ADOLESCENCIA Y SEXUALIDAD

July 9, 2017 | Autor: A. Cardenas Carlo... | Categoría: Articulo Sobre El Aborto
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Descripción

ADOLESCENCIA Y SEXUALIDAD
Dra. Alicia González Hernández
Directora de la Cases
Facultad de Ciencias de la Educación
Instituto Superior Pedagógico "Enrique José Varona"
El grupo etario denominado adolescencia transcurre aproximadamente, de manera flexible
(según las particularidades individuales y contextuales), entre los 10 y 20 años. La primera
parte de este período del desarrollo de la personalidad abarca hasta alrededor de los 15 años y
recibe el nombre de adolescencia temprana y la siguiente cuyo límite se enmarca
aproximadamente en los 20 años o en el momento de la inserción en la actividad laboral
(según muchos autores), el de adolescencia tardía o juventud. Ambos períodos están
íntimamente interconexionados sitémicamente sin que puedan ser disociados entre sí.
De manera simplificada se le suele designar como el tránsito de la infancia a la adultez, lo cual,
sin dejar de ser real no contempla toda la complejidad y magnitud de los cambios y las
problemáticas por las que deben pasar los chicos o la chicas a lo largo de estas edades.
La adolescencia es, en nuestro criterio, la fase de la vida de transformaciones más rápidas,
profundas y radicales en todas las esferas (psicológica, biológica y social), solo comparable con
la infancia temprana, donde, desde el nacimiento hasta los 36 a 40 meses el infante se convierte,
de un ser totalmente desvalido, en un niño capaz de realizar por si solo, aunque naturalmente con
la ayuda y apoyo del adulto, la mayoría de sus funciones vitales.
En la situación del adolescente el salto se hace mucho más agudo y riesgoso, si tenemos en
cuenta que él, al inicio de esta etapa se encuentra bajo la autoridad y el control absoluto de los
mayores y que en unos breves años deberá desarrollar las competencias que le permitan
autodeterminarse, tomar decisiones trascendentales para él y quienes le rodean, a fin de poder
desempeñarse de manera independiente y responsable en la vida de pareja, familiar, laboral y
social en general.
No cabe duda de que el adolescente tiene el derecho de que se le prepare, se le abran los senderos
para lograr el ejercicio de una vida rica, hermosa, plena de vivencias y experiencias, donde cada
vez más dependa de sus propios esfuerzos, opciones y decisiones para las cuales debe tener en
cuenta no solo sus intereses y necesidades sino también las de su contexto social.
"La adolescencia es una faceta más de autodescubrimiento, de clarificación de la identidad y
lógicamente, de construcción y maduración (...). Mientras el adolescente aprende a conducir y
manejar sus diferentes posiciones es muy posible que se enfrente a choques, confrontaciones,
cambios comportamentales, sumado a esto las pocas oportunidades otorgadas; por esta razón
pueden ser censurados y sancionados socialmente y calificados de improductivos, dependientes y
desadaptados al medio" (1).
En tanto, su nueva situación social, el tránsito a través del conjunto de transformaciones internas
y externas radicales a los que está sometido, suele encontrarse sembrado de retos, desafíos y
también obstáculos y escollos, generados mucha veces por los propios mayores, obstáculos que
debe vencer para arribar a una adultez responsable y feliz.
En esencia los retos fundamentales que debe enfrentar y resolver el adolescente para culminar
con éxito su crecimiento y maduración a lo largo de estas edades, se refieren a tres esferas
esenciales de la vida:
la profesional laboral
la ideológica, ética y social
de pareja y familiar
El sentimiento y la necesidad de independencia y autodeterminación que caracteriza su
desarrollo y que lo motiva a buscar la satisfacción de estas necesidades fundamentalmente en el
grupo de sus iguales y a poner ciertas "distancias" de la autoridad adulta, son mecanismos
indispensables para su maduración psicológica y social. Solo en la medida en que él logre, poco
a poco, ir dando (bajo la guía de los mayores, pero cada vez más por si solo), los pasos
existenciales que le permitan adquirir los conocimientos, las capacidades, habilidades que lo
preparen para la vida autónoma, podrá acceder a la adultez.
No obstante, si bien este tránsito debe ser fuente de vivencias muy enriquecedoras, suele estar
minado de angustias, conflictos y contradicciones algunas intrínsecas, generadas por el propio
convulso desarrollo, pero en el mayor de los casos, muchas de estas afectaciones están motivadas
por las incomprensiones y el mal manejo de las personas encargadas de su educación. Estas
personas, no solo suelen desconocer e ignorar las transformaciones y posibilidades esenciales de
la etapa, sino que anidan tabúes, temores, inseguridades con relación a ese "niño con apariencia y
ansias de adulto" (así tienden a interpretar sus demandas), que los conducen a imponer
regulaciones represivas, a cubrirlos con un manto protector que no se aviene con sus nuevas
1 "Sexualidad en la adolescencia" Segundo Seminario Colombiano. Colectivo de autores. Asociación
Salud con Prevención. Colombia, 1993.
necesidades y posibilidades y se convierten en un freno que engendra, no pocas veces, trastornos
en su desarrollo.
La adolescencia, por todo lo expuesto constituye una fase indudablemente difícil, de gran
vulnerabilidad, que requiere atención especial. Sin embargo, de manera alguna no debe ser
considerada per se una etapa de crisis, rebeldía y rompimiento social; por el contrario, la propia
historia del género humano demuestra que no han sido pocos los logros y triunfos, los aportes
que ellos han brindado al crecimiento de la sociedad a lo largo de los siglos.
EL ENCUENTRO CON LA SEXUALIDAD DE LOS ADOLESCENTES
Para los mayores se hace muy difícil comprender el salto cualitativo que en todas las esferas de
su existencia deben dar los y las adolescentes en tan breve espacio de tiempo, pero
tradicionalmente les resulta mucho más difícil asimilar y propiciar las adquisiciones inherentes al
área psicosexual de su personalidad.
Son innumerables los mitos, tabúes, prejuicios y estereotipos sexuales que albergan y trasmiten a
los adolescentes las personas que le rodean. Ilustremos algunos de ellos detectados en estudios
realizados:
los adolescentes son niños con cuerpo e ínfulas de adulto.
son promiscuos sexuales.
los intercambios sexuales entre adolescentes son prematuros y afectan su desarrollo.
la masturbación y el autoerotismo es dañino para su salud.
las relaciones coitales están bien para el varón pero no para la muchacha.
los juegos sexuales entre adolescentes de igual sexo expresan tendencias homosexuales
permanentes e insuperables.
los adolescentes son incapaces de autorregular responsablemente su vida sexual.
los grupos de adolescentes solo sirven para despertar en ellos ideas y comportamientos
conflictivos e inapropiados.
los padres deben controlar y dirigir rigurosamente las conductas sexuales de los
adolescentes, especialmente las de las muchachas.
Estos son solo unos pocos ejemplos de la inmensa lista de preconceptos erróneos que alojan los
adultos con respecto a la sexualidad de los adolescentes, y sobre la base de los cuales suelen
organizar sus influencias educativas. De esta forma, se convierten, aún sin proponérselo, y a
pesar de sus mejores intenciones, en la fuente de muchos de los conflictos y dificultades, de los
trastornos que ellos y ellas pueden padecer en estas edades.
No se percatan de que la urna de cristal en la que los trataron de preservar durante la infancia, se
convierte en estrecha y asfixiante para los adolescentes atendiendo a sus nuevas necesidades y
posibilidades psicosexuales y de su personalidad, indispensables para poder formar y ejercitar las
competencias físicas y espirituales que lo convertirán en un hombre o mujer pleno, realizado.
Conozcamos y evaluemos con mayor objetividad la sexualidad de las y los adolescentes.
Según cifras establecidas, aproximadamente el 25% de la población mundial, y el 10% de la
cubana se ubican en las edades enmarcadas en la adolescencia y han adquirido la capacidad
reproductiva, capacidad que suele ser mal manejada por muchos de ellos y ellas, en tanto, con
frecuencia no se les ha preparado para ser capaces de hacer un adecuado ejercicio de sus nuevas
potencialidades sexuales, sin correr riesgos innecesarios. Tal capacidad física no implica en
modo alguno capacidades psicológicas y sociales para enfrentar una maternidad o paternidad
responsable y feliz.
Diversos organismos internacionales como el FNUAP, la OMS y otros, nos brindan datos
elocuentes sobre el crecimiento de los y las adolescentes en muchos países del mundo, y la
presencia de trastornos como: los embarazos, la maternidad y paternidad temprana, la
nupcialidad o las uniones consensuales sin la requerida madurez, los abortos, las relaciones
coitales prematuras, las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA; sin que podamos olvidar
las consecuencias más o menos graves que para ellos, su familia y su contexto social entrañan
estos fenómenos negativos.
La prevención y tratamiento de estos y otros trastornos solo es posible a través de un efectivo
proceso de educación y orientación que prepare a los y las adolescentes para gozar del derecho
indiscutible de vivenciar y experimentar su sexualidad de forma plena y responsable,
enriqueciendo así su personalidad y toda su existencia individual y social.
Para los adultos, que desde muy pequeños experimentan en carne propia el rigor de mitos,
prejuicios y estereotipos sexuales, éstos inconscientemente llegan a formar parte, de la
cosmovisión de muchos de ellos. En esta situación les resulta en extremo difícil discernir qué es
lo natural, apropiado e incluso necesario, que en materia de sexualidad desarrollen y vivan
nuestros hijos e hijas o alumnos y alumnas adolescentes. Es por eso que a continuación
trataremos de hacer una breve descripción y análisis de las transformaciones y necesidades de la
sexualidad inherentes a estas edades.
Al respecto es importante enfatizar que, la referida caracterización destaca las adquisiciones
comunes, que en términos generales suelen presentar de forma típica la mayoría de los y las
adolescente, no obstante, no debemos olvidar que estos cambios sufren una particularización en
cada ser humano asumiendo matices diferentes y muchas veces únicos, irrepetibles según su
personalidad y su contexto sociocultural.
Si a partir de ésta o cualquier otra caracterización psicosexual del adolescente, nos trazamos
como meta medir su desarrollo aplicando misma regla o norma, estaremos cometiendo la
primera y más grave violación que nos conducirá al mayor de los fracasos.
No olvidemos que la sexualidad, al igual que toda esfera de la personalidad tiene un carácter
individual, singular indispensable de tomar en consideración a la hora de organizar su formación
y desarrollo.
LAS TRANSFORMACIONES BIOLOGICAS Y PSICOSEXUALES DE LA
ADOLESCENCIA
Pubertad proviene del latín pubertas cuya significación es edad fértil, luego, es la etapa
caracterizada por un conjunto muy amplio de transformaciones anatomo-fisiológicas que
culminan con la madurez biológica y reproductiva. Comúnmente es el fenómeno biológico que
da inicio a la adolescencia.
El motor impulsor, desencadenante de estos cambios tan precoces y radicales, en edades tan
tempranas como los 9 ó 10 años, se encuentra en el sistema endocrino, en la hipófisis y otras
glándulas cuyas hormonas actúan sobre las gónadas femeninas y masculinas provocado su
maduración anatómica y funcional. De la actividad de éstas, en particular, se derivan una amplia
variedad de caracteres sexuales secundarios en la muchacha y el muchacho que se expresan a
través de la menarquia, la eyacularquia, respectivamente, y en general en la transformación de
todo su cuerpo en el de un hombre y una mujer con las todas las capacidades "aparentes" para la
reproducción y la respuesta sexual.
El adolescente se convierte físicamente, en unos pocos años, en particular, en los más tempranos
de esta etapa (cuando aún es psicológicamente muy inmaduro), en un adulto en apariencia,
capaz de engendrar hijos e hijas y de disfrutar de la vida erótica en solitario y en pareja. De tales
cambios y de su nueva situación social se derivan las primeras y trascendentales adquisiciones
psicosexuales.
El chico y la chica puber observa y es consciente de que su cuerpo se transforma y adquiere
capacidades adultas en dos sentidos fundamentales: como vía de procreación y, lo que es lo más
importante para él, como vía de disfrute sexual y de atracción física erótica para otras personas,
no solo de sus pares sino para los mayores.
De esta forma el cuerpo adquiere una nueva significación para el adolescente que estructura y
desarrolla una imagen corporal diferente, llena de vivencias, conflictos y satisfacciones, las que
actuarán directamente en el desarrollo de su autoestima enriqueciéndola o lesionándola según el
caso. Esta transformación corporal unida a su desarrollo psíquico general da origen a lo que se
denomina el "sentimiento de adultez", o la necesidad de ser y comportarse como los mayores
de reproducir sus conductas y manifestaciones en general y sexuales en particular, lo cual trae
aparejado el desarrollo de intereses referidos a todas las cuestiones de la vida sexual, de pareja,
familiar y reproductiva.
En el trasfondo de estos procesos, la actividad gonadal desencadena deseos e impulsos sexuales
(la libido), más o menos vehementes en la muchacha y el muchacho que son estimulados por sus
propias fantasías eróticas y las de sus coetáneos quienes en estas edades constituyen la
motivación social esencial de su vida.
Rápidamente ellas y ellos comprenden que la casi totalidad de las zonas de su cuerpo y en
especial los genitales responden a estímulos erógenos somáticos o psicógenos y entran en una
fase de "experimentación sexual" caracterizada por el deseo intenso de disfrutar de la más
amplia variedad de vivencias eróticas y espirituales, lo que desencadena una búsqueda activa de
experiencias eróticas que motivan al ejercicio de su sexualidad.
Los y las adolescentes ávidos de la independencia y la autodeterminación, de tomar las riendas
de su vida sexual y general, de asumir posturas y actitudes independientes de los adultos, con
frecuencia, por su poca madurez se ven imposibilitados de alcanzar estos fines por sí solos, por
lo que recurren al apoyo y seguridad del grupo de sus iguales, primero de un grupo compuesto
por chicos o chicas de su mismo sexo, con los que se sienten más cómodos que con los del otro
sexo. Estos últimos, por lo general son el objeto de su atracción pero aún carecen de las
habilidades y las vías efectivas de interacción y convivencia que facilite una buena
comunicación entre ellos y ellas.
En estas etapas primarias, en que las y los adolescentes experimentan física y psicológicamente
la necesidad de experiencias sexuales y no están aptos aún para el inicio de los juegos
intersexuales, solo pueden encontrar su satisfacción a través del autoerotismo y la masturbación.
¿Son estas manifestaciones nocivas para la salud física y mental de los adolescentes?
Las investigaciones a nivel mundial demuestran que aproximadamente uno de cada tres
adolescentes, más frecuente entre los varones, practican durante años y especialmente en las
edades más tempranas de esta etapa, la masturbación y otros juegos con diversas zonas erógenas
de su cuerpo, estas manipulaciones no solo son inocuas sino beneficiosas por diversos motivos.
En las etapas incipientes de la pubertad, en que los impulsos sexuales suelen ser muy
vehementes, y el chico o chica no está preparado o no puede aún acceder a los juegos sexuales de
pareja, encuentra en estas prácticas solitarias una vía de descarga de tensiones físicas y
psicológicas acumuladas, que le permite alcanzar la necesaria catarsis y relajación indispensable
para su concentración en la gran diversidad de actividades escolares, sociales y de otros órdenes.
Por otra parte, el autoerotismo es una fase inicial, fundamental, a través de la cual el ser humano
aprende a conocer más profundamente las capacidades erógenas de su cuerpo, ejercita y
desarrolla la función del orgasmo y se prepara para el próximo paso de esta fase experimental,
los vínculos de pareja.
La necesidad o el sentimiento que impulsa al individuo a las relaciones de pareja (denominada
necesidad de pareja y que caracteriza esta etapa), surge, en especial en los medios latinos, desde
muy temprano en la preadolescencia, y se expresa claramente en los juegos y conversaciones de
los niños y niñas en los que no solo hace referencia a sus vínculos de noviazgos con otros niños,
sino que comienzan a experimentar enamoramientos platónicos plenos de inocencia y candor.
Con la nueva situación social del adolescente y el desarrollo de la libido, esta necesidad de pareja
se reestructura y crece para dar origen a un conjunto de emociones y sentimientos que se
expresan mediante los llamados enamoramientos, entusiasmos, pololeos o cortejos sexuales,
propios de estas edades. Estas manifestaciones, que mezclan la realidad con la fantasía, los
sentimientos amorosos y eróticos con la actividad lúdica, en muchos casos durante un período
más o menos largo, no suelen pasar de los acercamientos y contactos superficiales y platónicos.
La inmadurez y la timidez de estas edades generalmente no les permite más, pero en este juego
comienzan a desarrollar las habilidades de la comunicación con la pareja.
En el transcurso de estos tímidos intercambios sexuales, el y la adolescente, que de manera usual
aún no accede a los grupos mixtos, reafirma y estrecha los vínculos con un pequeño grupo de
muchachos o muchachas de su propio sexo, y en particular con uno de ellos, que se convierte en
su amigo más íntimo, prácticamente en su "alter ego" su otro yo, el espejo en el que se mira y
con el que comparte sus intimidades, preocupaciones, necesidades, intereses y angustias, y con el
que puede llegar a tener un nivel de compenetración y confianza muy profundos.
No es nada inusual, e incluso, según demuestran las investigaciones, es frecuente, en todas partes
del mundo, que en las etapas iniciales de la adolescencia, en que el erotismo, la libido de estos
chicos o chicas no esta aún orientada hacia un objeto definido hombre o mujer, encuentren una
vía de expresión y satisfacción en los intercambios y jugueteos que casi siempre inocentemente
se produce con estos amigos más íntimos de su mismo sexo.
A diferencia de lo que se suele considerar, estas prácticas ni son patológicas, ni expresan, en la
mayoría de los casos, una tendencia homosexual. Son una forma más de ejercitar la función
sexual, de orientar sus impulsos sexuales, aún no direccionados. "El hecho de tener algún
contacto homosexual en la adolescencia temprana o tardia, no significa necesariamente que la
orientación del deseo sea o vaya a ser homosexual. Numerosos factores pueden favorecer este
tipo de contactos sin presuponer dicha orientación sexual: falta de posibilidades de tener
conductas heterosexuales, miedo a relacionarse con las personas del otro sexo, curiosidad por
conocer el cuerpo del otro, etc." (2)
La práctica cotidiana demuestra, que estas experiencias, si reciben una adecuada orientación
psicopedagógica deben devenir, cuando llegue el momento propicio, en una relación
heterosexual, y que de no ser así, es importante que comprendan que el homosexualismo siempre
que se exprese de manera responsable, es una variante sana de expresión de los deseos sexuales
En estas circunstancias, los y las adolescentes no deben ser culpados de nada, por el contrario, se
les debe hacer conocer que esas conductas suelen ser transitorias y en la inmensa mayoría de los
casos se traducen en un futuro, cuando encuentran la pareja idónea, en una relación mixta. Son
las sanciones y los complejos de culpa que les inculcan los otros muchachos y los propios
adultos los que los confunden y en ocasiones desvían sus tendencias sexuales reales.
Después de un período de juegos sexuales solitarios o de intercambios eróticos superficiales con
sus amigos del mismo o el otro sexo, se comienza a consolidar la verdadera "necesidad o actitud
de pareja", caracterizada por la búsqueda activa y vehemente de una persona con quien
compartir los vínculos físicos y espirituales cada vez más complejos y profundos. Esto es propio
de las edades finales de la adolescencia temprana y todo el transcurso de la tardía o juventud.
El proceso de desempeño y ejercicio de las funciones y capacidades de la respuesta sexual
femenina y masculina, y el necesario acoplamiento que ella requiere para que tanto el hombre
como la mujer logren alcanzar el clímax del placer físico y espiritual, tiene como preludio las
prácticas que acabamos de explicar, pero requiere para que ambos lleguen en un futuro a las
2 López, F. y Fuertes, A.: "Para comprender la sexualidad". Editorial Verbo Divino, España, 1989.
Pág. 85
cúspides del disfrute físico y la compenetración afectiva, de una larga y progresiva fase de
experimentación sexual que va de las formas más simples de intercambios eróticos a las más
complejas.
El tránsito desde el autoerotismo, los enamoramientos platónicos hasta las uniones coitales debe
ser un proceso paulatino, lento, gradual que puede ser comparado con el ascenso por una
escalera, donde, el o la adolescente debe subir peldaño a peldaño, sin apresuramientos o saltos
innecesarios, arribando con seguridad y satisfacción a cada nuevo nivel, cada vez más pleno y
mejor preparado, para que cuando alcance su destino, de la mano de su pareja, ambos puedan
vivenciar todo el placer y la felicidad que una vida sexual madura y responsable les puede
ofrecer.
Para que este nuevo vínculo no solo enriquezca su sexualidad, sino que nutra las restantes esferas
de su vida, es necesario que aprendan a disfrutar de toda la hermosura y la dicha que les reporta
la sexualidad compartida sin riesgos ni incertidumbres.
Cuando, por el contrario, y como le sucede a muchos chicos y chicas, su iniciación y
desenvolvimiento sexual es prematuro y apresurado, quemando etapas, ya sea por su preparación
insuficiente u otros motivos como las presiones externas de la pareja y los amigos, o
simplemente por curiosidad, esto suele traerles serias consecuencias en su desarrollo psicosexual
que se traduce en los embarazos, la maternidad, los matrimonios precoces, los abortos, las
disfunciones sexuales, entre otros frecuentes trastornos.
Las experiencias sexuales progresivas en la adolescencia no solo son típicas, necesarias e
inócuas en estas edades (cuando estan bien orientadas), sino que tienen una función fundamental
en el desarrollo y consolidación de los componentes psicológicos de la sexualidad: la identidad y
el rol de géneros y la orientación sexoerótica y con ellos en el proceso de autoafirmación como
seres sexuados.
El ejercicio del autoerotismo y de las formas iniciales de las relaciones de pareja, le permite al
adolescente descubrir un caudal inagotable de potencialidades y posibilidades humanas ligadas a
todos los aspectos de su sexualidad: no solo, ni principalmente eróticos, sino también y en
particular espirituales, intelectuales, emocionales y sociales referidos a su personalidad y a los
vínculos y relaciones con los otros y su mundo, procesos éstos que sientan las bases para la
consolidación de su masculinidad o feminidad y el desarrollo de su autoestima.
Cuando la o el adolescente toma conciencia de los logros que en la vida sexual de pareja,
familiar y social va alcanzando; cuando, cada vez más se siente reconocido, respetado por sus
padres y madres, por los mayores en general y por sus coetáneos; cuando se sabe objeto de
atracción física y de afectos y disfruta de los intercambios sexoeróticos; cuando descubre que
puede, si se lo propone, penetrar en el mundo de los adultos y moverse cada vez con mayor
soltura y seguridad entre ellos; entonces, en consecuencia de todo ello, se producirá un proceso
de autoafirmación, que favorece y refuerza su autoestima.
"Es imposible disfrutar de una sexualidad gratificante, responsable, constructiva, autónoma y
libre si no adquirimos desde la niñez las habilidades sociales necesarias para afirmarnos a
nosotros mismos y si no estructuramos desde una temprana edad una sólida y fuerte
autoestima". (3)
El proceso de desarrollo y afirmación sexual en la adolescencia, como explicamos antes, a su vez
se traducirá directamente en la estabilización de su identidad genérica, de su autovaloración y
autoconfianza como ser masculino o femenino, lo que le permitirá consolidar de manera más
permanente sus formas particulares de expresarse como hombre o mujer (roles de género) y el
sentido de sus impulsos sexuales hacia un sexo u otro (orientación sexoerótica).
La reafirmación y estabilización de estos componentes psicológicos de la sexualidad, como
resultado del sistema de trasformaciones trascendentales psicosexuales y generales que se
efectúan en estas edades, convierten a la adolescencia en un período sensitivo de la esfera
psicosexual de la personalidad.
Quiere esto decir que, de la forma en que transcurran las adquisiciones y cambios inherentes a la
etapa dependerá, en gran medida, que en las edades sucesivas y en el resto de su existencia, el
individuo, logre alcanzar la integridad en la calidad de sus expresiones y formas de realización
como ser sexuado, como hombre o mujer pleno, en la vida personal, de pareja, familiar y social.
Esa frase a veces formal, sin atribuirle mucho sentido que repetimos los adultos sobre la
adolescencia como el "tránsito de la infancia a la adultez", no solo encierra una verdad
incuestionable, sino que contiene una cantidad tan grande y profunda de transformaciones
cualitativas y cuantitativas en cada una de las esferas de su vida, y en especial en la sexual, que
no solemos comprender y mucho menos apoyar y propiciar.
Por el contrario, con frecuencia todo aquello que es natural y necesario en estas edades resulta
sancionado, reprimido por los educadores. Las tendencias sexofóbicas, mitificadoras y
tabúizantes que tradicionalmente ha movido las normas morales educativas del género humano
3 Romero, L.: "Afirmación personal autoestima y educación sexual del adolescente". Centro de
Asesoría y Consultoría, Barranquilla Colombia Pág. 2
suelen exacerbarse en los métodos de control y represión de la sexualidad de las y los
adolescentes, a fin de "preservarlos" de los daños que pueden acarrearles los intercambios
sexuales.
Sus ansias naturales de independencia y libertad, su necesidad y su derecho de acceder
paulatinamente a una sexualidad plena, libre y responsable encuentra en la mayoría de los casos
la oposición de los modelos sexuales estereotipados, esquemáticos sin alternativas que les
imponen todas las fuerzas sociales.
Estos modelos rígidos, polarizantes y discriminativos, se convierten en una camisa de fuerza que
encarcela y reprime sus tendencias y aspiraciones personales más ricas y valiosas y los tornan en
esclavos de normativas sin sentido para ellos, y como tal, desencadenantes de los más diversos
trastornos y problemas sexuales y sociales no siempre factibles de superar.
La adolescencia, en condiciones tales es que se convierte en una etapa de crisis y riesgo, con
muchas posibilidades de ser vulnerable a los "peligros" de la vida sexual.
En estas circunstancias el adolescente se enfrenta a un mundo de nuevas y más complejas
necesidades, retos y obstáculos sin que desde las etapas tempranas y en especial a lo largo de
estas edades se les haya preparado, armándolos de las capacidades, los saberes, habilidades, en
fin, las competencias que le posibilite integrarse de forma exitosa, satisfactoria al universo de los
adultos.
"La adolescencia, al contrario de la opinión de muchos, esta llena de coherencias, de
construcciones frente a la vida, de movimientos, de argumentos, intereses y compromisos; por
esta razón es considerada como un período privilegiado en el cual se adquieren y fomentan
valores sociales y normas que le permitirán al joven un adecuado desenvolvimiento en todos los
espacios de su vida cotidiana. Es importante entonces abrir espacios a los adolescentes en los
cuales puedan empezar a reconocerse independientes, autónomos, sujetos reales; esto permitirá
que se encuentren con los adultos sin rivalizar". (4)
Ese es nuestro desafío como educadores y educadoras, convertirnos en su guía espiritual, en la
fuente donde podrán, siempre que lo necesiten, beber de nuestras experiencias, sin que se les
obligue a dejar de ser lo que potencialmente son, para reproducir mecánicamente nuestros
modelos, no siempre acordes a sus tendencias y aspiraciones personales y a la época que les ha
tocado vivir.
4 "Sexualidad en la adolescencia" Segundo Seminario Colombiano. Asociación Salud con
Prevención. Colombia, 1993 Pág. 8.
Nuestra máxima aspiración es potenciar en los y las adolescentes una vida sexual y social
placentera, plena y responsable, a través de los senderos que ellos mismos sean capaces y se
propongan trazar.
Es en este sentido que dirigimos nuestro compromiso y nuestros mayores esfuerzos.
PARA EDUCAR LA SEXUALIDAD DEL ADOLESCENTE
A través de lo largo de los siglos, y aún hoy, con todas las transformaciones que trajo consigo la
revolución sexual, históricamente nuestra sexualidad ha sido formada en la cultura del NO, la
prohibición, la represión, el miedo, el silencio, los sermones moralizantes y la incomunicación.
Para evitar las consecuencias nefastas de una vida sexual "libre y plena", nos dedicamos
tradicionalmente a matizarla de todo tipo de valencias y connotaciones negativas que la han
rodeado de un halo de perniciocidad, culpabilidad, represión y rechazo.
Si estos criterios han sido profusamente aplicados históricamente a los adultos de las más
diversas edades, cómo será su práctica en los niños y niñas y adolescentes.
El infante, hasta el surgimiento de las teorias de S. Freud, e incluso para muchos teóricos y
personas comunes de hoy, ha sido, y es considerado un ser sexuado, masculino o femenino pero
erroneamente no sexualizado, carente de necesidades, intereses y motivaciones vinculadas a la
vida sexual.
En cuanto a la o el adolescente a pesar de las muestras evidentes de su sexualización por
naturaleza y por la estimulación que al respecto ejercen sus iguales y los propios adultos (sea o
no activo en este sentido), ha recibido históricamente todo tipo de sanciones, castigos,
represiones dirigidas a evitar la "degeneración" física y mental producida por sus inquietudes
sexuales o peor aún por las prácticas eróticas solitarias o de pareja.
Simplemente recordemos los criterios de muchos médicos que bajo la influencia de Krafft Ebing,
aun a inicios del siglo pasado recomendaban como tratamiento a estos "trastornos" someter los
genitales de los adolescentes "desviados" al contacto con metales candentes u otras prácticas
iatrogénicas.
Naturalmente que en la actualidad, en los inicios de un nuevo siglo estas practicas parecen
monstruosas, absurdas y obsoletas. En general los criterios educativos se han flexibilizado, pero
aún la educación de la sexualidad de niños y niñas y de los y las adolescentes continua
adoleciendo de graves deficiencias al mantener un carácter sexista, estandarizada,
despersonalizada y cargada de mitos, tabúes, educación que le niega al adolescente la posibilidad
de madurar en esta y otras esferas con un lenguaje y modo de expresión propio, particular,
atendiendo a sus potencialidades, necesidades y aspiraciones individuales.
Por el contrario, esta forma de educación, al negar la singularidad de cada adolescente lo obliga a
reproducir fielmente los modelos estandarizados, polarizados y contrapuestos que sobre lo
femenino y lo masculino establece y dicta la sociedad patriarcal.
Estos patrones estipulan para el varón un conjunto de rasgos y modos de comportamientos que
tratan de hacer de él un ser arrojado, decidido, independiente, experto en sexo y amores, del que
se considera como una medida de su hombría y virilidad la iniciación temprana y rica en
experiencias en estas esferas.
En cuanto a la muchacha, el modelo aspirado y rigurosamente evaluado es totalmente contrario,
de ella se espera que sea dócil, paciente, pasiva, dependiente y sobre todo lo más casta posible,
por lo que debe reprimir al máximo sus naturales deseos y necesidades sexuales hasta la etapa en
que este próxima o en los marcos del matrimonio. Su sexualidad debe ser refrenada y
enmascarada por todo tipo de regulaciones derivadas de la doble moral, extremadamente
restrictiva para ella y muy permisiva para el varón.
Los adultos negamos a las y los adolescentes, especialmente a los del sexo femenino las vías de
información, los valores, los modos de conductas alternativos, cargados del afecto y
comprensión que ellos y ellas necesitan. Con frecuencia, lejos de ponernos en su lugar, de tratar
de comprender sus transformaciones y las angustias, incertidumbres e inseguridades de ellas
derivadas, conciente o inconscientemente tratamos de que sean el espejo en el que se reflejen
nuestros propios tabúes, prejuicios y conflictos.
El criterio educativo fundamental a partir del cual pensamos que vamos a conducir por el buen
camino la sexualidad de nuestros chicos y chicas es a través de una combinación del silencio con
las sanciones y prohibiciones moralizantes que supuestamente los preservará de los problemas y
trastornos de la sexualidad.
Tal y como demuestran infinidad de estudios, estos métodos, utilizados prolijamente desde las
edades tempranas y en particular en la adolescencia, dada la necesidad de éste o ésta de
autodeterminación, actúan como un "reforzamiento negativo", una vía que despierta aún más la
necesidad de conocer, vivenciar y experimentar aquello que adquiere el carácter de "oculto" y
"prohibido". Los métodos coercitivos se convierten en un incentivo, que además de exacerbar
su natural curiosidad dirigida a esta esfera, los motiva a la búsqueda de la información y los
valores, indispensables para su maduración psicosexual, con sus coetáneos o con adultos no
siempre bien intencionados o preparados al respecto.
Al respecto Kirkendall afirma "...la meta de la educación sexual no es suprimir o controlar la
expresión sexual, como lo era en el pasado, sino mostrar a todo ser humano, desde sus primeros
días, las inmensas posibilidades de realización humana que la sexualidad ofrece". (5)
Los Mayores, queramos o no, somos los artesanos que esculpimos en la materia prima que
aporta individualmente cada adolescente, según sus propios espacios vitales, esa importante y
hermosa manifestación de su personalidad que es la sexualidad.
¿Cómo hacerlo? ¿Qué esperan de nosotros las y los adolescentes en lo referente a su
crecimiento sexual? ¿Cómo evitar riesgos y trastornos innecesarios? ¿Qué hacer para
garantizar la salud sexual y reproductiva y la calidad de vida de los adolescentes?
Ante todo debemos, tener muy presente que la preparación para la vida sexual, de pareja,
familiar y reproductiva del ser humano y en particular de la o el adolescente comienza con la
vida, en las edades más tempranas, con los saberes, los valores, los modelos conductuales que la
familia y los adultos en general les trasmitimos a diario en el proceso de socialización.
La sexualidad como toda manifestación vital tiene un conjunto de expresiones biológicas
espontáneas, pero ellas por sí solas no determinan las transformaciones psicosexuales y sociales
del ser humano en cada etapa, éstas tienen un fundamento esencial en los procesos de
aprendizaje que impulsan el crecimiento, desarrollo y la maduración de la sexualidad y de la
personalidad total.
El ser humano debe aprender desde las más tiernas edades a ser sexuado, a convertirse en un
individuo masculino o femenino plenamente identificado con su cuerpo sexuado, que transitará a
partir del nacimiento y hasta su muerte, por diversos estadios, en cada uno de los cuales
vivenciará y expresará de una manera u otra necesidades, motivaciones, intereses sexuales, que
se manifestarán a través de determinadas conductas que deben ser comprendidas y orientadas de
forma efectiva por las personas encargadas de su educación.
En el caso del adolescente, desde mucho antes de arribar a esta etapa, ya desde las edades
enmarcadas en el período escolar aparecen las motivaciones e intereses referidas a los cambios
puberales y a las propias transformaciones psicológicas y sociales de la adolescencia. Luego
sería en extremo tardío esperar al arribo de estos cambios para iniciar la preparación relativa a
ellos. Los educadores, padres y madres, maestros y maestras y adultos en general, estamos en el
deber de documentarnos para comenzar la orientación temprana de las chicas y chicos desde la
primera infancia y en especial desde las etapas preadolescentes.
Nuestra responsabilidad debe estar encaminada a nutrirnos de los más amplios
conocimientos, experiencias, los valores y representaciones y las problemáticas relativos a las
formas de vida y expresión sexual de las y los adolescentes para, ante todo, bajando de nuestro
pedestal de expertos que todo lo sabe y puede, aprender a ubicarnos en sus espacios, en su lugar,
y saber desde su propio nivel comprender sus inquietudes, necesidades, motivaciones y
problemas en ésta y otras esferas de su vida.
No se trata de dictar lecciones desde la distancia de los juicios, los valores y la experiencia
personal (casi siempre permeada de prejuicios, tabúes y estereotipos), derivada en la mayoría de
los casos de lo vivido en aquellas etapas pasadas de nuestra propia adolescencia y que por la
evolución de los tiempos o la propia modificación del contexto, no siempre son aplicables de
manera efectiva a la nueva situación vital de nuestros hijos e hijas, alumnos y alumnas.
Los mayores incuestionablemente constituimos la guía, la fuente fundamental de orientación de
los adolescentes, los máximos responsables de trasmitirles el más rico y amplio caudal de
experiencias que propicie la satisfacción de sus intereses, necesidades, motivaciones, que los
prepare para enfrentar y resolver las problemáticas, los retos, desafíos y los obstáculos que se les
presenten. No se trata de dictarles mecánica y autoritariamente nuestros "modos de ser y hacer",
de esquematizar, según modelos sociales estandarizados, las formas en que deben regir y
proyectar su vida sexual. Por el contrario, se trata de brindarles todas las alternativas, las
opciones de vida en las que, cada uno de ellos y ellas, puedan verse reflejados y encuentren los
sentidos personales que se vinculan con los motivos en los que se sustentan sus proyecciones y
aspiraciones sexuales y personales en general.
La educación de la sexualidad de las y los adolescentes que los proteja de los trastornos de la
sexualidad, que garantice altos niveles de salud sexual y reproductiva y por ende de la calidad de
su vida, solo se logra mediante un proceso educativo, formador de saberes, normas, valores,
actitudes, modos de comportamientos, que les permita aprender a decidir y autodeterminar por sí
mismo los límites de su sexualidad, las formas particulares de vivenciarla y expresarla, de
autodefinir que es lo factible, positivo que le permita crecer de manera plena, feliz y responsable
y hacer crecer a los que le rodean. Esto se logra a través de una educación sexual que potencie
aquellas manifestaciones que los enriquezcan en todas las esferas de su vida personal y social,
sin dañar la ajena.
Sólo un proceso de educación sexual participativo que lo involucre en su propia formación y
desarrollo, que lo capacite para elegir protagónicamente, tomando progresivamente, en la medida
en que logra la madurez para ello, las riendas de su vida, con una profunda conciencia crítica de
la trascendencia de sus actos podrá prepararlo para que sea capaz de ejercer su derecho a la
libertad de elección de formar su propio proyecto de vida, sin perder de vista la responsabilidad
que conllevan ante sí mismo y los demás, sus actos y decisiones.
Esta forma de educación de la sexualidad de los adolescentes con un enfoque alternativo y
participativo se sustenta en los más altos niveles de confianza, comunicación, respeto mutuo
entre ellos y ellas y las y los educadores. Quienes para lograrlo, deben olvidar los métodos y
estilos sobreprotectores, autoritarios, represivos, plenos de coacciones, sustentados en los
temores y la inseguridad ante los "peligros" de la sexualidad.
A su vez, se deben evitar los dobles mensajes, la tendencia a expresar determinados valores y
representaciones, a veces incluso muy modernos y avanzados, mientras que con nuestras
conductas y expresiones cotidianas a la vez demostramos todo lo contrario de lo que
verbalizamos. La fuerza de lo que hacemos se multiplica cientos de veces con relación a lo que
decimos, por mucho que nos empecinemos en repetirlo.
La educación de la sexualidad de la joven generación y en particular de las y los adolescentes,
comienza con la sensibilización de los propios educadores y educadoras, en la interiorización de
la necesidad de prepararlos con efectividad para enfrentar cada vez de manera más independiente
esta trascendental área de su vida. Pero por otra parte, es fundamental, ante todo, que cada
educador se haga un proceso de autorreflexión profundo que le permita penetrar en las
intimidades de su propia sexualidad, acceder y comprender sus necesidades y tendencias
positivas y negativas, controlar sus debilidades (romper estereotipos, mitos, tabúes y prejuicios)
y potenciar sus cualidades y virtudes que serán la riqueza que deberán trasmitir con su mejor
ejemplo al educando en cuestión.
El proceso de dirección del desarrollo sexual de nuestros niños y adolescentes comienza solo
cuando estemos listos para crecer nosotros mismos en este sentido, de penetrar, controlar y
superar nuestras deficiencias y limitaciones, nuestros conflictos y contradicciones. Solo entonces
estaremos en condiciones de convertirnos en verdaderos y eficientes educadores y orientadores
sexuales de las y los pequeños y las y los adolescentes y jóvenes.
BIBLIOGRAFIA:
ALLER ATUCHA, L.M. Y RUIZ SCHIAVO, M.: "Sexualmente Irreverentes". Ediçao
Comunicarte. Brasil 1994.
LAS DIMENSIONES DE LA SEXUALIDAD

El informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre sexualidad fechado en Guatemala en 2001 la define como el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos, religiosos y espirituales. Aunque puede abarcar todos estos aspectos, no es necesario que se experimenten ni se expresen simultáneamente, pero tal diversidad de condicionantes confiere a la sexualidad de cada persona un marcado carácter personal y específico que se manifiesta en lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos.
Dimensión biológica
Comprende aquellos aspectos que desde el punto de vista físico y orgánico tienen que ver con la expresión sexual. Se integran en ella, por tanto, distintos aparatos y órganos regidos por el cerebro que, tras recibir información desde los órganos de los sentidos, elabora la respuesta sexual humana. Los órganos de los sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) son parte esencial de esta dimensión así como la piel, que en su totalidad constituye el mayor órgano sensorial sexual y es considerada, junto con las mucosas, un agente erógeno de importancia capital. Los órganos genitales, que se integran en esta dimensión, a menudo han monopolizado todos los aspectos placenteros de la sexualidad en detrimento del placer proveniente de otras zonas corporales como la piel. Esto, que es muy evidente en el hombre, no lo ha sido tanto para la mujer, en quien se reconoce una gran sensibilidad de las zonas no genitales (piel y mucosas sobre todo), lo que la hace más sensible a estímulos táctiles como besos y caricias.
La piel, en su totalidad, constituye el mayor órgano sensorial sexual y es considerada un agente erógeno de capital importancia
Cuando el encuentro amoroso avanza y se llega a la fase de excitación, las sensaciones provenientes de los órganos de los sentidos influyen de manera distinta en cada uno de los sexos. Los estímulos auditivos favorecen la excitación sexual de la mujer sutilmente más que en el hombre, mientras que en éste juegan mayor papel los visuales.
También se integran en esta dimensión biológica las cuestiones relacionadas con el desarrollo sexual y sus diferentes etapas, que comprenden toda la vida. Desde el nacimiento, la infancia, la pubertad, el tiempo en el que se inicia la capacidad de procreación y hasta cuando ésta se pierde se sigue viviendo como ser sexuado. Integra también los distintos aspectos relacionados con la respuesta sexual humana, que es posible gracias a la implicación de diferentes sistemas de nuestro organismo (nervioso, endocrino y vascular).
Dimensiones psicológica y social
Cada persona va perfilando a lo largo del tiempo una actitud propia sobre la sexualidad, que será facilitadora o inhibidora de su expresión según sus propias experiencias, las referidas por otras de su entorno, el ambiente social y cultural en el que está inmersa, su formación y su información, sus creencias religiosas, etc. A la vez, y de forma inevitable, transmite a su entorno una imagen basada en su conducta y en sus opiniones, que pueden ser coincidentes o no con su íntima realidad. Desde la infancia, las primeras actitudes hacia el sexo, que a menudo permanecen inalteradas, se basan en lo que oímos y percibimos de nuestros padres, madres, educadores y educadoras, así como de compañeros y compañeras. En definitiva, es indudable que el entorno social mediatiza de manera importante tanto nuestra actitud como nuestra conducta hacia la sexualidad propia y ajena. Cuando surgen problemas sexuales, por leves que sean, generan en el individuo reacciones de ansiedad, inseguridad, miedo al fracaso, etc. y repercuten en la pareja, que puede responder adoptando diversas actitudes -comprensiva, de colaboración o de rechazo o irritación- pero que en general no suelen dejarla indiferente.
Así pues, la dimensión psicosocial de la sexualidad conjuga factores psicológicos (emociones, ideas, actitudes personales) con factores sociales (influencia del entorno social) y su evaluación es muy importante porque con ella se puede explicar el origen de numerosos trastornos sexuales.
Dimensión medioambiental
En los últimos años, algunos expertos señalan una nueva dimensión en la sexualidad, la medioambiental, movidos por la certeza de que los factores medioambientales influyen de manera clara en ella. Estos cambios provocan modificaciones diferenciales en la sexualidad de los seres vivos, y la interdependencia entre éstos y el ambiente es la base de la evolución y de la biodiversidad.
LA RESPUESTA SEXUAL

La respuesta sexual humana es una sucesión de acontecimientos fisiológicos cuyo fin es el adecuado desempeño de la actividad sexual. Para que ésta sea posible, los órganos genitales han de experimentar cambios importantes en su forma y su función a través de un proceso de excitación, de tal modo que el coito es imposible si el pene permanece flácido o la vagina está seca y no se ha dilatado. Conviene destacar que el coito vaginal no es el fin del proceso de respuesta sexual. Aunque así suceda en buena parte de los encuentros sexuales heterosexuales, los procesos fisiológicos denominados respuesta sexual acontecen igualmente en cualquier otra forma de actividad sexual placentera, con independencia de si ésta alcanza alguna o algunas descargas orgásmicas.
Hasta hace pocos años se tenía la idea de que en la respuesta sexual humana se producía una única fase que abarcaba todo, sin límites entre el deseo y el orgasmo. Como consecuencia de ello, todos los trastornos sexuales se consideraban una única entidad clínica, sin diferenciar entre eyaculación precoz o disfunción eréctil y anorgasmia. El hombre incapaz de desempeñar la actividad sexual, con independencia del origen del problema, era incluido dentro del grupo de hombres con problemas de impotencia. Lo mismo ocurría con las mujeres, cuyos problemas sexuales se englobaban dentro del grupo que padecía frigidez, denominados respuesta sexual.
Master y Jonson, investigadores en Saint Louis, Missouri, considerados por muchos como los padres de la sexología moderna, rompieron con los prejuicios emocionales que impedían el estudio científico de la fisiología sexual y analizaron, de manera muy detallada, las interacciones sexuales de 382 mujeres y 312 hombres de 18 a 89 años, en más de diez mil episodios de actividad sexual. En 1966 publicaron en el libro 'Respuesta Sexual Humana' las conclusiones de sus investigaciones.
Algunas de ellas fueron:
- La importancia del clítoris en la excitación y el orgasmo de la mujer.
- La descripción de la posibilidad de orgasmos múltiples en la mujer.
- La identificación, en el hombre, del "punto de inevitabilidad eyaculatoria", momento en el que proceso eyaculatorio se activa desde el interior y ya no puede detenerse.
- La descripción del "periodo refractario" tras la eyaculación en el hombre, periodo de tiempo que varía de unos a otros, durante el que, aunque haya estimulación, no hay respuesta sexual ni es posible la emisión de esperma.
- La capacidad sexual de los adultos de mayor edad.
- La similitud esencial de la respuesta sexual del hombre y la mujer.
El descubrimiento de que la mujer no experimenta periodo refractario y el de su capacidad multiorgásmica impactaron fuertemente en la sociedad de la época y sirvieron para desinflar el mito de la superioridad sexual masculina.
FASES DE LA RESPUESTA SEXUAL

Master y Johnson describieron las distintas fases de la respuesta sexual tal y como son actualmente reconocidas, excepto la primera de ellas, referente al deseo sexual, que fue propuesta por la Dra. Helen Singer Kaplan en 1979 y aceptada con posterioridad por todo el mundo científico.
Se reconocen cinco fases que se manifiestan de distintas maneras según el sexo: deseo sexual, excitación, meseta, orgasmo y resolución.
En las tablas 1 y 2 (en la página siguiente) se resumen los cambios físicos que suceden durante la respuesta sexual en el hombre y en la mujer.
Tabla 1. Cambios físicos en el hombre durante el ciclo de respuesta sexual
Fase de deseo
Ningún cambio físico concreto
Excitación
- Comienza la erección.
- El escroto (bolsa de piel que contiene los testículos) empieza a engrosarse.
- Los testículos comienzan a ascender.
- Los pezones pueden ponerse erectos.
- Aumentan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea.
- Aumenta la tensión muscular y nerviosa (neuromuscular) general.
- Aumenta la rigidez de la erección.
Meseta
- El glande se agranda ligeramente.
- Los testículos incrementan su tamaño y se acercan más al cuerpo
- Puede aparecer fluido previo a la eyaculación.
- Puede aparecer rubor sexual (erupción rojiza en la piel del pecho y parte alta del abdomen que se produce en uno de cada cuatro hombres).
- El ritmo cardíaco y la presión sanguínea aumentan más.
- La respiración puede hacerse más superficial y rápida.
- Contracción voluntaria del esfínter rectal, empleada por algunos hombres como técnica de estimulación.
- Mayor aumento de la tensión neuromuscular.
- La agudeza visual y auditiva se ven disminuidas.
Orgasmo
- Se inician contracciones rítmicas involuntarias en la próstata, vesículas seminales, recto y pene.
- Poco después tiene lugar la eyaculación.
- Los testículos quedan muy pegados al cuerpo
- El rubor sexual, si está presente, alcanza su máximo color y extensión.
- Ritmo cardíaco, presión sanguínea y ritmo respiratorio al máximo.
- Pérdida del control voluntario muscular, pueden producirse espasmos como
calambres en los músculos de la cara, las manos y los pies.
Resolución
- Rápida pérdida de la mayor parte de la erección del pene, con un lento regreso al tamaño normal.
- Los testículos vuelven a su posición habitual y recobran su tamaño normal.
- El escroto se afloja.
- Tiene lugar el período refractario, durante el cual no es posible otra eyaculación (la duración del período refractario es muy variable; generalmente es más corto en el hombre joven y aumenta su duración con la edad).
- Pérdida de la erección en los pezones.
- Rápida desaparición del rubor sexual.
- La tensión neuromuscular puede continuar, con temblores o contracciones involuntarias de grupos de músculos aislados.
- El ritmo cardíaco, la presión sanguínea y el ritmo respiratorio vuelven a los niveles previos a la excitación.
- Hay una sensación general de relajación.
- La agudeza visual y auditiva vuelven a los niveles normales.
Tabla 2. Cambios físicos en la mujer durante el ciclo de respuesta sexual
Fase de deseo
Ningún cambio físico concreto
Excitación
- Comienza la lubricación vaginal.
- Los dos tercios interiores de la vagina se expanden.
- Los labios externos de la vagina se hinchan y se retiran de la abertura vaginal.
- Los labios interiores se hacen más gruesos.
- El útero se desplaza hacia arriba.
- Los pezones se ponen erectos.
- El tamaño de las mamas aumenta ligeramente.
- Puede aparecer rubor sexual en algunas mujeres (una de cada dos).
- Aumentan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea.
- La tensión neuromuscular general se ve incrementada.
Meseta
- La lubricación vaginal continúa, pero puede aumentar y disminuir.
- Se produce hinchazón del tercio exterior de la vagina (plataforma orgásmica) que se expande hacia dentro y se estrecha en su interior.
- El útero se eleva todavía más.
- Los dos tercios internos de la vagina se expanden y alargan aún más.
- El clítoris se retira bajo el capuchón clitorídeo.
- Los labios vaginales se hinchan y cambian de color.
- El rubor sexual, si está presente, se intensifica y extiende.
- Mayor incremento del tamaño de las mamas; la aureola (piel oscura que rodea los pezones) se hace más prominente.
- El ritmo cardíaco y la presión sanguínea aumentan más.
- La respiración puede hacerse más superficial y rápida.
- Contracción voluntaria del esfínter rectal, empleada por algunas mujeres como técnica de estimulación.
- Mayor aumento de la tensión neuromuscular.
- Disminuyen la agudeza visual y auditiva.
Orgasmo
- Se inician contracciones rítmicas involuntarias de la plataforma orgásmica y el útero.
- El rubor sexual, si está presente, alcanza su máximo color y expansión.
- Contracciones involuntarias del esfínter rectal.
- Ritmo cardíaco, presión sanguínea y ritmo respiratorio al máximo.
- Pérdida del control voluntario muscular, pueden darse espasmos como calambres de grupos de músculos en la cara, las manos y los pies.
Resolución
- El clítoris regresa a su posición normal pasados unos cinco a diez minutos después del orgasmo.
- Desaparece la plataforma orgásmica.
- Los labios vaginales vuelven a su grosor, posición y color normales.
- La vagina regresa rápidamente a la posición de reposo; la vuelta al color de reposo puede tardar entre diez y quince minutos.
- El útero y el cuello uterino vuelven a su posición no estimulada.
- La aureola regresa con rapidez a su tamaño normal; la erección de los pezones desaparece con mayor lentitud.
- Rápida desaparición del rubor sexual.
- La tensión neuromuscular fuera de lo corriente puede continuar, como lo demuestran los temblores o contracciones involuntarias de grupos de músculos aislados.
- El ritmo cardíaco, la presión sanguínea y el ritmo respiratorio vuelven a los niveles previos a la excitación.
- La sensación general de relajación predomina.
- La agudeza visual y auditiva vuelven a los niveles normales.

La respuesta sexual, al igual que la sexualidad, tiene un marcado carácter propio y específico de cada persona.
- Se ha demostrado científicamente que la respuesta sexual tiene especificidad e identidad en función del género. Las diferencias entre la de la mujer y la del hombre se evidencian en numerosos aspectos.
- El deseo sexual sustenta todas las fases de la actividad sexual y sin él no hay excitación. Si los niveles de deseo son altos la respuesta sexual es más fácil y alcanza mayor intensidad.
- La motivación juega un papel muy importante en el deseo. El acto sexual no se realiza sólo por ser una necesidad física o de descarga orgásmica, hay otros factores motivadores esenciales como la necesidad de unirse y conectarse, de abrazar y ser abrazado/a, de amar y ser amado/a, el deseo de sentirse seguro/a, o incluso de sentirse dominado/a o de realizar una conquista. También la necesidad de emociones e incluso el riesgo pueden estar implicados en el deseo sexual.
- Los pensamientos y fantasías sexuales contribuyen en el complejo proceso del deseo sexual. Al igual que pensar en la comida favorita puede estimular el hambre, una fantasía sexual o la visión de imágenes seductoras pueden incrementar el deseo y la excitación.
- El nivel de deseo no es fijo ni invariable y puede aparecer cuando menos lo esperamos, aunque depende en gran manera del estado de ánimo.
- Entre ambos miembros de la pareja sexual se produce una interacción física y psicológica recíproca; hay una "química especial", de tal modo que la excitación sexual de cada uno de ellos procede de sus propias sensaciones y también de cómo se percibe la excitación del otro/a. Si nuestra pareja se excita mucho, por lo general aumenta nuestra excitación. Si por el contrario la percibimos distante y poco excitada, es fácil que nuestra pasión disminuya. De ese modo las parejas con "buena química" ven incrementada la pasión y el placer.
- En el hombre, durante la fase de excitación, las erecciones pueden presentarse con mayor o menor rapidez. Aunque existe gran variabilidad de unas personas a otras, los jóvenes suelen tenerlas con más rapidez (sobre todo si se comparan con mayores de sesenta años). En el transcurso del encuentro sexual, las erecciones pueden variar de intensidad e incluso aparecer y desaparecer. Si se produce una disminución en la intensidad de la erección o incluso su pérdida, por el motivo que sea, tal hecho se debe asumir con tranquilidad y se debe continuar con el juego erótico: hablarse, besarse y acariciarse. Con ello, el mecanismo reflejo de la erección se pondrá de nuevo en marcha y reaparecerá. Con bastante frecuencia el hombre interpreta esta variación de la intensidad eréctil como una señal de que algo no funciona bien y esto conduce a que se produzca un trastorno sexual real.
- El tamaño del pene preocupa al hombre y también a la mujer. Es necesario saber que un pene grande en estado flácido crece de manera proporcional menos durante la erección que un pene pequeño en estado flácido. El tamaño del pene flácido varía de unos hombres a otros, pero se acerca mucho durante la erección. Esta preocupación se ha incrementado con el visionado de las películas pornográficas, en las que, además de seleccionar hombres bien dotados, se realiza un trabajo de cámaras engañoso para exagerar el tamaño del miembro viril.
- La estimulación del clítoris resulta excitante para muchas mujeres. No obstante, la mayoría de los hombres, incluso los que se creen expertos amantes, está lejos de ser habilidoso en sus caricias sobre el órgano. Entre los errores más frecuentes de los que las mujeres se quejan se cuentan:
1 - Muchos hombres buscan el clítoris de manera inmediata y una vez encontrado lo estimulan de manera brusca antes de iniciar los besos, caricias y abrazos.
2 - El estímulo suele realizarse de manera constante y la mujer prefiere que su compañero sexual después de acariciarlo un tiempo lo deje para volver posteriormente.
3 - A muchas mujeres les molesta el estímulo directo del clítoris, prefieren ser acariciadas en la zona por encima o alrededor de él.
4 - Puede resultar irritante su tocamiento con dedos secos o ásperos, debido a que en el clítoris no hay lubricación. Para suavizar las caricias, se puede usar desde saliva a lubricantes artificiales y, desde luego, lubricante vaginal.
- La fase de meseta no siempre se diferencia de la de excitación, de la que es una prolongación tanto en intensidad como en tiempo. A menudo se considera como un breve momento entre la excitación y el orgasmo.
- En la mujer, durante la fase de excitación-meseta, se produce hinchazón en el tercio externo de la vagina (la llamada plataforma orgásmica), que se expande hacia dentro y se estrecha en su interior acogiendo y sujetando el cuerpo del pene. Dicha plataforma orgásmica, rica en terminaciones nerviosas sensibles, se acomoda casi a cualquier anchura del pene y las sensaciones placenteras producidas por la estimulación y el roce en su interior son, para muchas mujeres, muy placenteras. Debido a este mecanismo de estrechamiento, el ancho de la erección del pene es menos importante para la estimulación sexual de la mujer de lo que generalmente se cree.
- Al mismo tiempo, en esa misma fase se produce una elevación del útero y los dos tercios interiores de la vagina, más pobres que el tercio externo en terminaciones nerviosas sensibles, se alargan. Debido al menor número de terminaciones nerviosas sensibles, las sensaciones placenteras procedentes de esta zona vaginal son menores, lo que representa otro argumento más en contra de que el tamaño del pene erecto sea esencial para que la mujer alcance más placer durante el coito, como algunas personas creen.
- Durante la fase de meseta, el clítoris parece desaparecer, lo que puede desconcertar a algunos hombres que tratan de localizarlo de manera visual. Esto es debido a que, aunque se agranda, el glande del clítoris no se ve al retraerse contra el pubis y en cierta manera queda oculto por la hinchazón que experimentan los labios de la vagina.
- En la actualidad, no se acepta como meta ideal del acto sexual que el orgasmo sea simultáneo, tal y como se consideraba en las décadas de 1950 y 1960. Tal experiencia, cuando sucede, puede ser gratificante para la pareja, pero no se justifica el esfuerzo en lograrlo y menos sentirse decepcionado si no se obtiene. Que acontezcan ambos orgasmos por separado nos da la oportunidad de disfrutar tanto del orgasmo propio como de vivir y ser conscientes del de nuestra pareja.
La consecución del orgasmo por separado en la pareja da la oportunidad tanto de disfrutar el propio placer como de vivir y ser conscientes del de la pareja
- En el orgasmo, el proceso fisiológico que se produce en la mujer es similar al del hombre, con la diferencia de que en el masculino se alcanza un punto a partir del que la eyaculación es inevitable. Por el contrario, en la mujer, aun estando a punto de suceder, el orgasmo se puede bloquear a causa de cualquier interrupción o cese de la estimulación.
- Muchas mujeres, cuando la excitación es muy intensa o durante el orgasmo emiten de manera pulsátil fluidos vaginales, en un proceso parecido a la eyaculación masculina.
- Algunas mujeres tienen capacidad para alcanzar varios orgasmos sucesivos si la estimulación continúa.
- Hay situaciones en las que uno o ambos amantes no alcanzan el orgasmo. Éste es un tema candente y de debate. La importancia que se da al orgasmo propio en el encuentro sexual todavía no es la misma para el hombre y la mujer. En la actualidad, parece que la mujer, en mayor medida que el hombre, considera su propio orgasmo un complemento a su experiencia sexual más que el objetivo de ella.
- La anorgasmia no puede ser considerada como una variante normal de la sexualidad femenina. También se da en los hombres, sólo que cuando es el hombre quien no consigue el orgasmo lo identifica con un problema, mientras que hay un alto número de mujeres que no han tenido nunca un orgasmo y no se sienten preocupadas al respecto. Lubrican, se excitan y no se consideran anormales ni privadas de algo. No obstante, cada vez con más frecuencia las mujeres anorgásmicas o con orgasmos infrecuentes se preocupan por este hecho y buscan la manera de solucionar el problema.
- La mujer que alcanza el orgasmo sólo ocasionalmente por diversas razones (escaso deseo, falta de destreza y cooperación del compañero, factores circunstanciales, etc.) sólo debe de considerarse afectada de algún problema sexual cuando su frecuencia orgásmica es tan baja que le produce insatisfacción. En este caso, debe considerase afectada por un trastorno sexual que se debe abordar, de manera similar a lo que ocurre con la disfunción eréctil del hombre.
- Hace dos décadas se consideraba la impotencia en el hombre de cierta edad como normal, pero hoy se sabe que es consecuencia de diversas enfermedades (diabetes, depresión, trastornos psicológicos, etc.). Esto ha permitido romper con el binomio impotencia-edad, lo que ha facilitado el descubrimiento del origen de la disfunción eréctil y su tratamiento.
LA SEXUALIDAD EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA Y EN SITUACIONES ESPECIAL
EN LA INFANCIA

Desde la visión de la vida sexual del ser humano como algo flexible, cambiante y en permanente proceso de transformación, se capta en toda su hondura la realidad del hecho sexual. La sexualidad no tiene una sola función, ni es algo particular de un periodo de la vida del ser humano. No es algo rígido desde que nacemos hasta nuestra muerte. Cada etapa de nuestra vida tiene sus peculiaridades y la sexualidad no es ajena a esta realidad. Por ello, una visión positiva, enriquecedora y responsable de las bondades del sexo permite disfrutar de lo bueno de nuestra sexualidad en cada uno de los periodos de la vida.
La infancia, a la que se ha considerado un periodo asexuado de la vida tiene, por el contrario, una gran importancia en la formación del ser sexuado. Cuando nacen, la niña y el niño tienen un patrón de conducta sexual poco diferenciado. A excepción de los órganos genitales, distintos en cada sexo, el comportamiento motor y sensorial es semejante en ambos.
En este periodo, que se prolonga desde el nacimiento a la adolescencia, se producen una serie de cambios físicos y psíquicos que constituyen el desarrollo. Para comprender esta etapa como génesis de la sexualidad humana hay que tener en cuenta los siguientes aspectos:
- El ser humano nace con unas estructuras centrales activas que son determinantes de la frecuencia, la forma y la orientación de la conducta sexual. Estas estructuras se relacionan y adaptan a la realidad externa y al sujeto.
- El desarrollo sexual es fruto de la persona y de su modo de actuar, de la relación con su medio y de las circunstancias que de él emanan.
- En paralelo con los aspectos biológicos con los que nacemos, comienzan a influirnos una serie de determinantes externos al sujeto y cambiantes en el tiempo. Entre ellos podemos hablar de factores culturales, religiosos, ideológicos y sociales. Se manifiestan a través de las pautas de crianza y criterios educativos referidos al dimorfismo sexual (el hecho de que en la especie animal humana hay dos sexo, el femenino y el masculino), con una marcada influencia en la diferenciación psicosexual entre niñas y niños. Por ello podemos considerar de un modo genérico que el desarrollo sexual es consecuencia de la interacción del sujeto (formado por su cuerpo y su psique), su medio socio-cultural y los acontecimientos que vaya experimentando.
Características propias de esta etapa
La sexualidad infantil tiene una serie de características que la hacen diferente a la de otras etapas de la vida:
- La sexualidad en las etapas posteriores de la vida va a tener su base en la sexualidad infantil.
- Lo genital no tiene importancia en esta etapa.
- Los aspectos sociales y afectivos asociados a lo sexual tienen una gran relevancia.
- Los juegos sexuales de este periodo se basan en la enorme curiosidad y la tendencia a imitar que le son propias.
- Las expresiones de la sexualidad en esta etapa reflejan las necesidades del propio desarrollo.
- El que se puedan establecer vínculos afectivos satisfactorios en este periodo va a facilitar un referente para un desarrollo armónico en la edad adulta.
- Las preferencias sexuales no están determinadas.
Superar problemas como los celos permiten ver el mundo de modo menos egoísta y aprender que compartir no es perder sino ganar
Primer año de vida
En este periodo la relación entre el bebé y su madre tiene un efecto modelador de enorme importancia. Hay autores que hablan de que la vinculación en el contacto, el apego y la separación van a constituir el núcleo de la personalidad y la sexualidad del sujeto en el futuro.
De los 2 a los 6 años
En esta etapa de la vida del niño y la niña hay una serie de cambios fundamentales (motores e intelectuales) para su desarrollo en general y que tendrán un significado especial para el desarrollo sexual.
- El control de esfínteres y el modo de afrontar los padres y madres las circunstancias que los rodean puede influir en el desarrollo de la sexualidad del adulto.
- Los problemas de celos y su superación le van a permitir ver el mundo de las relaciones de modo menos egocéntrico y aprender que compartir no es perder, sino ganar.
- La curiosidad que siente en esta etapa se hace extensiva también a su sexualidad. De ahí que podamos hablar de curiosidad informativa hacia el mundo que le rodea, curiosidad por lo físico y lo emocional, y también en el plano sexual. El niño explora su propio cuerpo y las sensaciones que va percibiendo. Aquí se corre el riesgo de que la actitud de los adultos no sea colaboradora. Deben evitarse los gestos de desaprobación, los silencios o la incomodidad, porque se convierten en un cúmulo de mensajes para los niños y las niñas que influyen de manera notable en la percepción que tendrán sobre su cuerpo. Es evidente que el niño o la niña van a sentir curiosidad por el otro u otra. Querrán investigar en las diferencias físicas; aparecen conductas que se pueden denominar como voyeuristas (mirar) y exhibicionistas (mostrarse). Comienzan los juegos en los que los/as niños/as imitan conductas de marcado carácter sexual, que ven en su entorno, en la televisión etc. Incluso en los últimos años de esta etapa co mienzan las actividades autoexploratorias y autoestimulatorias que pueden generar angustia en los mayores y provocar reacciones reprobatorias hacia el menor si no se contemplan como naturales y no se juzgan ni se intentan corregir. En esta etapa tiene una especial importancia el proceso de identificación e imitación de modelos de conducta sexual, que comienzan a definir las actitudes ante la sexualidad y los modos de relacionarse en los planos erótico y afectivo.
De los 7 a los 10 años
En este periodo el niño y la niña son más autónomos, se manejan mejor en el mundo real y conocen su identidad sexual. Por otra parte, la escuela adquiere una mayor importancia en su desarrollo, aunque de poco sirve en esta disciplina si el mundo académico continúa sin aportar ningún tipo de educación sexual reglada. Es un periodo en el que las prohibiciones en todo lo concerniente a lo corporal y a lo sexual se hacen mucho más explícitas. De ahí que las conductas sexuales se hagan menos espontáneas y abiertas, sean más sutiles y ocultas, y logren pasar desapercibidas a ojos de los adultos. De manera errónea, estas conductas pueden llevar a considerar esta etapa como de desinterés sexual o periodo de latencia. Sin embargo, persisten los juegos sexuales, que, aunque adquieren unas motivaciones añadidas, parten de la curiosidad como elemento básico. El niño y la niña se afirman en lo que conocen por observación de la conducta de los adultos; son conscientes de las sensaciones físicas y emocionales asociad as al contacto y la cercanía física; experimentan la excitación sexual y la relación afectivo-sexual con su grupo de iguales. Por ello, las actitudes de reprobación o castigo por su curiosidad pueden tener una influencia negativa en el desarrollo posterior de la esfera psico-sexual de la persona.
EN LA ADOLESCENCIA

Este periodo, que ocupa aproximadamente la horquilla entre los 11 y los 19 años, está plagado de cambios muy significativos en el desarrollo de la persona. Cobran una significativa importancia el entorno social, sus normas y los modos de afrontar y resolver los conflictos propios del desarrollo.
La pubertad es un periodo bisagra que queda solapado entre la infancia y la juventud. Su inicio ocurre entre los 11 y 13 años, tanto para las niñas como para los niños. En términos biológicos, la pubertad se refiere a la fase en la que los niños y niñas presentan su desarrollo sexual. Después llegan los cambios mentales y psicológicos, necesarios para afrontar la vida adulta. Conviene distinguir al adolescente de los adultos y de los niños. No son 'niños grandes', ni 'adultos inmaduros'. Son adolescentes que requieren de especial atención, debido a que empiezan una etapa de grandes expectativas en la que adquieren su propia identidad. Si el inicio de la pubertad comienza antes de los 8 años, se considera prematuro. Si no llega hasta los 14 años, se califica como tardío. En ambos casos conviene consultar con el médico.
En la adolescencia se produce la disonancia entre qué valores asumir como propios, cuáles rechazar y cuáles conservar de los recibidos por el padre y la madre
Este periodo es especialmente delicado, y sobre todo individual. Si bien cada persona es un sujeto diferente, en esta fase la distinción es exponencial por la gran variabilidad en el desarrollo en chicos y chicas de la misma edad. En un mismo grupo, en algunos aspectos homogéneo, conviven chicos y chicas de aspecto completamente aniñado con otros con las características sexuales secundarias plenamente desarrolladas: vello sexual, cambio de voz, senos desarrollados, menstruación... Esto puede hacer que el adolescente pase por un periodo en el que si está muy alejado del modelo de su grupo de referencia se encuentre incómodo o desplazado. Para acompañarle en esta etapa es fundamental entender, o al menos intentar entender lo que sucede y, en la medida en que se pueda, reconducir las dificultades, las dudas e incluso la rebeldía al campo de la normalidad y la naturalidad
Los cambios físicos
Los primeros cambios fisiológicos durante el inicio de la pubertad se presentan con relación a la estatura, cerca de dos años antes en las niñas que en los niños. El crecimiento definitivo comienza en torno a los 10 años en las niñas y a los 12 años en los niños. Se experimenta un pico de crecimiento cada dos años y supone ganar entre 7,5 y 10 centímetros de altura cada año. A la mayor altura se suman transformaciones en el tamaño de los huesos, lo que produce cambios en la fisonomía de la persona. Con la primera menstruación, o al término de un pico de crecimiento, empiezan a actuar las diferentes hormonas femeninas o masculinas. Estas hormonas son las causantes de los cambios sexuales secundarios.
La evolución física en las niñas, al igual que en los niños, incluye la aparición de vello púbico y axilar, y cambios de coloración en la zona genital. Las glándulas que producen el sudor están más activas, lo que supone mayor sudoración. Llega el crecimiento de los senos y algunas veces es más prominente el de una mama que el de la otra. Esto no debe ser signo de preocupación porque, con el tiempo, el tamaño se iguala en ambos senos. El pubis se ensancha y las manos se alargan. Cerca de un año después de iniciado el crecimiento de los senos, se experimenta un aumento de estatura, antes de aparecer la menarquia o primera menstruación, que convierte a la mujer en fértil a todos los efectos. Durante las primeras reglas es normal que los ciclos menstruales sean irregulares. Así, pueden comprender entre 24 a 34 días, presentar una duración entre 3 y 7 días, y no aparecer todos los meses. El dolor menstrual o dismenorrea es poco común con la primera menstruación, pero suele aparecer durante la adolescencia. Después de la primera regla, la niña sigue creciendo tanto en talla como en el tamaño de sus senos, y el vello púbico se hace más aparente y grueso. También hay cambios en la voz, aunque no de manera tan notable como en los niños. Todo el período de crecimiento dura entre 4 y 5 años. A su término, el cuerpo está completamente desarrollado.
Las relaciones sexuales pertenecen a la intimidad de las personas, y no tenemos obligación de compartirlas con los demás salvo si queremos o necesitamos hacerlo
Con los primeros años de la adolescencia llega la madurez sexual de los niños. Aparece el pelo en el área púbica, sobre las axilas y la 'barba'. Además, cambia la voz. El cuerpo de los niños se prepara para la madurez sexual con la producción de hormonas masculinas en cantidades abundantes, que causan el agrandamiento de los testículos y el oscurecimiento del escroto. Por lo general, el primer cambio que vive el niño es la aparición de pelo ralo alrededor de la base del pene. Sucede antes de un pico de crecimiento. Si en estos meses hay leve aumento de las glándulas mamarias no es motivo de preocupación, pero conviene estar atento para asegurarse de que desaparecen a los pocos meses. Aunque el pene puede tener erecciones desde la infancia, la primera eyaculación de semen se produce cuando se cumplen los dos años del inicio de la pubertad, o cuando el pene ha crecido y ha alcanzado su tamaño definitivo. Puede suceder en una masturbación, de manera espontánea con una fantasía sexual o durante la noche en una eyaculación nocturna. Más tarde, el pelo empieza a aparecer en las axilas y en el rostro. La laringe crece y hace más visible la nuez o "manzana de Adán", de manera simultánea al cambio en el tono de la voz, un proceso que a veces produce "gallos" al hablar. La duración del crecimiento puede prolongarse durante 5 años, tiempo en el que los testículos siguen aumentando, y el pene se torna más grueso.
Cambios psico-sexuales
- Aparece un interés por el atractivo físico del otro.
- También un interés por cuidar y resaltar el propio atractivo.
- Se afianza la tendencia a la relación y al vínculo con determinadas personas.
- Toma cuerpo la función psicológica del impulso sexual.
- El mundo emocional busca expresarse a través de los sentidos.
- Aparecen conductas tendentes a obtener placer (en relación con el otro, o a través de la autoestimulación).
Los cambios físicos sufridos en la adolescencia, unidos a un interés creciente por saber de sexo y, en consecuencia, por la adquisición de unos conocimientos e información (muchas veces errónea) sobre sexualidad, hacen que se vaya formando una nueva identidad. En este periodo se sale del seno familiar para ir entrando y compartiendo el mundo de los iguales, con lo que supone el choque de las creencias transmitidas en la familia sobre sexo y sexualidad con las que otros adolescentes y los medios de comunicación (incluyendo Internet) le aportan. Así, se plantea la disonancia entre qué valores asumir como propios, cuáles va a rechazar y cuáles conservar de los que ha recibido de sus padres. Todo ello se manifiesta a través de lo cambiante de su humor, de su irascibilidad y de ciertas reacciones irracionales, que son la expresión del conflicto interior que está viviendo.
El inicio de las relaciones sexuales
Una duda que comparten adultos y jóvenes es cuándo se deben iniciar las relaciones sexuales, más si éstas incluyen el coito, lo que implica riesgo al embarazo y mayor peligro de contagio de enfermedades de transmisión sexual. Preocupa en especial el cómo saber el momento adecuado para iniciarse. Aunque, en realidad, los comienzos son muy paulatinos: cogerse de la mano, un beso en la cara o en la boca, caricias... No obstante, al final la duda se concreta en saber cuál es la edad buena para empezar las relaciones sexuales completas. Lo ideal es que se llegue a ese momento preparado psicológicamente y que tanto el protagonista como sus progenitores y educadores lo interpreten como un acto de responsabilidad y libertad. Por lo tanto, la respuesta a esa duda no se puede reducir a ofrecer una edad para iniciarse, porque el criterio cronológico no siempre se corresponde con la madurez afectiva. La respuesta supone un análisis de la situación que comprende diferentes factores.
En primer lugar, el adolescente debe analizarse a sí mismo y descubrir cuál es su actitud personal ante el sexo, así como si es responsable para asumir las consecuencias de mantener relaciones sexuales con otra persona. Debe ser lo suficientemente maduro o madura como para adquirir una protección adecuada para prevenir un embarazo y enfermedades de transmisión sexual. Pero también hay que ser maduro para hacer frente a unas respuestas emocionales y complejas, muy importantes para definir el futuro comportamiento. Se inician los desengaños amorosos, el enamoramiento, la necesidad del otro.
Después llega el análisis del otro, es decir, de la persona con la que se va a tener relaciones. Hay que estar seguro de que ofrece confianza y respeto. Debe ser una persona adecuada con la que compartir la intimidad, y a la que se llega desde la plena libertad, no con el propósito de satisfacer los deseos del otro sin conocer los propios.
Para terminar, merece la pena reflexionar sobre la familia, el entorno y el grupo. Las relaciones sexuales pertenecen a la intimidad de las personas, y por ello no hay obligación de compartir con los demás detalles sobre ellas, salvo si se quiere hacer o se necesita hacerlo; mucho menos seguir los dictámenes de los otros sobre el ejercicio de la sexualidad. Los amigos lo son en la medida en que respetan al prójimo y no le llevan a hacer cosas que no quiere o no está seguro de querer. A los padres y madres, por lo general, les costará entender a sus hijos como seres sexuales. Esto resulta comprensible pero no debe empujarles a coartar la libertad de sus hijos.
EN LA EDAD ADULTA

Podemos dividir esta etapa en dos periodos, de acuerdo a las dos décadas que abarca: la que va de los 20 a los 30 años, y la que llega a los 40. En la primera, la persona sufre multitud de cambios, sobre todo en el plano psicológico. Es un tiempo en el que se toman decisiones que van a marcar el resto de la vida (modelo de vida, trabajo, matrimonio, responsabilidades). En el plano de la sexualidad es un tiempo de experimentar, conocer, buscar y profundizar en la propia expresión sexual. Conviven la incertidumbre con la completa satisfacción, y está presente todavía la preocupación adolescente sobre la destreza en la práctica del sexo. Si en cualquier aspecto de la vida las creencias y la educación moldean la conducta, en la sexualidad ocurre lo mismo. En la medida en que se logra madurez para preguntarse sobre principios y normas relativas a la sexualidad, cada persona adquiere la posibilidad de desarrollar su esfera sexual con total libertad y de vivir de un modo pleno su orientación sexual (heterosexual, homosexual o bisexual). En la segunda etapa se culmina, al menos se espera culminar, la orientación del deseo, el tipo de vida, el estado civil y la estabilidad con la pareja, o, si se prefiere, en solitario. Todos ellos son aspectos que tienen su repercusión en el comportamiento sexual, aunque no desaparecen las condiciones anatómicas, psicológicas y emocionales, y siguen presentes los recuerdos de etapas pretéritas, las fantasías, las asociaciones y expectativas que conforman el entramado del que surge la conducta sexual.
El adulto saludable desde el punto de vista sexual
Tiene conocimientos y habilidades que contribuyen al disfrute y la salud sexual.
Comportamiento sexual
- Disfruta y expresa su sexualidad a lo largo de su vida.
- Expresa su sexualidad de manera congruente con sus valores.
- Discrimina entre los comportamientos sexuales que realzan su vida y aquellos que son dañinos para sí mismo y/o para otros.
- Expresa su sexualidad mientras respeta los derechos de los demás.
- Busca nueva información para mejorar su sexualidad.
- Establece relaciones sexuales que se caracterizan por su honestad, equidad y responsabilidad.
Salud sexual
- Usa anticonceptivos de manera efectiva para evitar embarazos no deseados.
- Previene el abuso sexual.
- Actúa de manera consistente con sus propios valores si se tiene que enfrentar con un embarazo no deseado.
- Busca cuidado pre-natal al principio del embarazo.
- Evita contraer y transmitir enfermedades sexuales,incluyendo el VIH.
- Practica comportamientos de promoción de la salud como exámenes médicos regulares, auto-exámenes de los senos y testículos, e identificación temprana de posibles problemas.
Sociedad y cultura
- Demuestra respeto por las personas con diferentes valores sexuales y estilos de vida.
- Reconoce los conflictos de valor intergeneracionales entre los miembros de la familia.
- Evalúa el impacto de la familia, cultura, religión, medios de comunicación y mensajes sociales, sobre sus propios pensamientos, sentimientos, valores y conductas relacionadas con la sexualidad.
- Promueve el derecho a recibir información precisa y científica sobre la sexualidad.
- Evita conductas que exhiban prejuicio e intolerancia.
- Rechaza estereotipos sobre la expresión sexual de diversos grupos culturales.
Desarrollo humano
- Aprecia su propio cuerpo.
- Busca información sobre reproducción en la medida que lo necesite.
- Considera que el desarrollo humano incluye la sexualidad, que puede o no incluir la reproducción o la experiencia sexual genital.
- Se relaciona con ambos sexos de manera respetuosa y apropiada.
- Afirma su orientación sexual y respetará la orientación sexual de otros.
Relaciones humanas
- Busca en la familia una fuente de apoyo.
- Expresa amor e intimidad de manera apropiada.
- Desarrolla y mantiene relaciones significativas.
- Evita las relaciones de explotación y de manipulación.
- Toma decisiones informadas sobre opciones de familia y estilos de vida.
- Desarrolla habilidades que realcen las relaciones personales.
- Comprende cómo la herencia cultural afecta las ideas sobre la familia, las relaciones interpersonales, la sexualidad, la moral.
Habilidades personales
- Se identifica y vive de acuerdo a sus valores.
- Se hace responsable de su propio comportamiento.
- Practica toma de decisiones efectivas.
- Se comunica de manera efectiva con la familia, sus padres y parejas.
MODELOS DE EDUCACIÓN SEXUAL

En nuestros días los conceptos relacionados con el sexo se hallan por todas partes, se habla de sexualidad (la mayoría de las veces de oídas), se usa el sexo como reclamo de venta, ya sean coches, alcohol o ropa, y los medios de comunicación subrayan de manera ostentosa aquello que puede tener un toque morboso o de escándalo sexual. Pero, en paralelo, hay muy poca cultura sexual. Para lograrla resulta muy útil reivindicar la educación sexual en los términos en que lo expuso la Organización Mundial para la Salud (OMS):
"La educación sexual debe abarcar mucho más que la información. Debe dar una idea de las actitudes, de las presiones, conciencia de las alternativas y sus consecuencias. Debe de aumentar el amor, el conocimiento propio, debe mejorar la toma de decisiones y la técnica de la comunicación". OMS, 1983
Según las palabras del filósofo Maurice Merleau Ponty formuladas en 1975 para referirse a la sexualidad, "hablar de sexualidad humana es hablar de la esencia misma del ser humano". Esta visión supone un punto de partida a la hora de conocer, estudiar y profundizar en la sexualidad humana en general y de la educación sexual en particular. Debemos tener presente que cuando nos referimos a la educación sexual se ha de tener una visión completa de la complejidad del ser sexuado, y partir de la consideración de que la sexualidad es una parte integral de la personalidad de todo ser humano. Su desarrollo personal pleno depende de la satisfacción de necesidades humanas básicas, como el deseo de contacto, de intimidad, la expresión emocional, la búsqueda del placer, la ternura y el amor. Asimismo, hemos de tener presente que la sexualidad se construye a través de la interacción entre el individuo y las estructuras sociales, y que el desarrollo pleno de la sexualidad es esencial para el bienestar individual, interpersonal y social.
La educación sexual sigue siendo la asignatura pendiente de nuestro sistema educativo. Como materia no está integrada de modo formal en el sistema curricular y, sin embargo, cada vez es más necesario difundir conocimientos que logren cambiar ciertas actitudes sexistas que subyacen en dos auténticas lacras sociales: la violencia sobre las mujeres y la violencia sexual. Para erradicarlas es muy necesario procurar una buena educación sexual.
A lo largo de la historia reciente se han puesto de manifiesto diferentes modelos de educación sexual que conviven en nuestros días, entremezclándose y distorsionando mensajes. Debido a sus habituales contradicciones y a la ausencia de delimitación de sus fuentes, lo que debería ser una disciplina se ha convertido en discursos con trasfondos ideológicos que hacen difícil concretar enseñanzas y teorías.
Educación tradicional
Este modelo tuvo su mayor auge en Europa durante el siglo XIX y mantuvo una notable influencia en nuestro país hasta no hace muchos años. Algunas de sus características son:
- La procreación es el principal objetivo de la sexualidad, esto deviene en que se defiende la sexualidad como una característica que se desarrolla a partir de la adolescencia y termina al final de la madurez (etapa fértil), por lo que se niega la sexualidad infantil y la de los ancianos.
- Liga el placer a la sexualidad del varón y el sentimiento a la sexualidad de la mujer.
Educación higienista
El objetivo de esta educación es evitar riesgos inherentes a la actividad sexual. Se insiste en la abstinencia fuera del matrimonio o en el uso de métodos preventivos eficaces (según la ideología). No aporta una revaloración ética de la sexualidad y fomenta su visión negativa con el refuerzo de la idea de peligro asociada a la práctica sexual.
Educación procreadora
En este modelo, la educación depende de una antropología y una moral de determinadas creencias religiosas. La información se presenta de modo sesgado y moralizador. Otorga a la procreación toda la importancia y niega la anticoncepción. Ofrece un valor negativo a la masturbación, la homosexualidad y las relaciones prematrimoniales. Niega el derecho al placer y considera la sexualidad como un mero medio para un fin superior: la procreación.
Educación para la revolución sexual y social
Consecuencia de posturas ideológicas combativas, los contenidos que propone para desarrollar una educación se mezclan con militancia política. En términos generales, sus planteamientos no tienen base científica y sí ideológica por lo que su transmisión puede encuadrarse en una postura vital pero no sirven de base de una educación plural y rigurosa. Aporta a la cultura la defensa de igualdad de derechos sexuales en el hombre y la mujer, e inspirada en los planteamientos de Freud, reconoce la importancia crucial de la sexualidad en el desarrollo de la persona, en todos sus niveles emocionales y psicológicos.
Educación profesionalizada, democrática y abierta
Se basa en posturas plurales de ideas, en el rigor científico y en actitudes democráticas, abiertas y tolerantes. Se insiste en la búsqueda de una ética personal ligada a la práctica sexual y a la asunción de actitudes responsables en relación a la misma. Este modelo quiere serlo desde el respeto por la pluralidad y la diferencia. Sus objetivos generales son:
- Transmisión de una visión globalizada y positiva de la sexualidad humana.
- Conocimiento del propio cuerpo y sus posibilidades como receptor y productor de placer.
- Posibilitar cambios de actitudes, conductas y valores sobre la sexualidad humana.
- Promoción de la calidad de vida, merced a un acceso a toda la información y orientación necesaria sobre la temática sexual.
CÓMO INFORMARNOS DE LA SEXUALIDAD

Antes de recabar información sobre la sexualidad es necesario realizar una reflexión sobre cuáles son nuestras actitudes sobre el sexo y la sexualidad. Como nuestro entorno, nuestra educación y nuestra cultura han conformado el modo de ver y vivir la sexualidad, hemos de preguntarnos si estamos de acuerdo con ello, y en qué creemos realmente. En la manera de vivir la sexualidad no hay normas. Cada persona es libre de sentirse satisfecha con aquello que siente y gusta. No existe una buena sexualidad y una mala sexualidad en términos doctrinales. La única condición para poder juzgarla es la libertad desde la que se ejerce. A partir de ahí, si encontramos una significativa disonancia entre cómo vivimos nuestra sexualidad y cómo nos gustaría vivirla, habremos de pensar que hay que promover cambios profundos. En esta reflexión puede servir de ayuda hacerse las siguientes preguntas:
1 -¿Cuáles son mis actitudes, conductas y valores en relación a la sexualidad humana en general?
2 -¿Cuestiono los roles sexuales tradicionales y el modo de relacionarse hombres y mujeres entre sí? ¿Los modelos otorgados al hombre sexuado y a la mujer sexuada los considero ecuánimes y justos?
3 -¿Tengo conocimiento de mi propio cuerpo? ¿Conozco sus posibilidades como receptor y productor de placer?
4 -¿Entiendo la sexualidad como fuente de promoción de amor, respeto, crecimiento personal y libertad en mí y en los demás?
5 -¿Tengo y trasmito una visión inflexible de la sexualidad humana, y quiero cambiar esta visión?
Conocidas las respuestas y detectadas las contradicciones en las que incurre la gran mayoría de las personas, surge el reto de buscar un modo más satisfactorio de vivir nuestra sexualidad. Ese reto es el punto de inicio de una búsqueda. Nos podemos ayudar:
- Con lecturas científicas, serias y amenas sobre sexualidad humana.
Ante la perspectiva de abordar un tema sexual con nuestros hijos e hijas se puede ser franco y admitir la sensación de incomodidad y las ganas de superarla
Disponemos en España de buen material desde hace años, pero es importante ojear los volúmenes que pueden despertar el interés y comprobar que coinciden con nuestros planteamientos.
- Intercambiar opiniones con nuestra pareja, familiares y amigos sobre los descubrimientos que hagamos en estas lecturas atreviéndonos a compartir nuestra realidad, trascendiendo el chiste fácil, única alusión socialmente utilizada para hablar de sexo. Sería deseable que fuéramos capaces de ir promoviendo un discurso normalizado sobre la sexualidad.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DIABETES

La salud en su relación con la sexualidad integra cuestiones de bienestar orgánico, psíquico, social y, por supuesto, sexual. Son, por tanto, amplios y cotidianos los problemas que afectan a la sexualidad, pero por lo general se miran de soslayo y no son tenidos en cuenta. En las habituales relaciones del médico con los pacientes, la sexualidad suele ser un tema tabú que no se aborda y sobre el que no se suele consultar por propia iniciativa. Sin embargo, numerosos estudios demuestran una clara relación entre calidad de vida y vida sexual satisfactoria. En algunos, incluso se asocia esta última a una mayor longevidad. En consecuencia, es cada vez más habitual que el personal sanitario se conciencie de lo importante que es abordar las cuestiones sexuales con los pacientes en su consulta, dada la alta frecuencia de trastornos, fácilmente curables, que repercuten en la calidad de vida. Una calidad que mejorará si se logra terminar con la escisión habitual entre sexo y salud, algo que lleva a que muchas personas con trastornos sexuales no reconozcan su relación con alguna enfermedad que pudieran padecer. La persona que sufre hipertensión o que tiene diabetes y presenta capítulos de problemas sexuales puede no ser consciente de que están directamente relacionados con su enfermedad, tal vez con la dieta poco saludable que lleva, o de que esos problemas son consecuencia de los fármacos que ingiere.
De hecho, para que el ciclo de la respuesta sexual se desarrolle de manera satisfactoria, tanto en la mujer como en el hombre, es esencial la adecuada irrigación sanguínea de las zonas genitales y de los órganos y sistemas implicados. Cualquier enfermedad que afecte a los vasos comprometerá también el rendimiento erótico.
Los mecanismos por los que una enfermedad puede menoscabar la vida sexual son numerosos y conviene conocerlos. Están reconocidos como factores de riesgo la diabetes, hipertensión, dislipemias (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), estrés, una vida sedentaria, obesidad, tabaquismo y la toma abusiva de sustancias como alcohol, drogas, etc.
La diabetes es una alteración del metabolismo de los hidratos de carbono que se caracteriza por un aumento excesivo de la glucosa en sangre.
Existen dos tipos de diabetes, la diabetes Tipo I, que suele presentarse de manera brusca, en personas jóvenes y requiere tratamiento con insulina, y la diabetes Tipo II, que comienza de manera insidiosa, con pocos síntomas, habitualmente en personas mayores de 35 años y que suele tratarse con fármacos orales.
La diabetes Tipo II está muy relacionada con la obesidad y es más frecuente que provoque trastornos circulatorias, sobre todo cerebrales y cardíacas. También suelen asociarse en mayor medida a otras enfermedades como hipertensión y dislipemia (colesterol alto).
La diabetes, en cualquiera de su dos tipos, produce, dentro de los 10 primeros años de su diagnóstico, disfunción sexual en aproximadamente la mitad de los pacientes y según avanza la enfermedad la cifra aumenta. Los trastornos sexuales afectan sobre todo a la fase de excitación y provocan dificultades de excitación y de lubricación en la mujer, y disfunción eréctil en el hombre. Esta afectación de la excitación sexual en las personas con diabetes es más progresiva y grave que la que ocurre con otras enfermedades, y a lo largo de su evolución se le asocian trastornos de deseo y también en el orgasmo. A la acción negativa de la diabetes sobre la función sexual se suma la de otras enfermedades que suelen ser simultáneas como hipertensión, colesterol alto e incluso la toma de algunos medicamentos.
La diabetes, sobre todo la Tipo II, lleva asociada en muchas ocasiones problemas sexuales que deben ser tratados por un facultativo
La disfunción eréctil, mal llamada impotencia, consiste en la incapacidad para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual. En el hombre con diabetes es muy frecuente y tiene su origen en los trastornos circulatorios y neuropáticos que la enfermedad provoca, y si no se trata médicamente, aumenta con la edad y los años de evolución de la enfermedad. Con el tiempo, la disfunción eréctil genera pérdida de confianza en la propia capacidad para alcanzar la erección, temor a fracasar e incomunicación con la pareja, que podrá malinterpretar algunas conductas (suele pensar que ha perdido atractivo o que hay otra persona de por medio) y es fácil que se produzca un grave conflicto. Todo ello tiende a perpetuar la disfunción eréctil y a que se asocien trastornos del deseo y del orgasmo si no se realiza un adecuado tratamiento. La diabetes agrava y acelera los trastornos vasculares en el pene típicos del varón que envejece.
En la mujer con diabetes se han comprobado los trastornos del deseo, las dificultades en la lubricación vaginal y la anorgasmia. La disminución o ausencia de la libido o del deseo puede tener un origen psicológico (relaciones insatisfactorias, ansiedad, sentimiento de inferioridad, vergüenza, baja autoestima), pero también a menudo está relacionada con la enfermedad, debido a que los altos niveles de glucosa pueden ocasionar cansancio intenso, lo que conlleva descenso del deseo. El problema sexual más frecuente son las dificultades para obtener una adecuada lubricación por afectación de la excitación asociada a una falta de expansión vaginal, lo que conduce a unas relaciones coitales irritables y dolorosas (dispareunia) y que suelen acarrear disminución del deseo e incluso rechazo a las relaciones sexuales. La anorgasmia o incapacidad para alcanzar el orgasmo la produce la falta de lubricación y el coito doloroso. Un factor añadido que multiplica el rechazo sexual es la frecuente aparición de infeccione s vaginales, propiciadas por los elevados niveles de glucosa, que provocan molestias (mal olor, picor, sensación de suciedad).
Los factores psicológicos sobre cómo se vive la diabetes y cómo se adapta la vida a la enfermedad afectan de manera significativa a la relación sexual. La diabetes puede tener repercusión en la autoestima y en la imagen personal, favorecer los sentimientos negativos de inseguridad, de ser diferente, de haber perdido atractivo y capacidad de seducción y miedo al rechazo. Todo esto favorece conductas que evitan la actividad sexual por miedo al contacto íntimo.
En algunas mujeres el temor a un embarazo no deseado, con todo lo que ello comporta (miedo a las posibles consecuencias sobre el feto y sobre la propia salud) provoca estados de ansiedad que propician el desinterés sexual y, si se lleva a efecto, a adoptar una actitud tensa que ahuyenta cualquier sensación placentera.
En la diabetes Tipo I los trastornos sexuales referidos aparecen de manera más tardía y son menos graves que en la diabetes Tipo II, entre otras razones porque el Tipo I suele asociarse en menor grado a enfermedades como hipertensión, dislipemia y trastornos circulatorios, que también menoscaban la función sexual.
En el tratamiento de los trastornos sexuales inducidos por la diabetes, el correcto seguimiento de la enfermedad de base ocupa un papel relevante. Es esencial cumplir de manera adecuada con la dieta, la toma regular de los fármacos que el médico aconseje (antidiabéticos orales o insulina), la práctica de ejercicio de manera regular y la corrección de los otros factores que pueden agravar la disfunción sexual (depresión, hipertensión arterial, colesterol alto, tabaquismo, vida sedentaria, alcoholismo, ingesta de algunos fármacos).
Los trastornos sexuales en las personas con diabetes pueden precisar una terapia sexual. Asimismo, pueden utilizarse fármacos específicos que, como en la disfunción eréctil o la sequedad vaginal, han demostrado su eficacia.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN HIPERTENSIÓN

Se considera que una persona sufre hipertensión cuando su presión arterial es superior a 140/90 mm/Hg en ayunas con una correcta toma de la presión en un aparato homologado.
Es una causa alta de problemas sexuales. Los sufren uno de cada cuatro enfermos, con indiferencia del sexo. Se ve afectada la fase de excitación y aparecen dificultades en la lubricación vaginal y disfunción eréctil. También son frecuentes trastornos en el orgasmo, sobre todo en la mujer. La hipertensión lesiona el sistema circulatorio y además se ha comprobado que algunos de los medicamentos que se emplean para su tratamiento repercuten de manera negativa sobre la erección, tal es el caso de los betabloqueantes, los sedantes y los diuréticos.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS CON PROBLEMAS CARDIACOS O CIRCULATORIOS

La frecuencia de infartos de miocardio anuales en España es de 100 a 250 casos por cien mil habitantes. Para que nos hagamos una idea de su incidencia, esta cifra representa sólo el 20% de los que se producen en EEUU. En términos absolutos, el número total de pacientes con infartos anuales oscila entre 45.000 y 90.000, de los logran sobrevivir entre el 80% al 90%. En relación a la actividad sexual de los pacientes que han sufrido un infarto, se calcula que uno de cuatro afectados no la reanudan, la mitad la reducen de manera muy intensa y tan sólo uno de cada cuatro la equipara a la que tenía antes de sufrir el ataque cardiaco. El descenso tras el infarto tanto en la frecuencia como en el nivel de satisfacción de la actividad sexual se produce de igual manera en el hombre que en la mujer.
Esto supone un grave problema sanitario y, aunque las cosas van cambiando, tanto los médicos como los pacientes rehúsan hablar de la vida sexual del afectado, con lo que no se realiza ni una correcta educación sanitaria ni una adecuada rehabilitación. La baja frecuencia o ausencia de actividad sexual se atribuye a la medicación, a que ya existía con anterioridad algún trastorno sexual (en el hombre con frecuencia suele haber antecedentes de disfunción eréctil) y, sobre todo, al miedo a que después de haber sufrido un infarto la actividad sexual pueda desencadenar otro.
En contra de lo que se cree, la continuidad de la actividad sexual incrementa de manera muy escasa el riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio o muerte entre las personas sanas de mediana edad (tan sólo es responsable de un infarto por cada 10.000 producidos) y algo más entre los individuos con riesgo coronario (responsable de un caso por cada 1.000 infartos producidos).
El esfuerzo físico que requiere la realización del acto sexual es, en general, de intensidad ligera-moderada y el gasto energético que requiere es similar a caminar un kilómetro en 15 minutos (en la fase previa al orgasmo) y subir después deprisa a un segundo piso por la escalera (fase del orgasmo). Si se compara el riesgo que tiene la actividad sexual con otras posibles situaciones que pueden desencadenar un infarto, resulta ser semejante al que supone una crisis de cólera o enfado, y desde luego muy inferior al que se corresponde con el ejercicio físico intenso, y esto es así tanto en personas sanas como en las que tienen problemas coronarios. Está demostrado que el factor que más influye en la prevención de un accidente coronario durante la actividad sexual es el estado de forma física, que depende de la práctica habitual de ejercicio físico.
Si han pasado de 6 a 8 semanas después del infarto y no han surgido complicaciones se puede reanudar la actividad sexual siempre con la previa información del cardiólogo y del médico de familia, manteniendo una serie de precauciones básicas:
- Informarse de manera adecuada a fin de eliminar los miedos y dudas que se puedan tener a la hora de retomar con naturalidad su vida sexual tras el infarto.
- Seguir un control médico de todos los factores que incrementan el riesgo de sufrir una nueva crisis: tabaquismo, hipertensión, dislipemia (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), sobrepeso, diabetes, etc.
- Realizar un programa de ejercicio físico para aumentar la capacidad por encima de los valores mínimos requeridos para realizar el coito.
- Practicar actividad sexual que no sea extenuante ni que requiera esfuerzo intenso.
- Evitar las relaciones sexuales que generen estrés porque suponen un riesgo añadido.
- Evitar practicar el coito después de una comida copiosa, de haber ingerido alcohol o realizado un ejercicio agotador.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN OBESIDAD

El exceso de peso supone un riesgo para la salud porque se sobrecarga el corazón y compromete en general todo el sistema circulatorio. De hecho, las personas que sufren obesidad son muy propensas a sufrir enfermedades como diabetes, hipertensión, arteriosclerosis y problemas coronarios.
Aunque la mayor parte de las veces el exceso de peso se debe a un descuido personal, tanto de la dieta como de la práctica de ejercicio físico, es preciso hacer una evaluación metabólica y descartar enfermedades como el hipotiroidismo, que pueden estar en el origen del problema.
Los obesos mórbidos (muy severos), con independencia de sus trastornos orgánicos, pueden sufrir el rechazo de su pareja y con frecuencia ellos mismos manifiestan una baja en la autoestima, lo que agrava cualquier trastorno sexual. Los trastornos sexuales son derivados por las enfermedades que complican la obesidad, sobre todo por las limitaciones físicas que provoca: fatiga fácil, cansancio, dificultad para moverse, ocultamiento y difícil acceso a los órganos genitales. Todo ello influye e impide una adecuada respuesta sexual.
Llevar a cabo un tratamiento contra la obesidad no es cuestión de capricho o estética. La salud se ve seriamente afectada cuando el Índice de Masa Corporal (IMC) soporta cifras altas o muy altas. Para conocer esta cifra es necesario dividir la altura en centímetros entre el peso al cuadrado: IMC (Kg/m2) = Peso real / Talla x Talla. Si la cifra resultante es igual o superior a 30 la persona padecerá obesidad. Si llega a 40 la obesidad es considerada extrema. Para definirla como mórbida es necesario acompañar al dato otras variantes, como la presión arterial o la presencia de colesterol en la sangre. De cualquier forma, sea ligera o severa, la obesidad es una patología que debe tratarse. Combatirla beneficia a la salud, y esta mejora posibilitará la vuelta a la actividad sexual satisfactoria.
LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DEPRESIÓN

Las enfermedades mentales suelen provocar con frecuencia trastornos sexuales. La depresión se cuenta entre las enfermedades que más a menudo genera estos problemas y, dada su elevada frecuencia (en España afecta aproximadamente al 10% de los adultos y al 20% de los pacientes que tienen alguna enfermedad), supone un problema de salud de gran magnitud.
La depresión puede tener diferentes grados de severidad. Varía desde una depresión reactiva provocada por algún acontecimiento que se vive de una manera muy negativa, como la pérdida de un ser querido, a la depresión mayor de extrema gravedad, o a los trastornos bipolares en los que se alternan fases de depresión con otras en las que el ánimo está elevado, expansivo o irritable.
Lo más frecuente es que la depresión se presente con una serie de síntomas entre los que sobresale la tristeza profunda, el humor depresivo, las ideas de ruina y de ausencia de futuro, el llanto fácil y constante, y la incapacidad para disfrutar con actividades que antes resultaban placenteras. Son frecuentes los intentos de suicidio, que consuman entre el 10% y el 15% de los pacientes. A menudo el cuadro es más sutil y se evidencia desgana, desánimo, pesimismo, pocas ganas de levantarse por la mañana, insomnio, trastornos en el apetito, etc. Otras veces la enfermedad es difícil de reconocer porque se presenta enmascarada con otras como alcoholismo, drogadicciones, fobias, trastornos de pánico o consumo de fármacos como los ansiolíticos.
En la depresión es muy corriente la desaparición de cualquier tipo de deseo sexual, así como de la capacidad para disfrutar de las fantasías sexuales, tanto en el hombre como en la mujer. Sólo en un tercio de los pacientes deprimidos se producen trastornos sexuales graves, disfunción eréctil en el hombre y ausencia de orgasmos (anorgasmia) y coito doloroso (dispareunia) en la mujer.
En los pacientes que sufren depresión, lo prioritario es curarla, pero el tratamiento puede mejorar con una intervención simultánea de los trastornos sexuales
La disfunción eréctil sucede entre el 18% y el 35% de los pacientes depresivos, pero el porcentaje aumenta hasta afectar al 90% en depresiones muy graves, lo que no es sólo debido a la enfermedad, sino también a la inhibición del deseo sexual y a los efectos secundarios de los psicofármacos, que contribuyen de forma importante a su aparición. Los medicamentos más utilizados para tratar la depresión, los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), que son magníficos fármacos antidepresivos, inducen disfunción eréctil como media en casi el 30% de los pacientes. Otros medicamentos también utilizados, como la clomipramina, provocan trastornos sexuales hasta en el 50% de los casos. La velanfaxina lo hace en un 36% de los pacientes y la risperidona en el 44%.
En los pacientes con depresión que sufren problemas sexuales, lo prioritario, sin duda, es tratar la depresión. No obstante, diversos estudios han demostrado que los resultados terapéuticos mejoran si se realiza un tratamiento integral, con intervención simultánea sobre la depresión y el trastorno sexual. Gran parte de los pacientes que toman antidepresivos sufren, durante el tratamiento, menoscabo de su capacidad sexual, que si es identificada por el paciente (lo que sucede con frecuencia), suele ser muy mal tolerada y le empuja al abandono del fármaco antidepresivo, tan esencial para tratar su enfermedad. Esta actitud comporta un grave riesgo para su integridad, dada la alta incidencia de suicidios entre los pacientes que no son tratados de forma correcta. Diversas investigaciones han confirmado que el abordaje terapéutico simultáneo de depresión y disfunción sexual mejora la calidad de vida del paciente y facilita una recuperación más rápida de la enfermedad depresiva porque potencia el cumplimiento del tratamiento.
De especial interés en los pacientes es el uso de ansiolíticos como las benzodiazepinas, medicamentos utilizados con profusión, casi siempre por automedicación o facilitados por familiares o vecinos. Aunque en el inicio del tratamiento de la depresión suelen estar indicados, no lo están en la fase posterior y el médico de familia o el psiquiatra los suele retirar con rapidez (suelen comenzar a hacerlo a las 3-4 semanas de tratamiento), debido a los problemas que su uso crónico conlleva, entre los que destacan: el posible empeoramiento de la depresión (con incremento del riesgo de suicidio), su capacidad de generar adicción o dependencia con necesidad de incremento de dosis y la inducción de trastornos de memoria.
En otras enfermedades mentales como la ansiedad y las fobias relacionadas con temas sexuales también hay un alto índice de disfunciones sexuales. En la esquizofrenia alcanza porcentajes superiores al 50%.
LA SEXUALIDAD EN EL HOMBRE CON PROBLEMAS DE PRÓSTATA

La próstata es una glándula masculina situada debajo de la vejiga que recubre la uretra (conducto que comunica la vejiga con el exterior). Tiene el tamaño aproximado de una almendra, produce gran parte del líquido que se expulsa con la eyaculación y por ella circula la orina y el semen.
La próstata se contrae durante el orgasmo y durante la eyaculación descarga en la uretra el líquido prostático que se vierte al exterior junto con los espermatozoides producidos en los testículos y otros fluidos procedentes de distintas glándulas. Este órgano no juega ningún papel en el mecanismo de la erección del pene, pero tiene relación directa con los nervios implicados en ella.
A partir de los 40 años, el hombre puede tener problemas prostáticos; a los 50 años más de la mitad presentan síntomas y por encima de los 80 años afectan al 90%. La causa más frecuente de estos problemas es el adenoma de próstata, también conocida como hipertrofia benigna de próstata o tumor benigno, que provoca agrandamiento de dicho órgano y dificultad para orinar, a menudo muy severa. Se cree que su origen está relacionado con las hormonas masculinas (andrógenos), en concreto con la testosterona. En determinados ambientes (gimnasios, competiciones deportivas, etc.) a veces se aconseja, sin conocer las consecuencias, la toma de andrógenos orales o con inyectables. A menudo, los médicos o farmacéuticos reciben presión para su prescripción y dispensa. Los riesgos que comporta el uso reiterado de andrógenos sin el debido control médico son elevados porque pueden provocar aumento de la presión arterial, disminución de la producción de espermatozoides y favorecen que un adenoma de próstata oculto aumente de tamaño e incluso que surja un cáncer de próstata.
La aparición del tumor no guarda relación con la frecuencia sexual que un hombre haya tenido a lo largo de su vida, mucha o poca, y su presencia tampoco condiciona la actividad sexual, aunque es posible que las molestias que provoca (dolor o dificultad al orinar), disuadan de cualquier intento sexual. No obstante, la capacidad eréctil no se ve directamente afectada por el agrandamiento de la próstata.
El cáncer de próstata es el tercer tumor por orden de frecuencia en el hombre después del cáncer de pulmón y del de colon-recto (Ministerio de Sanidad, periodo 1997-2000) y suele aparecer después de los 50 años. Se puede diagnosticar con precocidad mediante la realización de pruebas analíticas (determinación del PSA o antígeno prostático específico) y del tacto rectal.
El tratamiento de los trastornos prostáticos suele repercutir en la función sexual. Por ello es muy recomendable, antes de comenzar, informarse, primero con el médico de familia y después con el urólogo. Es frecuente utilizar fármacos con efecto bloqueador de las hormonas sexuales masculinas, antiandrógenos, que pueden provocar una marcada disminución de la libido y disfunción eréctil, que una vez reconocidos y cuando la salud lo permita, pueden ser tratados por un sexólogo para recuperar lo perdido.
En los adenomas (tumores) severos que obstruyen el conducto urinario y no responden al tratamiento médico, y en los cánceres de próstata puede ser necesaria la cirugía. Ésta puede tener como secuela una disfunción eréctil, lo que depende en esencia del tipo de intervención realizada. Si consiste en la extirpación radical de la próstata (prostatectomía total) que se suele realizar ante un cáncer generalmente muy avanzado, la sección de los nervios pudendos responsables de la erección provoca una disfunción eréctil prácticamente segura. Si por el contrario, como suele ser cada vez más habitual, se realiza una resección parcial, ya sea vía abdominal o a través de la uretra, el riesgo de impotencia tras la intervención es mínimo. De ahí la importancia de estar bien informado por el urólogo sobre el tipo de cirugía a realizar así como de la conveniencia de una u otra.
Después de cualquier intervención quirúrgica sobre la zona genital es frecuente que se produzca un fuerte impacto psicológico y ello puede acarrear trastornos sexuales de causa emocional como problemas de deseo, disfunción eréctil o insatisfacción sexual.
En ocasiones, con la toma de algunos medicamentos, en pacientes con diabetes y operados de próstata se produce eyaculación retrógrada, denominada así porque durante la eyaculación, el semen pasa a la vejiga en lugar de salir por la uretra; en el momento del orgasmo no se expulsa semen al exterior y se elimina después con la orina. Si la eyaculación retrógrada es debida a medicamentos, su suspensión suele restaurar la eyaculación normal, pero si es causada por cirugía prostática o diabetes no se suele corregir. La sensación de experimentar un "orgasmo seco" provoca con frecuencia un fuerte impacto psicológico tanto en el hombre como en su pareja. Tan inesperado proceso suele generar pensamientos negativos acerca de la capacidad sexual e inducir trastornos severos. Es importante saber que su origen está en una anomalía en el cierre del cuello vesical y no representa disfunción sexual alguna, por lo que no debe ser motivo para abandonar unas relaciones sexuales que resultaban satisfactorias.
LA INFLUENCIA DE LOS MEDICAMENTOS EN LA SEXUALIDAD

Muchos medicamentos a los que con frecuencia se les achacan efectos sexuales adversos se utilizan para tratar enfermedades que por sí mismas pueden producir alteraciones en la esfera sexual. Los antihipertensivos y los psicofármacos se han relacionado con estas alteraciones, pero la impotencia es frecuente en pacientes hipertensos, incluso sin tratar, y la incidencia de trastornos sexuales en pacientes psiquiátricos no tratados puede alcanzar al 70%.
También las disfunciones sexuales son más frecuentes entre la población enferma que entre la sana, y la edad influye negativamente en el rendimiento sexual, lo mismo que el alcohol y el tabaco. El hecho de que muchos pacientes sepan que algunos fármacos pueden afectar su sexualidad puede llegar a provocar esos efectos.
La fisiología de la respuesta sexual, con matices, parece ser similar en ambos sexos, por lo que en teoría los fármacos afectan de forma muy parecida al hombre y a la mujer. No obstante, la respuesta sexual de cada persona es variable y la influencia que los fármacos pueden ejercer sobre ella depende de la dosis y duración del tratamiento, de la acción de otros medicamentos tomados de manera simultánea y de diversos factores físicos (integridad de los órganos sexuales, suficiencia hormonal y función vascular y neurológica) y psicológicos. Así, un fármaco puede ser tolerado por un paciente y en otro, por el contrario, causar problemas sexuales.
La respuesta sexual de cada persona es variable y la influencia de los fármacos depende de la dosis y la duración del tratamiento
En general, el trastorno sexual inducido por los medicamentos suele remitir cuando se reduce la dosis o se retira la medicación. El comienzo de las alteraciones puede suceder pasadas unas horas, semanas e incluso meses, desde el inicio de la toma del medicamento o del incremento de su dosificación.
De los fármacos a los que se les ha achacado efectos sobre la esfera sexual destacan los siguientes:
- Fármacos utilizados para el tratamiento de la hipertensión arterial (antihipertensivos). Entre ellos, los diuréticos tiazídicos pueden provocar disminución del deseo sexual, disfunción eréctil y disminución de la lubricación vaginal. Los betabloqueantes pueden generar alteraciones en la libido, así como de la función eréctil. Los antihipertensivos de acción central (clonidina, metildopa), cada vez más en desuso, pueden disminuir la libido y provocar alteraciones en la eyaculación (retrógrada y retrasada) y ginecomastia. En el campo del tratamiento de la hipertensión es bueno comentar que los medicamentos más utilizados -IECAS, ARA II y calcioantagonistas- carecen de efectos sexuales adversos.
- Medicamentos indicados para los trastornos mentales. Los antipsicóticos, utilizados para trastornos mentales severos como paranoias, psicosis o esquizofrenia, se han vinculado con la producción de alteraciones sexuales, disfunción eréctil o eyaculatoria y, en menor grado, disminución de la libido y aún con menor frecuencia aumento de la libido y priapismo, que consiste en una erección persistente y a veces dolorosa que se presenta a menudo sin estimulación sexual y que requiere atención médica urgente. Estos efectos suelen ser dosis-dependientes (sólo aparecen cuando se está tomando la medicación), salvo en el caso del priapismo, y se relacionan con cualquier tipo de antipsicóticos. En la mujer, además del descenso de la libido, puede provocar alteraciones menstruales.
Los antidepresivos se han relacionado con trastornos sexuales que pueden afectar a cualquiera de las fases de la función sexual. En relación a los fármacos antiparkinsonianos se han notificado casos aislados de aumento de la libido e hipersexualidad en pacientes tratados con levodopa y cabergolina. El efecto parece ser dosis-dependiente y reversible.
No es común el perjuicio de la función sexual por el uso de tranquilizantes mayores, y entre los menores, las benzodiacepinas pueden disminuir la libido, aunque en algunos pacientes la disminución de la ansiedad que les causan estos fármacos favorece la función sexual.
En cuanto a los tratamientos hormonales, destacamos que los esteroides anabolizantes, corticosteroides y estrógenos disminuyen los niveles de testosterona, lo que provoca disminución de la libido e impotencia, y los andrógenos, además de los efectos comentados en el hombre con problemas de próstata, pueden producir atrofia testicular y ausencia de espermatozoides en el semen (azoospermia). Los estrógenos, utilizados como método contraceptivo en la terapia hormonal sustitutiva o en algunos cánceres (sobre todo de mama y próstata) pueden producir en la mujer tanto incremento como disminución de la libido, y disminución de la libido e impotencia en el hombre.
La cimetidina, muy utilizada en tiempos pasados para el tratamiento de la hipersecreción gástrica y hoy en desuso, puede producir disminución del deseo sexual, impotencia y ginecomastia (desarrollo mamario excesivo en el hombre) que se explica por la disminución de los niveles de testosterona. Los fármacos más empleados como famotidina, ranitidina y omeprazol no parecen tener dicho efecto.
LA INFLUENCIA DE LAS DROGAS EN LA SEXUALIDAD

La sexualidad nos permite, entre otras cosas, disfrutar de una privilegiada comunicación de sentimientos y sensaciones con otra persona; es una fuente de placer y de bienestar con la que la naturaleza nos ha dotado. Cualquier elemento que interfiera entre la naturaleza y dos personas que deseen compartir su sexualidad difumina y distorsiona su óptima vivencia. Desde luego, las drogas de abuso que encadenan al ser humano con la adicción así lo hacen y su consumo supone colocar un opaco cristal separador entre las personas y las percepciones y sensaciones que no sólo nos transmite la sexualidad, sino también la naturaleza en su integridad.
El abuso y la dependencia de sustancias psicoactivas supone en la actualidad un gran problema y una amenaza para la salud. Entre las sustancias psicoactivas capaces de ser susceptibles de abuso y provocar dependencia destacan el alcohol, anfetaminas, alucinógenos (LSD, mescalina), cannabis o marihuana, cocaína, fenciclidina (PCP), inhalantes (hidrocarburos. solventes, cloruro de etilo), nicotina, opiáceos (naturales: morfina; semisintéticos: heroína; sintéticos: codeína), sedantes, hipnóticos o ansiolíticos (benzodiazepinas y barbitúricos) y las drogas de diseño.
El tabaco
Algunas personas aseguran sentirse más relajados y sexualmente más seguras cuando fuman, lo que entra en contradicción con la idea general de que el tabaco es nocivo para la potencia sexual.
Con independencia del efecto psicológico que el acto de fumar conlleva, la nicotina es una sustancia que a bajas dosis tiene un efecto estimulante, por lo que aumenta la capacidad de atención, y a altas es inhibidor, por lo que disminye la tensión nerviosa. No obstante, son bien conocidos sus efectos adversos sobre el sistema circulatorio, esencial para una buena función sexual, porque dificulta la irrigación sanguínea y facilita la aparición de hipertensión, angina de pecho, infartos y otros trastornos vasculares, entre ellos la disfunción eréctil en el hombre, así como problemas de lubricación en la mujer. De hecho, la mujer que toma anticonceptivos hormonales, si es fumadora, incrementa el riesgo de padecer problemas circulatorios.
A veces en la consulta sexológica algunas personas se quejan del mal aliento (halitosis) o del olor a tabaco de su pareja, lo que puede afectar de forma severa al deseo sexual e incluso provocar un rechazo al encuentro.
El alcohol
El alcohol tiene inmerecida fama de ser un poderoso excitante sexual. Las investigaciones llevadas a cabo han constatado que, tanto en el hombre como en la mujer, sus efectos son negativos.
Shakespeare resumía con sabiduría los efectos de los estimulantes como el alcohol: "provoca el deseo, pero frustra la ejecución"
En la mujer, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica. En el hombre, a partir de 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre, produce efectos de supresión de la erección.
Asimismo, el alcohol debilita la eficacia masturbatoria y disminuye el goce y la intensidad del orgasmo en ambos sexos. Estos efectos son apreciables con la sola ingesta de dos copas.
Sin embargo, muchas personas ven el alcohol como una sustancia que incrementa el funcionamiento sexual, visión justificada por su efecto desinhibidor. Como potente depresor del sistema nervioso central, disminuye el funcionamiento de niveles superiores del cerebro, lo que permite una mayor autonomía de centros inferiores, (zonas más antiguas del cerebro), entre ellos los implicados en las respuestas emocionales. De esta forma las emociones se "liberan" por la atenuación del efecto controlador de los segmentos superiores cerebrales.
El alcohol puede alterar el comportamiento convencional facilitando la pérdida de control de algunas emociones y la desinhibición de conductas que se habían aprendido a controlar en sociedad. De esta forma puede facilitar la aparición del impulso sexual, pero como también inhibe partes del sistema nervioso autónomo implicadas en la erección, dificulta que ésta se alcance y en consecuencia también la penetración y el coito.
El consumo de alcohol puede generar secuelas graves en el funcionamiento sexual. Si en alguna ocasión, por sus efectos, se produce algún trastorno sexual, aunque sea esporádico, como una falta de erección que dificulte la penetración, es posible que tal acontecimiento sea vivido como un fracaso por el hombre que la ha experimentado, le marque psicológicamente y comience a desarrollar sentimientos de ansiedad asociados al encuentro sexual que pueden perpetuar dicho trastorno. Por otro lado, el consumo continuo de cantidades elevadas de alcohol suele producir serio deterioro orgánico con trastornos endocrinos, neurológicos y circulatorios irreversibles, que menoscaban de forma permanente la respuesta sexual.
Shakespeare resumía con sabiduría sus efectos: "Provoca el deseo pero frustra la ejecución".
La marihuana o cannabis
El cannabis, que contiene unos 400 compuestos químicos, tiene efecto depresor y sus posibles efectos de relajación física, mental y de bienestar es probable que se deban a su acción desinhibidora que, como con el alcohol, permite obviar prejuicios sociales y tabúes personales. Quizá por esto algunas personas hablan de la utilidad de la marihuana para enfrentarse a la ansiedad asociada a situaciones relacionadas con la conducta sexual.
No son en absoluto desdeñables, al igual que con el consumo de alcohol, los efectos de expectativas de resultados y autosugestión de quien la consume.
Se han constatado casos de mujeres con disminución de la lubricación vaginal, lo que en ocasiones hace el coito más doloroso. Su consumo continuo suele conducir al desinterés por el sexo, lo que se explicaría por los recientes hallazgos de laboratorio. En estos experimentos la marihuana provoca en los animales machos la reducción de testosterona en plasma, así como de la producción de espermatozoides, y en las hembras inhibe la ovulación.
La heroína y los opiáceos
Los efectos de los opiáceos parecen ser importantes en la sexualidad. En el hombre provocan alteración en el interés sexual, fracaso eréctil y retraso en la eyaculación. En la mujer es frecuente la alteración en el interés.
Estos problemas pueden ser también consecuencia del deterioro físico, la depresión y el estilo de vida caótico de muchas personas adictas a estas sustancias, con incremento de infecciones, déficit nutricional, etc.
Las alteraciones hormonales también podrían actuar como un factor favorecedor. De hecho, se han hallado niveles inferiores de testosterona en plasma entre las personas adictas.
Tanto la heroína como la morfina parecen generar múltiples trastornos sexuales y se utiliza por los adictos como sustitutivo a veces de la propia actividad sexual.
La cocaína
Si bien es cierto que se cita con frecuencia a la cocaína como un fuerte estimulante sexual, también se sabe que provoca en ocasiones trastornos como la disfunción eréctil y priapismo, así como una importante pérdida en el interés sexual.
Algunos consumidores creen que frotar el clítoris con cocaína aumenta la sensibilidad y excitación sexual. Esto es falso porque la cocaína ha demostrado ser un potente anestésico local.
La cocaína, como estimulante del sistema nervioso central, puede favorecer una transmisión más eficiente de los mensajes nerviosos. Sus efectos eufóricos pueden cambiar la percepción de uno mismo y de las propias experiencias o interacciones sexuales. Pero, por otra parte, tras los momentos de euforia aparecen los de depresión y su uso prolongado puede producir un deterioro del sistema nervioso central que conduce a una mengua importante de la función sexual.
Las drogas de diseño
Aunque son muchas, las drogas de diseño más populares son los análogos de las anfetaminas METH o speed y MDMA o éxtasis. Ambos son estimulantes y su uso crónico puede causar trastornos mentales muy graves con síntomas de esquizofrenia. Provocan euforia y desinhibición, y desde el punto de vista sexual, pese a generar un aumento del deseo, repercuten de forma negativa. En la mujer dificultan la excitación y producen problemas para alcanzar el orgasmo; en el hombre actúan de manera similar y provocan dificultad para mantener la erección y producen retraso en la eyaculación.
INTRODUCCIÓN

Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son un grupo de patologías infecciosas que se pueden adquirir si se mantienen relaciones sexuales con alguien que las padece. En general se transmiten durante el coito, pero también pueden propagarse a través de otro tipo de relaciones. El contagio se produce cuando dos personas ponen en contacto una membrana mucosa infectada con otra sana. También puede llegar si alguna herida en la piel del receptor toma contacto con la membrana mucosa infectada.
Las principales vías de transmisión son las mucosas de la boca, los órganos genitales y el ano, debido a que sus tejidos cuentan con las condiciones ideales, de humedad y calor, para que la infección se desarrolle y se transfiera.
El riesgo de contraer una de estas infecciones aumenta si no se utiliza un método de prevención. En la actualidad, el preservativo es el único anticonceptivo que las previene, por lo que si no se conoce la historia sexual de la persona con la que se mantienen relaciones, la ausencia de riesgo de contagio, siempre que haya un contacto vaginal, anal u oral, pasa de forma ineludible por el uso del condón.
A diferencia de otras infecciones, las ITS, una vez padecidas, no generan inmunidad y además no se cuenta con vacunas con las que hacerles frente,
por lo que la misma infección de transmisión sexual puede afectar de manera repetida a un paciente.
Algunas pueden ocasionar lesiones graves y permanentes, como ceguera, esterilidad o trastornos psicológicos. Es, por tanto, importante conocerlas a fin de poder detectar su presencia lo más pronto posible y tratarlas con precocidad. Según recientes encuestas realizadas en varios países, la incidencia de las ITS es más alta entre las mujeres menores de 20 años. En general, los varones y las mujeres adolescentes corren mayor riesgo de contraerlas y ello se explica por la presencia tanto de factores biológicos (inmadurez del tracto genital femenino y mayor delgadez de su mucosa vaginal), como de conducta (mayor número de parejas distintas en esas edades, falta de conocimiento sobre la infección por VIH-SIDA y otras ITS o escasa utilización de medidas preventivas). La edad de riesgo varía según las distintas sociedades. La poca información sexual y el desconocimiento de sus síntomas, que a menudo son difíciles de detectar, hacen que estas infecciones se propaguen con facilidad. A esto se suma que en ocasiones los síntomas se ocultan, por vergüenza y por miedo a ser considerados obscenos y de conducta reprobable.
En cuanto a cifras, la OMS estima que, a nivel mundial, en 1999 se han producido en hombres y mujeres de 15 a 49 años 340 millones de nuevos casos de cuatro tipos de ITS curables: sífilis, clamidiasis, gonorrea y tricomoniasis
En España no hay estadísticas sobre el número de afectados por ITS. Los datos que se conocen se obtienen por la obligación de los médicos a declarar las cifras de algunas de estas infecciones. La Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica informa de que en el año 2003 se notificaron 1.069 casos de infección gonocócica y 917 de sífilis (lo que supone unas tasas por 100.000 habitantes de 2,55 para la gonococia y 2,19 para la sífilis). En el análisis de los datos en el periodo 1995-2003 se observó un marcado descenso en la incidencia de infección gonocócica (-78%) y de sífilis (-15%). Sin embargo, se advierte un incremento reciente en la incidencia de ambas infecciones que frena la tendencia descendente que se venía observando desde el año 1995. Pero existe una fundada sospecha de que la incidencia de ITS en España es mucho más elevada de lo que estos datos muestran. La infección más común es la debida al Virus del Papiloma Humano, muy relacionado con el cáncer de cuello de útero, la segunda neoplasia maligna que más muertes causa entre las mujeres a nivel mundial. Entre las ETS producidas por bacterias, la que tiene una incidencia más alta es la infección por Clamidia.
Los microorganismos causantes de las ITS pueden ser bacterias, virus, hongos o parásitos. Algunas ITS no muestran signos ni síntomas y si lo hacen son poco claros, por lo que se pueden confundir con otras afecciones; lo que dificulta el diagnóstico y retrasa el tratamiento, con lo que se facilita su diseminación.
PRINCIPALES ITS SEGÚN LA PRINCIPAL FORMA DE MANIFESTACIÓN

- Que se manifiestan mediante úlceras genitales

- Que se manifiestan con inflamación de la uretra (uretritis)

- Que se manifiestan con infecciones por papilomavirus

- Que se manifiestan con vaginitis o infección vaginal
ITS que se manifiestan mediante úlceras genitales
Aunque son varios los agentes responsables de úlceras genitales en nuestro país la mayoría de estas lesiones están producidas por el herpes genital y, en menor medida, por la sífilis. De todas formas, hay que tener en cuenta que no todas las úlceras genitales son de transmisión sexual y que a veces coexisten úlceras infecciosas por diferentes causas.
Herpes genital
Puede ser causado por los dos tipos de virus de herpes simple, el 1 (VHS-1) y el 2 (VHS-2). La infección genital la produce sobre todo el VHS-2, el VHS-1 suele generar con mayor frecuencia infecciones orales.
El VHS-2 se transmite por contacto sexual (vaginal, anal u oral), a partir de personas que tienen lesiones activas, aunque, en ocasiones, quienes la trasmiten no presentan síntomas. Se extiende con mucha facilidad en las mujeres y con su contagio aumenta el riesgo de cáncer de útero. Además, en caso de embarazo puede provocar aborto o parto prematuro. Si el recién nacido se contagia durante el nacimiento, puede morir o sufrir serios daños cerebrales.
En las mujeres afectadas aparecen pequeñas vesículas dolorosas que con posterioridad se ulceran. Estas úlceras surgen en los genitales externos, las zonas próximas al ano, muslos o nalgas. Pueden presentarse también en el interior de la vagina e incluso en el cuello del útero. Se manifiestan entre los días 2 y 21 después de haber sido contraída y duran de dos a tres semanas. Otros síntomas pueden ser fiebre, nódulos linfáticos hinchados y síntomas parecidos a los de la gripe, además de dolor al orinar. En el hombre el cuadro es parecido, pero localizado en el pene o cerca del ano. Aunque los síntomas desaparecen antes del mes, el virus se encuentra en estado latente, periodo durante el cual no es contagioso pero puede brotar de nuevo en el paciente, que debería volver a iniciar el tratamiento.
La reaparición es una característica común de los virus herpes, y sobre todo del VHS-2, pero, si sucede, suele ser de duración más corta (sobre una semana) que la presentación inicial y a menudo pasa desapercibida. En pacientes portadores del virus VIH las lesiones suelen ser más graves y más dolorosas.
La infección se sospecha por el aspecto de las vesículas y se confirma por el análisis de laboratorio. El tratamiento del primer episodio de herpes genital se realiza con fármacos antivíricos (aciclovir, famciclovir, etc.) siguiendo las pautas que el médico recomiende. Es necesario un tratamiento adicional para aliviar las molestias y los dolores que se producen. También hay pautas para el tratamiento de las molestas reapariciones.
Sífilis
Es una infección sexual de fácil transmisión y de consecuencias muy graves si no se realiza un tratamiento adecuado. Se conoce también con el nombre de chancro o pústula. El agente causal es una bacteria de nombre treponema pallidum. Es muy contagiosa y hay un 50% de probabilidades de que una persona con sífilis infecte a otra con sólo una relación sexual.
Una vez que ha entrado la bacteria en el organismo a través del contacto sexual, se desarrolla la infección en tres etapas con diferentes síntomas:
- Primera etapa o sífilis primaria. (Aparece entre una y doce semanas después del contagio):
Tras un periodo de incubación (tiempo que transcurre desde que una persona se contagia hasta que presenta síntomas) que dura entre una y doce semanas, por término medio 21 días, se produce una lesión ulcerosa (chancro sifilítico) con aspecto de ampolla o herida abierta. Esta lesión es por lo general indolora y de aspecto limpio, y aparece en la zona de los genitales, por lo general en el pene, vagina o vulva, aunque también se puede manifestar en dedos, boca, pechos y ano. Otras veces no es visible por situarse en el interior del cuerpo. Suele estar acompañada de inflamación no dolorosa ni supurativa de los ganglios de las ingles. En esta etapa la infección es muy contagiosa y puede difundirse con facilidad. La lesión ulcerosa desaparece en unas 5 semanas, con independencia de que se trate o no la infección.
- Segunda etapa o sífilis secundaria (de una semana a 6 meses después del contagio):
Si no se ha realizado tratamiento curativo de la primera etapa de la infección, progresa y se pueden presentar erupciones en la piel del tórax, espalda o extremidades, así como inflamación de los ganglios linfáticos, sobre todo del cuello, axilas e ingles. Puede aparecer fiebre, dolor de garganta, malestar general, con caída de cabello (alopecia) e inflamación de zonas próximas a los genitales o al ano.
En esta etapa la infección es muy contagiosa y se puede difundir a partir de las heridas sifilíticas abiertas presentes en cualquier parte del cuerpo en las que está la bacteria, sin necesidad de practicar actividad sexual alguna. Basta con un simple beso.
A menudo los síntomas son tan leves que no se perciben e incluso desaparecen con rapidez, pero a pesar de ello la bacteria se mantiene en el organismo.
- Tercera etapa o sífilis terciaria (después de tres años o más desde el contagio, sin haber recibido adecuado tratamiento):
Puede manifestarse de diversas maneras, según la localización más predominante de la infección: úlceras en la piel y órganos internos, inflamaciones articulares (artritis), pérdida de sensibilidad en brazos y piernas, dolores e incapacidad (lesiones en el corazón, médula...).
Pueden aparecer complicaciones graves con lesiones cardíacas y de vasos sanguíneos que provocan insuficiencia cardiaca o circulatoria, lesiones cerebrales y medulares con riesgo de parálisis, trastornos psíquicos con posible demencia, etc. Casi el 25% de las personas que padece la infección y no recibe adecuado tratamiento queda incapacitado o muere en esta última etapa de la infección. El tratamiento de la sífilis, como el de la gonorrea, precisa de antibióticos, fundamentalmente la penicilina G benzatina, o, como alternativa, las tetraciclinas. En sus dos primeras etapas la sífilis puede ser curada en su totalidad con el tratamiento adecuado; esto no es seguro que suceda cuando se interviene en la tercera etapa, aunque sí pueden detenerse los síntomas.
Durante el embarazo, la bacteria puede ser transmitida al feto, que sufre la infección de manera similar al adulto. Puede provocar un aborto e incluso el nacimiento de un niño con importantes lesiones. Si la madre comienza el tratamiento antes de la semana 18 de embarazo, el riesgo de afección fetal es menor.
ITS que se manifiestan con inflamación de la uretra (uretritis)

La uretritis se reconoce por la aparición de un exudado uretral (salida de líquido por la uretra) que puede ser purulento (con pus) o mucopurulento (con viscosidad y pus) y que se acompaña de dificultad o dolor al orinar (disuria). Las ITS que se manifiestan principalmente como una uretritis son la gonorrea y la clamidiasis.
Gonorrea
Es una infección venérea muy contagiosa que afecta a un alto número de personas. Se conoce como gonococia, blenorragia y purgaciones. Está causada por una bacteria en forma de grano de café, el gonococo, que se desplaza por las vías urinarias y los conductos genitales (uretra, vagina, cuello del útero, etc).
Puede transmitirse de unas personas a otras en cualquiera de sus etapas de desarrollo. Es más persistente y se difunde más en la mujer, en la que manifiesta síntomas tan sólo en dos de cada diez casos.
El periodo de incubación de la infección oscila entre 2 días y 3 semanas. Se puede apreciar un aumento de la secreción vaginal, dolor y escozor al orinar, molestias abdominales y sensación de cansancio. En el hombre, los síntomas son más evidentes, con molestias y escozor al orinar y secreción purulenta por el pene, que con el paso del tiempo se hace más fina y cremosa.
La gonococia puede provocar diversas complicaciones. En el hombre causa estrechamiento de la uretra y en ocasiones esterilidad; en la mujer, enfermedad inflamatoria pélvica, infección en las trompas de Falopio, en los ovarios y en el área pélvica, con elevado riesgo de esterilidad por producirse cicatrización y estrechamiento de dichos órganos, así como de la uretra. El gonococo puede diseminarse, pasar al torrente sanguíneo y provocar infecciones en articulaciones y en diversos tejidos.
La gonorrea es una infección venérea muy contagiosa que afecta a un alto número de personas, es más persistente en la mujer, pero en ella sólo manifiesta los síntomas en dos de cada diez casos
En personas portadoras de la infección, con la práctica del sexo oral, el gonococo puede difundirse del pene a la boca y a la garganta. Si estos órganos se afectan, al igual que en los genitales, puede que no se produzcan síntomas, o presentarse dolor de boca y garganta o inflamación de los ganglios de la zona.
A menudo, la uretritis que genera una gonorrea se confunde con otras infecciones que también la producen. Es importante determinar el origen real de dicho trastorno porque para su curación, los tratamientos que requiere son diferentes.
Si una mujer embarazada presenta gonococia y no sigue un tratamiento adecuado puede contagiar al niño en la fase de expulsión, cuando pasa por el canal del parto, lo que conlleva en el niño un alto riesgo de sufrir una conjuntivitis gonocócica que puede provocar ceguera permanente. En la actualidad se previene la infección con la instilación de unas gotas de antibiótico en los ojos del recién nacido.
El tratamiento de la gonorrea se realiza con cefalosporinas, espectinomicina o ciprofloxacino. La penicilina es poco eficaz por la existencia de un gran número de cepas resistentes a ella y es necesario realizar revisiones después del tratamiento, puesto que a veces pueden desaparecer los síntomas, pero persistir la infección
Clamidiasis
Es provocada por la Clamydia trachomatis, que es el agente que con mayor frecuencia provoca uretritis no gonocócicas. La infección gonocócica y clamydial coexisten en un 30-40% de los casos. Sin embargo, ésta última parece haber disminuido de manera gradual en los últimos años y es más frecuente en adolescentes y adultos jóvenes sexualmente activos.
De modo similar al gonococo, esta infección cursa con uretritis, inflamación de cuello uterino, enfermedad inflamatoria pélvica, epididimitis, etc. Puede también ser asintomática, en especial si la persona afectada es una mujer. Se observa sobre todo entre las mujeres de 15 a 20 años. A partir de los 30 años desciende la afección debido a que a esa edad la diana sobre la que se fija y trasmite la bacteria, que es el epitelio columnar de la mucosa vaginal, es reemplazada por el epitelio escamoso.
Como en la gonococia, los síntomas son más reconocibles en el hombre que en la mujer, pero en ocasiones son difíciles de apreciar.
Si no se trata puede producir complicaciones. En el caso del hombre puede generar esterilidad o inflamación de los conductos espermáticos. En el de la mujer, inflamación pélvica, obstrucción de las trompas de Falopio y esterilidad. El tratamiento se realiza con antibióticos, principalmente con macrólidos (azitromicina) y con tetraciclinas (doxiclina).
ITS que se manifiestan con infecciones por papilomavirus

Los papilomavirus humanos (PVH) son virus que para trasmitirse requieren de un contacto personal estrecho; el contacto sexual es sin duda uno de ellos. De hecho, más del 90% de las personas que tienen relaciones sexuales con portadores de lesiones genitales por el PVH se convierten en portadores del virus. Se considera que la infección por PVH es la infección venérea vírica más frecuente y la mayoría de las personas a las que se les detecta no tienen signos clínicos de infección.
Los PVH pueden originar verrugas cutáneas y otras lesiones recurrentes, las más habituales son las condilomas. Se ha demostrado además que estos virus pueden favorecer la aparición de cánceres de cuello uterino, ano, vulva, vagina y pene.
Condilomas
Se manifiestan como verrugas indoloras, que se presentan entre el primer y tercer mes desde el contagio, por lo general en la propia entrada vaginal, en los labios vaginales, dentro de la vagina, en el cuello del útero o alrededor del ano. En los hombres suelen aparecer en el ano, el glande o bajo el prepucio y más raramente en el tallo del pene y en el escroto.
En su tratamiento se emplea cirugía con láser y fármacos que se aplican sobre las lesiones (podofilino o interferón), electrocoagulación, crioterapia (tratamiento con frío mediante nitrógeno líquido), etc. Cuando las lesiones son muy extensas, el tratamiento es complejo.
ITS que se manifiestan con vaginitis o infección vaginal

En la vagina crecen y se desarrollan muchas bacterias que son beneficiosas por favorecer un medio ácido vaginal (pH ácido), con lo que se evita el crecimiento de hongos, bacterias y otros microorganismos perjudiciales. Si esta acidez se altera, la proliferación de estos agentes patógenos es más que probable.
La alteración del pH vaginal puede deberse a un déficit de las propias defensas corporales (sistema inmunitario) que provoca disminución de las resistencias, a menudo por la toma de antibióticos de amplio espectro, al uso excesivo de jabones y duchas vaginales o a heridas o irritaciones en la vagina.
Los síntomas que detectan la presencia de este trastorno son picores en la vulva, inflamación y secreción vaginal.
Las infecciones vaginales más frecuentes son:
Tricomoniasis
Es producida por tricomonas, parásitos protozoos que, aunque pueden sobrevivir durante algunas horas en un medio exterior húmedo, como toallas o ropa interior, se transmiten con más frecuencia por contacto sexual.
Afectan sobre todo a la mujer y provocan picores e irritación vaginal con secreción vaginal amarillenta y maloliente. El hombre muestra pocos o ningún síntoma.
Debido a que los tricomonas se desarrollan mejor en medios alcalinos, las duchas vaginales ácidas aplicadas a tiempo pueden detener la infección.
Candidiasis
Las cándidas son hongos que colonizan de manera habitual el recto y la vagina, por lo general en cantidades inofensivas. Si el medio se altera, facilita su proliferación e infecta las mucosas húmedas y calientes. Puede transmitirse a través de objetos, ropas y por contacto íntimo.
A nivel vaginal se produce un aumento de la secreción, en general blanquecina y espesa con intenso picor vulvar.
Tanto para la Tricomoniasis como para la Candidiasis, el tratamiento médico es muy eficaz y deben de tratarse los dos miembros de la pareja al mismo tiempo a fin de evitar el efecto ping-pong (reinfecciones procedentes del miembro aún no tratado).
LA INFECCIÓN POR VIH-SIDA

- El virus - Formas de transmisión - Síntomas

- Diagnóstico - Tratamiento
El Síndrome de Inmunodefi-ciencia Adquirida o SIDA (aids en inglés) es una infección causada por el VIH o virus de la inmunodeficiencia humana (HIV en inglés) que ocasiona la destrucción del sistema inmunitario (encargado de la defensa del organismo). Puede afectar a cualquier persona que no tome las adecuadas medidas preventivas. En la actualidad sigue siendo una infección incurable.
Se denomina SIDA a la fase avanzada de la infección por el VIH, que es cuando aparecen síntomas de la infección. Desde que alguien se infecta con el VIH hasta que manifiesta signos o síntomas de estar enfermo, es decir, de padecer el SIDA, transcurre un tiempo que varía de unas personas a otras, pero que puede llegar a 10 años e incluso más. Es el llamado periodo de incubación, durante el que puede contagiarse a otras personas. Por tal razón, se habla de manera indiferenciada de infección por VIH-SIDA.
Se conocen como "seropositivas" a las personas en las que las pruebas diagnósticas demuestran la infección por el virus. La seropositividad indica que el sujeto ha entrado en contacto con el VIH y está infectado por él, por lo que se considera portador y, por lo tanto, tiene la capacidad de contagiar a otras personas, pero no significa que se padezca el SIDA ni predice la evolución hacia la infección. Cualquier persona seropositiva permanecerá infectada posiblemente de por vida y por ello debe evitar aquellas prácticas que pueden favorecer la transmisión del VIH a otras personas; además, debe seguir las recomendaciones médicas a fin de aminorar el riesgo de que su infección evolucione hacia el SIDA.
El virus
 
Los orígenes
Los orígenes de este virus son confusos y las hipótesis contradictorias y diversas, pero en los últimos años se van conociendo más detalles.
La revista Nature publicó un estudio en febrero de 1999 en el que se apuntaba que la fuente original del VIH estaría situada en una subespecie de chimpancés que habita al oeste de África ecuatorial. Según dicho estudio, el virus podría haber pasado al hombre cuando los cazadores de chimpancés se expusieron a sangre infectada de ellos.
El VIH no puede vivir de manera independiente, lo hace dentro de una célula y después de invadir los linfocitos puede permanecer larvado o persistir en la infección
Otro estudio publicado en Science en junio de 2000 señala que el paso al ser humano del VIH se habría producido con anterioridad al año 1930 y a partir de entonces comenzó a expandirse. En principio, la expansión habría sido lenta y no se generalizó hasta la década de 1970. La gran eclosión epidémica se produciría en los años 50 y 60, en los que se produjo el crecimiento de las grandes ciudades africanas, el fin del colonialismo y varias guerras, se realizaron programas de vacunación generalizada en el continente negro con la reutilización de agujas y se incrementó de manera masiva el número de viajeros procedentes o con destino en África.
Datos epidemiológicos
Los primeros casos de SIDA son descritos en 1981 entre los homosexuales y en 1983 Luc Montagnier descubre el virus causante. En 1983 se reconoció la epidemia del SIDA también en personas heterosexuales y en 1985 se habían registrado casos en todos los continentes; en este mismo año aparecieron las pruebas para detectar su presencia en la sangre.
En diciembre de 2004 el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA(ONUSIDA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaban las siguientes cifras globales sobre la infección por VIH-SIDA:
- Personas que vivían con el VIH/SIDA en el mundo en 2004
Total 39,4 millones
Hombres adultos 19,6 millones
Mujeres adultas 17,6 millones
Menores de 15 años 2,2 millones
- Nuevas infecciones por el VIH en 2004
Total 4,9 millones
Adultos 4,3 millones
Menores de 15 años 640.000
- Defunciones causadas por el SIDA en 2004
Total 3,1 millones
Adultos 2,6 millones
Menores de 15 años 510.000
En España, a 30 de junio de 2004, el INE (Instituto Nacional de Estadística) informaba de que el total de pacientes con SIDA es 68.788, de los que 55.198 son hombres, 13.590 mujeres y 983 corresponden a casos pediátricos. Según una encuesta realizada por todo el territorio nacional, el 39,2% de la población española se ha hecho en alguna ocasión la prueba del VIH-SIDA, sobre todo del grupo de edad de 30 a 39 años (49% de los hombres y 50,6% de las mujeres).
¿Cómo actúa el VIH sobre el organismo?
El sistema inmunitario es el encargado de defender a nuestro organismo de las agresiones provocadas por los diferentes microorganismos y además evita la proliferación de células malignas causantes de los diversos tipos de cánceres. Este sistema dispone de unas células encargadas de manera específica de la defensa, los glóbulos blancos o linfocitos, de dos tipos distintos: los linfocitos T que atacan directamente a los organismos microscópicos que nos invaden y los linfocitos B encargados de producir anticuerpos (sustancias que bloquean de modo específico la acción de cada microbio patógeno).
El VIH ataca sobre todo a una variedad de los linfocitos T, los T4, que dirigen las operaciones de defensa, paralizando el sistema inmunitario antes de que éste haya tenido la posibilidad de organizar sus defensas. Su destrucción expone al afectado a infecciones y tumores.
La proximidad de una persona seropositiva no entraña ningún riesgo; las situaciones que conllevan riesgo de contagio son las relaciones sexuales sin preservativo, compartir jeringuillas y recibir una transfusión sanguínea no controlada
El VIH no puede vivir de manera independiente, lo hace dentro de una célula y después de invadir los linfocitos T4 puede evolucionar de dos maneras: 1- Permanecer larvado (como dormido), y los linfocitos T4 infectados continúan viviendo con normalidad, es decir, persiste la infección pero sin síntomas. No obstante, las células T4 infectadas pueden transmitirse a otras personas e infectarlas. 2- Volverse activo, reproduciéndose en la célula que acaba explotando y liberando gran número de virus que infectarán otros T4.
Cuando una cantidad importante de células T4 ha sido destruida a consecuencia de la infección por el VIH, el sistema inmunitario se resiente y las defensas se debilitan, lo que hace muy posible la aparición de los síntomas del Sida.
En el año 2002 un equipo de investigadores ingleses y norteamericanos identificó un gen que parecía actuar como un escudo frente al VIH. Según publicaron en la revista Nature se trata de un tipo de resistencia natural al virus que explicaría por qué determinadas personas infectadas no llegan a desarrollar la infección, al menos hasta el momento actual. Esto ha permitido poner en marcha líneas de investigación para sintetizar nuevos medicamentos antirretrovirales.
Formas de transmisión

Cuando en los años 70 apareció la epidemia de SIDA se desconocía la forma en que se contagiaba y se trasmitía; el miedo condujo al aislamiento y al rechazo social de los enfermos. Si tal conducta siempre es rechazable, con los conocimientos actuales sobre el VIH no tiene justificación porque sabemos que cuidar, apoyar y convivir con una persona infectada no comporta ningún riesgo. Al contrario, puede tener efectos beneficiosos tanto para el afectado como para las personas de su entorno.
Se ha demostrado de forma científica que los contactos habituales de la vida cotidiana no lo transmiten. No es posible, por tanto, el contagio por compartir vasos, cubiertos, servilletas de mesa, intercambiar ropa con personas portadoras, sentarse en su mismo sitio, utilizar un baño común, bañarse en piscinas donde puedan acudir infectados, dormir en la misma cama e incluso besarse o abrazarse con ellos, puesto que no se transmite por el sudor, por las lágrimas ni siquiera a través de insectos.
Las tres formas de transmisión del VIH son:
- Transmisión sexual: El virus se encuentra en el semen y en las secreciones vaginales, por lo que se puede trasmitir con el intercambio de estos fluidos durante las relaciones sexuales con personas infectadas por el VIH si no se utilizan preservativos de manera correcta. Las relaciones sexuales con penetración vaginal o anal, ya sean heterosexuales u homosexuales, pueden transmitir el VIH, al igual que los contactos boca-órgano genital, si existen lesiones en alguna de las dos zonas. Cualquier práctica sexual que favorezca las lesiones o las irritaciones incrementa el riesgo de contagio. Las relaciones anales son las más peligrosas por producirse con gran facilidad lesiones debido a que la mucosa anal es más frágil que la vaginal.
El riesgo de infección se relaciona con la frecuencia de relaciones sexuales y con el número de parejas distintas. No obstante, un solo contacto puede ser suficiente para infectarse. El riesgo de transmisión es mayor en el sentido hombre-mujer que en el de mujer-hombre. Además, aumenta el riesgo durante los días de menstruación debido a la mayor facilidad para el contacto con sangre.
Los besos profundos y la masturbación entre los miembros de la pareja no transmiten el VIH, salvo que existan lesiones sangrantes en un portador del virus que puedan ponerse en contacto con lesiones previas del posible receptor.
- Transmisión sanguínea: La sangre de una persona infectada es portadora del virus. La infección se puede adquirir con el contacto de la sangre de un afectado con la de una persona sana. Toda persona que pueda haber tenido una conducta de riesgo en los últimos meses debe de abstenerse de donar sangre u órganos.
Los utensilios de cuidado corporal (tijeras, hojas de afeitar, cepillo dental, pinzas, etc.) que pueden haber entrado en contacto con la sangre presentan un riesgo teórico de transmisión del VIH. Si se comparten con un portador tendrán que ser limpiados con una solución desinfectante o esterilizadas por calentamiento.
- Transmisión materno-filial: Las mujeres embarazadas infectadas pueden transmitir el virus a su hijo en distintos momentos, mientras el feto está en el útero, en el momento del parto o durante el tiempo de lactancia.
Se recomienda a la mujer infectada no quedarse embarazada. Las posibilidades de que una madre con SIDA contagie a su feto son del 99,9%. No se dice que del 100% porque la naturaleza siempre hace milagros. Si a una mujer infectada se le trata con antirretrovirales en el tercer trimestre del embarazo, se hace más por la salud de la madre que como prevención del feto. Sabidos estos datos, los médicos prefieren decir a las madres infectadas que no tengan hijos, pues es casi seguro que se les condena a tener una infección muy seria y por el momento, incurable. Amamantar al recién nacido es una potencial vía de transmisión, por lo que se desaconseja la lactancia materna cuando la madre es seropositiva. Algunos estudios han demostrado que el tratamiento de las embarazadas seropositivas con fármacos contra el VIH reduce el peligro de transmitir el VIH al feto.
Si una persona ha pasado por una situación de riesgo e inmediatamente después la prueba le da negativa, tiene que volver a realizársela transcurridos 3 meses
En las relaciones familiares, los contactos habituales y cotidianos no transmiten el virus y en las relaciones laborales normales tampoco hay riesgo de transmisión, por lo que no hay razones para excluir a una persona seropositiva de su trabajo. Si mantiene una actitud responsable, es suficiente con tomar medidas de higiene general. Se pueden usar en común las duchas, aseos, vestuarios, comedores, etc. por no suponer riesgo alguno, como tampoco lo es compartir herramientas, material de oficinas, teléfonos, asientos, máquinas, etc.
En definitiva, la proximidad de una persona seropositiva no supone ningún riesgo.
Resumido de manera esquemática, son situaciones que conllevan riesgo de contagio: mantener relaciones sexuales sin preservativo con alguien que no sabemos si está infectado, compartir jeringuillas y recibir una transfusión no debidamente controlada.
Síntomas de la infección por VIH-SIDA
En una primera fase, que como hemos señalado se suele presentar bastante tiempo después del contagio, aparecen síntomas que pueden ser episódicos, alternando con periodos de relativo bienestar. Los síntomas iniciales más frecuentes son: fatiga inexplicable, falta de apetito, cansancio, fiebre persistente durante varias semanas, pérdida de peso, diarrea crónica, herpes, infecciones en la boca y adenopatías (aumento del tamaño de los ganglios), síntomas todos ellos muy comunes también en otras enfermedades.
En una fase más avanzada y debido al deterioro del sistema inmunitario aparecen otras manifestaciones:
- Infecciones oportunistas: micosis (por hongos), bronquitis aguda, neumonía, tuberculosis, etc.
- Algunos cánceres: linfomas y sarcoma de Kaposi.
- Otras: afecciones neurológicas, dermatológicas, adelgazamiento extremo, etc.
Diagnóstico de la infección por VIH
El diagnóstico de certeza de que una persona está infectada se alcanza con las pruebas que detectan la presencia de anticuerpos generados por el organismo contra el VIH para defenderse de él; las que suelen hacerse son los test Elisa, Western blot, etc. Si estas pruebas son positivas hay anticuerpos y, por tanto, el virus está en el organismo.
Después de haberse infectado hay una primera etapa, de unos tres meses de duración, en la que no es posible detectar el virus por las pruebas antes mencionadas, dado que la cantidad de anticuerpos generados es muy pequeña; es el llamado "período ventana". Si una persona ha pasado por una situación de riesgo y la prueba de detección, realizada inmediatamente después, resulta negativa, deberá volver a repetirla en unos tres meses.
¿Cómo saber si se ha infectado con el virus?
Si consideramos que hemos pasado por alguna de las situaciones de riesgo antes comentadas (mantener relaciones sexuales sin preservativo con alguien que no sabemos si está infectado, compartir una jeringuilla, o recibir una transfusión no bien controlada) y deseamos averiguar si estamos infectados o no, se puede acudir al centro de salud, hospitales públicos, medicina privada, etc. para realizar los estudios adecuados. En nuestro país, a todas las mujeres embarazadas, de manera sistemática y con su consentimiento, el Sistema Nacional de Salud les realiza los estudios pertinentes para descartar una infección por el VIH con el fin de adoptar las medidas terapéuticas y preventivas para no sólo tratar a la afectada, sino también evitar la infección en el recién nacido, en el caso de que la prueba demostrase la presencia del virus en la embarazada.
No se deben confundir estas pruebas, que sirven para detectar la presencia del virus, con las determinaciones de la "carga viral", que evalúan la cantidad de virus presente en la sangre y que no se utilizan para el diagnóstico sino para supervisar la respuesta al tratamiento de los pacientes con VIH o SIDA, y para valorar el pronóstico.
La legislación sanitaria obliga a los médicos, enfermeros y en general al personal sanitario y administrativo a guardar la debida confidencialidad sobre el resultado de las pruebas realizadas en relación al VIH. Del mismo modo, se les prohíbe hacer pública cualquier información acerca de que alguien sea portador del VIH o enfermo de SIDA.
Tratamiento

En sus inicios, la supervivencia de un enfermo con SIDA era muy corta, dada la poca eficacia de los primeros tratamientos. En la actualidad se ha convertido en una infección crónica y los enfermos que la padecen, si bien no se curan, tienen una supervivencia muy larga si reciben el tratamiento adecuado y se realiza un seguimiento riguroso del proceso.
Los fármacos actuales contra el VIH reducen la carga viral hasta un 99% (mil veces menos de virus en la sangre de los que se tenían al comenzar el tratamiento), el virus es frenado y, aunque no se erradica, se detiene su multiplicación y se reduce la destrucción de las células afectadas del sistema inmunitario, con lo que se retrasa la aparición del SIDA si se realiza un diagnóstico precoz, y desde luego se ralentiza todo el proceso agresivo contra el organismo.
Los fármacos antirretrovirales son los específicos contra el VIH y tratan de impedir su reproducción dentro de las células infectadas.
En la reproducción del virus en el interior de la célula juegan un papel esencial varias de sus enzimas. La acción de los fármacos antirretrovirales consiste en dificultar o impedir su acción. Los actuales tratamientos combinan dos o tres fármacos que bloquean varias enzimas e incluso la misma enzima de formas diferentes. Ésta es la llamada Terapia Combinada. Con ella muchos enfermos inician una lenta pero constante recuperación inmunológica que les permite librarse del alto riesgo de sufrir infecciones oportunistas, aunque, por desgracia, aún no se ha logrado erradicar el virus.
Vacuna anti-VIH
Aunque hay avances en el estudio de una vacuna anti-VIH, hasta el momento no se ha alcanzado una que asocie eficacia y seguridad. Un factor que complica la investigación y dificulta su logro son los continuos cambios o mutaciones que el virus experimenta.
CÓMO EVITAR LAS ITS

La aparición del VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) ha puesto de actualidad un tema que parecía olvidado, el de las llamadas infecciones de transmisión sexual o ITS. Entre éstas se cuenta el SIDA, cuya irrupción ha generado gran inquietud social y numerosos estigmas sobre algunas prácticas sexuales.
Cada acto sexual lleva implícito el riesgo de contraer una ITS o un embarazo no deseado. En la actualidad disponemos de numerosos métodos de prevención y protección para que las prácticas sexuales no supongan un riesgo innecesario tanto en uno como en otro sentido. Es obvio que el riesgo de contraer cualquier tipo de ITS crece si se mantienen frecuentes relaciones con personas distintas.
Las cuestiones que en algún momento cualquiera se plantea son: ¿puedo tener una ITS? ¿la persona con la que he empezado a salir tendrá alguna de estas infecciones? ¿si mantengo relaciones sexuales, podré contagiar o me podrán contagiar alguna enfermedad? ¿cómo puedo sospechar que tengo alguna ITS o que mi pareja la tiene?
Es necesario saber que a menudo estas infecciones, al menos en sus primeros estadios, no muestran signos ni síntomas y si lo hacen suelen ser similares a otras no tan graves, por lo que ni siquiera el médico especialista podría detectarlas sin contar con el apoyo de los modernos métodos diagnósticos de los que disponemos.
Un primer factor a considerar a la hora de sospechar una posible ITS propia o de nuestra pareja es la anterior vida sexual. Si nosotros mismos, o la persona con la cual se empieza a salir, hemos cambiado mucho de pareja o tenido una vida sexual muy cambiante y prolífica, debemos reconocer que las posibilidades de tener o haber tenido contacto con algún agente infeccioso causante de ITS son altas.
Con indepedencia de lo anterior, hay algunos signos y síntomas que nos deben poner en guardia:
- Lesiones ulceradas en la zona genital. Pueden hacernos sospechar la presencia de sífilis, herpes genital u otras infecciones menos frecuentes.
- Secreciones o flujo vaginal, de color amarillento o blancuzco, que pueden ser malolientes y que podrían corresponder a infecciones por hongos, tricomonas o gonococo.
- Exudados purulentos uretrales, que nos hacen sospechar de una gonorrea.
- Irritación y erosiones en el glande que podrían indicar una infección bacteriana o por hongos.
- Inflamación de los ganglios inguinales acompañados de erosiones en zona genital (a descartar sífilis, granulomas, clamidias, SIDA.
- Fiebre persistente que requiere una inmediata intervención médica y puede deberse a algunas ITS como Hepatitis B, SIDA, e incluso infección por chlamydias, sífilis, etc.
- Coloración amarillenta de la piel y de los ojos, junto a diarreas y dolores abdominales nos pueden hacer sospechar una hepatitis B (altamente contagiosa por vía sexual).
- Lesiones en forma de vesículas, que provocan irritación y dolor, recurrentes y de aparición periódica. Puede suponerse que corresponden a infección crónica por un herpes virus.
- Quejas sobre dolor o ardor al orinar, en la vagina o en la vulva, que puede deberse a una simple infección urinaria, pero que obliga a descartar ITS como vaginitis, herpes, tricomoniasis.
- Quejas de picores con rascado frecuente en la zona pubiana; se puede sospechar una micosis o incluso presencia de parásitos como la ladilla, que es un tipo de piojo que coloniza el vello del pubis.
- Quejas de picor intenso en la piel o mucosa anal o vulvar, con necesidad de rascado; nos puede hacer pensar en distintas parasitosis.
- Verrugas en el glande, prepucio, vulva y zona perianal, a veces con picazón y ardor, cuya presencia nos hace sospechar la presencia de infección por papilomavirus humano.
Estas infecciones, en sus primeros estadios, no muestran signos ni síntomas, y si lo hacen son similares a otras enfermedades menos graves
En general estos signos no son fáciles de detectar y, sin caer en una actitud de vigilancia y sospecha permanente hacia nosotros o nuestra pareja, sí es necesario mantenernos en alerta y desde luego adoptar medidas preventivas, entre las que destacamos:
- Utilizar preservativo. Su uso es imprescindible y a pesar de que está demostrada su eficacia, hay personas, sobre todo varones, que rechazan utilizarlo y logran convencer a algunas mujeres de que son innecesarios.
- Realizar antes y después del contacto sexual, un buen lavado genital con abundante agua y jabón.
- Orinar después del coito porque con la micción se arrastran algunos gérmenes y se produce una limpieza de las vías urinarias.
- No realizar penetraciones vaginales después de una penetración anal.
Sobre el uso del preservativo es necesario tener en cuenta:
- Nunca se debe de usar si el envase ha estado abierto, puesto que se deteriora si se guarda fuera de su envase original o se mantiene en lugares calurosos y húmedos.
- No usarlo si ha estado expuesto a altas temperaturas.
- Si se requiere el uso de algún lubricante, no usar vaselina porque afecta al látex.
- No utilizarlo si se detecta que esta roto, pinchado o ha sobrepasado su fecha de caducidad.
- Desenrollarlo sólo en el momento de colocarlo y hacerlo con el pene en erección, cuidando dejar un espacio pequeño en la punta para que no haya presión seminal sobre el glande en el momento de la eyaculación.
- En su retirada, después de eyacular, se tendrá cuidado de sujetar con los dedos la parte posterior (donde está el anillo) para evitar que se quede en la vagina con el posible derramamiento de semen dentro de ella.
- Desecharlo de forma adecuada después de usado.
Si se usa un lubricante íntimo durante el juego erótico o para evitar irritaciones o erosiones en la pared vaginal o anal que facilitan la entrada de agentes infecciosos, se deben evitar los lubricantes derivados del petróleo (lanolina, vaselina o similares) y sí los indicados para tal fin.
Si se ha realizado actividad sexual con penetración anal no se efectuara con posterioridad vaginal, salvo que se cambie de preservativo. Si éste no se utilizó en la penetración anal, se deberá lavar el pene con agua y jabón para evitar el riesgo de vaginitis por la entrada de gérmenes a la vagina, procedentes del recto (sobre todo Escherichia coli).
CONTRACEPCIÓN. MÉTODOS, VENTAJAS E INCONVENIENTES
INTRODUCCIÓN

La dimensión de la sexualidad está íntimamente ligada a la procreación. Y aunque ésta no siempre es el objetivo de un encuentro sexual, evitar la concepción no ha sido fácil. A lo largo de la historia se han sucedido diferentes métodos anticonceptivos y aunque los actuales son cada vez más eficaces e inocuos, aún es un campo abierto en la investigación.
La concepción
El cuerpo de la mujer durante su época de fertilidad, que abarca desde la pubertad hasta la menopausia, se prepara cada mes para una posible fecundación. El ovario produce un óvulo que busca encontrarse con un espermatozoide y unirse a él en la trompa de Falopio. Una vez en la trompa de Falopio, el óvulo mantiene de 48 a 72 horas su capacidad para ser fecundado.
El hombre libera en cada eyaculación unos 200 o 300 millones de espermatozoides, que depositados durante el coito en las proximidades del cuello uterino, pueden llegar a vivir de 48 a 72 horas. Ascienden en grandes cantidades por el útero, atraviesan las trompas de Falopio y su objetivo consiste en unirse al óvulo. Cuando el óvulo es fecundado por un espermatozoide, se forma una nueva célula única (huevo o cigoto) portadora de información genética proveniente de ambos padres, entonces se desencadena todo el proceso de desarrollo de un ser humano.
Por lo general, esta unión entre óvulo y espermatozoide no tiene lugar. Por eso, pasados entre 12 y 14 días de la ovulación, se produce el sangrado menstrual, la menstruación.
En la actualidad, gracias a los avances científicos, se puede decidir en qué momentos de la vida se desea tener hijos, pero para poder elegir se ha de disponer de información suficiente sobre las diferentes opciones con las que se cuenta para el control de la natalidad.
La decisión sobre qué método utilizar para evitar un embarazo no deseado debe hacerse de modo responsable y puede tomarse de manera individual o compartida, si se vive en pareja. La elección de un método anticonceptivo concreto suele depender de diversos factores, entre los que destacan la edad, el estado civil, la calidad en la relación de la pareja (confianza entre ambos, cooperación, nivel de compromiso), la situación económica y laboral, las creencias religiosas, las actitudes hacia la sexualidad, el estado de salud, el número de hijos que se tienen, las experiencias anteriores en el uso de métodos de anticoncepción, etc., así como las características específicas de los diversos métodos (eficacia, comodidad, efectos adversos, etc.).
Los modernos métodos contraceptivos han influido de manera decisiva en los hábitos sexuales porque facilitan mantener relaciones en las que prácticamente se descarta el riesgo de embarazo y han permitido, sobre todo a la mujer, alcanzar cuotas altas de autonomía sobre su propio cuerpo.
MÉTODOS INEFICACES

Los métodos anticonceptivos transmitidos por la sabiduría popular -aunque mejor podría decirse desconocimiento popular- se caracterizan por su ineficacia. La creencia de que la lactancia prolongada, los lavados vaginales o las relaciones sexuales durante la menstruación eran formas de evitar la concepción es un error. Dar de mamar a un bebé no implica que la mujer no sea fértil; los lavados vaginales pueden ser perjudiciales y provocar hongos, pero nunca lograrán arrastrar con ellos ni espermatozoides ni óvulos, fecundados, y por último, tener la menstruación cuando se mantienen relaciones sexuales no es garantía de que el espermatozoide no logre alcanzar un óvulo y lo fecunde.
MÉTODOS POCO EFICACES

Entre éstos se incluyen los métodos llamados "naturales", basados en procedimientos que evitan el encuentro del óvulo con el espermatozoide, sin mediar la acción de dispositivos o métodos hormonales. Son poco eficaces, pero, a diferencia de los anteriores, no se puede negar la posibilidad de que su uso pueda impedir la fecundación, aunque las posibilidades de evitar un embarazo siguiendo estas pautas son escasas. En este apartado se incluyen el coito interrumpido, el método de la temperatura basal, el método del calendario y el método Billings.
El coito interrumpido o coitus interruptus
Es el método anticonceptivo más antiguo y consiste en la retirada del pene de la vagina antes de alcanzar la eyaculación. Requiere gran control por parte del varón y tiene baja efectividad porque con independencia del grado de autocontrol en cada hombre, a menudo se producen pequeñas emisiones de esperma previas a la eyaculación que suelen pasar inadvertidas. Es ineficaz en hombres que carecen de un óptimo control del reflejo orgásmico (como es el caso de los eyaculadores precoces) y, además, a pesar de que se eyacule fuera, si se hace sobre los genitales externos de la mujer, existe riesgo de que el semen ascienda por la vagina y se produzca un embarazo.
Método de la temperatura basal
Permite conocer el momento de la ovulación. Este método, que es controlado por la mujer, requiere tomarse la temperatura rectal todas las mañanas, antes de levantarse. Durante la ovulación la temperatura aumenta de manera leve, pero hay que tener en cuenta cuando se interpreta el gráfico que la temperatura puede elevarse por un proceso catarral, gripe u otra infección. No se debe realizar el coito en el periodo de tiempo que transcurre desde el día en que acaba la menstruación hasta dos a cuatro después de cuando se registró el aumento de temperatura.
Método del calendario o de Ogino Knaus
Este método se basa en determinar los supuestos días seguros del ciclo menstrual, es decir, aquellos en los que manteniendo actividad coital no se produce embarazo por no haber ningún óvulo en el tracto genital de la mujer.
La decisión sobre qué método utilizar para evitar un embarazo debe hacerse de modo responsable y valorando diferentes factores
Recordemos que por consenso se numera como el día uno del ciclo menstrual de la mujer al primero de sangrado menstrual y el último día del ciclo (de 26 a 32 días según mujeres) es el anterior al referido día uno del inicio del sangrado.
Para aplicar este método partimos del supuesto de que por lo general la ovulación se produce 14 días antes de la aparición de la regla siguiente. Es necesario calcular el periodo fértil de la mujer y ello se puede hacer sólo si presenta ciclos muy regulares. El primer día del periodo fértil se calculará restando 18 días del día final del ciclo menstrual y para determinar el último día fértil se restarán 11 días de dicho día final. Por ejemplo, si una mujer presenta un ciclo menstrual que dura 28 días, se considera de especial riesgo el periodo comprendido entre los días 10 y 17, tiempo en que se la considera fértil.
Método Billings o de la ovulación
Se basa en los cambios que experimenta el moco cervical, indicativos de los días fértiles del ciclo menstrual. Uno o dos días antes de que se produzca la ovulación aumenta la secreción de un moco vaginal claro y filamentoso parecido a la clara del huevo. Al iniciarse el periodo de fecundación el moco secretado por la vagina es blanquecino o turbio y pegajoso. Se considera que el coito vuelve a ser seguro a los cuatro o cinco días de estar secretándose un moco más oscuro y menos abundante.
La práctica de este método exige tomar una muestra diaria de mucosa cervical. Pero cualquier sustancia introducida en la vagina como duchas, semen, jabones, espermicidas, lubricantes o medicamentos, puede alterar el moco cervical.
Los referidos métodos "naturales" tienen un alto índice de fracasos debido a la irregularidad natural del ciclo menstrual.
Espermicidas
Utilizados como único método anticonceptivo resultan poco fiables y presentan también alto riesgo de fracaso. Ello suele deberse a varias razones: a menudo hay negligencia a la hora de seguir las instrucciones de uso recomendadas por el fabricante, a veces se repite el coito sin aplicar de nuevo el producto y otras el coito se alarga sobrepasando el tiempo durante el cual el espermicida mantiene su efectividad.
MÉTODOS MÁS EFICACES

Anticoncepción hormonal
Su capacidad contraceptiva radica en la utilización de compuestos de estrógenos y progestágenos en diferentes formas de presentación, la primera de ellas la famosa píldora anticonceptiva. En los últimos años han aparecido nuevas presentaciones que administran el anticonceptivo por otras vías distintas a la oral.
Su acción anticonceptiva se basa en varios mecanismos. Por un lado los estrógenos impiden la ovulación y, por otro, los progestágenos evitan la regeneración del revestimiento del útero, por lo que impiden la implantación del óvulo y además espesan el moco del cuello uterino, lo que dificulta el avance de los espermatozoides.
Píldora anticonceptiva
Desde su aparición en 1960 ha revolucionado las prácticas anticonceptivas en todo el mundo. En la actualidad, la más empleada es la píldora combinada de estrógenos y progestágenos a dosis baja o ultrabaja, compuesta de estrógenos y progesterona sintéticos que pueden ser monofásicas (todas las grageas tienen igual cantidad de hormonas) o trifásicas (con distintas dosis de hormonas).
Se comercializa en envases de veintiuna o veintiocho unidades. La primera se toma el primer día de la regla. Las siguientes, una cada día a la misma hora. Si el envase es de veintiuna grageas, cuando se termina se dejan de tomar durante siete días denominados de descanso, durante los que sobreviene la regla. En los envases de veintiocho no se descansa ningún día y la regla suele presentarse en los días en que se están tomando las siete últimas pastillas.
En caso de que se olvide alguna toma, se puede tomar la píldora correspondiente en un plazo de doce horas. Si se ha tardado más de ese tiempo en tomarla, no hay seguridad de su eficacia, por lo que es aconsejable utilizar otros métodos anticonceptivos hasta la siguiente regla. Con la píldora los periodos son más regulares y la menstruación es menos dolorosa, con menor hemorragia. En algunos casos, si previamente hay acné, suele disminuir y en muchos casos alivia la tensión pre-menstrual.
Es el método anticonceptivo más eficaz y el índice anual de fallos es de tan sólo un embarazo por cada 200 mujeres que lo usan. Con el uso de anticonceptivos orales deben evitarse otros fármacos como antibióticos, barbitúricos, antituberculosos y antiepilépticos porque disminuyen su eficacia.
La píldora anticonceptiva ha sido muy bien estudiada y, a pesar de que de vez en cuando surgen noticias sobre los trastornos que provoca, se puede decir que es un fármaco seguro que tiene muchas más ventajas que inconvenientes. En general es muy bien tolerada y sus efectos secundarios más frecuentes son nauseas, vómitos, estreñimiento, hipersensibilidad mamaria, erupciones, hinchazón (edemas) de piernas, etc. Con mucha menor frecuencia, pero mayor gravedad, puede provocar migrañas, diabetes, hipertensión, anomalías oculares, raramente ictericia o tumores hepáticos y, si se toma durante el embarazo, puede inducir deformidades en el feto.
Los trastornos más importantes que puede provocar son los circulatorios por el aumento de la capacidad de coagulación de la sangre a causa de los estrógenos. Entre las mujeres que utilizan la píldora, algunos estudios han evidenciado mayor riesgo de sufrir tromboflebitis en piernas (por formación de coágulos), pero esto sucede en menos de un caso por cada 1.000 mujeres que la toman durante un año. También se ha detectado un mayor riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares (hemorragia o trombosis). En la actualidad, se utilizan sobre todo píldoras combinadas con muy bajas dosis de estrógenos y se sabe que, cuanto menor es la cantidad de estos, menor es el número de complicaciones. Estudios recientes demuestran que el uso de los modernos anticonceptivos orales no incrementa el riesgo de trastornos cardiovasculares graves, tanto tromboflebitis como ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares en mujeres sanas y no fumadoras de hasta 45 años. Si una mujer ha tenido alguno de estos trastornos, está contraindicada la utilización de la píldora.
A la mujer que usa anticonceptivos hormonales se le recomienda firmemente no fumar debido a que tal conducta incrementa el riesgo de sufrir trastornos circulatorios.
Aunque no se ha demostrado una relación evidente entre toma de píldora anticonceptiva y el cáncer de mama, los expertos recomiendan, como medida de precaución, que las mujeres cuyas madres o hermanas hayan padecido este tipo de cáncer eviten su uso hasta que se dispongan de datos concluyentes. Es importante recordar que la píldora no protege contra la infección por VIH-SIDA u otras enfermedades de transmisión sexual.
Anticonceptivos hormonales inyectables

Hay varios tipos en uso y su eficacia es similar a la de la píldora. Se utilizan inyectables que aseguran anticoncepción de uno o de tres meses con una sola dosis de tratamiento.
Por su elevado contenido hormonal, su empleo conlleva mayor riesgo de efectos indeseables. De hecho, pueden producir aumento de peso y sangrado intermenstrual.
Tienen el inconveniente de que no es posible suspender su acción hasta que son eliminados por el organismo (uno o tres meses).
Implante hormonal
Consiste en un pequeño cilindro alargado compuesto por progestágenos que se implanta bajo la piel en lugares discretos. La inserción y extracción debe realizarla un médico entrenado. Facilita anticoncepción a largo plazo (3 años) y es útil también para mujeres que no han estado embarazadas y para las que presenten intolerancia o contraindicación a los estrógenos.
Tiene como principales ventajas la disminución de los dolores menstruales (dismenorrea) y su comodidad de uso, sin riesgo de olvido.
Como inconveniente cuenta con que el sangrado puede ser variable e impredecible, aunque en general hay tendencia a presentar menor sangrado o a no haberlo.
Parches anticonceptivos
Han sido recientemente aprobados por las Administraciones Sanitarias Europeas y Americanas. El parche anticonceptivo transdérmico libera un flujo continuo de hormonas a través de la piel y hacia la sangre durante siete días.
Contiene las mismas hormonas que se utilizan en la píldora anticonceptiva y actúa de igual manera en la prevención del embarazo, con lo que impide la ovulación y hace más denso el moco cervical con el fin de que el esperma tenga menos posibilidades de alcanzar el útero.
El parche transdérmico es otra opción anticonceptiva más, que se aplica una vez a la semana y es tan efectiva como la píldora (efectividad del 99%) si es usado correctamente. Es pequeño y fino y puede colocarse en los glúteos, el abdomen, la espalda y la parte exterior y superior de los brazos. El fabricante informa de que con él se puede nadar, hacer ejercicios o ducharse porque las condiciones húmedas o calientes no afectan su capacidad adhesiva.
Los métodos más eficaces, salvo el preservativo y la vasectomía, tienen como protagonista a la mujer que puede elegir entre numerosas posibilidades
Se cambia una vez a la semana durante tres semanas consecutivas y no se aplica en la cuarta semana. Si se olvida cambiar el parche el día que corresponde, hay 48 horas de seguridad durante las que no es necesario adoptar un método anticonceptivo adicional.
Sus reacciones adversas más frecuentes son las irritaciones en el lugar de aplicación, que suceden en una de cada cinco mujeres que lo utilizan y la tensión o el dolor mamario que se produce casi en igual proporción y que es más frecuente con el parche que con la píldora.
Anillo vaginal
Se trata de un anillo flexible e incoloro que contiene estrógenos y gestágenos, que una vez liberados a muy pequeñas dosis son absorbidos por la vagina.
Se debe insertar el primer día de la menstruación y se retira a las 3 semanas, periodo durante el cual no se debe sacar. La propia mujer puede colocárselo. Es muy sencillo, requiere una técnica semejante a la de insertarse un tampón. Su eficacia anticonceptiva no depende de la posición en la vagina, pues dada su forma y su material se adapta perfectamente. La mujer no siente que lo lleva puesto, y a diferencia de otros métodos, no se requiere que cubra el cuello del útero.
Se ha de mantener durante 3 semanas en la vagina y después debe retirarse, dejando una semana de descanso en el transcurso de la cual suele aparecer el sangrado. Si se desea retrasar la regla se puede prescindir de la semana de descanso y continuar con otro anillo.
Se recomienda realizar anticoncepción de refuerzo durante la primera semana, la primera vez que se utilice e, igualmente, cuando se retrasa más de 7 días la inserción de un nuevo anillo. Tiene pocos efectos adversos y alta eficacia anticonceptiva.
Dispositivo intrauterino (DIU)
Son pequeños objetos que se insertan en el útero a través de la vagina y cuello uterino y cuyo mecanismo de acción varía según su composición, en general de dos tipos: DIU de cobre o con hormonas. El primero funciona impidiendo el paso de los espermatozoides en su trayecto intrauterino, evitando de ese modo la fecundación e impidiendo la implantación del óvulo en el útero en caso de que se hubiese producido la fecundación. El DIU liberador de hormonas combina los efectos del DIU de cobre con los hormonales propios de los progestágenos.
Debe ser insertado por un médico con la preparación adecuada. Se recomienda que se haga durante los días de la regla, por contar con la certeza de que no hay embarazo y porque se facilita la inserción a causa de la mayor dilatación del cuello del útero. Puede permanecer sin necesidad de ser cambiado por un periodo de 3 a 5 años.
Se recomienda que sea utilizado por mujeres que han pasado al menos por un embarazo y menos de cinco.
Como posibles efectos adversos se señalan dolor y hemorragias copiosas, con reglas más largas e intensas sobre todo durante los tres primeros meses de su colocación. Es posible que sea expulsado fuera del útero, lo que suele tener lugar en los primeros tres meses. En ese caso no se garantiza la anticoncepción. En menos de una de cada mil inserciones se puede perforar la pared uterina, lo que causa dolor y hemorragia repentinos y requiere una rápida intervención quirúrgica para evitar lesiones intestinales.
Si se tiene implantado un DIU no es conveniente utilizar tampones porque pueden enrollarse en el hilo que desciende de él hacia la vagina y provocar su desprendimiento.
Es necesario un control ginecológico, al menos cada seis meses, porque se incrementan las posibilidades de contraer infecciones vaginales.
A pesar de estos riesgos, los DIU son muy eficaces y el porcentaje de mujeres que quedan embarazadas mientras lo utilizan oscila entre el 1 y el 5% durante el primer año de uso.
Preservativo o condón

Es una delgada funda de látex que se ciñe al pene y se coloca cuando está en erección. En su extremo suelen tener un depósito donde se vierte el semen, que en la colocación del preservativo debe presionarse para vaciar el aire interior y evitar su deterioro durante el coito.
Suelen presentarse enrollados en paquetes de plástico o metalizados y los hay de diversas clases, incluyendo algunos lubricados y con texturas y prominencias diseñadas para facilitar la estimulación de la mujer durante la actividad coital. Una vez extraído de su envase, se desenrolla con suavidad a lo largo del pene erecto hasta su base. Debe retirarse antes de que haya desaparecido la erección, sujetándolo desde la base para evitar que se quede dentro de la vagina o del ano.
Es un método muy accesible y se puede adquirir en farmacias, así como en máquinas expendedoras automáticas instaladas en los más diversos lugares.
En la actualidad es el único método anticonceptivo eficaz de que dispone el hombre, si se excluye la vasectomía, y no se necesita receta médica para adquirirlo.
Carece de efectos secundarios y para personas alérgicas al látex existen preservativos de silicona en el mercado. Hay que evitar su exposición a temperaturas elevadas y revisar su fecha de caducidad porque ambos factores favorecen su rotura durante el coito, que es su mayor inconveniente.
Si se utiliza de manera adecuada, puede proteger frente a la infección por VIH-SIDA y otras infecciones de transmisión sexual.
Preservativo o profiláctico femenino
Se trata de una funda cilíndrica de látex, de mayor tamaño que el preservativo m
INTRODUCCIÓN

Para comprender los problemas sexuales hay que partir de la concepción de la sexualidad como una facultad con componentes psicológicos, biológicos y sociales. De hecho, el malestar puede afectar a la respuesta física, al equilibrio psicológico, e incluso a las relaciones sociales. Este último aspecto suele chocar, pero son muchos los hombres con disfunción eréctil o eyaculación precoz que se sienten muy incómodos cuando su grupo de amigos habla de sexo, lo que les lleva a temer y esquivar los encuentros distendidos.
No en todas las personas las repercusiones son las mismas y no todos los problemas sexuales tienen las mismas causas. Los hay que afectan de manera clara a la función orgánica, derivados de enfermedades o consumo de fármacos u otras sustancias, y otros de contenido más psicológico, producto de una escasa y muchas veces inadecuada educación sexual. También las circunstancias no controladasy estresantes juegan su papel, puesto que estos problemas sexuales son mecanismos de adaptación para rebajar la ansiedad.
Parece mentira que ocurra, pero vivimos en una sociedad en la que el sexo todavía puede ser considerado como algo feo y sucio, del que apenas se habla de forma sensata. A veces tenemos que recordar que somos muchos millones de personas en el mundo, que todos o casi todos, si excluimos la fecundación asistida, hemos nacido de un coito, del contacto de los genitales masculinos y femeninos. Nuestra reproducción es, por tanto, sexual, aunque la sexualidad, algo saludable e intrínseco al ser humano, no está restringida a la reproducción, por importante que ésta sea. Es también una forma privilegiada de comunicación, tanto entre personas de distinto sexo, como del mismo, e incluso procura el contacto con uno mismo. El sexo proporciona placer y satisfacción y está relacionado con una vida saludable, tal y como la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha encargado de promulgar.
Los sexólogos William Masters, Virginia Johnson y Robert Kolodny listaron algunas de las formas que suelen bloquear el erotismo. Para realizar esta guía las hemos ampliado y revisado, según nuestra experiencia clínica:
- La costumbre de tener relaciones sexuales "sólo en el momento oportuno".
- La falta de privacidad.
- Los límites que imponen el tiempo y el cansancio, y ser incapaces de incluir en nuestra "agenda" los encuentros eróticos.
- Hacerse único responsable de la relación, pensar que el placer del otro depende solamente de mí.
- En el otro extremo, no tener al otro en consideración. "Voy a lo mío y no comparto".
- La actitud de enfrentarse a la relación sexual, en lugar de disfrutar de la relación sexual.
- Creer que la satisfacción sexual es sólo para gente joven y atractiva.
- Pensar, distraerse o preocuparse durante el acto sexual.
- Estar enfadado con la pareja, sin decírselo, pero actuando en consecuencia, destilando malestar.
Estos y otros elementos bloqueadores del erotismo pueden evolucionar a situaciones de mayor severidad, y derivar en problemas sexuales que inciden de forma negativa en el deseo, la excitación o el orgasmo/eyaculación.
Los problemas sexuales se pueden clasificar por su aparición. Así, se denominan "primarios" cuando están presentes desde el inicio de la vida erótica. Se habla de problemas sexuales secundarios cuando aparecen después de un período de funcionamiento adecuado. Por su etiología principal, los problemas sexuales pueden ser sobre todo orgánicos, fundamentalmente psicológicos o tener una base sociocultural. En todos los casos, los factores biológicos, psicológicos y sociales tienen su importancia, puesto que se relacionan entre sí. Pero es muy importante delimitar bien la causa para realizar un tratamiento adecuado y efectivo.
PROBLEMAS SEXUALES
FALTA DE DESEO SEXUAL

La incidencia y prevalencia de los problemas de deseo son difíciles de establecer. Diferentes estudios y autores no coinciden, sobre todo por divergencias en los criterios diagnósticos, y se confunden con frecuencia los cuadros de falta de deseo y las aversiones sexuales. En lo que sí hay consenso es en que la ausencia de deseo es el problema sexual más frecuente en la mujer y que, hasta la fecha, la falta de deseo afecta más a las mujeres (con prevalencia, según autores, entre el 22% y el 51% de la población femenina) que al hombre (con prevalencia, según autores, entre el 10% y el 15% de los varones).
Las personas que tienen este problema suelen formular excusas para evitar una relación sexual con su pareja. Casi nunca se acuestan a la vez que su pareja, siempre tienen alguna excusa pendiente: recoger la cocina, un programa muy interesante en la tele, un trabajo urgente... En ocasiones esa huida les supone un sentimiento de culpa, por no dar respuesta a un compromiso implícito y aumentan los nervios en la medida que se dilata el encuentro. Puede ser un trastorno de toda la vida (primario) o adquirido (secundario), generalizado (con todas la parejas) o situacional (con una pareja específica).
En el deseo sexual inhibido la falta de sentimientos eróticos lleva a ver la relación sexual como un hecho desagradable, incluso un castigo. Este problema es generalizado cuando no existe interés sexual hacia ninguna persona ni circunstancia, y situacional si no aparece interés por la pareja, pero la persona se siente estimulada ante otras personas o ante la masturbación. Algunas veces, más que un deseo inhibido, puede existir simplemente una discrepancia en los niveles de interés sexual entre los dos miembros de la pareja, que poseen niveles de interés dentro del límite normal.
La queja sobre la falta de deseo sexual es muy común. Como causa más frecuente se nombra el alto grado de estrés al que las personas se ven sometidas en la vida cotidiana, donde todo suele estar programado, menos el disfrute sexual y la relación de intimidad con la pareja.
Causas
 
Las obligaciones domésticas
La vida doméstica tiene sus condicionantes y la teórica equidad de género, en que hombres y mujeres comparten derechos y obligaciones, funciona más de puertas para fuera que en la intimidad del hogar. Estas reminiscencias del modelo patriarcal constituyen la base de ese conflicto de rol y hacen que muchos hombres se sientan inseguros en su papel y defraudados por no tener una mujer que les resuelva la cuestión doméstica. Las mujeres, por su lado, se quejan de su doble función. En especial, las que tienen mayor cualificación laboral e independencia económica plantean con claridad su falta de entusiasmo ante una convivencia de pareja, temiendo la carga que supone la responsabilidad doméstica, de la que tantos hombres saben bien cómo escaquearse. Datos del Instituto de la Mujer sobre el reparto de tareas domésticas apuntan a que el hombre dedica de media 1 hora y 32 minutos a las tareas domésticas, frente a las 4 horas 2 minutos que dedica la mujer al día.
Pero, ¿a qué viene todo esto? ¿no estábamos hablando de deseo sexual inhibido? Ciertamente, pero ésta es una de las cuestiones más recurrentes en terapia sexual cuando se trata la falta de deseo. Creemos, por tanto, que vale la pena dedicar unas líneas a reflexionar sobre lo más inmediato, que a veces de tan cercano ni nos percatamos, pero que representa una gran influencia en nuestra vida sexual.
Problemas de relación y mala elección de la pareja
Otras veces, la falta de deseo se debe a problemas de relación como cuando alguno de los miembros de la pareja no se siente íntimamente vinculado al compañero. Hay personas que tienen graves dificultades para vincularse emocionalmente, la proximidad les asusta y la fusión que supone el acto sexual les da vértigo. Estas personas suelen tener relaciones tormentosas, con grandes broncas y reconciliaciones, sin que exista ninguna lógica, puesto que el vaivén emocional se debe a la necesidad interna de proximidad y alejamiento.
No se debe confundir la ausencia temporal de ganas de tener relaciones sexuales con la falta de deseo sexual, que es un trastorno con raíces físicas y/o psicológicas
En otras parejas se suceden las luchas de poder, la pareja en la que parece que se está casado el uno contra el otro, en lugar de con el otro. En lugar de sumar, restan. Están en pugna continua y su casa no es su hogar, sino un campo de minas ante el que no se puede bajar la guardia. En estas condiciones es un milagro que florezca el deseo sexual. En estos casos pueden aparecer episodios intermitentes de deseo sexual inhibido. Otra de las causas de la falta de deseo es la elección inadecuada de pareja. Aunque nos parezca increíble, algunas personas se emparejan y se casan justo con aquellas que no les despierta ninguna pasión. No podemos olvidar que pasión implica apetito, deseo vehemente de una cosa y también sufrimiento. Muchas personas no están dispuestas al sufrimiento que supone la pasión porque si no se ansía apasionadamente, la pérdida, si llega, no es un trauma. En muchas ocasiones, las personas suelen haber sufrido algún desengaño amoroso y asocian a las personas atractivas desde un punto de vista sexual, como peligrosas, y que pueden hacerles sufrir.
Educación sexual inadecuada o experiencias traumáticas
La educación sexual inadecuada, con actitudes negativas y manifestaciones sexofóbicas, con temor al pecado y el sexo asociado a lo sucio genera un terreno difícil para la expresión saludable de la sexualidad porque obstaculizan la imaginería erótica, antesala del deseo sexual.
Las experiencias sexuales traumáticas y negativas, como el abuso sexual en la infancia, la violación, el acoso sexual y otros atentados contra la libertad sexual pueden tener una incidencia importante en algunas faltas de deseo. Cabe señalar que los abusos sexuales en la infancia los sufren tanto niñas como niños y pueden tener repercusiones negativas en la edad adulta del hombre y la mujer.
Tratamiento

Los problemas de deseo sexual inhibido suelen necesitar de atención sexológica, que incluye trabajar factores de predisposición, relacionados con la historia erótica y la educación sexual, así como otros que tienen que ver con aspectos más profundos y están relacionados bien con los vínculos con los padres y madres o con el miedo a comprometerse en un plano emocional.
La falta de deseo suele tener una repercusión importante en la relación de pareja, sobre todo si es el hombre el que padece esta carencia. La mujer puede sentirse rechazada y poco atractiva, provocándole una gran inseguridad con respecto a la relación. Los hombres suelen llevar mejor esta situación gracias a que los estereotipos de género propician una visión de la mujer menos dispuesta a disfrutar del sexo, mientras que el hombre suele aparecer más dispuesto. Es muy importante hablar con la pareja de esa disminución del deseo, dejando claro que no tiene nada que ver con que se le encuentre menos atractiva y se haya perdido interés por la relación.
Abordar las vías de placer
Para abordar la falta de deseo sexual es fundamental trabajar las vías del placer. A modo explicativo, podemos pensar que existen unas vías neuronales relacionadas con el placer y el deseo sexual. Y para que todo funcione bien, el tránsito del deseo al placer tiene que ser un atractivo camino lleno de gratos estímulos, como se supone que debería ser el encuentro erótico. Las personas que tienen problemas de deseo no encuentran el camino. Y cuando lo encuentran, está plagado de saboteadores obstáculos. Llámese culpa, sensaciones extrañas de malestar, de agobio... En lugar de disfrutar de un bello paisaje, se enfrentan con el temor del túnel imprevisto y agobiante. El tratamiento supone, metafóricamente, salir del túnel y recuperar, o disfrutar por primera vez, de una sexualidad fluida y placentera en toda su extensión: deseo, excitación, orgasmo y resolución.
No se debe confundir la ausencia temporal de ganas con el problema sexual al que hacemos referencia. Se considera un trastorno cuando la falta de deseo es persistente y recurrente y sucede desde hace por lo menos 6 meses.
El paso por momentos puntuales y temporales no debe angustiarnos, pero vienen muy bien los refuerzos positivos y dedicar un tiempo a mimarnos y cuidarnos. Cada uno tiene su propia fuente de placer. Un masaje, una cena a la luz de las velas, un paseo por el campo, ir a la peluquería o un buen baño aromático son pequeños detalles que cargan nuestra energía y nos aportan pequeñas dosis de placer, que también son una vacuna contra la depresión y la angustia. Y, además de esos refuerzos, es necesario favorecer la inclinación erótica facilitándole estímulos adecuados.
La disminución temporal en las ganas de mantener relaciones sexuales o de masturbarse es normal. Sobre todo debido al exceso de actividad, a estar convaleciente de alguna dolencia, a disputas entre parejas o a cualquier otra circunstancia. O sencillamente se puede pasar por periodos de menor apetito, como nos ocurre con la comida.
La persona con falta de deseo no percibe el disfrute de la relación sexual y la sabotea de manera inconsciente con mil inconvenientes. Y lo tiene fácil, porque en esta sociedad tenemos una sobrecarga de estímulos con un tiempo limitado: trabajo, tareas domésticas, cuidados personales, compras, atención a los hijos, relaciones sociales, compromisos familiares, viajes, cine, música, lectura, videojuegos, televisión a todas horas y además, ordenadores conectados a Internet. ¿Quién tiene tiempo para el sexo? Hay demasiadas cosas que hacer.
Así ve la vida la persona con falta de deseo, que tiene tiempo para todo, menos para mantener relaciones de intimidad sexual con otra persona o con ella misma, privándose de un don, de un privilegio de la naturaleza humana y privando a la persona que ama de la complicidad que supone compartir el placer sexual.
La aversión sexual alcanza no sólo el rechazo de contacto no solo genital, se evitan las muestras táctiles de cariño e incluso el contacto amistoso
Y ocurre que hay malestar para la persona que lo sufre y para la pareja. Para combatirlo, el primer paso es querer superarlo, ya que si se está dispuesto a educar el deseo y explorar las sensaciones, poco a poco se van descubriendo modos y maneras de que entren ganas de un encuentro sexual. Una forma es leer literatura erótica, ver películas, utilizar la imaginación o tener fantasías. La dosis y el contenido de esos estímulos es inversamente proporcional a la inhibición que la persona tenga, puesto que si la inhibición es muy grande, puede resultar contraproducente y encontrar los estímulos desagradables. Por esta razón tiene que ser un camino suave, donde el sexólogo acompaña para ayudar y quitar los miedos, siendo consciente de las necesidades y condiciones del paciente y facilitándole que se dé cuenta de sus auto limitaciones al tiempo que se le muestran sus potencialidades.
Tratamiento con testosterona
Se ha relacionado la testosterona, considerada una hormona típicamente masculina, con el mantenimiento del deseo y la respuesta sexual femenina. En especial cuando esta falta de respuesta sexual coincide con la aparición de la menopausia. Algunos especialistas recomiendan el tratamiento con parches de testosterona para mejorar el deseo y prolongar la vida sexual de las mujeres que presentan un trastorno de deseo sexual hipoactivo. No obstante, los resultados de los estudios financiados por la industria farmacéutica han sido contestados por otros profesionales que consideran que las respuestas obtenidas con la medicación, en las que las mujeres pasaban a tener de 3 a 5 relaciones por mes de media, no justifican sus efectos adversos. Entre esos efectos destacan la alteración de los niveles de colesterol, el desarrollo exagerado de la musculatura, cambios de voz o acné, o presencia de vello en la cara y otras partes del cuerpo.
En este sentido, se ha señalado que la clave para garantizar la seguridad se encuentra en establecer una dosis mínima eficaz, puesto que la administración de testosterona supone una terapia de reemplazo que intenta restablecer el equilibrio hormonal natural. Si se pasa el nivel máximo, surgen los efectos adversos.
Si se toman en consideración estos efectos secundarios, las pacientes requerirían de una vigilancia que incluyera, como mínimo, un examen sobre la aparición o empeoramiento de hirsutismo (presencia de vello), acné o masculinización (como cambio de voz o crecimiento del clítoris), un examen de mama y la extracción de una muestra sanguínea para valorar las grasas y glucosa y un análisis de la función hepática.
El tratamiento integral de cualquier problema sexual supone tener en cuenta todos los recursos, incluidos los farmacológicos. Resulta fundamental un diagnóstico personalizado para beneficiarse de todos los recursos con los mínimos efectos secundarios. Por ahora parece que el tratamiento con testosterona no es la primera opción ante una falta de deseo femenino, máxime cuando en la mayoría de los casos este trastorno puede tener causas psicológicas y propias de la relación de pareja.
AVERSIÓN SEXUAL

Una forma extrema de trastorno sexual es la aversión sexual. Consiste en el rechazo intenso, persistente y recurrente de todo contacto sexual. Supone evitar cualquier relación íntima con la pareja, en ocasiones no sólo el contacto genital, sino cualquier otro tipo de caricia que se interprete como preámbulo del coito. Esta alteración provoca un malestar acusado y suele dificultar las relaciones interpersonales, en especial las de pareja.
El trastorno de aversión sexual se da de forma ocasional en hombres y con mucha más frecuencia en las mujeres. Los pacientes se quejan de ansiedad, miedo o disgusto en relación con las situaciones sexuales. Puede ser un trastorno de toda la vida (primario) o adquirido (secundario), generalizado (con todas las parejas) o situacional (con una pareja específica).
En la forma extrema de aversión sexual, la persona no sólo carece de deseo sexual, sino que también puede encontrar el sexo repugnante, repulsivo y desagradable.
Si ocurre desde siempre, la aversión al contacto sexual puede deberse a un trauma sexual, como incesto, abusos sexuales o violación. También puede ser consecuencia de un ambiente familiar muy represivo, a veces potenciado por una formación religiosa ortodoxa y rígida, o bien puede haberse iniciado tras unos primeros intentos de coito que produjeron dispareunia, es decir, dolor en el coito. En este último caso, aun después de desaparecer la dispareunia, permanece el recuerdo del dolor.
Cuando se trata de un trastorno adquirido, con posterioridad a un período de funcionamiento normal, su origen puede estar en una relación de pareja o en una vivencia traumática.
La aversión puede generar una respuesta fóbica (incluso de angustia) en cuyo caso pueden estar presentes también temores irreales menos conscientes de dominación o de daño corporal. La aversión sexual situacional puede darse en personas que intentan o esperan tener relaciones incongruentes con su orientación sexual, como, por ejemplo, en algunos casos de homosexualidad no aceptada, en los que, por presión social o familiar, se imponen relaciones con el otro sexo con el fin de normalizar su vida.
Tratamiento
El tratamiento de la aversión y fobia sexuales está orientado a que la persona pueda mejorar de forma notable su comunicación sexual. Siempre que sea posible, se orienta a suprimir la causa que ha desencadenado este trastorno.
La intervención sexológica integradora supone explorar:
1- Los factores predisponentes, es decir, los que tienen que ver con la historia de esa persona, como la educación sexual, la historia amorosa, o situaciones sexualmente traumáticas.
2- Los factores precipitantes. En qué momento ocurre y qué puede haberlo desencadenado.
3- Los factores mantenedores, relacionados con el momento actual, qué hace que el episodio se repita y cuál es la actitud de la pareja ante la situación.
En ocasiones será necesario el apoyo farmacológico. Los cuadros de angustia pueden tratarse con antidepresivos tricíclicos, inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina, inhibidores de la monoaminoxidasa o benzodiacepinas.
Favorecer su imaginería erótica, ayudarles a encontrar su propio modelo de disfrute sexual está indicado de manera especial en estas personas. Cada persona debe escucharse a sí misma y elegir lo que le gusta y le apetece, y lo que no le estimula. El problema es que estas personas cuentan con unos referentes eróticos muy pobres y hay que ayudarles, siempre respetando sus preferencias. Se debe considerar que el universo de las preferencias eróticas es amplísimo y que lo que para una persona resulta estimulante para otra puede resultar repulsivo. El sexólogo tiene muy en cuenta este precepto y debe acompañar a la persona o a la pareja a elaborar su propio campo de expresión sexual, en el que se puedan sentir cómodos y disfrutar del potencial de placer que la sexualidad ofrece.
SUGERENCIAS PARA DISFRUTAR DE UNA VIDA SEXUAL SATISFACTORIA
LAS IDEAS CLARAS

- La sexualidad, fuente de placer y bienestar, nos permite, entre otras cosas, disfrutar de una privilegiada forma de comunicar sentimientos y sensaciones con otra persona.
- De un modo u otro la sexualidad está presente en cada persona, a lo largo de toda la vida. Somos seres sexuados.
- Con independencia de su faceta reproductiva, la sexualidad tiene un componente de disfrute y de satisfacción importantísimo para el propio equilibrio personal y social.
- En la sexualidad no hay más norma que atender a los propios deseos respetando al otro.
- La sexualidad presenta diversos matices individuales y diferenciadores entre unas personas y otras.
- Quien viva plenamente su sexualidad será más feliz y, con ello, también quienes le rodean, sobre todo cuanto más flexible y respetuoso sea con otras formas de vivir la sexualidad, aunque no coincidan con la suya
EN CUANTO A SU PROPIA SALUD SEXUAL..

- Explore su propio modelo de satisfacción sexual. Cuanto mejor conozca su cuerpo, sus genitales, los matices de su respuesta sexual, en mejor disposición se encontrará para disfrutar del placer sexual.
- Recuerde que la ignorancia, las falsas creencias, los mitos y la mala información sexual, pueden ser la causa de muchos problemas sexuales.
- No se examine sobre su capacidad sexual. Los procesos implicados en la respuesta sexual se desencadenan de manera automática y refleja. Se pueden bloquear si estamos demasiado preocupados por nuestro rendimiento. Deje fluir los acontecimientos fisiológicos que se producen de manera natural.
- Sea exigente consigo mismo en el mantenimiento de adecuados hábitos de higiene corporal.
- Cuide su cuerpo, es su tarjeta de presentación, haga ejercicio físico con moderación y de manera regular.
- Adopte unos hábitos de vida saludables: No fume y si toma alcohol hágalo con moderación.
- No consuma drogas, afectan al rendimiento sexual.
No es fácil separar en la pareja las cuestiones sexuales de las afectivas, difícilmente se disfrutará en la cama si en el trato cotidiano no hay buena relación
- Dedique tiempo al sexo. Para practicarlo se requiere tiempo y sosiego; a veces no resulta fácil, dadas las exigencias de la vida moderna.
- Mantenga activo y ejercitado su cuerpo. Es saludable tocarse y reconocer las diferentes sensaciones que nos transmite nuestro cuerpo, así como nuestros órganos genitales. Tanto las relaciones sexuales como la masturbación propician nuestra salud.
- La masturbación ha sido históricamente mal entendida y rechazada. En realidad es la vía para el autoconocimiento de nuestro cuerpo y la debida atención a nuestra frecuencia excitatoria y orgásmica.
- El cuidado de nuestra salud también pasa por atender nuestra frecuencia excitatoria y orgásmica. Si disfruta, practique sexo con la frecuencia que le apetezca.
- La masturbación es una opción sexual muy saludable.
- Compruebe que vale la pena estar descansado para practicar sexo. Las horas de madrugada, después de opíparas cenas y tras ingerir alcohol de forma generosa, no son el mejor momento para celebrar un encuentro sexual.
- Evite el estrés y el exceso de trabajo. Generan ansiedad y múltiples trastornos sexuales, de pareja y familiares.
- Si tiene alguna enfermedad siga los debidos controles médicos, estará en mejor disposición de disfrutar más de su sexualidad.
- Si tiene dificultades sexuales no se autoexamine. Consulte con un profesional de la sexología. En cualquier caso, su médico de familia también le podrá orientar.
- En nuestro país, los profesionales de la sexología expertos en tratar problemas sexuales son médicos o psicólogos que han adquirido formación en sexología mediante cursos master de postgrado. Infórmese en las sociedades científicas y colegios profesionales.
Todo el tiempo se habla de sexo y sexualidad. La mayoría utiliza los términos de forma indiscriminada, se escuchan ambas palabras en investigaciones, artículos e incluso en la plática cotidiana. Se gastan cientos de millones de dólares en la búsqueda de los mejores caminos para ejercer tanto el sexo como la sexualidad. Son factores que interesan, más allá del morbo, por todo lo que encierra a nivel cerebral, físico, pero sobre todo hedónico: hombres y mujeres buscamos por naturaleza el placer.
¿Qué es el sexo?

En términos sencillos, el sexo es todo aquello que está involucrado con los genitales y está muy relacionado con la reproducción humana. Una gran mayoría suelen confundir sexo-genital con sexualidad. La genitalidad es un aspecto orgánico del sexo, se trata de la condición humana que nos distingue como hombres y mujeres, desde el punto de vista heterogaméticos, es decir el conjunto de órganos sexuales masculinos o femeninos.
En términos prácticos sexo se refiere a estructuras y funciones biológicas:
+ Cromosomas XY o XX
+ Genitales externos
+ Genitales internos
+ Características sexuales secundarias

[No te pierdas: ¿Cómo lograr una sexualidad plena?]
¿Y la sexualidad?
La sexualidad se relaciona con el desarrollo psicobiosocial del individuo. Se trata de un elemento básico de la personalidad, un modo de ser, de manifestarnos y comunicarnos con los otros. Se incluye nuestra anatomía sexual y reproductiva pero también otros factores como:
+ Sí incluye la anatomía sexual o genital (caracteres femeninos o masculinos), pero también:
+ Sexo biológico: masculino, femenino o intersexual.
+ Género: niño, niña, hombre, mujer, transgénero, etc.
+ Orientación sexual: Heterosexual u homosexual.
+ Identidad sexual: como nos sentimos respecto a nuestro género u orientación sexual.
+ Imagen corporal: Cómo nos sentimos con respecto a nuestro cuerpo.
+ Deseos: pensamientos y fantasías.
+ Filias eróticas: fetichismo, gusto por la pornografía, comportamiento sadomasoquista, etc.
+ Vida emocional y familiar.
+ Cultura y educación.
En conclusión
En términos sencillos el sexo es una cuestión biológica externa y no está sujeta a elección, así nacemos. La sexualidad, por el contrario, está relacionada con nuestra parte psicológica. El sexo está en nuestra naturaleza, la sexualidad se elige. La sexualidad se ejerce, requiere exploración y búsqueda. Es un componente que nos mueve hacia la búsqueda del placer.
ADOLESCENCIA Y SEXUALIDAD.
PERCEPCIÓN
La adolescencia se percibe como una época tormentosa y emocionalmente agresiva, llena de enfrentamientos entre los adultos y los jóvenes, sobre todo dentro de la familia. Se considera una etapa en que se produce el desarrollo físico y los cambios emocionales mas fuertes y rápidos en la historia de cada persona.
 

GENERALIDADES DE LA ADOLESCENCIA

Se generan cambios que inician aproximadamente a los 11 años en las mujeres y los 13 en los varones. Los cambios hormonales comienzan años antes y pueden dar lugar a períodos de inquietud y mal humor. Las niñas sienten los cambios antes que los niños.
Los jóvenes se hacen más altos y comienzan a rasurarse o presentan la regla. A esta edad comienzan a pensar y a sentir de forma diferente.
Los primeros desacuerdos con los adultos aparecen cuando los adolescentes comienzan a desarrollar sus puntos de vista y con frecuencia no son compartidos por sus padres y con otros mayores. Los padres posiblemente se sientan rechazados e incluso desplazados, y en cierto sentido lo son.

Los adolescentes se esfuerzan por ser independientes y quieren probar nuevas cosas y nuevas situaciones de vida.
ASUMIENDO RIESGOS
Es el momento de aprendizaje sobre su entorno y les permite encontrar su lugar en éste.

En la etapa que se encuentran los jóvenes se presentan las primeras experiencias con la bebida, con drogas o el fumar generalmente tiene lugar en compañía de otros jóvenes, para ellos esto se considera lo normal y necesario para poder aprender.
 
La posibilidad del uso de drogas debe ser revisado al observar cambios repentinos y graves en la conducta como: trastornos del carácter; cambios repentinos en la alimentación; trastornos de sueño; dificultad para cumplir sus responsabilidades sociales y personales; problemas escolares repentinos, etc.

Entre los problemas a que se enfrenta el adolescente están los emocionales, se considera que 4 de cada 10 en algún momento se sienten tristes y llegan a llorar y han deseado alejarse de todo y de todos, esto se puede considerar una leve depresión, en algunos de los casos llega a agravarse e incluso deriva en conductas suicidas. De forma obvia, pueden aparecer fobias y ataques de pánico.

Los estudios recientes han demostrado que los problemas emocionales del adolescente no suelen ser reconocidos ni siquiera por sus familiares o amigos.
Otros de los problemas a que se enfrentan los adolescentes son los relacionados con los cambios físicos; los cuales son preocupantes para ellos, especialmente para los que son tímidos. En el otro extremo, las preocupaciones se presentan en forma de presunción excesiva sobre su capacidad sexual y sobre sus experiencias.

En México actualmente los jóvenes tienen su primera experiencia sexual a los 13 o 14 años. Los riesgos más graves para ellos son el VPH y el SIDA y en tercer lugar los embarazos no deseados.

La practica sexual y las relaciones de riesgo repetitivas sin protección son síntoma de problemas emocionales. Reflejan un estilo de vida al límite; los adolescentes que asumen estos riesgos tienden a asumirlos en otras facetas de la vida.
 
También existen problemas conductuales; los adolescentes y sus familias suelen quejarse cada uno de la conducta del otro. La experiencia sugiere que los adolescentes tienen una mayor probabilidad de tener problemas si sus padres no saben dónde están. Se requieren los acuerdos de tipo familiar y es necesario que los padres pregunten sobre lo que están viviendo y como se sienten los adolescentes. Es de mucha importancia que los adolescentes no se sientan juzgados por sus padres, ya que eso interrumpe la comunicación efectiva con ellos.


Los que van a la escuela y presentan problemas de rendimiento, son generalmente infelices en casa y se sienten frustrados. Suelen pasar su tiempo con otros que se sienten del mismo modo. Este es el "Principio de agrupamiento" entre los jóvenes.

El sobrepeso es una causa frecuente de infelicidad, aunado al problema de imagen y baja estima que se produce por la obesidad. Cada día es mas frecuente encontrar jóvenes con desordenes alimenticios.

En la adolescencia no son del todo recomendables las dietas, ya que el adolescente tiene prisa por el cambio y además es impulsivo por el proceso hormonal en que se encuentra, lo cual agrava la situación. Es mucho mas útil para ellos introducirlos en lo que será un estilo de vida.


Los abusos sexuales, físicos y emocionales pueden tener lugar en la adolescencia y pueden dar lugar a muchos de los problemas mencionados con anterioridad.
Los jóvenes pasarán por una etapa de confusión e infelicidad que les permite experimentar los cambios necesarios para adaptarse a una nueva forma de vivir y relacionarse con su medio ambiente.

Un factor de ayuda para el adolescente es que los padres estén de acuerdo entre sí sobre como están manejando las cosas y apoyarse el uno al otro


Las normas en casa deben ser claras y se deben ser sensible a lo que se puede negociar o no, esto permite que todos en la familia sepan en qué situación se encuentran, y deben ser aplicadas con justicia y de forma consistente.


Los jóvenes sólo recurrirán a sus padres si saben que éstos no los critican, sermonean o menosprecian. Esto es algo que confunde mucho a los padres, los cuales se sienten con los atributos para "educar" y se olvida fácilmente que la crítica no educa. Escucharlos es lo fundamental.

Los que se sienten confundidos o alterados emocionalmente por períodos de tiempo de mas de 2 meses - depresión persistente, ansiedad, problemas con la alimentación o conductas difíciles - generalmente precisan de ayuda extra. Es necesario recurrir a un profesional de la salud, reconociendo que hay cosas que no son atendibles con un consejo familiar.

De manera general podemos afirmar que cada adolescente es un individuo, con personalidad única y con intereses propios, con sus gustos y disgustos.

SEXUALIDAD ADOLESCENTE.

Es más fácil determinar cuando empieza la adolescencia que cuando termina los cambios en las proporciones del cuerpo y en el logro de la madurez sexual. En nuestra cultura, la adolescencia es la etapa intermedia entre la niñez y la adultez.


En la mujer desarrolla redondez y fuerza de las caderas por aumento de tejido adiposo y ensanchamiento de éstas, acompañado de un total desarrollo de los senos o mamas; además, existe un aumento en su capacidad de fertilidad.


En el hombre se genera el ensanchamiento de los hombros, que hacen ver las caderas más estrechas y un aumento del desarrollo de la musculatura que permite el desarrollo de aptitudes motoras gruesas.

Sexualmente se considera que la mujer presenta madurez por el comienzo de la menstruación, y en los hombres por la producción de semen; aunque el concepto de madurez es sólo biológico.


En los hombres aparece el vello facial, corporal y púbico, mientras que la voz se hace más grave. En las mujeres aparece el vello corporal y púbico, los senos aumentan y las caderas se ensanchan.




DESARROLLO SOCIAL

El objetivo social del adolescente es la evolución desde una persona dependiente hasta otra independiente, cuya identidad le permita relacionarse con otros de un modo autónomo.

Las amistades cumplen en esta etapa variadas funciones, como el desarrollo de las habilidades sociales, como ayuda para enfrentar las crisis y los sentimientos comunes, ayuda a la definición de la autoestima y status.

DESARROLLO BIO PSICO SEXUAL


La sexualidad se presenta como una fuerza interna que no es fácil de definir ni de controlar, el adolescente se siente impulsado fuera de sí mismo, sin saber a dónde ni cómo pero lo siente, es la tendencia sexual que fuertemente le lleva a buscar el placer.

Las características que valoran los adolescentes son la belleza, la voluptuosidad, la sensibilidad, la prisa que entre otros provocan a menudo angustia por lo impuro de sus deseos como si el instinto sexual normal no fuera la misma pureza.

Es característico de la adolescencia la búsqueda del amor platónico, ensoñado, inalcanzable con el que cada noche nos acostamos bajo la eterna complicidad de las sábanas.

En esta etapa se logra el primer amor real, pues se busca, por las características internas y estéticas de la pareja, el bienestar del otro; en esta etapa se une el deseo sexual al amor, comprendiéndose el acto sexual como una expresión de éste.

Algunos sostienen que las diferencias de carácter entre hombres y mujeres son producto biológico innato, pero el proceso de socialización es responsable de la adquisición, formación y desarrollo de la mayoría de los roles sociales, incluyendo los sexuales.

Los principales agentes de socialización que influyen en la identidad sexual alcanzada son la familia, los medios de comunicación, el grupo de pares y el sistema educativo.


El estereotipo de género acarrea costos psicológicos; implica limitaciones para el desarrollo de algunas características de la personalidad. Los hombres y mujeres se desarrollan "incompletamente" en sus capacidades, deseos y posibilidades, en pos de "ser" lo que la sociedad espera que sean.



La masturbación es muy frecuente entre los adolescentes y con mayormente en los hombres, aunque las mujeres fantasean más.
 

El enamoramiento es una vivencia propia de la adolescencia. Se considera como un aprendizaje erótico natural de la edad, permite el desarrollo personal así como el conocimiento del otro sexo.

El embarazo adolescente generalmente es no deseado y se produce con más frecuencia en estratos sociales bajos. El padre generalmente es un adulto joven, pero en los últimos años ha aumentado el número de padres adolescentes.

Entre los síntomas psicológicos presentados por las jóvenes madres están irritabilidad, pesadillas, cefaleas de tensión, angustia focalizada en el parto y bienestar del niño, humor depresivo.

El primer ciclo menstrual comienza adentro, donde no se puede ver. Cuando un óvulo sale libre de tu ovario.

El periodo o regla, generalmente no se va a ver o sentir el resto del ciclo, de manera que el sangrado es el indicador que ha ocurrido el ciclo.

La pubertad es la época en la vida cuando el cuerpo cambia de mirarse como un niño a verse como un adulto. La primera señal es cuando los testículos se ponen más grandes y como un año después, el pene aumenta de tamaño, y el vello púbico comienza a crecer.

Mientras se crece, algunas partes (especialmente las manos y piernas) crecen con mayor rapidez que las otras, lo cual hará que se sientan torpes.


Se inician los sueños eróticos. Mientras se duerme, el pene se endurece, y se eyacula; o en su caso, se lubrica y se llega al orgasmo por medio de sueños.

Finalmente diremos que entre los 17 y 19 años. Se consolida la identidad ("uno sabe quien es, que quiere y a donde va"). Desgraciadamente la mayoría de los adolescentes llegarán a la consolidación con muchas imposiciones de sus padres, lo cuales no se dan cuenta de que no dejan crecer con libertad a sus hijos.
Diferencia entre adolescencia y pubertad
Existe una diferencia entre lo que es la adolescencia y la pubertad.
Según Carretero, "La mayoría de los autores consideran a la pubertad como una serie de cambios físicos en el organismo humano cuyo producto final es, básicamente, la completa maduración de los órganos sexuales y con ello la plena capacidad para reproducirse y relacionarse sexualmente".
El autor establece que la pubertad puede determinarse con exactitud porque existen índices objetivos que nos dan cuenta de esto. En las mujeres, se trata de la menarca (primera menstruación) y, en los hombres, la primera eyaculación. Por supuesto que estos cambios en el organismo, vienen acompañados de otros cambios físicos.
A diferencia de esto, la adolescencia consiste en una etapa del desarrollo del ser humano que se inicia con la pubertad y en la que se producen no solamente cambios físicos, sino también psicológicos. En este sentido, los cambios en la adolescencia tienen que ver con lo físico (como el tamaño del cuerpo y su forma) y con la necesidad del sujeto de aceptar y asimilar esa nueva imagen corporal, así como también sus nuevas capacidades motoras y sexuales. En el caso de la adolescencia, no es posible establecer los extremos de esta etapa con la misma exactitud con la que se define a la pubertad.

Cómo ayudar a los adolescentes a posponer las relaciones sexuales, en pocas palabras
Como padres, podemos jugar un papel importante en ayudar a nuestros adolescentes a posponer las relaciones sexuales hasta que estén listos.
Podemos entender las razones sociales por las que los adolescentes optan por tener relaciones sexuales o esperar.
Podemos ayudarlos al fijar expectativas acerca de la actividad sexual, hablar con ellos y ayudarlos a desarrollar su autoestima. 
 
 A medida que los niños transitan la pubertad, una parte natural de su desarrollo es pensar más sobre el sexo. Muchos adolescentes no solo piensan en el sexo: hay un gran aumento en la actividad sexual por parte de los adolescentes de séptimo y octavo grado. Cuando los adolescentes se convierten en sexualmente activos antes de ser lo suficientemente maduros para protegerse a sí mismos y a sus parejas, corren un alto riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual o de tener embarazos no planificados. 

Podemos ayudar a nuestros adolescentes a posponer las relaciones sexuales hasta que estén listos. En efecto, los adolescentes suelen contar a sus padres como la mayor influencia en sus decisiones sobre sexo. A continuación, presentamos algunas preguntas que los padres realizan sobre cómo ayudar a los adolescentes a posponer la actividad sexual y sus respectivas respuestas.
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¿Cuándo debo comenzar a hablar con mis hijos de esperar para tener relaciones sexuales?
Hablar con tus hijos es importante. Los adolescentes que relatan que tienen buenas conversaciones con sus padres acerca de sexo son más propensos a posponer las relaciones sexuales. 

Es conveniente hablar con los niños antes de la pubertad acerca de esperar para tener relaciones sexuales, ya que allí es cuando los pensamientos sobre la actividad sexual aumentan. Leer acerca de cómo hablar con nuestros hijos acerca de la sexualidad puede ayudarnos a sentirnos más cómodos para hablar. 

Es importante transmitirles a nuestros hijos nuestros valores acerca de las relaciones sexuales. Antes de hablar, debemos pensar en nuestros valores y lo que queremos para nuestros hijos. ¿Cuándo creemos que sería aceptable para ellos que se conviertan en personas sexualmente activas? ¿Queremos que nuestros adolescentes sean suficientemente maduros para enfrentar las posibles consecuencias? ¿Queremos que nuestros adolescentes esperen hasta el matrimonio o hasta tener una relación seria antes de tener relaciones sexuales? 

También podemos pensar en cuándo y en qué condiciones creemos que sería aceptable que nuestros hijos e hijas adopten otras conductas sexuales, como besarse y tocarse. Es importante que tengamos estos temas en claro, de modo que podamos darles un mensaje claro cuando tengamos conversaciones con los adolescentes.
¿Por qué los adolescentes comienzan a tener relaciones sexuales? ¿Qué puedo hacer para que esperen?
Es muy útil comprender y tener en cuenta las razones sociales que los adolescentes suelen dar para tener relaciones sexuales o posponerlas. Las investigaciones muestran que la mayoría de los adolescentes toman decisiones que se basan en razones sociales a corto plazo.
A continuación, presentamos varias razones sociales comunes por las que los adolescentes optan por tener relaciones sexuales. Debajo de cada una, encontrarás sugerencias sobre cómo podemos responder a estas razones. Podemos analizarlas con nuestros adolescentes y decidir si alguna de ellas influye en su pensamiento. 

1. "Me sentiré más adulto". 

A muchos adolescentes no les gusta sentir que alguien tiene control sobre sus vidas. A medida que maduran físicamente y experimentan más independencia, algunos sienten que están listos para tener relaciones sexuales y que hacerlo los hará más maduros e independientes. 

Posibles respuestas de los padres
"Entiendo que quieras sentirte más adulto. ¿De qué otras formas puedes sentirte adulto sin tener relaciones sexuales?"
"Si tienes relaciones sexuales y ocurre algo inesperado, como un embarazo o el contagio de una enfermedad de transmisión sexual, ¿cómo enfrentarías esa situación? Estas consecuencias podrían afectar a tu futuro en la escuela o a tu carrera y podrían generar dificultades en nuestra familia".
2. "Sé que voy a disfrutar del sexo". 

Para muchos adolescentes, la vida se trata del "aquí" y el "ahora". La adolescencia es una etapa del desarrollo que puede estar llena de altibajos emocionales y no es extraño que los adolescentes busquen personas y actividades que los hagan sentir bien. Para algunos adolescentes, el sexo se presenta como una manera positiva de sentirse satisfechos. Los adolescentes tienen dificultades para sopesar los beneficios a corto plazo (placer físico o satisfacción emocional) y las posibles, y mucho más graves, consecuencias (enfermedades de transmisión sexual y embarazo no planificado). 

Posibles respuestas de los padres
"Hablemos de esto. El sexo puede parecer una buena idea ahora, pero también puede tener graves consecuencias para el futuro".
"Sé que crees que sería placentero tener relaciones sexuales. Pero existen muchísimas otras maneras de sentirte bien y tener una relación íntima con alguien sin correr el riesgo que implica tener relaciones sexuales".
3. "Está bien si tengo relaciones sexuales porque todos lo hacen". 

Los adolescentes tienen problemas para calcular cantidades, en especial cuando se trata de personas. Por ejemplo, si les preguntamos cuántos alumnos tiene la escuela, es posible que sus cálculos sean muy diferentes de la cantidad real. Del mismo modo, suelen creer que muchos más de ellos son sexualmente activos que los que realmente lo son. 

Posibles respuestas de los padres
"Parecería que todos lo hacen, pero esto no es así. En promedio, los adolescentes comienzan a tener relaciones sexuales a los 17 años y muchos de los que las tuvieron se arrepienten de no haber esperado".
"Menos de la mitad de todos los alumnos de secundaria han tenido relaciones sexuales. Es totalmente normal esperar. Que todos estén hablando de eso no significa que todos lo hagan". 
4. "Creo que es bueno tener relaciones sexuales si realmente amo a la otra persona". / "Quiero tener más intimidad con mi pareja". / "Tener relaciones sexuales es la mejor forma de mostrarle a mi pareja cuánto la quiero". 

Muchos adolescentes creen que perderán a su pareja si no tienen relaciones sexuales. Otros, incluso, creen que necesitan tener relaciones sexuales para demostrarle a su pareja su amor. Los adolescentes no piensan en otras formas de demostrar cariño que no sean tener relaciones sexuales. 

Posibles respuestas de los padres
"En una relación amorosa, tu pareja respeta tu decisión de no tener relaciones sexuales y no te presiona".
"El sexo puede ser una forma especial de compartir el amor con alguien. Pero tu pareja debería amarte independientemente de que tengan relaciones sexuales. Pensemos en otras formas de demostrar cariño sin tenerlas".
5. "Conozco personas que tuvieron relaciones sexuales cuando eran muy jóvenes, ¿por qué yo no puedo?" / "Tú tuviste relaciones sexuales cuando eras muy joven. Yo puedo manejar las consecuencias, como lo hiciste tú". 

Muchos adolescentes subestiman los riesgos asociados con el sexo. Este sería, incluso, el caso de adolescentes que conocen personas que quedaron embarazadas cuando eran muy jóvenes o experimentaron consecuencias negativas por tener relaciones sexuales en la adolescencia. Es posible que no entiendan los desafíos que implicó ser padre adolescente para esa persona, como dificultades financieras, conflicto familiar y problemas de salud a largo plazo. Debido a que sus cerebros no están plenamente desarrollados, es probable que no puedan analizar de manera realista todos los riesgos posibles que puede aparejar el hecho de tener relaciones sexuales, para ellos mismos y sus familias. Tenemos que ayudarlos a hacerlo. 

Posibles respuestas de los padres
"Es cierto. Tuve relaciones sexuales cuando era adolescente, por lo que puedes darte cuenta de lo difícil que es para mí pedirte que esperes. Pero quiero contarte que hubiera querido esperar más tiempo. Tuve que pasar por muchas cosas debido a eso".
"Cuando estaba en nivel intermedio, pensaba que iba a estar con mi pareja para siempre. Por suerte me di cuenta de que tenía toda la vida por delante. Estoy tan feliz de haber esperado para tener relaciones sexuales. Tenía que asistir a la escuela, conseguir un trabajo y ganar dinero por mi cuenta".
6. "Si tengo relaciones sexuales, sabré qué se siente y no sentiré más curiosidad". 

Para muchos adolescentes, la curiosidad cumple un papel importante en la búsqueda de gratificación instantánea. Los adolescentes tienen dificultades para sopesar los beneficios a corto plazo, en este caso, descubrir de qué se trata el sexo y las posibles, y mucho más graves, consecuencias. Nuevamente, la mayoría de los adolescentes no pueden analizar de manera realista todos los riesgos posibles que implica tener relaciones sexuales. Tenemos que ayudarlos a hacerlo. 

Posibles respuestas de los padres
"Parece que sientes mucha presión por saber cómo es el sexo. Pensemos de qué manera podemos controlar esa presión".
"Entiendo por qué sientes curiosidad, pero no es un buen motivo para tener relaciones sexuales. En nuestra familia, la actividad sexual es una decisión realmente importante y me gustaría que habláramos más sobre eso". 
7. "Si tengo relaciones sexuales, los demás me aceptarán más". 

Muchos adolescentes creen que serán más aceptados entre sus pares y resultarán más atractivos a posibles parejas si tienen relaciones sexuales. Ya que, para los adolescentes, todo se trata del presente y no de pensar en cómo afectará al futuro, es posible que no tengan en cuenta las posibles consecuencias sociales negativas. Podemos advertirles a nuestros hijos sobre ellas. 

Posibles respuestas de los padres
"Al parecer, tener relaciones sexuales es una forma de tener más amigos, pero para muchos de los que tienen relaciones sexuales no es así en la escuela y algunos hasta sufren burlas o tienen mala reputación".
"Los verdaderos amigos apoyarán tu decisión de no tener relaciones sexuales. A los verdaderos amigos no les importa si has tenido o no relaciones sexuales. La amistad va mucho más allá de eso. Y además, podrías perder a tus supuestos amigos en el caso de que debas enfrentar un embarazo o una infección". 
¿Cómo puedo ayudar a mis hijos adolescentes a enfrentar la presión de grupo por tener relaciones sexuales?
Los adolescentes enfrentan todo tipo de presión de grupo, especialmente cuando se trata de sexo. A continuación, presentamos algunas formas comunes en que nuestros hijos reciben la presión de grupo:
"Todos lo hacen". Los adolescentes tienen un fuerte deseo de ser aceptados y muchas veces, hacen cosas porque creen, erróneamente, que todos las hacen.
"Quiero sobresalir". A veces, el deseo del adolescente de sobresalir y gozar de la admiración de sus pares es más fuerte que el deseo de cumplir con las reglas.
"Quiero proyectar una imagen". Los adolescentes reciben muchos mensajes de diferentes fuentes que comunican que el sexo es genial, divertido, excitante y una actividad madura o "de adultos".
Podemos ayudar a nuestros adolescentes a enfrentar la presión. Habla con ellos acerca de lo que podrían escuchar y ayúdalos a practicar respuestas con las que se sientan cómodos: 

Cosas que nuestros hijos posiblemente escuchen: 
"Vamos, todo el mundo lo probó."
"Si no lo haces, no podrás estar más con nosotros".
"Vamos, ¿cuál es el problema?" 
"Lo hicimos una vez, ¿por qué no hacerlo de nuevo?"
"No quieres que todos piensen que eres un perdedor".
"No me digas que tienes miedo de meterte en problemas".
"Si realmente me amaras, lo harías". 
Respuestas que podemos sugerir a nuestros hijos que utilicen cuando se ven presionados:
"Esto no es lo mío".
"Somos muy jóvenes para asumir esa responsabilidad".
"Mis planes para el futuro son más importantes que tener relaciones sexuales ahora". 
"No quiero hacerlo".
"¿Por qué me insistes cuando ya te dije que no?"
"Mi mamá realmente se enojaría".
"Podría enfermarme o quedar embarazada". 
"Va en contra de mi religión".
La prevención de la coerción sexual en adolescentes y jóvenes
Infocop " 23/10/2012 5:01:00
La posibilidad de explorar, descubrir y expresar libremente los deseos, preferencias e intereses sexuales, a la vez que se respetan los deseos, preferencias e intereses de los demás, es una de las tareas más importantes que han de afrontar los adolescentes y jóvenes en su desarrollo psicosexual. El intercambio sexual deseado y libremente negociado, sin duda, es una importante fuente de bienestar físico y emocional. No podemos, sin embargo, decir lo mismo, cuando el contacto sexual tiene lugar en un contexto coercitivo, en el que de algún modo no se tienen en cuenta los deseos del otro y se fuerza su libre voluntad. Y es muy importante destacar esto, justamente, el hecho de que cualquier intercambio sexual en el que se haya forzado la voluntad sexual de alguno de los participantes, independientemente de qué estrategia coercitiva se haya empleado, de si la conducta sexual buscada tiene finalmente lugar o no y de las características de la misma, ha de ser considerado como coercitivo.

Desgraciadamente, aunque hemos de subrayar que la mayor parte de las conductas sexuales entre adolescentes y jóvenes acontecen en un contexto relacional saludable, las situaciones de coerción sexual no son ni mucho menos infrecuentes. En efecto, desde hace algunas décadas, numerosos estudios muestran de forma sistemática la existencia y amplitud de este tipo de prácticas. Si hablamos, por ejemplo de lo que acontece en nuestro entorno, las investigaciones realizadas con muestras de adolescentes y jóvenes españoles señalan que entre un 20% y un 40% de chicos y chicas han sido víctimas de alguna forma de coerción sexual y que entre un 15% y un 37% declaran haber perpetrado alguna conducta de este tipo.
A la vista de todo ello, desde muy diferentes instancias, se ha venido considerando la necesidad de desarrollar estrategias eficaces para la prevención de la coerción sexual en los adolescentes y jóvenes. Entre las diferentes posibilidades existentes, los programas educativos en el contexto escolar, han sido y son, sin duda, los que se han implementado con mayor frecuencia. Uno de los grandes problemas con el que nos encontramos, es que son escasos los programas que realmente han sido sometidos a alguna forma de evaluación mínimamente rigurosa que nos permita conocer la posible eficacia de éstos y los factores o variables que puedan moderarla.
En este sentido, nuestro grupo de trabajo se propuso diseñar y evaluar la eficacia de un programa de prevención de la coerción sexual. Dicho programa se desarrolló en siete sesiones, en las que se trabajaron los conocimientos y la información en relación con la coerción sexual, las creencias, mitos y expectativas en relación con ello, los posibles factores de riesgo asociados a las conductas coercitivas, la empatía hacia las víctimas de la coerción sexual y diferentes habilidades para comunicarse y negociar las relaciones sexuales. Se puso en marcha en cuatro diferentes grupos de Primero de Bachillerato de cuatro I.E.S de Salamanca y provincia, aplicándose a un total de 93 alumnas y alumnos. Las sesiones de trabajo se realizaron semanalmente, en el horario de Tutorías y con una duración de cincuenta minutos cada una de ellas.

Antes de la intervención se tomaron diferentes medidas sobre la capacidad de empatía hacia las víctimas, creencias y mitos sobre la coerción sexual, asertividad en las relaciones interpersonales, percepción de control para evitar la coerción sexual y el hecho de haberse visto implicadas o implicados en conductas sexualmente coercitivas, como agresores/as o como víctimas. Estas mismas medidas se tomaron en un grupo control compuesto por 76 alumnos y alumnas de primero de bachillerato de tres diferentes I.E.S., y de características similares a los de los grupos en los que se aplicó el programa.
Con el objetivo de comprobar la eficacia de la intervención, tres semanas después y ocho meses después de la finalización del programa, se llevaron a cabo dos sesiones de evaluación, tanto en el grupo de intervención como en el grupo control, utilizando las mismas medidas que en el primer momento.
Los resultados de la intervención mostraron un descenso en las creencias estereotipadas hacia el otro sexo y un aumento de la empatía hacia las víctimas en el caso de los chicos. Estos cambios se mantuvieron con el paso del tiempo, por lo que podemos decir que el programa tuvo un éxito aceptable en promover una mayor sensibilidad hacia esta temática y sus posibles víctimas (empatía), así como en un mejor conocimiento y discriminación de las situaciones de coerción sexual. No encontramos, sin embargo una mejoría en las dimensiones de percepción de control y asertividad, al menos tal y como las hemos evaluado. A este respecto, podemos pensar que, muy probablemente, el cambio en este componente requiera de una inversión de tiempo y esfuerzo educativo mayor, algo que no podíamos contemplar en nuestro caso. Por último, en lo que se refiere a los comportamientos coercitivos, los resultados mostraron un cambio significativo en el sentido esperado, es decir, un descenso más acusado en la proporción de chicos que habían llevado a cabo dichos comportamientos en el grupo en el que se realizó la intervención, respecto al grupo control. En líneas generales, todo indicaría que los mejores conocimientos y unas actitudes más críticas y adecuadas hacia este tipo de situaciones, derivadas de su participación en el programa, contribuirían a estas diferencias.
Creemos que este trabajo resalta la importancia, necesidad y eficacia de este tipo de intervención preventiva, y nos aporta elementos de interés para a profundizar en el diseño y la promoción de nuevas iniciativas en este campo.
Se puede descargar el artículo original pinchando en el siguiente enlace: 
Fuertes,A.; Orgaz, M.B.; Vicario, I.; Martínez, J.L.; Fernández-Fuertes, A.A. & Carcedo, R.J. (2012). Assessment of a Sexual Coercion Prevention Program for Adolescents. The Spanish Journal of Psychology, 15 (2), 560-570.
Referencias:
Fuertes, A.; Ramos, M.; Fernández-Fuertes, A. (2007). La coerción sexual en las relaciones de los y las adolescentes y jóvenes: naturaleza del problema y estrategias de intervención. Apuntes de Psicología, 25 (3), 341 - 356.
Fuertes, A.; Martínez J.L.; Ramos, M; López D.; Tabernero M.C. (2006). Prevalencia y factores de vulnerabilidad y protección de la victimización sexual en las relaciones con los iguales en las mujeres universitarias españolas. Child Abuse & Neglect, 30. 799 – 814.
Fuertes, A.; Ramos, M., de la Orden M.V., del Campo, A.; Lázaro, S. (2005). The involvement in sexual coercive behaviors of spanish college men: Prevalence and risk factors. Journal of Interpersonal Violence, 20 (7) 872 - 890.
Agradecimientos: Este trabajo ha sido posible gracias al apoyo del Misterio de Ciencia y Tecnología (SEJ2006-14082).
Sobre los autores:






Antonio Fuertes Martín. Catedrático de Psicología Evolutiva



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