AGUA, MITOLOGIA y PENSAMIENTO COMPLEJO

July 6, 2017 | Autor: María Teresa Pozzoli | Categoría: Mitologia, Pensamiento Complejo, Ecología, Cosmologia, Conservacion De Suelo Y Agua
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Descripción

Agua, Mitología y Pensamiento Complejo (este Ensayo forma parte del libro “Arte, Belleza y Espiritualidad desde el Pensamiento Complejo de la autora) Por María Teresa Pozzoli Instituto de Pensamiento Complejo

El agua florece, las flores amanecen el amanecer es de agua y el canto del agua es el de una criatura verde que se resiste a morir

La tierra rodaba en el espacio. El frío se extendía en las frías cavernas de la Nada cuando el dios Teolt frotó dos varitas y produjo fuego. Lanzó puñados de chispas al vacío que se pobló de estrellas. En ese momento surgió Teopantli, el que rige el Universo. Mientras, Teolt lanzó el último puñado de fuego que se convirtió en el Sol. A su calor la vida comenzó a surgir y al verlo Teopantli lloró. Su lágrima rodó hasta quedarse suspendida y así nació la luna. Cuando ésta proyectó su luz sobre la tierra, ya no estaba vacía. Los mares se rompían contra las costas. Había montañas y barrancos. Los ríos se retorcían como culebras blancas. La vida cantaba. Con estas imágenes la mitología azteca cuenta el origen del Universo, y la aparición armoniosa de las aguas. Ya había elegido, hace unos 4 años, escribir sobre el agua y la complejidad en un artículo publicado por el diario La Nación. Con el título "...Volviendo a tejer la originaria complejidad de la vida", reseñaba allí un descubrimiento de la Física: "…que el agua, que toda el agua que existe hoy sobre el planeta es la misma agua que ha existido desde el inicio de los tiempos", un punto inaccesible de la historia para el limitado alcance de nuestra memoria. De ello podía inferirse considerando la ciclicidad que define el comportamiento de todo lo vivo-, que desde entonces hasta ahora no se ha creado ni una sola gota de agua más. De ahí que resulte bien mágico pensar que alguna porción de esa misma agua que hoy nos humecta la vida haya sido bebida por algún dinosaurio sediento hace unos 65 millones de años atrás. 1

Esta curiosa superposición de planos en el tiempo, ocurre porque el agua es una expresión más de la complejidad de lo Vivo, de su multiverso y de su interconectividad. La Ecología, la Cosmología, la Mitología, la Biología Molecular, son sujetos hablantes que abordan diferentes dimensiones disciplinarias de esta misteriosa permanencia del agua y de los comportamientos de su ciclicidad. El agua, como toda entidad viva y compleja debe ser abordada como si se tratara de un fractal, que contiene un complexus de realidades simultáneas y superpuestas, polívocas y diversas. Por lo mismo, los códigos complejos del agua generan perplejidad como este cuento de los dinosaurios; la perplejidad aparece con la interconexión que trazan los puentes impensados por nuestra inteligencia ciega; pasadizos misteriosos entre lo remoto y lo de hoy, entre lo de adentro y lo de afuera, entre lo de arriba y lo de abajo, entre lo inefable y lo cotidiano, en definitiva, en el agua como en toda entidad viva, está presente ‘lo uno y lo múltiple’, premisa epistemológica fundacional del Pensamiento Complejo.

El paradigma vigente ha hecho que los planos del mundo de la naturaleza y el de nuestras necesidades materiales se perciban como disociados y como planos mutuamente excluyentes. El modelo de desarrollo económico se convierte en acción cotidiana, animada por la razón instrumental que encuentra ‘normal’ que los criterios del supravalor del mercado prevalezcan por sobre las leyes de la naturaleza y sea fuente de inequidad. La entropía ecosistémica que se genera muestra hasta qué punto este modelo económico genera estancamiento e inhibición de la posibilidad de implementación de una coexistencia más sana y sustentable.

El agua es uno de los 4 elementos (la tierra, el fuego y el aire); en los que se distribuye una progresiva depuración de las características más pesadas en beneficio de las más sutiles.

El agua es una de las formas en que se presenta la ‘energía’. En su recóndita composición molecular, transporta células vivas, el agua es un transportador de fuerza genética, porque en su caudal viaja el principio del perpetuo retorno a la vida. El agua es un sistema de vida, que contiene “microorganismos vivos” que siendo sensibles al entorno, generan una respuesta que afecta a la estructura del agua. En un artículo del Doctor Masaru Emoto, muestra las diferencias existentes entre el agua contaminada y el agua pura a partir de cómo transcurre el proceso de cristalización. La pura se cristaliza de forma ordenada y la contaminada tiene una cristalización menos ordenada. En este cambio también opera la influencia de las palabras que pronunciamos cuando el agua se cristaliza. Palabras consideradas desfavorables impiden una cristalización ordenada, mientras que las palabras favorables o un tipo determinado de melodía musical, influyen en una cristalización ordenada. Esto unido a otros experimentos nos da la certeza que es una muestra 2

más de la interconectividad de los sistemas vivos, pero también de la posible naturaleza espiritual del agua y de su influencia en los aspectos más misteriosos y profundos de la vida.

Esta sabiduría debe ser seguramente muy antigua, dado que ha sido recogida en algunos actos rituales que practicamos en nuestra cultura occidental. El agua ha sido considerada como vehículo de información espiritual, es el caso por ejemplo del “agua bendita”, que no es más que, “bien decir al agua”. En ese ‘bien decir’ circula la creencia de que a través de la palabra es posible transmitirle información al agua, en este rito se parte de la idea de que puede quedar grabada en el líquido la protección de una autoridad divina, y así se la convierte en vehículo de ciertas cualidades favorables. El agua, en una buena porción de las creencias espirituales, forma parte de los ritos, porque se le reconocen sus propiedades espirituales y curativas.

Desde otra dimensión, durante siglos, las aguas del mundo fueron los caminos de la tierra. Las aguas fueron las inmensas autopistas de la Antigüedad, cuando las carreteras eran aún inimaginables, los desplazamientos tierra-adentro se hicieron principalmente por agua.

Desde la mitología, hemos heredado la idea de que el elemento agua representa el mundo de los sentimientos insondables, de las pasiones compulsivas y los temores irracionales. El agua representa en su mansedumbre -y en su posibilidad de derramarse sin límites- los sentimientos de compasión y amor universales.

Pero, también sabemos desde la mitología que el agua tiene que ver con nuestra intuición, con aquello “que sabe” el alma salvaje, ese costado de nuestro ser que no permitido el cautiverio de la cultura y la socialización. Es muy posible que una vez que el agua graba cierta información en el inconsciente colectivo se active algún tipo de señal y/o energía muy sutil y desconocida, que intervenga en nuestra percepción, alterando el campo de nuestro razonamiento instrumental, y nos pueda hacer un aporte en el contacto con lo trascendente en el plano sensitivo y espiritual.

El mito nos cuenta que Artemisa era hija de Zeus y de Latona. Latona dio a luz a Artemisa sin dolor y ésta al nacer ayudó en el parto a su madre para traer al mundo a Apolo, hermano gemelo de Artemisa que nació nueve días después. Cuando Artemisa era niña, su padre Zeus le dijo que le concedía los deseos que le pidiera, entonces ella quiso la virginidad eterna, un arco y unas 3

flechas para cazar como su hermano, una túnica corta que le llegara a las rodillas y también la compañía de las ninfas del océano como damas de honor.

Desde esta herencia de la Mitología, hoy identificamos el mito de Artemisa con lo femenino y también con el líquido elemento del Agua. De allí que en Grecia, Artemisa, se la conozca como la diosa griega de la luna, y haya sido venerada por siglos como la patrona de los partos. En el templo de Éfeso se ha representado con una estatua de múltiples pechos. Artemisa significa "agua" como fuente de donde manan todas las energías corporales y el arco que porta representa a la luna llena activando todos los deseos y las emociones. Por eso, que desde la mitología, Artemisa, el agua, esté asociada con nuestros sentimientos y emociones. Pero como ningún Dios o Diosa habita fuera de nosotros, sino que sus energías nos habitan más allá de nuestra conciencia, la energía de Artemisa reside en nuestro cuerpo, especialmente en las entrañas. Es aquí en una fuente de agua, donde se protege nuestro cuerpo durante los 9 meses de gestación. Ese espacio cálido y acuoso es lo que nos preserva la vida hasta el momento de nacer. El agua en conjunción con el calor, genera la combinación que en la proporción exacta, hace posible la vida. Nuestra relación con el agua es muy íntima y trascendente si pensamos que durante 9 meses somos como peces, flotando en un mar cálido de corales.

Lamentablemente, Artemisa no regula las representaciones sobre el universo, porque no habita en la cabeza, Artemisa está en el vientre donde se concentra nuestra fuerza física, el vigor, la autoconfianza.

“Volver a recordar lo que ya sabemos”...es una tarea pendiente, recuperando el espíritu de Artemisa en la naturaleza, porque ella vive en la savia de los árboles, en el lenguaje de los animales, el sonido de los ríos, y nos pide que respiremos su energía para que podamos convertirnos en aquello que respiramos: cuantas más energías de la naturaleza podamos integrar más nos pareceremos a ellas.

Es necesario volver a educar a nuestra capacidad reflexiva, y replantearnos la manera que tenemos de organizar el conocimiento, y desde allí nuestra relación con el agua.

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Percibir el agua desde el Pensamiento Complejo es percibirla en interacción con los demás sistemas vivos, con la sabiduría de Artemisa. El agua forma parte de una red de relaciones, sin embargo, muy por el contrario, este paradigma nos lleva a percibir la problemática del agua desde el pragmatismo de la tierra, que es la mirada desde la cual el agua se torna en mera mercancía que se transa en el mercado de los bienes.

En el contexto planteado, el agua debiera ser un bien común no enajenable, un bien soberano de todos y para todos. Justamente, asumiendo que el agua no es cualquier bien, sino que es el eslabón fundamental de la trama de la vida, asociado a su vez con la atmósfera, la territorialidad, el clima, los sistemas de producción.

La relación del agua con la justicia viene de tiempos remotos. La tarea de los primeros agrimensores egipcios estaba relacionada con los vaivenes del río Nilo, ellos debían medir las áreas de terruño que las aguas provenientes de la creciente del Río inundaba y trasformaba, con el propósito de restaurarles a sus dueños legítimos el uso de los tierras, y con ello, sus derechos sobre ellas. Así, la justicia humana de entonces, restauraba los derechos que la naturaleza modificaba. Esta tarea de los harpedonautas tenía un valor sociopolítico estratégico pues de esa Restauración de los derechos sobre el agua dependía que la sociedad conservara la paz. Por ello, en el contexto actual, el tema del acceso libre al consumo del agua, es un tema estratégico y un problema globalizado del que dependerá la paz.

Ayer, justamente, 30 de octubre, un informe científico hecho por un investigador inglés, daba a conocer que con el calentamiento global, sobrevendrán tiempos en los que las sequías cuartearán la tierra y otros tiempos en los que las aguas torrenciales se precipitarán en las barriadas, arrastrando a los miserables al fondo de su miseria. El calentamiento global no es más que un emergente del error de nuestra ‘inteligencia ciega’, de la inadecuación de nuestra razón instrumental al relacionarnos con la naturaleza.

El problema del agua, y el del agotamiento de los demás recursos naturales, es una tarea que tenemos pendiente, y que debe ser atendida desde el esclarecimiento epistemológico, porque se trata de un problema de paradigma. Una vez asumido, nos permitiría reconciliar esos 2 mundos disociados (el mundo físico y el mundo de la razón), re-articulación en la que radica la posibilidad de la sustentabilidad. 5

En este sentido, el Pensamiento Complejo actúa como un re-articulador entre aquellos elementos que nunca debieron separase Es justamente nuestra ‘inteligencia ciega’ la que no ve, que el uso que hacemos del agua tiene estrecha relación con las limitaciones de un tipo de racionalidad nuestra razón. Esta separación artificial genera una aceleración de la entropía, un aislamiento de las posibilidades de que la sociedad asuma los márgenes de resiliencia que los sistemas socio-ecológicos necesitan.

Si bien estos cambios en la conceptualización no son nuevos, estamos a mucha distancia de su reconocimiento en el mundo de las representaciones al nivel del cotidiano en nuestra vida individual, y también a nivel institucional (responsabilidad empresarial) y a nivel legislativo, respecto de la indisociable relación existente en lo ecológico-social y político, para así enfrentarnos a la solución de los problemas de la llamada crisis ambiental.

Un europeo medio necesita del orden de unos 200 litros de agua por día, para su consumo. Si en casa somos 4 personas, vemos que se gastan una media de 240 litros por día solamente en lavarse los dientes, 1.448 litros a la semana, y 87.600 litros en el año. Pero ocurre:

• Que el 6% de la población del planeta cuente con el 28% del total mundial de recursos hídricos renovables. • Que el agua se haya incluido en el mercado y sea regulada por los mismos mecanismos económicos que una hamburguesa, regulada como cualquier otro bien económico según los intereses de los oligopolios. • Que la falta de acceso al agua potable afecte a un quinto de la población mundial , y que la carencia de servicios sanitarios afecte al 30% de los habitantes América Latina. • Que en el mundo sean más de 1.100 millones, las personas que no tienen garantizado el acceso a aguas potables.

Ello arroja una cifra escalofriante: unas 10.000 -en su mayoría niños- mueren cada día por falta de aguas salubres.

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En un ecosistema preservado, y pensado desde una epistemología ‘sustentable’, el agua por ser básica para la vida -de células, microorganismos, plantas, animales- y teniendo para el mundo humano, funciones de salud pública y cohesión social, debería el agua relacionarse con el interés general de la sociedad y situarse en un segundo nivel de prioridad en conexión con los derechos sociales de ciudadanía.

La realidad es otra, y en los países del Sur, en función de su deuda externa se ven conminados a privatizar su patrimonio ambiental, en este caso hídrico, como si esta fuese una alternativa viable para resolver los desequilibrios en la balanza de pagos. De tal modo, que el control de este recurso natural es trasferido paulatinamente al sector privado, y su acceso es condicionado al pago por el consumo.

Este escenario, se monta sobre una realidad ‘natural’, por la que, de toda el agua de la tierra sólo el 2.6 % es dulce, pero de ésta el 98 % está en forma de hielo, y con esto solamente debemos de arreglarnos los seres vivos.

La irreversibilidad en la naturaleza es una constante. Debido a la Primera Ley de la Termoninámica, la materia y la energía no pueden ser creadas ni destruidas, pero sí pueden ser transformadas. Pero hay ciertas transformaciones que solo pueden ocurrir en un sentido, y no pueden regresar a su estado original. Algo de esto ocurre con el problema ambiental. Por eso que no es posible remendar el agua agujereada, recuperar el agua desbordada, volver a beber el agua que nos fue negada, ni regresar a esa fuente de aguas cálidas en las entrañas del vientre materno. En lugar de estas soluciones imposibles, sí podemos revisar nuestra mirada (epistemológica) sobre el agua.

Algunos teóricos de la Física afirman que la tendencia del Universo desde su origen es, hacia un estado en que toda la energía que existe se degrade a tal nivel que no sea posible realizar proceso alguno. Por otra parte, los biólogos coinciden con lo anterior al afirmar, que los seres vivos estamos diseñados para ser disipadores –degradadores- de la energía, por lo que vamos empujando a nuestro bonito planeta azul a un acelerado incremento de la entropía.

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La poesía es siempre una variable inesperada, que refuerza nuestras capacidades desconocidas aún para darle vida a lo inexistente En la poesía están las cimas desde donde se miran mejor los abismos; Y es en los abismos en los que se intuyen los cielos. Se trata de una poesía que cuando la leí, pensé que a través de ella podía comprenderse la interconectividad entre los diferentes planos de los sistemas vivos.

Tú eres El canto del agua, la hoja del aire. El agua que mira los ojos, la ola en las hojas Las hojas del aire, los ojos del agua. Nada. La lluvia que mira los ojos, las hojas que silban, el aire que danza Mis ojos que andan, las hojas que nadan, el silbo que pasa. El aire que asciende, el agua que cansa, las olas que danzan. Y nada Los pasos del agua, la mira del aire, el ojo que pasa.

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ojo en las hojas, el aire en el agua, el agua que lava. La ola que baja, el silbo del agua. Nada.

El silbo que sube a los ojos, la ola que sabe. La hoja que ola, el ojo que agua. El ojo en la ola, el agua que hoja, el aire que agua. Y nada. Rodolfo Bucio, 1955

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