Ajuste y pobreza a fines del siglo XX EDHASA (S. Torrado) 2010

May 27, 2017 | Autor: Javier Lindenboim | Categoría: Development Economics, Argentina, Inequality (Economics), Poverty and Inequality, Estudios Sobre Pobreza
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Descripción

Ajuste y pobreza a fines del siglo XX[i]

Javier Lindenboim

¨Dichosos ustedes los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios.
¨Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, pues quedarán satisfechos.
Lucas 6: 20-26




Introducción

El análisis de la pobreza en el marco del estudio sobre lo que dio en
llamarse el costo social del ajuste nos ubica directamente en el meollo de
las contradicciones del capitalismo en general y de la forma concreta que
el mismo adopta en países como el nuestro (en un tiempo denominados
"dependientes", en otro "subdesarrollados" y más recientemente "economías
emergentes").

Una cuestión relevante, sin duda, refiere a las conexiones entre
dicho ajuste y la agudización del deterioro de las condiciones de vida de
la población argentina en el último cuarto del siglo XX, sin olvidar que
"pertenecemos a una civilización edificada sobre la contraposición entre
trabajo y pobreza, según la cual el trabajar sería suficiente e infalible
conjuro contra la penuria personal" (Danani, 2008b). No obstante --y contra
ese "mandato civilizatorio"-- abundan los elementos que corroboran que gran
parte de los pobres son personas que tienen empleo.

En cada país el funcionamiento del sistema está mediado por las
políticas singulares que se aplican. En nuestro caso, parece no haber dudas
acerca de la incidencia que las políticas aperturistas de los años setenta
(que alcanzaron mayor profundidad durante su revitalización en la última
década del siglo XX) han tenido sobre el deterioro de la calidad de vida de
vastos sectores de la población y, por consiguiente, sobre los niveles de
pobreza. Trabajos claves sobre esos años (INDEC, 1984:7; Minujín, 1993:22-
25) han señalado claramente que a la salida de la dictadura en Argentina
nos encontrábamos --en ese sentido-- con un fenómeno si no nuevo, al menos
de características mucho más intensas que en el pasado. Pero, ¿en qué marco
ocurría eso?


El contexto regional y local a comienzos de los años setenta

En el entorno de un mundo agitado por la descolonización e influido
notablemente por la agitación política/ideológica en lo que entonces se
denominaba "Tercer Mundo" (incluyendo claro está la fuerte impronta de la
Revolución Cubana), la vida social y política latinoamericana estaba
intensamente sacudida dando lugar a variadas formas de lucha, incluso
violentas, enfiladas a la búsqueda de sociedades más justas e igualitarias.

Las tres décadas "gloriosas" (como fueron definidas en algunos países
centrales --como los de Europa-- en alusión al lapso que va desde la
inmediata posguerra hasta comienzos de los años setenta) consolidaron en
muchas sociedades del hemisferio norte Estados de Bienestar con diverso
grado de extensión. América Latina no estuvo ausente de tal proceso y en
algunos países, como Argentina, alcanzaron cierto desarrollo no menor.

En el caso argentino, la mención al Estado de Bienestar remite
principalmente al gobierno peronista de la inmediata posguerra. Se ha dicho
que --por entonces-- los tres principios básicos en materia de política
social (discrecionalidad, contribución y ciudadanía) ya funcionaban en
forma simultánea (Grassi et al, 1994; Isuani, 2008). Con anterioridad, la
enseñanza primaria, obligatoria y gratuita --entre otras intervenciones--
ya configuraba una sólida base para el ascenso social que incluso abarcó a
los amplios contingentes de inmigrantes. También después del golpe militar
de 1955 se produjeron ciertos avances. De hecho, el decenio que va desde
los primeros años sesenta hasta 1974 constituyó un lapso que resumió el
fortalecimiento del capitalismo, el aumento de la productividad del trabajo
asalariado en actividades del sector secundario, de concentración del poder
económico, de importante crecimiento económico[ii] y de sensible
recuperación de la participación del sector asalariado en la distribución
de la riqueza generada (Rapoport, 2006:542; Lindenboim, 2008:43), en un
marco de incorporación de instituciones tanto de promoción del desarrollo
como de protección social.[iii]
Es este el contexto en el que el poder económico dominante
internacionalmente reacciona de manera inusitada. Los detonantes fueron
tanto la gran depreciación del dólar (la onza troy pasó de 35 a 350
dólares)[iv] como el notable aumento del precio del petróleo[v], en gran
medida derivado de dicha devaluación de la moneda estadounidense.
Contemporáneamente, fueron galardonados con el premio Nobel dos exponentes
del pensamiento económico más opuesto a la intervención estatal: Friederich
von Hayek en 1974 y Milton Friedman en 1976. Tales hechos precedieron
(¿preanunciaron?) a lo que luego se conoció como la "revolución
conservadora" personificada por Ronald Reagan (presidente de Estados Unidos
entre 1981 y 1989) y la Primera Ministra británica, Margaret Thatcher,
quien ejerció su cargo desde 1979 hasta 1990. Si, al decir de Offe (1988:27-
28), en los sesenta la izquierda afirmaba que "así no se puede seguir", en
los setenta esa misma frase cambió de sentido dando sustento a la acción
desde la derecha.

Como no podía dejar de ocurrir, la crisis petrolera y la impronta
conservadora desatadas a escala internacional se expresaron también en
Argentina, aunque las formas, los actores, los momentos, variaran. Al mismo
tiempo en que se fortalecía la Doctrina de la Seguridad Nacional (según la
cual el "peligro" podía originarse en los propios pueblos de la región) se
visualizaron los efectos mundiales de los cambios económicos. Uno de los
primeros impactos locales del alza del petróleo fue el racionamiento de
combustibles de comienzos de 1974 en el país. A mediados del año siguiente
se verificó el ajuste propuesto durante el gobierno de María Estela
Martínez de Perón, recordado como el "rodrigazo". Luego, a comienzos de
1976, el alzamiento militar contra ese gobierno inauguró un período de
represión política de inusitada virulencia en combinación con la
instauración de políticas económicas claramente acordes con las nuevas
condiciones internacionales.

De tal manera, los comienzos de la década del setenta reflejaban un
momento de crecimiento económico y de mejoramiento distributivo aunque no
faltaban evidencias del debilitamiento del modelo sustitutivo de
importaciones y de consiguientes tensiones económicas, sociales y
políticas.


Recaudos metodológicos


2.1. La organización del texto

En este capítulo, entonces, procuraremos poner en evidencia los efectos en
materia de pobreza e indigencia derivados de los cambios aludidos (locales
e internacionales) a lo largo del último cuarto del siglo XX en Argentina.
Es decir que la mirada será no sólo económica, sino que en todo momento se
intentará articularla con una perspectiva de naturaleza política.

Con el propósito de hacer más sencilla la exposición, en la siguiente
sección se enuncia --de manera condensada--, los encuadres conceptuales y
metodológicos necesarios.

A continuación, entonces, se realizará un ejercicio de recopilación
de la evidencia empírica disponible en procura de identificar los rasgos
dominantes del proceso tendencial de empobrecimiento de la mayor parte de
la población en el último cuarto del siglo pasado, evitando la reiteración
de los aportes específicos brindados por otros especialistas en la materia.
Dentro de las posibilidades, se subdividirá el análisis temporalmente. En
consonancia con lo realizado en otros capítulos de esta obra, se procurará
distinguir el contexto previo (primera mitad de los años setenta), el
período de la dictadura (1976-1983), el primer gobierno democrático (1983-
1989), la década signada por el menemismo (1989-1999) y finalmente la
declinación económica y política que envolvió al frustrado gobierno de la
Alianza hasta el momento más duro de la crisis de 2002.

Asimismo se hará un balance y cuadro de situación conjugando la
información mencionada con los sucesivos "momentos" del proceso político y
económico característicos del período bajo análisis.


2.2. Pobreza e indigencia. Conceptos y medidas

Es difícil imaginar un contenido socioeconómico que tenga un tratamiento
más extendido que el que nos ocupa, al menos en las décadas recientes. Más
aún, las políticas de ajuste aplicadas en Argentina y en toda América
Latina siguiendo los lineamientos neoliberales (condensados luego en el
Consenso de Washington) produjeron --es sabido-- marginación, exclusión y
pobreza, y tal situación devino también en numerosos estudios de formas,
alcances y motivaciones de lo más diversas.[vi]

Las preocupaciones en torno de la pobreza (y de la indigencia como
una situación particularmente intensa de aquella) procuran en general
trascender la mirada puramente económica aunque también, de manera
habitual, terminan centrando la observación en variables referidas al
ingreso monetario o al consumo. En este texto se pone el acento en las
variables de naturaleza económica, sin perjuicio del reconocimiento de la
complejidad correspondiente a las desigualdades sociales y de las múltiples
raíces y manifestaciones de la inequidad característica del
capitalismo.[vii]

La literatura sobre el tema sugiere una fuerte conexión entre los
conceptos adoptados como relevantes para el estudio de la pobreza y las
opciones metodológicas disponibles o construidas al efecto. En el marco de
los estudios económicos latinoamericanos las definiciones se vinculan,
habitualmente, con las nociones de necesidad, estándar de vida o bien de
insuficiencia de recursos.

Desde el punto de vista operacional, el primer enfoque se asocia con
el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) utilizado
inicialmente por el INDEC en el estudio de la pobreza en Argentina (INDEC,
1984). En este caso la atención no está puesta en los ingresos disponibles
sino en la cobertura o no de dichos requerimientos esenciales.[viii] El
segundo se vincula con el "método de líneas de pobreza a partir del costo
de las necesidades básicas". A la inversa del caso precedente, se asignará
condición de pobre a la persona cuyo ingreso (o consumo) no alcance un
umbral predeterminado.

Correlativamente, al método de las NBI se le da el nombre de
"directo" pues se supone que apunta a apreciar las condiciones de vida de
la población de manera inmediata. Por su parte, al de la línea de pobreza
se le adjudica el carácter de indirecto pues "sólo" nos informa de la
disponibilidad de recursos para acceder a los satisfactores en cuestión.

Siendo preponderantes las alternativas conocidas como NBI y Línea de
Pobreza a las que se aludía precedentemente, se ha planteado que no sólo no
deben ser consideradas como contradictorias o excluyentes, sino que podrían
y deberían ser tomadas como instrumentos coadyuvantes. Eso dio lugar a un
nuevo enfoque denominado "combinado" que surge de superponer las dos
clasificaciones del universo poblacional analizado.

En el esquema resultante de tal combinación de situaciones (que
supone la posibilidad de clasificar determinado universo poblacional
simultáneamente desde ambas perspectivas) resultan configuradas cuatro
situaciones típicas, tal como se observa en el esquema que sigue.

Esquema de tipificación de hogares

"LP/NBI "Hogares con NBI "Hogares sin NBI "
"Hogares Pobres "Pobreza Crónica "Pobreza Reciente "
"Hogares No Pobres "Pobreza Inercial "Hogares en Condiciones "
" " "de Integración Social "


Fuente: Feres y Mancero (2001: 27)

El núcleo "duro" de la pobreza se encuentra en la celda superior
izquierda (Pobreza crónica) pues reúne a la población con dificultades
"estructurales" en sus condiciones de vida y que, al mismo tiempo, no
cuenta con los ingresos mínimos necesarios para las necesidades más
elementales. La celda inferior izquierda corresponde a quienes han podido
superar la barrera o el umbral de los ingresos monetarios imprescindibles,
aunque sus condiciones todavía son desventajosas (Pobreza inercial). La
persistencia de esta situación favorable para el hogar a través de un lapso
prudencial puede derivar en la superación de la restricción por NBI. A la
inversa, los hogares que no alcanzan el mínimo de ingresos requerido, pero
cuyas condiciones "estructurales" no son definidas como desventajosas,
están en una situación intermedia. A este grupo se le ha dado el nombre de
Pobreza Reciente el cual puede constituir un grupo transitorio en dirección
hacia la situación Crónica ya definida, en el caso de persistir la
insuficiencia de ingresos corrientes. Finalmente el último cuadrante
corresponde al sub-universo de hogares que, al momento del relevamiento, no
presenta desventajas desde ninguna de ambas alternativas.

Las aproximaciones hechas sobre la base del ingreso o del consumo,
con todo, han sido objeto de críticas variadas y dieron lugar a propuestas
innovadoras. Entre ellas, se encuentra la elaborada por Amartya Sen. A lo
largo de sus diversos aportes, dicho premio Nobel desarrolló una
aproximación "multifuncional" a las cuestiones del bienestar y la pobreza
de las personas. Cuando se evalúan los logros y las capacidades de las
personas para obtenerlos se pasa a evaluar sus acciones y, por tanto, no
solamente su situación en un punto del tiempo y del espacio. Ahora bien, la
mayor dificultad aparece a la hora de transformar esta conceptualización en
indicadores concretos. De allí que habitualmente se vuelve a los
indicadores antes mencionados y, por tanto, a los enfoques a ellos
asociados, centrados en los ingresos o el consumo.

En términos marxistas, hay también enunciaciones sobre la
"pauperización absoluta y relativa". La participación del ingreso salarial
en el producto total sería una medida apropiada para estimar tal tipo de
situación relativa de un sector de la sociedad, los trabajadores
asalariados. Más allá de lo que pueda postularse sobre el stock de riqueza,
su flujo --es decir, la producción de bienes finales en lapsos temporales
definidos-- se transforma en ingresos de los participantes en el proceso
productivo. Si reducimos esos participantes a sólo dos componentes
centrales (empresarios y trabajadores) podemos entonces relacionar el
ingreso obtenido por uno de ellos (la masa salarial, por ejemplo) con el
total de la riqueza creada o adicionada en ese ciclo productivo para
apreciar su importancia proporcional. De donde si el producto crece más
rápido que el salario entonces éste queda en desventaja relativa. En estos
términos, se pauperiza respecto del resto.[ix]

Por su parte, la capacidad de compra del ingreso del trabajador
asalariado --el salario real o indicadores similares-- sería expresión del
carácter absoluto en términos de la canasta usada para deflactar el ingreso
nominal. Si los precios de los bienes que consume este sector aumentan más
que su salario nominal, su situación, céteris paribus, declina
absolutamente.[x]


2.3. Restricciones en cuanto a información

El primer relevamiento sistemático realizado a partir de una fuente
exhaustiva como un censo sobre la pobreza fue realizado a poco de
instalarse el primer gobierno democrático. Es el conocido estudio sobre la
pobreza en Argentina (INDEC, 1984). De allí en adelante fueron escasos e
incompletos los ejercicios para continuar una serie histórica comparable al
respecto.

Durante los años ochenta, y en especial en la última década del siglo
XX, se multiplicaron los estudios que alternaban la mirada en base a las
"necesidades básicas insatisfechas" con aquellas que atendían a una (o
varias) línea de pobreza.

Con anterioridad sólo existen informaciones parciales
territorialmente (por lo común circunscriptas al AMBA) y metodológicamente
no homogéneas, pues en su momento la Encuesta de Hogares no estaba
formulada con tal tipo de propósitos. Es por eso que varios estudios aluden
a evidencias de ese ámbito metropolitano respecto de algunos momentos
aislados, pero es importante tener en cuenta que en aquellos resultados es
posible que se superpongan cambios efectivamente acontecidos en nuestra
sociedad con otros derivados de los problemas mencionados de las fuentes
disponibles.

Por otra parte, mientras hay amplia coincidencia en señalar la
estrecha relación entre las situaciones de pobreza e indigencia con el
funcionamiento del mercado laboral, no existen series oficiales o no son
plenamente homogéneas --y, por lo tanto, confiables-- en dos aspectos
centrales: salario real y participación salarial. El primero es el relativo
al análisis del salario medio vigente en la economía y su evolución en las
últimas décadas. El otro --vinculado al precedente pero que proporciona
diferente perspectiva-- es el relativo a la parte del ingreso nacional que
queda en manos del sector del trabajo, en clara distinción de la
apropiación empresaria. Sobre esto ya hemos dicho que las carencias de
información son notables (Lindenboim, 2008: 59-67).

En reemplazo de la información inexistente o insuficiente, o al menos
como alternativa, se desenvolvieron variados estudios que apuntaron a
identificar las disparidades apreciables en materia de percepción de
ingresos por parte de las personas u hogares. Buena parte de las evidencias
disponibles aluden, justamente, a dicha desigualdad a través de la
utilización de un conjunto de indicadores que en el país y en el mundo se
han venido utilizando con tal fin.

El inconveniente, por cierto, radica en que estos mecanismos si bien
contribuyen a precisar la cuantía de la desigualdad o rasgos propios de las
medidas de la pobreza no ayudan lo suficiente a visualizar el origen de tal
fenómeno de nuestra sociedad. Con ello, como es fácil advertir, se hace más
difícil la búsqueda e identificación de caminos de intervención pública al
respecto.

De tal manera, las carencias informativas terminan incidiendo de
manera no neutral en el análisis.


3. Los datos disponibles y sus interpretaciones

Las limitaciones derivadas de la escasez de los datos (recién aludidas)
conspiran contra la realización de un análisis detallado de cada subperíodo
relevante. De tanta o mayor significación es que --dada la gran
variabilidad de sus valores-- algunas series requieren, para su mejor
comprensión, una perspectiva temporal más amplia.

Por tales razones, luego de una breve descripción de algunos aspectos
latinoamericanos que sigue a continuación, se proporcionará un panorama
socioeconómico de todo el lapso bajo estudio agregando luego referencias
temporales más particularizadas.


3.1. El contexto regional

Tras la proliferación de intervenciones militares en América Latina --en
línea con las orientaciones impuestas por los Estados Unidos-- durante los
años sesenta y setenta, se inicia en la región un lento proceso de
recuperación democrática. Enmarcada esa etapa en el "problema de la deuda
externa", los países de América Latina quedaron inmersos en una situación
cuya síntesis fue la etiqueta que se adjudicó a los años ochenta: la década
perdida. En ese lapso la pobreza pasó de 40% a 48% involucrando a 136 y 200
millones de latinoamericanos en 1980 y 1990, respectivamente (CEPAL, 2006).


En la última década del siglo XX se verifican, simultáneamente, un
crecimiento económico regional significativo (en especial en su primera
mitad) y un empeoramiento de las condiciones de vida de la población. Esto
último se hace evidente en materia de pobreza e indigencia: si bien la tasa
cae cuatro puntos porcentuales (ubicándose en torno del 44%), la cantidad
de personas pobres asciende a 220 millones en 2002 (de ellos la mitad eran
indigentes).

Estas pocas cifras dan cuenta de que el aumento de la pobreza
latinoamericana fue intenso durante el período de bajo crecimiento
económico y no logró detenerse durante los años noventa, a despecho de la
difusión de los postulados neoliberales en toda la región que,
precisamente, se habían instalado argumentado que una de las metas era
resolver el tema del desempleo y la pobreza. De tal modo puede afirmarse
que durante el período de predominio total de las ideas y las aplicaciones
del neoliberalismo, los resultados estuvieron más cerca de la agudización
del empeoramiento de la calidad de vida y la caída del bienestar de la
población en la región.

Cuadro 1. Personas por debajo de la línea de pobreza (como porcentaje del
total de la población). América Latinaa y Argentinab. Período: 1980 - 2002.

" "Pobreza "Indigencia "
" "América Latina"Argentina "América Latina"Argentina "
"1980 "29,5 "s/d "10,6 "s/d "
"1986 "35,5 "s/d "13,5 "s/d "
"1990 "41,4 "38,5 "15,3 "10,0 "
"1994 "38,7 "17,8 "13,6 "3,6 "
"1997 "36,5 "26,5 "12,3 "6,4 "
"1999 "37,2 "27,2 "12,1 "7,5 "
"2002 "38,4 "52,6 "13,5 "24,9 "


Fuente: Elaboración propia con datos de Panorama Social de América Latina
2008, CEPAL; y datos publicados en la página web del INDEC
(www.indec.gov.ar), consultada en marzo de 2009.
Notas: a Dieciocho países más Haití; b Gran Buenos Aires = Área
Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Esta equivalencia vale para todos los
Cuadros y Gráficos que se incluyen en este trabajo

En virtud de estas evidencias, la Organización de las Naciones Unidas
estableció en 2000 los "Objetivos de desarrollo del milenio" que incluía
entre otros el de la reducción de la pobreza extrema en 2015 a la mitad del
porcentaje registrado en 1990. América Latina, la región más desigual en
materia de ingresos, está desafortunadamente lejos de la meta.[xi]
Tanto la evolución económica como la de la pobreza aluden a una
preocupante coincidencia: el devenir de Argentina en la actualidad está
lejos de diferenciarse de manera significativa del correspondiente a
América Latina como un todo (Cuadro 1, y Gráfico 1).


















Gráfico 1. Evolución del PBI a precios constantes de mercado (dólares de
2000).
América Latina y Argentina. Período: 1980 - 2004.

Fuente: Elaboración propia con datos de la BADECON, CEPAL (consultada en
marzo de 2009). http://www.eclac.org/estadisticas/bases/

Si bien hay ciertos momentos en los que la performance de nuestro
país es francamente negativa (a mediados y fines de los ochenta y,
especialmente, en el lapso 1998-2002), el sendero de expansión es
fuertemente similar al de la región. Esta coincidencia incluye los primeros
años del presente siglo, signados por una fuerte recuperación económica en
toda América Latina, al igual que lo observado en Argentina.

En efecto, la dinámica de crecimiento tiene fuerte semejanza en ambos
ámbitos, al punto que en más de la mitad de los años aquí registrados el
signo de cambio es similar. Esto no significa que nuestro país haya
replicado simplemente las estrategias vigentes a escala regional, sino que
los procesos y las ideas dominantes abarcaron toda la región y nuestros
avatares políticos, sociales y culturales contribuyeron a que nos
acerquemos a la media regional más por nuestras deficiencias que por las
mejoras de los pueblos hermanos.


3.2. Los hitos relevantes del período

Precisamente ahora es el turno de adentrarnos en las circunstancias
nacionales. Sea por la vía del debate (aún no cerrado) acerca del
agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones, sea por la
consideración del indudable impacto sociocultural de las ideas y de la
acción represiva de la dictadura militar, es correcto poner un hito en los
años setenta, aunque su ubicación exacta no resulte tarea sencilla.

Empero, antes de enumerar los momentos clave de este cuarto de siglo
parece útil y necesario considerar la siguiente cuestión, vinculada con las
condiciones económicas, políticas y socioculturales: la interpretación
habitual ubica justamente en la mitad de los años setenta el comienzo de un
proceso de deterioro económico y social de envergadura tal que --por
contraste-- el período precedente parece pleno de virtudes. La afirmación --
que además de reiterada parece obvia-- merece, sin embargo, ser
reconsiderada.

Si se aceptase una óptica extrema, según la cual existía una
situación cuasi idílica hasta mediados de los años setenta, resultaría poco
comprensible el grado de conflictividad social que caracterizó al lapso de
fines de los sesenta y comienzos de los setenta.[xii]

Dicha virulencia podría tener más estímulo en el marco internacional
que en la situación "objetiva" (v.g. inmediatamente material) previa a la
dictadura militar. En otros términos, antes del golpe militar el país no
estaba en un punto desde el que pudiera explicarse linealmente tal
violencia. A la inversa, podría concluirse que si la conflictividad social
o económica de los primeros años setenta se sostenía en una realidad
negativa y tangible tan potente, entonces aquél hito quizás no debería
fijarse en la mitad de la década en cuestión. Esto último, por cierto, no
elude el obvio rechazo al genocidio perpetrado durante la dictadura, sino
todo lo contrario.

En cualquier caso, la instauración del gobierno militar significó una
enorme caída inmediata tanto del salario real como de la participación de
los ingresos salariales en el producto y, por lo tanto, de fuerte impacto
potencial en los niveles de pobreza. Empero, como se verá luego, no resulta
sencillo visualizar esto último. Sí puede apreciarse que la
reestructuración económica producida tendió a privilegiar al sector
financiero (antes que --o en contra de-- el sector industrial), trasladando
incluso los efectos del endeudamiento externo privado al Estado nacional.

La salida de la dictadura (a partir más del fracaso del intento
perpetrado en las Islas Malvinas que del éxito de las luchas por la
recuperación democrática) abrió una nueva etapa con la instalación de un
gobierno como el del Dr. Raúl Alfonsín, quien logró encolumnar tras de sí
no sólo a su partido (la Unión Cívica Radical), sino a una parte importante
de la sociedad (obtuvo más del 50% de los votos emitidos en octubre de
1983) e incluso a sectores del propio Partido Justicialista.

Sin embargo, esa fuerza inicial --que se manifestó inclusive en la
decisión y materialización del juicio a las Juntas Militares responsables
de la Dictadura Militar-- no se expresó en medidas económicas y sociales de
fondo. Ello agravó la situación socioeconómica, potenció los indicadores de
pobreza y facilitó el regreso del justicialismo al gobierno, encabezado por
el Dr. Carlos Menem.

Obviando aquí el desarrollo en sí mismo, el decenio menemista
concluye con el triunfo de la Alianza que asume a fines de 1999. Ese nuevo
gobierno, preñado de conflictos propios y adquiridos, no alcanza a cumplir
su mandato constitucional afectado al año por la renuncia del
vicepresidente Carlos Álvarez y, en diciembre de 2001, por la del propio
presidente Fernando De la Rua. La crisis llega a su punto culminante --
tanto desde el punto de vista económico, como político y social-- en los
inmediatos meses de 2002.


3.3. Un cuarto de siglo de deterioro: Panorama general

"En Argentina no existen estudios sistemáticos que tengan como
objetivo evaluar los estándares de vida de la población."
Lo Vuolo et al. (1999:131)

Más allá de la advertencia del epígrafe, podemos tener una aproximación
general al período completo (cuyos rasgos más salientes acaban de ser
reseñados), con ayuda del Gráfico 2 referido al porcentaje de hogares en
condiciones de pobreza en el Área Metropolitana de Buenos Aires, sobre la
base del ingreso per cápita familiar.

Pese a las limitaciones de los datos[xiii], puede hacerse una lectura
preliminar de largo aliento. Hacia mediados de los ochenta la situación no
era aún tan grave, quizás debido a la contención inflacionaria lograda con
el Plan Austral. De allí en más se agravan tendencialmente los índices
hasta llegar a la hiperinflación de 1989-1990. Desde ese momento, y en
virtud de la aplicación del régimen de Convertibilidad, los primeros años
noventa muestran una significativa mejora, aunque esa situación haya
producido valores sensiblemente más desfavorables que los de mediados del
decenio precedente. De allí en adelante, la década de cierre del siglo XX
evoluciona persistentemente hacia mayores niveles de pobreza, que se
agudizan con la crisis de 2001-2002. Si bien excede a los alcances de este
trabajo, vale decir que durante el período ulterior a la crisis --en
promedio-- aún estamos en el peor momento, exceptuando la estampida del
final del régimen de la convertibilidad.





Gráfico 2: Porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza. GBA.
1974 - 2006.



Fuente: Elaboración propia con datos de Beccaria y Maurizio (2008).

Alternativamente puede apreciarse la evolución de la pobreza poniendo
el foco, ahora, en los individuos. Así el Gráfico 3 muestra un
comportamiento muy similar al denotado por la pobreza de hogares, claro que
la intensidad del fenómeno (en porcentaje) aparece remarcada habida cuenta
de que el tamaño promedio de los hogares es mayor cuanto menor es su
ingreso o cuanto más deteriorada aparece su condición socioeconómica.[xiv]
Los valores iniciales, no obstante, son llamativamente bajos en comparación
con el desempeño posterior. Hasta 1986, inclusive, apenas se habían
superado los dos dígitos. Aún en 1987 el índice de pobreza de individuos no
superaba el 15%. Nunca en las dos décadas siguientes hubo una magnitud tan
"reducida". El trienio 1989-1991 evidencia valores superiores al 40%, al
30% y al 20%, sucesivamente.[xv]











Gráfico 3. Porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza.
Aglomerados urbanos (Argentina) y GBA. Período: 1974 - 2006.

Fuente: Gasparini y Cruces, 2008: 60.

En cambio para la indigencia no se dispone de información para todo
el período bajo análisis. La misma se inicia en 1988, como se observa en el
Gráfico 4. La dificultad inicial, sin duda, es el hecho de que la serie se
inicia sobre fines de los ochenta lo cual resta la posibilidad de una
mirada integral de largo plazo. Por lo demás tiene similitud con la de
pobreza: los picos se ubican en torno de las crisis, hay una concavidad en
los noventa, más pronunciada en la primera parte. Llama la atención, sin
embargo, la pronunciada disminución del indicador en la primera parte de
1989 cuando, luego de las elecciones, se produjeron los saqueos de
comercios en algunas zonas del Gran Buenos Aires y del Gran Rosario.














Gráfico 4. Evolución de la indigencia (Por personas como porcentaje de la
población total).
GBA. Período: 1988-2003.


Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH-INDEC.

Con una perspectiva de mayor extensión temporal y en base a otra
variable pueden percibirse matices de interés para la búsqueda de nexos
entre el funcionamiento económico y la pobreza, tal como se sugiere en la
Nota N° 14. Se trata de una estimación del salario real tomando algo más de
medio siglo en la que se extiende la serie iniciada por Altimir y Beccaria
(1999). En ese análisis se señala que a partir de mediados de los años
setenta "la Argentina ha registrado un patrón en que las sucesivas crisis
actúan empeorando la distribución del ingreso en tanto los ciclos de
recuperación encuentran límites para la reversión completa de estas
tendencias" (Beccaria y Maurizio, 2008: 111).
Es manifiesto el proceso de mejora de la capacidad de compra de los
ingresos laborales hasta el fin del ciclo de crecimiento económico que
caracteriza a los años sesenta y se extiende hasta comienzos de los
setenta, como puede observarse nítidamente en el Gráfico 5. Desde mediados
de los años setenta, por el contrario, es también indudable la tendencia
inversa donde los escalones siguientes son sucesivamente más bajos (sólo
hay recuperación en los ochenta respecto del promedio 1975-1979). Si bien
las series económicas de largo plazo presentan dificultades metodológicas
conocidas, resulta impactante apreciar que en la primera década del siglo
XXI el salario real sea similar, en promedio, al de los años cuarenta del
siglo pasado.

Gráfico 5: Evolución del salario real (Base 1970 = 1). Argentina. Período:
1940 – 2004.



Fuente: Beccaria y Maurizio (2008:108)

En la misma perspectiva, aunque con datos levemente distintos,
González (2007) muestra que entre 1950 y 1974 el salario real habría
aumentado un 46% y desde entonces hasta 2006 la caída fue del orden del
40%.
Sin perjuicio del tratamiento posterior puede delinearse un panorama
de largo plazo, por cierto que escasamente alentador. El descenso a
comienzos de la década del cincuenta, vinculado con la conocida crisis
agrícola de entonces, se tornó luego en un proceso de recuperación que,
aunque irregular, se extendió hasta finales de ese decenio. Esto último
coincide con la instalación del gobierno desarrollista del Dr. A. Frondizi
cuando se produce un nuevo y fuerte deterioro pero de escasa duración.
Desde allí a lo largo de toda la década de los años sesenta (hasta 1973-
1974 inclusive), es decir a través de gobiernos de distinto tipo y signo
político, la capacidad de compra del salario muestra un sendero de
constante expansión, a tal punto que en 1971 el nivel del salario era
superior al de 1958.
De allí en más, el proceso es claramente negativo para los ingresos
salariales, incluyendo las pronunciadas caídas de 1975-1976, 1982 y 1989-
1990. Una clara expresión de esa tendencia es que durante los años noventa
tales ingresos laborales parecen asentarse en un nuevo y muy bajo nivel.
Dicho escalón es aún perforado en 2002-2003 de tal modo que la recuperación
subsiguiente --según la elaboración de González-- no alcanza siquiera para
llegar el bajísimo nivel de 1976.[xvi]

Gráfico 6. Evolución del salario real promedio en Argentina (índice
1960=100). 1950-2006.



Fuente: González (2007), Gráfico 1


En un contexto en el cual la absorción ocupacional de trabajadores
asalariados careció de gran amplitud,[xvii] tal deterioro de los ingresos
provenientes del trabajo en relación de dependencia no podía menos que
expresarse en la --declinante-- participación de la masa salarial en la
totalidad de la riqueza generada.
En el Gráfico 7 se proporciona esta información referida al período
bajo estudio. Tomando la curva correspondiente a la estimación del CEPED,
se puede ver que los cuatro momentos más desfavorables coinciden en líneas
generales con los ya descriptos: 1976, 1982, 1989 y 2003.[xviii]





Gráfico 7: Participación salarial en el producto (en porcentaje).
Argentina. Período: 1974-2006

Fuente: Graña, J. M. y D. Kennedy (2008).


Justamente, un informe relativamente reciente combina la evolución
del ciclo económico con el de la desigualdad para explicar el crecimiento
de la pobreza. "Los últimos decenios han planteado otro enigma importante:
la desigualdad se ha venido profundizando sin pausa, lo que se tradujo en
un aumento de la pobreza ante el estancamiento, si bien con amplias
fluctuaciones, del producto per cápita. Tras alcanzar su nivel máximo en
1974-1980, el PIB per cápita retrocedió 22% durante los años ochenta, se
incrementó en 42% hasta 1998, disminuyó 22% hasta 2002 y, para 2005,
recuperó el nivel de 1998. En suma, el PIB per cápita era en el 2004
similar al de 1974. No obstante, la pobreza era mucho más elevada en el
2004, como consecuencia de la distribución cada vez más despareja del
ingreso registrada en los últimos 30 años." (Banco Mundial, 2005:7)

Dicho informe agrega que "lo más llamativo es que la pobreza aumentó
aun en periodos de expansión económica" lo que haría al caso argentino
excepcional en el marco de la experiencia internacional.[xix]

Trataremos de ver en las páginas que siguen, a través de las cinco
etapas anunciadas al inicio este proceso tendencial de empeoramiento de las
condiciones de bienestar de la población.


3.4. Etapa inicial


La situación a mediados de los años setenta

"Si bien la pobreza no es un hecho novedoso en la Argentina y las
desigualdades sociales y regionales forman parte de su conformación
histórica, hasta comienzos de los 70 estaba circunscrita, en lo que a las
áreas urbanas se refiere, a lo que se denomina `bolsones de pobreza´, o sea
las villas miseria en las principales ciudades. Existía la imagen de un
país en que la pobreza constituía un fenómeno marginal a su realidad
social" (Minujin, 1993:22). De esta manera se aludía retrospectivamente a
la situación en la materia al principio de aquel decenio.

Tal apreciación podría quizás explicar las escasísimas informaciones
referidas a esta materia y también al circunscripto número --por aquella
época-- de investigaciones correspondientes.

Así, la Encuesta de Empleo y Desempleo que se inició en 1963 concluyó
en los primeros años de los setenta, para dar paso luego a la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH). Los datos para el Área Metropolitana (Capital
Federal y 19 partidos circundantes) muestran una tasa de actividad estable
y relativamente alta en relación a los valores detectados a partir de 1974
por la EPH (Pérez, 1995:56).[xx]

El desempleo mostrado en esa serie inicia con valores altos (casi 9%)
en 1963 y una veloz disminución hasta fines de 1965 cuando llega a poco más
del 4%. De allí hasta el final de 1967 se eleva a un promedio cercano al 6%
y luego, en los últimos años del decenio, el promedio es algo menor. Los
primeros relevamientos de la EPH (realizados de manera experimental durante
los años 1972 y 1973) dan tasas de desempleo muy variables que pueden
contener tanto las oscilaciones efectivas del mercado de trabajo como las
consecuencias de la etapa experimental. Con todo, esas cuatro observaciones
muestran una caída muy importante del 7,4% al 5,5%.[xxi]

De igual manera, los claroscuros refieren a otras variables. Así como
los registros estadísticos aluden a que en ese lapso se habría alcanzado la
cima tanto en lo relativo a la capacidad de compra del salario como a la
participación de éste en el Producto (en 1974), también expresan el inicio
de su descenso desde 1975.[xxii]

Teniendo presente las limitaciones en materia de información, puede
volverse a las series de salario real presentadas en los Gráficos 5 y 6.
Allí se muestra el pico del año 1974 como culminación de un decenio de
continuo mejoramiento. También aproximadamente en ese momento estábamos en
uno de los períodos de mejor participación salarial en la distribución
primaria del ingreso, como se ve en el Gráfico 8. En efecto, fuera de los
mejores años del gobierno peronista de posguerra, la serie que puede
reconstruirse muestra una participación del orden del 45% en 1973, último
dato de la serie oficial de entonces.
Gráfico 8. Participación salarial en el producto 1943-1973
(porcentaje)

Fuente: Graña, J. M. y D. Kennedy (2008).


Dada la escasez de información sobre pobreza, el significado de los
pocos datos de esos años tiene mayor sentido comparándolos con los
posteriores que en sí mismos, aun cuando deban ser tomados con ciertos
recaudos. Según se recuerda en Altimir et al, (2002:59) hasta fines del
siglo XX "sólo se disponía de una línea oficial de pobreza para el Gran
Buenos Aires. Por otro lado, las estimaciones oficiales de la incidencia de
pobreza en el Gran Buenos Aires comienzan en 1986, por lo que las indicadas
para 1974 y 1980 provienen de Altimir y Beccaria (1998), y fueron obtenidas
replicando los procedimientos utilizados posteriormente en las estimaciones
oficiales."

Como queda dicho, el breve interregno constitucional vivido en el
país entre mayo de 1973 y marzo de 1976 incluye tanto el punto culminante
de un decenio de mejoramiento económico y social, como el comienzo de la
verificación del impacto de las nuevas condiciones internacionales, que
eran producto, entre otros factores, del elevado nivel (para la época) del
precio del petróleo luego de la depreciación del dólar. Es el lapso,
recordemos, en que se consolida la estrategia de la seguridad nacional
impulsada por los Estados Unidos, que incluye golpes militares por doquier.
Al propio tiempo, internamente, se había agotado el acuerdo empresario-
sindical encarnado en el Ministro José Ber Gelbard y, a mediados de 1975,
se procuró ensayar un programa de ajuste. Es lo que quedó en el recuerdo
colectivo como el "rodrigazo" en virtud de haber sido lanzado por el
Ministro de Economía, Celestino Rodrigo. El episodio dio origen a una
profundización de las disputas sociales y políticas, incluyendo la
reapertura de las discusiones salariales convencionales,[xxiii] lo que
constituyó la última etapa en que la conflictividad socieconómica y
política se dirimiría en condiciones de relativo funcionamiento de las
instituciones democráticas. En efecto, en poco más de un semestre se
iniciaría el último y más nefasto golpe militar.





3.5. Etapa dos.


El período oscuro de la dictadura militar: profunda caída de los
ingresos asalariados, represión y pobreza

Para algunos autores ese comienzo de los años setenta (en especial el
período 1973-1976) mostraban los límites de la industrialización
sustitutiva, para otros se hacía necesario generar un fuerte impulso
productivo tanto industrial como agropecuario, en algunos casos se
privilegiaba el análisis de las restricciones fiscales. En lo que no había
mayores discrepancias era sobre la virulencia y la naturaleza de las
disputas políticas en torno del poder.
Para Canitrot (1980) el Golpe de Estado de 1976 "no generó ni
resistencias ni protestas" en virtud de la gravedad de los problemas
económicos que expresaban la intensidad de los conflictos sociales así como
las disputas al interior del propio peronismo.
Para Rapoport (2006:645) con el golpe militar "se produjo un
verdadero punto de inflexión en la historia del país (…). Esto llevó a la
adopción de una serie de políticas que … (incluían) una drástica
redistribución regresiva de los ingresos." La política económica de José A.
Martínez de Hoz "no podía sino enfatizar su crudo carácter clasista. Los
salarios nominales habían sido congelados en medio de un proceso
inflacionario agudo, facilitado por la liberalización generalizada de los
precios." (Canitrot, 1980)
Las restricciones informativas señaladas respecto de la etapa
anterior valen también para este lapso. En dicho contexto puede señalarse
que 1976-1983 es un ciclo que se inicia con una fuerte caída en el salario
real y en la participación del salario en el producto. De ello dan cuenta
tanto el Gráfico 7, como la transcripción que hace Rapoport (2006: 668)
sobre participación salarial. Respecto del salario real, González (2007)
aporta información que transcribimos en el Gráfico 6. Sin embargo, no todas
esas evidencias resultan congruentes, aunque sí hay concordancia en que los
cambios son bastante pronunciados en esos años. Rapoport, con datos de
Beccaria, muestra una profunda disminución de la participación salarial en
1976 que perdura hasta 1978 inclusive. Pero en 1981 y 1982 los valores
tienden a acercase al 40%, es decir similar al porcentaje de 1975. Esto
sería coherente con la indicación de González en el sentido de que habría
habido una importante recuperación del salario real medio, pero según sus
datos ello habría ocurrido un poco antes, en 1980. Lo cierto es que abundan
interrogantes acerca de las circunstancias socioeconómicas detalladas
acaecidas en ese lapso. En cambio, los procesamientos de la EPH sobre la
captación del ingreso por parte del decil de mayores recursos indican que
en 1974 y en 1976 se apropiaba del 28% y ya en 1978 había incrementado su
participación en casi 10 puntos porcentuales, a costa principalmente de los
sectores medios. Ello abonaría las explicaciones acerca de que durante ese
período el empobrecimiento por ingresos habría afectado de manera notable a
los sectores medios cuyas Necesidades Básicas estaban todavía
razonablemente cubiertas. De allí la expresión de Minujin "Cuesta abajo…en
la rodada".
De manera sintética --y con datos ajustados por los propios autores--
Altimir et al. (2002:59) resumen sus estimaciones sobre la pobreza en estos
términos respecto del cuarto de siglo que termina en el año 2000: "En 1974
era inferior al 5% de los hogares, en 1980 fue cercana a 6%, en 1986
superaba el 9%, en 1990 llegó a abarcar el 25% de los hogares, para
descender luego por debajo de 15% en 1994 y volver a trepar hasta 21% en el
año 2000". Es decir que, desafortunadamente, contamos con escasas
evidencias sobre lo acontecido en esta materia durante el último gobierno
militar. Y las que se disponen (como el paso del 5% al 6% en el índice de
pobreza entre los hogares, en la segunda mitad de los años setenta) parecen
aludir a un cambio casi imperceptible y poco compatible con las
apreciaciones provenientes de otras consideraciones.



3.6. Etapa tres


Recuperación democrática: ¿década perdida?

Aun con los escasos elementos de juicio disponibles, puede afirmarse que la
recuperación democrática encuentra a un país más desigual y empobrecido,
con una actividad productiva debilitada por la apertura económica y con los
resultados de una estrategia basada en el endeudamiento (público y privado)
externo[xxiv] que, tras la estatización de las deudas privadas, configuró
un cepo para el desenvolvimiento no sólo económico del país.

El intento del Plan Austral, en junio de 1985, se frustró a poco de
andar por las propias debilidades oficiales y por la pertinaz tarea de los
sectores concentrados de la economía y de la oposición política y sindical.
Incluso un programa de atención a la pobreza como fue el Programa
Alimentario Nacional (PAN) fue cuestionado y boicoteado desde distintos
sectores, pese a constituir un masivo esfuerzo en la lucha contra la
pobreza más intensa y, al menos hasta entonces, innovador en nuestro
país.[xxv] "Las condiciones sociales del principio de los 80 llevaron (…) a
que se implementara el primer plan masivo de asistencia alimentaria (…) que
consistía en la distribución de una canasta de alimentos a hogares que
presentaban problemas alimentarios." (Grassi y Alayón, 2004:8) Como es
sabido, desde entonces se continuó con programas de esencia similar y
diverso formato a lo largo de los años noventa y --con nuevo impulso-- a
partir de la crisis de 2001-2002.[xxvi]

En 1987 fue necesario establecer acuerdos con organismos
internacionales o definir lisa y llanamente suspensiones en los pagos
externos. A todo esto se le agregó luego el componente militar, que por
entonces mantenía latente sus posibilidades de injerencia en la vida
política, cuya máxima expresión fue la rebelión "carapintada" de la Semana
Santa de 1987 con la que se inicia el fin del gobierno radical. El intento
de dar participación al peronismo en el más alto nivel de gobierno sólo
sirvió para acelerar el deterioro que --finalmente-- se expresó en las
elecciones parlamentarias y de instancias intermedias de gobierno.[xxvii]

La reaparición de la inflación evidenció el fin del Plan Austral y el
elaborado en su reemplazo, el Plan Primavera, tuvo aún menor efectividad.
Pese a la reapertura de las

discusiones paritarias, las condiciones estaban dadas para el aumento de
la pobreza. Ya por entonces hacía una década y media que no se disponía de
información sobre participación salarial y las primeras estimaciones sobre
datos de pobreza se remontan precisamente a esos momentos, de modo que una
vez más las insuficiencias informativas dificultan el análisis de los
cambios sociales y económicos.

Como alternativa parcial puede observarse el comportamiento de una de
las medidas de desigualdad[xxviii] más conocidas: el Índice de Gini,
aplicado a los ingresos familiares per cápita en el Área Metropolitana de
Buenos Aires.

Gráfico 9. Coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar. GBA. 1974 –
2006.



Fuente: Beccaria y Maurizio, 2008:

En tal sentido, el Gráfico 9 muestra, por una parte, que la década
del ochenta representa una instancia de fuerte empeoramiento en la materia,
respecto del valor disponible de los años setenta. Por otra parte, también
se percibe que --en especial en la segunda mitad de los ochenta-- la
velocidad de ese proceso es mayor, luego de una perceptible mejoría en
torno de la vigencia del Plan Austral.

La agonía de ese gobierno (en medio de un proceso inflacionario cuyo
origen no ha sido suficientemente analizado[xxix]) abrió las puertas a la
instrumentación de una inusitada vuelta de tuerca que implicó el mayor
ataque perpetrado hasta ese momento contra el ya jaqueado Estado de
Bienestar. Lo peculiar fue que eso vino de la mano del Justicialismo --
tradicionalmente asociado con los sectores trabajadores-- que retornó al
gobierno. De tal manera fue muy intenso el impacto en las condiciones de
vida y en los niveles de pobreza de vastos sectores sociales a fines de los
años ochenta y comienzos de los noventa, tanto como consecuencia de las
políticas del gobierno radical como del justicialista.


3.7. Etapa cuatro


La vuelta de tuerca neoliberal de los noventa o el regreso a
principios de los cuarenta

"Si los años de la última dictadura militar (1976-1983) iniciaron el ciclo
regresivo … fue el gobierno democráticamente elegido, que condujo el Estado
entre 1989 y 1999, el que logró instalar y consolidar, consciente y
voluntariamente, el proyecto político del neoliberalismo, produciendo, por
ese camino, la más extraordinaria catástrofe social. Un país productor de
alimentos, con importantes recursos energéticos, con altas tasas de
ocupación, terminó con más de la mitad de su población en situación de
pobreza (una parte importante de ella, sin capacidad de cubrir las mínimas
necesidades alimentarias) y con índices de desocupación abierta de
alrededor del 20% de la PEA" (Grassi y Alayón, 2004).

Parece pertinente marcar que la tarea iniciada a mediados de los
setenta, con fuerte apoyo en la represión política, se completa y
profundiza en el marco de un gobierno de raigambre popular y
mayoritariamente sostenido en el voto en 1989. Seguramente contra lo que
era la expectativa de la mayor parte de sus votantes, las consignas
"salariazo" y "revolución productiva" se viabilizaron, en primer lugar,
manteniendo durante casi dos años el castigo a los sectores populares a
través de la continuidad de los procesos inflacionarios que, si bien ya no
presentaban los ritmos extremos del invierno de 1989, eran igualmente
intensos.[xxx] En segundo lugar, se inició al mismo tiempo el proceso de
apertura y privatización más importante del que se tenga memoria, con
secuelas desfavorables sobre los niveles y calidad del empleo y sobre la
equidad distributiva.[xxxi] Llamativamente --o no--, el Partido
Justicialista volvió a triunfar en 1995, también con la mitad de los
sufragios emitidos concretándose la reelección del Presidente Menem.

Varios de los textos mencionados en la Bibliografía que acompaña este
trabajo han reseñado los contenidos dominantes de las transformaciones
económicas y de las profundas mutaciones en la vida social y política
derivadas de aquéllas, pero que también han sido sus condicionantes. Las
privatizaciones, la apertura de la economía (principalmente para el ingreso
de productos extranjeros), el cambio de la relación capital-producto
(viabilizado en gran parte sobre la base de endeudamiento externo), la
creciente e intensa desprotección del sector del trabajo asalariado, pueden
ser algunos hitos claves de ese período que también ha implicado aumentos
inéditos en materia de desempleo, subempleo, precariedad laboral, bajo
salario real (véase de nuevo el Gráfico 4) y disminución de la
participación del salario en el producto (Gráfico 7).

En ese período también, y no es de escasa significación, se
produjeron profundas transformaciones socioculturales que fueron motivo
para denominar "a la década de 1990, como el ... ciclo de la hegemonía
neoliberal" (Danani y Grassi, 2008: 259). Entre esos impactos culturales
hay algunos que nos interesan de manera directa. Se trata de que la intensa
elevación de la tasa de desempleo hizo pensar que la profundización de la
pobreza tenía allí su fundamento y razón. En efecto, luego de la
disminución inicial (lograda con el freno a la hiperinflación y la
instauración del régimen de Caja de Conversión en 1991), la pobreza vuelve
a experimentar aumentos en la mayor parte del decenio. Más allá de la
incidencia indudable que el aumento del desempleo ha tenido sobre dicho
proceso, no pueden obviarse dos evidencias incontrastables. Por una parte,
el salario real mostró una tendencia a la constancia o a la declinación
según las fuentes (Gráficos 5 y 6). Por otra, en virtud del escaso
dinamismo agregado de la demanda laboral (sostenida en el aumento del
empleo precario y en la simultánea destrucción de puestos protegidos), el
resultado en materia de participación salarial en el producto no podía
menos que ser desfavorable, como ya se ha visto, contribuyendo al
empeoramiento de las condiciones de vida de la población.































Gráfico 10. Evolución de la Pobreza (Personas -Eje izquierdo) y la Tasa de
Desocupación (Eje derecho). GBA. Período: 1988-2003.



Fuente: Elaboración propia con datos del INDEC (http://www.indec.gov.ar).



De aquí que la pobreza debe asociarse fuertemente con los ingresos
obtenidos a partir de la inserción laboral sin negar que puede potenciarse
en períodos de mayor desempleo. Ello se verifica en momentos en que éste
desciende y la pobreza no lo hace, o lo hace más lentamente (Gráfico 10).

El agotamiento de lo que se denominó el "modelo de la
convertibilidad", paradigma del capitalismo basado en la valorización
financiera, no se produjo, sin embargo, durante el gobierno del Presidente
Menem, sino que se hizo añicos luego de haber entregado el poder en 1999.





















Gráfico 11. Evolución de los hogares por debajo de la Línea de pobreza y
con Necesidades Básicas Insatisfechas (como porcentaje del total). GBA.
Período: 1988–2003.



Fuente: CEPED en base a EPH (INDEC).

El Gráfico 11 ayuda a mirar este período por una doble vía. Por un
lado tenemos la dimensión de la pobreza sobre la base de las personas cuyos
hogares no alcanzan a cubrir la línea de pobreza. En paralelo se muestra lo
que ocurre con una estimación de la no cobertura de necesidades básicas
replicando aproximadamente el método conocido. En este caso es notable que
en todo este lapso pareciera extraño que la curva de NBI tiene una
pendiente descendente, cuando podría suponerse que la perduración de
pobreza por ingresos termine incidiendo en el recrudecimiento de las NBI.
Se ha argumentado, sin embargo, que las mejoras logradas pese a todo en
virtud de la intervención estatal en zonas urbanas, como viviendas u obras
de infraestructura se expresan, en el mediano o largo plazo, de ese modo.









Cuadro 2: Tasas de Pobreza e Indigencia para personas. Aglomerado Gran
Buenos Aires.
Períodos seleccionados (%).
"Períodos "Tasa de Pobreza "Tasa de "
" " "Indigencia "
"Pico octubre 89 "47,3 "16,5 "
"Promedio mayo 91 - mayo 94"19,7 "3,7 "
"Pico octubre 96 "27,9 "7,5 "
"Promedio mayo 97 - mayo 01"27,5 "7,1 "
"Pico octubre 2002 "54,3 "24,7 "
"II Semestre 2003 "47,8 "20,5 "


Fuente: Lozano y Raffo (2004:16)



Los datos sobre indigencia, por cierto, describen un sendero no muy
distinto que los de la tasa de pobreza o índice de recuento. La selección
transcripta en el Cuadro 2, realizada por el Instituto de Estudios y
Formación de la CTA, ilustra también aquí la relativa mejoría de los
noventa entre la hiperinflación de 1989-1990 y la de 2001-2002. Si se
compara el primer dato en cuanto a pobreza, se reproduce cuando ya se está
saliendo de la siguiente crisis (47% en 2003). Pero en materia de
indigencia, la situación final es más desventajosa (20% contra 16%).
Probablemente sea menester identificar otras variables e instrumentos
analíticos para profundizar estos abordajes. Máxime que en los años más
recientes en Argentina se ha deteriorado fuertemente la calidad de las
estadísticas públicas




3.8. Etapa cinco


La crisis ¿final? de un modelo excluyente

"El derrumbe económico de Argentina que culminó en el 2002 fue dramático y
provocó la más grave crisis política y económica en generaciones. Pocos
países han experimentado hechos tan catastróficos desde el punto de vista
económico: en el cuatrienio que va desde 1999 a 2002 el PIB retrocedió más
del 20%. Los costos humanos de la estrepitosa caída de la actividad
económica también han sido considerables. La crisis ocasionó fuertes
perturbaciones sociales y una importante disminución del bienestar de la
población de Argentina. La tasa de desempleo llegó al 21,5% de la población
económicamente activa en 2002, frente al 14% registrado tres años antes.
Simultáneamente, la tasa de pobreza urbana se disparó hasta el 57,5% en
octubre de 2002, en comparación con el 36% observado en mayo de 2001. A su
vez, la pobreza extrema aumentó del 11,6% a un altísimo 27,5% durante el
mismo período. La desigualdad en los ingresos, que venía incrementándose
sin pausa desde mediados de los años setenta, alcanzó su punto máximo
después de la crisis." (Banco Mundial, 2005:1)[xxxii]
La ruptura de la Convertibilidad se realizó en condiciones políticas
internas de suma debilidad, a lo que se sumaban circunstancias
internacionales sumamente desfavorables (todavía predominaban, sin
cortapisas, los organismos financieros internacionales y sus
orientaciones). Un gobierno débil en lo interno y carente de apoyatura
internacional sólo atinaba a implementar, una tras otra, medidas no sólo de
corte antipopular sino también ineficaces. Las restricciones finales a la
disposición de los depósitos bancarios terminaron de hacer colapsar a un
gobierno desacreditado en un contexto político caracterizado por un falso
apoliticismo, que se expresaría en las elecciones legislativas de octubre
de 2001. Los informes acerca de la posibilidad de repetir los episodios de
saqueos que marcaron la caída del gobierno del Dr. Alfonsín conjugaron el
rechazo de los sectores medios y bajos de la sociedad.

Tras el anuncio de la devaluación del peso en un 40% en los primeros
días de 2002, el Fondo Monetario Internacional exigió --y obtuvo-- la
liberación del mercado cambiario, lo que facilitó que en apenas dos meses
el tipo de cambio se triplicara. Esto, sumado a los mecanismos
diferenciales aplicados para la liquidación de deudas en moneda extranjera,
produjo --una vez más en la historia de las últimas décadas en el país--
una impresionante transferencia de activos que favorecieron una mayor
concentración de la propiedad y de los ingresos.

Como compensación parcial, las nuevas condiciones cambiarias
obstaculizaron el flujo de productos importados y con ello (además de la
reapertura de mercados externos para nuestra propia producción)
favorecieron una reactivación económica que, en pocos años, llevó el nivel
de actividad a los niveles del pico de los años noventa, es decir 1998. Más
importante aún, dicha reactivación estuvo en gran medida situada en el
sector no concentrado de la industria y de la actividad económica en
general con lo cual, durante un quinquenio, la dinámica laboral presentó un
ritmo altamente favorable.

Según Beccaria y Maurizio (2008: 106) la pobreza (por hogares)
aumentó en 2001 cuatro puntos porcentuales. Desde octubre de 2001 a mayo de
2002 el incremento fue de algo más de 13 puntos. En el segundo semestre el
incremento fue similar al de todo 2001. Desde octubre de 2002 a mayo de
2003 (es decir previo al cambio de gobierno) se registró la primera
disminución en años: algo más de tres puntos porcentuales. El movimiento de
los precios fue "favorable" en 2001 por la presión a la baja, que incluía
también a los salarios. El impacto (desfavorable) mayor ocurrió en 2002,
después de la devaluación y en especial entre mayo y octubre de ese año por
el efecto inflacionario.

Como se observa en los distintos gráficos aquí incluidos, en torno de
la crisis de 2001-2002 se ubican los peores indicadores de los que se tenga
registro, ya sean los relativos al desempleo, a la precariedad, a la
pobreza o a la indigencia (véanse nuevamente los Gráficos 9 a 11).

En síntesis, la terminación del ciclo de la Convertibilidad significó
también, aparentemente, la culminación del predominio de las orientaciones
del neoliberalismo. Claro que su costo fue un empeoramiento adicional de
las condiciones de vida de la población, en particular de su sector
asalariado. La caída del salario real, la profunda disminución de la
participación de los ingresos salariales en el producto no son otra cosa
que expresiones diferentes del mismo proceso de agravamiento de los niveles
de pobreza y de indigencia.


4. Balance de un largo cuarto de siglo

El recorrido que acaba de ser presentado permite ratificar algunas
afirmaciones que conocíamos pero también incorpora algunas novedades. Al
menos nos desafía en la búsqueda de interpretaciones más complejas que las
que a veces están disponibles.

A manera de apretada síntesis podemos realizar la siguiente
enumeración:

1 El año 1974 es un hito no muy apropiado

2 Las virtudes económicas y sociales asociadas con ese momento tienen
más el carácter de culminación de un decenio de crecimiento pese a la
inestabilidad política que al resultado de una intervención estatal
circunscripta a ese año

3 Las falencias informativas son más fuertes de lo que suele admitirse
para propósitos comparativos tanto "hacia atrás" como, especialmente, hacia
adelante.

4 En ese contexto no existen –casi de manera absoluta- informaciones
sobre pobreza en el período de la dictadura militar. Los datos -que fueron
obtenidos en base a procesamientos ulteriores- indican un deterioro de
magra significación

5 Hay una hipótesis razonable de que la pobreza y otros indicadores
sociales hayan empeorado significativamente en los años finales de la
dictadura (1981-1983) y probablemente se hayan recuperado en cierto modo en
los primeros años de la recuperación de la democracia (1984-1986). Pero no
hay datos específicos que lo aseveren, pues luego de 1980 sólo hay otro
dato estimado respecto de 1986.

6 No hay dudas sobre el dramático efecto de la hiperinflación de 1989-
1990. De todos modos las limitaciones del tipo de instrumento utilizado
(alguno de los índices de pobreza o brecha de ingresos) quizás impiden ser
suficientemente precisos en la evaluación de los efectos en tales
contextos.

7 Ese período se extiende más allá del invierno de 1989

8 El detenimiento del fenómeno hiperinflacionario hacia mediados de
1991 contribuyó notablemente a la baja de los indicadores de pobreza e
indigencia. Sin embargo, esa tendencia se acompañó de un deterioro muy
fuerte sobre la calidad del empleo cuyos efectos se empezaron a notar
fuertemente solo en la segunda mitad de los noventa.

9 En ese decenio se asoció el aumento de la desocupación con el de la
pobreza muchas veces con escasa cautela. La salida de la convertibilidad y
de la crisis mostró que la disminución de la primera no necesariamente
producía la eliminación de la segunda.

10 El cuarto de siglo ha mostrado, en este sentido, que la pobreza se
vincula en mayor medida con el modo en que se realiza la apropiación de la
riqueza producida socialmente. Esto se corrobora con el comportamiento de
las variables sociales y económicas en los años recientes.










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NOTAS


[i] Agradezco el esfuerzo y la colaboración inestimable del Sr.
Agustín Arakaki en la preparación del material aquí utilizado, así como la
lectura de borradores que realizó la Lic. Jimena Valdez.
[ii] Con la excepción de la caída de 1972, se trata de una década de
continuo crecimiento económico sin precedentes en el siglo XX. "Durante el
decenio 1963-73 (…), la Argentina creció como nunca antes lo había hecho"
Gerchunoff y Llach (2007: 309)
[iii] Luego del enorme impulso producido durante el peronismo de
la inmediata posguerra, durante la segunda mitad de los años cincuenta se
producen otros avances institucionales. Algunos referidos al desarrollo
científico y técnico (INTA; INTI; CONICET), otros vinculados con la
planeación del crecimiento (CONADE, CFI). Más tarde y con otros cometidos,
puede mencionarse la creación del Consejo del Salario Mínimo y Móvil
durante el gobierno del Presidente Illia (junio de 1964).
[iv] El anuncio fue hecho por el entonces presidente Richard Nixon el
15 de agosto de 1971. El dólar fue devaluado en un 8% en relación con el
oro en diciembre de 1971, y se volvió a devaluar en 1973, cuadruplicando su
valor histórico poco después. En 1980 ya había alcanzado el record de 850
dólares por onza troy.
[v] La llamada crisis del petróleo de 1973 comenzó en octubre de ese
año a raíz de la decisión de la Organización de los Países Exportadores de
Petróleo (que agrupaba a los países árabes miembros de la OPEP más Egipto y
Siria), anunciando que no exportarían más petróleo a los países que habían
apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kippur, que enfrentaba a Israel
con Siria y Egipto. Esta medida incluía a Estados Unidos y a sus aliados de
Europa Occidental.
Al mismo tiempo, los miembros de la OPEP acordaron utilizar su
influencia sobre el mecanismo que fijaba el precio mundial del petróleo
para cuadruplicar su precio, después de que fracasaran las tentativas
previas de negociar con las "Siete Hermanas" (es decir las principales
compañías que dominaban la producción petrolera mundial). El aumento del
precio unido a la gran dependencia que tenía el mundo industrializado del
petróleo de la OPEP, provocó un fuerte efecto inflacionario y una reducción
de la actividad económica de los países afectados.
[vi] Entre la amplia nómina de textos que pueden mencionarse
destacamos aquí el de Feres y Mancero (2001). Dicho documento de la CEPAL
incluye una enumeración detallada de la bibliografía relevante del siglo XX
en América Latina. Gran parte de lo que sigue, en este apartado, se nutre
de tal revisión documental.
[vii] "Mirando el problema en perspectiva histórica, las
sociedades capitalistas son las que más lejos llevaron la posibilidad de
asegurar la sobrevivencia y mejorar las condiciones de la misma, al haber
permitido que la productividad del trabajo y demás fuerzas productivas
sobrepasaran ampliamente las necesidades del mantenimiento de la vida. Sin
embargo, dicha seguridad se mantiene como una cuestión sin solución
definitiva, que no es económica estrictamente, razón por la que se disputa
política y culturalmente, y por la que se explican los debates y
desacuerdos en torno a las definiciones y soluciones de los problemas
sociales derivados de esta cuestión; definiciones que pueden encerrar a los
mismos (como ocurriera) en los estrechos márgenes de la economía". (Grassi,
2007) Véase además, al final de esta sección, la referencia a la noción de
"working poor".
[viii] De hecho el estudio mencionado argumenta a favor de este
método dado que los Censos de Población en Argentina no indagan sobre el
ingreso de las personas y, por tanto, esta opción permitía operar con los
registros censales-
[ix] No podemos ingresar aquí al interesante debate en torno de la
igualdad y la equidad. Solo digamos, siguiendo a Danani (2008a: 41) que "…,
se torna comprensible que en el esplendor del ciclo neoliberal la equidad –
desvinculada de la mirada sobre el conjunto social – haya sustituido a la
igualdad y que la pobreza y la exclusión – y más precisamente, los pobres y
los excluidos –, hayan sido los problemas que atrajeron la atención
pública. `Pobreza y desempleo´,…, conformaron la cuestión social de la
época".

[x] Aunque nos llevaría a otra discusión, es útil mencionar el
concepto de "working poor" que expresa, no sin asombro, la no necesaria
dicotomía entre trabajo y pobreza. En estas recientes décadas se difundió
dicha expresión en el marco de los estudios sobre políticas sociales en el
hemisferio Norte. De esa forma se contrastaba la visión hasta entonces
predominante de que trabajo y pobreza eran categorías contrapuestas. Con
ello empezaba a ser aceptado el hecho perceptible de que la inserción
laboral (asalariada) no era incompatible con la pobreza. Entre otros
trabajos pueden citarse los de Morel (1998) y Levitan et al (1993).
[xi] Aun considerando las auspiciosas cifras de 2007, en relación con
los datos de 1980 o 1990 y cuando todavía no se había desencadenado la
actual crisis económica a escala internacional, era pobre nada menos que
uno de cada tres habitantes de América Latina (algo más de 180 millones de
personas, casi 70 millones de los cuales eran indigentes).
[xii] En otras palabras, la versión vernácula del estado de
bienestar implicaba la consolidación del capitalismo en Argentina. En tanto
tal, involucraba la continuidad de la ampliación de la fuerza laboral
asalariada al mismo tiempo que la de las luchas de ese sector por preservar
y extender las condiciones de vida y de trabajo que supieron obtenerse en
décadas precedentes.
Tales disputas también encontraban motivación y estímulo en diversas
experiencias internacionales. Tanto los movimientos de liberación de la
dominación colonial –particularmente en África y Asia– como los procesos
experimentados en el "patio trasero" de los Estados Unidos, fuertemente
influidos por la Revolución Cubana, significaban condicionamientos
favorables para los esfuerzos de los pueblos de América Latina. La
resolución de tales tensiones en la región fue procurada en un marco de
violencia que tiñó todo el período y que también alcanzó a la Argentina.
[xiii] En efecto, los escasos valores previos al de mediados de
los años ochenta debieron ser "reconstruidos" por la fuente utilizada. Con
ello queda dicho que no es sencillo realizar un análisis retrospectivo de
manera completa para el período histórico que aquí interesa.
[xiv] Beccaria (1991:333) recuerda que "las familias más pobres
son efectivamente más grandes y registran una proporción inferior de
ocupados, no obstante lo cual los reducidos ingresos de sus miembros
constituye un factor explicativo fundamental de los bajos recursos
corrientes per cápita que reciben".
[xv] Vale la pena reparar en la enorme variabilidad de este tipo de
indicadores los cuales al mismo tiempo que aluden a la intensidad del
fenómeno bajo análisis también sugieren la dificultad de capturar con
números sintéticos la complejidad y gravedad de cada circunstancia. Es
probable que tamaña "volatilidad", al decir de los economistas, exprese
impropiamente los cambios de corto plazo o quizás denoten que los umbrales
de corte utilizados no sean todo lo precisos que se quisiera como
descriptor de la situación económica y social preponderante.
[xvi] Según los datos de Beccaria y Maurizio, los umbrales
inferiores de 1976 y 1982 son similares y es por ello que, en este caso, la
recuperación de mediados de la década actual alcanza valores similares a
los de aquellos años.
[xvii] Desde mediados del siglo XX los asalariados aumentaron más
lentamente que la población activa y que la población total con excepción
de la década de los años sesenta. En los noventa, algunas evidencias
parecen indicar que los asalariados crecieron más rápido que el empleo
total, pero ambos más lentamente que la población. La duda sobre los
resultados censales de 2001 impiden tener mayores certezas.
[xviii] En el documento citado se proporcionan las indicaciones
metodológicas correspondientes. Entre ellas se encuentra la explicación de
por qué hay momentos (v.g. el año 2002) que no se visualizan como más
desfavorables como consecuencia del desfasaje entre la evolución del ciclo
económico y la relativa al empleo y las remuneraciones.
[xix] No se discute aquí el argumento aunque es conocida la
posición que sostiene que el crecimiento se verificó debido al incremento
de la desigualdad.
[xx] Según la recopilación exhaustiva que realiza Pablo Pérez (1995),
la tasa de actividad del Gran Buenos Aires rondaba el 45% entre 1963 y
1969, según la Encuesta de Empleo y Desempleo. A partir de 1974, en base
ahora a la EPH, la misma tasa se ubicaba en torno del 40% con una tendencia
decreciente a lo largo de un decenio, hasta el fin de la dictadura militar.

[xxi] Aplicando esas tasas de desempleo al volumen de activos de
entonces, el número de desocupados a mediados de los sesenta no podía
exceder los 500.000 o 600.000. Sin embargo, en el marco de las luchas
sociales y políticas de entonces se sostenía que el desempleo superaba el
millón de personas.
[xxii] El soporte estadístico para el análisis de ese momento no
deja de tener inconvenientes. Por una parte, como se indica en el texto, la
primera encuesta dirigida a hogares iniciada hacia mediados de los años
sesenta culmina a comienzos de los setenta. Con un breve interregno es
reemplazada por la Encuesta Permanente de Hogares desapareciendo casi por
completo aquella recopilación informativa. Adicionalmente, el Censo
Nacional de Población y Vivienda de 1970 no fue procesado,por lo que tiempo
después el CELADE realiza una tarea ad hoc con una pequeña muestra del
mismo. Más aún, el Censo Económico de 1974, además de diferir
metodológicamente del de 1964, muestra un aumento del empleo industrial del
orden del 24%, el que no sería llamativo en virtud del fuerte crecimiento
económico de ese período. Lo extraño es que entre 1964 y 1973 el promedio
anual de aumento del empleo habría sido del 1% mientras que entre 1973 y
setiembre de 1974, fecha del censo, la elevación es del 15% (Lindenboim,
1992:242). Además, cuando se habla de la participación salarial en el
producto, la literatura suele aludir a 1974 como el año de mayor
participación. Pues bien, la serie del Banco Central de la República
Argentina cubre el período 1950-1973, careciéndose luego de datos oficiales
hasta bien entrados los años noventa.
[xxiii] Para algunos autores tales pujas terminaron beneficiando
al sector asalariado (Altimir et al, 2002), pero no resulta sencillo
verificar tal opinión en un año con tanta variación de precios. La misma
dificultad se aplica, naturalmente, tanto a 1989 como a 2002-
[xxiv] Más allá de las motivaciones de política económica
interna, dicho endeudamiento era funcional a la aplicación de los
acrecentados fondos originados en el aumento del precio del petróleo,
opción estimulada, asimismo, por los centros de poder económico y
financiero internacionales.
[xxv] "En la Argentina contemporánea se observa, con la
implementación del Plan Alimentario Nacional (PAN), a mediados de los 80,
un intento de `focalizar´ el gasto público que es novedoso en la historia
de las políticas sociales Argentinas (…). La `novedad´ del PAN residía en
ser un plan nacional orientado específicamente hacia la pobreza; por su
carácter transitorio (como contingencia); y porque su implementación se
centraba en la distribución de cajas de alimentos a través de los
municipios y sus redes" Masseti (2006).
[xxvi] Al respecto Grassi y Alayón aclaran que, pese a ser un
programa focalizado, era de amplio alcance. "El gobierno (…) esperaba que
la necesidad de un plan de estas características sería transitoria, (…). Su
concepción política -que hallaba en el contexto autoritario las causas de
la pobreza- pretendía romper con lo que había inaugurado la dictadura: la
pobreza como estigma "de los pobres", lo que se materializaba en prácticas
institucionales como la imposición de `certificados de pobreza´ que debían
ser emitidos por las oficinas de Servicio Social, para autorizar la
atención médica en los Hospitales públicos. A pesar de la voluntad
democrática, no se cumplieron ninguna de estas dos previsiones respecto del
PAN: la asistencia alimentaria debió ser mantenida durante todo el período
de la llamada `transición democrática´ y quedaría instalada hacia delante;
y a pesar de la amplitud del programa, la distribución de las cajas PAN dio
lugar al uso clientelar de la asistencia alimentaria por parte de los
numerosos mediadores políticos" (Ibid).
[xxvii] Ese año 1987 --por ejemplo-- es el año en el que triunfó
Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires retornando el peronismo al
Gobierno provincial que conserva hasta la actualidad.
[xxviii] Sin entrar en el detalle de las especificidades de los
conceptos de pobreza y desigualdad, es claro que la evidencia empírica
ilustra sobre la fuerte relación entre ambos.
[xxix] Algunos de los interrogantes pendientes son: ¿cuánto debe
a la impericia en el manejo de la política económica; cuánto a lo que se
denominó "golpe económico" que habría estado a cargo de los sectores
económicos dominantes; cuánto a la desautorización del candidato
presidencial radical al ministro en funciones ---Juan V. Sourrouille--;
cuánto al resultado de las gestiones –adversas-- de la oposición ante los
organismos internacionales; cuánto a la participación de sectores militares
en la organización de parte de los reclamos en barriadas populares por los
aumentos de precios?
[xxx] Tomando como referencia los meses de diciembre de cada
año, los precios minoristas en 1989 se multiplicaron por cuarenta, en 1990
su ritmo fue sensiblemente menor pero igualmente insoportable para los
asalariados pues los precios se multiplicaron por veinte e inclusive en
1991, en cuyo mes de abril se estableció lo que se conoció como la
"convertibilidad", los precios se duplicaron.
[xxxi] Ver al respecto entre otros trabajos recientes, Beccaria y
Maurizio, 2008; Salvia et al, 2008.
[xxxii] Nótese que esta descripción realizada por el Banco
Mundial, si bien contiene elementos de juicio valederos, no incluye
referencia alguna a la estructura productiva y a la apropiación del ingreso
de ella resultante. Dicha parcialidad, desafortunadamente, no es exclusiva
de este documento. Es necesario recordar que los organismos internacionales
de crédito promovieron y sustentaron el grueso de las políticas llevadas a
cabo en las décadas pasadas.

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