

No hemos podido documentar ningún suelo o pavimento. La escasez de fragmentos de tejas plantea dos posibilidades: o bien no se ha conservado el nivel de derrumbe del tejado, o bien la cubierta de esta estancia fue de madera. Los materiales arqueológicos sitúan el abandono de la estancia (UE 1031) a partir de mediados del siglo III d.C. La Fosa 1 Junto a la fachada suroeste del edificio, encontramos una gran fosa (UUEE 1066 y 1082), de planta irregular, que continúa hacia el noroeste, más allá del área excavada del Sector Sur (fig. 26).

Figura 25. Derrumbe del tejado y restos de contenedores cerámicos en E.3.

La Estancia 3b Se localiza en la esquina sureste del edificio y conforma un espacio rectangular de unos 7 m², con una anchura de unos 3,20 m, siendo la menor de las estancias documentadas (figs. 12, 19 y 24). Los muros que la delimitan sólo conservan la hilada inferior, construida con piedras de pequeño tamaño, por lo que parece tratarse de los cimientos o bases de preparación para los muros, que no se han conservado. También se han perdido las esquinas o uniones entre los muros hacia el sureste y su continuación hacia el noroeste. Los restos documentados en la E.3b no permiten ponerla en relación directa con la habitación enfrentada de la Zona Noroeste, al otro lado de la zanja del gaseoducto, por lo que se ha consi-

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Se excavaron 35 m² de esta fosa, que alcanza hasta 1 m de profundidad y una anchura máxima de 9,75 m en su extremo noroeste y 3 m en su lado sureste, parcialmente afectada por la zanja del gaseoducto. Las paredes de esta fosa, de sección en artesa (fig. 27), alternan pendientes suaves a modo de rampa en su flanco suroeste, y paredes más abruptas en el resto de su perímetro, aunque tienen un acabado uniforme y continuo. El material cerámico de los rellenos (UUEE 1067 1080, 1081) revelan que la colmatación de esta fosa fue relativamente rápida, coincidiendo con la cronología del abandono del edificio (segunda mitad del siglo III d.C.), documentándose restos del tejado del edificio (UE 1018) sobre la fosa ya rellenada. En su límite noreste se descubrió el cimiento del muro (UE 114) paralelo a la fachada suroeste del edificio, que genera un espacio intermedio a modo de estrecho pasillo. Esta cimentación, ligeramente curvada y de factura irregular, se ubica en el perímetro superior de la fosa.

La excavación arqueológica del Sector Sur

Figura 26. Vista general del Conjunto 1 desde el suroeste.

Por otra parte, la pared se encuentra escalonada en el punto en que finaliza este muro. Al parecer se trata de un muro divisorio entre el edificio y la fosa, en uso hasta su abandono. La Fosa 2 En el extremo noreste del edificio se documentó una gran fosa que, incluyendo las dos zonas excavadas y la zanja del gaseoducto, alcanza los 138 m² (fig. 28). En realidad, se trata de un conjunto formado por tres grandes fosas, bien diferenciadas por los distintos sedimentos que las conforman y las cronologías que ofrecen los materiales de sus respectivos niveles de colmatación. La primera de ellas (UE 1007), de 13 m de longitud y 1,30 m de profundidad, presenta una morfología irregular, de tendencia alargada (fig. 29) y se extiende hasta las inmediaciones del muro de la fachada noreste del edificio (UE 110). La pared conservada se encuentra escalonada y ahuecada por diversos frentes de excavación en sus extremos. Se excavaron hasta 29 m² de esta fosa. Los materiales arqueológicos recuperados en sus estratos de relleno (UE 1006, 1025, 1029 y 1032) evidencian una colmatación paulatina a lo largo de la segunda mitad del siglo II d.C., coincidiendo con la fase inicial de uso del edificio. Sin embargo, en su primer relleno (UE 1029) se han localizado materiales arqueológicos de mediados

del siglo I (entre el 40 y el 80 d.C.) que no tienen relación directa con la edificación de Faldetes. La aparición de estos materiales debe relacionarse con alguna estructura cercana que no se ha excavado por las limitaciones de nuestra intervención, o con la construcción, reparación o reforma de la vía romana documentada en el Conjunto 3. Esta primera fosa fue parcialmente cortada por otra de 6,40 m de longitud y uno de profundidad (UE 1009) con un área de unos 11 m². En esta segunda fosa, de morfología similar a la primera, también se aprecian distintos frentes de excavación en sus paredes. Los materiales arqueológicos recuperados en sus diferentes rellenos (UE 1008 y 1024) muestran una colmatación posterior, centrada a partir de la primera mitad del siglo III d.C. Al otro lado de la zanja del gaseoducto identificamos una tercera fosa (UE 1059), de mayores dimensiones que las anteriores. Su anchura conservada es de 13 m, siendo la profundidad máxima de 1,30 m, con un área excavada de 67 m². Al contrario de lo que sucede en las dos fosas anteriores, las paredes presentan un perfil más vertical, continuo y uniforme, si bien en su extremo suroeste existe una suave rampa que permite un acceso cómodo a su interior. Los materiales arqueológicos documentados en su último estrato de colmatación (UE 1077) proporcionan cronologías del siglo III a.C. Los restos numismáticos de este estrato lo fechan en el último tercio

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

D’

D Fosa 1

Fosa 2

E. 2

E. 3

E. 1 Paleocauce

E’

E

Fosa 2 E. 3b E. 2b 0

D

5

10 m.

D’

E’

E

Paleocauce

Figura 27. Secciones de la Fosa 1.

del siglo III d.C., coincidiendo con la fase de abandono del lugar. Sin embargo, también se recogieron algunos fragmentos cerámicos fechados entre el siglo IV a.C. y el siglo I d.C., que no se relacionan con los niveles de uso de Faldetes. Las características y localización de las fosas permiten relacionar su excavación con la necesidad de materia prima para las ampliaciones, reformas o reparaciones del propio edificio y su entorno. En este sentido, son significativos los diversos frentes de extracción (UUEE 1007 y 1009), que se colmatan durante la ocupación de la edificación, ya en la segunda mitad del siglo II y principios del siglo III d.C. otras Fosas Se ha documentado la presencia de diversas fosas circulares de pequeño tamaño (fig. 14). Tres de ellas

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(UUEE 1021, 1023 y 1068) cortan los niveles superiores de colmatación de la Fosa 2, en cuyos rellenos (UUEE 1020, 1022 y 1072 respectivamente) aparecieron restos de cenizas y carbones. Similares características presentan otras dos fosas situadas entre la edificación y la Fosa 2 (UUEE 1044 y 1065) cuyos rellenos (UUEE 1062 y 1064) también presentaban restos de materia orgánica junto a material romano fechado en el siglo II d.C. Finalmente, se excavaron otras dos fosas de diferentes características a las mencionadas. La primera (UE 1075), de morfología rectangular y escasa potencia, estaba cortando el nivel de derrumbe de la E.2. En su relleno aparecieron restos carbonizados, no documentándose ningún fragmento cerámico, por lo que no podemos determinar su cronología. La segunda (UE 1083) está situada bajo el muro que limita la pared oeste de la Fosa

La excavación arqueológica del Sector Sur

interpretado como los restos de un camino, caracterizado por estar semihundido respecto a la superficie del terreno que atraviesa (fig. 31). Considerando que se encontraba seccionado, se optó por diferenciar los estratos ubicados a cada lado de la zanja, si bien se han igualado algunos de ellos tras la excavación. El camino presenta estructura lineal. Se realizó mediante la excavación del sedimento natural. El negativo (UE 1100) es de sección cóncava (fig. 32). Sobre el mismo se documentó una capa de gravas y cantos rodados de pequeña fracción (UE 1085), interpretada como una superficie de rodadura (figura 33).

Figura 28. Fosa 2.

1 (fig. 30). En su interior (UE 1084) aparecieron restos cerámicos y material de construcción junto a materia orgánica carbonizada.

Presenta paredes laterales excavadas en el estrato geológico, revestidas con muros de una sola cara hacia el interior que definen un espacio de 3,5 m de anchura. Los muros (UUEE 101 y 102) se construyen en mampostería irregular, conservando hasta tres hiladas en algunos puntos y localizándose parte de su derrumbe en el interior del camino, sobre la capa de gravas y señalando el inicio de su abandono.

EL Conjunto 2 Al este del Conjunto 1 se documenta una estructura a ambos lados de la zanja del gaseoducto, que hemos

N

F’ Fosa 1

E. 2 E. 1

F

E. 3

Fosa 2

Paleocauce

G’

Fosa 2 E. 3b E. 2b

G 0

F

5

10 m.

F’

m

G

G’

400 m

1019

m

Figura 29. Secciones de la Fosa 2.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

El Conjunto 3 Se encuentra localizado al oeste de Faldetes (fig. 5). A diferencia de los conjuntos anteriores, en esta ocasión la intervención arqueológica ha sido llevada a cabo únicamente por la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia SL, con motivo de la instalación del gaseoducto por parte de Enagás. La intervención sobre los restos del Conjunto 3 se realizó en 2 fases.

Figura 30. Fosa 1083.

En la zona este del área excavada, la potencia de la fosa del camino disminuye hasta desaparecer. En este punto los muros laterales no se conservan, y la capa de gravas y piedras, o superficie de rodadura, se ensancha hasta los 5 m. El abandono del camino provoca el derrumbe progresivo de los muros laterales y su colmatación progresiva, diferenciándose dos niveles de relleno. El primer nivel inferior (UUEE 1017=1061), de escasa potencia, cubre tanto al derrumbe de los muros como a la capa de gravas o superficie de rodadura. El material cerámico detectado es en su mayoría de adscripción ibérica, aunque existen materiales del siglo I d.C. El segundo nivel de relleno (UUEE 1013=1056), se apoya en los muretes laterales y los cubre parcialmente. En este caso, el grueso del material cerámico encontrado es de época altoimperial.

La primera, en la que se realizaron diferentes sondeos en la zona del eje proyectado para la zanja del gaseoducto, que puso al descubierto los cimientos de un linde asociado a cerámicas ibéricas y romanas (figs. 11 y 34). Una segunda actuación, provocada por la variación del eje de la zanja, posibilitó la localización y excavación de una estructura que forma parte de un camino de cronología romana, cuyas dimensiones y morfología nos llevan a considerarlo como un tramo de la vía Augusta (fig. 35). Los restos del muro excavado en la primera actuación mantienen una orientación noreste-suroeste (UE 123). Está construido con mampostería irregular y presenta 1 m de profundidad. Conserva una longitud de 38 m y una anchura máxima de 1 m. Muestra un solo paramento, orientado al sureste, en paralelo a los restos de la calzada de época romana. En el extremo este presenta una esquina que coincide con el límite de la actual parcela. Los materiales arqueológicos documentados en el sedimento sobre el muro, junto a él y en su interior, remiten al siglo II a.C. y I d.C. La segunda actuación se realizó como consecuencia de la detección, en uno de los cortes de la

H’

1085

101

102

H

1085

0

2

4 m.

Figura 31. Planta del Conjunto 2 con preparación del pavimento de rodadura y muros laterales.

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La excavación arqueológica del Sector Sur

Figura 32. Sección en Conjunto 2.

Figura 34. Muro de linde aparecido junto a la calzada romana.

(fig. 36). Cabe destacar que estaba dispuesto en paralelo a la orientación del camino y al muro de linde (UE 123) excavado en la primera actuación. Sus relaciones estratigráficas imposibilitan asociarlo con el momento de fundación del camino, si bien su orientación plantea que se realizó estando éste en uso. Bajo su cimentación y el sedimento superficial (UE 1027) apareció un estrato formado por arena endurecida. Se trata de la última de las superficies de rodadura del camino (UE 1028). De superficie irregular (fig. 37), mantiene una ligera curvatura que le confiere un perfil convexo, con una caída de unos 15 cm desde el centro hasta el límite lateral sureste. La anchura conservada alcanzaba los 7,55 m, aunque debe tenerse en cuenta que, en la parte seccionada por la zanja del gaseoducto, este pavimento debía continuar un máximo de 1,50 m, pues en el perfil norte no se conservan trazas de este camino. El lateral sureste se encontraba alterado por el desmonte en talud de un bancal de cronología contemporánea.

zanja del gaseoducto, de una pavimentación de tierra y su cimiento. Limitada por el perímetro de expropiación de la obra, la actuación se centró en un área de 60 m². El resultado fue la aparición de los restos de un pavimento o superficie de rodadura de tierra endurecida en la que se documentaron diferentes socavones y negativos de rejas de arado y cubierta por la cimentación de un muro (UE 107) que apenas conservaba una hilada de piedras de mediano y gran tamaño.

Cortando este pavimento documentamos la existencia de dos huellas o fosas paralelas, que seguían la misma orientación del camino. Éstas hendiduras de sección en U presentan una anchura máxima de 45 cm, una profundidad de 30 cm y una separación entre ellas de 2,3 m. Tras la limpieza de los perfiles, se pudo comprobar que el relleno de estas fosas provenía del estrato superior del pavimento (UE 1027). La interpretación más plausible de estas pequeñas fosas es la de relacionarlas con negativos provocados por rejas de arado, descartando que estemos frente a carriladas que, por otra parte, tampoco coincidían con el eje que reveló la sección del camino.

El muro presenta una longitud excavada de 3,50 m, 0,65 m anchura y altura conservada de apenas 30 cm

Una vez quedó en planta el estrato de arenas compactadas o superficie de rodadura del camino, se realizó

Figura 33. Conjunto 2 tras el proceso de excavación.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 35. Planta del tramo de calzada romana excavada.

un corte transversal con la finalidad de documentar sus características constructivas (fig. 38). La sección obtenida nos ha permitido realizar una aproximación descriptiva de la secuencia constructiva. Ésta se inicia con la realización de una fosa que corta al nivel estéril en el trazado del camino. A continuación, se dispusieron de forma paralela sendas alineaciones de piedras de mediano y pequeño tamaño careadas hacia el exterior, que distaban entre si 6,20 m desde sus caras externas (fig. 39). Entre estas alineaciones laterales detectamos el nivel de cimiento del camino (UE 1097), realizada con piedras de diferente tamaño, concentrándose las de fracción media en la parte central, ocupando una franja de 1,40 m. A medida que nos alejamos del punto central, las piedras disminuyen de tamaño, hasta conformar una capa de sustentación realizada con piedras y gravas de menor

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Figura 36. Muro documentado sobre la superficie de rodadura.

fracción, compactadas sobre el sedimento, quedando la parte central más elevada. Sobre este cimento, encontramos el núcleo del camino, conformado por diferentes estratos a modo de te-

La excavación arqueológica del Sector Sur

Figura 37. Superficie de rodadura y parte central de la cimentación de la calzada.

Figura 38. Sección constructiva.

rraplén. En primer lugar, un nivel de tierra arcillosa poco permeable mezclado con gravas, con una potencia de entre 10 y 20 cm (UE 1058). Sobre ella se intercalan hasta 3 capas de arenas y gravas compactadas que presentan una potencia de 20 cm (UE 1057). La parte central se rellenó utilizando solamente gravas compactadas, creando una ligera curvatura convexa y simétrica en torno al eje central del camino. Finalmente, un estrato de entre

5 y 20 cm formado por arenas muy compactadas que conformaba la superficie de rodadura, igualando y reduciendo la curvatura creada para ofrecer una superficie casi horizontal (UE 1028). Estas características constructivas permiten el drenaje provocado por las lluvias, posibilitando la filtración del agua por los estratos de arenas y gravas laterales

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Los materiales arqueológicos documentados en el relleno de la base de la cimentación proporcionan un marco cronológico entre los siglos IV y I a.C. El hallazgo de un fragmento de tegula en los niveles constructivos, así como la propia técnica empleada, permiten plantear una adscripción romana para la construcción del camino documentado, cuestión que retomaremos en el último bloque.

Figura 39. Detalle de cimentación de calzada con alineación lateral.

hasta llegar a los niveles inferiores, menos permeables y más compactados, que evacuaban las aguas hacia los laterales del camino.

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En conclusión, se trata de los restos de un camino con orientación noreste-suroeste, sección convexa y aproximadamente 0,5 m de grosor. Presenta una anchura máxima de 9 m, si bien, su primera fase constructiva, delimitada por dos alineaciones de piedras de fracción media, proporciona una anchura de 6,20 m desde sus caras externas. Sobre ella encontramos una sucesión de estratos compuestos de arenas y gravas, coronados por una superficie de rodadura formada mayoritariamente por gravas y arenas compactadas.

LAS PRODUCCIONES CERÁMICAs Antonio Guilabert Mas

Los materiales cerámicos son, con diferencia, los elementos con mayor peso específico entre los artefactos exhumados. Entre el conjunto vascular y los elementos latericios recuperados suman 36.455 de los 39.024 ítems inventariados (el 93,42% del total), correspondiendo el 48’95% al apartado de los materiales constructivos -17.743 fragmentos- y el 51,05% restante -18.612 elementos- a las producciones dedicadas al almacenaje y consumo, siendo éstas sobre las que se centra el presente trabajo. El 98’82% de las cerámicas inventariadas -18.392 fragmentos-, pertenecen al intervalo comprendido entre los siglos I y III de la era, predominando los materiales producidos entre los siglos II y III. Se reducen a 220 los ítems que pueden adscribirse a producciones ibéricas y de tradición ibérica en fase romana, estando totalmente ausentes los materiales cuya fecha de inicio de producción se sitúa más allá de finales del siglo III d.C. Dicha distribución refleja, como a continuación observaremos, la evolución histórica del enclave.

EL CONTEXTO ESTRATIGRÁFICO DE LOS HALLAZGOS Estratigráficamente se distinguen en las zonas excavadas dos momentos distintos. El primero de ellos, presente en los Conjuntos 2 y 3, se caracteriza por la presencia predominante de material arqueológico ibérico y de tradición ibérica, junto a producciones romanas tardorrepublicanas y de inicios del Imperio. El segundo momento detectado en el Conjunto 1 se vincula a la fundación, desarrollo y abandono de la parte excavada de Faldetes, perteneciendo a éste tanto las estructuras de hábitat como las fosas aledañas colmatadas con los materiales cerámicos desechados. A este segundo momento pertenecería la mayor parte de las cerámicas exhumadas, que quedarían vinculadas así al uso del establecimiento en su corta vida, ya que fundada en la segunda mitad del siglo II d.C. se verá totalmente arruinada y abandonada a lo largo de la segunda mitad de la centuria siguiente.

En el Conjunto 3 se detectan una serie de unidades estratigráficas (UUEE 1058, 1057 y 1028), caracterizadas por la presencia de materiales de filiación ibérica. Destaca, como el más antiguo, un fragmento informe de barniz negro ático, acompañado de fragmentos de un kalathos y un caliciforme pintados a filetes y bandas, de una pátera de cerámica común, restos de un ánfora ibérica y ocho fragmentos informes de cerámica ibérica pintada. El resto del lote lo componen cerámicas comunes locales y de cocina, caracterizadas éstas por contener desgrasantes groseros calcáreos, que se producen tanto en época ibérica como en la romana. Entre los materiales más recientes destaca un fragmento informe de teja romana, presente en la más antigua de las tres unidades, que indica una fecha de construcción contemporánea o posterior al siglo II a.C., de fase tardorrepublicana o ibérica final (Arasa, 2001). El Conjunto 2 presenta un nivel inicial de abandono más avanzado, situado ya a comienzos del siglo I d.C. por un fragmento informe de cerámica africana de cocina en los rellenos posteriores al derrumbe de los muros de contención. La fecha de inicio de estas producciones las situó S. Tortorella (1987: 299) a inicios del siglo I d.C., -corroborada para la provincia Tarraconense desde época tardoaugustea e inicios de la dinastía julio-claudia por los hallazgos de Tarraco, Bætulo, Emporiæ (Aquilué, 1992; 2008: 553), Carthago Nova (Pérez et al., 1995: 194) y la cercana Lucentum, donde se han documentado desde fase tardoaugustea (Guilabert et al., 2010: nota 15). En un trabajo publicado recientemente se confirma la llegada de las producciones africanas en época augustea para los casos de Emporiæ, Tarraco, Valentia, Carthago Nova, Emerita Augusta y Lucentum (Revilla y Roca, 2010; véanse los artículos correspondientes a las ciudades citadas). La referida producción norteafricana va acompañada de fragmentos de un lebes y una pátera de cerámica común local, así como una urna ibérica de cocina, asociados con 37 fragmentos informes de cerámicas comunes locales y romanas de cocina.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Tanto el Conjunto 2 como el 3 presentan un dominio indiscutible de las cerámicas ibéricas o de tradición ibérica, contrastando claramente con su apariencia residual en las unidades vinculadas a las estructuras de Faldetes y sus fosas aledañas. La segunda fase atestiguada en el yacimiento correspondería a la fundación de las estructuras del Conjunto 1, erigidas ya en la segunda mitad del siglo II d.C. Cabe destacar la aparición en los niveles de regularización de las E.3 y E.3b (UUEE 1048 y 1031, respectivamente), de una carena de copa en TS africana A L. 1c/H. 8B, con barniz del tipo A 1/2, y una fuente L. 9a/H. 27, datadas ambas a partir de mediados del siglo II (Serrano, 2005: 231 y 234). Junto con ellas aparecen una variante del cubilete S.III.1.2 en cerámica común local, tipo amortizado en la cercana Llíria en un pozo datado en época de Alejandro Severo (Escrivà, 1995: 179-181), y una imitación en cerámica común no local de un plato L. 4/36b/H. 3C o L. 23/H. 6B1, datándose ambos prototipos desde mediados del siglo II para perdurar hasta comienzos-mediados del siglo III. Pocos son los materiales cerámicos asociados al uso/abandono de las estancias excavadas, mereciendo reseñar el uso/abandono de la E.2b (UE 1076) -con un ejemplar de plato L. 4/36b/H. 3C y un fragmento informe de producción anfórica africana-, los de la E.3 (UUEE 1049 y 1050) -con un plato-tapadera Ostia I, 261, una copa L. 3b2/H. 14C en TS africana A, un vaso Isings 34 y un pivote de ánfora africana, habiéndose documentado en el yacimiento los tipos Keay IV, V y VII, producidos a partir de finales del siglo II en el caso de las Keay IV y V y desde el primer tercio del siglo III la Keay VII (véase síntesis reciente sobre la problemática de los tipos en Márquez, 1999 y Márquez y Molina, 2005), a los que ha de pertenecer también el fragmento informe referido líneas arriba-, y, finalmente, los de la E.2 (UE 1089), en la que se documenta la presencia de un plato tapadera Ostia I, 262/H. 195, datado a partir de mediados del siglo III (Tortorella, 1981: 213; Serrano, 2005: 263), una lucerna del tipo Bussière D IX 4, con la piquera en forma de corazón -producida desde finales del siglo II a mediados de la centuria siguiente (Casas y Soler, 2006: 41)- y un fragmento informe de una forma cerrada en TS africana C1. Todos estos materiales convierten a la unidad en la más moderna de las documentadas en momentos previos al derrumbe de las cubiertas del edificio. Las caídas de las cubiertas y su posterior abandono presentan la misma tónica material detectada en la E.2, especialmente los de las E.1 y E.3, que aportan contextos arqueológicos similares datados ya en la segunda

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mitad del siglo III. Los derrumbes de la E.1 (UUEE 1018 -hacia el exterior, al oeste- y 1036) presentan, entre sus abundantes materiales, restos de una fuente L. 40bis/H. 50A producida en TS africana C1 (Carandini y Sagui, 1981: 65), una fuente H. 31, nn. 1, 4/Ostia I, 36, en TS africana A/D, acompañada de otra fuente H. 31, nn. 2, 6 en TS africana A2 (con el barniz sumamente erosionado, aunque muestra un borde más recto que el ejemplar precedente). Con esta datación concuerdan también los rellenos de las fosas mencionadas, si bien podríamos distinguir entre aquellas en las que se observa cierta gradación cronológica en su colmatación, que indicaría su uso simultáneo con el proceso de obliteración de las vajillas cerámicas a lo largo de la vida del establecimiento -caso de la sucesión de las fosas UUEE 1082 y 1066-, por un lado, y, por otro, aquellas colmatadas íntegramente coin­cidiendo con el abandono de Faldetes, ya que sus rellenos inferiores agruparían materiales datados ya en la segunda mitad del siglo III, caso de la estructura negativa UE 1059. Entre los materiales más modernos detectados en la Fosa 1 -UE 1066 (rellenos UUEE 1067 y 1080)- ­destacan dos ejemplares de ánfora Beltrán 68/Dr. 30, uno bético y otro de procedencia indeterminada, fabricados desde mediados del siglo III (Márquez y Molina, 2005: 148), una Dr. 30 Mauritana, de la misma centuria (Márquez y Molina, 2005: 149), un ánfora Almagro 51c, producida entre finales del siglo II y mediados del siglo V (Márquez y Molina, 2005: 146) o restos de una fuente L. 40bis/H. 50A en TS africana C1, acompañados de abundantes cerámicas comunes, con formas atestiguadas en el noreste de Cataluña en contextos de segunda mitad del siglo III (Casas et al., 1990 y 1995) o en época de Alejandro Severo en Llíria (Escrivà, 1995). Otra de las agrupaciones más recientes de materiales se localiza en los rellenos de la Fosa 2 -UE 1059 (rellenos UUEE 1060, 1073 y 1077)- donde hay constancia de la presencia de dos ejemplares de ánfora Beltrán 68/ Dr. 30, una Dr. 30 Mauritana, ánforas Almagro 51a-b y Almagro 51c, fuentes H. 31, nn. 2, 6 en TS africana A2, fuentes L. 40bis/H. 50A en TS africana C1, dos ejemplares de lucerna de disco del tipo Bussière D X 4b -fabricados en el segundo cuarto del siglo III (Casas y Soler, 2006: 41)-, el único representante de lucerna africana tardía, tipo Bussière E I 1 -fabricado entre finales del siglo II y el tránsito de los siglos IV al V (Casas y Soler, 2006: 42)- o las dos formas identificadas de TS clara B -la más reciente de las cuales, un plato L. 32, se data en el siglo III (Raynard, 1993: 183)-, acompañados de las ya citadas producciones comunes de la tercera centuria.

Las producciones cerámicas

Sobre las fosas ya obliteradas y los derrumbes de la construcción se documentaron otras pequeñas fosas, descritas en el capítulo anterior. Este grupo de unidades no aporta novedades al material referido ni a su cronología, por lo que resultan difíciles de datar, al igual que los abandonos que las cubren, pudiendo precisar tan sólo que, a excepción de la UE 1083, son posteriores al proceso de ruina del establecimiento. Por encima de ellas se documentan puntualmente abandonos o, directamente, las unidades superficiales, siendo reseñable sólo la presencia de 3 fragmentos informes de cerámicas comunes islámicas en el estrato superficial más moderno.

LOS MATERIALES CERÁMICOS Si los materiales arqueológicos nos proporcionan la lectura estratigráfica que facilita la comprensión evolutiva del asentamiento, no podemos obviar el hecho de que buena parte de éstos se hallan localizados en contextos secundarios, desplazados de su uso original. Dentro de las fosas ubicadas junto a la edificación se localizan 11.304 de los 18.612 fragmentos cerámicos catalogados (60’73%), conteniendo una sola de las depresiones, UE 1059, 7.072 fragmentos (38% del total). Por ello se ha decidido analizar las producciones según su clase, haciendo referencia, cuando sea posible, a sus contextos primarios de uso, pero estudiándolas globalmente para comprender su importancia dentro de la cultura material del asentamiento. Obviamente, no todas las clases gozan de la misma representatividad, destacando para el conjunto analizado el grupo de las cerámicas de cocina romanas (9.166 fragmentos, el 52’24% del total), seguido por las producciones comunes de la misma fase (4.463 fragmentos, 25`44%), teniendo el resto de las clases mucha menor representación. En el total del conjunto aparece un pequeño lote de materiales de cronología ibérica, que comprende 66 fragmentos, repartidos entre ánforas, urnas de cocina, cerámicas comunes (en las que dominan los lebetes, seguidos de las páteras, las urnas y un pithiskos), cerámicas pintadas (siempre con óxido rojo, mostrando filetes, bandas, trazos horizontales en los labios y, con un ejemplar cada uno, una serie de círculos concéntricos, un motivo floral indeterminado y una serie de rombos encadenados), entre las que dominan las urnas, seguidas de páteras y lebetes, acompañadas por un único individuo de plato, kalathos, caliciforme y fuente de asas horizontales. Como única importación de este momento hallamos un fragmento informe de barniz negro ático. Estos materiales se concentran especialmente en las UUEE 1058 (Conjunto 3), UUEE 1017 y 1061 (Conjunto 2) y UUEE 1073 y 1077 (Fosa 2), apareciendo esporádicamente en

otras unidades situadas a lo largo de toda la secuencia del yacimiento. Junto con este lote, se distingue otro formado por 155 fragmentos, de transición entre época ibérica y romana, al que pertenecerían los restos importados de campaniense A, un informe, y del círculo de la campaniense B, de los cuatro fragmentos identificados, dos han quedado clasificados como copas L. 8b de origen campano, producidas desde inicios del siglo I a.C. hasta época augustea (Principal, 2005: 55). Entre las series comunes y pintadas se observa un retroceso de la calidad de las piezas, en sus cocciones más terrosas y menos depuradas y en sus formas, donde se reducen los tipos de bordes y aparecen las formas que dominarán el panorama cerámico del siglo I d.C. Entre las cerámicas comunes distinguimos platos, lebetes y páteras, substituyéndose estas últimas por urnas en las producciones pintadas, donde junto con los filetes y bandas se aprecian ahora decoraciones con series de ovas. Estos materiales se concentran en el Conjunto 3 o vía Augusta (UE 1058) y Conjunto 2 (UE 1061), mezclados con los de cronología ibérica aunque, como aquellos, aparecerán después repartidos en cantidades nimias a lo largo de toda la secuencia estratigráfica. El resto de los materiales cerámicos, 18.391 fragmentos, se datan ya en época romana, repartiéndose por clases como a continuación analizaremos. En el grupo de las ánforas (fig. 40) se distinguen dos conjuntos diferenciados, el de las clásicas altoimperiales y el de las nuevas formas que aparecen desde mediados-finales del siglo II substituyéndolas, que evidencian un cambio del sistema productivo y redistributivo dentro de la economía del Imperio. El primero de los grupos estará constituido por las formas Dr. 2-4, Dr. 7/11, Gaul. 4, Oliva 3, PE-25 y, por su pasta y morfología, una probable forma Aldini D1 o D2 de Forlimpopoli2, mientras que al segundo pertenecerán los ejemplares de ánforas Almagro 50, Almagro 51a-b, Almagro 51c, Dr. 30 Mauritanas, Dr. 30/Beltrán 68, Keay IV, Keay V y Keay VII. El grupo de las ánforas clásicas altoimperiales (13 ejemplares) está cuantitativamente menor representado que el de los contenedores que perdurarán hasta el Bajo Imperio (18 ejemplares). Las formas más representadas del primer grupo son las Dr. 2-4 y la Gaul. 4, con tres ejemplares cada una. La totalidad de las primeras y dos de las tres Gaul. 4 identificadas fueron producidas en el sur de la Tarraconense, ajustándose sus pastas a las del taller de L’Almadrava (Setla-Mirarrosa-Miraflor, Alicante), en el cercano territorium de Dianium (Gisbert, 1987); una de las pequeñas ánforas de base plana se corresponde con el tipo Gaul.

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Figura 40. Formas anfóricas recuperadas en el yacimiento.

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Las producciones cerámicas

4/Almadrava 3-4, mientras que otra, identificada por su base plana con el talón apenas marcado y por su pasta bética, correspondería al grupo de las imitaciones de la forma original gálica conocido en el sur peninsular, donde substituyen a la producción de la forma Dr. 28/ Ober. 74 (Márquez y Molina, 2005: 129). Junto con estas formas, se documentan dos ejemplares de ánfora Oliva 3, con las mismas pastas de la Tarraconense sur, que si bien se produce mayoritariamente entre mediados y finales del siglo I d.C., continúa como tipo minoritario y restringido al comercio a pequeña escala, de ámbito regional, a lo largo de toda la segunda centuria (Márquez y Molina, 2005: 127). Dos ejemplares se han identificado como producciones ebusitanas, en concreto dos ánforas PE-25, que se fabrican desde comienzos del segundo tercio del siglo I hasta inicios del último tercio del siguiente (Ramón, 1991: 121; Márquez y Molina, 2005: 125). Cerraría el grupo de formas identificadas un ánfora bética Dr. 7/11, que aparece en las últimas décadas del siglo I a.C. y perpetuará alguna de sus variantes hasta el siglo III (Márquez y Molina, 2005: 136), así como el ya mencionado ejemplar de Forlimpopoli. Sólo nos restaría mencionar como perteneciente a este grupo un fragmento informe de pasta campana, castaño oscura, con abundante mica, similar a las pastas descritas por J. Molina (1995: 305 y ss.) para las producciones anfóricas del área campana y zonas circundantes, desde donde se importaron las formas Dr. 1 y Dr. 2-4. Respecto al segundo grupo de contenedores, la forma Dr. 30 es la dominante, tanto en sus variantes mauritana, bética como lusitana, dominando las segundas y sumando en total siete ejemplares. El tipo mauritano, elaborado en Tubusuctu (actual Argelia), es ligeramente más antiguo, siendo distribuido por todo el Imperio a finales del siglo II y durante todo el III, perdurando hasta el siglo IV. Las formas peninsulares se datan a partir de mediados del siglo III, desapareciendo ya en el siglo V (Márquez y Molina, 2005: 148-149). Les sigue en número las ánforas Almagro 51c, datadas desde finales del siglo II a mediados del V, de las que contabilizamos cinco ejemplares producidos en la Bética y en Lusitania, al igual que los pertenecientes a los tipos Almagro 50 y Almagro 50a-b identificados, producidos entre finales del siglo II-principios del III hasta mediados del siglo V (Márquez y Molina, 2005: 143-146). Las ánforas africanas están representadas por ejemplares de las formas Keay IV, V y VII. La Keay V, procedente del África Proconsular, se elaboró entre finales del siglo II y mediados del III, cronología similar a la del tipo Keay IV, solapándose un par de décadas con el tipo Keay VII, que se prolongarían hasta mediados del siglo V

(Márquez, 1999: 73; Márquez y Molina, 2005: 151-152). Estratigráficamente, el grueso de los hallazgos se recuperó en el relleno de las Fosas 1 y 2 -UUEE 1007, 1059, 1066 y, especialmente, 1082-, localizándose el resto de ejemplares con forma identificada en los derrumbes y los niveles de abandono posteriores, así como en los superficiales. Junto con las ánforas se documentan nueve contenedores de gran tamaño, que ocupan posiciones estratigráficas similares a las de las ánforas, con excepción de dos individuos completos (FA’08/1047-005 y 006) que aparecieron junto con el derrumbe de la E.3. Pertenecen éstos a la forma Dol-23 (Py, 1993: 406), ejemplares de gran tamaño, borde exvasado, labio moldurado y base plana, contabilizándose restos de hasta seis individuos en el yacimiento, fabricados a lo largo de los dos primeros siglos de la era. Se constata la presencia, además, de un ejemplar de tamaño relativamente pequeño de la forma Dol-24 (Py, 1993: 406), producido desde medianos del siglo I a.C. hasta mediados de la primera centuria, que cierra el conjunto junto a dos recipientes de paredes curvas, borde exvasado y labio moldurado similares a un ejemplar obliterado en un contexto ya del siglo IV en la cercana villa de Els Alters (Albiach y de Madaria, 2006: fig. 4: nº 554). Todos ellos presentan características técnicas similares: elaboración a mano o en torno lento, pastas de colores castaños, ocres, naranjas y rosáceos, con presencia de cocciones de tipo sándwich, desgrasantes minerales gruesos con abundantes vacuolas y tratamientos predominantemente alisados al exterior y ausentes en los interiores, aunque al menos se documenta un ejemplar engobado. En dos ocasiones se han atestiguado cordones aplicados, lisos o simulando ungulaciones, que sirven a su vez como elementos de prensión. Las cerámicas africanas de cocina (fig. 41), constituyen, tras las ánforas, el mayor de los grupos importados en el yacimiento. El hecho más relevante en su análisis es la total ausencia de las formas características de la facie julio-claudia y la poca representatividad de las de facie flavia, ya que aparecen de ésta sólo aquellos tipos -Ostia III, 332 y L. 10b/H. 23 A- que perdurarán en la facie antonina, junto con las cazuelas L. 10a/H. 23B y los platos-tapadera Ostia III, 267. Formas propias de facie severa también están bien representadas, destacando la presencia de los tipos Ostia I, 261, Ostia I, 262/H. 195 y L. 9a/H. 181. Técnicamente abundan los ejemplares engobados -con barnices del tipo A2-, con estrías en los fondos y con bordes ahumados, detectándose algunas

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 41. Producciones africanas de cocina.

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Las producciones cerámicas

piezas con decoración espatulada -Glanztönfilm-, tratamiento frecuente en los tipos de cazuela L. 10a/H. 23B y L. 9a/H. 181. Por formas, el grupo menos representado es el de los pucheros, H. 200, con un solo ejemplar, seguido por el de las tazas, H. 131, con tres ejemplares. Ambas formas aparecen en el siglo II, los pucheros a comienzos y las tazas a mediados, perdurando en ambos casos hasta principios de la tercera centuria (Aquilué, 1995: 70; Olcina y Ramón, 2000: 406). El grupo de los platos-tapaderas está compuesto por las formas Ostia III, 332 -producidas desde época flavia y muy abundantes en contextos de los siglos II y III (Serrano, 2005: 262), con cuatro ejemplares-, Ostia I, 261 -con 30 fragmentos de borde, siendo la variante de platotapadera más representada en las provincias Tarraconense y Bætica; se data a partir de mediados del siglo II y es especialmente abundante en contextos de los siglos III y IV (Serrano, 2005: 262)- y Ostia I, 262/H. 195 -con tres ejemplares, siendo el de aparición más tardía, hacia mediados del siglo III, perdurando como los otros hasta el siglo V (Serrano, 2005: 263)-. El grupo mejor representado es el de las cazuelas, con 42 fragmentos de bordes repartidos entre las formas L. 10a/H.23B, L. 10b/H.23A, Ostia III, 267/H. 197 y L. 9a/H. 181. De ellas, la mejor representada, con 14 fragmentos de borde, es la Ostia III, 267/H.197, datada por S. Tortorella (1987) desde mediados del siglo II pero localizada, su variante A, desde contextos flavios en la Tarraconense (Aguarod, 1991: 281). La siguen los ejemplares de L. 10a/H. 23B -ninguno de la variante de borde alto- y L. 10b/H. 23A, apareciendo la segunda forma a finales del siglo I y la primera a comienzos de la segunda centuria, perdurando ambas hasta el tránsito del siglo IV al V (Serrano, 2005: 264). Finalmente, con ocho fragmentos de borde, aparece el tipo L. 9a/H. 181 que, arrancando a mediados del siglo II, tiene un final de producción similar a los modelos anteriores. En la estratigrafía del yacimiento, sólo aparecen vinculados a los niveles de uso, abandono y derrumbe de las E.1, E.2 y E.3, así como en la fosa UE 1034 (E.3b). Se trata de las formas Ostia I, 262/H. 195 y L. 9a/H. 181, en la E.2, y el plato-tapadera Ostia I, 261 para las E.3 y E.3b. Caso aparte es el del derrumbe que sella definitivamente la E.1, con ejemplares de cazuelas Ostia III, 267/H. 197 y L. 10a/H.23B y de platos-tapaderas de las formas Ostia III, 332/H. 196 n. 1, Ostia I, 261 y Ostia I, 262/H. 195. El grueso de los ejemplares de las cerámicas africanas de cocina se encuentra, no obstante, relle-

nando las fosas aledañas a la construcción, en especial las fosas UUEE 1059 y 1066 -Fosas 1 y 2-, marcando una pauta que será generalizada para el resto de los materiales. Emparentada con la producción de cocina africana, encontraríamos las cerámicas comunes africanas de pastas amarillas, descritas en los años noventa del pasado siglo (Casas et al., 1990: 44) y caracterizadas por unas pastas que adoptan tonalidades claras, más frecuentemente amarillentas o con tendencia al verde claro, rugosas, arenosas, poco finas al tacto y con pequeños desgrasantes negros y micáceos casi imperceptibles, con fracturas bastante imperfectas y, ocasionalmente, muy estriadas. Se datan a partir de mediados del siglo II, y en el yacimiento se han identificado cerca de una centena de fragmentos, muy a menudo con el alma rosácea, aunque formalmente sólo se han podido identificar tres ejemplares de jarra, correspondientes a las formas números 489 (Casas et al., 1990: 250-251) -localizada en contextos de segunda mitad del siglo II-, 686 y 688 (Casas et al., 1990: 344-345) -recuperadas en el noreste de Cataluña en depósitos de segunda mitad del siglo III-, hallándose la forma 688 en el interior de la fosa UE 1059 y los dos restantes en UE 1019. Dentro de las vajillas de cerámicas finas han sido identificadas producciones en TS gálica, hispánica altoimperial, clara B y africanas A, A/D y C. Por cronología, las más antiguas corresponden a las producciones en TS gálica (fig. 42), de las que se identifican las formas Drag. 15, 18, 18b, 24/25, 24/25b, 27, 27c, 33a1, 35, 36, 37, 37b y Ritt. 8c, entre los 48 fragmentos identificados. El conjunto está dominado por las formas lisas, habiéndose recuperado tan sólo un fragmento decorado con un cuadrúpedo corriendo a derecha de un bol Drag. 37. Entre los sellos destaca uno in planta pedis, de pequeñas dimensiones, situado en el fondo interior de una copa Drag. 27c, en el que se conserva la leyenda [-]ITALI, perteneciente al alfarero Vitalis. Otra base, de una probable copa Drag. 27c, sólo conserva la O de officina, sin que se pueda precisar si el sello es in planta pedis o de cartela rectangular de registro simple y ángulos redondeados. Por último, encontramos un sello de cartela rectangular y registro simple en el que se lee OF·L·CO[] VIR[-], en el fondo interno de un plato Drag. 18b, atribuible a L. Cosius Virilius. Ambos alfareros trabajaron en La Graufesenque, desde época de Claudio a Domiciano el primero, finalizando su producción en época trajanea el segundo (Oswald, 1931; Bourgeois y Mayet, 1991). La forma más representada del conjunto es la copa Drag. 27, con dos ejemplares de los que no podemos

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 42. Formas de TS gálica.

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Las producciones cerámicas

precisar su subtipo y otros 7 pertenecientes a la variante Drag. 27c, caracterizados algunos de ellos por presentar las paredes muy macizas, signo propio de la última fase de la producción. Le sigue cuantitativamente el plato Drag. 18, con cuatro ejemplares, apareciendo el resto de los tipos identificados por un solo individuo, con la salvedad de las copa Drag. 24/25 y Drag. 35/Vernhet A1, con dos. Por cronología, la mayor parte de las formas catalogadas inician su producción en una fecha igual o posterior al año 60 d.C., perpetuándose hasta distintos momentos a lo largo de la primera mitad del siglo II, con excepción de las formas Drag. 35/Vernhet A1 y Drag. 36/Vernhet A2, que se prolongarán unos años más (Passelac y Vernhet, 1993: 578). No obstante, otros tipos, caso de las Drag. 24/25b, Drag. 33a1 y Drag. 27, en sus variantes a y b, así como las producciones de Vitalis, dejaron de producirse previamente a la entrada del siglo II, no siendo el único caso en el yacimiento, como más adelante abordaremos. Su posición estratigráfica sigue la misma pauta descrita hasta ahora, localizándose ejemplares de las formas Drag. 18 y Drag. 24/25 en los derrumbes de la E.3 y la fosa al interior de la E.3b (UE 1034), disponiéndose el resto de los ejemplares en las fosas exteriores, si bien en esta ocasión se concentran en la depresión UE 1007, sobre un estrato en el que se deshecha una M. XXXIVA, siendo uno de los casos en los que se puede observar cierta gradación cronológica de los rellenos. La TS hispánica altoimperial (fig. 43), de la que se han inventariado 209 fragmentos, está representada por las ff. 7, 11, 15/17, 17, 18, 27, 28, 29/37, 33, 35, 36, 37, 37a, 70 y 77. Identificándose algún fragmento de probable procedencia bética, son mayoritarios los restos adscribibles al complejo alfarero de Tritium Magallum y, en bastante menor medida, a Bronchales. En el conjunto predominan las formas lisas, apareciendo entre las escasas decoraciones frisos de círculos, simples y dobles, círculos sogueados y hojas de agua. La serie está abrumadoramente dominada por el plato f. 15/17 y la copa f. 27, si bien sus fragmentos informes son los más sencillos de distinguir por sus características morfológicas. Les sigue en representatividad la f. 33 (con siete ejemplares) y las ff. 29/37 y 37, con 3 piezas cada una; tras ellos, con sólo uno o dos ejemplares, se situaría el resto del repertorio identificado. Sólo se han recuperado dos sellos, uno in planta pedis ilegible y otro formado por cartela rectangular de registro simple y ángulos curvos, en el que se puede leer [-]ABINI, resto probable de un sello en el que en origen se leyera OF SABINI, adscribible a Sabinvs, alfarero de Tricio cuya producción ha sido localizada en Lucentum y Bælo Claudia (Sáenz y

Sáenz, 1999: 121). Tres son los ejemplares esgrafiados, dos copas de la f. 27 -en su interior, presentando restos de letras ilegibles, en un caso, y una “X” de 30 mm. en su eje mayor, en el otro- y una copa de la f. 33, con una palma en su pared exterior (fig. 43: 1006-28). Al igual que ocurría con la TS gálica, se documentan formas, caso de las 37, 37a y 70, cuyo final de producción acaece antes de mediados de la segunda centuria, fecha a partir de la que aparece la construcción que nos ocupa. Idéntico fenómeno se atestiguaría respecto a la producción de Bronchales, que no se documenta más allá de los primeros decenios del siglo II (Fernández y Roca, 2008: 314). El período de producción de los ejemplares de vajilla fina hispánica ocupa buena parte o toda la secuencia de Faldetes, en especial las ff. 15/17, 27, 28, 36 y 77. Estratigráficamente, la vajilla fina hispánica aparece asociada a la TS gálica y a la obliteración de los escasos ejemplares recuperados de paredes finas, con la excepción de las fosas UUEE 1059 y 1066, donde la práctica ausencia de producciones sudgálicas señalan un abandono de los productos hispánicos más tardío que el de sus homólogos galos. La producción de vajilla fina más abundante, con 242 fragmentos contabilizados, es la de TS africana A (figs. 44 y 45), de la que se han identificado las siguientes formas: L. 1a/H. 8A, L. 1c/H. 8B, L. 2a/H.9A, L. 2b/H. 9B, L. 2c/H. 9B, L. 3a/H. 14A, L. 3b1/H. 15, L. 3b2/H.14C, L. 3c/H.16, L. 4/36b/H. 3C, L. 7/H. 7, L. 9a/H. 27, L. 9b/H. 26, L. 18a/H. 6C, L. 19/H. 22, L. 23/H. 6B, L. 23a/H. 6A, L. 23c/H. 6C y H. 31, dominando totalmente las producciones con barnices A1/2 y A2, siendo los ejemplares elaborados en A1 testimoniales. Las formas más atestiguadas son los platos L. 4/36b/H. 3C, L. 9a/H. 27 y L. 23/H. 6B, seguidos por la copa L. 23c/H. 6C y la fuente H. 31; si bien es un lote compuesto por pocos ejemplares, existe una gran variedad formal de copas, a parte de la mencionada L. 23c/H. 6C, que incluye los tipos L. 1a/H. 8A, L. 1c/H. 8B, L. 2a/H.9A, L. 2b/H. 9B, L. 2c/H. 9B, L. 3a/H. 14A, L. 3b1/H. 15, L. 3b2/H.14C, L. 7/H. 7, L. 18a/H. 6C, y L. 23c/H. 6C, representadas por un máximo de dos ejemplares cada una. Respecto a las fechas de producción de los materiales de la serie, tan sólo el plato L. 23a/H. 6A dejó de producirse antes de la construcción de las habitaciones analizadas de Faldetes, coincidiendo esta fecha con el inicio de la fabricación de las copas L. 1a/H. 8A y L. 7/H.7

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

1077-102

1006-29

1025-21

1022-29 1081-21

1036-15

1006-28

1080-39

1077-96

1019-33

1002-24

1025-33

0

4

8 cm.

1025-29

1077-101 Figura 43. Producciones de TS hispánica.

que, junto con las L. 2a/H. 9A, ligeramente posteriores, son las únicas piezas con decoración a ruedecilla. El resto del material centra los inicios de su producción desde mediados del siglo II a inicios del III, prolongándose la fabricación de la mayor parte de los casos hasta mediados de la tercera centuria cuando no hasta su fin, hecho al que hay que atribuir la presencia abrumadora de los barnices A1/2 y A2.

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Dentro de las estancias de la estructura analizada, así como en sus abandonos y derrumbes, se aprecia una gradación cronológica de las formas, si bien, como en las anteriores producciones, su presencia en las fosas es notoria. En los niveles de uso de la E.2b se localizó una copa L. 4/36b/H. 3C, en la regularización de la E.3 un plato L. 9a/H. 14C y en su uso una copa L. 3b2/H, datándose la regularización de la E.3b por una copa L. 1c/H. 8B. En las fosas sólo aparecen en los rellenos de

Las producciones cerámicas

Figura 44. Formas documentadas de TS Africana A.

UUEE 1009, 1059, 1066 y 1082, concentrándose en las dos centrales la mayor parte de los hallazgos, como viene siendo lo habitual con todas las producciones vistas, y las que nos resta enumerar. Finalmente, dentro de las vajillas finas, nos quedaría hacer referencia a tres clases cerámicas detectadas en el yacimiento, aunque en número significativamente infe-

rior al de las TS africanas A: TS africana A/D, TS africana C (fig. 46) y TS clara B, representadas por siete, 29 y cuatro fragmentos respectivamente. Los tipos identificados son la fuente H. 31/Ostia I, 36 y el plato L. 9a2/H. 27 en TS africana A/D, la fuente L. 40bis/H. 50A en TS africana C1, restos de una jarra de la misma producción, y en TS clara B una copa Desbat 13 y un plato L. 32. Por cronologías, la más antigua es la copa Desbat 13

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 45. Producciones de TS africana A.

(Desbat, 1987; Raynard, 1993), producida en la segunda mitad del siglo II; le seguirían los dos ejemplares de TS africana A/D, realizados en la primera mitad de la tercera centuria, y el plato L. 32, datado a lo largo del mismo siglo. Finalmente, las producciones en TS africana C se iniciarían en los albores del segundo tercio del siglo III (Carandini y Sagui, 1981: 65), prolongándose hasta el siguiente. Estratigráficamente, los ejemplares de TS africana A/D aparecen más repartidos que los restantes, documentándose en la E.3b, en los derrumbes, en los abandonos sobre éstos y en los estratos superficiales, estando ausentes en las fosas. Los fragmentos de TS africana C se atestiguan en derrumbes, abandonos superficiales y la fosa UE 1059, misma unidad en la que aparecen como rellenos las formas documentadas de TS clara B.

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Existe otro grupo, muy minoritario, compuesto por cerámicas de paredes finas, comunes itálicas, pintadas romanas y de tocador que merecen una breve mención. La última de ellas es testimonial, habiéndose localizado sólo dos fragmentos que pertenecen a un ungüentario, sin poder precisar su forma. Las paredes finas (29 fragmentos), presentan las formas M. XIII, M. XXXIV (en sus variantes A y B), M. XLIII y la f. 60, de producción ebusitana (López, 2008: 359-360), realizadas en conjunto desde inicios de la época augustea hasta mediados de los flavios, si bien las formas M. XIII y f. 60 dejarán de realizarse a mediados de la primera centuria y la M. XLIII perdurará hasta el cambio de siglo (Passelac, 1993; López, 2008). En la estratigrafía del yacimiento, una vez más, se concentran en la fosa UE 1059 y en los estratos superficiales, destacando los ejemplares de M. XXXIV de la fosa UE 1007. En lo referente a los cinco

Las producciones cerámicas

fragmentos de cerámica común itálica, se identifica una cazuela indeterminada de base cóncava y un ejemplar de urna COM-IT 2e (Bats, 1993: 359), producida desde el siglo II a.C. hasta finales del I d.C., localizados en la fosa UE 1059. Se han recuperado 21 fragmentos de cerámica ro-

mana pintada, con predominio de pastas castañas, seguidas de las naranjas y las ocres, con desgrasantes calcáreos visibles, superficies predominantemente ocres, tratamientos alisados o engobados y, a menudo, sin tratamientos internos al tratarse preferentemente de formas cerradas. Se decoran con pigmentos rojo óxido o negros y dominan los motivos lineales, filetes y bandas, acom-

Figura 46. Ejemplares de TS africana C, TS africana A/D y lucernas.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

pañados de motivos indeterminados de trazo curvo. Corresponden a manifestaciones regionales de la tradición indígena prerromana, transformadas en una herencia artesanal asumida en un ámbito geográfico mucho más amplio que el que las vio nacer (Abascal, 2008: 429). La posición del yacimiento, abierta tanto al Levante y Murcia como a la Meseta Sur, lo sitúa entre zonas productoras de este tipo de cerámicas, cuya elaboración sobrepasará con creces el mandato de Augusto. En este momento comenzará a cambiarse el repertorio decorativo y formal para adaptarse a los nuevos gustos impuestos esencialmente por la TS itálica; este proceso se agudizará con la llegada de la TS gálica, que alcanzó hasta el último rincón del Imperio. Ante ello la cerámica de tradición indígena se orientó, por vez primera, a fines netamente comerciales, perdurando en la segunda mitad del siglo I y alcanzando los primeros años de la segunda centuria, momento en el que se verá afectada por la expansión de la TS hispánica, forzando su práctica desaparición. Pese a documentarse pervivencias locales durante los siglos II y III, estas producciones fueron muy restringidas, resurgiendo más tarde, durante el siglo IV, asociadas al auge del poblamiento rural (Abascal, 2008: 431-432). Al igual que sucede con otras producciones, se concentran en la fosa UE 1059 y los estratos superficiales, pero también en las UUEE 1006 y 1008, en las que su abandono parece previo al final de Faldetes. Uno de los conjuntos caracterizados por una mayor variedad formal es el de las lucernas (fig. 46), pese a que sólo han sido recuperados 167 fragmentos. El grupo dominante es, sin lugar a dudas, el de las lucernas de disco (grupo D de la clasificación de J. Bussière (2000), cuya tipología utilizaremos), seguido a enorme distancia del grupo de las lucernas de canal (grupo C), las lucernas de volutas (grupo B) y las lucernas tardías africanas (grupo E), con un solo ejemplar. Formalmente han sido identificados individuos de los tipos Bussière C VII 1, C VII 2a, D I 2, D I 4, D II 1, D VI, D VII, D IX 4, D X 1a, D X 2, D X 2a, D X 4, D X 4a, D X 4b, D X 6, D X 10 y E I 1, más dos ejemplares de lucerna de volutas sin determinar. Predominan las formas Bussiére D X 4 que, con sus variantes a y b, suman 11 fragmentos identificados, seguida por D X 1a, con cuatro fragmentos. Por cronologías de producción, las formas más antiguas serían los dos ejemplares identificados por sus perfiles bajos como pertenecientes al grupo B, lucernas de volutas, datados entre la segunda década a.C. y mediados del siglo II (Soler y Casas, 2006: 30-35). Le seguirían los dos ejemplares de lucernas de canal de los tipos Bussière C VIII 1 y C VII 2a, que aparecen con los flavios para desaparecer a mediados del siglo III y en la década

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de los años veinte de la segunda centuria, respectivamente (Casas y Soler, 2006: 36). Coetáneos a ellos encontraríamos los tipos de lucerna de disco Bussière D I 2 -que se remonta a época de Claudio-, D I 4 y D II 1 -que dejarían de fabricarse a finales del primer cuarto del siglo II, para los dos primeros, y hacia mediados del tercero para el último caso, si bien su floruit productivo se produce en la primera mitad del siglo II (Casas y Soler, 2006: 37)-. El resto de los tipos aparecen bien a mediados el siglo II (Bussière D VI, D X 1a, D X 2, D X 2a, D X 6 y D X 10), bien hacia el último cuarto (Bussière D IX 4, D X 4a, E I 1 -del grupo de las africanas tardías-) o, caso de dos ejemplares de la forma Bussière D X 4b, en el segundo cuarto del siglo III. Tan sólo el tipo Bussière E I 1 sigue fabricándose hasta el tránsito de los siglos IV a V (Casas y Soler, 2006: 40-42). En los ejemplares de procedencia tanto norditálica como norteafricana, dominan las decoraciones vegetales y geométricas, con coronas de laurel y de mirto, orlas de ovas y de perlas, rosetas centrales y rellenos de estrías oblicuas, tanto simples como dobles, siendo escasos los ejemplos de decoraciones figuradas, entre las que destaca la representación de un jinete, del águila de Júpiter –con los rayos agarrados por las patas-, y de aves, bien sobre fondo liso o bien sobre el fondo de una ciudad. Respecto a los sellos (fig. 46), cinco han sido los identificados. El más completo de los anepigráficos conserva tres de los cinco círculos dobles impresos dispuestos en cruz, con uno central; en Empúries aparecen motivos idénticos (E943 y E1047), asociados a lucernas de disco de mediados y segunda mitad del siglo II, si bien la marca también puede aparecer en ejemplares de volutas o republicanos (Casas y Soler, 2006: 62). También con sólo un círculo impreso conservado, se localiza un ejemplar del grupo D, sin poder precisar su tipo pero de perfil bajo, característico de la producción temprana y media del grupo. De los otros tres, en dos ejemplares, grabados con punzón, se lee AG y AGR, pertenecientes ambos a Agricvs (que firma como AGRI o AGRIL), un alfarero norteafricano que produce lucernas de disco relativamente tardías, preferentemente en la segunda mitad del siglo II o más probablemente entre el 175-225 d.C. (Casas y Soler, 2006: 62), de los tipos Bussière D II 1 y D X 1 (seguro la variante a), ambas presentes en el yacimiento. El último, también a punzón, responde a la grafía CLO·HEL, atribuible a Clodivs Heliodorvs (?), alfarero norditálico que centra su producción en la primera mitad del siglo II, sobre lucernas de disco de las formas Bussière D II 1 y D III 2 (Casas y Soler, 2006: 50), de las cuales sólo la primera ha sido atestiguada en el yacimiento. Estratigráficamente se repite la tónica general del

Las producciones cerámicas

material arqueológico ya descrita, con concentraciones significativas en las fosas, especialmente las UUEE 1059 y 1066, con presencias sugiriendo sucesión cronológica en las fosas UUEE 1082 y 1066. En la E.2 (UE 1089) se documenta una forma Bussière D IX 4, datada a partir del 180 d.C. (Casas y Soler, 2006: 41). Los dos grupos restantes, los de cerámicas comunes y de cocina romanas, aglutinan 13.629 de los 18.612 restos recuperados (el 77’68% del total) y tienen como denominador común el dominio absoluto de las producciones locales o regionales, con escasos ejemplares importados. Si esa es su mayor similitud, la mayor diferencia es su diversidad, ya que si bien las cerámicas comunes se caracterizan por presentar una enorme variedad tipológica, las de cocina reducen sus formas a unas pocas. Las cerámicas comunes romanas localizadas en el yacimiento (4.463 fragmentos) obedecen en su mayoría a producciones locales o del entorno regional más cercano, con cocciones predominantemente oxidantes (sólo se han detectado cuatro fragmentos de cocción reductora), pastas principalmente ocres y naranjas, seguidas por las rosadas y castañas, siendo minoritarias las rojizas, beiges, amarillas y de tipo sándwich. Sus desgrasantes, con preponderancia absoluta de los calcáreos, suelen ser visibles, aunque nunca de gran tamaño, destacando los tratamientos alisados, seguidos por los engobados y, a mucha distancia, los bruñidos y estriados. Sus decoraciones se limitan a finas incisiones y acanaladuras, siempre marcando las diferencias entre borde y labio, la base, el diámetro máximo de la pieza o el hombro, con excepción de una taza con asa recta, decorada con incisiones, idéntica a un ejemplar del noreste de Cataluña datado en la segunda mitad del siglo II (tipo C.9,4)3, que a su vez imita a la forma 81 producida en TS hispánica a lo largo de todo el siglo II. Los grandes recipientes son los menos representados, con un fragmento de orza, seis de pelvis y nueve de bacines de gran tamaño. Los recipientes medianos son abundantes: 42 fragmentos de borde de boles, siete de cazuela, tres de fuentes, 31 de lebrillos, 11 de morteros (fig. 47), uno de tarro y 20 de paropsis. Más representados están los recipientes pequeños, vinculados directamente al servicio de mesa: 10 caliciformes, 22 fragmentos de borde de copas, 10 de cubilete, 60 de cuenco, seis de plato, dos de plato-tapadera y 12 de taza. Destaca, por último, la abundancia de los elementos destinados al servicio de líquidos: 69 fragmentos de borde de botella, 35 de jarro/jarra y uno de olpe. Por cronologías, el grupo minoritario pertenece a formas datadas en época augustea y a lo largo del siglo I d.C., entre las que encontraríamos las C.10,10, C.13,1,

C.14,1, C.14,9, C.14,13, C.15,19, C.15,25 (Casas et al., 1995) y la imitación de un cubilete Mayet I-V, así como una probable imitación de cáliz de la forma Drag. 11 (fig. 48: 1002-47). A caballo entre el siglo I y II encontraríamos la forma 89 de E. Serrano (1995) y la probable imitación de la forma de TS gálica Hermet 24 (fig. 48: 1081-38), junto con una imitación de la copa Ritt. 5c (fig. 48: 102240), además de los tipos similares datados en la cercana Llíria en un contexto de época de Domiciano (Escrivà, 1995): Fl.I.2.1, Fl.I.2.2, Fl.II.1, Fl.II.4.3, Fl.IV.1.4, Fl.IV.2, Fl.IV.3.1.1, Fl.VI.1.1, Fl.VIII,1, Fl.VIII.1.1 y Fl.VIII.1.4. Para la primera mitad del siglo II contaríamos con un ejemplar bético de la forma 69 de E. Serrano (1995), así como con un grupo de piezas con paralelos en el noreste de Cataluña: forma 467 de J. Casas y otros (1990), C.10,12, C.10,10-15, C.11,10, C.12,12, C.12,3-10, C.12,4, C.13,3, C.13,4, C.13,5, C.13,5-7, C.13,7, C.14,15, C.14,17, C.14,18, C.16,1, C.16,3, C.16,4 y , C.16,6 (Casas et al., 1995), pudiendo datarse desde este momento, o incluso ligeramente antes, las imitaciones de L. 10a/H.23B, L. 10b/H.23A, Drag./f. 27 y Ostia III, 332. La mayor parte de los paralelos para las cerámicas comunes del yacimiento se sitúan en la segunda mitad del siglo II d.C., tanto por la variedad de los tipos como por la cantidad de los fragmentos recuperados, identificándose las siguientes formas, exactas o con ligeras variantes: C.9,4, C.9,5, C.10,13, C.11,6, C.11,9, C.11,13, C.11,14, C.11,16, C.12,5, C.12,6, C.12,9, C.12,12, C.12,15, C.12,17, C.12,20, C.12,21, C.12,26, C.13,8, C.13,9, C.13,9-15, C.13,11, C.13,12, C.13,13, C.13,15, C.13,16, C.15,1, C.15,2, C.15,4, C.15,5, C.15,7, C.15,8, C.15,9, C.15,10, C.15,12-13, C.15,13, C.15,14, C.15,16 y C.16,8 (Casas et al., 1995), a las que se les unirían la forma bética 17 (Serrano, 1995) y las imitaciones de las formas H. 131, L. 3a-b/H. 14-L. 8/H. 17 y L. 4/36/H. 3-L. 23/H. 6 (figs. 47 y 48), que perdurarán hasta mediados de la siguiente centuria. Para la primera mitad del siglo III las obras de J. Casas y otros (1990, 1995) presentan una merma notable de contextos. La mayor parte del material analizado pertenece a finales del siglo II o primer tercio del III, señalando una notable continuidad formal en el tránsito de una centuria a la siguiente (Casas et al., 1990: 325). Es por ello que probablemente parte del material que acabamos de analizar pertenezca ya al nuevo siglo, completado con unas series identificadas por sus paralelos con un depósito localizado en Llíria4 (Escrivà, 1995) datado en tiempos de Alejandro Severo (222-235 d.C.), compuesto por las siguientes formas identificadas en Faldetes: S.I.2.1, S.I.2.5.2, S.I.4.1, S.II.2.1.1, S.II.4.2, S.III.1.1, S.III.1.2, S.III.1.2.1, S.III.1.2.2, S.IV.1.1, S.IV.1.2, S.IV.3.1.3,

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 47. Imitaciones de otras producciones realizadas en cerámica común y morteros.

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Las producciones cerámicas

S.IV.3.2, S.V.1.1, S.IV.3.4 y S.VII.1.1. Para este momento, seguirían produciéndose las imitaciones documentadas de las formas L. 10a/H. 23B, L. 10b/H. 23A, Ostia III, 332, forma 27 de TS hispánica, H. 131, L. 8/H. 17-L. 3ab/H. 14 y L. 4/36/H. 3-L. 23/H. 6, algunas de las cuales, muy probablemente, se datarán en este momento. Por último, para la segunda mitad del siglo III, seguirían en vigencia las producciones de imitaciones de cerámicas africanas de cocina (reducidas ya a las formas L. 10a/H. 23B, L. 10b/H. 23A, Ostia III, 332) y de la forma 27 de TS hispánica, cuya producción se atestigua hasta finales de la centuria, sumándoseles seis formas identificadas en el noreste de Cataluña para estos mismos contextos: C.11,17, C.15,17-18, C.16,10-13, C.16,11 y C.16,12, más un ejemplar de la forma Vegas 9.2, que aparecería en este lapso temporal. A diferencia de los grupos anteriormente analizados,

el de las cerámicas comunes está ampliamente representado a lo largo de toda la secuencia del yacimiento, siguiendo las cronologías propuestas para la seriación estratigráfica, para la que se han tenido en cuenta todas las producciones estudiadas. Es por ello que debemos señalar la presencia en la UE 1048, regularización de la E.3, de una variante de cáliz S.III.1.2, forma que aparece atestiguada en el referido pozo liriano de época severa, que vendría a confirmar lo dicho sobre la aparición de los tipos propios de primera mitad del siglo III desde mediados del siglo II. En contraste con las cerámicas comunes, las cerámicas de cocina romanas (figs. 47, 50 y 51), el grupo más numeroso (9.166 fragmentos, el 52’24% de todos los restos cerámicos recuperados), se caracterizan por ser uno de los que menor variedad formal presenta, al tiempo que manifiesta un fuerte inmovilismo, ya que las formas documentadas aparecen sin apenas varia-

Figura 48. Imitaciones de otras producciones realizadas en cerámica común.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 49. Ollas de cerámica de cocina.

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Las producciones cerámicas

ciones a lo largo de toda la segunda fase conocida del yacimiento. Sus pastas varían desde las prácticamente negras hasta las grises azuladas, dominando las grises apagadas; presentan siempre los desgrasantes visibles, salvo contadas ocasiones, siendo éstos en todos los casos medianos o grandes, de color negruzco a blanco calcáreo, provocando pastas muy porosas y de fractura irregular. Como técnica de acabado domina el alisado, siendo numerosísimos los ejemplares sin tratamiento interior, seguido, pero como casos anecdóticos, por el engobado -sólo en dos ocasiones-, el estriado -muy marcado, diferenciándose de las acanaladuras suaves que presenta la mayor parte de las piezas cerradas- y el espatulado -especialmente en el exterior de cazuelas y ollas, imitando la decoración Glanztönfilm presente en algunos ejemplares africanos de cocina-. La serie está dominada por las ollas, a las que corresponde el 52’3% de los fragmentos identificados, reduciéndose su repertorio formal a cuatro tipos básicos; le siguen las cazuelas, con el 23’5% de los restos, y los platos-tapadera, con el 17’7%, completándose el conjunto con botellas, jarras y un posible embudo. La olla más representada, tipo Faldetes 2, es un recipiente fabricado en tamaño grande, mediano y pequeño, de perfil piriforme o globular, sin cuello, con el borde exvasado y labio triangular, siempre con una acanaladura interna para acoger una tapadera, que representa el 34’3% de las ollas identificadas. Le sigue el tipo Faldetes 1, fabricado en tamaño pequeño, mediano y grande, tratándose de un recipiente de cuerpo piriforme o globular, borde recto o ligeramente exvasado, que hace siempre las funciones de un pequeño cuello, y labio engrosado al exterior, semicircular, rectangular o almendrado; el tipo representa el 27’35% de los fragmentos de ollas identificados. Los dos tipos dominantes que nos restan son esencialmente el mismo con una ligera variante. Se trata de ollas elaboradas en tamaños generalmente pequeños y medianos, que pudieron ser empleadas como cubiletes en algunos casos, de cuerpos normalmente piriformes, hombros muy marcados o directamente carenados, con bordes exvasados y labios apuntados, con una variante de cuello corto, tipo Faldetes 3 (con el 11’83% sobre el total de ollas identificadas) o con la variante de cuello largo, tipo Faldetes 4 (el 20% sobre el total de las ollas). El resto de las ollas estarían compuestas por ejemplares similares a las piezas nº 351, 355, 656, 2057-228 y 2057235 de la villa de Els Alters, en la cercana Ènova (Albiach y de Madaria, 2006). El grupo de las cazuelas alberga una mayor variedad de formas, al tiempo que es el único que presenta imitaciones (concretamente dos ejemplares de cazuela

L. 10a/H. 23B). Este grupo se compone de las formas Faldetes 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12, a las que hemos preferido seriar debido a su presencia recurrente. Faldetes 5 es una cazuela baja, de base plana, borde recto o ligeramente saliente, con labios convexos o rectangulares, en cualquier caso simples, de la que se atestiguan dos ejemplares. Faldetes 6 es una cazuela baja, similar al tipo precedente, pero con los bordes siempre marcadamente salientes, bases siempre planas, labios convexos, rectangulares o ligeramente engrosados al interior y, ocasionalmente, con tratamientos internos y externos similares al pulido a bandas de las producciones de cocina africana; es, junto con la forma Faldetes 8, la más representada entre las cazuelas de cocina. Faldetes 7 sería una pieza similar a las descritas, pero siempre con en borde reentrante; parece inspirada en la cazuela L. 10b/H. 23A, pero preferimos no tratarla como imitación al no ajustarse exactamente a su forma, ya que no presenta la carena destacada característica de la producción africana. Faldetes 8 es de nuevo una forma baja, con borde ligeramente entrante o saliente y con labio siempre triangular hacia el interior, con la faceta superior lisa o escalonada, para encajar una tapadera; al igual que la forma anterior, parece inspirada en prototipos africanos, en este caso la cazuela L. 10a/H.23B, pero se distingue de las imitaciones de esta forma ya referidas que copian exactamente el tipo original. Faldetes 9 es una variante de la forma Faldetes 8, pero siempre con labio almendrado, inspirado tal vez en la variante de borde alto de la cazuela africana L. 10a/H. 23B, de la que no se atestigua ningún ejemplar en el yacimiento. Faldetes 10 es una cazuela baja, de borde saliente y labio diferenciado al exterior. Faldetes 11, con tres ejemplares, es una cazuela baja, caracterizada por un borde recto saliente. Por último, Faldetes 12 es una cazuela de media altura, con carena marcada en su tercio superior, con borde entrante y labio diferenciado, identificándose cinco ejemplares. Tanto en este último tipo como en Faldetes 9, se aprecian tres ejemplares dotados de asas horizontales en el borde, por lo que al menos en estos dos tipos nos encontraremos con paropsis, recipientes orientados a la manipulación y/o servicio de alimentos, forma no extraña en el yacimiento dentro del repertorio de las cerámicas comunes. Cerrarían las series recurrentes unos pequeños cuencos altos, de borde saliente y labio triangular y apuntado hacia el exterior, de la que se documentan dos ejemplares (fig. 51), clasificados como tipo Faldetes 13. Los platos-tapaderas reproducen ocho modelos, idénticos a los de la villa romana de Els Alters (Albiach y de Madaria, 2006), predominando las formas nº 556, 562 y 567, siguiéndolas a distancia recipientes similares a sus formas nº 56, 557, 559, 561 y 589. Algo similar

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Figura 50. Cazuelas y paropsis de cocina.

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Las producciones cerámicas

Figura 51. Cazuelas, paropsis, platos-tapadera y botellas en cerámica de cocina.

ocurre con las botellas, con 12 ejemplares idénticos a la forma nº 357 del mismo yacimiento (fig. 51), o el único oinochoe, que se asemeja a la forma 2057-239 del mismo asentamiento.

CONCLUSIONES A la vista de lo expuesto, la vajilla recuperada en el yacimiento de Faldetes y sus aledaños presenta una datación netamente romana, dividida en dos fases discontinuas situadas en momentos tardorrepublicanos y comienzos del Imperio, la primera, y, la más importante cuantitativamente, en el intervalo comprendido entre la segunda mitad del siglo II y la segunda mitad de la centuria siguiente, sin que desde el estudio de sus cerámicas podamos precisar el momento exacto de la fundación de

los Conjuntos 1, 2 y 3, exceptuando las estancias analizadas en el presente trabajo. Existe un hecho sobre el que no hemos profundizado y merece la pena ser reseñado: la aparición de materiales datados en un intervalo de tres siglos en un asentamiento que, a la luz de la estratigrafía, dura poco más de una centuria. En el conjunto inicial, fechado entre el final de la república y mediados del siglo II, quedan ubicadas todas las formas documentadas de paredes finas, las cerámicas comunes itálicas, los ejemplares de TS gálica -aunque las formas Drag. 18, 18b, 35, 36 y 37b pudieron incorporarse tras la construcción de las estructuras analizadas-, parte del ajuar de las TS hispánicas -con seguridad las producciones de Bronchales (Fernández y Roca, 2008: 314; Romero y Ruiz, 2005; Sáenz y Sáenz,

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

1999: 75; Paz, 2008: 506) y las ff.. 18b, 29/37, 35, 37, 37a y 70-, algunos ejemplares de TS africana A -formas L. 1a/H. 8A, L. 1c/H.8B (que aparece en la regularización de la E.3), L. 19/H. 22 y Lam. 23a/H.6A-, algunas africanas de cocina -ejemplares de las formas L. 10a/H. 23B, L. 10b/H. 23A, Ostia III, 267 y Ostia III, 332-, el dolio de la forma Dol-24 y parte o todos los de la forma Dol-23, también lucernas -dos ejemplares de volutas, de canal el tipo Bussière C VII 2a y las formas más antiguas del grupo de las lucernas de disco: D I 2, D I 4 y parte o todo el grupo D II 1-, así como las formas comunes fechadas desde época tardorrepublicana hasta mediados del siglo II y una fracción de las cerámicas de cocina, en las que no se aprecia evolución formal a lo largo de la vida del establecimiento y para las que a mediados del siglo II ya han aparecido los prototipos en los que se inspirarán. Bien en este mismo lote, o llegando en las décadas inmediatamente posteriores, se incorporarán al yacimiento las ánforas altoimperiales -Dr. 2-4, Dr. 7-11, Gaul. 4, Oliva 3, Aldini D y PE-25, añadiéndose al elenco cerámico del enclave antes de la llegada del siglo III los primeros ejemplares que evidencian un cambio en el modelo de producción y comercialización en el Alto Imperio: Almagro 50, Dr. 30 Mauritana, Keay IV y Keay V-. A lo largo de los dos últimos cuartos del siglo II se incrementó el repertorio de las formas africanas de cocina -imponiéndose el predominio de los tipos que caracterizan a la facie antonina-, comenzaron a llegar las cerámicas africanas de pasta amarilla, continuaron llegando las TS hispánicas -limitadas ahora al complejo productivo de Tricio, con algunos ejemplares de las ff. 7, 11, 15/17, 17, 27, 28, 33 y 36-, las TS africanas A impusieron su hegemonía en el mercado de las vajillas finas -aparecen las formas L. 2b/H. 9B, L. 3a/H. 14A, L. 3b2/H. 14C, L. 3c/H. 16, L. 4/36b/H. 3C, L. 9a/H. 27, L. 9b/H. 26, L. 18a/H. 6C y L. 23/H. 6B-, comenzarán a llegar las producciones de TS clara B -forma Desbat 13-, las lucernas seguirán aportando efectivos -probablemente se daten en este momento parte de los ejemplares de las formas D VI, D X 1a, D X 2, D X 2a, D X 4, D X 4a, D X 6 y D X 10- y, en lo referente a las cerámicas comunes, se incorporará al yacimiento el grueso de la vajilla documentada, prologándose, como hemos visto, durante la primera mitad del siglo III, la llegada de estas nuevas formas. Durante la primera mitad de la tercera centuria, además del capítulo de las cerámicas comunes, observamos el predominio de las formas típicas de la facie severa en las cerámicas africanas de cocina -completada a mediados de siglo por la aparición de la forma Ostia I, 262-, en el capítulo de las ánforas se producirá la total desa­ parición de las formas altoimperiales, incorporándose al

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registro los tipos Almagro 51a-b, Almagro 51c y Keay VII, siguiendo vigentes las formas Almagro 50, Dr. 30 Mauritana, Keay IV y Keay V. En TS hispánica pudieron seguir llegando algunos ejemplares -las ff. 11, 15/17, 27, 28, 36 y 77 seguían produciéndose en el complejo alfarero de Tritium Magallum, aunque probablemente sólo alcanzarían la zona la exportación de las ff. 15/17, 27 y 77 (forma producida íntegramente durante el siglo III), dada la competencia existente con las producciones norteafricanas-. En este momento se dataría el plato L. 32 en TS clara B, dominando por completo el panorama de las cerámicas de vajilla fina, las producciones en TS africana A, A/D y las primeras C. Sería el momento del predominio absoluto de las producciones de TSA A2, con las formas L.1c/H. 8B, L. 2b/H. 9B, L. 2c/H. 9B, L. 3a/H. 14A, L. 3b/H. 15, L. 3b2/H. 14C, L. 3c/H. 16, L.4/36b/H. 3C (que desaparecería a mediados de este período), L. 9a/H. 27, L. 9b/H. 26L. 23/H. 6B y H. 31; en TS africana A/D llegarán las H. 31/Ostia I, 36 y la L.9a2/H. 27, así como en TS africana C1 nos encontraríamos con los primeros ejemplares de fuente L. 40bis/H. 50A, siendo más difícil precisar cuándo llegó la forma cerrada indeterminada de esta producción presente en el registro. Por su parte, las lucernas que pudieron incorporarse al conjunto de materiales analizados en este momento fueron ejemplares de las formas D II 1 (aunque ya hemos comentado que su floruit productivo se produjo en la primera mitad del siglo II y que probablemente se incorporen a la cultura material del yacimiento en el momento de la construcción de las estancias analizadas), D IX 4, D IX 4a, D X 2, D X 2a, D X 4a, D X 4b, D X 6 y D X 10, siendo posible que la lucerna africana tardía Bussière E I 1 llegara en este momento o a mediados de siglo. Para la segunda mitad de la centuria, en la que se produce el abandono del asentamiento, se incorporarán ya escasos materiales, reducidos a los platos-tapadera Ostia I, 262 en cerámica africana de cocina, las formas 686 y 688 de cerámicas africanas de pasta amarilla, las ánforas Dr. 30 de procedencia bética y lusitana y las formas C.11,17, C.15,17-18, C.16,10-13, C.16,11, C.16,12 y Vegas 9.2 en cerámica común. Estos materiales marcarían el final del asentamiento. La presencia de los materiales analizados y la ausencia de otros, especialmente de las producciones de TS africana D, TS hispánica media y tardía o TS lucente, sugieren los finales del tercer cuarto o los inicios del último cuarto del siglo III como un momento probable de abandono del yacimiento y del sellado de sus depósitos, sólo afectados posteriormente por labores agrícolas que no aportarán materiales arqueológicos. Si bien se aprecia cierta gradación en los rellenos

Las producciones cerámicas

de algunas de las fosas, en especial la sucesión UUEE 1082-1066, en las que desde mediados del siglo II se observa la obliteración de materiales siguiendo cierto orden cronológico, el hecho realmente significativo es la presencia de tres grandes depósitos, datados al final del asentamiento, que contienen la mayor parte del material arqueológico recuperado. Estos depósitos -fosas UUEE 1059 y 1066, más los últimos rellenos de la fosa UE 1007-, tienen la peculiaridad no sólo de concentrar gran parte del material inventariado, sino de que aparezca plasmada toda la horquilla temporal descrita, hecho que sugiere una utilización muy prolongada de las vajillas y una combinación funcional de todas ellas, en las que

conviven servicios de mesa en TS gálica (plato Drag. 18 con copa Drag. 27 y plato Drag. 36 con copa Drag. 35), TS hispánica -aunque estrictamente no formen servicios, destacan los porcentajes de plato f. 15/17 y copa f. 27, si bien el mismo plato pudo formar “servicio” con la copa f. 33 ; por otro lado también destaca la combinación plato/copa f. 36-f./35- y TS africanas, con una variedad de formas mucho mayor. Estas agrupaciones formales son observables también en las cerámicas comunes, aunque su estudio, dada la cantidad y variedad de ejemplares recuperados, excede el objetivo de este capítulo y queda abierto para futuras investigaciones, así como el hecho de la larga pervivencia de los ajuares cerámicos.

NOTAS En un trabajo reciente, X. Aquilué (2008: 556) menciona la forma Lam. 4/36b/H. 3 como una de las que, con toda seguridad, se imitaron en los alfares hispanos, no apareciendo referencia alguna a la forma Lam. 23/H. 6B; no obstante, las características formales de la pieza, con borde saliente y labio colgante, encajarían perfectamente en la imitación de ambos tipos, por lo que a priori no excluiríamos ninguno.

1

Formalmente, por sus dimensiones y por la descripción de su pasta, el ejemplar (fig. 1, 1077-170) ha sido adscrito al grupo de las ánforas de Forlimpopoli, en concreto a la forma Aldini D en sus variantes 1 ó 2, forma que imita las Dr. 2-4, con un formato más pequeño y la base plana, conocido también como tipo Ágora K114. Los inicios de su producción se sitúan a comienzos del siglo I d.C., perdurando hasta finales del siglo II (Panella, 2001: 195) o inicios de la siguiente centuria (Sciallano y Sibella: 1991). Para más detalles del tipo consultar Base de datos CEIPAC (http://ceipac.ub.edu) y la base de datos de la Universidad de Southampton (Roman Amphorae: a digital resource), en concreto la ficha http://ads.ahds.ac.uk/catalogue/resources. html?amphora2005.

2

Las referencias tipológicas de las cerámicas comunes se corresponden con la obra de J. Casas y otros (1995), indicando el primer numeral la lámina en la que aparecen y el segundo a la pieza dentro de la lámina. Las que comiencen con Fl. o S. se referirán a la tipología de V. Escrivà (1995) para los pozos de época flavia y severa de la cercana Llíria, si bien nos referiremos a ellas atendiendo exclusivamente a su forma, no a su capacidad, ya que su medida excedería con mucho las posibilidades del presente trabajo. El resto de las referencias tipológicas irán acompañadas de las obras de referencia correspondientes.

3

Muy probablemente, las formas identificadas por V. Escrivà estén afectadas por el mismo caso que hemos descrito para los contextos del noreste catalán y para el propio de Faldetes, por lo que probablemente, las formas obliteradas en el pozo que referimos se remonten, al menos parcialmente, a la segunda mitad del siglo II d.C.

4

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LOS HALLAZGOS MONETARIOS Manuel Gozalbes Fernández de Palencia

Las monedas recuperadas en Faldetes cubren un período de acuñación situado entre los reinados de Adriano y Galieno, unos 150 años. Son piezas representativas de la circulación monetaria altoimperial entre mediados de los siglos II y III d.C., revelando una actividad en el yacimiento que no parece viable llevar más allá del último tercio del siglo III d.C. No obstante, e independientemente de las fechas de ocupación del yacimiento, la pérdida de las piezas más antiguas (Adriano) podría incluso retrasarse hasta la primera mitad del siglo III d.C., argumento que reforzaría la idea de una cronología tardía del lugar. Entre la información aportada por el conjunto resulta de singular interés que el final de la circulación monetal en el lugar parece coincidir con los años en los que se ha situado la llamada “crisis del siglo III”.

Cronología y circulación Las dos piezas de Adriano (N. 1 y 2), a pesar de pertenecer al primer cuarto del siglo II, podrían haber sido perdidas a partir de mediados de siglo, o algo más tarde, tal y como se comprueba a partir del marcado desgaste del sestercio. El acusado deterioro de los dos sestercios de los antoninos también permite suponer una prolongada circulación para los mismos, que podría emplazar su pérdida durante la primera mitad del siglo III (N. 3 y 4). La desaparición de la circulación de estos grandes bronces hacia la década del 260 permite suponer que es poco probable que estas piezas fueran empleadas más allá de estas fechas. El tesoro del Mas de Aragó (Cervera del Maestrat, Castelló) cuyos ejemplares más recientes son del 266, resulta excepcional precisamente por conservar una amplia muestra de sestercios en un momento en que los antoninianos ya dominaban la circulación (Gozalbes, 1996). Por otra parte la presencia de dos sestercios de Gordiano III y Treboniano Galo en buen estado de conservación (N. 5 y 6), ratificaría el desarrollo de la actividad en el lugar entre los años 240-260. El antoniniano de Galieno del 268 encaja bien como cierre de este panorama monetal (N. 7). Se trata de una pieza mal acuñada y no muy desgastada, cuya pérdida se podría

perfectamente situar en un momento próximo a su fecha de acuñación, aunque desde luego resulta improcedente presuponer cualquier fecha concreta. Si la ocupación del yacimiento en las décadas del 260-270 hubiera mantenido la intensidad de momentos precedentes cabría esperar que, en una situación normal, los hallazgos de antoninianos hubieran sido más abundantes, caso que no se verifica. El hecho de que sólo se haya encontrado una de estas monedas, puede entenderse como indicio de una reducción de la actividad en el lugar, o incluso con el establecimiento ya abandonado, ser fruto de una perdida casual, ya que el paso de cualquier transeúnte por la vía Augusta pudo propiciar una pérdida de este tipo. Finalmente, es dudosa la consideración de la última pieza como moneda, aunque leves indicios de una gráfila nos han llevado a incluirla en el catálogo (N. 8).

Circulación monetaria Entre las siete monedas identificadas destacan cinco sestercios que representan un 71% del total. A ellos únicamente se suman un dupondio y un antoniniano. La circulación del yacimiento era totalmente predecible si nos atenemos a las referencias disponibles en relación con la cercanía de Saiti o incluso en relación con las tendencias generales descritas para la tarraconense mediterránea. Los hallazgos procedentes del territorio de Xàtiva ofrecen un panorama similar (Gozalbes, 2008) con cinco sestercios entre ocho bronces altoimperiales descontextualizados pero que pudieron circular durante los siglos II-III. En el territorio setabense sin embargo se han descrito seis antoninianos, cifra que revela la normalidad de estas piezas del siglo III entre los hallazgos. De la actual ciudad de Xàtiva proceden también cuatro piezas provinciales julio-claudias que debemos suponer habrían desaparecido de la circulación en el siglo III, y por tanto resultan poco fiables en una comparación con los hallazgos de Faldetes. El estudio de Lledó (2008) sobre circulación monetaria de la tarraconense mediterránea, permite comprobar

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

que los sestercios son la moneda más abundante en los contextos del siglo III, en mayor porcentaje incluso que durante el siglo II (Lledó, 2008: 228-229 y 236-237). Este dato parece incidir en la idea de una cronología tardía del yacimiento, ya que para el siglo II los porcentajes se sitúan en torno al 35%, mientras que para el siglo III esta autora ha calculado que la presencia de sestercios en la masa monetaria ascendería a un 57% en los contextos urbanos y a un 84% en los contextos rurales. Diferentes tesoros de sestercios del territorio valenciano también muestran que, mientras estuvo vigente el sistema monetario altoimperial, existió una preferencia por guardar este tipo de moneda; los sestercios de los conjuntos de la domus del Romeu en Sagunt (Llorens y Ripollès, 1995), Dianium (Abascal et al., 1995) y Benicató (Ripollès, 1977) evidencian una tesorización preferente de este tipo de moneda. A partir del reinado de Galieno, otros tesoros completan un panorama que cambió por completo una vez se introdujeron los antoninianos como moneda principal del sistema (Ripollès, 1999: 264-266). Son tesoros que evidencian una etapa de inseguridad y problemas políticos difíciles de evaluar actualmente (Ripollès y Gozalbes, 1998) pero que podrían encontrarse estrechamente relacionados con el cese de las actividades económicas en Faldetes.

Contexto arqueológico Un detalle que impide extraer mayor información de las monedas es que todas ellas proceden bien de rellenos de fosas o bien de niveles de derrumbe, contextos que impiden valorar las piezas desde otras perspectivas que no sean las de su fecha de acuñación y su desgaste relativo. Aunque en ocasiones los contextos arqueológicos aportan matices importantes sobre los períodos de circulación de las piezas, en este caso parece que la cronología del yacimiento, relativamente corta, no deja un margen excesivamente amplio para que el período de circulación sugerido se aleje demasiado del propuesto anteriormente. En la interpretación del material resulta de gran interés tener presente la asociación del yacimiento a la vía Augusta. Se han estudiado los hallazgos monetarios del tramo de esta vía que discurre entre Saguntum e Intibili (Ripollès, 1999), detectándose que la actividad asociada a la vía generó un contexto favorable a la circulación de moneda y a sus consiguientes pérdidas. Aunque en términos absolutos la cantidad de monedas sea pequeña, no lo es tanto en términos relativos y ello quizá se debe en parte a la situación del enclave junto a la vía Augusta. La ausencia de monedas de oro y plata entre los hallazgos se puede considerar como nor-

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mal, si bien es cierto que entre Saguntum e Intibili se han documentado una cierta cantidad de piezas en estos metales, apropiadas para los viajes por conjugar menor peso y valor elevado.

La crisis del siglo III La cronología final de estos hallazgos monetarios remite de inmediato al debatido asunto de la “crisis del siglo III” (Cepas, 1997: 13-27), debate en el que los hallazgos numismáticos siempre han servido para respaldar diferentes teorías. La bibliografía sobre el particular excede ampliamente los límites de este trabajo, como para siquiera introducir sus planteamientos generales desde aquí. Únicamente es importante señalar que las monedas encontradas en el yacimiento están en consonancia con el panorama general establecido a partir de fuentes literarias y arqueológicas que atestiguan alteraciones diversas a partir del reinado de Galieno (Ripollès y Gozalbes, 1998). El hecho de que Faldetes se encuentre integrado en la red de establecimientos de la vía Augusta lo hace, si se quiere, especialmente propicio a ser afectado durante estos años, ya que esta calzada siempre se ha considerado como el eje a partir del que estas alteraciones se difundieron con mayor velocidad e intensidad. Básicamente se trata de un momento en el que se ha situado el final de la ocupación de numerosos yacimientos y que asimismo ha proporcionado numerosos tesoros que podrían relacionares con la inestabilidad acaecida en estas fechas (Martínez Mira, 1995-1997, 2000-2001 y 2004-2005). La escasa precisión de los hallazgos esporádicos impide asegurar una fecha precisa para el final de la actividad en Faldetes, aunque parecen ser bastante coherentes con el resto de los testimonios numismáticos que han dado pie a hablar de la ‘crisis del siglo III’. En el tramo Saguntum-Intibili también se detecta un notable descenso de los hallazgos a partir de la segunda mitad del siglo III (Ripollès, 1999: 264) algo que parece estrechamente relacionado con el inevitable uso de la vía como ruta para invasiones o movimientos militares, situación que habría provocado la desaparición de numerosos yacimientos por destrucción o abandono. En Faldetes parecen repetirse los patrones propuestos en otros lugares, cesa la actividad en el yacimiento y la circulación monetaria parece encontrar su fin durante los reinados de Galieno (253-268) o incluso Claudio II (268-270). Si los testimonios monetales son fiables, el yacimiento se vio afectado por una drástica reducción de la actividad tal y como podría estar demostrando que de estos años tan sólo se haya recuperado una pieza.

Los hallazgos monetarios

Figura 52. Restos numismáticos.

CATÁLOGO 1. Adriano. Roma. Sestercio. 118-121. ANV/ [...]VS [...]. Busto laureado a der. REV/ [...]. Fig. femenina a izq. RIC II, pp. 408-420 21,36 g; 6 h. - [UE 1081 - 24.4.2008 - FÁ 1081·1] Relleno de Fosa 1. 2. Adriano. Roma. Dupondio. 125-128. ANV/ HADRIANVS [AVGVSTVS]. Busto radiado a der. con drapeado sobre el hombro izq. REV/ COS III - S C- Aequitas de pie a izq. sosteniendo balanza y cornucopia.

RIC II, 654 11,89 g; 6 h. - [UE 1006 20 lit. - 4.2.2008 - FÁ08 1006·107] - Relleno de Fosa 2. 3. Antonino Pío. Roma. Sestercio. 140-144. ANV/ ANTONINVS AVG PIVS [PP TR P CO]S III. Busto laureado a der. REV/ [SALVS AV]G - S C. Salus de pie a izq. alimentando a una serpiente en un altar y sosteniendo timón sobre globo. RIC III, 636 25,78 g; 11 h. - [UE 1047- 13.3.2008 - FÁ08 1047·22] Nivel derrumbe de la Estancia 3.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

4. Marco Aurelio. Roma. Sestercio. 171-172. ANV/ M ANTONINVS AVG TR P XXVI. Cabeza laureada a der. REV/ [IMP VI COS III] - S C. Victoria medio drapeada, de pie a der. colocando sobre una palmera un escudo con la inscripción VIC GER. RIC III, 1029 26,64 g; 12 h. - [UE 1036 - 29.2.2008 - FÁ08 1036·1] Nivel derrumbe en Estancia 1. 5. Gordiano III. Roma. Sestercio. ¿241? ANV/ IMP GORDIANVS PIVS FEL AVG. Busto laureado a der., drapeado y con coraza. REV/ F[ELICIT]AS AVG - S C. Felicitas de frente, con cabeza a izq., sosteniendo caduceo y cornucopia. RIC IV-3, 310a 17,2 g; 1 h. - [UE 1047 - 4.3.2008 - FÁ08 1047·1] - Nivel derrumbe en Estancia 3. 6. Treboniano Galo. Roma. Sestercio. 252.

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ANV/ IMP CAES C VIBIVS TREBONIANVS [GALLVS] AVG. Busto laureado a der., drapeado y con coraza. REV/ [P M TR] P IIII [COS II P P] S C. Emperador de pie a izq. haciendo un sacrificio sobre un trípode encendido y sosteniendo un cetro corto. RIC IV-3, 100 16,16 g; 12 h. - [UE 1036 - 28.2.2008 - FÁ08 1036·1] Nivel derrumbe en Estancia 1. 7. Galieno. Roma. Antoniniano. 268. ANV/ [GALLIEN]VS AVG. Busto radiado a der. REV/ [APOLLINI] CONS AVG. RIC V-1, 145-165 1,92 g; 8 h. - [UE 1077 - 16.4.2008 - FÁ08 1077·1] - Fosa 2. 8. ¿Moneda frustra? 6,89 g - [UE 1041 - 17.4.2008 - FÁ08 1041·1] - Nivel derrumbe en Estancia 2.

LOS OBJETOS METÁLICOs Guillermo Tortajada Comeche

La excavación de los diversos conjuntos y sectores ha permitido recuperar alrededor de 210 elementos metálicos, en hierro la mayor parte, aunque también en bronce y plomo. Entre todos los objetos recuperados, destaca la alta presencia de clavos de varios tipos con 140 individuos, que suponen el 70% de todo el conjunto de metales, por lo que merecen una especial atención. Frente a la alta presencia de herrajes (clavos, principalmente) destaca la casi total ausencia de herramientas, hecho que interpretamos por un abandono ordenado del yacimiento.

LOS CLAVOS Los clavos son elementos en muchas ocasiones olvidados, poco estudiados, al igual que otros objetos metálicos que se suelen agrupar bajo la etiqueta de “hierros”. La escasez de estudios específicos y tipologías detalladas, parece estar relacionada con estos problemas de conservación e identificación. Posiblemente sea la bibliografía anglosajona la que más atención dedica a este tema, por el hallazgo en Escocia de la mayor concentración de clavos romanos. Se trata de un hoyo aparecido en Inchtuthil, una fortaleza levantada por los legionarios para la conquista de las Highlands, y defendida principalmente con una empalizada de madera. En dicho pozo, I.A. Richmond encontró alrededor de 875.000 clavos sin usar (casi 5 toneladas), que probablemente se ocultaron en torno al 87 d.C., para evitar que las tribus escotas se apoderasen del preciado metal (Angus et al., 1962: 956). A raíz del hallazgo, en 1962 Angus, Brown y Cleere publican un trabajo en el que agrupan estos clavos en seis tipos, atendiendo a su morfología. Al mismo tiempo, presentan los resultados de análisis metalográficos hechos a una pequeña muestra del total que esclarecen algunas incógnitas sobre la forja de los clavos, como la adición de carbono para acerar algunas partes o la utilización del templado para endurecer especialmente las puntas (Angus et al., 1962). Recientemente, un equipo italiano ha vuelto a analizar algunos clavos

de Inchtuthil, y llegan a la conclusión de que los herreros que los fabricaron conocían perfectamente las técnicas de templado e inclusión de materias no metálicas para intervenir en su microestructura y darles así las características más propicias (Mapelli et al., 2009: 57). Estudios metalográficos también se han realizado sobre clavos de la empalizada del oppidum galo de CrêtChâtelard (Loira), con el objetivo de analizar su composición y determinar aspectos de su producción, llegando a proponer que un buen herrero haría al día alrededor de 175 clavos (Le Coze, 2007: 24). Así pues, vemos que detrás de cada clavo hay un artesano especializado, conocedor de las técnicas necesarias para fabricar un clavo con las mejores características. En este estudio hemos llevado a cabo un análisis morfológico de cada una de las piezas con el fin de determinar los posibles usos de cada tipo de clavos. Con una base de datos hemos gestionado los rasgos formales más característicos, estableciendo, sobre la base de estos, los diferentes tipos. De esta manera, atendiendo a la forma y a la funcionalidad, hemos dividido el conjunto de los 140 clavos de Faldetes en seis tipos diferentes, agrupados en torno a dos grandes grupos: clavos de construcción y clavos de uso doméstico. Los clavos de construcción En este grupo se engloban todos los clavos que por su forma denotan una funcionalidad constructiva. La madera en época romana era la principal materia para realizar techumbres y forjados, e incluso para crear tabiques. Vigas, viguetas, entarimados, etc. eran unidos con clavos de diferentes longitudes íntimamente relacionadas con el espesor de las piezas a unir. Pese a su simplicidad, los clavos han supuesto la manera más rápida y eficiente de crear una unión sólida entre dos piezas, desde la generalización del hierro hasta la expansión de los tornillos en pleno s. XX.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Los clavos de construcción guardan siempre una misma estructura, cuya idoneidad provoca que se fosilice en el tiempo. Generalmente poseen una cabeza en forma de disco, aunque en algunos ejemplares tiende a ser rectangular o incluso piramidal; es mucho más ancha que la tija y por lo tanto sirve de tope y de plano de percusión. Al mismo tiempo, esta cabeza tan diferenciada permite extraer el clavo en el momento que sea oportuno, lo que hace que sea un elemento reversible y muy versátil, y que además se puede reutilizar tras ser enderezado con unos golpes. La tija o vástago suele ser de sección cuadrada y más o menos largo. No obstante, en Faldetes también hay algunos ejemplares con tija de sección circular, pero no suponen ni el 3,6% del total de clavos de construcción. Además se encuentran junto a otros de sección cuadrada y en ocasiones la corrosión no deja ver demasiados detalles, por lo que no tratamos independientemente a este tipo de clavos. Esta minoría de los clavos de sección circular frente a los de sección cuadrada también se aprecia en la colección recuperada en Inchtuthil, donde sólo hay 29 ejemplares de entre casi un millón. La sección cuadrada requiere menos tiempo de fabricación, además impide que el clavo gire sobre sí mismo una vez clavado. Basándonos en otros trabajos (Angus et al., 1962) hemos considerado que el factor más determinante a la hora de establecer los diferentes tipos de clavos es la longitud de la tija. Este rasgo obedece directamente a la funcionalidad del objeto, pues dependiendo del grosor de las maderas a unir será necesario uno u otro clavo. Teniendo esto en cuenta, hemos establecido dos subgrupos que veremos a continuación: clavos para vigas y clavos para tablas. Uno de los problemas que aparecieron a la hora de contabilizar los ejemplares e incluirlos en los tipos, es que más de la mitad del total de los clavos de construc-

Figura 53. Porcentajes de los clavos de construcción.

ción estaban rotos; un 35,1% estaban fragmentados por la cabeza, y un 16,7% por la punta, por lo que no se pudieron restablecer las medidas originales. Podemos suponer, que en caso de poder restituirlas, el grupo de los clavos para tablas ganaría representantes, ya que los fragmentos pocas veces tienen el calibre de los grandes. Además, aquel grupo, es con mucho el más numeroso, pues supone un 46,5% del total, frente al 1,7% de los clavos grandes (fig. 53). Clavos para vigas. Son los clavos más grandes hallados en Faldetes. Sólo se han encontrado dos individuos de este tipo, de 19,1 y 16,7 cm respectivamente (fig. 54). Los dos ejemplares de Faldetes proceden de la UE 1069, nivel de derrumbe con abundantes materiales de construcción de la E.2. Corresponden, aproximadamente, al tipo B de Inchtuthil (Angus et al., 1962: 958), que comprende los ejemplares de entre 17,1 y 24,1cm. Se trata, pues, de clavos grandes empleados por su longitud para unir elementos constructivos estructurales,

Figura 54. Clavos para vigas procedentes de la UE 1069.

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Los objetos metálicos

Figura 55. Algunos ejemplos de clavos para tablas, procedentes de la UE 1069.

horizontales o verticales, como vigas, pilares, cuchillos de tejados, etc. No obstante, tampoco son exageradamente grandes si los comparamos a los más grandes de Inchtuthil, de hasta 36 cm. En este sentido, debe tenerse en cuenta que estos últimos estaban destinados a unir postes de empalizadas y construcciones militares realizadas íntegramente en madera, una realidad diferente al caso de Faldetes.

cer relleno de la Fosa 2 (UE 1077). Los clavos de la UE 1069, junto con los dos grandes podrían formar parte de alguna estructura en madera como algún techo o tarima, más que de una puerta, ya que es extraño que en la fabricación de una puerta se empleen dos clavos (y sólo dos) con una potencia de casi 20 cm, pues una puerta grande tenía alrededor de 5 cm de espesor. Los clavos domésticos

Clavos para tablas. Interpretamos que estaban destinados a clavar tablas y no tablones ni vigas por su longitud, entre 5 y 10 cm (fig. 55). Hemos utilizado también la tipología de Inchtuthil para determinar unas longitudes aproximadas. Los clavos para tablas corresponden básicamente a los tipos D (de 7 a 10 cm) y E (de 3,8 a 7 cm) (Angus et al., 1962: 958), aunque los fusionamos en uno porque en Faldetes no hay ejemplares de menos de 5,1 cm. En este yacimiento encontramos una gran mayoría de clavos que están entre los 5 y los 10 cm de longitud, exactamente 53 de los 114 (46,5 % del total). Si bien estos elementos tienen profundidad suficiente para clavar toda clase de tablas y entarimados se quedan cortos para unir piezas de mayor densidad como vigas y postes. Este tipo de puntas se vincularían a elementos constructivos lígneos secundarios, de poca potencia, por lo que se utilizan especialmente para clavar tablas; tablas de tarimas y forjados o las tablas que componen una puerta. En Faldetes se detectan dos pequeñas concentraciones; una en el derrumbe de la E.2 (UE 1069) con 13 clavos. La otra, con 10 clavos, corresponde con el ter-

Con este nombre agrupamos a todos los clavos que no se utilizan en la construcción de los edificios, si no que se emplean en la unión y sujeción de elementos del ámbito de la casa. Alcayatas. Se trata de clavos cuya tija describe un ángulo de unos 90 º, es decir, con forma de L, muy similares a las actuales escarpias o alcayatas (fig. 56.2). Se utilizarían para la suspensión de otros objetos. Irían clavados a elementos constructivos lígneos, como vigas o postes, o directamente clavados a la pared, por medio de tacos de madera embutidos en la misma, como suele ser costumbre en la construcción tradicional. En el mundo romano es un clavo muy habitual para colgar todo tipo de enseres. En ocasiones, el extremo más corto se adorna dándole la forma de un dedo doblado (Daremberg y Saglio, 1873: 1240). En Faldetes se hallaron cuatro ejemplares de este tipo de clavo, (UUEE 1069 -2-, 1002 y 1019) aunque sólo apareció uno integro.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Clavos de extremo arrollado. Se trata de clavos con tija de sección cuadrada, que por un extremo termina en punta y por el otro la tija está vuelta sobre sí misma, formando un ojo. Este tipo de clavos es bastante abundante en la tradición ibérica, documentándose varios ejemplares en el cercano poblado de la Bastida de les Alcusses (Moixent, València). Por ello, utilizamos la denominación que le dan Fletcher, Pla y Alcacer (Fletcher et al., 1965: 29). Su función es difícil de determinar, pero posiblemente estuviera relacionada con la suspensión de elementos mediante cordajes, anudados al ojo de este clavo. En Faldetes tan sólo encontramos dos ejemplares, uno de 7,9 cm de longitud (UE 1067) y el otro (UE 1002), mucho mayor, con 17 cm (fig. 56.1). Clavos de cabeza aplastada. Con este nombre designamos a unos clavos de vástago de sección cuadrada y cabeza poco diferenciada respecto a éste, que consiste en el aplastamiento del extremo en la misma orientación que la tija, adquiriendo una forma aplanada (fig. 57). La creación intencionada de este tipo de cabeza, pensamos que obedece a la voluntad de sepultarla para que la presencia del clavo pase inadvertida. Con la ayuda de un botador se podría hundir la cabeza, cuando el martillo dejase de ser efectivo. En Faldetes han aparecido 10 ejemplares de este tipo, y ninguno sobrepasa los 7 cm de longitud. Son, por lo tanto, clavos de pequeñas dimensiones que se utilizarían para la fijación de elementos que debían estar

visibles y con cierta voluntad estética, como puede ser cualquier tipo de mueble. Lamentablemente, 7 de los 10 clavos pertenecen a estratos superficiales y su contexto no nos da mucha información. Los otros tres aparecieron en la UE 1077 (relleno inferior de Fosa 2 –UE 1059-), la más prolífica en clavos de construcción, pero tampoco tenemos más indicios para ahondar en su funcionalidad, salvo que también se pudieron utilizar en la construcción. Remaches. Por remache entendemos a aquellas piezas formadas por una tija de sección cuadrada, con un grosor uniforme (que no se aguza en ningún extremo) y que no tienen ni punta ni cabeza, sólo dos extremos un poco engrosados fruto de recibir golpes con la intención de deformarlos y crear así dos topes que fijan la pieza. Se trata de un elemento bastante escaso en Faldetes, pero muy presente en yacimientos de cronología ibérica, como la Bastida, donde se utilizan combinados con pletinas perforadas para unir elementos compuestos por tablas, como por ejemplo, las puertas. La alta presencia de clavos en este yacimiento romano y la disminución de los remaches o roblones, podría indicar un cambio en las técnicas de unión entre tablas, auque para afirmar esto es necesario el estudio de herrajes de más yacimientos de ambas épocas. Así pues, de Faldetes tenemos dos remaches procedentes del Sector Sur (UUEE 1061 y 1022) y otros dos procedentes del Sector Norte (UE 3001).

Figura 56. 1-Clavo de extremo arrollado de la UE 1002; 2-Alcayata de la UE 1019: 3-Fragmento de cadena de dos eslabones en forma de 8, de la UE 1077; 4-Gancho en forma de S de la UE 1077; 5-Tachuela de hierro de la UE 1080;6-Tachuela de bronce de la UE 1077.

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Los objetos metálicos

unión de piezas gruesas de cuero entre sí o con alguna madera, como ocurre, por ejemplo, en la fabricación de atalajes o de escudos, respectivamente. En Faldetes aparecieron cinco ejemplares, dos en 1008, dos en 1077, uno en 1018 y otro en 1022. Por otro lado, las tachuelas de bronce tienen la cabeza plana y más estrecha (fig. 56.6), y tan sólo han aparecido dos ejemplares (UUEE 1022 y 1077). Este tipo de tachas se solían emplear para fabricar las suelas de las caligae de los legionarios. También se pudieron emplear para la unión de cualquier otro tipo de cuero o en la fijación de apliques de bronce en muebles. Uno de los dos ejemplares, el de la UE 1022, más pequeño (0,9 x 0,5 cm), apareció asociado a laminillas de bronce con pequeñas perforaciones.

OTROS OBJETOS METÁLICOS Aunque los clavos suponen más de la mitad de los elementos metálicos de Faldetes, existe otra parte importante, que también es interesante comentar. En la mayoría de los casos se trata de fragmentos informes de objetos de hierro, plomo o bronce, muy oxidados y sin forma clara que agrupamos bajo el epígrafe de “indeterminados”. En este grupo encontramos varillas, planchas y láminas de hierro, bronce y plomo. Pero también aparecieron objetos completos y en bastante buen estado, lo que permite acercarse más a su funcionalidad. A continuación presentamos los más destacables.

Figura 57. Clavos de cabeza aplastada de las UUEE 1019 (nº 1) y 1027 (nº 2).

Tachuelas. Con esta etiqueta hemos agrupado a los clavos con una tija de menos de 2 cm de larga y 0,3 cm de diámetro, con una cabeza ancha y redonda, cuyo diámetro oscila entre 1 y 2 cm. Sus pequeñas dimensiones indican su utilización en la fijación de elementos de poco espesor, relacionados con el ornamento, como pueden ser pieles, maderas finas o apliques de bronce. En Faldetes encontramos dos tipos de tachuelas; unas en hierro y otras en bronce. Las fabricadas en hierro tienen la cabeza hemisférica y son algo más recias que las de bronce (fig. 56.5). Por su analogía morfológica con clavos y tachuelas de tapicería actuales, pensamos que pudieron estar relacionados con trabajos de talabartería, implicados en la

Agujas. Se hallaron tres ejemplares de hierro y dos de bronce, todos procedentes del tercer relleno de la Fosa 2 (UE 1077). Lamentablemente todas están fragmentadas, las de bronce por el ojo. Destaca la presencia de un ejemplar con la punta doblada cuya anchura es de sólo 0,1 cm. Agujas de fíbula. Se hallaron dos ejemplares de bronce, una en el estrato superficial y otra en la Fosa 2 (UE 1020). Aros. Aparecieron tres en hierro y uno en bronce, en diferentes puntos del yacimiento (UUEE 1002, 1080 y 1041), todos entre 3 y 2 cm de diámetro. Cadena. Se halló un fragmento de cadena con dos eslabones, con un total de 11,5 cm de largo y 2,2 de ancho. Los eslabones tienen forma de 8 y uno de ellos está roto y doblado (fig. 56.3). Apareció en el tercer relleno de la Fosa 2 (UE 1077). Gancho. En el mismo relleno de la Fosa 2 (UE 1077),

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apareció un gancho de hierro de 4,3 cm de longitud. Se trata de una varilla en forma de S, utilizada para colgar algún elemento a alguna cadena. Es posible que estuviera asociado a la cadena descrita anteriormente y que se utilizase para colgar algún caldero sobre el fuego, o para suspender cualquier otra cosa (fig. 56.4). Escoria de hierro. En el estrato superficial se documentaron dos pequeños fragmentos de escoria de hierro, fruto de una actividad metalúrgica no muy lejana al yacimiento. Punta de dardo. En el derrumbe de la E.2 (UE 1041), apareció una pieza de hierro con forma de pirámide muy alargada con un enmangue tubular (fragmentado) que arranca del extremo más ancho de la misma (fig. 58). Mide 6,5 cm de longitud y 1,1 cm de anchura máxima. Esta pieza es muy similar en forma y dimensiones a otras cuatro aparecidas en Iruña/Veleia (Álava), de cronología bajoimperial. Interpretamos que la pieza fue utilizada bien como punta de flecha, bien como arcuballista o manuballista, una ballesta de mano (Gil et al., 2000). Es una pieza que fechamos a partir del 150 d.C.

CONCLUSIONES El estudio de los metales de Faldetes revela una notable presencia de herrajes, clavos sobre todo, muchos de ellos con deformaciones producidas por su uso. Pero ante esta abundancia de herrajes, la presencia de herramientas es mínima: se reduce a un posible formón fragmentado de la UE 1016. Este aspecto lo interpretamos en relación con un proceso de abandono ordenado en el que las herramientas de valor se recogen, dejando tras de sí clavos y otros elementos metálicos inservibles. Esta hipótesis se refuerza con el hecho de que son precisamente las unidades interpretadas como rellenos de fosas las que han proporcionado más objetos metálicos. Los objetos recuperados no aportan mucha información sobre las principales actividades económicas llevadas a cabo en el asentamiento. Al no aparecer ni las herramientas, ni otros muchos elementos, nos llega una imagen del repertorio metálico bastante sesgada. Clavos, cadenas, agujas y aros no son si no artefactos procedentes del ámbito doméstico, comunes a cualquier otra vivienda romana. Los únicos elementos referentes al mundo externo a la casa son la punta de dardo de ballesta, que denota una actividad defensiva o cinegética,

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Figura 58. Punta de dardo de la UE 1041.

y la escoria de hierro, de pequeño tamaño y procedente de estratos superficiales. No aparece ningún apero de labranza, ni estructuras, en apariencia vinculadas a la transformación de productos alimentarios. En cuanto a los clavos, el hecho de que la mayoría de estos herrajes apareciesen en los vertidos de las fosas exteriores, nos lleva a plantear que su presencia allí se debe a que estarían agarrados a piezas de madera en desuso. El análisis de su morfología ha servido, en este caso, para establecer siete tipos diferentes, con funcionalidades distintas. La forma de cada uno de los clavos obedece a un proyecto previo a su fabricación, a un diálogo entre el artesano y la materia, en el que siempre se tiene en cuenta la función que va a desempeñar el nuevo objeto. Detrás de cada clavo, de cada artefacto hay herramientas, fuerza, técnica, conocimientos, circunstancias; en definitiva, todo un mundo del que sólo nos llega un puñado de hierros oxidados.

OBJETOS de adorno personal Ferran Arasa Gil

Entre los objetos de adorno personal recuperados en la excavación del asentamiento de Faldetes figuran: un amuleto fálico, un entalle de cornalina, un anillo de oro, una pieza de collar de hueso y un pequeño fragmento de lámina de plata. El amuleto fálico apareció en el primer relleno de la fosa 1007 (UE 1006). Es de bronce y mide 3,6 x 7,1 x 0,4-0,6 cm (fig. 59.1). Tiene una anilla de sujección en el centro de 2,1 cm de diámetro y a los lados sendos apéndices: en el de la derecha se representa el falo, en el de la izquierda el puño y en el centro de la parte inferior una pequeña protuberancia figura los testículos. La parte posterior está un poco ahuecada y los detalles se representan mediante líneas incisas. El uso de amuletos de carácter profiláctico era muy frecuente en el mundo romano. La atribución de valores propiciatorios y apotropaicos a determinados actos fue el origen de su representación en objetos que se consideraba estaban dotados de estas atribuciones. Varrón (De ling. latina, VII: 97) cita el uso de estas filacterias por los niños para prevenir los maleficios, ya que éstos eran los más expuestos a la fascinación y los encantos. La representación del falo tiene un doble valor, pues reúne las funciones preventivas y el carácter de talismán. Estos colgantes aparecen mayoritariamente en contextos altoimperiales y adoptan diversas formas y tamaños; normalmente están fabricados en bronce, pero en ocasiones son de hueso, marfil o metales preciosos. El que aquí presentamos corresponde a un tipo bastante frecuente de carácter compuesto con la representación de perfil (Zarzalejos et al., 1988: 312-313), en el que normalmente un extremo representa la mano haciendo la fica –el gesto de la mano impúdica, signo profiláctico por excelencia– y el otro el phallus; en la parte inferior se representan los testículos esquematizados (cum scroto pubeque). Encontramos numerosos paralelos en la Bética (Pozo, 2002, 91-94, nº 47-56), La Guardia (Jaén) (AAVV, 1990: 251, N.166), Emerita (De la Barrera y Velázquez, 1988, 212, fig. 1, N.3), Murcia (Navarro, 1992), etc.

El entalle fue recuperado en el estrato superficial del yacimiento (UE 1002). Es de cornalina de tonalidad rojoanaranjada, tiene forma oval, mide 12,3 x 9,7 x 2,3 mm y se encuentra en muy buen estado de conservación. El anverso es plano y el reverso es de forma ovalada, preparado para ser engastado en un anillo (fig. 59.4). El motivo representado es una hormiga que sujeta un grano de trigo entre sus mandíbulas. El trabajo es de buena calidad, aunque la figura está ligeramente inclinada hacia la derecha respecto del eje y presenta cierta asimetría. La formica es –junto a la abeja– el símbolo de la diligencia y la laboriosidad, y se asocia a la diosa Ceres con un significado de buen augurio, fertilidad y riqueza (Keller, 1913: 416-421). A menudo lleva un grano de trigo entre sus mandíbulas, como vemos aquí. Los paralelos son numerosos y podemos destacar varios ejemplares del Museo Arqueológico Nacional (Casal, 1990: 178, N.451), el Fitzwilliam Museum de Cambridge (Henig, 1994: 174175, N.378), Munich (AGDS I, 2, 43, N.789, Taf. 90), Berlín (AGDS II, 183, N.505, Taf. 88), Spalato (Middleton, 1971: 130-131, N.251), etc. El anillo de oro se recuperó en el primer estrato de relleno de la fosa 1009 (UE 1008). Está formado por una varilla lisa de 1 mm de grosor, en cuyos extremos tiene enrolladas en espiral otras dos de 0,7 mm que sujetan por sus extremos sendos hilos trenzados de 0,5 mm que forman el eje que sujeta por un orificio practicado en el centro una pequeña pieza de piedra de color melado, posiblemente ámbar, de forma esférica ligeramente achatada, 6-7 mm de diámetro y 7 mm de longitud (fig. 59.5). Por sus dimensiones debe considerarse un anillo de mujer adulta. Su conservación es buena, aunque está deformado y la piedra está un poco rayada. Se trata de un tipo de anillo de factura sencilla, utilizado desde época prerromana, que corresponde al tipo 6b de Guiraud (1989, 193-194, fig. 37-38) y tiene una amplia difusión y cronología. En cuanto al ámbar (sucinum), Plinio (NH XXXVII, 30: 49-50) lo emplaza en tercera posición en su palmarés de los objetos suntuarios. Es un lujo particularmente femenino, como prueba su hallazgo en contextos

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 59. Piezas de adorno personal.

funerarios (Dubois-Pelerin, 2008: 214-218). También se le atribuían propiedades como amuleto, por lo que su uso conlleva una doble función. De las tres variedades de ámbar que cita Plinio, el sucinum cerinum –a la que debe pertenecer la pieza aquí presentada– era la menos apreciada. El colgante de hueso se encontró en el relleno de la fosa 1021 (UE 1020). Es una cuenta de collar con forma de ánfora de 22 mm de longitud y un diámetro máximo de 9 mm (fig. 59.2). En el extremo superior tiene un apéndice plano de forma prismática con un orificio de 1 mm de diámetro, al que sigue un disco y un pequeño estre‌­ chamiento que lo separa del cuerpo; éste tiene el perfil ovalado y es de sección redondeada, con una serie de líneas incisas dispuestas longitudinalmente y el extremo inferior formado por un nuevo estrechamiento que acaba en un botón de base plana. Las anforillas se utilizan

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como motivo decorativo en la orfebrería prerromana. Su forma recuerda algunos pendientes del periodo helenístico y ejemplares de faenza de principos del Imperio. En el siglo I d.C. se reproducen ampliamente en diversos materiales como cristal de roca y pasta vítrea, según pue­­ de verse en algunos ejemplares de Herculano (Scatozza Höricht, 1989: 69, 72-73, 86-87, N.135, 141, 194). Se trata, por tanto, de la reproducción en hueso de uno de estos ejemplares fabricados en materiales más nobles. Finalmente, el pequeño fragmento de lámina de plata apareció en el relleno (UE 1064) de la fosa 1065. Sus dimensiones son 10 mm de anchura, 7,6 mm de longitud y 0,2 mm de grosor (fig. 59.3). Uno de sus bordes está ligeramente engrosado (0,7 mm) y presenta una decoración formada por una serie de incisiones dispuestas ­di­a­gonalmente. Aunque su atribución es insegura por sus reducidas dimensiones, pudo pertenecer a una pulsera.

los recipientes de vidrio Mª Dolores Sánchez de Prado

INTRODUCCIÓN El vidrio, desde el principio de su utilización, permitió conseguir una inmejorable imitación de otros materiales de mayor valor, así podían fabricarse joyas y vasos con un coste menos elevado. A pesar de ello, el objeto de vidrio fue considerado, durante un largo tiempo, como un artículo de lujo que quedaba fuera del alcance de la mayoría hasta que el descubrimiento del soplado, hacia mediados del siglo I a.C., modificó profundamente esta artesanía secular, lo que supuso una auténtica revolución que conllevó un profundo cambio en el ritmo de producción, ahora era posible realizar más cantidad de vasos en menos tiempo. La aplicación de esta nueva técnica terminó por producir una caída en los precios pero, al mismo tiempo, favoreció la rápida divulgación del recipiente de vidrio entre las distintas clases sociales. La vajilla, compuesta preferentemente de elementos cerámicos y de metal, va a ir integrando paulatinamente más recipientes de vidrio, los cuales, dadas sus características de impermeabilidad, transparencia, fácil limpieza y, por tanto, rápida reutilización, llegarán a competir con esos otros materiales hasta imponerse como el contenedor idóneo para la conservación de alimentos, al mantener éstos su sabor inalterable, y para los perfumes o ungüentos, al preservarlos y evitar su rápida evaporación. Por su parte, el vaso de vidrio termina por sustituir al cerámico, convirtiéndose en el recipiente ideal para degustar todo tipo de bebidas.

ANÁLISIS DEL MATERIAL Las excavaciones llevadas a cabo en el Sector Sur del yacimiento de Faldetes (Moixent, València) han proporcionado un pequeño lote de vidrios que incluye unos 331 fragmentos de los que, tan sólo, un 24% ha podido ser identificado tipológicamente, correspondiendo a 82 recipientes. Un alto porcentaje son formas abiertas, encontrando unos pocos platos y cuencos frente a un gran número de vasos, mientras que las formas cerradas son muy escasas, habiéndose recuperado los restos de unas

pocas botellas y ungüentarios. Se trata de una vajilla realizada mayoritariamente en vidrio incoloro, así un 73% de las piezas, que corresponden a formas abiertas, ofrecen esa tonalidad, mientras que, por el contrario, un escaso número (17 %) muestra tonos verde-azulado o azul turquesa, siendo todas ellas formas cerradas. El resto presenta una capa superficial muy adherida, quedando el color original oculto bajo ella. Una primera aproximación a este conjunto, nos muestra parte de una característica vajilla de vidrio que se va a ir imponiendo desde finales del siglo I para perdurar en el servicio de mesa hasta bien entrado el III d.C. De ese modo, junto a ciertos modelos que van a mantenerse en uso ampliamente, se van introduciendo nuevos tipos cuya presencia permitirá determinar la cronología de los distintos niveles identificados. Los estratos superficiales Muy escaso, el vidrio procedente de estas unidades (UUEE 1001, 1002 y 1019) se reduce a siete fragmentos de diversos recipientes. Entre ellos hay que destacar algunas formas abiertas, como dos cuencos o platos de amplias bocas exvasadas (fig. 60.1 y 60.2). El primero que ofrece paredes cónicas y borde ligeramente engrosado (fig. 60.1), ha sido realizado en vidrio incoloro traslúcido de apariencia lechosa con cierto tinte verdoso, resultando muy similar a otros recuperados en un gran basurero localizado al exterior de un edificio de tabernas, en Lorca (Murcia) (Sánchez de Prado, 2008: 74, fig. 6.16.3), un nivel de vertidos que se generaría entre época de Nerón e inicios del siglo II d.C. (Sánchez de Prado, 2008: 82). Del mismo modo, se puede relacionar con algunos hallazgos procedentes de Baetulo, fechados en época de Domiciano (Flos, 1987: 45 ss., figs. 17.118 y 18.125), que corresponden a la forma Isings 41 (1957: 57). El otro recipiente presenta una amplia boca bajo la que ofrece un hilo de vidrio aplicado en relieve, a modo de moldura (fig. 60.2). Se trata de un modelo que parece derivar de la forma Isings 42, que se encuadra a partir

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 60. Los niveles superficiales: UE 1002: 1. Cuenco; 4. Base anular; UE 1019: 2. Plato; 3. Base anular; 6. Vaso con pie acampanado; UE 1001: 5. Base anular; 7. Cuenco con decoración tallada.

de finales del siglo I, como demuestran ciertos ejemplares palentinos (Marcos, 2002: 176 y 317, nº 200 y 702), y que perduraría hasta inicios del siglo III d.C. (Isings, 1957: 58). Además, encontramos los restos de diversas bases anulares que muestran un pie de escasa elevación, macizo (fig. 60.4 y 60.5) o plegado (fig. 60.3), que pudieran corresponder tanto a cuencos - formas Isings 41 a 44- (Sánchez de Prado, 2008: fig. 6.9-6.11), o a vasos –formas Isings 32 a 35- (Sánchez de Prado, 2006: figs. 1.4 y 2.6; Bonnet, 1997: AVV45), muy corrientes en esos momentos. Más interesante es señalar la presencia de un pie acampanado realizado en un vidrio incoloro de gran calidad (fig. 60.6), que corresponde a un alto vaso troncocónico, forma Isings 21 (1957: 37 s.), un modelo, realizado en general mediante el soplado al aire libre, característico de época flavia y a lo largo del siglo siguiente, cuando ya dejará de fabricarse, a pesar de lo que debió mantenerse en uso ya que resulta habitual encontrarlo amortizado en niveles de fecha más avanzada. Así, aparece entre el material procedente del basurero de las Termas Monumentales de Segobriga (Saelices, Cuenca), que remite a la primera mitad del siglo III d.C. (Sánchez de Prado, 2004: 81 y 90, fig. 4.7 y 4.8), como en los niveles superficiales y tardíos de la villa de Els Alters, (L’Ènova, València) (Sánchez de Prado, 2006: figs. 1.12 y 3.2). El tipo se encuentra registrado igualmente en el nivel 3 del complejo cultual identificado en Turiaso (Tarazona, Zaragoza), que es fechado hacia el 390 (Ortiz, 2004: 247: fig. 140.4), aunque el conjunto de vidrios incoloros aquí recuperado parece corresponder al nivel de destrucción que remite al 284 d.C. (Ortiz, 2001: 237 s.).

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Finalmente, la recuperación de un pequeño fragmento decorado con entalles circulares y longitudinales (fig. 60.7) nos lleva a destacar la presencia de un nuevo y costoso modelo importado desde alguno de los diversos talleres que lo están produciendo desde fines del siglo II d.C., como los documentados en el área del mar Negro (vid. Paolucci, 1997: 64, nota 6, fig. 29), aunque será en la centuria siguiente cuando alcanza una gran difusión en Occidente (Paolucci, 1997: 100). Se trata de un cuenco que corresponde a la forma Isings 96b (1957: 113 ss.) y se caracteriza por su decoración que muestra tallados ovales dispuestos en todo su registro hasta recubrir por completo su superficie, combinándose, en el fondo, otros oblongos o circulares alrededor de un clípeo. Este esquema decorativo denominado grano de arroz presenta una gran variedad compositiva distribuida en varias líneas superpuestas (Paolucci, 1997: 63 s.). Como muestra, podemos señalar el hallazgo de dos piezas completas muy próximas, una procede de Cartagena (Sánchez de Prado, 1999: fig. 3.2) y fue recuperada en la excavación de una vivienda destruida por un incendio a mediados del siglo III d.C. (Vidal y Miquel, 1988: 443), y otra que formaba parte del ajuar de la tumba 12 de la necrópolis de Tisneres (Alcira, València), fechándose en ese mismo momento (González, 2001: 260, fig. 73.6). Sin embargo lo más frecuente es el hallazgo de pequeños fragmentos que presentan parte de su característica decoración, como los registrados en el basurero de las Termas Monumentales de Segobriga (Sánchez de Prado, 2004: fig. 4.14) o en la villa de Els Alters (Sánchez de Prado, 2006: fig. 2.4), procedente, en este caso, de un nivel relacionado con las reformas que se llevaron a cabo hacia el primer tercio del siglo III d.C. (Albiach y de Madaria, 2006:

Los recipientes de vidrio

70), todo lo que corrobora el claro encuadre que ofrece ese modelo en la primera mitad de esa centuria. Los espacios de hábitat Las excavaciones han permitido identificar parte de 3 estancias, que han proporcionado un escaso material de vidrio, correspondiendo la mayoría de los fragmentos recuperados a los niveles de derrumbe detectados en las mismas. La Estancia 1 Tan sólo se han recogido recipientes de vidrio procedentes de los niveles de abandono (UE 1016) y de derrumbe (UE 1018). Del primero se ha recuperado la parte superior de un cuenco o plato que muestra un borde engrosado que se prolonga al exterior en una corta ala (fig. 61.1), que podría relacionarse con la forma Isings 2 (1957: 17), caracterizada por su cuerpo con doble convexidad, al igual que un ejemplar procedente de la villa de San Cucufate (Vidigueira, Portugal), fechado entre el 130-150 d.C. (Nolen, 1988: 30, est. III, 65). La pieza,

realizada en un vidrio incoloro traslúcido de aspecto lechoso, muestra el borde pulido a torno, características que, además del grosor de sus paredes, remiten a una fabricación a molde. Este tipo formaría parte de la característica vajilla, que surge y comienza a imponerse a partir del 70 d.C., cuando se elaborará en un vidrio incoloro de aspecto “delustrado” que se estaría realizando en diversos talleres establecidos en Italia, pero también en Galia e Hispania (Bonnet, 1997: 12; Ortiz, 2004: 246). Se trata de una producción que se va a mantener en uso hasta el siglo III d.C., como demuestra su presencia en el nivel 3 del santuario documentado en Turiaso (Ortiz, 2004: fig. 140.9), así como en Aventicum (Avenches, Suiza) donde estos mismos platos de perfiles carenados se encuentran en contextos fechados en esa centuria (Bonnet, 1997: 24, AVV25.2). Por su parte, el nivel de derrumbe –UE 1018- ha proporcionado un pequeño conjunto de vidrios, además del fragmento de una varilla (fig. 61.2), que se relaciona con la forma Isings 79 (1957: 94 s.), un hallazgo habitual durante la primera centuria de nuestra era, que disminuye progresivamente durante la siguiente (Alarcão, 1976:

Figura 61. Estancia 1: UE 1016: 1. Plato moldeado; UE 1018: 2. Removedor; 3. Cuenco con alto pie troncocónico; 4. Plato con pie anular plegado; 5. Cuenco; 6. Plato; 7. Vaso con borde reentrante; 8-9. Vasos con borde saliente.

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209). Estas varillas o removedores serían utilizadas tanto para mezclar ungüentos, perfumes o medicinas, como para extraer una pequeña cantidad del interior del recipiente (Biaggio, 1991: 220 s.). En cuanto a los recipientes, hay que destacar la presencia de varias de las formas que formarían parte de esa típica vajilla incolora. Por una parte, encontramos un alto pie troncocónico (fig. 61.3), que correspondería a algunas de las formas abiertas más habituales –formas Isings 5 y 20- que encontramos desde fines del siglo I d.C., pudiendo señalar la presencia de bases similares entre el material recuperado en el basurero al exterior del edificio de tabernas en Lorca (Sánchez de Prado, 2008: fig. 4.3 y 4.4), así como en los niveles flavios de Conimbriga (Alarcão, 1976: 171, pl. XXXVIII, 112-115). La perduración de estos tipos en el servicio de mesa se comprueba a través de algunos hallazgos procedentes de Segobriga (Sánchez de Prado, 2004: 84, figs. 2.8 y 2.9) y de Turiaso (Ortiz, 2004: fig. 141.2), que remiten claramente al siglo III d.C. Además, aparece una base tubular que presenta un alto pie plegado hueco en su interior (fig. 61.4), muy similar a otras procedentes de excavaciones en Baetulo que remiten a la segunda mitad del siglo II d.C. (Flos, 1987: 25 s., figs. 1.9 y 1.16). Se trata de un modelo de plato bien documentado en la necrópolis occidental de Tipasa (Argelia), donde constituyen la Forma 25 y se relacionan con la forma Isings 80 (Lancel, 1967: 20, fig. 29). Por otra parte, aparece la parte superior de dos recipientes, uno de ellos es un cuenco que muestra un amplio borde que se prolonga en horizontal al exterior (fig. 61.5), relacionado con las formas Isings 41/42, mientras que el otro, que parece ofrecer un cuerpo de tendencia semiesférica, muestra un borde engrosado al exterior (fig. 61.6), siendo modelos habituales del siglo II d.C. y primera mitad de la centuria siguiente (Bonnet, 1997: AVV72 y AVV70, respectivamente). Más interesante es destacar el hallazgo de tres vasos que, realizados en vidrio incoloro traslúcido, muestran o bien un borde reentrante, engrosado al exterior (fig. 61.7), o bien saliente ligeramente oblicuo (fig. 61.8 y 61.9), constituyendo una producción que va a surgir en ese tiempo. En general este nuevo modelo se relaciona con la forma Isings 85b (1957: 101 s.), caracterizada por mostrar un cuerpo redondeado y borde engrosado, de tendencia reentrante, como parecen reflejar los primeros tipos (Xusto, 2001: 299, fig. 49c), o a veces vertical (Nolen, 1988: 22, est. II, 42-44; Xusto, 2001: 300, fig. 49a-b; Ortiz, 2001: fig. 22.2-22.5), siendo significativa su base anular que puede ofrecer un doble anillo. Se trata de una variante que se fecha entre el 150/160 al 235 d.C., momento en el que se concentran la mayoría de los hallazgos, pero que se mantiene hasta el 250 d.C.

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(Ortiz, 2001: 159). Este vaso (fig. 61.7) se registra en la cercana villa de Els Alters procedente del nivel de preparación del pavimento de una de las estancias que fueron objeto de reformas a inicios del siglo III d.C. (Sánchez de Prado, 2006: fig. 2.3). El otro tipo muestra un borde oblicuo prolongado hacia el exterior (fig. 61.8 y 61.9), pudiendo quedar liso o aparecer decorado con un sencillo cordón, caracterizándose por presentar en su base un doble anillo (Xusto, 2001: 300, fig. 49d). Se trata de una forma bien registrada en Portugal, como demuestra su presencia tanto en Conimbriga (Alarcão y Alarcão, 1965: est. IV, 110-119 y 121; Alarcão, 1976: pl. XL, 165-168), como en la villa de San Cucufate donde se ha relacionado con la forma Isings 87 (Nolen, 1988: 23, est. II, 49 y 51). Este modelo también es conocido como “copa Airlie” y “copa Baldock”, dados los primeros y más significativos hallazgos en Inglaterra (Alarcão y Alarcão, 1965: 80) que son fechados entre los años 128-139/142 d.C., alcanzando su apogeo durante el período antonino, para perdurar durante la primera mitad de la centuria siguiente (Xusto, 2001: 302). En la villa de Els Alters, esta última variante se ha documentado en diversas unidades relacionadas tanto con las remodelaciones que sufrió la villa hacia el siglo III d.C. (Sánchez de Prado, 2006: figs. 2.2 y 2.7), como en sus niveles de abandono (Sánchez de Prado, 2006: figs. 3.1 y 4.1), un hecho que parece se produjo hacia el primer tercio del siglo V d.C. (Rosselló, 2006: 113). La Estancia 2 Los recipientes de vidrio recuperados en este espacio son muy escasos. Por una parte, en el nivel de uso (UE 1089) se ha encontrado un fragmento de pie acampanado, en vidrio incoloro traslúcido (fig. 62.1). Se trata nuevamente del vaso forma Isings 21 (vid. supra), siendo interesante su presencia en este nivel, cuyo material cerámico remite a mediados del III d.C., lo que corrobora la perduración de este tipo. Por otra, del nivel de derrumbe (UE 1069), tan sólo se recuperó un fragmento informe de vidrio incoloro decorado con un fino hilo aplicado en relieve (fig. 62.2), en realidad un recurso decorativo muy habitual en esos momentos. La Estancia 3 Las excavaciones en este espacio han permitido documentar diversos recipientes que se relacionan con los niveles que completan la secuencia de uso/abandono. Por una parte, procedente del nivel de pavimento (UE 1050), hay que señalar la presencia de la boca de un frasco (fig. 62.3), en vidrio verde-azulado, que se relaciona con la forma Isings 94, un tipo que presenta una

Los recipientes de vidrio

Figura 62. Estancia 2: UE 1089: 1. Vaso troncocónico; UE 1069: 2. Fragmento con hilo aplicado en relieve; Estancia 3: UE 1050: 3. Frasco/Ungüentario globular; 4. Vaso con borde cortado en aristas vivas; UE 1047: 5. Plato de paredes cónicas; 6. Vaso de base plana; 7. Cuenco con decoración tallada; 8. Cuenta de collar bicónica.

amplia boca, un estrecho cuello y cuerpo globular, ampliamente registrado a partir de la segunda mitad del siglo II d.C. (Isings, 1957: 111). Este frasco aparece entre el vidrio de Conimbriga ya en niveles trajaneos y flavios (Alarcão, 1976: pl. XXXVII, 91 y 93), así como en Aventicum, donde encontramos varios ejemplares que se encuadran, en general, en el siglo II d.C., sobre todo en su segunda mitad (Bonnet, 1997: 39, pl. 17, AVV90-92). Junto a él, parte de un vaso, realizado en vidrio incoloro, que muestra un borde cortado en aristas vivas y el arranque del cuerpo que parece adoptar una forma entre cilíndrica y elipsoidal (fig. 62.4), pudiendo corresponder a uno de los modelos más habituales y corrientes en esos momentos como fue la forma Isings 34, de amplia perduración (1957: 48), sin descartar la relación con las primeras versiones del vaso elipsoidal, forma Isings 96a (1957: 113 s.), que aparece hacia fines de la segunda centuria. Del nivel de abandono (UE 1049) tan sólo se ha recuperado un pequeño fragmento informe de vidrio incoloro, de forma indeterminada. Sin embargo, mayor información ha reportado el nivel de derrumbe (UE 1047), que,

además de una pequeña cuenta bicónica de collar (fig. 62.8), ha proporcionado los restos de tres recipientes en vidrio incoloro. En primer lugar, los restos de la base de un vaso (fig. 62.6) que recuerda otra recuperada en uno de los niveles de reformas identificados en la villa de Els Alters (Sánchez de Prado, 2006: fig. 2.5), relacionada con un tipo muy corriente decorado con depresiones, la forma Isings 32 (1957: 46 s.). Además, encontramos el borde de un cuenco de paredes cónicas que muestra bajo el borde una línea tallada al exterior (fig. 62.5), al igual que algunos recipientes de perfil similar procedentes de Conimbriga (Alarcão, 1976: pl. XL, 159 y 161), y que, en general, se asimilan a la forma Isings 80 que surgiría en la segunda mitad del siglo II (1957: 80). Sin embargo, el hallazgo más significativo en este nivel es un fragmento del cuenco semiesférico –Isings 96b (1957: 114 ss.)- con decoración tallada (fig. 62.7). Se trata de un tipo ya documentado (vid. nivel superficial), aunque, en este caso, muestra una composición distinta distribuida en el campo inferior de su cuerpo que queda delimitado por una línea tallada, bajo la cual se han dispuesto, a intervalos regulares, filas de entalles ovales, de forma simi-

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lar a lo mostrado por algunos fragmentos de Conimbriga (Alarcão y Alarcão, 1965: est. III, 85-87). Dada su composición decorativa, podría tratarse de alguno de los primeros ejemplares importados desde Oriente (vid. Paolucci, 1997: 99 s.), que están llegando a diferentes puertos del Mediterráneo occidental a partir de la segunda mitad del siglo II d.C. (Foy y Nenna, 2003: 277 s.), siendo durante la primera mitad de la centuria siguiente cuando se concentran la mayoría de los hallazgos. Las Fosas Las excavaciones han permitido la documentación de diversas fosas, algunas interpretadas para extracción de arcillas, que, como simples vertederos, irían colmatándose a lo largo de la vida del establecimiento o en su momento final, y otras de finalidad indeterminada, que han proporcionado lotes, más o menos nutridos, de diferentes recipientes de vidrio. Fosa UE 1007 En ella se han diferenciado diversos rellenos (UUEE 1006, 1025, 1029 y 1032) que, en general, han permitido reunir un pequeño conjunto de vidrios que ofrecen gran homogeneidad cronológica al corresponder a formas muy corrientes que estarían en uso a lo largo del siglo II d.C. Procedentes de los rellenos superiores, UUEE 1006 y 1025, encontramos los restos de un recipiente tan usual como fue la botella prismática (fig. 63.1 y 63.3), forma Isings 50 (1957: 63 ss.), que aparece hacia el segundo tercio del siglo I d.C., llegando ser uno de las producciones más comunes durante las dos primeras centurias de nuestra era, pues resulta el contenedor idóneo para el almacenamiento y transporte de líquidos, su función principal. Este recipiente se fabricó tanto por medio del soplado como con la ayuda de moldes, mostrando éstos últimos variadas decoraciones en el fondo, posiblemente las marcas de los talleres que los fabricaban (Foy y Nenna, 2006). Estos niveles han proporcionado dos fragmentos de bases de botellas, una de ellas, lisa (fig. 63.1), soplada al aire libre y en tono verde claro, mientras que otra, en vidrio azul turquesa, muestra los restos de una decoración a molde (fig. 63.3), que recuerda la representación del ave que muestra una botella, procedente del cantón de Tesino, recogida por Biaggio (1991: 182, tav. 36, 139.2.008). Este característico contenedor se mantuvo en uso en periodos más avanzados, como parece demostrar el ejemplar realizado en un tono verde muy claro, una coloración que muestran también los recuperados en el nivel 3 del santuario de Turiaso, que remite, como ya se ha señalado, a finales del siglo III (Ortiz, 2001: 260 s., figs. 65-68).

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Por el contrario, los vasos son numerosos, todos ellos realizados por medio del soplado y en vidrio incoloro, correspondiendo a algunos de los modelos más comunes que se van a elaborar desde mediados del siglo I d.C. Por una parte, hay que referirse nuevamente al vaso troncocónico –forma Isings 21-, que en este caso muestra un borde cortado en aristas vivas y una decoración de líneas talladas (fig. 63.2). Este ejemplar, elaborado en un vidrio de gran calidad, es representativo de su variedad más sencilla frente a aquella más lujosa decorada con tallados de panal de abeja, de clara importación de centros vidrieros egipcios (Paolucci, 1997: 69). Es interesante la recuperación de un vaso igual en Santomé (Orense) en un nivel bajoimperial, un hecho que se explica dado el carácter lujoso de estas piezas por lo que habría permanecido en uso hasta inicios del siglo III d.C. (Xusto, 2001: 290). Por otra parte, hay que señalar la presencia de otros vasos, más corrientes, que ofrecen el borde cortado en aristas vivas (fig. 63.4 y 63.6), un rasgo característico de esos momentos (Sánchez de Prado, 2004: fig. 3.16 y 3.17). Entre ellos, uno de los tipos más habituales es el decorado con depresiones, forma Isings 32/35 (1957: 46 ss.), que ha sido identificado gracias a la conservación de la parte inferior de uno de ellos, en la que se observa el rehundido lateral (fig. 63.7). El tipo, en general, corresponde a un vaso que muestra un borde estrangulado terminado en aristas vivas, cuyo cuerpo adopta forma de tendencia cilíndrica o troncocónica y que ofrece dos variantes según el tipo de base, ya plana o ligeramente cóncava (fig. 63.9), ya con pie anular formado por un repliegue de la propia pared (fig. 63.7 y 63.8). Su característica principal es la decoración de depresiones que muestra el cuerpo generalmente en número de cuatro, obtenidas al modelar la pared del mismo con un utensilio cuando el vidrio estaba aún caliente. En realidad, ambas variantes son muy comunes en toda el área mediterránea y corresponden a un modelo que se introduce a partir de la segunda mitad del siglo I d.C., siendo su registro a partir de época de Nerón, y, sobre todo, durante los Flavios muy frecuente. Ello queda corroborado tanto por el hallazgo de una pieza completa en la canalización de la Palestra del edificio de las Termas Monumentales de Segobriga, junto a abundante material de fines del siglo I d.C. (Sánchez de Prado, 2004: fig. 3.18), como por los diversos ejemplares documentados en el vertedero al exterior del edificio de tabernas de Lorca (Sánchez de Prado, 2008: fig. 5.1-5.7). Ambos modelos perduran ampliamente, como demuestran ciertos ejemplares que remiten al siglo III d.C., documentados en Turiaso (Ortiz, 2001, 238: fig. 49.12) y en el cantón del Tesino (Biaggio, 1991: 112 s., tav. 12,139.2.027-029 y 139.1.036), lo que corrobora el amplio periodo de fabricación de este tipo apenas sin variaciones formales. Fi-

Los recipientes de vidrio

nalmente en uno de los niveles inferiores del relleno, UE 1029, encontramos, nuevamente, un fragmento de vaso que ofrece este característico borde cortado en aristas vivas (fig. 63.10).

Fosa UE 1009 Su relleno, UE 1008, tan sólo ha proporcionado un vaso que conserva la parte superior del cuerpo, remata-

Figura 63. Fosa UE 1007: UE 1006: 1. Base botella prismática; 2. Vaso troncocónico decorado con líneas talladas; UE 1025: 3. Base botella con decoración moldeada; 4-6. Vasos con borde cortado en aristas vivas; 7. Vaso decorado con depresiones; 8. Base anular de pie plegado; 9. Base plana; UE 1029: 10. Vaso cilíndrico con borde cortado en aristas vivas; Fosa UE 1009: 11. Vaso elipsoidal con borde cortado en aristas vivas; Fosa UE 1021: 12. Vaso cilíndrico con borde engrosado; Fosa UE 1023: 13. Base botella con decoración moldeada.

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do por un borde cortado en aristas vivas, realizado igualmente en vidrio incoloro, mostrando, asimismo, paredes muy delgadas (fig. 63.11). Presenta, bajo el borde, dos finas líneas talladas, y cuerpo de tendencia elipsoidal, lo que nos lleva a relacionarlo con una pieza muy similar procedente de Aventicum en un contexto que alcanza la segunda mitad del siglo II (Bonnet, 1997: 30, AVV50), pudiendo corresponder a esos primeros ejemplares de la forma Isings 96a, que comienzan hacia esa fecha. Fosa UE 1021 De su nivel de relleno, UE 1020, procede un pequeño borde ligeramente engrosado al exterior de un vaso realizado en vidrio incoloro traslúcido (fig. 63.12) que recuerda la forma Isings 85b, un modelo muy popular entre la segunda mitad del siglo II y las primeras décadas de la centuria siguiente (vid. nivel de derrumbe de la E.1), aunque, como suele ser habitual para muchos de estos recipientes, sigue apareciendo en niveles más tardíos, como el ejemplar documentado en San Cucufate procedente de una unidad relacionada con la construcción de la villa III, fechada hacia finales del siglo IV d.C. (Nolen, 1988: 22, est. II, 42). Fosa UE 1023 Su relleno, UE 1022, ha proporcionado 14 fragmentos, de los que tan sólo se ha podido identificar parte de una base que, en su parte externa, conserva restos de dos anillos concéntricos en relieve, el resto se trata de pequeños fragmentos informes e indeterminados. La base conservada (fig. 63.13) corresponde a una botella, posiblemente prismática, realizada mediante el soplado en molde, dado el motivo decorativo que muestra. Esta decoración de anillos o círculos concéntricos es un motivo muy común, resultando una solución muy sencilla que mejoraba la estabilidad de la botella, para lo que se utilizaban pequeños moldes de piedra o cerámica, habiéndose identificado recientemente uno de ellos en la provincia de Cáceres (vid. Aguilar-Tablada y Sánchez de Prado, 2006), que se suma a otros muchos procedentes de los diversos talleres occidentales que estarían produciendo este tipo de contenedor (Amrein y Nenna, 2006: 491). Fosa UE 1059 Se trata de una fosa realizada para la extracción de tierra arcillosa, que quedaría colmatada como vertedero hacia el final de estas instalaciones, dado que en sus niveles inferiores -UUEE 1073 y 1077- se han registrado materiales datados en la segunda mitad del siglo III d.C.

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El relleno UE 1073 ha permitido recuperar una pequeña base provista de un pie generado por un repliegue de la propia pared (fig. 64.1) y un galbo decorado con dos hilos aplicados en relieve (fig. 64.2), ambos en vidrio incoloro. Pocos significativos, ambos fragmentos remiten a producciones habituales bien contextualizadas en el siglo III d.C. Más interesante es el material procedente del nivel inferior, UE 1077, que ha aportado un nutrido conjunto de recipientes, destacando la presencia de unos pocos contenedores, todos ellos en tonos verdes o azulados. Hay que señalar la documentación de dos fragmentos correspondientes a sendas bases cuadrangulares de botellas (fig. 64.3 y 64.4) –forma Isings 50-, junto a la parte inferior de dos depósitos de ungüentarios (fig. 64.6 y 64.7), que parecen adoptar forma piriforme o cónica, lo que nos lleva a relacionarlos con la forma Isings 28a/b (1957: 42 s.), uno de los tipos más característicos del siglo I d.C. en uso durante un amplio período. Además, se ha recuperado la parte superior de otro, que muestra un estrecho cuello cilíndrico y borde exvasado cuyo extremo se pliega hacia su interior (fig. 64.5), que se relaciona ya con el ungüentario de candelero -forma Isings 82A1 (1957: 97 s.), una variante que se encuadra desde el 70/80 d. C. hasta la primera mitad de la centuria siguiente (Biaggio, 1991: 149, fig. 25). Todos estos mismos contenedores los encontramos amortizados en el basurero al exterior del edificio de tabernas de Lorca, que se generaría en esos momentos (Sánchez de Prado, 2008: figs. 6.12 y 6.13 y 7.1-7.10), perdurando en uso, al menos, hasta el siglo III d.C. como indica su presencia en niveles tardíos de la villa de Els Alters (Sánchez de Prado, 2006: fig. 1.1., 1.2 y 1.11). La forma predominante en este nivel son, nuevamente, los vasos, todos ellos realizados mediante el soplado al aire libre y en vidrio incoloro. Se trata de formas ya conocidas como el vaso con depresiones, del que se ha recuperado la parte inferior de un ejemplar (fig. 64.18) que permite distinguir claramente esa característica decoración. Corresponde a la forma Isings 32, al presentar una base plana con ligera concavidad, un tipo muy común durante los Flavios, aunque este mismo modelo seguirá en uso ampliamente, como corrobora su presencia, ya apuntada, en Turiaso (Ortiz, 2001). Otros fondos podrían relacionarse con este tipo, pudiendo corresponder tanto al modelo anterior con base aplanada (fig. 64.19) como al que presenta base anular (fig. 64.21-64.23), la forma Isings 35, una variante también de amplia perduración (Biaggio, 1991). Junto a éstos, encontramos cuatro ejemplares que muestran paredes de tendencia recta y borde ligeramente engrosado (fig. 64.8-64.11), que se pueden relacionar sin dificultad con el vaso cilíndrico – forma Isings 85b-, que puede aparecer tanto liso como

Los recipientes de vidrio

Figura 64. Fosa UE 1059: UE 1073: 1. Base de pie plegado; 2. Fragmento decorado con hilos aplicados en relieve; UE 1077: 3-4. Bases de botellas prismáticas; 5-7. Ungüentarios; 8-11. Vasos cilíndricos con borde engrosado; 12-13. Vasos de borde saliente; 14. Vaso troncocónico de borde engrosado; 15. Cuenco semiesférico; 16-17. Bases anulares de pie aplicado; 18-19. Vasos decorados con depresiones; 20. Plato; 21-23. Bases anulares de pie plegado.

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decorado con hilos, mostrando uno de estos ejemplares un fino cordón aplicado bajo el borde (fig. 64.11). Nuevamente aparece la variante que ofrece una amplia boca exvasada, de la que se han recogido dos piezas (fig. 64.12 y 64.13), conservando una de ellas un fino cordón en relieve, aplicado en la parte superior del cuerpo. Se trata de dos modelos que encontrábamos en los niveles de derrumbe de la E.1 (vid. supra), y que hay que poner en relación con los hallazgos procedentes de la villa de Els Alters, donde se encuentran entre el material procedente tanto de sus niveles de reformas como de abandono (Sánchez de Prado, 2006). Por otra parte, hay que señalar la presencia de un vaso troncocónico que ofrece un borde ligeramente engrosado (fig. 64.14), un tipo que empieza a popularizarse en el siglo III d.C., para imponerse de forma rotunda en época bajoimperial (Isings, 1957: forma 106, 126 ss.). Junto a los vasos, un cuenco semiesférico de borde simple, reentrante, y base aplanada, realizado en vidrio incoloro con cierto tinte verdoso (fig. 64.15). Una forma que recuerda al típico cuenco semiesférico –Isings 96acaracterístico de los siglos III y IV d.C. (Isings, 1957: 113 ss.), cuando se populariza, habiéndose documentado ampliamente en la necrópolis de La Olmeda (Palencia), encuadrada en esa última centuria (Abásolo et al., 2004: 13, fig. 5.4). Finalmente hay que indicar la recuperación de la parte inferior de un recipiente, en vidrio incoloro traslúcido de aspecto lechoso, provisto de un pequeño pie anular constituido por un grueso anillo de vidrio aplicado (fig. 64.20), además de otras dos bases anulares (fig. 64.16 y 64.17), que habrían de corresponder a los platos y cuencos más corrientes en esos momentos, todavía elaborados en molde. Fosa 1 Rellenada por diferentes estratos, tan sólo se han recuperado recipientes de vidrio en las UUEE 1080 y 1081. El primero de ellos ha proporcionado un vaso casi completo de forma cilíndrica cuyo borde se prolonga al exterior, conservando dos finos hilos aplicados en relieve que decoran la parte superior e inferior del cuerpo, presentando un anillo, igualmente aplicado, que sirve de apoyo a la pieza (fig. 65.1). Se trata de una de las variantes ya apuntadas de la forma Isings 85b, conocida como copa Airlie (vid. supra). Sus hallazgos son numerosos, pudiendo citar algunas piezas similares que presentan un fino cordón bajo el borde y otro en la transición entre el cuerpo y la base, en la villa de Baños de Riocaldo (Orense), donde se relacionan con el comienzo de su ocupación bajoimperial, un momento que se sitúa entre finales del siglo II o inicios del III d.C. (Xusto, 2001: 300, fig. 49d),

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también en la de Els Munts (Altafulla, Tarragona), encuadrada entre el 100 al 250 d.C., cuyo nivel de destrucción se lleva al 268 d.C. (Price, 1981: 627, fig. 40.11) o en la ciudad de Mérida (Caldera, 1983: fig. 19b). En realidad, se trata de uno de los vasos que resultan más frecuentes en Occidente entre el último cuarto del siglo II y primeras décadas de la centuria siguiente, no sólo en las regiones septentrionales y continentales del Imperio sino también en el área mediterránea (Foy y Nenna, 2003: 282 ss.), lo que queda, además, corroborado por su numerosa presencia en el pecio de las Embiez Oeste 1, en el sur de Francia, donde se documentaron las dos variantes de este vaso cilíndrico, tanto el que presenta borde recto como el de borde exvasado, cuya característica esencial es el pie aplicado a la base de la pieza, un rasgo que suelen presentar las importaciones de origen oriental (Foy et al., 2005: 122, fig. 1.1 y 1.2), siendo un detalle que muestra nuestro ejemplar. Otro tipo de vaso documentado es el que ofrece un cuerpo de tendencia troncocónica que aparece decorado con un sencillo hilo de vidrio aplicado bajo el borde exvasado (fig. 65.2), que recuerda otro procedente del nivel de construcción de la villa III de San Cucufate, fechado en el siglo IV d.C. (Nolen, 1988: 20, est. II, 31). Además, en este relleno encontramos restos de cuencos o platos, que ofrecen paredes de tendencia cónica con perfiles más o menos sinuosos y borde ligeramente engrosado (fig. 65.3-65.5 y 65.7), correspondiendo a modelos que se registran en contextos de los siglos II y III d.C. (Alarcão y Alarcão, 1965: 79, est. IV, 108-109), pudiéndolos encontrar amortizados en niveles posteriores, como en el citado de la villa de San Cucufate (Nolen, 1988: 32, est. III, 76, 79-80). Finalmente, dos bases anulares (fig. 65.6 y 65.8) que podrían corresponder a algunos de los tipos registrados. El estrato de relleno UE 1081, ha proporcionado un pequeño conjunto de recipientes que corresponden a formas ya vistas. Por una parte, encontramos dos fragmentos de bases de botellas (fig. 66.1 y 66.2), de las que se evidencia su forma prismática, al conservarse un ángulo de las mismas, ofreciendo ambas el habitual tono verde-azulado que caracteriza estos contenedores. Por otra, algunas formas elaboradas en ese vidrio incoloro de aspecto traslúcido, como el vaso de cuerpo redondeado y borde ligeramente engrosado al exterior (fig. 66.3) que corresponde a una de las primeras modalidades del tipo Isings 85b, junto al que se han recuperado diversos fragmentos de la variante que ofrece un cuerpo de tendencia cilíndrica o redondeada y un pequeño borde que se prolonga en oblicuo al exterior, de la que encontramos ejemplares lisos (fig. 66.5 y 66.6) o decorados con un fino cordón aplicado en relieve en la parte superior del cuerpo (fig. 66.4). Además, los restos de un vaso con

Los recipientes de vidrio

Figura 65. Fosa 1: UE 1080: 1. Vaso cilíndrico con borde saliente decorado con hilos aplicados en relieve; 2. Vaso acampanado decorado con hilo aplicado; 3-5 y 7: Platos y cuencos de paredes sinuosas y borde engrosado; 6. Base anular de pie plegado; 8. Base anular de pie aplicado.

cuerpo de tendencia troncocónica y borde ligeramente engrosado (fig. 66.7), un tipo que surge hacia inicios del siglo III cuando será elaborado en vidrio incoloro, junto al que seguimos encontrando ese tan corriente caracterizado por su borde cortado en aristas vivas (fig. 66.8), claramente ya residual. Finalmente, un plato de paredes de tendencia cónica y borde ligeramente engrosado (fig. 66.9), que recuerda las formas ya registradas en la UE 1080, además de la base de un posible cuenco o vaso, de tipo indeterminado (fig. 66.10).

CONCLUSIONES Las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento de Faldetes han permitido recuperar un interesante lote de vidrios, en el que encontramos producciones muy características cuya elaboración se inicia hacia finales del siglo I d.C. En esos momentos, tras unos primeros tipos moldeados que adoptaban perfiles cerámicos intencionadamente coloreados y fabricados en talleres de Italia,

se produce un profundo cambio en la vajilla que será elaborada en un vidrio incoloro de apariencia casi traslúcida, constituyendo una producción de “estilo internacional” que será fabricada, además, en un gran número de talleres occidentales, perdurando su uso hasta inicios del siglo III d.C. Un análisis detallado del conjunto permite constatar la presencia del plato de perfil con doble convexidad provisto de un alto pie (fig. 67.1), que se localizó amortizado en el nivel de abandono de la E.1, siendo uno de los últimos recipientes que encontramos fabricado a molde y que todavía se inspira en formas cerámicas. Además, se han registrado, en el nivel superficial, cuencos y platos de amplia boca exvasada (fig. 67.2 y 67.3) junto a otros de borde vuelto al exterior (fig. 67.4 y 67.5), procedentes de los niveles de derrumbe o de los rellenos que colmataban alguna de las fosas, que serían elaborados ya mediante el moldeado o el soplado. Se trata de algunos de los recipientes auxiliares que se utilizaron de forma habitual en el servicio de mesa a lo largo de todo el siglo II d.C. e incluso durante parte de la centuria

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Figura 66. Fosa 1: UE 1081: 1-2. Bases de botellas prismáticas; 3. Vaso con borde engrosado; 4-6. Vasos con borde saliente; 7. Vaso troncocónico; 8. Vaso con borde cortado en aristas vivas; 9. Plato de paredes cónicas; 10. Base plana.

siguiente, de ahí su registro en los niveles relacionados con la etapa final de este establecimiento. Junto a éstos y en gran número, encontramos diversos modelos de vasos que van a surgir hacia finales del siglo I d.C. Entre ellos, el vaso troncocónico provisto de un pie acampanado de escasa elevación, cuya variante más lujosa ofrece una cuidadosa decoración tallada de panal de abeja y la más sencilla, como la aquí registrada, simples líneas talladas (fig. 67.6). Es interesante señalar su presencia en el nivel de uso de la E.2 y en una de las fosas, lo que demuestra que, aunque dejara de fabricarse hacia mediados del siglo II d.C., al tratarse de un producto de cierto lujo debió perdurar un tiempo, de ahí su documentación en estos contextos de cronología más avanzada.

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Además, otros vasos más corrientes, funcionales y sencillos, que ofrecen cuerpos cilíndricos o elipsoidales, lisos o decorados con simples y finas líneas talladas (fig. 67.7 y 67.8) y con depresiones laterales (figs. 67.9 y 68), en realidad una simple solución para evitar que la pieza pudiera resbalar de las manos. Todos se caracterizan por mostrar un borde cuyo labio queda cortado en aristas vivas, resultando modelos muy habituales a lo largo del siglo II d.C. Es interesante destacar la recuperación, en el nivel de pavimento de la E.3, de un vaso que podría corresponder a uno de los primeros modelos de cuerpo elipsoidal, una producción que no comenzará hasta la segunda mitad del siglo II d.C., lo que corroboraría el inicio del funcionamiento de estas instalaciones en esos momentos.

Los recipientes de vidrio

Figura 67. Repertorio de Faldetes: 1. Plato de borde en ala (Is. 2); 2. Cuenco de borde saliente (Is. 41); 3. Plato de amplio borde exvasado (Is. 42). 4-5: Platos de borde vuelto al exterior; 6. Vaso alto troncocónico (Is. 21); 7-8. Vasos con borde cortado en aristas vivas (Is. 34/96a); 9. Vaso con depresiones (Is. 32/35) 10. Botellas prismáticas (Is. 50); 11. Frasco/Ungüentario (Is. 94); 12. Ungüentario piriforme (Is. 28); 13. Ungüentario de candelero (Is. 82A1); 14. Vaso de cuerpo redondeado (Is. 85b); 15. Vaso cilíndrico (Is. 85b); 16. Vaso con borde saliente (Is. 85b var./87); 17. Vaso troncocónico (Is. 106); 18. Cuenco semiesférico liso (Is. 96a); 19. Cuenco con decoración tallada “grano de arroz” (Is. 96b).

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Otra de las producciones frecuentes a partir de fines del siglo I d.C. serán ciertos modelos de contenedores, que, en general, aparecen en número muy reducido dado su uso comunal. Todos ellos, salvo uno, se han recuperado en las distintas fosas, tratándose de piezas ya residuales. Uno de los más corrientes en estos momentos fue la botella prismática (fig. 67.10) de la que se han encontrado diversas bases lisas, prueba de su elaboración mediante el soplado al aire libre, mientras que otra conserva parte de un motivo decorativo en relieve, obtenido mediante el soplado en molde, un rasgo frecuente y característico que responde a la marca de los diversos talleres que las fabricaron. Además, unos pocos ungüentarios, como uno globular (fig. 67.11), una pieza recuperada en el nivel de pavimento de la E.3 junto al vaso anteriormente citado, u otros dos que muestran un cuerpo piriforme (fig. 67.12), uno de los tipos más frecuentes a partir de entonces tanto en ambientes funerarios como de hábitat. Éstos se hallaron en el nivel inferior de la fosa UE 1059 junto a un modelo algo más avanzado, el ungüentario de candelero (figs. 67.13 y 68), del que encontramos una de sus primeras variantes que surgirá en época flavia. Como se ha podido constatar en otros conjuntos próximos, estos contenedores -tipo botella o ungüentario- destinados a contener o escanciar líquidos, ya vino, aceites o perfumes, suelen ser producciones salidas de pequeños talleres que estarían trabajando a nivel local, ofreciendo siempre una gran homogeneidad tipológica o formal, siendo característica su elaboración

en un tono azulado. En realidad, son tipos que habrán de perdurar ampliamente sin apenas cambios formales como demuestra su amortización en las fosas documentadas, un hecho que queda corroborado por su presencia en los niveles tardíos de la villa de Els Alters o en el santuario de las aguas de Turiaso, donde, sobre todo, los restos de botellas prismáticas siguen siendo numerosos en esos niveles del siglo III d.C. Hacia la segunda mitad del siglo II d.C. se introduce un nuevo modelo de recipiente destinado a beber que llegará a imponerse a inicios de la siguiente centuria. Se trata del vaso cilíndrico con pie anular, plegado o aplicado, que puede aparecer liso o decorado con finos cordones, del mismo tipo de vidrio, que quedan en relieve distribuidos a modo de finas molduras por su cuerpo (fig. 67.14-67.16). Es el tipo más representado en este conjunto, habiéndose identificado al menos 17 ejemplares, que responden a diversas modalidades, las cuales se encuentran ampliamente difundidas por la parte occidental del Imperio. Ello llevó, en un principio, a que su procedencia se relacionara sólo con talleres centroeuropeos, algo actualmente modificado al conocerse importaciones orientales cuya característica esencial es la presencia del pie anular aplicado sobre la base del objeto, una peculiaridad que muestra alguno de estos ejemplares. Entre las variantes registradas, una que presenta el borde reentrante y cuerpo redondeado, relacionándose con los primeros modelos que, aunque en un principio se rea-

Figura 68. Detalle de algunas piezas: Vaso con depresiones (1025-81); Ungüentario de candelero (1077-372); Cuenco tallado (1001-27); Vaso cilíndrico, base con hilos aplicados (1080-49).

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Los recipientes de vidrio

lizaron en un tono verde-azulado, pronto se fabricarán en vidrio incoloro (fig. 67.14), mostrando, en general, un aspecto traslúcido quizá por su fabricación mediante el moldeado en talleres occidentales hacia mediados del siglo II d.C. Junto a ella y participando de características técnicas similares, otra que ofrece, en cambio, cuerpo de paredes rectas (fig. 67.15). A ellas se une una nueva variante, alejada de las anteriores tanto por la técnica, al haber sido fabricada mediante el soplado, como por la forma, ya que muestra el borde vuelto al exterior y una base anular obtenida por la aplicación de un grueso anillo (fig. 67.16), un rasgo que remite a su fabricación en centros orientales. Todos estos modelos presentan una cronología similar que alcanza las primeras décadas del siglo III d.C., siendo, pues, significativa su presencia en los niveles de derrumbe de la E.1, así como en las distintas fosas localizadas, destacando la pieza recuperada en la UE 1080 (fig. 68), un nivel de relleno que ha proporcionado un material muy homogéneo cronológicamente, al reducirse a algunas de las formas más habituales durante esos momentos, que han de relacionarse con el proceso de deterioro y abandono de estas instalaciones. Las últimas producciones aquí registradas quedan representadas por el vaso troncocónico, caracterizado por mostrar un borde ligeramente engrosado (fig. 67.17), del que se han recuperado dos fragmentos, y por el cuenco semiesférico (fig. 67.18-19), correspondiendo a dos nuevos tipos que se introducen en la vajilla a partir de inicios del siglo III d.C. Es interesante destacar los cuencos aparecidos que responden a dos modelos muy diferentes. Por una parte, una variante muy sencilla, lisa, que ofrece un borde ligeramente reentrante (fig. 67.18), procedente de uno de los rellenos de la fosa UE 1059; por otra, una segunda más lujosa que muestra una cuidadosa decoración tallada conocida como grano de arroz, siendo un recipiente de gran calidad y alto coste que está llegando a nuestras costas durante la primera mitad de esa centuria. De este tipo (fig. 67.19) se han documentado dos ejemplares, que ofrecen una composición decorativa diferente, uno procedente de los niveles superficiales (fig. 68, UE 1001) y el otro del derrumbe de la E.3, siendo su presencia determinante para corroborar el abandono del yacimiento de Faldetes en un momento situado hacia

finales del siglo III d.C., lo que queda ratificado, además, por la completa ausencia de cualquier recipiente de vidrio de cronología más avanzada. En definitiva, se trata de una vajilla compuesta mayoritariamente por vasos destinados a beber, ya que este recipiente, dada su transparencia, se convierte en el preferido para degustar tanto bebidas frías como preciados vinos al permitir mostrar fielmente su color, apreciar su aroma y consistencia al no sumar sabores adicionales. En menor número, unos pocos recipientes auxiliares destinados a servir y presentar alimentos, como son los cuencos y platos, mientras que resultan realmente escasos los contenedores, representados tan sólo por los restos de alguna botella prismática y otros que corresponden a pequeños ungüentarios. Nos encontramos ante un repertorio que guarda una estrecha relación con la vajilla de vidrio incoloro, vitreamina, que se habría utilizado en el santuario de Turiaso y durante la Fase I de la villa de Els Alters, habiéndose registrado en ambos sitios formas muy similares, pues corresponden a producciones muy corrientes elaboradas en diversos talleres occidentales destinadas a cubrir la demanda de una clientela próxima y, en general, poco exigente. No obstante, hay que señalar la presencia de unas pocas piezas que habrían sido importadas desde diversos centros vidrieros localizados en la parte oriental del Imperio, algunas más sencillas, como el vaso decorado con líneas talladas o con cordones en relieve, otras de mayor exquisitez como el cuenco con decoración tallada de grano de arroz, sólo una pequeña muestra de esos recipientes que, por medio del comercio marítimo, están llegando a Hispania para posteriormente comercializarse a través de las principales rutas terrestres como la que ofrecía la vía Augusta, con la que hay que relacionar este yacimiento y la villa de Els Alters, muy cercana a la antigua Saetabis, dos interesantes enclaves que habrían de coincidir temporalmente lo que explica las similitudes encontradas en ambos repertorios de su instrumentum domesticum. Sin embargo cada uno sufrió una trayectoria distinta, pues mientras estas instalaciones quedaron en desuso a finales del siglo III d.C., la villa se mantendría sin cambios hasta la segunda mitad del IV, para abandonarse, ya definitivamente, a principios de la centuria siguiente.

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los restos de fauna Carmen Tormo Cuñat

El conjunto de restos faunísticos recuperados ha aportado un importante número de especies que nos han proporcionado una valiosa información sobre las prácticas alimenticias, así como de las actividades pecuarias y cinegéticas desarrolladas en Faldetes. Los materiales han sido hallados principalmente en los rellenos de fosas, aunque también se documentan, en menor medida en el interior de las estancias y en algunos estratos localizados fuera del propio edificio. Su clasificación se ha realizado mediante el método de la anatomía comparada atribuyendo a cada resto óseo la categoría de especie, zona anatómica y lado corporal a través de las zonas de diagnóstico correspondientes, llegando en caso contrario a la asignación de género, familia u orden. Se han utilizado para tal fin las colecciones de referencia del Museu de Prehistòria de la Diputaciò de València, depositadas en su Gabinet de Fauna Quaternària. Los elementos no identificados corresponden a esquirlas de pequeño tamaño pertenecientes a fragmentos de diáfisis de difícil asignación. Fuera de los indeterminados, hemos creado dos categorías: macromamíferos y mesomamíferos, donde quedan agrupados aquellos restos de imposible determinación específica con un tamaño apreciable. En los ovicaprinos sólo se ha podido identificar específicamente cuatro restos de oveja y otros cuatro de cabra (Boessneck, 1980). En los suidos, el problema se ha centrado en la diferenciación entre la forma doméstica (Sus domesticus) y la silvestre (Sus scrofa) debido a la dificultad que comporta esta distinción en una muestra fragmentada. Basándose en criterios métricos para dicha diferenciación, éstas no han sido determinantes, por tanto se han incluido dentro de la categoría genérica (Sus sp.). La cuantificación de los materiales se ha realizado estableciendo el número de restos identificados (NR) y el número mínimo de individuos (NMI) obteniendo sus frecuencias relativas (Klein y Cruz-Uribe, 1984). Para el

cálculo de éste último se han utilizado principalmente las denticiones, completando los datos con el estudio del esqueleto postcraneal, correspondiendo al hueso más representado de cada especie separado por lados corporales. La edad, el tamaño o el sexo de los individuos ha completado su número. Para el establecimiento de las edades de muerte se han tenido en cuenta las secuencias de erupción dental y el grado de desgaste de las mismas, así como el estudio de la fusión de las zonas articulares (Silver, 1980), adoptando según el caso la metodología correspondiente (Payne, 1982; Bull y Payne, 1982; Mariezkurrena, 1983). El estudio biométrico se ha realizado siguiendo las propuestas de Driesch (1976). La altura de la corana se ha tomado en los dientes mandibulares desde la superficie oclusiva hasta la juntura de unión con la raíz en la parte bucal, mientras que en los dientes maxilares se ha medido en la parte lingual (Davis, 1989: 44). También, se han estudiado todas aquellas alteraciones presentes sobre los restos, tanto las relacionadas con el procesado carnicero humano, como fracturas antrópicas, termoalteraciones, y las vinculadas a procesos postdeposicionales, como abrasión, vermiculaciones, corrosión, etc. (Lyman, 1994).

LAS ESPECIES ANALIZADAS La muestra estudiada está formada por 982 restos óseos de los que se ha podido identificar específicamente el 45,12%. Los restos indeterminados corresponden a pequeñas esquirlas y obtienen un porcentaje del 33,40%, mientras que el grupo de los macro y mesomamíferos suman el 21,49% del total. Se ha establecido un número mínimo de 120 individuos que incluyen tanto especies domésticas (NMI: 93 -77,50%-) como silvestres (NMI: 27 -22,50%-). Las especies identificadas son asno (Equus asinus), bovino (Bos taurus), oveja (Ovis aries), cabra (Capra hir-

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

porte, aunque también se puede aprovechar la carne de individuos jóvenes muertos por enfermedad o accidente (sanchis, 2006: 22). sin embargo, los pocos restos hallados y la ausencia de elementos postcraneales en la muestra hacen difícil una interpretación más completa de su gestión económica. la presencia de restos de bovinos (Bos taurus) es bastante marginal. Únicamente se han identificado 4 restos (0,41%) hallados en la fosa 2. se ha calculado un número mínimo de 2 individuos (1,67%). los restos hallados son: un fragmento de clavija córnea, dos premolares pertenecientes a un mismo individuo de edad adulta y un fragmento molar (tabla 3).

Tabla 2. Distribución de las especies según el número de restos (NR), el número mínimo de individuos (NMI) y sus porcentajes relativos.

cus), cerdo (Sus sp.), perro (Canis familiaris), gallo (Gallus gallus), ciervo (Cervus elaphus), conejo (Oryctolagus cuniculus) y perdiz (Alectoris rufa) (tabla 2). el grupo de las especies domésticas supera tanto en número de restos como en número mínimo de individuos (nr: 352, nMI: 93) a las especies silvestres (nr: 91, NMI: 27). Entre las especies identificadas podemos observar el predomino absoluto de las ovejas y las cabras, que junto a los ovicaprinos obtienen un valor del 28,01% en nr y del 52,50% en nMI. la segunda especie en importancia es el cerdo (nr: 6,11%; nMI: 16,67%) seguida de dos especies silvestres: el conejo (nr: 4,79%; nMI: 10%) y el ciervo (nr: 3,26%; nMI: 7,50%). los demás taxones, tanto domésticos como silvestres, tienen una presencia marginal en la muestra. el asno (Equus asinus) está representado por 9 restos (0,91%) y un número mínimo de 5 individuos (4,17%). los 9 restos corresponden todos a molares y premolares de individuos adultos que fueron localizados en los rellenos de fosas y en los estratos extramuros. el asno es utilizado principalmente como animal de carga o trans-

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las ovejas y las cabras (Ovis aries / Capra hircus) son el ganado mejor representado de la muestra con 275 restos (28,01%) y un número mínimo de 63 individuos (52,50%). dentro del grupo ovicaprino sólo se han podido identificar específicamente 4 restos de oveja y otros 4 de cabra, con un número mínimo de 3 y 2 individuos respectivamente. los elementos anatómicos mejor conservados son los dientes, la gran mayoría desprendidos de maxilares y mandíbulas. el segundo elemento mejor representado son las tibias, seguidas de radios y metacarpos. en general, las extremidades posteriores tienen una representación mayor que las anteriores y los elementos axiales apenas se han conservado (tabla 3). los ovicaprinos aparecen representados en todos los grupos de edad de muerte, sin embargo existe una preferencia clara por el sacrificio de los individuos adultos de entre 3 y 6 años (56,14%). En segundo lugar se sacrifican los juveniles entre 1 y 2 años (15,52%) seguido de los adultos viejos entre los 6 y 8 años (8,62%). también se ha documentado un individuo senil mayor de 10 años y un neonato, ambos hallados en el relleno de la fosa 2 (tabla 4). el procesado carnicero de los ovicaprinos se constata por las numerosas marcas de carnicería que han aparecido en sus restos. se han observado cortes profundos en las diáfisis de dos tibias y de un radio, así como fracturas en las diáfisis de un metacarpo, una tibia y un fémur, causadas por un objeto cortante contundente (fig. 69). también se ha documentado el mismo tipo de fractura en la base de una clavija córnea de Ovis aries. estos cortes y fracturas están relacionados con el troceado de los huesos en partes más pequeñas (tabla 5). el ganado porcino (Sus sp.) supone el segundo en importancia en la muestra, tras el ovicaprino, con 60 restos (6,11%) y un número mínimo de 20 individuos (16,67%). los restos mejor conservados han sido los dientes sueltos, sobre todo los mandibulares, seguido de

Los restos de fauna

Tabla 3. Partes anatómicas de las principales especies.

Tabla 4. Número de individuos de cada especie y sus porcentajes relativos incluidos en las diferentes cohortes de edad de muerte.

de las extremidades anteriores (tabla 3). la mayoría de las edades de sacrificio en los suidos se ha determinado por el grado de desgaste oclusal de los dientes. el 75% de los animales consumidos fueron sacrificados entre los 19-23 meses y los 31-35 meses, mientras que el 20% son infantiles entre 7-11 meses de edad (tabla 4). se han reconocido algunas marcas de carnicería, se trata de fracturas en las diáfisis de una tibia y un húmero producidas durante el troceado de los elementos esque-

léticos, y un metapodio con marcas de mordeduras de cánidos. los tres huesos fueron hallados en la fosa 2. el único resto conservado de perro (Canis familiaris) se recuperó en la fosa 2. es un fragmento de coxal izquierdo correspondiente a la parte del acetábulo y el cuello de ilion. este cánido debió ser de tamaño pequeño dada la reducida dimensión de la pelvis. sin embargo, la presencia de los perros en faldetes se documenta de forma más precisa por la existencia de marcas que han

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 69. Diáfisis de tibia de ovicaprino aparecido en fosa 2 UE 1077 (1); diáfisis de metacarpo de ovicaprino con cortes profundos producidos durante las prácticas carniceras aparecido en fosa 2 (UE 1077) (2); epífisis proximal más diáfisis de radio de ovicaprino con cortes antrópicos realizados con objeto metálico aparecido la UE 1019 (3).

dejado en los huesos de los animales consumidos por los humanos. en este sentido, se han podido observar numerosas marcas de mordeduras y arrastres en la superficie de los huesos de algunas especies como cerdo, ciervo y ovicaprino (tabla 5). la presencia de aves de corral está representada por 3 restos de gallo (Gallus gallus) que conforman un número mínimo de 2 individuos. los elementos anatómicos identificados han sido la parte distal de un húmero y la parte proximal de dos caracoides derechos, todos localizados en la fosa 2. no se han observado marcas de carnicería en los restos. Se han identificado 32 restos óseos de ciervo (Cervus elaphus) y un número mínimo de 9 individuos. los

elementos anatómicos mejor conservados son los de la parte inferior de las extremidades, que constituyen los elementos con menor aporte cárnico y los que se desperdician una vez troceado el animal durante las prácticas carniceras. Hay que destacar la aparición de dos metacarpos y dos metatarsos correspondientes a un mismo individuo que se han conservado enteros (fig. 70). La gran mayoría de los restos, incluyendo los mencionados metapodios, se han recuperado en la fosa 2. la muestra se compone además, de elementos de la cabeza, de la extremidad anterior y un fragmento de pelvis, y están ausentes los elementos de la extremidad posterior y los axiales (tabla 3). la altura en la cruz se ha establecido a partir de un metacarpo mediante el factor de Godynicki (1965) con un resultado de 113,06 cm. las alteraciones documentadas sobre la superficie ósea de los huesos son un calcáneo con marcas de mordeduras de cánido, una falange primera quemada en su totalidad con una coloración negro-gris y dos restos con marcas de carnicería. las marcas de carnicería se han observado en un húmero localizado en la e.2 y en un radio hallado en la Fosa 2; se trata de fracturas realizadas en las diáfisis durante el troceado de los huesos. Se han identificado 47 restos de conejo (Oryctolagus cuniculus) (4,79%) y un número mínimo de 12 individuos (10%). de esta especie han aparecido todas las unidades anatómicas, excepto escápulas y vértebras, destacando los elementos de la extremidad posterior. la mayoría de los restos se recuperaron también en la fosa 2. El grado de fusión de las epífisis de los huesos nos indica la presencia de animales adultos y subadultos. las alteraciones documentadas son una diáfisis de fémur y un radio proximal quemados con una coloración negra. no se han observado marcas de carnicería en los restos. Finalmente, se ha identificado un resto de perdiz (Alectoris rufa) correspondiente a la parte distal de un caracoides hallado en la fosa 2.

Tabla 5. Alteraciones observadas en los restos óseos por especies.

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Los restos de fauna

Figura 70. Cervus elaphus. Dos metatarsos (1 y 2) y dos metacarpos, izquierdos (3) y derechos (4), hallados en el relleno fosa 2 (UE 1022).

de los ácidos húmicos procedentes de las raíces de las plantas, así como también marcas de vermiculaciones en la cortical de los huesos; estas alteraciones postdeposicionales observadas en los restos indican la existencia de una elevada cobertura vegetal en la zona.

Figura 71. Distribución del número de restos.

VALORACIÓN DE LA MUESTRA los restos analizados provienen de los distintos niveles de las estancias 2 y 3, en los rellenos de las fosas 1 y 2 y de algunos estratos extramuros (e.e) que se sitúan entre las estancias y las fosas (fig. 71). La mayoría, concretamente el 65,78%, se localizaron en la fosa 2, que actuó como principal vertedero de los restos de animales, mientras que los niveles correspondientes a las estancias han sido los más pobres en restos de fauna. la práctica totalidad de los restos han aparecido con alteraciones producidas por corrosión debido a la acción

también se han documentado alteraciones antrópicas como huesos quemados, en algunos casos calcinados, en su mayoría mostrando una coloración negra; esto indica que los huesos alcanzaron un temperatura superior a los 300º y pudieron llegar a los 700º (nicholson, 1993). otras alteraciones antrópicas son las relacionadas con las prácticas carniceras; de esta manera se han hallado numerosas fracturas y cortes profundos en las diáfisis de los huesos producidas por objetos pesados con un filo cortante, y que corresponden a las marcas producidas durante el troceado de las diferentes unidades anatómicas en partes más pequeñas. Por último, se han observado marcas de mordeduras de cánidos en la superficie cortical de algunos restos localizados en las fosas, y esto puede ser indicativo de que los perros fueron alimentados con los desperdicios de basura doméstica. la fauna se compone tanto de especies domésticas como silvestres, siendo las primeras las más abundantes en número de restos y en número de individuos. el gana-

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

do más consumido sería el ovicaprino, en el que se han documentado tanto ovejas como cabras. Los ovicaprinos están representados en todos los grupos de edad aunque hay un predominio de animales sacrificados a edad adulta, por lo que la gestión del ganado estaría vinculada al consumo cárnico, aunque manteniendo animales mayores de 4 años para la obtención de productos secundarios como leche y lana. El cerdo es la segunda especie en importancia de restos, con una preferencia del sacrificio de animales adultos y juveniles que hayan alcanzado el peso óptimo. El ganado bovino está muy poco representado en la muestra y no parece haber tenido mucha importancia

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económica en Faldetes. Las especies derivadas de las prácticas cinegéticas que han aparecido son el ciervo, el conejo y la perdiz. Del ciervo y el conejo se han documentado todas las partes anatómicas por lo que pensamos que fueron cazados y llevados íntegramente al yacimiento para ser procesados y consumidos. Del mismo modo, la presencia de elementos esqueléticos craneales y postcraneales de especies domésticas con poco contenido cárnico (metapodios y falanges) en fosas y estancias, indica que estos animales eran procesados en el mismo Faldetes. Ello permite plantear la manutención de un pequeño ganado doméstico que se completaría con las actividades cinegéticas.

el hueso trabajado Antonio Guilabert Mas

Se han recuperado 20 fragmentos óseos pertenecientes, al menos, a 13 objetos manufacturados, más 2 identificados como materia prima, consistentes en un fragmento de cuerno de caprino, que presenta un aserrado basto, y un fragmento de colmillo de Sus scrofa, sin trabajar (tabla 6). Las restantes piezas muestran buen grado de conservación, siendo abundantes las meteorizaciones, observándose en los individuos mejor preservados la totalidad de la superficie trabajada. Las técnicas de elaboración resultan difíciles de determinar. En las piezas mejor conservadas se observan huellas facetadas longitudinales, producidas tanto por raspado como por pulimento, obtenido por su frotamien-

to contra superficies lisas de grano fino, especialmente visibles también en las cabezas de los alfileres o en algunos de los fustes, que denotan un posible uso previo de la abrasión. El grado de elaboración del material y el borrado de huellas anatómicas originales nos hace difícil precisar la procedencia de los soportes, si bien por alguna de sus características formales parece existir cierta predilección por los huesos largos de mesomamíferos. El conjunto está dominado por los alfileres de cabello (aci crinalis), con un mínimo de 10 ejemplares de los que sólo 6 conservan la cabeza (fig. 72), seguidos por 2 ejemplares de punzón (subulae) y uno de aguja de coser (acus) (fig. 73).

Nº Inventario

Forma

Parte

Dimensiones

Sección

Tipo

Fa'08/1006-110

Acus crinalis

Completo (salvo punta)

78x4x2,3 mm. Cabeza 7,3x2x3,4 mm.

Circular elipsoidal

tipo XIII (esquemat.)

Fa'08/1018-125

Acus crinalis

Mesodistal

43x2,8x2,5 mm.

Elpsoidal

Mesodistal

38x1,7x1,7 mm.

Circular Circular elipsoidal Elipsoidal Circular Circular Circular Circular elipsoidal ovoide elipsoidal elipsoidal Circular

Fa'08/1025-088

Acus

Fa'08/1025-089

Colmillo suido

Fa'08/1033-016

Acus crinalis

Fa'08/1061-011

Cuerno cáprido

FA'08/1077-362

Acus crinalis

Próximo-mesial

FA'08/1077-363

Acus crinalis

Próximo-mesial

FA'08/1077-364

Acus crinalis

Próximo-mesial

FA'08/1077-365

Acus crinalis

Próximo-mesial

FA'08/1077-366

Subula

Próximo-mesial

7,1x4x4 mm. Cabeza 6x6x5 mm. 43,5x16,1x15,4 mm. 48x3x3 mm. Cabeza 5,1x5,1x5,1 mm. 48x3,4x3,2 mm. Cabeza 4x5x5 mm. 44,2x4x3,6 mm. Cabeza 7,2x5,2x4,2 mm. 36x4x3,5 mm Cabeza 5x3,8x3,3 mm. 42x5,5x5,5 mm.

FA'08/1077-367

Subula

Próximo-mesial

36,4x4x4 mm.

Circular

FA'08/1077-368

Acus crinalis

FA'08/1077-369

Acus crinalis

Mesodistal Mesial Mesial Mesial Mesial Mesial

FA'08/1077-370

Acus crinalis

63,6x4x4 mm. 45x3,5x3,5 mm. 37x3x3 mm. 40,6x2,5x2,5 mm. 34,2x3,2x3,2 mm. 23x3x3 mm. 32x2,5x2,6 mm. 26,4x3x2,8 mm.

Circular Circular Circular Circular Circular Circular elipsoidal elipsoidal

Próximo-mesial

distal

Tipo IIb

Tipo IIa Tipo IIb Tipo III Tipo XIII Tipo Id Tipo Ic

Tabla 6. Tabla-resumen de los hallazgos de las manufacturas de hueso del yacimiento de Faldetes.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

tablecimiento en el yacimiento, especialmente en la UE 1077. Dentro del conjunto recuperado, el grupo más representado es el de las aci crinalis (horquillas para el cabello, integradas dentro del grupo de los elementos de tocador), con un número mínimo de individuos de 10 ejemplares, las cabezas de las cuales han permitido clasificar tipológicamente 6 individuos. El tipo más abundante, siguiendo el trabajo de S. Rascón, J. Polo, G. Pedreira y P. Román (1995a), es el tipo II u horquillas con cabeza esférica, documentándose un ejemplar del grupo III (horquilla con cabeza ovoide) y dos ejemplares de su grupo XIII (cabezas en forma de piña).

Figura 72. Ejemplares de aci crinalis.

Figura 73. Ejemplares de subulae y acus.

Estratigráficamente, la distribución de los hallazgos de utillaje óseo sigue unas pautas muy similares al resto de la cultura material. Salvo el fragmento de cuerno aserrado ya mencionado (Conjunto 2: UE 1061), el resto de los hallazgos se centran en las unidades excavadas en Faldetes, de los que sólo un fragmento distal de acus crinalis se localizó en los niveles de derrumbe (FA’08/1018125), encontrándose el resto de los ejemplares en los rellenos de las diversas fosas que marcan el final del es-

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Los más abundantes corresponden a las horquillas de cabeza esférica, bien en su variante poco diferenciada, tipo IIa (un ejemplar), como en su variante IIb, de cabeza netamente diferenciada del fuste (dos ejemplares). Ambos tipos se documentan en los contextos arqueológicos a partir de mediados del siglo I d.C., prolongándose hasta finales del siglo IV o inicios del siglo V (Rascón et al., 1995b: 312-315; Tabar y Unzú, 1985: 203; Martín, 2000: 207). En el cercano yacimiento de Els Alters (Pascual, 2006: 99), también constituyen el grupo más común, identificándose en este caso dos ejemplares en un contexto de los siglos IV-V, que marcarían el fin de la difusión del tipo. Una variante de éste, aunque netamente diferenciada por su morfología, sería el ejemplar del tipo III (Rascón et al., 1995a: 316-319), acus con cabeza ovoide, que aparece en el mismo contexto que los anteriores, un relleno de fosa obliterado en la segunda mitad del siglo III; la cronología del tipo es similar a la del anterior (Tabar y Unzú, 1985: 203), localizándose en Els Alters en contextos de los siglos III y V (Pascual, 2006: 99). Los restantes ejemplares pertenecen a las agujas con cabeza en forma de piña, tipo XIII (Rascón et al., 1995a: 325-326), si bien corresponderían a la variante lisa (FA’08/1077-365) y una variante no recogida por dicha tipología, con cabeza de piña esquemática y decorada con incisiones que reproducen visualmente las molduras propias del tipo (FA’08/1006-110). Posiblemente pertenecería en origen a este tipo uno de los punzones identificados (FA’08/1077; fig. 73: 2), que presenta en el extremo proximal signos de fractura antigua y posterior reciclado, originando una subula sencilla, de cabeza cónica poco significada, pero que todavía conserva las dos incisiones paralelas que simulan las molduras propias del tipo (Pascual, 2006: fig. 3). Estas horquillas se documentan ampliamente entre los siglos II y IV de la era, concentrándose significativamente en el siglo III (Pascual, 2006: 99).

El hueso trabajado

El segundo grupo más representado es el de los punzones (subulae), que hemos preferido separar aún siendo conscientes de que métrica y morfológicamente presentan las mismas características que las aci crinalis descritas, por lo que emplearemos los tipos de Rascón et al. (1995a) para caracterizarlos. Como hemos comentado líneas arriba, uno de los ejemplares parece ser fruto del reciclado de una antigua horquilla del tipo XIII, que una vez desaparecido el apéndice se transformaría en una subula del tipo Id (Rascón et al., 1995a: 312), fechada desde el siglo I al V, cronología que concuerda con los hallazgos de Els Alters (Pascual, 2006: 98). El otro ejemplar (FA’08/1077-367) pertenece a la variante de cabeza apuntada, tipo Ic, con una cronología similar, aunque es recurrente en el registro especialmente desde el siglo II (Rascón et al., 1995: 312).

Representado por un único ejemplar identificamos un acus (aguja de coser), cuyas dimensiones la separan claramente del grupo de las horquillas. En el ejemplar recuperado carecemos de su extremo proximal, por lo que poco podemos precisar de su morfología, salvo lo reducido de sus dimensiones. En conclusión, las manufacturas óseas identificadas en el yacimiento muestran un patrón de distribución temporal muy similar al del resto de producciones. Los tipos presentes aparecen desde mediados del siglo I d.C., elaborándose hasta finales del siglo IV o inicios del V, si bien la fecha de los contextos, situaría en la segunda mitad del siglo III d.C. el final de la producción de los ejemplares identificados.

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la madera carbonizada Yolanda Carrión Marco y María Ntinou

La vegetación del entorno de Faldetes La Vall del Cànyoles conforma un paisaje de depresiones y sierras con orientación suroeste-noreste en el que se abren extensas zonas bajas, con tradición agrícola desde la antigüedad, mientras que los relieves circundantes constituirían zonas potenciales de aprovechamiento forestal. El medio físico en su conjunto debía de ser un factor esencial para elegir el trazado de la red viaria romana y los lugares de descanso a lo largo de ésta. Además de los obvios motivos orográficos, el paisaje vegetal suponía otro agente a tener en cuenta. Así, las vías romanas se trazaban generalmente por lugares llanos o pasajes entre montañas, aprovechando valles y terrazas y por tanto, cerca de zonas agrícolas, de forma que discurrirían por paisajes bastante antropizados (fig.74). Esto suponía una ventaja para evitar posibles peligros como emboscadas en zonas de vegetación densa o ataques de animales salvajes, siempre y cuando, la cubierta vegetal permitiera al menos el alimento esporádico de los caballos y otros animales de tiro. Sin embargo, es bien conocido el gusto de los romanos por la belleza del paisaje a lo largo del camino, avalado por las recomendaciones

Figura 74. Entorno actual del yacimiento.

de autores clásicos, como Plinio el Joven o Palladio, de ornar los bordes de las rutas con vegetación. Para ello, podía recurrirse a plantaciones, entre las cuales se elogian por ejemplo las viñas suspendidas entre los olmos a lo largo de las rutas del norte de Italia; pero también se proponía la conservación de pequeños bosquetes naturales a intervalos regulares que ofrecían un enclave de reposo a la sombra, y que se convertían frecuentemente en lugares sagrados (Chevallier, 1997: 296). Las fuentes clásicas nos ofrecen una idea de lo que podría ser el paisaje vegetal a lo largo de una vía romana, pero pocos son los datos concretos que poseemos. En este sentido, los restos de madera carbonizada recuperados en Faldetes son un testimonio de la vegetación leñosa existente en las inmediaciones del lugar y de cómo ésta fue utilizada para cubrir necesidades cotidianas de madera y leña en los asentamientos cercanos. El conjunto de especies documentadas en Faldetes correspondería, por tanto, a la vegetación natural de su entorno, así como a posibles cultivos (fig. 75). A partir de los datos disponibles, parece que ésta estaría compuesta principalmente por formaciones de lentisco, coscoja, labiadas y varias leguminosas, siendo el pino carrasco casi la única especie arbórea que salpicaría estas formaciones. Estas especies dan lugar a matorrales termófilos de porte alto, que pueden adquirir una estructura abierta como consecuencia del fuego y la acción antrópica, en cuyo caso se enriquecen en especies como el romero y las leguminosas (Costa et al., 1997: 416). Ambas están presentes en el carbón de Faldetes, aunque dada la naturaleza del registro, resulta difícil valorar su importancia real en el paisaje. En todo caso, se intuye un paisaje bastante antropizado, probablemente típico de las zonas próximas a los campos de cultivo en los fondos del valle. En los enclaves montañosos que circundan el valle, los pinos y algunas carrascas podrían ganar en densidad dando lugar a bosquetes más o menos aislados. En todo caso, no existen evidencias de que en la zona cercana

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Figura 75. Fotos en microscopio electrónico de algunos taxones identificados en Faldetes.

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La madera carbonizada

al yacimiento, las formaciones fueran tan densas como para albergar una vegetación caducifolia importante, ya que ésta está casi completamente ausente entre los restos vegetales identificados en Faldetes. Sólo se han hallado algunos fragmentos de Quercus caducifolio, que en el ámbito biogeográfico en que nos encontramos, debían de corresponder al quejigo. Sí está presente el pino piñonero y/o marítimo, que permiten inferir la existencia en la zona de afloramientos descarbonatados o arenosos, ya que estas especies tienen preferencias edáficas muy marcadas hacia este tipo de substrato. Topónimos cercanos como la “Casa dels Arenals” y el “Coll d’Arena” indican la existencia de este tipo de suelos en el entorno de la Serra Grossa. La vegetación de ribera no está bien documentada en el carbón de Faldetes, de manera que no sabemos qué tipo de formación poblaría estos enclaves. Actualmente, junto al curso que vertebra la red de drenaje, el Cànyoles, sólo se documentan algunos cañares, aunque en otros puntos aún pueden observarse algunas olmedas y choperas, que podrían haber constituido en otros tiempos bosques ribereños. Probablemente, las zonas cercanas a la ribera dejaran notar de forma temprana los efectos de la deforestación, ya que éstas son las primeras que se ponen en cultivo por la calidad de sus suelos. Las especies cultivadas tampoco están bien representadas en Faldetes. Únicamente podría estar presente el olivo, ya que el taxón Olea europaea puede corresponder tanto a éste como a la variedad silvestre, el acebuche. Esta ausencia supondría que en Faldetes no se aprovecharon sistemáticamente los restos de poda como combustible. Algunos de estos parámetros se observan en otro yacimiento romano del valle del río Albaida. En la villa de Els Alters, en L’Énova, los análisis paleobotánicos (de Haro, 2006) han revelado la existencia de formaciones esclerófilas termomediterráneas de carácter seco, con una representación de especies de matorral similar a la documentada en Faldetes (Quercus perennifolio, Olea europaea, Rosmarinus officinalis, Pistacia lentiscus, entre otros) y una escasez significativa de especies arbóreas. En este yacimiento, las especies de ribera son también escasas, lo que podría corroborar la antropización de las zonas ribereñas a lo largo de todo el valle. Esta antropización se debió de notar de forma anterior a época romana, ya que en algunos registros de cronología ibérica, como los de Casa Garrido Nord (inédito), hemos documentado la misma progresión de matorral, dominado por el lentisco, siendo ya escasas las especies

arbóreas. En esta misma época, sin embargo, la pervivencia de formaciones de pino carrasco y carrasca en los relieves cercanos está avalada por su presencia en La Bastida de les Alcusses (Pérez et al., 2011). El pino carrasco está presente también en Faldetes, aunque de forma menos abundante que las especies de matorral. En cronología romana, éste podría encontrarse en retroceso de forma local, marcando así una diferencia espacial en la distribución de las formaciones vegetales, es decir darse una discontinuidad de las formaciones de pino en el paisaje, localizadas fundamentalmente en los relieves que enmarcan el valle. No hay ningún dato que nos lleve a pensar que se hubiera discriminado esta especie como combustible o materia prima para la construcción si hubiera sido más abundante en el paisaje. Lo más probable es que se utilizaran maderas locales, localizadas en las inmediaciones del lugar, fundamentalmente arbustivas.

El uso de la madera en Faldetes En época romana debía de existir un uso generalizado de la madera en las actividades domésticas, artesanales o rituales. Sin embargo, hasta nuestros días sólo queda testimonio de la madera que ha sufrido un proceso voluntario o accidental de carbonización antes de integrarse en los niveles arqueológicos ya que, de otro modo, ésta se biodegrada desapareciendo con ella parte de nuestro patrimonio material. Generalmente, los restos más abundantes en los yacimientos son los desechos de combustible de hogares, hornos y otras estructuras de combustión, así como las maderas utilizadas en la construcción o estructuras muebles, que han sufrido un incendio. Éstas son precisamente las evidencias que hemos documentado en el registro de madera carbonizada de Faldetes. El carbón procede básicamente de dos contextos. Por un lado, los rellenos de diversas fosas son los que han ofrecido la mayor cantidad de los restos carbonizados del yacimiento (fig. 76). En origen, estas fosas habrían cumplido dos funciones: unas de gran tamaño, relacionadas con tareas de extracción de arcilla para la construcción, y otras más pequeñas, con posible funcionalidad agrícola. Las primeras debían de estar en funcionamiento sobre todo durante el proceso de construcción del edificio, mientras que las de funcionalidad agrícola podían utilizarse de forma paralela a la vida del lugar. En todo caso, tras el periodo de uso de este tipo de estructuras, se lleva a cabo la colmatación más o menos rápida de las mismas, siendo frecuentemente reutilizadas como basurero donde se vierten todo tipo de restos materiales

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así pues, el carbón de Faldetes nos permite una aproximación a las necesidades de madera del lugar y los usos a los que ésta era destinada: el combustible

Figura 76. Contextos de procedencia del carbón de Faldetes.

y orgánicos, entre ellos el carbón producto de las actividades domésticas, fundamentalmente el combustible de los hornos, hogares y otras estructuras de combustión. Por otro lado, los carbones recuperados en las estancias proceden tanto de los suelos de ocupación como de los niveles de derrumbe. Los suelos son la superficie de paso y actividad del edificio, que quedan registradas en los materiales acumulados sobre éstos, entre los que se puede encontrar también el carbón procedente del abandono y derrumbe de las estructuras, que reflejarían el elenco de especies utilizadas para la construcción.

las fosas se colmataron probablemente con restos del vaciado de las estructuras de combustión. aunque el material recuperado en ellas es muy abundante en relación a otros contextos, la cantidad de carbón por estructura es desigual, siendo las UUEE 1022, 1074 y 1084 más pobres en restos carbonizados (tabla 7). Las Fosas 1 y 2 presentan una mayor riqueza taxonómica. Estas estructuras son de gran tamaño y están formadas por la unión de pequeñas fosas excavadas sucesivamente, de manera que también su colmatación pudo realizarse en diversas fases y con vertidos de diversa procedencia, lo que explicaría la presencia de un mayor elenco de especies utilizadas. Parece que las necesidades cotidianas de combustible en Faldetes se solían cubrir con las especies disponibles en las inmediaciones del lugar, aprovechándose de forma indiscriminada todas las leñosas disponibles. de este modo, las más frecuentes en el yacimiento están presentes de forma sistemática en todas las fosas, aunque se observan diferencias en sus porcentajes: así, el

Tabla 7. Frecuencias de los taxones identificados en las fosas.

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La madera carbonizada

probablemente por su abundancia y disponibilidad en el medio. esta especie ofrece unas buenas características para este uso, ya que tiene un alto poder calórico y es muy inflamable. Además, el carbón de lentisco aparece generalmente muy alterado, ya que presenta un estado avanzado de vitrificación (fig. 75.6) y numerosas grietas radiales. Se ha demostrado que estas alteraciones se producen frecuentemente cuando se utiliza carbón vegetal como combustible en lugar de madera fresca, caso de los hornos metalúrgicos o de algunas estructuras domésticas de calefacción, tipo braseros (Ludemann, 2006; mc Parland et al., 2008). Podemos por ello intuir que el carbón hallado en las fosas de Faldetes podría proceder del vaciado de estructuras de combustión de este tipo en las que se hubiera quemado carbón vegetal como combustible, aunque éstas no se hayan documentado directamente. Figura 77. Contextos de procedencia del carbón de Faldetes.

La madera de construcción lentisco es dominante en la Fosa 1, la 1072, la 1020 y la 1064; Quercus perennifolio lo es en las Fosas 2 y 1022; mientras que en la 1084, las leguminosas constituyen un 70% de los restos. Esto puede ser resultado de un origen diverso de los vertidos que colmatan las estructuras, que resulta en una desigual proporción de los taxones representados en ellas (fig. 77). el lentisco destaca especialmente por su abundancia en el conjunto de las fosas, de modo que debió de ser explotado sistemáticamente como combustible, favorecido

los niveles de derrumbe pueden contener restos de los materiales empleados en la construcción de paredes y techos, entre ellos la madera. Sin embargo, la conservación de ésta depende de que se haya producido un incendio, sin el cual, la madera se biodegrada de forma natural y desaparece. en Faldetes, estos niveles son generalmente pobres en carbón (tabla 8), lo que hace pensar que no se hubiera producido un incendio importante que conservara toda la madera de construcción. Prueba de ello es la ausencia de grandes restos carbonizados

Tabla 8. Frecuencias de los taxones identificados en los suelos y derrumbes.

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asociados al hallazgo de numerosos clavos de hierro que se han interpretado como clavos para unir tablas, probablemente formando parte de una estructura de elevación, como se ha mencionado en capítulos anteriores. Del mismo modo, de los suelos también se ha obtenido una muestra pobre en carbón. Sólo la E.2 ha ofrecido un registro más rico, tanto en el suelo como en los niveles de derrumbe (tabla 8). En ambos se observa un predominio de restos de pino carrasco y Quercus (sobre todo perennifolio), además de ser los únicos contextos donde se ha identificado el quejigo. La presencia de otros taxones se reduce a unos pocos fragmentos. La comparación de las frecuencias de los taxones identificadas en los suelos y los niveles de derrumbe pone en evidencia la similitud entre estos dos contextos, al tiempo que difiere notablemente de los restos hallados en las fosas (fig. 78). Esto nos lleva a pensar que todo el carbón recuperado en la E.2 tenga una procedencia común. La combinación de especies -pino carrasco, carrasca/coscoja, quejigo- nos hace pensar que en el nivel de derrumbe y el suelo quedara reflejada la selección de aquellas especies de porte arbóreo que por sus características morfológicas serían las más adecuadas para la construcción, bien del techo, de las paredes o de algún elemento mueble adosado a las mismas.

Conclusiones El conjunto de los carbones recuperados en Faldetes ofrece una imagen de lo que podrían ser las formaciones vegetales explotadas en el entorno del yacimiento. A partir de los datos disponibles, parece que éstas estarían formadas principalmente por matorrales termófilos de porte alto con lentisco, coscoja, labiadas y leguminosas, siendo el pino carrasco casi la única especie arbórea que salpicaría estas formaciones. En los relieves cercanos, la vegetación arbórea podría ser más densa, dando lugar a bosquetes de pino y de carrasca con algunos caducifolios. Estas mismas formaciones se documentan ya en época ibérica, lo que podría indicar una estabilidad en el paisaje vegetal y un equilibrio entre las zonas agrícolas y forestales, favorecido por la continuidad que se evidencia también con respecto al sistema agrario desde este periodo. Las formaciones vegetales existentes en el entorno de Faldetes se explotaron sistemáticamente con diversos fines, entre los que se han podido reconocer probablemente su recolección para combustible y la construcción de estructuras, además de otros fines que no han quedado registrados. Se explotan pues, las especies leñosas disponibles en el entorno, sin que haya quedado reflejado un uso de maderas “exóticas” o transportadas desde mayores distancias, ni tampoco un reaprovechamiento sistemático de restos de poda de cultivos como combustible. Las especies utilizadas como combustible quedan reflejadas en los vertidos que se realizan en el interior de las fosas y evidencian un uso mayoritario de lentisco como combustible. Además, las frecuentes alteraciones que se documentan en este carbón permiten inferir la quema de carbón vegetal y no de madera fresca, lo que nos lleva a plantear la existencia de estructuras de combustión que utilizan este tipo de combustible. Estas alteraciones se documentan básicamente en el interior de las fosas agrícolas, lo que indica su colmatación paralela en el tiempo al periodo de vida de la posta, con combustible procedente de hornos metalúrgicos, braseros, etc.

Figura 78. Frecuencias de los taxones identificados en los suelos y derrumbes.

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En general, las Fosas 1 y 2 registran una mayor diversidad de especies que el resto, independientemente del número de fragmentos de carbón analizado en cada una de ellas. Esto podría ser consecuencia de que las fosas pequeñas se colmatan rápidamente, con vertidos puntuales, mientras que las de extracción de arcillas se rellenan durante un periodo más amplio en el tiempo y los vertidos registran un mayor número de actividades domésticas y artesanales.

La madera carbonizada

Los restos carbonizados hallados en los niveles de derrumbe probablemente son reflejo de las especies utilizadas para la construcción o realización de algunos acondicionamientos en madera. Para ello, parece que se ha utilizado mayoritariamente el pino, la carrasca y algo de quejigo, coincidiendo en estos contextos las únicas especies arbóreas documentadas, más aptas para este

fin. La similitud de los taxones documentados en los derrumbes y los suelos de la E.2 nos lleva a plantear que los carbones recuperados en éstos últimos pueden proceder de la dispersión de las propias estructuras constructivas caídas, lo que explicaría por otra parte la existencia de señales aisladas de combustión por el suelo de la estancia.

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los materiales carpológicos Guillem Pérez Jordà

Se han flotado un total de 292 litros de sedimento, que corresponden a 11 muestras. Siete provienen del relleno de diferentes fosas, dos de niveles de relleno y una de uno de los rellenos del Conjunto 2. De todas ellas sólo en dos fosas no se ha recuperado ningún resto carpológico. Las muestras más ricas provienen de dos de las fosas (UUEE 1020 y 1022) y de un estrato de una de las estancias (E.2). En los otros casos los conjuntos carpológicos son bastante pobres y presentan densidades muy bajas (tabla 9). La práctica totalidad de los restos se conservan por carbonización y sólo hay dos casos en los que se presentan mineralizados. Se trata de Celtis australis y de una borraginacea (Echium/Lithospermum), especies que mineralizan con mucha facilidad, lo que dificulta su interpretación, pues podría tratarse de material actual que haya sido introducido por insectos o rodeores en los niveles arqueológicos. En el resto de materiales parece tratarse de restos de combustible desechado tras la realización de diferentes actividades, lo que provocó su carbonización. Sólo en un resto recuperado en la E.2 podría tratarse de material carbonizado en un incendio. La mayor parte de los restos (fig. 79) corresponden a especies silvestres, acompañados en menor medida por un conjunto de restos cultivados, con unos porcentajes de frutales y de leguminosas todavía menores. Este no es un esquema habitual en los regisros carpológicos de yacimientos y debe explicarse por la naturaleza de los conjuntos analizados. Entre los cereales sólo documentamos dos cultivos, la cebada vestida y los trigos desnudos. Estas dos especies son las que vienen caracterizando la cerealicultura de las diferents poblaciones que viven en este territorio desde el inicio de la Edad del Hierro (Pérez Jordà et al., 2007). En numerosas ocasiones suelen estar acompañadas por otros cereales como el mijo o los trigos vestidos, aunque siempre en porcentajes mucho menores. Aunque el número de muestras es reducido,

parece observarse un mayor peso de la cebada, tanto en frecuencia como en número de cariópsides presentes en los diferentes conjuntos analizados. Este predominio de la cebada vestida lo solemos relacionar con el hecho de que es un cereal que se adapta mejor a los suelos pobres, donde es capaz de manetener unos índices de producción mucho mayores que los del trigo desnudo. Por ello solemos observar un mayor peso de la cebada en aquellos yacimientos que cuentan con un entorno no especialmente adecuado para el cultivo de cereales, aunque es cierto que incluso en los casos en los que los suelos son buenos, la frecuencia de estos dos cultivos suele ser pareja. Cabe plantear como posible que esta situación, que tenemos bien documentada en época Ibérica, se mantenga con posterioridad, como consecuencia de la adopción de similares estrategias de producción adaptadas al medio en el que viven. Los otros restos de cultivos corresponden a alguna leguminosa indeterminable, pudiendo incluso estar frente a los restos de alguna de las leguminosas que se suelen desarrollar como malas hierbas de los campos de cultivo de cereales. Finalmente, entre los frutales se documenta la higuera y el olivo. Estos dos cultivos que se encuentran bien asentados en este territorio desde epoca Ibérica, definen una de las características de nuestro modelo agrario. En el que la producción de cereales parece estar orientada fundamentalmente al autoabastecimiento, mientras que son los frutales y los derivados que de ellos se obtienen, principalmente aceite y vino, los que en algunos casos tienen una orientación comercial. En este caso carecemos de elementos para valorar el destino de las producciones en este yacimiento. En la zona excavada no se ha documentado ninguna estructura destinada a la transformación de los productos obtenidos de los frutales, hecho relativamente frecuente en otros asentamientos romanos (Trelis y Molina, 1999). El elenco de especies silvestres es muy destacado. Encontramos tanto especies que suelen desarrollarse

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Tabla 9. Restos recuperados en las muestras analizadas.

como malas hierbas en campos de secano (Centaurea sp., Galium sp., Geranium sp., Lolium perenne-rigidum, Papaver sp., Plantago sp., Rumex sp., Silene sp. y Vaccaria hispanica), como otras que suelen desarrollarse en ambientes ruderales (Apiacea, Artemisia sp., Chenopodium tipus hybridum, Malva sp., Onopordum sp., Polygonum aviculare y Polygonum convulvulus). Junto a estas aparecen también rizomas de Stipa tenacissima, que deben estar relacionados con la recolección y elaboración del esparto y un fruto de Celtis australis.

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laS FOSaS Si analizamos de forma separada el relleno (UUEE 1020 y 1022) de las fosas que han aportado un mayor número de restos (UUEE 1021 y 1023), nos encontramos con un esquema similar al planteado. Entre los cereales un predominio de la cebada vestida sobre los trigos desnudos, un peso muy marginal de leguminosas y de frutales, y un gran conjunto de plantas silvestres. Entre las dos no parece haber grandes diferencias. Predomi-

Los materiales carpológicos

Figura 80. Cultivos. 1. Hordeum vulgare var. vulgare, 2. Triticum aestivum-durum, 3. Ficus carica, 4. Olea europaea. Figura 79. Distribución porcentual de los diferentes grupos.

nan las que suelen desarrollarse como malas hierbas en campos de secano, por encima de las ruderales, aunque es cierto que también encontramos representadas especies que suelen desarrollarse sobre suelos húmedos, como los Geranium sp. Estariamos por tanto ante un reflejo mayoritario de suelos profundos y bien drenados, aunque en los mismos campos pudieran darse zonas más deprimidas en las que la acumulación de agua facilitara el desarrollo de especies más exigentes en lo que hace referencia a la humedad. Otra de las características comunes de estos conjuntos es el prodominio de las semillas de pequeño tamaño. Si seguimos el procesado tradicional de los cereales en el mundo mediterráneo (Hillmann, 1981) este tipo de desechos se eliminan en la fase final de limpieza de los cereales, cuando con un cribado fino se separan todas aquellas semillas de pequeño tamaño que con el aventado y el cribado grueso aun no habían sido separadas de las cariópsides. Hemos de pensar que las primeras fases del procesado de las cosechas se han realizado en los mismos campos o en las eras cercanas y que sólo se realiza en el interior del asentamiento la limpieza final. Proceso que puede ser previo al almacenamiento o realizarse de forma periódica a medida que se van a consumir los cereales. Este repertorio de especies presenta algunas diferencias con el que encontramos habitualmente asociado a los conjuntos de época ibérica. En estos los Lolium, Phalaris y Galium suelen formar la base, pero en este caso este papel pasan a ocuparlo Vaccaria y Geranium. Es cierto que en el momento actual el conocimiento que tenemos de conjuntos carpológicos en yacimientos romanos es tan escaso que estamos lejos de poder hacer

una valoración de estas diferencias. Es posible que correspondan a algún cambio en las prácticas de cultivo que favorezcan el desarrollo de estas especies. Los materiales recuperados en el resto de las fosas son muy escasos. En la Fosa 2 sólo hemos podido determinar un resto de almez, un fruto que puede ser consumido, pero que al conservarse calcificado podría tratarse de una introducción contemporánea. En la fosa 1065 se ha recuperado un rizoma de esparto, un subproducto generado durante la transformación de esta fibra para el trenzado, y que habitualmente después se reutiliza como combustible. Finalmente una semilla de Onopordum, género formado por diferentes especies que habitualmente se desarrollan en terrenos no cultivados, por lo que su llegada puede ser accidental o incluso integrada entre los excrementos de animales. La fosa 1059 ha aportado unas pocas cariópsides de cebada, mientras que la fosas 1068 ha resultado estéril.

laS eStanciaS El muestreo de la E.1 sólo ha aportado un resto indeterminado. Del mismo modo, en el nivel de derrumbe de la E.2 (UE 1069) únicamente apareció una semilla de higo, en cambio su nivel de uso (UE 1089) presenta un amplio conjunto de restos de higos, junto a dos huesos de aceituna y un fragmente de cebada. La única especie silvestre son semillas de Rumex sp., género que suele colonizar aquellos ámbitos en los que se acumulan desechos orgánicos. Es un conjunto con características diferentes a las de las fosas anteriormente analizadas, ya que hay un predominio de las especies cultivadas.

el cOnJuntO 2 La última de las muestras recogidas procede de uno de los rellenos del camino (UE 1056). En ella se recu-

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 81. Especies silvestres. 1. Apiacea, 2. Artemisia sp., 3. Chenopodium tipo hybridum, 4. Geranium sp., 5. Geranium sp., 6. Lamiacea, 7. Compositae, 8. Echium-Lithospermum. 9. Galium sp., 10. Papaver sp., 11. Cf. Hyssopus sp., 12. Lolium perenne-rigidum, 13. Plantago sp., 14. Silene sp., 15. Polygonum aviculare, 16. Polygonum convulvulus, 17. Rumex sp., 18. Vaccaria hispanica.

peró un conjunto de restos formado por: una semilla de cebada, una leguminosa, una Malva sp. y una Vaccaria hispanica. Es un material muy similar al documentado en el asentamiento. La incorporación de estos materiales en el relleno del camino habría que explicarla en el uso de basuras para su relleno en reparaciones posteriores.

Recapitulación Los materiales de este yacimiento nos permiten hacer una aproximación a la realidad agraria de los habitantes de Faldetes. Los cultivos de cereales y de frutales parecen constituir la base agraria, mientras que las leguminosas constituyen un grupo siempre más reducido. Este esquema está documentado en la comarca desde época ibérica, a partir de los datos del poblado de la Bas-

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tida de les Alcusses (Pérez Jordà et al., 2007). Los datos de época romana son más escasos y de peor calidad y se reducen por el momento a fases posteriores en la vila dels Alters de l’Énova, con un esquema presuntamente similar. Estamos por tanto ante la perpetuación de un sistema de agricultura extensiva de secano que se inicia en época ibérica y que sin grandes modificaciones, continúan en los siglos posteriores. En el futuro es necesario aumentar el número de estudios similares para comprobar si existen cambios en los cultivos o en las prácticas agrarias, así como determinar hasta que punto los nuevos cultivos introducidos, principalmente desde oriente, que se detectan en ámbitos itálicos, se expanden por otros ámbitos del imperio.

Parte III. El Sector Norte

LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL SECTOR NORTE José Luis Jiménez Salvador, Elena Revert Francés, Alejandro Samper Lasso, Marina Bartual Tortajada y Tamara Mora Ballesteros

La excavación del Sector Norte del Conjunto 1 de Faldetes se contempló como una actuación integrada en el convenio específico de investigación entre la Sociedad Estatal Acuamed y la Universitat de València para la realización de tareas comprendidas en el seguimiento de obras de la conducción Júcar-Vinalopó1. Los trabajos arqueológicos fueron acometidos entre los meses de abril y septiembre de 2008 por los arqueólogos, Elena Revert, Alejandro Samper, Marina Bartual y Tamara Mora bajo la supervisión de José Luis Jiménez. El objetivo principal no era otro que el de documentar las estructuras que pudieran conservarse en este sector y que en buena lógica debían pertenecer al mismo edificio descubierto en la intervención arqueológica realizada con motivo de la obra del gaseoducto Albacete-Montesa, a cargo de Enagás. Sin duda, el aspecto más relevante de esta construcción rural radicaba en su evidente proximidad con restos de sendos viarios, uno correspondiente con un posible camino ibérico y otro, que con bastante probabilidad pudiera ser identificado con la vía Augusta. En atención al volumen de estructuras documentadas, como se verá a continuación, los resultados de la excavación de este sector (fig. 82) son mucho más modestos que los obtenidos en el sector Sur; aunque gracias a ellos, ha sido posible establecer una estimación de la superficie total que debía ocupar dicho edificio.

El Conjunto 1 En el transcurso de la excavación arqueológica se documentaron los restos de cuatro muros (fig. 83) que por su orientación y técnica constructiva, mampostería a doble cara trabada con tierra, debían guardar relación con las estructuras del Sector Sur pertenecientes al edificio principal, excavadas en la obra del gaseoducto y separadas por una distancia aproximada de unos 20 m. La disposición de estos muros permitió identificarlos con las esquinas noroeste y noreste del citado inmueble. Asimismo, se constató la presencia de abundantes fragmentos de tegulae e imbrices procedentes del derrumbe de alguna de las cubiertas de esta construcción, repitiéndose lo ya evidenciado en el Sector Sur. La esquina noroeste estaba formada por un tramo de muro orientado Norte/Sur (UE 2004) (fig. 84) y fabricado con la técnica de mampostería a doble cara, trabada con tierra y fracción pequeña de caliza. Sus dimensiones: 4,20 m de longitud máxima por 0,67 m de anchura, mientras que las dos hiladas conservadas determinaban una altura máxima de 0,37 m. Este muro marcaba el límite oeste del edificio. Adosado a éste, se extendía otro muro orientado Este/Oeste (UE 2005) (fig. 85), también ejecutado en mampostería a doble cara, trabada con tierra

Figura 82. Zonas excavadas de los Conjuntos 1 y 2 por la realización del trasvase Júcar-Vinalopó.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 83. Conjunto 1. Planimetría final.

Figura 84. Conjunto 1. Vista de la cara oeste del muro (UE 2004).

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La excavación arqueológica del Sector Norte

Figura 85. Conjunto 1. Muros de la fachada noroeste (UU EE 2004 y 2005).

máxima de 0,40 m. Restos de una estructura rectangular, UE 2012, realizada con piedras trabadas con tierra se adosaba a los muros, UE 2004 y UE 2005, formando una especie de banco corrido hueco (fig. 86). Apareció con un estrato de relleno (UE 2011): tierra de color marrón, textura arenosa y compactación media, mezclada con algunos fragmentos de tegulae.

Figura 86. Conjunto 1. Banco adosado al interior de la esquina noroeste.

y fracción pequeña de caliza. Sus dimensiones: 4,40 m de longitud conservada por 0,65 m de ancho y dotado igualmente de dos hiladas que alcanzaban una altura

La esquina noreste estaba constituida por un tramo de muro (UE 2006) (fig. 87), orientado Norte/Sur y fabricado con la misma técnica de mampostería a doble cara, trabada con tierra, aunque en este caso también con restos de material de construcción. Sus dimensiones: 2,70 m de longitud máxima por 0,70 m de anchura y una altura máxima de 0,26 m con una única hilada conservada. Este muro marcaba el límite oriental del edificio. Adosado a éste se encontraba otro muro (UE 2007), orientado Este/Oeste, también ejecutado en mampostería a doble cara, trabada con tierra y fracción pequeña de caliza. Sus dimensiones: 2,88 m de longitud máxima por 0,70 m de anchura y una altura máxima de 0,30 m con una única hilada conservada.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

contrado evidencia alguna del mismo. El exiguo estado de conservación ofrecido por estas estructuras imposibilita cualquier intento de cálculo de sus dimensiones completas, así como de su función. Pero parece innegable su relación con los restos localizados en el Sector Sur, dadas las evidentes similitudes en orientaciones y técnica constructiva. Precisamente, gracias a las dos esquinas, noreste y noroeste, recuperadas en el Sector Norte, ha sido posible establecer una estimación de la superficie total de dicho inmueble.

Figura 87. Conjunto 1. Muros de la fachada noreste (UU EE 2006 y 2007).

Figura 88. Conjunto 1. Detalle del corte estratigráfico en el lateral sur.

Figura 89. Conjunto 1. Detalle de la capa de nivelación con abundantes fragmentos de tegulae, situada en las proximidades de la esquina noreste.

Entre los dos muros que formaban el lado norte de esta construcción se documentó un espacio libre de unos 8 m de longitud (fig. 83). Cabe la posibilidad de que aquí se hubiese dispuesto un acceso, aunque no se ha en-

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En la superficie comprendida entre estas dos esquinas se documentó un primer estrato (UE 2001) (fig. 88) de tierra marrón, textura areno-arcillosa y compactación media, que ocupaba un área aproximada de 32,7 m2, estando cubierto por la tierra de cultivo. Se recogieron numerosos fragmentos de tegulae, 324, así como de imbrices, 105, indicadores del derrumbe de una cubierta, además de un fragmento de plomo y un clavo de hierro. Los escasos fragmentos de cerámica recogidos señalan una cronología en torno a las postrimerías del siglo III y en consonancia con lo evidenciado en el Sector Sur, se interpreta como un estrato de abandono. En las proximidades de la esquina noreste se documentó otro estrato (UE 2002), de tierra marrón similar a UE 2001, que presentaba algunos bloques irregulares de caliza y gran cantidad de fragmentos de tegulae, 895, además de otros 47 fragmentos de gran tamaño y una tegula completa; 326 fragmentos de imbrices, 7 fragmentos de cerámica, de ellos, 5 informes, un clavo de hierro y un fragmento de plomo. En un principio, tenía el aspecto de un derrumbe, pero al comprobarse que este estrato bajaba hasta el nivel arcilloso natural, detalle que se observaba de manera particular en el perfil que quedaba al Sur, se interpretó como una capa de nivelación consecuencia de alguna destrucción anterior (fig. 89). Así lo daba a entender el hecho de que los restos apareciesen muy mezclados entre sí con tierra y ceniza. En la esquina noroeste se documentó la UE 2003, correspondiente a un estrato de derrumbe compuesto por bloques irregulares de caliza y tierra de características semejantes a la UE 2001. En este caso, la cantidad de material arqueológico recuperado fue menor: tan solo 14 fragmentos de tegulae y 7 fragmentos informes de cerámica. Fuera de estas estructuras se halló una fosa o pequeña cubeta de cremación (UE 2008) (fig. 90), excavada en la arcilla natural y que presentaba dos capas diferenciadas que la rodeaban, presentando evidentes signos de rubefacción, la exterior de color anaranjado y la interior

La excavación arqueológica del Sector Norte

en esta excavación como en los sondeos previos, que se extendía por la zona inferior de la zanja (UE 3011) que quedaba al retirar completamente la UE 3001. Otro dato importante referido a este relleno (UE 3001), lo proporcionó la constatación de que en la zona que quedaba frente a los restos de muros que delimitaban el extremo norte del edificio (Conjunto 1), se registró la presencia más abundante de material arqueológico, 265 fragmentos de tegulae y 65 de imbrices, fragmentos de cerámica y de vidrio, 2 fragmentos de clavo de hierro y 2 fragmentos de bronce.

Figura 90. Conjunto 1. Fosa (UE 2008).

de color verdoso. Su forma era oblonga con unas medidas de 0,75 por 0,50 m y una profundidad entre 0,11 y 0,13 m.

El Conjunto 2 Restos del posible camino ibérico también documentado en la intervención del Sector Sur, se han registrado en un área de aproximadamente 2200 m2 (fig. 91), consistentes en una estructura horizontal negativa con aspecto de zanja, delimitada por bloques irregulares de caliza, aunque no en toda su longitud y ocupando una extensión aproximada de 170 m de longitud, entre 4 y 9 de anchura, y entre 80 y 90 cm de profundidad (UUEE 3002-3003). Dicha zanja se distinguía bien al tener entre los muretes un relleno de tierra de textura arenosa, compactación media-alta y color marrón oscuro, que en ocasiones llegaba a ser negro (UE 3001), donde en algunas zonas contenía bloques de caliza de diversos tamaños, a diferencia de la zona exterior, donde aparecía el estrato geológico natural de arcillas rojizas. Una vez excavado dicho relleno (UE 3001), pudo comprobarse que poseía las mismas características desde la cota superior, a la altura de los muretes laterales, que las UUEE 3002 y 3003, hasta encontrar el estrato geológico natural de arcillas en los laterales y la UE 3012, estrato de gravas finas presente en varios paleocauces descubiertos tanto

A lo largo del trazado de este camino, aparecieron varias manchas de carbones y tierra con signos de rubefacción (figs. 90 y 92) que cortaban el relleno del mismo (UE 3001), formando diferentes fosas (UUEE 3004, 3005 y 3010) de pequeño tamaño (60 x 60 cm aproximadamente, siendo la UE 3005 algo superior, 1,06 x 1,08 m). Por otra parte, se delimitaron dos paleocauces situados a ambos lados de la traza (UE 3011) y cortados por la misma, quedando anulados como paleocauce natural (fig. 93). El análisis del conjunto de rellenos documentados en el Sector Norte del Conjunto 2 no permite afirmar con total seguridad que la UE 3011 pueda ser interpretada como posible camino ibérico (fig. 94), si bien es cierto que no se dan las mismas condiciones que las registradas en la excavación del Sector Sur de dicho Conjunto 2, donde sí parece más verosímil esta interpretación, tal y como se expone en el siguiente capítulo.

Los materiales arqueológicos Las excavaciones del Sector Norte han deparado una cantidad muy escasa de restos muebles. No se ha hallado fauna y la presencia de objetos metálicos y de vidrio es meramente testimonial. En cuanto a hallazgos cerámicos, son contados los fragmentos que proporcionen precisión cronológica, presentando el conjunto un deficiente estado de conservación y alto grado de desgaste.

Figura 91. Conjunto 2. Planimetría final.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 92. Conjunto 2. Vista del posible camino ibérico desde el límite oeste de la excavación.

Se hallaron varios fragmentos de vidrio2, entre ellos tres bordes (fig. 95.7-95.9). Los números 7 y 9 tienen aspecto blanquecino y forman parte de conjuntos cilíndricos de tendencia hemisférica, de borde generalmente redondeado y engrosado. El reducido tamaño de los fragmentos impide determinar si se trata de cuencos, escudillas o platos. Corresponden a la forma Conimbriga, 1965, nº 110 – 116. Algunos autores asocian esta forma a la Isings 85b variante, aunque esta aseveración hay que tomarla con cautela. Vajillas de este tipo aparecen en Caesaraugusta (Ortiz, 2001: figs. 14 y 28), Conimbriga (Alarcão, 1965: núms. 110 – 116) y Riocaldo (Xusto, 2001: fig. 49). A estos hallazgos se suman otros estudiados por Price (1981: 478) y piezas procedentes del Molinete en Cartagena y Segobriga (Sánchez de Prado, 2004: fig. 4.4 y 4.5). El tercer ejemplar (fig. 95.8), pertenece a un vaso o cuenco de borde exvasado y engrosado con paralelos en Baetulo (Flos, 1987: fig. 41). Estas piezas que podían estar o no decoradas, generalmente pertenecían a vajillas de lujo con claras influencias tipológicas en perfiles metálicos, a las que en algunos casos sustituyen. Los numerosos hallazgos y su amplia difusión hacen pensar en diversos centros de producción. En cuanto a la cronología, apunta al siglo II y mediados del III, con máxima expansión en el periodo antonino (Xusto, 2001: 302).

Figura 93. Conjunto 2. Vista de los restos del posible camino ibérico y relleno del paleocauce en el extremo suroeste de la excavación.

El Conjunto 2 Como ya se ha indicado en el apartado anterior, en el Conjunto 2 del Sector Norte se descubrieron unos 170 m de la estructura horizontal negativa con aspecto de zanja, de los cuales se excavaron en profundidad unos 60 m, localizados en la parte más occidental. Los materiales se concentran sobre todo en la zona más próxima al establecimiento rural. Los escasos restos de objetos de metal en hierro y bronce, con un mayor predominio de éste, apenas poseen entidad, mereciendo destacarse solo los clavos, cuyo estudio se incluye en el capítulo sobre los metales del Sector Sur.

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El mayor volumen de hallazgos corresponde a los restos cerámicos sin que tampoco pueda hablarse de una gran cantidad, aunque sí suficiente para permitir una aproximación cronológica del relleno de la citada estructura, arrojando unas fechas que abarcan desde finales del siglo I hasta el siglo III de la Era, aproximadamente. En el Conjunto 2 aparecen muchos más fragmentos cerámicos ibéricos (85%) que romanos (15%). Respecto de los primeros, los hay decorados y sin decorar, siendo mucho más numerosos los lisos. Las decoraciones son pintadas en rojo y siguiendo patrones de motivos geométricos, como es habitual en la zona de estudio. En cuanto a las formas, las tinajas, tanto con hombro como sin él, son las más abundantes con diferencia, existiendo además una pátera y una posible olpe o botella. Estos materiales ibéricos no ofrecen precisión cronológica, puesto que su perdurabilidad en el tiempo es muy larga, pero sí testimonian una ocupación ibérica, habitual en todo el Valle de Montesa. La cerámica romana está presente en las mismas UU. EE. que la ibérica. La pieza más antigua es un pie alto de cerámica de Barniz Negro de Cales, en un estado de conservación deficiente, con una cronología situada

La excavación arqueológica del Sector Norte

Figura 94. Conjunto 2. Vista del posible camino ibérico a la altura de las estructuras pertenecientes a la construcción romana del Conjunto 1.

entre los siglos II y I a.C. Por lo que se refiere a vajilla de época imperial, se constata la presencia de Terra Sigillata Hispánica (fig. 95.4 y 95.6) y también Sigillata Africana C. La primera producción está representada por las formas 4, 15-17, 18 y 27; todas ellas de Tricio (La Rioja) excepto el plato forma 4, que posiblemente sea de Bronchales (Teruel). En general es de buena calidad y arroja una cronología de finales del siglo I y principios del siglo II de la Era. La Sigillata Africana C corresponde a una base procedente de Túnez y fechada en el siglo III. Respecto de la cerámica de cocina, hay registrados ejemplares regionales de cocción reductora poco destacables y también africanos; entre éstos una tapadera forma Ostia I-261 (fig. 95.5) y una cazuela forma Ostia III-267, cuyas dataciones abarcan desde mediados del siglo II a la primera mitad del V de la Era.

Fragmentos de cerámica común romana de cocción oxidante, de común romana de cocción oxidante de cocina y de cerámica gris de procedencia desconocida completan el panorama cerámico hallado en el Conjunto 2. Por último, hay que mencionar el hallazgo de solo tres fragmentos de ánforas, dos africanas y una bética, con una fecha comprendida en el siglo II de la Era. El Conjunto 1 La reducida superficie excavada en el Sector Norte deparó un volumen escaso de hallazgos de materiales muebles. Se constató la presencia de restos metálicos informes, tanto de hierro como de plomo, con un mayor predominio del primero. En cambio, no se registraron hallazgos de vidrio. A diferencia del Conjunto 2, aquí es más abundante la cerámica romana (65%) que la ibérica (35%). La ce-

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 95. 1. Cazuela de cerámica africana Lamb. 10 A/Hayes 23B, 2. Sigillata Africana A Hayes )A, 3. Plato tapadera de cerámica africana Hayes 182, 4. Sigillata Hispánica, forma 4, 5. Plato tapadera de cerámica africana Ostia I-261, 6. Sigillata Hispánica forma 18, 7 y 9. Vidrio forma Conimbriga, 1965, nº 110-116, 8. Vidrio indeterminado. UE 2001: 1 y 2. UE 2002: 3. UE 3001: 4, 5, 6, 7, 8 y 9.

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La excavación arqueológica del Sector Norte

rámica ibérica se halló sólo en la UE 2001, con un único fragmento con decoración de motivos geométricos pintados en rojo y el resto sin decorar. Como única forma reconocible hay un borde de tinaja, que no ofrece precisión cronológica. Dentro de la cerámica romana, aparece representada la vajilla de mesa en un fragmento informe de Terra Sigillata Sudgálica y un fragmento de Sigillata Africana A (fig. 95.2), con la forma 9A de Hayes, fechado en el siglo II. En cuanto a la cerámica de cocina, hay escasos

fragmentos regionales de cocción reductora y dos ejemplares de cerámica africana de cocina, una cazuela forma Lamb. 10A/Hayes 23B (fig. 95.1), con una cronología que abarca desde la primera mitad del siglo II a principios del siglo V; y una tapadera forma Hayes 182 (fig. 95.3), que abarca desde mediados del siglo II hasta el siglo IV. Se halló abundante material de construcción, tegulae, una de ellas completa e imbrices, en un derrumbe que cubría la práctica totalidad de la zona a excavar, además de cerámica común romana de cocción oxidante.

NOTAS Nuestro agradecimiento a Juan José Castellano por su colaboración en las labores de seguimiento y durante el desarrollo de la intervención arqueológica.

1

Agradecemos a A. Ramón las observaciones efectuadas sobre los hallazgos de vidrio.

2

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Parte IV. Interpretación de los Conjuntos

El Conjunto 2. Un camino de época ibérica David López Serrano, Carlos Ferrer García, José Luis Jiménez Salvador, Pablo García Borja, Ferran Arasa Gil y José Luís de Madaria Escudero

Los tramos excavados del Conjunto 2 pusieron al descubierto la existencia de una estructura lineal, caracterizada por estar a una cota inferior de la superficie que atraviesa (fig. 96). En total, se descubrieron cerca de 200 m, de los que 83 fueron excavados completamente. El contexto geomorfológico, las características constructivas, los materiales arqueológicos aparecidos y los paralelos existentes en el País Valenciano, nos llevan a interpretar esta estructura como los restos de un camino cuyo origen situamos en época ibérica.

estrato natural, limitada por paredes laterales formadas por muros de una sola cara (fig. 97) y una capa de gravas con cantos rodados en el fondo (fig. 98), con pendiente ascendiente hacia el oeste, aproximadamente del 1,2%.

Características constructivas

En la zona en que se conservan estos muros laterales, la traza del camino mantiene una anchura de entre 3,5 y 5 m, así como una profundidad de 0,5 m entre la capa de rodadura y la parte superior de los muros laterales, que es de suponer sería mayor en época antigua (figs. 31 y 32).

Localizada al norte de Faldetes, bordeándola en dirección este-oeste, se trata de una estructura realizada mediante la excavación de una fosa longitudinal en el

Las características constructivas que hemos documentado son las siguientes: primero se realiza una fosa de sección cóncava que corta al nivel estéril (UUEE 1100

Figura 96. Proceso inicial de excavación del Conjunto 2.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 99. Derrumbe de muro lateral sobre la superficie de rodadura.

Figura 97. Muro lateral UE 101.

Contexto Geomorfológico y 3011); seguidamente, en algún tramo, se acondiciona la fosa con niveles de regularización (UUEE 1086 y 1087); sobre el fondo de la fosa, en el Sector Sur, se documentó una capa de pequeñas piedras, gravas y cantos rodados (UE 1085), que identificamos como tramos de la superficie de rodadura conservada; por último las paredes laterales de la fosa quedan revestidas con muros de una única cara. Se trata de sendos muros (UUEE 101, 102, 3002 y 3003) de mampostería irregular, cuyo estado de conservación es bastante deficiente; en algunos tramos conservan hasta tres hiladas y en otros se habían derrumbado hacia el interior del camino, cubriendo parcialmente a la superficie de rodadura (fig. 99).

Con la finalidad de descartar un origen natural de la fosa, o su posible uso como vaguada antrópica o natural utilizada para el drenaje del agua, se abordó el análisis del contexto geomorfológico y se realizaron una serie de analíticas sobre el sedimento de regularización ubicado entre el supuesto nivel de rodadura y el sedimento estéril. El espacio en el que se halla Faldetes forma parte de la Vall del Cànyoles, atravesada por el citado río. Se trata de un sinclinal delimitado al norte por las estribaciones y laderas calcáreas de la Serra d’Enguera y por las crestas de Els Alters y sus laderas margosas al sur.

Figura 98. Estrato de piedras, gravas y cantos rodados (UE 1085) identificado como la superficie de rodadura.

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El Conjunto 2. Un camino de época ibérica

Figura 100. Esquema geomorfológico del entorno de Faldetes.

En las vertientes meridionales predominan los procesos erosivos, pero en las septentrionales se desarrollan a los pies de los relieves extensos abanicos aluviales y glacis, que contactan lateralmente con el sistema de terrazas fluviales que ocupan el centro de la depresión cerca del curso fluvial (fig. 100). En los abanicos suelen formarse depósitos aluviales con abundantes cantos y bloques subangulosos y subredondeados empastados en matrices limoarenosas. Los glacis, de baja pendiente, están constituidos por depósitos de arcillas, limos y arenas con algunos cantos subangulosos. Finalmente, las terrazas fluviales presentan niveles de arcillas decantadas y pasadas de bloques, cantos y arenas más o menos rodados, en forma de barras de antiguos canales. El ambiente sedimentario en el que se ubica el Conjunto 2 es de glacis, aunque pueden aflorar niveles de abanico de edad pleistocena, cementados, cubiertos por depósitos recientes de fracciones finas. En este contexto, debe ser descartada la posible funcionalidad de los restos que conforman el Conjunto

2 como sistema de drenaje natural o antrópico. Tanto la pendiente como la escorrentía subsuperficial observada que indica la orientación de los flujos de agua, nos llevan a proponer, como se observa en la figura 5, que esta hipótesis es difícil de mantener, ya que el conjunto se orienta transversalmente, de manera anómala a la dirección de éstos.

Estratigrafía y Sedimentología Se llevó a cabo el estudio estratigráfico y sedimentológico de un conjunto de estratos del denominado Sector Sur que forman parte del relleno basal de la estructura con geometría lenticular y a partir de una superficie encostrada. El nivel encostrado basal de sedimentos de abanico aluvial que incluye, particularmente a techo, costras laminares, lo interpretamos como de edad pleistocena. Le siguen tres niveles sedimentarios lenticulares descritos de base a techo (fig. 101).

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

El primero de los niveles (UE 1087), ubicado sobre la costra, está formado por un depósito arcilloso de unos 15 cm de potencia, con grietas de retracción y color rojo anaranjado 5 YR 5/6. La fracción gruesa es poco abundante (5% del total), de litología calcárea y subangulosa. Su estudio sedimentológico muestra que se trata de un sedimento formado por un flujo de baja energía, con concentración en las fracciones de arenas finas y arcillas, típico de un ambiente de glacis, que es en el que se halla el depósito (fig. 102). Los porcentajes de materia orgánica (0,4%) y de carbonato cálcico (55,2%) indican que se trata de un depósito ligeramente edafizado, de rasgos coherentes con el medio en el que se ubica. Puesto que este estrato es definido como de regularización, cabe plantear que para su realización es utilizado bien el mismo material extraído de la realización de la fosa, bien material extraído en sus inmediaciones. Tras este nivel, se documenta otro (UE 1086), que, a su vez, hemos dividido en dos más. El inferior, de entre 5 y 8 cm de potencia, está constituido mayoritariamente de arena (55%) de color marrón claro (7,5 YR 6/4) con cantos y gravas. La fracción gruesa aparece dispuesta con orientaciones distintas a la horizontal, con frecuencias contrapuestas. Se trata de calizas subangulosas y subrodadas. Las arenas, en cambio, son de tamaño muy regular (bien clasificadas), de litología calcárea y cristales de calcita y cuarzo. Éstas se depositaron en un subambiente sedimentario fluvial de energía moderada y continua, una barra arenosa (fig. 102), pero la disposición de la fracción gruesa no se corresponde con este ambiente, ya que no está muy rodada y se dispone de forma anómala en el perfil a las características del flujo original. Se trata de un sedimento procedente en su mayor parte de una terraza o de cauce del Cànyoles, que habría sido depositado allí de forma antrópica.

ques dispuestos de forma que presentan a techo superficies horizontales más o menos extensas que parecen conformar una superficie de pavimento.

Figura 101. Corte en que se localizaron niveles de regularización y se tomaron las muestras.

Un segundo subnivel superpuesto al anterior (misma UE 1086), está formado por cantos (66%) y gravas (9%) con matriz limoarcillosa de color pardo con 10 cm de potencia. Los cantos en su mayoría son rodados y subrodados con fracturas frescas, y las gravas son de material calizo subanguloso muy alterado. Parece tratarse de un sedimento procedente de una barra de cantos y gravas que por su grado de evolución pudiera proceder tanto de los abanicos situados aguas arriba del área donde aparecen, como de las terrazas del Cànyoles. La existencia de fracturas frescas pudiera indicar que el depósito fue sometido a presión en el contexto de su posible uso como vial. Finalmente, el tercer nivel identificado coincide con la superficie de rodadura. Está constituido por cantos y blo-

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Figura 102. Histograma de distribución textural de los sedimentos estudiados. En el eje de abscisas, tamaños en la escala phi, y en el eje de ordenadas, porcentajes de fracción.

El Conjunto 2. Un camino de época ibérica

Los rasgos sedimentológicos del relleno de la estructura muestran de forma clara la presencia de sedimentos de origen antropogénico en gran parte de la UE 1086. Por tanto, las analíticas refuerzan la idea que el conjunto forma parte de la preparación de una superficie de pavimento, en clara relación con la interpretación que relaciona el Conjunto 2 con una vía de comunicación.

Los materiales arqueológicos La gran mayoría de los materiales recuperados corresponden a fragmentos cerámicos de producciones ibéricas y de tradición ibérica. Pero también se han documentado producciones romanas tardorrepublicanas y de inicios del Imperio. En el tramo excavado del Sector Sur, los estratos en contacto con las gravas identificadas como superficie de rodadura presentan cerámicas en su mayoría de adscripción ibérica: fragmentos de un lebes y una pátera de cerámica fina local, así como una urna ibérica de cocina, asociados con 37 fragmentos informes de cerámicas locales y romanas de cocina. Cabe destacar la presencia en este estrato de un fragmento informe de cerámica de cocina africana. En el tramo excavado en el Sector Norte, también se documentaron más fragmentos cerámicos ibéricos (85%) que romanos (15%). Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de estos últimos se recogieron en la zona inmediata al muro perimetral de Faldetes. En este sector no se conservaron los niveles de rodadura, identificándose un único estrato de relleno en la fosa. Los materiales arqueológicos recuperados proporcionan un amplio marco cronológico entre los siglos II a.C. y III d.C.

Los paralelos existentes en el País Valenciano Las evidencias más conocidas de caminos de época ibérica remiten a los restos de carriladas sobre la roca (Broncano y Alfaro, 1990; Abad et al., 2001; Arasa, 2009; Rodríguez y Lumbreras, 2010). Pero en los últimos años se han dado a conocer diferentes estudios sobre otro tipo de vías de comunicación cuyo origen se sitúa en época ibérica o iberorromana y que presentan una técnica de construcción diferente, similar a la que hemos presentado (Espinosa et al., 2005, Pedraz, 2006; Espí et al., 2009). En todos ellos se han documentado tramos realizados mediante la excavación de una fosa a una cota inferior a la del nivel geológico que presentan muros de piedra en los laterales. Es especialmente significativo el caso documentado en el Alt del Punxó (Espí et al., 2009), pues se trata de un camino de época ibérica realizado mediante la excavación de una zanja longitudinal de 5 m de anchura máxima en el nivel geológico. Al igual que el camino conservado junto a Faldetes, también está delimitado por sendos muretes laterales de una sola cara, presentando un estrato de nivelación sobre el negativo de la fosa cubierto por la superficie de rodadura que está formada por cantos y gravas. Se documentaron diferentes niveles de uso, fechando los inicios de su utilización en el siglo V a.C.

Cronología y funcionalidad

Los primeros niveles de relleno sobre la superficie de rodadura documentada quedan fechados en el siglo II a.C., momento en el cual el camino está en uso. Con base en los materiales arqueológicos, proponemos una fecha de construcción en ningún caso anterior al siglo III a.C.

Aunque la fecha de construcción no ha podido precisarse, proponemos un origen ibérico para el Conjunto 2 apoyándonos en cuatro factores: el predominio del material cerámico de época ibérica en el nivel de contacto con la superficie de rodadura; las características constructivas del camino, con paralelos similares; los resultados del estudio geomorfológico; y la orientación del camino hacia el oeste, en dirección al cercano asentamiento ibérico del Castellaret de Baix (fig. 103) y la necrópolis del Corral de Saus (Izquierdo, 2000), que parece abandonarse en la misma época (siglo I a.C.).

No descartamos por completo la posibilidad que la traza del mismo pudiese ser utilizada hasta el siglo III d.C., si bien desde el siglo I d.C. las características de la misma serían diferentes a la inicial, pues en estos momentos los muros laterales se derrumban y la fosa se colmata. A partir de este momento, la imagen del camino ofrecería un aspecto similar al de las primeras fases de su excavación arqueológica (fig. 96), semejante a una pista de tierra situada a una cota similar al paisaje circundante de la época.

El relleno de la estructura ha proporcionado materiales arqueológicos del siglo II a.C., existiendo algunos ejemplares que podrían fecharse en el siglo III a.C. Como hemos indicado, existen paralelos similares cuya primera utilización se adscribe al siglo V a.C., aunque en este caso parece algo forzado llevar los inicios a un momento anterior al siglo III a.C. Su abandono, fechado en el cambio de era, coincidiría con el derrumbe de los muros laterales. Desde este momento, si bien el camino presenta el mismo trazado, su aspecto es considerable-

123

Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

mente diferente. Es un hecho que posiblemente quede relacionado con la puesta en funcionamiento de la vía Augusta. Ello implica que su construcción y primer uso no se relaciona con la edificación romana de Faldetes, pues la fecha de construcción del camino y su colmatación, son anteriores a la del establecimiento romano. A la hora de interpretar su función principal, es difícil determinar si estamos frente a un camino secundario de acceso a un asentamiento o zona de producción, que parte de otro principal, o si estamos frente a los restos de un camino principal que atraviesa todo el valle.

Figura 103. Conjunto 2 con el Castellaret de Baix-Corral de Saus al fondo.

En el primer supuesto, estaríamos frente a un camino secundario de acceso a la zona productiva existente entre la Tuerta 1 y el Castellaret (fig. 104), cuyos materiales se fechan de forma mayoritaria en el Ibérico tardío (Pérez Ballester y Borredà, 1998). En época imperial, la traza del camino podría seguir proporcionando un punto de acceso desde la vía principal a estos enclaves, si bien es lógico plantear que desde estos momentos el camino

Figura 104. Ortofoto con ubicación del Conjunto 2 en relación a los yacimientos de cronología ibérica y romana que aparecen en el inventario de la Direcció General de Patrimoni Cultural Valencià de la Generalitat Valenciana.

124

El Conjunto 2. Un camino de época ibérica

deja de ser utilizado como vial, accediéndose a los enclaves al norte de Faldetes por nuevos trazados. Por otra parte, cabe la posibilidad de que se trate de una vía de comunicación principal que atraviesa la comarca de la Costera desde el periodo Ibérico antiguopleno hasta el cambio de era. Un trazado que la construcción de la calzada romana documentada en el Conjunto 3, interpretada como la vía Augusta, reutilizaría sólo en parte, quedando abandonado en las cercanías de Faldetes como camino secundario en época altoimperial.

Conclusiones La excavación del Conjunto 2 dejó al descubierto los restos de un camino de época ibérica (siglos III-II a.C.). Sus características constructivas básicas se centran en el desmonte del terreno para la excavación de una fosa

lineal, la disposición de muros de contención en los laterales y una capa de rodadura reforzada con cantos y gravas. Estos elementos reafirman la existencia de diferentes modelos constructivos en la realización de las vías de comunicación en época ibérica. En nuestro caso, este camino ascendía por el valle del río Cànyoles en dirección al asentamiento del Castellaret de Baix y la necrópolis del Corral de Saus. Al final de la época ibérica, en torno al cambio de era, el camino se abandona, caen sus muros y su traza se va colmatando. Con la construcción de la vía Augusta a finales del siglo I a.C. y el posterior asentamiento romano de Faldetes, el trazado del antiguo camino ibérico todavía debía ser visible, situándose el enclave entre la calzada principal y el antiguo camino abandonado.

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Consideraciones en torno al Conjunto 3: la vía Augusta a su paso por la comarca de la Costera Ferran Arasa Gil, David López Serrano, Pablo García Borja, José Luís Jiménez Salvador y José Luís de Madaria Escudero

En capítulos anteriores hemos descrito la intervención arqueológica realizada en el Conjunto 3, identificado como los restos de un camino cuya primera fase constructiva podría situarse en época romana. Como la vía Augusta atravesaba la comarca de la Costera siguiendo el corredor de Montesa o del Cànyoles, la hipótesis que planteamos es que el camino encontrado en esta excavación puede identificarse con este importante eje viario. También la interpretación que puede realizarse del asentamiento de Faldetes está relacionada con el paso de la vía.

el Camí Vell d’Almansa, en la partida de Casa Faldetes, sería una fosilización de la vía. Hacia el noreste, la vía seguiría una trayectoria rectilínea por el Camí del Lliso, que presenta tramos fosilizados de la misma. Este trazado atraviesa las partidas de la Casa del Doctor y del Pi hasta verse cortado por la autovía A-7 (fig. 107), y pudo conectar con el viejo camino conocido como Camí del Vint-i-cinc que conduce a la actual población de Moixent, que hoy día prácticamente ha desaparecido por la construcción de polígonos industriales, la vía férrea y la autovía.

El trazado de la vía Augusta por la comarca de la Costera ha sido objeto de diferentes estudios (Sillières, 1990: 267; Arasa y Rosselló, 1995: 111-113; Ventura, 2001: 523-527; Morote, 2002: 225, pl. XXIII-XXVII; Arasa y Bellvís, 2008: 340-345; Pascual y García Borja, 2010: 318-320, fig. 8). Todo parece indicar que entraba en ella por Manuel y la abandonaba por La Font de la Figuera (fig. 105). Sin embargo, el hecho de no haberse encontrado ningún miliario ha contribuido al desconocimiento de su trazado. También los restos arqueológicos que se le podían atribuir eran muy escasos. Entre ellos, una alineación de piedras de 17 m de longitud visible en el Camí del Lliso (fig. 106), en el mismo término municipal de Moixent, que puede corresponder a uno de los umbones o muros de contención de la vía (Arasa y Bellvís, 2008: 343; Pascual y García Borja, 2010: 319, fig. 7). Con esta excavación, en la que se han documentado restos en el subsuelo de una parcela de uso agrícola que con bastante seguridad pueden atribuirse a la vía, se demuestra que no todo su trazado se conserva en superficie y se corresponde con caminos actuales, sino que al menos una parte fue ocupada por particulares para el cultivo y enterrada bajo aportaciones de tierra.

Hacia el suroeste, desde el tramo mencionado del Camí Vell d’Almansa, parece que su continuación sea el camino que cruza el cauce del río y atraviesa las partidas de Casa Ginés y Casa Garrido, para conectar con el Camí de la Venta del Serrano, que a su vez, enlaza con el Camí Fondo que se dirige a La Font de la Figuera. Sin embargo, apuntamos también la posibilidad de que la trayectoria de la antigua vía no cruzara el río en ese punto y que desde el Camí d’Almansa pudiera continuar paralela al cauce del río (fig. 107). Esta opción vendría apoyada por la estrechez del paso así como el propio discurrir del río junto a las faldas de las lomas del Porxí, el Viudo y Garrido. Sea como fuere, a continuación la vía se dirige hacia el sur por el Camí Fondo hasta La Font de la Figuera. Desde allí continuaría por el Camí Vell de Caudete hacia el suroeste (Arasa y Pérez Jordá, 2005).

A la altura del yacimiento de Faldetes, su trazado debió discurrir por el margen izquierdo del río Cànyoles en dirección suroeste, hasta la altura de la partida de Garamoixent o la de Les Cabeçoles Baixes, ya en término de La Font de la Figuera. El tramo conocido como

A los datos de que disponíamos hasta el momento sobre la vía Augusta a su paso por la Costera se añaden ahora los resultados de esta excavación. En ella se ha podido documentar la presencia de un camino del que quedan escasos restos que probablemente pertenecen a dicha vía. Se trata de dos alineaciones paralelas de piedras de mediano y pequeño tamaño, careadas hacia el exterior, que conservan una sola hilada y distan entre ellas 6,20 m desde sus caras externas (figs. 108 y 109). El interior aparece relleno con piedras de diferentes tamaños, con una acumulación de las de fracción media en la parte central (UE 1097), lo que pudo producir el

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 105. Propuesta de trazado general de la las principales vías romanas del País Valenciano según Ripollés y Arasa (2008).

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Consideraciones en torno al Conjunto 3.

abombamiento de su sección con el objeto de facilitar el drenaje del agua hacia los laterales del camino (fig. 110). Sobre esta primera capa se disponen otras formadas por arenas y gravas compactadas de entre 10 y 20 cm de potencia (UE 1058); la parte central se rellena solamente de gravas, con lo que se mantiene una ligera curvatura convexa y simétrica en torno al eje del camino. El hecho de que esta UE se extienda entre ambos muretes permite deducir que es coetánea y debe pertenecer a la primera fase de construcción del camino. Con posterioridad, se depositaron sobre ella diversas capas de entre 5 y 20 cm (fig. 111), formadas por arenas muy compactadas (UE 1057), que desbordan y ocultan aquellos hasta alcanzar una anchura máxima de 9,05 m, con las que se iguala y reduce la curvatura creada (UE 1028) hasta ofrecer una superficie casi horizontal (fig. 112). El hecho de que cubran los restos de la primera capa y amplíen notablemente su anchura, permite deducir que se trata de refacciones posteriores realizadas posiblemente cuando el camino inicialmente construido se encontraba en un avanzado estado de deterioro.

Figura 106. Posibles umbones en el Camí del Lliso.

Una cuestión importante a la hora de asignar una cronología romana a este camino es el material arqueológico hallado en el curso de su excavación. En este sentido, la inexistencia de intrusiones de cronología mo-

Figura 107. Propuesta de trazado de la vía Augusta en las inmediaciones de Faldetes (1) y el Camí del Lliso (2).

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 108. Sección estratigráfica del tramo de calzada excavado.

Figura 109. Vista del camino seccionado con cimentación en planta.

derna y la presencia de materiales romanos e ibéricos, refuerzan la hipótesis de que el camino fue construido y utilizado desde época romana. Se han registrado materiales arqueológicos en las unidades 1057 y 1058. En la primera, se recogieron tres fragmentos de cerámica co-

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mún romana. En la segunda, 68 fragmentos cerámicos mayoritariamente identificados como ibéricos o iberorromanos (algunos decorados con filetes y bandas pintadas) entre los que destaca un fragmento de ánfora, otro de barniz negro ático, uno de cálato, uno de pátera y

Consideraciones en torno al Conjunto 3.

otro fragmento de vaso caliciforme. Junto a este conjunto, en la misma UE 1058 apareció un fragmento de tegula, que permite proponer una fecha para la construcción de este relleno que no debe ser anterior al siglo I a.C. Los materiales más antiguos, entre los que destacan el mencionado fragmento de cerámica ática de barniz negro, debían proceder de algún yacimiento situado en las proximidades del camino y fueron transportados con los sedimentos utilizados en su construcción. Por último, cabe recordar que se excavaron los restos de una larga estructura de orientación noreste-suroeste (UE 123), que discurre en paralelo al camino romano hasta su extremo este. Aunque se ha interpretado como un linde, no descartamos que pueda tratarse de una estructura relacionada con la vía. Sus relaciones estratigráficas no permiten atribuir su construcción al momento de fundación del camino, si bien su orientación plantea que se realizó estando éste en uso, sin que se pueda precisar la época.

Interpretación y paralelos Entre los autores antiguos, es el geógrafo Estrabón (III, 4, 9) quien menciona de manera explícita el paso de la vía Augusta por la ciudad de Saetabis y su continuación hacia el suroeste: “(…) de Tarraco va al paso del Íber, a la ciudad de Dertosa; de aquí, por las ciudades de Saguntum y Saetabis se aleja lentamente de la costa y llega después al llamado ‘Campo de Esparto’ (…)”. Su trazado aparece fijado también por los itinerarios romanos que recogen de manera aproximada la infraestructura del cursus publicus o servicio oficial de transporte, entre los que destacan los Vasos de Vicarello, el Itinerario Antonino y el Anónimo de Rávena (Roldán, 1975; Arasa y Rosselló, 1995: 47-50). De ellos, tan sólo el segundo incluye el trazado completo de la vía por todo el País Valenciano. Según estos documentos la vía pasaba por la posta de Sucro, situada posiblemente a la orilla del río del mismo nombre, después por la ciudad de Saetabis y en dirección sur lo hacía más adelante por otras dos pos-

Figura 110. Cimentación de la calzada.

Figura 111. Vista lateral de los diferentes estratos existentes entre la cimentación y la superficie de rodadura.

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 112. Superficie de rodadura.

tas denominadas Statuas y Turres. Las distancias que da el Itinerario Antonino son de XXXII mp (47,3 km) entre Sucro y Statuas, y de IX mp (13,3 km) entre Statuas y Turres; como sabemos por los Vasos de Vicarello que Sucro se encontraba a XV-XVI mp (22,1-23,6 km) de Saitabi, que aquel itinerario omite, se deduce que Statuas estaba situada XVI-XVII mp al sur de esta ciudad. Por otra parte, la corta distancia que separa Statuas de Turres permite plantear su identificación como una mutatio o establecimiento para el cambio de caballos (Arasa y Bellvís, 2008: 342). La atribución de la fase inicial del Conjunto 3 a la época romana descansa en un triple argumento: la técnica constructiva empleada, su anchura y los materiales cerámicos hallados entre los sedimentos utilizados en algunas de sus capas, que ya hemos visto anteriormente. En cuanto a la primera, diversos autores han reunido la información aportada por las fuentes clásicas y las numerosas observaciones y excavaciones realizadas (Chapot, 1918: 785; Grenier, 1934: 320-321; Adam, 1996: 300302; Chevalier, 1997: 110-111; González Tascón, 2002: 114-118; Moreno Gallo, 2004: 60-187; Davies, 2004: 53-66). Entre los autores antiguos que proporcionan información sobre las técnicas empleadas en la construcción de los caminos destaca Estacio (Silvae, IV, 3, 40-53; Duval, 1959), que describe la construcción de la Via Domitiana entre las ciudades itálicas de Sinuessa y

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Puteoli en el año 95 d.C. por el emperador epónimo. En ella se mencionan los umbones o muros que delimitan el camino y sirven de contención a las diferentes capas de materiales que forman el agger o terraplén, que es el sistema más comúnmente utilizado en terrenos llanos. Estos elementos –como sucede en el cercano Camí del Lliso– son fácilmente reconocibles en superficie como estructuras lineales y normalmente constituyen la más clara evidencia constructiva de una vía romana. Este es precisamente el elemento más significativo hallado en la excavación, del que quedan sendas alineaciones formadas por una sola hilada de piedras (figs. 108, 109 y 111). Estas alineaciones de piedras son los primeros restos mencionados por Senent (1923: 724) en el tramo valenciano de la vía en el Camí Vell de Tortosa (Traiguera), que todavía recoge Morote (2002: 88, lám. IV). En los últimos años se ha señalado su presencia en diferentes puntos del trazado valenciano de la vía Augusta, entre los que podemos destacar sendos tramos descubiertos en el término municipal de La Pobla Tornesa (Castellón), uno de ellos todavía visible de 14,6 m de longitud (Arasa y Rosselló, 1995: 75; Ulloa, 2006: 158, fig. 29); la excavación realizada en el lado oeste de la vía cerca de L’Arc de Cabanes (La Vall d’Alba), que puso al descubierto un tramo de unos 35 m (Ulloa, 2006); el sondeo realizado entre los términos municipales de Vilafamés y La Pobla Tornesa, pocos kilómetros hacia el sur del mencionado

Consideraciones en torno al Conjunto 3.

monumento, que sacó a la luz un pequeño tramo de ambos muros (Arasa y Flors, 2006); y la excavación realizada en el Camino Viejo de Fuente la Higuera (Villena), en cuyo lado SE se descubrió un muro de contención en un tramo de 28 m de longitud (Arasa y Pérez Jordà, 2005). Igualmente la presencia de los umbones se ha documentado en numerosas intervenciones realizadas en diferentes vías hispánicas. Podemos ver algunos ejemplos en el sondeo que practicó Sillières (1990: 417, lám. 8) en la vía Emerita-Italica al sur de Mérida; en los sondeos abiertos en la Vía de la Plata en el tramo que discurre entre el Puerto de Béjar y Valdelacasa (Salamanca) (Ariño et alii, 2004: 149-150, figs. 47-48) y en la entrada meridional de la ciudad de Salamanca a la orilla del arroyo del Zurguén (Salvador y Viñé, 2007: 75, 78, fig. 3, lám. 1-3); en varios sondeos y excavaciones realizados en los alrededores de Emerita Augusta en distintas vías como la de la Plata, el Camino del Peral, el Plantonal de la Vera y la que llevaba a Medellín (Sánchez Barrero, 2010: 81, fig. 41, 52-53, 59, 82, 105, 108-109); y en la excavación desarrollada en el yacimiento de El Beneficio (Madrid) (Jiménez Guijarro, 2008: 371). La capa de piedras que se extiende entre ambos umbones (fig. 110) es la primera depositada en la fossa y constituye, por tanto, la base del agger. Esta capa, que puede asimilarse al statumen que cita Vitrubio en la sección de las cimentaciones, suele estar constituida por piedras de tamaño mediano, como se ha comprobado en algunas de las intervenciones en la vía Augusta a su paso por tierras valencianas. En un sondeo abierto en La Pobla Tornesa (Castellón), Morote (1979: 156-157, lám. III) señala la existencia de una capa inferior de piedras de tamaño mediano. En los dos sondeos efectuados cerca de L’Arc de Cabanes (La Vall d’Alba), Ulloa (2006: 147-150, figs. 17-18) indica que en el situado al norte la capa inferior estaba constituida por gravas, guijarros y piedras de pequeño y mediano tamaño, y en el situado al sur por piedras de tamaño mediano. En el sondeo abierto entre Vilafamés y La Pobla Tornesa, Arasa y Flors (2006: 387, 389, fig. 13) señalan la presencia de una capa formada por piedras de tamaño mediano en la base del agger. Finalmente, en la excavación realizada en Villena se encontró sobre el terreno natural una capa de piedras medianas y grandes (Arasa y Pérez Jordà, 2005: 202, figs. 8, 10). En cuanto al resto de capas depositadas sobre la anterior, tan sólo la UE 1058 parece extenderse entre los límites que constituyen las alineaciones laterales, por lo que debe corresponder a la preparación inicial del camino. Sobre ella, las UUEE 1057 y 1028 rebasan

ampliamente ambos límites y posiblemente corresponden a reparaciones posteriores, realizadas cuando la estructura inicial del camino debía encontrarse bastante degradada. Por ello, deben existir al menos dos fases en la construcción del camino. Con posterioridad, el camino fue ocupado por una parcela dedicada al cultivo, según muestran los surcos de arado conservados en la UE 1027b, que atraviesan la UE 1028 y llegan incluso a la UE 1057; en relación con este cambio de función, tal vez la hilada descubierta sobre la UE 1028 pertenezca a un margen de bancal (fig. 112). Finalmente ya en época reciente, todo ello fue cubierto por una gruesa capa de tierra con el fin de continuar su uso agrícola (UE 1027a). Respecto a su anchura, la distancia existente entre las caras externas de los umbones es de 6,20 m. Sobre la base de un pie estándar de 29,57 cm, esta anchura corresponde a 20,96 pies, prácticamente 21, unas dimensiones que encajan entre las más frecuentes de las vías romanas. En general, la anchura de éstas varía en función de su importancia y de las características de las zonas por donde pasan. Normalmente son más anchas en las cercanías de las ciudades que en el medio rural, donde es suficiente una achura que permita el paso de dos carros en sentido contrario, tal como indica Procopio (I, 14). Anchuras de 4 a 6 m son normales en tramos alejados de las ciudades en vías importantes (Adam, 1996: 303). Grenier señala que la anchura normal se sitúa alrededor de los 6 m. En Gran Bretaña, la media de las principales vías se sitúa en 22 pies romanos (6,5 m), con unos valores más frecuentes entre los 15 y los 20 pies (Davies, 2004: 73-76). En las provincias hispánicas, Sillières (1990: 619-622) señala que la anchura más frecuente es de 20 a 22 pies (5,80-6,50 m). En el caso de la vía Augusta a su paso por tierras valencianas, su anchura se ha podido determinar en dos excavaciones realizadas en lugares llanos y alejados de cualquier ciudad: en la de Vilafamés-la Pobla Tornesa la vía tenía una anchura de 6,40 m, cerca de 22 pies (Arasa y Flors, 2006: 389); y en la de Villena era de 5,80 m (unos 19,6 pies) (Arasa y Pérez Jordá, 2005: 203). Así pues, la anchura documentada en este punto es próxima a la mayor de las dos conocidas hasta ahora en el País Valenciano, y se sitúa en la horquilla de los valores más frecuentes. En conclusión, tanto la técnica empleada en la construcción del camino excavado en el Conjunto 3, como su anchura y los materiales arqueológicos recuperados en dos de las unidades que constituyen el agger, nos permiten determinar con bastante seguridad que se trata de un tramo de calzada romana, cuyas características permiten proponer que estamos frente a la vía Augusta a su paso por la comarca de la Costera.

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El asentamiento de Faldetes. Valoraciones finales José Luís Jiménez Salvador, David López Serrano, Pablo García Borja, Ferran Arasa Gil y José Luís de Madaria Escudero

De manera frecuente, la evidencia arqueológica constata vestigios de estructuras rurales de escasa entidad y por lo general con elementos de identificación insuficientes a efectos de valorar su importancia en cualquier intento de análisis territorial desde una perspectiva histórica. La excavación arqueológica realizada a lo largo de 2008 en el yacimiento de Faldetes no ha escapado de esa situación de conocimiento deficitario que afecta de manera generalizada a la configuración del ámbito rural en Hispania romana. Con todo, la conclusión principal que arroja el presente estudio es la constatación de la existencia de un modesto establecimiento rural romano emplazado entre dos estructuras independientes, interpretadas como sendas vías de comunicación. Una de estas dos infraestructuras ha podido ser identificada con la vía Augusta, y todo parece indicar que esta modesta construcción rural debió surgir al amparo de las oportunidades que deparaba su proximidad física respecto al eje viario más importante de Hispania romana. Los resultados derivados del estudio de los materiales arqueológicos y del propio proceso de excavación, permiten una aproximación a la evolución del edificio y de las actividades de sus habitantes durante su ocupación entre los siglos II y III d.C. Un enclave de carácter privado que debió compatibilizar la actividad productiva de subsistencia con el ofrecimiento a los viandantes de algún tipo de servicio. Ha sido también la evidencia arqueológica la que ha permitido documentar el Conjunto 2, una infraestructura viaria realizada en época ibérica (siglos III-II a. C.), cuyas características constructivas –rebaje del terreno para la excavación de una fosa lineal, la disposición de muros de contención en los laterales y una capa de rodadura con cantos y gravas- refuerzan la existencia de diferentes procedimientos en la construcción de las vías de comunicación en época ibérica. La presencia de este camino vendría justificada por la necesidad de recorrer un tramo del valle del río Cànyoles en dirección al asentamiento del Castellaret de Baix y la necrópolis del Corral de Saus;

un eje viario que se abandonó al final de la época ibérica, en torno al cambio de era. Su final coincidió con la construcción de la vía Augusta, una nueva infraestructura que necesariamente debió ejercer un efecto dinamizador en los territorios por los que discurrió. En este caso, ha sido de nuevo la evidencia arqueológica la que ha constatado que la construcción de Faldetes no coincidió con la fase inicial de operatividad de esta vía, sino que fue acometida ya bien entrado el siglo II d. C., siendo objeto de abandono en la segunda mitad del siglo III.

Características de la edificación La planta resultante de las estructuras documentadas en las dos intervenciones arqueológicas realizadas, adopta la forma de un rectángulo de 26,20 m de longitud (unos 92 pies romanos) y 15,50 m de anchura (55 pies), con orientación noroeste-sureste (fig. 113). La necesidad de ajustar las actuaciones arqueológicas a los límites de afección y expropiación determinados por la ejecución de las obras del Gaseoducto Albacete-Montesa y de la Conducción Júcar-Vinalopó, motivó la excavación parcial de la superficie total del inmueble, estimada en unos 406 m2 (sin incluir la E.3b), quedando sin excavar la parte central, al situarse fuera de los citados límites. En el extremo sureste encontramos la fachada principal, situada al pie del trazado propuesto para la vía Augusta. Esta zona del edificio consta de dos estancias simétricas (E.1 y E.3) dispuestas en las esquinas, separadas por una estancia intermedia (E.2) que interpretamos como una zona de paso hacia el interior del complejo. El suelo de esta estancia mantiene una ligera sección cóncava y se encuentra medio metro por debajo de los niveles de pavimento de los ámbitos adyacentes. Los escasos restos documentados en la Estancia 1 no permiten realizar una aproximación a su funcionalidad, mientras que en la Estancia 3 se localizan dos ejemplares de dolium que permiten plantear un último uso de este ámbito como lugar de almacenamiento. En el exte-

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 113. Planta general del asentamiento rural de Faldetes.

rior de la fachada sureste se localiza la Estancia 3b, un pequeño espacio anexo al edificio principal que carece de cubierta de tejas. En el extremo noroeste, junto a la traza del antiguo camino ibero-romano, se excavó la fachada trasera que cierra este edificio de planta rectangular. En este espacio, o Estancia 4, se constata el derrumbe de una cubierta de tejas, pero no se detectan estructuras que dividan esta zona del edificio, por lo que planteamos que puede

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interpretarse como un ámbito abierto semejante a un patio porticado con una puerta apta para carros. Las fachadas laterales de la edificación se hallan flanqueadas por sendas fosas de grandes dimensiones y planta irregular, una profundidad de más de un metro, diversos frentes de excavación y con las paredes suavizadas a modo de rampas orientadas al suroeste. Al atribuirles una funcionalidad ligada a la construcción, debemos pensar que fueron abriéndose a medida que

El asentamiento de Faldetes. Valoraciones finales.

se requería nueva materia prima, ante ampliaciones, reformas y reparaciones del propio edificio, incluso de la propia calzada romana. Desde un punto de vista meramente arquitectónico el aspecto sencillo que denota tanto su planta rectangular como su tamaño modesto, remite a modelos de construcciones rurales documentados en etapas cronológicas precedentes, notablemente alejadas de la correspondiente a Faldetes. Fuera de toda pretensión de apurar la búsqueda de paralelos, el módulo de Faldetes admite comparación con establecimientos tipo granja ya documentados en el siglo II a. C. Sería el caso de Les Guàrdies (el Vendrell, Baix Penedès), un establecimiento indígena que dio paso a una fase desarrollada a lo largo del siglo II a.C., con extensión hasta la primera mitad del siglo I a.C. (Rigo i Morer, 2003: 327-338; Prevosti, 2007: 68). La parte conservada insinúa una estructura de planta rectangular de unos 345 m2, donde se dibujan cinco estancias, mientras que otras se han perdido. Se trata de un interesante testimonio de hábitat rural de aspecto modesto, tipo granja, de fuerte tradición ibérica, que desde las postrimerías del siglo II e inicios del siglo I a. C. fue incorporando elementos romanos de manera creciente. Es el tipo de hábitat rural que los escritores romanos denominaban tuguria, dedicados a la explotación agrícola, ganadera o artesanal (Enrich, Enrich y Sales, 2008: 209). Por esa misma época, surgió otro tipo de granja, de clara adscripción romana o itálica y módulo sensiblemente superior, con un buen ejemplo representado por la villa del Vilarenc de Calafell, fechada en la mitad del siglo I a. C. y también de planta rectangular, aunque en este caso su superficie aproximada rondaba los 1000 m2 (Revilla, 2003: 285-301; Prevosti, 2007: 71). Estos ejemplos no hacen sino indicar que el modelo adoptado para la edificación rural de Faldetes, contaba ya con una larga tradición, si bien, la gran distancia cronológica que media con respecto a los exponentes apuntados, aleja toda pretensión de establecer una relación más allá de la simple semejanza formal. Atendiendo a su fecha de fundación, a mediados del siglo II d. C., y también desde un punto de vista arquitectónico, la construcción de Faldetes representa una versión más modesta del edificio documentado en el yacimiento de El Beneficio (Collado Mediano, Madrid), con una primera fase situada en torno al tránsito de los siglos I y II d. C. y para el que se ha propuesto una identificación con la mansio de Miaccum (Jiménez Guijarro, 2008: 371-381). Su carácter oficial no admite comparación con el establecimiento de Faldetes, pero desde el punto de vista modular, ambos edificios presentan anchuras similares en torno a los 15 m (50 pies), compar-

tiendo asimismo su relación de proximidad con una vía de comunicación. Como se apunta de manera acertada en el estudio del yacimiento (Jiménez Guijarro, 2008: 385), es evidente que seguimos acusando la escasez de referencias que permitan establecer una correcta identificación de infraestructuras de apoyo a los diferentes tipos de vías. Pero a medida que vayan surgiendo nuevos exponentes, como el que representa el asentamiento rural de Faldetes, podrá avanzarse en esa línea interpretativa.

Desarrollo cronológico Los resultados derivados de la excavación y del estudio de los materiales arqueológicos, permiten proponer que la fundación de Faldetes se realiza en la segunda mitad del siglo II d.C. La presencia en las fosas de materiales arqueológicos cuya fecha de producción es algo más antigua puede interpretarse de varios modos. Bien como deshechos provenientes de algún enclave cercano no detectado; bien como consecuencia de la construcción y tránsito de la vía Augusta; incluso como restos de los habitantes de la propia edificación. De corroborarse esta última posibilidad, cabe plantear que se trate de objetos de larga perduración desechados en el siglo II d.C., o de un nivel más antiguo no detectado en la parte excavada del asentamiento. Siempre con base en la evidencia material, el abandono del establecimiento debió producirse unos cien años después, avanzada la segunda mitad del siglo III d.C. La presencia de los materiales analizados y la ausencia de otros, especialmente de las producciones de TS africana D, TS hispánica media y tardía o TS lucente, así como de acuñaciones posteriores al año 268, sugieren que en el último cuarto del siglo III d.C. el asentamiento de Faldetes no se encuentra habitado.

Actividad económica Los restos faunísticos y carpológicos permiten afirmar que estamos frente a un asentamiento autosuficiente, en el que se practican actividades agrarias y ganaderas, que si bien no son especializadas, sí aportan cierto grado de estabilidad en el abastecimiento del mismo. El estudio de la fauna ha determinado que en el yacimiento se procesan los animales que son consumidos. Si a ello añadimos la variedad de especies y de edades de consumo, parece lógico proponer la existencia de una pequeña cabaña ganadera establecida en los alrededores del mismo. La presencia de restos carbonizados de trigo y cebada nos lleva a sugerir un espacio de cultivo de cereales

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

Figura 114. Fotografía aérea con localización de los restos de Faldetes, Conjunto 2 y vía Augusta.

Figura 115. Panorámica desde el Castellaret de Dalt.

en las inmediaciones del establecimiento, así como la existencia de algunas higueras de las que se recolectan sus frutos. La ausencia de herramientas de uso agrícola y útiles para el procesado de alimentos queda relacionada con un abandono ordenado de Faldetes, pues son

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bienes preciados y fácilmente transportables. Entre estos útiles metálicos, se encontrarían algunos relacionados con el aprovechamiento de las cercanas formaciones boscosas en las que se recolectarían vege-

El asentamiento de Faldetes. Valoraciones finales.

tales silvestres y de donde procedería parte de la fauna detectada en el asentamiento, que se relaciona con actividades cinegéticas complementarias a las labores agrícolas y ganaderas. Se trata de espacios formados principalmente por matorrales termófilos de porte alto con lentisco, coscoja, labiadas y leguminosas, siendo el pino carrasco casi la única especie arbórea que salpicaría estas formaciones. En los relieves cercanos, la vegetación arbórea podría ser más densa, dando lugar a bosquetes de pino y de carrasca con algunos caducifolios. La vajilla documentada, tanto de cerámica como de vidrio, esta formada tanto por servicios de lujo como domésticos. También se han documentado los grandes contenedores o dolia para almacenamiento de productos cultivados o adquiridos vía transacciones comerciales de ámbito doméstico, que no van más allá de las propias para la subsistencia; así como las relacionadas con la posibilidad de proporcionar algún tipo de servicio a los viajeros que transitaran por la cercana calzada de la vía Augusta. De hecho, la gran mayoría de los materiales corresponden con restos propios de un ambiente doméstico. La presencia de algunas monedas y objetos de ador-

no en algunos niveles de abandono o en los rellenos de las fosas, quedan ligados al ámbito de lo cotidiano y no a la producción de objetos de este tipo en el asentamiento.

Funcionalidad de Faldetes en relación con la vía Augusta La consideración del Conjunto 3 como parte de la vía Augusta nos lleva a plantearnos la funcionalidad de Faldetes, es decir, en qué medida su edificación puede estar relacionada con la vía y cuál pudo ser el carácter de este asentamiento (figs. 114 y 115). Respecto a la situación de los asentamientos rurales en relación con los caminos, en general, los agrónomos recomiendan que las villas estén bien comunicadas, sobre todo con la ciudad, el mayor mercado donde podía comercializarse la producción agraria (Catón, I, 1, 2; Columela I, 2, 1 y 3; Varrón, I, 16, 6). Una buena comunicación (iter commodum) es importante, ya que facilita y disminuye el coste del transporte de la producción y garantiza el suministro. Sin embargo, como señala Columela (I, 5, 7), se debía evitar construir al borde de la

Figura 116. Reconstrucción idealizada de Faldetes (dibujo G. Pascual Berlanga).

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Al pie de la vía Augusta. El yacimiento romano de Faldetes (Moixent, València).

vía, ya que resultaban perjudiciales los destrozos de los viandantes y sus continuas peticiones de alojamiento. La mejor localización para una villa es a cierta distancia de la calzada, pero comunicada fácilmente con ella. Según estas recomendaciones, cuando un asentamiento rural se encuentra situado junto a una importante vía de comunicación, puede deducirse que el factor comunicación ha sido determinante en la elección del emplazamiento y que al menos en parte tiene una función relacionada con ésta. Por ello puede afirmarse que buena parte de los asentamientos situados junto a la vía Augusta debían ser establecimientos de carácter público o privado al servicio de los viajeros: una mansio o mutatio o una taberna. No todos los itinerarios parecen distinguir entre establecimientos públicos y privados, posiblemente porque los primeros también atendían a todo tipo de clientela. Esta coexistencia de ambas categorías puede darse también en el caso de asentamientos situados en cruces de caminos (bivia, trivia y quadrivia) u otros puntos de importancia para la viabilidad como los vados de los ríos (vada). En ocasiones, también la proximidad de las estaciones oficiales del cursus puede haber sido un factor determinante en la instalación de hostales y tabernas privadas. La distancia entre los restos constructivos de Faldetes y el camino es de tan sólo unos 10 m, por lo que muy posiblemente en la elección de su emplazamiento fue determinante el paso de la vía. Aunque normalmente resulta difícil distinguir entre los distintos tipos de establecimientos situados junto a los caminos, o sea, entre una mansio, una mutatio y una taberna, creemos que en este caso puede excluirse la posibilidad de que se trate de una posta oficial, y ello fundamentalmente por tres razones relativas a su cronología, superficie y las distancias que la separan de las postas conocidas. Respecto a la primera, los materiales arqueológicos recuperados permiten fijar una cronología para su ocupación entre mediados del siglo II dC y mediados del III, por tanto bastante más tardía que la atribuida a la vía y la infraestructura que la acompaña, así como notablemente más reducida que el periodo de actividad de esta última. De esta manera, la cronología de Faldetes no se corresponde con la de un establecimiento ligado a la construcción de este importante eje viario bajo el reinado del emperador Augusto. En cuanto a las dimensiones del asentamiento, aunque no ha sido excavado en su totalidad su superficie se calcula en 433 m2 (incluida la Estancia 3b), por lo que se trata de una edificación de reducido tamaño que no concuerda con las proporciones de una posta, en la que normalmente se encuentran varias edificaciones con distintas funciones que ocupan una superficie bastante mayor (Corsi, 2000: 80-81, 169-186). Aun pensando en la posibilidad de que se tratara de una mutatio, cuya fun-

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ción para el cambio de caballos permite atribuirle una menor entidad arquitectónica, hay que señalar que no se han documentado elementos metálicos relacionados con la estabulación de équidos y que entre los restos de fauna tampoco se documentan restos de esta especie. Finalmente, Faldetes se encuentra a una distancia que tampoco se corresponde con la señalada por los itinerarios entre las postas de Statuas y Turres (IX mp = 13,3 km). Desde Fernández Guerra (1875: 124) hasta la actualidad la mayoría de los investigadores coinciden en localizar la posta Turres en la población de La Font de la Figuera (Sillières, 1990: 271; Arasa y Rosselló, 1995: 113; Morote, 2002: 175; Löhberg, 2006: 294; Arasa y Bellvís, 2008: 333, 344). Aunque se desconoce su localización exacta, la presencia de restos romanos en la partida de Les Costeres, así como junto al Camí Fondo en las inmediaciones del Barranc dels Molins, y la reutilización de materiales romanos en la construcción de estructuras como la ermita de San Sebastián, proporcionan un importante soporte arqueológico a la reducción y permiten localizarla en su entorno. Así pues, La Font de la Figuera es una referencia geográfica bastante segura para calcular las distancias, y la existente entre esta población y Faldetes es menor de 10 km, por lo que puede asegurarse que este yacimiento no es la posta Statuas, que habría que buscar más hacia el norte. Descartada la identificación de Faldetes con una posta del servicio público de transporte, queda la posibilidad de que se trate de un establecimiento privado. Éstos eran frecuentes junto a las vías, especialmente en las más importantes, y en las fuentes aparecen mencionados con diferentes nombres: taberna, caupona, popina, cenatio, ganea, etc (Kleberg, 1957). Estos establecimientos –de diferente categoría y condición– ofrecían al viajero los servicios necesarios para su alojamiento y manutención, y podían desarrollar al mismo tiempo actividades de carácter agrícola y ganadero. La presencia de posibles hostales y tabernas entre las postas mencionadas por los itinerarios, así como entre los numerosos asentamientos conocidos arqueológicamente junto a la vía, se ha señalado en algunos casos en el tramo de la misma que atraviesa el País Valenciano (Arasa y Rosselló, 1995: 83-84). Probablemente también éste fue uno de ellos, una modesta taberna (fig. 116) situada no lejos de la mutatio de Statuas, y a medio camino entre la ciudad de Saetabis y la posta de Turres, cerca de la cual se encontraba el bivium o divisoria de caminos entre la vía Augusta que descendía por los valles del Vinalopó hacia la colonia de Ilici, y el llamado Camino de Aníbal que se dirigía por tierras de la Mancha y Sierra Morena hacia el Alto Guadalquivir.

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