AGREGADO DE VALOR EN LA CADENA DE LA SOJA: ALTERNATIVA DE UPGRADING PARA PRODUCTORES PRIMARIOS

July 27, 2017 | Autor: Andrés Castellano | Categoría: Economic Value Added, Value added, Economia Agroindustrial
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Descripción

INTA

UNMDP

EEA BALCARCE - INTA

FACULTAD DE CIENCIAS AGRARIAS

AGREGADO DE VALOR EN LA CADENA DE LA SOJA: ALTERNATIVA DE UPGRADING PARA PRODUCTORES PRIMARIOS

3er Congreso Regional de Economía Agraria XVI Congreso de Economistas Agrarios de Chile VLII Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Agraria 9, 10 y 11 de Noviembre de 2011 Valdivia (Chile)

Lic. (Ms. Sc.) Andrés Castellano* Lic. (Ms.) Mercedes E. Goizueta*

* Investigadores del Área de Economía y Sociología Rural, EEA Balcarce, INTA. NOTA: en la realización de esta investigación se agradece la activa participación del Ing. Agr. Alejandro Saavedra, el Ing. Agr. Lisandro Errasquín, la Cra. Cecilia Paolilli y el Ing. Agr. José María Méndez, en la recopilación de la información primaria requerida.

AGREGADO DE VALOR EN LA CADENA DE LA SOJA: ALTERNATIVA DE UPGRADING PARA PRODUCTORES PRIMARIOS Lic. (Ms. Sc.) Andrés Castellano Lic. (Ms.) Mercedes E. Goizueta I. Introducción En las últimas décadas han sido diversas las razones que aceleraron el desarrollo global de las cadenas oleaginosas. Cabe citar, las mayores demandas de uso alimenticio, el desplazamiento de la demanda hacia carnes, el crecimiento económico y poblacional de países con desarrollo intermedio y las inducciones para lograr una matriz energética diferente (Bisang et al, 2009). Para Latinoamérica, esto ha redundado en que países miembros del Mercosur se conviertan en importantes exportadores de granos y semielaborados oleaginosos. En Argentina, la cadena que se configura como una de las más competitivas en términos tecnológicos, productivos y de generación de divisas, es la de la soja. Esto se explica por la aptitud agroecológica para el desarrollo de este cultivo, la adopción constante de innovación y mejora tecnológica, tanto en la producción primaria como la industrial, y el elevado saldo exportable en razón del bajo consumo interno (Giancola et al, 2009). A los efectos de dimensionar esta evolución, entre las campañas 2002/03 y 2009/10 el país incrementó su producción física de granos de soja en alrededor del 51%, pasando de 34.8 a 52.6 millones de toneladas (MinAgri, 2010). Como contraparte, la competitividad alcanzada por la cadena y los beneficios que la misma conlleva (entrada de divisas e ingresos fiscales) se ve opacada por el escaso valor agregado de los productos transados internacionalmente. La exportación de granos y preelaborados (harina de soja y aceite), que anualmente representa más del 80% del total obtenido por el complejo sojero, y la posterior transformación industrial en los países de destino (producción de carne y otros alimentos), definen a la Argentina como un abastecedor global de materias primas. Esto además se enmarca en que la cadena de valor de la soja en Argentina está gobernada por actores multinacionales, con control sobre el eslabón comercial e industrial. En función de ello, y por una lógica de racionalidad económica, priorizan que el destino de los productos sea el externo, y no su integración a cadenas de valor locales (bovina, láctea, etc.). Ante este contexto de productos con escaso valor agregado, mayoritariamente exportados, y propios de una cadena gestionada de manera centralizada, los intentos de upgrading (reposicionamiento) para las empresas de menor tamaño relativo se han visto restringidos. Sin embargo, desde mediados de la década pasada, a iniciativa de productores primarios, se han generado alternativas para avanzar en el procesamiento industrial de su producción agrícola en origen (es decir, localmente y por ellos mismos). Utilizando tecnologías diferenciales, captan una porción de la renta generada en la cadena y simultáneamente agregan valor, mediante la obtención de productos como el expeller y el aceite crudo. A su vez, las estrategias comerciales que han desarrollado se focalizan en el mercado interno regional, de modo que los ingresos por ellos generados son finalmente receptados en las comunidades locales, a través de los efectos directos e indirectos del empleo generado. Por todo lo mencionado, en el presente trabajo se analiza la factibilidad económica y financiera de la instalación de una planta procesadora de soja de tecnología de extrusión y prensado (E-P), con el objetivo de indagar en las alternativas de agregado de valor en origen disponibles para productores primarios. II. Marco Teórico y Antecedentes La temática de la generación de valor constituye una de las más antiguas dentro de la ciencia económica, siendo los economistas clásicos (Smith, Ricardo y Marx) quiénes sentaron las bases conceptuales. Sin entrar en detalle en las consideraciones expuestas por dichos autores, 1

el valor de un bien o mercancía está compuesto por las retribuciones a los factores de producción que le dieron origen (trabajo, capital y tierra). Es decir, salarios, ganancias, intereses, rentas, etc., las cuales dan cuenta de la creación de riqueza material. Posteriormente, la escuela neoclásica, sin redefinir lo expuesto por los clásicos, introdujo una mirada diferente a la cuestión al establecer que la estimación subjetiva que los consumidores hacen de los bienes es lo que determina su valor. Actualmente, la vigencia de estos aportes sigue en pie ya que sintetizan los principales elementos: ingreso de los factores y percepción subjetiva. En consecuencia, cuando se hace referencia al agregado de valor, las causas últimas que lo originan nos remiten a aquellos. O bien se agrega valor a través de la retribución a los factores de producción o a razón de una modificación de la percepción utilitaria de los clientes, o por ambos. Lo que es indudable es que debe haber una materialización de los mismos en el precio final (valor de mercado). La expresión anterior cabe tanto en su versión macro como microeconómica. En este último caso, la unidad de medida es la empresa individual y su función de producción. Y la sumatoria de todo el valor generado por las firmas a nivel país define el valor agregado de la economía (Cuentas Nacionales); que no es otra cosa que el Producto Interno Bruto (PIB) calculado por cualquiera de los tres métodos ordinarios (Método del Gasto, Método del Ingreso y Método del Valor Agregado). Entre las acepciones corrientemente utilizadas de valor agregado se encuentra aquella que lo define como la adición de valor económico que se incorpora a las materias primas o bienes intermedios en las diferentes etapas del proceso productivo hasta su conversión al consumo. Desde esta óptica, los actores de cada fase llevan a cabo sucesivas transformaciones físicas y/o intangibles (conocimiento tecnológico), que se inician en la faz de producción primaria, atravesando la industrialización, comercialización y la colocación final en el mercado. Bajo esta lógica, se verifica un estrecho vínculo del concepto de cadena y el de agregado de valor, el cual es reconocido por el enfoque de Cadenas Globales de Valor –CGV- (Gereffi y Korzeniewics, 1994; Kaplinsky, 1998; Gereffi; 1999; Humphrey y Schmitz, 2000; Kaplinsky y Morris, 2001). Particularmente, estos autores se ocupan de estudiar las relaciones entre las firmas que participan al interior de las cadenas y de analizar cómo influyen esos vínculos sobre el desempeño de las empresas locales, considerando en paralelo cómo se ven afectados los patrones de desarrollo de las economías a las que pertenecen (Kosacoff y López, 2008). Tomando como referencia a Porter (1990), introducen otros dispositivos analíticos no usuales en las investigaciones convencionales sobre cadenas: estructuras de gobernancia, rentas económicas y procesos de jerarquización (upgrading). Asimismo, al poner el foco no sólo en la creación de valor sino en cómo éste se distribuye a lo largo de la cadena y por quiénes es apropiado, construyen una tipología de cadenas según los nodos de concentración de poder. En consecuencia, definen: Cadenas Impulsadas por Compradores (CIC) y Cadenas Impulsadas por Productores (CIP). (Gereffi, 1999). Por consiguiente, en un contexto en el que la producción y el intercambio internacional está gobernado por empresas de gran escala que determinan los principales parámetros de funcionamiento interno de las redes (qué se produce, cómo, cuándo y cuánto), los intentos de upgrading para los actores de menor dimensión (generalmente PyMEs en la etapa primaria o de primera industrialización) se ven restringidos. En el sentido más amplio del término, upgrading es la “innovación que incrementa el valor agregado” (Dunn et al, 2006); o como indican Gereffi y Tam (1998), “el upgrading involucra el aprendizaje organizacional para mejorar la posición de las empresas o países en las redes de comercio”. Básicamente, las alternativas de upgrading son cuatro (Humphrey y Smith, 2002): Proceso (mejora en la eficiencia de producción que redunda en una mayor cantidad de producto por insumo o un mismo nivel de producto con menores insumos); Producto (mejora cualitativa de un producto que lo convierte en más deseable para el consumidor); Funcional 2

(participación de una empresa en un distinto eslabón de la cadena que conlleva una nueva actividad); Intersectorial (aplicación de competencias adquiridas en una función particular de la cadena para ingresar a un nuevo sector). Para que cualquiera de estas opciones se efectivicen debe producirse en consecuencia una elevación de los ingresos económicos para aquellos que buscan el reposicionamiento. En función de ello, cabe distinguir las estrategias de upgrading que tienen por finalidad la captura de valor agregado de las que persiguen la creación del mismo. Born y Bachman (2006) advierten sobre esta situación, señalando que en el caso de los productores primarios la estrategia de captura implica avanzar en actividades realizadas por procesadores y comercializadores, redistribuyendo así el valor total generado. En cambio, en las estrategias de creación de valor el eje está en el desarrollo de un nuevo bien o servicio, único o diferente, de lo que ofrece el mercado masivo. Aunque el núcleo del concepto de upgrading sea la innovación, las dos clases de estrategias mencionadas tienen cabida. Bress et al (2010) dan cuenta de esta convivencia, exponiendo las particularidades de cada una para el caso de agregado de valor en la cadena de la soja. Una de ellas consiste en la instalación de una planta de procesamiento mediante la conformación de una cooperativa de productores, mientras que la otra tiene por objeto la fabricación de snacks. Si bien los riesgos de producción y comercialización son bajos para la primera alternativa, también lo son los márgenes económicos. Lo inverso sucede con la restante estrategia. A nivel internacional son profusas las investigaciones sobre el sistema agroalimentario que recurren al enfoque de las CGV. Mayoritariamente, responden a estudio de casos que manifiestan procesos de descommoditización de ciertas cadenas como la del café en México (Millard, 2005), vegetales frescos en Kenya y Zimbabwe (Dolan et al, 2003), vinos en Sudáfrica (Ponte y Ewert, 2009), aceites vegetales en Malasia y Brasil (Fold, 2000), cacao en Indonesia (Panlibuton y Meyer, 2004) o semillas oleaginosas -girasol y soja- en Mozambique (Kula y Farmer, 2004). En general, se observa que las iniciativas de upgrading se supeditan a las de procesos y productos, siendo marginales aquellas de carácter funcional o intersectorial, ya que las firmas líderes se concentran en las actividades intensivas en conocimiento y sólo transmiten una serie de requisitos técnicos a sus proveedores (Kosacoff y López, 2008). En nuestro país, también desde la perspectiva de las CGV, Bisang et al (2009) abordan el estudio de un conjunto de cadenas agroindustriales (soja, maíz, carne bovina, lácteos y frutas), a los efectos de indagar en las oportunidades de ascenso en los escalones de valor agregado e identificar los nodos estratégicos de poder que restringen iniciativas de este tipo. A modo de reflexión, subrayan que el grueso de la inserción de la Argentina se ubica en las primarias instancias de las CGV mencionadas, con un perfil de proveedor de granos y materias primas, y que internamente estas ofertas primarias están fuertemente concentradas en empresas multinacionales. Por añadidura, esta configuración es el germen de los principales conflictos en torno al reparto de la renta económica al interior de estas cadenas. III. Materiales y Métodos La presente publicación es resultado de la articulación de los Proyectos Específicos (PE) 302421: “Economía de las Cadenas Agroalimentarias y Agroindustriales” (Área Estratégica de Economía y Sociología) y 5734: “Desarrollo y Difusión de Tecnologías de Procesos Productivos Agroindustriales Implementados en Origen” (Área Estratégica de Agroindustria), ejecutados por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). En primera instancia, y a consecuencia de la demanda de asistencia técnica planteada por productores primarios de la región centro de nuestro país, el equipo del PE 5734 realizó un relevamiento de las iniciativas de agregado de valor que involucran el procesamiento industrial de granos de soja en base a tecnología de extrusión-prensado (E-P). A tal fin, se consultó a proveedores nacionales y extranjeros de equipamientos, a profesionales de la 3

actividad privada y a personal del INTA que desempeñan sus actividades en el territorio. Esto permitió la detección de un total aproximado de 150 emprendimientos, distribuidos en su mayoría entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. A posteriori, se visitaron un conjunto de plantas seleccionadas, situadas en el sudeste de la provincia de Córdoba (Monte Buey, Ordoñez y Marcos Juárez), y se recabó información en relación a cantidad de empleados, proceso técnico utilizado, capacidad instalada, mercados de destinos, fuentes de abastecimiento, y demás aspectos vinculados, tanto internos como externos a la empresa. Habiéndose sistematizado dichos datos, se efectuó un estudio preinversional a nivel de factibilidad, y se obtuvieron indicadores sintéticos (VAN, TIR, Período de Recupero y Período de Recupero Actualizado) de la viabilidad económica financiera de una planta con capacidad de procesamiento de 24 ton/día y otra de 48 ton/día. Se escogieron dichas escalas consignando aquellas modales que surgían del muestreo. Para el estudio en cuestión, se valorizaron económicamente las obras físicas, el equipamiento, el personal, las materias primas y los insumos críticos implicados en la ejecución y operación del proyecto, para luego determinar los activos fijos, nominales y capital de trabajo requeridos. La construcción de los flujos de fondos1, a precios constantes de 2010, se basó en los siguientes supuestos: Período de evaluación de 10 años Fondos propios para el financiamiento Abastecimiento parcial de materia prima de producción propia (50% para la planta de 24 ton/día y 25% para la planta de 48 ton/día) En cuanto a los productos comercializados se supuso una demanda final sostenida de expeller, impulsada por los productores de pollos, cerdos, carne bovina y leche, como así también de la de aceite crudo, traccionada por las industrias de la segunda transformación (aceiteras, refinerías, etc.). Esto se sustenta en que la producción total de estos emprendimientos es todavía marginal en el caso del aceite crudo, y constituye un segmento de mercado en construcción, para el caso del expeller. Ergo, no se manifiestan aún restricciones comerciales. Las fuentes de precios de referencia para la tonelada de granos de soja y aceite crudo corresponden a la Bolsa de Comercio de Rosario, Dirección de Mercados Agrícolas (MinAgri) y Mercado de Cereales de Chicago. En el caso del expeller de soja se consultaron precios efectivos a informantes calificados del sector y a empresarios del rubro. Como dato del contexto, también se contempló en la evaluación una alícuota de Impuesto a las Ganancias del 35%, de Ingresos Brutos del 1% y de Derechos de Exportación de aceite crudo del 32%. Finalmente, se efectuó un análisis de sensibilidad de las variables críticas en la viabilidad del proyecto: relación precio aceite crudo-granos, relación precio expeller-granos, precio de la tonelada de granos de soja, costo de la energía eléctrica y cantidad de soja propia procesada. IV. Caracterización de la Cadena de la Soja: estructura y nuevos actores En términos generales, la cadena de la soja se compone de un complejo de interrelaciones y actividades llevadas a cabo por diferentes actores, en diversos espacios territoriales, tanto locales como foráneos. En Argentina, con relación a los agentes económicos involucrados, la faz primaria es la que ha manifestado los más notorios cambios. Aunque aún existe un conjunto híbrido de productores de carácter tradicional, en consonancia con lo señalado por Bisang et al (2009), actualmente y cada vez en mayor medida el “productor agropecuario” subsume a variados actores. Los mismos se han reconfigurado a partir de una creciente separación entre los propietarios de la tierra (que ceden el uso de este factor de producción), las Empresas de 1

No incluyen el Impuesto al Valor Agregado (I.V.A.) 4

Producción Agropecuaria2 - EPA- (que desarrollan la producción) y un grupo de proveedores especializados de bienes y servicios. Todos operan con una marcada desverticalización, articulándose estrechamente con otras firmas.3 Los restantes actores de la Cadena, se describen pormenorizadamente en la siguiente Cuadro: Cuadro Nº 1: Actores que participan de la cadena de la soja Actores Proveedores de Insumos (agroquímicos, fertilizantes y semillas) Contratistas Acopiadores

Industrias de Primera Transformación

Industrias de Segunda Transformación

Empresas de Logística e infraestructura de transporte Comercializadores

Características Generales En su mayoría son firmas trasnacionales con filiales en los principales países productores que en general operan bajo la lógica de centros de servicios, brindado además asesoramiento técnico y financiamiento comercial. Entre otros, ofrecen servicios de siembra, fertilización, fumigación, trilla y cosecha, operando con equipos propios. Almacenan, compran y/o intermedian, para el procesamiento del grano localmente o para su exportación como tal. Pueden ser cooperativas, acopiadores locales, traders, brokers e industrias procesadoras. Coordinan el abastecimiento de la materia prima. Posicionadas entre las más eficientes del mundo e integradas a complejos de granos-molienda-exportación. De las multinacionales se destacan Cargill, Bunge, Dreyfus y ADM. También es importante la participación de industrias nacionales, ya que detentan aproximadamente el 40% de la capacidad total de molienda. La harina de soja y el aceite crudo obtenido se comercializan casi en su totalidad en los mercados externos. Es la actividad menos desarrollada relativamente y en muchos casos está integrada a la industria de la primera transformación. Se puede identificar: - La industria de biocombustibles, de la cual el 80% de la producción está en manos de las firmas líderes de la molienda. - La industria de los alimentos balanceados, y la de los derivados alimenticios de la soja (margarinas, mayonesa, lecitina de soja, etc.). En general son productos con destino al mercado local. Gestionan las instalaciones portuarias, flotas de transporte marítimo, fluvial y terrestre, FFCC, y otros. Se han ido incorporando a los grandes traders y empresas de la molienda a partir de la década de los „90. La exportación está controlada (a nivel mundial y local) por grandes traders del comercio de granos y por las grandes empresas multinacionales de la molienda.

Fuente: elaboración propia en base a Gutman (2003), Giancola et al (2007) y Bisang et al (2009)

En vista de lo descripto, la cadena de valor de la soja está claramente gestionada por un subconjunto de actores multinacionales que definen globalmente sus estrategias de acción, y que controlan la faz comercial e industrial. A pesar que varias de las relaciones inter-eslabón se constituyen en términos de mercado (principalmente con la producción primaria), la estructura de gobernanza imperante se corresponde con la de aquellas Cadenas Globales, que según Gereffi (1999) se denominan “Impulsadas por Productores”. Éstas se caracterizan por las presencia de grandes firmas manufactureras, usualmente multinacionales, que juegan un rol central en la gestión de las redes de producción, tanto hacia atrás como para adelante. Si bien en el caso del eslabón de primera transformación los productos obtenidos están cuasi estandarizados, se constatan nodos de coordinación a nivel global en manos de un reducido número de empresas. Para el año 2008, la participación relativa de las principales 5 empresas en la exportación de pellets asciende al 80%, y en las de aceite de soja se aproxima al 83%.

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A diferencia de la EPA, en la tradicional Explotación Agropecuaria (EAP) el productor trabajaba integradamente y la principal barrera de entrada era la posesión de la tierra. 3 Otro hecho destacado en el eslabón primario es la aparición del almacenaje a campo (en instalaciones fijas o en “silo bolsa”), lo que ha permitido una gestión más eficiente del stock y de los momentos y precios de venta. 5

Gráfico Nº 1: Distribución de exportaciones de pellets y aceite de soja por empresa, año 2008 (en %)

Fuente: elaboración propia en base a J. J. Hinrichsen S.A. (2010)

Estas grandes empresas, algunas locales y otras multinacionales, con injerencia en la definición de los parámetros de funcionamiento de la cadena, vedan muchas veces las posibilidades de reposicionamiento de los actores de menor tamaño relativo. Al respecto, Humphrey y Schmitz (2002) señalan que en las cadenas con alta presencia de relaciones de mercado, los intentos de upgrading de producto y proceso tienden a ser escasos, pero el camino hacia el upgrading funcional se visualiza más abierto. En tal sentido, a nivel local, ha surgido una importante cantidad de pequeños y medianos actores que han logrado avizorar y materializar alternativas que les permitan captar mayor renta, al participar de otras fases de la cadena. Específicamente, productores primarios que han avanzado en la industrialización en origen de granos de soja, instalando plantas para su procesamiento, trabajando en la colocación de sus productos en la región y articulando con otras cadenas de valor agroalimentarias / agroindustriales locales. En principio, estos productores han logrado eludir parcialmente las barreras a la entrada, principalmente las relacionadas a las economías de escala, que naturalmente se manifiestan en este tipo de cadenas. De acuerdo a PRECOP II – INTA (2010), cabe mencionar: Plantas en funcionamiento y ubicación geográfica: en la zona núcleo del país se han registrado operando en el año 2010 cerca de 153 industrias: 60 en Provincia de Buenos Aires, 50 en Córdoba y 43 en Santa Fe. Las mismas procesan en total cerca de 1.830.000 ton. de grano de soja y obtienen 219.000 ton. de aceite crudo y 1.497.000 ton. de expeller. Productos elaborados: obtienen dos productos finales. Uno de ellos es el expeller, que se vuelca a la alimentación animal; y el otro es el aceite crudo, desgomado o no, que se refina para ser destinado a la alimentación humana o reprocesado en la producción de biodiesel. Mano de Obra: para escalas de producción entre 24 y 48 ton/día, las plantas requieren, en promedio, entre 6 y 8 empleados. Tecnología utilizada: a diferencia de las grandes industrias que utilizan la extracción por solvente, aplicando hexano (derivado del petróleo), las empresas en cuestión recurren a la tecnología de extrusado-prensado. La instancia de extrusado permite la desactivación del grano de soja, de modo de eliminar los factores antinutricionales presentes. Antigüedad de las firmas: el 80% no tienen más de 3 años, por lo que la mayoría de ellas se encuentran en etapa de aprendizaje y mejoramiento, tanto de cuestiones técnicas y de calidad, como de organización de la empresa y de comercialización de sus productos. En base a información suministrada por los fabricantes de maquinarias locales e importadores, al mes de julio del presente año existen compromisos asumidos para la instalación de 150 plantas adicionales, ya sean nuevos emprendimientos y/o ampliaciones.

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V. Estudio de Factibilidad Propiamente Dicho En este apartado se presentan detalladamente los principales componentes que dan contenido al flujo de caja proyectado. Es decir, las inversiones, los egresos y los ingresos del proyecto. a) Inversiones iniciales El monto absoluto de este componente asciende aproximadamente, para una escala de 24 ton/día, a $3.500.000, y para 48 ton/día a $5.150.000, siendo de referencia los mismos únicamente para la zona geográfica considerada. Según se observa en el Cuadro Nº2, el rubro más representativo es la inversión en activos fijos, que absorbe alrededor del 68,88% y 60,11% del monto total, respectivamente. El menor requerimiento relativo para la escala de 48 ton/día es compensado por el incremento de capital de trabajo (básicamente, granos de soja), que varía del 27,97% al 37,31%. Para el cálculo de este último se consignó un ciclo productivo de 1,5 meses (45 días corridos).4 Cuadro Nº2: Composición por rubro y porcentual de la inversión inicial

Fuente: elaboración propia en base a información primaria

Los activos nominales, si bien constituyen un rubro marginal en cuanto al monto total, contemplan dos aspectos de relevancia: los gastos de capacitación y los imprevistos. Ambos, al no poseer un “precio de mercado”, resultan complejos de estimar5, particularmente si se toma en consideración el perfil empresarial de quienes llevan adelante esta clase de emprendimientos. Siendo en su mayoría productores primarios, la experiencia en proyectos industriales es generalmente escasa, por lo que estas partidas suelen ser subestimadas en relación al valor que efectivamente se les asigna. En el gráfico anterior se señala en línea punteada el equipamiento de planta, ya que constituye el ítem más significativo (37,24% y 37,76). En tal sentido, existe en nuestro país un pequeño conjunto de proveedores de maquinarias, tanto de fabricación nacional como importada 4

Por ciclo productivo se entiende al proceso que se inicia con el primer desembolso para cancelar los insumos de la operación y termina cuando se venden los insumos, transformados en productos terminado, y se percibe el producto de la venta y queda disponible para cancelar nuevos insumos. (Sapag Chain y Sapag Chain, 1989) 5 Los gastos de capacitación han sido estimados para cada operario sobre el costo de oportunidad de 7 días de trabajo efectivo. O sea, se le imputa como costo al personal de planta la producción no realizada por ese lapso. Para los imprevistos se tomó un porcentaje (3%) del monto de la inversión inicial en activos fijos. 7

(ucranianas y brasileras), que ofrecen una amplia gama que van desde las plantas “llave en mano” hasta módulos individuales de prensas de extracción de aceite y extrusoras. En este estudio se optó por considerar una planta llave en mano provista por fabricantes nacionales. Por un lado, debido al impacto que a nivel local se genera en cuanto a valor agregado y empleo, a diferencia de lo que sucede con las extranjeras; y por el otro, a causa del acortamiento en el período de aprendizaje para su puesta en marcha y operación6. Paralelamente, es dable destacar que las importadas ostentan un menor precio relativo. A propósito de las escalas productivas, la planta de 48 ton/día mantiene una relación de 1,74 veces el costo de la de 24 ton/día, incluido el sistema de desgomado para el aceite crudo. b) Egresos proyectados En primera instancia, como se describe en el Cuadro Nº3, el rubro que explica cerca de la totalidad los egresos, es el de la materia prima. Junto con la mano de obra directa, representa alrededor del 90% de los mismos (correspondientemente, 92,12% y 93,16%). Asimismo, cuando se eleva el procesamiento a 48 ton/día, la materia prima, los gastos indirectos y los gastos de comercialización son los únicos que aumentan su participación relativa, lo cual se argumenta por una lógica propia de las economías de escala en los rubros que permanecen cuasi inflexibles, como por ejemplo, las comunicaciones y seguros. Cuadro Nº3: Composición por rubro y porcentual de los egresos del proyecto

Fuente: elaboración propia en base a información primaria

La estimación del costo de la tonelada de soja se realizó en función del costo de oportunidad para el productor de comercializar la propia producción vía los canales convencionales (acopiador-exportador). Por ello, al precio de referencia utilizado (pizarra, Cámara Arbitral de Rosario) se le dedujo: el precio del Flete Corto (15 km), el del Flete Largo (200 km) y la Comisión del Acopiador (3,00%)7. Este descuento representa el ingreso “no percibido” por el productor primario, al decidir procesar su producción. Para el caso del abastecimiento de soja de propiedad de terceros productores (el 50% del total para la planta de 24 ton/día y 75% para la de 48 ton/día), el costo de la tonelada se estipuló en 6

Esta decisión no contempla aspectos de índole técnico ni de eficiencia vinculado a otros equipamientos. Los precios de los fletes se obtuvieron de www.catac.org.ar y los de comisión del acopiador de fuentes primarias. 7

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un 91% del valor de referencia antes referido. Es decir, que mientras para la tonelada de soja propia el costo de la tonelada es de 87,25% del precio pizarra, para la soja de terceros el costo es mayor, por un diferencial de 3,75%. Esto se debe a que los terceros productores exigen un precio mayor por la tonelada al tener que cambiar de canal de comercialización, y no entregar más su producción al acopiador. Ahora bien, para calcular el costo total anual del ítem materias primas fue menester definir la cantidad de toneladas efectivamente procesadas, y por ende, los días laborables al año. Si bien algunas plantas permanecen en actividad casi todo el período (sólo interrumpen el proceso para mantenimiento), trabajando en turnos continuos de 8 horas, en su mayoría optan por sólo operar 5 o 6 días a la semana. Por lo tanto, se consideraron para la evaluación un total de 312 días al año de actividad, o lo que es lo mismo, 6 días a la semana durante 52 semanas. El restante ítem que conforma los costos de fabricación directos es la mano de obra de planta. Ya sea para la escala de 24 ton/día o para 48 ton/día, se requiere de un total aproximado de 5 operarios, los cuales realizan tareas productivas y de mantenimiento, indistintamente. A estos se le suma la labor del personal administrativo y de gerencia (mano de obra indirecta), arrojando un balance general de personal de 7 trabajadores. Uno de los insumos críticos, contemplado en los gastos indirectos, es la electricidad; específicamente el costo del KW/hora. Operativamente, una planta de estas características demanda entre 100 y 130 KW/hora por tonelada procesada, no registrándose variaciones entre escalas productivas. Por ello, el precio unitario del KW resulta determinante, ya que el mismo varía significativamente de un lugar a otro (provincia a provincia), de un tipo de proveedor a otro (cooperativa eléctrica o empresa estatal) y en la segmentación de tarifas por horario (día o noche). Aquí se tomó como referencia un promedio de los casos relevados. Por otra parte, los gastos de administración y, particularmente, los de comercialización no redundan en importancia en la estructura de egresos. En el caso de la venta de expeller, la modalidad más común es ofrecer la tonelada con cargo del flete al comprador, o coloquialmente “puesto en planta”. Semejante situación es la del aceite crudo, aunque participen frecuentemente en la intermediación brokers / corredores. c) Ingresos proyectados Los ingresos del proyecto se componen de la venta de expeller y de aceite crudo de soja; y aunque algunos de los emprendimientos relevados prestan también servicios de façon y/o maquila, los mismos no han sido contemplados como actividades propiamente dichas. Si bien se dan variaciones según el caso, en términos de eficiencia técnica las plantas operan con un rendimiento, por tonelada procesada, de 82% en expeller y 14% en aceite crudo. De ahí que una planta de 24 ton/día, obtiene anualmente un total de 6.140 toneladas de expeller y 1.048 de aceite. Para la de 48 ton/día, los guarismos directamente se duplican. (Cuadro Nº4). Cuadro Nº4: Capacidad de producción anual de expeller y aceite crudo de soja

Fuente: elaboración propia en base a información primaria

Expresado porcentualmente, en el Cuadro Nº5 se observa que alrededor de 2/3 de los ingresos provienen de la comercialización de expeller, cualquiera sea la escala consignada. Los restantes corresponden al aceite crudo (30,48%). 9

Cuadro Nº5: Composición por rubro y porcentual de los ingresos operativos del proyecto

Fuente: elaboración propia en base a información primaria

Al momento de determinar los precios de venta, tanto de expeller como de aceite, existen diversos valores y fuentes de referencias. Por consiguiente, y dado que son críticos para la viabilidad del proyecto, se hará una breve referencia a cada uno de aquellos señalando la relación que se constata con el precio de la tonelada de granos de soja8. Cabe remarcar, que aunque ambos productos sean en sentido estricto diferenciados, ya que el proceso productivo involucrado es diferente al utilizado por las grandes industrias, los precios toman como parámetro las cotizaciones internacionales de los commodities que son sustitutos imperfectos (por ej. harinas de soja). Por lo tanto, estas industrias PyMEs son precio aceptantes.  Expeller de soja La harina y el expeller de soja no tienen cotización oficial en Argentina en los mercados de cereales disponibles ni en los mercados a término. Además, los diversos tipos de harinas proteicas de soja del país se negocian “in basis of”; es decir, por sobre el Mercado de Chicago (CBOT, por sus siglas en inglés). Estas bases algunas veces son positivas y otras negativas dependiendo del momento de embarque y particularidades del mercado 9. Más allá de esto, el problema más acuciante es que las mismas toman en cuenta un producto técnicamente diferente, en el sentido de que es elaborado por una tecnología (mecánica + químico) distinta a la del expeller (Covacevich, 2010). A su vez, como el expeller se destina al mercado interno, la anterior fuente referida no es corrientemente utilizada, por lo que en la operatoria los productores y los compradores han adoptado como valor de referencia el precio de la tonelada del grano de soja, publicado en el mercado de cereales más cercano (precio pizarra). Con éste como parámetro, se establece el precio del expeller en función de la diferencia con la cotización del grano de soja, positiva o negativa, de aproximadamente 5% a 10%, dependiendo de las condiciones de venta: a) si es puesto en planta o en el campo (o sea, sobre quién recae el cargo del flete); b) si es vendido a granel o embolsado; y c) de acuerdo al momento de la negociación. En síntesis, para la construcción de los ingresos del flujo de fondos, se supuso que el expeller es comercializado al 95% (diferencia -5%) del valor de la soja. A los efectos de detectar la dinámica de estos precios, se presentan en el Gráfico Nº2 los valores de cotización de la tonelada de soja, para el período 2002-2010: 8

Todas las series de precios se consideraron en términos corrientes, dado que al construirse relaciones entre los mismos, no se requirió deflactarlos. 9 El 80% del mercado mundial de harina de soja se encuentra estandarizada en un 47% de proteína (soja HI Pro 47%), recibiendo los productos por debajo de este % una penalización y por sobre este % una bonificación. 10

Gráfico Nº2: Cotizaciones de la tonelada de granos de soja (2002-2010, a precios corrientes)

Fuente: elaboración propia en base a Mercados de Cereales de Rosario

Los marcadores señalan los precios promedios anuales, y la línea vertical en cada año la amplitud del máximo-mínimo. La serie muestra la marcada tendencia creciente de los precios de la soja en la última década. Entre los años 2002-2005, los valores anuales se situaron entre los $471 y $568, con un promedio general de $514. Esta instancia (I) mostró cierta estabilidad en la cotización, a diferencia de la instancia II (2006-2008), en la que la da inicio una tendencia alcista (promedio general de $701). Durante el bienio 2009-2010, aunque la dinámica continuó siendo favorable, la tasa de crecimiento ha sido menor en términos relativos. Es dable destacar que el año 2010 ha sido el de mayor variabilidad de toda la serie. A priori, y de acuerdo a las proyecciones de mercado, los precios de este grano se mantendrán o ascenderán en los próximos años, por lo que el valor de referencia tomado para la evaluación de este proyecto, es el promedio del último año descripto (2010), que asciende a $1.028 por tonelada. Por añadidura, el precio de la tonelada de expeller se estableció en $977.  Aceite crudo de soja Al igual que el expeller, el aceite de soja tampoco cotiza en los mercados argentinos, y a pesar de que puedan manifestarse diferenciales de calidad respecto de la gran industria, los valores de referencia para determinar su precio son los mismos. Entre ellos, podemos mencionar: Cuadro Nº6: Fuentes y precios de referencia para el aceite crudo de soja

Fuente FOB Puertos Argentinos

FAS Teórico o “Capacidad de pago de la industria”

Mercado de Chicago (CBOT)

Descripción Es el valor efectivo que recibe el exportador. Se calcula como el promedio de las operaciones a la vista del día anterior. Sobre este valor se calculan los derechos de exportación. Se expresa en U$S. Del precio FOB de Puertos Argentinos, se descuentan los gastos de “Fobbing” y se convierte por el tipo de cambio vigente del Banco Nación. Sobre este valor se calculan los subsidios a las industrias. El responsable del cálculo es el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, desde el año 2007. Es la cotización a futuro del Chicago Board of Trade, principal referencia internacional de los precios a futuro de la soja. Es el referente de los actores locales en cuanto a proyección de precios. Se expresa en U$S.

Fuente: elaboración propia

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Del total listado, la fuente utilizada por los actores (productores, acopiadores, industriales), en el sentido de “adopción y referencia”, es el CBOT10. Para ello, se toma la posición más cercana (upriver) y se descuenta, en algunos casos, un porcentaje según la calidad del aceite crudo ofrecido, que en general no excede del 5% al 10% de lo pagado a las grandes aceiteras. Obviamente, como sucede con muchos productos de primera industrialización (por ej. el expeller), el precio del aceite crudo de soja también está en vínculo directo con el del grano. Si tomamos los precios de dichos productos, publicados por el Mercado de Chicago para los años 2002-2010, la relación entre ellos da cuenta de una marcada estabilidad. En promedio, la relación ha sido de 2,29; con un Coeficiente de Variación (CV) de 8,41%. Como más arriba se señaló, y si bien CBOT nunca deja de ser el Mercado de referencia, en la usual operatoria de negocios los productores consultados utilizan el de Pizarra Rosario. En consecuencia, la relación de precios que ellos toman es: Precio de Aceite Crudo “Chicago Efectivo” y el Precio de soja “Pizarra Rosario”. El primero ha sido expresado en pesos corrientes argentinos convertidos según tipo de cambio del Banco de la Nación Argentina y descontados los derechos de exportación11 para el período 2002 -2010. (Gráfico Nº3) Como se observa, la relación ha oscilado entre un mínimo de 2,11 (año 2009) y un máximo de 2,78 (en el año 2008), presentando un promedio histórico de 2,44 y un coeficiente de variación del 8,58%. De esta manera, para el cálculo de los ingresos del proyecto, dicha relación histórica permite mantener cierta consistencia intertemporal de los precios relativos de los dos productos, sentando un precedente del comportamiento futuro de los mismos, central al momento de la decisión de inversión. Gráfico Nº3: Relación precio Ton. Aceite Crudo y Precio Ton. de Granos de Soja (2002-2010)

Fuente: elaboración propia en base a Bolsa de Comercio de Rosario (2011)

d) Indicadores Sintéticos En este apartado se exponen, para ambas escala de planta, los resultados que arrojan los cuatro indicadores de viabilidad económica financiera. 10

No obstante, si se comparan para el mismo período de tiempo las series de las tres fuentes señaladas, no se evidencian marcadas diferencias. 11 Los derechos de exportación del aceite de soja se han incrementado progresivamente de la siguiente manera: 0% desde enero de 1995, 5% desde marzo de 2002, 20% desde abril de 2002, 24 % desde enero de 2007 y 32% desde noviembre de 2007. 12

Como se puede observar en el Cuadro Nº7, para la planta de 24 ton/día el VAN arroja un valor negativo de -$607.065 pesos y una TIR de 8.02%, por lo que siguiendo los criterios de aceptación, es un proyecto que no debería aceptarse. Los resultados son bien diferentes cuando se eleva la escala a 48 ton/día, ya que el VAN se torna positivo ($1.564.939) y la TIR asciende al 18,04 %. En este caso el proyecto se torna viable, bajo ambos criterios. Cuadro Nº7: Indicadores sintéticos del proyecto de inversión para 24 y 48 ton/día

Fuente: elaboración propia en base a información primaria

Respecto de los indicadores de recupero de la inversión, en la planta de 24 ton/día se requieren de 9 años según el PR, mientras que de acuerdo al PRI (actualizando los flujos de fondos al 12%) no se llega temporalmente a recuperarla. Al considerar estos indicadores en la planta de 48 ton/día, el PR baja a 6 años y el PRI se fija en 9 años. Todos estos resultados señalan la importancia de la escala de producción, ya que todos los indicadores se tornan robustos para la planta de 48 ton/día. Esto destaca la relevancia de las economías de escala. Asimismo, queda una cuestión por analizar y está vinculada a la tasa de descuento utilizada. Ésta, se constituye como el mínimo rendimiento aceptable de la inversión y hace referencia a aquella que tienen como objetivo los propietarios de la firma. Cuando se efectúa una inversión se pospone otra que reportaría una “cierta” rentabilidad; es decir, se pierde la oportunidad de efectuar una inversión de un riesgo similar. Entonces, como definición general, se coincide en que la tasa de rendimiento requerida de una inversión es la tasa que se deja de obtener en la mejor inversión alternativa de riesgo similar. (Pascale, 1998) En base a un sondeo a los productores, se relevó que las alternativas más comunes de inversión de sus excedentes económicos por la producción primaria son: destinar fondos a la actividad agrícola, invertir en el mercado inmobiliario y/o en el sistema bancario/financiero. Actividad agrícola: se considera que la opción directa es la expansión en la siembra de soja, teniendo como restricción la disponibilidad de tierra. En la zona de estudio, epicentro de la pampa húmeda, el recurso tierra se encuentra en su frontera de uso; es decir, que este excedente es difícilmente aplicable a la siembra de más soja, cuando ya no hay disponibilidad de dicho recurso o en caso de haberla su costo de acceso es muy elevado (vía compra o arrendamiento). En consecuencia, si bien esta tasa de rentabilidad sirve como referencia, no es la aplicable ya que no representa un costo de oportunidad real. Inversión en inmuebles: se toma como referencia, que a valores actuales las rentabilidades se acercan a tasas nominales anuales del 6 % al 7%, en pesos (estimaciones propias). Inversión bancaria / financiera: si consideramos una colocación a plazo fijo, la tasa de referencia es de alrededor del 10% anual, nominal, en pesos (Banco de la Nación Argentina, a Diciembre 2010). Si bien estas dos últimas pueden tomarse como opciones disponibles para los excedentes, es claro que la motivación que las mismas conllevan está atada a otros factores adicionales que trascienden la búsqueda de rentabilidad. La inversión inmobiliaria persigue en muchos casos

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la conservación del capital en términos reales (reserva de valor) y un plazo fijo, se convierte en una colocación financiera (no una inversión), disponible para los manejos operativos. Por su parte, la inversión en una planta industrial, aunque sea pequeña, conlleva un mayor riesgo que las anteriores alternativas. Claramente estos productores conocen al detalle la actividad primaria agrícola, de la misma manera que administran y conviven con el riesgo inherente a ella. En contraposición, desconocen las implicancias de instalar una industria, tanto por sus costos fijos como por su gestión operativa, administración y comercialización. Ante este planteo sobre el “perfil inversor”, el objetivo es dilucidar una tasa de rendimiento requerida que sea representativa para los responsables del proyecto. No obstante, las variantes planteadas revelan un panorama poco cierto, y en consecuencia, se propone el uso de una tasa habitualmente aceptada en los mercados financieros, que contempla: Tasa de descuento: Tasa Libre de Riesgo (Bono del Tesoro de los EE.UU. a 10 años: 3.30%) + Tasa de Riesgo País (Spread de bonos del Tesoro Argentino, 4.96% EMBI elaborado por JP Morgan) + Plus Riesgo Proyecto (4%) = 12%12

e) Análisis de Sensibilidad Cómo instancia final de la evaluación, se realizó un análisis unidimensional de sensibilidad, en el cual se intentó determinar el margen límite de maniobra de las variables y que el proyecto siga siendo viable; o en caso de no serlo, qué valor mínimo debieran tomar estas variables para que lo sea. En otras palabras, cuál es el valor de estas variables que hacen nulo (o igual a 0) el VAN13. Las variables consideradas son: relación precio aceite crudo-granos, relación precio expeller-granos, precio de la tonelada de granos de soja, costo de la energía eléctrica y relación soja propia / soja total en el abastecimiento. Como muestra el Cuadro Nº8, los resultados varían significativamente de acuerdo a la escala de planta analizada. Cuadro Nº8: Análisis de sensibilidad según escala de planta Relación Relación Costo precio Precio ton. precio Aceite electricidad Expeller / soja($) / Soja ($/KW/h) Soja

Soja Propia/ Soja total (%)

Supuestos en ambas escalas

2,44

0,95

$ 1.048,00

$ 0,300

50% propia en 24 ton/día y 25% soja propia en 48 ton/día

VAN= 0 en 24 ton/día

2,615

0,9797

$ 1.226,00

$ 0,083

100 % propia hace el VAN cercano a 0

VAN= 0 en 48 ton/día

2,237

0,9155

$ 823,50

$ 0,552

0% soja propia y el proyecto sigue siendo rentable

Fuente: elaboración propia.

En el caso de la planta de 24 ton/día, dado que los supuestos definidos en la evaluación inducen un VAN negativo, la lógica en el análisis de sensibilidad es inversa: todos los valores adjudicados a las variables deben mejorar para obtener un VAN=0. A modo de ejemplo, si se supuso una relación de precios entre el aceite de soja y el grano de soja de 2.44, se necesita una relación entre estos productos, de al menos 2,615 para viabilizar el proyecto. El mismo 12

Se tomaron las tasas al 31 de diciembre 2010. Fuente: http://www.treasury.gov y http://www.ambito.com/. Se definió un plus de riesgo de proyecto de entre un 3% y un 4%, por lo que la tasa final varia entre 11,26% y 12,26%. A los fines de la evaluación del proyecto y luego de haberlo chequeado con la tasa de rendimiento requerida expresada por los empresarios se decidió tomar un 12%. 13 Se recuerda que un VAN = 0, no implica que la utilidad del proyecto sea nula, sino que proporciona igual utilidad que la mejor inversión alternativa que se le presenta al empresario. 14

argumento le cabe a las otras tres variables, requiriéndose una relación de precio de expeller / soja de 0,97 (97%); un precio de ton. de soja de $1.226 y un costo del KW/h 0,083 el kw/hora. A la planta de 48 ton/día le cabe el razonamiento estándar en este tipo de análisis, ya que con los supuestos considerados el proyecto es rentable. Según se observa en el Cuadro, una relación aceite / soja cercana a 2,237 es poco factible de sucederse; de hecho, sólo durante el año 2009 la misma registró un valor promedio por debajo (2,11; ver Gráfico Nº3). Con la relación expeller / soja, la situación se torna más sensible, dado que algunas firmas operan muy próxima al nivel mínimo señalado (90% del precio pizarra de la ton. de soja). Por último, una variable que surge como relevante en la evaluación del proyecto es la propiedad o el origen del grano de soja, principal materia prima, y responsable del 90% de los costos directos de fabricación. Del análisis surge que en la planta de 24 ton/día, es necesario llegar a casi un 100% de abastecimiento propio para que el negocio se aproxime a ser mínimamente rentable. Esto da indicios de la importancia del asociativismo como estrategia empresarial que facilite y de fluidez al abastecimiento para la escala de 24 ton/día, tornándose más dificultoso para una iniciativa unipersonal. Por su parte, en la escala de 48 ton/día se puede llegar a un 0% de soja propia y, aunque disminuye la rentabilidad, el mismo sigue siendo viable. VI. Logros de Upgrading: reposicionamiento de los nuevos actores Generalmente, el proceso de reposicionamiento de un actor en la cadena no se manifiesta en su estado más puro, sino de manera híbrida. Para los productores agropecuarios en cuestión, la secuencia se ha materializado inicialmente con la decisión de abordar una nueva actividad económica (industrial), de la que se obtiene un producto técnicamente diferencial, mediante la readaptación de una tecnología en desuso por la gran industria. De acuerdo al Gráfico Nº4, el factor que tracciona la mejora es aquel de naturaleza funcional, que permite la transición entre eslabones hacia el upgrading de proceso y producto. Estos últimos ya son propios de la faz industrial. Gráfico Nº 4: Secuencia de reposicionamiento de los productores agropecuarios

Fuente: elaboración propia

A continuación se analiza la secuencia descripta:  Upgrading Funcional Se considera aquí la nueva actividad de procesamiento industrial de primera transformación en la que participan ahora los productores. Al respecto, cabe señalar que el upgrading se alcanza de modo singular, ya que sólo uno de los productos se independiza totalmente de la 15

lógica impuesta por los actores claves de la cadena. Mientras que el aceite crudo obtenido vuelve a las grandes empresas para ser reprocesado por ellas y comercializado, el expeller, al ser un sustituto imperfecto de las harinas de extracción redefine los límites de la cadena y configura canales alternativos de comercialización. Esto trae a colación otras de las discusiones imperantes en torno a la temática, que involucra la cuestión del valor agregado. El interrogante que se plantea es si estas iniciativas se corresponden con estrategias de captura o de creación de valor. En principio parecería existir una convivencia de estas dos estrategias. Con relación al expeller, por las características intrínsecas que lo definen, se puede inferir que da lugar a una estrategia de creación de valor. Si bien las mismas no han sido capitalizadas aún en el precio final de venta, son percibidas por los consumidores directos. Tal es el caso de las explotaciones tamberas de mediana y alta escala que han introducido rápidamente el producto en la alimentación de sus rodeos. Por el lado de la producción de aceite crudo no surgen dudas de que la correspondencia es con la estrategia de captura de valor, ya que el producto es técnicamente el mismo que el elaborado por las grandes procesadoras. Pero aunque esta alternativa no tenga la positiva ponderación política que sí tienen las estrategias de creación de valor, sí cobra fuerza e importancia por los efectos redistributivos que genera al interior de la cadena. Lódola et al (2010), al analizar la distribución del valor agregado por eslabón en la cadena de la soja en Argentina para el año 2007, señalan que el 8% proviene del procesamiento industrial, el 19% de los servicios agropecuarios y el 73% de la faz primaria. Ante este escenario, que una porción de dicho 8% sea captado por los propios productores agropecuarios es una opción auspiciosa para el desarrollo local de ciudades netamente primarizadas en su estructura productiva. Como arriba se señaló, a pesar del ímpetu con el que desde el sector público se fomentan estos emprendimientos, muchas veces las instituciones formales los restringen. Para obtener la habilitación que les permita operar, estas nuevas empresas deben inscribirse en el “Registro de Operadores del Comercio de Granos” (Resolución Nº7/2007), en el ámbito de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. La figura que les corresponde es la de “Industrial Aceitero”, y en función de ello, entre las condiciones exigidas para la inscripción se establece que deben poseer una capacidad mínima de almacenaje a granel no inferior a 2.000 toneladas. Este requerimiento es pertinente para las grandes empresas del sector, no así para las PyMEs analizadas, las cuales alcanzan una capacidad de acopio netamente inferior. Aunque ha habido avances en relación a regularizar esta situación, aún no ha sido resuelta.  Upgrading de Producto y Proceso Estas dos instancias de upgrading se suceden simultáneamente, pese a que existe una relación directa de determinación entre la tecnología utilizada y el producto obtenido. De acuerdo a la Norma XIX: 317/99 (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación -SAGPyA), se entiende por subproductos oleaginosos a los residuos sólidos resultantes de la extracción industrial del aceite de granos oleaginosos obtenidos por presión y/o disolvente. Los mismos se denominan expeller cuando son obtenidos por presión (tecnología de prensa continua)14, y harina de extracción cuando se obtienen por la aplicación de un disolvente (tecnología de extracción por solvente). Existe un tercer subproducto, el pellet, que refiere a los comprimidos (cilindros) provenientes de los residuos de la extracción del aceite, ya sea por prensa o solvente. Este último es sólo una modificación de forma física.

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Utilizada en granos con mayor porcentaje de aceite al de la soja, como la canola y el girasol (Gutman, 2003). 16

Actualmente, la tecnología adoptada por las grandes industrias, por su eficiencia en la extracción del aceite, es una combinación de prensa más solvente (P-S), obteniéndose como subproducto la harina de extracción. Caso contrario es el de las pequeñas procesadoras recientemente instaladas que utilizan el proceso alternativo de prensado mecánico combinado con uno anterior, denominado “extrusado” (E-P), el cual permite la desactivación de los factores antinutricionales presenten en al grano de soja. Investigaciones del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (2009) detallan una serie de ventajas del proceso de E-P: - Apto para su utilización en pequeña escala (acopiadores, cooperativas, asociación de productores, etc.) - Flexibilidad de la capacidad de procesamiento (adaptación de módulos para la ampliación de capacidad productiva) - Compatible con el medio ambiente - Bajos requerimientos de inversión inicial - Simple manejo y operatoria En consecuencia, y aunque la tecnología de E-P sea de menor eficiencia relativa para la producción de aceites, dichas características lo tornan adecuado para la elaboración de subproductos oleaginosos a las escalas productivas planteadas (upgrading de proceso). Por otro lado, según Gallardo (2005), tanto las harinas de soja como los expeller son concentrados de alto valor alimenticio porque representan una importante fuente de proteína (y de aminoácidos esenciales) para muchas especies de interés comercial: aves, cerdos, ganado para leche y para carne. Sin embargo, existen claras diferencias en cuanto a los aportes que hacen cada uno de ellos al diseñar una ración para producción animal. En primer lugar, el expeller cuenta con un contenido de aceite entre 5% y 7% y la harina de soja tiene entre 0.5 y 2.0%. Los aceites remanentes de la extracción son nutrientes energéticos de gran valor nutricional para el ganado. No obstante, durante la extracción se deberían controlar y estandarizar los remanentes ya que si quedan niveles muy elevados (+ 9%) además de evidenciar una baja eficiencia, exponen al material a la “rancidez”. (Gallardo, 2005) En segundo lugar, evidencias preliminares muestran una diferencia en la digestibilidad de la proteína en favor del expeller. Durante el proceso de extrusión, al elevarse la temperatura (alrededor de los 140 ºC por un lapso de corto tiempo) por efecto del aumento de presión que ejerce el tornillo extrusor sobre el grano de soja, y ante un determinado contenido de humedad del grano (9% al inicio del proceso) se produce una modificación de la estructura de la proteína (gelatinización) que favorece la digestibilidad (Méndez et al, 2010). Gallardo (2005) en la misma línea, señala que en términos generales, los procesos de E-P bien controlados15 son los que pueden generar los materiales de mejor calidad (mayor digestibilidad), con menor daño de la proteína y mayor contenido de AE (lisina, particularmente). A modo de alerta, es necesario advertir que estas pequeñas y medianas industrias no han logrado hasta el momento alcanzar un producto final “uniforme”. Frecuentemente, el proceso se ha caracterizado por falta de estandarización / denominación de la calidad. No hay por definición técnica un producto protocolizado, observándose importantes variaciones tanto en el expeller (contenido de humedad, aceite residual, actividad ureácica) como en el aceite, lo que impacta directamente en los precios obtenidos y en los mercados potenciales. Amén de ser un aspecto crítico, es dable de solución en el mediano plazo (upgrading de producto).

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A pesar de su elevado valor nutritivo, el poroto de soja “crudo” contiene un buen número de factores antinutritivos (factores antitrípsicos, la ureasa y las lectinas) así como principios antigénicos termoestables (glicinina y B-conglicinina). Por esta razón es fundamental un correcto control de la temperatura durante el procesamiento porque la falta de cocción puede causar serios problemas de salud y desempeño en los animales. A su vez, el exceso de cocción también puede dañar la calidad del poroto y su digestibilidad (Gallardo, 2005) 17

VII. Reflexiones Finales El análisis presentado, más allá de su objetivo literal, intenta visibilizar uno de los nuevos procesos de agregado de valor que se vienen manifestando en Argentina desde no muy tiempo atrás. A diferencia de algunos otros, éste se caracteriza por definir claramente al actor responsable de ejecución. O sea, es el productor agropecuario quién debe reconfigurar su reposicionamiento en la cadena, a través de la industrialización de su propia producción. De allí viene la denominación de agregado de valor “en origen”. Esto tiene particulares connotaciones. Una de ellas, es la cuestión distributiva al interior de la cadena, tanto en lo relativo a los actores como a lo geográfico. Por el lado de los actores, se ve modificada parte de la estructura del eslabón industrial en favor de aquellos de menor tamaño relativo y débil poder de negociación individual. No obstante, de mantenerse la dinámica de creación de nuevas empresas dedicadas a la producción de expeller y aceite crudo, y por consiguiente, incrementarse la cantidad de soja que sea procesada en origen, es muy factible que se presenten tensiones sobre la estructura de gobernanza de la cadena, principalmente con las grandes industrializadoras. Según estimaciones de PRECOP II – INTA (2010), a finales del año 2011 es posible que alrededor de 3,5 millones de toneladas de granos de soja se estén procesando bajo esta modalidad, lo que equivale al 7% de la producción argentina de este grano y a una demanda potencial de 1.000/1.100 nuevos puestos de trabajo en forma directa. Por el lado de la cuestión geográfica, al redirigirse la renta obtenida hacia las comunidades locales (lugar de emplazamiento de estas PyMEs), por fuera de los grandes centros de procesamiento industrial (por ej. el complejo aceitero cercano a la ciudad de Rosario y aledaños), se inducen incipientemente procesos genuinos de desarrollo local. De este modo, la renta creada / captada evade el flujo global impuesto por las firmas lideres, y se materializa dentro de los límites geográficos de nuestro país. Además, al comercializarse los productos a nivel regional, se prioriza la integración con otras cadenas productivas (carnes, leche, huevos, etc.) y se contribuye a dar continuidad al agregado de valor iniciado por estas PyMEs. Al respecto de esto último, en la evaluación realizada se consideraron niveles de demanda acordes a las escalas planteadas. Si bien es un supuesto fuerte, las condiciones imperantes al momento del estudio no inducían a pensar lo contrario. No obstante, a medida que se estabilicen y/o maduren los mercados del expeller y el aceite crudo, en cuanto al perfil de los clientes y la cuantía absorbida por ellos, pueden darse situaciones en que muchos de los nuevos actores queden relegados o directamente fuera de los canales de comercialización. Otro aspecto por subrayar es la estrecha relación entre la estrategia de asociativismo y la disponibilidad de soja propia para procesar. Cuando se analizaron los egresos proyectados, se explicitó que el costo de abastecerse de soja de terceros es mayor que el de abastecerse internamente de materia prima. No obstante, la escala individual de producción de granos no llega a ser generalmente la pretendida para poder completar la capacidad instalada de procesamiento. En función de ello, la manera de potenciar la factibilidad económica del proyecto es recurrir a alternativas de trabajo conjunto en el marco del asociativismo. Por ejemplo, para la industrialización 24 ton/día se necesitan anualmente 7.488 toneladas. Esto implica que, en caso de abastecerse con 100% de soja propia y considerando un rinde promedio para la zona bajo estudio de 3.300 kg/ha (SIIA, 2010), la escala de producción primaria asciende aproximadamente a 2.200 hectáreas. Si se toma como parámetro un establecimiento agrícola de alrededor de 430 has promedio, se requieren alrededor de 5 socios para afrontar el emprendimiento.

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