AFECTIVIDAD Y POSMODERNIDAD: UNA APROXIMACIÓN GENEALÓGICA DESDE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

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Descripción

UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA AFECTIVIDAD Y POSMODERNIDAD: UNA APROXIMACIÓN GENEALÓGICA DESDE LA PSICOLOGÍA SOCIAL TESIS

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: LICENCIADO EN PSICOLOGÍA PRESENTA: JUAN FERNANDO RUBIO BARRIGA [email protected] ASESOR DE TESIS: LEONARDO MONCADA SÁNCHEZ [email protected]

Morelia, Michoacán., Febrero 2015

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A mis padres, Juan Rubio y Laura Y. Barriga, por tantas cosas, que me llevaría otra tesis escribir todas ellas.

A Cesar por escucharme hablar de Posmodernismo y Psicología Social Crítica y a Eddie por escucharme en mis momentos más emocionales.

A Caro, por su comprensión y su sonrisa.

A La Chaviza Locochona, Ili, Uli, Clau, Silvichis, Urs, Fiance y Dani, por un día llegar a mi casa y ya nunca salir de ella.

Al Congal de Freud, Olga, Jahel, Diana, Wendy, Adilene, Amaranta, Jesica y todos los más de treinta integrantes del imperio.

A Veneno Vil Josué, Alberto, Alex, Franz, y Omar por tantos buenos momentos. A los integrantes de La Caja de Pandora, Gil, Jon, Erandi y Gali, por el diálogo de todos los sábados.

A Alejandro Orozco por todas las aventuras universitarias.

A Francisco Rocha por su risa contagiosa cada vez que digo algo.

A Arturo Herrejón, por los días en el gimnasio.

A Nina, por introducirme al mundo de las emociones.

A Mónica Fulgencio y a Roberto Oropeza, mis padres académicos y quienes han de ver en mí, la oveja negra de su familia académica.

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A mi asesor de tesis Leonardo Moncada, quién a pesar de no gozar de los beneficios que tendría un profesor de tiempo completo al asesorar una tesis siempre se mostró no solo accesible y disponible, sino también interesado en el presente trabajo. Haciendo revisiones y comentarios de mucha calidad y en el menor tiempo posible. Una persona comprometida con su trabajo y sus alumnos uno de los mejores maestros de la Facultad. Sin él, la Facultad perdería a uno de los mejores profesores de toda la licenciatura. Por sus comentarios en esta tesis, y por sus clases a lo largo de la carrera.

A la Dra. Ana María Méndez Puga por el apoyo en todo momento en los diferentes proyectos que he sido parte durante la carrera.

A Iraam Maldonado por sus grandes lecciones de la vida cotidiana, tanto en el salón de clases como fuera de él.

A David Pavón Cuellar quién enseña con actos lo que significa congruencia y de quién aprendí de psicología social plantando y cuidando árboles. Ojalá también hubiera aprendido de Lacan.

A Esteban Gudayol Ferré, por sus consejos y las idas al cine.

A Raúl García por sus clases y la disposición para revisar este trabajo.

A Alfredo Huerta por los comentarios hechos a este trabajo.

A los empleados de la Universidad, que lamentablemente se señalan más sus fallas, en vez de agradecer sus esfuerzos y sus aciertos. A Don Beto y a Don Mere, quienes siempre estaban dispuestos a todo, incluso a bromear y a todos aquellos que hacían posible el día a día en la Facultad.

A todos los que no alcance a mencionar en dos páginas de agradecimientos pero que espero hacerlo personalmente.

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Índice Índice ................................................................................................................................................... 4 RESUMEN ............................................................................................................................................ 5 ABSTRACT ............................................................................................................................................ 5 Introducción ........................................................................................................................................ 7 Capítulo 1. La afectividad y sus nombres. La problemática de la definición de sus diferentes conceptos ...................................................................................................................................... 16 1.1.

Pasión. ........................................................................................................................... 17

1.2.

Sentimiento ................................................................................................................... 19

1.3.

Afecto ............................................................................................................................ 22

1.4.

Emoción ......................................................................................................................... 25

1.5.

Afectividad: Procesos y fenómenos afectivos ............................................................... 31

Capítulo 2. Antecedentes históricos del campo del saber occidental afectivo y análisis genealógico de la terminología afectiva, del siglo XVIII a la actualidad........................................ 36 2.1. Antecedentes históricos en el campo del saber afectivo................................................... 38 2.2. Análisis Genealógico de la terminología y los campos del saber afectivo del siglo XVIII al siglo XXI ..................................................................................................................................... 50 2.3 Alternativas actuales a las teorías dominantes ................................................................... 70 Capítulo 3. La afectividad en la actualidad.................................................................................... 81 3.1. Posmodernidad .................................................................................................................. 81 3.2 Afectividad individual: ¿Afectividad Narcisista? ................................................................. 98 3. 3. Consumo y afectividad: El consumo de emociones o emoción por el consumo ........... 105 4.

A modo de conclusión ......................................................................................................... 123

Bibliografía ...................................................................................................................................... 129

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RESUMEN La afectividad juega un papel muy importante en la sociedad en la que vivimos. Sin embargo, son más frecuentes los trabajos que estudian la afectividad como un proceso fisiológico individual. Debido a esto el presente trabajo busca estudiar los aspectos ignorados de la afectividad, desde sus diferentes dimensiones: sociales, políticas e históricas. Para la realización del presente trabajo se analizará genealógicamente la terminología de las teorías afectivas, desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Periodo temporal elegido debido a que en dichos siglos emerge el término emoción, que sustituirá a los antes usados. Cambio de terminología que traerá consigo una nueva concepción de afectividad vigente hasta nuestro día. De esta manera, se analizará cómo el cambio fue influido no solamente por cambios teóricometodológicos, sino también por intereses político-económicos. Debido a esto, también se analizarán los efectos de esta nueva visión y cómo experimentan la afectividad los sujetos en la sociedad actual. Palabras

clave:

Afectividad,

Emociones,

Psicología

Social,

Posmodernidad,

Genealogía.

ABSTRACT Affectivity performs an important role in the society we live in. Nevertheless, works that study affectivity as an individual and physiological process, are more usual. Because of this, the current work wants to study the affectivity’s overlooked aspects, from its different dimensions: social, political and historical.

For the current’s work

development, it will genealogically analyze affectivity’s theories terminology from eighteen century to present. This time period was chosen because of the emergence of the term emotion, that will replace previous terms. Terminology change that brings with It an affectivity’s new conception present nowadays. In this way, it will analyze how change was affected not only by methodological and theoretical concerns but economic and political. Because of this, it will also analyze the new view effects and how affectivity is experience by contemporary society individuals. Key Words: Affectivity, Emotions, Postmodernity, Social Psychology, Genealogy.

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¿Creemos en la perennidad de los sentimientos? Sin embargo, todos, incluidos sobre todo los que nos parecen los más nobles y los más desinteresados, tienen una historia. Michel Foucault (1980)

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Introducción La afectividad está presente en el ser humano si no las 24 horas del día, al menos las horas que permanece en vigilia y en muchas ocasiones también al dormir, como sucede en el caso de los sueños. El fenómeno afectivo acompaña al sujeto en sus experiencias cotidianas y tiñe o matiza cada una de ellas. En gran parte debido a la afectividad, el ser humano inicia y finaliza relaciones con sus semejantes, decide qué carrera estudiar, tomar o no psicoterapia, qué productos consumir, qué actividades realizar o dejar de realizar. La afectividad está presente todos los días, aunque no siempre de la misma manera y con la misma intensidad. Por tanto, al estudiar al individuo, a la mente humana, a las relaciones interpersonales, a la cultura o a la sociedad, la afectividad es un tema que inevitablemente estará presente. La afectividad juega un papel muy importante en la sociedad en la que vivimos. Por ejemplo, en la política ya no se busca que los candidatos tengan las mejores propuestas, sino que agraden a las personas, así como se busca que las personas odien o teman al candidato contrario. Otro ejemplo es el consumismo afectivo, donde se busca que el consumidor establezca una relación afectiva con los productos de consumo. De igual manera, los medios encargados del entretenimiento buscan provocar sentimientos en el espectador. Vivimos en sociedades afectivas. Por tanto toda disciplina que busque entender, explicar o describir al ser humano y/o a la sociedad tendrá que abordar la afectividad, pues sin ella, excluiría gran parte del campo de conocimiento. Por eso la psicología, desde cualquier área o enfoque, no puede obviar la afectividad. Quizás sea más fácil imaginar que el psicólogo clínico sea quien ahonde en ella en su práctica diaria, pero resulta evidente que si el psicólogo social, educativo o el laboral la omite, tendrá una visión del ser humano sesgada e incompleta y, por tanto, el análisis de dicho psicólogo será igualmente sesgado e incompleto.

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La afectividad siempre se ha presentado como un tema problemático en las disciplinas que buscan estudiarla (Fernández-Christlieb, 2000). Los esfuerzos por conceptualizarlas se han presentado como una tarea increíblemente difícil. Son varias las disciplinas (y diferentes perspectivas dentro de éstas) las que han intentado esta laboriosa tarea; la filosofía, la fisiología y la psicología han sido las principales aportadoras de teorías emocionales, aunque no las únicas: la sociología, la antropología y las ciencias sociales en general también se han visto inmiscuidas en dicha tarea (Belli 2009; Fernández-Christlieb, 1994b, 2000; Fernández, 2011; Hernández, 2009; Lutz & White, 2006, Ovejero, 2011; Pacheco, 2011, Scribano, 2012). Lo que revela la complejidad del estudio de los afectos y la dificultad de ubicar desde dónde se debe estudiar: desde el individuo, desde la sociedad, desde la cultura o desde los procesos fisiológicos. Aunque en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo existen varias tesis que tratan el tema de la afectividad o las emociones (Enríquez, 2010; Ortiz, 2012; Ramos, 2008), en su gran mayoría estos acercamientos son realizados desde un enfoque humanista. En los textos buscados vía internet, en la mayoría de los casos se encontró que el enfoque predominante en investigaciones realizadas en México es abordado con el uso de una metodología cuantitativa (Cortés, Barragán & Vázquez, 2002; Enríquez-Pérez, 2010; García-López & Salvador, 2010 Garizurieta & Sangabriel, 2005; Ostrosky & Vélez, 2013; Sánchez, 2006), aunque también se encontraron en menor cantidad investigaciones desde aproximaciones sociales (Fernández-Christlieb, 2000; Sánchez, 2010, 2013). Debido a la forma de abordar al objeto de estudio y a las cualidades de los enfoques predominantes en la investigación de la afectividad en la Facultad de Psicología de dicha universidad, y en el país, éstos no suelen realizar un recorrido histórico de la afectos, abordar las cuestiones culturales, analizar las prácticas donde suelen estar presentes, así como las fuerzas que interactúan en la experiencia de éstos, ni exploran a profundidad los contenidos teóricos y

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epistemológicos de las diferentes concepciones referentes a la afectividad, ni mucho menos desde el método genealógico foucaultiano. Como menciona Najmanovich (1995), en repetidas ocasiones las disciplinas científicas piensan en “términos de compartimientos estancos y territorios exclusivos, creyéndose independientes de la cultura y la sociedad que las nutre” (p.61). Sin embargo, “cada cosmovisión, sistema de ideas y creencias, cada paradigma han nacido de la interacción intelectual, sensorial y afectiva de los seres humanos con el mundo” (p. 63) y con mundo nos referimos no sólo a lo que podríamos ubicar como naturaleza, sino también con la sociedad y cultura en la que el sujeto se desenvuelve.

Hacer un recorrido histórico de los afectos resulta importante porque el sujeto no es un ser atemporal. Si bien queremos pensar en un sujeto que no está predeterminado por su pasado, no podemos ignorar que es un sujeto influido por él. Para poder comprender su presente hay que recorrer aquellas sendas que han llevado tanto a la sociedad como al sujeto al lugar donde están posicionados ahora. Todo aquello que conforma al sujeto (como la afectividad) tiene su historia, sus momentos, inclusive ha sufrido cambios a través de los siglos y por tanto también dentro de cada época histórica. Aun la corriente más ingenua que postule que los sentimientos, emociones, y/o afectos siempre han sido los mismos, y que lo único que ha cambiado han sido las palabras para denominarlas o las prácticas alrededor de ellas, deberá realizar una investigación histórica para explicar el porqué de dichos cambios en las palabras y en las prácticas, para así argumentar su postulado y sólo así acercarse a una mejor comprensión del objeto de estudio. Abordar las cuestiones culturales resulta necesario aun cuando la cultura por sí sola no sea objeto de estudio o análisis de la psicología y existan otras disciplinas sociales que se encarguen de ello, dado que sí es objeto de la psicología la relación que hay entre la cultura y el psiquismo humano, así como de qué manera influye la cultura en la mente humana, y la mente en la cultura. Entendiendo que 9

hay una relación entre estas dos, resulta importante señalar que la afectividad se verá tocada por esta relación, y por tanto será deber de la disciplina abordar este fenómeno. De esta misma manera, no se puede olvidar que el psiquismo del ser humano no solamente se configura a partir de procesos, conductas o experiencias individuales, sino también de su contexto social, histórico y cultural. Una vez planteada la importancia de la historia y la cultura en el psiquismo humano no podrán ser ignoradas tanto las prácticas donde la afectividad está presente como las fuerzas que interactúan en la experiencias de éstos, pues ambas moldean al sujeto, así como delimitan las formas de experimentar los fenómenos afectivos. Para realizar lo escrito en párrafos anteriores será necesario explorar a profundidad los contenidos teóricos y, con esto, epistemológicos, de las diferentes concepciones de afectividad en la psicología como en otros acercamientos disciplinarios. Por tanto parece importante ofrecer una aproximación desde la Psicología Social Sociológica, tanto para enriquecer la investigación de la temática afectiva como para ofrecer distintas formas de abordar dicho tópico, revisar las diferentes teorías afectivas y el impacto que han tenido con la sociedad actual, analizar la afectividad y la manera en que es experimentada por sujetos envueltos en las características de la época actual y en comparación con otras épocas, así como analizar críticamente las aproximaciones afectivas desde la genealogía de Michel Foucault, lo que enriquecerá la investigación en Psicología Social realizada por tesistas en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Pues, como menciona Morey (1989) al referirse al uso de la genealogía, “en una sociedad como la nuestra y en un momento histórico como el presente, el ejercicio de tratar de pensar de otro modo está bien lejos de ser un mero deporte

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intelectual, antes al contrario, es la condición de posibilidad misma para la creación de libertad” (p.31). Hemos planteado como objetivo general analizar, mediante el uso de un método basado en el abordaje genealógico de Foucault, la afectividad, así como su terminología, desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Dicho periodo concuerda con un cambio en la terminología afectiva: del uso de conceptos como pasión, afecto y sentimiento al uso del neologismo emoción. Cambio de terminología que por supuesto llevó consigo un cambio en la conceptualización de la afectividad, convirtiéndola en un proceso individual, corporal, fugaz y no voluntario. Características que embonan con un sistema económico-político dominante, y actualmente también con la sociedad actual. De esta manera, los objetivos específicos serán explorar a profundidad los contenidos teóricos y epistemológicos de la afectividad; realizar un recorrido histórico de las teorías de la afectividad dominantes a partir del siglo XVIII y el impacto que han tenido en la sociedad actual; examinar la manera en que es experimentada la afectividad por los sujetos en la actualidad; analizar las prácticas actuales donde está presente la afectividad, así como describir las fuerzas que interactúan en la experiencia de la afectividad en el sujeto. Como lo mencionamos anteriormente, para cumplir con los objetivos descritos el presente trabajo usará un método basado en el abordaje genealógico de Michel Foucault. El método genealógico será explicado en los siguientes párrafos. La genealogía caracteriza la segunda etapa intelectual de Michel Foucault, misma que se sitúa en los textos y obras producidos de 1971 a 1977 como La orden del discurso, o Nietzsche, la genealogía, la historia, ambos de 1971, Vigilar y Castigar de 1975, y el primer volumen de la Historia de la sexualidad: La voluntad del saber, de 1976, obras cuya área de foco central son las relaciones mutuas entre sistemas de verdad y las modalidades de poder (Davidson, 1986). La genealogía es el método utilizado por Foucault, mediante el cual se opone a la búsqueda del origen (Ursprung), debido a que éste establece que existe una 11

verdad previa, una esencia, y esto predeterminaría a la misma investigación. Buscar un tal origen, es intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aquello mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí; es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces (Foucault, 1980). Por tanto, de acuerdo con Foucault (1980) el objeto de la genealogía sería la procedencia (Herkunft) y/o la emergencia (Entstehung), por lo que el genealogista empezaría con la búsqueda del comienzo. En esta misma línea Foucault (1980) menciona: Seguir la filial compleja de la procedencia, es al contrario mantener lo que pasó en la dispersión que le es propia: es percibir los accidentes, las desviaciones ínfimas —o al contrario los retornos completos—, los errores, los fallos de apreciación, los malos cálculos que han producido aquello que existe y es válido para nosotros; es descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente (p. 13)

Por lo que la búsqueda de la procedencia no establece ninguna idea previa, sino al contrario busca desenmarañar cualquier concepción anticipada.

Para Foucault (1980) la emergencia se produce en un determinado estado de fuerzas. Por lo que el análisis de la emergencia se encargará de mostrar el juego, la forma en que se enfrentan, así como la constante búsqueda de supervivencia que realizan ante circunstancias adversas, y como éstas intentan reponerse ante esto. De acuerdo con Davidson (1986) en base a Foucault se pueden establecer algunas reglas generales para estudiar el poder: 1. No estudiar el poder sólo como una forma de represión o prohibición, sino que hay que mirar sus efectos positivos, lo que produce.

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2. Analizar el poder y sus técnicas en terminos de su propia especifidad, y no reducirlo a la consecuencia de la legislación y la estructura social. 3. No se debe analizar el poder en el

nivel de la “intención o decisión

consciente”, no se debería preguntar lo que cierta gente desea y por qué desea dominar a otros; en cambio se debería preguntar “cómo funcionan las cosas en el nivel de la sujeción presente, en el nivel de esos procesos continuos e ininterrumpidos que someten a nuestros cuerpos, gobiernan nuestros gestos, dictan nuestras conductas, etc” (Foucault, citado en Davidson, 1986). La genealogía no sólo vincula los sistemas de verdad y las modalidades de poder, sino que también demuestra cómo conceptualizar la noción misma de una modalidad de poder de un modo que agrega una nueva dimensión a la investigación de las relaciones sociales (Davidson, 1986). Una vez descrita la genealogía de Michel Foucault, se pasará a describir la manera en que la afectividad será estudiada mediante este método. Foucault (1980) menciona que ni los sentimientos, aun los más nobles y desinteresados, se libran de tener una historia, y sin embargo suelen pasar desapercibidos por aquella forma de hacer historia partiendo del origen que tanto critica Foucault. Es justo esta misma razón (el hecho de tener una historia y estar excluidos de ella), lo que en gran medida los convierte en objeto de estudio de la genealogía. Inclusive si se pensase a la afectividad como correlato del cuerpo y por lo tanto como reacciones fisiológicas o como parte de esas reacciones, puede ser objeto de estudio de la genealogía debido a que el cuerpo tampoco escapa de la historia, y de acuerdo con Foucault (1980) está aprisionado por una serie de regímenes que lo atraviesan. Por tanto en el presente trabajo se indagará en la procedencia y emergencia de la afectividad (sentimientos, emociones, estados de ánimo, afectos, etc.) en la actualidad. 13

Para ello se realizará una extensa investigación biblio-hemerográfica de las teorías de la afectividad, del siglo XVIII a la actualidad. Seguido de esto se realizará el análisis genealógico, el cuál será realizado siguiendo los puntos descritos en los párrafos anteriores. Hemos decidido dividir el presente trabajo en tres capítulos. El primer capítulo, titulado “La afectividad y sus nombres. La problemática de la definición de sus diferentes conceptos”, nos servirá como capítulo introductorio a las problemáticas del estudio de la afectividad. En él haremos un recorrido por los conceptos más usados en la terminología afectiva (emociones, pasiones, sentimientos y afectos). Revisaremos los diferentes significados y usos que se les da tanto en las teorías psicológicas oficiales, como en la vida cotidiana. En el segundo capítulo, titulado “Antecedentes históricos del campo del saber occidental afectivo y análisis genealógico de la terminología afectiva del siglos XVIII al siglo XXI”, revisaremos las teorías afectivas de la edad antigua, la edad media e inicios de la modernidad que han sido antecedentes a las teorías afectivas actuales. Una vez hecho esto se realizará el análisis genealógico de las teorías afectivas, del siglo XVIII a la actualidad, poniendo especial énfasis en el cambio de términos, de afectos, sentimientos y pasiones a emociones, y con ello al cambio epistemológico y metodológico que se dio en ese lapso de tiempo. Revisaremos las diferentes razones por las que este cambio se pudo haber dado y analizaremos las relaciones de poder inmiscuidas en dicho cambio. En el tercer capítulo, titulado “La afectividad en la actualidad”, abordaremos las problemáticas afectivas que experimenta el sujeto envuelto en la sociedad actual. Para poder hacer esto, discutiremos las diferentes aproximaciones que se han analizado la época actual, enseguida se describirán las condiciones de la sociedad actual, así como su influencia sobre la experiencia afectiva, y finalizaremos con un apartado que analizará a fondo el fenómeno del consumo afectivo. En un último apartado, ubicaremos las conclusiones donde recopilaremos y sintetizaremos lo dicho en anteriores capítulos. 14

El trabajo de tesis aquí presentado se titula: “Afectividad y Posmodernidad: una aproximación

genealógica

desde

la

Psicología

Social”,

título

elegido



lamentablemente- en una etapa muy temprana de la realización del presente trabajo. Debido a esto el título cuenta con una serie de problemas que serán descritos a continuación: La psicología social no es únicamente la mirada desde la cual nos adentramos al fenómeno afectivo; la sociología, la antropología y la filosofía se cruzan en el presente trabajo junto a la psicología y a la psicología social, lo cual a quien escribe el presente trabajo no le parece un defecto del trabajo sino al contrario, un requisito para la realización de trabajos con temática afectiva, pues en el mismo se mostrará la importancia de una investigación transdisciplinar, donde en ocasiones se borran los límites de las disciplinas inmiscuidas. Quizás el mayor problema del título lo podamos ubicar en el uso del término “Posmodernidad”. Al momento de elegir el título para el registro del trabajo, dicho término parecía ser el más atinado para describir las problemáticas actuales. Sin embargo, a medida que el mismo trabajo fue avanzando, la temática afectiva y su relación con las problemáticas actuales, en especial su estrecha relación con el consumo, nos dirigió a otros conceptos y otras aproximaciones, en especial el de hipermodernidad de Lipovetsky, pero también el de modernidad líquida de Zygmunt Bauman o los trabajos de Eva Illouz, quién no usa algún concepto en específico al referirse a la actualidad. Dicha problemática fue señalada, en un primer momento por el asesor del presente trabajo y después por los revisores, quienes sugirieron el cambio del título de la presente tesis. Tarea que fue imposible de realizar, debido a que el trámite se cancelaría, se tendría que realizar un nuevo registro del presente trabajo y el nuevo trámite empezaría de cero, perdiendo con ello los beneficios que se han obtenido de este trabajo. Es por esto, que en este fragmento del trabajo hemos decidido romper el cuarto muro y hacer esta serie de aclaraciones.

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Capítulo 1. La afectividad y sus nombres. La problemática de la definición de sus diferentes conceptos (…) notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. Jorge Luis Borges (1979)

Para poder entender la afectividad y los fenómenos que surgen de ésta, es necesario saber a qué nos referimos cuando hablamos de ella. Debido a que a lo largo de este trabajo se buscará describir a fondo el fenómeno afectivo, por ahora sólo la definiremos como conjunto de sentimientos, afectos, emociones y pasiones.1 Resulta obvio que esta definición es vaga y no resuelve la problemática de la definición de la afectividad, al contrario, lanza más interrogantes. Con ésta definición surgen entonces los siguientes dos puntos a resolver: -Primero, definir cada uno de los conceptos: ¿Qué son las emociones? ¿Qué son los sentimientos? ¿Qué son las pasiones? Y, ¿qué son los afectos? -Segundo, diferenciar entre cada una de ellos: ¿Qué diferencias existen entre una emoción, una pasión, un sentimiento y un afecto? A continuación pasaremos a examinar las definiciones de cada una de las diferentes palabras englobadas dentro de la afectividad.

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Esta definición de afectividad, es casi idéntica a la tercera definición que da la Real Academia Española (2001) solamente que hemos decidido agregar la palabra “afectos” y quitar la última parte donde señala “de una persona”. La definición de la Real Academia de la Lengua Española dice así: 3. f. Psicol. Conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona .

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1.1. Pasión. Empezaremos por analizar la definición de pasión en el diccionario de la Real Academia Española: Pasión. (Del lat. passĭo, -ōnis, y este calco del gr. πάθος). 1. f. Acción de padecer. 2. f. por antonom. Pasión de Jesucristo. ORTOGR. Escr. con may. inicial. 3. f. Lo contrario a la acción. 4. f. Estado pasivo en el sujeto. 5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo. 6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona. 7. f. Apetito o afición vehemente a algo. 8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo. 9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo. ~ de ánimo 1.f. Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo. (RAE, 2001) Pasión viene del griego πάθος [Pathos] que significa padecer, el mismo usado en el término patología. Nótese aquí el sentido negativo que el término pasión podría referir, con lo insano o lo enfermo, que se ve reflejado al ser descrito como perturbación en el quinto significado de la definición del diccionario mostrado anteriormente. Es por esto que Gil-Juárez (1995) señala que se ha descrito a las pasiones como fuerzas arrolladoras y extraordinarias que se apoderan de las personas, como una enfermedad sin que pueda hacerse nada al respecto, como una especie de locura que posee la dirección de las acciones que se realizan. Otra cuestión, también muy evidente, es la pasividad en el tercer y cuarto significado. Para Fernández-Christlieb (2000) el término pasión tiene su énfasis más que nada en estar pasivo, y no tanto en el dolor y la enfermedad, sino el simple “hecho de no poder hacer nada en contra” (pág. 30).

El sexto significado hace referencia a la pasión vista como pasión sexual o “amor pasional”. El séptimo da cuenta de ser aficionado o tener apetito a un objeto. De acuerdo con Gil-Juárez (1999) este sentido ha sido adoptado por algunos teóricos –en su mayoría anglosajones- como Fridja, quien escribe en inglés y en cuyo idioma passion es sinónimo de “Hobby”.

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Precisamente estos dos -sexto y séptimo-, son los significados más frecuentes en la actualidad. Basta pensar en pasión, y lo más probable es que vengan dos ideas: la pasión por el futbol o la pasión sexual. Si se es cercano a la religión cristiana quizás también venga a la mente la idea de la pasión de Cristo.

En el caso de la pasión al futbol, pareciera ser la forma de pasión mejor vista ante la sociedad, al parecer apasionarse a algo (objeto) es positivo, con frases bien vistas o incluso aplaudibles como: “Me apasiona mi trabajo/mi carrera” o “soy un apasionado a la música/cine/futbol”, mientras que la pasión a alguien (persona), quizás no sea necesariamente mal vista, pero no goza de la misma popularidad debido a que se le daría enseguida una connotación sexual. Ahora revisemos el término pasión desde varios autores: Para Gil-Juárez (1995) los filósofos moralistas y Kant elaboraron el concepto de pasión no como un "estado" sino como una fuerza que envuelve, domina y sobre todo, obnubila la personalidad entera de un ser humano, y con esto se pierde el control, la razón y la capacidad de juicio. De igual forma, Gil-Juárez menciona que Hegel y con mucho más énfasis Nietzsche, opinan también que es una fuerza que envuelve domina y obnubila la personalidad del ser humano, pero a diferencia de los pasados, piensan que esto es el motor de la vida. La forma en que la razón nos engaña y nos empuja para lograr sus fines o el estado saludable del individuo. Es curioso que la mayoría de definiciones y de textos que hablen de pasiones sean en su mayoría anteriores al siglo XIX, la pasión en nuestros días no suele ser tema en los textos académicos cuando se habla de afectividad. En el mejor de los casos es tomado como sinónimo de emociones o afecto. Como mencionan Paul Stenner y Monica Greco (2013), precisamente a finales del siglo XVIII y principios del XIX la terminología tendrá un marcado cambio. De un vocabulario de afectos, sentimientos y pasiones se pasará a un incremento en el uso del término emoción. Pasión fue el término que más resintió este cambio, al borde de casi haber 18

quedado excluido del campo afectivo, quedando como un fósil o una antigüedad en el museo de la temática afectiva, como veremos más adelante, una vez que hayamos descrito los otros términos.

1.2. Sentimiento Sentimiento. (Del latín sentiré, -ment)

1. m. Acción y efecto de sentir o

sentirse. 2. m. Estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan vivamente. 3. m. Estado del ánimo afligido por un suceso triste o doloroso (RAE, 2001). Se puede notar que en la definición del diccionario de la Real Academia Española, tanto la etimología como el significado de sentimiento hacen mayor referencia al factor sensitivo de la afectividad, y como plantea Fernández-Cristlieb (2000), el sentimiento nunca se ha podido separar por completo del término sensación. Esta será una problemática que nos acompañará más adelante en este mismo apartado, así como también a lo largo de este trabajo. A continuación veremos la definición de autores en psicología. Muñoz- Polit es autora de una de las teorías de las emociones más usada por psicólogos del enfoque humanista en Michoacán y México, esto lo podemos constatar en las tesis que hablan de emociones en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Enríquez, 2010; Ortiz, 2012; Ramos, 2008). Muñoz- Polit (2012) define los sentimientos así: Es la elaboración y representación cognitiva de cualquiera de las siguientes experiencias: la sensación, la emoción, las percepciones, los recuerdos y los pensamientos. Los sentimientos son una elaboración humana que se ha hecho para facilitar el descubrimiento de necesidades psicológicas y necesidades de trascendencia. Promueven el desarrollo, implican un proceso más sofisticado que la emoción (Muñoz-Polit, 2012, p.20).

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Para Muñoz-Polit (2012) las características más importantes del sentimiento son:

1. Ocurre posteriormente a las sensaciones y a la emoción. 2. Es la parte del sentir del proceso emocional que se hace privada. 3. Contribuye a la regulación de la vida, está más al servicio del desarrollo. 4. Es una elaboración más compleja, de tipo cognitivo. 5. Suele ser poco intensa pero de una duración mayor que la emoción. (pág. 21)

A pesar de que el enfoque de Muñoz-Polit sea humanista, para elaborar su teoría se basa en teorías cognitivas y neuropsicológicas. En mayor parte se basa en Damasio (2001), quién es reconocido por su trabajo en relación a las emociones desde las neurociencias. Para Damasio (2001), definir a los sentimientos requiere de separarlos en tres partes: a) Sentimientos de emociones universales básicas: Se producen después de haber sentido una emoción, la experimentación de cambios en el cuerpo mientras pensamientos sobre contenidos específicos pasan uno tras otro. La yuxtaposición de una imagen del cuerpo con una imagen de algo más. b) Sentimientos de emociones universales sutiles: se basan en emociones que son variaciones sutiles de las emociones universales. c) Sentimientos de fondo: se originan en estados corporales de fondo y no en estados emocionales, son los más experimentados en la vida2. A su vez Sanz de Acedo, Pollán, & Garrido (1997) los definen como “experiencias duraderas, agradables o desagradables, en función de la percepción del estado subjetivo que vive la persona y pueden estar relacionadas con actitudes y valores culturales” (pág. 431). Los sentimientos no parecen estar acompañados 2

Para el siguiente libro de Damasio “En busca de Spinoza”, los sentimientos de fondo son clasificados en las emociones y por tanto, pasan a llamarse emociones de fondo. En dicho texto ya no divide los sentimientos y solamente los define como “la percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un determinado modo de pensar y de pensamientos con determinados temas” (Damasio, 2005).

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de cambios fisiológicos, “son suaves y llevaderos, así como predomina la evaluación cognitiva” (pág. 432). Las tres definiciones que acabamos de mostrar coinciden en ver al sentimiento como la parte subjetiva donde se interpreta la emoción, su carga cognitiva. Resulta importante comentar que las definiciones corresponden a los tres enfoques

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humanismo,

la

neuropsicología y la psicología cognitivo-conductual. Así que la definición más aceptada dentro de las psicologías con mayor popularidad en el país serían aquellas que vieran al sentimiento como la interpretación cognitiva de una emoción. A pesar de esto, Damasio (2001) admite que las definiciones de emoción y sentimiento que se presentan aquí no son ortodoxas. Menciona que otros autores suelen emplear estas palabras “de forma indistinta, o bien puede que no utilicen en absoluto sentimiento, y dividan la emoción en componentes expresivos y experimentados” (p. 175). Existe una fuerte problemática en el término sentimiento. Cuando se habla de éste en inglés suele ser usada la palabra Feeling, que en español significa tanto sentimiento como sensación. En la mayoría de las ocasiones los autores anglosajones no discriminan uno de otro. Inclusive existen aproximaciones anglosajonas que pretenden usar el término sentiment y definirlo como un subtipo suave de cada emoción (6, Radston,Treacher & Squire, 2007). Otro ejemplo sería el de Dixon (2003) que usa el término Feelings para englobar emociones [emotions], pasiones [passions], afectos [affections] y sentimientos [sentiment]. Para Gil-Juárez (1999), hubiera sido más apropiado traducir feeling por sensación. Sentimiento es una palabra con un uso mucho mayor en español que el sentiment inglés. Otra problemática que encuentra Eduardo Crespo (citado en Gil-Juárez, 1999) es que muchos sentimientos del español son emociones en inglés. Para Gil- Juárez (1999) en el francés y el catalán el problema es similar.

21

Quizás por el uso indistinto de sentimiento y emoción sea más fácil encontrar definiciones de emoción (así como trabajos de ellas).

1.3. Afecto Afecto: (Del lat. affectus). 1. m. Cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño (RAE, 2001).

La Real Academia Española define el término afecto como cada una de las pasiones del ánimo, pero también señala el uso que se le da para referirse al amor y el cariño. Afecto es el concepto con menos significados en el Diccionario de la Real Academia Española y es menos usado por la gente en la actualidad para referirse a sus sentimientos o emociones. Pues es muchísimo más común el uso de la palabra afecto, para referirse al cariño o al amor. Uso que quizás sea el más frecuente en lo cotidiano. Inclusive en la academia cuando se habla de “necesidades afectivas” es más común que se refiera a necesidades de amor, que a necesidades de otra emoción. Curiosamente pasa lo mismo cuando se dice “necesidades emocionales”. Inclusive parece ridículo pensar en la necesidad de algunas otras emociones, como la tristeza, la ira o el miedo sin estar en una situación específica. Mientras que podemos pensar en la “necesidad de amor” o “necesidad de cariño” como algo fundamental para la vida del ser humano, pese a cualquier situación. De acuerdo con Lara & Enciso (2013) Deleuze formula el afecto como distinto a la emoción, “como significado corpóreo que perfora la interpretación social, confundiendo su lógica, y luchando contra sus expectativas” (pág.103). Para Patricia Clough (citado en Lara & Enciso, 2013) el afecto se refiere a las capacidades del cuerpo para afectar y ser afectado o el aumento o disminución de la capacidad del cuerpo para actuar o conectar. Esta “autoafección” está

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conectada con la propia sensibilidad o el hecho mismo de estar vivo.

Esta definición implica necesariamente una relación intersubjetiva. Podemos ver entonces el porqué de la poca popularidad de este término, pues implica una colectividad. También encontramos en este término la posibilidad de pensar el fenómeno afectivo como proceso social y por lo tanto como subversivo ante las ideas individualistas de las emociones. Pero justo en la interpretación de los afectos como la capacidad de afectar y ser afectado, ¿qué emoción, sentimiento, pasión no cabría dentro del término afecto? ¿Qué fenómeno afectivo es meramente individual? La distinción entre afecto y emoción ha sido explicada por varias voces. Lisa Blackman y John Cromby (citados en Lara & Enciso, 2013) sugieren que el afecto aparece “para referir una fuerza o intensidad que puede desmentir el movimiento del sujeto que está siempre en un proceso de devenir” (pág. 108); y la emoción se entiende

como

“patrones

de

respuestas

corpóreo-cerebrales

que

son

culturalmente reconocibles y proporcionan cierta unidad, estabilidad y coherencia a las dimensiones sentidas de nuestros encuentros relacionales” (pág. 108).

Como mencionan Lara & Enciso (2013) los estudios contemporáneos del afecto y el giro afectivo, se han establecido sobre la base de una tensión teórica entre cuerpo y significado, que se ha visto reflejada al elegir entre afecto y emoción. Siguiendo a Lara & Enciso (2013) el afecto ha sido entendido como corpóreo, pre consciente, energético y otras posibles explicaciones lejos-del-significado. Mientras que las emociones han sido mayoritariamente pensadas como una interpretación individual del afecto. Esto ha dado como resultado diferentes líneas de pensamiento al interior de los estudios del afecto.

Para Ben Anderson, citado en Lara & Enciso (2013), la distinción entre afecto y emoción pierde sentido y propone rebasar los límites de la militancia teórica en pro de una comprensión más amplia del fenómeno afectivo. 23

Para Greco y Stenner, citados en Lara & Enciso (2013), dibujar una distinción excesivamente fuerte y cargada de valor entre el afecto y la emoción sirve para perpetuar la ilusión de que tales palabras refieren a determinados estados de la realidad; y obvian la necesidad de pensar cuidadosamente sobre los conceptos en juego.

Mientras que diversos autores provenientes del giro afectivo están en contra de la diferencia entre afecto y emoción (Stenner & Greco, 2013; Cromby, 2007), no lo están en la diferencia entre emoción y sentimiento. Suscriben trabajos de Damasio, o Ekman, lo que parece sumamente sospechoso, pues pareciera que existe una ausencia de crítica hacia los trabajos neuropsicológicos.

Efectivamente, una reconciliación con las neurociencias, o un diálogo con ellas, se pinta prometedor y esperanzador. Pero si para esto se tiene que ignorar el análisis crítico de sus postulados y tomar sus postulados como cimientos para construir una teoría de la afectividad que guste a todos y que rescate a todos, más que diálogo parece un intento de agradar a las ciencias naturales –y fomentar su pretendido estatus de única forma de hacer ciencia. Un sobreesfuerzo de hacer notar que se genera un conocimiento más completo por usar a autores de todos los enfoques y hacerlos coincidir a como dé lugar. Lamentablemente, así, se olvidan las principales problemáticas y necesidades que impulsaron el advenimiento de la psicología crítica.

Hay pues mucha crítica a las psicologías discursivas (y en gran parte bien merecidas a aquellas que reducen la afectividad al lenguaje), pero nada de crítica hacia las neurociencias, que reducen las emociones a reacciones fisiológicas. Pareciera que estos autores pensaran que los argumentos y las evidencias de las neurociencias fueran irrefutables y que si la psicología social crítica hiciera uso de ellos, ésta se fortalecería. Sin embargo, si dichos argumentos fueran irrefutables, no existiría una psicología social crítica.

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En el sentido transdisciplinar plural y nómada de la psicología social crítica, se trata de acercar otras voces, otras ideas a la creación de psicología, presentar otredades y no de adherirse a los planteamientos de la psicología hegemónica.

1.4. Emoción Emoción. (Del lat. emotĭo, -ōnis). 1. f. Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. 2. f. Interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo.

En la palabra emoción, a comparación de sentimiento, se señala en el significado su cualidad fugaz, y que va acompañada de cierta conmoción del cuerpo -de aquí que emoción sea el término preferido de la psicofisiología. Su raíz latina emotĭo, que quiere decir “mover hacia” o “impulso”, denota su carácter de movimiento.

Emoción es el concepto más popular en la academia y a la vez el que tiene más definiciones diferentes. En 1981 el matrimonio Kleinginna hizo una lista de 92 definiciones diferentes de emociones; a excepción de una definición, todas eran provenientes del trabajo académico realizado en las ocho décadas que hasta entonces llevaba el siglo XX. ¿En qué medida se incrementaría la lista si se le agregase las definiciones que aparecieron en los 35 años posteriores? Por otro lado, se torna imposible solo imaginar lo que sucedería si se agregaran las múltiples definiciones de los siglos anteriores. Kleingina & Kleingina (1981) decidieron clasificar las definiciones de emociones en: afectivas, cognitivas, emociones de estímulos exteriores, psicofisiológicas, conductas

expresivo-emocionales,

perturbativas,

adaptativas,

multiaspecto,

restrictivas, motivacionales y escépticas.

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Las definiciones afectivas enfatizan sentimientos de excitación/depresión o de placer/displacer. Las definiciones cognitivas enfatizan el proceso de valoración y/o el proceso de etiquetación. Las siguientes tres categorías incluyen respuestas que enfatizan el estímulo emocional exterior, los mecanismos fisiológicos de la emoción, y la conducta emocional-expresiva. Las definiciones perturbativas enfatizan el gran potencial de las emociones de causar efectos perturbadores o inadaptados, y las definiciones adaptativas enfatizan que la emoción suele incrementar la probabilidad del organismo de conocer sus necesidades. Las definiciones multiaspecto enfatizan las diferentes facetas de la emoción; las definiciones restrictivas intentan diferenciar la emoción de otros procesos como la motivación, y las definiciones motivacionales enfatizan el traslape de emoción y motivación. Finalmente existe una categoría, las declaraciones escépticas, que cuestionan o niegan la utilidad del concepto emoción (Kleingina & Kleingina, 1981). Cabe aclarar que Kleingina & Kleingina (1981) también incluyeron dentro la lista las definiciones que algunos hacían del término afecto. Sin embargo, como se puede notar en la lista, no se percibe una diferencia entre los autores que los llaman afectos y los que las nombran emociones. Dichas definiciones están distribuidas en cada una de las categorías antes mencionadas. A pesar de la gran variedad de definiciones que existen, la más usada por la psicología oficial es semejante a la que encontramos en Damasio (2001), que las define como el conjunto de cambios en el estado corporal conectados a determinadas imágenes mentales que han activado un sistema cerebral específico. Como lo mencionamos antes, Muñoz-Polit (2012) se basa en gran parte en ésta para dar su definición para la teoría humanista: Es la reacción más primaria y espontánea ante lo que ocurre en el entorno. Genéticamente venimos equipados con ellas, es la reacción psicológica más elemental que busca la supervivencia por encima de todo. En este sentido compartimos las mismas emociones con los demás mamíferos de este planeta. 26

Las emociones son estructuras funcionales netamente diferenciadas, dan información sobre el estado de la relación organismo-entorno. La emoción es una reacción espontánea del organismo, por lo mismo es amoral. No podemos dejar de sentir lo que sentimos, ni de necesitar lo que necesitamos. Lo que si podemos hacer es ejercer nuestra libertad en la elección de lo que queremos hacer con ello. Es también la evaluación de la situación por parte del organismo, que sirve de fundamento para los mecanismos básicos de la regulación de la vida, y que está fundamentalmente al servicio de la supervivencia. (pp. 16-17)

Para Muñoz-Polit (2012), las características más importantes de la emoción son: 1. Precede al sentimiento y depende de las sensaciones y las percepciones. 2. Es la parte del sentir del proceso emocional, que se hace pública en acciones o movimientos y se pueden ver en conductas específicas de tipo no verbal. 3. Suele ser intensa pero corta en duración. 4. Es el resultado de la evaluación de la situación por parte del organismo. 5. Está al servicio de la supervivencia. 6. Cada una de las emociones primarias tiene un objetivo específico de supervivencia. (pág. 17)

Plutchik (1991), quién es psicólogo cognitivo, las define como una cadena compleja de acontecimientos estrechamente conectados que comienza con un estímulo e incluye sentimientos, cambios fisiológicos, impulsos para la acción. Las definiciones presentadas anteriormente son las más usadas en nuestra época por la psicología oficial. Donde de acuerdo con Gil-Juárez (1999), la emoción se ha reservado para aquellas ocasiones afectivas puntuales y fuertes. Lo cual concordaría con su etimología relacionada al movimiento. Mientras que el sentimiento ha quedado para los fenómenos afectivos de mayor duración.

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Resulta importante aclarar que el hecho de ser la definición más usada no la hace la más correcta o la más apegada a describir el “fenómeno real”. Mucho menos que se ha llegado a un consenso y que tal definición sea la más adecuada. Habla de una necesidad de analizar, en primera, por qué hay tantas definiciones de un mismo concepto –emoción. En seguida, por qué se usa más ese concepto que otros -sentimientos, pasiones, afectos, etc.- en la academia. Por último, por qué es más común una definición –aquella que ve a las emociones como universales, psicofisiológicas, que preceden a los sentimientos. Siguiendo a Gil-Juárez (1999), en la psicología oficial se busca separar claramente emoción de sentimiento. De esta manera, la emoción se convierte en el concepto científico válido y los sentimientos serían un tipo de emoción duradera.

Fernández-Christlieb (2000) comenta que la psicología ha cometido el error de creer que los sentimientos o las emociones son instancias "distintas" y que la psicología ve a su objeto de estudio con ojos de físico, de biólogo, de economista o de administrador, por poner como criterio de intelección de la realidad nociones tales como la función, la causa, la inversión, la transacción, etc. Gil-Juárez (1999) afirma que esto se debe a que los fisiologisistas necesitan afianzar sus posiciones, y es el término emoción lo que lo permite. De esta manera estudian los momentos intensos en los que saben que van a encontrar correlatos físicos, y hacen a un lado la prolongación de esta emoción en el sentimiento porque no pueden ya encontrar pruebas fisiológicas de alguna actividad diferenciada. Dixon (2003) expone que ya Descartes, en el Tratado sobre las pasiones, usó el término “emociones” de dos maneras: emotions, como sinónimo de pasiones, y emotions intérieures, para describir una clase de sentimientos intelectuales. Para Theodore R. Sarbin, citado en Gil–Juárez (1995), hablar de emociones no es más que la forma técnica en nuestros días de referirse a las pasiones. Lo que se comprueba cuando Danzinger y Dixon (citados en Stenner & Greco, 2013) afirman que la semántica

de la afectividad se transformó en el origen de esta 28

época. Pues durante finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX la terminología cambió de afecto, sentimiento y pasión por un cada vez mayormente generalizado uso del término emoción. Término que de acuerdo con Crespo (citado en GilJuárez, 1999), es un neologismo que fue introducido en 1843 al español y que desde un principio este estuvo vinculado al campo de la ciencia. Curiosamente no es común encontrar listas donde se clasifiquen las emociones, sentimientos, pasiones y afectos como cuatro fenómenos distintos. Pareciera que con dar la definición de los conceptos anteriores es suficiente para que se pueda diferenciar cuando un fenómeno particular acontece. Lo que sí es muy común es la clasificación de las emociones básicas (o primarias). Estás serían una evidencia de las emociones como un fenómeno completamente distinto al sentimiento pues reflejarían lo más puro de las emociones, su carácter natural y universal, las que todo ser humano ha experimentado, incluso también los animales. Independientes de la época historia, del contexto social, y con la cual se sostiene en gran parte la separación entre sentimiento y emoción. A continuación presentaremos una lista con las diferentes aproximaciones a las emociones básicas hechas por diferentes autores. La lista está basada en las realizadas por Gil-Juarez (1999) y Muñoz-Polit (2012). Autor Arnold, M.B.

Emociones Básicas Amor,

aversión,

desaliento,

deseo,

desesperación,

esperanza, ira, miedo, odio, tristeza, valor.

Ekman, P.

Ira, júbilo, miedo, repugnancia, sorpresa, tristeza.

Frijda, N.

Aversión, congoja, deseo, desprecio, ira, júbilo, miedo, orgullo, sorpresa, vergüenza.

Gray, J.

Ansiedad, ira/terror, júbilo.

Izard, C.E.

Congoja, culpa, desprecio, interés, ira, júbilo, miedo, repugnancia, sorpresa.

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James, W.

Vergüenza, amor, duelo, furia, miedo.

McDougall, W.

Asombro, euforia, ira, miedo, repugnancia.

Mower

Dolor, placer.

Oatley,

K.

Johnson-

y Felicidad, ira, miedo, repugnancia, tristeza.

Laird,

P.N. Panksepp,J.

Expectación, furia, miedo, pánico.

Plutchik, R.

Aceptación, anticipación, ira, júbilo, miedo, repugnancia.

Tomkíns, S.S.

Congoja, desprecio, interés, ira, júbilo, miedo, repugnancia, sorpresa, vergüenza.

Watson, J.B.

Amor, furia, miedo.

Weiner, B.

Felicidad, tristeza.

Schmidt-Atzert

Afecto, alegría, anhelo, aversión, envidia, ganas de agredir, inquietud, miedo, perplejidad, placer, simpatía y tristeza.

Greenberg

Enfado, inseguridad, miedo, tristeza y vergüenza

y Paivio Macías-Valadez Alegría, dolor, ira, miedo y tristeza

Como podemos ver, en la anterior lista no existe una sola emoción básica que esté en todas las aproximaciones. Inclusive muchas de las emociones que unos autores marcan como básicas otros autores las han señalado como sentimientos. La lista anterior está hecha solamente con autores del siglo XX, pues de acuerdo con Dixon (2003), a través de la historia de las ideas de la afectividad se han realizado infinidad de listados y nunca se ha llegado ni siquiera a un consenso en relación al número de pasiones o emociones. Ni siquiera al de las consideradas básicas o primarias. Se hace evidente que distinguir entre emociones y sentimientos es problemático cuando, por ejemplo, Antonio Damasio decide poner en un libro un fenómeno 30

como sentimiento, y en otro, como emoción. Dicho cambio probablemente se deba a que en El error de Descartes menciona que los sentimientos de fondo serían los más primitivos en el ser humano, aún más que las emociones (Damasio, 2001), y en su libro En busca de Spinoza menciona que la evolución dio primero a las emociones y por esto preceden a los sentimientos; sin embargo, el cambio no es explicado en los libros. De acuerdo con Gil-Juárez (1999), la arbitrariedad entre lo que es emoción y lo que no muestra suficientemente que algo así no puede ser universal, ni siquiera básico. Para Fernández-Christlieb (2000), los nombres que se les ponen a los sentimientos quedan dogmatizados en definiciones inertes que no sólo ya no intentan averiguar qué siente, sino que pretenden que los sentimientos que detallan “existen en la realidad como cosas concretas, incluso físicas, al mismo nivel que las especies de los botánicos o los elementos de los químicos” (pp. 2021). Y de esta manera, lo único que se puede hacer es clasificarlos.

1.5. Afectividad: Procesos y fenómenos afectivos Hasta ahora no se encontró un texto donde se apunte a una diferenciación entre los cuatro conceptos. Los textos (y esto dependiendo de la línea teórica por la cual se dirigen) se encargan o bien de distinguir entre emoción y sentimiento, o emoción y afecto. Aunque pareciera que los cuatros conceptos han sido definidos, diferenciar cuándo un proceso afectivo en particular es sentimiento, emoción, afecto o pasión ya no lo es tanto y surgen las siguientes preguntas: ¿Cómo saber cuándo determinado fenómeno es un sentimiento, y no una emoción o un afecto o una pasión? Como lo mencionamos antes, existen autores que consideran que cuando se habla de pasión se habla del mismo fenómeno que cuando se habla de emoción (Sarbin en Gil-Juárez, 1995; Fernández-Christlieb, 2000). Esto se hace evidente 31

cuando al intentar hacer un recorrido histórico por las emociones se empieza en la antigüedad por Platón y/o Aristóteles que más bien usaban el término pasión. A otros más les parecen sinónimos afecto y emoción (Greco & Stenner, 2008; Lara & Enciso, 2013). Algo que también se hace evidente en los marcos teóricos cuando mencionan a Spinoza por ejemplo. Por último, la separación que quizás sea más marcada por la psicología oficial es la que hay entre sentimientos y emociones. Pero también se han mostrado argumentos que ponen en duda dicha separación. Como menciona Gil- Juárez (1999): La problemática de diferenciar las emociones de los sentimientos empieza al momento de querer diferenciar uno de otros. A pesar de no sostenerse la distinción entre sentimiento y emoción, tampoco es accidental pues cumple la función de legitimar aquellas partes de la afectividad que son en general de gran utilidad para el mantenimiento de la estructura estatal, la familia, el patriotismo. Debido a que la distinción comienza no por una diferencia real preexistente que deba ser reflejada en el conocimiento sino porque esta distinción cumple la función de justificar el estatus quo. Pues afectividad tiene una cara que debe salvarse, el sentimiento o afectividad tranquila, y en cambio tiene una cara desastrosa, la emoción, o afectividad disruptiva, a la cual no se le encuentra función alguna. (p.25)

Siguiendo el mismo planteamiento, cabría decir que la pasión contaría con aún menor aprobación que la emoción –y por esto quizás su olvido en la ciencia-, debido a que la pasión no solamente se caracterizaría por una afectividad disruptiva sino también por una pérdida de autonomía del individuo al padecerla, lo cual contradice los valores del sistema social en el que vivimos.

Por otro lado, buscar los límites y generar categorizaciones en sentimientos, afectos, emociones, y pasiones es despolitizador, en tanto que permite entender la subjetividad de manera esencial, universal e inamovible (Gil-Juárez, 1999).

Por lo tanto Gil-Juárez (1999) en su tesis doctoral plantea que la afectividad deberá ser comprendida como la subjetividad en juego y su clasificación se hará 32

con el sentido de explicitar todas las prácticas discursivas y emocionales que la mantienen, reproducen y por lo tanto que pueden cambiarla.

Mientras que Fernández-Christlieb (2000) insiste que los nombres de los sentimientos son las maneras de llamarle a algo que no se puede llamar de ninguna manera, debido a que cualquier intento de definición de los fenómenos afectivos cae en una serie de vaguedades, de tautologías, de circunloquios y de escamoteos.

Para Fernández-Christlieb (2000), lo que existe es una afectividad, general y difusa, que constituye la otra parte de la realidad, que no es alcanzada por el lenguaje y que nace como siendo cultura y sociedad, que se distingue de la realidad dura y dada de las aproximaciones positivistas. Entonces, define a la afectividad como aquella parte de la realidad que no tiene nombre.

Con lo desarrollado anteriormente se podrían resumir las siguientes razones para no hacer uso de la clasificación que distinga entre términos: 1. La arbitrariedad del significado de los términos. Como se puede notar, a un término se le dan distintos significados dependiendo de la teoría, enfoque, y época histórica. En ocasiones no existe consistencia ni en un mismo enfoque. 2. Al adoptar una definición en particular se adopta una posición ante el fenómeno afectivo. Al parecer elegir entre una definición de cada uno de los términos implica adoptar también una teoría o prejuicios que están dentro de la misma palabra, pues la simple descripción de estos muestra la relación sujeto y objeto para llegar a dichas conclusiones, así como el método desde el cual se acercaron a este objeto. 3. Al adoptar la definición de la psicología oficial (aún desde aquellos trabajos que se consideran críticos y la usan) se adopta una posición que no da espacio a

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otredades, al igual que se le facilita el camino a las visiones oficialistas, individualistas que son cómplices de un sistema ideológico. 4. Al adoptarse la diferenciación entre sentimientos, pasiones, afectos y emociones, se adopta una clasificación sumamente artificial de los afectos y esto no facilita su estudio, pues es tan artificial que ni siquiera corresponde a la cotidianeidad de los sujetos. 5. Al adoptar una posición donde distinga entre los términos se ignora el sentido histórico de dicho conocimiento y se habla de ellos como si siempre hubiera existido dicha separación. 6. Por último, al adoptar dicha posición se ignora la problemática de las diferencias entre los idiomas, descrita en los párrafos anteriores. Aunque se pretende hacer uso de los diferentes términos dependiendo de la época y de cómo los nombre algún autor en específico, por las razones explicadas anteriormente, en los momentos en los que sea necesario agrupar a todos estos términos (como en el título de esta tesis) hemos decidido usar la palabra afectividad con sus variantes como procesos afectivos o fenómenos afectivos, debido a que nos parece que

agrupa a todos los demás términos, llámense

afecto, pasión, emoción o sentimiento, justo como sucede en la definición que se hace de afectividad en RAE (2001), o en los trabajos de psicología social como los de

Fernández-Christlieb

(1994a;

1994b;

2000;

2004),

Gil-Juárez

(1995;

1999;2004) o aquellos provenientes del Giro Afectivo ( Enciso & Lara 2014; Lara & Enciso, 2013; Stenner, 2011, Stenner & Greco, 2013). Parece que el término afectividad es el más adecuado, en vez de emotividad o sentimentalidad, así como sus variantes (procesos emocionales o fenómenos sentimentales), debido a que también los distingue de otras concepciones y enfoques de la psicología. También, como menciona Stenner (2011),

el término afectividad abarca “cuestiones de

mímesis, sugestionalidad, imitación, contagio y otros, que alimentan deseos, anhelos y aspiraciones entre las personas” (p.2). De esta manera el término

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afectividad “concierne fundamentalmente al poder, y en particular aquellos poderes que mueven personas” (Stenner, 2011 p.2).

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Capítulo 2. Antecedentes históricos del campo del saber occidental afectivo y análisis genealógico de la terminología afectiva, del siglo XVIII a la actualidad La evolución lógica de la ciencia consiste en alejarse cada vez más de su objeto hasta llegar a prescindir de él […] Jean Baudrillard (1978)

Es común, en los trabajos académicos, hacer un breve recorrido histórico sobre las teorías y los conceptos con los que se trabajará, problematizando justo al llegar a la actualidad, como si toda la historia se hubiera hecho con el fin de llegar a la teoría actual, dominante y oficial, y, de esta manera, evidenciar cómo el pensamiento humano cada vez se acerca más a la verdad o al libre pensamiento, como si el conocimiento fuera acumulativo. De este modo se hace creer que si algo fue desechado, ha sido porque no servía, era menos cierto, o estorbaba para llegar al conocimiento certero de nuestros días (Dixon, 2003). Es común que para realizar dicho recorrido histórico, se busquen las fuentes “más importantes” -mejor dicho dominantes- o las más parecidas a la teoría a defender al final de la exposición histórica. Esto para trazar una línea evolutiva clara, justo como menciona Dixon (2003) al referirse a este tipo de aproximaciones en el estudio de la afectividad. Dixon (2003) recalca que hay ciertas objeciones a esta forma de acercarse al conocimiento. Primero, tal aproximación supone que la verdad nos llevó a la teoría actual. Segundo, mirando solamente precursores similares, se excluye a priori todo tipo de influencias que no se parezcan a la “psicología de la emoción” y con esto se produce un trabajo autorreferencial, una reducción problemática y un recuento ingenuo. 36

También es común que cuando se realiza un recorrido histórico, parezca que se hizo para señalar lo “equivocados” que estaban antes y lo “bien” que se está en la actualidad, muchas veces presentando datos históricos descontextualizados, que les da un toque irónico –que no necesariamente es buscado por los autores conscientemente. Estos usos del pasado hacen parecer que si se hace un recorrido histórico, será solo por obligación o protocolo, y/o para reafirmar lo certero de la teoría actual. En cualquiera de los dos casos, lo importante es el presente, expuesto como el último escalón evolutivo o, al menos, el peldaño que más nos acerca al conocimiento autentico. El presente capítulo busca demostrar justo lo contrario. La historia de la afectividad, como la de otros conceptos en las ciencias, ha pasado por un largo proceso de cambios, de rupturas, de cambios y de retornos. No se puede hablar de un progreso, mucho menos de estar más cerca de la aprehensión de dicho conocimiento. En cambio, se buscará exponer los cambios, las discontinuidades, las rupturas y los retornos que han surgido en la teorización de los fenómenos afectivos así como las fuerzas que han intervenido para el establecimiento de alguna teoría en específico, como ya ha sido mencionado en el apartado de método. Para el presente texto ha sido de gran ayuda el texto de Thomas Dixon From Passion to Emotions, donde el autor hace un recorrido histórico desde San Agustín hasta William James, para así describir el cambio de la terminología afectiva en relación con las teorías teológicas de la afectividad. El libro de Dixon (2003) ha sido indispensable para revisar las teorías de Thomas Brown, Alexander Bain y Herbert Spencer, cuyos textos son muy difíciles de conseguir en el país, por lo que de no ser por dicho libro, hubiera sido casi imposible abordar a tan importantes autores. Sin embargo el trato que se le dará a la información ahí recopilada servirá para un objetivo diferente al teológico de Dixon: la construcción de un análisis genealógico en la terminología afectiva así como de sus teorías y su relación con el poder. Por lo que, para la realización de dicha genealogía, se

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revisarán textos y entrevistas correspondientes a la segunda etapa de la obra Foucault, conocida como etapa genealógica. Lo que desarrollamos en este capítulo, es la idea -que podríamos ubicar como tesis central del presente trabajo- según la cual los cambios teórico-metodológicos en el estudio de la afectividad (como en muchos otros temas de la psicología), no son meros cambios académicos. Dichos cambios en la afectividad han servido para causas políticas. Pues el cuerpo que siente las emociones, los sentimientos, los afectos o las pasiones está inmerso en un campo político, donde las relaciones de poder actúan sobre él de acuerdo a relaciones complejas y recíprocas a la utilización económica del cuerpo, a las relaciones de fuerza de producción (Foucault, 2008). La visión actual y algunos usos y prácticas modernas de las emociones también sirven y han servido a la sujeción de los individuos a un sistema político. Contrario a esto, el ascenso de la concepción actual de la afectividad ha servido para ocultar el lado político de la afectividad. El siguiente capítulo constará entonces de tres partes: la primera se encargará de hacer un breve recorrido histórico por las teorías de la afectividad occidentales más influyentes de la edad antigua, la edad media y principios de la edad moderna. En la segunda parte se hará el análisis genealógico del cambio de terminología afectiva occidental a partir del siglo XVIII hasta nuestros días. Por último, en la tercera parte se hablará de las características que deberán presentar las propuestas alternativas a las visiones de la afectividad dominante, y congruentemente con esto se presentarán tres propuestas alternativas.

2.1. Antecedentes históricos en el campo del saber afectivo Debido a que realizar una genealogía de la afectividad de todas las épocas históricas resulta bastante complicado y supera los objetivos y la extensión del presente trabajo, nos limitaremos a realizarla a partir del siglo XVIII, donde 38

aparece el cambio de la terminología por el concepto de emoción. Término vigente en el campo de estudio de la psicología y con el cual, a través de la realización de su análisis genealógico, podremos entender las problemáticas actuales en el estudio de la afectividad. Sin embargo, para poder realizar el análisis genealógico a partir del siglo XVIII de los estudios de la afectividad, será necesario realizar un breve recorrido histórico de las teorías en relación a la afectividad de la Antigüedad, de la Edad Media y principios de la Edad Moderna. Esto, con el propósito de contextualizar históricamente antes de iniciar el análisis genealógico.

2.1.1. Afectividad en la Grecia antigua: Platón, Aristóteles y los Estoicos Como en muchos temas, los primeros estudios sistemáticos de la temática afectiva se realizaron desde la filosofía, donde durante muchísimos siglos predominó la discusión. Desde Platón hasta los filósofos contemporáneos se ha abordado en algún momento

la afectividad, refiriéndose a ella como afectos,

sentimientos, emociones o pasiones. De acuerdo con Pons (2007), cólera, miedo, tristeza, lamento, amor, envidia, son para Platón afecciones del alma en las que la mezcla de placer y dolor es un hecho fundamental. Las pasiones (παθη) son estados mixtos en lo que se refiere a placer y dolor, pero, por ello mismo, parecen alejadas de los "placeres verdaderos". Según Casado & Colomo (2006), en el Filebo Platón utiliza la metáfora del carruaje (auriga) representando la razón, y los dos caballos que éste debe conducir, simbolizan los componentes afectivo y apetitivo.

Aristóteles también ahondaría en la afectividad, refiriéndose a ella como pasiones. Existen dos escritos donde Aristóteles detenidamente habla de las pasiones: en la Retórica y en la Ética a Nicómaco, los cuales difieren en varias 39

ideas, debido a la naturaleza y los objetivos de dichos trabajos. Para Gross (2006), Aristóteles dibuja una filosofía moral de las pasiones en la Ética a Nicómano, mientras que en la Retórica desarrolla una fenomenología de las pasiones. Aunque Aristóteles habla de las pasiones en sus obras biológicas (como en Partes de los animales o en Movimientos de los animales), será en la Retórica donde haga su tratado más detallado de las pasiones. En la segunda parte de la Retórica, Aristóteles dedica un apartado a las pasiones debido a su efecto para poder persuadir al interlocutor. Sin embargo, como menciona Racionero (1990) como nota en la traducción que hizo del texto de Aristóteles (322 a.c./1990, pág. 312) es posible que dicho tratado de las pasiones haya sido escrito de forma independiente y luego adaptado para la Retórica y sus fines. Aristóteles se encarga de describir las pasiones como fenómenos causados por situaciones específicas siempre en relación con los otros, pues desde su perspectiva (322 a.c./1990) el sujeto no vivirá de la misma manera determinada pasión, en diferentes contextos sociales. Lo que lleva a Gross (2006) a afirmar que para Aristóteles no es posible distinguir entre pasiones que están socialmente constituidas y aquellas que no. Gross (2006)3 ejemplifica esto con el caso de la vergüenza en Aristóteles: […] las causas de la vergüenza, de acuerdo con Aristóteles, están directamente relacionadas a la posición de una persona en una situación social dada y la existencia en esa posición que él o ella sostiene. La vergüenza es un fenómeno complejo con una serie de condiciones permitidas sutiles: no puede haber vergüenza cuando no hay reputación que perder (hacer el ridículo en medio de extraños), cuando una pérdida de reputación no es reconocida (uno no se dio cuenta del error), cuando la pérdida es

simplemente imaginada (tropezar

cuando nadie lo ve), o cuando la pérdida no tiene repercusiones (en medio de inferiores socialmente independientes) (p.42).

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La traducción de la cita mostrada a continuación, así como las siguientes extraídas de Gross (2006) fueron realizadas por el autor del presente trabajo.

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Para Aristóteles (322 a.c./1990), la forma de vivir las pasiones también estará influida por la edad, pero no debido a diferencias en el organismo, sino por el temperamento formado de las experiencias sociales vividas. Por tanto, podemos ver como ya en el siglo IV a.c. existían aproximaciones a los fenómenos afectivos desde lo social, visones que de acuerdo con Gross (2006) no llegaron del todo hasta el siglo XVIII. Para Gross (2006) también es importante la visión de Aristóteles en la relación pasión/razón. Aristoteles (322 a.c./1990) explica que las pasiones condicionan la habilidad de evaluar al mundo. Por lo que Gross (2006) asevera que en Aristóteles, la razón está fundamentada en la pasión. Una tercera visión de la afectividad en la antigüedad que influirá sobre las siguientes aproximaciones, serán las realizadas por los filósofos estoicos. De acuerdo a Casado & Colomo (2006) para los estoicos los fenómenos afectivos no tienen significado ni función alguna. Los fenómenos afectivos son considerados como perturbaciones del ánimo, como opuestos a la razón.

Para los estoicos, el hombre sabio no puede más que tomar conocimiento y vivir conforme a la razón. Por lo tanto, los fenómenos afectivos como la aflicción o el temor, tanto como el anhelo o la alegría, constituyen un bien fuera de la razón o un mal que puede amenazar a la razón. Por lo tanto, para el estoicismo, serán juicios errados, opiniones vacías y privadas de sentido (Casado & Colomo, 2006). Los estoicos serán los que tendrán la concepción más negativa de las pasiones. A pesar de esto, influirán a la mayoría de los trabajos posteriores.

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2.1.2. Las ideas de la afectividad en la Edad Media: San Agustín y Santo Tomás de Aquino

San Agustín se ocupará de las pasiones en los libros IX y XIV de la Ciudad de Dios y en el libro X de las Confesiones. Agustín, al hablar de los fenómenos afectivos, a los que se refiere también como movimientos del alma [Motus animae], menciona los diferentes nombres que hasta ese momento se han usado para nombrarlas: afecciones o afectos, perturbaciones y pasiones. San Agustín opta por pasiones como el mejor término, aunque por momentos utilizará indistintamente los demás términos. El trabajo de las pasiones de San Agustín estará influido por

la filosofía griega, en especial Platón y Aristóteles, las

Sagradas Escrituras, así como por Cicerón, de quién usará su clasificación de las pasiones: deseo, miedo, alegría y tristeza (San Agustín, 398 d.c./1983). San Agustín irá más lejos uniendo todas estas pasiones bajo el principio del amor (Dixon, 2003). De acuerdo con Dixon (2003), las pasiones, como la carne, no eran malos por sí mismos, sólo cuando fallaba su control. Para San Agustín, el hombre sabio también padece las pasiones pero moderadas y sujetas a la razón, el imperio del alma las refrena y las reduce a una moderación conveniente (San Agustín, 426 d.c./1994).

En esta lucha entre pasión/razón aparecerá un tercer agente: la voluntad. Como menciona San Agustín (426 d.c./1994), para el control de las pasiones por medio de la razón será importante el papel que juega la voluntad. La voluntad del hombre es la que será mala o buena, y dependiendo de esto las pasiones podrán ser buenas o malas. Para San Agustín, las pasiones se ubicarán en el alma, pues serán vicios del alma y no de la carne, el cuerpo solo las padecerá (San Agustín, 398 d.c. /1983).

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Esto debido a Agustín estaba atraído a un modelo neoplatónico que enfatizaba la dualidad alma y cuerpo (Dixon, 2003). El modelo del alma que desarrollará Tomás de Aquino, compartirá muchas características con el modelo de San Agustín de novecientos años atrás (Dixon, 2003). Tomás de Aquino (1274/1988) aborda las pasiones en su famosa obra Suma teológica y se encarga de ellas de la cuestión 22 a la cuestión 48, en todo un Tratado de las Pasiones. De la cuestión 22 a la 25 las aborda en general y de la 26 a la cuestión 48, abordará una por una. Como menciona Rodríguez en la introducción al texto de Santo Tomás de Aquino (1274/1988), es de llamar la atención el gran número de cuestiones que Santo Tomás de Aquino les dedica: 27 cuestiones distribuidas en 132 artículos. De acuerdo con Moya (2007) dicho tratado de las pasiones es considerado el más completo de la Edad Media. Para llevar a cabo su trabajo Tomás de Aquino retoma a Aristóteles y a San Agustín en mayor parte, así como a Damasceno, Dioniso y Cicerón entre otros. Santo Tomás (1274/1988) inicia distinguiendo tres modos del uso de padecer4: 1) “En sentido general, en cuanto que todo recibir es padecer, aunque nada se sustraiga de la cosa (…) 2) Cuando se recibe alguna cosa con pérdida de otra que no le es conveniente. Como, cuando el cuerpo de un animal es sanado, se dice padecer, porque recibe la salud siendo eliminada la enfermedad (...) 3) Cuando se recibe alguna cosa no le es conveniente con pérdida de otra si lo era. Como enfermar, cuando se dice padecer porque se recibe la enfermedad, con pérdida de la salud (…)” (p.223)

Para Santo Tomás será la tercera la que aplique con mayor propiedad a la pasión, pues en gran medida las pasiones serán vistas por Santo Tomás como defectos o vicios del ser humano. En la obra 4

de Santo Tomás (1274/1988)

La enumeración fue agregada para puntualizar.

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pasiones y afectos serán sinónimos. Tomás de Aquino -influido por los trabajos biológicos y físicos de Aristóteles, así como por San Agustín- definió la pasión como movimientos [motus] de los apetitos sensitivos (Dixon, 2003). Tomás de Aquino (1274/1988) dividirá las pasiones en concupiscibles y en irascibles. Aquellas que miran absolutamente al bien o al mal pertenecen al concupiscible (gozo, tristeza, amor, odio, aversión, deseo) y aquellas pasiones que miran al bien o al mal, en cuanto difícil de obtener o de evitar, pertenecen al irascible (audacia, temor, esperanza, ira, desesperanza). Para Santo Tomás serán once pasiones, seis en el concupiscible y cinco en el irascible. Según Dixon (2003) las pasiones concupiscibles son menos movimientos y más estados de afinidad o movimientos en potencia hacia el bien o el mal. Esta primera distinción recuerda bastante a la que se hace en la psicología hegemónica actual entre emociones y sentimientos al ser distinguidos por su intensidad.

Como mencionamos antes, para Santo Tomás de Aquino pasión, por definición, era un tipo de defecto o deficiencia. La pasión será un padecimiento del cuerpo un cambio a mal en el cuerpo. Para Santo Tomás de Aquino, las pasiones siempre involucraban algún cambio en el cuerpo, a diferencia de San Agustín que veía los cambios corporales como acompañantes innecesarios de las pasiones (Dixon, 2003). Tanto San Agustín como Santo Tomás de Aquino usaron el término motus al referirse a las pasiones como movimientos del alma. Esto es resaltado debido a que, de acuerdo a Dixon (2003), dicho término podría ser el precursor etimológico del término emoción que se usará en los siglos XVIII y XIX, aunque el sentido con el que se utilizará, así como los propósitos, serán diferentes.

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2.1.3. Los afectos en la Edad Moderna: René Descartes y Baruch Spinoza Comenta Di Giorgi (2013) que en el siglo XVII los fenómenos afectivos se vuelven fundamentales para comprender el comportamiento de los seres humanos, en especial para entender la manera como se debe ejercer control sobre sí mismos y sobre los otros. Di Giorgi (2013) pone por ejemplo los manuales educativos de la época, que insistían en que el príncipe debía contar con dominio de las pasiones, pues la comprensión y el control de los afectos eran necesarios para el buen gobierno. Con Descartes se inaugurará el pensamiento moderno en relación a los problemas afectivos: en él aparece por primera vez el término emociones, su visión de las pasiones será tan influyente que aún existe mucho de Descartes en las teorías actuales. Antes de iniciar el Tratado de las pasiones Descartes (1649/1997) en el primer artículo menciona lo siguiente:

Nada pone tan bien de manifiesto cuán defectuosas son las ciencias que recibimos de los antiguos como lo que éstos han escrito de las pasiones; pues, por más que se trate de una materia que siempre se puso gran empeño en conocer y que no parece ser de las más difíciles, ya que, sintiéndolas cada cual en sí mismo, no es menester recurrir a ninguna observación ajena para descubrir su naturaleza, lo que los antiguos han enseñado de ellas es tan poco, y tan poco creíble en general, que sólo alejándome de los caminos seguidos por ellos puedo abrigar alguna esperanza de aproximarme a la verdad. Por esta razón me veré obligado a escribir aquí como si se tratara de una materia que nadie, antes que yo, hubiera tocado […] (pp. 53-55).

Apenas empieza el Tratado de las pasiones y ya podemos percibir la influencia de Descartes sobre lo que serán las teorías hegemónicas acerca de los fenómenos afectivos. Esa renuncia a lo antes dicho, visto como algo anticuado y 45

obsoleto, y su afirmación ante la búsqueda del conocimiento al interior de uno mismo –debido a que las pasiones están dentro de uno mismo-, serán características que las teorías hegemónicas de la afectividad aún poseen. Para Gross (2006), con este primer comentario, Descartes retrata la naturaleza humana en su prototípica forma moderna: es algo alojado en el cuerpo y sujeto a la evidencia de la ciencia descriptiva. Al mismo tiempo que Descartes asegura que lo que conocemos estará mejor verificado a través de la introspección, debido a que todo el mundo ha experimentado las pasiones dentro de ellos mismos, y por lo tanto es innecesario tomar observaciones de otro lugar para descubrir su naturaleza. El Tratado de las pasiones del alma fue escrito por Descartes en 1649; en él define las pasiones como “percepciones” -para designar los pensamientos que no son acciones del alma o voluntades-, como “sentimientos” -porque son recibidas en el alma de la misma manera que los objetos de los sentidos exteriores 5-, o como “emociones del alma”6- que son causadas, sostenidas y fortificadas por algún movimiento de los espíritus. Para Descartes (1649/1997) el ser humano no se puede engañar en cuanto a las pasiones, debido a su proximidad y a que están en el interior del alma. Las pasiones en Descartes (1649/1997) están íntimamente relacionadas con el cuerpo, debido a que los espíritus que las producen se introducen a nervios y músculos produciendo movimientos y sensaciones en todo el cuerpo y sus

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Nótese aquí el uso de la palabra sentimiento, cercano al de sensación: “Añado que se refieren particularmente al alma, para distinguirlas de los otros sentimientos que se refieren, unos a los objetos exteriores, como los olores, los sonidos, los colores; otros a nuestro cuerpo, como el hambre, la sed, el dolor” (Descartes, 1649/1997, pp. 97-98). En francés, sentimiento también puede referirse a una sensación física. 6

Emoción es el concepto que más agrada a Descartes para definir a las pasiones: “pero podemos mejor aún llamarlas emociones del alma, no sólo porque este nombre puede ser dado a todos los cambios que ocurren en ella […] sino particularmente porque, de todas las clases de pensamientos que el alma puede tener, ninguna la agita y la conmueve tan fuertemente como estas pasiones” (Descartes, 1649/1997 pp.98100). A pesar de la preferencia de Descartes por el término emociones, el uso de dicho término reemplazará al de pasión hasta el siglo XVIII.

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órganos. Debido a estas afirmaciones Gross (2006) opina que la descripción psicofisiológica de las pasiones en Descartes sigue teniendo peso en las teorías psicofisiológicas actuales. Ciertamente la imagen que Descartes retrata sigue siendo familiar. A pesar de los nombres, poco ha cambiado. El modelo mecánico de Descartes ha sido trasladado a las condiciones de la modernidad actual, en las teorías psicofisiológicas actuales. Pues como afirma Gross: […] en vez de la hidráulica del espíritu animal de Descartes, podemos ahora hablar en términos de endocrinología; en vez de localizar las pasiones en la glándula pineal, las encontramos en sitios del cerebro complejos convergiendo en la amígdala. La explicación de Descartes de la percepción y la reacción nerviosa parece ampliamente acertada, así como hizo al relocalizar las emociones del corazón a la mente (Gross, 2006, p.27).

De acuerdo con Descartes (1649/1997) el principal efecto de todas las pasiones en los hombres es incitar y disponer el alma a querer las cosas para las cuales preparan sus cuerpos. Por lo que el sentimiento del miedo incita a huir, el del valor a luchar, etc. Descartes separa dos clases de pensamientos: las voluntades (o acciones), y las pasiones. Las pasiones no pueden ser excitadas directamente ni suprimidas por acción de la voluntad. Sin embargo, la alternativa que tiene la voluntad es no consentir sus efectos y contener varios de los movimientos a que el cuerpo está dispuesto. Siguiendo a Descartes (1649/1997), aquellos en quienes la voluntad puede, por impulso propio, vencer más fácilmente las pasiones y detener los movimientos del cuerpo, tienen las almas más fuertes. En el Tratado de las pasiones del alma, Descartes menciona que las almas débiles son aquellas cuya voluntad no se determina a seguir ciertos juicios, sino que se dejan siempre llevar a las pasiones, que son con frecuencia contrarias unas a otras, y por esto ponen al alma en el estado más deplorable. Por lo tanto para Descartes será importante que el ser humano “vigile y estudie sus pasiones, y así hasta las almas débiles podrían adquirir un dominio muy absoluto sobre sus pasiones sabiendo adiestrarlas y conducirlas” (Descartes, 1649/1997, pág.130). 47

Precisamente estas ideas siguen vigentes –aunque no del todo reconocidas- en aproximaciones de la psicología como el concepto de asertividad, o en la Inteligencia Emocional de Goleman (2000), las cuales han ganado una inmensa popularidad en los enfoques cognitivos y humanistas, así como en espacios de la psicología pop, como los shows televisivos de variedades o las revistas no especializadas. La idea en ambos casos es la misma, el control o manejo de los fenómenos afectivos. Pero ahora se le ha agregado a este dominio un objetivo: para fines productivos. Como menciona Gil-Juárez (1999), basta con leer el título del segundo libro de Goleman: La inteligencia emocional en la empresa. De esto se hablará con mayor profundidad en el tercer capítulo. Para Descartes existen seis pasiones primarias: la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza, de las cuales surgen todas las demás. De acuerdo con Gross (2006) Descartes identifica un alma indivisible del cerebro. Donde el alma fue alguna vez una entidad compleja irreductible a la mente o al cuerpo, ahora sus funciones serán redistribuidas dualísticamente y por lo tanto, el alma perderá valor como objeto de indagación científica. Spinoza es uno de los pensadores más influyentes en la temática afectiva, desde todos los enfoques. Vigotsky (2004), Damasio (2005), Deleuze (1996; 2004; 2008), James y Lange (de acuerdo con Vigotsky, 2004) así como la mayoría de los pensadores del Giro Afectivo (Lara & Enciso, 2013), entre tantos otros lo han reconocido como una fuerte influencia para sus trabajo de la afectividad. Será en su obra Ética, publicada en 1677 después de su muerte, donde abordará a profundidad los fenómenos afectivos. Spinoza (1677/1980) comienza la parte III de Ética comentando que la mayor parte de las teorías afectivas que le anteceden parecen tratar con cosas que están fuera de la naturaleza, que no siguen sus leyes ordinarias.

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Spinoza define los afectos como afecciones del cuerpo por los cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada la potencia de obra de ese mismo cuerpo, así como de las ideas de esas afecciones (Spinoza, 1677/1980). Para Spinoza el alma y el cuerpo son una sola y misma cosa, que se concibe bajo el atributo del pensamiento, que el orden de las acciones y pasiones del cuerpo se corresponde por naturaleza con el orden de las acciones y pasiones del alma (Spinoza, 1677/1980). Para Spinoza existirán tres afectos primitivos: la alegría, la tristeza y el deseo, de los cuales surgirán todos los demás de las combinaciones de estos (Spinoza, 1677/1980). Cabe mencionar también que al terminar de describir los afectos en su Ética, Spinoza refiere que ha descrito los afectos que tienen nombre; sin embargo, existen infinidad de afectos como combinaciones de estos, los cuales el hombre aún no ha podido nombrar (Spinoza, 1677/1980). Spinoza distingue pasión y afecto de la siguiente manera: pasión será cuando es padecida de manera pasiva, en cambio el afecto siempre conlleva una acción (Spinoza, 1677/1980). En Spinoza, los seres humanos tendrán la capacidad de ser afectados debido al encuentro que tienen los cuerpos entre sí. Dicha capacidad de afección condiciona al individuo, ya sea como sujeto pasivo o activo (Di Giorgi, 2013). Para Di Giorgi (2013) la formación del sujeto en Spinoza estará directamente ligada a la capacidad que tiene de afectar y verse afectado por los cuerpos con los que se relaciona. Spinoza considera que un sujeto libre es aquel que posee el conocimiento de las causas que han provocado las pasiones que experimenta su cuerpo y cuando es causa adecuada de sus pasiones y acciones. Por tanto, para Spinoza (1677/1980) será importante el dominio de la razón sobre la vida afectiva, como lo deja claro en el siguiente párrafo:

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Llamo «servidumbre» a la impotencia humana para moderar y reprimir sus afectos, pues el hombre sometido a los afectos no es independiente, sino que está bajo la jurisdicción de la fortuna, cuyo poder sobre él llega hasta tal punto que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para él, a hacer lo que es peor (pág. 184).

De acuerdo a la descripción que hace Spinoza (1677/1980) de los afectos, los cuales se configuran por el contexto social al que el sujeto pertenece, Di Giorgi (2013) abre la posibilidad de que en la obra de Spinoza los afectos tienen un carácter colectivo.

2.2. Análisis Genealógico de la terminología y los campos del saber afectivo del siglo XVIII al siglo XXI En los siglos XVIII Y XIX la sociedad occidental sufrió una serie de fuertes cambios en su organización, que afectarán la psique humana, así como su concepción y teorización. Estos siglos coinciden también con la emergencia de un nuevo tipo de poder. Cambios que influirán en la concepción de los fenómenos afectivos. Será justo en estos dos siglos donde nacerá la categoría de emociones, con toda una serie de características ad hoc a los procesos descritos por Foucault (2008): individualización, psicologización, búsqueda de la eficiencia en la producción, serán los efectos para los que esta nueva categoría será producida.

2.2.1. El Nacimiento de las Emociones: Brown, Bain, Spencer y Darwin David Hume será quién importe el término emoción a la lengua inglesa, usándolo de manera indistinta con otros términos afectivos en el Tratado de la

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Naturaleza Humana, en 17397. Sin embargo, en la mayor parte del siglo XVIII la filosofía moral y mental en Escocia e Inglaterra seguirán usando pasiones, afectos y apetitos como categorías básicas de la psicología afectiva. Comenta Dixon (2003) que aún en 1775 los términos pasión y afectos siguen siendo los más usados. Dicha afirmación se basa en el Diccionario de la Lengua Inglesa de Samuel Johnson, donde las definiciones de palabras como afecto, apetito, emoción, sentimiento (en el diccionario aparecen feeling y sentiment), pasión y sensibilidad, sirven como guía del uso de dichos términos en el siglo XVIII. Afecto y pasión son los que poseen una definición más extensa en dicho diccionario, así como también son los términos predominantes para describir estados afectivos como amor, miedo, placer y tristeza. En esta época se empezará a hacer un mayor uso del término sentimiento (tanto de sentiment como de feeling en inglés), como se puede constar en el influyente texto Teoría de los sentimientos morales

del padre del capitalismo

Adam Smith (1759/2004). En inglés, el término sentimiento [sentiment] tenía la connotación que sigue teniendo ahora en los países anglosajones, de ser tanto pensamiento u opinión como sensación/sentimiento [feeling] (Dixon, 2003). El pasado enunciado muestra lo difícil que es traducir al español sentiment y feeling como palabras con significados diferentes. A pesar de esto, en los textos de la psicología hegemónica, no se ahonda en esta problemática y en la mayoría de los casos son traducidos indistintamente. El trabajo de Smith será de las visiones más representativas en el discurso afectivo del siglo XVIII. Smith expone de manera integral cuestiones de la motivación y moralidad humana que hoy serían divididos para ser tratados por diferentes disciplinas como la economía, la política, la filosofía de la mente, la psicología, la ética y la teología (Dixon, 2003). Para Foucault (1999; 2012), entre los años 1750 y 1820, en los ámbitos científicos, se realizaron una serie de cambios abruptos. Cambios substanciales 7

Es muy probable que Hume lo haya importado de Francia después de su estancia en dicho país, y de haber leído el Tratado de las pasiones del alma de Descartes (Dixon, 2003).

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no solo en las teorías, conceptos y palabras sino en los objetos de los que se habla en relación a las cosas, que se nota en especial en los libros de medicina, al grado de que al leer algún texto proveniente de la década 1820-1830 se sabrá perfectamente de qué se habla; en cambio, al leer uno anterior a 1750 es posible que no se sepa a qué refiere. No creemos que Foucault se haya referido en específico al cambio que hubo en la temática afectiva, al menos no específicamente, pero sus puntualizaciones coinciden precisamente con los años descritos.

En 1819, Virey, escribió en el artículo "Pasión" del Diccionario de las ciencias médicas:

Si se quiere considerar adecuadamente la naturaleza de las pasiones, se reconocerá que nadie puede tratarlas mejor que el médico, y no el moralista o el filósofo metafísico. La razón es evidente: Las pasiones son actos de la organización o la sensibilidad física que no puede comprender con claridad quien no haga ningún examen especial de las funciones del cuerpo [...] Se entiende por lo tanto que sólo al médico o al fisiólogo corresponda la cuestión de las pasiones en su esencia y sus efectos (citado en Le Breton, 1998, pp. 163-164).

Un año más tarde será, con el trabajo del doctor en medicina Thomas Brown titulado Lecturas de la filosofía de la mente humana, publicado en 1820, que el término emociones será impuesto como el término adecuado para hablar de los fenómenos afectivos. Este curso, dictado en la Universidad de Edimburgo, fue un parteaguas en la temática afectiva: Thomas Brown será el primer filósofo de la mente en darle al término un rol central, coherente y sistemático. A pesar de eso, el pensamiento de Brown ha recibido muy poca atención por los historiadores de los fenómenos afectivos desde el siglo XIX (Dixon, 2003).

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La diferencia en el uso temprano del término emociones en Hume, con respecto del que le da Brown, radica en el sentido no cognitivo, corporal e involuntario del nuevo uso del término. Estás características llevarán a los fenómenos afectivos al campo meramente individual, desterrando a la afectividad de lo colectivo. Thomas Brown también es visto como un precursor del positivismo –corriente que impera hoy en la psicología oficial-; Leslie Stephen (citado en Dixon, 2003) lo contempla como un anticipador de Comte; inclusive John Stuart Mill lo describió como «enteramente positivista» (Dixon, 2003). El término emoción fue concebido para ser positivista. Para Dixon (2003), la epistemología positivista de Brown derivaba de su visión de la física de la materia: “creó una ontología mental en la cual el único sólido característico eran los estados o sentimientos de la mente”8 (p. 119). Será Brown quien lleve la afectividad al terreno de la fisiología, pues como menciona Dixon (2003), será en el lenguaje y la ideología de las ciencias naturales donde Brown encontró una alternativa para describir la vida mental humana. De aquí la mudanza de los fenómenos afectivos de la filosofía a la fisiología. Si bien filósofos como Hegel (1833/1995) o Schopenhauer (1819/2003) seguirán teorizando en relación a dichos procesos, no obtendrán la misma atención como quienes se ocuparán de estos desde las aproximaciones vía ciencias naturales, como Darwin o James. Esta popularidad de las teorías biológicas sobre las filosóficas seguirá vigente hasta nuestros días. Brown solía llamar a su trabajo de diferentes maneras: “fisiología de la mente”, “química de la mente”, “ciencia mental”9, “física intelectual”, e inclusive “la investigación física de la mente (Dixon, 2003).

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La traducción de esta cita de (Dixon, 2003) así como las siguientes del mismo, son del autor del presente trabajo 9 Cabe mencionar que esto sucede cerca de sesenta años antes de la inauguración del primer laboratorio científico de psicología en 1879 por Wilhelm Wundt, hecho conocido como el inicio de la psicología científica. La publicación del libro de los cursos dados en Edimburgo por Thomas Brown será en 1820, doce años antes del nacimiento de Wundt.

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Para Dixon (2003), la ciencia mental de Brown buscaba descubrir las leyes naturales del pensamiento y la emoción. Era evidente lo que buscaba Brown, y sabía lo que los cambios de conceptos podrían producir, como menciona Dixon (2003): Brown advirtió que una nueva terminología en la ciencia mental podría tener efectos poderosos en la visión de la realidad mental, pero que no debería, de cualquier manera, ser visto como la invención de nuevos poderes, facultades o sustancias, más bien como meramente una nueva manera de clasificar las modificaciones de la mente. Él continúa: “Una diferencia de palabras es, en este caso, más que una mera diferencia verbal. Aunque esto no sea la expresión de una diferencia de doctrina, muy rápidamente se convertirá en eso” (p.122).

Como sucedió en todo el ámbito científico y en especial en la medicina de aquella época, Brown no solamente rompió con las proposiciones «verdaderas» que se habían formulado hasta entonces, también rompió con las formas de hablar y de ver, inclusive con todo un conjunto de prácticas en la investigación. Justo como Foucault (1999) indica que sucedió en diversos campos y en diferentes temáticas de las ciencias humanas en esos años, no se trató de nuevos descubrimientos, sino de todo un nuevo régimen en el discurso y en el saber. Ya alrededor de 1850 la categoría de emociones había sustituido afectos y afecciones, pasiones y sentimientos [sentiments] en los vocabularios de la mayoría de las teorías psicológicas de habla inglesa (Dixon, 2003). Para ese entonces dicho neologismo tendría cinco años de haber aparecido en la academia de los países de habla española, como menciona Crespo (citado en Ovejero, 2011). Emoción llegó no sólo para quedarse, sino también para enterrar los otros términos, permitiendo sólo al término sentimiento [feeling] llegar a nuestros días. Brown también aparecerá con una nueva clasificación de los fenómenos mentales, que él llamará “Sentimientos [feelings] o Estados de la mente”, dividiéndolos en sensaciones, pensamientos y emociones. Las sensaciones

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pertenecerán a la categoría de afecciones externas, así como los pensamientos y las emociones a la categoría afecciones internas. Con la adopción de la terminología e ideas de Brown se ha dado el primer paso hacia la visión de las emociones que aún impera en nuestros días. La emergencia de esta nueva visión corresponde temporalmente a la formación de los dispositivos de disciplina descritos por Foucault (2008); por tanto, corresponde también a la formación de un nuevo tipo de poder sobre los cuerpos: no será en vano que, en esta nueva visión, se busque la génesis de las emociones precisamente en el cuerpo. Después de Brown serían tres académicos los responsables de seguir desarrollando el término de emociones y asemejarlo aún más al de nuestros días: Alexander Bain, Herbert Spencer y Charles Darwin. Teóricos que desarrollarán los aspectos fisiológicos y evolutivos de las emociones. Los tres compartirán la idea de convertir a la psicología en una ciencia empírica de la mente, inclusive llegando a hacer la sugerencia de estatuirla como una ciencia del comportamiento humano (Dixon, 2003). Aunque Charles Darwin será el más recordado, y su obra será el lugar desde donde muchos textos actuales sobre las emociones iniciarán su recorrido histórico, según Dixon (2003), Bain y Spencer tuvieron más atención en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XIX. Las hipótesis de Alexander Bain declaraban que en cualquier emoción el sentimiento será la cara interna, mientras que la acción nerviosa será la cara externa del mismo cambio (Dixon, 2003). Para Dixon (2003) será Bain quién le dará al cuerpo un papel activo, dejando de ser un simple vehículo o un instrumento de un alma activa. Bain expuso que la actividad espontanea del sistema nervioso central producirá sentimientos [feelings] mentales (pasivos) de emoción. Estas tres ideas (la afectividad como algo interno, el papel activo del cuerpo y el sentimiento como fenómeno pasivo de la emoción) están presentes en la visión neuropsicológica de las emociones en nuestros días. 55

Bain define las emociones como el nombre usado para comprender todo lo que se entiende por sentimientos [feelings], estados de sentir [states of feeling], placeres, penas, pasiones, sentimientos [sentiments], afecciones (Dixon, 2003). Spencer ahondará tanto en los aspectos fisiológicos como en los evolutivos en su aproximación en las emociones. De esta manera Spencer se encargó de eliminar del estudio de las emociones a la voluntad. Spencer negaba la acción de la voluntad en su psicología, basado en que la evolución debe permitir la acción exclusiva en la perfección de la mente humana, sin la intervención de una voluntad gobernadora. Como hace notar Dixon (2003), Spencer estaría fuertemente influido por los estudios liberales de la economía del siglo XIX. Como Spencer, la economía laissez-faire se basaba en que la evolución competitiva debía permitir un juego libre para la sociedad humana perfecta. Aquí podemos notar cómo el saber no sólo se verá influido por el sistema ideológico, sino que también servirá como fundamento para reproducirlo. Podemos ver que no solamente es un cambio en el ámbito científico; en el mismo proyecto, muchos intereses coincidirán (Foucault, 2008). Bain y Spencer coincidirán en basar su ciencia en hechos positivos acerca de la mente, su relación con el cuerpo, su historia evolutiva, su desarrollo en el individuo y su manifestación objetiva en la fisiología y el comportamiento (Dixon, 2003). Aunque lo descrito hasta ahora pudiera parecer solamente un cambio teórico/metodológico puramente académico al estudiar las emociones de manera fisiológica, no hay que olvidar que el cuerpo poseedor de tal fisiología está también directamente inmerso en un campo político, que las relaciones de poder operan sobre él, lo cercan, lo marcan, lo doman, y que dicho cerco político del cuerpo va unido, de acuerdo con unas relaciones complejas y recíprocas, a la utilización económica del cuerpo; que en buena parte está imbuido de relaciones de fuerza de producción, pero su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción (Foucault, 2008). Sin embargo pareciera que el triunfo de tal concepción de la afectividad ha servido para despolitizar no sólo al cuerpo sino a la afectividad misma. 56

Como mencioné

en párrafos anteriores,

Darwin

será

una referencia

imprescindible en los textos actuales de la psicología oficial en relación a las emociones. En la mayoría de los casos será visto como el inicio de la historia de la investigación de las emociones, después de que el término ya ha sido adoptado y ya que se ha concebido como algo interior, corporal, no cognitivo, involuntario e individual. Inclusive Darwin retomará los trabajos de emociones hasta entonces realizados por Bain y por Spencer (Bain, 1875; Le Breton, 1998). El estudio de Darwin procede de observaciones directas hechas a sus amigos, comentarios de acontecimientos de los que fue testigo y solicitudes a científicos, a psiquiatras, médicos, misioneros o viajeros, a quienes les pide que describan la expresión de las emociones propias de otras culturas tras mostrarles fotografías de rostros (Dixon,2003; Le Breton, 1998).

De acuerdo con Le Breton (1998), en 1867 Darwin envía un cuestionario a una serie de corresponsales de todo del mundo, a fin de establecer una comparación de los esquemas de expresión de la emoción en diferentes culturas.

A continuación, a manera de ejemplo, mostraremos cuatro de las preguntas que se realizaron en dicho cuestionario:

1. ¿El asombro se expresa abriendo ampliamente los ojos y la boca y alzando las cejas? 2. ¿La vergüenza hace ruborizarse, cuando el color de la piel permite reconocer ese cambio de coloración? En particular, ¿cuál es el límite inferior del rubor? 3. Un hombre indignado o desafiante ¿frunce el ceño, endereza el cuerpo y la cabeza, pone derechos los hombros y aprieta los puños? 4. Un hombre que reflexiona profundamente sobre un tema o procura resolver un problema, ¿frunce el ceño o la piel que está debajo del parpado inferior? (Darwin citado en Le Breton, 1998 pp. 170-171).

Es más que evidente que Darwin buscaba respuestas concretas, las mismas preguntas indican la respuesta que se busca. 57

La principal preocupación de Darwin en la Expresión de las emociones del hombre no será desarrollar una teoría de las emociones, sino más bien explicar cómo emociones particulares y los comportamientos que se convirtieron en sus expresiones pudieron conectarse en un inicio (Dixon, 2003). En todo caso como el mismo Bain (1875) menciona, será la teoría de la evolución empleada para explicar la expresión de las emociones.

Para hacer esto Darwin (citado en Bain, 1875; Dixon, 2003 & Le Breton, 1998) propuso tres diferentes principios: -El principio de los hábitos útiles asociados Acciones que en un inicio eran actuadas voluntariamente para un objeto definitivo, pero a través de muchas generaciones fueron actuadas habitualmente y se convirtieron en innatas y heredadas. Ahora, cuando se experimenta el mismo estado mental, involuntariamente se desarrolla la misma acción, a pesar de que quizás no sean útiles para nada. -El principio de antítesis Ciertas acciones se convierten en asociaciones habituadas con ciertos estados mentales, como fue explicado en el primer principio. El principio de antítesis dice que cuando un estado mental directamente opuesto es inducido es una fuerte tendencia

involuntaria

para

desarrollar

movimientos

de

una

naturaleza

directamente opuesta. Otra vez Darwin agregó “a pesar de que sea inútil”. -El principio de la acción directa del sistema nervioso

Para Darwin (citado en Dixon, 2003), todos los sentimientos [feelings] están acompañados por un esfuerzo difuso del sistema nervioso, y cuando la actividad nerviosa queda por encima de un cierto nivel, puede causar los movimientos espontáneos de ciertos músculos. Para Darwin, si las conexiones entre emociones

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y su expresión no fueran adaptativas, entonces la explicación del origen de esta conexión no podría ser en términos de selección natural.

Para Le Breton (1998), aI suprimir la dimensión simbólica de la manifestación de las emociones e ignorar las implicaciones sociales y culturales de ellas, Darwin ignora la singularidad de la condición humana o la de las diferentes especies animales. Con esto, Darwin prepara el terreno a lo que compete más a una botánica de las emociones, en la que cada una de estas podría describirse sin referencia al hombre (o animal) que la siente, para ponerla a continuación en un herbario o en un museo de historia natural (Le Breton, 1998).

La diferencia entre emociones y sentimientos [feelings] tratará de ser aún más marcada en Darwin, Bain y Spencer que en Brown, como menciona Dixon en From Passions to Emotions: En la reseña de 1860 que hace Spencer del texto “Emociones” de Bain, Spencer repunta en la definición de emociones hecha por Bain, demandando que por sentimiento [feeling] Bain debe incluir sensaciones, los cuales de cualquier manera deben ser distinguidos de las emociones. Bain no intentaba incluir las sensaciones puras (visuales, auditivas, táctiles etc.) bajo el encabezado de “emociones”; el primer volumen de su psicología trató con estos sentidos (junto al intelecto). El punto fue clarificado en acuerdo con Spencer más adelante en su segunda edición, cuando Bain reemplazó la definición referida con la frase: “Las emociones, comparadas con las sensaciones, son secundarias, derivadas o componiendo sentimientos [feelings]”. En la tercera edición de “Los sentidos y el intelecto”, Bain explícitamente reconoció que la crítica de Spencer fue la causa de su adopción, después de 1860, de sentimiento [feeling] en vez de emoción como el término genérico que cubre todos esos estados mentales, los cuales estaban unidos a una excitación general de los miembros del cuerpo. Sentimientos [feelings] de acuerdo con Bain, podrían ser divididos en sensaciones y emociones (Dixon, 2003, pág.156).

59

Si bien anteriormente Brown ya había marcado una diferencia entre emociones y sensaciones, la innovación que harán Darwin, Spencer y Bain será que la distinción browniana entre sensación y emoción, como la categoría de emociones misma, fue ahora llevada a la fisiología en referencia al sistema nervioso: las emociones tendrán un origen nervioso central y serán en cierto sentido “secundarias”, y las sensaciones tendrán un origen nervioso periférico y son primarias (Dixon, 2003). Con lo analizado hasta ahora dentro de este estudio genealógico podemos encontrar seis puntos que caracterizan a la conceptualización de emoción en los estudios de Brown, Spencer, Bain y Darwin, que han favorecido al poder disciplinario y que de alguna manera han funcionado como parte de un dispositivo de control: 1. Las emociones como fenómeno involuntario, surgido del evolucionismo de Darwin y de Spencer influenciado por los modelos de economía liberales de dicha época. Es posible que la concepción de emociones acarrea con ella misma características que favorecen al sistema capitalista donde nació, hemos visto cómo el mismo Adam Smith ha contribuido en dicha concepción, sobre todo en lo que refiere a sentimientos [feelings], y cómo Spencer era un asiduo lector de los teóricos economistas liberales, y la razón por la cual las emociones se teorizaron como involuntarias.

2. La naturalización de las emociones, su clasificación botánica. Una vez naturalizado el fenómeno afectivo, sólo queda acercarse a él como lo hacen las ciencias naturales, mediante su clasificación taxonómica y su jerarquización (Fernández-Cristlieb, 2000; Gil-Juárez, 1995,1999). Le Breton (1998) lo llama “clasificación botánica”. Se trata, pues, en palabras de Foucault (2008), de organizar lo múltiple, de procurarse un instrumento para recorrerlo y dominarlo; se trata de imponerle un "orden". Orden y jerarquización de los afectos que también podrá ser usada para jerarquizar y ordenar a los individuos. 60

3. La corporalización de las emociones. Las emociones se teorizarán como algo completamente corpóreo, lo que facilitará su visión como algo interno e individual, y con lo cual se renunciará a su aspecto colectivo y también político. Este giro al cuerpo coincide con lo que Foucault (2008) describe al mencionar que al convertirse el cuerpo en blanco de los nuevos mecanismos de poder, se ofrece a nuevas formas de saber. Si las emociones son corporales será más fácil someterlas. 4. Las emociones como fenómeno no cognitivo, o al menos, como independientes a la cognición. Mediante esta renuncia a la cognición se renuncia también a darle algún sentido simbólico, se renuncia a su relación con el lenguaje y a la posibilidad de pensar en una afectividad sumergida en la colectividad, con significaciones culturales (Le Breton, 1998).

5. La individualización de las emociones. Como resultado de los cuatro puntos anteriores las emociones se internalizarán, se convertirán en algo privado de cada individuo, y serán parte de los procedimientos de individualización que, como menciona Foucault (2008), fueron favorecidos por las prácticas, las ciencias y los análisis con raíz “psico”.

6. La definición de emoción y su diferenciación con otros términos. Esta problemática ha sido analizada desde el capítulo anterior pero, en el análisis genealógico que se ha realizado, ha vuelto a aparecer. Dicho análisis nos ha ayudado a dar cuenta de la manera en que los términos cambiaron a través de la época, para así ser impuestos o ignorados, e inclusive jerarquizados u ordenados, por diferentes intereses.

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2.2.2. La afectividad en el siglo XX: el imperio de las emociones La mayoría de los trabajos actuales en relación a emociones sitúan los trabajos de William James y de Carl Lange de 1884 como el inicio de la investigación científica en las emociones. Se inaugura este campo una vez que el objeto de estudio ya se encuentra bien fabricado; cuando ya existe un término –emociónque cumple con los intereses; una metodología para acercarse a él –positivismo-; y cuando ya hay toda una serie de ideas preconcebidas ligadas a tal objeto. Las emociones ya eran individuales, corporales, internas, involuntarias y no cognitivas a la llegada de la teoría James-Lange10. Pareciera como si se iniciara por James en los marcos teóricos para mostrar que las teorías recientes distan mucho de las del pasado, que ha existido una evolución en ellas y que cada vez están más cerca de la “verdad”. Quizás la razón por la que es más recordada esta teoría sea por la peculiaridad de sus postulados y por lo mucho que han sido criticados. Para James y para Lange la emoción es el sentir de los cambios corporales que se siguen de una percepción que los genera (Fernández-Christlieb, 1994a; Hernández, 2009; Pacheco, 2011). En esta teoría no existe emoción sin sensaciones corporales, la emoción empezará y terminará con sus efectos y manifestaciones (James, 1884/1985). Para James (1884/1985), si los estados corporales no siguieran a la percepción, esta última poseería una conformación totalmente cognitiva, ausente de emoción.

La teoría James-Lange no sirvió tanto para proponer una nueva teoría como para afianzar la concepción anteriormente fabricada. Las críticas que se lanzaron hacia la teoría de James iban en definitiva a dirigidas a retomar el camino previo, de esta manera aparecerá la teoría Canon-Bard en 1929, que en forma de crítica a

10

Llamada así porque fue desarrollada casi al mismo tiempo por William James y Carl Lange, sin saber de la existencia de alguien más realizando el mismo trabajo.

62

los postulados de James y de Lange (Rodríguez, 1998) propondrán una teoría que logra sintetizar los trabajos de Brown, Bain, Spencer y Darwin.

En el siglo XX la experimentación se vuelve aún más importante, se deja de lado la introspección, aunque no los objetos de estudio, ni sus conceptos. Así surge un interés creciente por la expresión de las emociones, parte externa y materializada del objeto de estudio. Darwin inició el estudio sistemático de dichas expresiones pero, gracias al desarrollo de la tecnología, se irá aún más lejos en dicho tópico. Dumas, en 1948, experimenta con sus propios pacientes, provocando en ellos, mediante un estímulo eléctrico, la sonrisa: Puede darse una explicación mecánica a la sonrisa; es la reacción más débil del rostro a cualquier excitación ligera de lo facial. No necesitamos recurrir todavía a hipótesis psicológicas, porque las leyes del equilibrio, de la dirección del movimiento en el sentido de la menor resistencia y otras análogas nos bastan (Dumas citado en Le Breton, 1998, p.174).

La expresión facial –e involuntaria- adquiere tal interés que Silvan Tomkins en 1962 declara que las emociones son, de manera principal, respuestas faciales. Tomkins propuso una teoría racional para el estudio de la cara como medio para conocer la personalidad y la emoción (Ekman & Oster, 1979). Idea que a partir de la segunda mitad de la década de los 70 sus discípulos Izard, y en especial Paul Ekman, será retomada y llevada a sus máximas consecuencias, con la cual realizarán los estudios de las emociones más influyentes del siglo XX.

Según la teoría de Ekman, cuando un estímulo se percibe, se produce una actividad, en relación a la emoción de la que se trate, que desencadena un patrón innato de activación neuronal que ordenará la expresión de una conducta motora (facial y corporal). La percepción de esta conducta motora provocará la sensación subjetiva de la emoción (Rodríguez, 1998). 63

Para

Paul Ekman, las emociones básicas estarán presentes en todos los

pueblos (Ekman & Oster, 1979). En la teoría de Ekman seguirán vigentes las ideas de Brown, Darwin, Bain y Spencer. Quedará una reminiscencia de la teoría James-Lange, al momento en que Ekman afirma que cuando de forma deliberada se logra la configuración muscular “auténtica” para una emoción, también se logran, en muchos casos, los cambios fisiológicos y la experiencia subjetiva correspondientes (Rodríguez, 1998).

Resulta sumamente curioso que en plena revolución cognitiva, la teoría no cognitiva de Ekman haya tenido tanto éxito, y que justo en ese momento se haya convertido en el estudio dominante de la emoción, siendo inclusive presentado como irrefutable.

Son diversos los experimentos de Ekman. En algunos se pone a los sujetos a observar ciertos videos que producen emociones en específico, mientras se registran sus expresiones faciales (Ekman, Liebert, Friesen, Harrison, Zlatchin, Malmstrom & Baron, 1972). En otros se pone a los sujetos de diferentes culturas a evaluar las expresiones faciales de fotos de actores simulando emociones (Ekman, 1980). Inclusive existen algunos donde interactúan dos sujetos: uno expresa y otro interpreta la expresión (Ekman & Friesen, 1986). A pesar de las diversas variaciones experimentales que ha realizado, queda el fantasma de la artificialidad del laboratorio. ¿Acaso las emociones se viven y experimentan solamente con los gestos faciales? ¿Acaso sólo es posible expresarlas de esa manera? ¿Acaso no existe una serie de diferencias culturales en los gestos, y la forma de expresar las emociones? Sin embargo, dichos experimentos han llevado a Ekman & Oster (1979) a afirmar que existen emociones universales, a las que llama básicas, y que su expresión al parecer sería una cuestión innata de la especie. Afirmación que se vuelve aún más sospechosa cuando otros investigadores han realizado sus propias investigaciones y han encontrado datos diferentes. Inclusive, Ekman & Oster (1979) no han encontrado datos que 64

representen al cien por ciento de los sujetos a quienes se aplicó. Si bien en algunos casos es una mayoría, eso no representa a toda la especie y menos si los resultados varían de una cultura a otra. Sería como afirmar que la población mundial es asiática, porque la mayoría lo es. Pareciera más una intención de normalizar las expresiones faciales y a las emociones, someterlas a un orden. Se torna aún más sospechoso cuando Ekman busca aplicar su teoría para lograr detectar mentiras y justo ahora el ejército norteamericano está usando el trabajo de Ekman, entrenando a sus tropas para poder evaluar mentiras vía expresión facial (ArmyTimes, 2011). Este sometimiento a "observación", como menciona Foucault (2008), prolonga naturalmente una justicia invadida por los métodos disciplinarios. No importa lo que diga o puede decir el sujeto. Será conveniente anular todo tipo de subjetividad. Las emociones se encarnan en la cara, los afectos no se pueden ocultar. Aunque sea en la fracción de un segundo, la cara revelará la “verdad” del sujeto. El poder disciplinario se ejerce de manera invisible, los cuerpos sometidos son los que tienen que ser vistos -sus caras, si se quiere saber sobre sus emociones, en este caso. “El hecho de ser visto sin cesar, de poder ser visto constantemente, es lo que mantiene en su sometimiento al individuo disciplinario” (Foucault, 2008, p.192). A Le Breton (1998) le sorprende la indiferencia de estos estudios hacia los hombres reales inmersos en relaciones afectivas vividas. Como cualquier fisionomía o caracterología, con la misma ausencia de rigor, se reduce a las emociones en sustancias y diagramas, disociándolas del individuo. La emoción se asocia de manera unívoca a una expresión y se percibe al hombre como intercambiable.

La pregunta en relación a los datos de laboratorio es: ¿cómo asegurar que aquella expresión emocional es auténtica, si no está inmiscuida en una auténtica situación afectiva, si ésta no implica una autentica relación con el otro? Curiosamente estos estudios han logrado convertir los resultados de laboratorio en 65

lo auténtico, y lo inmerso en lo colectivo en lo sospechoso: en sus estudios, cuando los sujetos pertenecientes a alguna cultura diferente no muestran del todo las emociones que buscaban, culpan a que las reglas culturales impiden que se expresen auténticamente. Como en el caso de los japoneses, que según Ekman, Sorensen, & Friesen (1969) disfrazan sus “auténticas expresiones” con “sonrisas corteses”, dando a entender que la cultura occidental y en especial la cultura americana es la auténtica, la vara con la que se mide la autenticidad de las otras culturas.

Inclusive no se toma en cuenta lo que la globalización y el efecto de los medios de comunicación han impuesto una cultura que se ha vuelto dominante y que ha penetrado hasta en el último milímetro al sujeto. Esto se hace evidente en investigaciones realizadas en épocas en las que los medios de comunicación carecían de incidencia sobre las poblaciones y las diferencias culturales eran más pronunciadas que hoy, en las que los resultados distaban de representar a la mayoría. Como el experimento de Langfeld realizado en 1929 (citado en Le Breton, 1998), donde pidió a una población que dedujera de una serie de fotografías los estados afectivos representados. Sólo el 32 por ciento de los juicios coincidieron con los estados afectivos intencionados. Estos resultados llevan a Le Breton (1998) a preguntarse si dichas investigaciones no miden simplemente la fuerza de penetración de los medios masivos de comunicación sobre el conjunto de la población. Con la universalización de las emociones se consigue homogenizar y normalizar la expresión de las emociones, desechando las diferencias culturales. Como ya se mencionó anteriormente al revisar a Darwin, Brown, Spencer y Bain, los autores de filiación naturalista, incluyendo a Ekman, olvidan la dimensión simbólica/relacional/colectiva y se dedican a una misma objetivación de las emociones, actuando como botánicos de la afectividad, marginando cualquier significación individual y/o social (Le Breton, 1998), pero son desmentidos por la vida cotidiana, que ofrece más bien su ambivalencia, su complejidad, mostrando 66

que el fenómeno afectivo está lleno de matices que escapan de las intenciones de dichos autores de disecar tales procesos.

En los últimos años el nombre que más fácilmente podemos encontrar en los textos de afectividad de la psicología oficial es el de Antonio Damasio. Damasio es el heredero de toda esta línea de investigación en el campo afectivo. Será en sus best sellers El error de Descartes y En busca de Spinoza donde plantee sus ideas principales. Aunque en dichos textos existen diferencias con lo propuesto anteriormente por Darwin, Bain, Spencer y Brown, son más las cosas en lo que coinciden. Y son exactamente las ya criticadas anteriormente: la visión de las emociones como no cognitivas, individuales, internas, involuntarias y corporales. La “innovadora” idea que plantea Damasio es que la razón y la emoción no son antagonistas. Esta idea ha sido aplaudida por la comunidad científica, culpando a la mayoría de los pensadores desde la antigüedad hasta nuestros días por ofrecer una idea errónea que Damasio ha revelado como falsa. Pero como menciona Dixon (2003) y este trabajo en los apartados anteriores: dicha visión de la historia de las pasiones y las emociones son, en ciertas cuestiones, míticas y erróneas. De acuerdo con Dixon (2003) fue de hecho la reciente categoría de emociones la que fue concebida en oposición a la razón, el intelecto y la voluntad. A pesar de dedicar un libro entero al “error de Descartes”, Damasio en su libro En busca de Spinoza concluye definiendo la emoción a la manera de Descartes (1649/1997): “Las emociones son acciones o movimientos, muchos de ellos públicos, visibles a otros cuando ocurren en la cara, la voz, conductas inespecíficas […] una emoción es una colección compleja de químicos y respuestas neuronales formando un patrón distintivo (Damasio citado en Gross, 2006). La neurofisiología, así como las psicologías positivistas, son el enfoque dominante actual tanto en la psicología en general como en la temática afectiva. 67

Sin embargo, la participación de la neurofisiología en la temática afectiva ha llevado a un sinnúmero de críticas. Gran parte de las críticas se centran en los esfuerzos del enfoque neurológico de intentar dar respuestas a tópicos complejos solamente desde la dimensión biológica e ignorando las demás dimensiones. Como el caso del enamoramiento, donde algunos estudios concluyen que es producto de la oxitocina y por tanto solo puede durar tres meses. En ocasiones esto lleva a concluir que debido a esto el hombre prefiere cambiar de pareja una vez que el plazo de tres meses ha vencido para, de esta manera, “repartir su semilla” cuanto más, mejor (Gil-Juárez, 1999). En ningún momento se toman el tiempo de analizar los cambios históricos, sociales y culturales por los que atraviesa la población donde se realizan los estudios, dando así una visión simplista, evolutiva y naturalista del ser humano que termina por repudiar todo lo cultural por considerarlo falso o represor, viendo así a la cultura como antinatura. Es cierto que los trabajos neuropsicológicos han desarrollado tratamientos sumamente útiles para las personas con algún daño cerebral. Las investigaciones de Damasio (2001) (2005), por ejemplo, han ayudado a infinidad de personas ha aumentar su calidad de vida. Lo criticado aquí es el intento de explicar todo el fenómeno afectivo a partir de procesos neurofisiológicos individuales. Caer en reduccionismos, ya sean naturalistas o sociales, es un vicio que se debe evitar. Aun cuando Damasio dice contemplar lo social y darle mucha importancia, inclusive piensa que sus investigaciones pueden mejorar la sociedad11- no está realizando estudios con un entendimiento adecuado de lo que implica lo social (Gross, 2006). Parece una salida fácil explicar que las emociones, tal como se experimentan en nuestros días, han sido producto de la evolución, y que han servido para la 11

Para Damasio (2005) el propósito principal de En busca de Spinoza es mostrar cómo “un entendimiento de la neurobiología de la emoción y los sentimientos es la clave para la formulación de principios y políticas capaces de reducir la angustia y acentuar la prosperidad humana”. ¿Formular principios y políticas capaces de reducir la angustia? Como menciona Gross (2006), “A pesar de la sensibilidad poética y buenas intenciones de Damasio, uno tiembla de imaginar que sociedad pueda parecerse a eso” (p. 35), pues se asemeja bastante a una sociedad de control, tal como las sociedades distópicas de Aldous Huxley o de Philip K. Dick.

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adaptación del ser humano en el ambiente con lo que llama Gross (2006) términos clichés, como regulando el proceso de vida y promoviendo la supervivencia. Pero al momento de buscar explicar por qué existen diferentes reacciones de distintas personas ante un mismo evento, Damasio (2001) –en “El error de Descartes”concluye de la misma manera que Descartes (1649/1997), mencionando que es debido a que los cerebros están configurados de manera diferente. Su fracaso es característico de científicos que hacen aproximaciones a la teoría social sin los recursos necesarios (Gross, 2006).

Lamentablemente, si se deja en manos de la evolución explicar fenómenos sociales, se naturalizan y justifican las diferencias socioeconómicas dentro y entre los pueblos; se justifican también visiones peligrosas como el nazismo o cualquier tipo de discriminación social, racial o de género (Ovejero, 2011; Gil-Juárez, 1999; Gross, 2006). Damasio reduce algo como un contrato social o político a una extensión del “mandato biológico personal” (Damasio citado en Gross, 2006). Las convenciones sociales y las instituciones que les dan fuerza –religión, justicia, y organizaciones sociopolíticas- se convierten en simples mecanismos para ejercer homeostasis a gran escala (Gross, 2006). De esta manera instituciones sociales como la UNESCO o la ONU son instituciones sociales que promueven la homeostasis a gran escala (Damasio citado en Gross, 2006 p. 36).

Una vez más podemos ver cómo los saberes dominantes en la temática afectiva están en estrecha relación con un sistema de poder dominante, a pesar de que dichos enfoques se muestren como el conocimiento objetivo, libre de cualquier pretensión política, generador de un conocimiento puro. Pues como menciona Foucault (2008): Quizás haya que renunciar también a toda una tradición que deja imaginar que no puede existir un saber sino allí donde se hallan suspendidas las relaciones de poder, y que el saber no puede desarrollarse sino al margen de sus 69

conminaciones, de sus exigencias y de sus intereses. Hay que admitir más bien que el poder produce saber (y no simplemente favoreciéndolo porque lo sirva o aplicándolo porque sea útil); que poder y saber se implican directamente el uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder […] Estas relaciones de "poder-saber" no se pueden analizar a partir de un sujeto de conocimiento que sería libre o no en relación con el sistema del poder; sino que hay que considerar, por lo contrario, que el sujeto que conoce, los objetos que conocer y las modalidades de conocimiento son otros tantos efectos de esas implicaciones fundamentales del poder-saber y de sus trasformaciones históricas. En suma, no es la actividad del sujeto de conocimiento lo que produciría un saber, útil o reacio al poder, sino que el poder-saber, los procesos y las luchas que lo atraviesan y que lo constituyen son los que determinan las formas, así como también los dominios posibles del conocimiento (pp. 34-35).

2.3 Alternativas actuales a las teorías dominantes Lo revisado anteriormente demuestra, como señala Najmanovich (1995), que en las ciencias humanas, sobre todo en la psicología y especialmente en la temática afectiva se ha vivido una autentica tiranía metodológica por parte de la epistemología empirista-positivista, metodología hegemónica/dominante que se ha autopromovido juez de la cientificidad y ha impuesto su concepción de lo científico a la categoría de lo que la ciencia es y debe ser.

De esta manera ya que hemos analizado la visión hegemónica en la temática afectiva, y hemos revisado sus defectos y problemáticas, cabe preguntarse: ¿qué alternativas existen para abordar la afectividad? y ¿qué puntos importantes deberían contener para hacer frente a las problemáticas de la visión oficial?

Las alternativas a la visión positivista -analizada en los párrafos anteriores- son, efectivamente, innumerables, y sería imposible siquiera nombrarlas, mucho más abordar cada una de ellas, así como fue imposible nombrar todas las visiones y 70

trabajos que forman parte de la visión hegemónica. Bastaría con revisar las teorías filosóficas surgidas en los siglos XVII, XVIII, XIX y XX que se desarrollaron paralelamente a las que hemos abordado. Nombres como Hobbes (1651/1989), Kant (1798/1980), Heidegger (1927/2005), o Sartre (1939/1999), tendrían que ser abordados, pues cada uno de ellos, desde sus sistemas de pensamiento, en algún momento realizó estudios en la cuestión afectiva y ha influido de alguna manera a las alternativas actuales. En psicología existen en todos los enfoques acercamientos a la vida afectiva; unos se acercan más a la visión dominante y otros se presentan mejor como una alternativa viable. Resulta imprescindible recordar que también existen trabajos que podríamos ubicar dentro de otras disciplinas como la antropología, la sociología y el psicoanálisis12 .

En base a lo problematizado y criticado en los párrafos anteriores quien escribe este trabajo ha encontrado siete puntos importantes que deberán presentar las teorías afectivas para poder mostrarse como una alternativa viable a la visión hegemónica.

1. Presentar una visión colectiva de la afectividad. En los apartados anteriores hemos visto los problemas que conlleva una visión individualista de la afectividad. Al ser estudiada desde un enfoque individual, la afectividad pierde la mayoría de sus cualidades, inclusive su sentido, conduciendo al estudio de un objeto diferente y no la afectividad como tal. Se termina estudiando las expresiones faciales, la liberación de sustancias endógenas o la activación de zonas del cerebro. Si bien todas éstas pueden estar relacionadas o ser parte de la experiencia afectiva, no son la afectividad en su totalidad.

2. Atención al aspecto simbólico de la afectividad Al ser la afectividad un fenómeno colectivo, está sumergida en un campo de significados, que no necesariamente se convierte en toda la afectividad, pero ocupa un lugar importante en el estudio de la misma. 12

Si éste quiere ser visto como una disciplina aparte y no como un enfoque de la psicología.

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3. Énfasis al análisis de los términos usados Al estudiar el aspecto simbólico se reconoce que el uso de una palabra u otra implica una serie de antecedentes, de posibilidades de comprensión, y de un campo de posibilidades de acción. Será importante no perder de vista el porqué del uso de cada término, pues incluso si se decide usar los términos de manera indiferente, esto implica un posicionamiento.

4. Estudios situados en la vida cotidiana. Gran parte de la crítica hecha en los apartados anteriores recae en la ausencia de la comprensión de la afectividad como un aspecto cotidiano. Como se menciona en capítulos anteriores, la afectividad acompaña al ser humano, al menos el tiempo que permanece en vigilia e inclusive cuando sueña. Por tanto nos parece que la afectividad deberá estudiarse como sucede en esas horas de vigilia y no dentro de la artificialidad de un laboratorio.

5. Comprensión de la afectividad como proceso multidimensional Al asumir la afectividad como proceso colectivo, nos vemos obligados entonces a estudiar el fenómeno desde las diferentes dimensiones que la colectividad implica. Nos referimos a estudiar sus dimensiones, históricas, económicas sociales y culturales. Esto será importante no perderlo de vista, pues sólo de esta manera podemos evitar caer en reduccionismos.

6. Diálogo con otras disciplinas. Al ser un fenómeno multidimensional, sería imposible abordarlo desde una sola disciplina. La que fuese. Nos parece que el fenómeno deberá ser estudiado a la par de un diálogo constante entre disciplinas, sean sociales o biológicas. También habría que aclarar que el diálogo no implica solamente integrar los estudios de diferentes disciplinas, sino también su crítica.

72

7. Análisis constante del poder y sus productos en relación con la afectividad. Cualquier teoría, estudio o afirmación científica como saber tiene implicaciones políticas. Por supuesto, la afectividad, como hemos revisado, no se libra de ello. Cada

afirmación

deberá

ser

analizada

en

relación

a

un

sistema

ideológico/político/económico.

Las teorías presentadas a continuación, de alguna manera, cuentan con la mayoría de estos puntos, que serán extendidos y comentados de manera específica en cada una.

Como hemos visto, son muchas las alternativas teóricas a la visión dominante de la temática afectiva. Aun filtrando las diversas teorías afectivas mediante los siete puntos mencionados anteriormente, quedarán fuera de este trabajo muchas visiones que cumplen con los siete puntos y podrían ser muy interesantes y viables para el estudio de la afectividad. Sin embargo, por cuestión de extensión del presente trabajo, nos enfocaremos en los que, a juicio del autor del mismo, son los que atañen más a la psicología social.

2.3.1. Construccionismo social En 1970, influido por el texto de Berger y Luckman “La construcción social de la realidad”, y a manera de respuesta contra el positivismo dominante en la psicología

social,

aparecen

los

primeros

trabajos

en

psicología

de

construccionismo social (Gergen & Gergen 2011).

El construccionismo social no debe ser considerado como una teoría, al menos no como un conjunto articulado de proposiciones sobre un aspecto de la realidad social o psicológica que es posible analizar y verificar con los métodos de investigación experimentales (Garrido & Álvaro, 2003); en este sentido podría ser pensado más como una herramienta que como una teoría (Gergen & Gergen 2011). 73

Lo propio de la psicología social construccionista en la temática afectiva ha sido el énfasis puesto en el carácter social y construido de las emociones y en su dependencia contextual (Belli, 2009; Iñiguez, 2005; Ovejero, 2011, Sánchez, 2010). De acuerdo a las teorías socio-construccionistas, la emoción es social, y producida siempre en estrecha relación con el lenguaje y la comunicación. La mente es de carácter social, es necesariamente compartida y está acompañada por la semántica. Las emociones son experiencias corporales que no pueden ser separadas de los contextos socio-culturales en los que nos encontramos (Belli, Harré, & Iñiguez 2010).

Mientras que las teorías positivistas suelen darle mayor peso al carácter universal de las emociones, y con esto proponen su esencia natural (OryuelaVargas & Pardo-Vélez, 2003), Le Breton (2012), quien trabaja bajo la perspectiva del construccionismo social, sugiere que: La emoción no es una sustancia, un estado fijo e inmutable que se encuentra de la misma manera y bajo las mismas circunstancias en la unidad de la especie humana […] Para que una emoción sea sentida, percibida y expresada por el individuo, debe pertenecer a una u otra forma del repertorio cultural del grupo al que pertenece […] Los sentimientos y las emociones no son sustancias transferibles ni de un individuo ni de un grupo a otro, no lo son, o no son sólo procesos fisiológicos en los que el cuerpo mantendría el secreto […] Son relaciones. (p.6)

El construccionismo social suele mostrarse crítico ante la forma de hacer conocimiento y con la relación saber/poder. En el caso de las emociones así ha sido con trabajos como el de Ovejero (2011), donde denuncia lo peligroso de las ideas genetistas de la psicología evolutiva.

El construccionismo social está presente y en constante diálogo con la mayoría de las ciencias sociales. En el caso de la afectividad existen acercamientos usando el construccionismo social desde la psicología social (Belli, 2009; Iñiguez, 2005; Ovejero, 2011), la antropología (Fernández, 2011;Le Breton, 1998; 2013; 74

Lutz & White,1986;), la sociología (Scribano, 2012, 2013; McCarthy, 1994) e inclusive estudios feministas (Sanchez 2010, 2013). También ha existido un acercamiento con los trabajos con tendencias naturalistas de la psicología oficial. Como menciona Saenz de Acedo, Pollan & Garrido (1997), James Averill y Paul Ekman en 1994 propusieron un trabajo en conjunto, pero limitado. Cada perspectiva estudiaría los aspectos que le competen sin negar los otros, dejando las emociones básicas y universales para los enfoques biologicistas y las emociones “sociales” para los construccionistas sociales. El problema es que de esta manera se asume que existe una separación clara entre la afectividad que está construida socialmente y la de origen “natural”.

En relación a los términos usados por los construccionistas sociales cabría decir que si bien estudios construccionistas señalan la reciente aparición del término emoción en el siglo XIX (Crespo citado en Ovejero, 2011) para señalar su carácter de construcción social, en la mayoría de los casos siguen usando dicho término que ya tiene una serie de ideas preconcebidas. A pesar del énfasis que le dan a lo simbólico, no existe una reflexión como tal en torno al uso de los términos, más que para enunciar su carácter socialmente construido.

La principal crítica que han hecho al estudio de la vida afectiva desde una perspectiva socioconstruccionista (Gil-Juarez, 1995; Fernandez-Christlieb, 2001; Enciso & Lara, 2014) ha sido el reducir la vida afectiva a mera construcción social y/o al lenguaje, y usar el fenómeno afectivo como simple pretexto para demostrar la validez de tal perspectiva.

2.3.2. El “Giro Afectivo” En la historia de ciencias humanas es común encontrar la aparición de nuevos movimientos a manera de respuestas, retornos y/o giros. Es justo a mitad de la primera década del siglo XXI donde tiene auge un nuevo movimiento en las

75

ciencias sociales, denominado por sus precursores como el “giro afectivo” (affective turn). Como menciona Stenner (2011) habrá que distinguir de dos usos que se hacen del

giro afectivo. El primero, usado en un principio por Ana Koivunum (citado en

Stenner, 2011), para referirse a un incremento de interés general de parte de investigadores sociales en temas emocionales. Dicho interés no se limita a una perspectiva teoría ni metodología en particular. En cambio para Patricia Clough (citado en Stenner, 2011) el giro afectivo es un movimiento intelectual vanguardista que rompería con la forma de hacer investigación en manera afectiva (sobre todo contra el construccionismo social) movimiento que por ello “anuncia grandes cambios y procede a sancionar la época precedente” (p. 4). Para distinguir uno de otro, hemos decidido nombrar al primero “el giro hacia el afecto” (turn to affect) y al que acabamos de mencionar “el giro afectivo” (affective turn).

Como mencionamos anteriormente el giro afectivo surge a manera de respuesta contra la visión del socio-construccionismo, que acusan de reducir a la afectividad a mera construcción social. La premisa del giro afectivo es estudiar la afectividad como fenómeno con sus propias cualidades y no supeditado a otro fenómeno. Este movimiento académico combina la teoría psicoanalítica, teoría del Actor Red, estudios feministas, geografía cultural y teorías posestructuralistas entre otras (Lara & Enciso 2013). Como puede apreciarse en el enunciado anterior, el giro afectivo no se ciñe a un sólo método, ni a una sola disciplina para no caer en reduccionismos al teorizar la afectividad (Lara & Enciso 2013). Como menciona Lara & Enciso (2013), teorizar el afecto ha representado desde un inicio el camino a la confrontación con los límites del conocimiento de las disciplinas. Así que la alternativa metódica/lúdica para el giro afectivo ha sido la transdisciplinariedad. El campo en el que se juega es la confluencia de todos los campos. De acuerdo con Enciso & Lara (2014), el giro afectivo es un giro ontológico en el que la 76

epistemología como eje vertebral de la producción del conocimiento, pasa a segundo término. De esta manera los autores que se asumen como parte del giro afectivo retoman trabajos tanto de Judith Butler, Guilles Deleuze, Baruch Spinoza entre otros, a la par de los trabajos de Silvan Tomkins, Paul Ekman y Antonio Damasio.

Aunque de inicio parezca enriquecedor que dentro del giro afectivo se tome en cuenta tantas vertientes para poder estudiar a fondo las diferentes dimensiones de la afectividad, surge el problema de concebir a la afectividad con las características criticadas en los apartados anteriores. Por ejemplo en los trabajos de Stenner & Greco (2013), quienes se asumen como parte del giro afectivo, al hacer una revisión del trabajo de Silvan Tomkins terminan conceptualizando la afectividad como algo individual, corpóreo e involuntario.

Fue tanta la crítica hacia el intereses simbólico del construccionismo social que terminaron sacando del juego al fenómeno lingüístico como dimensión de la afectividad. Como se mencionó en el capítulo anterior, pareciera que hay mucha crítica al construccionismo social y a los enfoques discursivos, pero se abraza a teorías naturalistas como si éstas fueran irrefutables y fueran las que pudieran sentar las bases para las investigaciones sociales dentro del giro afectivo. En esta misma línea no existe una investigación crítica en relación al por parte de los integrantes que se asumen como parte del giro (Stenner & Greco, 2013; Blackman & Cromby, 2007).

El giro afectivo ha traído un nuevo interés a estudiar los usos de los diferentes términos de la afectividad, en especial los términos afecto, emoción y sentimiento. Lamentablemente, algunos piensan que solamente traería problemas diferenciar entre afectos y emociones, mientras al mismo tiempo les parece correcta la diferenciación hecha por los positivistas entre sentimientos y emociones (Blackman & Cromby, 2007; Lara & Enciso, 2013).

77

El estudio de la afectividad se está enriqueciendo debido a los estudios realizados en las últimas décadas, ya sea por autores adeptos al giro afectivo o por aquellos que sin decirse miembros llegan a premisas parecidas o que fluctúan entre ambas posiciones, resaltando la importancia de cada una (construccionismo social y giro afectivo).

2.3.3. La Psicología Colectiva Una tercera alternativa que cronológicamente podríamos situar entre las investigaciones afectivas del construccionismo social y el giro afectivo, es la psicología colectiva con Pablo Fernández-Christlieb como su máximo exponente. La psicología colectiva es de acuerdo con Fernández-Christlieb (2006) una psicología de lo social o lo colectivo ubicada cronológicamente antes de la inauguración de la psicología social como disciplina a inicios del siglo XX. Para Fernández-Christlieb (2000) es importante rescatar a aquellos autores de diferentes disciplinas olvidados del siglo XIX e inicios del siglo XX que el enfoque dominante en la psicología ha relegado, pero que aún podrían aportar mucho a la investigación en psicología social. En los apartados anteriores se describió cómo la teorización afectiva se trasladó a investigaciones del corte positivista dejando de lado otras concepciones. La propuesta de voltear la mirada hacia dichos textos marginados es una de las razones por la que se ha elegido a la psicología colectiva como alternativa para investigar la afectividad. La otra razón puede situarse en el papel privilegiado que ocupa la afectividad en dicha disciplina (Gil-Juárez, 1995; Fernández-Christlieb, 2004). FernándezChristlieb (2000) menciona que la psicología colectiva es ante todo una psicología de la afectividad.

78

Pablo Fernández-Christlieb (2001) opina -al igual que los exponentes del giro afectivo- que el construccionismo social puso tanta atención a los fenómenos discursivos de la afectividad, que terminó reduciéndola al lenguaje. Sin embargo, también critica a las otras visiones de la psicología, mencionando que los afectos han sido estudiados como si fueran causas, efectos, conductas, atribuciones, palabras, funciones o representaciones pero no como afectos (Fernández-Christlieb, 2000). Para

Fernández-Christlieb

(2000),

las

emociones

son

colectivas,

son

significados, imágenes; mejor dicho, formas que no están en estrecha relación con el lenguaje, pues la afectividad sólo puede ser rodeada por el lenguaje (Fernández-Christlieb, 1994b; 2000). En la psicología colectiva los sentimientos serían todo aquello que se siente, por tanto no habría diferencia entre sentimiento y sensación. Para Fernández-Christlieb (2000) "sentir", es ser impactado por algo, es aquello que sucede demasiado cerca. A pesar de estas afirmaciones, para Fernández-Christlieb (2000), los sentimientos no estarían dentro del cuerpo, sino de la sociedad, esto debido a que los sentimientos no estarían adentro del individuo, más bien, el individuo está dentro de los sentimientos. De esta manera se disuelve también la distinción entre sujeto y objeto (Fernández-Christlieb, 2000).

En la psicología colectiva existe una crítica a la ciencia, aunque no explícitamente a las relaciones poder/saber, pues la crítica se basa más en la metodologización del saber de parte de la ciencia y en específico de la psicología “científica” (Fernández-Christlieb, 2000).

El poder es parte de la investigación afectiva en la psicología colectiva, al grado de que Fernández- Christlieb (1994b, 2000) afirma que el poder es un afecto. Lo será porque, como los demás afectos, ejerce efectos desconocidos sobre lo incontrolable; toca y revuelve lo innombrable, y no se puede decir qué es lo que hizo al ejercerse: el poder es algo que se siente y es invisible. 79

La visión del poder de Fernández-Christlieb (2000) coincidirá en dos aspectos con la visión del poder disciplinario de Foucault (2008): para ambos el poder es invisible y más que reprimir, produce. Para

Fernández-Christlieb

(2000),

no

existe

diferencia

entre

afectos,

sentimientos, emociones, pasiones y estados de ánimo. Inclusive no existirían del todo claros los límites entre un sentimiento y otro. Sin embargo suele usar más los términos sentimiento, por su estrecha relación con lo sensitivo, y afecto, por la capacidad de afectar y ser afectado. La principal crítica que haría quien escribe este trabajo a la visión de la psicología colectiva, y en especial a lo realizado por Fernández-Christlieb, es que no queda del todo claro qué papel juega el lenguaje en la afectividad: en momentos se dice que la afectividad es todo aquello que se escapa del lenguaje y capítulos más adelante, en un mismo texto, menciona que el papel de la psicología colectiva será darle forma a los afectos mediante la narración de la vida cotidiana (Fernández- Christlieb, 2000).

Una vez descritas las anteriores alternativas, se ha decidido para los objetivos de este trabajo no elegir necesariamente a una sola perspectiva -o autor-, sino hacer uso de las herramientas que éstas pueden brindar para poder abarcar los siete puntos importantes mencionados anteriormente para la realización del presente texto. Pues, como podemos ver, existen bastantes puntos donde las perspectivas coinciden, y en aquellos casos donde las perspectivas difieren de manera irreconciliable, se pondrán en discusión dichas temáticas.

80

Capítulo 3. La afectividad en la actualidad El consumismo es la gran aventura humana. Pablo Fernández-Christlieb (2000)

El pasado capítulo abordamos la evolución de los conceptos y teorías en relación a la afectividad hasta llegar a las teorías actuales. En este capítulo analizaremos cómo la afectividad se vive en la actualidad, qué influencia han tenido estos conceptos sobre la vida cotidiana de los sujetos inmersos en la sociedad actual, y qué prácticas acompañan a la afectividad en nuestros días. Si bien se busca estudiar la afectividad como fenómeno peculiar, esto no la convierte en un proceso ahistórico, inamovible, liberado de los cambios sociales y culturales, sino, por el contrario, es tanto afectado por dichos cambios, como parte del proceso de cambio en la sociedad, por lo que posee su historia y sus características en relación a la época actual y que la diferenciarían de la afectividad en otras eras y condiciones histórico-sociales. Por lo tanto, antes de abordar cómo se vive la afectividad en la actualidad tendremos que profundizar en las condiciones de la época actual y sus características.

3.1. Posmodernidad La época actual ha sido abordada desde diferentes aproximaciones, de las cuales los llamados “estudios sobre la posmodernidad” han sido un campo importante

de

reflexión,

en

donde

confluyen

diferentes

disciplinas

y

aproximaciones. El término posmoderno aparece por primera vez, de acuerdo con Pinillos (2002), en la exposición de un acuarelista ingles en 1870 titulada Postmodern Paintings, de John Watkins Chapman, donde sólo se pretendía hacer alusión a que su obra estaba más allá de lo moderno. Sin embargo no fue sino hasta 81

mediados del siglo XX que el término adquirió sentido en el ámbito artístico, cuyas expresiones daban cuenta de la crisis de la modernidad.

Como menciona Vásquez (2011), el término posmodernidad nació en el domino del arte y se introdujo en el campo filosófico por Jean-François Lyotard, con su trabajo La condición postmoderna. Emigró a la filosofía y a las ciencias sociales, siendo en la mayoría de los casos usado para señalar la crisis de la modernidad en la sociedad, en la cultura y en las áreas de producción de conocimiento. Se identifica como teóricos de la posmodernidad a autores como el ya mencionado Jean-François Lyotard -en la mayoría de ocasiones señalado como su máximo exponente-, Jean Baudrillard, Gilles Lipovetsky, Zygmunt Bauman y Gianni Vattimo. En ocasiones el término posmodernidad también puede ser identificado con autores como Bataille, Derrida e inclusive Michel Foucault (aunque él nunca estuvo de acuerdo con esta ni con cualquier etiqueta hacia él o su obra), entre otros (Corral, 2007a; Vásquez, 2011). Las raíces filosóficas de los autores de la posmodernidad son diversas, en parte la fusión de algunos planteamientos que van desde Nietzsche hasta Heidegger (Vásquez, 2011).

Para poder empezar a hablar de la posmodernidad, habría que mencionar que no es una época histórica que ha superado a la época moderna: en todo caso estaría sobre ella –por eso el prefijo pos-; más que una época histórica es una condición de la época actual, es la consecuencia de la época moderna, que llevó a configurar una serie de características en los individuos y la sociedad donde se desenvuelven. Posmodernismo significa asimismo advenimiento de una cultura extremista que lleva la lógica del modernismo hasta sus límites más extremos (Lipovetsky, 1986, Vásquez, 2011). Como menciona Lyotard (1987b), lo posmoderno forma parte de lo moderno, no es ni su superación ni su contrario, sino la exacerbación de sus características. Es la modernidad misma que en su autocumplimiento invierte sus modalidades y efectos culturales (Vásquez, 2011).

82

El posmodernismo por tanto no es el fin del modernismo sino su estado naciente (Lyotard, 1987b).

Aunque la mayoría de autores identificados dentro del análisis de la posmodernidad coinciden con lo dicho anteriormente, existe una serie de diferencias en sus maneras de describir las características de la posmodernidad, así como de referirse a ella. Dichos autores no comparten del todo su visión de la sociedad actual y esto se hace visible desde los términos y fenómenos que estudian. Es por eso que hemos decidido exponer tres visiones del análisis de la época actual, exponiendo las visiones Jean-François Lyotard, de Zygmunt Bauman y de Gilles Lipovetsky.

3.1.1. La Condición Posmoderna: Lyotard

Como fue mencionado anteriormente, el primer y máximo exponente de los estudios de la posmodernidad, y por tanto autor imprescindible, es sin lugar a dudas Jean-Francois Lytoard. Para Lyotard (1987a) el término posmodernidad designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las formas de hacer ciencia, literatura y artes a partir del siglo XIX y que se verá plasmado desde fines de los años 50, cuando el saber cambia de estatuto en el mismo momento en que las sociedades entran en la edad postindustrial (Lyotard, 1987a).

En Lyotard la posmodernidad es una edad de la cultura, la era del conocimiento y la información, los cuales se constituyen en medios de poder (Vásquez, 2011). De tal manera que se atreve a pensar que los gobiernos de las naciones se pelearán para dominar la información, como lo han hecho anteriormente para dominar territorios, disposición de materias primas y tener mano de obra barata (Lyotard, 1987a). Esto abrirá un nuevo campo para las estrategias militares, 83

políticas, industriales y comerciales. La ciencia se convierte en un campo servil del sistema capital. Las universidades y las instituciones de enseñanza superior son solicitadas para que fuercen sus competencias, y no sus ideas: proporcionan al sistema los sujetos capaces de cumplir su papel en los puestos necesitados por el mismo sistema (Lyotard, 1987a). El saber se ha comercializado, se ha vuelto una mercancía más entre tantas otras. Sin embargo el planteamiento fundamental de la obra de Lyotard en relación a la posmodernidad es la incredulidad con respecto a los metarrelatos (Lyotard, 1987a). Lyotard utiliza los términos “relato”, “grandes relatos” y “metarrelato”, refiriéndose a los discursos legitimadores a nivel ideológico, social, político y científico (Vásquez, 2011). El metarrelato es la justificación general de toda la realidad. Para Lyotard en la posmodernidad ya nadie cree en los metarrelatos, estos se han derrumbado, época de desencanto, los valores e ideales en los cuales se sostenía la modernidad ya no son vigentes, ya sólo quedan microrrelatos. Todo se ha pluralizado, es el fin de la idea de progreso y la razón se ha convertido en un relato más entre tantos otros.

Para Lyotard (citado en Vásquez, 2011), ninguna justificación puede alcanzar a cubrir toda la realidad, pues cae en alguna paradoja lógica o alguna insuficiencia en la construcción. Es debido a esto que el individuo posmoderno no cree ya en los metarrelatos (Lyotard, 1992). Ahora en vez de dirigir la totalidad de su vida conforme a un sólo relato, se guía en base a múltiples y diferentes microrrelatos. Estos diversos microrrelatos pueden provenir de metarrelatos contradictorios entre ellos; no obstante, el sujeto posmoderno no vive esta contradicción, acomodando cada uno de éstos de manera pragmática. El hombre posmoderno vive la vida como un conjunto de fragmentos independientes entre sí, pudiendo pasar de una determinada posición a otras sin ninguna contradicción interna, pues para el individuo posmoderno que no tendrá nada que ver una cosa con otra (Vásquez, 2011).

84

La caída de los metarrelatos se originan, de acuerdo con Lyotard (1987a), con el auge de técnicas y tecnologías a partir de la Segunda Guerra Mundial, así como con el despliegue del capitalismo liberal y el fin de la alternativa comunista, que ha revalorizado el disfrute individual de bienes y servicios.

Tanto Foster (2001) como Jameson (2008) concuerdan con Lyotard con la idea de que la Segunda Guerra Mundial será un parteaguas en el advenimiento de la posmodernidad. Será ésta un punto de no retorno para la cultura posmoderna. Para Jameson (2008), “después de la Segunda Guerra Mundial empezó a emerger una nueva clase de sociedad (descrita diversamente como sociedad postindustrial, capitalismo multinacional, sociedad de consumo, sociedad de los medios de comunicación, etcétera)” (p. 185), donde nuevos tipos de consumo, un ritmo cada vez más veloz en los cambios en las modas y los estilos, la influencia de la publicidad, la televisión y los demás medios de comunicación de masas, la uniformización universal, el desarrollo de las grandes redes de autopistas y la llegada de la cultura del automóvil, serán algunos de los rasgos que señalan una ruptura radical con la sociedad anterior (Jameson, 2008).

3.1.2 Modernidad líquida: Bauman Otro de los autores sobresalientes en la temática posmoderna será Zygmunt Bauman, aunque en su caso se referirá a la época actual haciendo uso de la metáfora de la liquidez: modernidad líquida.

La modernidad líquida es el retrato del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados, lo que ha llevado a la debilitación de los vínculos humanos y a una sociedad individualista (Vásquez, 2008b).

Bauman (citado en Vásquez, 2008b), explica el uso de la metáfora de lo líquido para describir la actualidad debido a que “los sólidos conservan su forma y 85

persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen” (pág. 2).

La modernidad líquida será para Bauman (citado en Vásquez, 2008a) un tiempo sin certezas, donde el hombre que alguna vez luchó por ideales como la libertad, se encuentra ahora obligado a ser libre, desconcertado, envuelto en el miedo y las angustias existenciales que costaron tal libertad.

Como podemos notar, Bauman coincidirá con Lyotard en cuanto a la incredulidad posmoderna: la modernidad líquida es gobernada por una inestabilidad asociada a la extinción de referentes a los que anclar nuestras certezas.

Para Bauman (citado en Vásquez, 2008a) tal incertidumbre se debe a las transformaciones que ha sufrido la modernidad, como el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo y la renuncia a la planificación de largo plazo. Aquél que puede liberarse fácilmente de vínculos afectivos, sin ataduras de ningún tipo, dispuesto a transformarse cuantas veces sea necesario, será quien conozca el éxito.

De acuerdo con Bauman (citado en Vásquez, 2008a), en la modernidad líquida la esfera comercial lo ha impregnado todo, las relaciones se miden en términos de costo y beneficio, existe un miedo a establecer relaciones duraderas y los lazos solidarios se han debilitado, dependiendo solamente de los beneficios que generan.

3.1.3. La Hipermodernidad: Lipovetsky Gilles Lipovetsky es para muchos el estudioso de la posmodernidad más sobrio y balanceado, el que ha dado una visión más compleja y unívoca, sin aplaudir los efectos del presente, pero tampoco sin caer en las visiones apocalípticas (Charles, 86

2006; Corral, 2007a; Tamés, 2007). Esto debido a que ha tenido el cuidado de no adelantar conclusiones y en vez de eso, tratar de analizar uno a uno los planteamientos expuestos a fin de despejar toda la complejidad subyacente y no dejar escapar las contradicciones que la componen.

Siguiendo a Lipovetsky & Charles (2006) y a Corral (2007b) podríamos dividir la obra de Lipovetsky en tres etapas: una primera etapa, denominada de “autocrítica marxista” (1965-1983), etapa que podemos señalar como formativa, en la cual, como muchos autores de la posmodernidad, tuvo un primer acercamiento con el marxismo y colaboró en la última época de la revista Sociedad o Barbarie. Seguida de ésta se encuentra la “etapa posmoderna” (1983-1991), que es inaugurada con su más famoso libro, La era del vacío. Si bien en su segunda etapa ya mostraba bastantes diferencias con sus colegas estudiosos de la posmodernidad, en su tercera etapa, conocida como “hipermoderna” (1992- hasta el presente), será donde renuncie a tal término haciendo más evidente las diferencias. De la segunda a la tercera etapa no dará un giro de 180 grados, pues muchos de los planteamientos de la etapa posmoderna seguirán vigentes en la tercera. A continuación abordaremos las razones por las cuales Lipovetsky prefirió el término hipermodernidad. Para Lipovetsky (2006) el neologismo posmoderno tuvo el mérito de señalar “un cambio de rumbo, una reorganización profunda del modo de funcionamiento social y cultural de las sociedades democráticas avanzadas” (pág. 55), haciendo notar tanto la destrucción de los fundamentos del absolutismo de la racionalidad y el desmoronamiento de las grandes ideologías de la historia -lo que Lyotard (1987a) llama “el fin de los metarrelatos”- así como el proceso de individualización y pluralización de las sociedades (Lipovetsky, 2006).

Lipovetsky admite haber recogido el concepto posmodernidad como una herramienta que permitía señalar un cambio, sin embargo su uso en Lipovetsky se

87

dio de manera muy pragmática, en absoluto teórica, y mucho menos filosófica (Lipovetsky & Charles, 2006).

El término posmodernidad era demasiado problemático debido a que daba la ilusión de mostrar una ruptura fundamental en la historia del individualismo moderno, como si dejara entender una superación de la modernidad, y no un nuevo tipo de modernidad. El término posmoderno era ambiguo, torpe, y confuso, pues no reflejaba que se trataba más bien de un cambio de perspectiva de la modernidad (Charles 2006; Lipovetsky 2006). Para Lipovetsky & Charles (2006), Lyotard definió lo posmoderno por la crisis de los fundamentos y el declive de los metarrelatos. Pero no fue apropiado en todos los sentidos, ya que las democracias se siguieron basando en un consenso muy sólido en relación con sus principios básicos. Por tanto se debía demostrar que no había únicamente escepticismo, incredulidad y pérdida de la fe, sino también nuevos sistemas de referencia y formas de vida. Por otro lado, Lipovetsky (2006) señala que en los últimos veinte años han surgido una serie de cambios que hacen que el concepto de lo “posmoderno” quede sumamente anticuado. La posmodernidad impuso la idea de que se necesitaba una sociedad más heterogénea, más optativa, menos lastrada por las expectativas del futuro. Sin embargo la época actual es la del desencanto ante la posmodernidad misma (Lipovetsky, 2006). La modernidad no ha muerto. Nos encontramos lejos de este acontecimiento. Más bien vivimos la exacerbación de ésta, reflejada en la globalización neoliberal, en la comercialización casi general de los modos de vida, en la explotación de la razón instrumental, en una individualización acelerada (Lipovetsky, 2006). Para Lipovetsky & Charles (2006) en los últimos treinta años han cambiado muchas cosas: el crecimiento de la globalización y de la sociedad de mercado, la consagración

de

los

derechos

humanos,

nuevas

pobrezas

y

nuevas

marginaciones, así como la precarización del trabajo, son muestras varias de dichos cambios. 88

Es debido a esta visión más completa y más actual que hemos decidido seguir la línea de Gilles Lipovetsky para las intenciones del siguiente trabajo; sin embargo, en la medida de lo conveniente también intentaremos rescatar planteamientos de Zygmunt Bauman y Jean-François Lyotard que puedan enriquecer la investigación y el diálogo establecido en ella.

3.1.4.

Diferencias

entre

modernidad

y

posmodernidad: ¿Aún seguimos en la modernidad? A lo largo de los párrafos anteriores se han descrito a grandes rasgos las ideas de algunos autores de la posmodernidad, y en cada uno de ellos se ha hablado de que si bien la posmodernidad (o hipermodernidad) no es una época distinta a la modernidad, sí hay una serie de aspectos que han cambiado del inicio de ésta hasta nuestro días. Por tanto, surgen dos preguntas elementales: ¿Qué es la modernidad? ¿Qué diferencias existen entre la modernidad inicial y la modernidad de nuestros días13?

De acuerdo con Habermas (2004) el término «moderno» proviene del latín modernus, y fue usado por primera vez a fines del siglo V, para distinguir el presente Cristiano, del pasado romano pagano. En diferentes momentos el término “moderno” ha expresado una época resultado de una transición desde lo viejo hacia lo nuevo. El término aparece en todos aquellos períodos en que se planteó la idea de una nueva época, modificando su relación con la anterior: “hubo quien se consideraba moderno en pleno siglo Xll o en la Francia del siglo XVll” (Habermas, 2004, pág. 54).

Sin embargo suele identificarse a la Edad Moderna como la tercera época de la humanidad iniciada al terminar la Edad Media, con la toma de Constantinopla en 1453 para algunos, o con la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492. Sin 13

Llámese modernidad líquida, hipermodernidad o posmodernidad.

89

embargo hay que recalcar que el cambio de una época a otra no se puede señalar como uno que se dio en una fecha precisa, sino que acontecieron toda una serie de cambios paulatinamente para que se estableciera dicha etapa. Por tanto, más allá de establecer una fecha precisa habrá que recalcar la serie de transformaciones económicas e ideológicas que acontecieron. En esta época nace el sistema económico capitalista, y con ello la clase burguesa. Las ciencias y la tecnología florecen durante los siguientes cinco siglos, los intereses de las disciplinas del saber y el arte pasan de Dios y la religión, al hombre y la naturaleza. En el terreno de las ideas, la razón va a presidir el nacimiento del mundo moderno y a constituir su elemento de base (Revueltas, 1990), pues nace la creencia de que la razón reinaría en el mundo y traería con ella paz, equidad y justicia (Charles, 2006).

Con el advenimiento del capitalismo se germina un cambio en las actividades de los sujetos: las sociedades pasan de ser fundamentalmente agrarias a sociedades urbanas (Revueltas, 1990). Todos estos cambios propician la idea del progreso, un progreso infinito y en todos los ámbitos, en el arte, la ciencia y la economía: el progreso de la humanidad la llevará a la felicidad y acabará con el sufrimiento (Charles, 2006).

En cambio la posmodernidad se caracterizará por el nihilismo y el escepticismo, la reivindicación de lo plural y lo particular (Vásquez, 2011). Para Vásquez (2011), en el momento posmoderno el futuro ya ha llegado, todo ha llegado ya, todo está ya ahí. Ya no hay que esperar ni la realización de una utopía ni un final apocalíptico. La fuerza explosiva ya ha irrumpido en las cosas; ya no hay nada que esperar. Después de las catástrofes de que ha sido testigo el siglo XX, la razón ha perdido su dimensión positiva y se ataca por ser en gran parte un instrumento de dominio responsable y burocrático (Charles, 2006). Tras las concepciones del progreso histórico apareció una temporalidad dominada por lo precario y lo efímero (Lipovetsky, 2006). La sociedad moderna creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, se instituyó como ruptura con las tradiciones y las 90

particularidades a favor

de lo universal, de la razón, de las revoluciones. En

contraste, en la posmodernidad desaparecen la confianza y la fe en el futuro, ya nadie cree en la revolución y el progreso (Lipovetsky, 1986). Como asegura Lyotard (1992), ni el capitalismo ni su discurso neoliberal parecen creíbles en la actualidad. A pesar de que no estamos cerca del fin de este sistema económico, ya no hay quien crea en la promesa del “todos se enriquecerán”. Cada vez hay menos personas que piensen que es rico quien se ha esforzado toda su vida y pobre el que quiere estar así.

A pesar de que esto dé la ilusión de estar presenciando una época diferente a la moderna, no es más que “la lógica del modernismo hasta sus límites más extremos” (Lipovetsky, 1986 p.105). Según Lipovetsky (1986) el tiempo posmoderno será la fase desencantada del modernismo, el desarrollo de las estructuras fabricadas en función del individuo y de sus deseos, la neutralización de los conflictos de clase, el olvido de las ideas revolucionarias, la imperante apatía (cada día más grande), y el narcisismo. La posmodernidad está lejos de estar en discontinuidad con la modernidad.

3.1.5. Características de la época actual Hasta ahora hemos esbozado a grandes rasgos las características de la época actual

(llámese

posmodernidad,

hipermodernidad,

modernidad

líquida

o

modernidad tardía), ya sea mediante la descripción de las ideas de los autores de la posmodernidad, ya mediante la comparación con la modernidad. A continuación ahondaremos de manera más profunda sobre las características de la época actual como tal.

Najmanovich (1995) señala que Crisis, Cambio y Caos son tres términos que se escuchan cada vez con mayor frecuencia. “Vivimos en una época de cambios”, “Los valores de la sociedad actual están en crisis”, “El caos se ha vuelto parte del 91

día a día actualmente”, son ejemplos de enunciados que encontramos actualmente en diferentes campos: en la política, el arte, la cultura, las ciencias, etc. Sin embargo, parece imprescindible preguntarse si lo que está en crisis son las cosas en sí mismas o la manera de apreciarlas, pues justo como menciona Charles (2006), ya Platón se inquietaba ante el deterioro de los valores y la aparición de una raza de hierro, la suya, que ya no tenía casi nada en común con la raza de oro de los tiempos míticos, poseedora de todas las virtudes. Así como resulta obsoleto pensar que siempre la etapa anterior pudo ser mejor que la que se vive, de igual manera resulta ingenuo celebrar las transformaciones que han llegado a la época en la que nos desenvolvemos en el día a día. Entre 1880 y 195014 se van instalando las condiciones que luego explicarán la aparición de la posmodernidad, que van desde el aumento de la producción industrial y la propagación de los productos gracias a los progresos en relación al transporte y las comunicaciones, gracias a los cuales los trabajadores se incorporan a grandes empresas, hasta la aparición de los grandes métodos comerciales que caracterizan el capitalismo moderno (Charles, 2006), etapa conocida como la “edad de oro del capitalismo” (Illouz, 2007).

Será la década de los 60 del siglo pasado, para Jameson (2008), en muchos aspectos el período transicional clave, debido a que en este periodo el nuevo orden internacional ocupará su lugar. Es también en esta década donde Lipovetsky (1986) localizará el inicio de la exacerbación de la modernidad, que ha llegado a la condición de nuestros días.

La condición posmoderna se caracteriza por el extremo individualismo narcisista, el hedonismo, la diversidad, el consumismo, la masificación de la información y la apatía (Lipovetsky, 1986).

14

Años que fueron abordados en el segundo capítulo.

92

De acuerdo con Lyotard, (1987b) Lipovetsky (1986) y Vásquez (2011a; 2011b), el sujeto posmoderno vive la vida como un conjunto de fragmentos independientes entre sí, pasando de unas posiciones a otras, ajeno a algún sentimiento de contradicción, donde todo tipo de ideologías y comportamientos conviven sin ningún conflicto, no sólo en la sociedad sino en el individuo. En relación a la posmodernidad Lipovetsky (1986) señala: […] mezcla los últimos valores modernos, realza el pasado y la tradición, revaloriza lo local y la vida simple, disuelve la preeminencia de la centralidad, disemina los criterios de lo verdadero y del arte, legitima la afirmación de la identidad personal conforme a los valores de una sociedad personalizada en la que lo importante es ser uno mismo, en la que por lo tanto cualquiera tiene derecho a la ciudadanía y al reconocimiento social, en la que ya nada debe imponerse de un modo imperativo y duradero, en la que todas las opciones, todos los niveles pueden

cohabitar

sin

contradicción

ni

postergación.

La

cultura

posmoderna es descentrada y heteróclita, materialista y psi, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea, espectacular y creativa (p. 11).

3.1.5.1 Momento de indiferencia y apatía

Aunque más de uno podría celebrar tal pluralidad y eclecticismo, esto no consiste del todo en la aceptación de las diferencias; como menciona FernándezChristlieb (2000) y Lipovetsky (1986), se trata más bien de la expansión del proceso de indiferencia que hace todo equivalente, donde todos los gustos y comportamientos cohabitan sin excluirse, todo puede escogerse a placer, como en tienda de autoservicio.

Esta apatía no debe ser vista como un defecto de socialización sino como una nueva forma de socialización flexible, necesaria para el funcionamiento del 93

sistema capital. El hombre indiferente no se engancha con nada, no tiene certezas absolutas, nada le puede sorprender, y lo que opina siempre será susceptible a cualquier modificación: siempre cabe la posibilidad de retractarse y reelaborar lo que se dice y se piensa, esto en gran parte debido a la inmensa y excesiva cantidad de información que recibe el sujeto en el día a día. Como mencionan Lipovetsky (1986) y Gil-Juárez (1995), tal indiferencia no será sinónimo de pasividad: el sujeto podrá ser indiferente todo lo que quiera, más no pasivo.

El individuo apático, despolitizado y trivial, será el individuo ideal. Aquél que no se toma nada demasiado en serio, que fluye ante las dificultades de la vida, sin invertir demasiada energía en ellas (Lipovetsky, 1986). Sujeto que se libra de la responsabilidad de las problemáticas sociales argumentando que no puede hacer nada más que lo que le compete individualmente, “si cada quién hace lo que le corresponde, las cosas mejorarían”. Frase que solamente sirve para exhibir su apatía, su indiferencia.

3.1.5.2 Ética y moral hipermoderna

Sin embargo, por más polifacética que parezca, no hay que adelantarnos a asegurar que la posmodernidad acarrea una carencia de valores en el sentido moral. Si bien es cierto que la preocupación ética no se vive ya, como en años anteriores, en base al deber y el sacrificio, existe una moral posmoderna basada en la autonomía. Ésta debe pensarse bajo la forma de una moral indolora, optativa, y que funciona movida por emociones más que por obligación o por miedo al castigo (Charles, 2006). Mientras que el esfuerzo está pasado de moda y todo lo que supone disciplina se ha desvalorizado en beneficio al deseo y su realización inmediata, una nueva ética permisiva, hedonista, pluralista, de la autonomía, individual y psicologizada se ha establecido en la sociedad posmoderna (Lipovetsky, 1986; Vásquez, 2011).

94

La mercadotecnia, así como las ciencias psi han colaborado e influido fuertemente en la elaboración de nuevos modos de vida, acordes al sistema de producción. Modos de vida guiados por valores donde el individuo es el eje central. Las ciencias psi han formado un individuo que tendrá que liberarse de toda represión y de máscaras, ambas impuestas por una sociedad antinatural que le impide ser él mismo, ser su “yo natural”, por lo que valores como la autenticidad y la autonomía son favorecidos. Esto también influye a que la visión de las emociones como algo natural, individual y espontáneo sea favorecido sobre aquellas otras visiones de carácter más social.

A través de las diferentes épocas históricas se han desarrollado varios tratados filosóficos en relación a la ética, donde la afectividad ha ocupado un lugar importante. La moral contemporánea girará también en relación a los afectos, pero obviamente con su visión de las emociones, y favoreciendo aquellas en particular que favorezcan los valores anteriormente mencionados. En todo caso las emociones de cada uno, al ser auténticas e individuales, no podrán ser cuestionadas y deberán ser respetadas (Gil- Juárez, 2004; Illouz, 2006). “Cada cabeza es un mundo” será una de las frases representativas de la época actual, que refleja los valores de autonomía e individualismo, pero sobre todo de pluralidad. Más que cada quién tenga derecho a pensar lo que quiere, cada quién tendrá derecho a sentir lo que quiera.

3.1.5.3 Individualización: el proceso de personalización

Aparte del eclecticismo, y en estrecha relación con éste, no hay un planteamiento

más

característico

de

esta

época

que

el

proceso

de

individualización que se vive en la hipermodernidad. Ante el desencanto en relación a los grandes proyectos colectivos, la posmodernidad ha encontrado una nueva ilusión, relacionada a la individualización de la vida, al culto narcisista y a la felicidad privada (Lipovetsky, 2006).

95

El individualismo ha tocado ámbitos inimaginables: el deporte, la ciencia e inclusive la religión, que vive un resurgimiento del interés por ella pero ahora en plural, ahora ya no se es católico romano apostólico, sino que ahora se va a la iglesia los domingos, mientras que el lunes se lee el horóscopo griego y chino, se practica yoga para estar bien física y espiritualmente, así como se recitan proverbios budistas en la oficina al lado de un jardín zen. Cada quien tendrá sus diversas formas de acercarse al menú de opciones espiritual, reflejo de las diversas opciones que se tiene en el autoservicio que el sujeto posmoderno llama vida diaria (Lipovetsky, 1986).

Para Lipovetsky (1986; 2006; 2007) la hipermodernidad presenta un modo de socialización y de individualización inédito. En los últimos años del siglo XX se ha generado una segunda revolución individualista, a la cual también llama “proceso de personalización” (Lipovetsky, 1986; Tamés, 2007). El proceso de personalización ha permitido la autentificación de todos los modos de vida, el éxito de la identidad personal, el derecho de “ser uno mismo”, el apetito de personalidad hasta su término narcisista (Lipovetsky, 1986). La era posmoderna asume por tanto una política de la diferencia en la que los individuos asumen su propio rol a partir de identificarse como distintos a otros y otras (López Montiel, 2007).

3.1.5.4 Tiempo, velocidad y eficacia

La relación con el tiempo también se ha transformado y se ha vuelto caótica. Tras la desilusión con la idea del progreso se ha perdido también la fe en un futuro mejor que el presente. Por otro lado, la suerte del pasado ha cambiado en relación al inicio de los tiempos modernos, donde habría que romper con el pasado, deshacerse de él. Ahora el pasado es reintegrado, reciclado en la dinámica hipermoderna con fines emocionales, económicos e identitarios al servicio de la producción, la 96

individualidad y el consumo (Charles, 2006; Lipovetsky, 2006). A pesar de la idea de que el sujeto solamente vive en el momento presente, para Lipovetsky (2006) la hipermodernidad no estará conformada por un presente absoluto, sino por un presente paradójico, un presente que no deja de desenterrar y “redescubrir” el pasado. Otro fenómeno en relación con el tiempo presente en la sociedad hipermoderna es la experiencia del tiempo como una preocupación fundamental. En los sujetos hipermodernos existe la sensación de ser esclavos del tiempo, debido quizás a la creciente organización individual de la vida. Cada vez es más común la exigencia de más resultados a corto plazo, de hacer más en el menor tiempo posible: la constante competencia ha llevado al reinado de la urgencia, de la acción inmediata sobre la reflexión15 (Lipovetsky, 2006). Esto quizás sea lo que ha llevado a pensar el estrés como la enfermedad del siglo XIX. En los tiempos hipermodernos, el tiempo es caótico y paradójico. Por un lado se vive con prisa el presente, y por otro, se reintegra y rescata el pasado. En base a lo escrito en los anteriores apartados y subtemas podremos enlistar las siguientes características de la sociedad posmoderna:  Individualista, privada y narcisista.  Apática e indiferente.  Hedonista.  En constante urgencia y en reintegración del pasado.  Incrédula ante los valores modernos.  Regida por una ética de la autonomía y una moral sentimental.  Ecléctica y pluralista.

Estas características configurarán la forma de concebir y vivir la afectividad en la sociedad actual

15

Esto habrá que tenerlo presente más adelante al analizar las afectividades y en especial las emociones como experiencia rápida y de acción inmediata.

97

, por tanto será importante tenerlos en cuenta para el siguiente apartado donde ahondaremos sobre los procesos afectivos en la época actual.

3.2 Afectividad individual: ¿Afectividad Narcisista? Como se ha venido diciendo desde párrafos anteriores, el individualismo ha caracterizado a la época actual: la “segunda revolución individualista”, o también llamada el “proceso de personalización”, es un elemento clave para entender el fenómeno afectivo actual. Como menciona Lipovetsky (1986; 2006), el hipercapitalismo aparece acompañado de un hiperindividualismo acentuado, legislador de sí mismo, un individuo informado y responsabilizado, despachador de sí mismo, unas veces prudente y calculador, otras desordenado, desequilibrado y caótico. Segunda revolución individualista, pues llega con una nueva fase del individualismo: el narcisismo inaugura un nuevo momento de la relación del individuo consigo mismo y con su cuerpo, con los demás, con el mundo y con el tiempo. El Yo es venerado, convirtiéndose “en el gran objeto de culto de la posmodernidad” (Lipovetsky, 1986 pág. 169). En esto han contribuido fuertemente las ciencias y terapias psi, al generar en su saber un humano individual regido por sí mismo y para él mismo, cuyos fenómenos de estudio e intervención, como la afectividad, ha individualizado. Así, en el orden psicoterapéutico, que hasta el momento no habíamos tocado, se encarga de “fortalecer el yo” o “dejar salir el yo auténtico” (Illouz, 2007), generando una figura inédita de Narciso. No por nada la psicología ha ganado terreno en una inmensa diversidad de campos. Las múltiples áreas de la psicología lo han dejado ver. Es evidente que ante la segunda revolución individualista se buscan soluciones particulares, individuales, psicológicas.

Esto ha propiciado la desaparición de obligaciones sociales, en contraste con la aparición de comportamientos individuales responsables (vigilancia del peso, 98

información sobre la salud, gimnasia). Al sujeto hipermoderno sólo le queda la búsqueda del ego y del propio interés, el éxtasis de la liberación “personal”, la obsesión por el cuerpo (Charles, 2006; Lipovetsky, 1986). La posmodernidad se muestra como un momento lleno de “consignas” cosméticas: mantenerse siempre joven, se valoriza el cuerpo y se ponen de moda variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas (Vásquez, 2011). El sujeto busca demostrar ser dueño de sí mismo a través de su cuerpo, transformándolo a como dé lugar: mediante ejercicio, anabólicos y suplementos deportivos para todo tipo de metas, tatuajes que en cualquier momento borra con láser, perforaciones, expansiones, cirugías estéticas. Incluso se veneran los actores famosos que logran bajar y subir de peso a su antojo para poder interpretar cualquier papel.

Es en esta misma dinámica individualista en la que la afectividad ha caído presa, de manera que el cuerpo ata las emociones a su individuo, convirtiendo a éstas en un fenómeno asocial (Gil-Juárez,1999). Como vimos en el pasado capitulo, las emociones se han vuelto individuales y corporales. Las emociones, al ser corporales, corren con la misma suerte que el cuerpo: deberán ser gestionadas, elegidas y consumidas a placer del individuo que las controla, y nunca deberá ser presa de ellas. Para Najmanovich (1995) la búsqueda inalcanzable de un conocimiento objetivo eliminó la subjetividad del sujeto como algo digno de ser tenido en cuenta por la ciencia o por la sociedad. Las emociones, los sentimientos y las pasiones tenían entonces que ser dominadas de la misma manera que la naturaleza.

Es cierto que en otras épocas se ha buscado también el control o dominio de los fenómenos afectivos, como vimos en el capítulo anterior al revisar las ideas de los tratados de las pasiones anteriores al concepto emoción. Inclusive los fenómenos afectivos y su control han formado parte de sus concepciones éticas (Platón, 1992; Aristóteles, 1985; Spinoza, 1980). O como lo ilustra Pierre Hadot (2006) al hablar del estoicismo, que a su vez influyó sobre el neoplatonismo a 99

finales de la antigüedad, donde la perfección espiritual se consigue a través de la “ausencia total de pasiones” (pp. 71), la apatheia, que habría que distinguir de la apatía actual, la cual no es un ejercicio espiritual sino una condición resultado de la dinámica hipermoderna. La diferencia entre estas ideas de control de las pasiones o afectos y las ideas actuales de gestión y control de emociones radica en sus fines de producción y consumo (que abordaremos más adelante) y en la jerarquización de ciertos afectos por encima de otros.

La hipermodernidad favorecerá y permitirá la experiencia de algunos afectos, mientras que renegará de otros. Por ejemplo, Lipovetsky (2007) menciona que la alegría y la felicidad son sentimientos que el sujeto hipermoderno no solamente busca, sino que debe expresar a como dé lugar, mientras que la envidia es un afecto que parece extinguirse. Otro afecto no muy popular serán los celos; como menciona Fernández-Christlieb (2000), sentimiento que casi nadie admite sentir, al grado de ser patologizados, o vistos como “muestra de inseguridad” o de un “yo débil”.

El nuevo mandato será ser feliz y alegrarse con la felicidad del otro. De esta manera, ya no habrá conflictos entre clases (al menos eso es lo que parece buscarse). Los provenientes de clases trabajadoras ya no desearán las vidas de las clases más acomodadas, pues esto implicaría cargar con el vergonzoso estigma de la envidia (Lipovetsky, 2007). En los tiempos del hiperindividualismo todos tendrán no solo el derecho, sino la obligación de ser felices y mostrarse como tales sin importar la clase social. No queremos decir que los conflictos entre clases hayan verdaderamente desaparecido, al contrario, siguen completamente presentes. Sin embargo, con la idea del “cada quién su felicidad –o sus emociones-”, se busca hacer al individuo como el único responsable de su situación económica, social y afectiva.

Como menciona (Gil-Juárez, 1999) los individuos de las democracias necesitan poder elegir, poder exponerse a las emociones deseadas, poder ir en busca de 100

ellas y poder sacarles el máximo provecho (por eso conceptos como la “inteligencia emocional” y la “asertividad”). El sujeto de la posmodernidad siempre busca sentir más, de manera inmediata y de manera activa. Las emociones propuestas por Gil- Juárez (1999) como dispositivo de control social requieren de la libertad individual y de la posibilidad de elegir y hacer el destino propio. La concepción de la afectividad no solamente ha sido influida por el individualismo para la conceptualización del término emociones, sino que la concepción de las emociones también ha favorecido la perpetuación y expansión del individualismo en las sociedades actuales. Por otra parte, los intentos de ver las emociones como producto cultural aparentemente también han caído en la paradoja hipermoderna. En vez de resaltar su carácter situado, construido y social, se ha perpetuado el pluralismo posmoderno, señalando lo diferentes que son los unos de los otros, lo incomprensibles e inexplicables que son los sentimientos y emociones (Gil-Juárez, 1999), así como la variedad de opciones afectivas que hay para elección del sujeto posmoderno.

La afectividad sigue la dinámica paradójica de la hipermodernidad. Por un lado hay que expresar las emociones, evadir su represión; por otro, habrá que hacerlo desde lo privado y en los lugares y dispositivos destinados a eso. La posmodernidad impone formas de vivir la afectividad, promueve la búsqueda de emociones, pero también exige cómo se deben vivir: en la mayoría de los casos a través del consumo y/o en búsqueda de su aprovechamiento para la producción.

Es por eso que se ha favorecido una visión de la afectividad y una terminología asociada a ella: las emociones, al ser individuales, corporales y fugaces, embonan perfecto con el sistema capitalista y las características de la sociedad hipermoderna. En el segundo capítulo analizamos cómo el saber de las emociones se configuró para favorecer una teoría de las emociones acorde al sistema capital. Sin embargo la psicología “científica” no ha sido la única que ha influido sobre la visión de las emociones presente en la sociedad actual: la 101

psicología clínica también ha contribuido fuertemente. Como menciona Illouz (2007), el psicoanálisis, el humanismo y diferentes psicoterapias han creado un estilo emocional que ha impregnado la cultura occidental del siglo XX. En muchas ocasiones las corrientes terapéuticas ofrecen una serie de técnicas para tomar conciencia de las propias emociones y necesidades, así como también convierte a las emociones en objetos que “deben ser observados y controlados” (Illouz, 2007 pag. 84). Dicho estilo emocional también hace que las emociones se presenten como verdades incuestionables. Para que los sentimientos sean validados y reconocidos sólo se necesita que alguien los sienta. Ser empático o “reconocer al otro” significa no cuestionar ni debatir los fundamentos de sus sentimientos. Decir Siento que... “no sólo implica que se tiene derecho a sentir de esa manera, sino también que eso nos da derecho a ser aceptados y reconocidos tan sólo en virtud de sentir de determinada manera” (Illouz, 2007, pag 90). Para Gil-Juárez (1999), cuanto más se han debilitado las grandes narraciones de la modernidad, más se ha establecido y fortalecido un discurso sobre la afectividad que esconde su carácter discursivo y social para enterrarlas en el lado más primitivo, más animal, “más auténtico” y menos cuestionable, del carácter humano.

La visión de las pasiones no corre con la misma suerte que las emociones, pues las pasiones implican una pasividad del sujeto, una falta de control sobre sí mismo. Es justo por esto que al mismo tiempo que se promueve la experiencia de nuevas emociones, el individuo se siente con menos capacidad de sentir (Lipovetsky, 1986). Si el sujeto hipermoderno es apático es debido a su incapacidad de apasionarse, de entregarse a la afección.

El desapego emocional es una aspiración cada vez más frecuente entre los individuos debido a los riesgos de inestabilidad que sufren las relaciones personales. Todo lo que presente una connotación de inferioridad, de deformidad, de pasividad, de dependencia debe desaparecer en la última fase de las sociedades individualistas (Lipovetsky, 1986). Tener relaciones sin un compromiso 102

profundo, no experimentar vulnerabilidad, desarrollar la propia independencia afectiva, vivir solo, son las ambiciones del ser humano en la modernidad tardía.

Por más paradójico que esto parezca, a pesar de esto, el sujeto producto del proceso de personalización se pregunta: “¿Por qué no puedo yo amar y vibrar?”. En todas partes se encuentran la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí; de ahí la huida hacia adelante en las “experiencias” que no hace más que traducir esa búsqueda de una “experiencia” emocional fuerte (Lipovetsky, 1986).

La afectividad en la hipermodernidad, ¿es una afectividad narcisista? Existen razones para pensarlo: el sujeto no quiere sentir aquellos sentimientos que pongan en riesgo su (auto)imagen, aquellas emociones que lo dejen mal parado (no necesariamente con los otros, sino con él mismo), aquellos que lo hacen sentir débil, que le producen dolor, dependencia. Sin embargo aquellos otros que lo hacen sentir poderoso, independiente, los encuentra placenteros, y los busca a como dé lugar, y a cualquier precio, fomentándolos, gestionándolos o consumiéndolos. Quizás a esto se deba la razón por la cual la depresión ha invadido la sociedad. A pesar de que se quiere culpar a las cuestiones psicológicas de cada uno o a las dificultades de la vida actual, parece más bien producto del olvido de lo colectivo a favor del nacimiento del individuo narcisista en busca de sí mismo, obsesionado solamente por sí mismo y, con esto, propenso a desfallecer o hundirse en cualquier momento, ante una adversidad que afronta desde su –elegida- soledad (Lipovetsky, 1986). Más que preocuparnos por la incapacidad de sentir debido a la sobreestimulación, habrá que preocuparse por la fragilización del sujeto (Lipovetsky, 2006), cada vez más propenso a malestares psíquicos. Para Lipovetsky (1986) existe miedo a las pasiones descontroladas y una huida ante el sentimiento. El narcisismo se definirá no tanto por la explosión libre de las emociones como por el encierro sobre sí mismo. El sujeto debe sentir, pero desde 103

la discreción y privacidad de su cuerpo individual. Nada de excesos, de desbordamientos, ni de perder los estribos. La afectividad es buena si el individuo en la cual habita la controla, moderadamente, no se vaya a convertir en una pasión, y que entonces ésta lo controle. Pues como menciona Gil- Juárez (1999), si la pasión controla al individuo es señal de que no es del todo autónomo e independiente, sinónimo de fracaso, tanto en su vida laboral como en la personal. Esto es lo que ha llevado a Illouz (2007) a proponer la idea de “competencia emocional”, como la capacidad de desplegar un estilo emocional adecuado, impulsado por las psicologías dominantes. La competencia emocional es vista como beneficio social, como progreso profesional o capital social. Para Gil-Juárez (1999) e Illouz (2007) esto ha permitido que se puedan establecer jerarquías entre los seres humanos, dependiendo de sus capacidades de controlar y gestionar sus emociones.

Ante esto, ¿cabe descartar por ello un ejercicio de cuidado de la vida afectiva que tienda a hacer algo con sus afectos, pasiones, emociones, sentimientos? No lo creemos. Descartar dicho cuidado caería en la dinámica hipermoderna de la liberación de toda “represión” del individuo. Dinámica según la cual se debe buscar la experimentación y expresión de todos cuantos afectos acontecen en el individuo, por el simple hecho de sentirlos. Dinámica del “todo vale” por provenir del interior de aquél; por tanto, no se puede cuestionar la autenticidad del sentimiento, se debe tolerar y respetar. Esta dinámica embona perfectamente con los valores de individualismo y pluralismo representativos de la sociedad hipermoderna. De igual manera, resulta inimaginable la convivencia social entre sujetos sin un cuidado de los afectos de los integrantes de dicha colectividad. Habrá por tanto que pensar en alternativas que permitan al sujeto un ejercicio de cuidado de sus afectos. Apuesta que se podría pensar desde el campo de la ética, más allá de los trabajos normalizadores de algunas psicologías o de la psiquiatría. Dicha propuesta tendría que analizar cada fenómeno afectivo, apostar por aquellos que estratégicamente rompan con la dinámica individualista y que apuesten por afectos y prácticas a favor de lo colectivo. 104

3. 3. Consumo y afectividad: El consumo de emociones o emoción por el consumo Un análisis de la afectividad en la actualidad no solamente no estaría completo sin un apartado en relación al fenómeno consumista y el uso de la afectividad para lograr los objetivos de éste, sino que ignoraría el fenómeno fundamental para entender la relación con los afectos en la modernidad tardía. El consumo ha invadido nuestra vida en el día a día, no solamente al comprar productos, sino también cuando se ve la televisión o se escucha la radio, cuando se ven los anuncios gigantes que invaden la carretera y la ciudad, entre tantas otras actividades que hacen que el consumo esté presente en la vida diaria y en casi todo momento.

3.3.1 Las tres etapas del consumo El consumismo es la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios considerados no esenciales que sostienen al sistema político y económico presente. Para entender el fenómeno consumista será importante hacer un breve recorrido histórico que nos situé en el contexto actual. El consumismo históricamente, y de acuerdo con Lipovetsky (2007), podemos dividirlo en 3 fases: La primera fase aparece cuando las técnicas de producción industrial mejoraron en 1880. Cambios como la producción en serie, la aparición de los grandes mercados nacionales, y el desarrollo de las vías de comunicación, con la llegada del ferrocarril y el telégrafo. Estos cambios “condujeron a un aumento de la productividad con menor coste: ellas abrieron el camino de la producción de masas” (Lipovetsky, 2007, pág. 23). Sin embargo el capitalismo de consumo no nació solamente por las técnicas industriales capaces de producir mercancía en serie. Fue también la “construcción cultural y social que requirió la «educación» de los consumidores y el espíritu 105

visionario de los empresarios creativos, la «mano visible de los directivos»” (Lipovetsky, 2007, pág.24).

En esta primera fase aparecerán las primeras marcas comerciales, marcas que aún en nuestros días siguen vigentes. Antes de 1880, los productos eran anónimos y se vendían a granel. Solamente en la primera década de esta fase en 1880 nacen marcas como Coca-Cola, American Tobacco (compañía tabacalera de cigarros como Benson & Hedges, Lucky Strike y Pall Mall), Procter & Gamble, Kodak, Heinz, Quaker Oats y Campbell Soup (Lipovetsky, 2007).

Con la llegada de las marcas aparecerán también las primeras grandes campañas publicitarias. Las empresas empezarán a dedicar un elevado presupuesto a la publicidad. Por ejemplo, la compañía Coca-Cola invierte en 1892 11,000 dólares en publicidad; 9 años después la inversión crecerá casi 10 veces al destinar 100,000 en 1901, después en 1912 a 1.2 millones, y a 3.8 millones en 1929 (Lipovetsky, 2007). La fase 1 transformó al cliente tradicional en consumidor moderno, un consumidor de marcas al que habrá que seducir, sobre todo mediante publicidad. En esta fase el consumidor se guiaba por la calidad o ventajas que decía ofrecer determinada marca.

Fue también en la década de 1880 cuando se construyen los primeros grandes almacenes. Los grandes almacenes ya no sólo venderán mercancías, se encargarán también de estimular la necesidad de consumir. Los grandes almacenes fueron, a la par de la publicidad, los principales instrumentos de la promoción del consumo como forma de vida y emblema de la felicidad moderna (Lipovetsky, 2007).

Sin embargo, en este momento que finalizaría al terminar la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los intentos de llevar los productos a toda la población, éstos solamente eran disfrutados por la clase burguesa, aquella que contaba con los recursos suficientes (Charles, 2006; Lipovetsky, 2007). 106

Será hasta la segunda fase del consumo, que nace poco antes de 1950, el momento en el que la producción y el consumo de masas dejarán de estar reservados para la clase privilegiada (Charles, 2006). La fase dos perfeccionó el proceso de consumo poniendo a disposición de todos o de casi todos los productos emblemáticos de la sociedad de la abundancia: el automóvil, la televisión y los electrodomésticos (Lipovetsky, 2007).

La fase dos trajo consigo mayor poder adquisitivo, lo que permitió la esperanza de la mejora del nivel de vida con la popularización del crédito. Con esto las masas accederán a una demanda material más psicologizada e individualizada, a un modo de vida que anteriormente estaba asociada solamente a las minorías privilegiadas (Lipovetsky, 2007).

Para esta fase las técnicas de producción han avanzado aún más gracias a la automatización y a las cadenas de montajes, con las que se empiezan a fabricar productos en cantidades enormes, y con esto bajando los precios cada vez más. Con la fase 2 llegará una formidable revolución comercial (Lipovetsky, 2007).

En la fase 2, lo que el producto vende ya no es la calidad ni sus ventajas, sino un estilo de vida. La publicidad empieza a centrarse en grupos específicos, dependiendo del producto. Es en esta época precisamente cuando la categoría “adolescente” empieza a tomar fuerza y empiezan a surgir productos cuyo objetivo era tal población. Según Lipovetsky (2007), el consumo en la fase II se definirá como un campo de símbolos de distinción, donde los sujetos no quieren tanto disfrutar de un valor de uso como ostentar una posición, calificarse y ser superiores en una jerarquía de signos en competencia. En el curso de esta fase aparece la sociedad de consumo de masas “como proyecto de sociedad y fin supremo de las sociedades occidentales” (Lipovetsky, 2007, pág. 30).

Los cambios de la fase 2 los describe Lipovetsky (2007) de la siguiente manera: 107

En la sociedad de consumo habrá mucho más que la elevación rápida del nivel de vida medio: el clima de estimulación de los deseos, la euforia publicitaria, la imagen exuberante de las vacaciones, la sexualización de los signos y los cuerpos. Es un tipo de sociedad en el que la seducción reemplaza a la coerción, el hedonismo al deber, el gasto al ahorro, el humor a la solemnidad, la liberación a la represión, el presente a las promesas del futuro. La fase II se anuncia como «sociedad del deseo», ya que toda la cotidianidad está impregnada del imaginario de la felicidad consumista, de sueños playeros, de ludismo erótico, de modas ostensiblemente juveniles. (pág 31)

La fase 2 actúa a la par y en estrecha relación con la segunda revolución individualista, según la designa el mismo Lipovetsky (1986) y mencionada en apartados anteriores, caracterizada por el hedonismo, la privatización de la vida y la autonomización del sujeto frente a las instituciones colectivas. Pues el culto al bienestar comenzará a promover un modelo de consumo individualista (Lipovetsky, 2007). En muchas ocasiones la fase 2 suele ser la que está más relacionada a la concepción que se tiene hoy en día del consumismo.

A principios de los años noventa, cambios significativos llevaron a pensar en una crisis las sociedades de consumo: pérdida del apetito del consumidor, desinterés por las marcas, más atención a los precios, reducción de compras impulsivas (Lipovetsky, 2007), síntomas del advenimiento de una nueva fase. La fase tres buscará combatir, en pro del consumo, dicha sintomatología.

La tercera fase es la que nos envuelve en la actualidad (Charles, 2006): ya no es la calidad del producto característica de la fase 1 ni el estatus social o el estilo de vida que nos ofrecía la fase 2 lo que nos impulsa al consumo, ahora consumimos más por las experiencias individuales que nos ofrece la publicidad de los productos, las emociones que nos produce el tenerlo, la experiencia afectiva. Hemos entrado a la fase de hiperconsumo (Charles, 2006; Lipovetsky, 2007). 108

En el hiperconsumo, las motivaciones privadas prevalecen sobre las intenciones de distinción. Es menos frecuente esperar que las cosas categoricen positivamente al consumidor delante de otros y más bien que permitan al comprador ser más independiente, vivir experiencias y sensaciones nuevas, mejorar la calidad de vida, conservar la juventud y la salud. Se consume para uno mismo más que para un otro. Como podemos notar todo esto concuerda con las exigencias y características de la sociedad hipermoderna.

Consumimos emociones de diferentes formas, desde las más evidentes como los parques de diversiones o los medios audiovisuales, como aquellos que quizás no sean tan evidentes pero que su publicidad permite reconocerlo; basta con prender la tele y escuchar atentamente los comerciales: ¿qué nos ofrecen la mayoría de ellos? ¿Qué tiene que ver el consumir una bebida saborizada con la felicidad o manejar un auto con vivir emociones nuevas?

3.3.2.

Consumo

como

emoción

y

consumir

emociones Una vez hecho el breve recorrido histórico, y situados en la tercera fase del consumo, profundizaremos en la dinámica de consumo emocional presente en la actualidad. El consumo se acomoda perfectamente con los valores de la sociedad hipermoderna, se identifica con la sobremultiplicación de elecciones, sumergiendo al individuo pluralista en un mundo que ofrece cada vez más opciones y combinaciones a la medida y que permite elegir libremente (Lipovetsky, 1986). El consumo también es un mecanismo de individualización, pues como menciona Lipovetsky (1986) “la era del consumo se manifiesta y continúa manifestándose como un agente de personalización, es decir, de responsabilización de los individuos, obligándoles a escoger y cambiar los elementos de su modo de vida” (pág.109). El consumo como causa de la segunda revolución individualista obliga 109

al individuo a hacerse cargo de sí mismo, a ser autónomo: “Lo que impulsa la espiral consumista ya no es tanto el deseo de representación social como el deseo de gobernarse a uno mismo, de ampliar la capacidad organizadora del individuo” (Lipovetsky, 2007, pág. 47).

Es muy importante prestar atención a tal fenómeno debido a que el consumo de masas y los valores que transmite (la cultura hedonista y psicologizada) son para Charles (2006), en gran parte, los principales responsables del paso de la modernidad a la posmodernidad. No bastando con esto, el hiperconsumo ha sellado la caída de las grandes estructuras tradicionales de sentido (Charles, 2006). Ante la clara dificultad de producir identidad de parte de las tradiciones, la política y la religión, por ejemplo, en los sujetos de la hipermodernidad, el consumo adquiere una nueva y creciente función enriquecedora de sentido.

Al contrario de lo que en muchas ocasiones se piensa, el reino del dinero no ha sepultado a la afectividad: la ha legitimado. Lejos de estar desprovista de emociones, la esfera económica ha quedado saturada de sentimientos. La sociedad de consumo ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha impuesto una nueva jerarquía de objetivos y una nueva forma de relacionarse con las cosas, con el tiempo, con uno mismo y con el otro (Charles, 2006; Illouz, 2007; Lipovetsky, 2007).

A tal grado que Illouz (2007) ha llamado a tal fenómeno capitalismo emocional, definiéndolo como una cultura en la que las prácticas y los discursos emocionales y económicos se configuran mutuamente, produciendo un amplio movimiento en el que los afectos se tornan esenciales en el comportamiento económico y la vida emocional sigue la dinámica del intercambio y las relaciones económicas. La emoción del consumo forma consumidores, al mismo tiempo que construye al resto del mundo en objeto de consumo (Gil-Juárez, 2004). Los consumidores son también objeto de consumo de otros consumidores.

110

Después de la época del bienestar material, el dinero y la seguridad física (que anteriormente llamamos fase 2), las prioridades de la época son la calidad de vida, la expresión personal, la espiritualidad y las preocupaciones en relación al sentido de la vida (Lipovetsky, 2007). El vivir mejor es hoy una pasión de masas, pretexto que se ha convertido en eslogan de diversas campañas publicitarias, que promocionan desde bebidas saborizadas y electrodomésticos hasta campañas políticas y gobiernos16.

La nueva mercadotecnia, a diferencia de la mercadotecnia tradicional que utilizaba argumentos racionales y la dimensión funcional de los productos, se ha concentrado en lo sensorial y lo afectivo de lleno, con todas sus implicaciones. Las prácticas empresariales buscan intervenir en las conductas de las personas a través de la gestión de las emociones (Pincheira, 2013). La mercadotecnia sensorial o experiencial promete de manera exagerada aventuras sensitivas y emocionales, al mismo tiempo que busca que el consumidor establezca una relación afectiva con la marca: “hay que llegar a mitificar y hacer amar a la marca” (Lipovetsky, 2007, pág 89). Debido a esto han surgido toda una serie de investigaciones mercadotécnicas en relación a lo sensible y lo emocional. En España, por ejemplo, la Coca-Cola ha creado el Instituto Coca-Cola de la Felicidad. Los objetivos del Instituto Coca-Cola de la Felicidad son la investigación y la difusión de conocimientos sobre la felicidad, ello con el fin de contribuir a mejorar la calidad de vida de los españoles. Investigaciones realizadas -desde luego- por psicólogos (Pincheira, 2013).

¿Qué tan legítimas son las intenciones de Coca- Cola? No lo sabemos, pero lo que sí podemos asegurar es que la marca Coca-Cola está interesada en ser relacionada con la felicidad, pues se muestra evidente en sus comerciales y anuncios.

16

“Vivir Mejor” fue el eslogan del gobierno federal mexicano encabezado por Felipe Calderón en el sexenio 2006 - 2012

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«Mazda3 sedán nueva generación. La obra maestra del emocionismo», «Destapa la felicidad Coca-Cola» y «Brillante sabroz. Pierde el miedo a cocinar arroz» son frases distintivas de anuncios ante los que permanecemos expuestos durante todo el día y de diferentes formas a lo largo del mismo, y son también un claro ejemplo de mercadotecnia sensorial: es evidente el objetivo afectivo en los tres ejemplos.

La mirada hacia lo colectivo ha empeorado: en una época donde el individuo es venerado, lo colectivo se ha vuelto aquello que reprime al sujeto de ser autentico, libre, autónomo. De acuerdo con esta visión, las emociones se han reprimido a causa de una sociedad hipócrita que no las permite. Para liberarse de tal represión se ha puesto al alcance del comprador toda una serie de emociones envasadas en forma de diversos productos listos para el consumo. La psicología oficial ha ayudado mucho con esta idea: al creer el sujeto que la emoción surge de su interior, la emoción legitima los deseos de consumo (Gil-Juárez, 2004). Nadie quiere y “no es bueno” ir en contra de su propia “naturaleza”.

La afectivización del consumo de la fase 3 ha llegado a tales extremos que la emoción no solamente es la gratificación que se obtiene al consumir, sino que al mismo tiempo es el acto de consumo y el objeto de consumo: el consumo es la emoción de emociones (Gil-Juárez, 1999; 2004), o mejor dicho, “el consumismo es la gran aventura humana” (Fernández-Christlieb, 2000 pág. 12).

3.3.2.1 Infantilización del consumidor, generalización de la edad

Desde hace algún tiempo se ha venido difundiendo la idea según la cual el consumo está borrando las diferencias de las edades para el posicionamiento de productos sin importar la etapa de la vida que se está viviendo, mientras que en la fase 2 los productos se lanzaban a un grupo de edad determinado.

112

Ya Lévi-Strauss (citado en Lipovetsky, 2007) empezaba a notar que el consumo moderno estaba convirtiendo a los norteamericanos en niños. Para Lipovetsky (2007) dicha hipótesis se confirma día a día, pero no sólo en los norteamericanos, sino en toda la sociedad hipermoderna. Los juegos de video, los comics17, y sus convenciones, los juguetes y los parques de atracciones parecen mostrar esto. El hiperconsumidor no adquiere sólo productos de alta tecnología para comunicarse en tiempo real, compra también productos afectivos que lo hacen viajar a su infancia, un ejemplo más del reciclaje posmoderno del pasado. Mientras que a los niños, y en especial las niñas, se les ofrece a más temprana edad productos que antes solo se veían en adultos, como los celulares, los dispositivos de reproducción de música y video, las computadoras portátiles y tablets o el maquillaje. Incluso la ropa de niños se ha adaptado a las modas adultas, como si hubiera un adulto pequeño en cada niño.

Ni siquiera los adultos mayores, nacidos antes de la posmodernidad, se escapan de esta dinámica. Los adultos mayores se muestran ansiosos de distracciones, de evasión, de mayor bienestar, del placer de viajar y de los cuidados cosméticos. El hiperconsumo en las personas de edad avanzada funciona como una especie de terapia ocupacional para enfrentar los sentimientos de inutilidad, la angustia de la soledad y del tiempo. Mientras que la sociedad, el mercado y hasta la psicología se han dado a la tarea de reconocer esta etapa de la vida, los adultos mayores encuentran mediante el consumo una manera de sentirse jóvenes: “experimentar emociones nuevas de todas clases, reducir los estigmas de la edad” (Lipovetsky, 2007, pág. 116).

La sociedad de hiperconsumo promueve un mismo modelo consumistaemocional-individualista para todas las edades (Lipovetsky, 2007). No hay mayoría de edad para iniciar al consumo, ni límite.

17

Existen videojuegos y comics hechos específicamente para adultos, por lo que para muchos esto no contribuiría necesariamente a la infantilización del consumidor. Sin embargo no hay que olvidar que ambos fueron durante mucho tiempo exclusivos para la población infantil. Por otro lado, el consumidor no se limita a leer comics o jugar videojuegos exclusivos para el público maduro, sino que su interés es indiscriminado.

113

3.3.2.2 Tecnología y Afectividad: La afectividad en la era de la información

Si hay algo innegable en relación a la época actual es el uso indiscriminado y creciente de tecnología informática: las pantallas han ocupado un amplio lugar en la vida del sujeto posmoderno. Ordenadores portátiles, tablets, celulares inteligentes, dispositivos de reproducción de música, internet wi-fi y satelital que permite estar “conectado” todo el día, etc. La realidad virtual ha llegado y vivimos en ella. Mientras que en la Edad Moderna el sujeto vivía obsesionado por la producción y la revolución, la edad posmoderna lo está por la información y la expresión (Lipovetsky, 1986). La nueva relación con los dispositivos de navegación en red ha generado angustia en sus detractores, quienes apocalípticamente lo ven como una mal, una forma más de banalización de la realidad, los afectos y las relaciones personales. También hay puntos de vista más optimistas, de parte de sus defensores y de la publicidad, a quienes les parece que ahora las relaciones personales se facilitan al poder conectarse a pesar de la distancia, que se puede conocer a gente del otro lado del mundo, que se pueden hacer infinidad de cosas desde la comodidad y seguridad del hogar.

Para Illouz (2007), la tecnología en el sistema capitalista cumple la función de comprimir el tiempo para aumentar la eficiencia económica, al mismo tiempo que el capitalismo tiende a borrar los límites y a negarles a las personas espacio y tiempo privados. Debido a esto, la tecnología y la mercancía dominan el espacio y el tiempo.

La rapidez es un elemento que acompaña necesariamente a las nuevas tecnologías, en poco tiempo el producto más innovador se vuelve obsoleto y es reemplazado por otro. Esta rapidez sería imposible si no consumiéramos a esa velocidad: a esa misma velocidad buscamos emociones, y a esa misma velocidad se esfuman. El hambre de consumo nunca se sacia, y menos si aparece un nuevo antojo tecnológico a cada minuto. El consumo de tecnología es un consumo emocional (Belli, & Gil-Juarez, 2011; Lipovetsky 2007). 114

Es tanta la información en la actualidad que el sujeto ha tenido que adaptarse a la rapidez con la que ésta fluye, hecho que ha afectado a toda la experiencia humana, incluidos los procesos afectivos. Para Lipovetsky (1986) “la plétora de informaciones que nos abruman y la rapidez con la que los acontecimientos massmediatizados se suceden, impidiendo cualquier emoción duradera” (p. 52).

Las relaciones románticas están también dentro de la tecnología: las relaciones se exhiben en las redes sociales, las parejas se tienen en números frecuentes, se envían infinidad de mensajes de texto y emoticones para expresar sus sentimientos. De la misma manera el sujeto se vive en la problemática de saber cómo manejar un volumen y una velocidad mucho mayores de intercambio y consumo romántico (Illouz, 2007).

Existen diferentes visiones en relación al efecto de las tecnologías de la información y la experiencia de los afectos. Mientras que para FernándezChristlieb (2000) “los objetos cibernéticos son virtuales, nunca realizados, así los sentimientos y percepciones que los aprehenden y que los encarnan son igualmente afectos virtuales, insensibles y sin forma (…)” (p.132), para Belli (2011) las redes sociales también pueden permitir entrar a una dimensión más íntima del sujeto en la cual puede expresar sus emociones desde su perfil o cuenta, de manera completamente individual, sin estar dirigido necesariamente a alguien. También puede establecer relaciones o llevar a otro nivel las que ya tiene: el sujeto llora, ríe, se enoja, se entusiasma delante de una pantalla de ordenador. ¿Son menos intensos esos sentimientos o menos reales? No lo creo. Sin embargo tampoco creo que todo lo que sube y expresa el sujeto en las redes sociales sea necesariamente auténtico. Algo que podemos apreciar con claridad en el caso de las llamadas “fotos de perfil”. En muchos casos en la imagen de la foto de perfil se busca mostrar la mejor apariencia del sujeto, se toma la foto desde el mejor ángulo, se llena de filtros y efectos que en ocasiones parecen mostrar a otra 115

persona

completamente

diferente,

más

blanca,

más

voluptuosa,

sin

imperfecciones. A pesar de no ser una comunicación cara a cara, cuerpo a cuerpo, la dictadura de la belleza se hace presente. Una belleza que se comercializa con “likes” y comentarios que producen sin duda afectos cuando son muchos y también cuando son pocos o inexistentes. Ante esto, el sujeto se hiperconcientiza de su aspecto físico, el cuerpo se vuelve la principal fuente de valor económico y social, compitiendo entre cuerpos (Illouz, 2007) por tener más “me gusta”.

A pesar de todo no podemos asegurar que la realidad virtual reemplazará al contacto frente a frente, a las calles, a los lugares de esparcimiento. Aún no estamos en aquellos futuros distópicos donde todo se hace conectado a lo virtual como en Matrix o en Surrogates. Como afirma Lipovetsky (2007), ni siquiera las relaciones personales fuera de la red corren peligro, al contrario, se complementan, pues los individuos siguen manteniendo relaciones en espacios físicos o tratan de ampliar sus encuentros reales. Lo mismo sucede con el efecto normalizador de los medios: su influencia en la vida cotidiana, sigue siendo limitada (Charles, 2006), la dictadura de la belleza existe, pero aún hay formas donde el individuo puede olvidarla, refugiarse de ella e inclusive confrontarla. Sin embargo hay algo que no podemos negar: “lo que la tecnología moviliza y cataliza hoy no es tanto la novedad de unos aparatos sino nuevos modos de percepción y de lenguaje, nuevas sensibilidades y escrituras” (Martín-Barbero, 2002, p.2).

3.3.2.3 Los gobiernos afectivos: El Estado de la Felicidad

No sólo a las empresas les interesa posicionar productos a través de la promesa de emociones y el establecimiento de relaciones afectivas en sus productos. No es sólo eso lo que se consume en estos días. En párrafos anteriores mencionamos que el mercado y el consumo han invadido casi todo en la sociedad hipermoderna, a tal grado que el Estado es parte de tal dinámica y sus estrategias también buscan tanto la generación de emociones como establecer la 116

relación afectiva. La promesa en este caso es, en especial, relacionada a la felicidad y el bienestar. La preocupación por la felicidad es, hoy en día, una cuestión de Estado.

Desde la época moderna se ha venido gestando dicha preocupación. Como señala Pincheira (2013), la promesa de felicidad se ve plasmada tanto en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, como en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 en Francia. Será Jeremy Bentham, creador del utilitarismo –y desde luego, del famoso panóptico- quién influya fuertemente en las visiones actuales del Estado como proveedor de felicidad. Para Bentham (citado en Pincheira, 2013) “El fin último de la política debería ser el promover la mayor felicidad para el mayor número de personas”. Por tanto cualquier acción gubernamental que favorezca la felicidad de la comunidad, más de lo que disminuya la felicidad de algún sector de la misma, quedará justificada en su intervención. (Artese, 2013; Pincheira, 2013).

Sin embargo se han editado nuevas reglas del juego con la hipermodernidad y la tercera fase del consumismo, donde la felicidad está ampliamente relacionada a valores individualistas y por supuesto, al consumo.

Ahora es el nivel relatado de felicidad de las personas el criterio más pertinente al momento de dirigir la política pública. Organismos internacionales, como la ONU y la OCDE, han empezado a implementar mediciones globales de bienestar y felicidad. Para la Organización de las Naciones Unidas (citado en Pincheira, 2013) “la búsqueda de la felicidad es una meta y una aspiración humana universal”; por tanto se ha invitado a los estados miembros de la ONU a realizar mediciones respecto a la felicidad en sus respectivas poblaciones. No es casualidad que en esta época aparezcan acercamientos como la “Psicología Positiva”, cuyo objeto de estudio es precisamente la felicidad. Siendo problema de Estado, es muy probable que pronto se entreguen recursos tanto en las universidades como en las instituciones de ciencia del país para investigaciones en relación a la felicidad. En 117

diversos países los gobiernos han comenzado a medir el bienestar subjetivo de los ciudadanos (Pincheira, 2013). Aquí hace eco una vez más la idea de campo emocional de Illouz (2007), la cual es descrita como “una esfera de la vida social en la que el Estado, la academia, distintos segmentos de las industrias culturales, grupos de profesionales acreditados por el Estado y la universidad, el gran mercado de medicamentos y la cultura popular, coincidieron para crear un campo de acción y discurso con sus propias reglas, objetos y límites” (pág. 138).

Por supuesto, la elección de candidatos a puestos de representación popular se ha visto afectada por la dinámica del consumo y lo afectivo. Gran parte de las campañas en las últimas décadas se han encargado de esto, basta con recordar cómo, en México, Vicente Fox en el 2000 ganó muchos votos porque hacía reír o “les caía bien” a los electores, o la campaña de miedo, en este mismo país, contra Andrés Manuel López Obrador en el 2006 por parte de Felipe Calderón, así como la “república amorosa” del mismo candidato, López Obrador, en el 2012. La fiebre del confort y el bienestar ha logrado sustituir a las pasiones nacionalistas y las diversiones a la revolución. (Lipovetsky, 2007)

3.3.2.4 Vacíos emocionales: ¿Causa o consecuencia del consumo? La felicidad hipermoderna Como podemos apreciar por los apartados anteriores, “la sociedad del hiperconsumo se despliega en nombre de la felicidad” (Lipovetsky, 2007 pág. 322). La felicidad no es un ideal nuevo, creado en la posmodernidad; lo que sí es nuevo es haber asociado la felicidad con el confort, con hacer la vida más “fácil” mediante bienes materiales. La felicidad ya no se piensa a futuro, como un ideal a alcanzar, sino como presente que se vive a diario. Es justo eso lo que prometen los comerciales de productos de televisión: la felicidad aquí y ahora. De acuerdo con Lipovetsky (2007), vivimos en una sociedad en la que más del 90% de los individuos se declaran felices (pág. 193). De esta manera, la felicidad se ha 118

transformado en obligación que crea vergüenza, malestar o preocupación entre quienes no se sienten felices y entre quienes se relacionan con ellos. Basta con decir que uno no se siente feliz para que se receten libros y grupos de autoayuda, visitas al psicólogo, fármacos o hasta se diagnostique algún trastorno mental. La felicidad es para Lipovetsky (2007) “el valor fundamental, el gran ideal que la civilización consumista celebra sin descanso” (pág. 333). Se consume para ser feliz. Sin embargo cuanto más se consume, más se quiere consumir; no hay forma de saciar el hambre de consumo. De esta manera la búsqueda de la felicidad nunca acaba, pues su fin sería el fin de la propia felicidad. Como menciona Bauman (2009) en relación a la búsqueda de la felicidad a través del consumo: “somos felices mientras no perdamos la esperanza de llegar a ser felices; estamos asegurados contra la infelicidad siempre que podamos mantener esta esperanza” (Pág. 16). De alguna manera, la felicidad ha reemplazado el mito del elixir de la eterna juventud y el de la piedra filosofal de la época medieval (Alberoni, 1996).

Sin embargo, la sociedad de hiperconsumo se encuentra abarrotada de insatisfacciones, las cuales crecen más deprisa que la felicidad. Sociedad en la que al mismo tiempo que más del 90% de los individuos se declaran felices, las depresiones y las tentativas de suicidio, la angustia y el consumo de drogas crecen de manera exponencial (Lipovetsky, 2007). La felicidad se torna inaccesible, inalcanzable haciendo parecer que la búsqueda de la felicidad fuera un engaño (Bauman, 2009). Se consume más y sin embargo siguen en aumento las insatisfacciones individuales (Lipovetsky, 2007). Para Fernández-Christlieb (2000) y Lipovetsky (2007) hay una sensación de vacío, de vida en vano, de vaciedad, de malestar y de angustia. Vacío que se intenta llenar con el consumo y que sin embargo termina sin llenarse. Ya desde la fase 2 “se advertía que la elevación del nivel de vida, en vez de traer alegría y entusiasmo, generaba más bien tristeza e insatisfacción en la inmensa mayoría” (Lipovetsky, 2007, pág.150).

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Lo que se está planteando aquí no es nada nuevo, ni desconocido, es al contrario algo muy sonado y conocido: el consumo no es la felicidad. Sin embargo el sujeto hipermoderno actúa como si lo ignorara, y el consumo sigue creciendo. El sujeto posmoderno busca alternativas para modificar a como dé lugar sus estados de ánimo con sustancias químicas, que presentan una solución rápida y sin esfuerzo -sin análisis ni trabajo subjetivo- a su malestar. Sustancias químicas como el alcohol, los antidepresivos y ansiolíticos, o drogas ilegales. Como menciona Lipovetsky (2007): El uso actual de las drogas no depende sólo de motivaciones hedonistas, es también una especie de "automedicación" destinada a escapar de la dificultad de ser uno mismo, de integrarse y comunicarse. En el origen del crecimiento disparado de las drogas se encuentran fuerzas de desestructuración social y psíquica, el incremento de la vulnerabilidad emocional, la proliferación de sufrimientos íntimos generados por la individualización extrema de los modos de vida. Con ellas se expresa menos la alegría dionisíaca y desbordante que la sensación de soledad, las relaciones problemáticas con uno mismo y con los demás. Incapaz de soportarse, Narciso se coloca para olvidarse de sí mismo, de los vínculos, del bienestar grupal (Lipovetsky, 2007, pág. 241).

O como menciona Martín-Baró (1972), “[…] mientras la sociedad sea un generador de frustración y de escapismo, el alcohol, la marihuana o cualquier otra droga serán necesarias. Y eso es lo grave. Lo trágicamente grave" (pág. 241).

3.3.3 El compromiso social del psicólogo ante las problemáticas actuales

A pesar de que la descripción a lo largo del capítulo ha establecido un clima que se puede pensar como pesimista, no todo está perdido. Si bien en la sociedad del hiperconsumo lo no económico como la familia, la religión o la ética, está 120

fuertemente influido por el consumo, no significa esto el fin de los valores no comerciales, de los sentimientos y el altruismo: nuestra humanidad afectiva, sentimental y empática, no está amenazada (Lipovetsky & Charles, 2006). La relación con uno mismo y con los demás no se reduce a las prácticas de consumo. Como sugiere Lipovetsky (2007), “por todas partes vemos el florecimiento de una generosidad circunstancial, emocional e indolora. Todavía sensible a la desgracia de los demás, todavía deseoso de sentirse útil al prójimo, el corazón del individuo hiperconsumidor no ha dejado de latir: aunque tiene otro ritmo” (p. 138).

Aunque tampoco se trata de cruzar los brazos, al fin que no todo está perdido. Menos siendo psicólogo y después de haber leído y escrito cuanto ha hecho la psicología oficial para apoyar un sistema como el nuestro. Es necesario pensar la afectividad más allá de lo individual. Al ser humano y a la afectividad como fenómenos colectivos y políticos. Hay que ver y criticar las concepciones de las emociones que favorezcan o ayuden a la explotación de unos contra otros, así como renunciar a aquellas concepciones afectivas que no tomen en cuenta lo social: por mucho que lo queramos, no somos solamente seres individuales, estamos inmersos en una sociedad. Es la existencia de otro lo que nos permite sentir, pensar y actuar. No podemos permitir que el consumo se apodere y domine todos los campos de la humanidad.

Para Lipovetsky (2007), habrá que inventar y/o perfeccionar alternativas que “permitan el desarrollo de gustos y pasiones distintos del consumo” (p. 351). Habrá que “demonizar menos la epidemia consumista y buscar más los medios de orientar a las personas hacia metas más diversas” (p. 351). De la misma manera Najmanovich (1995) opina que es imprescindible reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta este punto de la historia y que es momento de atrevernos a pensar y generar nuevos rumbos.

121

La influencia de la sociedad sobre los sujetos es inmensa, habrá entonces que construir tal sociedad de manera diferente, con valores más allá del consumo y lo individual. A pesar de la fuerte crítica a la época actual, tampoco se trata de regresar a alguna etapa anterior o a los valores anteriores. Se trata de pensar en un nuevo presente, aunque eso implique renunciar a cierto confort, a ciertas comodidades como sujeto o como profesional de la psicología. La crítica a la psicología hace esto, produce incomodidad, en ocasiones conflictos, muchas veces hacer quedar mal parada a la psicología misma y con esto el trabajo del psicólogo ante la sociedad. Esto es necesario, solamente así la disciplina puede crecer, enriquecerse. Si no ve sus errores, ¿de qué otra manera podría corregirlos? El ser psicólogo es una profesión en la que no se puede gozar de una posición cómoda. Ni tiene por qué serlo en una sociedad llena de injusticias y violencia. Una sociedad en un sistema que funciona mal, donde unos cuantos poseen la mayoría de las riquezas, y el resto de la población es explotada, engañada y abusada; donde los representantes y las autoridades parecen trabajar más por los intereses de los más ricos; donde los asesinatos son el pan de cada día. Y donde precisamente se usa al consumo de emociones como la mejor medicina para evadir el contexto en el que se vive, para ofrecer confort en un país lleno de malestar y descontento. Si se quiere hacer de la psicología una profesión que sirva a la sociedad, tendrá que estar al servicio de la mayoría de la población, y no de unos cuantos. Por tanto deberá tomar cartas en el asunto en cada uno de los temas anteriores. La psicología podrá ser una herramienta eficaz para mantener el sistema actual, pero también la psicología puede ser una herramienta para su transformación.

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4. A modo de conclusión En los pasados tres capítulos hemos desarrollado una serie de ideas en torno a la afectividad, su estudio científico y su experiencia en la actualidad. A través de dicho desarrollo han quedado varios cabos sueltos y es la intención de este último apartado resolver en lo posible aquellas cuestiones inconclusas, mientras integramos las ideas principales de los pasados capítulos.

La afectividad acompaña al ser humano en todo momento; por tanto, la psicología (desde la dominante a la crítica) deberá de estudiarla para tener un mejor entendimiento de la psique, la mente, la conducta, las relaciones humanas, el discurso, etcétera. Sin embargo, la psicología no es el único campo que debe estudiar a la afectividad o que puede aportar algo al conocimiento afectivo. Disciplinas como la historia, la antropología, la sociología, la filosofía y la ética también son necesarias para el entendimiento del fenómeno de manera multidimensional. Por supuesto, los estudios desde las ciencias naturales también son necesarios e importantes para el estudio de la afectividad.

La crítica hacia los estudios psicofisiológicos presentada aquí giró en torno a la complicidad con un sistema económico, ideológico y social, de los trabajos neuropsicológicos que intentan explicar todo el fenómeno afectivo desde las ciencias naturales, así como en torno de la falta de un auténtico diálogo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales en el campo de la afectividad. El diálogo implica también la crítica de ambos campos disciplinarios. Es cierto -a pesar de las visiones optimistas que buscan integrar a como dé lugar los trabajos de Ekman y Damasio, sin pensar en las implicaciones políticas de sus postulados-, aún estamos lejos de la elaboración de trabajos en el campo afectivo donde surja un conocimiento enteramente transdisciplinar, sin embargo habrá que ir recorriendo dicho camino, o mejor dicho, construyéndolo.

123

La afectividad es un amplio campo donde convergen distintas disciplinas y aproximaciones, donde sus conceptos son diversos y no existe un consenso en los diferentes significados de éstos. Diferentes términos han sido favorecidos a través de las distintas épocas históricas.

Actualmente el término más popular es emoción, sobre todo en la psicología oficial. El término emoción es de reciente invención, pues en la Edad Antigua y la Edad Media se usaban los demás términos. El término emoción fue concebido para cargar con él una concepción de la afectividad individualista, corporal, involuntaria y no cognitiva. Dicha concepción favorece a las relaciones de poder para la sujeción de los individuos. Lo que sostiene esta tesis es que lo que pudiera parecer solamente un cambio teórico-metodológico, al estudiar las emociones de manera fisiológica y ubicarlas dentro del cuerpo, resulta un cambio a favor de un sistema económico-político, pues los cuerpos poseedores de tal fisiología están inmersos en un campo político en el que las relaciones de poder operan sobre ellos, los cercan, los marcan, los doman; que dicho cerco político del cuerpo va unido a la utilización económica de los cuerpos; que este cuerpo está imbuido de relaciones de fuerza, de producción, y que su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción (Foucault, 2008). En esto la psicología dominante ha sido una pieza clave para lograr tales objetivos.

Las emociones han servido tanto como estímulo para el consumo, como producto de consumo mismo, en la sociedad actual.

La sociedad actual ha sido estudia desde diferentes perspectivas. El posmodernismo ha sido una de ellas. Sin embargo, dentro de lo que podemos llamar estudios de la posmodernidad, existen diferentes enfoques dependiendo de cada autor, en la mayoría de ocasiones, de cada autor. El presente trabajo basó la mayoría de su investigación en los acercamientos de Gilles Lipovetsky y su 124

concepto de hipermodernidad. La mayoría de teóricos de la sociedad actual concuerdan en que la misma está caracterizada por el individualismo extremo, narcisista y privado. Es generadora de sujetos apáticos, que han renunciado a los valores modernos del progreso, adoptando nuevos valores que van en busca de los placeres rápidos y fáciles. La sociedad hipermoderna es veneradora del confort.

Los tiempos hipermodernos han llevado a la configuración de un sujeto inédito en la historia de la humanidad. Sujeto regido por los valores de la hipermodernidad: individualista, narcisista, plural, apático, hedonista y fiel consumista.

Como menciona Lipovetsky (2007), los sujetos hipermodernos están atrapados en una dinámica paradójica fruto de los valores antes mencionados. Mientras más buscan saciar el hambre de consumo, menos se llenan. Cuanto más buscan sentir emociones, más veces se encuentran ante la imposibilidad de experimentar algunas que sean duraderas. Mientras más buscan la felicidad, más infelices se encuentran.

La psicología hegemónica ha sido cómplice y ha jugado un papel clave en la dinámica hipermoderna, fomentando y reproduciendo dichos valores. En especial, en las teorizaciones afectivas, la psicología oficial así lo ha demostrado. Por tanto nos parece que una vía para parar con la dinámica paradójica de la sociedad hipermoderna desde el estudio de los afectos será a través de del desarrollo de alternativas a las aproximaciones oficiales.

Hemos propuesto siete características con las que deberán contar las aproximaciones a la afectividad para hacer frente a las concepciones dominantes. Deberán presentar una visión colectiva de la afectividad, poner atención al aspecto simbólico de la afectividad y debido a esto hacer énfasis al análisis de los diferentes términos usados, buscar la comprensión de la afectividad como proceso 125

multidimensional, por lo que será necesario el diálogo con otras disciplinas. Los estudios deberán ser situados en la vida cotidiana y necesariamente se tendrá que realizar un análisis constante del poder y sus productos en relación con la afectividad.

Aunque la labor del psicólogo no terminará en la creación de alternativas teóricas, es evidente que, en la práctica, el psicólogo tampoco podrá ser cómplice de la dinámica hipermoderna. De esta manera, el psicólogo tendrá que estar en constante elaboración de prácticas que combatan dicha dinámica, así como en constante reflexión sobre las prácticas existentes. Esto es uno de los auténticos compromisos sociales de la labor del psicólogo. Estar efectivamente del lado de la sociedad y no de los intereses de los grandes capitales. Hadot (1998) menciona que de las teorías filosóficas “se derivan doctrinas o críticas de la moral que en cierto modo sacan las consecuencias, para el hombre y para la sociedad, de los principios generales del sistema e invitan así a hacer cierta elección de vida, a adoptar cierta manera de comportamiento” (p.12). De esta manera la filosofía será ante todo una manera de vivir. Este pensamiento nos parece extensible a cualquier área del conocimiento, pero sobre todo en aquellas donde se habla directamente de la existencia humana, como es el caso de las ciencias sociales, y, siendo más específicos, la psicología, tal y como pretende mostrarlo este trabajo. Por lo tanto, quien escribe considera que cada conocimiento, de la rama que sea (aunque sobre todo de aquellas que estudian al ser humano), implica una posición ética, no sólo en la manera en cómo se realiza, sino en las conjeturas que de aquél se derivan, pues cada conocimiento implica una manera de ver la vida, y con ello, virtudes y deberes, sean estas o no las pretensiones del investigador. Cualquier conceptualización de las emociones llevará implícita o explícitamente una posición ética. La realización de este trabajo no está exenta de dichas implicaciones y por tanto es mejor hacerlas evidentes. Por ejemplo: no podemos 126

obviar que la crítica que hemos hecho hacia el consumismo, en especial al consumo de emociones y sus consecuencias, establece que hay algo mal en que los valores del individuo giren alrededor de los ideales de la mercadotecnia. De alguna manera el trabajo nos ha llevado a proponer la realización de investigaciones futuras en torno a la afectividad y a la ética. Nos parece importante y urgente la creación y/o adopción de otros valores que vayan más allá de la producción y el consumo. No creemos que la única alternativa para hacer frente a un sistema que funciona mal y que produce tanto daño a sus sujetos sea solamente el desarrollo de aproximaciones éticas, pero nos parece que sin éstas será muy difícil pensar en llevar a cabo otras propuestas. No creemos que pueda haber un cambio en el sistema social actual si no se presenta a la par (ni antes ni después) un cambio de valores. De igual manera, nos parece importante una constante reflexión en la psicología y en la psicología social. Un constante voltear a ella misma, sobre ella misma, sobre sus conceptos, sobre la historia de la construcción de éstos, así como a los usos y fines que se les da a los conocimientos generado en dichas disciplinas.

A lo largo de la presente tesis se encontraron dos razones por las cuales la psicología y la psicología social deben estar volteando a verse a sí mismas, criticarse, las cuales no están desligadas, dado que se relacionan entre sí, pero por fines de conceptualización hemos decidido presentarlas de la siguiente manera:

1) Una primer razón teórico-metodológica, la cual exige un análisis continuo de los conceptos, teorías y metodologías usadas, debido a que es común el uso de conceptos, teorías y metodologías sin antes saber su proveniencia, las ideas a priori que cargan y por tanto que se reproducen de manera involuntaria al momento de ser usados. Algo que, como vimos en la cuestión afectiva, ha hecho que una teoría de la afectividad se haya reproducido durante más de 200 años, 127

eso sí, dando la ilusión de un progreso en el estudio afectivo mediante el cambio de pequeños elementos y los nombres de los autores.

2) Una segunda razón político-social, la cual exige una crítica constante de los fines y usos que se les da a los conocimientos generados en la psicología y en concreto en la psicología social. Como vimos en el segundo y en el tercer capítulo, la psicología y el conocimiento que ha generado en el campo afectivo ha sido una herramienta eficaz para la sujeción de los individuos y sus cuerpos en el sistema actual. Sin embargo, sabemos que la psicología también puede servir para revertir dicho efecto y reivindicar su compromiso social.

Para poder llevar a cabo dicha reflexión, no encontramos mejor propuesta que el estudio transdiciplinar y el diálogo constante con otras disciplinas sociales. La historia y la sociología, así como la filosofía, son disciplinas sin las cuales el proceso de autocrítica de la psicología se vuelve imposible. Por lo tanto son disciplinas que deberán ocupar un lugar importante desde los planes de estudios de las facultades y centros de formación de psicólogos, así como deberán estar consideradas

en

la

mayoría

de

las

materias

impartidas

y

no,

como

lamentablemente en muchos casos sucede, ser vistas como materias aisladas.

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