Ajedrez: Tesoro Culturla de la Humanidad

June 15, 2017 | Autor: Raul Grosso | Categoría: Ajedrez
Share Embed


Descripción

Con afecto, Raúl Grosso.

1

1

Ajedrez: Tesoro Cultural de la Humanidad

(Para leer sin tablero)

Raúl Grosso MI ( ICCF)

1

Raúl Grosso, MI y Seniors de ICCF. Raúl Grosso: Nací en Córdoba, Argentina, el 1/2/54. Maestro Internacional y Seniors de la International Correspondence Chess Federation, (ICCF); Campeón Argentino de la Liga de ajedrez por Correspondencia (LADAC). Jugador de primera categoría y secretario, tesorero, vice presidente y presidente de la Unión Cordobesa de Ajedrez (UCA). Secretario de los campeonatos Panamericanos Femenino, Cadetes y Juveniles Córdoba 1979. Tesorero del Comité organizador del Campeonato Mundial de Cadetes Embalse (Córdoba) 1980 Docente y asesor del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Periodista especializado del Diario La Voz del Interior. Coordinador de la Región Centro de la Liga Nacional de Ajedrez (LNA). Co autor con el MI Guillermo Gustavo Soppe del libro “Erich Eliskases, Caballero del Ajedrez.”

2

Introducción a: Tesoro Cultural de la Humanidad.

……………………………………………….

Ajedrez ¡Cuánto te quiero! Ajedrez: Padre y madre de todos los juegos. Ajedrez: Una manifestación de la cultura pero ¡cuidado! No toda la cultura Son gratas. Son mágicas. Son las razones por las que considero deberías leer este libro. Si después de casi toda mi vida dedicada al ajedrez consigo que un ser humano, aunque más no sea solo uno, se convierta en amante absoluto de esta disciplina, podré decir que mi viaje por el reino de Caissa fue todo un éxito. Como habitante de estos tiempos de mi maravillosa Córdoba (Argentina) no pude sustraerme a lo mundano y escribí “Ajedrez para todos y todas”, una obra que puede ser leída por cualquiera y que no requiere saber las reglas del juego ni tener un tablero para entender cada uno de los capítulos. Más allá del ajedrez y los ajedrecistas con estos breves textos de anécdotas, principio y final, intento promocionar las bondades y beneficios que podemos aprovechar para añadir algo más a la vida, tanto de los neófitos como de los ya atrapados por esta pasión. Y si logro que ayude a desarrollar tu máximo talento, mucho mejor. Soy partidario del perpetuo crecimiento en todos los órdenes de la existencia. Creo firmemente que la inteligencia universal (Dios, para muchos) nos asignó a cada uno un rol, una parte en el mundo y no debemos resistirnos. Con esta trabajo estimo que cumpliré mi cometido, que no es ni más ni menos que pasearte por el maravilloso mundo del ajedrez. Y en tu caso, ¿Cuál es? En mi opinión, como actual o futuro amante absoluto del juego ciencia que eres, hoy tu misión consiste en disfrutar y aprender. Aprovéchame! Cumple con tu cometido en la tierra: enamórate del ajedrez y disfruta de la lectura siguiente. Son gratas. Son mágicas. Son las razones por las que considero deberías leer este libro. Sólo tengo que pedirte un favor. Regala a todos tus contactos y conocidos copia de este ejemplar para que así sumemos adherentes a esta devoción. Definitivamente, ¡viva el ajedrez!

3

AGRADECIMIENTOS: Para Silvia, esposa y madre. Por todo su amor, paciencia y apoyo incondicional en todos estos años. Para mi hijo Facundo (el Rey de mi hogar). Que fue y es la luz que ilumina mi escritorio por las noches y la razón principal que me hace levantarme cada mañana. A mi viejo que me compró el primer juego y enseñó el movimiento de las piezas. A Héctor “Avión” Gónzález, Guillermo Soppe, Raúl Monier, Juan Antonio Castro Torres, Erich Eliskases, Oscar Panno, Miguel Litovicius, Rodolfo Redolfi, Pablo Ricardi, Hugo Condado, Carlos Cabrera Alvárez, Osvaldo y Gerardo Bazán, Osvaldo Buraschi, Roberto Gallegos, “Cancho” Bosch, Máximo Ramadán Gómez, José Diani, Julio César Saadi, Alejandro Nogués Acuña, Jorge Minuto, Leontxo García, Ventura Gude, Juan Sebastián Morgado, Guillermo Llanos, Jorge Deforel, Jaime Emma, Luciano Cámara, Miguel Najdorf, Julio Bolbochán, Fabián Moscovich, José Fernandez, Servando y Omar Méndez; Abelardo Rivas Russo, Diego Adla, Carlos Boissonnet; Charly Barrionuevo. Diarios: Clarín, La Nación, Córdoba, La Voz del Interior y los Principios. Revistas: Ajedrez Argentino, Ajedrez de Estilo, Jaque, RIA, Humor, Siete Días. Círculo de Ajedrez General Bustos, Club Alekhine, Palermo, Casino Español, Comunicaciones, Liga Argentina de Ajedrez por Correspondencia (LADAC). Bar Real, Bar Chiavari, Bar Aeropuerto; Bar Danubio. Bar Royal. Todos, de alguna u otra forma, influyeron en fomentar mi amor y me ayudaron a progresar en este Tesoro Cultural de la Humanidad. Pido de antemano disculpas por si me olvido de alguno, pero son muchos años en esto. GRACIAS! … GRACIAS! … MUCHAS GRACIAS!

4

Prólogo I “La vida es una clase de ajedrez” Benjamín Franklin es uno de los sabios más extraordinarios de todos los tiempos. Político, científico e inventor estadounidense, fue considerado uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos. Por cierto, era un fuerte ajedrecista, que escribió varios libros, con el acento frecuente en los aspectos éticos y morales del juego ciencia. Tanto amaba el ajedrez que, entre invento e invento, entre gobernar y gobernar, viajaba regularmente a Europa en busca de los más fuertes jugadores de su época, para desahogar la pasión irrefrenable. Escribió en 1779: “El ajedrez es el juego más universal y antiguo conocido entre los hombres; su origen está más allá de la memoria de la historia y ha sido para innumerables generaciones el entretenimiento de todas las naciones civilizadas”. Como sabio que era, Franklin fue más allá todavía: “la vida es una clase de ajedrez, en que tenemos a menudo puntos para ganar, y competidores o adversarios con los que contender, y en donde hay una vasta variedad de acontecimientos, buenos y malos, que son, en algún grado, los efectos de la prudencia o la necesidad de ella. Jugando al ajedrez, entonces, podemos aprender”. Lo necesario, decimos nosotros, como para mejorar la condición humana. Han pasado los siglos y el ajedrez todavía está entre nosotros, ahora mucho más científico y dinámico, pero no ha perdido su raíz profundamente lógica y docente. En la misma medida que el pensamiento fue evolucionando en las ciencias y en el arte, el ajedrez lo acompañó como una misteriosa sombra necesaria. Cambiaron algunas figuras, pocas reglas cambiaron, pero la esencia continúa siendo la misma: motor necesario que el hombre ha utilizado para erguirse por sobre el resto de los animales que habitan el planeta. Los libros de ajedrez se cuentan por miles, a lo largo de su extensa historia. Desde el punto de vista pedagógico, fue el humanista y gramático español Ruy López de Segura, en 1561, quien dio el primer gran alerta universal con su tratado “Libro de la invención liberal y arte del juego del ajedrez”. Afortunadamente, la bibliografía sobre nuestro hermoso juego, tan misterioso como infinito, no ha cesado de crecer. Por el contrario, las herramientas modernas, han potenciado su difusión, para bien de los aficionados y de los jugadores en competencia deportiva; desde los que recién se inician, hasta los más encumbrados, porque todos, sin excepción, necesitan aprender con los libros, por aquello muy cierto de que “la autoridad deviene del conocimiento”. En ajedrez existen libros técnicos, necesarios para los maestros; para principiantes e iniciados; de investigación, por la evolución permanente de la teoría y sus discusiones 5

esclarecedoras; de medio juego, de finales, de aperturas, de gambitos y contragambitos; de torneos históricos y biográficos de los grandes campeones. Así, hasta el infinito, como cuadra. Todos aquellos libros son necesarios para quien se precie de ambicioso y progresista. Pero alcanzan los dedos de ambas manos para enumerar aquellos libros calificados como de lectura imprescindible. Se los conoce, ciertamente, por su repercusión histórica o por mera intuición, porque enriquecen el espíritu y, a la vez, iluminan el entendimiento. El lector, que comenzará ahora a recorrer este que le proponemos aquí, al concluir, coincidirá, en su gran mayoría, con nosotros. Se trata de una obra no solo necesaria, sino imprescindible porque es un viaje totalizador; colorido, pleno de humanismo, de sano humor, de música y belleza de los cuatro puntos cardinales. Ejemplo de trabajo intelectual que llevó varios años y valió la pena. Quien lo lea, al finalizar, ya no será el mismo: se habrá incorporado a la pléyade de amantes incondicionales del ajedrez, como la mejor expresión lúdica del pensamiento positivo. Y sabrá por qué. MI (ICCF) Juan Antonio Castro Torres Periodista y escritor

6

Prologo II Un libro de investigación Conocí a Raúl a comienzos de los años setenta, cuando muchos niños y jóvenes nos acercamos al ajedrez de la mano del genial Bobby Fischer y sus homéricas batallas ante Petrosian o Spassky. En ese furor por el tablero de 64 casillas, muchos incluidos nosotros por cierto, quedamos atrapados por la fina e inigualable estética de nuestro maravilloso juego. Pero claro no todo es ajedrez, existe otro tablero, al decir de Borges de negras noches y blancos días. Mi amigo con su libro busca entrecruzar ese microcosmos, el ajedrez, con la vida misma. Y lo hace de la manera más simple y a la vez ancestral, contando historias. Es ver a la realidad desde el prisma escaqueado del milenario juego. Por último, mi recomendación final es guardar las piezas, por un momento claro está, y sentarse a leer estos apasionantes relatos. Guillermo Gustavo Soppe Maestro Internacional de Ajedrez (MI)

7

8

Contenido

Pag.

Raúl Grosso: Mi paso por el ajedrez………………………………………………… 2 Introducción: Porqué y para qué escribí…………………………………………… 3 Agradecimientos: A quienes me hicieron amar este ¿juego?……………………… 4 Prólogo I: Juan Antonio Castro Torres (MI ICCF): “La vida es una clase de ajedrez”…. 5 Prollogo II: Guillermo Gustavo Soppe (MI FIDE): “Un libro de investigación”…………. 6

01 Origen…………………………………………………………………. 15 Ajedrez: Lo que importa es que exista Sin dudas, primero apareció en la India y China El carácter simbólico del juego Los granos de trigo y la inteligencia supera a la suerte Los árabes introdujeron el ajedrez a Rusia La historia cambió por una partida de ajedrez

02 Simbolismo ……………………………………………………………. 25 Metáforas y conclusiones morales El Rey: La pieza más importante La Dama pasó de ser la más débil a la más fuerte La Dama en el presente siglo La torre. Recta, profunda y devastadora El Alfil representa los pesados cañones modernos El Caballo se convirtió en el símbolo más común Peones como la medida de todas las cosas Prestar atención a la amenaza al Rey Fino humor para significación de las piezas Las piezas como obra de arte Valor intrínseco de las piezas Diseño de piezas. Figurativas y simbólicas Las piezas más antiguas son de colmillos de morsa

03 Evolución………………………………………………………………. 54 Evolución de las ideas y escuelas filosóficas Las reglas se mantienen invariables desde hace 200 años Predominio cultural, político y económico Ruy López de Segura, Giovanni Leonardo, “Il Puttino”, primer campeón italiano Grandes momentos de la historia y el ajedrez

04 Arte…………………………………………………………………….. 63 9

Una actividad lúdica provechosa Más que un mero pasatiempo Como cultura Universal Un alto valor simbólico en el cine Mayor presencia en la pintura Lienzos con alusiones ajedrecísticas y el paradigma del entretenimiento intelectual Demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser juego Preciosa obra de Alfonso X, “El Sabio” Talentos que mueren jóvenes Superando las limitaciones físicas Manifestación de cultura, pero no “toda la cultura” Percepción intuitiva de la belleza de una combinación ¿Por qué una pasión malsana? Original y dudosa teoría de Edgar A. Poe Soberbio, resentido, insoportable, pero simpático Coincidencia o premonición poética con Fischer Confirmado, el ajedrez es arte La más sutil de las artes provoca el más espiritual de los goces ¿Juego?, ¿Arte?, ¿Ciencia? ... Pasión!!! Una obra de arte abstracta Recuerdo para artistas y científicos ajedrecistas Duchamp y la obra de arte eterna Ejemplos dignos de imitarse Estampillas con temas ajedrecísticos Nuestro juego en “El amor en los tiempos del cólera”, de García Márquez “Neropolis”, y la escena de los dos braceros en la taberna Opera Rock, su argumento Opera-rock, habla su autor “El tablero está lleno de luz” Porqué existe un juego tan perfecto En qué consiste la belleza de una partida de ajedrez Premios nobeles ajedrecistas De romances y jugadores que no saben perder Actitud nada romántica ¿Que Dios detrás de Dios la trama empieza?

05 Ciencia…………………………………………………………………. 115 Alto nivel de tolerancia frente a la frustración Opción ventajosa para la educación Los artistas y sus conflictos neuróticos

06 Educación ……………………………………………………………. 120 El ajedrez forma parte de la educación del hombre Ayuda a templar el carácter Virtudes como elemento formativo en la educación de la niñez y la juventud

07 Deportes ………………………………………………………………. 125 El ajedrez no es un deporte 10

Junto a las demás artes y expresiones de la cultura

08 Campeonatos, torneos y matches……………………………………. 129 Hastings: El torneo de más tradición En Hastings reciben el año jugando ajedrez Diferencia marcada con otras disciplinas Valioso aporte del match Mc Dconnell y Labourdonnais Primer campeonato del mundo en 1886 Escándalo por suspensión del match Karpov – Kasparov El magno torneo de Moscú Torneos Abiertos Torneo Abierto Centro de la República

09 campeones……………………………………………………………. 144 Campeones Mundiales y aspirantes La estrealla fugaz de Paul Morphy Locura de Steinitz Fischer abrazó el ajedrez como una religión La eficiencia de Bobby Fischer Fischer campeón del mundo en 1972 Luz sobre aspectos de la psicología de Fischer Compleja personalidad de Fischer Garry Kasparov, el último gran campeón Guillermo Soppe supo reescribir la historia

10 Personajes …………………………………………………………….. 162 Ancianos que sobresalieron Carta de Ronald Reagan Aspecto de la personalidad más intima Extraordinarios mecenas Ludwing Paulsen, un campeón olvidado Ruben Fine y el psicoanálisis Franklin y la moral del ajedrez Fine y el estudio científico de Paul Morphy ¡Vanidad de vanidades, todo vanidad!

11 Psicologia………………………………………………………………. 176 Aspectos intelectuales que predominan Correlación entre el temperamento y el estilo de juego Lasker y las diversas expresiones de la cultura, según Fine Psicología del jugador de ajedrez

12 Teoría………………………………………………………………… 183 Anecdotario sobre las aperturas El romántico periodista Falkbeer

13 Aperturas……………………………………………………………… 187 11

¿Porque las aperturas llevan esos nombres?

14 Profesional o amateurs……………………………………………….. 189 Expertos y pseudo profesionales

15 Tragedias………………………………………………………………. 192 El arte de la locura en el ajedrez Trágico destino de algunos cultores del juego

16 Profesiones de ajedrecistas…………………………………………… 196 Disparidad de profesiones de los ajedrecistas

17 Prohibición y aportación de la iglesia……………………………….. 199 Fanatismo e ignorancia del clero Prohibición de la iglesia Veda para el juego más intelectual que existe

18 Prodigios y jóvenes……………………………………………………. 204 Admiración por los niños prodigios Juveniles destacados

19 Exilio ………………………………………………………………….. 208 Intereses políticos y exilio Asilo de Handrei Ancu Maestros soviéticos emigrados a Occidente Spassky: exiliado pero no disidente

20 Libros………………………………………………………………….. 215 Desde los libros manuscritos hasta hoy Libros adecuados para aprender

21 Política…………………………………………………………………. 219 La influencia política en la Unión Soviética

22 Mujeres………………………………………………………………… 221 Princesas y señoras

23 Publicidad……………………………………………………………… 223 Metáforas y lenguaje común Connotaciones utilizadas por la publicidad

24 Córdoba…………………………………………………………………227 Campeones de la vieja UCA Alekhine y un club de Córdoba El Club Alekhine favoreció la renovación de jugadores Eduardo Bautista Secchi 12

La importancia de la Unión Cordobesa Campeones mundiales en Córdoba Anatoly Karpov - Gary Kasparov -Robert Fischer

25 Argentina………………………………………………………………. 240 Recuerdo breve del ajedrez en la Argentina La democracia y el juego de los reyes, que es el rey de los juegos ¿Porqué Argentina retrocedió tanto? El Estado y el ajedrez Fischer en Argentina

26 En distintos países ……………………………………………………. 248 La supremacía del ajedrez ruso El Marshall Chess Club El ajedrez en Finlandia El “Shogi”, un ajedrez japonés La proliferación de entidades

27 Apuestas y azar………………………………………………………... 256 Se apuesta hasta la muerte El rey de los juegos

28 Problemas y combinaciones…………………………………………... 260 La originalidad de componer problemas El arte de las combinaciones inmortale

29 Anécdotas………………………………………………………………. 264 Eduardo Lasker se fuga de un colegio para jugar un torneo Múltiples acontecimientos

30 Cafés……………………………………………………………………. 268 Café de la Regence Cafés y clubes

31 Viviente…………………………………………………………………. 271 Famosos acontecimientos de ajedrez viviente Ajedrez viviente y una historia de amor medieval

32 Reglamentación……………………………………………………….. 274 Cómo se obtienen los títulos Reglas invariables “Ganado son las vacas” La jugada secreta

33 Filosofía………………………………………………………………… 280 Como la vida misma 13

34 Aforismos………………………………………………………………. 282 Definición

35 La radio………………………………………………………………… 285 Vinculación con uno de los grandes inventos

36 Programas de computación…………………………………………… 286 El inicio de las computadoras

37 Palabras finales ………………………………………………………. 288

Valor de uso para el crecimiento mutuo.

Cualquier parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada por cualquier medio. No hace falta el previo consentimiento por escrito del autor y sólo les pido que mencionen la fuente: “Ajedrez: Tesoro Cultural de la Humanidad”. (Para leer sin tablero). Raúl Grosso, MI y Seniors de ICCF”.

14

01 ORIGEN Ajedrez: Lo que importa es que exista El ajedrez es un juego verdaderamente hermoso por su riqueza y su complejidad. Algunas personas imaginativas, sostienen que se trata de una creación divina, o creen que fue traído a nuestro mundo por seres extraterrestres. Por supuesto, semejantes fantasías no tienen ningún respaldo científico ni racional. La inteligencia humana ha demostrado que es capaz de grandes descubrimientos y bien ha podido inventar el ajedrez. Las investigaciones históricas más serias atribuyen el origen del juego a la antigua civilización hindú, que posiblemente se inspiró en antecedentes chinos. Y parece demostrado que ni los griegos ni los romanos conocían al ajedrez, a pesar de que practicaban otros juegos de tablero. Sin embargo, en el Renacimiento los artistas adjudicaron al ajedrez un cimiento mitológico. En su poema “Scachis ludus”, publicado en 1566, el obispo italiano Marco Jerónimo Vida cuenta que hubo una hermosa ninfa, llamada Caissa, de quien se enamoró Marte. Recordemos que las ninfas eran deidades de la naturaleza, en tanto que Marte era el dios de la guerra. El poema dice que Marte, desconsolado porque la ninfa no le prestaba atención, inventó el juego para seducirla. Caissa pasó a ser, así, la diosa del ajedrez. A ella le consagró sir William Jones otro extenso poema, aparecido en el año 1673. Los románticos convirtieron luego a Caissa en la musa del juego, lo que implica el cambio de categoría mitológica, ya que las musas eran otras diosas, que habitaban el Parmaso griego y protegían a las 15

ciencias y las artes. Euterpe, por ejemplo, era la musa de la música; Clío la de la historia, etc. Otro sacerdote italiano, Pietro Carreras, escribió en 1617 un largo tratado sobre el juego, bajo el título de “Il gioco degli scacchi”. En uno de sus capítulos, Carrera afirma que el ajedrez fue inventado por Palamedes, rey de Eubea, uno de los participantes de la guerra de Troya. Entre quienes, según Carrera, han escrito sobre el juego, aparecen ilustres autores griegos y romanos. Pero se trata de una fábula o de una grave equivocación, ya que Séneca o Lucano, por ejemplo, se refieren a otros entretenimientos, ajenos el ajedrez. El nombre de la diosa Caissa deriva, posiblemente, del persa “shah”, que significa “rey”. La misma raíz tiene el nombre del juego en varios idiomas modernos, como “chess”, en inglés; “ëchecs”, en francés, y “schach”, en alemán. Otra variante de la misma palabra es el nombre “Sissa”, un sabio oriental que inventó el ajedrez, según las leyendas de la india. Este Sissa es aquel que pidió, como recompensa por la creación del juego, un grano de trigo por la primera casilla del tablero; dos, por la segunda; cuatro, por la tercera, y así, en progresión geométrica. Lo sorprendente es que el resultado da una cifra enorme, imposible de satisfacer. Aunque tal vez nunca se logró determinar con precisión dónde y cómo surgió el ajedrez, lo que importa es que exista, y que es una de las manifestaciones más elevadas del ingenio humano.

Sin dudas, primero apareció en la India y China. En muchos diarios y revistas leemos notas acerca del origen del ajedrez. Por lo general, fueron escritas por redactores que toman los datos de otras publicaciones similares, y así se propagan los errores. Las investigaciones científicas mas serias coinciden en señalar que el chaturanga, forma primitiva del ajedrez apareció en la India alrededor del siglo VI de la era cristiana. Se admite que puede ser un perfeccionamiento de otro juego oriental, acaso procedente de China. 16

Carecen, por lo tanto, de todo fundamento histórico, las versiones que atribuyen a los antiguos egipcios, griegos o romanos, la invención del ajedrez. La confusión nace, sobre todo, de que algunos traductores de obras clásicas han empleado la palabra “ajedrez”, cuando en el texto se hacía alusión a otro juego de tablero. Así, por ejemplo, cierta versión del diálogo titulado “Felón”, del filósofo griego Platón, la hace decir a éste que el ajedrez fue creado por el dios egipcio Thot. En realidad, Platón se refiere a un juego cuyas piezas eran denominadas “perros”, y debe recordarse que el mencionado dios era representado, precisamente, con cabeza de dicho animal. Este juego, parecido a las damas, se desarrollaba sobre un tablero de tres casillas de ancho por doce de largo. Se han encontrado ejemplares de las piezas, talladas en marfil, que tienen similitud con los peones de ajedrez y son todas iguales. También se han descubierto pinturas donde aparecen príncipes, o dioses, practicando este juego. Pero es evidente que no se trata de ajedrez. El mismo error se comete cuando se habla del supuesto ajedrez griego. El juego a que hacen mención los autores de varios siglos antes de Cristo, es el mismo que cometen los egipcios, como lo prueba el hecho de que las piezas recibían también el nombre de “canes”. El juego griego, llamado “patria” , es el que habría inventado el rey Palamedes durante el sitio de Troya; en consecuencia, decir que Palamedes creó el ajedrez, como se ha repetido a lo largo de los siglos, constituye una falsedad histórica. El ajedrez propiamente dicho sólo fue llevado a Bizancio hace unos 1400 años, y se denominó “zotrikian”, palabra que deriva, claramente, del árabe “shatranj”. Los escritores romanos también han sido traicionados por los traductores, dando lugar a la creencia de que en el Imperio ya se jugaba al ajedrez. En verdad, ni Séneca ni Valerio Máximo, para citar sólo dos autores ilustres, han explicado nunca cómo se jugaba al “ludus latrunculorum” , erróneamente identificado con el ajedrez. Probablemente, la suposición nace del hecho de que la palabra “latrunculus”, empleado para designar las piezas, significaba también “soldado”, y ya se sabe que los peones del ajedrez se 17

identifican con la infantería del ejército. Pero el juego romano no era tampoco ajedrez, sino tal vez otra transformación del conocido por los egipcios y los griegos, pueblos con los cuales las legiones romanas estaban en permanente contacto. El ajedrez es un suceso cultural y resulta poco plausible observar que algunas personas desaprensivas hablen de él sin documentarse debidamente.

El carácter simbólico del juego Sabida es la estrecha vinculación que el ajedrez mantiene con todas las demás manifestaciones de la cultura humana. En principio, la historia del nombre y de la forma de las piezas permite interesantes reflexiones acerca de la raíz de algunas palabras y del carácter simbólico del juego. El ajedrez, tal como lo conocemos, apareció en la India a fines del siglo VI de la era cristiana. Representa una batalla entre dos ejércitos dirigidos por la máxima autoridad política y militar: El Rey. Debe recordarse que la monarquía es la más antiguas de las formas de gobierno, ya que responde al fenómeno natural del liderazgo. En muchas especies animales, sobre todo las que se desplazan en manadas u otra forma de agrupaciones, siempre existe un individuo, dotado de condiciones excepcionales, que asume el mando y que se pone a la cabeza de la marcha. Los hombres primitivos también formaban hordas, a cuyo frente iba el guerrero más valeroso o más hábil, y ese es el origen de la monarquía. Hace mil quinientos años, en la India, se hablaba el idioma sánscrito. Más precisamente, esta lengua era la de la casta dominante, los brahmanes, o sea la nobleza india. En sánscrito, rey se decía “raja” y de esta palabra deriva, incluso la española. En efecto: el latín de la antigua Roma debe muchas de sus raíces al sánscrito, y de “raja” se formó “res”, que a su vez dio el español “rey”, el francés “roi”, el italiano “ré”, el rumano “rege”, etc. El ajedrez de la India, que se denominaba “chaturanga”, tenía pues, como pieza más importante el “raja” o “rey”. Y esta pieza conservó el 18

nombre y la significación a lo largo de los siglos, incluso cuando el juego pasó a Occidente y aun cuando la democracia desplazó a la monarquía como forma predilecta de gobierno. El chaturanga indio se difundió en Persia, donde recibió el nombre de “chatrang”. Como mucha gente sabe, en Persia el rey se llamó “shah”, palabra que posee una curiosa etimología. Según Jorge Luis Borges, en una entrevista publicada en la revista “Ajedrez”, fue el romano Julio César quien dio lugar al proceso lingüístico. Su estilo de gobierno, autoritario y eficaz, hizo que los romanos empezarán a llamar “César” a todos los emperadores. En latín clásico, “César” se pronunciaba “Caesar”, vocablo que se transformó en “Kaiser”, en los países germánicos, y en “czar” en Rusia. A su vez la palabra rusa “czar” habría llegado a Persia, convirtiéndose finalmente en “shah”. Aunque sólo designaba, pues, al rey, la palabra persa “shah” tuvo inesperadas derivaciones en toda la terminología ajedrecística. De “shah” provienen las palabras “jaque”, con lo que se anuncia el ataque al rey, “escaque”, que es cada una de las casillas del tablero, y, sobretodo, la expresión “jaque mate”. Cuando en Persia un rey quedaba perdido, el adversario exclamaba “shah mat”, que quiere decir justamente eso. Pero la frase pasó a ser el nombre del juego mismo en algunas lenguas, como el ruso, donde “ajedrez” se dice “shajmaty”.

Los granos de trigo y la inteligencia supera a la suerte Es probable que el ajedrez, que nació en la India, haya sido el perfeccionamiento de otro juego más antiguo, procedente de la China. Sin embargo, sólo el “chaturanga” hindú puede ser identificado, claramente, con el ajedrez actual. Si bien el juego resultó de una creación colectiva, desarrollada durante muchos años con el aporte de anónimos inversores, siempre hubo una leyenda que atribuyeron a una sola persona, a un sabio determinado, el mérito de la invención. La más famosa es aquella historia del filósofo llamado Sissa, a quien 19

el rey indio Balhait encargó un juego novedoso para distraerse. Sissa trabajó sin descanso y, finalmente, apareció en la corte con el tablero y los trebejos del chaturanga. El monarca quedó deslumbrado y, con generosidad, ofreció al sabio la recompensa que quisiera. Sissa pidió nada más que un grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la tercera, y así, en progresión geométrica, hasta completar las sesenta y cuatro. Asombrado por la modestia del sabio, el rey ordenó que se le pagara de inmediato: Pero al efectuar los cálculos, se comprobó que no había trigo suficiente en todo el país, ya que la cantidad exigida era enorme. Nada menos que 18.446.744.073.709.551.615 (dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince granos de trigo. Traducido esto eran 878.416.384.462 toneladas. Otra leyenda afirma que una reina viuda gobernaba el país durante la minoría de edad de sus dos hijos mellizos. Cuando éstos se hicieron hombres, llegó el momento de decidir cuál de los dos era el sucesor de su difunto padre. Los hermanos no se pudieron de acuerdo y, cada uno al frente de un ejercito, se combatieron en guerra civil. Uno de ellos, de nombre Gav, derrotó por último a su gemelo Taljand, quien murió en el combate. La reina madre cayó en la desesperación, pues el hijo perdedor era su favorito. Gav convocó entonces a un consejo de sabios, y les pidió que concibieran un simulacro de la batalla, para demostrar a su madre cómo se habían desarrollado los hechos y convencerla de que la muerte de Taljand había sido un accidente. En una noche, los sabios inventaron así el ajedrez. Pero no sirvió de nada, porque la reina no logró comprender el juego y murió desconsolada. Una tercera versión, recogida por Alfonso el Sabio en su famoso libro del siglo XIII, cuenta que había un rey de la India muy interesado en la filosofía. Le gustaba escuchar la opinión de los sabios y pedirles explicaciones sobre diversos problemas. Uno de los sabios sostenía que más vale la inteligencia que la suerte, porque el hombre que razona actúa ordenadamente y, si se ve perjudicado, sólo el mismo es 20

responsable. Otro sabio decía que más vale la suerte que la inteligencia, ya que si no se tenía suerte, la astucia por si sola no basta. Y un tercer sabio opinaba que lo más cuerdo era obrar con inteligencia, pero sin desaprovechar los vaivenes de la suerte. El rey les sugirió, entonces, que cada uno preparase una demostración de su respectiva teoría. Vencido el plazo para ello, el sabio que prefería la inteligencia apareció con el juego de ajedrez; el que prefería la suerte vino con un juego de dados, y el tercer sabio propuso que la pieza a mover se determinara mediante el dado, pero que el jugador reflexionara a qué casilla debía llevarla. Así fue como surgió el ajedrez primitivo, que se jugaba efectivamente con la ayuda de un dado, pero que finalmente prescindió de él: había prevalecido la inteligencia sobre la suerte.

Los árabes introdujeron el ajedrez a Rusia Hasta comienzo de este siglo, todos los campeones mundiales de ajedrez, desde que el título se disputa en forma regular, han sido rusos o, por lo menos, soviéticos. Sólo se exceptúan los breves reinados del holandés Max Euwe y el norteamericano Robert Fischer. Esto no es una casualidad, ni tampoco es mérito del sistema político imperante en la Unión Soviética, como suele decirse. La verdad es mucho más simple: Los rusos son los mejores ajedrecistad del mundo, porque en Rusia el ajedrez es el juego nacional. Y se lo practica, en todos los niveles sociales, desde hace más de mil años. Los historiadores han establecido que el ajedrez primitivo, es decir, el “shatranj” árabe, penetró en lo que es actualmente la Unión Soviética, a través del principado de Kiev. A fines del siglo IX y a comienzos del X, la ciudad de Kiev, hoy capital de la república soviética de Ucrania, era sede de un estado gobernado por la dinastía Varangían. El segundo rey de esta familia, llamado Oleg el Sabio, llevó a cabo una exitosa guerra contra el vecino imperio de Bizancio. Luego se firmó la paz, y comenzó una etapa de intenso intercambio cultural y comercial entre ambos países. El ajedrez había sido llevado 21

a Bizancio por los árabes y es muy probable que, en consecuencia, pasara enseguida a Kiev y, desde allí, a toda la antigua Rusia. Por otra parte, hay indicios de que los mercaderes árabes, partiendo desde Bagdag, mantuvieron relaciones comerciales con los príncipes de Kiev. Esta fue, seguramente, otra vía por la cual el ajedrez se fundió tempranamente en Rusia, varios siglos antes que en los países de europa occidental. Y, a pesar de que encontró cierta resistencia de parte de la iglesia, el juego se hizo popular y fue incluso alentado por la clase noble. Todos los zares fueron aficionados al ajedrez, y, según las crónicas, el famoso Iván el Terrible fue asesinado, en el año 1584, mientras se hallaba concentrado jugando una partida. El nombre de las piezas de ajedrez, en idioma ruso, confirma la presunción de que fue introducido directamente desde los países árabes, cuando todavía era desconocido en Occidente. La dama moderna, por ejemplo, se llama todavía “Ferz”, lo mismo que en la primitiva forma persa del juego. Otro tanto ocurre con los alfiles, que no se convirtieron en obispos, como sucedió en el resto de Europa, sino que continúan siendo elefantes: Esto significa el término ruso “slon”, equivalente a “fil”, o sea, elefante en lengua árabe. El caballo, denominado “Kon”, y los peones, designados con el vocablo “Pieshka”, también respetan el nombre original de los trebejos, nacidos en la India. El rey y la torre, ofrecen, sin embargo, una particularidad. El rey se llamaba originalmente, “Shah”, en persa. Pero en ruso se dice “Karol”, que deriva del nombre del emperador Carlomagno. Al parecer, este soberano no jugaba al ajedrez, pero su nombre era sinónimo de monarca. Como Carlomagno murío unos cien años antes de la época antigua, según decíamos, y el ajedrez fue conocido en Kiev, la denominación resulta bastante natural. En cuanto a la torre, que para los árabes era un carro de combate, para los rusos pasó a representar un barco, llamado “Ladya”. Esto también tiene su explicación: La dinastía reinante en Kiev era de origen escandinavo, vikingo, y que este pueblo era navegante. En un juego que simboliza una batalla, los barcos no podían estar ausentes.

22

La historia cambió por una partida de ajedrez La historia medieval europea, está llena de referencias al juego de ajedrez, que era el pasatiempo preferido de la clase noble. Uno de los relatos más antiguos aparece en la saga nórdica “Heimskringla”, escrita alrededor del año 1230, y el episodio narrado ocurrió el 29 de setiembre de 1027. El rey Knut de Dinamarca, que había ceñido también la corona de Inglaterra, temía una invasión de sus vecinos suecos y noruegos. Debe recordarse que, en aquellos remotos tiempos, la guerra era un estado casi permanente en toda Europa. A la cabeza de un poderoso ejército, el rey dispuso lo necesario para patrullar las costas y espiar los movimientos de la flota enemiga. Despues, se dirigió a la ciudad de Roskilde, que era entonces la capital de Dinamarca, donde fue recibido por su pariente y hombre de confianza, el conde Ulf. Para agasajar al soberano, Ulf organizó una gran fiesta y ofreció a Knut toda clase de diversiones. Pero el rey permanecía silencioso, casi hosco, como si desconfiara de su primo el conde. Ulf, finalmente invitó a jugar una partida de ajedrez, que el monarca aceptó. Rodeados por toda la corte, la partida empezó. Al cabo de algunas jugadas, el rey cometió un error y perdió un caballo. Entonces, volvió la jugada y pretendió ejecutar otro movimiento. El conde se enfadó y volcó el tablero y se puso de pie, dirigiéndose hacia la salida. Ofendido, el rey le gritó: “Huyes como un cobarde”. En medio de silencio tremendo, el conde se detuvo en seco y le contestó con altanería: “No me llamaste cobarde cuando acudí en tu ayuda, para impedir que los suecos te mataran”. Aludiendo a una escaramuza librada en otra guerra anterior. Con estas palabras, ya vestido, el rey ordenó a uno de sus custodios: “Ve donde el conde Ulf, y mátalo”. El soldado partió, pero regresó enseguida informando que el conde se hallaba en la iglesia de San Lucas. El rey, decidido ya a eliminar a su ofensor, mandó a otro de sus guardias hasta la iglesia y allí fue asesinado el conde Ulf. Como prueba, el guardia trajo su espada ensangrentada. 23

La historia termina diciendo que los monjes se rebelaron contra Knut, por la profanación del templo, pero el hábil monarca sofocó la resistencia otorgando a la iglesia una serie de privilegios. Los estudiosos han llegado a la conclusión de que la leyenda se basa en hechos reales, aunque han sido adornados por la imaginación del cronista. Lo más probable es que el rey Knut sospechase de la lealtad del conde, que gozaba de gran popularidad e influencia. Es verdad que lo hizo matar, pero resulta increíble que lo hiciera solamente por haber perdido una partida de ajedrez. De todas maneras, es notable esta continua presencia del juego en las narraciones de aquella época. Y si la trágica partida fue como se cuenta, acaso la historia cambió por que un rey de verdad perdió un caballo en el tablero.

24

02 Simbolismo Metáforas y conclusiones morales El simbolismo del juego de ajedrez ha sido aprovechado desde antiguo, para extraer conclusiones morales o construir metáforas poéticas. Uno de los ejemplos más curioso se remonta al siglo XIII y es el libro del fraile dominico Jacopo Cessolis, titulado “De las costumbres de los hombres y oficios de los nobles”, más conocido por el nombre de “Ludus scacchorum”, es decir, “juego de ajedrez”. En esta obra medieval, el sacerdote recurre a las piezas y el tablero para describir la estructura social de su tiempo y aconsejar determinadas conductas. Desde luego, se encuentran en el texto todos los prejuicios de la época. Comienza diciendo que el mundo se parece a un tablero, alternativamente blanco y negro, colores que muestran las dos condiciones de vida y de muerte, o de salvación y condena. Las piezas son los seres humanos, que tienen un nacimiento común, ocupan diferentes posiciones sociales y alcanzan distintos títulos en su vida, pero que finalmente tienen un destino común que iguala a todos. El Rey se encuentra protegido por las otras piezas, en lugar seguro. Más adelante describe el movimiento de las piezas y afirma que el Rey se traslada y captura en todas direcciones, porque la voluntad del monarca es ley. Recordemos que en el siglo XIII el único sistema de gobierno admitido era la monarquía absoluta. Y recordemos también que la mujer no era bien vista en la iglesia, como lo demuestra esta definición de la Dama: Dice Cessolis que esta pieza sólo puede obtener algo mediante la intriga y el engaño. El juego asimila las Torres a los jueces itinerantes, que en el Medioevo se constituían periódicamente en las poblaciones, para administrar justicia. Por eso pueden desplazarse largamente, pero 25

siempre en línea recta. Para los caballos, el monje benedictino tiene una ingeniosa explicación: Su movimiento se compone de un paso en línea recta y otro paso en línea oblicua. Y dice que son los nobles señores, que por un lado ejercen poderes legítimos pero, a veces, cometen injusticias. En aquella época, ciertos sectores de la iglesia cuestionaban los abusos de la jerarquía, acusada de corrupción. Cessolis dice que los alfiles son obispos que se mueven y capturan en diagonal, porque a menudo los prelados abandonan su ministerio y se entregan a los placeres terrenales. La descripción de los peones pone de manifiesto el escaso aprecio que se tenía entonces por el pueblo. El libro dice que los peones avanzan en línea recta hasta que tienen ocasión de capturar, y en es ese momento lo hacen de manera oblicua, como ejecutando un acto de rapiña. Y señala que cuando el peón corona se mueve oblicuamente, como la Dama, lo que demuestra que la gente del pueblo es incapaz de proceder con rectitud cuando se la saca de su situación natural. La comparación moral del fraile medieval concluye afirmando que el Diablo dice “¡Jaque!” cuando el hombre cae en el pecado, y que si el hombre se cubre el jaque de inmediato, mediante el arrepentimiento, el Diablo dice “¡Mate!” y se lo lleva al infierno, del que no hay escapatoria. Porque el Diablo posee distintas clases de tentaciones para seducir a los diferentes tipos de hombre, como el cazador dispone de perros adecuados para cada tipo de presa. Como en otros momentos de la historia, el ajedrez sirvió en aquel ya remoto siglo XIII para pintar un vivo retrato de la sociedad humana.

El Rey: La pieza más importante En el simbólico combate que se desarrolla en el tablero de ajedrez, cada ejército se supone dirigido por el rey. Esta pieza ha conservado su nombre y su significación desde los remotos orígenes del juego, hace mil quinientos años en la India. La forma de la pieza, por supuesto, ha ido cambiando según el tiempo y el lugar. Tanto en la India como en Persia, y luego en los 26

dominios árabes, el “raja” o “shah” era representado como un hombre de rasgos nobles, sentado a la manera oriental sobre una plataforma instalada en el lomo de un elefante. La pieza de ajedrez más antigua que se conoce es, precisamente, un rey de tales características. Está finamente labrada en marfil y hay varios personajes secundarios, que conforman la guardia personal del soberano. La pieza, una verdadera joya, se atribuye a algún artista árabe del siglo VIII. Cuando el ajedrez se difundió en las naciones cristianas de Europa, el Rey empezó a aparecer montado a caballo o sentado en un trono. Pero siempre era la pieza de mayor tamaño, y tanto la expresión del rostro como los atributos que ostentaba –corona, cetro, espadasubrayaban su importancia y su autoridad. En la isla de Lewis, una de las Hébridas, se ha hallado un juego completo, fabricado en colmillo de morsa por los vikingos, alrededor del siglo XI; allí, el rey está en el trono, luce una espesa barba y empuña una espada desnuda. En la base del asiento, se observa un dragón alado. La figura del emperador Carlomagno fue tomada para el diseño de la pieza en los juegos medievales. Desde ese momento, la corona rematada por la cruz se convierte en el símbolo típico del Rey. En diversos períodos de la historia humana, los juegos de ajedrez se han utilizado para expresar sentimientos patrióticos o ideológicos enfrentados: el carácter bélico del juego así lo permite. Los reyes asumieron la estampa de sir Colin Campbell y de nana Sabih, cuando Gran Bretaña reprimió al pueblo hindú en 1857; y simbolizaron a los jefes blancos y rojos, durante la revolución comunista en Rusia. Sin embargo, cualquiera fuera la causa que defendieran, siempre el rey, o su equivalente, es la pieza que comanda las fuerzas. Modernamente, las piezas figurativas no se usan para jugar, sino que constituyen obras de arte o adornos. El escultor Roy Shifrin ha creado un juego que reproduce la composición actual de los ejércitos, y en él, el rey es un general sentado en una silla de campaña. Las piezas de líneas abstractas, que conocemos y empleamos hoy, ya existían en Persia, hacia el siglo VI; nacieron a raíz de la invasión 27

musulmana, para evitar que los ajedrecistas fueran acusados de idolatría, pecado grave en la religión islámica. El shah era, sencillamente, la pieza más alta. El rey de los tableros contemporáneos, que se distingue por la cruz de su corona, debe medir, reglamentariamente, entre 8,5 y 10,5 centímetros, y la base ha de tener un diámetro de entre el 40 y el 50 por ciento de la altura. El estilizado perfil del rey fue ideado en 1839 por Nathaniel Cook, pero se lo conoce como modelo Stauton, nombre del maestro inglés que fue campeón del mundo. En resumen, hasta ahora dijimos que el rey fue la pieza principal del ajedrez desde la aparición misma del juego, ocurrida en la India hace unos mil quinientos años. Y explicamos que el nombre y la significación de la figura real se han mantenido sin variantes hasta la actualidad. Los antiguos hindúes lo llamaban, pues, “rajá”, en tanto en Persia asumió la denominación de “shah”. Merece destacarse que de esta última palabra deriva el nombre del juego en varios idiomas modernos, como el alemán, donde ajedrez se dice “schashspiel”, o sea, “juego del rey”; el italiano, que lo llama “scacchi”; el francés, en que se denomina “èchecs”, y también el inglés “chess” y el ruso “shajmaty”, literalmente, “jaque mate”. Cabe acotar que, en realidad, solamente en castellano y en portugués el juego conserva su primitiva designación, ya que tanto ajedrez como “xadrez”, derivan en forma directa de “chaturanga”, palabra sánscrita que se transformó en el persa “chatrang”, el árabe “shtranj” y el bajo latín “chadrez”, hasta llegar a los actuales vocablos de las lengua ibéricas. En Europa, entonces, el rey mantuvo ese nombre. Las naciones latinas emplean una palabra que proviene del latín “rox” e, indirectamente, del sánscrito “raja”: “Rey” en español; “re” en italiano; “roi” en francés; “rege” en rumano, etc. Los países de origen germánico, por su parte, utilizan la voz equivalente en su respectivo grupo lingüístico: “king” en inglés; “konig” en alemán, “kaning” en holandés, etc. Es curioso lo que sucedió en Rusia y otros países eslavos. Si bien el 28

monarca de verdad era llamado “zar”, palabra que deriva de “César”, el rey del ajedrez recibió un nombre diferente, pero también originado en el nombre propio de un emperador latino: Carlomagno. Esta figura histórica reinaba en uno de los estados medievales de lo que hoy es Francia, la antigua Neustria, y luego fue proclamado rey de todos los francos. Finalmente, en el año 800, el papa León III lo coronó emperador de Occidente. En latín, Carlomagno se decía “Carolas magnus”, y de “Carolus” se formó el vocablo que designa al rey del ajedrez en idioma ruso: “Korol”. El extraño fenómeno también se verifica en otras lenguas eslavas o de naciones próximas a Rusia: Por ejemplo, en Polonia, el rey del tablero se conoce como “Krol”; en Checoslovaquia, como “Kral” y en Hungría como “Kiraly”. La importancia del rey, tanto en la vida de los pueblos como en el juego de ajedrez, está señalada por la posición central que ocupa. La ubicación del rey, en el tablero de ajedrez, siempre en una casilla del centro, flaqueado por los dignatarios de la corte y defendido por los soldados, o sea, los modernos peones. En cuanto al movimiento de la pieza, también se ha conservado inalterable desde la invención del juego: Se interpreta que su andar pausado, de a una sola casilla por vez, tiene la solemnidad propia de su alta investidura, y a la vez la prudencia que debe caracterizar a sus desplazamientos. Siendo la cabeza del ejército que combate en el campo de batalla, el rey nunca puede ser capturado. Como máximo, se le cercará, quitándole toda vía de escape, para forzar la rendición. Esto es, precisamente, el jaque mate, expresión que significa “el rey está perdido” y que pone fin a la partida.

La Dama pasó de ser la más débil a la más fuerte Desde la creación del juego de ajedrez, hace unos 1500 años en la India, la pieza que ha sufrido más transformaciones es la moderna dama. Es preciso recordar que en el antiguo Oriente, la mujer no 29

desempeñaba ninguna función de carácter político y, menos aún, militar. Recluidas en sus lujosos aposentos. Las esposas de los reyes acaso influyeron en muchas de sus decisiones, pero lo hacían de manera discreta, ocultas a la vista de la corte y del pueblo. La dama, que es la pieza más fuerte en el ajedrez actual, era la más débil en los orígenes del juego. En la India se llamaba “mantri” y representaba al consejero del rey y entre los árabes se la denominaba “ferz” o “visir” y era el ministro del soberano musulmán. En Europa, esta pieza fue cobrando poco a poco sus características actuales. Pero su nombre, en los diversos idiomas, tiene etimologías también dispares. En ruso, por ejemplo, conserva la calificación árabe de “ferz”, y también en Hungría se la conoce como “vezer”, que deriva de aquel vocablo, original de la antigua Persia. La designación estricta de “reina” sólo se mantiene en inglés, “queen”, acaso por la importancia que las mujeres han tenido, y tienen, en la historia imperialista de la monarquía británica. Cabe recordar que en tiempos de Carlomagno la pieza era llamada “regina”, que significa reina en latín. La mayoría de las lenguas ha adoptado, sin embargo, la palabra “dama”. El primero en usarla fue el teórico italiano Pietro Carrera, quien publicó, en 1617, su tratado “Il gioco degli scacchi”. Dama, en italiano, “donna”, provienen del latín “domina”. Que quiere decir “dueña”, “señora”, en el sentido fuerte de la expresión: Es la mujer del “dominus”, el que domina, el que manda. De hecho, la dama simboliza a la compañera del rey o, más ampliamente, a la mujer del gobernante. Pone en relieve la importancia y el protagonismo que ha alcanzado el sexo débil, con la paradoja de que es la pieza más fuerte del tablero. El consejero del ajedrez hindú, o el ministro del juego árabe, eran representados como un anciano de noble porte, vestido con larga túnica y que lucia una expresión grave y serena. La reina o dama europea, en cambio, solía, aparecer montada en un caballo ricamente enjaezado, o sentada en su trono al lado del rey, o en una especie de nicho, cubierto por un dosel y rodeada de doncellas a su servicio. En 30

una etapa intermedia, cuando la pieza fue asimilada al alférez o portaestandarte, asumió la silueta de un guerrero que enarbolaba la bandera. En Francia, el vocablo “ferz” produjo otra extraña confusión: se imaginó que aludía a la virgen María, ya que en francés “virgén” se dice “vierga” que suena parecido. También se ha atribuido la figura de la actual dama, a la famosa heroína Juana de Arco, una de las primeras mujeres que encabezó ejércitos en guerras verdaderas. El muestrario de ocurrencias se completa con la que veía, en esta pieza del tablero, una imagen de las legendarias amazonas o mujeres guerreras de América. El diseño moderno de la dama es similar al del rey, sólo que un poco menos alta y con una corona tradicional, sin la cruz que identifica al monarca. Se trata del modelo denominado Stauton. Los juegos más estilizados y abstractos, conciben a la dama como un sencillo cono, de altura algo menor a la pirámide que representa al rey. El escultor Roy Shifrin, que ha creado un juego de ajedrez adaptado a las condiciones de la guerra contemporánea, convirtió a la dama en una guerrillera: Es una figura de mujer vestida de soldado, con casco y fusil de bandolera. Testimonio de una época lamentable, el que algunas mujeres se han dedicado a propagar la muerte, renegando de su natural condición de conservadoras de la vida. Lo cierto es que, a despecho de tan disímiles interpretaciones, la pieza adquirió primero la capacidad de saltar hasta tres casillas y, poco a poco, su movimiento fue ganando en amplitud, hasta llegar a su actual dominio de columna y diagonales. No fue ajeno a este proceso, seguramente, el constante ascenso de la mujer en la consideración social de los pueblos. Así se llegó a la consagración contemporánea de la reina o dama, como figura principalísima que brilla junto a reyes y primeros magistrados, y cuya acción casi ilimitada decide, con frecuencia, las simbólicas batallas del tablero. La historia de la Dama corrobora, una vez más, la estrecha relación del ajedrez con la evolución de la cultura humana.

31

La Dama en el presente siglo La pieza más poderosa en el juego de ajedrez, es la dama, llamada “reina” en algunos idiomas. Esta figura es relativamente nueva, ya que apareció en la época del Renacimiento. En los orígenes del juego, su posición era ocupada por un visir, o primer ministro; más tarde, se la equiparaba al alférez o portaestandarte del rey. Su transformación en la moderna dama, es producto de la importancia que se asignaba a la mujer en Europa donde muchas veces ejercía el gobierno, algo inconcebible para los orientales que inventaron el ajedrez. En los tiempos antiguos, sin embargo, era muy común que las mujeres jugaran al ajedrez y solían incluso derrotar a los hombres. Pero esta práctica estaba reservada a la clase noble y se llevaba a efecto en discretos salones. La situación cambió totalmente cuando se hizo popular y empezó a ser un pasatiempo propio de los cafés y, después, de los clubes. A ninguno de estos lugares tenían acceso las damas, por lo menos, aquellos que cuidaban su reputación, y así fue como el ajedrez se convirtió en disciplina privativa de los hombres. Sólo en el siglo XIX, con la progresiva liberalización de las costumbres, las mujeres volvieron a competir con los hombres, tablero de por medio. Tímidamente al principio, y con más decisión en la actualidad, las jóvenes se asocian a los clubes y participan en torneos. Y aun hay personas que no lo ven con buenos ojos, pues mantienen el prejuicio contra el ambiente ajedrecístico que es, hay que reconocerlo, predominantemente masculino. A partir del año 1927, fundada ya la Federación Internacional de Ajedrez, se instituyó un campeonato mundial femenino, que trajo aparejada la creación una categoría especial para las damas, también en el orden nacional. Haciéndolas jugar entre sí, se pensó que se favorecería la participación de mujeres en las competencias, al cambiar el ambiente de éstas. Es verdad que tal propósito se ha logrado, pero no es menos cierto que, para progresar realmente en el orden técnico, resulta indispensable que las buenas ajedrecistas cotejen con sus colegas 32

varones, y no es mucho lo que se ha avanzado todavía en este sentido. A pesar de todo, hubo figuras notables, que alternaron con los hombres en un pié de igualdad, en cuanto a su nivel de juego. La primera campeona mundial, Vera Menchik; la jugadora alemana Sonia Graf; la chilena Berta Carrasco, y algunas otras, fueron las adelantadas en esta carrera por la igualdad de la mujer, que es característica de esta época, en todos los ordenes de la vida. Contemporáneamente, hay que destacar a dos grandes campeonas soviéticas, Vera Kuschnir y Nona Gasprindashvili, como asimismo a las hermanas Polgar (entre ellas Judith, quien posee el título de Gran Maestro entre los hombres) y Pia Cramling. Asimismo, en los últimos años China y Rusia se disputan la supremacía en la rama femenina. China con Xu Yuhua y Rusia con Aleksandra Kosteniuk. En nuestro país, también hay algunas excelentes jugadoras, y la que más victorias consiguió, contra eminentes maestros del sexo fuerte, es la cordobesa Edith Soppe (tempranamente fallecida). Edith, con el título de maestra internacional, representó a la argentina en 4 olimpíadas femeninas, y constituye un claro ejemplo para todas las damas que realmente gustan del ajedrez. También sobresalió Claudia Amura, la primera mujer ajedrecista iberoamericana en obtener un título de gran maestra de ajedrez. Se ubicó primera en el Ranking de América y llegó al puesto Nº 12 del Ranking mundial. Ganó 6 torneos sudamericanos, un Continental, y una Medalla de Plata en las Olimpíadas de 1990.

La torre. Recta, profunda y devastadora La torre del juego de ajedrez, que en la India y en Persia representaba a un carro de asalto, y que entre los árabes equivalía a un camello, denominado “roj”, sufrió una completa transformación en Europa. El trebejo árabe tenía el aspecto de un pequeño monolito, y la palabra “roj” fue entonces identificada con “roc”, “riche”, vocablos que significaban “roca” y, por extensión, castillo o torre de piedra. Tal es el origen de la designación moderna, que se ha propagado a todas las 33

lenguas: “torre”, en español, catalán, portugués y también italiano; “tour” en francés; “turn” en rumano; “turf” en alemán, y “toren”, en holandés. Los ingleses conservan la voz antigua “rook”, que equivale al castellano arcaico “roque”, de donde deriva “enroque” y así mismo “enrocar”, vale decir, refugiarse en la torre. La lengua rusa tiene la particularidad de llamar a la torre “ladys”, o sea “barco”, hecho que ha llevado a suponer que esta era la primitiva significación de la pieza. No se han encontrado, hasta la fecha, juegos de ajedrez auténticos de la antigüedad india o persa. Se desconoce, pues, la apariencia de los carros de asalto o camellos del chaturanga y del chatrang. Los moros españoles solían fabricar piezas figurativas a pedido de los nobles, pero se trataba de obras de artesanía, donde la imaginación llenaba los vacíos de la tradición. Las torres eran, en estos juegos, unos castilletes sobre el lomo de elefante, y era fácil confundirlas con los alfiles, que también eran elefantes, pero montados sobre una plataforma. El misterio que el “roj” planteaba a los europeos, se pone de manifiesto al observar las piezas medievales que se han descubierto en diversos sitios. El juego desenterrado en una cueva de la isla de Lewis, atribuido a los piratas escandinavos llamados vikingos, presenta a la torre como a un guerrero cubierto con un yelmo, que tapa todo su cuerpo con un enorme escudo y empuña una espada corta en la mano derecha, con la punta vuelta hacia arriba. El propio rey Alfonso el Sabio, que en su libro del siglo XIII emplea ya la palabra “roque” para designar a la pieza, dice sin embargo que la misma debe hacerse “como un haz de caballeros que están muy juntos, protegiéndose los uno a los otros”, lo que da la idea de soldados que se sostienen espalda con espalda, para defenderse mejor de un enemigo ubicuo. En Rusia, por otra parte, algunos juegos figurativos han dado a la torre la forma de un barco, consecuente con su denominación, como hemos dicho. Pero la figura universalmente aceptada en los últimos siglos, es la de una torre, con sus almenas bien delineadas; a veces se le ha agregado una bandera en el tope. Esta imagen ha pasado a la 34

heráldica, y muchas familias europeas la ostentan en sus escudos nobiliarios. La mayoría de los investigadores, sin embargo, cree que el término “ratha” designa al carro de asalto, un vehículo ligero, tirado por caballos o por camellos, que generalmente transportaba tropas adiestradas para escalar las fortalezas enemigas y penetrar las últimas líneas de la defensa. Esta hipótesis se basa en el movimiento de las piezas y en el hecho de que siempre ha sido la última que se pone en juego, siendo decisiva en los finales. Los artistas contemporáneos han elegido formas geométricas para el diseño de juegos de ajedrez. En ellos, la torre es un sencillo cubo, o bien otro paralelepípedo, con un doble calado en forma de cruz, en su mitad superior. En el famoso juego creado por el escultor Roy Schiffrin, quien se inspiró en el moderno armamento bélico para actualizar la simbólica batalla del tablero, las torres han sido convertidas en plataformas de lanzamiento de cohetes o mísiles. Una feliz ocurrencia, si se repara en el desplazamiento recto, profundo y devastador de la torre que penetra en la séptima línea.

El Alfil representa los pesados cañones modernos El ajedrez primitivo se llamaba, en la India del siglo VI, “chaturanga”, palabra que significa, más o menos, “cuatro fuerzas”. La expresión alude a las distintas secciones o armas que componían los ejércitos de la antigüedad asiática, enfrentados en la simbólica batalla de los tableros. El alfil representa a una de esas fuerzas combatientes: los elefantes. Debidamente adiestrados, estos enormes animales constituían una poderosa vanguardia, encargada de abrir camino a la caballería, los carros de asalto y los infantes. No podían faltar, pues, en el juego. La pieza conservó su significación entre los árabes. La palabra “alfil” quiere decir, literalmente, “el elefante”, y deriva del persa “pil”. 35

Pero, cuando el ajedrez se difundió en los países de la Europa medieval, los alfiles representaron un enigma, ya que allí no se conocían elefantes. Comenzó, entonces, un curioso proceso de transformación. Debe recordarse que para los musulmanes, la idolatría es pecado. Por este motivo religioso, las piezas de ajedrez árabes no eran figurativas sino simbólicas, como las actuales. El alfil tenía dos puntos, que evocaban los colmillos del elefante, y este detalle hizo pensar que se trataba de la mitra del rey. Reforzaba esta creencia el hecho de que era la pieza más próxima al rey y a la reina, en una época en que los dignatarios de la iglesia gozaban de poder político y ejercían gran influencia en las cortes. Así fue como el elefante indio pasó a ser el obispo europeo, en el tablero de ajedrez. Por cierto, esta metamorfosis no fue tan simple y directa. El vocablo alfil fue confundido con otro, bastante parecido, del que deriva la palabra “alferez”, es decir, porta – estandarte. Para algunos, entonces, la pieza que acompañaba a los monarcas era el oficial que llevaba la bandera. Este significado también había sido atribuido, en algún momento, al visir, o sea, a la dama actual. Más extraño aún es lo que ocurrió en Francia. Allí se imaginó que los dos puntos del alfil eran las del gorro de cascabeles que usaban los bufones, cómicos que alegraban a los reyes en sus momentos de depresión. También la cercanía de la pieza, influyó en esta suposición. Entre los alemanes, en cambio, se atribuyó al alfil la función de mensajero, siempre próximo al rey para recibir las órdenes e instrucciones que debía transmitir a las huestes del ejército, y para llevar los partes de guerra. La denominación de la pieza, en las lenguas modernas, refleja esta disparidad de interpretaciones acerca de su papel en el combate. El español y el catalán han conservado la antigua palabra árabe “alfil”, debido a la larga denominación de los moros en la península ibérica. Sin embargo, el portugués “bispo” como el inglés “bishop”, aluden a la figura eclesiástica. En italiano el trebejo es llamado “alfiere”, porta – estandarte; en francés, “fou”, que significa “loco” y también “bufón” o “payaso”; y en alemán “Laufer”, o sea “mensajero” o 36

“correo”, equivalente al holandés “looper”. Merece señalarse que, en lengua rusa, el alfil recibe el nombre de “slon”, elefante, hecho que corrobora la temprana introducción del juego en Rusia, directamente a través de la frontera con Persia. En el chaturanga hindú, forma primitiva del juego de ajedrez, el alfil era una pieza mucho menos ágil que la actual. Su movimiento se reducía a dos casillas en diagonal, pero tenía la capacidad de saltar por encima de otra pieza, propio o enemiga, lo mismo que el caballo. En el juego de ajedrez más antiguo que se conoce, el hallado en la isla de Lewis, atribuido a los normandos y tallado en colmillo de morsa, el alfil tiene ya toda la traza del obispo cristiano. Es un anciano de larga barba, sentado en un trono, que empuña el báculo con la mano izquierda, mientras levanta la derecha, en ademán de bendecir. La misma actitud muestra en la mayor parte de los juegos figurativos diseñados más tarde en Europa, pero el obispo aparece ahora de pie. La forma corriente del alfil, en nuestros días, continúo simbolizando al obispo, ya que su punta calada sugiere la mitra. Es el modelo conocido como Stauton, utilizado desde 1839 en todo el mundo occidental y aprobado oficialmente por la Federación Internacional. Los artistas que han imaginado formas abstractas modernas, para las piezas de ajedrez, dieron al alfil un volumen redondeado, que se estrecha en la cúspide, recordando a un ánfora. Roy Shiffrin, el escultor que produjo un juego inspirado en las guerras mundiales del siglo XX, convirtió a los alfiles en pesados cañones, y la ocurrencia es afortunada, ya que el papel que desempeñaban los elefantes en los combates del antiguo Oriente era el de despejar las líneas, demoler obstáculos y cubrir el avance de la caballería, la infantería y los carros de asalto, que en el ajedrez son los caballos, los peones y las torres, respectivamente. La presencia de obispos en un campo de batalla, es en realidad una incongruencia, Si bien es cierto que suele haber sacerdotes en el frente, están allí para brindar auxilio religioso a las tropas, pero no para luchar ellos mismos. De todas maneras, la inofensiva batalla del tablero es nada más que un juego, donde lo importante son las ideas, los planes, las combinaciones. Como decía Lasker, es una lucha de 37

cerebros y, por tanto, una expresión de la cultura. Ojalá todas las diferencias entre los individuos y las naciones, pudieran resolverse en una partida de ajedrez.

El Caballo se convirtió en el símbolo más común Los actuales reglamentos del juego de ajedrez, dicen que el caballo posee un movimiento compuesto de dos pasos: primero uno, de una casilla en la columna o línea donde se encuentra, y luego otra, en diagonal, siempre alejándose de la casilla de salida. Se aclara, además, que el caballo puede rebasar casillas ocupadas por otras piezas, o sea, que es capaz de saltar. El caballo se mueve así desde la invención del juego, acaecida alrededor del siglo VI de la era cristiana, en el noroeste de la India. Y es también una pieza que, lo mismo que el rey, ha conservado el nombre y el significado a lo largo de los siglos, porque tanto la institución monárquica, como el empleo de jinetes en los combates, han sido comunes a Oriente y a Occidente. Al concluir una batalla entre dos ejércitos, por lo tanto, los indios no pudieron prescindir de los soldados montados. Sin embargo, el nombre de la pieza fue el del animal y no el de su jinete: en el chaturanga hindú se llamaba “Asúa”; en el chatrang persa, “asp”; y en el shatranj árabe, “faras”, términos que siempre quieren decir caballo. Debido a la prolongada permanencia de los moros en España, el idioma castellano mantiene la designación de la pieza. Otro tanto ocurre en italiano y en portugués, “cavallo”, y en rumano “cal”. En Rusia, donde el ajedrez fue introducido directamente desde Persia, también se continúa usando la palabra “konj”, que alude al caballo, lo mismo que el polaco “kon”. En los países germánicos, en cambio, la pieza tomó el nombre de “caballero”, posiblemente por la influencia de las famosas órdenes de caballería, que proliferaron en tiempos de los Cruzados. Debe recordarse que ir de a caballo era un privilegio de la nobleza, en la Edad Media. Así, el caballo de ajedrez se llama “knight”, en inglés; 38

“paard”, en holandés, “cavallier”, en francés; “springer”, en alemán; y “húsar”, en húngaro. Con pequeños matices estos vocablos designan siempre al jinete, al oficial de caballería. Se ha imaginado que el movimiento del caballo, en el tablero, evoca la aptitud del animal para saltar obstáculos, o para erigirse sobre las patas traseras y hacerse rápidamente a un lado, cuando lo atacan. Sea como fuera, esta pieza es la que mayores dificultades causa al aficionado, pero también la que ha dado lugar a interesantes estudios, sobre todo desde el punto de vista matemático. Un antiguo problema consiste en ejecutar 64 movimientos seguidos con un caballo, de modo que pase por todas las casillas del tablero, sin repetir ninguna. El tema, ya conocido en la India, está mencionado en la enciclopedia de de D´ Alamert, y en el siglo XIX, la academia de Berlín ofreció un importante premio para quien hallara la mayor cantidad de soluciones. Según se ha calculado, hay más de cien millones de posibilidades. Modernamente, se conoce a este problema con el nombre de “problema de Euler”, en memoria del matemático suizo Leonhardt Euler, que lo estudió durante muchos años. El caballo se ha convertido en el símbolo más común del ajedrez, y el emblema de la Federación Internacional lo muestra inscripto en una elipse que representa al mundo y en la que se han trazado el ecuador, los trópicos y los círculos polares. En el juego de ajedrez normando, tallado en colmillo de morsa, y tiene casi mil años de antigüedad, el caballero aparece con un escudo fijo en el brazo izquierdo, cuya mano sujeta la brida, y una espada corta en la mano derecha. Tal es la representación más frecuente de esta pieza, en los juegos figurativos, aunque a veces se limita solamente al animal, alzado sobre sus patas traseras y con la crin al viento. El diseño actual es el que creó Nathaniel Cook, hacia 1840, conocido como modelo Stauton. Consiste en una cabeza de caballo, más o menos estilizada, aunque los juegos de mejor calidad siempre cuidan los detalles, en especial el tupé y la crin de la nuca, la cuenca de los ojos, y los hocicos. El caballo es, junto con la torre, el trebejo más natural y menos simbólico del tablero. 39

Con todo, hay juegos de línea abstractas, concebidos por artistas contemporáneos. En ellos, el caballo ofrece la forma de una voluta, o sea, que adopta el dibujo de una espira o caracol, similar a la que remata el mástil de un violín. En el ajedrez de la guerra los caballos han sido convertidos en tanques livianos, que son las cabalgaduras mecánicas de los campos de batalla del siglo XX. El caballo es la pieza más popular del ajedrez, acaso porque resulta fácil de identificar, incluso para quienes desconocen el juego. Aparece en la mayoría de los emblemas relacionados con el ajedrez, y con los torneos. Para los XXIII juegos olímpicos cumplidos en Buenos Aires a fines de 1978, se diseñó un caballo cuyo pescuezo era la bandera argentina. En los juegos de Malta, 1980, se introdujo una novedad muy original: sobre el fondo, que reproducía un tablero, se destacaba también un caballo, pero no el caballo terrestre, sino un caballito de mar.

Peones como la medida de todas las cosas Como es sabido, el ajedrez reproduce una batalla entre dos ejércitos. Bajo la conducción del Rey, a quien acompaña la Dama, se movilizan los Alfiles, los Caballos y las Torres, piezas que originalmente simbolizaban a los elefantes, jinetes y carros de asalto, tres de las cuatro fuerzas a que alude la palabra “chaturanga”, nombre del juego en la India del siglo VI. La cuarta fuerza eran los soldados rasos, caminan a pie. Y justamente del término “pie”, deriva en casi todas las lenguas el nombre de la pieza que, en español, se denomina “Peón”. En efecto: En sánscrito, la lengua de la casta noble hindú, los soldados de la infantería se llamaban “pedati”, de donde deriva el latín “pedes”, raíz de “peón” y de sus equivalentes en otros idiomas, no solamente latinos, sino incluso eslavos y germánicos. Y cuando el ajedrez se difundió primero en Persia y más tarde entre los árabes, los peones fueron llamados “piyadah” y “bsidaq”, respectivamente, 40

que provienen del persa “psi” y del árabe “bsi”, que también significan “pie”. Desde el principio, los peones avanzaron un paso en su columna, pero capturando en diagonal. Siempre les estuvo prohibido retroceder, pero se les recompensó promoviéndolos a una categoría superior, cuanto lograban llegar sanos y salvos a la octava línea. Se apreciará la semejanza con la suerte del soldado en los combates verdaderos, ya que ellos son la vanguardia y suelen ser ascendidos por sus acciones heroicas. Primitivamente los peones sólo podían coronarse Dama, premio bastante relativo porque esta última pieza era muy débil en el juego de los indios, los persas y los árabes. La posibilidad de que el peón adelante dos casillas en su movimiento inicial, junto con su natural consecuencia, que es la captura “al paso”, fueron introducidos en tiempos del Renacimiento, cuando ya el ajedrez era popular en Europa. Poco después se dictó la regla que permite cambiarlo por cualquier pieza, salvo Rey, cuando alcanza la octava fila. La estructura de peones, es decir, la manera como están distribuidos en el tablero, define la estrategia de toda partida de ajedrez. No en vano, el maestro francés Francais André Philidor, autor del primer tratado teórico de la edad moderna, dijo que los peones son “el alma del ajedrez”. Según que están unidos o aislados, en el centro o en los flancos, adelantados o retrasados, en casillas del mismo o diferente color que el alfil, los peones crean las condiciones del triunfo o la derrota; exactamente como sucede en la guerra, que a despecho de los progresos bélicos, continúa resolviéndose en última instancia en la lucha cuerpo a cuerpo, la del hombre contra el hombre. El soldado raso siempre ha surgido del pueblo, ya fuera por enganche voluntario o por conscripción obligatoria. Por tal motivo, el peón siempre ha sido considerado como un plebeyo, frente a la nobleza representada por las piezas propiamente dichas. Debe recordarse que el ajedrez fue, tanto en sus orígenes como en su desarrollo europeo, un juego predilecto de las cortes y de los privilegiados, cuyos prejuicios sociales no podían dejar de reflejarse también en el 41

tablero. Durante la Edad Media, fue muy común que los peones quedaran asimilados a la clase social más baja. Al fin y al cabo es sintomático que la propia palabra “peón”, que en primera acepción significa simplemente “el que marcha a pié”, haya tomado luego el sentido de trabajador manual, encargado de las tareas más duras. El hombre del pueblo, concebido por los nobles como carne de cañón, no era objeto de demasiado respeto por parte de las monarquías absolutas, no obstante su profesión de fe cristiana. Al respecto, son elocuentes ciertos pasajes del famoso “Libro de los juegos”, escrita por el rey Alfonso el Sabio, en España, a fines del siglo XIII. Allí dice, por ejemplo, “los peones no van más de una casilla, derecho, así como la peonada de la hueste: no pueden andar sino poco, porque van a pie y llevan a cuestas sus armas y las otras cosas que han menester”. Hasta aquí, es una mera descripción del movimiento de los peones; pero enseguida agrega Alfonso el Sabio: “Hay algunos que acostumbran jugar los peones a la tercera casilla la primera vez… y estos es semejante a cuando el pueblo menudo roba alguna cosa y se la lleva a cuestas”. Tal alusión a la falta de honradez del pueblo, es típicamente medieval. Contemporáneo de Alfonso el Sabio, fue el fraile dominico Jacobo Cessolis, creador de la escuela lombarda de ajedrez. Cessolis empleaba el ajedrez como ilustración de sus sermones moralizantes y finalmente los recopiló en un libro, bajo el título de “Ludus Scacchorum”, que significa sencillamente “juego de ajedrez”, en latín eclesiástico. Y nuevamente, aquí, los peones son comparados a los trabajadores plebeyos, asignándoseles la representación de los diversos gremios que existían entonces. Merece destacarse que en aquella época las actuales profesiones liberales también estaban relegadas a la plebe, porque la única ocupación digna de un aristócrata era la de oficial del ejército o la de sacerdote. Según Cessolis, los ocho peones eran, respectivamente, los campesinos, los herreros, los escribanos, los mercaderes, los médicos y boticarios, los taberneros, los policías y los rufianes y jugadores de dados. Una heterogénea muchedumbre, como se ve, que traduce con precisión 42

las estructuras sociales de la Edad Media, confirmando una vez más la estrecha relación entre el juego de ajedrez y la cultura de cada tiempo. El peón es, entonces, el soldado de infantería, pero también el hombre común, el trabajador, el anónimo ciudadano de las modernas sociedades de masas. Débil en apariencia, es sin embargo el que define muchas batallas y como el hombre es la medida de todas las cosas, según lo proclamó el filósofo, el valor de las piezas se expresa en cantidades de peones: el caballo vale tres peones, el alfil, tres y medio; la torre, cinco y medio y la dama diez peones. Una clara distinción Es interesante señalar que la raíz latina se extendió a otros ámbitos lingüísticos. El inglés “pawn” y el holandés “pion”, revelan dicha influencia en los países germánicos. Otro tanto ocurre entre los eslavos, ya que “peón” se dice “pesec”, en checo; “pionek”, en polaco; y “pechka”, en ruso. Un caso particular es el idioma alemán, donde el peón del ajedrez es denominado “bauer”, vocablo que, originalmente, sirve para designar el campesino, o más precisamente, el obrero rural. Un fenómeno parecido ocurre en español, pues la palabra “peón” también se usa en referencia a los trabajadores encargados de las faenas más rudas. La forma del peón no sufrió variaciones, al haber conservado su simbolismo. Siempre adoptó la figura de un soldado, con los naturales cambios en el uniforme o el armamento. Los más comunes, llevan una espada corta en la mano derecha, y se protegen con un escudo fijado en el brazo izquierdo. Así son, por ejemplo, los peones del juego más antiguo que se conoce, el encontrado en la isla de Lewis y que se estima fue tallado hace mil años. En el juego de la guerra, obra del escultor Roy Schiffrin, los peones son infantes en posición de correr, con la capa al viento y el fusil tomado con las dos manos. En cambio, en los juegos de piezas abstractas, suelen consistir sólo en una pequeña esfera asentada 43

sobre una también pequeña base plana: son como la parte superior de los peones modelo Stauton, vale decir, los que emplean habitualmente. El milenario desprecio por los peones, que pone de manifiesto el recelo de las clases privilegiadas respecto al pueblo, y sobre lo cual hablamos anteriormente, también está presente en ciertos textos modernos. Jorge Luis Borges ha escrito dos sonetos, bajo el título común de “Ajedrez”; pero hay que aclarar que son sólo dos versiones de un poema del persa Omar Jayam. En el primero dice: “Adentro irradian mágicos rigores/ Las formas: Torre homérica, ligero/ Caballo, armada reina, rey postrero/ Oblicuo alfil y peones agresores”; y en otro soneto: “Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada/ reina, torre directa y peón ladino/ Sobre el negro y blanco del camino/ Buscan y libran su batalla armada”. Como se ve, el peón es calificado ora de agresor, ora de ladino. Pero el peón es, sencillamente, el hombre.

Prestar atención a la amenaza al Rey El público en general, e incluso en muchos aficionados al juego de ajedrez, no conocen con exactitud el significado y origen de algunas palabras de uso común. Una de esas palabras misteriosas es el nombre de la pieza llamada “alfil”. El término es de origen árabe, y significa literalmente “el elefante”. Esto se debe a que, en su forma primitiva, la pieza representaba justamente a dicho animal, empleado como arma de guerra en Oriente. Cabe señalar, sin embargo, que la forma actual del alfil sugiere la mitra de los obispos, y se llama justamente así en otras lenguas, como el inglés y el portugués. La transformación ocurrió en Europa, durante la Edad Media, cuando los dignatarios de la Iglesia estaban muy próximo a los reyes. Otro vocablo oscuro es “enroque”, que designa el movimiento combinado del rey con cualquiera de las torres. Proviene en realidad 44

de la palabra “roque”, que en castellano antiguo quiere decir “torre”, o “fortaleza”. “Enrocar” significa, en consecuencia, refugiarse en la torre, aludiendo a que el rey sale del centro del tablero, donde se halla demasiado expuesto, buscando mayor seguridad. Curiosamente, las torres se llamaban “ruj” en lengua árabe, palabra que deriva del persa y que señalaba a los carros de combate, que fueron la forma original de la pieza. Su cambio por la forma de una torre se debió, pues, a una simple similitud fonética. Los niños suelen llamar instintivamente “reina” a la pieza que designamos con la palabra “dama”. Tienen razón y tal denominación es correcta, siendo utilizada en inglés, en italiano y en otros idiomas. “Dama”, voz de origen latino, significa “dueña y señora”, lo que equivale perfectamente a “reina”. La costumbre de pronunciar la palabra “jaque” cuando se ataca al rey enemigo, es tan antigua como el juego mismo. “Jaque” es una derivación española de la palabra persa “sheh”, que quiere decir precisamente “rey”. Cuando se canta un jaque, como decimos familiarmente, estamos advirtiendo al rival para que preste atención a la amenaza. Aclaramos que esta advertencia no es obligatoria en las partidas de torneo, pero si, en el ajedrez relámpago o “ping – pong”. El término “jaque”, en las diversas formas que adopta en otras lenguas, sirve incluso para designar al juego mismo: “Chess”, en inglés; “Echecs”, en francés; “scacchi”, en italiano, etc. O sea que, salvo en español y en portugués, el ajedrez se llama “jaque” o, más ampliamente, “juego del rey”. Los idiomas ibéricos, en cambio, han conservado la palabra “ajedrez”, que es una deformación del término persa “chatranj”, tomado a su vez del sánscrito “chaturanga”, nombre original del juego. En cuanto a la palabra “peón”, no se usa en el sentido vulgar de trabajador manual, sino que significa “el que marcha a pie”, equivale, en realidad, a “peatón”, y alude a los soldados de infantería, que fueron y son la vanguardia de los ejércitos. Cuando un peón consigue llegar a la octava línea, sólo cambia por una pieza: Es el ascenso merecido, el premio al combatiente valeroso. 45

Fino humor para significación de las piezas En la revista “Chess Life”, que editó la Federación de Ajedrez de los Estados Unidos en la década del 80, apareció un breve relato donde, con fino humor, se trata la significación de las piezas de ajedrez. Su autor es Lenore Cowen y el cuento se llama “Modernización” El texto, traducido libremente dice así: Era un peón de auténtico diseño Stauton, que había visto ganar y perder muchas partidas. No es extraño, pues, que se sobresaltara cuando echó un vistazo hacia atrás y vio que había una mole monstruosa en el tablero, en el lugar de la torre. Tardó un largo rato en recuperarse lo suficiente como para preguntarle al peón de al lado qué estaba ocurriendo. - Ah! – contestó el otro peón. Tú has estado mucho tiempo fuera del tablero. Tienes que incorporarte a la nueva corriente, que es la modernización. Eso que hay atrás de ti, es un edificio de propiedad horizontal. - ¿Pero, y como se hace para enrocar? Preguntó nuestro peón, un poco avergonzado de su ignorancia pero sintiendo la necesidad de saber. - El enroque es una cosa arcaica. Ahora, nadie vive en una torre. Tenemos que mostrar al pueblo que el ajedrez está con él. Por eso, también se han eliminado los caballo? - ¿Han eliminado los caballos? - Por supuesto. Los jinetes de armaduras relucientes son una tontería de los cuentos de hadas. Ahora, cuando uno necesita protección, no recurre a los héroes, verdad? Este es un mundo moderno. Han reemplazado a los jinetes por policías de civil en automóvil. Ya no se ven caballos dando vueltas por ahí. - ¿Y sigue habiendo alfiles, es decir, obispos? - Cardenales, querrás decir. Pretendemos mostrarle a todo el mundo la importancia del ajedrez. Buenas relaciones públicas. Ya sabes: “Hasta el Papa juega al ajedrez” y propaganda por el estilo. Claro que hemos puesto el acento en la democracia del 46

juego: Hemos reemplazado el rey y a la reina, por el presidente y la primera dama. - Pero ¿cómo? - No te pongas nervioso. Es lo que manda la Constitución. Somos el primer juego norteamericano. Los ingleses, por su parte, han puesto al primer ministro, pero conservaron la reina. Los rusos... Pero el resto del discurso se perdió, porque una mano tomo con firmeza el peón y lo hizo avanzar dos casillas. Pensó que reflexionaría sobre todo esto más tarde, pero por ahora se sentía satisfecho. Las piezas pueden cambiar, pero el juego perdurará. Y los peones, seguirán siendo siempre peones”. Aquí termina el cuento. Debemos señalar que, en inglés, es mucho más expresivo, ya que la Dama se llama Reina; el caballo se denomina jinete o caballero y los alfiles son efectivamente obispos. La breve fábula admite también una segunda lectura, bastante irónica con respecto a los cambios sociales. El ajedrez, como siempre, inspira a los artistas, ratificando su propio carácter de fenómeno cultural.

Las piezas como obra de arte Las piezas del juego de ajedrez, ya sean figurativas o estilizadas, pueden convertirse en un objeto artístico en si mismo. Cada una de ellas, tallada en materiales incluso preciosos, constituye, en ciertos casos, una pequeña escultura. Y el juego completo, suele alcanzar la categoría de obra de arte inestimable. Hay por lo menos medio millar de coleccionistas en juegos de ajedrez en todo el mundo. Su común afición los ha llevado a reunirse en un congreso anual, cuya primera edición se cumplió en 1984. Un auténtico tesoro de cuarenta y cinco juegos artísticos, fue expuesto al público con motivo del congreso. El promotor del encuentro fue el psiquiatra e historiador George Dean, en cuya residencia particular, una amplia mansión en el estado de Michigan, posee una colección de doscientos cincuenta juegos de ajedrez, a cada cual más hermoso. La esposa del doctor Dean 47

comparte el gusto de su marido y, hablando de los juegos, dice que son como bellas esculturas. Y agrega que no tiene ninguno que sea el favorito, porque los juegos son como los hijos: cada uno de ellos es único. Entre las piezas más curiosas de este singular museo, figura una de procedencia soviética, fabricado en 1923, con ostensibles fines de propaganda. El juego representa la lucha del comunismo contra el capitalismo, y el rey capitalista está cincelado como un esqueleto, cubierto de armiño, que tiene en la mano una tibia, a manera de cetro. La dama abraza un cofre lleno de monedas de oro, en tanto los peones son trabajadores encaramados, que miran hacia la derecha. Las piezas comunistas, por el contrario, tienen como rey a un atlético herrero; la dama derrama los frutos de un cuerno de la abundancia; y los peones aparecen como segadores que miran en dirección a su izquierda. Es un típico ejemplo del arte, con finalidad política. Otro juego de piezas es también ruso, pero de la época zarista. Su creador fue Carl Gustav Faberge, orfebre de la familia reinante. Las piezas blancas están talladas en cristal de roca, sobre una base circular de plata. Las negras son de jade, también montadas sobre plata. Fue un regalo de los Romanov al general Kurpetkin, comandante jefe del ejército ruso en la guerra contra el Japón, librada en 1904. Hay piezas de época, donde el rey tiene los rasgos de un jefe de estado determinado: Napoleón, Jorge III, Mussolini y hasta Richard Nixon. Y ocurrencias extrañas, como un juego alemán, de porcelana fina, cuyas piezas tienen la forma de ranas, en diversas posiciones. También el arte moderno ha tomado al ajedrez como fuente de inspiración. El escultor Roy Schiffrin, por ejemplo, ha fabricado piezas en plata y oro, donde a cada una de ellas la forma de las actuales fuerzas armadas: Tanques, aviones, mísiles y cañones, un general en jefe y una reina guerrillera. Pero, ya sea en marfil o de modesta madera, ya representen a un rey o a un democrático primer ministro, las piezas están dispuestas para que los grandes maestros creen esas obras de arte, que son las partidas inmortales de nuestro milenario juego. 48

Valor intrínseco de las piezas Las piezas del juego de ajedrez son de carácter simbólico. Para jugar una partida, carece de importancia si están hechas de madera o de material plástico, por ejemplo. Basta que el tamaño y la forma permitan distinguirlas bien unas de otras. Lo que importa es la función de cada pieza. Sin embargo, un determinado conjunto de piezas pueden poseer otra clase de valor: un valor intrínseco, cuando está fabricado con materiales preciosos, un valor artístico como objeto, si ha sido tallado por un gran artista; un valor arqueológico, si es muy antiguo y revela algún aspecto de la evolución del ajedrez; un valor histórico, cuando con esas piezas jugaron grandes campeones; y hasta un valor sentimental, si se halla asociado a acontecimientos de nuestra vida privada. En la Edad Media, los juegos de ajedrez eran siempre hechos a mano; no existían la producción en serie y los orfebres ponían todo su esmero en moldear las piezas una por una. Además, el ajedrez estaba reservado a las clases nobles y acaudaladas, de modo que las piezas eran construidas con frecuencia de marfil, esmalte, oro, plata y piedras preciosas. Cada príncipe, cada señor, quería poseer el juego más lujoso, y así nacían verdaderas joyas, que eran motivo de especiales disposiciones en los testamentos. Los historiadores registran, para citar un caso, un juego de ajedrez primorosamente tallado en cristal de roca, que se conserva en un museo español. Se sabe que perteneció al conde Hermenegildo I de Urgel, en Cataluña, quien la legó a un convento religioso luego de su muerte, acaecida en el siglo XII. Abundan los testimonios acerca de parecidos legados, por parte de monarcas, cardenales y otros dignatarios de esa remota época. Menos valor material, pero mucho mayor valor arqueológico, tiene el juego de ajedrez descubierto en 1831, en la isla de Lewis, en el Mar 49

del Norte. Un labrador encontró, en forma casual, 93 piezas labradas finamente en colmillo de morsa. Las blancas mantenían el color natural del marfil, en tanto que las otras estaban esmaltadas de rojo. Se trata de piezas figurativas, en las cuales el rey, por ejemplo, figura sentado en su trono, debajo del cual hay un dragón alado. Estos trebejos han hecho suponer, con fundamente, que los vikingos ya conocían el juego hace, por lo menos, mil años. En el club Argentino de ajedrez, de Buenos Aires, se conserva el juego utilizado en 1927 por Alexander Alekhine y José Raúl Capablanca, en su cotejo por el campeonato del mundo. Las piezas son de madera, pero su valor radica en que fueron conducidas por dos glorias del ajedrez. En cuanto al valor sentimental de un juego, basta señalar el caso de Robert Fischer, el genio norteamericano que se consagró campeón mundial en 1972. En su retiro de Pasadena, Estados Unidos, guardaba las modestas piezas de material plástico que le compró su madre, cuando el tenía seis años, y con las cuales aprendió a jugar.

Diseño de piezas. Figurativas y simbólicas. Los actuales juegos de piezas, son estilizados pero claramente representativos del simbolismo de cada una de ellas. Las torres y los caballos, incluso, siguen siendo figurativos, aunque en el segundo caso sólo se reproduce al cabeza del animal. En el caso del rey, de la dama y de los alfiles, la parte superior de la pieza es la que ofrece el rasgo distintivo, además de la altura del trebejo: el rey lleva una cruz, que remata supuestamente su corona; la dama, luce una corona simple; y los alfiles, que modernamente equivalen a los obispos, tienen una prominencia en forma de bulbo, con una hendidura que sugiere la mitra episcopal. Los peones, finalmente, son completamente abstractos, como también lo eran, cabe recordarlo, en el viejo juego de la isla de Lewis. Se trata, en realidad, de soldados rasos, y la tradición conserva el ya superado prejuicio del anonimato popular. 50

Según parece, en los orígenes del juego todas las piezas eran netamente figurativas. Y en la actualidad, pueden conseguirse modelos, denominados de diseño indio, donde cada trebejo está primorosamente tallado. De acuerdo con su significación primitiva, los alfiles representan un elefante y las torres son también estos animales, típicamente asiáticos, que llevan en su lomo una especie de barquilla o asiento fortificado. El material más utilizado es el marfil, para las piezas claras, y el ébano para las negras. Muchos artistas han concebido juegos de ajedrez abstractos o puramente geométricos, en materiales tan diversos como la madera fina, los plásticos, en especial el acrílico; y distintas aleaciones. Claro que, como el ajedrez se caracteriza precisamente por los diferentes poderes y movimientos de sus piezas, es indispensable introducir algún elemento que las distinga de manera clara. La altura no basta; deben evitarse las confusiones, sobre todo, cuando se juega con límite de tiempo. Históricamente, el abandono de las piezas figurativas obedeció a razones religiosas. Los católicos admiten la veneración de imágenes sagradas, pero otros cultos -como el judío y el musulmán- consideran herética estas pequeñas estatuas que son las piezas con rostro y adornos reconocibles, a las que pueden atribuirse propósitos idólatras. Fue lo que sucedió cuando el Islam conquisto a Persia y el ajedrez debió disimular la forma de las piezas, para no despertar peligrosas sospechas. Más tarde, ya en la Europa cristiana, los trebejos recuperaron su apariencia, como lo atestigua el ajedrez de la isla de Lewis. Pero nuevamente se ha vuelto a la estilización y a la pura geometría, ahora por motivos crudamente económicos: las piezas simbólicas son, sencillamente, más baratas que las figurativas.

Las piezas más antiguas son de colmillos de morsa El juego de ajedrez más antiguo que se ha encontrado hasta el presente, es un conjunto de piezas talladas en marfil, más precisamente, en colmillos de morsa, de origen escandinavo. 51

En el curso de una excavación casual, un campesino halló, en el año 1831, un cofre que contenía 93 piezas finamente trabajadas, entre ellas 8 reyes, otras tantas damas, 16 alfiles, 15 caballos, 12 torres y 19 peones. La mayoría de esta piezas se conservan en el Museo Británico y el resto, en el Museo Nacional de Edimburgo. Su descubrimiento se produjo en la Bahía de Uig, en la Isla de Lewis, en el Mar del Norte, y los estudiosos estiman que fueron fabricadas a fines del siglo XII de nuestra era. Las piezas son figurativas, excepto los peones, que miden dos pulgadas y son, en general, sólo una figura geométrica de base octogonal. Los reyes tienen nueve centímetros y medio de altura y representan al monarca sentado sobre su trono, con una espada en la mano y un gesto de autoridad realzado por la espesa barba. El trono está delicadamente adornado y a los pies del Rey se puede observar un dragón alado. La dama ofrece ya rasgos claramente femeninos, es decir que ya se la concibe como reina y no, como ministro o consejero, papel que cumplía anteriormente entre los árabes. Aparece con una mano apoyada en la mejilla, casi con una expresión de dolor, y también está en el trono, de líneas más sencillas y sin el dragón alado del rey, Los alfiles tienen el aspecto indiscutible de un obispo católico, y están igualmente ubicados en un trono, con una cruz en la mano izquierda y la derecha ligeramente alzada, como impartiendo la bendición. Llama la atención la firmeza de su expresión, parecida a la del propio rey. Los caballos son guerreros montados, con una espada en una mano y un escudo adornado por una cruz, en la otra. El animal está muy estilizado, con marcado desarrollo en la cabeza y las patas delanteras. Las torres, finalmente, no tienen forma de tales: Son guerreros de pie, con un gran escudo con una cruz y una espada corta en la mano derecha. Corren el riesgo de confundirse con los alfiles y demuestran el origen vikingo de estas piezas, ya que en Inglaterra, por ejemplo, lo lógico hubiera sido que las torres tuvieran la forma de un castillo o fortificación. Es un misterio la causa de que esta cantidad de piezas, que no alcanzan para completar un número entero de juegos, se hallaran tan 52

cuidadosamente escondidas en una isla desierta. Se ha llegado a pensar que pertenecen a un depósito de mercaderías que se exportaban a Inglaterra y Dinamarca. En cualquier caso, lo importante es que la antigüedad del juego de la isla de Lewis constituye un dato histórico cierto para establecer que ya el ajedrez era popular en la Edad Media y en el lejano norte de Europa. Debemos recordar que el ajedrez fue introducido por los árabes en España, alrededor del siglo IX, y seguramente fueron los navegantes vikingos quienes lo difundieron más tarde en la región boreal.

53

03 Evolución Evolución de las ideas y escuelas filosóficas El juego de ajedrez participa de ciertas características del arte, de la ciencia y, en general, de la cultura humana. Por eso, a lo largo de los siglos el estilo de juego ha reflejado la evolución de las ideas y de las escuelas filosóficas. El ajedrez aparece en la India y enseguida se propaga a Persia, en la época de la conquista musulmana. Son los árabes, precisamente, quienes desarrollan los rudimentos de la teoría ajedrecística y quienes difunden el juego en Europa. Nacido en la Edad Media, el ajedrez reproducía en sus comienzos la rígida estructura social de aquellos tiempos, con una monarquía absoluta, su predominio de la nobleza y una importante presencia de la religión. A ello se debe que los europeos pusieran un obispo, es decir, un alfil al lado del rey y de la reina. Durante mil años el juego se mantuvo sin cambios, lo mismo que la sociedad medieval. Todo era inmutable y casi sagrado, la partida tenía algo de ritual. Pero llegó el Renacimiento y, al tiempo que eran revalorizados el arte y el pensamiento de la antigüedad greco latina, el ajedrez también se moderniza: La dama adquiere sus amplios movimientos actuales, se introduce el enroque y la captura al paso, y el juego gana en dinamismo y complejidad. En el siglo XVIII el impulso moderno se pone de manifiesto en el permanente avance de las ciencias naturales y el hombre trata de sistematizar sus conocimientos, dejando atrás el dogma y la superstición. Es el siglo de la Enciclopedia, de la Revolución Francesa, y del primer estudio científico del ajedrez: La obra de André Philidor, que sienta las bases de la teoría ajedrecística contemporánea. En esa época, el romanticismo deja su huella en la literatura, la música y el ajedrez: Hay una generalizada tendencia a exaltar lo 54

individual, lo heroico, contra la tradición clásica y académica. En nuestro juego, brilla el talento de Paul Morphy, de Rudolf Spiellman, de Adolph Anderssen: Las partidas están dominadas por la aventura táctica, el sacrificio incierto, el gusto por el riesgo. Pierden en técnica lo que ganan en creatividad. Como reacción a los abusos individualistas, el positivismo de fines del siglo XIX propone la severidad de los sistemas intelectuales, la preeminencia de las leyes y los principios estrictos: Wilhelm Steinitz crea la escuela posicional, que luego será perfeccionada por los hipermodernos, como Nimzovich, Reti y el propio Capablanca. Es un juego científico, sin sorpresas, pero de elevada sutileza. En el siglo pasado, con el avance de la computación, el cientificismo del juego alcanza su más alto punto con Mijail Botwinik y la escuela soviética, a la que pertenece también Anatoli Karpov. Sin embargo, parece haber una cierta resistencia, de parte de jugadores que desean rescatar la inventiva individual, en una vuelta al romanticismo, pero desprovisto de sus excesos: Miguel Tal, Robert Fischer y Garry Kasparov, representan la fractura del mundo de las postrimerías del siglo XX. Un mundo que anhela recuperar la libertad creadora, sin perder la conquistas del desarrollo social.

Las reglas se mantienen invariables desde hace 200 años A pesar de la complejidad del juego, las reglas del ajedrez son relativamente sencillas. En su forma actual se mantienen invariables desde hace 200 años. Originalmente, el juego hindú denominado “cheturange” poseía ya el tablero y las piezas que utilizamos en la actualidad. El rey, el caballo y la torre se movían igual que ahora. Los peones avanzaban siempre un solo paso, en tanto que los alfiles tenían la capacidad del saltar, como los caballos, pero sólo avanzaban o retrocedían de a tres casillas por vez. La dama era una pieza muy débil, ya que podía desplazarse únicamente en diagonal, a la casilla contigua. 55

Durante una primera etapa, el ajedrez se jugaba con el auxilio de un dado: Según el número que salía, era la pieza que se debía mover. Pero está práctica desapareció ya en el siglo VI y el azar quedó desterrado del juego. Hubo que esperar hasta el siglo XV, para que la dama y el alfil adquieran sus movimientos modernos, que dotaban a la partida de un mayor dinamismo. En la forma antigua, que fue la practicada por los árabes y la que primero se conoció en la Europa de la Edad Media, cada cotejo duraba muchas horas y alcanzar una posición de mate exigía con frecuencia de sesenta y ochenta jugadas. Luego del Renacimiento, se introduce el derecho de adelantar una o dos casillas los peones, en la primera oportunidad. También se establece la captura llamada “al paso” y la transformación del peón en cualquier pieza, salvo rey, cuando llega a la octava línea. Primitivamente, el peón solía coronarse simpre como dama. Un punto que variaba de uno a otro país, hasta el siglo XVIII, era el resultado de la partida cuando uno de los reyes quedaba ahogado, es decir, sin poder ejecutar ninguna jugada válida. Entre los árabes, el jugador que ahogaba al rey enemigo era considerado ganador, modernamente, la partida es declarada tablas, vale decir, empate. También existían controversión acerca del enroque, que es una jugada combinada del rey con una cualquiera de sus torres. Surgió alrededor del siglo XV, pero con diferencias importantes en las distintas naciones. Los italianos, por ejemplo, empleaban el enroque libre, o sea que el jugador pedía llevar el rey a cualquiera de las casillas ubicadas entre la propia y de la torre. También esta última pieza pedía ubicarse en cualquiera de las casillas atravesadas por el rey. El enroque, sus dos posibilidades actuales, quedó finalmente estipulado en el siglo XIX, aunque en Italia era común que se continuara utilizando el “enroque a la italiana”. Cuando comienzan a organizarse torneos internacionales, en 1851, se hace necesario dictar normas para la competencia. Las primeras fueron redactadas por Howard Staunton para el certamen de Londres en ese año, y se publicaron en 1860, siendo adoptadas por las 56

distintas federaciones nacionales, a fines del siglo XIX. El reglamento que rige en nuestros días, fue aprobado por la Federación Internacional de Ajedrez en 1929, y se le han introducido reformas de detalle. La Fide posee una comisión permanente para interpretar las reglas y sus recomendaciones se aplican con carácter obligatorio en todos los torneos oficiales

Predominio cultural, político y económico La disputa del título de campeón mundial de ajedrez, sólo fue reglamentada por la Federación Internacional a partir del año 1946, cuando murió Alexander Alekhine. Hasta entonces, era el propio campeón quien elegía a sus retadores, y no había plazos establecidas para que expusiera la corona. Por lo demás, el mismo título no tenía carácter oficial, sino que desde 1880 aproximadamente, le era reconocido a determinado maestro, por consenso de las federaciones europeas y la de los Estados Unidos de América. En lo que atañe a los tres siglos anteriores, del XVI al XIX, la historia ha consagrado retrospectivamente como campeones del mundo, a aquellos jugadores que más se destacaron en su respectiva época. Se trata, por lo general, del maestro más notorio del país que marchaba a la cabeza en el desarrollo del ajedrez; y tal supremacía, se corresponde con el predominio cultural, político y económico que ejercieron, en forma sucesiva, España, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Poco se sabe acerca de grandes maestros de la antigüedad india o persa, y algo más, aunque no mucho, de los jugadores árabes. Sin embargo, a través de los fragmentos de sus obras escritas, que han sido hallados hasta la fecha, los historiadores han señalado tres virtuales campeones del mundo que vivieron en el siglo IX. El primero de ellos fue Al-Adli ar Rumi, nacido al parecer cerca de Bizancio, quien gozó de la protección de los califas de Bagadad, AlWaziq y Al-Mutawakkil. Escribió un libro de ajedrez cuyos originales 57

se han perdido, pero de los que existen copias en los museos de Estambul y de El Cairo. En el texto, que demuestra la genialidad de Al-Adli, figuran varios “mansubat” o problemas, compuestos, naturalmente, según las reglas del shatranj árabe. A dicha colección pertenece el famoso “problema de Dilaram”, que se resuelve mediante el sacrificio de dos torres. Al-Adli fue derrotado, en un encuentro cumplido en presencia del califa Al-Mutawakill, por quien es considerado su sucesor en el campeonato mundial de la época. Se desconoce el nombre del vencedor, llamado simplemente Ar Razi, tal vez por ser oriundo de Rai, una ciudad cercana a Teherán, la capital de Persia. Consta que ArRazi fue autor de un libro titulado “La elegancia en el ajedrez” y que su estilo era precisamente así. No caben dudas de su talento, ya que quien lo elogia es el maestro que le arrebató el título: Abu Bakr, Muhammad ben Yahye As-Suli. As-Suli era también historiador y redactó una minuciosa crónica del reinado de la dinastía abásida en Bagdad. Protegido por el califa ArRadi, también escribió un tratado de ajedrez, del que hay numerosas citas en diversos manuscritos de los siglos X al XV. La fama de As-Suli hizo a su nombre sinónimo de ajedrecista y está probado que gozó del privilegio propio de un auténtico campeón mundial. Prácticamente, el califa dijo alguna vez que ver jugar a As-Suli era un espectáculo aún más hermoso que contemplar las flores de su jardín. El maestro murió en Basora, en el año 946.

Ruy López de Segura El ajedrez primitivo, creado por los hindúes bajo el nombre de “chaturanga”, conservó sus reglas básicas entre los persas, que lo llamaron “chatrang” y luego entre los árabes, quienes, con la denominación de “shatranj”, lo introdujeron en Europa. En el renacimiento, el juego adquirió sus características actuales, y el primer campeón del mundo occidental, iniciador también de un estudio teórico sistemático de las aperturas y de los finales, fue un 58

sacerdote español: Ruy López de Segura. Ruy López nació en Zafre, Extremadura, hacia el año 1540. Ordenado eclesiástico, viajó a Roma cuanto tenía 20 años y se midió allí con los mejores maestros italianos, que eran Leonardo Giovani de Cutro y Paolo Boi, apodado “el siracusano”, a quienes derrotó fácilmente. En Italia, Ruy López conoció el famoso libro de Damiano, “Libro de imparare giocare a Scachi, at de le Partite”, que había aparecido en 1512 y lo llevó a su regreso a España con el propósito de mejorarlo. En Madrid, Ruy López entró al servicio del rey Felipe II, gran aficionado al ajedrez, que le brindó su protección. En 1561, en Alcalá, se editaba la magna obra de Ruy López, cuyo título completo es: “Libro de la invención liberal y arte del juego de ajedrez, muy útil y provechosa; así para los que de nuevo quisieran aprender a jugarlo, como para los que lo saben jugar”. O, dicho modernamente, tanto para aficionados como para maestros. El libro incluye una serie de consejos generales y una recopilación de aperturas recomendables. También se extiende en numerosas críticas a las partidas y a los análisis de Damiano, que demuestran la profundidad de conceptos del sacerdote español. Obra fundamental de la teoría ajedrecística, el tratado de Ruy López fue traducido al italiano en 1584, al alemán en 1616, y también al inglés, el francés y el portugués. Fue la enciclopedia de su tiempo, el texto de consulta obligado durante doscientos años, hasta la publicación de los escritos de Filidor. En el año 1575, el rey decidió reunir en su presencia a los dos grandes maestros españoles, que eran Ruy López y su discípulo Escovara, y a los italianos Leonardo y Boi: Fue el primer torneo internacional de la historia del juego y estuvo dotado de un importante premio de dinero en efectivo, lo cual inauguraba una modalidad propia del ajedrez, que se mantiene hasta nuestros días. En el majestuoso marco de la corte española, los cuatro notables ajedrecistas cotejaron frente a Felipe II, y resultaron vencedores los italianos. Leonardo de Cutro, llamado “Il puttino”, destronaba así a Ruy López como campeón mundial de su tiempo. El nombre del clérigo español, familiar para todo aficionado, está 59

indisolublemente unido a la apertura española, o Ruy López, que tiene una lógica indestructible y que se continúa jugando, incluso en los máximos niveles magistrales, por su inagotable riqueza de ideas, de planes y de temas. Son más de cuatro siglos de vigencia, que certifican la genialidad de su creador y la justicia del título de campeón del mundo que, en forma retroactiva, le ha reconocido la historia.

Giovanni Leonardo, “Il Puttino”, primer campeón italiano Entre los campeones mundiales reconocidos por la historia en forma retroactiva, el primer italiano fue Giovanni Leonardo. Había nacido en Cutro, Calabria, en el año 1542, razón por la cual fue llamado Leonardo de Cutro. También se lo conocía por el apodo de “Il puttino”, debido a su corta estatura y su aspecto infantil. Leonardo se radico en Roma, con el propósito de estudiar abogacía, pero muy pronto dejó la universidad y se consagró exclusivamente al ajedrez. Tenía 18 años cuando el sacerdote español Ruy López de Segura, el mejor jugador del mundo en ese momento, peregrinó a la ciudad eterna. Leonardo tuvo ocasión de medirse con López, quien lo venció con facilidad. El joven calabrés se instaló más tarde en Nápoles, dedicándose a profundizar sus conocimientos ajedrecísticos y viviendo de las apuestas, que casi siempre ganaba. Allí conoció también a Paolo Boi, noble protegido del Papa y excelente jugador, con quien se batía de igual a igual. Se cuenta que Leonardo regresó apresuradamente a su Cutro natal, porque un hermano suyo había sido secuestrado por los piratas sarracenos. Según las crónicas, Leonardo desafió a jugar una partida al capitán pirata, cuyo premio fue la libertad del prisionero. Por supuesto “il puttino” triunfó. Tras una estadía en Génova, Leonardo fue invitado a participar en el primer torneo internacional de la historia del ajedrez: El celebrado en 60

1575, en la corte de Felipe II de España. En la ocasión, Leonardo resultó vencedor y, con ello, se convirtió en el nuevo campeón mundial. Naturalmente, ésta es la aproximación histórica del acontecimiento, ya que por entonces no existía el titulo. Es interesante señalar que Felipe II dio un espléndido premio en efectivo a Leonardo y benefició además a la ciudad de Cutro, cuna del maestro, eximiéndola de impuestos durante veinte años. Recordemos que, en el siglo XVI, el sur de Italia constituía el reino de las Dos Sicilia, bajo jurisdicción de la corona española. Leonardo regresó apresuradamente a Italia, al recibir noticias de la inesperada muerte de su esposa. Desconsolado, volvió a recorrer Europa, despertando la admiración de todos los aficionados al ajedrez, con su estilo vivaz e imaginativo, típico de la escuela italiana. En la corte portuguesa se ganó la estima del rey Sebastián, quien lo llamó “El caballero errante”. Colmado de riquezas y de honores, Leonardo retornó a Nápoles, donde fue nombrado agente del príncipe de Disignano, lo cual le permitió acrecentar aún más su fortuna. Leonardo no pudo escapar al destino que, con tremenda frecuencia, aguardaba a los personajes del renacimiento. Su genio y su riqueza despertaron muchas envidias y Leonardo murió misteriosamente envenenado, se sospecha que por obra de un oscuro rival. Era el año 1587 y Leonardo tenía apenas 45 años.

Grandes momentos de la historia y el ajedrez El 12 de octubre de 1492 la expedición española comandada por Cristóbal Colón tocaba tierra en una isla del mar de las antillas. Colón creyó haber llegado a la India, pero en realidad había descubierto un continente desconocido para los europeos: América. Si bien en el nuevo continente existían civilizaciones, sólo a partir de aquel día América ingresa en la historia humana. Con la conquista española vino la cultura, y con la cultura, vino también el ajedrez. Los oficiales y soldados, como era y es frecuente todavía, solían 61

practicar el juego. Y los indígenas también se interesaron por él. Se cuenta que Atahualpa, el último inca del Perú, aprendió a jugar al ajedrez durante su largo cautiverio y que muy pronto les ganaba a los carceleros españoles. El mismo año 1492 los reyes católicos de España vencían la tenaz resistencia de los árabes sitiados en Granada. Era el fin de ocho siglos de dominación mora. Los árabes, precisamente, fueron quienes introdujeron el ajedrez en España, permitiendo su difusión, desde allí, a toda la Europa medieval. Consolidada como primera potencia del siglo XVI, España fue el centro del ajedrez mundial a lo largo de muchos años. Bajo el reinado de Felipe II, sobresalió la figura de Ruy López de Segura, y se llevó a efecto el primer certamen internacional, entre maestros españoles e italianos. Y si bien, más adelante, el predominio en el tablero pasó a manos de Italia, debe recordarse que la corona española gobernaba también en Nápoles y en Sicilia. Con la progresiva integración de América al movimiento cultural del mundo civilizado, el ajedrez tuvo en estas latitudes la misma importancia que en Europa. Y, cuando las naciones americanas conquistaron su independencia, ya se jugaba ajedrez en los cafés. Más tarde, aparecieron los clubes y las federaciones. Tres maestros americanos han sido campeones del mundo: Paul Morphy y Robert Fischer, nacidos en Estados Unidos, y José Raúl Capablanca, cubano. La República Argentina, por su parte, fue el único país de toda América que concurrió a la fundación de la Federación Internacional, en 1924. Y los juegos olímpicos de 1939, en Buenos Aires, fueron los primeros celebrados en tierra americana. En los grandes momentos de la historia, siempre hallaremos el tablero y los trebejos.

62

04 Arte Una actividad lúdica provechosa Por su condición natural, el ser humano dedica la mayor parte de su tiempo a sobrevivir. Lo mismo que los demás animales, el hombre necesita alimentarse, protegerse de las inclemencias del clima y reproducirse, y para ello, trabaja. El trabajo, que es la transformación de la naturaleza por la acción inteligente del hombre, le proporciona los medios para subsistir. Pero siempre queda un tiempo libre, además de las horas que se destinan al descanso. La utilización de este tiempo libre, constituye para muchas personas un verdadero problema. No saben qué hacer y se aburren. Para combatir el tedio, los hombres han inventado diversas actividades, que a veces son también productivas y a veces no. De hecho, el ser humano no puede permanecer sin hacer algo: En esos momentos de ocio absoluto, aparece la angustia, se reflexiona sobre la muerte y sobreviene la depresión. El hombre precisa estar ocupado, volcar sus energías hacia un quehacer concreto. No soporta el tiempo vacío, las horas muertas. Así, surgen las llamadas “diversiones”. Como la propia palabra lo indica “divertirse” significa “apartarse”, “desviarse”. El ser humano se divierte, quiere decir que se distrae, o sea, que traslada su atención a alguna actividad que le permita olvidar el paso del tiempo y demás preocupaciones filosóficas. También las diversiones se llaman “distracciones” o “pasatiempos” y este último término es por demás elocuente: El objetivo es matar las horas de ocios, llenarlas con acciones cuya importancia es lo de menos; lo importante, es estar 63

distraído. “Diversión”, “pasatiempo”, distracción” o como quiera que se llame, el juego es uno de los recursos típicos a que el hombre echa mano para llenar su tiempo libre. Los juegos, en general, son simulacros de la vida misma: Se desarrollan en un espacio determinado, sujetos a reglas de validez absoluta, en períodos de tiempo también establecidos, y poseen el atractivo adicional de que en ellos siempre tiene que haber un ganador. Esto da al juego un carácter de seriedad, valga la paradoja, porque cada uno se propone la victoria como una meta que vale la pena alcanzar y por la cual es lícito luchar. La vanidad del individuo se ve recompensada por el halago del triunfo, porque así demuestra su superioridad sobre los otros. Esa superioridad puede residir en la fuerza física, en la destreza o en el ingenio, o incluso en todo junto. Y como la vida misma es competencia, el juego se parece a la vida. Tal es la causa profunda del éxito de los juegos y de los deportes, a lo largo de la historia universal. Los griegos, que sentaron las bases de toda la cultura occidental, lo comprendieron muy bien cuando instituyeron los juegos olímpicos. El atleta vencedor recibía honores comparables a los que se rendían a los héroes guerreros. Y esa tradición pervive hasta nuestros días, en que el éxito deportivo trae aparejada gloria y fortuna. El ajedrez, en cuanto a juego, participa de las características generales de toda actividad lúdica. Para muchos, es una distracción, una diversión, un pasatiempo. Sin embargo, tiene un atributo especial: Su complejidad da lugar a la creación artística y el análisis científico, de manera tal que se parece a la música. O a cualquier otro arte. Además de ocupar la atención del ser humano, como elemento para combatir el tedio, ofrece la posibilidad de satisfacciones espirituales de orden superior. Porque el tiempo muerto es transformado en tiempo fecundo, cuando la actividad desplegada durante él desemboca en realizaciones dignas de admiración general.

Más que un mero pasatiempo 64

El juego de ajedrez posee el doble carácter de ciencia y arte, hecho que lo singulariza y que lo eleva muy por encima de la categoría de mero pasatiempo. En el campo de la ciencia, existe una amplia conexión entre este juego y las matemáticas. Ella se pone de manifiesto sobre todo en los finales, y en cierto tipo de problemas como aquel que consiste en hacer pasar un caballo por las 64 casillas, sin repetir ninguna. Se lo conoce como el “problema de Euler”, en homenaje al matemático suizo que lo estudió en el siglo XVIII. En el ámbito artístico, se puede reconocer una cierta semejanza, metafórica por cierto, entre el ajedrez y la música o la poesía. El efecto estético que producen las combinaciones brillantes, por ejemplo, ha sido comparado con el goce que emana de un acorde perfecto o de una rima lograda. Se trata de la satisfacción del ideal de armonía, que todo espíritu cultivado encuentra, allí donde elementos diversos se conjugan en una unidad superior. Las piezas de ajedrez han sido objeto de artesanía y aun de arte, desde los remotos orígenes del juego. Existen piezas de marfil, de metales preciosos, de maderas finas y otros materiales nobles, labradas a mano por artistas famosos o anónimos, de la India, de Persia, de la Europa medieval y de nuestra época. Entre los nobles europeos, era común que valiosos juegos de ajedrez fueran legados en los testamentos, como prueba de afecto o de gratitud. Por otra parte, el juego mismo, o quienes lo practican, han dado tema a infinidad de obras de arte. Abundan las referencia al ajedrez en los textos sagrados de la India; en Persia, hace ya mil años, el poeta Abul – Qasin Mansur Firdusi compuso su célebre “Shahmama”; el “Libro del Rey”, que contiene dos leyendas sobre la invención del ajedrez, y así, hasta llegar a novelas modernas, como “El jugador de ajedrez”, del austríaco Stefan Zweig. La naturaleza del juego, así como también su simbolismo, han sido frecuentemente utilizados por los moralistas de todos los tiempos. En la Edad Media, se destaca el “Ludus scacchourun”, del sacerdote lombardo Jacobo De Cessolis, que se refiere a las costumbres de los hombres y a los oficios de los nobles, según reza el subtítulo de la 65

obra. Se hallan reflexiones basadas en el ajedrez, en los escritos de Jean – Jacques Rousseau, de Benjamín Franklin y de muchos otros ilustres pensadores. Otra derivación del ajedrez en el arte, muy poco conocido, se dio en el año 1937, cuanto fue estrenado en París un “ballete” titulado “Jawue mate”. La música es de Arthor Bliss y la coreografía de Ninette de Valois. Los diversos cuadros representan una partida entre el Amor y la Muerte, y otra entre la Dama Negra y el Rey Rojo, ambas con un desenlace trágico, como lo sugiere ya el título del ballet. El cine, el teatro y, sobre todo, la pintura, han recurrido muchas veces al ajedrez; ya sea como tema central o episódico, literal o alegórico.

Como cultura Universal El juego de ajedrez constituye un elemento de la cultura universal, que nació en el Oriente y fue asimilado por los países occidentales. No hay lugar en el mundo donde no se lo conozca y su significado simbólico puede ser comprendido a pesar de las diferencias de idiomas, de raza, de religión o de sistema político. Por tal motivo, es frecuente que los artistas lo utilicen para hacer entender mejor su mensaje. Esto se ve con la literatura, a partir sobre todo del renacimiento. Así, por ejemplo una poetisa mística española, Santa Teresa de Jesús, emplea la figura del jaque mate para explicar cómo el alma buena puede capturar la esencia misma de Dios. En su obra “Camino de perfección”, dice la santa: “Pues creed que quien no sabe concertar las piezas en el juego de ajedrez, que sabrá mal jugar, y si no sabe dar jaque, no sabrá dar mate”, y luego agrega: “Y cuán lícito será para nosotras esta manera de jugar, y cuán presto, si mucho lo usamos, daremos mate a este Rey divino, que no se nos podrá ir de las manos ni querrá”. El “Rey Divino” de Santa Teresa, es Dios. Con un propósito bastante diferente, el filosofo Miguel de Unamuno, en su libro “Contra esto y aquello”, sostiene: “Es comunión, comunión de ideas y sentimientos, no sociabilidad, lo que nos hace falta. Un club ajedrecista es lo más opuesto a una iglesia cualquiera, a 66

un centro de comunión espiritual. El ajedrez puede llegar a ser uno de los medios de juntarse de las personas sin comprometer, en esta junta, sus almas”. Aclaremos que el famoso redactor de la Universidad de Salamanca, no veía con buenos ojos a nuestro juego. En el “Quijote”, ese filósofo popular que es el personaje de Sancho Panza, recurre al ajedrez para ilustrar la fugacidad de los honores de este mundo. Es un tema medieval, de antigua tradición bíblica. Dice Cervantes, por boca de Sancho: “… el juego de ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se mezclan, juntan y barajan y dan con ellos en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura”. Una admirable descripción de la naturaleza del juego, es la que ha hecha el novelista austríaco Stefan Zweig. Dice que el ajedrez “es un pensamiento que no conduce a ninguna parte, una matemática que no establece nada, un arte que no deja tras si obra alguna, una arquitectura sin materia, y a pesar de ello el ajedrez ha demostrado ser más duradero, a su manera, que los libros o cualquier otra clase de monumento. Este juego único pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas, y nadie puede saber, de él, qué divinidad la regaló a la Tierra para matar el tedio, aguzar el espíritu y estimular el alma. Los poetas, desde Omar Jayán en adelante, han imaginado que el mundo es un tablero y que nosotros somos las piezas con las que juega Dios. Esta idea metafísica también aparece en un brevísimo poema de Gerardo Diego: Dice que “La muerte / y la vida / me / están / jugando / al ajedrez”-

Un alto valor simbólico en el cine El ajedrez se presta a ser utilizado en las diversas expresiones del arte, no sólo por su claro simbolismo sino por el propio carácter artístico del juego. Una pieza de teatro íntegramente concebida como una partida de ajedrez se estrenó en Londres a principios del siglo XVII. Su autor era Thomas Mideton y la obra, llamada sencillamente “A game at 67

cheess”, tenía una intención claramente satírica. Los reyes eran Jacobo I de Inglaterra y Felipe IV de España y los demás trebejos representaban a conocidos personajes de ambas cortes. La comedia fue un gran éxito de público, pero el dramaturgo terminó preso, como suele ocurrirles a los artistas bajo los gobiernos absolutistas. El arte del siglo XX, el cine, ha echado mano a los tableros de ajedrez como elemento dramático o meramente decorativo. El prestigio intelectual del juego sirve para caracterizar a determinados protagonistas, atribuyéndoles aptitudes reflexivas, paciencia, ingenio y demás cualidades típicas de un buen ajedrecista. En este sentido, cabe recordar, por ejemplo, la película “El caso Thomas Crown”, en la que actuaban el ya desaparecido Steve Mc Queen y Faye Dunaway. El ladrón de guante blanco y la investigadora, se entreveran en complicadas partidas de ajedrez, que aluden a la sutil labor de engaño mutuo en que están empeñados ambos personajes. Con mayor efecto dramático, el ajedrez abre el filme “De Rusia con Amor”, de la serie del agente secreto James Bond. Muestra el momento culminante, de la jugada ganadora de una tensa partida de ajedrez, cuyo vencedor es uno de los villanos de la novela, a quien se desea presentar como frío y calculador. El cotejo se desarrolla en el vestíbulo de un lujoso hotel, y se ha reproducido con fidelidad el marco habitual de cualquier match importante. El autor de la novela en que se basa la película, Ian Fleming, era un entusiasta aficionado al juego. También en la hermosa película de Karel Reisz: “La amante del teniente francés”, uno de los personajes de reparto es un médico psiquiatra, en cuyo estudio se advierte, junto a libros, láminas científicas y otros elementos de investigación, un finísimo juego de ajedrez. Pero donde el ajedrez alcanza un elevado contenido simbólico, es en un clásico del director sueco Ingmar Bergmann: “El séptimo sello”. Ambientado en la Edad Media, la historia narra la peregrinación de un cruzado, que vuelve de Tierra Santa y atraviesa una Europa diezmada por la peste y sumida en todo tipo de calamidades. El caballero se 68

encuentra con la Muerte, y logra que jueguen una partida: la apuesta es la vida del cruzado. Este filme se basa en una pieza teatral del propio Bergmann, “Pintura en madera”, que fue puesta en escena hace varios años en el teatro Rivera Indarte (Hoy Libertador General San Martín) de mi querida ciudad de Córdoba. Y el drama está motivado, a su vez, en una antigua pintura, que se adjudica a un tal Alderkes y que luce en la iglesia de Taby, en Estocolmo, Suecia: El cuadro muestra, precisamente, a un caballero jugando al ajedrez con la muerte. El juego, ya está dicho, se presta para destacar el carácter intelectual de un personaje, por ejemplo, pero también puede adquirir significados más hondos. En la hermosa película del director italiano Fabio Carpi: “Cuarteto Basileus” se trata de una historia amarga pero veraz. Su tema es el tiempo que pasa, la vejez y la muerte que llegan. Y también, la vida que pudo vivirse, pero que no se vivió. Película exquisita, contiene referencias literarias, musicales y arquitectónicas. También hay una reflexión metafísica y, junto a todas estas manifestaciones de refinada cultura, está el ajedrez. Dos de los personajes juegan una partida, en momentos de aguda depresión anímica. Uno de ellos mueve la dama, sin advertir que su rival puede capturarla con su torre. Como es una partida amistosa, el segundo jugador le hace notar el error y le permite volver la jugada. Entonces el primero le dice: “Ojalá en la vida pudiéramos hacer lo mismo”. El reglamento de ajedrez, sin embargo, no admite que se retiren las jugadas: Cuando un jugador toca una pieza, está obligado a moverla; cuando su mano ya la ha soltado en una determinada casilla, como sucede en la película, le está prohibido cambiarla. Como en la vida, pues, lo hecho, hecho está. Hay que pensar mucho primero, para no arrepentirse después. Y hay que saber aceptar las consecuencias de una decisión equivocada. Es el precio de la libertad.

Mayor presencia en la pintura 69

La pintura es el arte donde con mayor frecuencia se hallan alusiones al juego de ajedrez. Y no solamente al ajedrez, sino también a otros entretenimientos de tablero, conocidos desde la más remota antigüedad. Así, por ejemplo, un papiro egipcio de la décimo novena dinastía, es decir alrededor del año 1250 antes de Cristo, muestra al escriba Ani jugando a las damas, en compañía de su esposa. Otro papiro representa a un león y a un burro sentados frente a un tablero, en la que puede ser una caricatura de dignatarios de la época, o bien, una estampa de carácter sagrado, ya que los egipcios adoraban a diversos dioses animales. Las ilustraciones de los tratados de ajedrez antes de la invención de la imprenta eran por lo general de alto valor artístico. Se conservan fragmentos muy hermosos de un manual escrito en Persia, tal vez hace mil años, y son dignas de admiración también las miniaturas que enriquecen al famoso Libro de los Juegos, del rey Alfonso el sabio de España. A partir de la edad media, cuando el ajedrez se hace prestigioso en las cortes cristianas europeas, los cuadros que registran partidas comienzan a ser comunes en los castillos y palacios. Un grabado que data del tiempo de las Cruzadas, está compuesto por dos caballeros que juegan, mientras un tercero, un paje y un caballo, los contemplan. Al fondo, se ve una tienda de campaña y la obra sugiere una pausa en la batalla. En un manuscrito del siglo XV, titulado “Las tres edades del hombre”, y atribuido a Estienne Porchier, hay una escena ubicada en el salón del palacio de Plescia les Tours, Francia, una construcción de estilo gótico, con sus delgadas columnas y amplias vidrieras minuciosamente dibujadas. En el centro de la estancia, el rey Luis XI juega una partida de ajedrez con un cortesano, rodeados por otros cuatro. El efecto plástico se ve reforzado por el piso del salón, cuadriculado como el tablero. De concepción similar es una pintura flamenca de la misma época, que ofrece sin embargo una curiosa particularidad: el foco del cuadro 70

es una noble dama, ricamente vestida, que da la impresión de estar dando jaque mate a su adversario, a juzgar por su expresión de triunfo y por la mirada contrita del caballero que la enfrenta y los que miran la partida. Otro detalle es que el tablero es de ocho por cuatro, con una casilla negra a la derecha, lo que permite suponer que el pintor poco sabía de ajedrez. Otro caso en que la intención simbólica del artista prescinde de la fidelidad a las reglas del juego, es la célebre imagen pintada en la iglesia sueca de Taby, llamada “La muerte juega al ajedrez con el hombre”. Allí, el tablero tiene siete columnas y cinco líneas y las piezas están apenas insinuadas, con una caprichosa distribución. En este cuadro se inspiró el cineasta Ingmar Bergmann para el guión de su película “El séptimo sello”. En ciertos casos, el pintor ha querido retratar sobre todo la expresión de los jugadores de ajedrez, más que el juego mismo. La concentración y la inmovilidad del ajedrecista, brindan un buen tema para la composición plástica. Un lienzo de Ludovhici Caracci, veneciano, de fines del siglo XVI, logra un fuerte impacto al colocar toda la luz en el rostro de los jugadores, que visten en cambio trajes oscuros. Y, para acentuar el enfrentamiento de los personajes, un pequeño perro, de espaldas al tablero mira con curiosidad el espectáculo.

Lienzos con alusiones ajedrecísticas y el paradigma del entretenimiento intelectual El ajedrez ya había sido tema de numerosos grabados e ilustraciones en la Edad Media. Pero, a partir del Renacimiento, se convierte en un motivo habitual para los más renombrados artistas. A principio del siglo XVI, el pintor flamenco van Leyden compuso una escena famosa: A la derecha, una mujer ha tomado una pieza y se dispone a moverla, mientras su rival, un caballero aparentemente distraído, la observa sin embargo de reojo. Todo sugiere que se trata 71

de una celada y otro caballero da la impresión de querer advertírselo a la señora, pero un tercer espectador se lo impide, apoyando su mano sobre el hombro del soplón. Hay más personajes, agrupados detrás, que miran para otro lado. El cuadro, rico en detalles, reproduce un tablero de casillas amarillas y rojas, con piezas finamente labradas. El romántico Eugene Delacroix empleó ocasionalmente el ajedrez, pero sólo como elemento decorativo. En un plano secundario, puede verse a dos hombres ataviados con túnicas orientales, jugando una partida en un jardín público; los contempla una muchacha, que lleva una cántaro al hombro y parece haberse detenido en su marcha, por mera curiosidad. Otro pintor francés, Zamacois, es autor, en cambio, de una tela cuyo título es ya un juego de palabras: se llama “Les fous du roi”, que puede significar tanto “los bufones del rey” como “los alfiles del rey”. En un lujoso aposento, sobre una mesa cubierta por rico brocado, dos bufones juegan una partida de ajedrez; uno de ellos está como burlándose del otro, que analiza la posición muy reconcentrado. Pero el rey, que asiste al juego tocado con su corona de ceremonias, nada le hace gracia, y tiene los ojos entornados, a punto de dormirse. Un verdadero fracaso de la pareja de bufones, o de los alfiles. El ajedrez como medio de sobrellevar la adversidad, figura en el lienzo de Serra, titulado “Aníbal Bentivoglio en la cárcel”. El príncipe de Bolonia medita profundamente delante del tablero, en la penumbra de su celda y rodeado de otros prisioneross que duermen. La expresión del noble personaje trasunta no sólo el esfuerzo por descifrar la posición de las piezas, sino tal vez una reflexión más filosófica, acerca del poder y de la gloria de este mundo. Willian Oring es el creador de otro espléndido cuadro, que se llama “Fuera de Servicio”. Muestra a dos recios marineros jugando al ajedrez, mientras un tercero interviene para indicar un a variante y dos más observan en silencio. Lo notable de la composición es el agudo contraste entre la rudeza de los hombres, musculosos, barbudos y tatuados, y la delicadeza y fragilidad de las piezas, que 72

parecen todavía más pequeñas junto a las enormes manos de los marineros. La escena da a entender que, en una pausa de su dura faena, incluso aquellos seres en apariencia torpes son capaces de entregarse a las sutilizas del juego de ajedrez, paradigma del entretenimiento intelectual. El tablero y los trebejos siguen presente en la pintura moderna, y genios como Juan Gris y Kandinsky se han valido de ellas para algunos de sus más revolucionarias propuestas.

Demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser juego Ya hemos dicho que muchos artistas fueron aficionados al ajedrez. Pero como este juego tiene también caracteres científicos, ha concitado además la atención de los investigadores, en distintas ramas del conocimiento. Fue precisamente un genial matemático y filósofo alemán, Gottfried Leibniz, quien describió con acierto la particular naturaleza del ajedrez. Dijo que es “demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser juego”. Leibniz, que nació en 1646, descubrió al mismo tiempo que Newton las bases del moderno análisis matemático y diseñó una primitiva máquina de calcular. La relación entre las matemáticas y el ajedrez, fue puesta de relieve en el siglo XIX por otro sabio ilustre: Henri Poincaré. En su obra “Ciencia y método”, señaló lo siguiente: “Una especial aptitud para las matemáticas podría deberse sólo a una gran memoria o a un extraordinario poder de concentración. Sería una cualidad análoga a la de un jugador de ajedrez, que puede imaginar y calcular un gran número de variantes y retenerlas en la memoria. Todo buen matemático podría ser un buen ajedrecista, y viceversa.”, Cabe recordar aquí que dos grandes campeones mundiales, Lasker y Botvinnik, han sido matemáticos brillantes. Sin embargo, el ajedrez no sólo ha sido vinculado con las ciencias exactas sino también con las humanidades. La psicología del jugador 73

ha sido igualmente objeto de análisis científico y, en este punto, vale la pena citar unas palabras del doctor Rey Ardid, eminente psiquiatra español y maestro de ajedrez. Afirma que “entre los motivos que podríamos llamar vocacionales, que guiarían a un joven a escoger el ajedrez como diversión favorita, e incluso como profesión, figura en primer lugar la circunstancia de ser una actividad sumamente individualista y, en tal sentido, se sienten atraídos a ella las personas dotadas de capacidad de concentración y poco comunicativas”. El ajedrez ha sido utilizado como ejemplo para ilustrar las más diversas teorías, en muchos campos de la ciencia. Uno de los casos más notables es el del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, que a fines del siglo XIX y principios del XX revolucionó la teoría del lenguaje, dando origen a la escuela conocida con el nombre de “estructuralismo”. De Saussure, en su libro “Curso de lingüística general”, distingue por un lado la forma y por otro lado la función de las palabras, comparándolas con las piezas de ajedrez, y así señala que los peones pueden ser de madera o marfil, sin que la diferencia afecten las reglas de su movimiento. De Saussure recurre también al juego para relativizar la importancia de la etimología, o sea el origen de las palabras. Y lo hace subrayando que “en una partida de ajedrez, cualquier posición posee la característica única de ser independiente de las posiciones anteriores: “el camino seguido para llegar a ella no cuenta en absoluto” Y agrega que “una persona que haya seguido el desarrollo de la partida no posee ninguna ventaja analítica frente a otra que se acerque en un momento determinado”. Algunas de estas imágenes de De Saussure han sido posteriormente discutidas por otros lingüistas y lógicos, como Ludwing Wittgenstein. Pero lo importante es que el juego de ajedrez constituye un valioso elemento didáctico, que puede emplearse en la enseñanza con singular provecho.

Preciosa obra de Alfonso X, “El Sabio” Hace casi 750 años que dejó de existir Alfonso X, llamado “el sabio”, 74

que fue rey de Castilla y de las demás provincias españolas no dominadas por los árabes. Alfonso X fue un monarca ilustrado, que en la última etapa de la Edad Media pronunciaba ya el movimiento intelectual conocido con el nombre de Renacimiento. A su iniciativa se debe la reapertura de la Universidad de Salamanca, la compilación de las normas jurídicas vigentes en la época, y también el libro de ajedrez más antiguo de Europa. El juego había sido introducido en España precisamente por los árabes, contra quienes el rey Alfonso vivió en guerra. Sin embargo, la penetración cultural de los moros, que tantas huellas ha dejado en la lengua española, también aportó el tablero y los trebejos nacidos en Oriente. El libro de los juegos, como se titula al manuscrito de Alfonso el Sabio, comienza con una serie de consideraciones filosóficas acerca de la utilidad del ajedrez y, en general, de todos los juegos. Se refiere, en tal sentido, no solamente a los de salón, sino también a los que se practican al aire libre, o sea, lo que hoy llamamos deportes. Según el texto, Dios quiso que los hombres encontraran alegría en el juego para soportar mejor el trabajo y las preocupaciones cotidianas. Se lo define, pues, como una evasión, destacándose la ventaja de los juegos sedentarios, ya que están al alcance también de las mujeres, de los ancianos y de los enfermos. Alfonso X afirma que el ajedrez es más noble y de mayor maestría que los otros juegos de tablero. Narra luego una leyenda hindú, que atribuye la invención del juego a un sabio que sostenía que lo más importante en el hombre es la inteligencia. Otro sabio, en cambio, inventó el juego de dados, porque pensaba que el hombre está en manos del destino. Queda planteada así la famosa controversia metafísica en torno al libre albedrío, que un tercer sabio intenta resolver combinando el azar con el ingenio: Recordemos que, primitivamente, el jugador debía mover la pieza que indicara el dado, aunque podía llevarla a la casilla que le pareciera más conveniente. El libro describe después la forma y el simbolismo de cada una de las piezas, y las reglas para su desplazamiento. Cabe señalar que la 75

moderna dama todavía se denominaba “alférez”, y se le atribuye la función de llevar el estandarte del rey, explicándose así que permanezca a su lado. Los alfiles son ya correctamente identificados con los elefantes de los ejércitos orientales, pero la naturaleza de las torres, denominadas “roques”, aparece confusa. El manuscrito las asimila a un grupo de soldados, que se sostienen entre sí, espalda contra espalda. La obra de Alfonso el Sabio, se conserva en el monasterio de El Escorial. El original está escrito sobre hojas de pergamino, con preciosa caligrafía, y posee bellas ilustraciones en colores. Fue hecho totalmente a mano, por supuesto, por anónimos monjes que acaso descansaran, a ratos, jugando una partida.

Talentos que mueren jóvenes En la historia del arte se registran numerosos casos de jóvenes talentos que murieron a edad temprana, cuando todavía se esperaba de ellos una producción trascendente. Baste recordar al músico austríaco Franz Schubert o al escritor francés Raymond Radiguet. El ajedrez también ha sufrido, en varias ocasiones, la prematura pérdida de jóvenes geniales. El gran maestro alemán Paul Rudolf von Bilguer, por ejemplo, falleció a los 25 años. No sólo era un jugador de primer nivel, sino que comenzó a recopilar metódicamente la teoría de las aperturas, dando nacimiento al famoso “Hamdbuch des Schachspiele”, es decir, “Manual del juego de ajedrez”, antecedente directo de la moderna enciclopedia yugoslava. Su labor fue continuada por el barón Tassilo von der Lasa, su dilecto amigo. El primer campeón oficial de Gran Bretaña, fue Cecil de Vere. Hacia el año 1870, se lo consideraba como el más serio aspirante al título mundial, que poseía ya Wilheim Steinitz, a quien había derrotado en el torneo de París. Pero de Vere descubrió que estaba enfermo de tuberculosis y en vez de cuidarse, cayó en el vicio del alcoholismo. Esa lamentable adicción apresuró su muerte, a la edad de 29 años. Algo más corta fue la vida de Rudolph Charusek, que también fue víctima de la misma enfermedad. Había nacido en Praga, 76

Checoslovaquia, que pertenecía entonces al imperio austro-húngaro, en 1873. Era tan grande su pasión por el juego, que se dice que copió a mano el “Hambuch” de von Bilguer, mencionado anteriormente, porque no tenía dinero para comprarlo. A fines del siglo XIX ganó varios primeros premios en certámenes magistrales, e incluso batió al campeón del mundo, Emmanuel Lasker, en el torneo de Nurenberg. El gran maestro Vladimir Petrov, fue muchas veces campeón de Letonia, su país natal, y adquirió prestigio mundial en 1937, cuando compartió con Flohr y con Reshevsky el primer lugar en el torneo de Kemeri, superando a su compatriota Paul Keres y al campeón Alekhine. Hecho prisionero por los alemanes, a fines de la segunda guerra, murió en un campo de concentración, pocos días antes de la rendición de Alemania. Aunque militaba en el bando contrario, parecida fue la muerete de Klaus Junge. Nacido en Chile, de padres alemanes, fue llevado de vuelta a su patria, siendo incorporado a las filas del ya vencido ejército nazi y muerto en combate, a los 21 años de edad. Junge había igualado con Alekhine el primer puesto en el torneo de Praga y parecía destinado a reverdecer los laureles del ajedrez alemán.

Superando las limitaciones físicas En el mundo de las artes, suele recordarse que ciertos grandes creadores padecían un defecto físico, congénito o adquirido. El escritor español Miguel de Cervantes, por ejemplo, autor de “Don Quijote de la Mancha, es llamado “el manco de Lepanto”, por haber perdido un brazo en esta famosa batalla, librada en 1571. También en el ajedrez, que es un arte, se registran estas circunstancias. Sólo son anecdóticas, por supuesto, pero revelan aspectos de la personalidad más íntima, del estilo puramente humano de un gran maestro. El caso del francés Alexandre Deschapelles, nacido en 1780, tiene similitud con el de Cervantes. Deschapelles ingresó a la escuela militar de Brienne, y tenía apenas catorce años de edad cuando entró en el ejército de Sambre-mause. Poco después, en la batalla de 77

Fleurus, una localidad de Bélgica donde se enfrentaron los franceses y los austríacos, Deschapelles fue gravemente herido y perdió la mano derecha. Dado de baja, esta mutilación influyó, decisivamente en la vida del joven, que desde entonces se dedicó a la bohemia, viviendo del juego; no solamente ajedrez, en realidad, sino también cartas y dados. Y, lo que es más admirable, jugaba muy bien al billar. Uno de los mejores jugadores alemanes de principios del siglo XX, Richard Teichman, sólo veía con el ojo izquierdo. En su autobiografía, Edward Lasker retrata así a su compatriota: “Teichman era ciego de un ojo, que llevaba cubierto con un parche negro. Tenía un rostro que llamaba la atención, y cuya forma alargada se prolongaba por una espesa barba rubia y una frente de grandes entradas. Rodeado de los ajedrecistas, se parecía a Wotem en compañía de los dioses menores. Aclaremos que Woten, llamado también Odin, era el dios más importante de la mitología escandinava. Al parecer, Teichman no sufría ningún complejo por ser tuerto, y sus rivales, en cambio se sentían inhibidos en su presencia. Quien fue candidato al campeonato del mundo antes de la primera guerra mundial, el alemán Siegbert Tarrasch, había nacido con una malformación de un pie, que lo obligaba a caminar renqueando. Tarrasch sí vivió acomplejado por este defecto, a pesar del cual fue un cirujano sobresaliente y un eximio ajedrecista. Pero tenía un carácter áspero, propio de un resentido. El ya citado Edward Lasker dice que Tarrasch era un tipo más bien desagradable, que nunca pudo dominar su colosal engreimiento. La psicología moderna seguramente explicaría que la arrogancia, y hasta la agresividad de Tarrasch, eran una consecuencia directa de su defecto físico, un mecanismo que defensa surgido de su complejo de inferioridad. Uno de los primeros campeones de Córdoba, José Ignacio Chávez, quedó ciego a los siete años de edad. Aprendió sin embargo al ajedrez y fue figura relevante en su tiempo, conquistando el título local en 1925. En realidad, es muy grande el número de jugadores ciegos que compiten en todo el mundo, al extremo de que existe una 78

reglamentación especial, aprobada por la Federación Internacional, para las partidas en que uno de los jugadores, o los dos, sean no videntes. Y, cada cuatro años, la Asociación Braile organiza las olimpíadas de ajedrez para ciegos. En nuestro país, desde hace unos años, está realizando una encomiable labor los “Ajedrecistas Ciegos Unidos de Argentina El ajedrez, como toda manifestación del espíritu, supera pues las limitaciones de esta naturaleza.

Manifestación de cultura, pero no “toda la cultura”. La práctica competitiva del juego de ajedrez, puede conducir a un extremo indeseable: cuando un jugador cree que el ajedrez es todo en la vida, y solo busca conseguir victorias, desvirtúa en realidad la esencia misma de juego. Las grandes partidas de ajedrez son inmortales por su belleza, y no porque las haya ganado tal o cual maestro. En la historia de los grandes del tablero, incluidos por supuesto los campeones mundiales, hay solamente dos ejemplos de pasión obsesiva por el ajedrez: Alejandro Alekhine y Robert Fischer. Ninguno de los dos fue precisamente un hombre ejemplar. El ajedrez es una manifestación de cultura, pero no es toda la cultura. Por eso, la gran mayoría de los ajedrecistas cultiva también otras disciplinas del intelecto, y los mayores maestros son aficionados y aún conocedores de las diversas artes. En su hermosa autobiografía, Eduardo Lasker cuenta que conoció a Ossip Bernstein, un excelente ajedrecista ruso, cuando ambos estudiaban en Berlín. Y evoca las tardes en que asistían juntos a los conciertos de la Filarmónica, sentados en el piso de los pasillos, curioso privilegio de que gozaban los jóvenes universitarios. Precisamente con relación a Bernstein, Lasker señala que el maestro ruso se había recibido de abogado y que había tenido la sensatez de alejarse por un tiempo de las competencias ajedrecísticas, para dedicarse a otros aspectos de la cultura. Y Lasker agrega, textualmente, esta aguda observación: “Por desgracia, muchos 79

jugadores de torneos parecen no haberse dado cuenta de que el ajedrez no es lo único que distingue al hombre, de los animales”. Bernstein, además de abogado, ajedrecista y melómano, hablaba con fluidez varios idiomas y se casó con una historiadora del arte, circunstancia que lo acercó también a la pintura. El azar hizo que fuera protagonista de una conmovedora situación, que ha sido revelada por el maestro norteamericano Arnold Denker. En París, donde residía al comenzar la segunda guerra mundial, Bernstein había conocido a su compatriota Marc Chagall, uno de los genios de la pintura contemporánea. En 1940, cuando los nazis ocuparon Francia, Chagall decidió esconderse, ya que era judío y su arte había sido declarado “Decadente” por los criminales que gobernaban a Alemania. Chagall dejó al matrimonio Bernstein las llaves de su departamento, y el ajedrecista y su mujer, con grave riesgo para su propia vida, fueron sacando todos lo cuadros del artista y los pusieron en lugar seguro. Finalizada la guerra, Chagall regresó a Paris, creyendo que sus telas habían sido quemadas por los nazis. Cuando supo lo que había hecho Bernstein, su emoción desbordó. Y en prueba de gratitud, pintó una hermosa escena pastoral, sobrevolada protectoramente por un ángel con el rostro de la señora de Bernstein. Haber salvado para la posteridad las obras de otro gran artista, acaso sea la partida más brillante del maestro Bernstein.-

Percepción intuitiva de la belleza de una combinación La belleza de una partida de ajedrez, lo mismo que la belleza de cualquier obra de arte, se percibe de manera intuitiva. Esto quiere decir que la obra nos impresiona con una particular intensidad, sin que sea necesario que hagamos un esfuerzo de compresión. Tampoco hace falta ningún razonamiento, ninguna explicación: La obra, sencillamente, nos gusta. Se repite siempre que “sobre gustos no hay nada escrito”. Sin embargo, esto no es complemente cierto. La reflexión estética, que pertenece al ámbito de la filosofía, ha determinado con bastante 80

precisión, cuales son las características de eso que denominamos “belleza”. En el juego de ajedrez, una de las formas de la belleza es la combinación. En realidad, toda la partida es una secuencia de jugadas que desarrolla una idea o un plan. Pero el término “combinación” se reserva para un movimiento clave, que genera respuestas obligadas del adversario y culmina con una clara ventaja para el autor de la combinación. En la mayoría de los casos, y para lograr la victoria, se sacrifica material. La belleza de la combinación radica en lo siguiente: primero, en la exactitud del cálculo, la jugada clave puede ser contestada de varias maneras, pero cualquiera de ellas pierde. La comprobación de esta especie de fatalidad produce un placer estético, porque satisface una expectativa natural del ser humano: controlar todas las alternativas de tener una réplica adecuada para una gama de situaciones posibles. La combinación nos proporciona una sensación de plenitud, de dominio de los acontecimientos, cosa que rara vez sucede en la vida y que, precisamente, solo es posible en el arte. El segundo elemento de la combinación, es el sacrificio de material: La impresión de belleza nace aquí de una circunstancia emotiva. La entrega de la pieza implica un riesgo, porque si fuera un error de cálculo, se perdería la partida. Estamos, pues, frente a una apuesta, pero el resultado no depende del azar sino de nuestro propio acierto o error. Hay además un componente cultural que subyace en el ánimo del autor de una combinación: Desprenderse de material a cambio de una ventaja posicional, aparece como la noble y elevada actitud de quien renuncia a lo prosaico y vulgar, persiguiendo un logro de naturaleza espiritual. A veces la noción de riesgo se presenta en otra forma, aunque en definitiva responde a los mismos aspectos psicológicos ya mencionados: Por ejemplo, cuando la combinación se lleva a cabo estando el autor en inminente peligro de derrota. El adversario amenaza mate en la próxima jugada y, entonces, es indispensable imponerse primero, si esto no es posible, se perderá irremediablemente. La belleza, en tales casos nace de la ansiedad, de la lucha por la supervivencia en una circunstancia crítica, porque el 81

triunfo nos brinde otro modo de la satisfacción: Afirmar nuestra existencia, superar la adversidad, escapar indemnes a un peligro grave. El placer estético se vincula, así, a la condición humana básica, que es la hostilidad del mundo y la continua acechanza de la muerte. La belleza de la partida, pues, se alcanza cuando sobre el tablero se reproducen o simbolizan circunstancias fundamentales de la vida misma. Esta representación nos afecta de manera profunda, nos conmueve y nos eleva a un plano ideal, donde somos felices por un momento. Y eso es el arte.-

¿Por qué una pasión malsana? El juego de ajedrez aparece repetidamente en el cine, como elemento decorativo o para dar realce a determinados episodios. Lo mismo ocurre en la literatura, pero son muy pocas las obras donde el ajedrez mismo, o su práctica, constituyen el argumento principal. Una excepción es la película alemana del director Wolfgan Petersen, cuyo título original es “Schwarz und Wiss wis Tage und Nachte”, que literalmente significa, “Negro y blanco como día y noche”. Fue filmada en 1978 y se exhibió en España con el nombre de “El jugador de Ajedrez”. El protagonista del film es Thomas Rosenmund, interpretado por el gran actor alemán Bruno Ganz. Ha aprendido a jugar al ajedrez a la edad de siete años, observando simplemente como lo hacían su padre y un amigo. El juego lo fascina a tal extremo, que le produce crisis nerviosas y deja de practicarlo por consejo médico. Rosenmund cursa regularmente estudios secundarios e ingresa luego a la Universidad. Doctorado en matemáticas, comienza a estudiar programas de computación y así vuelve a encontrarse con el ajedrez. Se propone elaborar un programa gracias al cual una computadora pueda derrotar al campeón mundial, y logra, para ello, apoyo publicitario. La película muestra, con gran despliegue, el esperado encuentro entre la máquina preparada por Rosenmund y el campeón del mundo, que 82

en la ficción se llama Stefan Koruga. La televisión transmite la partida en vivo, y el campeón vence fácilmente a la máquina, en solo diecisiete movimientos. Rosenmund ha fracasado. A partir de ese momento, el personaje sólo tiene una obsesión: Llegar a ser campeón mundial de ajedrez. Para ello, estudia incansablemente y compite sin descanso. Abandona su trabajo y a su esposa, vive sólo para jugar al ajedrez, y, finalmente, consigue lo que se había propuesto: Clasificarse retador del campeón mundial. Rosenmund, se ve frente a frente con Stefan Koruga, y, tras una serie de alternativas, consigue batirlo. Proclamado nuevo campeón mundial, no alcanza sin embargo a disfrutar de la gloria: Sufre un ataque de nervios y debe ser internado en un hospital psiquiatrico: Está complemente loco. El guión de la película ha tomado detalles sueltos de la biografía de varios grandes maestros, para componer el personaje de Rosenmund. El aprendizaje del juego, con sólo mirar las partidas de su padre, reproduce el caso de Paul Morphy. La especialización en matemáticas, y el proyecto de un programa de computación capaz de superar al campeón del mundo, corresponden a la figura del Mijail Botvinnik. Y la obsesión por el título mundial, describe exactamente a Robert Fischer, quién también cayó en el desequilibrio mental luego de conseguir su propósito. Junto a las novelas de Stefan Zweig y de Vladimir Nabokov, el filme de Petersen integra el reducido número de obras de arte que tiene por protagonista a jugadores de ajedrez. Pero en la película el juego está presentado como una pasión malsana, enfoque que no le hace justicia.

Original y dudosa teoría de Edgar A. Poe Uno de los escritores que más se ha ocupado del juego de ajedrez, es el poeta y novelista norteamericano Edgar Alan Poe. Nacido en el año 1813, Poe sintió una insaciable curiosidad por las ciencias, y en especial, por la psicología. A su vasta obra en verso y en 83

prosa que abarca desde los poemas de amor hasta las intrigas policiales, Poe agregó numerosos ensayos sobre los más variados temas, entre ellos, el ajedrez. Y le interesaba descubrir y analizar los mecanismos mentales que el juego desarrollaba o estimulaba, precisar la importancia de la atención, el papel de la imaginación, etc. A título de introducción a su famoso cuento “Los crímenes de la calle Morgue”, Poe ha escrito un verdadero ensayo sobre las caraterísticas mentales del ajedrecista. El trabajo es muy discutible, según el actual estado de la ciencia, pero tiene valor su originalidad, teniendo en cuenta que fue escrito cuando la psicología no se había independizado aún de la metafísica. Poe comenzó refiriéndose a la capacidad de analizar. Toma esta palabra en su sentido estricto, que es el de “desentrañar”, o sea, distinguir claramente las partes que componen un todo, para llegar a comprender minuciosamente su estructura y su funcionamiento. El análisis permite, según Poe, encontrar la solución a cualquier enigma, de cualquier problema, y proporciona resultados que, para la gente común, parecen casi sobrenaturales. A continuación, Poe diferencia el análisis, del simple cálculo. Y afirma que el jugador de ajedrez calcula, pero no analiza. Destaca que, en el ajedrez, cada pieza tiene distintos movimientos y valores diversos, y señala que, si bien esto es complicado, no es profundo. En consecuencia, lo más importante para jugar ajedrez es la atención, la concentración. Uno pierde cuando se distrae, cuando pasa por alto una posible respuesta o una continuación adecuada. Todo se reduce, sostiene el autor, a calcular con precisión, pero el ajedrecista no necesita una inteligencia excepcional. Le basta con tener buena memoria. Lo que Poe quiere significar, es que la habilidad del ajedrecista se agota en la observación del tablero. Como ejemplo de perspicacia, indica a un juego de naipes denominado “whist”, que es una forma más simple del “bridge”. Y destaca que el jugador de “whist” no se limita a estudiar las cartas, sino que se fija en la expresión del rostro de sus adversarios, en las miradas que se cruzan los que juegan en pareja, etc. De estas circunstancias, el jugador deduce quien tiene 84

cartas buenas, cual será la jugada próxima de su rival y, como consecuencia, elaboró su propia estrategia. Estos aspectos psicológicos son los que están ausentes en el ajedrez, cuya objetividad científica le da un carácter singular: Uno no juega contra otra persona, sino contra la posición del adversario. Poe llega al extremo de negar al ajedrez toda influencia formativa útil en otros órdenes de la vida, virtud que en cambio reconoce al “Whist” y que, seguramente, también atribuiría al moderno juego de Bridge. Este concepto es compartido, hoy todavía, por no pocos ajedrecistas, que han abandonado el tablero para dedicarse al juego de naipes. La Psicología contemporánea, de todos modos, ha superado las teorías de Poe, demostrando los beneficios intelectuales y creadores de los jóvenes que juegan ajedrez. Las pruebas de evalución de que disponemos ahora, lo ponen de manifiesto en forma concluyente.

Soberbio, resentido, insoportable, pero simpático Entre los escritores que se han referido al juego de ajedrez, figura el premio Nobel de literatura 1981, Elías Canetti. Autor de lengua alemana, su primera novela, titulada “Auto de fe”, apareció hace cincuenta años. Y, en el capítulo denominado “El cielo ideal”, con que se abre la segunda parte del libro, nos presenta a un curioso personaje. Se trata del enano Fischerle, y ya este nombre constituye una premonición, pues Robert Fischer no había nacido todavía. Fischerle juega al ajedrez por dinero contra cualquier parroquiano que concurra al café “el cielo ideal”, que es además el centro de otras actividades menos intelectuales... Cabe señalar que Elías Canetti es un novelista cuyos personajes y ambientes están descriptos de manera satírica, lindante con la caricatura, y que los episodios resultan a menudo grotescos. En el capìtulo mencionado, Fischerle se dirige al protagonista de la novela, un erudito llamado Kien, con estas singulares palabras: “Un hombre que no juega al ajedrez no es un hombre. 85

Yo digo siempre que el ajedrez es cuestión de inteligencia. Un tipo puede medir cuatro metros, pero si no juega al ajedrez es un tonto”. Debemos comprender que el enano opina de esta manera como consecuencia de su deformidad física, que busca relativizar poniendo de relieve su superioridad intelectual. Pero, al margen de este rango psicológico, el personaje del enano ajedrecista, ofrece todos los demás caracteres propios de los campeones de café. Se llama así a aquellos aficionados que nunca han competido en torneos oficiales y que presumen de poseer un elevado nivel técnico. Al extremo de que se permiten criticar a los grandes maestros y aún tratar despectivamente al mismísimo campeón del mundo. La pedantería de Fischerle, es la típica de esta clase de ajedrecistas de café. Dice el autor: “durante el juego, sus adversarios le temían demasiado para importunarlo con objeciones, pues su venganza era terrible. Solía exponer las jugadas torpes al escarnio general”. En otro pasaje de la novela, Elías Canetti relata así la peculiar actitud de Fischerle hacía los grandes maestros: “pero había una categoría de hombres que Fischerle odiaba en este mundo; los campeones mundiales de ajedrez. Con una especie de furia maligna seguía todas las partidas importantes que se publicaban en revistas y periódicos. Partida que estudiaba, partida que quedaba grabada durante años. Dada su incontestable maestría en el local, le era muy fácil demostrar a sus amigos la nulidad de esos campeones”. No obstante la deformación literaria del personaje de Canetti, cualquier ajedrecista habrá de reconocer en el enano Fischerle, de la novela “Auto de fe”, a algún conocido campeón de café , soberbio, resentido, insoportable, pero pintoresco.

Coincidencia o premonición poética con Fischer Nos hemos referido ya a la novela titulada “Auto de fe”, cuyo autor es el premio Novel de Literatura 1981, Elías Canetti. Dijimos que, en la segunda parte de dicha obra, aparece un personaje llamado Fischerle, apasionado jugador de ajedrez. Fischerle, que es 86

enano y contrahecho, se jacta de ser un genio desconocido y critica severamente las partidas de los grandes maestros. Es el campeón de café frecuentado por individuos de reputación dudosa, contra quienes sostiene cotejos rápìdos por una apuesta de dinero. La acción de la novela de Canetti transcurre hacia el año 1925, cuando el campeón mundial era el maestro cubano José Raúl Capablanca. El gran sueño de Fischerle es reunir la suma necesaria para viajar a los Estados Unidos y desafiar por el título a Capablanca. En aquella época la disputa del campeonato no estaba reglamentada y el campeón era dueño de aceptar o rehusar un reto. Por lo general, sólo exponía el título ante quien ofreciera una importante cantidad de dólares. De todas maneras, es poco verosímil que Capablanca hubiera accedido a medirse con un aficionado, salvo que hubiera una fortuna de por medio. No es el caso de Fischerle, que en la novela vive miserablemente. Pero el escritor compuso toda su narración mezclando circunstancias reales con sueños de los protagonistas. Fiel a la escuela denominada “expresionismo”, que en los años posteriores a la primera gran guerra dio nacimiento a obras de arte memorables, Canetti describe a sus criaturas con rasgos muy gruesos, y exagerando las situaciones y los caracteres, que llegan a parecer caricaturas. Así como ocurre también con el enano ajedrecista, quien, en el capítulo titulado “el botón”, se imagina que ha conseguido los fondos y que, vestido como un caballero, desembarca en Nueva York y lanza el desafío público a un Capablanca temeroso y ya perdido de anteman. A tal punto de darle lástima y ofrecerle una partida de ventaja. Luego siempre en la fantasía del enano, viene su consagración como nuevo campeón del mundo, la celebridad y la riqueza. Uno de los detalles más curiosos es que Fischerle ha viajado gracias a un pasaporte falso, donde se ha hecho modificar el apellido: Ahora, se llama Fischer. Coincidencia o premonición poética, lo cierto es que la novela fue escrita y publicada mucho antes del nacimiento de Robert Fischer, lo que descarta toda alusión intencional. “Auto de Fe”, de Elías Canetti, es pues una de las obras literarias 87

donde el ajedrez ha sido utilizado como elemento narrativo y composición de carateres. Se agrega a una larga lista.

Confirmado, el ajedrez es arte En toda partida de ajedrez, cada uno de los jugadores está animado por la voluntad de ganar. Es completamente natural, ya que se trata de una lucha, de una batalla simbólica. Por consiguiente, el jugador de torneo no busca crear una obra de arte, sino de dar mate al rey enemigo. Si se presenta la oportunidad de una combinación brillante, mejor, pero no es éste el objetivo perseguido. En cambio, hay ajedrecistas que se dedican a concebir posiciones puras, en las cuales, con precisión matemática, debe seguirse determinando procedimientos para ganar o hacer tablas. Se trata de las composiciones artísticas, problemas, finales, etc., en las cuales lo más importante deja de ser el resultado para dar paso al efecto estético. Entonces, el ajedrez se convierte absolutamente en arte. Existen diversas clases de problemas. Se llama problema “directo”, a aquel donde el blanco, que juega primero, tiene la posibilidad de dar mate al rey negro en un determinado número máximo de jugadas. Se le enuncia como “mate en dos” por ejemplo. El problema denominado “inverso” consiste en que el blanco efectúa una jugada que obliga al bando negro a darle mate, también en cierta cantidad de movimientos. En tales casos, se le presenta con la indicación de “inverso en dos” o en “x” jugadas. También existe el mate “ayudado”. El negro juega primero y debe realizar la única movida que permite a las blancas dar mate en tántas jugadas. Aquí se trata de encontrar, no la mejor movida, sino la peor, y ello exige también un gran esfuerzo. Hay muchas otras variedades de composición artística. Las fantasías para citar alguna, introducen una pieza nueva, llamada primer ministro o de cualquier otra manera, dotada de un movimiento particular. Puede combinar la marcha del alfil y del caballo, pongamos por caso, o ser una especie de alfil que puede saltar por 88

encima de las otras piezas. Estas audacias de la imaginación producen situaciones insólitas y figuras de mate completamente inesperadas. La nómina de creadores de problemas es muy extensa. Uno de los más famosos es el ruso Alexei Alexiovich Troitzky, nacido en 1886 y muerto en 1942, autor de cerca de mil composiciones, reunidas en varios libros. Otro soviético célebre en este campo es Vladimir Akimovich Bran. El más destacado de los problemistas argentinos, fue Arnoldo Ellerman, que nació en Capital Federal el 12 de enero de 1893 y falleció en 1969. Creó casi mil quinientas obras de arte, de las cuales, setecientas recibieron premios o menciones en distintos concursos internacionales. Noventa y tres trabajos premiados, se publicaron en 1956, bajo el título de “Los triunfos del problemista argentino Arnoldo Filerman”. Cabe señalar que Ellerman tuvo así mismo una activa participación en el periodismo especializado, ya que dirigió la revista “Caissa” y “El ajedrez argentino” y editó varios libros de torneos magistrales. Una rama aparte de la composición artística, son los finales de estudio. Y en ella, Córdoba dió una figura de primer nivel: El ex campeón local, maestro Julio César Saadi.

La más sutil de las artes provoca el más espiritual de los goces En términos muy generosos, se puede decir que las obras de arte pertenecen a una u otra de estas dos categorías: O son materiales, o son inmateriales. Una estatua, por ejemplo, es una obra de arte material. Está labrada en mármol o bronce, dotada por el artista de una forma bella. Por esta circunstancia, la unica manera de admirarla es visitar el lugar donde se encuentra la estatua, ya que la misma ocupa un espacio determinado. Una sinfonía, en cambio, no está en ninguna parte. Tiene una existencia virtual, abstracta, y sólo se manifiesta a nuestro oído 89

cuando se producen las condiciones materiales necesarias: Tiene que haber instrumentos y ejecutantes. Pero, dondequiera que los haya, la sinfonía podrá ser escuchada. También una partida de ajedrez, la “inmortal”, por ejemplo, es una obra de arte inmaterial. Existe fuera del espacio y reconoce cada vez que, utilizando el tablero y los trebejos como vehículo material, reproducimos las jugadas que la componen. Así como la diversas notas musicales, tocadas en determinado orden, constituyen una sinfonía, las jugadas de una partida de ajedrez, también efectuadas en su orden, se convierten en un objeto estético. La diferencia más importante es que la música ofrece un placer puramente intelectual y no sensorial. Se parece más, en este aspecto, a la poesía, pero sin las implicaciones emotivas que siempre tienen las palabras. Cabría concluir, entonces, que el ajedrez es la más sutil de las artes y la que proporciona el más espiritual de los goces. La condición inmaterial del juego, ha hecho indispensable un sistema de notación de las partidas para poder conservarlas. Para escribir la música existe un sistema de notas, de uso universal, y algo parecido ocurre en el ajedrez. Originalmente, los tratadistas debían demorarse en largas y complicadas descripciones, para indicar una jugada. Debían decir, por ejemplo, que “el peón que está delante del alfil ubicado al lado de la dama, avanza dos casillas”, para aludir a la apertura inglesa. A alguien se le ocurrió, un buen día, que tales descripciones podían ser abreviadas y así nació el sistema de notación llamado justamente “descriptivo”. Las columnas se individualizan con el nombre de la pieza que las ocupa en la posición inicial, y las líneas se numeran del uno al ocho, contando desde la más próxima a la más lejana de cada jugador. La apertura inglesa se describe entonces, sencillamente, con la expresión “peón cuatro alfil dama”. Hacia el siglo IX, los maestros árabes, que eran destacados matemáticos concibieron otro sistema de notación, denominado “algebraico”. Las columnas se designaron con las letras “a” a la “h”, de izquierda a derecha de las blancas; y las líneas fueron numeradas del 1 al 8, pero contando siempre desde el lado de las blancas 90

también. Resultó así un sistema de coordenadas, como los que se estudian en geometría, y cada casilla quedó identificada con una letra y un número. Las jugadas se indican con la inicial de la pieza y la casilla de llegada, omitiéndose aquella cuando el que se mueve es un peón. La apertura Inglesa se escribe, en concecuencia, “c4”.

¿Juego?, ¿Arte?, ¿Ciencia? ... Pasión!!! Tres preguntas y una afirmación: “Ajedrez: Juego?... Arte?... Ciencia?... Pasión!!!!. Con admirable síntesis, estas pocas palabras ponen de manifiesto las muy diversas maneras de considerar el ajedrez. Vale la pena reflexionar sobre ellas. Formalmente el ajedrez es un juego. El juego, por definición es una actividad humana que se cumple por el mero placer de ejecutarla, y se contrapone al trabajo. No hay ninguna necesidad de jugar, y sin embargo el ser humano ha jugado siempre. Acaso porque el juego permite expresarse con libertad, dar cauce a las inquietudes creadoras y satisfacer apetitos espirituales. Es verdad que a veces, uno juega por dinero; pero al menos durante el curso de la partida, el jugador no se acuerda de la apuesta. La sutileza de sus combinaciones, la exactitud matemática de ciertas maniobras, la paradoja de que la victoria se obtiene, a menudo, perdiendo una pieza, son algunas de las características que otorgan jerarquía de arte al ajedrez. La precisión de una serie de movimientos coordinados, brinda una imagen de armonía que nos conmueve; y ese es, justamente, el efecto que causa toda obra de arte. Recordamos que, además hay compositores de problemas y de finales artísticos, donde los aspectos brillantes e ingeniosos del ajedrez están llevados a su máxima expresión. Juego, arte y ciencia, son tres dimensiones objetivas del ajedrez. En cambio, cuando se la define como pasión, entramos en el plano de la subjetividad. Ya no se trata de establecer que es el ajedrez, sino de qué manera toma el hombre al ajedrez. Para muchos, es nada más que un pasatiempo, como cualquier juego; 91

o una fuente de placer estético, como cualquier arte; o un objeto de curiosidad intelectual, como cualquier ciencia. Pero, para otros, el ajedrez llega a confundirse con la vida misma; se erige en la única razón de la existencia; adquiere el valor de vocación excluyente. Sólo entonces puede hablarse del ajedrez como pasión. Tal apasionamiento es independiente de la capacidad práctica del jugador. Entre los campeones del mundo, Fischer, fue un apasionado de ajedrez, pero Botvinnik, no. El aficionado que se pasa noches enteras jugando partidas relámpagos en un café, tiene la misma pasión que Fischer. No importa como se juegue: para el apasionado, lo más importante es jugar.

Una obra de arte abstracta Una partida de ajedrez, consiste en una serie de movimientos alternados de piezas blancas y negras. La belleza de la partida reside en la armonía de las jugadas, en su especial coordinación, en la exactitud con que un plan es concebido y desarrollado. El arte del ajedrez surge de una mezcla de raciocinio y de imaginación, en proporciones adecuadas. En este sentido, el juego se parece notablemente a la música. Una partitura, escrita en el pentagrama, es similar a una partida de ajedrez, anotada en una planilla. La composición musical se hace perceptible cuando se la ejecuta con los instrumentos indicados; la partida, se aprecia cuando las jugadas son reproducidas en un tablero. En ambos casos, la obra se manifiesta, trancurre y termina, pero es posible repetirla todas las veces que uno desee. También en los dos casos, el placer estético no radica en los sonidos aislados ni en las jugadas sueltas, sino en el conjunto, en la sucesión precisa de los unos o las otras. Cabe señalar, no obstante, que la música tiene todavía una atracción sensual, ya que halaga al oído; el ajedrez, en cambio, se dirige en forma exclusiva a la inteligencia. La partida resulta, así, una obra de arte abstracta. Esta particularidad permite que el ajedrez sea el único juego que puede ser practicado a distancia. No es indispensable que ambos 92

adversarios se encuentren en el mismo lugar y en el mismo momento, como sucede en cualquier otro juego o competencia. Cada ajedrecista puede comunicar sus jugadas al otro por cualquier medio, y recibir las respuestas de la misma manera. Así nació el ajedrez por correspondencia, que es el ejemplo más claro de partidas a distancia, pero no el único. En el torneo de La Habana, del año 1966, Robert Fischer participó sin moverse de Nueva York. Instalado en el Manhattan Chess Club, enviaba sus jugadas por télex. En Europa, donde las comunicaciones telefónicas eran fáciles y baratas, era frecuente que se disputasen cotejos entre clubes de distintas ciudades o países a través del teléfono. Y también la radio, naturalmente, es medio adecuado para jugar al ajedrez, a veces, combinado con otro; en Buenos Aires, no hace mucho, un maestro anunciaba sus jugadas por una emisora y los aficionados proponían la respuesta telefónicamente, eligiéndose la mas votada. La técnica moderna nos propone, ahora, otras posibilidades fascinante. Con la divulgación de las computadoras personales, el ajedrez a distancia acaso llegue a alcanzar una dimensión inimaginable. Los pequeños equipos, que hasta los niños pueden manejar sin difultad, están en condiciones de cumplir diversas funciones: En primer lugar, el archivo de datos, ordenando todo el materia hasta ahora disperso en la biblioteca; luego, su consulta rápida en una posición determinada; pero, sobre todo, la conexión directa o indirecta con la computadora del adversario, lo que implica la transmisión instantánea de las jugadas, permaneciendo cada uno en su casa. Hace menos de dos décacas esto parecía ciencia ficción, pero hoy es una realidad.

Recuerdo para artistas y científicos ajedrecistas Es muy común que los artistas y los hombres de ciencia, sean aficionados al juego de ajedrez. Porque el ajedrez también es un arte y una ciencia. Sin embargo, no son muchos los que se han destacado 93

en ambos terrenos, y es justicia recordar a algunos. El francés André Philidor fue un precoz ejecutante y compositor de música. Autor de numerosas óperas, entre ellas, “Blas, el zapatero” y “El hechicero”, contribuyó a la creación del género conocido como “ópera cómica”. Pero fue también el virtual campeón mundial del siglo XVIII, y escribió el primer tratado moderno sobre el juego: “Análisis del juego de ajedrez”, publicado en el año 1749. Otros músicos también grandes maestros de ajedrez fueron los soviéticos Mark Taimanov, virtuoso del piano, y Vasily Smyslov, cantante lírico en el registro de barítono y ex campeón del mundo. Entre los literatos, sobresalio el novelista ruso Vladimir Nabokov, quien se exilió en los Estados Unidos de América, donde ejerció también la cátedra y el periodismo. Nabokov ha escrito uno de los pocos libros de ficción que tiene por argumento central al juego de ajedrez: La novela titulada “La defensa”. Al mismo tiempo, ha compuesto excelentes problemas y finales de estudio, varios de ellos premiados en concursos internacionales. En el campo de la pintura, el caso más notable es de Marcel Duchamp. Este genial artista francés participó en la formación de las escuelas modernas, tales como el surrealismo y el dadaísmo. Pintó magníficos cuadros con motivos tomados del juego de ajedrez, tanto figurativos como abstractos. Y participó activamente en los torneos nacionales de Francia, alcanzando la categoría de maestro internacional. Un famoso crítico de arte, que fue también sociólogo y ensayista, actuó en el ámbito ajedrecístico no ya como jugador sino como dirigente: El británico John Ruskim, que fue vicepresidente de la federación de su país, a fines del siglo XIX. En cuanto al mundo de la ciencia, el campeón mundial de ajedrez, doctor Emanuel Lasker, ha dejado importantes contribuciones a la filosofía, la física y las matemáticas. Su tesis de doctorado todavía conserva actualidad, y libros tales como “La compresión del universo” gozaron, en su momento, de enorme prestigio en los círculos económicos de Europa. Como se sabe, Lasker escribió así mismo tratados de ajedrez. El gran maestro americano Reuben Finé, que estuvo muy cerca del 94

título mundial, es uno de los más eminentes psicoanalistas del siglo pasado. Ha escrito una monumental “Historia del Psicoanálisis” y también el estudio más famoso sobre la psicología del jugador de ajedrez. En lo estrictamente técnico sus libros de finales y medio juego, son de consulta obligada. Grandes artistas, grandes científicos, grandes ajedrecistas: Porque la cultura humana es una totalidad que se manifiesta en expresiones múltiples.

Duchamp y la obra de arte eterna Un destacado artista del siglo XX, el pintor francés Marcel Duchamp, fue también un jugador de ajedrez de notables méritos. Nacido en 1887, Duchamp ganó el campeonato de la Alta Normandía en 1924 y, un año más tarde, obtuvo el título de maestro nacional de Francia. Integró el equipo de su patria en los juegos olimpicos de Amsterdan, 1928 y venció en diversos torneos, tales como el de Hyéres, ese mismo año, y el campeonato de Niza. En el plano de la teoría del juego, Duchamp escribió un libro sobre los finales de peones, en colaboración con el ruso Vitali Halberstadt, titulado “Oposición y casillas conjugadas”. El maestro francés murió en octubre de 1968. Marcel Duchamp formó parte del movimiento estético denominado “dadaísmo”, que luego de la primera guerra mundial se propuso liberar a la creación artística de todo condicionamiento racional, para permitir que la inspiración se manifestara en forma espontánea. Una de las vertientes de este movimiento es el surrealismo, al que Duchamp se incorporó después. Varios de los cuadros de Duchamp tienen como tema al juego de ajedrez. Tres de ellos son figurativos, o sea, anteriores al movimiento dadá. Se llaman “La partida de ajedrez”, “El rey y la reina rodeados de desnudos veloces” y “Los jugadores de ajedrez”, que se conservan en el museo de Filadelfia, Estados Unidos. El cuadro “Los jugadores de ajedrez” es sumamente expresivo: En el segundo plano, dos 95

hombres están concentrados frente al tablero. En el primer plano, sus respectivas mujeres, esperan, olvidadas y aburridas. A su época moderna, pertenece el cuadro “El tablero de bolsillo”., que Marcel Duchamp compuso alrededor de 1940. Como suspendido en el aire, se ve un tablero de cuero, de ésos que se llevan precisamente en el bolsillo, mostrando una posición totalmente fantástica sobre un cuadriculado que no respeta las reglas del juego, ya que tiene ocho columnas pero doce líneas. Apoyado en este tablero, se ve un guante vacío, de sólo cuatro dedos. La firma del artista, claramente visible, está en el borde inferior del tablero. Marcel Duchamp veía en el ajedrez una forma superior del arte, debido a su carácter inmaterial. Para crear un cuadro, el pintor necesita un lienzo, óleos y pinceles, y la obra se deteriora fatalmente con los años. Una partida brillante, en cambio, es pura sucesión de movimientos, que existe fuera del tiempo a pesar de ello. Puede ser reproducida en cualquier momento y en cualquier lugar, con trebejos de cualquier material y tamaño. Una partida inmortal es una obra de arte eterna.

Ejemplos dignos de imitarse El juego de ajedrez es una manifestación de la cultura humana. Pertenece, por tanto, al ámbito de las creaciones artísticas,científicas y filosóficas y su objeto es contribuir a la elevación intelectual y moral del individuo y de la sociedad. Ello implica que el ajedrez debe ser tomado con objetividad, como una disciplina del espíritu que proporciona solaz y oportunidades para desarrollar el raciocinio, la imaginación y la disposición lúdica. Jugar es la actividad humada por excelencia, porque supone liberarse de la necesidad, elevarse por encima de la mera vida natural. El ajedrez lo permite, en grado mayor que otros juegos, y su práctica es recomendable a toda persona con inquietudes superiores. Los más grandes ajedrecistas no han sido aquellos que, como Robert Fischer, abandonaron todo por el juego. Los ejemplos dignos de 96

imitarse son otros: El de Adolph Anderssen, que fue campeón mundial sin descuidar sus obligaciones como profesor de matemática en Breslau; el de Manuel Lasker, que escribió tratados sobre física y metafísica; el de Siegbert Tarrasch, médico eminente; el de Philidor, aclamado compositor de óperas. En fin: hombre y humanistas, para quienes el ajedrez era una más de las ramas de la cultura. Es preocupante que el ajedrez, en su variedad competitiva, se convierta en una cuestión vital. Cuando un jugador cree que ganar o perder una partida de torneo constituye una especie de exámen de su valor como persona, tal vez sea mejor que abandone el ajedrez. Porque implica un apasionamiento malsano, cuyas consecuencias perjudican tanto a él como a sus ocasionales adversarios. En un torneo abierto disputado hace un tiempop en Córdoba, algunos conocidos maestros han tenido actitudes lamentables. Uno de ellos, estando en posición perdida, se fue de la sala sin decir palabra a nadie. El ejemplo fue pronto imitado por un jovencito que también se retiró sin siquiera saludar al rival que lo había superado limpiamente y que, además, era una persona mayor. Otro maestro, que había sido derrotado por un rival teóricamente de menor fuerza, no concurrió a jugar la ronda siguiente. Y otro, tuvo palabras descomedidas para el oponente, que alcanzó a escucharlas, sencillamente porque una jugada errónea le había costado el punto. Tales reacciones son absolutamente injustificadas. Y revelan que existe una distorsión en la escala de valores de ciertos ajedrecistas que, si bien pueden dominar la técnica del juego, no son dueños de sí mismos. Una partida perdida no es más importante que el respeto que debemos a la persona que nos ha ganado. Quien piense lo contrario, rebaja el nivel del ajedrez, y, lo que es peor, se rebaja a sí mismo.

Estampillas con temas ajedrecísticos Varios aficionados al ajedrez, que son también coleccionistas de sellos postales, se han interesados acerca de los emitidos sobre el juego. 97

La primera estampilla con tema ajedrecístico data del año 1947, y es de Bulgaria. En ella aparece un caballo y se emitió para celebrar la realización de los Juegos Balcánicos. En 1948, la Unión Soviética puso en circulación una serie de tres sellos, con motivo del torneo por el campeonato mundial, que fue ganado por Mijail Botvinnik. Desde entonces, las estampillas de correo referidas al ajedrez suman ya un centenar y medio. Las causas de su emisión son bastante variadas, aunque la mayor parte coincidió con la disputa del campeonato mundial y de los juegos olímpicos ajedrecísticos. Pero no han sido únicos motivos. en 1980, por ejemplo, la pequeña república africana de Djibouti lanzó una estampilla para festejar la fundación de su federación de ajedrez. El mismo año, el Líbano emitió una serie de cinco sellos, conmemorando el cincuentenario de la federación internacional; y, en 1981, también Luxenburgo recordó con una estampilla el medio siglo de su propia federación. A raíz de celebrarse, en 1978, el año internacional del niño, dos países del Africa emitieron sellos conmemorativos: Guinea-Bissau, y la República Centroafricana. En ambos casos, aparecen dos chicos jugando al ajedrez. La imagen de los grandes maestros de todos los tiempos, también ha alcanzado la popularidad del sello postal. Las Islas Comores, un archipiélago del océano Indico, emitieron en 1979 tres estampillas, con las efigies de Filidor, Anderssen, Steinitz, Alekhine, Spassky y Fischer. La repùblica de Malí, en Africa, por su parte, ha impreso cuatro sellos con el retrato de Alekhine, Janovski, Schlechter y Bogoljubow. Hay estampillas españolas en homenaje a Alfonso el Sabio, y a Felipe II, monarcas que apoyaron con entusiasmo al ajedrez, y un sello de Polonia, del año 1980, alusivo al poeta Jan Kochanowski, que en el siglo XVI escribió un poema titulado “Ajedrez”. Muy interesante es el sello de la República Ecuatoriana de Guinea, puesto en circulación en 1979. En realidad, se trataba de celebrar el segundo centenerio de la independencia de los Estados Unidos de América, y se elegió reproducir una pintura que muestra a George 98

Washington jugando al ajedrez. Posiblemente las estampillas más hermosas con tema ajedrecístico, sean las dos series emitidas por Paraguay, en 1978 y 1980. Ambas constan de nueve estampillas y ofrecen una selección de las más famosas pinturas y grabados sobre el ajedrez. Merece señalarse que hay un timbre relativo al ajedrez por correspondencia, emitido por el Brasil en 1980. La República Argentina sólo resgistra un sello conmemorativo de los Juegos Olímpicos de 1978, cuyo diseño es bastante pobre. Mucho más bonitos son los impresos en Uruguay, con el mismo motivo, e incluso uno de Hungría, que reproduce el símbolo de aquellas olimpíadas: Un rey formado por la bandera argentina como base, con cinco círculos olímpicos como cuerpo de la corona y un tablero reducido, en posición sesgada, como cruz de remate.

Nuestro juego en “El amor en los tiempos del cólera”, de García Márquez En varias ocasiones, hemos señalado la presencia del juego de ajedrez, en la literatura de todos los tiempos y todos los idiomas. A veces, el juego se utiliza como elemento narrativo, por su carácter simbólico; otros autores lo emplean para completar el retrato psicológico de un personaje; y, también el ajedrez puede aparecer como un mero adorno o como un elemento más de la estructura novelística. Gabriel Gaarcía Marquez, el escritor colombiano que recibió el premio Nobel de Literatura, ha publicado una novela titulada “El amor en los tiempos del cólera”. Muchos han de haberla leído ya, pues estuvo de moda. En ella, el ajedrez está indisolublemente ligado a un personaje, Jeremiah de Saint-Amour, con cuya muerte se abre la novela. La protagonista femenina del libro, evoca así al personaje ajedrecista: “Sabía apenas que Jeremiah de Saint-Amour era un inválido con muletas a quien nunca había visto, que había escapado a un pelotón de fusilamiento en alguna de las tantas insurrecciones de alguna de 99

las tantas islas del Caribe, que se había hecho fotógrafo de niños por necesidad y llegó a ser el más solicitado de la provincia, y que había ganado una partida de ajedrez a alguien que ella recordaba como Torremolinos pero que en realidad se llamaba Capablanca”. La habilidad ajedrecista de Jeremiah se destaca en otro pasaje del libro, con relación a un personaje principal, el doctor Juvenal Urbino. Dice el autor: “Fue esa la época en que vino Jeremiah de SaintAmour, ya que con sus rodillas muertas y todavía sin el oficio de fotógrafo de niños, y antes de tres meses era conocido por todo el que supiera mover un alfil en un tablero, porque nadie había logrado ganarle una partida. Para el doctor Juvenal Urbino fue un encuentro milagroso, en un momento en que el ajedrez se le había convertido en una pasión indomable y ya no le quedaban muchos adversarios para saciarla”. Cuando se descubre el cadaver del ajedrecista, el juego toma fuerza como recurso dramático. Leemos: “En el escritorio, junto a un tarro con varias cachimbas de lobo de mar, estaba el tablero de ajedrez con una partida inconclusa. A pesar de su prisa y de su ánimo sombrío, el doctor Urbino no resistió la tentación de estudiarla. (...). Sabía que jugaba con las piezas blancas, y aquella vez era evidente que iba a ser derrotado sin salvación en cuatro jugadas más. “Si hubiera sido un crimen, aquí habría una buena pista -se dijo-. Sólo conozco un hombre capaz de componer esta emboscada maestra”. El ajedrez, una vez más, se integra en esta novela de García Marquez a la realidad mayor de la creación estética.

“Neropolis”, y la escena de los dos braceros en la taberna El escritor francés Humber Monteilhet, escribió una estupenda novela que transcurre en el siglo I de nuestra era. Se titula “Nerópolis”, y es, precisamente, una historia de los tiempos del emperador Nerón. En el capítulo II de la primera parte, hay una escena que parece referirse al juego de ajedrez. En una taberna, donde ha buscado 100

refugio ocasionalmente el personaje llamado Aponio, dos modestos trabajadores se ubican frente a un tablero y mueven cierto tipo de piezas. El texto, que hemos abreviado por razones de oportunidad, dice asi: “entraron dos braceros que habían terminado su jornada y se pusieron a jugar a los “latrunculi” en un rincón. A Aponio el tablero le recordó irresistiblemente la incomodidad materia y moral de la situaciónn a que su mala suerte lo llevaba. En Roma, como en los “latrunculi”, cada cual tenía su casilla, su derecho particular, sus deberes y sus prerrogativas. Cada cual se definía por las leyes y las amistades de su medio; era una sociedad estructurada y jerarquiza al máximo. Pero, contralada por reglas exigentes, la progresión de casilla en casilla estaba abierta a todos. ¡Ahora bien, el Príncipe.... había roto las reglas! Aponio estaba, de ahora en adelante, fuera de juego. Senador arruinado, ya no tenía en los “latrunculi” de la existencia, sobre el tablero de sus días, una casilla bien segura donde poder codearse con sus pares y pensar en combinacones ganadoras”. Monteilhet aclara que la palabra latina “latrunculi” designaba a un juego de tablero similar al ajedrez. No se trataba, de todos modos, de verdadero ajedrez, porque todavía no había sido inventado. El término “latrunculi”, que es una forma del plural, constituye el diminutivo del vocablo “ladrón”, es decir, que el pasatiempo romano se denominaba “juego de los ladronzuelos”. Hay referencias a este juego en muchísimos textos de los escritores latinos, y los traductores modernos suelen cometer el error de identificarlo con el ajedrez. En la novela que comentamos no ocurre tal cosa, debido a que el autor no es solamente un literato sino también un historiador. Pero lo que interesa señalar, es el empleo de imágenes tomadas del juego, para dar realces a la narración. El pasaje citado bien podría aludir al ajedrez, puesto que lo propone como modelo de la sociedad y hasta de la vida. El personaje ha sido víctima de una arbitrariedad del emperador y ello es mostrado por el escritor como una infracción a las reglas del juego. El tablero y las piezas tiene sus leyes, una comunidad civilizada, también; si todos se sujetan a ellas, es posible el pogreso individual, dentro de cierto orden social. Pero, si el 101

príncipe comete una injusticia, es como si la víctima fuera una pieza sacada del tablero mediante una jugada antirreglamentaria. Obsérvese la belleza de las metáforas utilizadas por el novelista. Habla del “ajedrez de la existencia”, del “tablero de los días de una vida”, Son figuras que ya están en el framoso poema del persa Omar Jayam, que inspiró a Jorge Luis Borges dos sonetos igualmente célebres.

Opera Rock, su argumento En 1985 se anunció el estreno de una ópera-rock cuyo título es “Ajedrez”. La letra pertenece a Tim Rice y la música, a Benny An dersson y Bjorn Ulvaeus. El argumento, según la reseña publicada por la revista americana “Chess Life”, es el siguiente: Primer acto: En la ciudad de Merano, Italia, está por empezar el encuentro por el campeonato mundial. Su poseedor es el Americano, un gran maestro genial pero excéntrico. El desafiante, es el Ruso. Durante las jornadas previas, la delegación soviética plantea una serie de reclamaciones, y acusa a los organizadores de favorecer al Americano. Este, por su parte, formula declaraciones agresivas contra los rusos y el ambiente se vuelve cada vez más tenso. El Americano tiene como asistente a una joven y hermosa refugiada húngara, quién está interesada, además, en averiguar datos sobre su familia. Se llama Florencia. La primera partida se juega en un clima de ansiedad y, de repente, el Americano y el Ruso tiene un altercado, vuelcan el tablero y se retiran del escenario. Tras el consiguiente revuelo, los asistentes de los dos maestros celebran una reunión y acuerdan reconstruir la posición y seguir el juego. Pero también ocurre algo imprevisto: Florencia y el Ruso se enamoran el uno de la otra. El cotejo sigue su curso y el Americano, cada vez más distante de Florencia, pierde finalmente el título. El Ruso es el nuevo campeón mundial. Y, apenas proclamado, pide asilo político en Occidente. Segundo acto: Un año después, en Bangkok. El Ruso, que vive con Florencia, va a defender el título contra otro desafiente soviético. Los 102

rusos quieren recuperar el campeonato, y el Americano también está en Bangkok, con la intención de recuperar a Florencia. Las cosas se complican todavía más, con la llegada de la esposa del Ruso, Svetlana, que quiere recuperar a su marido. El Americano, cuyos celos son más fuertes que sus convicciones políticas, extorsiona al Ruso. Le dice que, si se deja ganar, revelerá a Florencia que su padre ha sido un traidor en Hungría. El Ruso rechaza la propuesta. Entonces, el americano intenta seducir a Florencia con datos sobre su familia, pero también fracasa. A pesar de la guerra psicológica, el Ruso conserva la serenidad y gana el encuentro, conservando así su título. El Americano comprende que ha perdido a Florencia para siempre, y también Svetlana se vuelve a Moscú, resignada. Y los soviéticos no han logrado recobrar el título. Mientras el coro canta los nombres de todos los campeones del mundo, el Ruso y Florencia entonan un dúo donde celebran el final feliz de su historia de amor. Así cae el telón en la ópera-rock “Ajedrez”.-

Opera-rock,habla su autor El ajedrez ha sido motivo de inspiración para numerosos artistas, y existen novelas, cuadros y películas que lo tienen como tema central o episódico. Ahora, el juego está por alcanzar una popularidad enorma, gracias a una ópera-rock, titulada, precisamente “Chess”, o sea, “Ajedrez”. La ópera-rock es un género musical que sigue los lineamientos clásicos del melodrama, pero con ritmo popular y gran despliegue escenográfico, a la manera americana. Las óperas-rock más famosas, son “Jesucristo superstar”, basada en los Evangélios y “Evita”, que tiene como personaje central a Eva Perón. El autor de ambas es Tim Rice, quien ha escrito también la letra de “Chess”. La partitura musical es obra de dos conocidos instrumentistas, integrantes del conjunto sueco ABBA: Benny Andersson y Bjorn Ulvaeus. La ópera-rock “Ajedrez” ya ha sido editada en discos y su 103

estrena se produjo en la década del ´80, en Londres. Algunas de las canciones están batiendo todas las marcas de ventas en Europa y en los Estados Unidos. Entrevistado por la revista “Chess Life”, Tim Rice ha declarado que él mismo es aficionado al ajedrez, aunque sólo puede jugar algunas partidas mientras viaja. Ha conocido personalmente a los grandes maestros de la actualidad, incluído Anatoli Karpov. Sin embargo, fracasó en su intento de lograr una reunión con Fischer, a pesar de los buenos oficios del gran mestro argentino Miguel Angel Quinteros. Rice dice que quería escribir una ópera-rock donde se mostrara el conflicto entre las grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Originalmente, pensó que el argumento podía tomar como base la crisis de los mísiles en Cuba, pero advirtió que era inverosímil juntar a los gobernantes de ambos países en el escenario. Entonces, el encuentro entre Fischer y Spassky le dio la idea de exponer la guerra fría a través del ajedrez. Así nació la ópera-rock “Ajedrez”. Como ingeniosamente expresa Rice, “el ajedrez es la política escrita con minúscula”. Todo el trasfondo político y propagandística que han tenido los cotejos entre Fischer y Spassky, o entre Karpov y Korchnoi, dan la razón al autor de la ópera-rock. Por supuesto que la música y la letra, si bien aluden al juego, describen las relaciones entre los dos maestros, el Americano y el Ruso, y la historia de amor de ambos con una hermosa exiliada húngara.

“El tablero está lleno de luz” Desde los tiempos de los antiguos persas, el juego de ajedrez ha sido tema de poetas y escritores. El simbolismo del tablero y los trebejos despierta la imaginación y las cuestiones esenciales de la vida puedan ser expresadas a través de ellos. El gran poeta americano Ezra Pound, compuso también algunas 104

estrofas inspiradas en el ajedrez. Traducirlas es tarea vana, ya que el efecto poético resulta inseparable de la lengua original. Pero podemos aproximarnos al sentido de la obra. Pound comienza señalando a los rojos caballeros (los caballos del juego), a los oscuros obispos (los alfiles) y a las brillantes reinas (las damas). De ellos dice que estallan sobre el tablero y luego caen como “eles” de colores. Esta imagen de una letra se repite más adelante, aludiendo a ese especie de misteriosa escritura que cada pieza traza con sus movimiento. Un par de versos centrales dicen textualmente: “This board is alive with light; / these pieces are living is form”. Adviértase la musicalidad de las palabras, cuyo sentido es, más o menos, el siguiente: “El tablero está lleno de luz; las piezas viven por su forma”. Es una figura muy hermosa, puesto que a la luz se debe el contraste de las casillas claras y oscuras; y, a la forma de cada trebejo, su valor y su particular movimiento. El poeta ha captado, en dos líneas, lo más profundo del juego. El poema de Pound continúa atribuyendo a las piezas la capacidad de romper y hacer su modelo. Es decir que, a pesar de las reglas, la partida de ajedrez, cada partida de ajedrez, es diferentes de las otras. Los mismos elementos se conjugan de distintas maneras, cada combinación es original y novedosa. Retomando la idea de letras dibujadas en el tablero, Pund dice que se forman “equis” de damas, festoneadas con saltos de corceles. Es como si la dama, con sus largos desplazamientos a través de líneas, columnas y diagonales, recorriera un camino cortado, aquí y allá, por los caprichosos brincos de los caballos, que a su vez dibujan una poligonal infinita. Hacia el final, el poema se torna exclamativo y casi relata una red de mate. Nos permitimos traducir: “Remolino!, centrípedo! mate! El rey en la vorágine, / fragor desbande, firmes ataduras de rígido color, / Las luces opacadas se firtran poco a poco. Hay fugas. Pero la lucha vuelve a comenzar”. Los versos de Pound nos sugieren que el juego, como la vida, sólo se agota para empezar de nuevo. 105

Porqué existe un juego tan perfecto La filosofía ha tratado de explicar, desde hace siglos, por qué existe un juego tan perfecto como el ajedrez. Más precisamente, lo que se busca establecer es cuáles han sido los motivos que impulsaron al hombre a crear este juego. Lo primero que debe recordarse, es que el ajedrez proviene del Oriente. Lo más probable es que los hindúes le hayan dado su forma definitiva, a partir de un esbozo de origen chino. Ciertas características del pensamiento y de la cultura orientales, pues, han sido invocadas para justificar le invención del ajedrez. Así, se ha señalado que, en la antigua cosmogonía china, la Tierra era representada por un cuadrado, y el espacio se concebía como una serie de cuadrados yuxtapuestos. El tablero del juego de ajedrez, responde con exactitud a estos conceptos. El número cuatro, por otra parte, que da su nombre al cuadrado, también ha servido para bautizar al juego. En efecto: “ajedrez” deriva del sánscrito “Chatarunga”, y quiere decir “cuatro fuerzas”: Se refiere a las fuerzas que componen el ejército, o sea, los elefantes o alfiles; los caballos, las torres o carros de asalto; y la infantería o peones. El valor simbólico del cuatro es muy importante en todo el pensamiento antiguo, no solamente de Oriente sino también de Grecia, cuna de la filosofía occidental. Los elementos primordiales son cuatro; agua, tierra, aire y fuego; las estaciones del año son cuatro; también son cuatro las edades de la vida humana, los puntos cardinales, etc. La figura del cuadrado, que Platón consideraba perfecta al igual que el círculo, tiene un carácter estético, sugieren orden y equilibrio. El célebre psicoanalistista suizo Carl Jung, sostiene además que el modelo cuaternario significa lo intectual y racionalista, y tales rasgos son propios del juego de ajedrez. Si el tablero es, de alguna manera, un símbolo de la Tierra misma, las piezas representan a la humanidad. El hombre de la tiguedad pensaba 106

que nuestro planeta era como un tablero y que Dios jugaba con los hombres, reducidos a meros trebejos en sus manos. Según esta imagen, que niega la libertad humana y pone todo destino a merced de la voluntad de Dios, un ser superior determina nuestros actos. El hombre habría inventado el ajedrez para imitar a Dios, para trazar el destino de las piezas, para olvidar su propia esclavitud y ejerce una ficticia omnipotencia. Esta fascinante idea fue expuesta ya en el siglo XII, por el poeta persa Omar Jayam. El argentino Jorge Luis Borges ha reelaborado dos sonetos sobre el tema, donde dice, refiriéndose a las piezas: “no saben que la mano señalada / del jugador gobierna su destino”; y, enseguida, agrega: “También el jugador es prisionero / (la sentencia de Omar) de otro tablero / De negras noches y de blancos días. / Dios mueve al jugador, y éste, la pieza”. Asombroso juego, el ajedrez, que puede provocar tan profundas reflexiones.

En qué consiste la belleza de una partida de ajedrez En los torneos de ajedrez, suele establecerse un premio especial para la partida más hermosa. Se denomina “premio de belleza” o de “brillantez” y es adjudicado por un tribunal de expertos. No es fácil explicar en qué consiste la belleza de una partida de ajedrez. En general, las artes impresionan en forma directa nuestros sentidos y consideramos hermosa a la obra que nos produce una sensación agradable o placentera. Si se trata de un cuadro, por ejemplo, las formas y los colores deleitan nuestra vista. Una composición musical, en cambio, halaga nuestro oído. Pero: ¿a qué sentido se dirige el ajedrez?. La estética, que es la ciencia de las artes, no ha estudiado este caso en particular. Una partida de ajedrez es un ente abstracto, apenas una secuencia de movimientos de las piezas sobre el tablero. Carece de toda materialidad, ya que los trebejos son meramente simbólicos y el tablero es nada más que un espacio limitado. Y, sin embargo, en el ajedrez hay belleza. 107

Acaso la explicación deba buscarse en ciertos rasgos psicológicos del ser humano. Una combinación ajedrecística consiste en una serie de jugadas, si se ejecutan en el orden preciso, conducen a un resultado previsto: ganar la partida. La combinación acertada reúne, pues, las siguientes caraterísticas: Es un plan minuciosamente calculado; ha tenido en cuenta todas las respuestas posibles del adversario y,para cada una de ellas, tiene la réplica adecuada; los movimientos poseen, por lo general, un matiz sorpresivo, porque se apartan de la rutina del juego; y, a menudo, implican el sacrificio de material, o sea, una voluntaria desventaja que, sin embargo, es el medio idóneo para triunfar. Estas cualidades conmueven al espectador, sea que presencie la partida en el momento de su desarrollo o que la reproduzca luego. La sensación placentera, vale decir, el efecto estético, se percibe no con los sentidos sino con la inteligencia; o, si se prefiere, con esa disposición del ánimo que se llama “sensibilidad”. El cálculo exacto despierta admiración, tal vez porque la vida es imprevisible y la posibilidad de trazar un destino nos acerca a la idea de la divinidad. De esto participa también el detalle de contar con respuestas a todas las alternativas, porque entonces es como si derrotáramos al azar y fuéramos capaces de controlar cualquier contingencia. La sorpresa siempre es grata, pues nos revela lo distinto, lo original, lo que se aparta de los caminos conocidos; es el matiz creador del artista, su poder de revelación, su aptitud para descubrir lo oculto y para poner de manifiesto lo paradójico. Y el sacrificio de material sacude nuestro temperamento heróico, hace resaltar el desprecio por lo accesorio cuando de él se deriba la conquista de lo principal. Cabe decir, entonces, que la belleza de una partida de ajedrez se nos propone más en el plano de lo moral que en el terreno de lo estético. Nos compromete no solo sensorialmente sino también intelectual y afectivamente. Y resulta ser, así una de las obras de arte más completas.

Premios nobeles ajedrecistas 108

En la revistas inglesa “The british chese magazine”, el periodista, literato y aficionado al ajedrez, Anthony Curtis, ha escrito una interesante nota acerca de los premios Nobel de Literatura y su relación con nuestro juego. Curtis menciona que el célebre dramaturgo irlandés Samuel Becketti, ganador del premio en 1969, es un fino ajedrecista, que se destacó en las competencias estudiantiles cuando asistía al Trinity College de Dublín. Fue muy amigo del pintor francés Marcel Duchamp, otro notable artista que sobresalió en el ajedrez y fue campeón de su país. El artículo pone de manifiesto que los personajes de Beckett actúan con una rigidez que recuerda a las piezas de nuestro juego, ya que parecen incapaces de adaptarse a situaciones nueva si conservan siempre una actitud predeterminada por reglas inflexibles. Este rasgo se hizo patente en la obra titulada “Endgame”, es decir, “Final de partida”, cuyo protagonista, Hamm, fue definido por el propio Beckett como “un rey que estaba perdido desde el comienzo del juego” y que “ejecuta unas pocas jugadas sin sentido, como sólo podría hacerlo un aficionado”, ya que “una sola jugada buena lo llevaría demasiado lejos”. En las indicaciones escénicas originales de esta pieza de Beckett, se decía que dos de los cuatro personajes debían llevar máscaras rojas, y los otros dos, máscaras blancas, lo que acentuaba la similitud con una partida de ajedrez. Otro premio Nobel de literatura muy aficionado al ajedrez, es Elìas Canetti, autor de la novela “auto de fe”. Canetti es compositor de problemas y en la citada novela introduce a un personaje grotesco, un enano llamado Fischerle, campeón de café que sueña con desafiar a Capablanca por el título mundial. Finalmente el premio Nobel británico William Golding, es también un estusiasta jugador de ajedrez, y Curtis señala que él mismo ha disputado varias partidas por correspondencia con el genial autor de “Señor de las Moscas”. El juego se hace presente en la novela de Golding titulada “La oscuridad visible”, del año 1979, uno de cuyos personajes es Stanhope, un periodista especializado en ajedrez. En un 109

pasaje del libro, Stanhope encarga a un librero viejo que le consiga un ejemplar del librito de Reti, editado en 1936. Si recordamos que otros grandes escritores, candidatos al premio Nobel, como Vladimir Nabokov o Jorge Luis Borges, también son admiradores del ajedrez, habremos completado el panorama que enlaza el arte de la palabra con el de los trebejos.

De romances y jugadores que no saben perder Ya nos hemos referido, en otras oprtunidades, a la presencia del ajedrez en la literatura popular de la Edad Media europea. Esta presencia es particularmente destacable en los romances españoles, debido a que España fue invadida por los árabes a comienzos del siglo VIII. Los moros se asentaron en el sur de la península, en la región de Andalucía, y divulgaron su cultura, de la cual formaba parte el juego de ajedrez. Los romances, que eran cantados por los juglares en las plazas pública, son poemas frecuentemente dialogados. Constituyen el antecedente de la novela moderna, y por lo general contaban leyendas atribuidas a personajes históricos. Y éstos personajes eran a menudo príncipes árabes, como es el caso de Fajardo. En el llamado Romance de Fajardo, hay una descripción muy viva de una partida de ajedrez entre él y el rey moro. Un fragmento dice así: “Jugando estaba el rey moro / y aún al ajedrez un día / con aquese buen Fajardo / con amor que le tenía. / Fajardo jugaba a Lorca / y el rey moro a Almería- / Jamás le dio con el roque / el alférez le prendía”. Se trataba, pues, de una partida en la cual el rey había apostado nada menos que la ciudad de Almería, en tanto Fajardo, para no ser menos, se jugaba la ciudad de Lorca, de la cual era dueño y señor. El verso que dice “Jaque le dio con el roque”, significa que el rey recibe jaque de la torre; la palabra “roque”, en castellano arcaico, quiere decir justamente “torre”, y de allí deriva el término “enroque”. Aparentemente, era un jaque que, de manera simultánea, ganaba la dama enemiga, porque el verso “el alférez le pretendia”, equivale a 110

“la capturaba la dama”. En ese tiempo, la dama era llamada “alférez”, vocablo árabe que designa al abanderado o portaestandarte, o sea al oficial que enarbolaba la enseña real en los combates. Sin duda la doble amenaza contenida en la jugada del rey moro, ganaba la partida. Por eso, el romance continúa así: “Grandes voces da el moro: / -La villa de Lorca es mía”. Pero, al parecer, la apuesta de las ciudades no era del todo seria, porque Fajardo lo replica de inmediato: “Allí hablara Fajardo / bien oiréis lo que decían: / - Calla, calla, señor rey / no tomes la de tal porfía / que aunque me la ganases / ella no se te daría”.... El romance, como su título lo indica, está consagrado a exaltar la figura de Fajardo, a quien se presenta como muy estimado, e incluso temido, por el propio rey de los moros. El pasaje que comentamos, finaliza con estos versos: “Allí hablara el rey moro / bien oirés lo que decía: / -No juguemos más, Fajardo / ni tengamos más porfía / que sois tan buen caballero / que todo el mundo os temía .”. Claro que el final no siempre es tan feliz. En otro romance, titulado “romance de Mudarra”, el personaje termina una discusión utilizando el tablero como arma mortal. Dice así: “A sus razones replica / Mudarra, no con palabras / más levantó para el rey / justos ajedrez y tabla / con que sin reparo alguno / de muerte le descalabra”. Como se ve, siempre ha habido jugadores que no saben perder.

Actitud nada romántica El tema de una partida de ajedrez entre un hombre y una mujer, como propósito de seducción, aparece en forma reiterada en la literatura popular de la Edad Media. Nos referimos a los llamados “romances”, escritos en lengua vulgar. La leyenda figura, por ejemplo, en el romance francés “Huon de Bordeaux”, escrito alrededor de año 1200. El héroe comparece ante el rey y el pide la mano de su hija. El monarca le responde que no es digno de la princesa, pero que dará su consentimiento si él es capaz de ganarle una partida de ajedrez, juego que la muchacha domina a la 111

perfección . Huon acepta el desafío sabiendo que, si pierde, no sólo no se casará con la princesa sino que el rey lo hará matar por su atrevimiento. Pero ocurre que Huon es un hombre apuesto, la princesa se enamora de él y se deja ganar. Furioso, el rey ofrece al héroe cien monedas de oro si lo libera del compromiso. Y el pícaro Huon acepta, en actitud nada romántica. Entonces la despechada princesa exclama: “Maldito seas! Si hubiera sabido que me rechazarías, te hubiera dado mate y habrías perdido la cabeza!”. En la “Crónica” de Froinssart, del año 1374, se narra una partida entre el rey Eduardo III de Inglaterra y la hermosa condesa del Salisbury. El soberano codiciaba a la dama y, en este caso, fue él quien jugó débilmente, para permitir que la condesa lo derrotara. Con este recurso, el rey obtuvo lo que verdaderamente le interesaba. También existen referencias parecidas en otras obras incluso más modernas, como “El cortesano”, del italiano Baltazar Castiglione, compuesto a principios del siglo XVI. Y, por supuesto, en el “Romancero” español, donde pervive la tradición árabe, ya que fueron los moros quienes difundieron el ajedrez en España y de allí, al resto de Europa. Pero la partida más dramática es la que muestra la película titulada “La Atlántida”, sobre una novela de Piere Benoit. Existen dos versiones de este filme, una de los años treinta y otra de los cincuenta. Los jugadores son la princesa Antinea y el teniente de Saint Avit, personificados en la cinta más moderna por María Montez y Jean Pierre Aumont. El héroe es un aventurero que ha caído preso de la soberana, quien le dice que le perdonará la vida si consigue vencerlo jugando al ajedrez. El teniente no tiene más remedio que aceptar, pero juega muy nervioso por la amenazante presencia del leopardo amaestrado que ella tiene como mascota. Finalmente pierde, más Antinea se ha enamorado del teniente y así se salva de ser ejecutado. Un aficionado que vio varias veces la película, logró reconstruir el desarrollo de la partida entre la princesa Atinea y el teniente de SaintAvit. Es una bonita miniatura.

112

¿Que Dios detrás de Dios la trama empieza? Cuando murió Jorge Luis Borges, el mundo de la cultura se conmocionó. Fue el escritor argentino más insigne y uno de los mayores de la lengua española. Cumplimentado en Europa, en los Estados Unidos y en el Japón, su voz llevó la imagen más auténtica de nuestra patria, precisamente porque Borges fue un cosmopolita. Como casi todos los grandes artistas, este egregio poeta admiraba el juego de ajedrez y lo reconocía como una de las máximas creaciones del espíritu del hombre. Se refirió al tablero y a las piezas en muchas ocasiones y tradujo, o más exactamente, recreó, unos antiguos versos de Omar Jayam, el poeta persa autor de las “Rubáyat”. Estas composiciones, dadas a conocer en occidente por el erudito inglés Edward FitzGerald, fueron leídas por Borges en su infancia. Su personal versión, dos sonetos bajo el título escueto de “Ajedrez”, aparecieron en su libro “El otro, el mismo”, colección de trabajos compuestos entre 1930 y 1967. Los poemas de Omar Jayam, concebidos a fines del siglo XII o principios del XIII, poseen una lógica inspiración medieval. Utilizan el ajedrez como símbolo del mundo, para brindar una imagen de que la vida humana está trazada por el destino o por Dios. Se trata de una representación típica de aquella época, pero conserva su validez dentro de ciertas orientaciones filosóficas y religiosas. Y al margen de éstas, mantiene toda su expresividad estética. En homenaje a Jorge Luis Borges, incluimos a continuación los dos sonetos que consagró al ajedrez. El primero, dice: “En su grave rincón, los jugadores / Rigen las lentas piezas. El tablero / Los demora hasta el alba en su severo / Ambito en que se odian dos colores. / Adentro irradian mágicos rigores / Las formas: torre homérica, ligero / Caballo, armada reina, rey postrero, / Oblicuo alfil y peones agresores. / Cuando los jugadores se hayan ido, / Cuando el tiempo los haya consumido, / Ciertamente no habrá cesado el rito. / En el oriente se encendió esta guerra / Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. / Como el otro, este juego es infinito”. 113

El segundo soneto varía la caracterización de las piezas y altera sustancialmente los tercetos, en los que ahora aparece citado Omar Jayam y donde se manifiesta más claramente la comparación entre el mundo y el juego. Dice así: “Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada / Reina, torre directa y peón ladino / Sobre lo negro y blanco del camino / Buscan y libran su batalla armada. / No saben que la mano señalada / Del jugador gobierna su destino, / No saben que un rigor adamantino / Sujeta su albedrío y su jornada. / También el jugador es prisionero / (La sentencia es de Omar) de otro tablero / De negra noches y de blancos días. / Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trata empieza / De polvo y tiempo y sueño y agonías?.. Acaso ahora Borges, en la eternidad, haya encontrado la respuesta.

114

05 CIENCIA Alto nivel de tolerancia frente a la frustración Es evidente que para ser un buen ajedrecista se requieren ciertas condiciones naturales. La índole del juego exige, por ejemplo, capacidad de concentración, memoria visual y cierta disciplina de razonamiento. Por tales motivos, los jugadores de ajedrez han sido y son motivos de estudio por parte de los psicólogos. Algunos han investigado los procesos mentales que guían al maestro en el desarrollo de una partida; otros, han buscado la relación existente entre la afición al ajedrez y determinados rasgos de la personalidad. El primer científico moderno que se interesó por los ajedrecistas, fue Alfred Binat. Este psicólogo francés, nacido en Niza en 1857, es el creador de las pruebas de inteligencia. En el año 1894 sometió a examen a un grupo de destacados jugadores y llegó a la conclusión de que tienen el sentido del espacio mucho más desarrollado que otras personas de inteligencia similar. Esta comprobación se hizo evidente, sobre todo, en los ajedrecistas capaces de jugar a ciegas. Durante el torneo de Moscú del años 1925, ocho de los participantes fueron estudiados por un equipo de psicólogos, mediante una batería de tests. En materia de personalidad, se advirtió que los ajedrecistas poseen un alto nivel de tolerancia frente a la frustración, o sea, que son particularmente aptos para sobreponerse a la derrota. Pero, por otra parte, las evaluaciones de inteligencia no arrojaron resultados extraordinarios: Los maestros no eran ni más ni menos inteligentes que cualquier otra persona de parecida formación cultural. El gran maestro Rubén Fine, que era psiquíatra, efectuó un profundo estudio de la personalidad de Phaul Morphy, a la luz de las teorías de Freud. Analizó los complejos del famoso campeón norteamericano, 115

que se retiró completamente del ajedrez luego de apenas dos años de rutilante carrera, y extrajo interesantes conclusiones. Pero otros psiquíatras rechazaron que el ejemplo valiera para la personalidad de los ajedrecistas, dado que las circunstancias de la vida de Morphy fueron muy especiales. Acaso la investigación más seria que se haya llevado a cabo en este campo sea la de Adriaan de Groot, maestro holandés que es también profesor de psicología. De Groot desarrolló sesiones de trabajo entre los años 1938 y 1943, con ajedrecistas de todas las categorías, desde grandes maestros internacionales hasta aficionados de club. Les proponía una posición determinada y les pedía que le explicaran en detalles el razonamiento que los inducía a ejecutar tal o cual jugada. A partir de tales explicaciones, de Groot elaboró su tesis doctoral titulada “Pensamiento y elección en ajedrez”, que fue publicada en 1965. El científico holandés verificó también que los maestros son capaces de memorizar fácilmente una posición que se les muestra durante breve lapso, cosa imposible para un aficionado. Sin embargo, la explicación no estriba en que el maestro tenga más memoria, sino en que está acostumbrado a analizar las partidas mediante ciertos esquemas posicionales. Se ratifica así la vieja experiencia de Binet, en el sentido de que el ajedrecista posee un especial dominio del espacio y tiene facilidad para ubicar en él una serie de elementos coordinados.

Opción ventajosa para la educación El juego de ajedrez es, con toda seguridad, uno de los hallazgos más notables de la cultura humana. Se puede jugar al ajedrez como mero pasatiempo. También se lo puede estudiar en forma sistemática, como cualquier otra ciencia. O se pueden componer problemas y finales, como en otras artes. A ello cabe añadir la utilización del ajedrez como disciplina formativa, durante la niñez y la adolescencia. En efecto: El juego ejercita el raciocinio, al exigir un análisis lógico de los procedimientos 116

ganadores; educa la memoria, que debe recordar secuencias de jugadas y retener posiciones; fomenta la imaginación, para representarse el futuro desarrollo de las acciones; y ahonda la percepción psicológica, a través de la prevención y el castigo de los errores del adversario. Como todo juego, además, el ajedrez constituye un universo completo y cerrado, sujeto a leyes inexorables. Se convierte así en un modelo del mundo, que ofrece una amplia gama de elecciones posibles, pero obliga a soportar las consecuencias de una elección equivocada. En este sentido el tablero brinda también una formación en el orden moral. La enseñanza del ajedrez en las escuelas es una vieja aspiración de los conocedores del juego y de no pocos especialistas en temas de la educación. Para los últimos grados del ciclo primario y los iniciales del secundario, en especial, el ajedrez, como materia optativa, sería un valioso aporte. Existen antecedentes en diversos países, particularmente en la Unión Soviética, donde el eminente teórico Vanily Nikolaivich Panov preparó los planes y programas de estudio, con señalado éxito. Panov advirtió, sin embargo, que el aprendizaje del juego no debía ser obligatorio y que no debía forzarse al niño que no demostrara interés por él. Es natural, ya que todo juego, por definición, debe aceptarse libremente, so pena de ser desvirtuado en su esencia misma. El juego es la máxima expresión de la libertad indivual. Como materia especial, el ajedrez podría ser una opción ventajosa para los estudiantes a quienes todavía se somete a absurdas clases de trabajo manual. Ciertamente, ocupar esas horas en descubrir las sutilezas espirituales del ajedrez, beneficiaría enormemente su desarrollo intelectual y humano. En la República Argentina, el ajedrecista docente y periodista Jorge Laplaza (ya fallecido), elaboró cursos completos para la enseñanza del ajedrez en las escuelas, con un ingenioso sistema de evaluación. Laplaza, dirigente de la Federación de Ajedrez del Chubut, llevó su inquietud a las autoridades de esa provincia y consiguió ya valiosos resultados. En los años 1979 y 1980, se llevó a cabo una investigación 117

acerca de la incidencia del ajedrez sobre la atención, memoria y creatividad del niño. En 1981, se dictaron cursos en las escuelas cordilleranas, con métodos audiovisuales. En 1982, los cursos se trasladaron a las escuelas de verano de diversas localidades chubutenses. Y finalmente, en 1983, se puso en práctica el plan experimental de enseñanza del ajedrez en las escuelas mediante un convenio entre la Federación y el Consejo Escolar de Eduacióin de Chubut. Por fortuna, este ejemplo ha sido imitado en otras provincias de Argentina.

Los artistas y sus conflictos neuróticos Siempre que se habla de un artista talentoso, se dice que posee un estilo propio. Si es un escritor, por ejemplo, su estilo radicará en la manera de constuir las frases, en el empleo recurrente de cierto adjetivos, en la manera inconfundible de utilizar determinados giros idiomáticos. También los grandes ajedrecistas poseen un estilo, porque el ajedrez es un arte. Reuben Fine, en su ensayo “Psicología del jugador de ajedrez”, señala una explicación científica y afirma que “es amplia y extensa la literatura psicoanalítica que pinta la íntima relación existente entre las obras de los artistas y sus conflictos neuróticos. Cabe esperar que similares fuerzas subconscientes intervengan en el ajedrez, tanto en lo que se refiere al modo en que el juego se entrelaza con la estructura del carácter, como en lo que concerne al estilo que el jugador adopta”. Y más adelante, escribe Fine: “A primera vista, no parece tener importancia la forma en que uno gana la partida de ajedrez; sin embargo, la experiencia enseña que, incluso dentro del mismo nivel de potencialidad, un análisis minucioso pone al descubierto grandes disimilitudes en la manera de abordar el juego”. Fine destaca luego que fue Ricardo Reti, en su famoso libro “Grandes maestros del tablero”, el que primero señaló la influencia de la personalidad en el estilo de juego de los campeones mundiales. En 118

efecto, Reti analiza partidas de los maestros antiguos y modernos, a partir de Anderssen y demuestra que muchas veces jugaban llevados por su temperamento y no, por un razonamiento lógico. El caso más típico es, justamente, el de Anderssen. Reti lo dice con toda crudeza: “la primordial causa es que los contrincantes de Anderssen jugaron flojamente y hoy, que el sentido ajedrecístico es ha refinado, ya no producen ninguna impresión limpia. Los nuevos análisis han demostrado que estas partidas se originaron más bien por la inclinación romántica que sentía Anderssen por las combinaciones, y no por la lógica del ataque”. La conclusión de Fine es que, “de hecho, lo mismo que un artista posee un estilo individual característico que satura sus obras hasta el punto de que cualquier experto reconoce enseguida un cuadro de Degas o de Leonardo, los estilos de los maestros de ajedrez asumen una fisonomía distintiva facílmente identificable por los especialistas. Sin embargo, uno descubre esta importante diferencia: por razones técnicas, el carácter único del maestro ajedrecista sólo sale a la superficie en determinadas partidas, no en todas. Por ejemplo: actualmente se ha puesto de moda el término “tablas de gran maestro” que describe los rápidos empates que acuerdan los grandes maestros que no quieren arriesgar nada cuando se enfrentan en un torneo de importancia. Igualmente, si existe una tremenda disparidad de potencia, si un jugador es muy superior al contrario, el desarrollo de la partida hacia la victoria, resulta excesivamente rutinario”.

119

06 Educación El ajedrez forma parte de la educación del hombre El juego de ajedrez es popular. Incluído quienes no conocen sus reglas ni son aficionados a practicarlo, tienen una noción bastante clara de lo que significa el tablero y cada una de las piezas. Por lo menos, el rey, la dama, los caballos y las torres, no ofrecen dificultades de interpretación a los profanos. Solamente los alfiles resultan misteriosos, aunque la mayoría sabe que originalmente representaban elefantes y, en la actualidad, simbolizan obispos. Y los peones, cuyo nombre induce a confusión, son identificados, sin embargo, con los soldados de infantería. Porque los trebejos figuran las armas de un ejército y el tablero, es un campo de batalla. El lenguaje cotidiano ha recogido ya expresiones como “estar en jaque”, que se emplea para sugerir que alguien se halla en situación de hostigamiento o de apremio. Y no es el único término técnico que ha pasado al habla general, gracias a los órganos de prensa. Esta divulgación periodística corrobora que el ajedrez forma parte de la educación del hombre medio, que comprende, en consecuencia, las alusiones al juego y las comparaciones entre estos hechos de la vida social, económica y cultural. Es interesante hacer notar que, no obstante el contenido bélico de la partida de ajedrez, el juego excluye toda idea de violencia. Por el contrario, siempre se lo exhibe como ejemplo de la lucha de inteligencias y, con tal motivo, es frecuente encontrarlo en las crónicas de la actividad diplomática; los autores de caricaturas suelen dibujar a los líderes de las potencias mundiales, como dos ajedrecistas que elaboran sutiles planes estratégicos. En los análisis de la situación económica, puede hallarse otro ejemplo de la utilización del ajedrez como símbolo de la discusión y de la confrontación de ideas. Un dibujo, en un diario, mostraba hace poco 120

a representantes de dos sectores, trenzados en una partida: El texto explicaba que uno procura llevar adelante determinadas medidas, mientras el otro trata de hacer prevalecer un proyecto opuesto. Siempre, se miden las blancas y las negras. La publicidad echa mano del ajedrez, con mucha frecuencia. Por lo general, se busca insinuar que la elección de un producto es fruto de una reflexión madura, de una opción inteligente. El juego se asocia con la decisión meditada, con una cuidadosa ponderación del pro y el contra de cada alternativa. En efecto, así procede el jugador de ajedrez, quien debe sopesar todas las consecuencias de cada jugada y evitar, en lo posible, que algo quede librado al azar. En definitiva, el ajedrez constituye un sistema de comunicación humana, un código de signos generalmente entendidos, donde se encuentran latentes determinados conceptos. Así como el león es un emblema clásico de soberanía; o la serpiente, el símbolo tradicional del mal y del pecado, las piezas del ajedrez evocan la inteligencia, el tacto, la mesura. Poseen una capacidad connotativa que puede emplearse para transmitir mensajes de la naturaleza más disímil y ello patentiza su condición de elemento integrante de la cultura universal.

Ayuda a templar el carácter Se ha escrito mucho acerca de la utilidad de ajedrez en la educación de los jóvenes. Entre los especialistas, existe la convicción de que la práctica del juego trae aparejadas notables ventajas, pero todavía no se ha logrando una acción oficial que lo incorpore a los planes de estudio. Al respecto, consideramos oportunos comentar la opinión del sociólogo argentino José Luis de Imaz. En una entrevista concedia a la revista “Siete días”, el doctor de Imaz dijo que una de las grandes fallas del sistema educativo nacional, radica en que “no se entrenan a la gente para tomar decisiones personales”. Y enseguida señalando soluciones, el científico agregó: “Si yo tuviera que armar un curriculum, aumentaría las horas de ajedrez, porque el entrenamiento 121

en ajedrez, entre otras cosas, a un chico de catorce o quince años lo va acostumbrando a decisiones estratégicas, en cálculos operativos del cormportamiento del otro”. Compartimos en todo, lo expresado por el doctor de Imaz. Uno de los fines fundamentales de toda educación, es enseñar a pensar; de este modo, se fomenta la actitud reflexiva, la capacidad de análisis y la racionalidad de la conducta. Pero también es necesario que el jóven adquiera el hábito de decidir por sí mismo, frente a las diversas alternativas de su vida personal y social. Esto significa educar en la libertad y para la libertad, pero con dos características esenciales: primera, el respeto a la libertad de los demás; segunda, la resposabilidad propia por las consecuencias de una elección equivocada. Muchos de los grandes dramas de los pueblos, a lo largo de la historia, se han debido a que los ciudadanos,en vez de tomar decisiones personales y de afrontar, llegado el caso sus consecuencias, han preferido delegar en el Estado, o en una corporación, o en un caudillo, las responsabilidad de decidir. Es una actitud muy cómoda, porque luego permite echarle la culpa del fracaso al Estado, la corporación o el caudillo. Pero es también peligrosa, porque lleva indefectiblemente a la dictadura y a la pérdida de la libertad que no se supo, o no se quiso, conservar. El ajedrez, que excluye por completo del azar, propone a cada jugada un desafío. Lo mismo que la vida. Hay que elegir entre varios movimientos posibles, previo trazado de un plan general, que es como el proyecto vital de cada persona. Ejecutado el movimiento, no se puede volver atrás. Cuando nuestro plan resulta victorioso, nuestro es el mérito. Pero, si nos conduce a la derrota, también es nuestra la culpa. De la derrota, es decir, del error, extraemos enseñanzas, acumulamos experiencia para no cometerlos de nuevo. Por otra parte, tablero de por medio, hay un oponenete que se plantea los mismo objetivos que nosotros. Tenemos que respetarlo, en primer lugar, y exigirle que a su vez nos respete. Pero también trataremos de adivinar sus planes, para encontrar la manera de contrarrestarlos. Así surge la competencia, que, siempre que se 122

cumpla con lealtade y limpieza de procedimientos, ayuda a templar el carácter.

Las virtudes del ajedrez como elemento formativo en la educación de la niñez y la juventud Recogiendo la opinión de pedagogos y psicólogos, señalamos que el ajedrez fomenta el raciocinio, desarrolla la imaginación y disciplina la conducta. Y tales resultados se obtienen a partir del juego, es decir, de la actividad propia de los primeros años de la vida humana. Se trata de un aprendizaje natural y placentero, lo que aumenta su efectividad. La enseñanza del ajedrez en la escuelas existen desde hace muchos años en diversos países del mundo. En la República Argentina, se elaboran proyectos en este sentido, desde tiempos ya lejanos. Hasta el momento, sólo se habían concretado algunas experiencias en el sur del país, por iniciativa del profesor Jorge Laplaza, uno de los más apasionados propulsores de estos programas. En parte como consecuencia del Congreso Mundial “El ajedrez y el Niño”, celebrado en Lomas de Zamora junto con el campeonato mundial infantil, el Gobierno nacional aprobó un plan piloto de enseñanza del juego en las escuelas primarias, a desarrollarse durante 1985. El presidente de ese momento, doctor Raúl Ricardo Alfonsín, dio su más franco apoyo a este plan, y concedió una audencia especial a los directivos de la Federación Argentina de Ajedrez, para conversar al respecto. El proyecto incluía el dictado de las clases de ajedrez, como materia regular, en un total de sesenta establecimientos de la Capital Federal y del interior del país. Luego, se haría una evaluación para determinar si conviene extender esta práctica al conjunto de las escuelas. Para el cumplimiento de la meta fíjada, comprometieron su colaboración todas las entidades del ajedrez federado, y se esperaba que los maestros aportan también lo suyo. Los medios de prensa se hicieron eco de la novedad. formulando 123

elogios pero también, algunas críticas. La revista “Siete Días”, por ejemplo, dedicó un meduloso artículo a este tema, y aplaudió la idea. Señaló, sin embargo, que llegaba tal vez un poco tarde, porque la función que antes ejercía el ajedrez, en la formación mental de los alumnos, corresponde ahora a las computadoras. En efecto: El manejo de estas máquinas, que se difunde cada vez más en los colegios, acostumbra a los niños a ordenar su pensamiento, al tiempo que delega en la computadora todos los cálculos de rutina, reservando para la inteligencia humana las tareas de la creación y la especulación. El diario “La Nación”, por su parte, en su columan editorial, también se refirió a la enseñanza del ajedrez en las escuelas. Igualmente apoyó el propósito perseguido, pero cuestiona el carácter obligatorio de las clases. Nos parece una observación muy atinada. El juego, por su definición, es una actividad que el ser humano realiza en forma voluntaria, a diferencia del trabajo, La causa profunda del placer que produce el juego, es su carácter de manifestación espontánea, no obligatoria. El valor educativo del ajedrez, radica en que se aprende jugando. Y jugar, o no jugar, debe ser siempre una libre elección, no una compulsión autoritaria. Se decía en ese entonces que se estaba a tiempo de corregir este error del plan, transformando al ajedrez en materia electiva, como opción frente a las manualidades o la música por ejemplo. Así, será verdaderamente un valioso auxiliar de la educación. Posteriormente, y hasta nuestros días, poco se avanzó en ese sentido. El ajedrez y la educación sólo se aplica en forma parcial en distintos establecimientos pero nada organizado y formal. Todos esfuerzos individuales. En mi querida provincia de Córdoba, Argentian, hay una ley del 2001 que “Establece el Programa Provincial de Enseñanza del Ajedrez en los establecimientos educativos públicos, de nivel primario y medio, dependientes del Ministerio de Educación de la Provincia y en los establecimientos del Consejo Provincial de Protección al Menor”. La autoridad de aplicaciión fue la Agencia Córdoba Deportes. Pero esta ley no fue nunca reglamentada (y ya van 14 años!). 124

07 DEPORTES El ajedrez no es un deporte Nadie discute que el ajedrez tiene mucho de ciencia y de arte: De ciencia, porque es posible estudiarlo en forma sistemática y elaborar leyes de validez universal; de arte, porque una partida exige capacidad creadora y porque la imaginación del jugador suele lograr efectos estéticos. Sin embargo, se discute si el ajedrez es o no un deporte. Los aficionados polemizan al respecto, en charlas de café o de club, sin ponerse nunca de acuerdo, Lo que pasa, en realidad, es que no definen previamente que se entiende por deporte. Para clarificar la cuestión, acaso sea conveniente precisar, primero, el concepto de juego. El juego es una actividad recreativa, sujeta a ciertas reglas preestablecidas, donde hay alguien que gana y alguien que pierde. Se juega por gusto, no por obligación, y si bien puede haber un premio para el vencedor, lo más importante es pasar el tiempo de manera agradable. La actividad lúdica es un ejercicio de libertad y, en consecuencia, deriva de la condición humana misma. Los hombres siempre han jugado, para ocupar su tiempo libre, o sea, el tiempo que no se dedica al trabajo lucrativo. Por lo tanto, el ajedrez es ciertamente un juego, pero también lo es el fútbol, por ejemplo. Para caer dentro de la categoría de juego, no 125

importa si la actividad es física o mental, y tampoco importa si los resultados dependen del azar o del ingenio, o de ambos factores combinados. El deporte, en cambio, si bien comparte con el juego su carácter de manifestación recreativa, se distingue porque se practica al aire libre. En general, el deportista no solamente busca esparcimiento, si no que persigue también una finalidad higiénica: Fortalecer su cuerpo y mejorar su salud. Si esto es así, el ajedrez no sería un deporte. El hecho de que haya competencias ajedrecísticas, que se otorguen títulos y se disputen campeonatos, no convierte tampoco al ajedrez en un deporte. La competición es un rasgo de todos los juegos pero no de todos los deportes. Los aerobistas, que están de moda, practican un deporte, pero no compiten. Por el contrario, dos aficionados que juegan al ajedrez en el café ya son competidores, aunque la partida no forme parte de ningún torneo oficial. Pese a a todo lo dicho, el ajedrez organizado en clubes y federaciones recibe, prácticamente en todo el mundo, el mismo tratamiento que las instituciones consagradas a los deportes propiamente dichos. Ello implica cierto reconocimiento del valor formativo que posee el juego, lo cual le asigna un interés social. Aunque no sea un deporte, se lo asimila al deporte. El ajedrez no es disciplina olímpica, al extremo de que los llamados juegos olímpicos ajedrecísticos se llevan a cabo por separado. Pero esta discriminación no obedece al carácter no deportivo del juego, sino a su tradición profesional o semi profesional.

Junto a las demás artes y expresiones de la cultura En los medios de prensa, la información sobre el juego de ajedrez suele aparecer en las páginas de deportes. Es una grave equivocación, que se pone de manifiesto si observamos lo que ocurre cuando se disputa el campeonato mundial de futbol, y hacemos una comparación. 126

No sólo en el estadio, sino incluso frenta a la pantalla del televisor, se produce un fenómeno que los sociólogos han intentando explicar de distintas maneras, sin proveer hasta ahora una respuesta satisfactoria. Aun la persona más reflexiva y culta, aun el hombre más apático en la vida cotidiana, sufre un misterioso proceso de identificación con el equipo de preferencia, asume como propias y vitales las alternativas del partido, reacciona con pasión ante situaciones adversas, y festeja o censura las jugadas con desafueros verbales. Cabe señalar que, cada día, es mayor la cantidad de mujeres también atrapadas por esta especie de fuga mental colectiva. El apasionamiento frente al deporte como espectáculo de masas, no es exclusivo del fútbol: Se lo verifica, así mismo, en el basqetbol, en el rugby, en el tenis. Nada más distinto que un torneo de ajedrez, ni siquiera cuando se cumple en grandes recintos, en presencia de un millar de espectadores. Por cieto, quién asiste a un cotejo por el campeonato del mundo, entre Karpov y Kasparov, por ejemplo, puede tener simpatia por un maestro o por el otro. Pero sólo se trata de una predilección intelectual, como cuando nos gusta más cierto escritor o determinado músico. Siempre hay más afinidad personal con un estilo de juego, se prefiere al gran estratega o al táctico brillante, al maestro posicional o al que arriesga todo en cada movimiento. El desarrollo de la partida de ajedrez se sigue con interés científico: Uno trata de acertar la próxima jugada del maestro, procura comprender el plan de esta o aquella maniobra y disfruta, en fin, del placer estético ante una concepción genial. Todo ello, en un marco de silencio apenas quebrado por los murmullos de los aficionados, que se dicen al oído las variantes propuestas o su opinión sobre el ataque en curso. Claro que, cuando uno de los maestros abandona la partida, la multitud suele estallar en aplausos y ovacionar al vencedor. Lo hace del mismo modo que, en el teatro, cumplimenta al eximio pianista o al bailarín prodigioso: De todo corazón, pero mesuradamente. Aunque más no sea por estas notorias diferencias entre el futbol y nuestro juego, esperamos que el ajedrez salga de las secciones 127

deportivas de los diarios y ocupe el lugar que le corresponde junto a las demás artes y expresiones de la cultura y del espíritu.

128

08 Campeonatos, torneos y matches Hastings: El torneo de más tradición Sobre el canal de la Mancha, en el condado de Susser, a cien kilómetros al sudeste de Londres, se levanta la histórica localidad de Hastings. Allí, en el año 1066, el duque de Normandía, Guillermo II, llamado “El conquistador”, derrotó al rey sajón Haroldo II y se convirtió en nuevo monarca de Inglaterra. Comenzaba así la dominación francesa en la Gran Bretania, que tantas huellas ha dejado en su lengua y su cultura. En Hastings, precisamente, que tiene algo menos de cien mil habitantes y es una famosa localidad balnearia, se fundó en el año 1882 el club de ajedrez más antiguo del mundo y en él han jugado todos los campeones, desde Steinitz en adelante, con la única excepción de Fischer. Los grandes torneos internacionales de Hastings se remontan a 1895, si bien su realización regular comenzó sólo en 1920. Reunía, normalmente a un selecto grupo de grandes maestros en el certamen principal, pero además se llevan a cabo otros torneos paralelos, para ajedrecistas de todas las categorías. El conjunto se conoce con el nombre de “Congreso de Hastings”. Aunque Hastings es un lugar de veraneo, el torneo de ajedrez se juega siempre en pleno invierno boreal, precisamente entre los últimos días de cada año y los primeros del siguiente. La tradición, a la cual son tan apegados los ingleses, se impone que para Navidad y Año Nuevo se congreguen en Hastings los maestros del tablero, que brindan como en una familia, luego de completadas las partidas de la ronda. Los europeos, y también los americamos, han sabido encontrar las fórmulas adecuadas para dar continuidad en los torneos magistrales. En nuestro país, sólo Mar del Plata llegó a organizar su famoso certamen en 30 oportunidades, pero ya las últimas fueron 129

esporádicas. Otros centros turísticos argentinos de nivel internacional, como San Carlos de Bariloche, Puerto Iguazú o Villa Carlos Paz, apenas han intentado algún torneo abierto de manera ocasional. Pero falta la visión y la voluntad para instituir un certamen magistral, que es el único medio para que progresen los jugadores locales y un excelente vehículo de promoción turística. Recordemos que, en el campeonato mundial para menores de 16 años, categoría cadete, realizado en Embalse, el ganador fue el representante británico Stuart Conquest. Este jovencito vivía en Hastings y había crecido en ese clima de culto ajedrecístico que, año tras año, renueva el célebre congreso. ¿Algún día nuestro país, y Córdoba en particular, tendrán su propio congreso de Hastings?.

130

En Hastings reciben el año jugando ajedrez Durante las tradicionales fiestas de Navidad y Año Nuevo, es normal que se suspendan las actividades ajedrecísticas. Son fechas destinadas a las reuniones de familia, a los regalos y los buenos augurios. Existe, sin embargo, una notable excepción: El torneo de Hastings, que a partir del año 1920 se juega, precisamente, en la última semana de diciembre y la primera de enero. Hastings es una pequeña ciudad inglesa, en el condado de Sussex. Funciona allí uno de los clubes más antiguos del mundo, fundado en 1882. Su biblioteca es admirable y se conservan recuerdos de todos los campeones mundiales. El torneo de Hastings es, en realidad, un conjunto de certámenes. El principal es de carácter internacional, por invitación, y reune actualmente a catorce o dieciseis grandes maestros. Lo sigue el torneo de aspirantes, que por lo general son maestros jóvenes y cuyo ganador adquiere el derecho de ser invitado al grupo mayor, el año siguiente. Y se disputan además, en forma paralela, otras competencias entre jugadores sin título e incluso aficionados. Es de hacer notar que, antes de que este torneo se hiciera tradicional, ya la ciudad de Hastings había sido escenario de competencias memorables, como la del año 1895, donde participaron, Lasker, Steinitz, Tarrasch, Chigorín y Schlechter, pero ganó el norteamericano Henry Nelson Pillsbury. Para financiar el congreso de Hastings, como lo llaman los ingleses, el club cuenta con un subisidio permanente de la municipalidad. También recibe donaciones de varios mecenas y patrocinio de empresas comerciales, entre las cuales ha figurado el prestigioso diario “The Times”. La escala de premios en efectivo, en el certámen principal, suma varios miles de libras. El torneo inaugural de la serie, en 1920, fue apenas un cuadrangular entre mestros británicos, resultando vencedor Frederich Yates. En la segunda edición, se impuso ya un extranjero, el yugoeslavo Boris Kostic. Desde entonces, todos los campeones mundiales y la mayoría 131

de los pretendientes al título, han intervenido por lo menos una vez en Hastings. Alexander Alekhine venció en 1925 y 1936; Max Euwe, lo hizo en 1923 y 1930; Capablanca, en 1929; Mijail Botvinnik fue el ganador en 1961 y 1966; Boris Spassky, en 1965; Vassily Smyslov, en 1968; Anatoli Karpov, empatado con Korchnoi en 1971. Petrosian registra un segundo puesto en 1977, y el único ausente en la lista es, por extraño que parezca, Robert Ficher. Quien más veces se ha adjundicado el torneo de Hastings, es el gran mestro yugoslavo Svetozar Gligoric, triunfador en cinco oportunidades. Tres victorias consecutivas han sido alcanzadas solamente por Salomon Flohr, en 1931, 1932 y 1933, y por el sueco Ulf Andersson, en 1978, 1979 y 1980, Muchos otros nombres ilustres figuran en el historia del torneo de Hastings: Akiba Rubinstein, Geza Moroczy, Savielly Tartakower, Samuel Reshevsky, Paul Keres, Lajos Portich, Bent Larsen y David Bronstein. Sólo dos mujeres han intervenido en el certamen magistral, con discretos resultados: Vera Menchik y Nona Gaprindashvili. Cuando alcemos las copas para el brindis, los ajedrecistas no olvidaremos que, en la lejana Inglaterra, entre los muros centenarios de Hastings, continúa vibrando la fuerza creadora de nuestro noble juego.

Diferencia marcada con otras disciplinas La práctica del ajedrez como competíción, presenta notables diferencias con respecto a otras disciplinas. Por ello, también son diferentes las modalidades que se aplican en los torneos. La principal caraterísticas es la duración de las partidas de ajedrez. Si se quiere obtener un juego de alto nivel técnico, es preciso que cada participantes disponga de mucho tiempo para reflexionar. Las partidas relámpago son divertidas, pero superficiales. En el plano magistral, el ritmo era hasta hace poco tiempo de cuarenta jugadas en dos horas y media, lo que implica cinco horas para cada partida. Y 132

todavía era posible suspenderla, analizar, y proseguir al día siguiente. Los torneos de ajedrez son, en consecuencia, mucho más extensos que los de otros juegos. Además, no hace mucho la tradición rechazaba los certámenes eliminatorios, y se prefería que todos jueguen contra todos, para que el resultado no admita discusión. Este sistema de juego se conoce como “sistema americano”, aunque en realidad es originario de Inglaterra. Los españoles lo denominan “sistema de liga”. Naturalmente, los costos de organización se incrementan, e incluso algunos jugadores desisten de participar, por no poder descuidar sus obligaciones durante tantos días. Con la finalidad de realizar competencias con un gran número de participantes, pero en un período limitado de tiempo, se inventó el “sistema suizo”. Esta denominación obedece a que se utilizó, por primera vez, en la ciudad de Zurich, en el año 1985. La cantidad de rondas se establece de antemano, y el número más usual es nueve. Pero los juegos olímpicos, por ejemplo se desarrollaban por sistema suizo a catorce rondas. Por lo general, se juega todos los días, a razón de cuarenta movimientos en dos horas, más una hora adicional para cada jugador, a caída de bandera. De este modo se eliminan las partidas suspendidas, pero cada juego puede durar seis horas. Lo importante es que, al término de las nueve rondas, se tiene un resultado final. Las reglas básicas del sistema suizo, son las siguientes: Primero, que en cada ronda deben enfrentarse los jugadores que tengan la misma cantidad de puntos; segunda, que dos jugadores no pueden jugar entre sí más de una vez en el torneo; y tercera, que cada jugador debe llevar las piezas blancas y las negras en cantidades equitativas de partidas, si bien puede repetir color en dos rondas consecutivas. Por supuesto, los reglamentos prevén minuciosamente todas las alternativas y a veces es bastante complejo elaborar el programa de cada ronda. La primera fecha se establece por sorteo, o en función de la gradación 133

de los participantes. Esta última forma es la mejor, porque garantiza cierta igualdad de oportunidades. En la segunda fecha, el jugador que tiene un punto jugará con otro que también tenga uno; los que tengan medio punto jugarán entre sí; y los que tengan cero, con otros de igual puntaje. Y así sucesivamente en las ronda siguientes. A pesar de algunas críticas en su indudable falta de exactitud, comparado con el sistema americano, el suizo se ha hecho popular y da una solución aceptable para los problemas de organización.

Valioso aporte del match Mc Dconnell y Labourdonnais En 2010 se cumplieron 175 años de la muerte del maestro británico Alexander McDonnell. Su nombre ha pasado a la historia del ajedrez, asociado al del francés Louis de Labourdonnais, por el famoso encuentro que ambos sostuvieron en 1834. Alexander McDonnell era el ajedrecista más prestigioso del Reino Unido, al iniciarse la cuarta década del siglo XIX. Era, en realidad, un jugador “amateur”, ya que trabajaba en la administración de las colonias británicas y había pasado su juventud en la Guayana. En los clubes de Londres, jugaba partidas informales, por lo general dando ventaja, gozando de la fama de imbatible. Louis de Labourdonnais, en cambio, era un ajedrecista profesional, asiduo concurrente al Café de Régence, de París. Luego de haber vencido a Alexander Deschapelles, se consideraba a Labourdonnais como el campeón de Francia. El Westminster Chess Club de la capital inglesa, promovió entonces un cotejo entre McDonnell y Labourdonnais, que contituye, virtualmente, un match por el campeonato mundial de la época. Recordemos que Francia e Inglaterra eran, en ese tiempo, las primeras potencias del planeta, y que entre ambas naciones existía una rivalidad de varios siglos. No hacía mucho que Napoleón había debido rendirse en la batalla de Waterloo y, si bien se había firmado la paz, subsistía una notoria animosidad entre los pueblos de los dos 134

países. So pretexto de la supremacía ajedrecística, estaba en juego el honor de franceses y británicos. El match Mc Donnell - Labourdonnais fue, para ser precisos, una serie de seis encuentros. Cada uno se definía por mayor cantidad de partidas ganadas, sin computarse las tablas. Cuando se registraba un empate, ambos adversarios repetían colores en la partida siguiente. Merece destacarse que las tres primeras partidas fueron tablas, pero en las treinta y dos siguientes se produjo nada más que un empate. Como se ve, las cosas han cambiado mucho desde entonces... En total, se disputaron ochenta y cinco partidas, de las cuales Labourdonnais ganó 45, McDonnel venció en 27, y las otras 13 fueron tablas. Sin duda el jugador francés era superior, pero ambos desplegaron una inventiva admirable. A lo largo del extenso match, se plantearon las más diversas aperturas y defensas, y aparecieron ideas que luego serían estudiadas durante medio siglo por los grandes maestros que sentaron las bases de la teoría moderna. Los expertos estiman que, de haber vivido en nuestros días McDonnell sería por lo menos maestro internacional y Labourdonnais, seguramente gran maestro. Ambos fueron justamente admirados por Paul Morphy, que tomó y perfeccionó líneas de juego practicadas por aquellos, en particular, el francés. Pero acaso la contribución mas trascendentes del match McDonnellLabourdonnais, se dio en el campo de la difusión y la organización del ajedrez competitivo. Por primera vez en la historia del juego, los diarios dedicaron gran espacio al cotejo, que fue el match del siglo XIX. Nació el interés por los torneos internacionales, comenzaron a aparecer publicaciones especializadas, y se echaron las bases de las primeras federaciones europeas.

Primer campeonato del mundo en 1886 El 11 de enero de 1886, comenzó el primer encuentro oficial por el 135

campeonato del mundo. El campeón era, por consenso el maestro Wilhelm Steinitz, que había nacido en Praga cincuenta años antes y que vivía ahora en los Estados Unidos. Steinitz era periodista, había trabajado como tal en Viena y en Londres y, en Nueva York, fundó el “International chess magazine”. El desafiante tenía cuarenta y cuatro años de edad y se llamaba Hernann Johannes Zukertort. Era polaco, recibido de médico en Berlín, pero también se había dedicado al ajedrez y al periodismo, lo mismo que Steinitz. Ambos maestros, Steinitz y Zukertort, eran autores de importantes trabajos teóricos. Si bien en ese tiempo no existía una reglamentación para seleccionar a los candidatos al campeonato mundial, se aceptaba que el jugador polaco era el desafiante lógico. Las condiciones impuestas por Steinitz para exponer el título, fueron muy severas. Sería declarado vencedor quien primero sumara diez victorias, sin contarse las partidas tablas. Zukertort tuvo que aceptar, no obstantes que su precaria salud lo dejaba en clara desventaja, si el encuentro se prolongaba en demasía. La serie empezó el 11 de enero de 1886, en la ciudad de Nueva York. Steinitz ganó la primera partida, pero Zukertort se impuso en las cuatro siguientes. Entonces, el encuentro continuó en Saint Louis, donde el campeón descontó la diferencia e igualó el marcador. Y, en el último tramo del cotejo, que se jugó en Nueva Orleans, la patria de Paul Morphy, Steinitz superó netamente al retador y alcanzó un resultado final de 10 a 5, con sólo cinco tablas. De esta manera, el maestro checo seguía siendo campeón mundial. Zukertort se quejó del clima de Saint Louis y de Nueva Orleans, atribuyéndoles su fracaso. También clamó por una nueva oportunidad, en la que el número de partidas fuera limitado, a fin de que el encuentro no fuera una prueba de resistencia física sino de habilidad ajedrecística. Como se ve, hace más de cien años se discutía ya lo mismo que se puso de manifiesto en el último encuentro entre Karpov-Kasparov. La aspiración de Zukertort jamás se concretó, ya que el maestro 136

polaco murió en 1888. Steinitz, por su parte, retuvo el título hasta 1894, cuando lo perdió frente a Emanuel Lasker. La historia recuerda así a estos gigantes del tablero: “Zukertort es sin duda uno de los inmortales del ajedrez. En sus partidas aparece una serie de resplandor contenido que ningun otro jugador ha logrado desarrollar” “Steinitz es el fundador del ajedrez moderno”.

Escándalo por suspensión del match Karpov Kasparov El encuentro por el título mundial entre el campeón Anatoly Karpov y su retador oficial, Garry Kasparov, había despertado gran expectativa entre los aficionados al ajedrez en 1984. Sin embargo, resultó decepcionante y terminó con un verdadero escándalo cuando Florencio Campomanes, presidente de la Federación Internacional, resolvió dejarlo sin efecto. Se habían disputado cuarenta y ocho partidas y Karpov iba ganando 5 a 3. Mucho se ha escrito acerca de este cotejo. Uno de los artículos más polémicos fue publicado en la revista americana “Chess life” y su autor es el gran maestro Lev Alburt, nacido en la Unión Soviética pero residente en los Estados Unidos. Bajo el título de “Que está pasando realmente en Moscú”, Alburt dice algunas cosas que son dignas de consideracíón. Con relación a Karpov, que ha sido comparado por ciertos comentaristas con José Raúl Capablanca, Alburt sostiene que tal paralelo es un disparate. El actual campeón del mundo, afirma el autor, carece de creatividad y se limita a seguir al pie de la letra los prolijos análisis de su cuerpo de asesores. Es más asegura que todos los ajedrecistas de la Unión Soviética están obligados a informar a Karpòv toda nueva línea que se les ocurra en materia de aperturas, para que su equipo la estudie y, si se la considera buena, la incluye en su arsenal teórico del campeón. Alburt cita nada menos que a Botvinnik, quién había sostenido que Karpov es un explotador de las ideas ajenas y que de ninguna manera puede ser comparado con 137

Capablanca. El maestro cubano, según Botvinnik, fue el genio más grande la historia del juego y él sí aportaba ideas propias en cada partida. Alburt no es más benévolo con Kasparov, comparado a su vez con Alejandro Alekhine. También esta semejanza está infundada y Alburt lo demuestra con numerosos ejemplos, de los que surge que Kasparov jamás acierta con la refutación adecuada, frente a una innovación de su rival. No era, ciertamente, el caso de Alekhine, a quien resultaba imposible sorprender y castigaba con energía cualquier improvisación o audacia del adversario. Es decir que Kasparov depende, al igual que Karpov, del trabajo de sus analistas. Recordando a Robert Fischer, que resolvía sobre la marcha cualquier novedad teórica, Alburt dice, con mucho humor, que Karpov habría sido categóricamente derrotado por Fischer, si se hubiera jugado el “match” en 1975. Textualmente, el artículo expresa: “Las posibilidades de Karpov en un cotejo de ajedrez contra Fischer, no sería mucho mayores que sus posiblidades en un encuentro de box contra Muhammad Alí ….”. Alburt se arriesga a suponer que, si Karpov o Kasparov debieran medirse con el británico Anthony Miles o el americano Larry Chistiansen, en alguna remota localidad sin medios de comunicación con Moscú, los occidentales sería seguros ganadores. O sea que atribuye la superioridad oficial de los jugadores soviéticos, no a su especial talento sino a la poderosa organización tecnica que los respalda. Alburt no les niega condiciones, desde luego, pero pone en duda que sean realmente los mejores del mundo. Teniendo en cuenta el pobre nivel técnico de las partidas que se jugaron en Moscú, ¿es para pensar que Alburt acaso tenga razón?.

El magno torneo de Moscú Están por cumplirse 80 años del magno torneo internacional de Moscú, que se disputó a doble turno, con la participación de diez maestros del más alto nivel, entre el 14 de mayo y el 8 de junio de 1936. 138

Su ganador fue el cubano José Raúl Capablanca, que tenía entonces 47 años de edad y buscaba infructuosamente que Alekhine le concediera un encuentro de revancha por título mundial. Capablanca había sido campeón del mundo entre 1921 y 1927, año en que el maestro ruso francés lo derrotó en Buenos Aires. Capablanca finalizó invicto, con trece puntos. El segundo puesto fue para Mijail Botvinnik, que sumó doce. El jugador soviético era la nueva estrella del ajedrez mundial y, a los 24 años de edad, se lo consideraba firme candidato al título máximo. Efectivamente, lo obtuvo después de la segunda guerra mundial y, entre 1948 y 1963, logró retenerlo o reconquistarlo frente a los mejores maestros de la Unión Soviética, que siempre fueron sus desafiantes. Los demás participantes quedaron agrupados en un compacto lote, pero muy distanciados de los dos primeros. Con nueve puntos y medio, se ubicó Salo Flohr, jugador de origen polaco que se había naturalizado checo y que finalmente se radicó en Rusia. Flohr venía de ganar el torneo de Margate y también aspiraba al campeonato de mundo. Tenía entonces, 27 años. La cuarta colocación correspondió a André Lilienthal, que era ruso de nacimiento pero había vivido muchos años en Hungría, país al que representó en las Olimpíadas de los años 30. Luego, regresó a Rusia y en 1940 ganó el campeonato soviético. Viachslav Ragozin, quinto en el torneo de Moscú, era por ese tiempo el campeón de Leningrado. Destacado teórico, se dedicó más tarde al ajedrez por correspondencia y fue campeón mundial de esta especialidad, en 1959. Sexto quedó el ya anciano gran maestro alemán Emmanuel Lasker, que tenía 67 años. Había sido campeón mundial desde 1894 hasta 1921, cuando lo derrotó Capablanca, y también sobresalió en el campo de la investigación matemática y filosófica. El de Moscú 1936 fue uno de los últimos grandes torneos en que intervino Lasker. Los cuatro puestos finales de la tabla del torneo, fueron compartidos por otros tantos maestros de no menores méritos. Ilya Kan, soviético, nacido en 1909, autor de importantes trabajos teóricos y también, árbitro internacional, Grigori Levenfisch, por entonces campeón 139

soviético y autor, en colaboración con Smyslov, del más completo tratado sobre finales de torres; Nikolai Riumin, vicecampeón soviético en 1931, cuya carrera se malogró debido a su precaria salud y que murió en 1942, a los 34 años de edad; y el gran maestro austríaco Erich Eliskases, que tenía sólo 23 años y ya despuntaba como uno de los genios de nuestro siglo. Como se sabe, Eliskases es uno de los ajedrecistas europeos que se quedó en América cuando la guerra mundial estalló, en 1939, mientras se disputaban los Juegos Olímpicos en Buenos Aires. Ciudadanizado argentino, vivió hasta su muerte en Córdoba.

Torneos Abiertos Para muchos, el ajedrez no es un deporte. Pero es un juego y una compentencia. Por ello, todos los días, en algún lugar del mundo comienza un torneo de ajedrez. Como en otras disciplinas, deportivas o no, los torneos pueden ser de dos clases; abiertos o cerrados. Los torneos cerrados reúnen a un grupo reducido de participantes, de nivel parejo, y sirven para consagrar a los campeones de las diversas categorías. Los torneos abiertos, en cambio, admiten la inscripción de un elevado número de competidores, sin límite de categoría ni de edad. Los torneos abiertos tienen la ventaja de que los aficionados pueden cotejar, en las primeras fechas, contra jugadores más experimentados. Esta confrontación es siempre útil para el principiante, y a menudo resulta peligrosa para los maestros. Tanto en el ajedrez como en el tenis, por ejemplo, a veces un desconocido derrota a una figura consagrada. Por lo general, en los otros juegos el certámen se cumple por eliminación. Los participantes más débiles, tarde o temprano, quedan fuera de la competencia y las instancias finales se dirimen entre los mejores. En el ajedrez se utiliza otro método, llamado “sistema suizo”,que produce efectos similares pero sin eliminar jugadores. El sistema suizo, que se denomina así porque fue aplicado por primera vez en la cuidad de Zurich, a fines del siglo XIX, enfrenta en 140

la primera fecha a un maestro con un aficionado. Si, como es lógico, ganan los maestros, en la segunda ronda se medirá un maestro fuerte con uno más débil. Y así, sucesivamente, hasta que los mejores terminan decidiendo los primeros puestos en las fechas finales. Pero los demás jugadores, en vez de ser eliminados, siguen jugando entre sí. Se parece a las llamadas “rondas de perdedores” que se disputan en algunos deportes. El sistema suizo, establece que, en cada ronda, deben enfrentarse jugadores que tengan la misma cantidad de puntos. De esta manera, cada uno acaba jugando en su verdadero nivel, si bien los resultados sorpresivos a que ya hicimos referencia, alteran en ocasiones esta regla. Pero son las excepciones que la confirman. En los abiertos no se exponen títulos. Se juega por premios en efectivo o, en el caso de los aficionados de las divisiones menores, para adquirir experiencia y mejorar la técnica. Constituyen fundamentalmente un espectáculo. Nuestro país tiene una larga tradición en torneos abiertos de ajedrez. El más famoso es el de Mar del Plata y cabe mencionar que los grandes centros turísticos de todo el mundo acostumbran promover certámenes de ajedrez, tanto abiertos como magistrales. También en Córdoba se jugó durante mucho tiempo el tradicional torneo Centro de la República, pero hace años que dejó de disputarse.

Torneo Abierto Centro de la República El torneo abierto del Centro de la República, fue durante más de tres décadas (con algunas interrupciones) el gran certamen ajedrecístico de nuestra provincia. Comenzó a disputarse en el año 1967, oportunidad en que el escenario fue el edificio denominado, precisamente “Centro República”. Está ubicado en la avenida Colón al 300 y se lo conoce popularmente como “Galería Cinerama”, porque allí se habilitó la primera sala de espectáculos con este sistema, destruída por un incendio en la década del 80 y luego reconstruída. 141

El ganador de aquella primera competencia, fue el múltiple campeón de Córdoba, maestro Rodolfo Argentino Redolfi. Entre los jugadores visitantes, recordamos al entonces campeón argentino juvenil, Víctor Brond, de Mar del Plata. El segundo “Centro República” se llevó a cabo en la Asociación Cordobesa de Volantes, consagrándose campeón el maestro Julio Cesar Saadi, que perdió la primera partida ante el doctor Roger Garay Murúa, pero se impuso en las ocho restantes. En febrero de 1969, en el entonces Club Atlético Palermo - hoy Unión San Vicente, el conocido maestro local, Elías Miana, se adjudicó el tercer torneo de esta serie. El cuarto tuvo excepcional relieve, pues se desarrolló al aire libre, en el verano de 1970. Fue dirigido por el extinto Gegorio Lastra, en el Paseo Sobremonte, y el primer premio correspondió al gran maestro Miguel Angel Quinteros, ubicándose luego el también gran maestro Héctor Rossetto. El sexto piso del Palacio de Correos, sede entonces del club Comunicaciones, vio realizarse el quinto “Centro República”, en mayo de 1972. Fue la primera victoria del platense Carlos García Palermo, que superó a figuras de la talla de Erich Eliskases, Hermann Pilnik, Jiri Pelikan y Alberto Foguelman, entre otros. García Palermo volvió a imponerse en 1973, en los salones del diario “La Voz del Interior”, aunque con igual puntuación que los maestros Redolfi, Rossetto, Osvaldo Bazán y Horacio García, pero con mejor coeficiente de desempate. El séptimo torneo se disputó en 1974, en el hotel “Alexander”. Horacio García igualó en puntos con Redolfi, pero lo aventajó por sistema. Fue una de las últimas grandes actuaciones del desaparecido maestro Isaías Placi, asiduo partipante en el “Centro República”. En julio de 1975, el certámen adquiere relevancia internacional, por la presencia del gran maestro filipino Eugenio Torre, que luego sería candidato al campeonato mundial. Este octavo torneo también contó con el concurso de Quinteros, quién venció al joven cordobés Guillermo Gustavo Soppe, en consagratoria actuación. El Décimo certámen se llevó a cabo en 1979, conmemorando 142

cincuenta años del ajedrez federado en Córdoba. Fue en la ciudad universitaria y lo ganó Roberto Dabarnot. Con emoción, recordamos que intervino el doctor Eduardo Bautista Secchi, hace unos años fallecido, quien celebraba su jubileo personal, ya que medio siglo antes había ganado, por primera vez el campeonato de Córdoba. En 1984 Marcelo Tempone y Oscar Panno comparten el primer puesto en el Centro República, jugado en esta oportunidad en La Falda. En 1985 y 1986 el tradicional torneo se traslado a la ciudad serrana de Carlos Paz. En 1985 fue ganado por Jorge Rubinetti y en 1986 por Alejandro Hoffman. En La Falda se desarrolla el siguiente abierto y el triunfo final queda para Ricardo Galindo, de Chubut. En el Club Natación Suquia, de barrio San Vicente, se vuelve a jugar en 1992 el torneo Centro República, que es ganado por Fernando Bertona.

143

09 Campeones Campeones Mundiales y aspirantes La organización del campeonato mundial fue asumida por la Federación Internacional, a partir de 1948, cuando se promovió un torneo cuyo vencedor, Mijail Botvinnik, fue proclamado campeón de manera oficial. Botvinnik perdió la corona en 1957, frente a Vasily Smyslov, pero la recuperó un año después. Lo mismo ocurrió en 1960 y 1961, cuando el retador fue Mijail Tal. El sucesor de Botvinnik fue Tigran Petrosian, quien a su vez fue vencido por Boris Spassky, en 1969. En 1972, el norteamericano Robert Fischer terminó con la hegemonía soviética, pero dejó de jugar y fue privado del título en 1975, en beneficio del desafiante, Anatoly Karpov. Pero antes de 1948, también había un ajedrecista considerado como el mejor de su tiempo, aunque el título de campeón surgiera por consenso y no de una reglamentación precisa. El primero a quien se le reconoció el título fue Wilhelm Steinitz, a partir de 1885. Igual carácter tuvieron después Manuel Lasker, José Raúl Capablanca y Alexander Alekhine, que murió en 1946 y dejó vacante el trono, dando origen al ciclo moderno ya comentado. Claro que, desde Steinitz hasta Alekhine, el campeonato era propiedad privada de su titular, y él fijaba las condiciones para exponer el cetro. Muchos serios aspirantes quedaron fuera de carrera, al no poder cumplir las exigencia económicas el campeón, y esta práctica explica también los largos reinados de los mencionados. La nómina se completa con Max Euwe, que interrumpió la primacía de Alekhine entre 1935 y 1937. Retrospectivamente, la calidad de virtual campeón mundial ha sido reconocida a otros grandes ajedrecistas que, en diversos períodos de la historia, gozaron de la fama de ser los mejores. El español Ruy López de Segura y el italiano Leonardo da Cutro, en el siglo XVI, Gioacchino Greco, también italiano, en el XVII; el francés André 144

Philidor, durante prácticamente todo el siglo el XVIII; y, en los dos primeros tercios del siglo XIX, Louis de Labourdonnais, francés; Howard Staunton, británico; Adolph Anderssen, alemán; y el norteamericano Paul Morphy, que también fue una estrella fugaz, como Fischer cien años más tarde. Y, remontándonos todavía más atrás en el tiempo, no cabe duda de que jugadores árabes del siglo IX, como Al-Adli, Ar-Razi y As-Suli, conocidos a través de sus escritos sobre el juego, fueron auténticos campeones mundiales hace mil años. En la oscuridad habrán quedado muchos otros, moros o cristianos, cuando el ajedrez era más arte que competencia, más creación que teoría, más cultura que deporte.

La estrealla fugaz de Paul Morphy Acaba de cumplirse 127 años de la muerte del gran maestro americano Paul Morphy, acaecida el 10 de Julio de 1884 en Nueva Orleans, donde había nacido cuarenta y siete años antes. Morphy tenía apenas trece, cuando el maestro húngaro James Lowenthal visitó los Estados Unidos. En Nueva Orleans jugó contra el joven prodigio, que le ganó dos partidas seguidas. Lowenthal proclamó, entonces, que el muchacho llegaría a ser el mejor ajedrecista que el mundo hubiera conocido. Y la predicción se cumplió. Hijo de un magistrado de origen español, Morphy estudió en un selecto colegio secundario y luego se recibió de abogado, antes de los diecinueve años de edad. Como no podía ejercer todavía la profesión, su familia le permitió participar en el primer campeonato norteamericano, disputado en Nueva York en 1857. Empató el primer puesto con el notable mestro alemán Ludwin Paulsen, y luego venció a éste en el encuentro decisivo. El año siguiente, Morphy viajó a Europa, con el designio de desafiar al inglés Howard Staunton. Pero éste no se atrevió a medirse con el joven americano y fue una gran decepción para Morphy, que se embarcó entonces para Francia. En el legendario “Café de la Regence”, de la capital francesa, Morphy 145

deslumbró con su genio, en infinidad de partidas donde daba pieza de ventaja. Durante una representación en la ópera de Paris, produjo una de sus más hermosas combinaciones, enfrentando a dos nobles en consulta. Y batió al alemán Daniel Harrwitz, cuya arrogancia lo llevó a abandonar el match cuando ya estaba en desventaja cinco a dos. La salud de Morphy, que nunca había sido muy buena, se resintió en el invierno europeo. Sin embargo, logró concertar un encuentro con el virtual campeón mundial de la época, el profesor alemán Adolph Anderssen. Perfecto caballero, Anderssen se trasladó a Paris desde su natal Breslau, y aceptó las condiciones fijadas por Morphy. Fue épica la lucha por el título, en la cual el maestro americano se impuso por siete a dos, con dos tablas. Anderssen declaró, concluído el match: “Morphy es demasiado fuerte como para que cualquier jugador viviente pueda aspirar a ganarle, aquí y ahora”. De hecho, Paul Morphy era el nuevo campeón del mundo. Regresó a su patria, donde fue recibido triunfalmente. El nuevo mundo había superado al viejo y la afición de los Estados Unidos estaba entusiasmada Entonces, se produjo el hecho inexplicabale: Morphy abandonó el ajedrez, tal como lo haría su compatriota Robert Fischer, cien años más tarde. Seriamente afectado por la guerra civil en EE.UU., que estalló en 1860, Morphy vivió el resto de sus días completamente apartado del juego, e inclusive fracasó en sus intentos de trabajar como abogado. Administró los bienes heredados de su padre, y se vio mezclado en odiosos pleitos de familia. Un año antes de morir, recibió la visita del campeón mundial, Wolhelm Steinitz: Pero puso como condición que no se hablara de ajedrez. Morphy murió de congestión cerebral, mientras tomaba un baño en su casa. Apenas había jugado un centenar de partidas serias, a lo largo de sólo un año y medio. Pero fueron suficientes para convertirlo en uno de los más grandes ajedrecistas de todos los tiempos.

Locura de Steinitz 146

De la famosa galería de retratos psicológicos de los campeones mundiales, cuyo autor es el gran maestro Reuben Fine, hemos elegido el de Wilhelm Steinitz. Nacido en Praga, cuando Checoslovaquia formaba parte del imperio austro-húngaro, Steinitz era de familia judía y sus padres deseaban que fuera rabino. El joven Wilhelm prefirió jugar al ajedrez, sin haber avanzado gran cosa en los estudios universitarios, que había iniciado en Viena. Ejerció el periodismo, vivió un tiempo en Inglaterra y, por último, se radicó en los Estados Unidos. Steinitz era una persona agresiva y consideraba que el ajedrez era una muestra de superioridad. No toleraba las opiniones ajenas y, en una carta, escribió lo siguiente: “El ajedrez no es para los espíritus tímidos. Exige un hombre hecho y derecho, que no se ciña servilmente a lo que se le ofrece, sino que intente, con independencia, sondear las profundidades del juego”. Sin duda, Steinitz poseía una comprensión superior del ajedrez, y fue él quien sentó las bases de toda la teoría moderna. Pero su soberbia, y su afición a discutir por la discusión misma, le granjearon muchos enconos. Un amigo de su juventud cuenta que a Steinitz le gustaba la música de Mozart, pero, al advertir que a su amigo también le gustaba, se dedicó a defender las composiciones de Wagner, para poder discutir. Reconocido como campeón del mundo, Steinitz llevó su vanidad hasta límites imprevisibles. Dice Fine que “la satisfacción de ser el rey mundial del ajedrez, condujo gradualmente a Steinitz hacia un complejo de mesías. Se sintió literalmente llamado a rescatar de las soledades a los ajedrecistas extraviados en el desierto”. Cuando perdió el titulo frente a Lasker, en 1894, y también el encuentro de revancha, Steinitz sufrió una grave crisis mental. Se imaginaba que hablaba por teléfono, sin aparato ni cable, y se pasaba las horas monologando en voz alta. El ataque le sobrevino en Moscú y el cónsul americano tuvo que intervenir para que el maestro fuera internado en un sanatorio psiquiatrico, donde permaneció varias semanas. Se recuperó, y durante cuatro años, participó activamente 147

en torneos. Pero luego enfermó de manera definitiva y, en su delirio, aseguraba estar en comunicación con Dios, a quien había desafiado a jugar al ajedrez, dándole peón de ventaja y la salida. Steinitz estaba complemente loco. Fine señala que, en el caso de Steinitz, existió una relación directa y sencilla entre su personalidad y su estilo de juego. En su juventud, practicaba con audacia el gambito y ganaba partidas mediante ataques furiosos y esplendorosas combinaciones. Necesitaba demostrar que era el más fuerte. Pero, una vez que fue campeón mundial, tenía que rechazar el asedio de los más jóvenes y Steinitz adoptó un estilo defensivo prácticamente invencible. Sin embargo, destaca Fine, la defensa puede tener a menudo un carácter provocativo, tanto o más que el ataque. Steinitz irritaba tanto a sus adversarios que, en cieta ocación, sacó de sus casillas a Blackburne y fue agredido por el maestro inglés.

Fischer abrazó el ajedrez como una religión El gran mestro norteamericano Rober James Fischer, que se consagró campeón mundial en 1972, no fue un niño prodigio como Capablanca o como Reshevsky, que ya daban simultáneas cuando tenían seis años. A esa edad, Bobby apenas sabía mover las piezas y su primer preceptor fue el destacado maestro John W. Collins. Fischer pasó por las categorías de Jóvenes como cualquier aficionado. Claro que puso de manifiesto condiciones excepcionales para el juego, ganándose la admiración y el apoyo de un verdadero patriarca del ajedrez de los Estados Unidos: el señor Hermann Helms, periodista del “New York Times” y de la revista especializada “American Chess Bulletin”. Solo a partir de los doce años, Fischer comenzó a figurar en los torneos pero desarrollando campañas todavía irregulares. En 1955 compartió el tercer puesto en el certamen del club de Brooklyn, pero luego finalizó casi en el fondo de la tabla de posiciones, en el campeonato amateur de los Estados Unidos. Mejor fue su actuación 148

en el campeonato juvenil realizado en Lincoln, estado de Nebraska, aunque poco después se clasificó penúltimo en el torneo de Washington Square. Su mejor desempeño, en esta etapa de formación ajedrecística, fue el quinto lugar compartido, en el abierto de New York, que le valió el premio establecido para segunda categoría. La adolescencia marcó la eclosión del genio de Fischer. Hasta entonces había estudiado con absorbente pasión cuanto libro caía en sus manos; en los diversos torneos, puso en práctica sus conocimientos teóricos y también sus primeras ideas propias. Fue un aprendizaje lento pero seguro, un proceso de asimilación profunda, una paulatina maduración técnica. El talento trabajado por el esfuerzo, y una voluntad de hierro al servicio de un proyecto no solamente deportivo sino vital: Bobby había abrazado el ajedrez casi como si fuera una religión, con fe inconmovible, y hasta con fanatismo. Por supuesto, tal actitud lo empobreció como ser humano: Su mundo se redujo a las sesenta y cuatro casillas del tablero, y no le quedó tiempo para ninguna otra rama de la cultura. Ni siquiera terminó los estudios secundarios. 1956 fue un año de transición, durante el cual Fischer se aproximó a las máximas conquistas. Empató el cuarto puesto en el abierto de los Estados Unidos disputado en Oklahoma, sobre 162 participantes; enseguida obtuvo un resultado similar en Montreal, Canadá. Y a los catorce años de edad, Bobby se convirtió en motivo de asombro para todo elmundo ajedrecístico. En julio de 1957, en San Francisco, se adjudica invicto el campeonato juvenil de los Estados Unidos. Un mes más tarde, en Cleveland, estado de Ohio, supera a 175 jugadores en el abierto norteamericano; y finalmente, obtiene el título máximo de su país en New York. Siempre, sin conocer la derrota. Maestro internacional a los catorce años, y gran maestro a los quince, Fischer apareció en la escena mundial como una nueva y deslumbrante estrella.

La eficiencia de Bobby Fischer 149

En 1957 había ganado en campeonato de los Estados Unidos, logrando el título de maestro internacional y el derecho a participar en el interzonal de Portoroz. En este certamen ocupó el quinto puesto, y obtuvo el título de gran maestro, siendo el jugador más joven que lo haya recibido en toda la historia de nuestro juego. Y fue también el primer juvenil que accedió a las preliminares del campeonato del mundo, ya que pasó al torneo de candidatos cumplido en 1959, en las ciudades yugoslavas de Bled, Zagreb y Belgrado. Sin embargo, en esa ocasión fue francamente superado por los maestros soviéticos, Tal, Keres, Petrosian, y Smyslov, aunque Fischer, ubicado quinto, aparecía ya como el mejor ajedrecista de Occidente. Comenzó entonces una de las épocas más apasionantes para el ajedrez del siglo XX. Durante la década del 60, Fischer acumuló victoria tras victoria, a menudo con puntuaciones abrumadoras, y se convirtió en la gran esperanza del mundo libre. Como se sabe, desde el fin de la segunda guerra mundial, el título máximo permanecía en manos de los soviéticos, y por fin había surgido en un país occidental, un genio capaz de acabar con aquella hegemonía. Bobby se hizo enormemente popular, a pesar de su carácter hosco y sus súbitos arranques de mal humor. Quienes lo han conocido saben que era, en realidad, una persona tímida y emocionalmente inestable, que sólo se sentía a gusto delante del tablero y que detestaba las reuniones sociales y toda la burocracia del ajedrez. Fischer advertía, asi mismo, que los jugadores soviéticos actuaban coordinadamente en todos los torneos, para perjudicar a sus colegas occidentales, y libró duras batallas contra las autoridades de la Federación, en procura de cambios reglamentarios. La eficiencia de Fischer tiene escasos parangones en los anales del ajedrez. En los años 60 participó en veintitres torneos de primer nivel, incluyendo los campeonatos de los Estados Unidos y los interzonales. Fue el vencedor en nada manos que diecinueve de esos certámenes, ubicándose segundo en otros tres; su peor campaña fue un cuarto puesto en Curaçao 1962, que es un ejemplo de la 150

confabulación de los soviéticos Petrosían, Geller, Keres y Korchnoi. Precisamente el torneo de candidatos de Curaçao, fue el último que se llevó a cabo por el viejo sistema de todos contra todos. Fischer tuvo éxito en sus continuas reclamaciones y, de ahí en más, el torneo fue reemplazado por series de cotejos individuales entre los maestros clasificados en los interzonales. No obstante haberse recogido su iniciativa, Fischer todavía boicoteó los matches de candidatos de 1965, y en el ciclo siguiente abandonó el interzonal de Sousse, en Túnez, tras largas peleas con los organizadores musulmanes, que no le permitieron a Bobby respetar sus propias creencias religiosas y le impusieron jugar los domingos. Debe decirse que, junto a su excluyente pasión por el ajedrez, Fischer mostraba ya inclinaciones de tipo místico, que puede explicar, acaso, todo lo que pasó después.

Fischer campeón del mundo en 1972 En 2012 se cumplen 40 años del famoso cotejo por el campeonato mundial entre su entonces poseedor, el soviético Boris Spassky, y el primer desafiante occidental después de la segunda guerra mundial: el gran maestro norteamericano Robert Fischer. Bobby se había convertido en la esperanza del mundo libre, y su extravagante personalidad lo hizo famoso incluso entre quienes nada sabían de ajedrez. Los preparativos del encuentro con Spassky, que debía celebrarse en Reykjavik, la capital de Islandia, dieron tema para extensas notas periodísticas y contribuyeron a generar una expectativa solo comparable a la del match McDonell-Labourdonais, en el siglo XIX. La primera cuestion, fue la de los premios. Islandia había ofrecido al ganador una bolsa de 250.000 dólares, cantidad que superaba incluso a la suma de todos los premios de los cotejos por el título realizados antes. Sin embargo, a Fischer le parecía poco, y fue menester que el banquero británico J. Slater aportara cincuenta mil libras esterlinas adicionales, para que el retador aceptara finalmente jugar. Después, vino la discusión acerca de las características de los sillones. 151

Luego, Fischer objetó la presencia de cámaras de televisión. Más tarde, puso condiciones para la entrada del público a la sala. Y así, interminablemente, exasperando a las autoridades del certamen pero aumentando todavía más el interés de la prensa y de la afición mundial. Parecían satisfechas todas las exigencias del norteamericano, pero el día de la partida inicial Fischer no se presentó a jugar, perdiendo el punto. Había correspondido, según algunos, darle por perdido el match, pero ello hubiera ocasionado tal descalabro económico, que hasta el propio Spassky se abstuvo de reclamarlo. Febriles tratativas lograron superar, al fin, todos los desplantes de Fischer. Spassky ganó la segunda partida, pero Bobby ya había igualado el marcador al llegar a la quinta. Y a partir de la siguiente pasó a encabezar los resultados, concluyendo el encuentro doce y medio a ocho y medio, luego de 21 partidas. Robert Fischer era el nuevo campeón mundial de ajedrez. Culminaba así un largo proceso, iniciado veinte años atrás, cuando el niño Bobby había comprado un pequeño tablero en la juguetería del barrio, aprendiendo a mover las piezas según las instrucciones del folleto. El título máximo era el broche de oro para dos décadas de estudio, de tesón, de apasionada voluntad de ganar. Era la meta largamente acariciada y finalmente obtenida. Pero, por eso mismo, era el final de la historia. Fischer lo había abandonado todo por el ajedrez. Ni siquiera terminó la escuela secundaria, y su cultura general era escasa. Le costaba relacionarse con la gente, pues el único idioma que podía hablar era el de las medulosas aperturas, el medio juego creador y el final de técnica exquisita. Ahora, era el campeón mundial; y después: ¿que?. Consternado, el ámbito ajedrecístico asistió al retiro de Bobby, quien nunca más compitió y que, en 1975 perdió el título sin jugar. Desde entonces, vivío recluido, (hasta 1992) entregado a las prácticas y a la meditación religiosas.

Luz sobre aspectos de la psicología de Fischer 152

De vez en cuando, los medios de prensa especializados volvieron siempre a ocuparse de Robert Fischer. Como todavía se recuerda, Fischer realizó una fulgurante carrera durante los años 60 del siglo pasado, y en 1972 derrotó al soviético Boris Spassky y se convirtió en nuevo campeón mundial de ajedrez. Parecía llegado el fin del predominio ruso, pero Fischer abandonó las competencias apenas obtuvo su título, y lo perdió sin jugar, tres años más tarde. Desde entonces, el genio americano pertenece a la leyenda. En una entrevista con Jack Collins, que fue el primer maestro de ajedrez de “Bobby”, entre 1956 y 1958, este profesor recordó la primera visita del entonces jovencito de trece años. Dice Collins que estaba analizando una partida por correspondencia, y que Fischer, de un rápido vistazo, le señaló ideas y variantes que Collins no había considerado y que, por lo demás, eran ventajosas. El evidente talento del muchacho le causó una honda imprensión, pero mayor fue su sorpresa cuando Bobby ganó cómodamente el campeonato de los Estados Unidos, a los 14 años de edad. Otras respuestas de Collins arrojan luz sobre aspectos de la psicología de Fischer. El maestro estaba fascinado con los poemas japoneses de tres líneas, denominados “hai-kai”, acaso porque su precisión le recordaba la exactitud de una combinación ajedrecística, desprovista de elementos superfluos. Pero Fischer admiraba también que la mujer japonesa conservara un lugar modesto en la organización social, ya que el genio siempre opinó que el hombre es superior a la mujer en todos los terrenos. Se trata de una antigua idea, que ya profesaban los griegos. Fischer goza de fama de avaro, pero la casa de Collins está atestada de finos obsequios que Bobby les trajo de los más diversos lugares del mundo, cuando era ya rico y famoso. Sin duda era un buen amigo de sus amigos. Sus temas de conversación, recuerda Collins, no se reducían al ajedrez. Le gustaban otros juegos y deportes, como el Basketbol, los billares y el “Black Jack”. Nunca hablaba de política pero sí, de religión, y le agradaban los episodios violentos del antiguo testamento, como si en ellos hallara inspiración para su aguerrido 153

estilo de juego. La fuerza ajedrecística de Fischer, en los años 1966-67, era tan extraordinaria, que desafió a una sesión de simultáneas a ciegas a los demás finalistas del campeonato americano, y les ganó a todos sin dificultad, a pesar de que las partidas se realizaron luego de un almuerzo regado por abundantes copas de champaña. A través del reportaje realizado en 1985, Collins lanzó un llamado a Fischer. Admite que, luego de trece años de inactividad, no ha de estar en condiciones de competir en un torneo magistral; pero cree que sí puede jugar simultáneas contra los mejores cincuenta ajedrecístas americanos. Y, sobre todo, Collins lo exhorta a escribir un par de libros más, donde complete la exposición de su sabiduría técnica, esbozada en “Mis 60 partidas memorables”. Hubiera sido una manera de saldar la deuda que Fischer tenía con la aficíon mundial, antes de que la muerte lo llevara sin pena ni gloria, como ocurrió en el siglo XIX con Paul Morphy.

Compleja personalidad de Fischer Después de una década del famoso cotejo por el título mundial, en que Rober James Ficher derrotó al soviético Boris Spassky, el norteamericano permanecía inactivo y cultivando aún más la leyenda. En ese entonces, según afirmaciones de quien fue su amigo desde la juventud, el gran maestro Larry Evans, Bobby residía en Los Angeles, pero permancía completamente aislado. No recibía a nadie, no atendía el teléfono, y ni siquiera su primer maestro y guía Jack Collins, había conseguido verlo. La madre de Fischer, que era enfermera, se graduó como médico en Alemania Oriental y ejercia la pediatría en Londres, donde volvió a contraer matrimonio. Tampoco ella tenía noticias de Bobby, y lo mismo le ocurría a la hermana mayor, instalada en Palo Alto. En la revista “Chess Life”, que edita la Federación Norteamericana, Evans declaró con amargura: “Bobby parece disfrutar destruyendo la amistad. Nadie puede ayudarlo, porque él no quiere ayudarse a sí mismo”. 154

Según la misma publicación, Fischer había adherido a ciertas sectas religiosas caracterizadas por el fanatismo. Se dice que distribuyó libelos antisemitas y que predicó el famoso libro “Protocolo de los sabios de Síon”, un documento apócrifo inventado por los nazis para desacreditar a los judíos. Un aficionado norteamericano, tras leer las declaraciones de Evans, escribió a la misma revista una carta que refleja, tal vez, el sentimiento de muchos ajedrecistas. Dice allí que “Bobby Fischer pertenece al pasado” y concluye con estas palabras: “Dejémoslo retirarse, dejémoslo ser olvidado”. Es posiblemente, la actitud más sensata. Desde 1972 en adelante, mucho se habló sobre el retorno de Fischer. Fueron versiones periodísticas sin ningún fundamento, inspiradas a menudo en intereses comerciales. Es verdad que a fines de 1978, Bobby viajó inesperadamente a Yugoeslavia y conversó con Glicoric, acerca de un eventual encuentro de entrenamiento. Pero sólo fue una excentricidad más. Las razones profundas del alejamiento de Fischer, acaso nunca sean conocidas. En la “Enciclopedia del ajedrez”. Harry Golombek, sostiene que, tras el match de Reykjavik, “la euforia del momento lo llevó a prometer su participación en numerosas competiciones ajedrecística, pero pronto se sintió temeroso de comprometer su reputación”. Nos parece una suposición injusta, ya que Fischer había demostrado una neta superioridad y, a los 29 años, nadie podía creer honestamente en su próxima decadencia. Pensemos que Fischer, por ciertos rasgos de su compleja personalidad, encontró en el ajedrez una justificación vital; concibió el obsesivo propósito de ser campeón mundial y, cuando lo alcanzó, se quedó sin motivaciones para seguir jugando. Otros campeones consideraron al ajedrez como un complemento de su vida: Capablanca era diplomático, Lasker era matemático, Botvinnik era ingeniero; en cambio Fischer era nada más que ajedrecista. Y cuando se llega a la cumbre como ajedrecista: ¿que queda por hacer? Sólo dedicarse a otra cosa. Es lo que hizo Bobby. Para la historia del ajedrez, allí están las memorables partidas de 155

Fischer. Como ser humano, él tenía derecho a que respetemos su decisión; el hombre podrá ser olvidado; sus creaciones no. En 1992, 20 años después del histórico match en Islandia, Fischer volvió para jugar con Spasky: Participó en un match en Yugoslavia, en violación a una resolución de la ONU, jugando contra Spassky, derrotándolo y recibiendo así casi 4 millones de dólares. Su participación en este torneo podía acarrearle hasta diez años de cárcel, por lo que jamás regresó a los Estados Unidos. Falleció el jueves 18 de enero de 2008 a los 64 años, (tantos años como casillas tiene el tablero de ajedrez) en Reikjavik (Islandia) a causa de una enfermedad renal.

Garry Kasparov, el último gran campeón El ajedrez competitivo tuvo un gran campeón a nivel mundial en el fin del siglo XX y principios del presente: Garry Kasparov. Su verdadero nombre es, sin embargo Garry Weinstein Kasparián, pero él usa el apellido materno traducido al ruso. De ascendencia judía y armenia, Garry nació en Bakú, capital de la república Soviética de Azerbaiyán, el 13 de abril de 1963. Es el campeón mundial más joven de la historia del juego. Es verdad que Paul Morphy, en el siglo XIX, fue reconocido como campeón a los 21 años, más el título no tenía entonces, carácter oficial. Kasparov se dio a conocer internacionalmente en 1979, cuando venció en el torneo magistral de Banja Luka. Luego finalizó cuarto en el campeonato soviético y, gracias a estas actuaciones, obtuvo el título de Maestro Internacional. Ascendió a la categoría de gran maestro en 1980,año en que se adjudicó el campeonato mundial juvenil, disputado en Dortmund, República Federal de Alemania, y también el importante certamen internacional realizado en Bakú. En 1981, Kasparov compartío con Lev Psajis el primer puesto del campeonato soviético; se ubicó segundo, detrás de Anatoli Karpov, en el magistral de Moscú; y, en 1982, se impuso en el gran torneo de Bugojno, Yugoslavia, y en el interzonal llevado a cabo en la capital 156

soviética. Durante 1983, Kasparov disputó los cotejos del certamen de candidatos al campeonato mundial. Eliminó, sucesivamente, a su compatriota Alexander Beliavsky; al exiliado ruso; Víctor Korchnoi; y al ex campeón del mundo, también soviético, Vasiley Smylov. De esta manera, fue proclamado desafiante oficial de Karpov. En setiembre de 1984, comenzó en Moscú el encuentro por el título. La reglamentación establecía que sería vencedor quien primero sumara seis victorias, sin límite de partidas. Karpov llegó a estar en ventaja 5 a 0 pero, después, no logró el sexto triunfo y Kasparov descontó la diferencia, hasta quedar 5 a 3. En febrero de 1985, el presidente de la federación internacional dio por terminado el cotejo, cuando se habían jugado cuarenta y ocho partidas. Se dijo que lo había hecho para salvar a Karpov de una derrota segura. Pero la verdad es más fuerte que las intenciones. Fijado un nuevo encuentro, esta vez limitado a veinticuatro partidas, Garry Kasparov desplegó todo su genio y se apoderó del título. El ídolo de la joven generación ha demostrado cabalmente su superioridad y sucedió a Karpov en el reinado del mundo ajedrecístico. Es justo señalar que Karpov, campeón durante diez años, prestigió al ajedrez con su continua presencia en los grandes torneos, donde alcanzó victorias resonantes. Único cordobés campeón argentino de mayores

Guillermo Soppe supo reescribir la historia * Por Juan Antonio Castro Torres, periodista y escritor.

En el deporte como en la política, la República Argentina es un país macrocefálico. A contrapelo del espíritu y la letra de la Constitución Nacional que consagra la igualdad entre los hombres y las provincias que componen la Nación, Buenos Aires, ha dominado la escena de la sociedad argentina, no pocas veces con la prepotencia del número. Pero como siempre, hay excepciones que justifican la regla. Córdoba se ha distinguido, desde 1810 en adelante (¡y antes 157

también¡), por sus propios valores humanos, por su natural rebeldía, por su humor y su genio; por su cultura, que marca rumbos, que le han dado al puerto porteño, más de un dolor de cabeza. En lo político y social, con acontecimientos revolucionarios que América latina admiró y tomó como ejemplos a seguir, como la Reforma Universitaria de 1918 o el Cordobazo de 1969. También con el faro vigente de la Universidad Nacional de Córdoba: cuatro siglos de historia, la más antigua del país, formadora de profesionales humanistas, argentinos y extranjeros, que, en su mayoría, transmiten aquel mensaje de libertad y justicia, del manifiesto liminar en la rebelión estudiantil al inicio del siglo XX. También en el ajedrez Desde los primeros latidos de la patria de San Martín y Belgrano, Argentina mostró una larga y brillante trayectoria en la actividad ajedrecística. Pero, hasta que apareció arrollador Guillermo Soppe en la escena nacional para reescribir la historia, los grandes torneos, los grandes campeones, los acontecimientos deportivos excluyentes, ocurrían, monocordes, en la gran metrópoli, bañada por el río más ancho del mundo. Civilización o barbarie, escribió Sarmiento. Los historiadores registran la fundación de El Progreso, por cierto en la absorbente Buenos Aires, en 1852. Fue el primero de los muchos clubes donde se reunían los preclaros representantes de la sociedad porteña para intercambiar jaques y románticos lances, a la five o ´clock tea, como ordenaba la impronta imperialista de la época. Mientras, el resto de los argentinos provincianos luchaban a brazo partido para sobrevivir bajo el iluminismo de los caudillos, a puro rancho, truco, taba y cuchillo, lejos de cualquier pensamiento cercano al juego ciencia, reservado para aquella elite ilustrada que recibía, antes que nadie, todo lo que “bajaba de los barcos” llegados de la vieja Europa dominante. El club Argentino de Ajedrez apareció en 1905 y la Federación Argentina de Ajedrez nació en 1924. Por supuesto los primeros campeones argentinos surgieron de aquellos que competían exclusivamente en Buenos Aires: Damián Reca, Benito Villegas, Roberto Grau, Isaías Pleci, Jacobo Bolchochan y Luis Piazzini. 158

Muchas décadas tuvieron que pasar para que el interior tuviese cabida en la agenda ajedrecística nacional. Hasta que por derecho propio y luego de una rutilante campaña ascendente, Guillermo Soppe se coronó campeón argentino oficial en 1990, años después de haber alcanzado el título de Maestro Internacional de FIDE. No le resultó nada fácil. Guillermo tenía 30 años de edad y una gran experiencia internacional que, sumada a su talento natural, le permitió quedarse con el título, en un match final con el MI Marcelo Tempone, que se concretó en la ciudad de Córdoba. Ambos habían ocupado el primer lugar en el Campeonato Argentino realizado en la ciudad de San Luis, y el desempate se concretó en La Docta, gracias a la gestión realizada por Wilfrido Meloni, presidente de la Unión Cordobesa de Ajedrez. La justa fue pactada a cuatro partidas. La estrategia del juego decisivo, fue así, en palabras del propio Soppe: “Sabía que el punto débil de Tempone eran los pre finales y las partidas largas. Por eso en la última partida elegí una variante de la defensa Siciliana utilizada por Kasparov y Karpov que, generalmente, llevan a esquemas en los cuales me siento cómodo”. Acertó. Con temple y seguridad, caminando por la cornisa, Soppe logró la igualdad, porque con el empate le sobraba. Y en la partida que ganó, un Gambito de Dama Aceptado,, después de rechazar una oferta de tablas, remató la posición favorable con gran precisión. Por primera vez en la historia, un cordobés se coronaba campeón argentino de Ajedrez en la categoría máxima. Premonitorio, el mismo Soppe había alcanzado el título nacional, pero en categoría cadetes en 1977. Para que nadie dudara de su inagotable talento, Soppe volvió a sorprender a los más experimentados especialistas, cuando en 2003, a los 43 años de edad, volvió a coronarse Campeón Argentino. En esa ocasión, como el mejor de los chistes cordobeses, en la propia y orgullosa Buenos Aires, que tuvo que inclinarse ante la fuerza ajedrecista de Guillermo. Soppe jugó torneos internacionales ocupando siempre puestos destacados, tanto en Argentina como en distintos países donde representó en forma descollante al ajedrez de Córdoba. Ganó en 159

Brasil, como en Chile o Cuba. Fue representante olímpico en numerosas oportunidades a partir de 1990; participó de tres campeonatos Panamericanos por equipos, alcanzando en 1985 la medalla de oro por equipos y la medalla de oro individual en el segundo tablero. En 2008 ganó en solitario el II Torneo Magistral de Colonia, Uruguay. También en su palmarés se cuenta el triunfo en el Abierto Centro de la República, el certamen más importante que se disputó durante muchos años en la provincia de Córdoba. Recibió el título de ciudadano destacado de Córdoba en 2004 y actualmente se desempeña como docente de la Universidad Católica de Córdoba en el área de Deportes y profesor del Club Atlético Belgrano. Con Raúl Grosso, escribió un hermoso libro: Erich Eliskases, caballero del ajedrez, re editado en Córdoba, en 2008. Todo lo dicho tiene, por cierto, un gran valor histórico y deportivo, y pone de manifiesto, además del talento de Soppe, su dignidad ejemplar, una voluntad de trabajo y estudio excepcional, para alcanzar el triunfo en el más difícil escenario nacional del ajedrez de alta competencia. Pero la reseña no estaría completa si no intentamos esbozar una semblanza desde lo social y humano que, es, sustancialmente lo trascendente. Guillermo Soppe ha demostrado con hechos su vocación de servicio a la sociedad. Comprometido con su tiempo y su terruño, emblema de una disciplina deportiva amateurs, es un referente social para las generaciones que vienen. Pese a su larga trayectoria deportiva, continúa participando en todos los torneos posibles, a lo que suma su generosa actividad como docente, formando a jugadores de excelencia a través de sus clases en el Club Atlético Belgrano de Córdoba. Por si fuera poco, dirige torneos nacionales y provinciales organizados por FADA y se desempeña como coordinador técnico del programa ÁGILMENTE PAMI, una exitosa experiencia práctica, que beneficia a numerosos jubilados y pensionados cordobeses desde hace varios años. También se desmpleña como presidente de la federación Cordobesa de Ajedrez. 160

Este es Guillermo Soppe, un elegido de Caissa para reescribir la rica historia del ajedrez en la República Argentina. Su irreprochable conducta, sus virtudes personales y familiares, lo muestran como un auténtico gran maestro, el único título que le falta en el ajedrez, pero que, en la vida, recibió hace tiempo, por derecho propio.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

161

10 Personajes Ancianos que sobresalieron El juego de ajedrez, por su naturaleza intelectual, puede ser practicado desde la niñez hasta la ancianidad. Sin embargo, son raros los niños prodigios que sobresalen en las competencias importantes, porque la experiencia es tan necesaria como el estudio y el talento. En el extremo opuesto de la vida, tampoco es frecuente que las personas de edad avanzada obtengan buenos resultados en los torneos, aunque hayan sido grandes maestros en la juventud. Con los años, decae fatalmente la capacidad de concentración, la memoria para calcular variantes y hasta la resistencia física exigida por las horas consecutivas de juego. Hubo, por supuesto algunas notables excepciones. El doctor Ossip Bernstein, por ejemplo, nacido en Ucrania en el año 1882, ya se destacaba a principios del siglo como uno de los mejores ajedrecistas del mundo. Naturalizado francés luego de la revolución rusa, continuó participando en certámenes magistrales hasta poco antes de su muerte, acaecida en 1962. Lo extraordinario es que, cuando contaba con setenta y dos años de edad, fue capaz de igualar el segundo puesto del torneo internacional de Montevideo, adjudicándose además el premio de brillantez por la hermosa partida que le ganó a Miguel Najdorf. Najdorf, precisamente, es otro admirable caso de vitalidad y permanencia. Nacido en Polonia, en 1910, se hizo ciudadano argentino después de la segunda guerra mundial, cuyo estallido lo sorprendió jugando las Olimpíadas en Buenos Aires. “El viejo”, como se lo llamaba cariñosamente, dejó su lugar a los maestros jóvenes en los torneos oficiales en la última etapa de su vida, pero siguió jugando en cotejos de alto nivel, que ayudó incluso a organizar. 162

Conservaba su puntuación en el ranking internacional y era un rival de cuidado para cualquier representante de las nuevas generaciones. De los campeones mundiales, que cada vez son más jóvenes, merece recordarse por su brillante vejez a Emmanuel Lasker. Había nacido en 1868 y falleció en 1941, y retuvo el título durante 27 años. Había cumplido los sesenta y seis, cuando alcanzó segundos y terceros puestos en torneos de primera línea, como los de Zurich, 1934, y Moscú 1935. Y no hay que olvidar que alternaba el ajedrez con la filosofía y las matemáticas, ejerciendo la cátedra universitaria y escribiendo densos tratados. Lasker fue, sin duda, un hombre de impresionante lucidez, que no conoció la decadencia. Pero acaso la figura más asombrosa, en este sentido, sea la de Samuel Reschevsky. Oriundo de Polonia y norteamericano por adopción, Reschevsky fue niño prodigio, que aprendió a jugar al ajedrez a los cuatro años y que a los ocho ya daba simultáneas por toda Europa. Y es también, si se nos permite la expresión, anciano prodigio, como lo demostró en el Campeonato de los Estados Unidos en el año 1981. A los setenta años de edad Reschevsky empató el cuarto puesto y estuvo a punto de clasificarse para los interzonales. Niños precoces y lúcidos ancianos: El amanecer y el ocaso de la vida pueden encontrarse frenta al tablero de sesenta y cuatro casillas, para crear combinaciones que están fuera de tiempo.

Carta de Ronald Reagan La Federación de Ajedrez de los Estados Unidos declaró al 5 de Octubre como “Día nacional del ajedrez”, en aquel país. Con tal motivo, el ex presidente, Ronald Regan, le dirigió una carta cuyo texto reproducimos. Con membrete de la Casa Blanca, dice Mr. Reagan: “Me es grato asociarme a los miembros de la Federación de Ajedrez de los Estados Unidos y a tantos otros americanos, para reconocer al 5 de octubre como Día Nacional del Ajedrez”. “El juego de ajedrez ha sido jugado durante siglos” -continúa el ex presidente de EE.UU-. “Con probables orígenes en la antigua India, se 163

expandió por el Medio Oriente y fue traído desde esta región a Europa, por los cruzados que regresaban. Ha sido disfrutado allí desde el siglo XIII. A continuación, Reagan expresa: “El ajedrez es único porque proporciona placer y distracción, al mismo tiempo que también estimula y desarrolla la mente. Muchos de los más grandes pensadores, en los más diversos campos y con los más distintos intereses, han aprendido mucho de su experiencia ante el tablero. Matemáticos, militares, científicos, líderes mundiales y muchos otros, han practicado este maravilloso juego y, a menudo, han sido maestros en él. La conceptuosa carta de Reagan concluye así: “Los americanos disfrutan del ajedrez desde hace muchos años, y hoy son más que nunca quienes lo juegan. Personas de todas las edades, de distintas regiones y nivel de vida, estudian y participan de sus fascinantes complicaciones. Hay pocas maneras mejores de fortalecer el propio carácter, poner a prueba los procesos del pensamiento a pasar agradablemente una hora o más. Como todas las cosas verdaderamente clásicas, el ajedrez supera la prueba del tiempo y sin duda continuará cautivando a millones de personas en todo el mundo”. Firmado: Ronald Regan. Cabe recordar que los próceres de los Estados Unidos se cuentan entre los personajes de la Historia que fueron aficionados al juego de ajedrez. Quien más lo valoraba era Benjamín Franklin, que solía frecuentar el famoso Café de la Régence cuando era embajador americado en Paris. También gustaban mucho del ajedrez George Washington y Abraham Lincoln. Sin embargo, esta manifiesta admiración por el juego no implica que el gobierno otorgue subsidios a la Federación. En los Estados Unidos la actividad ajedrecística se sostiene con aportes privados y a la federación jamás se le ocurriría pretender que el gobierno pague los pasajes de los juegadores que deben competir en el exterior. Sin ir más lejos, el equipo norteamericano no participó en una “Copa de Oro”, disputada en Lucerna, sencillamente por falta de medios 164

económicos.

Aspecto de la personalidad más intima En el mundo de las artes, suele recordarse que ciertos grandes creadores padecían algún defecto físico, congénito o adquirido. El escritor español Miguel de Cervantes, por ejemplo, autor de “Don Quijote de la Mancha”, es llamado “El manco de Lepanto”, por haber perdido un brazo en esta famosa batalla, librada en 1571. También en el ajedrez, que es un arte, se registran estas circunstancias. Sólo son anecdóticas, por supuesto, pero revelan aspectos de la personalidad más íntima, del lado puramente humano de un gran maestro. El caso del Francés Alexandre Deschapelles, nacido en 1780, tiene similitud con el de Cervantes. Deschapelles ingresó a la escuela militar de Brienne, y tenía apenas catorce años de edad cuando entró en el ejército en Sambré-st-Mause. Poco después, en la batalla de Fleurus, una localidad de Bélgica donde se enfrentaron los franceses y los austríacos, Deschapelles fue gravemente herido y perdió la mano derecha. Dado de baja, esta mutilación influyó decisivamente en la vida del jóven, que desde entonces se dedicó a la bohemia, viviendo del juego; no solamente ajedrez, en realidad, sino también cartas y dados. Y, lo que es más admirable, jugaba muy bien al billar. Uno de los mejores jugadores alemanes de principios de nuestro siglo, Richard Teichmann sólo veía con el ojo izquierdo. En su autobiografía, Edward Lasker retrata así a su compatriota: “Teichmann era ciego de un ojo, que llevaba cubierto con un parche negro. Tenía un rostro que llamaba la atención, y cuya forma alargada se prolongaba por una espesa barba rubia y una frente de grandes entradas. Rodeado de otros ajedrecistas, se parecía a Wotan en compañía de los dioses menores”. Aclaramos que Wotan, llamado también Odín, era el dios más importante de la mitología escandinava. Al parecer, Teichmann no sufría ningún complejo de tuerto, y sus rivales,en cambio se setían inhibidos en su presencia. Quien fue candidato al campeonato del mundo antes de la primera 165

guerra mundial, al médico Siegbert Tarrasch, había nacido con una malformación en un pie, que lo obligaba a caminar rengueando. Tarrasch sí vivió acomplejado por este defecto, a pesar del cual fue un cirujano sobresaliente y un eximio ajedrecista. Pero tenía un carácter áspero, propio de un resentido. El ya citado Edwar Lasker dice que Tarrasch era un tipo más bien desagradable, que nunca pudo dominar su colosal engreimiento. La psicología moderna seguramente explicaría que la arrogancia, y hasta la agresividad de Tarrasch, eran una consecuencia directa de su defecto físico, un mecanismo de defensa surgido de su complejo de inferioridad. Uno de los primeros campeones de Córdoba, Jose Ignacio Chávez, quedó ciego a los siete años de edad. Aprendió sin embargo a jugar al ajedrez y fue figura relevante en su tiempo, conquistando el título local en 1925. En realidad, es muy grande el número de jugadores ciegos que compiten en todo el mundo, al extremo de que existe una reglamentación especial, aprobada por la Federación Internacional, para que las partidas en que uno de los jugadores, o los dos, sean no videntes. Y, cada cuatro años, la Asociación Braille organiza las olímpiadas de ajedrez para ciegos. El ajedrez, como toda manifestación del espíritu, supera pues las limitaciones de la naturaleza.

Extraordinarios mecenas En el siglo I antes de Cristo, vivió en Roma un caballero llamado Mecenas. Según las crónicas de la época, Mecenas era un entusiasta aficionado a todas las artes, y utilizó su propia fortuna, así como también la influencia que ejercía sobre el emperador Augusto, para favorecer a grandes poetas como Horacio y Virgilio. El nombre de Mecenas se ha convertido en sustantivo común y sirve para designar a aquellas personas, generalmente adineradas, que brindan apoyo económico a la actividad creadora. Y como el ajedrez también es un arte, ha tenido y tiene sus propios mecenas. Ya en la segunda mitad del siglo IV, por ejemplo, el califa Mutawakil, de Bagdag, se convitió en el protector de uno de los más grandes 166

maestros que tuvo el ajedrez, en su versión árabe. Nos referimos a Al-Adli, que gracias a dicho monarca pudo escribir los tratados de ajedrez más antiguos que se conocen. Se supone que también Harunel-Raschid, el califa aparece en los famoso cuentos de “Las mil y una noches”, fue mecenas de otros ajedrecistas. Durante el Renacimiento, los reyes y los cardenales actuaron como mecenas de todos los grandes artistas. Tampoco los maestros de ajedrez estuvieron excluídos, pudiendo recordarse que el sacerdote español Ruy López de Segura contó con el patrocinio de Felipe II, quién aportó incluso los premios para el primer torneo internacional de la historia del juego, cumplido en Madrid en 1575. Uno de los participantes de este certámen, el italiano Leonardo el Cutro, era además el protegido del príncipe de Bisignano, en cuya corte el maestro murió asesinado, precisamente por envidia. Varios de los encuentros por el campeonato mundial fueron posibles por la intervención de algún mecenas. Cuando la disputa del título no estaba todavía reglamentada por un organismo oficial, el campeón exigía importantes sumas de dinero para exponer su corona, y muchos grandes maestros no pudieron reunirlas, a pesar de que ajedrecísticamente eran aspirantes serios. En cambio, un jugador de segunda línea, como fue el polaco David Janowski, logró medirse con Lasker en 1909, porque su mecenas, un señor de apellido Nardus, efectuó la contribución financiera indispensable. Incluso el denominado “match del siglo”, es decir, el que jugaron Robert Fischer y Boris Spassky en Reykjavick, en 1972, no se habría llevado a cabo de no mediar un mecenas. Fischer notificó que no se presentaría, por considerar insuficientes los premios establecidos; entonces, el magnate británico Jim Slater donó 50.000 libras esterlinas adicionales, y finalmente Bobby aceptó jugar. Uno de los mecenas más extraordinarios que ha tenido el ajedrez mundial fue Frederick Hamilton-Russell. Financió de su bolsillo los juegos olímpicos organizados en Inglaterra (Londres 1927 y Folkestone 1933), e instituyó la copa de oro que se entrega al país vencedor en el campeonato mundial por equipos. Otro nombre destacable es el norteamericano Louis Statham, fallecido en febrero 167

de 1983, quien fue el patrocinante del torneo abierto de Lone Pine durante más de una década. Ludwing Paulsen, un campeón olvidado En todas las artes y las ciencias, la historia recuerda el nombre de quienes alcanzan los máximos títulos o llevan a su expresión perfecta una teoría o un descubriento. Se comete la injusticia de olvidar a los precursores, es decir, a aquellos que trabajaron denodadamente para brindar a otros las bases de su éxito. El ajedrez no es una excepción a esta regla y hay así grandes figuras que han quedado relegadas. Tal es el caso de Ludwing Paulsen. Hijo de un profesor de filosofía de la Universidad de Gottingen, Ludwing Paulsen vio la luz en Nassargrund, el 15 de enero de 1833. su propio padre le enseñó a jugar al ajedrez y el muchacho demostró enseguida que poseía grandes condiciones. Estudió profundamente las partidas de Philidor e introdujo novedades en muchas aperturas y defensas, anticipándose a las ideas que Nimzovich desarrollaría medio siglo más tarde. Acompañando a sus hermanos Erase y Wilfried, que también eran aficionados al juego, Ludwing Paulsen viajó a los Estados Unidos de América poco antes de cumplir los veinte años de edad. Se hizo socio del Manhattan Chess Club, en Nueva York, y rápidamente se ganó una sólida reputación de maestro. Asombró también a los americanos por su habilidad para jugar partidas simultáneas a ciegas, un espectáculo poco habitual en aquellos tiempos. En 1857 se organiza el primer campeonato de los Estados Unidos, y Paulsen es invitado a participar. El certamen se disputó por encuentros indivuales eliminatorios, y el joven alemán llegó a la final, debiendo medirse con Paul Morphy. Como se sabe triunfó el genio americano, pero este vicecampeonato fue también consagratorio para Paulsen. El maestro germano regresó a su patria y durante muchos años intervino en importantes torneos europeos. Fue vencedor en Bristol, 1861; Krafeld, 1871; Leipzig, 1877; Franckfrut, 1878, y obtuvo 168

segundos y terceros puestos en muchas otras competencias. En cotejos individuales, merece recordarse a que enfrentó al campeón del mundo, Adolph Anderssen, en tres oportunidades; la primera vez, en 1862, el match finalizó igualado, pero Paulsen venció en 1876 y 1877. Ello demuestra que el olvidado maestro fue una de los mejores del mundo en su tiempo. El nombre de Paulsen sólo permanece asociado a una variante de la defensa Siciliana, que se juega a menudo. Pero investigó también otras líneas de juego, que hoy se atribuyen a otros estudiosos. El gambito Goring, por ejemplo, en la apertura Escocesa, que en realidad es una innovación de Paulsen. El famoso teórico Aarón Nimzovich reconoció su deuda con Paulsen, que fue el primero en considerar pricipios estratégicos adoptados luego por la escuela hipermoderna. Paulsen se anticipó a su época, practicando un estilo poscional de largas miras, cuando todo el mundo vivía la fiebre del romanticismo. Esta ciscunstancia, unida a su carácter más bien retraído, es la causa de que haya quedado oculto, a la sombra de Morphy, Anderssen, Steiniz. Es el destino de los precursores. Ludwing Paulsen falleció en Agosto de 1891

Ruben Fine y el psicoanálisis Fine aprendió a jugar al ajedrez, a los ocho años, gracias a un tío que le enseñó los rudimentos. A los quince, se hizo socio del Marshall Chess Club, donde disputó innumerables torneos de ajedrez relámpago, por pequeña sumas de dinero. Fine atribuyó a esta experiencia, el desarrollo de una gran habilidad en las maniobras tácticas. En cuanto a su estrategia, el propio maestro ha reconocido la influencia de los grandes campeones de su tiempo: Manuel Lasker y Alejandro Alekhine. Su período más brillante en el terreno internacional, es el de los años 30. Varias veces campeón de los Estados Unidos, encabezó el equipo de su patria en los juegos olímpicos y estuvo a un paso de ser 169

candidato al campeonato mundial. En efecto: Finé igualó el primer puesto del famoso torneo AVRO, realizado en Holanda en 1938, con el estoniano Paul Keres, pero ésto lo superó por sistema. De todas maneras, la guerra mundial impidió que el encuentro por el título, que poseía Alekhine, pudiera concretarse. Finé tenía resultados favorables en sus cotejos con el campeón y siempre se ha opinado que lo habría derrotado en un match. Hombre de vasta cultura, Fine hablaba fluidamente seis idiomas, entre ellos el español, además de su nativo inglés. Estudió filosofía y psicología y se doctoró en la Universidad de Columbia, dedicándose posteriormente al psicoanálisis. Ha publicado dieciseis libros sobre esta especialidad, incluída una historia del psicoanálisis, que se editó en 1979 y ya ha sido traducida a varias lenguas. En esta materia de ajedrez, Finé es autor de un famoso tratado de finales, escrito en el asombroso tiempo de sólo tres meses. También es muy conocido su manual sobre medio juego y una encantadora autobiografía, titulada “Una pasión por el ajedrez”. Aunando su autoridad como gran maestro del juego y eminente psicoanalista, Finé ha escrito una polémica monografía: “La psicología del jugador de ajedrez”. En ella analiza las motivaciones que lo llevaron a muchos distinguidos campeones a consagrarse en este juego. Uno de los casos examinados es el de Paul Morphy, cuyos rasgos neuróticos destaca Finé, lo cual le ha valido duras críticas. No obstante, Finé ha aclarado que no existe ninguna relación causal entre la neurosis y la afición por el ajedrez, aunque, en determinados jugadores, tal relación pueda ser encontrada. Certero en sus juicios, Fine ha definido a los grandes ajedrecistas de este siglo, con pocas palabras. De Samuel Reshevsky, su eterno rival, ha dicho que fue el único verdadero niño prodigio en toda la historia del ajedrez; de Lasker, que era un perfecto caballero y un genio para improvisar ante el tablero; y de Fischer, que “tal vez le hubiera hecho falta un buen psicoanalista”.

Franklin y la moral del ajedrez 170

Hay muchas personalidades de la historia, en el terreno científico, artístico y político, que fueron entusiastas aficionados al juego de ajedrez. Entre ellos figura el nortemericano Benjamin Franklin. Nacido en Boston, en el año 1706, Franklin se dedicó primero a los negocios, siendo propietario de una imprenta en Filadelfia. A los cuarenta años de edad, decidió sin embargo consagrar el resto de su vida a los estudios filosóficos y las diversiones. Los estudios filosóficos comprendían diversos temas de moral, pero también la investigación científica: Sus experimentos acerca de la electricidad atmosférica, lo llevaron a inventar el pararrayos. y, en cuanto a las diversiones, la principal siempre fue el ajedrez. Como se sabe, Franklin interrumpió su actividad científica para participar de manera notoria en la independencia de los Estados Unidos. Negoció el apoyo de Francia para la causa emancipadora y, más tarde, fue embajador de su flamante patria libre ante el gobierno de Paris. La aficción del prócer a nuestro juego, databa de su juventud. En un momento dado, Franklin resolvió estudiar idiomas, comenzando por el italiano. Y advirtió que el ajedrez ocupaba demasiado tiempo, por lo que debía optar entre el juego o el estudio. Pero era un hombre práctico, y encontró la manera de conciliar ambos intereses: Disputaba partidas con sus compañeros de clase, y el que ganaba tenía derecho a imponer una tarea al derrotado. La tarea era desarrollar un aspecto de la gramática, o guiar un ejercicio de pronunciación, o traducir un texto. Con ingenio, Franklin aprendió el italiano sin dejar de jugar al ajedrez. Un viaje a Francia le permitió conocer el famoso Café de la Régence, que era el centro ajedrecístico de toda Europa. Allí, Franklin trabó amistad con los maestros de la época, como Philidor o al británcio sir William Jones. También jugó alguna partida con otro eminente físico, Jean Baptiste Le Roy, intercalando, entre jaque y jaque, observaciones relativos a sus investigaciones científicas. Franklin pasó los últimos años de sus existencia en la capital francesa. Vivió en el barrio de Pasay, donde actualmente hay una calle que lleva su nombre. Recibía de continuo la visita de ajedrecistas que 171

disfrutaban de su habilidad ante el tablero, pero también de su amplia cultura general. A veces, según los testimonios que nos han llegado, el anciano filósofo y estadista se quedaba jugando desde las seis de la tarde hasta el amanecer del día siguiente. Una vecina de Franklin, madame Brillon de Jouy, fue la inspiradora de un libro que el filósofo dedicó enteramente a nuestro juego: Se titula “La moral del ajedrez” y en ella se afirma que el ajedrez es una diversión benéfica, la cual entre los otros efectos positivos,enseña a no sentirse nunca descorazonado, a esperar siempre un cambio favorable, a perseverar. Una visión optimista, propia del “Siglo de las luces”, que alentó el desarrollo de todas las manifestaciones de la cultura, del arte y de la ciencia. Y el ajedrez es todo eso.

Fine y el estudio científico de Paul Morphy Estudiar científicamente la personalidad de un genio del ajedrez, no implica de manera alguna menoscabar su grandeza. Así lo señaló el gran maestro americano Ruben Fine, frente a las airadas críticas que recibió por su retrato psicológico de Paul Morphy. Fine, que era psicoanalista, se ha basado en los abundantes testimonios de la vida de Morphy, para analizarlo como ser humano. Recordemos que Morphy era abogado y que sólo jugó al ajedrez durante un par de años. En ese breve lapso, se consagró virtual campeón del mundo, y se retiró de las competencias cuando tenía apenas veintiún años de edad. Murió a los cuarenta y siete años. Está probado que Morphy padecía, entre otros síntomas de desequilibrio psiquico, de manía persecutoria. Estaba convencido de que su cuñado quería robarle la herencia paterna y llegó hasta el extremo de desafiarlo a duelo. Después lo demandó judicialmente, y se demostró que sus temores carecían de todo fundamento. Más alarmante fue la creencia de Morphy, de que sus amigos envidiaban su ropa y querían destrozárselas. Un día, obsesionado por esta manía, Morphy penetró violentamente en el despacho de uno de esos amigos y lo agredió con furia. Morphy tenía también un concepto insólito acerca del 172

profesionalismo en ajedrez. Dedicarse exclusivamente al juego, ha sido siempre el anhelo de todos los grandes maestros. El genio americano, en cambio, consideraba impropio ser profesional y hasta se ofendía cuando alguien le atribuía este carácter, su indignación al respecto era tan grande, que lo llevó a una grave descortesía: El coronel Mead, presidente del comité de homenaje que recibió a Morphy, cuando éste regresó a su país, dijo en su discurso de bienvenida que el maestro era un brillante exponente del ajedrez profesional. Morphy, en sus palabras de respuesta, le contestó con frases agravianees, y el coronel se retiró de la sala. Fine explica que el prematuro retiro de Morphy, se debe precisamente a que siempre había tomado al ajedrez a la ligera, como simple pasatiempo y recreación. No obstante, los extraordinarios resultados que había alcanzado lo pusieron en la obligación de dedicarse profesionalmente al juego, cosa que chocaba contra sus más íntimas convicciones. Resolvió, entonces, rechazar esta realidad en lugar de aceptarla. Y, como consecuencia, afloraron a la superficie todos los aspectos neuróticos de su personalidad, que el ajedrez había mantenido relegados. El psicoanalista afirma, por otra parte, que “si nos circunscribimos a las cincuenta y cinco partidas serias que figuran en la colección de Morphy, sólo unas cuantas pueden calificarse de brillantes, e incluso haciendo un esfuerzo de imaginación. Muchas de ellas, son aburridas. Lo que Morphy tenía y a sus rivales les faltaba era, primero, la aptitud para ver las combinaciones con claridad, y, segundo, la intuitiva comprensión de la importancia del juego posicional, que en sus tiempos era casi desconocido por completo”. Es explicable que hasta esta desmitificadora imagen de Paul Morphy, haya causado el enojo de sus fanáticos admiradores.

¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! En la Eclesiastés, capítulo 10, versículo 12, se lee: “Las palabras de la boca del sabio son gracia; mas los labios del necio causan su propia ruina”. Recordemos que el Predicador, hijo de David, comienza este 173

libro sagrado con la célebre exclamación: “vanidad de vanidades, todo vanidad”. Los jugadores de ajedrez, como todos aquellos que compiten con sus semejantes en cualquier orden de la vida, deberían tener más presente las admoniciones bíblicas. Tal vez así no cayeran en las lamentables, y a menudo ridículas, actitudes que registra la crónica de muchos torneos importantes. En el año 1911, el todavía desconocido mestro cubano José Raúl Capablanca fue invitado a participar en el certámen internacional de San Sebastián. Los organizadores recibieron, entonces, un formal reclamo de Aarón Nimzovich y de Osip Bernstein, quienes alegaban que el jugador americano carecía de méritos para cotejar con ellos. Ambos maestros europeos pagaron cara su necedad, ya que Capablanca no sólo ganó el torneo, sino que propinó a los vanidosos una tremenda derrota en las partidas individuales. Un año antes, en Hamburgo, hubo otros incidentes parecidos. El doctor Siegbert Tarrasch, que se consideraba aspirante al título mundial y que era un hombre de insoportable arrogancia, había escrito un artículo periodístico donde protestaba por la inclusión del maestro británico Frederick Yates, campeón de su país. Por una parte, las reservas de Tarrasch demostraron tener fundamento, ya que Yates finalizó último y sólo ganó una partida; pero su vencido fue precisamente Tarrasch. El otro episodio, fue, mas bien, una demostración de la grosería de Nimzovich. El día que debía enfrentar a Walter John, un farmacéutico aficionado, de poco nivel técnico pero muy correcto, Nimzovich empezó por llegar casi una hora tarde. Sin saludar a su rival, hizo su primera jugada y se puso a mirar los cuadros que adornaban el salón de juego. Cuando era su turno, movía siempre rápidamente y volvía a admirar las pinturas. John estaba tan indignado que, a pesar de quedar pronto perdido, continuó la partida hasta la jugada 82. Al día siguiente, retó a duelo a Nimzovich, pero una oportuna gestión de amigos comunes impidió que corriera sangre. Otro pedante insufrible, fue el maestro ruso David Janovski. Sin tener verdaderamente condiciones para campeón mundial, había 174

conseguido medirse dos veces por el título con el doctor Manuel Lasker. No por sus méritos ajedrecísticos, sino porque tenía un mecenas que aportaba las importantes sumas de dinero necesarias. Lasker lo había batido fácilmente, pero Janovski no perdía sus ínfulas. En el torneo de Nueva York, 1922, le tocó jugar contra Samuel Reshevsky, que era entonces un niño prodigio de apenas diez años de edad. Luego de doce jugadas, Janovski se levantó y le dijo a otro maestro: “Este chico entiende tanto de ajedrez como yo de equilibrismo: Vea esa posición!”. Era cierto que Reschevsky estaba inferior, pero, finalmente, ganó la partida. Y salió de la sala gritando “Le he ganado a un gran maestro”, mientras Janovsky rumiaba su furia. “Vanidad de vanidades, todo vanidad”.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

175

11 Psicología Aspectos intelectuales que predominan En su famoso estudio “Psicología del jugador de ajedrez”, el gran maestro y destacado psicoanalista americano, Reuben Fine, analiza los aspectos intelectuales que predominan en este juego. Dichos aspectos según Fine, son cuatro: la memoria, la perspectiva, la organización y la imaginación. Y señala el autor: “Para practicar bien el ajedrez, es imprescindible recordar centenares, posiblemente miles, de posiciones previas. La retentiva ajedrecistica experta alcanza así tan alto grado de especialización y tanta destreza, que le permiten realizar hazañas increíbles para el profano”. Y, en este sentido, Fine, destaca el esfuerzo de memoria que implica jugar partidas simultáneas, y sobre todo, el prodigo de hacerlo a ciegas, vale decir, sin mirar los tableros. Esta última habilidad, la de jugar a ciegas, es atribuida por Fine a la perspectiva, que es la representación mental continua. El ajedrecista que ofrece la exhibición de partidas simultáneas sin mirar los tableros, debe mantener en su cerebro la representación continua de todos ellos, con posiciones de piezas en continua variación. Tiene que estar en condiciones, dice Fine, de representarse cada tablero con exactitud y a voluntad. Esto es una facultad intelectual que opera exactamente lo mismo que las computadoras electronicas, aunque sería más justo decir que las máquinas operan igualmente que el cerebro humano. La tercera facultad mental muy desarrollada en el jugador de ajedrez, es la organización, que constituye un aspecto del razonamiento general. El ajedrecista, afirma Fine, debe coordinar y unificar las acciones de las piezas, de modo que adquieran el máximo de eficacia. En este orden, la estrategia ajedrecística es análoga a la estrategia militar, y por eso se estudia ajedrez en academias de fuerzas armadas. 176

Finalmente, y hablando de la imaginación, escribe Fine: “En sí mismo, el ajedrez es una creación artificial. Como la música, el arte y la literatura, puede convertirse en un mundo particular, divorciado de las preocupaciones funcionales y desprovisto de toda aplicación a los asuntos contidianos. Especialmente, la oportunidad de manifestar la expresión imaginativa es lo que enlaza el ajedrez con el mundo del arte”. En cuanto a los rasgos piscológicos más comunes del jugador de ajedrez, Fine, menciona el narcisismo, la fortaleza del “yo” y la sublimación de la agresividad. El narcisismo, que es el amor propio exagerado, se traduce en una gran exaltación cuando uno gana, y en una fuerte depresión, cuando se pierde. Claro que estas reacciones también se encuentran en otras competiciones, pero lo típico del ajedrez es que, siendo un juego individual, resulta imposible compartir el éxito o el fracaso. El ajedrez, siempre de acuerdo con Fine, requiere un carácter fuerte y es un excelente vehículo para afirmar la personalidad. Y permite canalizar, de una manera altamente civilizada, las naturales tendencias agresivas de todo ser humano. Fine dice que, cuando se enseña a jugar al ajedrez a los delincuentes presos, disminuye notablemente el índice de reincidencia. Es un dato científico para tener en cuenta.

Correlación entre el temperamento y el estilo de juego En su famoso ensayo titulado “Psicología de jugador de ajedrez”, el gran mestro americano Reuben Fine, que es también psicoanalista, ha estudiado la personalidad de los campeones del mundo, desde Staunton hasta Botvinnik. Vale la pena reproducir aquí algunos de sus comentarios. Sobre Howard Staunton, el maestro británico que fue considerado el mejor del mundo entre 1840 y 1850, Fine recuerda que había aprendido a jugar al ajedrez siendo ya adulto. Trabajó como actor teatral, luego se especializó en las obras de Shakespeare, escribió tratados sobre el juego y organizó el primer torneo internacional de 177

la era moderna, en Londres, 1851. Según Fine, “Staunton era una persona extraordinariamente agresiva” y son famosas las polémicas que sostuvo a través de la prensa, empleando expresiones ofensivas para sus adversarios. Era también un hombre de excesivo amor propio, como lo demuestra el hecho de que abandonó la práctica del ajedrez luego de su fracaso en el citado torneo de Londres. El rasgo más curioso de la personalidad de Staunton, es que su estilo ante el tablero contrastaba con su agresividad en la vida. Jamás arriesgaba en la partida, nunca aceptaba un sacrificio, y ganaba gracias a su paciencia para esperar el error del rival y a su habilidad para aprovecharlo. Fine afirma que, en términos generales, a veces existe este tipo de compensaciones, y así como un hombre pacífico puede desarrollar su agresividad cuando juega al ajedrez, también el hombre agresivo es capaz de jugar un ajedrez tranquilo. En otras palabras: No hay una necesaria correlación entre el temperamento y el estilo de juego, como suele creerse. El vencedor del torneo de Londres, 1851, y virtual sucesor de Staunton como campeón mundial, fue el profesor alemán Adolph Anderssen. Fine señála que Anderssen era, en muchos aspectos, la antítesis de Staunton. Fue un jugador “amateur”, que consagró su vida a la docencia y que sólo participaba en competencias durante las vacaciones. Anderssen era una persona afable, generosa y conservadora. Las derrotas no lo afectaban, era un apasionado del juego y el hecho de ganar o perder le parecía poco importante. Nunca tuvo problemas con nadie, no planteaba reclamos en los torneos, y se tomó la molestia de viajar a Paris para jugar con Paul Morphy, a pesar de que era más lógico que fuera el desafiante, y no el campeón, quien se trasladara. El ajedrez, fue entonces, para el pacífico profesor Anderssen, una válvula de escape; era el campo donde podía dejar volar la imaginación, huir de la rutina y hasta vivir una aventura que jamás se habría atrevido a afrontar en la existencia cotidiana. Y así fue como Anderssen produjo las partidas más brillantes de la historia del ajedrez, conocidas con los nombres de la “inmortal” y la “siempreviva” con sacrificios audaces y remates espectaculares. Fine consagra un largo capítulo a la personalidad de Paul Morphy, el 178

genial ajedrecista americano que derrotó a Anderssen y se retiró del ajedrez prematuramente. Pero Morphy presentaba claros síntomas de desequilibrio mental y es, junto con Fischer, un ejemplo de psicosis en el ajedrez.

Lasker y las diversas expresiones de la cultura, según Fine La pasión ajedrecística por el juego es independiente de la habilidad práctica del jugador. Señalamos que, entre los campeones mundiales, hubo grandes apasionados, como Robert Fischer. Para otros famosos maestros, en cambio, el ajedrez no lo era todo en su vida. Acaso quien mejor ilustra la falta de pasión, era el doctor Manuel Lasker. Y, sin embargo, fue el campeón mundial más admirable de todos los tiempos. Para comprobarlo, basta leer el retrato de Lasker, compuesto por Reuben Fine en su libro “Psicología del jugador de ajedrez”. Fine, señala que Lasker no se tomó en serio el ajedrez hasta después de los quince años de edad. Se lo enseñó su hermano, que era un jugador de primera categoría de Berlín. El joven Lasker cosechó una serie de victorias y derrotó a Steinitz por el título. Y aquí se registra la primera demostración de su disciplina: Se retiró de las competiciones durante una temporada y obtuvo el doctorado en filosofía matemática, en la universidad de Erlangen. A esta altura, hace notar el autor, Lasker pudo haber enseñado matemática o convertirse en jugador profesional de ajedrez. Pero prefirió que se lo considerase filósofo y, en cada momento de su vida, dedicó su preferente atención a diversas expresiones de la cultura. El ajedrez era sólo una de ellas. Fine afirma que “principalmente, Lasker fue un espíritu emancipado y durante la mayor parte de su vida actuó como intelectual independiente. Le interesaron muchas y variadas cosas: Enseñó matemáticas, escribió sobre filosofía, inventó un modelo de tanque en la primera guerra mundial, redactó una enciclopedia de los juegos 179

y un libro acerca de juegos de tablero y, hacia el final de su existencia, proyectó una serie de reformas sociales, expuestas en una obra titulada “la comunidad del futuro”. Ningún campeón del mundo ha poseído la cultura de Lasker. Uno de sus mejores amigos fue el genial científico Albert Einstein. También frecuentó al antropólogo Ernst Cassirer. Y, lo que es más notable todavía, Lasker jamás tuvo los desplantas que otros ajedrecistas, mucho menos geniales, acostumbran a cometer. Fine destaca que Lasker era “afable, cortés y, al menos en la superficie, totalmente desprovisto de cualquier clase de hostilidad. Quienes lo conocían se impresionaban ante su negativa a complicarse en discusiones o a pronunciar una sola palabra incoveniente para alguien. Se enorgullecía de su temperamento filosófico. Comparando el estilo de Lasker con el de otros campeones de su época, Fine subraya que “a difererencia de los demás, Lasker no se comprometía con ningún punto de vista doctrinario. Steinitz quería demostrar sus teorías, antes que ganar; Capablanca, buscaba simplificar; Alekhine, trataba de atacar; Lasker, en cambio podría atacar o defender. Aunque normalmente prefería defender, contaba con talento suficiente para desarrollar la apertura, el medio juego y la parte final, con idéntico virtuosismo. Era un artista completo del ajedrez......”.

Psicología del jugador de ajedrez El gran maestro Reuben Fine, que fue cantididato al título mundial, es también un conocido psicoanalista. Hace treinta años, Fine escribió un ensayo titulado “Psicología del jugador de ajedrez”, que sigue siendo el trabajo más completo sobre el tema. Fine describe magistralmente algunos rasgos típicos del ajedrecista. En el capítulo 2 del libro, puede leerse lo siguiente: “Para innumerables ajedrecistas, la partida ejerce una peculiar fascinación. Durante ella, todo puede olvidarse: Esposa, amigos, actividades profionales. El ajedrez se convierte en un mundo aislado. Las partidas pueden durar horas, a veces incluso días, y, entretanto, el mundo 180

exterior queda completamente al margen. En muchas asociaciones de ajedrecistas, hay por lo menos un socio que haya renunciado, a cambio del juego, a cuanto ofrece la vida: un hombre que se alimenta, piensa y duerme a base de ajedrez. En ocasiones, se trata de un profesional que a duras penas consigue subsistir, pero lo más frecuente es que sólo sea una persona dominada por su fanática afición”. Y agrega enseguida el autor: “Tan tentadora es la perspetiva de abandonar el mundo por el ajedrez, que muchos hombres dotados de sentido realista se dan cuenta del peligro, abandonan totalmente el juego y sólo vuelven a practicarlo cuando han quedado eliminadas las demás preocupaciones”. Esta certera caracterización de Fine, si bien corresponde a la realidad de muchos ajedrecistas, no es exclusiva de este juego. También puede darse con otros, ya sean de azar o de ingenio, que proveen una vía de escape a aquellas personas que, por diversos motivos, tienen dificultades para integrarse en el mundo y en la sociedad. Fine lo señala, algunos párrafos más adelante, cuando escribe: “Todos los observadores están de acuerdo en que, desde el punto de vista del jugador, el ajedrez pertenece al grupo de juegos apasionados”. Muchos jóvenes y adultos que lo adoptan, tratan del ajedrez como si fuera una de las cuestiones primordiales de la vida (...). La emocionante experiencia que se deriva de superar a un contrario es, a menudo, más intensa que las relacionadas con el logro de un sobresaliente en los estudios o un ascenso profesional”. Las observaciones de Fine, se refieren evidentemente, a que personas que han tomado el ajedrez con fanatismo. Y esto es ciertamente malo, porque implica un trastocamiento de valores. El ajedrez es nada más que un juego, que posee además el elevado mérito de su método científico y de su vuelo artístico. La actitud sana ante el ajedrez, es la de asumirlo como actividad cultural y formativa, integrada en un plan más amplio y completo de desarrollo intelectual. El ajedrez no debe excluir a ningún otro arte ni a ninguna otra ciencia, y mucho menos ha de ser causa de abandono o descuido de los estudios o el trabajo. El profesionalismo, en ajedrez, está reservado únicamente a los 181

grandes talentos, por no decir, a los genios del tablero, que son naturalmente muy pocos. El ajedrez contribuye grandemente a la disciplna mental y proporciona un solaz estético de naturaleza superior. Aficionarse al juego de manera morbosa, lleva a la frustación y al fracaso. El libro de Fine analiza muchos casos.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

182

12 Teoría Anecdotario sobre las aperturas En el juego de ajedrez, se denomina “apertura” a la serie de jugadas iniciales de una partida. Esos primeros movimientos, consagrados por uno y la teoría, marcan el rumbo estratégico del juego, ya que dan lugar a esquemas de peones y de piezas que poseen características propias. La apertura es comparable a la tonalidad dominante de una composición musical, ya que de alguna manera signa todo su desarrollo ulterior. Las aperturas se conocen con nombres muy variados; algunos, aluden al lugar donde se jugó por primera vez o al certamen en que se hizo popular; otros, al maestro que la propuso o la estudió de manera sistemática. Sin embargo, estas nomenclaturas son bastantes caprichosas, ya que han ido surgiendo a lo largo de los siglos y no poseen ninguna base científica. Y hasta se da el caso de que el nombre de la apertura obedece a un error o a un equívoco. La llamada defensa Damiano, por ejemplo, se atribuye al jugador portugués de ese nombre, que vivió en el siglo XVI. Pero Damiano sólo escribió algunos artículos donde señalaba que la jugada constitutiva de dicha defensa era un grave error.... Algo parecido sucede con la apertura Ponziani. Este sacerdote del siglo XVIII tampoco fue el creador de la jugada que caracteriza a la apertura, sino que sólo recomendó una continuación contra ella, bastante mala, por lo demás. Más curioso es el origen de la famosa apertura Española, comunmente llamada Ruy Lòpez, en homenaje al sacerdote español Ruy López de Segura, que vivió en la cortes de Felipe II, en elsiglo 183

XVI. En realidad el maestro español recomendaba jugar, con las piezas negras, lo que luego sería conocido como defensa Philidor; y se limitada a desaconsejar la inmediata salida del caballo dama, debido a la réplica “A5C”. Sin embargo, esta última jugada es la que quedó como típica de la apertura Ruy López. No para aquí la historia menuda del nombre de las aperturas. La “Escocesa” se llama así por haber sido empleada en un cotejo por correspondencia entre Inglaterra y Escocia, entre 1824 y 1828. Pero la paradoja estriba en que la apertura fue planteada por los ingleses, y no, por los escoceses. Hay además notorias injusticias. Mucho antes de que el poco conocido maestro ruso Veniamin Sozin hiciera pasar como suya la variante de la defensa Siciliana que se recuerda con su nombre, la misma variante había sido propuesta por Rudolf Spiellman. Claro que, en compensación, la variante denominada Spiellmann, en la defenza Nimzoindia, no fue creada por él si no por Grunfeld.... Los nombres de las aperturas, pues, pertenecen al anecdotario de ajedrez y no a su teoría. El romántico periodista Falkbeer Todos los aficionados conocen, seguramente, una defensa contra el gambito de rey, denominado “Contragambito Falkbeer”. Pero pocos han de saber quién fue este señor Falkbeer. Su nombre completo era Ernst Karl Falkbeer y nació en la ciudad de Brunn, Austria, el 27 de junio de 1819. Era periodista profesional y abrazó las ideas liberales de la revolución francesa, propiciando la implementación de un gobierno democrático en su patria. Bajo una monarquía absoluta, Falkbeer era visto como un subversivo y fue objeto de una enconada persecución política. Desde muy joven frecuentó los ambientes ajedrecísticos de Viena, formándose en la escuela creada por Johann Baptist Allgaier, caracterizada por un estilo combinativo y brillante, de neto cuño romántico. Durante una de sus residencias en la capital austríaca, Falkbeer fundó 184

la “Wiener Scherchzsiturng”, uno de los primeros periódicos consagrados exclusivamente al ajedrez. Sólo pudo dirigirlo nueve meses, ya que debió emprender el camino del exilio, a raíz de sus convicciones democráticas. Vivió en diversas ciudades de Alemania, hasta que, finalmente, se asiló en Inglaterra. Allí fue redactor del “Chess Player¨s Magazine”, la revista fundada por Stauton. También tuvo a su cargo, Falkbeer, la columna ajedrecística del diario “Sunday Times”. Falkbeer no participó en muchos grandes torneos, aunque merece recordarse su victoria en el certamen de Birmingham, 1857, delante de Staunton, Owan y Saint-Amant, entre otros bien conocidos maestros de la época. En cotejos individuales, Falkbeer empató con Henry Bird, y perdió por la mínima diferencia un encuentro con su compatriota Karl Hamppe. Finalmente de regreso a Viena, Falkbeer retomó su actividad periodística y por muchos años escribió la sección de ajedrez de la revista “Neue Illustrierte Zeitung”. Falleció en el año 1885. Fiel al espíritu romántico, el contragambito Falkbeer busca un inmediato contrajuego, frente a la ambiciosa, pero arriesgada, apertura del gambito de rey. El avance del peón dama responde, sin embargo, a dos postulados clásicos; primero, que ese avance libera la posición de las negras en la partidas del peón rey; y segundo, que las demostraciones en los flancos se combaten mediante una acción central. Esta línea de juego ha sido analizada por grandes maestros contemporáneos, como Paul Keres y Víktor Korchnoi, quienes la han mejorado con sucesivos aportes. Es digna de ser estudiada y puesta en práctica, ya que conduce siempre a partidas de grandes complicaciones tácticas, con posibilidades para ambos bandos. Nada más justo que evocar, pues, al creador del contragambito Falkbeer.

185

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

186

13 Aperturas ¿Porque las aperturas llevan esos nombres? Al comenzar una partida de ajedrez, ambos jugadores realizan cierto número de movimientos consagrados por la costumbre, siguiendo, incluso, un orden determinado. Esta secuencia inicial de jugadas se denomina “apertura” y tiende, esencialmente, a poner en juegos las piezas. Las diversas aperturas se conocen tradicionalmente por un nombre, que se emplea de un modo uniforme en los estudios teóricos de ajedrez. Dicho nombre alude, por lo general al origen nacional de la apertura o recuerda al maestro que la inventó o la hizo popular. Ya los árabes, hace más de mil años, bautizaron las aperturas del juego. Lo hicieron con nombres poéticos, que se referían a las características de la partida resultante de tal o cual planteo inicial. Así, por ejemplo, existía el “torrente”, que era una disposición de piezas que permitía el arrollador avance de un peón, para atacar al rey adversario. Entre las aperturas más antiguas del ajedrez actual, figura la apertura Española. Se llama así porque fue introducida, en el siglo XVI, por un sacerdote español, eximio jugador y tratadista: Ruy López de Segura. Tan importante es este personaje histórico, que muchos prefieren mencionar su apertura. precisamente, como apertura Ruy López. El propio Gioacchino Greco analizó, por su parte, la apertura Italiana, que fue la predilecta de muchos otros grandes jugadores de esa nacionalidad. Dicha apertura también suele ser conocida con el nombre de “giocopiano”, que significa, literlalmente, “juego lento”. En el año 1834, se disputó un encuentro por correspondencia entre jugadores de Londres y París. Estos últimos pusieron en práctica una defensa que desde entonces se llama defensa francesa; el bautismo estuvo a cargo de Karl von Jaenisch, un teórico ruso que escribió 187

sobre ella en 1842. La defensa inglesa, por su parte, debe su nombre al hecho de que era utilizada con frecuencia por Howard Staunton, el maestro británico que fue virtual campeón del mundo a mediadios del siglo XIX. El célebre jugador francés André Philidor, que vivió en el siglo XVIII, dio también su nombre a una defensa determinada, de la cual se ocupó extensamente en su libro “Ánalisis del juego de ajedrez”. Pero no siempre el nombre de las aperturas y defensas tiene orígenes tan claros. Hacia 1825, un aficionado judío, Aaron Reinganum, estudió una original manera de combatir la apertura del peón dama. Y la bautizó “Ben-Oni”, que quiere decir “hijo del dolor”, y fue el nombre que dio Raquel a su último hijo, según el Génesis (capítulo 35, versículo 18). Un caso curioso es el de las llamadas defensas indias. Este sistema, que consiste en desarrollar los alfiles por el flanco, fue creado por los maestros de la escuela hipermoderna: Reti, Nimzovich, Tartakover, etc. El calificativo de “indio” fue una ocurrencia humorística de Tartakover y los orientales no tuvieron nada que ver con esta línea de juego.

188

14 Profesional o amateurs Expertos y pseudo profesionales La práctica profesional de los deportes, es una cuestión que todavía despierta opiniones encontradas. Se denomina “profesional”, al deportista que obtiene suficientes medios de vida jugando al futbol, al tenis o al ajedrez. La profesionalidad implica que el deportista cobra cierta suma de dinero por el simple hecho de participar en una competencia, al margen de los premios que haya instituidos. Y supone también que pone todo su empeño en jugar bien, para ofrecer un espectáculo agradable al público. Naturalmente, para jugar bien y, en consecuencia, exigir una retribución importante, el futbolista, tenista o ajedrecista necesita poseer una cualidad: talento y, en algunos casos excepcionales, genio. Sólo estas virtudes justifican que una persona se dedique en forma exclusiva a un juego, renunciando a otras posibilidades o satisfacciones en la vida. Y únicamente el talento o el genio tienen algún derecho a pretender que la gente pague para admirar su actuación, como sucede con un gran interprete de música, por ejemplo. Hay además otras circunstancias, de tipo social, relacionadas con los deportistas destacadas. Un jugador talentoso atrae la atención del público y de la prensa, porque ejerce un tipo de liderazgo y porque el éxito es un imán para la gente comun. La admiración, y aun el fanatismo, que las masas profesan hacia los ídolos deportivos, contituyen un fenomeno sociológico que ha sido objeto de medulosos estudios. De hecho, hay entidades comerciales que pueden ganar dinero si se identifican con un deportista triunfador. Es 189

completamente lógico, entonces, que el deportista mismo participe de los beneficios. Esto llega hasta el extremo de que muchos grandes jugadores prestan su imagen para la publicidad de determinados productos, a cambio de unos elevados honorarios. Pero siempre, en la base de todo este proceso de manipulación social, está el talento del deportista. Y tanto es así, que la fama y la riqueza son fugaces para todas las estrellas. Apenas sobreviene la declinación deportiva, por el fatal transcurso de los años, el ídolo es desplazado por otro ídolo más jóven. En particular, en las disciplinas que requieren vigor físico, donde el ocaso comienza alrededor de los treinta años. El ajedrez, que no es un deporte sino sólo un juego, ha tenido profesionales desde siempre. Lo fueron, para citar algunos, Leonardo da Cutro, en el siglo XVI; Labourdonnais, en el XIX; Alékhine, en el XX. Sin embargo, otros grandes maestros, y hasta campeones mundiales, fueron aficionados que vivieron de otra profesión: Tarrasch, era médico, Lasker, filósofo y matemático; Botvinnik, ingeniero en electrónica. En los ambientes ajedrecísticos, suelen hallarse muchos casos seudoprofesionales. Son aquellos jugadores, tal vez de primera categoría provincial y hasta maestros internacionales del montón, que pretenden el estado de “profesionales” cuando son, en realidad, nada más que holgazanes. Sin ningún talento especial, aspiran, no obstante a vivir del ajedrez. Sin embargo, en realidad viven, de la cuenta del bar que nunca pagan, de los libros que retiran de la biblioteca y venden por unas monedas. El aficionado hará bien en no confundir a los profesionales con los simples vividores. Y los dirigentes, a estos, deben erradicarlos.

190

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

191

15 Tragedias El arte de la locura en el ajedrez El juego de ajedrez puede ser considerado un arte, toda vez que permite la creación de obras originales, a partir de unos pocos elementos dados. La imaginación, el sentido de la armonía, y la capacidad de suscitar una reacción estética en el espectador o receptor de la obra, son rasgos que también caracterizan a los grandes maestros del tablero. Los psicólogos han estudiado que los vínculos que existen entre la personalidad del artista y la naturaleza de sus producciones. Y han llegado también a la conclusión de que el genio creador, en algunas ocaciones constituye la manifestación de una mente dotada de excepcionales aptitudes, pero también proclive a desequilibrios que pueden llegar hasta la demencia. De allí la expresión popular de que todos los genios son un poco locos, lo cual no carece de fundamento científico. El gran maestro Reuben Fine, que es psiquiatra y ajedrecista, habiendose destacado en ambas disciplinas, escribió su famoso tratado “Psicología del jugador de ajedrez”. En el capítulo 4, expone algunos casos de psicosis entre los ajedrecistas, que son dignos de mención. Uno de los más curiosos, es el caso del maestro mexicano Carlos Torre. Jóven prodigio, en el torneo de Moscú 1925 le ganó una famosa partida a Lasker y el gobierno de México le brindó todo le apoyo necesario para aspirar al campeonato del mundo. Pero un día, en Nueva York, Torre tuvo una crisis nerviosa y, en medio de un viaje en ómnibus, se quitó toda la ropa. Hubo un escándalo, por supuesto, y el genial ajedrecista fue internado en un instituto psiquiátrico. Alli mismo acabó su carrera. Fine hace notar que Torre nunca había dado señales de locura, a pesar de algunas excentricidades inofensivas: Por 192

ejemplo, comer diez o quince helados de ananá por día. Algo parecido le ocurrió a un jugador polaco, también candidato al título mundial: Akiba Rubinstein. Pero en él, la psicosis se tradujo en manía persecutoria, la cual se exteriorizó abiertamente después de la primera guerra mundial. Rubinstein llegó al extremo de tirarse por una ventana, con grave riesgo de vida, cuando un desconocido entró imprevistamente en su habitación, en un hotel. En realidad, el pobre tipo se había equivocado de cuarto y ni siquiera sabía quién era Rubinstein. También el célebre maestro y tratadista Aarón Nimzovich dio bastante que hablar con su conducta, aunque no llegó a generar escándalos. Su médico le aconsejó que hiciera más ejercicio, y a Nimzovich no se le ocurrió nada mejor que seguir el consejo, pero durante los torneos. Mientras el rival meditaba su jugada, Nimzovich se ponía a hacer flexiones o trotaba por entre medio de las mesas, para consternación de loas árbitros y asombro del público. Pero todo se le perdonaba porque, en general, era el ganador de los torneos Trágico destino de algunos cultores del juego Las agencias noticiosas difundieron en la década del 80 del siglo pasado un cable procedente de los Estados Unidos. Según esta información, el ex campeón mundial de ajedrez, Robert Fischer, vivía en la pobreza, recluído en hoteles de segunda categoría y recibiendo sólo de vez en cuando algún cheque por derechos de autor, correspondientes a los libros que publicó. Fue muy triste ese ocaso de “Bobby”, que tenía, por entonces, apenas cuarenta años de edad. Y resultaba sorprendente que tuviese apremios económicos, ya que es el ajedrecista que más dinero ganó en toda la historia del juego. Y pudo ganar mucho más, si no se hubiera retirado intempestivamente de la práctica, justo cuando alcanzó el título mundial. Se dice que Fischer donó la mayor parte de su fortuna a una secta religiosa, de las muchas que proliferan en los Estados Unidos. Es posible, ya que, como muchos otros genios, siempre observó una 193

conducta extravagante. Además, fue un hombre carente de cultura y que en muchos aspectos se comportó de manera ingenua. Hubo otros grandes maestros que terminaron sus días en circunstancias penosas o trágicas. El italiano Giovanni Leonardo da Cutro, por ejemplo, virtual campeón del mundo a fines del siglo XVI, llevaba una vida rumbosa en la corte del príncipe de Bisignano. Pero, según las crónicas de la época, era de una pedantería insoportable y gozaba humillando a los rivales a quienes derrotaba con facilidad. Uno de ellos, al parecer, fue quien lo asesinó, administrándole un veneno. Típico drama del Renacimiento. Un contemporaneo de Leonardo, Paolo Boi, que también era un eximio ajedrecista, llegó a reunir una considerable fortuna, viajando por todo el mundo y ofreciendo exhibiciones ante el tablero. Fue igualmente asesinado pero el crimén se atribuyó a su sirviente, con propósitos de robo. La intemperancia fue la causa de la prematura muerte de Cecil de Vera, el primer campeón oficial de Gran Bretaña. Su talento hizo pensar que podía disputar el título mundial, pero adquirió el hábito de la bebida y su salud se resintió seriamente. Murió tuberculoso, a los veintinueve años de edad. Terrible es el caso del maestro asutríaco Karl Schlechter, que empató un encuentro por el campeonato mundial frente a Lasker. Refugiado en Budapest, en los últimos meses de la primera guerra mundial, falleció de hambre. Los desequilibrios mentales signaron los últimos días de dos campeones mundiales. Paul Morphy, un norteramericano cuya historia se parece asombrosamente a la de Fischer, sufrió una depresión a raíz de la guerra civil norteamericana. Encerrado en su finca de Nueva Orleans, sufrió de manía persecutoria y tenía miedo de hablar de ajedrez. Ni siquiera ejerció su título de abogado, que había obtenido con brillantes calificaciones. Wilhelms Steinitz, en cambio, reinó como campeón mundial durante muchos años, pero no puedo aceptar su derrota ante Lasker y debió ser internado en un sanatorio psiquiátrico. Tuvo un breve período de recuperación y, finalmente, una recaída que lo sumió en la demencia. 194

El ajedrez se parece al arte, hasta en el trágico destino de algunos de sus cultores.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

195

16 Profesiones de ajedrecistas Disparidad de profesiones de los ajedrecistas La habilidad para jugar al ajedrez responde, ciertamente, a condiciones naturales. Pero no tiene relación algunos con las demás aptitudes que posee la persona, como lo demuestra la gran disparidad de profesiones que han ejercido los campeones mundiales de juego. De los más antiguos, el español Ruy López de Segura era sacerdote, versado en teología, en filosofía y lenguas clásicas. François-André Philidor, el campeón francés del siglo XVIII, fue un destacado compositor de música, cuyas óperas conocieron el éxito. En cambio, su compatriota Louis-Charles de Labourdonnais, se dedicó primero a la especulación financiera y, cuando perdió toda su fortuna, se convirtió en profesional del ajedrez. El británico, Howard Staunton, autodidacto, escribió densos comentarios a las obras de Shakespeare y fue un notable periodista. Adolph Anderssen, el creador de “La inmortal” y la “Siempreviva”, dos joyas del ajedrez, fue toda su vida profesor de matemáticas en Braslau, Alemania, su ciudad natal. Y el genio americano Paul Morphy, cumplió toda su breve y brillante carrera cuando acababa de recibirse de abogado. Ya en la época moderna Wilhelm Steinitz, el primer campeón oficial, se consagró al periodismo durante su juventud, transcurrida en Viena, aunque después llegó a vivir exclusivamente del ajedrez. Su sucesor el doctor Manuel Lasker, acaso sea el hombre más culto que jamás haya poseído el título mundial. Era físico y filósofo, y dejó valiosos libros en ambas disciplinas, además de sus aportes a la teoría 196

de nuestro juego. José Raúl Capablanca, cubano, comenzó estudios de ingeniería en los Estados Unidos, pero luego ingresó al servicio exterior de su país y desempeñó misiones diplomáticas en diversos lugares del mundo. Perdió el título ante el ruso-francés Alexander Alekhine, quien era abogado, recibido en Moscú y con diploma revalidado en la Sorbona de París. Viene luego la era de los campeones soviéticos. El primero de ellos es Mijail Botvinnik, ingeniero en electrónica, que ha hecho profundas investigaciones para perfeccionar computadoras que juegen al ajedrez. Vassily Smyslov, por su parte, era como Philidor, un apasionado por la música. Cantaba en el registro de barítono y ha grabado muchos discos, acompañado al piano por otro gran maestro que, si bien no ha sido campeón del mundo, ha cotejado por la candidatura: Mark Taimanov, un virtuoso del teclado. Por su parte, Svetozar Gligoric empezó a tocar el piano y estudiar armonía a mediados de la década de los 90, y compone desde 2005. Mijail Tal, lo mismo que Boris Spassky, estudió letras y ejerció el periodismo profesional. Tigran Petrosián, el maestro armenio recientemente fallecido, era licenciado en filosofía. Y Anatoly Karpov se diplomó en ciencias económicas en la universidad de Leningrado. Como se ve muchos de los grandes ajedrecistas han sido siempre personas de nivel universitario, con frecuencia brillantes también fuera del tablero. Una excepción es Robert Fischer, que ni siguiera completó los estudios secundarios, ya que su obsesión por el ajedrez lo llevó a profesionalizarse cuando era casi un niño todavía. Las partidas de Fischer son dignas de admiración. Pero su ejemplo no debe ser imitado.

197

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

198

17 Prohibición y aportación de la iglesia Fanatismo e ignorancia del clero El juego de ajedrez es una de las manifestaciones más elevadas del ingenio humano, y en los tiempos modernos se le anuncia como arte y como ciencia. Sin embargo, hubo épocas durante las cuales este juego estuvo prohibido o severamente condenado. Como se sabe, el ajedrez apareció en la India y se difundió rápidamente a la antigua Persia. Cuando los árabes invaden a este último país, en el siglo VII, traen consigo la nueva religión musulmana, que prescribe a la idolatría. Y viendo que las piezas de ajedrez representan a hombres y animales, las confunden con ídolos y castigan a los ajedrecistas como si fueran herejes. Cuando los árabes comprendieron, por fin, la inocencia del juego, comenzaron también a practicarlo y llegaron a ser grandes maestros. Pero, por las dudas, dieron a las piezas una forma estilizada y abstracta, que perdura hasta la actualidad. Siglos más tarde, los propios árabes introducen al ajedrez en Europa medieval, que era profundamente cristiana. La Iglesia Católica, entonces, ve con malos ojos este juego tan grato a los infieles y muchos obispos prohiben el ajedrez en su diócesis. Por supuesto que, con el correr de los años, el clero también descubrió las excelencias del juego y hubo muchos religiosos que se destacaron en su estudio, como Ruy López de Segura, campeón mundial en el siglo XVI. Por lo general, la prescripción del ajedrez obedecía a la mera ignorancia de sus reglas. Se lo asimilaba a los juegos de azar, considerados nocivos por la moral común, sin advertir que, por el contrario, requiere una elaboración intelectual completamente ajena a la influencia de la suerte. La historia ha registrado, de todos maneras, algunas memorables condenas al ajedrez, que deben comprenderse dentro del 199

oscurantismo propio de la edad media. Así por ejemplo, se conserva una carta dirigida para el cardenal Pier Damiani al papa Alejandro II, fechada en el año 1861, donde le informa que ha aplicado una severa pena al obispo de Florencia por haberlo sorprendido jugando al ajedrez. El obispo de Paris Eudo de Sully, que reinó a fines del siglo XII y principios del XIII, emitió un decreto según el cual los frailes no podían tener en sus habitaciones algún juego de ajedrez, azar o dados. Es evidente la confusión del obispo, que pone al mismo nivel a juegos tan diferentes. También en Inglaterra hacia el año 1891, el arzobispo Frackhan reaccionó airadamente cuando fue a inspeccionar el convento de Coxidad y halló que los padres se entretenían jugando al ajedrez. El arzobispo consideró que el juego era “un odioso vicio” y mandó que los frailes hicieran penitencia, manteniendolos a pan y agua durante tres días con sus noches.Estas actitudes de algunos miembros de la jerarquía eclesíastica fueron producto del fanatismo y la ignorancia. No llegaron a generalizarse ni impidieron la propagación del ajedrez por toda Europa, donde goza de la predilección de nobles y prelados. Más triste es que a fines del siglo XX, el juego haya sido prohibido en la república islámica del Irán, como si la historia hubiera retrocedido mil cuatrocientos años.

Prohibición de la iglesia En cierta época, durante el período más ocuro de la Edad Media europea, el juego de ajedrez fue prohibido por algunas autoridades de la Iglesia. Fueron casos aislados de ignorancia y, en compensación, hubo muchos sacerdotes que fueron maestros del tablero. El más ilustre de todos es, por supuesto, el español Ruy López de Segura, a quien la historia considera como el campeón mundial de su tiempo. Ruy López era sacerdote y su viaje a Roma, por motivos religosos, le permitió conocer a los grandes jugadores y teóricos italianos del siglo XVI. Escribió a su vez un famoso tratado, creó la apertura que lleva su nombre y promovió, con el apoyo del rey Felipe 200

II, el primer torneo internacional, en el año 1575. El más alto exponente de la llamada “escuela de Modena”, que dio gran impulso al ajedrez italiano en el siglo XVIII, fue Domenico Ponziani. Recibido primero de abogado, tomó luego los hábitos y llegó a ser canónigo de la catedral, vicario de la diócesis y protonotario apostólico. Publicó en forma anónima, un valioso libro de teoría, que circuló por toda Europa, traducido a diferentes idiomas. Una antigua apertura recuerda también el nombre de Ponziani. En Inglaterra, también hubo varios eclesiásticos que sobresalieron en competencias de primer nivel. El más conocido es John Owen, que compartió el tercer puesto en el primer campeonato de la Gran Bretaña, realizado en Londres en 1862. La defensa Owen, puesta en práctica por él, se anticipó a los conceptos de la escuela hipermoderna. Un gran maestro de la epoca moderna, también viste hábito talar: Se trata del norteamericano William Lombardy, campeón mundial juvenil en 1957, amigo personal de Robert Fischer y analista del genio norteamericano en distintas ocasiones. Pero, en este caso las obligaciones de su ministerio eclesiástico han alejado a Lombardy de los torneos internacionales. Religiosos católicos o protestantes, han sido Pietro Carrera, George MacDonnell, Johann Kock y otros de menor trascendencia mundial. El fenómeno es menos frecuente en el ámbito de otras religiones. Los teólogos musulmanes siempre han sido poco amigos del ajedrez, como lo prueba la condena en el Irán, en el siglo XVI, sin embargo, un predicador de la mezquita de Alepo, en Siria, redactó un tratado sobre el juego, que lleva el poético título de la “Fragancia de la rosa”. El religioso se llamaba Muhammad ben Ahmad, Sukaiker y su manuscrito se conserva en la biblioteca de Oxford. Más indirecta, pero no menos importante, fue la influencia de un rabino alemán a mediados del siglo XIX. Tras cumplir sus obligaciones religiosas en la sinagoga de Berlín, les enseñaba a jugar al ajedrez a sus hijos: el mayor cursaba la carrera de medicina y el más chico estaba todavía en la escuela primaria. Los hijos del rabino 201

eran Berthold y Emmanuel Lasker, y éste llegó a ser campeón del mundo durante veintisiete años.

Veda para el juego más intelectual que existe Si bien el ajedrez merece la denominación de “juego milenario”, con la que gustan llamarlo algunos periodistas, su antiguedad puede estimarse en mil quinientos años, pero no más. Es un mito que el ajedrez haya sido practicado en la antigua Grecia o en la Roma clásica. No existen ni el menor vestigio que lo pruebe. No hay referencias alguna a este juego en la literatura de la época, que es mucha y bien conocida, ni se han encontrado tampoco piezas de ajedrez en tantas excavaciones arqueológicas que se han efectuado. Por lo tanto, es una fantasía decir que Ulises fue un gran maestro posicional, o que Aquiles era un genio de la combinación, como irónicamente lo señala Harry Golombek en su famosa “Historia del ajedrez”. El mismo autor, con apoyo documental, dice más adelante que el juego sólo llegó al imperio griego de Bizancio o fines del siglo VIII de la era cristiana. No venía de Troya ni de Atenas, sino de la vecina Persia, y la primera alusión al ajedrez, denominado “zatrikion”, se encuentra en las crónicas relativas al emperador Nicéforo I, llamado “el logoteta”, que reinó entre el año 802 y el 811. El emperador Nicéforo guerreó contra los persas, cuyo soberano era en ese tiempo Harun al-Rachid, califa de Bagdad. Y justamente en Bagdad, el ajedrez estaba ya notablemente desarrollado, conservándose partidas disputadas por maestros tales como Rabrad y Abu´n Na´an que frecuentaban la corte del califa. La palabra firega “zatrikion” es, sin dudas, una traslación del áraba “shatranj”, que a su vez deriva de “chaturanga”, el nombre primitivo del juego, originario de la India. Como los bizantinos, según hemos dicho, estaban en continua guerra contra los musulmanes, el ajedrez era tenido como un vicio propio de los infieles. Los griegos suponían que los persas eran dados a la disipación y la lujuria y cometían la enorme injusticia de colocar al juego más intelectual que existe, al 202

lado de las costumbres relajadas. Esta mala fama del juego, que no obstante era practicado por algunos príncipes de Bizancio, motivó la censura de la iglesia. Al punto de que el fundador de la orden del Monte Athos, en sus reglas canónicas, prohibió que los sacerdotes jugaran al ajedrez, a los dados, o bebieran en exceso, bajo pena de excomunión. El propio emperador Alexis Comena, que gobernó a principio del siglo XII, y que era un apasionado ajedrecista, tenía que jugar a escondidas para no sufrir las reprimendas del obispo. El testimonio lo ha dejado su hermana, la princesa Ana, que escribió la crónica del reinado de Alexis.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

203

18 Prodigios y jóvenes Admiración por los niños prodigios La gran mayoría de los campeones mundiales y muchos de los maestros más destacados de la historia del ajedrez, aprendieron a jugar cuando eran niños. Esto puede llamar demasiado la atención, puesto que la niñez es la etapa de la vida que no se caracteriza por el espíritu lógico. Sin embargo, el calificativo de “niño prodigio” se reserva solamente a aquellos ajedrecistas que, durante su infancia, obtuvieron resultados notables en competencias de adultos. Recordaremos algunos casos: en 1726, nacía François André Benican-Philidor. Fue precoz como compositor de música y también como ajedrecista, ya que a los once años estaba a la altura de los mejores de Francia. El norteamericano Paul Morphy, nacido en 1837, tenía solamente doce años cuando batió en un match al maestro húngaro Janos Lowenthal. Entusiasmado, a pesar de la derrota, Lowenthal difundió el nombre de su pequeño rival por toda Europa. José Raúl Capablanca comprendió las reglas del juego a los cuatro años, mirando jugar a su padre, a quien muy pronto vencería fácilmente. Y, cuando apenas había cumplido los doce, batió al campeón de Cuba, Juan Corzo. También el polaco Samuel Reshevsky jugaba desde los cuatro años, y a los ocho ya ofrecía exhibiciones de partidas simultáneas en su patria. Los padres de Sammy explotaron su genio y lo llevaron como espectáculo a diversos países de Europa y a los Estados Unidos. El soviético Boris Spassky ya poseía un alto nivel de juego a los cinco años de edad. Tenía 14 cuando se consagró subcampeón de Leningrado y prosiguió su carrera ascendente hasta alcanzar el campeonato mundial. Spassky nació en 1931, y el mismo año, vio la luz en España Arturo Pomar. El prodigio español fue campeón de las Islas Baleares a los 204

once años y despertó la admiración del entonces campeón mundial Alexander Alekhine, quien le dio clases. Lamentablemente Pomar vio frustradas sus aspiraciones de progreso, porque era delicado de salud. No puede olvidarse el caso extraordinario de Robert Fischer, nacido en 1941. A los catorce años ya era campeón de los Estados Unidos y a los quince, recibió el título de Gran Maestro Internacional, participando en las preliminares del campeonato del mundo. En América del Sur, el niño prodigio más famoso es Enrique Da Costa Mecking, campeón del Brasil a los trece años, quien también cumplido los quince, intervino en el interzonal del sur. Mecking, debió abandonar el ajedrez muy joven por graves problemas de salud. A despecho de la admiración que generan los niños prodigios, los científicos opinan que está bien que jueguen al ajedrez, pero que es peligroso someterlos a las tensiones y ansiedades que implican las competencias oficiales. Mientras sea solamente un juego, el ajedrez ayuda a la formación intelectual del niño; pero cuando empieza a ser una exigencia, una disciplina estricta, puede resultar perjudicial. Algo que deben tener en cuenta las personas mayores, sean dirigentes o padres.

Juveniles destacados En enero de 1984, se jugaron en Buenos Aires las semifinales del campeonato argentino juvenil, cuyos ganadores pasaron al turno final que se realizó en Córdoba. Quien resultó campeón argentino, Tomás Darcyl, representó a nuestro país en el certámen mundial de la categoría. A partir del año 1951, la Federación Internacional de Ajedrez hace disputar este campeonato del mundo, reservado a jugadores que cumplan veinte años de edad después del primero de setiembre del año en que se celebre. Su finalidad es alentar la paticipación de jóvenes, ofreciéndoles posibilidades de viajes y progreso técnico a través de cotejos con rivales de la misma edad. Y favorecer así, la 205

amistad entre las diversas naciones, que es un motivo permanente de toda actividad deportiva. Al principio el mundial juvenil se desarrollaba cada dos años; pero desde 1973 se lleva a cabo anualmente. Si bien los soviéticos se han impuesto en muchas ocasiones, sobre todo en los últimos tiempos, varios jugadores de otra nacionalidad también han logrado el título. Cabe señalar que el vencedor en este mundial recibe, automáticamente, el diploma de maestro internacional. Dos maestros argentinos han sido campeones mundiales juveniles: Oscar Panno en 1953; y Carlos Bielicki en 1959. Habría que añadir que Julio Kaplan, ganador en 1967, es nacido en Argentina pero participó en representación de Puerto Rico. Sólo tres campeones mundiales absolutos han sido, en su momento, campeones juveniles; Boris Spassky, Anatoli Karpov y Gary Kasparov. Las organizaciones regionales y nacionales del ajedrez, han incorporado a su calendario la competencia juvenil, siguiendo el ejemplo de la FIDE. Así, por ejemplo, la Confederación de Ajedrez de las Américas organiza todos los años el campeonato panamericano, que también otorga al triunfador el título de maestro internacional. Este certámen se realizó en Córdoba, en 1980, y son varios los jugadores argentinos que se lo han adjudicado, Miguel Ignacio Bernat, Marcelo Javier Tempone y Rodolfo Garbarino. En cuanto al juvenil nacional, ha sido y es el primer paso para la consagración de los nuevos valores. Luis Marcos Broinstein, en el año 1965, Diego Adla en 1988 y Fabio Roisman (compartido con Lucas mOreda en 1999 y con Rubén Felgaer en 2001). Raúl Monier se clasificó segundo en 1978 y gracias a ello integró el equipo “B” de la Argentina, que compitió fuera de concurso en los juegos olímpicos de ese mismo año, disputados en la Cancha de River en Capìtal Federal. La Federación Internacional ha creado, desde 1977, otra categoría especial para los jugadores jóvenes. Se trata de la categoría cadetes, que primero fue para menores de 17 años y ahora es para quienes no hayan cumplido 16. El primer campeonato argentino de cadetes fue ganado por el cordobés Guillermo Gustavo Soppe, y más adelante resultó triunfador otro comprovinciano, Carlos Pablo Boissonnet, de 206

Marcos Juarez. En el orden mundial, la Argentina tiene también un campeón cadete: El actual maestro internacional Marcelo Javier Tempone, vencedor en 1979. En el ámbito local, son tres los jugadores que obtuvieron el campeonato de Córdoba siendo adolescente: Eduardo Secchi, a los quince años; Raúl Monier, a los dieciséis y Aris Yosifides, a los dieciocho. Estadísticamente, se observa que la edad promedio de los ajedrecistas más destacatos en el tablero mundial, es cada vez más baja. El enorme desarrollo de la teoría del juego permite un rápido progreso merced al estudio, y hace muy relativo el valor de la experiencia. Aunque a veces el maestro casi niño llore desconsolamente cuando pierde, como hacía Bobby Fischer. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

207

19 Exilio Intereses políticos y exilio El lema de la Federación Internacional de Ajedrez, fundada en 1924, es una frase en latín: “Gens una sumus”, que significa “somos una sola familia”. La intención de la divisa es poner de manifiesto el carácter universal del juego y hacer del ajedrez un vehículo de unión y comprensión entre todos los pueblos de la tierra, por encima de las diferencias raciales, religiosas, políticas y culturales. Lamentablemente, tan alto propósito no siempre ha podido cumplirse. Como en todos los deportes, los intereses políticos de las grandes potencias y los diversos conflictos que sacuden a la humanidad, se vieron reflejados en la actividad ajedrecística y, en particular, en los Juegos Olímpicos. Como se sabe, cada dos años se celebraba un campeonato mundial de ajedrez por equipos, al que concurrían representaciones de todo el mundo. En 1976, sin embargo, la Unión Soviética, los demás países comunistas y las naciones árabes, se negaron a competir en Haifa, Israel, debido a la guerra del Medio Oriente. Y hasta se organizó una olimpíada paralela en Libia, colocando a la Federación al borde de la ruptura, que por fortuna logró evitarse. En Lucerna, Suiza, nuevamente hubo problemas derivados de los antagonismos políticos. Como el torneo se cumple por sistema suizo, donde los rivales van surgiendo rueda a rueda según su ubicación en la tabla de posiciones, los países árabes plantearon por anticipado su negativa a jugar contra Israel. Tampoco quería hacerlo con Egipto, país que ha firmado la paz con los judíos. Por su parte, Albania advirtió que no se presentaría a jugar si les tocaba enfrentar a Israel, la Unión Soviética o los Estados Unidos. Conclusión: Que se hizo de cuenta que dichos países ya se había medido entre sí, lo cual impide, reglamentariamente, volver a reunirlos en el curso de la competencia. Así fue que los rusos, en la 208

primera ronda, debieron haber cotejado contra Albania, pero se los hizo jugar con Nueva Zelandia. Otra situación ajena al deporte, es la exclusión de Sudáfrica, país que no puede concurrir a las Olimpíadas, no por cuestiones disciplinarias sino por la poítica de discriminación racial de que se acusa a su gobierno. También crea situaciones irritantes, el despacho de la Unión Soviética y demás países comunistas, frente a los numerosos casos de juegadores que han pedido asilo en Occidente, huyendo de la dictadura. El más notorio es el de Viktor Korchnoi, que juega con bandera suiza, y cuya participación en cualquier torneo magistral traía aparejado el boicot por parte de los maestros rusos. En la Olimpíada de Lucerna, Lev Alburt jugaba para los Estados Unidos, Igor Ivannov, para Canadá, etc. Cuando estos maestros rusos emigrados debían cotejar contra colegas del equipo oficial soviético, se negaban a saludarse tanto al comienzo como al final de la partida. Kasparov lo dejó a Alburt con la mano extendida, llevando la diferencia política al extremo de la grosería. No faltó el pedido de asilo en la Olimpíada de Suiza. Apenas terminado el certamen, la gran maestra búlgara Tatiana Lemachke, una de las candidatas al campeonato mundial femenino, decidió permanecer en Occidente.

Asilo de Handrei Ancu En los regímenes totalitarios, ya sean fascistas o comunistas, el gobierno desconfía de los intelectuales. Porque piensan. Por tal motivo, es común que los intelectuales sean perseguidos, encarcelados y hasta muertos. Los jugadores de ajedrez no escapan a este destino, y ello explica que haya tantos maestros soviéticos, checos, yugoslavos, etc. emigrados en Occidente. La fuga de ajedrecistas de los países comunistas, suele adquirir perfiles cinematográficos. Tal fue el caso del rumano Andrei Hancu. De chico, había tenido oportunidad de conocer occidente y tomó la decisión de escapar de su patria apenas fuera posible. Pero no era 209

nada fácil. Hancu se graduó de ingeniero en la universidad de Bucarest. Había participado en competencias ajedrecísticas mientras estudiaba, y un buen día descubrió que, si lograba integrar el equipo de Rumania, podría viajar al extranjero y pedir entonces asilo. Hancu comenzó su carrera como ajedrecista y gracias a su talento, en el año 1980 ya formaba parte del seleccionado del club ITB, que se adjudicó el campeonato rumano por equipos. Se dio, en ese momento, el golpe de suerte que siempre hace falta: España invitó a Rumania a jugar un encuentro amistoso en Málaga. Y la federación rumana, en vez de enviar a su equipo olímpico, decidió hacerse representar por el fuerte conjunto del club ITB. Así, Hancu pudo viajar a Occidente. Fue el comienzo de la aventura. Hancu debía dejar en Rumania a su joven esposa y a su hijo de apenas un año de edad, y confiar en que luego podría conseguir que se reunieran con él en el extranjero. El maestro elaboró su plan de fuga y resolvió que la concretaría en Viena, última escala del tren que debía llevarlo de regreso a Rumania, después del cotejo con los españoles. Como siempre sucede en los países comunistas, varios policías de civil acompañaban a los ajedrecistas, y no precisamente para protegerlos. Pero Hancu tuvo suerte, ya que los policías aflojaron la vigilancia en los últimos tramos del viaje de regreso. El maestro había comprado, ostensiblemente, regalos para su mujer y su hijo, y a nadie se le pasó por la cabeza que pensaba emigrar. Sin embargo, cuando el tren partió de Frankfurt, cundió la alarma entre los policías: Faltaba otro de los ajedrecistas. Pronto se supo que, simplemente, había perdido el tren; pero el episodio devolvió su desconfianza a los guardianes. En Viena, Hancu realizó la parte más delicada de su plan. Invitó a uno de los policías a dar una vuelta por la ciudad, compraron cosas y en la misma estación, cuando faltaban minutos para la partida del tren, pretextó la necesidad de ir al baño. El policía no sospechó nada y quedaron en juntarse nuevamente a bordo. Por supuesto, Hancu esperó que el tren partiera y luego se dirigió a las autoridades austríacas pidiendo asilo. Era libre. 210

La historia tuvo final feliz. Radicado en los Estados Unidos, Hancu consiguió el respaldo del senador Kennedy y se ejerció presión diplomática sobre el gobierno rumano, para que permitiera la salida de la esposa y del hijo del ajedrecista. La familia vivió en California, aumentada con otro niño que ya nació en el mundo libre.

Maestros soviéticos emigrados a Occidente Segurante por falta de espacio, la prensa no mencionó en su oportunidad a los muchos grandes maestros que pidieron asilo en los Estados Unidos de América. Entre ellos figuran Lev Alburt, Roman Dinyijáschvili, Anatoly Lein, Leonid Schakovich, el checo Lubomir Kavalek y el gran maestro Dimitri Gurevich. En un número de la revista “Chess life”, aparece precisamente un reportaje a Gurevich. Nacido en Moscú, aprendió a jugar al ajedrez cuando era un niño de seis, en el famoso Club Central de la capital rusa. El periodista le preguntó a Gurevich porqué dejó su patria. La contestación es clara y terminante: “Porque quería vivir en un país libre, normal”; y añadió: “Emigrar cambió mi vida, tanto como si hubiera encontrado un millón de dólares en la calle”. No es para menos: El maestro cuenta que, al llegar a Nueva York, encontró en las librerías muchas obras escritas en idioma ruso, que jamás había podido conseguir en Moscú: Una de ellas es la novela “1984”, de George Orwell, prohibida en la Unión Soviética porque describe implacablemente un imaginario sistema represivo, que se parece demasiado al comunismo. Con sentido del humor, Gurevich afirma más adelante que “en la Unión Soviética, se nos quería hacer ceer que Occidente no existe”, igual que la novela de Orwell. En el orden social, el maestro exiliado comenta que la propaganda soviética dice que es muy difícil vivir en los Estados Unidos. Gurevich pudo comprobar, y así lo manifiesta en el reportaje, que un desocupado en los Estados Unidos gana mucho más que un trabajador en Rusia. 211

Otro aspecto que destaca el maestro, es el de la tolerancia. Recuerda que los judíos son discriminados en la Unión Soviética y, por contraste, halla que Brooklyn es “el mejor lugar del mundo para vivir: Es como lo que yo soñaba, judíos, blancos, negros, italianos, rusos españoles viviendo todos juntos como amigos”. Aun siendo un ajedrecista destacado, Gurevich recuerda que, cuando vivía en Moscú, tenía enormes dificultades para viajar al exterior. Y dice que no podía considerarse afortunado, si un día le daban permiso para visitar Checoeslovaquia. En apenas cuatro años de residencia en el mundo libre, Gurevich ha conocido numerosos países, entre ellos, Inglaterra, Israel, Islandia, Suiza y Francia. Emocionado, el jóven maestro exclamó: “Pasear media hora por París, era antes un sueño irrealizable para mí”. Las notas periodísticas de la época reconocían, ciertamente, todas estas cosas, pero en alguna medida las consideraba compensadas por las ventajas del apoyo estatal soviético al ajedrez. Gurevich también señala que se cuenta con ese respaldo, pero hace notar que el régimen policíaco es insoportable. Revela, por ejemplo, que “en Rusia, si uno no gana ciertas partidas, puede tener que esperar dos años para recibir otra invitación. En los Estados Unidos, en cambio, uno puede jugar libremente el próximo torneo”. Así habló Dimitri Gurevich, uno de los tantos ajedrecistas soviéticos que eligieron la libertad.

Spassky: exiliado pero no disidente Muchos ajedrecistas soviéticos y de otros países sometidos al régimen comunista, han emigrado a Occidente en la época de la Unión Soviética: Víctor Korchnoi, Lev Alburt, Leonid Shamikovich, Anatoli Lein, Igor Ivanov, Dimitri Gurevich, Roman Dinyijashvili, para citar a los grandes maestros. Otro que se sumó a esta lista, es el ex campeón mundial Boris Spassky. Al finalizar el torneo magistral de Bugojno, Spassky declaró en conferencia de prensa: “Nunca más voy a jugar para la Unión Soviética”. El anuncio conmovió a los periodistas, y el ex campeón 212

añadió: “Puede que sea una sorpresa, pero lo he estado pensando durante mucho tiempo”. Y, efectivamente, fue así. Spassky, niño prodigio y orgullo soviético, ocasionó al ejedrez de su patria el más serio disgusto de toda la historia: Perdió el título máximo en el cotejo contra el norteamericano Robert Fischer, interrumpiendo el reinado que los rusos habían empezado un cuarto de siglo antes. La derrota de Spàssky ante Fischer ocurrió en 1972, y desde entonces fue sistemáticamente perseguido por el Comité de Deportes y la Federación de Ajedrez de la Unión Soviética. Y, a pesar de que ya en 1973 demostró que seguía siendo un genio del tablero, al conquistar el campeonato nacional nunca fue del todo perdonado. Spassky supo manejar la situación con mucha diplomacia y, en 1976, llegó a un compromiso con la federación rusa: Se le permitió que se fuera a vivir en Francia, a condición de que continuara integrando el equipo soviético en los Juegos Olímpicos y mantuviera la ciudadanía natal. De esta suerte, el maestro pudo establecerse en Francia, donde se casó con Marina Cherbakova, una rusa naturalizada francesa que había desempeñado funciones en la embajada soviética en Paris. De hecho, también Spassky adquirió la doble ciudadanía. La discordancia de Spassky con las autoridades del ajedrez soviético, de todas maneras, no se solucionaron. A los rusos les cayó muy mal que el maestro se negara a firmar el comunicado oficial que, en 1976, condenaba la emigración de Korchnoi. Spassky jamás se plegó al boicot contra Korchnoi, ni rehusó estrecharle la mano cuando debía jugar contra él: Fue otro desacato a la férrea disciplina que, en el deporte como en todos los órdenes, imperaba bajo el comunismo. La federación soviética, en represalia, se negó a pagarle los gastos de viaje a Mexico, para el interzonal de 1982. Al parecer, tampoco les gustó a los jerarcas que Spassky se impusiera en el torneo magistral de Linares, superando al propio Karpov. Existe una directiva soviética según la cual, ningún compatriota debe clasificarse delante del campeón mundial. Eran demasiados problemas, y la ruptura finalmente llegó. Sin embargo, hay que señalar que Spassky ha aclarado, refieriéndose 213

a su decisión de jugar en adelante para Francia, que no podía hacer otra cosa, dadas las circunstancias. Pero agregó lo siguiente: “Deseo declarar, de todas maneras, que no soy un disidente. A pesar de todas las implicaciones políticas de mi actitud, rehúso ser consideraco un emigrado político, porque no lo soy”. Ciertamente Spassky siguió siendo un diplomático. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

214

20 Libros Desde los libros manuscritos hasta hoy El ajedrez es un juego científico, y resulta natural que se haya elaborado una teoría acerca del mismo. Ya en tiempos muy antiguos se escribieron libros de ajedrez, que circulaban en copias manuscritas, puesto que aún no existía la imprenta. Tal es el caso de las obras atribuidas a los maestros árabes Al-Adli y As-Suli, quienes vivieron en el califato de Bagdad a fines del siglo IX y principios del X. En sus trabajos, analizaron las aperturas de juego, en su forma primitiva, y compusieron problemas y finales de estudio. En Europa, la primera publicación especializada data del año 1283: Es el volumen titulado “Juegos de Axedrez, dados e tablas”, Registra, fundamentalmente las reglas del juego. Inventada ya la imprenta, se editan también en España, en 1497, la obra de Luis Ramírez de Lucena, “Repetición de amores y arte de Axedrez”. En ella se encuentran consejos prácticos para los jugadores y ciento cincuenta posiciones, ilustradas con sus respectivos diagramas. Lucena es considerado como el primer teórico moderno del ajedrez y hay una posición típica de las finales de torres que lleva su nombre. El portugués Damiano escribió y publicó en Roma, en el año 1512, el famoso “Libro da imparore giacaro a Scachi, et de le Partite”. Reproduce muchos de los estudios de Lucena, pero añade dieciseís posiciones originales, que ilustran sobre temas tácticos, de mate o de ganancia de material. Otro libro célebre es el publicado en España en 1561, por el fraile Ruy López de Segura, virtualmente campeón mundial de su época. Se llama “Libro de la invención liberal y arte del juego de ajedrez, muy útil y provechosa”, donde se brindan conceptos básicos de juego y se analizan diversas apeturas, en la que se conoce justamente como Ruy 215

López. El insigne maestro francés Philidor, es quien inicia el estudio sistemático de las leyes del juego, en su obra “Anayas du jou den écheca”, aparecida en París en 1749. Traducida a todas las lenguas Europeas, esta obra se reedita todavía en la actualidad. La idea de reunir, en un solo volúmen todas las variantes de las aperturas, elaborando una verdadera enciclopedia, nació en Alemania, en el siglo XIX. Fue su inspirador, el maestro Paul Rudolf von Bilguer, quien inició la titánica tarea hacia 1840, Prematuramente falleció von Bilguer, la obra fue continuada por su amigo, el barón von Haydebrandhund der Lasa, que finalmente publicó el “Hanbuch des Schachspiels”, en Berlín 1843. Fué un libro de consulta obligada a lo largo de 100 años. En nuestros días, contamos con la “Enciclopedia de Aperturas de Ajedrez”, en cinco tomos, publicada en Yugoslavia. Las monografías sobre diversas líneas de juego, y libros sobre medio juego y finales, suman centenares en el mundo entero. Hasta existen editoriales dedicadas sólo a la publicación de obras de ajedrez. Merece señalarse que un maestro argentino, Robert Grau, es autor de una de las mejores introducciones al juego: “El tratado general de ajedrez”, que apareció en 1930 y conserva todo su valor.

Libros adecuados para aprender Los aficionados suelen preguntar cuales son los libros más adecuados para estudiar ajedrez. Ante todo, hay que señalar que el aprendizaje del juego debe ir desde lo más sencillo hasta lo más complejo, lo mismo que cualquier otro aprendizaje. El principiante necesita textos que le expliquen los conceptos básicos de la estrategia y le enseñen los temas tácticos más frecuentes. Es un grave error empezar memorizando aperturas, porque se las juega sin entender las ideas. Estar al día en las novedades teóricas, sólo resulta últil para los maestros. Porque, antes de ir a la universidad, es indispensable pasar por la escuela primaria y por la secundaria. 216

Uno de los libros más famoso y más completo, es obra de un maestro argentino. Se llamaba Roberto Grau y escribió los cuatro tomos del “Tratado general de ajedrez”. El primer volumen contiene los rudimentos del juego, ilustrados con un centenar de partidas brillantes. El segundo tomo, brinda nociones de estrategia y muestra los temas tácticos clásicos. En el tercero, se analiza la estructura de peones, cuyo dominio permite jugar correctamente cualquier apertura. Y el cuarto volumen trae los principios de la estrategia superior y algunas indicaciones para jugar los finales. El “tratado general”, de Grau, es de imprescindible lectura para todo jugador que pretenda hacer carrera. Con un esquema semejante, hay otros libros más breves. Uno de ellos se titula “Viaje al reino del ajedrez”, y sus autores son soviéticos: el gran maestro Yuri Averbaj y el maestro internacional Mijail Beilin. En esta amena obra, también se pasa revista a los criterios elementales para la conducción de la partida, con numerosos ejercicios para que el estudioso ponga a prueba los frutos de su estudio. “Viaje al reino del ajedrez” trae además una breve biografía de los campeones mundiales, desde Steinitz hasta Spasski. Para los jugadores que ya tiene alguna experiencia y conocimientos, es recomendable un libro del gran maestro americano Reuben Fine: “El medio juego en ajedrez”. Como se sabe, el medio juego es la etapa más creativa de la partida, pero resulta indispensable dominar las posiciones básicas, que se repiten siempre, detalle más, detalle menos. Este libro de Fine da ejemplos de combinaciones del más variado tipo, y enseña a descubrir las debilidades en el campo adversario, con útiles consejos para aprovecharlas. El gran maestro checo, Ricardo Reti, también ha escrito un libro de enorme utilidad para el aficionado. Nos referimos a “Los grandes maestros del tablero”. En esta obra justamente famosa, Reti sigue el procedimiento histórico. Y analiza partidas de los genios de todos los tiempos, empezando por Anderssen y llegando hasta Alekhine. Con este método, Reti va mostrado como ha evolucionado la técnica ajedrecística y el apredizaje resulta así muy natural, porque el lector recorre, prácticamente la historia misma del juego. 217

En materia de finales, la etapa más científica del ajedrez, existe una obra de consulta insustituible: Los “Finales Básicas de ajedrez”, de Reuben Fine. Sin embargo, esta enciclopédica obra resulta ardua de estudiar en su totalidad: Lo más práctico es acudir a ella cuando se quiere encontrar el procedimiento justo en un final concreto.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

218

21 Política La influencia política en la Unión Soviética Considerado simplemente como un juego, el ajedrez forma parte de las actividades que el ser humano desarrolla para su satisfacción personal. Como elemento de la cultura, con rango de ciencia y caracteres de arte, el ajedrez debería estar siempre al margen de las luchas políticas y de las controversias ideológicas. Lamentablemente, no suele ocurrir así. Al igual que otras disciplinas donde existe la competencia internacional, muchos gobiernos de derecha y de izquierda han utilizado el ajedrez como medio de propaganda política. Basta recordar que, en 1976, los juegos olímpicos ajedrecísticos se disputaron en Israel, y tanto las naciones árabes como la Unión Soviética y demás países comunistas, se negaron a participar. Además se organizó una olimpíada paralela en Libia. El gran maestro internacional Lev Alburt, un jugador soviético que emigró a occidente y que fue campeón de los Estados Unidos, hizo conocer en diversas publicaciones la verdadera situación del ajedrez en Rusia antes de la Perestroika. Allá, sin ningún disimulo, la federación soviética de ajedrez dependía del Ministerio de Deportes, el cual, a su vez, se hallaba en el ámbito del departamento de propaganda. Es decir que, confesamente, el gobierno de la Unión Soviética contralaba al ajedrez, y a todos los deportes, con fines de propaganda política. Alburt señaló, en la revista “Chess Life”, que esta situación permite comprender mejor las causas por las cuales fue anulado el cotejo Karpov-Kasparov, por el título mundial. Ya nadie duda de que la anulación dispuesta por el presidente de la federación internacional, obedeció a presiones de la federación soviética. Y cabe presumir que ésta recibió instrucciones del departamento de propaganda, donde Karpov tenía muy buenos amigos. 219

Pero la revelación más importante es que, contrariamente a lo que se cree en occidente, Kasparov no carece de influencias políticas. Se ha dicho que es perseguido en su país, debido a su ascendencia armeniojudía. Según Alburt, esto es falso. Por el contrario, Kasparov fue miembro del partido comunista y, lo mismo que el campeón mundial, integraba la llamda nomenklatura”, o sea, la clase privilegiada de la ex Unión Soviética. Esta información obliga a cambiar los puntos de vista que teníamos, acerca del trasfondo político de la confrontación Karpov-Kasparov. No es que el campeón tenga el respaldo del gobierno y el desafiante sea un disidente o un opositor; lo que realmente ocurría, era que los dos disponían de amistades en los círculos oficiales y había una sorda lucha por lograr el apoyo formal de la federación soviética. La contaminación política del ajedrez ha llegado, pues, a su más alto grado, debido a que en el país donde está la mayoría de los grandes ajedrecístas, no basta jugar mejor para obtener un título: Hay que tener además los amigos más influyentes en el gobierno.

220

22 Mujeres Princesas y señoras Históricamente, las mujeres siempre han sido aficionadas al ajedrez. En los califatos árabes, y también en las cortes critianas de la Europa medieval, las princesas y las señoras de la clase noble practicaban el juego y a menudo derrotaban a los hombres. Ellos eran soldados que preferían la guerra verdadera. Las damas debían conformarse con ese simulacro de una batalla, que es la partida de ajedrez. En un antiguo manuscrito árabe, aparece la historia de la princesa Dilaram, cuyo marido la apostó en una partida contra un mercader extranjero. Cuando el imprudente señor estaba perdido, Dilaram le dictó un sacrificio de torre que salvaba el juego. Hay muchas otras anécdotas por el estilo. Desde que el ajedrez se institucionaliza, con la fundación de clubes y federaciones, las mujeres dejan de competir, debido a los prejuicios que impedían la concurrencia de señoras a salones exclusivamente masculinos. Tal situación comenzó a cambiar en el siglo XX, con el auge de los movimientos en favor de la igualdad de la mujer. Y ya en los años 30, notables maestras como Vera Menchik y Sonia Graf, intervienen en certámenes mixtos y se miden de igual a igual con los varones. La Federación Internacional de Ajedrez organiza regularmente campeonatos femeninos de todas las categorías, y otro tanto sucede en jurisdicción de las federaciones nacionales y provinciales. Es un error, ya que las mujeres talentosas están capacitadas para cotejar en los certámenes comunes de cualquier nivel, en paridad de condiciones con los hombres. Confinarlas a torneos de mujeres, es una forma sutil de perpetuar los prejuicios antifeministas. Maia Chiburdanitze lo ha demostrado una vez más, como antes lo hizo otra gran campeona mundial: Nona Gaprindashvili y, más adelante las hermanas Polgar: Judith, Sofía y Susan. 221

En Córdoba, las maestras Edith Soppe, ya fallecida, y Liliana Burijovich, Sandra Villegas y Laura Herrera, representantes olímpicas en ajedrez femenino, han ganado el derecho de jugar de igual a igual, sin distinción de sexo. No tiene sentido, a esta altura de la civilización occidental, mantener a las mujeres separadas de la práctica normal del ajedrez. Si bien ellas tienen ciertas limitaciones de orden natural para la continuidad de una carrera deportiva, en especial, las obligaciones de la maternidad, cuando son verdaderamente talentosas deben tener derecho a un tratamiento igualitario.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

222

23 Publicidad Metáforas y lenguaje común Los dirigentes de ajedrez federado suelen quejarse de que el juego no tiene suficiente difusión. Se trata de un lugar común, que carece de fundamento. Por el contrario, el ajedrez es sumamente conocido e, incluso, popularmente a menos en nuestro país. Además de las secciones de ajedrez que se publican en casi todos los medios de prensa, muchos términos ajedrecísticos forman parte del lenguaje común. Y tanto el tablero como las piezas, aparecen frecuentemente en los comentarios sobre política, economía y otros asuntos de interés general. También, en la publicidad de los más diversos productos y servicios. Entre las expresiones corrientes, figura por ejemplo “tener en jaque”. Se utiliza para señalar un ataque enérgico y sostenido, llevado a cabo contra un gobernante o contra determinados planes o proyectos de las autoridades públicas. suele decirse que “el parlamento tiene en jaque al poder ejecutivo” o que “la prensa tiene en jaque a tal ministro”. Como se sabe, el jaque es una jugada de ajedrez que ataca al rey adversario. Cuando éste no tiene escapatoria, se lo llama “jaque mate” y pone fin a la partida. Otra frase muy escuchada, es “patear el tablero”. Pertenece al habla familiar, pero sin embargo ha ganado las preferencias de muchos periodistas. “Patear el tablero” sugiere, de manera gráfica tomar una medida que cause una grave conmoción, o de la cual se derive un estado de desorden. La alusión es clara: Si se patea el tablero, las piezas se desparraman y ya no se sabe cual era la posición de la partida. Hay que reconstruirla, pero esto no siempre es posible, porque suele haber desacuerdo entre ambos jugadores. En sentido figurado, la situación política o económica ofrecería similar grado de conflicto, si alguien con poder suficiente cometiera la grave imprudencia de “patear el tablero”. 223

También hemos leído muchas veces otras locuciones de claro origen ajedrecístico. De una personalidad determinada, se dice que es “la pieza clave” para el resultado de una negociación o la resolución de un conflicto. Aquí, se está comparando a una persona con la pieza que desempeña el papel decisivo en una combinación de ajedrez. La misma expresión “combinación ganadora”, o “combinación audaz”, se aplica a ciertas maniobras diplomáticas. Y en la política internacional, muchas veces la guerra fría entre las grandes potencias ha sido descripta como una partida de ajedrez, donde cada una juega sus piezas, es decir, a los países sobre los cuales ejercen algún tipo de influencia. Hace unos años, un episodio de la política nacional puso de moda otro término ajedrecístico: “enroque”. Un asesor pasó a desempeñarse como ministro, y el ministro ocupó, a su vez el puesto del asesor. Es decir, que intercambiaron sus puestos en el gobierno. Los diarios dijeron que el presidente había hecho un enroque, y así es. El enroque es una jugada compuesta de un movimiento del rey y de una torre, que cambian recíprocamente su posición relativa al tablero, aunque no en las mismas casillas. Pero la metáfora es válida y corrobora la popularidad del ajedrez, ya que si se utilizan expresiones relativas al juego, es porque se sabe que todo el mundo las entiende.

Connotaciones utilizadas por la publicidad Una de las características de la llamada “sociedad de consumo”, tan desarrollada en nuestro mundo occidental,es la necesidad de promover la venta masiva de los productos industriales. Hasta hace un poco más de medio siglo, la propaganda se limitaba a elogiar las virtudes del artículo, y las ilustraciones no eran demasiado imaginativas; por lo general, se mostraba el envase y la marca del producto, para facilitar su reconocimiento por parte del potencial comprador. Mucho ha evolucionado, desde entonces, el moderno arte de la publicidad. No sólo por la aparición de grandes adelantos técnicos, 224

como la televisión y el cine, sino también por el perfeccionamiento del diseño. Esta disciplina tiene su origen en el famoso movimiento de la “Bauhaus”, impulsado luego de la primera guerra mundial, por el arquitecto alemán Walter Gropius. El diseño publicitario posee muchos elementos artísticos, no sólo porque requiere buen dibujo, adecuada composición del cuadro, equilibrio de colores, y otros atributos plásticos, sino también porque debe lograr determiado efecto en el receptor del mensaje. En otras palabras, la publicidad actual trata de crear motivaciones psicológicas en el futuro consumidor, convencerlo de que el uso de tal o cual producto trae aparejadas satisfacciones personales que van más allá de la mera utilidad. Por esto, la publicidad recurre con frecuencia a diversos elementos de la cultura general, entre ellos, el juego de ajedrez. Que se presta, más que cualquier otro, para un empleo inteligente con fines plublicitarios. El tablero en sí, con su forma perfecta y sus colores alternados, ofrece mil posibilidades para la composición de un mensaje gráfico. No olvidemos que el diseño “ajedrezado” se utiliza en el estampado de telas para diversos fines, en especial, la decoración de interiores. Pero nada más elocuente que las piezas del ajedrez. El rey simboliza poder, autoridad, prestigio, situación sobresaliente. La dama o la reina es imagen de elegancia, de femineidad, de delicadeza, pero también de influencia oculta, discreta. Los alfiles pueden señalar la majestad de los obispos, la solemnidad de la liturgia, y también la rapidez de sus movimientos, con el toque de intriga que da el desplazamiento oblicuo. Los caballos, con su extraña manera de saltar, evocan la fuerza de la naturaleza, la intrepidez, la capacidad de vencer obstáculos. Las torres, son la solidez, la fortaleza, la prudencia e incluso, la tradición, bien asentada sobre sus cimientos. Y los peones, a semejanza del pueblo, son el hombre común, el soldado raso, el anónimo héroe de las guerras de la vida cotidiana; con la posibilidad de ser promovidos a la categoría de pieza, cuando sus méritos así lo hacen posible y justo. Estas connotaciones, y muchas otras que la imaginación creadora 225

puede concebir, han sido y son aprovechadas por la publicidad. A ellos se agrega el sentido de actividad intelectual, reflexiva, que posee el juego, cuya práctica puede asociarse a la serenidad, a la sensatez, a la conducta mesurada y racional, a la paciencia y a la agudeza de la intuición. No es difícil sugerir, mediante el ajedrez, que la elección de un determinado producto o servicio revela una decisión inteligente. Esto halaga el receptor del mensaje y hace eficaz el propósito publicitario

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

226

24 Córdoba Campeones de la vieja UCA Casi nadie recuerda la fundación de la Unión Córdobesa de Ajedrez, hasta la propia entidad parece haberlo olvidado, ya que no hubo celebración alguna. Tampoco se recuerda que en 1923 se disputó el primer campeonato de ajedrez en la ciudad de Córdoba, cuyo ganador fue Juan Carlos Roura. El lugar de juego fue la biblioteca popular Dr. Dalmacio Velez Sarsfield, en el barrio General Paz, que era el centro de reunión de los jugadores locales. Evoco, entonces, que la serie de campeonatos oficiales de la UCA se inició en el año 1949, cuando los maestros Eduardo Bautista Secchi y Máximo Ramadán Gómez igualaron el primer puesto, adjudicándose el título el Dr. Secchi en el match de desempate. El segundo campeón de la Unión Cordobesa de Ajedrez fue Jacobo Patt Rubinstein, vencedor en el torneo mayor de 1951, y en 1952 se produjo la primera victoria del maestro Rodolfo Argentino Redolfi. Máximo Ramadán se impuso en el torneo mayor de 1953, pero no se consagró campeon en forma directa sino que adquirió el derecho de desafiar al campeón Redolfi, que lo derrotó en el encuentro por el título. Lo mismo ocurrió a Raúl Espìnosa, que se adjudicó el torneo mayor de 1954. Redolfi revalidó su título en 1956 y en 1957, pero Espinosa logró finalmente ser proclamado campeón en Córdoba en el 58. Siguieron luego dos nuevos éxitos de Redolfi, hasta que en el año 1961, el maestro Osvaldo Manuel Bazán inaugura una sucesión de triunfos en el torneo mayor. A partir de 1965, deja de haber un predominio absoluto por parte de un solo jugador, y la corona del ajedrez local pasa por diversas manos. Ramadán en 1965; Saadi en 1966, Luis Broinstein en 1967 y Guillermo Canova en el 68. 227

Bazán, Redolfi y Broinstein vencieron luego en forma alternada, pero nuevas figuras del ajedrez de Córdoba conquistaron también el preciado galardón de adjudicarse e torneo mayor. José Angel Diani en 1970, Osvaldo Mario Buraschi en 1975; Raúl Lucrecio Monier en 1977 y Gerardo Emilio Bazán en 1978. El maestro Guillermo Gustavo Soppe logró el título en 1980 y en 1981 igualó el primer puesto del torneo mayor con Osvaldo Bazán, no habiéndose realizado el encuentro de desempate.

Alekhine y un club de Córdoba Aunque la Federación Internacional de Ajedrez fue fundada en 1924, el título de campeón mundial siguió perteneciendo personalmente al jugador que lograba conquistarlo. De tal manera, era el propio campeón quien elegía a su desafiante e imponía las reglas del encuentro. Antes de la primera guerra, el doctor Lasker había abusado de este privilegio. En los años 30, era el maestro ruso-francés Alenxander Alekhine el que establecía desmesuradas exigencias para exponer el título. Y sólo lo hacía ante rivales de segundo nivel, negando la oportunidad a Capablanca, el ex campeón, o a grandes figuras como el checho Salo Flohr. Hace justamente medio siglo, Alekhine concedió un cotejo por el título a un ajedrecista holandés: el doctor Max Euwe. Se trataba de un profesor de matemáticas que había ganado muchos torneos en su patria, pero que en el plano internacional sólo registraba un par de victoria en el certámen de Hastings. Sin duda, tenía muchos menos méritos que Capablanca o que Flohr y grande fue la sorpresa del mundo ajedrecístico al ver a Euwe disputando el campeonato mundial. La serie, pactada a treinta partidas, comenzó el 3 de octubre de 1935 y se prolongó hasta el 15 de diciembre. Se jugó en varias ciudades de Holanda y, tas diversas alternativas, Alekhine quedó en desventaja de 228

un punto cuando faltaban apenas tres partidas. No logró descontar la diferencia y Max Euwe fue proclamado nuevo campeón mundial: Ahora sí que la sorpresa fue mayúscula. La derrota de Alekhine fue atribuida a su vida desordenada y, en particular, a su falta de moderación en la bebida. Así debía ser, pues dos años más tarde el maestro ruso disputó la revancha y recuperó el título en forma contundente. Max Euwe tuvo algunas buenas actuaciones en grandes torneos, pero finalizó último en el torneo de candidatos cumplido en 1948, cuando debía elegirse al sucesor de Alekhine, que había muerto. La arbitraria elección del retador, por parte de Alekhine, y las circunstancias que le hicieron perder inesperadamente el título, tuvieron derivaciones últiles en otro sentido: Fomentaron el ajedrez en Holanda, donde cientos de clubes fueron fundados en aquel año 1935. Curiosamente, uno de aquellos clubes holandeses, el “One Gencegen” de la ciudad de Amersfoort, en la provincia de Utrecht jugó un torneo por correspondencia con un club de Córdoba, un club que se llamó precisamente Alekhine.

El Club Alekhine favoreció la renovación de jugadores El 25 de enero de 1974 fue fundado el Club Alékhine de Córdoba. Su nombre recuerda al gran maestro ruso, naturalizado francés, Alexander Aliéjin, que nació en 1892 y murió en 1946. Fue campeón del mundo entre 1927 y 1935, y luego, desde 1937 hasta su fallecimiento. “Alekhine” es la pronunciación literal, y en realidad, incorrecta, de la ortografía famoso del apellido del maestro. El club Alekhine surgió por iniciativa de un grupo de aficionados de las categorías menores, alentados por el ex campeón de Córdoba, maestro Máximo Ramadán Gomez. Con la creación de este club, el ajedrez de nuestra capital adquiere un carácter abierto y masivo, dejando atrás la práctica confinada a un grupo selecto. Y ha producido, como consecuencia, una renovación total del ajedrez de Córdoba. 229

La clave del desarrollo del club Alekhine ha sido la permanente realización de torneos, en especial, para aficionados. De este modo, si bien no se ha fomentado el ajedrez magistral, ha sido posible la incorporación de un numeroso grupo de ajedrecistas jóvenes, hoy convertidos en la plana mayor de Córdoba: Los campeones Guillermo Gustavo Soppe, Raúl Monier, Aris Yosifides, Ricardo Wehbe, Edith Soppe, Liliana Burijovich, Fabían Moscovich, Jorge Diego Hefty, Diego Adla, son algunas de las figuras que definieron el perfil del ajedrez local en los finales del siglo pasado. En menor medida, el club Alekhine ha cumplido también su objetivo de enseñar ajedrez. La actividad docente se ha visto reforzada en 1985, al cobrar continuidad la escuela “Roberto Grau”, que todos los sábados dictaba clases para niños y jóvenes, a cargo de Daniel López Pereyra. Otro medio de difusión ha sido organizar competencias para escuelas, sindicatos y otrs entidades de bien público, no solamente en la ciudad de Córdoba sino también en localidades vecinas, como Villa Allende y Unquillo. El club Alekhine concentró, en su momento, toda la actividad ajedrecística de Córdoba. De hecho, constituye una sola entidad de la Unión Cordobesa de Ajedrez, la federación local que sólo sobrevivió en los papeles. Esto tuvo un aspecto positivo, que fue el de sumar esfuerzos, pero también un aspecto negativo: La actividad oficial se ha visto relegada a un segundo plano, y esto no es bueno para el progreso de los valores jóvenes.

Eduardo Bautista Secchi En el año 1929, se llevó a cabo el primer campeonato de Córdoba, de carácter oficial. Su ganador fue un jovencito de quince años de edad, que superó con asombrosa facilidad a los demás renombrados jugadores locales: Se llamaba Eduardo Bautista Secchi. Retuvo el título en 1932, al empatar el cotejo con el desafiante Anibal Arambel, y lo renunció dos años más tarde. Volvió a conquistarlo en 1936 y lo defendió exitosamente en los encuentros disputados con 230

Jorge Lagos Altamira, José Manuel Lascano y Jorge de Goycochea. En 1940, Secchi, se radicó en la Capital Federal y dejó otra vez vacante el campeonato. Regresó en 1947, cuando el ajedrez de Córdoba, estaba dividido. Venció en el torneo mayor de la Unión Provincial y, en 1949, se consagró primer campeon de la flamante Unión Córdobesa de Ajedrez, tras derrotar a Máximo Ramadán Gomez, en un memorable match. Tuvo todavía otras actuaciones destacadas en la máxima prueba del ajedrez local: Secchi igualó el primer puesto con Raúl Espinosa, en 1958, y se ubicó tercero en 1960. Secchi era abogado y sus obligaciones profesionales no le permitían continuar su brillante carrera ajedrecística en el orden nacional e internacional, a pesar de que poseía excepcionales aptitudes para ello. Participó solamente en el torneo magistral conmemorativo del 40º aniversario del Club Argentino, en 1945, finalizando octavo. En Cordoba, había empatado la primera colocación con Juan Iliesca en el magistral de 1936, y triunfó en el torneo internacional de 1942, delante de la campeona mundial Sonia Graf. El doctor Secchi, representó a Córdoba en el campeonato argentino por equipos realizado en La Falda, en 1959, como segundo tablero. Ganó cuatro partidas e hizo tablas las restantes. La proyección de Secchi al plano del ajedrez mundial, se dio a través del juego por correspondencia. Fue segundo tablero y capitán del seleccionado argentino que partició en la tercera olimpíada postal, en 1858, y por su actuación recibió el título de maestro internacional. Al año siguiente, Secchi alcanzó el cuarto puesto en el campeonato mundial individual de ajedrez por correspondencia, éxito que sólo ha sido superado, en fecha posterior, por el maestro Juan Sebatían Morgado. Secchi fue presidente de la Unión Cordobesa de Ajedrez en dos oportunidades: 1957/58 y 1973/75. En este segundo período, hizo posible algunas de las mejores ediciones del torneo abierto del Centro de la República, el tradicional certámen cordobés cuya continuidad frustraron administraciones posteriores. Por la misma 231

época, fue también vicepresidente de la Federación Argentina de Ajedrez. En 1979, y precisamente en el último abierto del Centro de la República realizado, Secchi volvió a jugar. Se cumplían cincuenta años de ajedrez federado en Córdoba y era también el jubileo de nuestro primer campeón oficial. Ya seriamente enfermo, fue sin embargo rival de ciudado para todos, por su concepto magistral y su tenacidad para luchar aún en posiciones inferiores. Allí, Secchi se despidió de las competencias, cerrando medio siglo de gloria deportiva. Ahora que nos ha dejado para siempre, rendimos nuestro emocionado homenaje a su memoria.

La importancia de la Unión Cordobesa A más de 400 años de la fundación de Córdoba la ocasión es propicia para que hagamos un breve repaso de la historia del ajedrez local, que es el de mayor nivel del interior del pais. La característica más notoria del juego ciencia cordobés, radica en que se ha concentrado, sucesivamente, en una sola institución. Siempre hubo, en los papeles, varias entidades afiliadas a la federación capitalina, pero la actividad se ha ido desplazando de una a otra, en largos ciclos. Todo comenzó en la biblioteca popular Dalmacio Vélez Sarsfield, sita frente a la hermosa plaza de barrio General Paz. Allí, desde principios del siglo XX, se reunían los aficionados y allí se realizó el primer campeonato oficial de Córdoba, cuyo ganador fue Juan Carlos Roura, en el año 1923. La federación provincial quedó constituida en 1929 y el primer campeón fue Eduardo Bautista Secchi, que dominó el tablero de Córdoba durante casi dos décadas. En esa época, el círculo presidido por Luis Soppelsa, era el centro absoluto de nuestro ajedrez, y de él surgió otra de las figuras consulares, Rodolfo Argentino Redolfi, que obtuvo el titúlo máximo en 1952 y lo retuvo casi diez años. El Casino Español pasó luego a ser la entidad señera en el ámbito local, en competencia con el club Atlético Palermo, de San Vicente. 232

Hacia el año 1960, se consagra otro jugador que goza todavía de merecida fama, Osvaldo Manuel Bazán, campeón de Córdoba durante tres lustros. La etapa institucional del siglo pasado comienza en 1974, con la fundación del club Alekhine. Impulsada por aficionados de las categorías menores, la intensa labor de promoción llevada a cabo por esta ya tradicional entidad, fructificó en una verdadera pléyade de jóvenes campeones: Guillermo Gustavo Soppe, Raúl Lucrecio Monier, Aris Yosifides, y en la rama femenina, la mestra internacional Edith Soppe y Liliana Burijovich. Sería injusto desconocer el aporte realizado por instituciones tales como el club Comunicaciones Córdoba y, en particular, el Círculo de Ajedrez “General Bustos”, que fueron auténticos semilleros de destacados ajedrecisticas. Y tampoco debe olvidarse a otros maestros locales que, en ocasiones, y a lo largo de los años, alcanzaron el campeonato de Córdoba: Máximo Ramadán Gómez, Julio César Saadi, José Angel Diani, Luis Marcos Bronstein, Osvaldo Mario Buraschi, Gerardo Emilio Bazán. Entre los éxitos logrados por los ajedrecistas cordobeses, hay que recordar que Bronstein, Adla y Roisman fueron campeones argentino juvenil, y Soppe, campeón argentino de cadetes y de mayores en 1990 y 2003. Edith Soppe fue campeona argentina femenina y trajo a nuestra capital el primer título internacional. Redolfi y Bazán conquistaron el vicecampeonato absoluto y formaron parte del equipo olímpico nacional; al igual que Monier, en años recientes. También, en varias oportunidades, la Unión Cordobesa se ha adjudicado el certamen nacional por equipos. Al transformarse en asociación de primer grado, según la reforma estatutaria sancionada en 1984, la U.C.A. aspiraba a consolidar la tradición local, nucleando a todos los aficionados y maestros en una sola entidad. Se abrió una nueva etapa, que debería haber estado a la altura de los antecedentes. Lamentablemente, esta decisión lo único que hizo es llevarla a su desaparición.

233

Campeones mundiales en Córdoba En los anales del ajedrez cordobés se registran las visitas de Grandes Maestros Internacionales (GMI). Entre ellas es oportuno señalar las siguientes: 1942.- Sonia Graf (campeona alemana); Gedeon Stalberg (Suecia); Miguel Najdorf (Polonia); Raúl Michel (Alemania); y Miguel Czerniak (Israel); en sendos torneos Magistrales del Club Belgrano y la Federación. 1954.- Paul Keres y Alexander Kotov (Simultáneas). 1958.- Efiw Geller y Paul Keres (Simultáneas). 1959.- Ludeck Pachman (Magistral). 1960.- Victor Korchnoi y Marck Taimanov (Toreno Sierras de Córdoba).. 1966.- Leonid Stein y Wolfand Ulhman (Simultáneas). 1971.- Robert Fischer (Simultáneas). 1975 Eugenio Torre (Torneo Centro de la República). 1981.- Lujobomir Ljubojevic (Simultáneas). 1981.- Bent Larsen (Simultáneas). 1998.- Andrez Rodríguez , (Zonal Sudamericano). Además pisaron la tierra cordobesa Erich Eliskases (Austria), que se “nacionalizó” cordobés quedándose a vivir en “La docta” hasta su fallecimiento y los campeones mundiales Anatoli Karpov, Gary Kasparov y Robert “Bobby” Fischer (aunque este lo hizo antes de ser campeón del mundo). Anatoly Karpov. Extraordinario interés alcanzó la exhibición ofrecida el 28 de febrero de 1982 por el campeón del mundo Anatoly Karpov y su compatriota Lev Polugaivski. Gran marco de público se dio cita en la primera cuadra de la calle Rivera Indarte (peatonal frente a la Legislatura) para ver a estos dos GM. El ruso cotejó simultáneamente frente a 20 tableros, obteniendo el 234

scorer de 16 ganadas, 3 tablas y una perdida, mientras que Polugaievsky logró sobre 25 partidas 21 victorias, 3 tablas y una derrota. Los héroes fueron el ex campeón de Córdoba 1978 Gerardo Bazán que venció a Karpov y Felix Doering que se impuso a Polugaievsky. Dividieron honores Fabián Moscovih, Liliana Burijovich y Rodolfo Gaete que dividieron honores con el campeón y Héctor Luis González, Jorge hefty y Juan Martínez que lograron tablas frente a Lev. Karpov venció a los locales Raúl Monier, Arís Yosifides, José Fernández, Miguel Litovicius, Raúl Grosso, Nelson Barsky, Sebastián Brizuela, Raúl Nuñez, Miguel y Juan Pablo Rosetti, Osvaldo Buraschi, Horacio Pirozzi, Ariel Alonso, Ricardo Minguillón, Miguel Vivas y Luis Agnolón, Mientras que Polugaievsky doblegó a Carlos Salvi, Simón Brakin, Carlos Rubinsky, Miguel Cervetta, Miguel Galván, Raúl Ochoa, Osvaldo Caglieri, Héctor Corti, Carlos Escalante, Miguel Prado, Ismael Giménez, Carlos Alvárez, Nino Busso, Luis Carrizo, Juan Quevedo, Roberto del Pino, Henry Días y Sergio Oviedo. Por la tarde – noche estos GM ofrecieron una edición similar a esta en La Falda. La segunda visita de lujo de Karpov se produjo el 1 de octubre de 2000. En el salón Libertador del Patio Olmos, enfrentó a 20 tableros locales y perdió una partida, con Alejo Lingua. Consiguieron valiosos empates Guillermo Soppe, Raúl Monier, Aris Yosifides, Fernando Bertona, Osvaldo Buraschi, Lliana Burijovich y Alan Fedrizzi y cayeron derrotados por el ex campeón mundial Leandro Tobares, Elías Miana Sergio Paez, Mauro Fedrizzi, Mario Romanow, Marcelo Dvorkin, Fabio Roisman, Aldo Calneggi, Jorge Fernández, Juan José Grosso, Carola Días y Abel Acosta. Gary Kasparov. El 15 de octubre de 1992 el campeón mundial Gary Kasparov disputó en la Vieja Usina partidas simultáneas con 30 tableros cordobeses. 235

Estuvo acompañado por el GM Miguel Angel Quinteros y su manager Andrew Page y la velada se honró con la presencia del GMI residente en Córdoba, Erich Eliskases. . Jugó “al toque” la apertura y luego de cuatro horas y media de juego y los héroes de la noche que consiguieron dividir el punto con “El aguila de Baku” fueron Carlos Boissonnet, Eduardo Brusa y Juan Pablo De María, de Marcos Juáresz y Daniel Dalmagro y Ismael Giménez , ambos de Córdoba capital, Perdieron con el campeón Fernando Bertona, Raúl Monier, Aris Yosifides, Matías Halac, José Luis Sánchez, Liliana Burijovich, Osvaldo Bazán, Rubén Pinus, Alejandro Hutt, Daniel Garrido, Raúl Maiques, Jorge Pereiro, Fabián Moscovich, Isaac Resnik, Fernando Porro, Maximiliano Tejero, todos ellos por la Unión Cordobesa de Ajedrez Por el interior lo hicieron: Jorge Fernánez (San Francisco), Juan Carlos Moreira (Villa María) , Hugo Cagliero (Jesús María), Carlos Echevarria (La Carlota), Laura Herrera (Cosquín), Pablo Castelar (Marcos Juárez), Gabriela López (Marcos Juárez), y Federico Natali (Marcos Juárez). Otro lujo en 1997 Kasparov volvió a visitar nuestra ciudad el 10 de setiembre de 1997 y en repleto salón del Patio Olmos, más de 500 personas ovacionaron la actuación del ruso. En esta oportunidad no fue una sesión de simultáneas, sino que se disputó un torneo de partidas rápidas, en la que no estuvieron ausentes los característicos gestos del campeón. Garry ganó la “Copa ciudad de Córdoba” deleitando a la concurrencia con su talento y sin que ninguno de sus rivales pudieran resistirse a sus mortales jaques. En definitiva, sólo Raúl Monier, Guillemro Soppe y Gerardo Bazán fueron quienes presentaron más dura batalla y la tabla final de posiciones quedó conformada de la siguiente manera: Kasparov 9 puntos, Soppe y Monier 7,5; Bazán y Aris Yosifides 5,5; Elías Miana 4, Mariano Agüero 3,5; Pablo Jacobo 2,5; Sandra Villegas 1 y Delfín Hernandez 0. 236

Robert Fischer El 21 de noviembre de 1971, luego de ganarle su encuentro a Tigran Petrosian (6,5 a 2,5) en el encuentro semifinal del torneo de candidatos para enfrentar a Anatoly Karpov por el título de campeón mundial, Robert “Bobby” Fischer estuvo en nuestra ciudad de Córdoba para enfrentar en sesión de partidas simultáneas a 20 jugadores de primera categoría: 15 loclaes y 5 del interior provincial. En la oportunidad, el escenario del prestigioso teatro Rivera Indarte (Hoy General San Martín) se vio rebasado por una inusual cantidad de aficionados, típico del furor que había despertado en todo el mundo el genio norteamericano. Enfrentó a Osvaldo y Gerardo Bazán; Espinoza Paz, Elías Miana, Oscar Maldonado, Miguel Litovicius, Osvaldo Buraschi, Luis Paez, Guillermo Canova, Oscar Salvi, Máximo Ramadan, Sebastián Brizuela, Aldo Calneggia, Luis Buchaillot, ReyO N lehocczky y Marchetti. Hizo tablas con Salvi, Marchetti y Buraschi y perdió con Canova. Fischer ganó 16 partidas, perdiendo con Guillermo Canovas e igualando ante Osvaldo Buraschi, Carlos Salvi y Francisco Marchetti.

Evocación del ingeniero Juan Guillermo Bosch (Cancho) Testigo privilegiado de la visita de Fischer a Córdoba. Recuerdo bastante bien el día en que vino Bobby a Córdoba. Desde varios días antes, el "Avión" Gonzalez, gran promotor del ajedrez comunicó a todo el mundo que vendría Fischer a nuestra ciudad a jugar una simultanea contra los mejores maestros cordobeses. Luis Bronstein no aceptó la invitación a participar porque dijo que él hubiera jugado personalmente con Fischer y no en simultanea. En esos momentos era uno de los mejores jugadores de Córdoba aunque un poquito creído, ¿No?. Junto con él, que fue mi compañero de secundario en el Belgrano y 237

gran amigo desde que entramos, fuimos al teatro Rivera Indarte, hoy Gral San Martín a ver las simultaneas. Un rato antes de comenzar, nos mezclamos entre los amigos ajedrecistas y el Gordo Gonzalez nos presentó al Gran Maestro Miguel Quinteros, quien lo había traído a Córdoba. También nos presentó a Fischer quien nos tendió la mano con un gesto de desinterés. En el escenario del teatro pusieron los tableros y en ellos se sentaron: Osvaldo Buraschi, Osvaldo Bazán, Marchetti, Canova, y de los otros jugadores no tengo seguridad pero creo recordar que eran Diani, Miana, Salvi, Redolfi, y algunos otros que no recuerdo. Al término de las partidas con un solo ganador contra Fischer que fue Canova y creo que dos tablas de Buraschi y Marchetti o de Salvi, el Avión nos buscó para invitarnos a concurrir a la cena que se le ofrecería a Fischer en el restaurante del Bristol Hotel en calle Rivera Indarte casi esq. 9 de Julio. Bronstein no quiso ir y yo acepté la invitación a concurrir, me interesaba charlar con Fischer. Allí fuimos El Gordo Gonzalez, Fischer, Quinteros, creo que Buraschi y yo. No éramos muchos. En cuanto nos sentamos Fischer pidió "bife de chorizo", a lo que el mozo le respondió que no había. Se enfadó y yo tuve que intervenir para indicarle al mozo que le trajera un "entrecote" jugoso, como a él le gustaba. El mozo le trajo una costeleta con hueso y todo y ante la mirada atónita de la concurrencia que nos observaba y chimentaba, agarró la costeleta con la mano y la empezó a comer como si fuera un choclo. Todos nos hicimos los "burros" y fingíamos calma y normalidad a pesar de las miradas desaprobadoras de todo el mundo. A Fischer lo único que le interesaba era el ajedrez. No se podía hablar con él de ninguna otra cosa que despertara su curiosidad. En un momento dado le pregunté que opinaba del problema racial, en esos tiempos muy de "moda" en EEUU, a lo que me respondió textualmente "Negros Bah". No se podía hablar de los ajedrecistas rusos porque montaba en cólera ya que consideraba que eran una camarilla organizada para que él no llegara a ocupar puestos importantes en el "top rank" del ajedrez. Cuando nos despedimos me dio la mano con mucha mas amabilidad que al principio. Debe haber sido por que fui el único que le dirigió la palabra directamente ya que 238

todos los otros lo hacían a través de Quinteros que se comportaba como un perrito faldero con él. Una cosa me quedó grabada de la sesión de simultáneas. En una mesita había una jarra como con 5 litros de jugo de naranja. Bobby a medida que pasaba frente a los tableros y jugaba se dirigía a la mesita y se servía jugo que bebía con fruición. Al término de las simultáneas la jarra estaba vacía y él no había ido ni una sola vez al baño.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

239

25 Argentina Recuerdo breve del ajedrez en la Argentina En 1810, los rioplatenses le dimos jaque mate al rey de España y proclamamos la voluntad de ser libres. Más de 200 años despues, es una ocasión propicia para recordar, brevemente, la historia del ajedrez argentino. El juego era practicado ya en tiempos de la colonia y el libro de Philidor, escrito en el siglo XVIII, no faltaba en ninguna buena biblioteca de Buenos Aires. Sin embargo, y tal como ocurría en Europa, el juego se practicaba en los salones privados y sólo después de 1860 aparece en los cafés. Pero no existía una organización de ajedrecistas formalmente constituida. Finalmente, en abril de 1905, se funda el Club Argentino de Ajedrez. Entre sus socios más jóvenes, pronto se destaca Roberto Grau, que une a su talento para el juego, una extraordinaria capacidad de organización. Por los años del centenario, visitan a nuestro país los más renombrados maestros europeos y también, la máxima figura del ajedrez latinoamericano: José Raúl Capablanca. Sobre la base del club Argentino, en 1923 se crea la federación nacional. Y nuestro país es el único de toda América que concurre a la fundación de la Federación Internacional de Ajedrez, concretada en Paris, 1924. También estuvimos presentes en la Copa de las Naciones, es decir, las actuales Olimpíadas Ajedrecísticas, desde su primera versión oficial, Londres 1927. Gracias al apoyo del presidente Marcelo T. de Alvear, ese mismo año el club Argentino, fue sede del encuentro por el campeonato mundial, entre Capablanca y el maestro ruso francés Alejandro Alekhine. Buenos Aires inscribe así su nombre en la historia del título máximo, junto a las grandes capitales del mundo. Por supuesto, el desarrollo del ajedrez se extiende también al interior. A partir de 1928, Mar del Plata realiza regularmente torneos internacionales, a la altura de los más renombrados de Europa. Y en 240

1929, se forma en nuestra provincia de Córdoba la Federación Cordobesa de Ajedrez. En 1939, se cumple en Buenos Aires la octava edición de la Copa de las Naciones. Nuevamente, la Argentina es el primer país de América que se convierte en sede de la competencia más importante del mundo. Hasta entonces, siempre se había realizado en Europa. Un acontecimiento trágico altera el curso de la Olimpíada: Estalla la segunda guerra mundial y, como consecuencia, muchos maestros permanecen en nuestro país. Entre otors, Erich Eliskases y Miguel Najdorf, convertidos en ciudadanos argentinos. El impulso adicional que la radicación de estas grandes figuras trajo consigo, se advierte leyendo las memorias de Eduardo Lasker, que vino a jugar el torneo de Mar del Plata en 1949. Dice Lasker que “la actividad ajedrecística en la Argentina es una cosa que maravilla”. Era natural, entonces, que nuestros jugadores comenzaran a recoger éxistos: En 1953, Oscar Panno se consagra como campeón mundial juvenil, en tanto que el equipo nacional era el vicecampeón mundial olímpico, escoltando a la Unión Soviética y superando a todos los países del Occidente. En 1978, los juegos olímpicos volvieron a cumplirse en Buenos Aires con la presencia de la mayoría de los grandes maestros internacionales de esa época. Por ello, también en ajedrez, “al gran pueblo argentino salud”.

La democracia y el juego de los reyes, que es el rey de los juegos El juego de ajedrez, como se sabe, tiene unos mil quinientos años de antiguedad. Fue creado en la India, cuando el sistema universal de gobierno era la monarquía. Por esto, no es extraño que la pieza principal del juego, sea el Rey. El juego de los reyes, que es también el rey de los juegos, puede sin embargo ser interpretado como una representación de la moderna democracia. En primer lugar, porque una partida es una lucha de 241

ideas, donde se combate, pero sin violencia. Una concepción se opone a otra, y prevalece la más inteligente; a veces, ambos bandos tiene sus razones, igualmente valederas, y la partida es tablas: Como cuando distintos sectores de la ciudadanía concilian intereses contrapuestos, para beneficio de la sociedad en su conjunto. Frente al tablero, cada jugador ejecuta un movimiento por vez. Luego le toca el turno al rival. Esta alternancia se parece al diálogo democrático, donde nadie tiene derecho a ser silenciado y todos pueden hacer escuchar sus opiniones. En el ajedrez no hay un monólogo del más fuerte; tampoco, en la democracia. Durante la partida, cada jugador está obligado a prestar la misma atención a sus propias jugadas y a las jugadas del adversario. Unas y otras están relacionas. Así ocurre en la vida democrática, donde los puntos de vista de los demás son respetados y tenidos en cuenta, a la hora de adoptar las decisiones. Es más, en el juego, si uno subestima los planes del rival, seguramente, suele perder el poder en las elecciones siguiente. Para el desarrollo de la partida, cada jugador dispone de una amplia gama de alternativas. Puede elegir con plena libertad el camino que le parezca más adecuado para el logro de su victoria personal. En una sociedad democrática, existe igualmente una diversidad de opciones, que se denomina “pluralismo”: Muchas posibilidades, que conviven armoniosamente entre si. Sin embargo, en el ajedrez hay ciertas limitaciones. Determinadas jugadas están prohibidas, porque violan el reglamento del juego. Otro tanto sucede en la democracia; cada uno puede ejercer su libertad, pero dentro de un marco perfectamente definido de antemano: La Constitución y, en general, la ley. Por eso, la libertad no es ni puede ser absoluta. En el ajedrez, si un jugador viola el reglamento y pretende realizar jugadas ilegales, destruye el ajedrez mismo. Y en la vida de un país, si un político, si un partido o un gobierno viola la constitución o permite que ello ocurra, destruye a la democracia misma. Esto implica que, tanto en el juego como en la democracia, hay y debe haber diversidad, pero siempre dentro de un acuerdo básico sobre 242

determinados principios, que son casi sagrados: en el ajedrez, es el reglamento; en la democracia, es la Constitución. La práctica del ajedrez resulta, pues, un valioso auxiliar para la formación individual y social del ciudadano.

¿Porqué Argentina retrocedió tanto? Eduardo Lasker fue un gran maestro alemán, nacido en Breslau en el año 1885, que se hizo ciudadano de los Estados Unidos de América, donde murió, casi centenario, en 1981. No tenía parentesco alguno con Emanuel Lasker, que fue campeón mundial, pero ambos fueron amigos. Eduardo también tuvo amistad con Capablanca, Alekhine, Reshevsky y todos los ajedrecistas de primera línea, a lo largo de casi todo el siglo XX. Autor de varios libros, el más ameno es, sin duda, la autobiografía publicada en 1951, bajo el título de “Secretos del ajedrez que aprendí de los grandes maestros”. Hay allí un capítulo, denominado “La vida del ajedrez en sudamérica”, al que me refiero a continuación. Cuenta Eduardo Lasker que, en 1949, la Federación Argentina de Ajedrez lo invitó a participar en el torneo magistral de Mar del Plata. Se trataba de la décima segunda edición de este certámen, que había empezado a realizarse en 1928 y que era, en aquella época, uno de los más prestigosos del mundo. El viaje, en los aviones a pistón anteriores a los modernos “jets”, duraba 28 horas, con escalas en Panamá, Lima, Guayaquil y Santiago de Chile. Lasker llegó al aeropueto de Morón, pues todavía no existía la estación de Ezeiza, donde lo esperaban Miguel Najdorf y las autoridades de la FADA. El maestro visitante se asustó muchísimo porque, según observó, en Buenos Aires todo el mundo manejaba el automóvil como un loco: Nada ha cambiado desde entonces, como puede comprobarlo quien toma un taxi o un ómnibus en la Capital Federal. Lasker señala que, en Buenos Aires, había en ese momento más de sesenta clubes de ajedrez. Y dice que a ellos deben agregarse los cafés donde se practicaba el juego, que son más numerosos que en 243

Paris. Elogia luego el Casino de Mar del Plata, sede del magno torneo, con su hermosa vista al mar y los amplios salones de análisis. El europeo estaba deslumbrado por las magnificiencias de este recóndito lugar del mundo. Más adelante agrega, textualmente: “En Argentina, todo el mundo parece jugar al ajedrez, igual que Rusia. No me asombra que haya tántos jugadores de primer nivel”. Recordemos que el ganador del torneo fue el gran maestro Héctor Rossetto, y que el segundo puesto fue igualado por Erich Eliskases y Carlos Guimard. Lasker perdió, frente a Rossetto, en veintinueve jugadas. El maestro narra que retornó a los Estados Unidos via Montevideo, Río de Janeiro y Panamá. Y afirma que encontró en todas partes una activa vida ajedrecística, aunque la Argentina estaba muy por delante a ese respecto. Recuerda luego que la segunda guerra mundial, que estalló durante los juegos olímpicos de Buenos Aires, en 1939, obligó a quedarse en nuestro país a muchos mestros europeos, con el consiguiente beneficio para el progreso del ajedez nacional. Y destaca la publicidad que el juego tiene en los medios de prensa y el apoyo gubernamental para los grandes torneos. Eduardo Lasker pone a la Argentina como ejemplo de lo que debe hacerse en los Estados Unidos. Corre el año 1949, y nuestro país es primera potencia ajedrecística de Occidente. Inmediatamente después de la Unión Soviética. Poco más tarde, el entonces juvenil Oscar Panno conquistaría el primer título mundial del ajedrez argentino. Han pasado los años. Meditemos ¿Porqué los argentinos hemos retrocedido tanto?

El Estado y el ajedrez Muchas veces los dirigentes han criticado la política deportiva de los gobiernos constitucionales. Según ellos, el Estado debería proveer los fondos para que los maestros argentinos cobren buenos premios en dinero y viajen al extranjero a disputar sus compromisos internacionales. Y ponen como ejemplo el caso de Cuba, donde el 244

gobierno les paga un sueldo a los ajedrecitas destacados, a fin de que puedan dedicarse exclusivamente al juego. Estimo y espero que estas ideas no reflejen la opinión de la mayoria de los jugadores y dirigentes del ajedrez nacional. En primer lugar, es poco afortunado citar la situación cubana, ya que este país posee un sistema totalitario, comunista, y la Argentina, en cambio, es una democracia donde impera la libertad. Pensemos que, probablemente, ningún maestro de nuestro país quiere convertirse en un empleado público, al servicio de los intereses políticos del gobierno de turno, como lo son los colegas de Cuba o de la ex Unión Soviética. Si se trata de buscar ejemplos en el exterior, sería más acertado mirar a los Estados Unidos o a las democracias europeas. Allí el estado no da ningún subsidio a los profesionales del deporte, es decir, a aquellas personas que han resuelto vivir solamente para jugar al ajedrez o a cualquier otra cosa. Cada uno es libre de ser un ajedrecista profesional, pero no debe pretender que toda la sociedad lo mantega. El pueblo no paga impuestos para que algunos pocos privilegiados vayan a disputar un campeonato del mundo. La Federación norteamericana, cada vez que sus representantes tienen que concurrir a los torneos internacionales o clasificatorios, buscan auspicio en las empresas privadas o bien, son los propios aficionados al ajedrez quienes efectúan aportes para solventar los gastos. A nadie se le ocurre, siquiera, ir a pedirle al gobierno un pasaje gratis, por la sencilla razón de que las líneas aéreas también están en manos privadas, como debe ser. Hace un par de décadas, para comprar su sede en Nueva York, la federación pidió donaciones a sus asociados: Reunió treinta mil dólares y logró su objetivo. No se nos diga que en la Argentina esto sería imposible, porque somos pocos habitantes. Esto es una excusa nada más. Es preocupante que la FADA o la gran mayoría de sus afiliadas no sean capaz de organizar un solo torneo si el Estado no le provee alojamiento gratis y otros subsidios. Si las instituciones que nuclean a los ajedrecistas no pueden subsistir sin el auxilio gubernamental, no se ve muy bien para que exiten. La conclusión es que la falla no está 245

en las instituciones, sino, tal vez, en sus circunstanciales dirigentes. Al Estado sólo le compete, la difusión del ajedrez entre la niñez y la juventud, como parte de la formación intelectual y moral del pueblo. Pero el profesional debe buscar apoyo privado o dedicarse a otra cosa.

Fischer en Argentina El acceso del gran maestro norteamericano Robert Fischer al campeonato del mundo fue un trámite azaroso. Es verdad que Bobby ya había demostrado, con su impresionante serie de triunfos en la década del 60, que era un firme aspirante al título, pero sus continuas querrellas con los directivos de las instituciones ajedrecísticas, lo colocaban a menudo al margen de las exigencias reglamentarias. Así fue como, enemistado con las autoridades de la Federación de los Estados Unidos, no pudo intervenir en los zonales de 1969. Entonces, se produjo uno de los hechos más hermosos de la historia del ajedrez. El maestro húngaro Paul Benko cedió a Fischer su plaza en el interzonal de Palma de Mallorca. Benko había tenido que escapar de su patria luego de que los soviéticos ocuparan a Hungría en 1956 y se había naturalizado norteamericano. Y viendo en Bobby al único jugador occidental capaz de batir a los opresores comunistas, le dio la oportunidad. No se equivocó. La victoria de Fischer en el interzonal fue abrumadora, finalizando con tres puntos y medio de ventaja sobre sus más inmediatos seguidores, que fueron el soviético Geller, el alemán Hubner y el danés Larsen. Sólo este último consiguió derrotar a Fischer en la partida individual. Vino luego la serie de matches por la candidatura, y el mundo se conmovió nuevamente. El primer cotejo enfrentó a Ficher con el soviético Mark Taimanov, a quien doblegó por seis a cero. A continuación, se midió con Larsen, y el resultado fue el mismo: seis a cero. Nunca se habían registrado tales marcas en las preliminares de un campeonato mundial. 246

El cotejo decisivo es recordado por los argentinos, ya que se cumplió en Buenos Aires. Era el año 1971. y Fischer jugó aquí contra el ex campeón Tigran Petrosian, adjudicándose la lucha por el claro marcador de seis y medio a dos y medio. Fueron jornadas de fervor popular en plena calle Corrientes, y el teatro municipal General San Martín resultó pequeño para albergar a los miles de aficionados que concurrían todos los días. Ya desafiante oficial del entonces campeón, el soviético Boris Spassky, Fischer vino a nuestra provincia, Córdoba, donde ofreció una exhibición de partidas simultáneas en el teatro Rivera Indarte. La sesión se realizó el 21 de noviembre de 1971, y Bobby perdió frente a Guillermo Canova, cediendo tablas a Carlos Salvi, Osvaldo Mario Buraschi y Francisco Marchetti. Terminó jugando mano a mano con el campeón local, Osvaldo Manuel Bazán, a quien derrotó tras conducir magistralmente un final en apariencia equilibrado. Fischer, que ya había estado en Mar del Plata en 1959 y 1960, era un entusiasta de los bifes y de los zapatos argentinos. Aquí se hizo amigo de Miguel Angel Quinteros, de Bazán y de muchos otros jugadores, mostrando un trato afable en la intimidad, que contrastaba con sus gestos de mala educación en las reuniones numerosas. Durante un agasajo en Córdoba, Bobby se puso a hojear una revista y no contestaba cuando le dirigían la palabra. Se comportaba socialmente como una criatura malcriada, cosa que muchos jamás le perdonaron. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

247

26 En distintos países La supremacía del ajedrez ruso En la historia del ajedrez del siglo XX, fueron rusos todos los campeones desde 1927 en adelante, salvo el breve paréntesis abierto y cerrado por el genio norteamericano Robert Fischer. La lista incluye a Alexander Alekhin Mijail Botvinnik, Vassily Smylov. Mijail Tal, Tigran Petrosian, Boris Spassky, Anatoli Karpov y Garry Kasparov. En el siglo XIX, cuando los campeones fueron en su mayoría alemanes, el imperio ruso contaba ya con maestros de primera línea. Merece recordarse a Alexander Petrov, eminente teórico y autor del primer manual editado en su país; a Karl Fiedrich Carl Jaenisch, autor también de numerosos libros; y, en especial a Mijail Chigorín, que disputó dos veces el título mundial a Wilhelm, Steinitz, en 1889 y 1892. Los aficionados al ajedrez, y el público en general, suelen preguntarse a que se debe este predominio ruso. La respuesta es compleja y deben considerarse diversos factores. En primer lugar, es útil recordar que, a lo largo de la historia, los mejores ajedrecistas siempre han pertenecido a alguna potencia dominante en el terreno político, militar y cultural. España, en tiempos del descubrimiento de América; Italia, durante el Renacimiento, Francia, en la época de la Ilustación; Inglaterra, cuando sube al trono la reina Victoria; y Alemania, hasta la primera guerra mundial. Despues de 1918, la Unión Soviética y, en menor medida Estados Unidos. En tal sentido, pues, no hay nada sorprendente. De todos modos, el ajedrez tiene una tradición milenaria en Rusia. Como se sabe, el juego es originario de la India, de donde pasó a la antigua Persia. Y desde allí fue llevado por los mercaderes y los guerreros medievales, a Moscú y Petrograd. Su difusión fue muy rápida y se extendió no solamente a todo el pueblo, incluso en las áreas rurales. Debemos tener presente que el clima de Rusia, con 248

largos y crudos inviernos, favorece la práctica de todos los juegos de salón. Pero, sin duda, ha sido la organización social comunista la que dio tan grande impuso al ajedrez en los últimos cincuenta años. El Estado, al tener para sí el control de todas las actividades económicas y culturales, ha provisto los medios necesarios para que el jugador talentoso se consagre en forma exclusiva al estudio del juego y viaje a cualquier lugar del mundo para competir y perfeccionarse. En la ex Unión Soviética, los grandes maestros eran verdaderos profesionales, sostenidos por la comunidad y, gozaban de una gran serie de privilegios reservados a los miembros del partido único y a la burocracia gubernamental. Por supuesto, estos beneficios tenían un precio muy alto: El maestro sacrificaba su libertad, debía sujetarse a la estricta disciplina del Estado y hasta era sometido a vigilancia cuando salía al exterior. Su talento era utilizado como arma de propaganda ideológica y cualquier intento de independencia podía traer aparejado su severo castigo. Ello explica casos como el de Víktor Korchnoi, que pidió asilo en Occidente y jugó bajo bandera Suiza. En los Estados Unidos, se exiliaron Roman Yinyihasvili, Lev Alburt, Anatoli Lein y Leonid Shamkovich. Igor Ivannov en el Canadá, y la lista completa sería muy larga.

El Marshall Chess Club En la calle 10, oeste, número 23, entre la famosa Quinta Avenida y la avenida de Las Américas, es decir, en pleno Manhattan, Nueva York, tiene desde siempre su sede uno de los clubes más conocidos del mundo: EL MARSHALL CHESS CLUB. Ocupa los dos primeros pisos de un edificio que data de alrededor del año 1890, magníficamente conservado. En ellos, vivió el insigne maestro americano Frank Marshall, con su esposa desde 1931. Marshall era, en ese tiempo, el campeón de los Estados Unidos, y la residencia le fue obsequiada por un empresario de nombre Gustavus 249

Pfeifer, cuya admiración por el maestro era tan grande como su fortuna y su generosidad. El Marshall Chess Club reconocía como antecedentes a una agrupación fundada por el maestro americano ya a comienzos del siglo: El Marshall Divan. En realidad un café con ajedrez, a la manera del Simson´s Divan de Londres. Cuando recibió los dos pisos de la calle 10, Marshall instaló allí mismo su club, que presidió hasta su muerte, en 1944, siendo sucedido por su esposa, Caroline. Cuando también ella falleció, se formó la primera comisión directiva de la época moderna del club. El segundo piso está todavía decorado a la moda del siglo XIX. Las mesas, alineadas una junto a la otra, son de viejo diseño y tienen el tablero incorporado. Las butacas son de fino cuero, con brazos torneados, y cada mesa dispone de una antigua lámpara regulable, de las llamadas “cuello de ganso”. Un busto de Marshall preside la sala y, en las paredes, muchas fotografías testimonian el paso de los más destacados ajedrecistas del siglo: Reshevsky y Fine, entre los americanos; Capablanca y Alékhine, entre los extranjeros. También Robert Fischer frecuentó el Marshall Chess Club. Y, desde sus salones, participó a distancia en el famoso torneo de La Habana, 1965, enviando sus jugadas a través de una teletipo. Era el tiempo de una grave confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y a Fischer no se le había permitido viajar a Cuba. El Marshall Chess Club está abierto todos los días, desde las dos de la tarde hasta la media noche. No es accesible a todo el mundo, ya que la cuota anual asciende a 150 dólares. Claro que dicha cuota comprende clases de ajedrez todos los lunes; torneos relámpago los jueves; y los certámenes regulares los fines de semana. La organización está a cargo de gerentes rentados, uno durante el día y otro, por la noche. Muchos quisieran tener, en nuestro país, un club parecido: “¿será posible?”

El ajedrez en Finlandia 250

Ubicada en el extremo norte de Europa, Finlandia posee un territorio cuya extensión no supera a la de una de nuestras provincias. Se encuentra cubierta por bosques de pinos y, en su región austral, existen numerosos lagos, famosos por su belleza. De clima frío, Finlandia es atravesada por el círculo polar ártico y su capital, Helsinki, está ubicada a sesenta grados de latitud norte, sobre el mar Báltico y, más precisamente, sobre el golfo de Finlandia. Al frente, mar de por medio, se halla la ciudad de Tallin, capital de Estonia, la patria de Paul Keres. Y, no muy lejos, en la Unión Soviética, se levanta la antigua Leningrado (actualmente San Petesburgo) sede de grandes torneos de ajedrez. El nombre propio de Finandia es Suomi, en la lengua del país. El idioma finés es una rareza todavía no explicada por la ciencia, y su origen, tal como sucede también con el turco, el vasco y el húngaro, es completamente desconocido. De hecho, la lengua de los finlandeses no pertenece a ninguno de los grupos idiomáticos indoeuropeos. Finlandia fue cristianizada a mediados del siglo XII, cuando formaba parte del reino de Suecia. A principios del siglo XIX, como consecuencia de una guerra, el país pasó a depender de Rusia. Y sólo en 1917, aprovechando los trastornos creados por la revolución comunista, Finlandia se declaró independiente. Los soviéticos volvieron a ocuparla en 1939, pero tropezaron con heroica resistencia, aplastada ferozmente. Por fin, en 1947, un tratado devolvió su libertad a los fineses, pero a costa de ceder varias comarcas orientales al imperialismo ruso. Desde entonces, la república de Suomi vivió amenazada por una nueva invasión soviética, pues está organizada como una república democrática, al estilo occidental. Finlandia es la patria de grandes artistas, entre quienes sobresalen el músico Jan Sibelius y el novelista a Franz Emil Silanpaa, premio Novel de literatura. Y, naturalmente, tiene también un buen nivel ajedrecístico. En Helsinki se llevan a cabo con frecuencia importantes torneos magistrales. En ello suelen participar jugadores de las naciones 251

vecinas, tales como Suecia, Noruega, Polonia y Alemania, pero no es poco asidua la concurrencia de los rusos, con quienes los fineses no mantienen las mejores relaciones, debido a las razones históricas ya señaladas. Los rusos juegan muy bien al ajedrez, pero son políticamente peligrosos. La capital finesa fue sede de los juegos olímpicos ajedrecísticos en el año 1952, cuando la Argentina se clasificó segunda, detrás de la Unión Soviética. El primer jugador de Finlandia que alcanzó el título de gran maestro internacional, fue Markku Westerinen. Luego se sumaron Lauren, Rantanen y otros, y el ranking internacional registra a muchos ajedrecistas finenses.

El “Shogi”, un ajedrez japonés El juego de ajedrez, que es una verdadera institución en Occidente, proviene, sin embargo, del Oriente. Su cuna fue la India, hace más de mil quinientos años, y fue llevado a Europa por los árabes, cuando conquistaron a España. Los historiadores presumen que el ajedrez se basó en otro juego más antiguo, originario, probablemente, de la China. Y, todavía en la actualidad, existen juegos similares, en otros países del lejano oriente. Uno de ellos es el “shogi”, o ajedrez japonés. El “Shogi” se juega sobre un tablero de nueve columnas y nueve líneas, es decir, una más que el ajedrez. Todas las casillas son del mismo color, lo mismo que en el primitivo “chaturanga” hindú, forma inicial del ajedrez. El primer movimiento está a cargo de las piezas negras, al revés que en nuestro juego. Las piezas son muy parecidas, sólo que existen dos damas, una a cada lado del rey. También hay diferencias en el movimiento de las piezas: Las torres, por ejemplo denominadas “lanzas”, sólo pueden avanzar por su columna. Los caballos saltan, como en el ajedrez, pero únicamente hacia adelante, de a dos casillas por vez. No son las únicas variaciones. Una curiosidad del “shogi”, o ajedrez japonés, es el derecho al 252

“paracaidismo”. En cualquier momento, el jugador está en condiciones de volver a colocar en el tablero una pieza ya capturada, en vez de mover otra que permanezca en él. La regla tiene ciertas limitaciones, que no es el caso exponer aquí, pero brinda casi infinita gama de variantes que enriquecen la partida. La promoción, o coronación, es mucho más amplia que en el ajedrez. LLegando a la octava línea (que en el ajedrez japonés es, en realidad, la novena), no solamente los peones, sino también otras piezas, ven acrecentada su fuerza. Se puede coronar una torre, por ejemplo, que a partir de entonces estará habilitada para moverse no sólo por las columnas, sino también por las líneas, como su colega occidental. Las características del “shogi” hacen poco menos que imposibles los empates. En el ajedrez japonés, estadísticamente, sólo una de cada quinientas partidas es tablas por repetición de jugadas; más raros son aún los empates por insuficiencia de material para dar mate; y nunca se ha registrado una posición de rey ahogado. El “shogi” es muy popular en el Japón, donde los medios de prensa le brindan tanta difusión como la que tiene al ajedrez en Occidente. El título mundial es denominado “kisie”.

La proliferación de entidades Cuando nos referimos al ajedrez en rusia dijimos que allá los maestros son verdaderos profesionales del juego,ya que el Estado les brinda medios de vida y les facilita el estudio. En Occidente, la práctica del ajedrez depende del esfuerzo privado, con sólo una módica participación estatal. Los torneos importantes se llevan a cabo, por lo general, gracias al aporte publicitario de las grandes empresas. Son bien conocidas los certámenes que fueron patrocinados por IBM en Holanda, o por el diario “Clarin” en Buenos Aires. Pero este apoyo de las coorporaciones de negocios sólo se obtiene para competencias de alto nivel, que son, lógicamente, la única que puede ofrecer una buena propaganda. La actividad deportiva de las categorías inferiores, e incluso los campeonatos locales, rara vez 253

encuentran respaldo comercial. El Estado, por su parte, fomenta la práctica del ajedrez como disciplina formativa, pero no se interesa por el jugador destacado, por el que aspire a ser profesional. En nuestro país, por ejemplo, el subsidio oficial pocas veces alcanza para pagar los pasajes de las representantes nacionales a los campeonatos del mundo; todos los demás gastos, necesarios para una actuación eficiente, tienen que ser solventadas por las federaciones o por los propios jugadores. Nuestras instituciones subsisten, mal que mal, con las cuotas que pagan los socios. Pero nunca quedan excedentes para promover como seria deseable a los jugadores talentosos, muchas veces malogrados. La proliferación de entidades, productos de localismos y rivalidades banales, desperdiga a los ajedrecistas: En la República Argentina hay casi un centenar de federaciones, muchas de ellas, como la Asociación de Ajedrez de la Ciudad de Córdoba y en su momento la Unión Cordobesa de Ajedrez, de alcance municipal. Los Estados Unidos, con un territorio mucho más extenso y con más población, tienen una federación única. El gobierno debería dictar leyes que hagan menos penosa la práctica del ajedrez (y de cualquier otro deporte), sobre todo entre los jóvenes. En la actualidad, la mayoría de los establecimientos de enseñanza tienen poca o ninguna contemplación con los jugadores que deben faltar a clase para intervenir en un certámen. Tampoco las empresas privadas conceden licencias para estos fines, y ello impide progresar a quienes trabajan, que son casi todos. Pero en el aspecto financiero, es preferible que el ajedrez se mantenga en la esfera privada, evitando condicionamientos políticos. Claro que, para ello, los ajedrecistas deberán unirse en entidades fuertes y cooperar con ánimo solidario.

254

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

255

27 Apuestas y azar Se apuesta hasta la muerte El ajedrez es el juego más refinado que existe y participa de la precisión científica y de la creación del arte. Claro que, esencialmente, sigue siendo un juego, y ello explica que a menudo se realicen apuestas. Es común que los maestros se pasen muchas horas jugando partidas relámpago, por cierta suma de dinero. Es famoso el caso de Miguel Najdorf, insuperable en el juego rápido, que se prestaba gustoso a partidas por un peso moneda nacional (cuando el peso era moneda fuerte), en los salones del club Argentino de la Capital. En cierta oportunidad, el equipo olímpico nacional se quedó sin dinero en Austria. No podían comprar los pasajes de regreso y estaban a punto de tener que dormir en las plazas, sufriendo hambre. Por fortuna, descubrieron un café donde se jugaba por algunos chelines. Los aficionados austríacos perdieron una partida tras otra y nuestros compatriotas lograron reunir la suma necesaria para volver a Buenos Aires. Por supuesto, no se dieron a conocer. Testigos presenciales cuentan que el ahora gran maestro Miguel Angel Quinteros, en su juventud, jugaba partidas contra cualquier aficionado, por una taza de café con leche. Naturalmente, por grande que fuera su apetito, no podía tomárselos a todos, de manera que tenía un arreglo con el dueño del bar y le cobraba la mitad del precio de los “completos” que ganaba. Entre la realidad y la leyenda, y también en obras de literatura o el cine, el tema de las apuestas heroicas aparece con cierta frecuencia. En la película “El séptimo sello”, de Bergmann, por ejemplo, el protagonista juega una partida con la Muerte y cada jugada del caballero representa un tiempo más de vida, un aplazamiento del instante fatal. 256

Se cuenta que el famoso ajedrecista italiano Leonardo da Cutro, considerado el mejor del mundo a fines del siglo XVI, ganó la libertad de su hermano, que había sido hecho prisionero por los piratas sarracenos, jugándole una serie de partidas al capitán turco. Según la crónica, el maestro italiano le ganó, además, una gruesa suma de dinero al pirata. Pero el colmo de las apuestas es el que figura en un antiguo manuscrito árabe. Relata que un sultán, muy aficionado al ajedrez, fue desafiado por un mercader cristiano. El sultán, que se tenía gran confianza ante el tablero, le propuso entonces lo siguiente: Si el mercader ganaba, podría quedarse con la mujer del sultán. Pero si perdía, sería ejecutado. Empezó la partida, y tras una serie de alternativas, el sultán vio que el mercader le daba mate en la próxima jugada. Ya estaba por abandonar, cuando su mujer le dictó un sacrificio de torre, que no sólo salvaba el mate sino que ganaba el juego. El sultán siguió el consejo de su mujer, pero, caballerescamente, le perdonó la vida a su adversario.

El rey de los juegos Las personas que no saben jugar al ajedrez, desconocen las enormes diferencias que tiene, con relación a otros juegos. Pero incluso ajedrecistas, jamás se han detenido a reflexionar sobre el tema. Dentro de los llamdos “juegos de salón”, el ajedrez es uno de los pocos donde el azar no interviene para nada. En el extremo opuesto, están los juegos que dependen exclusivamente de la suerte, como los dados o la ruleta. Y, en el medio, se ubican los juegos que requieren cierta habilidad, pero a partir de una situación determinada por el azar. Por ejemplo, el backgammon, donde cada jugada debe ajustarse a los que indican los dados; o el bridge y el póquer, en que se parte de una distribución azarosa de las cartas. Cabe señalar, sin embargo, que el ajedrez primitivo también se jugaba con un dado, que establecía la pieza a mover. También el juego de damas descansa sólo en el ingenio del jugador. Pero es mucho más simple, porque las fichas tienen el mismo valor y 257

el mismo movimiento. En el ajedrez, por el contrario, cada pieza ostenta un valor diferente y un movimiento particular, y esta característica es la que le da su mayor complejidad. Para más los peones pueden ser transformados en otra pieza, cuando llegan a la octava línea, lo cual constituye una regla sin precedentes en ningún otro juego. La diferenciación de los valores de las piezas, introduce otra peculiaridad del ajedrez. En la mayoría de los juegos, el resultado depende de la cantidad; gana el que tiene más fichas, o más puntos, y pierde el que se queda sin ninguna, etc. En ajedrez, el resultado está en función de la calidad, o sea, de la disposición de las piezas en el tablero: Con tal de que se dé jaque mate al rey adversario, no tiene importancia tener piezas de menos. Esto permite combinaciones muy hermosas, en las que se sacrifica material precisamente para ganar. En el bridge o el póquer, por ejemplo, cada jugador inicia la partida en condiciones diferentes. El azar ha determinado si tiene cartas buenas o malas, y debe aplicarse el ingenio para aprovechar las buenas o compensar las malas. El ajedrecista, en cambio, comienza a jugar exactamente con la misma cantidad y calidad de piezas que su adversario; la única pequeña ventaja que existe, es para el conductor de las blancas, porque tiene el derecho de salida, o sea, que es el que realiza la primera jugada. En ajedrez, es ineludible jugar alternadamente; cada jugador debe ejecutar un movimiento y está prohibido dejar de hacerlo cuando le toque el turno. Tampoco se pueden hacer dos movimientos seguidos, naturalmente. Es otra diferencia importante, ya que hay juegos donde se puede “Pasar”, o sea, eludir una jugada; en otros casos, dadas ciertas condiciones, el jugador tiene derecho a mover de nuevo. En la casi totalidad de los juegos, siempre hay un ganador y un perdedor. Las reglas están establecidas de manera tal, que el empate es prácticamente imposible. El ajedrez no solamente tiene posiciones de empate reglamentario, sino que admite que los propios jugadores, de común acuerdo, declaren la igualdad y se repartan el punto en disputa: Es lo que se llama una partida “Tablas”. 258

En algunos idiomas, el ajedrez se llama “juego del rey”. De la que no cabe duda, es de que se trata del rey de los juegos.

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

259

28 Problemas y combinaciones La originalidad de componer problemas Uno de los aspectos más originales e interesantes del juego de ajedrez es la posibilidad de componer problemas. Se trata de imaginar una determinada posición de piezas y de elaborar secuencias de jugadas únicas que conduzcan a una definición por jaque mate o por ventaja material decisiva. En otras palabras, el compositor elabora artificialmente una situación a la que bien hubiera podido llegarse jugando una partida real. Pero con la particularidad de que, a partir de dicha situación las leyes del juego imponen una continuación inevitable. Ya en manuscritos árabes que datan de los siglos VIII y IX, se encuentran problemas de ajedrez. Se llamaban “mansubat”, que significa “lo que se ha establecido”. Desde aquellos lejanos tiempos, las soluciones de los problemas suelen ofrecer características inesperadas, con sacrificios de piezas, poseen un claro valor estético. En concreto, la composición de problemas constituye una auténtica rama del arte. Durante la Edad Media europea, circulaban numerosas colecciones de problemas de ajedrez, por lo general, obra de autores árabes. Era frecuente que vinieran acompañados de un texto literario, una fábula que narraba las circunstancias en las cuales se había presentado la situación que mostraba el tablero. Se fingía que era el desenlace de una partida viva y que la victoria o la derrota traían aparejado algún premio importante o un serio castigo. En las tabernas de Europa, mercaderes, soldados y aventureros se congregaban en torno a una mesa y trataban de resolver estos problemas. Era común que se hicieran fuertes apuestas de dinero u objetos de valor, y también ocurría que el pasatiempo finalizara en 260

una riña o un duelo. Hacia el siglo XIII, un compilador anónimo reunió la colección más completa de problemas, en un volumen que no faltaba en ninguna biblioteca importante. Existen toda una perceptiva para la composición de problemas y de finales. Estos últimos son también elaboraciones artificiales, pero con poco material, y se parecen mucho más a las situaciones que efectivamente se presentan en cualquier partida. Los problemas, en cambio, son muchas veces demasiado fantasiosos, o sea que la posición propuesta es inverosímil, difícilmente alcanzable si ambos adversarios juegan razonablemente bien. En la era moderna, uno de los precursores de la composición artística fue el sacerdote inglés Horatin Bolton, nacido en el año 1793. Algunos de sus trabajos se publicaron a mediados del siglo XIX, en la revista “Chess Player´s Chronicle”, fundada y dirigida por el entonces campeón del mundo, Howard Staunton. De entre los grandes maestros de todos los tiempos, solamente el profesor Adolph Anderssen fue, al mismo tiempo autor de problemas y campeón mundial. Lo normal es que los compositores se dediquen casi exclusivamente a la creación artística, sin participar en competencias, y viceversa. Los problemistas tiene sus propias revistas especializadas y varias organizaciones que los nuclean en todo el mundo. La disciplina está reconocida por la Federación Internacional de Ajedrez, que otorga incluso títulos de gran maestro a los autores más destacados. El arte de las combinaciones inmortales La dimensión artística del juego de ajedrez alcanza su máxima expresión en las combinaciones, que son aquellas secuencias, a menudo con algún sacrificio material, que conducen a la ganancia en la partida. La combinación se caracteriza por el hecho de que las respuestas son forzadas, existiendo, en todos los casos, alguna variante ganadora. La precisión de las combinaciones, la forma armónica, como se hilvanan las jugadas y el detalle emotivo de la entrega de material, 261

posee un efecto estético al que nadie puede permanecer insensible. Y tal efecto se repite cada vez que reproducimos una partida, la misma sensación que cuando se ejecuta una partitura musical. Hay centenares de partidas con bellas combinaciones, reproducidas por los grandes maestros de todos los tiempos. Sin embargo, algunas de ellas son consideradas como obras maestras de excepción y han sido bautizadas “Las inmortales”. La primera partida a la que se adjudica ese título, fue jugada en el Simpsons Divan de Londres en el año 1851. El entonces campeón del mundo Anderssen, un profesor de matemáticas alemán, desafió al maestro letón Lionel Kieseritzky, sacrificando las dos torres y la dama, para dar un exquisito mate con las piezas menores. El mismo Anderssen protagonizó un año después, otra célebre partida, que se conoce como “la siempreviva”. El rival de Anderssen fue Jean Dufresne, jugador alemán, y en esta oportunidad el ganador también entregó una dama, cerrando el juego con un clásico mate de torre y alfil. Lo emocionante del desenlace radica en que, si la combinación llegaba a fallar, Anderssen recibía a su vez mate. En el siglo pasado, el gran maestro Miguel Najdorf produjo una combinación espectacular, en partida contra Glucksberg, Varsovia, 1935. El juego duró apenas veintidós movimientos, y en su transcurso, Najdorf ofreció cinco piezas y dos peones, para dar finalmente un elegante mate de peón. Tartakower dio a esta partida, el nombre de “Inmortal polaca”. La calificación de “Inmortal” ha sido atribuida también a ciertas partidas que, sin encerrar una combinación de mate, constituyen un modelo perfecto de determinado aspecto técnico. Así el cotejo entre el maestro báltico Aarón Nimzovich y el alemán Friedrich, en el torneo internacional en Copenhagen, 1923, ha sido llamada “La inmortal zugzwang”.“Zugzwang”, es una expresión alemana que designa aquellas posiciones tan desfavorable que cualquier variación pierde. Igual situación fue llevado por Saemich, tras una admirable ejecución del juego por parte de Nimzovich. Existe asi la “Inmortal tablas”, que fue la partida entre Alekhine y Reti, del certamen de Viena 1922, en la cual cada maestro usaba su 262

inventiva tratando de encontrar una variante ganadora y refutando al mismo tiempo las aspiraciones del adversario. A pesar de ello, fue empate en sesenta jugadas. Por último, no ha faltado quien bautizase con el nombre de la “inmortal perdida” a una partida donde el maestro vencido, que fue Akiba Rubistein, empleó interesantes recursos en procura de salvar el punto, aunque finalmente no lo logró. El ganador fue el maestro polaco Sliwa y el encuentro se desarrolló en el torneo de Gontha, 1957. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

263

29 Anécdotas Eduardo Lasker se fuga de un colegio para jugar un torneo En su hermoso libro titulado “Secretos del Ajedrez”, el maestro Eduardo Lasker cuenta que, siendo todavía estudiante secundario, presenció una exhibición de partidas simultáneas a ciegas, a cargo de Harry Nelson Pillsbury. Fue en Breslau, Alemania, y el joven Eduardo regresó a su casa a la una de la madrugada. Su madre lo esperaba levantada y lo reprendió severamente. Para alejarlo del ajedrez, la buena señora inscribió a Eduardo en un colegio de internos, donde, por supuesto, los muchachos no podían salir de noche. Esto era un grave contratiempo para el joven Lasker, que se había inscripto en el campeonato de club Morphy, ya que las partidas estaban programadas para los jueves, a las ocho de la noche. ¿Qué hacer? Lo primero que pensó Eduardo, fue pedir un permiso especial al director del colegio, el profesor Niemeyer. Pero se dio cuenta de que no lo conseguiría y, entonces, se trazó un plan audaz. Eligió a uno de sus compañeros que le pareció de confianza, y le pidió que le abriera la puerta cuando volviera tarde, después de la partida. Para ello, debián establecer un sistema que permitiera despertar al cómplice, sin que nadie se diera cuenta. Durante la siesta, Eduardo tendió un cable dentro de la cama de su compañero y la puerta de entrada del colegio. Armó un pequeño timbre a pila y lo colocó debajo de la cama de su amigo. En el otro extremo del cable, Lasker dejó dos puntas peladas y las introdujo en un agujero que había en el marco de la puerta. Era de tamaño suficiente como para que pasara su dedo y, uniendo las puntas 264

peladas, se haría contacto y sonaría el timbre. El jueves, a eso de las siete y media, Lasker empezó a bostezar ruidosamente en la clase, al punto de que llamó la atención del profesor Niemeyer. Este le dijo al muchacho que se fuera a dormir temprano, y por supuesto, Eduardo obedeció sin chistar. En el pasillo se quitó los zapatos y se escabulló de la casa. En el club, los demás ajedrecistas, que eran todos hombres de más de 30 años, lo recibieron con enorme simpatía y hasta le aceptaron que jugara el torneo con un nombre falso, para que el director de la escuela no lo descubriera. Lasker jugó, ganó y, a medianoche, llegó de vuelta al colegio. Trepó silenciosamente las escaleras y, al tacto encontró las puntas peladas del cable y las juntó. Al cabo de un minuto, oyó pisadas sigilosas y la puerta se abrió. Eduardo se metió rápìdamente adentro y murmuró las gracias al oído de su compañero. Pero no era su compañero: Era el profesor Niemeyer. La cara de Lasker debió haber sido tan cómica, que el profesor no pudo contener la risa. Cuando por fin se calmó, le dijo cariñosamente “Hijo mio, esto te enseñará a no creerte siempre más vivo que los demás. Nunca subestimes la inteligencia ajena” Y dice Lasker que este consejo le fue también muy útil en su carrera ajedrecística.

Múltiples acontecimientos Como toda actividad humana, el ajedrez se presta tanto al estudio académico como a la estadística trivial. Por esta última entendemos las anecdotas, a menudo intrascendentes, y en general los episodios menudos, de todos modos graciosos, sorprendentes e insólitos. Hay un ameno libro de Irving Chernev, titulado “Maravillas y curiosidades del ajedrez”, de donde extraje algunas observaciones. Por ejemplo, ciertas paradojas de la historia del juego, como el hecho de que el maestro francés André Philidor, primer teórico famoso, jamás jugó la defensa que hoy conocemos con su nombre. Otro teórico famoso,Saviely Tartakover, dijo que la salida “C3AR”, introducida por Reti en 1924, era “la apertura del futuro”; al parecer, Tartakover ignoraba que, en realidad, esa movida la había inventado 265

Napoleón Bonaparte, ciento veinte años atras.... Y Alekine afirmó que la defensa llamada precisamente, defensa Alekine, fue creada por él en 1921; sin embargo, aparece ya en una recopilación de las partidas de Anderssen, uno de cuyos adversarios la utilizó, mereciendo, por lo demás, un severo reproche de la crítica. También hubo episodios dramáticos, e incluso trágicos, en la historia menuda del ajedrez. La policía alemana interceptó una carta de Steinitz, dirigida a Chigorín, donde figuraban las jugadas de una partida por correspondencia entre ambos maestros. Los servicios de inteligencia creyeron que se trataba de un mensaje en clave y ordenaron el arresto de Steinitz, acusado de espionaje …. Más grave fue la súbita interrupción de la partida entre Olland y Hamming, en el torneo de La Haya, 1933. En la jugada número veinticinco Olland sufrió un ataque al corazón y cayó muerto sobre el tablero. Otras anécdotas se refieren a las increíbles reacciones de los maestros, en momentos de gran tensión durante una partida. El maestro australiano Cecil Purdy cuenta que, en 1960, estaba jugando con el ex campeón soviético Yuri Averbaj. En determinada posición Purdy enrocó largo, y Averbaj reclamó por jugada ilegal, aduciendo que la torre pasaba por una casilla amenazada por una pieza adversaria. Hasta los aficionados saben que es sólo el rey el que no puede atravesar una casilla jaqueada; los nervios habían hecho olvidar, a un gran maestro, una regla elemental. También hay un caso inverso: En el torneo de Londres, 1883, Winawer hizo una jugada a su rival, Mason, que consideró definitoria, y abandonó en el acto; nadie advirtió que el fuerte movimiento era antirreglamentario, ya que un caballo había sido desplazado como si fuera un alfil. Mencionaremos, por último, un episodio que pone de manifiesto hasta que extremos puede llevarse la pasión por el juego. Como en todos los grandes torneos, también en el de Carlsbad, 1923, los organizadores habían previsto un día de descanso, para que los maestros distrutaran de las bellezas del lugar. Sin embargo, Alekine lo empleó en jugar partidas relámpagos con Lasker; y lo hicieron, sin interrupción, durante doce horas…

266

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

267

30 Cafés Café de la Regence A lo largo de la historia fueron muchos los artista aficionados al juego de ajedrez. Esta preferencia es muy natural, ya que también el ajedrez es un arte. En los tiempos de la Ilustración, el famoso café de la Regence, abierto en Paris hacia 1720, consagró a los más notables intelectuales. Uno de ellos es Juan Jacobo Rousseau, el “maestro del liberalismo”, autor de “Contrato social” y de la novela “Emilio”. En su obra autobiográfica titulada “Confesiones”, Rousseau evoca el ambiente del café de la Régence y recuerda las brillantes partidas de Philidor. También cuenta que él fue alumno del maestro sirio Philip Stamma, aunque reconoce que nunca llegó a ser un ajedrecista destacado. Un siglo más tarde, el poeta romántico Alfred de Musset frecuentaba también el café de la Régence. Musset es autor de excelentes obras de teatro, entre las que cabe mencionar “Lorenzaccio”, puesta en escena en Buenos Aires el siglo pasado. Otro parroquiano del Café de la Régence, que al parecer jugaba muy bien, era el novelista ruso Ivan Turguéniev, cuyas narraciones describen la vida de los campesinos de su patria, donde el ajedrez es el juego nacional. Turguéniev aparece retratado junto a Paul Morphy, en un cuadro que representa al salón principal del Café de la Régence. Más modernamente, hay escritores que no solamente son aficionados al juego, sino que lo utilizan como recurso literario y aun como eje de la trama de sus narraciones. Un caso conocido es el Ian Fleming, creador del agente secreto James Bond. La secuencia inicial de su novela “desde Rusia con amor”, llevada luego al cine, se desarrolla durante un torneo de ajedrez. Vladimir Nabokov, novelista ruso, emigrado, y ahora ciudadado norteamericano, es un fuerte aficionado al ajedrez, compositor de 268

problemas y finales artísticas. A su pluma se debe una obra concebida por completo en torno al ajedrez; la novela titulada “La defensa”. Nabokov es más conocido, sin embargo, por su obra “Lolita”, que dio lugar a una película bastante escandalosa. El norteamericano Walter Tevis publicó “El gambito de dama”, una novela que tiene como protagonista a una niña genial, que llega a disputar el campeonato del mundo. En este libro se hace un estudio psicológico muy interesante del ajedrecista y se muestra al mundo de las grandes competencias con todas sus virtudes y sus defectos. El autor se ha especializado en estudiar la personalidad de los jugadores, ya que escribió también el guión del filme “El Buscavidas”, y donde Paul Newman personifica un empedernido jugador de “pool”. Por cierto que las alusiones al ajedrez son muy numerosas en las obras literarias de la época clásica y de la contemporánea, y reflejan la predilección, y así se explica que Cervantes, en el Quijote”, haya escrito que “la vida es una partida de ajedrez”.

Cafés y clubes En los siglos XVIII y XIX, el ajedrez se practicaba sobre todo en los cafés, costumbre que todavía hoy no ha desaparecido. Algunos de esos establecimientos han pasado a la historia, por haber reunido en su momento a los maestros más destacados: basta recordar el Café de la Régence, en París, y el Simpson´s Divan en Londres. En los años del 1800, sin embargo, empiezan a organizarse asociaciones de ajedrecistas, bajo la forma moderna de clubes. Dichas entidades fueron el germen de las federaciones nacionales, que proliferan luego del torneo de Londres en 1851. Algunos de esos clubes funcionan todavía en la actualidad y constituyen un testimonio viviente de la historia del ajedrez. El más antiguo del mundo es el Manchester Chess Club, que se fundó en el hotel Albión el 3 de setiembre de 1817. Merece destacar que esta venerable institución jamás cerró sus puertas, ni siquiera durante las guerras mundiales. 269

Otro club británico centenario es el de Hastings, que se formó en julio de 1882. Posee la biblioteca especializada más completa del mundo y, desde 1920, organiza regularmente el famoso torneo internacional de Navidad, en el que han participado todos los campeones mundiales y sus principales retadores. También Irlanda tiene un club de ajedrez que ya ha superado largamente el siglo de vida: Es el Dublin Chess Club, que abrió en 1867, con un certámen de primer nivel que fue ganado por el entonces campeón del mundo, William Steinitz. En los Estados Unidos, el más añoso y calificado es el Manhattan Chess Club, ubicado en el corazón de Nueva York. fue formado en el año 1877, en el café Bowery, y entre sus principales páginas gloriosas figuran los torneos de 1924, donde se impuso Emmanuel Lasker, y 1927, cuyo vencedor fue José Raúl Capablanca. Del Manhattan Chess Club salieron los más importantes maestros norteamericanos, incluído Robert Fischer. El principal competidor del Manhattan, aunque relativamente mucho menos antiguo, es el Marsahll Chess Club, surgido de un círculo que dirigía el múltiple campeón americano, Frank James Marshall. Esta entidad data de 1915, y Fischer se alojó en ella durante el torneo memorial Capablanca en 1965, que el genio americano jugó telegráficamente, ya que no se le permitió viajar a Cuba. En nuestro país, la entidad decana es el Club Argentino de Ajedrez, fundado el 17 de abril de 1905. De él nació la iniciativa de constituir la actual federación nacional y también la de concurrir a la formación del organismo mundial, o sea, la FIDE. En el club Argentino se midieron por el título, en 1927, Alexander Alekhine y José Raúl Capablanca. La mesa, el tablero y el reloj empleados en esa histórica oportunidad, se conservan en la sede social como una verdadera reliquia. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

270

271

31 Viviente Famosos acontecimientos de ajedrez viviente Uno de los espectáculos más agradables que puede ofrecer el juego de ajedrez, es el desarrollo de una partida donde las piezas están representadas por personas. Es lo que se llama “ajedrez viviente”. La exhibición más antigua de que se tiene noticia, se remonta al año 1408, y fue organizada por el rey moro de Granada, en España. Muchos otros soberanos y nobles siguieron el ejemplo, y las partidas de ajedrez viviente se transformaron en pretexto para rivalizar en ostentación y lujo. Don Juan de Austria tenía en su palacio una sala pavimentada con losas blancas y negras, nada más que para usarla como tablero de este tipo de encuentros. Hay muchos testimonios literarios de exhibiciones de ajedrez vivientes, y entre ellos se destaca el de la Franois Rabelais, quien brinda una prolija descripción en el capítulo V de su obra “Pantagruel”, editada en 1564. Se recuerdan famosas fiestas populares en las cuales el ajedrez viviente fue el número principal. En Praga, por ejemplo, en el año 1895, el tablero tenía doscientos metros de lado y las personas que ocupaban el lugar de las piezas estaban ricamente vestidas, y equipadas con caballos y carros de combate. El problemista Jan Dobrusky compuso, para esa ocasión, una partida que evocaba el triunfo del ejército bohemio contra los húngaros, que era el acontecimiento histórico que se celebraba. Los soviéticos son especialmente adictos a estas representaciones. En 1934, Botvinnik y Riumin jugaron una partida con piezas vivientes, en una fábrica de autos de Moscú. Actuaron treinta y dos hombres y mujeres atletas, y los reyes eran levantadores de pesas; las damas, jugadoras de tenis y las torres maratonistas armados de ametralladoras; los alfiles, ciclistas; los caballos, lanzadores de la 272

jabalina. Los peones, fueron representados por jugadores de futbol. En 1962, Botvinnik jugó otra partida de ajedrez viviente, esta vez contra Smyslov, en el Palacio de Deportes de la capital rusa. Las piezas fueron bailarinas del teatro Bolsoi. Las partidas más famosas de la historia del juego, han sido a menudo escenificadas como ajedrez viviente. Durante el torneo zonal europeo de 1951, cumplido en Bad Pyrmont, se reprodujo el cotejo AnderssenKieseritzky, es decir, “La inmortal”, conmemorando el centenario de esta hermosa partida. Desde hace casi treinta años, en Maristica, Italia, hay anualmente un espectáculo de ajedrez viviente. El Evocan una leyenda del lugar, según la cual dos nobles señores se disputaron la mano de una muchacha, hace cuatro siglos, jugando una partida de ajedrez. En nuestro país, hubo una exhibición de ajedrez viviente, en homenaje al gran maestro Miguel Najdorf, cuando cumplió setenta años de edad. Se ofreció, en esa oportunidad, la célebre partida de Najdorf contra Glucksberg, llamada “La inmortal polaca”. También en mi ciudad de Córdoba, Argentina, se han realizado este tipo de espectáculos, que exige un enorme esfuerzo organizativo.

Ajedrez viviente y una historia de amor medieval Una película publicitaria del siglo pasado, mostraba algunas escenas del ajedrez viviente de Vicenza. Se llama “Ajedrez viviente”, a la representación de una partida sobre un tablero gigante trazado en el suelo, y donde las piezas están encarnadas por personas que lucen los atavíos de reyes, damas, alfiles, caballos, torres y peones. Las piezas se mueven por sí mismas, siguiendo las indicaciones de dos maestros que disputan efectivamente una partida de exhibición, o reproducen algún juego famoso por su belleza. El espectáculo de ajedrez viviente se presta para el lucimiento de un rico vestuario, como el que se aprecia en la película que comentamos. Allí se ve al rey y a la reina con suntuosos mantos, llevados por un grupo de niños; auténticos jinetes en caballos de verdad; y a 273

pequeños carros fortificados en el papel de torres. Como es necesaria una buena perspectiva para dominar todo el tablero, el público se instala en graderías o tribunas, como en un estadio, y a menudo sigue la partida jugada a jugada, en un tablero portátil. Así se lo ve al actor de la película, cuya concentrción es interrumpida por la presencia de unas agraciadas señoritas. El lugar donde se desarrolla este espectáculo es la localidad de Maristica, próxima a la ciudad de Vicenza. La exhibición se lleva a cabo todos los años, desde 1954, y constituye un atractivo turístico del lugar. En la primera oportunidad, se reprodujo la partida que Schelchter le ganó a Fleissig en el torneo de Viena de 1895, y donde el genial maestro austríaco sacrificó todas las piezas, para dar mate con la dama y un peón: Una combinación increíble. El “ajedrez viviente” de Vicenza tiene su fundamento en una leyenda. Se dice que, en el año 1454, dos nobles caballeros, llamados Rinaldo de Angarano y Vieri de Vallonara, se disputaban el amor de la bella Madonna Lionara. Como era usual en la época, los dos hombres estaban dispuestos a batirse en duelo para que el vencedor se quedara con la muchacha. Pero ella no estaba de acuerdo en que se derramara sangre por su culpa, y optó por utilizar el ajedrez como sustituto de las armas. Los enamorados debían jugar una partida, y ella aceptaría como esposo al triunfador. Los románticos italianos han eternizado la historia con el ajedrez viviente de Vicenza. Los productores del filme publicitario, que ya en otros trabajos han hecho conocer al mundo diversos espetáculos de jerarquía, aportan ahora el testimonio de este exquisito homenaje del juego ciencia, a una historia de amor medieval.

274

32 Reglamentación Cómo se obtienen los títulos La Federación Internacional de Ajedrez otorga, a los jugadores destacados, diversos títulos que tienen carácter vitalicio: Maestro, Maestro Internacional y Gran Maestro Internacional, para varones y para mujeres, y Arbitro Internacional. La regulación de dichos títulos actualmente en vigor, ha sido aprobada por la Asamblea General de la FIDE, en 1982. Deben distinguirse dos situaciones: Los títulos que se obtienen en virtud de una sola y determinada actuación, y los que se alcanzan a lo largo de una serie de competiciones. Entre los títulos que se adquieren en forma automática, merecen señalarse los siguientes: Todo jugador que accede al torneo de candidatos al campeonato mundial, recibe el diploma de gran mestro internaciona; los vencedores en los campeonatos continentales y mundiales juveniles, son reconocidos como maestros internacionales; y los campeones de la categoría cadetes, tanto en el orden mundial como continental, son proclamados maestros de la FIDE. En los demás casos, la reglamentación de los títulos está íntimamente relacionada con el sistema internacional de gradaciones, llamado “Elo Rating System”, en homenaje a su creador, el matemático húngaro Arpad Elo. El sistema “Elo” es un procedimiento basado en el cálculo de probabilidades, que se utiliza para medir la fuerza ajedrecística de los jugadores. Según ciertas tablas numéricas, cada maestro recibe una puntuación, que varía luego en función de los resultados porcentuales que logre en cada torneo. En cada certamen internacional, se establece el promedio de las gradaciones de todos los participantes, y se determina, de esta manera, a que categoría pertenece. Por ejemplo; son torneos de categoría I, aquellos en que el promedio de la puntuación “Elo” de los intervinientes oscila entre 2251 y 2275, y de categoría XXI, la más 275

alta, si el promedio está entre 2751 a 2775. Para ser computables, los torneos deben incluir una determinada proporción de jugadores extranjeros y reunir otra serie de requisitos, en cuanto a número de participantes, títulos que ostenten, etc. Cumplidas tales condiciones, si un jugador obtiene la puntuación mínima que en cada caso corresponda, se dice que ha hecho “una norma” de maestro o de gran mestro. Por lo general son necesarias dos normas, vale decir dos actuaciones significativas en sendos torneos internacionales. En cuanto al título de Arbitro Internacional, se concede a quienes hayan demostrado suficiente conocimiento de las reglamentaciones, dominio de por lo menos dos lenguas oficiales de la FIDE, y experiencia en la fiscalización de cotejos internacionales.

Reglas invariables Las reglas del juego de ajedrez, tal como lo practicamos en la actualidad, se han mantenido invariables en los últimos cuatrocientos años. Ello ha permitido estudiarlas de manera sistemática y desarrollar una teoría minuciosa, sobre todo en las aperturas y en los finales. Una gran cantidad de libros especializados, y hasta una enciclopedia, analizan extensamente las jugadas iniciales, y todo jugador de cierto nivel plantea sus partidas de acuerdo con modelos conocidos. Los maestros buscan pequeñas innovaciones, a veces una simple transposición de movimientos, para obtener una ventaja y se suman como aportes a la teoría general. El número de combinaciones posibles, de todos modos, supera la capacidad humana de cálculo, si bien la programación de computadoras electrónicas puede alcanzar el ideal de un archivo de rápida consulta. Pero aún así, la imaginación del hombre encuentra procedimientos originales, y continúa enriqueciendo la ciencia del ajedrez. Muchos jugadores creen llegada la hora de modificar algún aspecto de las reglas, para devolver a la improvisación y a la creatividad 276

individual, el espacio que han perdido frente al avance de la preparación teoríca. Han surgido así diferentes proyectos para reformar el ajedrez, ya sea alterando las dimensiones del tablero, inventando nuevas piezas o revolucionando las normas. Una de los propulsores de un ajedrez heterodoxo fue el maestro cubano José Raúl Capablanca. El ex campeón del mundo se entusiasmó con una variante ideada por el aficionado británico Hayward, que consistía en agrandar el tamaño del tablero y duplicar la cantidad de piezas; vale decir, que cada bando dispondría de dos reyes, dos damas, cuatro alfiles, etc. El objetivo de la partida, sería dar jaque mate a uno de los monarcas adversarios. Si bien es cierto que toda la teoría se derrumba, ante un juego de tales caraterísticas, no es menos cierto que las partidas se vuelven demasiado largas, como quedó comprobado en un cotejo de exhibición, disputado por Capablanca contra Maroczy, en Londres 1929. La ocurrencia ha quedado como mera curiosidad histórica y no parecen tener futuro alguno. Otras fantasías han procurado, por el contario, simplificar el juego y abreviar las partidas. Son las creadas por quienes toman al ajedrez com pasatiempo ligero y quieren dotarlo de mayor dinamismo. Entre estas modalidades figura, por ejemplo, al “Ajedrez marsellés”, donde cada jugador realiza, a su turno, dos movimientos seguidos, en vez de uno. Ello da lugar a lúdicas combinaciones por mate en pocas jugadas. Cabe señalar que, sin necesidad de violentar las reglas, las partidas relámpago, a cinco minutos de reflexión, cumplen la función de entretenimiento que desean algunos aficionados. Puede verificarse todas las noches, en cualquier club del mundo. Pero se trata de una diversión superficial, muy lejana de las grandes construcciones que caracterizan al milenario juego como manifestación del arte y de la cultura.

“Ganado son las vacas” Un torneo de ajedrez se desarrolla en silencio. Es el ámbito propicio 277

para la reflexión y el análisis, que exigen, naturalmente, concentración. Distinto es el ambiente de cualquier club, en los salones donde los aficionados, o incluso los maestros, disputan partidas informales, por lo general, muy rápidas. Es el juego comúnmente llamdo “pingpong”, porque los movimiento se suceden como los golpes de las paletas en el tenis de mesa. Se trata de partidas de mero entretenimiento, algunas veces superficiales en su planteo y desprolijas en su ejecución, que, no obstante, atraen a muchos jugadores. Lo que interesa señalar aquí, es que, en torno a quienes se enfrentan en una partida relámpago, o en una serie de ellas, suele reunirse un grupo de observadores bulliciosos, que a menudo comentan las alternativas o hacen bromas a sus protagonistas. Las risas son frecuentes, ante la pérdida de una pieza por distracción, o falta de tiempo para mirar todo el tablero, o ante jugadas ganadoras omitidas en el vértigo de las respuestas fulminantes. El ajedrez se vuelve espectáculo porque gana en dinamismo. Incluso en las competencias regulares, el público se agolpa junto a la mesa de los maestros que deben ejecutar todavía varias jugadas, muy poco tiempo antes del control reglamentario. Son los tramos de una partida de ajedrez donde puede intervenir el azar y los únicos que, en consecuencia, provocan tensiones y reacciones emotivas. Volviendo a las partidas rápidas, lo más llamativo es que los propios jugadores suelen hablar durante su desarrollo. Y lo hacen utilizando frases sueltas, a veces sin sentido, ocasionalmente en verso, pero también en lenguas inexistentes o con meras onomatopeyas. Nunca aparece la forma corriente de hablar y, según opina el psicoanalista y gran maestro Rubén Fine, la disociación de palabras, de su significado original, es característica del pensamiento obsesivo. Y Fine, desde una interpretación dogmáticamente apegada a la escuela de Freud, ha definido al jugador de ajedrez como un obseso. La manía de repetir ciertas frases, tal vez como una forma inconsciente de descargar tensiones, se halla en el estudio clínico de algunos ajedrecistas famosos, que sufrieron enfermedades mentales. 278

Fine relata que Paul Morphy solía caminar de un extremo a otro de la azotea de su casa recitando en francés un fragmento cuya fuente no ha podido ser localizada, pero era como un grito de victoria militar. La frase terminaba con las palabras “y el rey se irá muy apenado”, clara metáfora de jaque mate al monarca adversario, con que sueña todo ajedrecista. Pero en los clubes todo es más inocente y divertido. No hace mucho, presenciamos una partida de esta característica. El conductor de las blancas miraba con suficiencia al auditorio, y decía,: “Esto está ganado”. Pero el rival le replicó: “Ganado, ganado son las vacas”; y acto seguido , le dio jaque mate.

La jugada secreta Desde hace más de un siglo, cada partida tiene una duración máxima que se establece antes de comenzar la competencia. Los jugadores deben realizar cierta cantidad de movimientos en determinado lapso. Si no cumplen con esta exigencia, pierden la partida. Hasta hace poco, el ritmo de juego, en el ámbito magistral, era de cuarenta movimientos en dos horas y media; después, cada jugador debía efectuar dieciseis movimientos por hora siguiente. Por otra parte, cuando se cumplían cinco horas de juego, la partida se suspendía o se aplazaba. El jugador a quien le tocaba mover en ese momento, debía dejar su próxima jugada escrita en la planilla y guardada en su sobre que conservará el árbitro. Esta jugada se denomina “jugada sellada”, o “jugada secreta”, Si el jugador que debe anotar la jugada secreta la ejecuta sobre el tablero, lo mismo se la considera secreta, aunque obviamente no lo sea. Esto es lo que hizo Garry Kasparov en dos de las partidas de su encuentro por el título, ante Anatoly Karpov. Desde el punto de vista reglamentario, la penalidad a Kasparov se limita a la ventaja que otorga al adversario, puesto que éste, en vez de tener que suponer la jugada del rival, la conoce a ciencia cierta. Sin embargo, la actitud de Kasparov ha sido criticada por los períodistas, porque aparece como un gesto de soberbia. Es como decirle al 279

oponente que suspender en esa posición, perdida o tablas, es desperdiciar el tiempo. El reglamento del juego de ajedrez ha sido totalmente reformulado en el congreso de la Federación Internacional, celebrado en Tesalónica, Grecia (1984). El texto recoge las interpretaciones dictadas a lo largo de mucho tiempo y mejora la redacción de algunos artículos, que era confusa o ambigua. Para conocimiento de los aficionados, destacamos una modificación muy importante. El nuevo reglamento subraya que el enroque es una jugada del rey, aunque combinada con un movimiento de torre. La forma correcta de ejecutar el enroque es mover primero el rey y solo despues la torre. También admite tomar simultáneamente la dos piezas, una con cada mano. Pero en cambio, está prohibido mover primero la torre. Si el jugador toca una torre, ya no puede enrocar con ella y queda obligado a moverla donde sea posible. Otra regla que se mantiene con todo su vigor y que los jugadores de las divisiones inferiores suelen no respetar, es la que dice que, cuando se toca una pieza, es obligatorio moverla. Bajo ningún concepto se puede volver una jugada, ni siquiera con la conformidad del adversario. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

280

33 Filosofía Como la vida misma Como toda actividad humana, el juego de ajedrez puede provocar la reflexión filosófica, como también, el comentario ameno. La vida misma es así, pues nos plantea cuestiones trascendentes, sin dejar de permitirnos algún momento de humor y aun de amable frivolidad. A este último género, pertenecen las anécdotas y las estadísticas curiosas del juego. Por ejemplo, suele señalarse que la partida de mayor duración que se registra en la práctica de torneos, se disputó en Londres, en el año 1858. Sus protagonistas fueron el norteamericano Paul Morphy y el húngaro Jacob Lowenthal, quienes jugaron diez horas seguidas; luego suspendieron, y la reanudación insumió 8 horas más. Finalmente tras una segunda suspensión, hubo todavía dos horas más de juego. Total: veinte horas, para sólo sesenta y siete movimientos. Quién más tiempo meditó fue Lowenthal, pero de todos modos perdió la partida. Sin embargo, esta marca es de valor relativo, porque en aquellos tiempos se jugaba sin reloj. En la época moderna, la partida más larga ha sido la que sostuvieron Yadael Stepak y Yacov Maschian, en las semifinales del campeonato de Israel, en el año 1980. Se extendió durante veinticuatro horas y media, suspendida 5 veces. Las blancas ganaron luego de ciento noventa y tres jugadas. Así fue superado el “record” de la partida Pilnik-Czernisk, Mar del Plata, 1950, que había durado ciento noventa y un movimientos, pero en una posición de tablas inútilmente proseguida. En el ajedrez postal, que naturalmente exige mucho tiempo para desarrollar una partida, existe el caso único de dieciseis años de duración para un juego. Un alemán y un norteamericano jugaron desde 1859 hasta 1875, a un promedio de dos meses de reflexión, 281

para cada movimiento. Un espectáculo que siempre despierta interés, porque tiene algo de acrobático, son las exhibiciones de partidas simultáneas. El maestro sueco Gedeon Stahlberg es quien ha jugado el mayor número, ya que en Buenos Aires, se enfrentó a cuatrocientos aficionados, a lo largo de treinta y seis horas ininterrumpidas. Solamente perdió veintidos partidas, empató catorce y se impuso en las trescientas sesenta y cuatro restantes. En simultáneas a ciegas, es decir, sin que el maestro vea los tableros, el “record” lo posee el húngaro James Flesch, que disputó cincuenta y dos partidas en estas condiciones. Fue en Budapest, en 1960, ganó treinta y uno, hizo tablas en dieciocho y sólo fue derrotado en tres. Otros maestros que cumplieron hazañas parecidas, son el norteamericano George Koltanovki y el argentino Miguel Najdorf. Sobre Koltanovski, merece mencionarse su última proeza. Es sabido que un caballo puede ubicarse sucesivamente en las sesenta y cuatro casillas del tablero, sin repetir ninguna. Hay muchas maneras de hacerlo y el problema fue estudiado por el matemático suizo Leonhard Euler, en el siglo XVIII. Pues bien: Koltanovski reprodujo el movimiento del caballo sin mirar el tablero, e indentifó cada casilla con el nombre propio de sesenta y cuatro aficionados, que habían hecho una donación para comprar la sede de la Federación de los Estados Unidos.

282

34 Aforismos Definición Se llama “aforismo” a una frase breve, que afirma algo con la pretensión de definir un aspecto esencial en determinada ciencia, arte o rama de la cultura. La palabra viene del griego “aphorismos”, que significa, precisamente, “definición”. El aforismo no es o mismo que el refrán, porque este es un dicho ingenioso, de uso popular, que suele referirse a la conducta cotidiana. Tampoco es un proverbio, cuyo contenido es de orden moral y preceptivo. El juego de ajedrez sugirió aforismos, desde la más remota antiguedad. Los hindúes, inventores del juego, decían que “el ajedrez es un lago donde puede nadar el mosquito y ahogarse el elefante”, Querían señalar, tal vez, que la habilidad ajedrecística no depende en modo alguno de las demás virtudes o defectos de una persona. El maestro holandés Salo Landau dijo en cierta ocasión este aforismo: “El ajedrez es como una droga: buena en pequeñas dosis, mortal si se abusa de ella”. Ponía de manifiesto, el peligro de apasionarse en exceso por el ajedrez. Muchos aforismos remiten a aspectos técnicos de la partida. Un ingenioso creador de estas frases ha sido el gran maestro polaco Savielly Tartakover. A su chispa se deben los siguientes aforismos: “Toda partida tiene tres fases: en la primera, uno espera contar con alguna ventaja; en la segunda uno cree que tiene una ventaja; en la tercera, uno se da cuenta de que está perdido”. Otro: “Los errores ya están allí, esperando que uno los cometa” Y otro más: “Gana la partida, el jugador que comete el penúltimo error”. El británico Gerald Abrahams, decía: “El jugador táctico sabe lo que hay que hacer, cuando hay algo para hacer; pero sólo el estratega sabe lo que hay que hacer cuando no se puede hacer más”. El doctor Tarrasch afirmaba, por su parte: “Si nunca mueve un peón, jamás 283

perderás una partida”. Otro autor de aforismos fue Nimzovich, de quien recordamos aquel que dice: “El peón libre es un criminal que debe ser vigilado”. Los ajedrecistas cordobeses también han creado muchos aforismos. En la tertulia del desaparecido club Alekhine el maestro Osvaldo Bazán, que fue un filósofo de la vida, decía: “Hay jugadores, incluso de primera categoría, que creen que el ajedrez es un juego”. Y el ex campeón de Córdoba, Ricardo Wehbe, que es un humorista, afirmó: “El ajedrez tiene dos cosas desagradables: Una, es perder; la otra, acomodar las piezas”. Aunque no sea un aforismo, sino un sarcasmo, recordamos que Blackburne le dijo a su rival, en una exhibición de partidas simultáneas: “Sus jugadas son tan buenas como las mías; lástima que no las haga en el momento oportuno”.

284

35 La radio Vinculación con uno de los grandes inventos La radio, uno de los grandes inventos de la humanidad, concrbida a fines del siglo XIX, fue perfeccionado en el siglo àsado. El origen de la radio fue el descubrimiento de ciertas ondas eléctricas, efectuado por el sabio alemán Heinrich Hertz, nacido en Hamburgo en el año 1857; esas ondas se conocen, precisamente, con el nombre de “ondas Hertzianas”. Tiempo después, fue el físico italiano Guglielmo Marconi, nacido en Bolonia, en 1874, quién creó los aparatos capaces de utilizar las ondas Hertizianas para comunicarse a larga distancia. Así nació la radio, y Marconi fue distinguido con el premio Nobel de física en 1909. La radio primitiva, llamada “telégrafo Marconi”, fue empleada por primera vez, para jugar una partida de ajedrez, en el año 1903. El cotejo se libró entre los principales dedos barcos, el “Lucania” y el “Filadelfia”, mientras navegaban rumbo a Nueva York. Marineros del Lucania, de bandera británica, jugaron durante varias horas contra tres norteamericanos del Filadelfia, con un lucido ataque rematado en solamente trece jugadas. La experiencia fue repetida en 1908, cuando marineros de los vapores “Campania” y “Oceanic” jugaron durante dos días seguidos. En el mismo año, hubo otro encuentro entre dos barcos alemanes, el “Guillermo II” y el “Federico Augusto”, y la costumbre de matizar las travesías oceánicas, con partidas de ajedrez por radio, se extendíó rápidamente. Entre los matches internacionales por equipo, disputados por radio, merecen recordarse el que sostuvieron la Unión Soviética y los Estados Unidos, en el año 1945, oportunidad en que los rusos se impusieron por margen claro: 15 y medio a 4 y medio. Este cotejo fue editado en un libro, por el problemista argentino Arnoldo Ellerman, publicado en Buenos Aires en ese mismo año. 285

En 1946, hubo también un match radial entre España y Argentina, que los europeos ganaron 8 a 7. También existe una publicación sobre este acontecimiento, obra del maestro español Julio Ganzo. Llegamos así a un suceso histórico; la partida que, el 9 de junio de 1970, sostuvieron los astronautas soviéticos Nikolaiev y Sebastianov, a bordo de la nave espacial “Soyuz 9”, contra Gorbatko y Kamanin, que se hallaban en la base terrestre de control. El juego duró seis horas, en cuyo transcurso el satélite artificial dio dos vueltas al planeta. El astronauta Sebastianov fue el presidente de la Federación Soviética de Ajedrez. Así es como se vinculan el milenario juego del ajedrez y el moderno medio de comunicación que es la radio: Dos creaciones grandes del hombre. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

286

36 Programas de computadoras El inicio de las computadoras El avance de la tecnología moderna, ha hecho realidad el viejo sueño de una máquina capaz de jugar al ajedrez. Una computadora electrónica, es un aparato con capacidad para almacenar una gran cantidad de datos y ordenarlos de acuerdo con un programa establecido. Por tal motivo, se lo llama también ordenador. Hacia 1950, Claude Shannon pensó que, como el ajedrez es un juego de posibilidades numerosas, pero no infinitas, una computadora debería poder analizar todos los movimientos posibles. Se buscó entonces limitar el análisis a determinada gama de jugadas, descartando rápidamente todas las que fueran ajenas a la posición, según criterios universales. Pero esta insistencia en el juego táctico, no permitó demasiados progresos, por lo que las máquinas jugaban mal. La investigación se orientó hacia la estrategia, procurando que la computadora estuviera dotada de una técnica de análisis posicional. Debía combinarse, desde luego, con la actitud para el análisis táctico, a fin de evitar catastróficas derrotas, por pérdidas de material o mates imprevistos. La preparación de computadoras siguió estas dos direcciones básicas: Los soviéticos, con el ex campeón mundial Mijail Botvinnik a la cabeza, se dedicaron a perfeccionar la habilidad táctica de la máquina, en tanto los norteamericanos desarrollaban su capacidad estratégica. Botvinnik es autor de un libro sobre la materia, titulado, “Computadoras, ajedrez y planes de largo alcance”, donde se describe el programa creado por los científicos rusos, basados en modelos matemáticos. El gran maestro opinaba que muy pronto las computadoras vencerían a los mejores maestros. En los Estados Unidos, el mejor programa fue elaborado por Richard 287

Greenbalt, en el Instituto de Tecnología de Massachussets. Permite a la máquina aplicar nociones como dominio del espacio, debilidad de la estructura de peones, existencia de líneas abiertas, etc. que circunscriben el ámbito del análisis táctico, logrando buenos resultados. Los estudios más recientes han partido de la psicología del jugador, procurando que la computadora imite los sistemas de análisis estratégicos y tácticos de los seres humanos. De esta manera, las partidas jugadas por los ordenadores se parecen cada vez más a las de cualquier torneo magistral. Mas cercano en el tiempo, Deep Blue, es la máquina que más cerca estuvo de vencer de manera sistemática al ser humano. Disputó sendos matches con el ex campeón del mundo, Garry Kasparov. En 1996 Kaparov ganó 4 a 2, y en 1997, se disputó un segundo match, que fue llamado «el más espectacular duelo de ajedrez de la Historia». En esa ocasión, la supercomputadora, que había sido mejorada desde el anterior encuentro, ganó 3½–2½ (+2 =3 -1). Era capaz de calcular 200 millones de posiciones por segundo, dos veces más rápido que la versión de 1996. En junio de 1997, Deep Blue era el 259º superordenador más poderoso, capaz de calcular 11,38 gigsaflops, aunque toda esta potencia no estaba pensada, en realidad, para jugar al ajedrez.

288

Valor de uso para el crecimiento mutuo. Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porque, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un derecho humano. Además de la satisfacción personal, escribí este libro no sólo para seguir difundiendo el Ajedrez, sino que también quise darte el conocimiento necesario para que poseas una mayor erudición en el maravilloso "Tesoro Cultural de la Humanidad". Los lectores deben habituarse a colaborar con quienes dedican horas de su vida a trabajar en contenidos útiles que sin duda merecen su aliciente económico. En cualquiera de los escenarios el usuario internauta tiene que comenzar a comprender que todo trabajo debe tener su recompensa. Entonces, si este libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta. De cualquier modo, espero que hayas disfrutado de la lectura y que Dios te brinde el doble de lo que vos deseas para mi persona. Si no pueden o no quieren brindar una colaboración dineraria, hay otras formas de retribuir mi gesto: compartirlos con sus amigos, en sus redes sociales, dejarme comentarios en “Tesoro Cultural de la Humanidad”, o a través del correo electrónico [email protected] , También pueden seguirme en Twitter. Son gestos que agradezco muchísimo. Y eso es todo, por ahora. No sé qué vendrá después, pero para mí, al menos, el que se tomen el tiempo de leerme ya es un honor suficiente. Mientras tanto, seguiré escribiendo.

Raúl Grosso - MI y Seniors ICCF.

289

290

Este libro se distribuye TOTALMENTE GRATIS. Esta decisión la adopté porqu e, en mi opinión, es una práctica que ayuda a difundir la cultura, que es un porque, derecho humano. Entonces, si este li libro te mejoró en algún aspecto; te hizo pasar buenos momentos; adquirir nuevos conocimientos, o te sirvió para poseer una integral cultura ajedrecística, en definitiva, si añadió valor de uso a tu vida, te pido que vayas a Tesoro cultural de la Humanidad" y hagas un aporte para que pueda seguir produciendo obras similares a esta.

291

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.