Al César lo que es del César

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Descripción

Al César lo que es del César

Por Carlos Hoevel

Uno de los fenómenos más desconcertantes de los treinta y un años de
democracia en la Argentina es la persistencia de una cultura política
autoritaria caracterizada por una concepción hegemónica del poder, la
intolerancia en relación a las ideas de los otros y una actitud mítico-
religiosa hacia la figura del líder. Una interpretación muy extendida sitúa
las raíces de este resistente autoritarismo en la influencia de la Iglesia
Católica en nuestra historia. Quienes sostienen esta interpretación se
basan sobre todo en el apoyo brindado por la Iglesia durante el siglo XX
tanto al nacionalismo militarista como al populista –encarnado en el
peronismo- en los que habría buscado alternativamente realizar su sueño de
la "nación católica" por el que derrotaría al Estado laico y liberal
instituido por la Constitución de 1853, reemplazándolo por un Estado
confesional y autoritario o mesiánico-popular sostenido por la fuerza de
las armas, por el apoyo del pueblo considerado como mayoritariamente
católico o por ambos. La tendencia de los últimos gobiernos democráticos a
ejercer el poder de modo hegemónico, no haría sino demostrar la vigencia
subterránea de este autoritarismo. De este modo, y a pesar de todas sus
declaraciones a favor de las instituciones, la presencia política y
cultural de la Iglesia sería todavía hoy un factor potencialmente
perturbador para el afianzamiento de nuestra débil cultura institucional.
Es imposible negar la buena porción de verdad que tiene esta
interpretación. Parte del duro proceso de cambio de nuestro país hacia una
cultura política republicana requiere del reconocimiento honesto de la gran
cuota de responsabilidad de la Iglesia en nuestro pasado y presente
autoritario. No obstante, es preciso también distinguir lo verdadero de lo
falso de esta visión, revisando algunas de sus generalizaciones apresuradas
que alimentan una imagen unilateral de la Iglesia que impide descubrir la
posible contribución de los católicos al renacimiento de la República.
Las posturas nacionalistas e incluso fascistas que adoptaron tantos
católicos europeos y argentinos durante el siglo XX para enfrentar los
excesos anticlericales del Estado laicista no fueron en realidad el
resultado de la tradición más genuina y central de la Iglesia sino de la
adopción de una concepción integrista de la sociedad que heredaron del
tradicionalismo católico francés, una corriente de gran influencia en el
catolicismo surgida como reacción a la Revolución que buscaba volver a la
superposición integrista del poder político y el eclesial que caracterizó a
la Edad Media. Si bien es cierto que el proceso de salida de la Iglesia de
esta concepción fue muy lento y dificultoso –recordemos que el
reconocimiento de la democracia por parte de Pío XII se da recién en 1944-
dicho integrismo autoritario no fue nunca en realidad el resultado de su
auténtica doctrina.
De acuerdo al profesor italiano Massimo Borghesi, autor del libro
recientemente publicado Crítica de la teología política, la enseñanza del
propio Cristo de "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios," la distinción entre la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres en
San Agustín, la subordinación del poder político a la objetividad de la ley
en santo Tomás, la defensa de los derechos de los indígenas frente al poder
imperial y papal en Vitoria, la idea de libertad de conciencia -incluso por
sobre la autoridad del Papa- en el cardenal Newman, la defensa de la
democracia y los derechos humanos en Maritain y las ideas republicanas de
Sturzo, Peterson y Ratzinger, demuestran que la más genuina tradición
intelectual de la Iglesia ha rechazado siempre una concepción mítico-
religiosa o carismático-autoritaria del poder político.
En su obra de investigación Los orígenes del orden político, Francis
Fukuyama sostiene que, contra lo que habitualmente se cree, la Iglesia fue
un actor histórico fundamental para el surgimiento en el mundo del rule of
law (gobierno de la ley). El nacimiento gradual en la Edad Media de un
sistema de equilibrio y controles mutuos sobre los que se basaría luego la
república liberal moderna fueron posibles, en su opinión, sólo en Occidente
precisamente por la fortaleza de una institución como la Iglesia que pudo
limitar al poder político, algo desconocido en las teocracias orientales.
Por otra parte, la Iglesia fue la primera institución en el mundo
organizada en base al gobierno de las leyes (derecho canónico) por sobre el
gobierno de los hombres. La institucionalización de los sacerdotes célibes,
sin posibilidad de heredar o legar propiedad, basada en el cumplimiento de
normas imparciales fue el modelo sobre el cual se haría el pasaje del poder
patrimonialista y personalizado de los príncipes y señores feudales al
sistema de funcionarios con cargos no hereditarios regidos por la ley que
constituye la esencia del Estado weberiano moderno.
Aunque la tentación teocrática ha sido parte de la historia de casi
todas las religiones y también de la Iglesia, el fenómeno del totalitarismo
moderno se debe en realidad más a una divinización del poder político como
resultado de la secularización de la religión por ideologías como el
marxismo, el fascismo, el nazismo y las mencionadas formas de integrismo
político que a la religión en sí misma. A pesar de que, incluso hoy en día,
existe todavía la tentación entre algunos católicos de reconstruir una
teología política de raíz populista acordada entre las cúpulas eclesiales y
civiles "en nombre del pueblo", estoy convencido de que la mayoría de los
católicos creen que la Iglesia argentina debe continuar por el camino
indicado por el Concilio Vaticano II que es el del reconocimiento de los
errores autoritarios del pasado y el del regreso a la tradición más genuina
de la Iglesia que apunta a una clara distinción entre el poder religioso y
el poder político. ¿Será suficiente esta mayoría de católicos -y de no-
católicos conocedores del aporte de la Iglesia en la historia de las
instituciones que ponen un límite al poder- para darle a la Iglesia
argentina el lugar humilde pero imprescindible que le corresponde en la
tarea de reconstrucción de la cultura republicana tan necesaria en la
actual coyuntura histórica del país?


El autor es Doctor en Filosofía, miembro de la Revista Católica
Internacional Communio
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