Agencia, toería social e historicidad: el caso de los cimarrones

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Descripción

1 FUNARI, P. P. A. . Agencia, teoría social e historicidad: el caso de los cimarrones. In: Hope Henderson; Sebastián Fajardo Bernal. (Org.). Reproducción social y creación de desigualdades. 1ed.Córdoba: Encuentro Grupo Editor, 2012, v. 1, p. 63-78. Agencia, teoría social e historicidad: el caso de los cimarrones1

Pedro Paulo A. Funari Universidad Estatal de Campinas

Arqueología escrita y conflictos sociales

Más que una región, América Latina es uno entre los muchos conceptos resultantes de la Ilustración y la Revolución francesa, una nueva forma de entender el mundo y de dividirlo. Hoy en día, América Latina es concebida como un concepto tan natural como el de metro, importante invento de los franceses en su búsqueda de formas universales de medir el mundo. El concepto de América Latina fue usado por primera vez en 1856, en español, y en 1861, en francés. Era un nombre atractivo porque no hacía referencia a los colonizadores ibéricos sino a un vago origen latino (Heydenreich 1995: 231-234). Fue adoptado finalmente, después de varias décadas. De hecho, Brasil rechazó el concepto durante el siglo XIX y, hasta el día de hoy, existe una clara división entre Brasil y la América Latina como América hispano-parlante. Sin embargo, Latinoamérica es una etiqueta de uso común en la mayoría de países, tanto por académicos como por la gente común y corriente. Es una forma fácil de referirse a los países independientes, que se extienden desde la frontera sur de los Estados Unidos hasta el Cabo de Hornos, y a excolonias españolas o portuguesas, así como Haití, la antigua colonia francesa (Pendle 1963: 13). Esta definición de Latinoamérica remite directamente al proceso de construcción de los Estados nacionales 1

Traducido del original en inglés al castellano por Andrés Alarcón. Quiero dar las gracias a los siguientes colegas, quienes me enviaron sus artículos (muchos de ellos inéditos), intercambiaron ideas y me ayudaron de diversas formas: Scott Joseph Allen, Aline Vieira de Carvalho, Margarita Díaz-Andreu, Mark Graham, Carlos Magno Guimarães, Helen Hope Henderson, Matthew Johnson, Simon Keay, Paulo Miceli, William Mierse, Charles E. Orser Jr., Michael Shanks, Christopher Tilley, Peter Ucko. Agradezco especialmente a Martin Hall y Stephen Silliman por sus comentarios y sugerencias. Las ideas acá expresadas son mías y, por lo tanto, soy el único responsable de ellas. Debo mencionar también el apoyo institucional y la financiación de The World Archaeological Congress, del CNPq, de la Fapesp y de la Universidad Estatal de Campinas, especialmente del Centro de Estudios Ambientales y su Laboratorio de Arqueología Pública (LAP/Nepam/Unicamp).

2 durante el siglo XIX. Por tal motivo, no aplica a todas las áreas que fueron colonias españolas o francesas, por ejemplo, grandes porciones del territorio de los Estados Unidos, o a aquellas zonas aún bajo mandato colonial, como la Guyana Francesa (Bethel 1984).

Sin embargo, esta definición tradicional no es por entero consistente o satisfactoria como herramienta analítica. Durante los últimos quinientos años, más o menos, los tres primeros siglos se caracterizaron por estar bajo el poder de dos Coronas ibéricas rivales, la española y la portuguesa, cuyo legado se siente aún hoy en día (Funari 1998; Weckmann 1992, 1993). En concordancia con esto, usaré Latinoamérica para hacer referencia a las civilizaciones ibéricas en América. Un nombre más apropiado sería América Ibérica, un concepto oficialmente utilizado en España, pero no muy empleado fuera de ella. Con América Latina estaré haciendo referencia entonces a las civilizaciones españolas y portuguesas en el hemisferio occidental. Los dos reinos de la Península ibérica no solo ampliaron su estructura administrativa; también llevaron su lengua y cultura a grandes áreas, y por este motivo es posible diferenciar dos Américas ibéricas: aquella dominada por los castellanos y aquella dominada por la Corona portuguesa. La primera es denominada Hispánica y la segunda, Brasil. Ambas áreas también se diferenciaron por la lengua usada dentro de sus territorios: castellano (español), en las áreas bajo poder español, y portugués en Brasil. Aunque se hablaban lenguas nativas en las diversas regiones de Latinoamérica, los idiomas oficiales siempre han sido el español y el portugués. Y, aunque cercanas, ambas lenguas han servido más como factor de diferenciación que de interacción.

Este capítulo lidia con las Américas, hispánica y portuguesa; las contrasta y las integra. Las raíces ibéricas de Latinoamérica explican muchos rasgos generales, mores, costumbres y formas de vida comunes, y de una forma tan evidente que, para los observadores externos, brasileros, mexicanos y argentinos son percibidos de una forma muy similar. Quizás el fenómeno cultural común más importante es la forma sincrética del catolicismo romano, aunque también habría que mencionar el sistema legal romano, una forma mediterránea de ver la vida, e incluso una experiencia diversa en su convivencia con musulmanes y judíos, así como en su lucha contra ambos. Las diferencias, sin embargo, no son menos impresionantes, por cuanto Portugal forjó una identidad propia, durante los primeros siglos

3 del segundo milenio d. C., en oposición directa a Castilla. Portugal fue el único reino medieval de la Península ibérica capaz de mantener su independencia frente a las ambiciones imperiales de los castellanos, lo que generó como resultado dos civilizaciones en la misma Europa. Los castellanos inventaron un imperio en la Península y lo llamaron España, el antiguo nombre romano dado a esta, en claro desafío a Portugal. Las rivalidades y diferencias se incrementarían con la colonización de las Américas, que dividió aún más las dos civilizaciones. Aún bajo el mando español, desde 1580 hasta 1640, Portugal mantuvo su propia administración, experiencia que solo reforzó el sentimiento de diferencia en ambos lados. Este texto considera ambos lados de la moneda: los rasgos comunes y las diferencias entre los españoles y los portugueses.

Ethos medieval y agencia T2

América Latina comienza en los Pirineos, en la Península ibérica, al sur de Europa. Para entenderla, es necesario entender antes las culturas ibéricas y su larga historia. Cerca de siete siglos de ocupación romana dejaron sus marcas en diversos aspectos de la vida contemporánea de España y Portugal y de su progenie americana. Iberia es la península más grande de Europa (580.160 km2) y comprende diversas áreas geográficas. Ocupa una posición única, un cruce de caminos entre el Mediterráneo, África y el Atlántico.

Los romanos conquistaron la Península ibérica como resultado directo de su confrontación con su antigua rival norteafricana, Cartago, el poderoso imperio semita que poseía varios asentamientos en España. A Roma le tomó casi doscientos años conquistar toda la Península, aun cuando las áreas del sur y mediterránea estaban bajo control romano desde fines del tercer siglo antes de Cristo. Para mediados del primer siglo después de Cristo, una población mixta, compuesta por descendencia ibérica, celta, semita y romana, vivió bajo el poder romano, en pueblos y ciudades, y usó el latín como su lengua. Durante los siglos que duró el dominio romano, la Península fue convertida a la fe católica romana oficial. El siglo IV d. C. presenció la construcción de edificios eclesiásticos como un nuevo foco de la vida en los pueblos. La evidencia escrita y arqueológica muestra que las edificaciones eclesiásticas comenzaron a dominar los centros de los pueblos más grandes, en tanto

4 comenzaban a ser identificadas con el Estado. El declinar de los edificios públicos seculares parece acontecer paralelamente junto con la primera aparición de iglesias y otros edificios religiosos. Esto constituyó un significativo paso hacia los pequeños centros fortificados eclesiásticos en España durante la temprana Edad Media. El catolicismo era vibrante, intolerante con paganos y herejes, y en este contexto surgió el gran emperador cristiano Teodosio (379-395 d. C.), nacido en Caoca (moderna Coca). Teodosio intentó imponer su versión rígida y ortodoxa sobre los herejes y paganos, proceso que culminó con la prohibición de sacrificios y el cerramiento de los templos (Keay 1988: 172-201). La ortodoxia católica se estableció en la Península ibérica y su inserción dentro del poder y la sociedad sería duradera.

El rol de los moros en las sociedades ibéricas T2

Los musulmanes conquistaron la mayor parte de la Península a comienzos del siglo VIII d. C., ocuparon más de la mitad de ella y permanecieron allí por varios siglos. El nombre árabe de la España musulmana era Al Andaluz y, hasta el día de hoy, la región sur de España se llama Andalucía. Los colonizadores bereberes y moros llegaron del norte de África, y no solo difundieron la nueva fe, sino también la lengua árabe y un nuevo mundo material. Se cree que la mitad de la población bajo dominio andaluz continuó practicando el catolicismo en un estilo gótico (Torres 1997: 365-372), pero la conversión al islamismo también fue común. El árabe fue enseñado desde el siglo X d. C. Otras varias lenguas también fueron habladas y usadas por los letrados, principalmente el latín y el hebreo, mientras que la población usaba lenguas romances, influenciadas ampliamente por el árabe utilizado por las élites. El árabe que se hablaba dejó su huella en las lenguas romances ibéricas.

Un índice de otro importante y duradero aporte de la cultura material árabe fue la introducción de la cerámica vidriada, por parte de los moros, para uso diario (Mazahéri 1968: 281-285; Riu 1989: 157-160). Esta se conoce como mayólica, nombre derivado de la isla de Mallorca, y se comenzó a usar en las áreas cristianas a partir del siglo XIII (Jiménez 1987; Berti y Rizzo 1997). De hecho, cerámicas de filiación mora son producidas en el sur

5 de España aún hoy en día (Llorens Artigas y Corredor Matheos 1970: 164). El portugués y el español escritos con letras árabes se denominaban aljamias. Por tanto, es difícil desestimar la importancia de la influencia mora en general (Andrade Filho 1989; Dozy 1946), y en la cultura material en particular. El estudio de la España mora esta aún en sus comienzos (cf. Marqués 1995; Riu 1989: 41), pero se tiene claro que el paisaje rural (Navarro 1995), el paisaje urbano, la vivienda y los artefactos cotidianos de origen moro dieron forma a la Península ibérica y a Latinoamérica.

La colonización ibérica

La Península ibérica no solo estaba entre las garras de la represión católica; también estaba bajo la influencia del Renacimiento. Se puede apreciar, durante la tardía Edad Media, el incremento en la investigación, un aire refrescante y humanista, sobre ciencia griega y cultura latina en general. La resurrección de la Antigüedad comenzó en Italia, aunque después llegó al mundo ibérico, de forma tal que las civilizaciones griega y romana fueron reintroducidas como objeto de estudio. El periodo medieval tardío presenció una notable expansión del poder ibérico. La principal estrategia seguida por Portugal, en el oeste, y por Castilla-León, en el este, fue la conquista de recursos externos. Esto se llevó a cabo, en primer lugar, dentro del propio territorio peninsular, durante la Reconquista de las áreas en poder musulmán, aunque pronto se extendió también al norte de África y luego al Lejano Oriente, por parte de los portugueses, y al Mediterráneo, por parte de los españoles. Mientras los musulmanes estaban siendo expulsados del Mediterráneo occidental, los otomanos, en el oriente, conquistaban el antiguo Imperio bizantino romano. El poderoso Imperio otomano impidió el acceso directo de los europeos al Oriente por casi tres siglos, lo que causó que España y Portugal desviaran su atención a la búsqueda de una ruta por el Occidente para llegar al Oriente. Portugal exploró la costa africana, llegó hasta el Cabo de la Buena Esperanza y luego hasta la India, mientras que la Corona española financió a Colón (Wolf 1984: 34-36).

El príncipe Enrique, el Navegante, progresaba despacio, a causa del miedo por lo desconocido y por rumores fantasiosos, como aquel que trataba de cómo la temperatura del

6 mar se iba incrementando a medida que se avanzaba en dirección sur y que, en cierto punto, estaría hirviendo como agua en un caldero. Para el año de 1434, el Cabo Bojador fue rodeado; para 1444, Cabo Verde y el río Senegal ya habían sido alcanzados. El comercio de esclavos se intensificó en la década de 1540, lo que generó cuantiosas ganancias para Portugal. Para mediados del siglo XV, las islas del Atlántico estaban produciendo azúcar y compitiendo con los tradicionales productores del Mediterráneo (Amado y Figueiredo 1999). Cultivados en suelo fértil y con mano de obra esclava, los productos competitivos del Atlántico tuvieron un impacto dramático sobre el mercado europeo. Una vez comprobada la rentabilidad de las exploraciones, nada detuvo los consiguientes progresos, y los viajes hacia el sur y hacia el occidente se intensificaron. La estación comercial portuguesa de Elmina, en la Costa Dorada, fue establecida en 1482, y se convirtió posteriormente en un importante centro de comercio de esclavos, marfil, oro y pimienta (Miskimin 1975: 158-163).

La Corona española entró tardíamente en la competencia por el Occidente, pero consiguió llegar al Nuevo Mundo antes que nadie. Colón retornó a España en 1493, convencido de que había llegado al este asiático. El cristianismo estaba confinado y sufría derrotas en el Mediterráneo; sus bastiones contra el islam estaban cayendo. Las duraderas tradiciones medievales, como la de santo Tomás en la India, significaban la posibilidad de contacto con pueblos católicos al otro lado del mundo islámico. El concepto de Nuevo Mundo se demoró en ser reconocido como parte del vocabulario del período (Parry 1969:3-5); poco después, en 1494, Portugal y España firmaron el Tratado de Tordesillas, que dividió el mundo entre ambos reinos.

Agencia en las sociedades ibéricas americanas T2

La misión divina de la Iglesia y la monarquía era la base de la doctrina política, que se mantuvo durante varios siglos, hasta el período moderno. Los reyes ibéricos eran seguidores voluntariosos de la Iglesia y, en retribución, la Iglesia prestaba dinero a la Corona, enviaba sus caballeros y sirvientes a servir en la armada real y proveía consejeros con experiencia para la corte. La monarquías ibéricas debían su carácter espiritual a la

7 Iglesia; el apoyo popular a la monarquía era reforzado por la concepción teórica del poder eclesiástico en dos niveles, el secular y el clerical. Los siervos acostumbraban a trabajar una porción de tierra de propiedad de un señor o barón, quien se la arrendaba y le proporcionaba protección militar, mientras que este se comprometía a pagarle una renta anual en especie, trabajo o dinero. De los latifundios grandes, que resultaban de la conquista de tierras enemigas, los campesinos podían ser expulsados si así lo deseaba el dueño. El propietario de la tierra era conocido como dominus en los documentos en latín; en los escritos en lengua romance, era el señor.

Marx (1978: 52) hace referencia a los relictos feudales en la sociedad capitalista, pero en el mundo ibérico estas reminiscencias permanecieron durante siglos y dificultaron el desarrollo del capitalismo. En la sociedad feudal, aquellas relaciones que fueron removidas de la naturaleza misma del feudalismo tomaron una forma feudal. El mejor ejemplo de ello son las relaciones simples de dinero. Aunque no había una huella del servicio personal mutuo como se daba entre señor y vasallo, ellos trabajaban dentro de un marco patronal y patriarcal (Marx 1978: 408). Las élites estaban preocupadas por la nobleza (hidalguía o fidalguia) y la pureza de la sangre católica (limpieza de sangre), y desdeñaban los negocios y trabajos manuales. Continuamente se ha puesto un interés particular en los privilegios especiales de los aristócratas, el abismo creciente entre los ricos y nobles y las masas afligidas por la miseria, el número enorme de miembros del clero, la ausencia de una burguesía emprendedora, la aceptación fatalista de la explotación, la influencia y apropiación de la burocracia por parte de unos pocos privilegiados y por los nobles, los efectos lesivos de la venta de los oficios, así como el poder formidable de los nobles sobre sus vastos estados o latifundios.

Los reyes españoles dieron permiso para autogobernarse a varios pueblos y municipios, una característica de larga duración de la administración española. La monarquía española era imperial y siempre promovía la protección de las tradiciones locales, las lenguas o dialectos y las costumbres. En este aspecto, España se inspiraba en el modelo romano. El ejemplo más temprano de instituciones políticas representativas en Europa fue la conformación de las Cortes de León,en 1188. Estas incluían a los nobles, al clero y a los comerciantes. En

8 Castilla fueron instauradas por primera vez en 1250. Portugal, por su parte, se mantuvo como un Estado centralizado.

Agencia en el estudio arqueológico de haciendas y cimarrones T2

Aún en su infancia, la arqueología histórica se ha desarrollado desigualmente en diferentes áreas dentro de América del Sur. Es justo decir que es un género poco popular entre los arqueólogos de países con fuertes raíces precoloniales y un cuerpo notable, y prestigioso, de restos arqueológicos de civilizaciones americanas, como sucede en los casos de Ecuador o Perú. Sin embargo, lo mismo puede ser aplicado a países cuyas comunidades indígenas mantienen un fuerte sentido identitario, por ejemplo en Paraguay, donde un impresionante 90% de la población habla guaraní. Como la arqueología histórica se ha concentrado tradicionalmente en restos europeos, no resulta sorprendente que se haya desarrollado principalmente en aquellos países cuya identidad nacional está muy ligada a Europa, como en los casos notorios de Argentina, Uruguay y Brasil. Resulta algo extraordinario comprobar que la mayoría de artículos redactados en América del Sur, y publicados en la Arqueología Histórica en América Latina, hagan referencia exclusiva a estos tres países. En los Estados Unidos, la arqueología histórica es caracterizada como la arqueología de nosotros, es decir, la historia cultural de los descendientes de europeos, en clara oposición a la arqueología de los otros, es decir, de los indígenas “prehistóricos”.

El estudio de los asentamientos de esclavos, conocidos como quilombos, cimarrones y palenques comenzó años atrás, para lo que se recurrió tanto a documentos escritos como a material arqueológico (Guimarães 1992; Guimarães y Duarte Lanna 1980). El más grande de ellos no fue intervenido, sin embargo, hasta los primeros años de la década de 1990, cuando Orser y Funari decidieron sondear el área. Las referencias históricas sobre esta comunidad2 están contenidas principalmente en documentos holandeses y portugueses. Los palenques solían establecerse en áreas donde había plantaciones mantenidas por esclavos, como fue el caso del nordeste de la colonia portuguesa en Sudamérica, y es muy probable que los asentamientos cimarrones fueran establecidos entre las montañas que se extendían 2

Polity en el original. (N. del T).

9 paralelas a la costa, a unos sesenta o cien kilómetros al oeste, a comienzos del siglo XVII. El hecho de que Portugal estuviese por entonces bajo dominio español (1580-1640) pudo contribuir al relajamiento del control colonial y facilitar la huida y la construcción de asentamientos a los esclavos fugitivos. Los portugueses denominaron tales asentamientos como Palmares, que significa pequeño bosque de palmeras; sus habitantes preferían llamarlo Angola Janga, o pequeña Angola. Y aunque había africanos de orígenes diversos, la mayoría de ellos provenía de áreas donde se hablaban lenguas bantú, como lo indica el nombre Angola.

Aun antes del fin del dominio español, los holandeses establecieron una colonia, en el año de 1630, en el nordeste brasileño (Cabral de Mello 2010). Aunque los portugueses continuaron viviendo bajo dominio holandés, se convirtieron en un factor de conflicto regional, por cuanto las autoridades portuguesas permanecían en Bahía, al sur de la colonia holandesa. Esto generó unas condiciones más favorables para el crecimiento del palenque, ya que los fugitivos podían contar con las rivalidades entre las diferentes autoridades coloniales. El holandés Bartholomew Lintz vivió en Palmares y lo describió como un espacio que comprendía un núcleo habitacional grande y uno pequeño, y con gente dispersada a lo largo y ancho del valle. Varios de los ataques llevados a cabo por los holandeses fracasaron en su intento de destruir el asentamiento3, cuyo núcleo había crecido en tamaño y número de habitantes. En 1645, Reijmbach dirigió el ataque contra la capital, descrita como una población rodeada por una doble empalizada. El asentamiento estaba conformado por más de doscientas edificaciones, una capilla, cuatro fraguas y un lugar de reuniones de gran tamaño, presidido por un jefe al que llamaban rey (figura 1).

Figura 1

Poco después de la expulsión de los holandeses, los colonos comerciaron con los fugitivos y sabemos que esta entidad territorial4 estaba siendo dirigida, en ese entonces desde su capital, la ciudad de Macaco, por un gran señor de nombre Ganga Zumba. Conocida por entonces como república, el nombre común para designar a cualquier Estado durante estos 3 4

Polity en el original. (N. del T.). Polity en el original. (N. del T.).

10 años, comprendía a varias poblaciones, la mayoría de raíz bantú, aunque dos de ellas eran claramente de origen tupí, una familia lingüística nativa de América del Sur. Varios miles de personas vivían en estos asentamientos y, aunque eran atacados casi todos los años, ellos continuaban creciendo. Incluso se llegó a firmar un tratado de paz entre Ganga Zumba y las autoridades coloniales. Esto no fue bien recibido por muchos de los fugitivos y el rey fue asesinado y reemplazado por su sobrino, conocido como Zumbi. Como las fuerzas regulares no fueron capaces de confrontar al Estado rebelde, las autoridades se vieron forzadas a ofrecerle a un mercenario paulista (pionero nacido en São Paulo, sur de Brasil), llamado Domingos Jorge Velho, la oportunidad de conquistar el área y de recibir una cuantiosa parte del botín. En febrero de 1694 la ciudad de Macaco cayó. Muchos rebeldes consiguieron escapar, entre ellos Zumbi, quien luego fue capturado y ejecutado el 20 de noviembre de 1695. Zumbi y Palmares son considerados hoy en día símbolos importantes para los afrobrasileños, y, claro está, para todos aquellos que luchan contra la opresión y por la libertad.

El estudio arqueológico de esta comunidad cimarrona de gran tamaño ha sido llevado a cabo en relación con un único asentamiento, el de Serra da Barriga, conocido como Oitero da Barriga —colina semejante a un altar en forma de barriga— en los documentos del siglo XVII e identificada por los locales y por los académicos como la capital histórica del reino, la “fortaleza real”. Hoy en día la encontramos dentro del área rural de União dos Palmares. Sus dimensiones aproximadas son de 4 km de este a oeste, y de 500 a 1.000 m de norte a sur, y está ubicada a una altura de 150 a 160 m. s. n. m., en el área de bosque original. Dos temporadas de campo (1992-1993) fueron dedicadas a confirmar que esta colina, declarada monumento histórico nacional en 1985, fue, realmente, un asentamiento cimarrón. La evidencia arqueológica recolectada durante las temporadas en campo permitió identificar varios sitios, principalmente por medio de sondeos superficiales y excavaciones de prueba. Los siempre presentes restos de cerámica pudieron clasificarse como de origen nativo americano, europeo y mixto. La segunda fase de la investigación arqueológica ha sido desarrollada por un estudiante de postgrado, Scott Allen, quien ya escribió su disertación de maestría sobre esta cerámica (Allen 1999) y ha estado explorando la colina desde 1996.

11 Gracias a la publicación de artículos y libros con análisis explícitos sobre Palmares, aun cuando el trabajo de campo se encuentra en sus etapas iniciales, en este momento es el sitio histórico más conocido fuera de Sudamérica y un caso de estudio que ha generado discusiones teóricas sin paralelo en este subcontinente. Resumiré estas últimas en el próximo parágrafo, haciendo énfasis en los diversos marcos teóricos y conceptuales. Orser (1996: 41-55, 123-129) ha integrado la arqueología de Palmares dentro de la perspectiva global general que desarrolló en detalle en su libro sobre arqueología del mundo moderno. Los palmaristas mantuvieron fuertes lazos con las redes coloniales europeas comerciando con los colonos. Si se consideran los conflictos existentes dentro de la sociedad colonial, es tentador sugerir que al menos algunos de ellos pudieron haber sentido una mayor cercanía con los cimarrones que con sus propias autoridades, especialmente con los dueños de las plantaciones costeras. Además, al comprobarse en los documentos coloniales la persecución de judíos, musulmanes, herejes, brujas y demás marginados, y la presencia de muchas de estas personas dentro de Palmares, nos resultaría difícil subestimar tales contactos entre rebeldes y colonos.

El interior de la colonia portuguesa estaba ocupado por grupos étnicos diversos, de los cuales la mayoría hablaban la lengua de la familia tupí, mientras que en las plantaciones del litoral los esclavistas acostumbraban a mezclar negros de la tierra (los indígenas) con negros de Guinea (africanos). Si se considera la presencia de cerámica de estilos indígenas en el sitio (figura 2), las referencias documentales sobre las relaciones de amistad entre los cimarrones y los que allí moraban, e incluso el hecho de que los pueblos de Angola Janga poseían nombres indígenas (Arotirene, Tabocas y Subupira), resulta natural suponer que algunos grupos se aliaron con las fuerzas coloniales mientras que otros pudieron tener intereses comunes con los rebeldes. Sin embargo, la mayoría de la población que habitaba el palenque era, presumiblemente, de origen —o de ascendencia— africano. El comercio de esclavos acostumbraba traer gente desde Angola, dentro de la cual muchos eran cautivos de guerra en África y parte de las redes sociales africanas. Su doble condición de esclavos, así como el nuevo medio social que encontraron en las plantaciones, quizá los condujo al establecimiento de unos lazos genéricos con las tradiciones africanas. Un buen ejemplo de ello fue la constitución de un campo de guerra, conocido en Angola como kilombo, y que,

12 como resultado de la intervención europea en África, llevó a que Palmares también fuese llamado quilombo.

Figura 2

El enfoque mutualista5 propuesto por Orser busca relacionar la evidencia arqueológica y documental (cf. Knapp 1996: 146) y explicar la importancia tanto de las relaciones de gran escala como de las de pequeña escala. En esta perspectiva se quita el énfasis puesto en la noción de cultura y se traslada a la conexión entre comunidades en el mundo moderno, para que las redes que conectan a africanos, indígenas americanos y europeos no puedan ser desarticuladas. Palmares solo puede ser entendido adecuadamente dentro del contexto del colonialismo global, el eurocentrismo, el capitalismo y la modernidad, conceptos esenciales para la arqueología histórica en general, y para la comprensión de Palmares en particular (Orser 1996: 55).

El estudio de la cerámica del sitio por parte de Allen (1999) estableció la presencia de tres tipos principales: indígena, europea y tradición palmarina (figura 3). Rechazando la noción de rasgos en el registro arqueológico, Allen prefirió hacer énfasis en la idea de que la gente de Palmares forjó una cultura sincrética dentro de un contexto específico. La interpretación contextual facilita la comprensión del rol de la cerámica como objeto imbricado en las redes de intercambio, organización social, patrones de asentamiento, creación de una identidad, etc. La presencia de cerámica indígena y europea refuerza la idea de la integración de Palmares dentro de un sistema más amplio, regional, una sociedad que no estaba aislada. Por el contrario, sus miembros estaban totalmente conscientes de su situación dentro del sistema colonial, y desarrollaron y construyeron una cultura y una identidad para interactuar tanto con los colonos como con los indígenas. Usando un enfoque etnogenético, Allen (1999) propuso que el proceso de mutar en un nuevo grupo cultural, cuyos miembros se identificaban a sí mismos como palmarinos, presenta un desafío a la búsqueda histórico-cultural de marcadores étnicos y debería contribuir al

5

En el original, mutualist. (N. del T).

13 desarrollo de nuevos modelos referentes a la construcción de la identidad cultural y la formación de grupos étnicos.

Figura 3

Rowlands (1999) va más allá y llega a sugerir que el sitio ya estaba siendo ocupado por indígenas, quienes dieron refugio a los fugitivos, y que, arqueológicamente, el cuadro no indica ni una sociedad multiétnica, de fusión o asimilación, ni una de diferencia étnica. Existe, sin embargo, la posibilidad de que se tuviera una estructura más plural, relativamente con poca diferenciación en su cultura material a lo largo del sitio, pero sí con una diferenciación cada vez mas grande con respecto al surgimiento de élites en áreas específicas del asentamiento. Palmares no habría sido un refugio, pero su crecimiento y destrucción final pudo deberse al rol que jugaba en el comercio entre la costa y el interior. Esto por cuanto sus intereses comerciales eran opuestos a los de la nobleza y los hacendados esclavistas que triunfaron finalmente, debido a la fuerza de los grupos precapitalistas, tanto de Portugal como del Brasil. Aún más, la idea de una mezcla racial predominaba ya desde fines del siglo XVII, pues resultaba más barato reproducir a los esclavos localmente que traer nuevos desde África, y fue un efecto colateral de esta tendencia devastadora hacia el pluralismo en la historia temprana del Brasil.

Como lo sugiere Rowlands, Palmares también puede ser estudiado haciendo énfasis en las continuidades más que en los cambios, puesto que tanto el eurocentrismo como el colonialismo pueden rastrearse hasta el mundo romano (Johnson 1997: 221). Aún más, la sociedad colonial, especialmente la de origen ibérico, estaba recreando activamente las instituciones y cosmovisiones feudales, como los consejos del pueblo, el culto a la Virgen, la estructura social medieval, la presencia de la Iglesia, las reglas administrativas y comerciales y el escolasticismo (Funari 1998; Funari y Carvalho 2008). La sociedad palmarina no estaba solo involucrada con otros grupos contemporáneos a ella, como los colonos, los indígenas o los africanos, sino también con el pasado. No podemos entender por qué hay musulmanes referenciados en los documentos concernientes a Palmares si no ponemos atención a la mirada católica, o al espíritu cruzado de las autoridades coloniales,

14 que estaban persiguiendo infieles según la concepción medieval. Lo mismo aplica a otras continuidades, por ejemplo al uso de títulos africanos como nganga y nzumbi, para referirse a los líderes de los rebeldes, porque estos reyes, como son llamados en las fuentes europeas, eran considerados líderes sagrados, coherentemente con las tradiciones africanas. Es verdad que en África nganga era la traducción de sacerdote católico, pero eran estos últimos quienes estaban siendo reinterpretados dentro de los universos africanos, por lo que puede decirse que hasta el catolicismo, aceptado en África y Palmares, estaba imbricado en un Weltanschauung africano. Los indígenas, cuya cerámica y nombres son rasgos comunes en Palmares, establecieron continuidades con la transformación del paisaje en las tierras del interior del nordeste brasileño, ya que las ollas, las colinas y otros contextos naturales y geográficos fueron interpretados dentro de sus propias tradiciones, antes que desde las africanas o europeas.

De este modo, la búsqueda de una identidad palmarina específica nos proporciona evidencias sobre cómo los enfoques normativos y estructuralistas dejan de lado el hecho de que las prácticas sociales son estructuradas por esquemas culturales de significado, y que tales orientaciones estructurales son dialécticas, porque son tanto estructurantes de como estructuradas por la práctica social (Jones 1997: 117). Los aspectos particulares aislados, como los nombres africanos o los nombres amerindios para sitios y lugares, no pueden explicar la identidad palmarina, ya que esta comunidad fue, simultáneamente, resultado de contactos contemporáneos, contextos y tradiciones diversas. Aún más, el estudio de los restos arqueológicos considerados como patrimonio nacional y gran parte del discurso moderno de la sociedad brasileña sobre su propia historia e identidad deberían hacer referencia explícita a la relación entre las interpretaciones académicas y sociales (Carvalho y Funari 2010). La historia de la ciencia es, bajo esta perspectiva, esencial para la interpretación crítica de la construcción de discursos, sobre este tema específico y sobre cualquier otro (Funari y Silva 2008). Así mismo, la deconstrucción de las narrativas principales no es menos importante para la comprensión de las implicaciones de nuestros propios marcos conceptuales (Johnson 1999).

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