Administración de paisaje

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Descripción

Alexi Cusva, Pedro Salazar

Administración del paisaje

Administración del paisaje

Alexi Cusva Verdugo1 Grupo Estepa e instituto Alexander von Humboldt Pedro Salazar Salamanca2 Grupo Estepa

Introducción Mediante el presente artículo se argumenta la importancia de analizar las relaciones entre Paisaje y Ordenamiento Territorial centrado en el concepto de “Administración del Paisaje”, planteado por Kevin Lynch (1992). El análisis de este concepto se convierte en excusa para estudiar los orígenes, evolución e influencia de la idea de paisaje con las formas concebir, controlar y transformar el espacio, el territorio y la naturaleza en la historia del pensamiento moderno occidental. De igual manera, se analiza la relevancia del concepto como parte de estructuras teóricas y metodológicas utilizadas en los análisis de la planificación territorial y los modelos de desarrollo del mundo contemporáneo. Muchos son los debates que se han realizado tanto al interior del grupo de investigación Espacio Tecnologías y Participación (Estepa) como en otros escenarios académicos respecto a la relación histórica existente del «paisaje» como idea articulada a estudios teóricos, conceptuales y metodológicos del pensamiento moderno. Igualmente, se ha indagado acerca de los cambios en el concepto desde sus inicios hasta las implicaciones de su transición como concepto científico, y su papel respecto a las formas de analizar, conceptualizar, apropiar y transformar el territorio.

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Geógrafo, Universidad Nacional de Colombia. Investigador grupo Estepa. Investigador Instituto Alexander Von Humboldt. Correo electrónico: [email protected], [email protected]. 2 Geógrafo, Universidad Nacional de Colombia. Investigador grupo Estepa. Correo electrónico: [email protected].

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Bajo estas consideraciones, este documento se divide en tres partes; en primer lugar se busca analizar el origen del concepto de administración del paisaje, centrándose en el libro Administración del Paisaje de Kevin Lynch (1992), en relación con la planificación del desarrollo, el ordenamiento del territorio y la planificación territorial3. Un segundo aparte, ligado al anterior, profundiza en el origen del concepto de paisaje vinculado con las primeras formas de ordenamiento y administración territorial en el pensamiento de occidente, tomando como eje las representaciones espaciales artísticas (pintura, teatro y narrativa) y su relación con modelos de control territorial, donde el concepto de paisaje es considerado como concepto pre-científico. El tercer aparte analiza la transición de la idea de paisaje a concepto científico en el marco de la geografía moderna, vínculo con las concepciones de naturaleza y su evolución articulada al ordenamiento territorial. Finalmente, se profundiza en la definición de administración del paisaje y se argumenta cómo ha estado ligada a las relaciones y acciones de poder en la construcción social del espacio. Administración del paisaje en Kevin Lynch, desarrollo y ordenamiento del territorio La importancia de iniciar con los argumentos planteados por Lynch (1992) reside en que el autor es quien le otorgó el título específico de «la administración del paisaje», a las interrelaciones sociales urbanas ligadas al concepto de paisaje con el ordenamiento territorial moderno, iniciando, de esta manera, una nueva dimensión de análisis del paisaje, la cual ha sido poco analizada desde entonces. Lynch centra la discusión en torno al papel de la racionalidad moderna, el ordenamiento territorial4 y la planificación del territorio en la construcción del espacio urbano y sus paisajes, la cual influye en las percepciones, la calidad de vida de los habitantes y las múltiples formas de interrelación cotidiana con la ciudad. El autor analiza estas dinámicas solo para el espacio urbano y el área de influencia regional, sin pretender analizar el contexto de los orígenes de las 3

De acuerdo a la definición “Administrar” en la lengua española, alude a “Gobernar, ejercer la autoridad o el mando sobre un territorio y sobre las personas que lo habitan” (RAE, 2001). Respecto al término de “paisaje” la real academia de la legua española hace tres definiciones: “extensión de terreno que se ve desde un sitio”; “extensión de terreno considerada en su aspecto artístico” y “pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno”. En el presente documento se realiza un análisis más profundo del significado del concepto. 4 El Ordenamiento Territorial y la planificación del territorio están ligados al conocimiento precientífico y científico articulándose en procesos racionales, buscan conducir la acción social, solucionar necesidades y proyectar sus objetivos (Saavedra 2001, 27). Igualmente busca reconocer y diagnosticar las potencialidades ambientales para establecer una estructura espacial que posibilite el desarrollo social. Según la Carta Europea del ordenamiento territorial (1992), es la proyección espacial de las políticas social, cultural, ambiental y económica de una sociedad” (Sánchez 2002, 7).

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problemáticas de la racionalidad moderna y su relación con la construcción social del espacio. No obstante, esta perspectiva del ordenamiento territorial y el paisaje posibilita una mirada crítica del proceso mediante el cual, la planificación y los modelos de desarrollo han relegado las consideraciones subjetivas, percepciones y perspectivas de las problemáticas territoriales de comunidades y de la ciudadanía en general. En este mismo sentido, es posible cuestionar sus repercusiones sociales, políticas, económicas y ambientales. En consecuencia, los argumentos mencionados facilitan comprender la racionalidad espacial o formas como se ha conceptualizado y transformado el espacio en el pensamiento de occidente, determinando una organización territorial, una arquitectura y un tipo de sociedad específica. De esta forma se ha homogenizado el espacio, los paisajes y los lugares, relegando la diversidad sociocultural para imponer formas específicas de relación social y de apropiación de la naturaleza (utopías de formas y procesos espaciales de la racionalidad moderna), tal como lo abordan y sustentan Lefebvre (1968), Harvey (1990), Santos (2000), Berman (1991) y Escobar (1998), entre otros. Lynch afirma que es necesario dar un paso más allá de la actual planificación territorial que determina, justifica y permite las transformaciones del territorio exclusivamente por factores que tienen que ver con la racionalidad instrumental del desarrollo económico, las estrategias políticas, los requerimientos espaciales en función de los recursos naturales y el determinismo de discursos ecológicos (Lynch 1992, 15). De acuerdo con el autor, en su obra La administración del paisaje, deben existir otras formas de pensar el territorio donde elementos como la percepción, la experiencia y la sensibilidad frente al paisaje, se tomen en cuenta como otro factor en la planeación y desde luego, en los modelos de desarrollo y ordenamiento territorial. De acuerdo con lo anterior, es necesario tener en cuenta un análisis de larga duración de la «racionalidad moderna»5 para la interpretación de las interrelaciones que construyen el territorio y trasforman sus paisajes. Estas son inseparables de la planeación y planificación del desarrollo que históricamente han incidido en la construcción social del espacio y por ende en las percepciones, valoraciones, representaciones y relaciones espaciales. Lefebvre (1991) lo plantea en su explicación de las relaciones espaciales respecto al: 5

La Modernidad de esta manera, alude a un esquema universal y unificado, que el pensamiento europeo construyó para interpretar, explicar y transformar el mundo, en su dimensión objetiva y subjetiva (sensible e imaginaria), un orden, una estructura para entender los hechos sociales y naturales (Ulloa 2002, 141; Beriain 1990, 78). Pensada como proyecto en la Ilustración, la Modernidad buscó que la humanidad, a partir del desarrollo de sus potencialidades, pudiera emanciparse de pensamientos subjetivos legados del oscurantismo del Medioevo y sus creencias, lo cual podría lograse mediante el desarrollo de «una ciencia objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte autónomo acorde con su lógica interna» (Habermas 1985 en Ramírez 2003, 18; Berman 1991, 3).

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espacio percibido, vivido y concebido, donde estas relaciones posibilitan analizar los fundamentos en que se inscribe la racionalidad del pensamiento moderno, el cual abordaremos posteriormente para comprender con más profundidad la definición de administración del paisaje. Los planteamientos de Lynch, no definen de manera específica el concepto de administración del paisaje, pero se vinculan al control de las estructuras del poder político, económico y social articulado a modelos de desarrollo, la planeación y planificación del territorio, que legitiman la construcción, regulación de las actividades, recursos y funciones urbanas6. La mirada de Lynch centrada en la ciudad, no es ajena a las relaciones que se desarrollan entre el ordenamiento del territorio en general e influencia en la trasformación del paisaje, es decir, en las relaciones rurales urbanas, o las formas de administrar los espacios considerados para la preservación y conservación natural en un territorio especifico. Modernidad, progreso, desarrollo y paisaje En este contexto, es necesario abordar de manera general cuál es la verdadera dimensión del ordenamiento territorial en la transformación histórica del espacio, centrada en la mirada del concepto de “progreso” vínculo con la racionalidad moderna de occidente y relación con la idea de administración del paisaje. El Ordenamiento del Territorio se inscribe en la historia humana en la visión universal asociada a la idea del «progreso» y «desarrollo», la cual ha identificado el pensamiento occidental. La idea de progreso se constituye en la búsqueda del control territorial de la humanidad en su historia, construyendo clasificaciones y jerarquizaciones de todos los pueblos, de acuerdo a factores económicos y de riqueza de recursos naturales (Lander 2003, 22). Igualmente hace parte de un modelo ideal de sociedad universal ajustado en la idea del desarrollo económico liberal y bienestar humano. Al hablar de modernidad, ordenamiento territorial y de desarrollo se reflexiona sobre cómo la sociedad contempla su trasformación a través del tiempo, de su historia y vínculo con la naturaleza en la construcción social del espacio. Igualmente se reflexiona en el pensamiento filosófico, cultural, político de las comunidades y relación con los modos de acumulación y regulación de los sistemas económicos (Ramírez 2003, 17). El ideal de progreso, sujeto al desarrollo, promete la liberación de la humanidad de su estado natural y la solución a sus necesidades sociales, económicas y políticas mediante el

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Igualmente el autor, resalta la importancia de estudiar las interacciones desencadenadas por la planeación territorial en la escala regional y su vínculo con la escala local, en donde se desarrolla la cotidianidad urbana, el lugar en el que se influencia y produce la sensibilidad, percepción y formas de relacionarse con el paisaje.

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poder del pensamiento racional científico y el control del territorio7 (Berman 199,11; Quijano 1988, 19). El «desarrollo» y las estructuras de pensamiento técnico-científico que apropian, diagnostican, manejan y controlan el territorio, trasformando el paisaje, deben ser analizarlas en relación con otros conceptos del discurso moderno, los cuales son transversales a dimensiones que han estudiado el paisaje históricamente y son expuestas por Barrera en el presente libro. Para abordar su importancia en la comprensión histórica de la construcción social y transformación contemporáneas, analizaremos a lo largo del documento, conceptos relacionales como «naturaleza», «territorio» y «ambiente» en temáticas del contexto rural y urbano. En este sentido, es fundamental profundizar antes las ideas de progreso, desarrollo, territorio y ordenamiento del territorio. Estos conceptos remontan al proyecto de la Ilustración, el cual consideraba que existía respuesta posible para cualquier problema humano, fundamentando que el mundo podía ser controlado y ordenado racionalmente si se tiene la capacidad de describirlo y representarlo con justeza (Harvey 1990, 44). La idea de desarrollo empieza a configurarse posteriormente al siglo XIX con la intervención, planeación y ordenamiento de las ciudades industriales europeas frente a sus problemáticas (crecimiento urbano, poblacional, contaminación, salubridad, control social…)8, algunos autores localizan más tempranamente esta racionalidad ligada a las estrategias imperiales con la administración efectiva de las colonias europeas (Brookfield 2001, 153). Después de la Segunda Guerra Mundial el desarrollo y ordenamiento del territorio se naturalizan como proyectos civilizatorios, considerados fuente de bienestar social universal, convirtiéndose en una certeza en el imaginario cultural, en las acciones sociales y políticoeconómicas de occidente (Barbero 1998, 19). El desarrollo está ligado a la creación histórica del dominio del pensamiento moderno instrumental y se inserta en la organización social capitalista como

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La ciencia articulada al desarrollo técnico científico, se analiza en este contexto como la construcción de conocimiento experto y de objetos para dar solución a las necesidades y reproducción material de la sociedad. La ciencia y cambios tecnológicos (en principio, pretécnicos, técnicos, posteriormente científicos y actualmente informacionales) son explicativos y determinantes en la construcción del espacio racional capitalista (Santos, 2000:30,32). De esta forma la técnica se impone como instrumento del poder humano sobre la naturaleza (Lefebvre 1971, 165). 8 En el siglo XIX la contaminación y otras problemáticas territoriales ya eran patentes (y cuestionadas) en las grandes ciudades europeas. La propia llegada industrial y del ferrocarril suscitó protestas, anticipando ideas ambientalistas contemporáneas. Ése era entones el combate social contra las patologías urbanas ligadas y resultantes del progreso moderno (Santos 2000, 200; Guha 2000, 10).

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estructura de orden para el progreso, de acuerdo a Escobar (1998) se articula en tres ejes que lo definen: 1. Las formas de conocimiento que a él refieren. Eje mediante el cual el desarrollo puede subsistir, relacionado con la elaboración de conceptos, metodologías, corrientes de pensamiento y teorías. Construcción e implementación del conocimiento experto para la toma decisiones geopolíticas, estatales y locales, influenciadas por las teorías y modelos del desarrollo como el desarrollo sostenible, la creación de disciplinas indispensables como la planificación y la planeación, las cuales lo hacen viable y lo materializan en el territorio. 2.

El sistema de poder que regula su práctica. Este eje se articula al anterior en la organización del conocimiento e ideologías, doctrinas en función del crecimiento del poder del mercado económico, acoplado al sistema de producción y política del Estado Nación Liberal (influyendo sobre el cambio social, la cultura, el territorio, la administración de los recursos y la construcción de sociedades gobernables).

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Formas de subjetividad. Eje fundamentado por los discursos de la identidad del desarrollo y el subdesarrollo a través de las cuales se construyen valores culturales, políticos y económicos, permitiendo a las mismas naciones, comunidades e individuos de identificar, reconocer y legitimar el estado de «desarrollo o subdesarrollo» en que se encuentran. Lo anterior ha justificado la implantación de perspectivas, planes de ordenamiento territorial y proyectos de modernización, prometiendo un modelo de desarrollo sin límites, que daría solución al atraso, necesidades y problemáticas sociales del mundo entero (Escobar 1998, 121; 1999, 43; Brookfield, 155).

El resultado de la racionalidad e implementación de modelos de desarrollo industriales en el mundo del lassiez-faire9, condujeron a la mercantilización de toda forma de vida, transformado la naturaleza e instrumentalizándola junto con sus comunidades (originando destrucción ecológica, degradación ambiental y cultural de los territorios), llevando a formas sin precedentes de explotación de seres humanos y la naturaleza (Leff 2002, 17, 2004, 100); «basta la mirada superficial a los paisajes biofísicos, económicos y culturales de la mayor parte del tercer mundo para darse cuenta que el desarrollo ha entrado en crisis y que la violencia, pobreza y el deterioro social y ambiental crecientes

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Las estrategias del «dejar hacer», en la lógica económica moderna se hacen posibles, si se asegura el derecho a la libertad de la propiedad privada y el libre mercado, lo cual garantiza más probabilidades para lograr el «desarrollo» (Pipes 2002, 93).

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son el resultado de cincuenta años de recetas de crecimientos económicos» (Escobar 1998, 13). En esta última consideración es necesario retomar a Lynch, pues el autor en su obra “la administración del paisaje” hace cuestionamientos centrales y estructura de manera importante el vínculo del paisaje, desarrollo y ordenamiento del territorio preguntándose por ¿Quién debe administrar el paisaje? (Lynch 1992, 22). De manera crítica estos cuestionamientos recaerían en principio en las preguntas: ¿Cómo y quién ha administrado el paisaje?, y ¿Cuáles han sido los resultados de dicha administración?, estas ideas facilitan entender la importancia del ordenamiento territorial, en los cambios del espacio y sus paisajes a través del tiempo. Racionalidad instrumental, ordenamiento territorial y paisaje Las posibles explicaciones a los cuestionamientos expuestos por Lynch recaen inicialmente en la racionalidad instrumental del proyecto y doctrinas de la modernidad, respecto a los ideales de progreso económico, desarrollo, bienestar y ordenamiento del territorio10. A continuación profundizaremos su estudio, lo cual nos ayudara a endentar de manera integral el concepto de administración del paisaje. Es este sentido, es necesario ahondar en los orígenes de la racionalidad moderna que institucionaliza al ordenamiento del territorio, tal como lo resalta Lefebvre (1968), Harvey (1990), Santos (2000), Alberiain (1990), Berman (1991), Bertrand (2009) y Escobar (1998) entre otros. De acuerdo a los autores, dicho proyecto de la modernidad articula las relaciones sociales estableciendo una racionalidad económica, construida bajo preceptos filosóficos de la libertad individual ilustrada11 y el derecho a la igualdad, a la propiedad, retomadas en la teoría economía clásica, construidas por Adam Smith, David Ricardo, entre otros, que darían origen a la economía neoliberal contemporánea, instaurándose en modelos de desarrollo y ordenamiento del territorio (Ramírez 2003, 19,178). Ideas que se fundamentaron en obras como La riqueza de las naciones publicada en 1776 por Smith, resaltando las reflexiones sobre la «teoría 10

Con respecto a la definición de territorio, de acuerdo a Sack las investigaciones más respetadas correspondientes a este tema provienen de los biólogos y los críticos sociales «que la conciben como una rama de la conducta animal» (Sack 1986, 1), a su vez para este investigador, la territorialidad y el territorio van más allá: es «el intento por parte de un individuo o grupo de afectar, influir, o controlar a las personas, fenómenos y relaciones, delimitando y reafirmar el control sobre un área geográfica» (Sack 1986, 19). 11 El pensamiento de la Ilustración marcó decisivamente las ideas sobre la libertad humana universal y se cimentó en el triunfo de la racionalidad instrumental (Harvey 1990, 28,30). Esta racionalidad constituyó un arsenal de poder y dominación del capital. La relación entre «razón y liberación» se fundó de esta manera, dando comienzo a la era de la modernización, transformando el mundo bajo una ética social materialista y utilitarista, en función de la hegemonía dominante (Quijano 1988, 19).

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de los sentimientos morales», donde los deseos individuales como la avaricia, la codicia, los impulsos, la creatividad…, actuarían finalmente mediante una mano invisible y un mercado perfecto para lograr el beneficio social generalizado (Harvey 2003, 203). Estos preceptos filosóficos apoyados en el individualismo y egoísmo configuraron la «racionalidad instrumental moderna», la cual busca la solución de fines prácticos mediante acciones eficaces para la lógica económica, que se traduce en la elaboración y uso de técnicas «eficientes» de producción y en formas «eficaces» de control de la naturaleza, así como en la racionalización del comportamiento social, incidiendo en la conducta, mediante el uso de normas para alcanzar los fines sociales esperados (Leff, 2004, 203). En ninguna época, mediante estos preceptos pragmáticos, se ha promulgado con tanta claridad el bienestar de la humanidad (se funda así, la concepción moderna de bienestar), una ideología discutible de felicidad y un modelo ideal propuesto como fin para toda la humanidad12 (Lefebvre 1971, 174, 214). El costo social ambiental de esta racionalidad ha sido alto, vinculado al consumismo desaforado de recursos, destrucción de tradiciones culturales, de la naturaleza representada en la disminución de la biodiversidad, la transformación de los paisajes del planeta. Al igual que la creación de un imaginario reduccionista de los beneficios ambientales al cálculo del dinero como única forma de reconocer su importancia vital para la humanidad (valorados como recursos naturales, servicios ecosistémicos, pagos por servicios ambientales, entre otros) dando continuidad a la contradicciones ambientales de la economía y planificación territorial moderna, en un mundo donde: Todo lo sólido se desvanece en el aire. Ello significa que nuestro pasado, cualquiera que haya sido, es un pasado en proceso de destrucción que anhelamos aprehender pero es escurridizo y carente de base, volvemos la mirada en buscar algo sólido en que apoyarnos, solo para encontrarnos abrazando fantasmas”. (Berman 1991, 35,19).

Este pensamiento crítico se inspira en la mirada marxista frente a la lógica económica moderna naciente del siglo XIX; que hoy persiste: “Todo lo sólido se disuelve en aire, todo lo sagrado es profanado y los hombres por fin, se ven obligados a enfrentar con la cabeza serena las condiciones reales de su vida y sus relaciones con los otros hombres” (Marx y Engels en Harvey 1990, 120). Bajo esta lógica racional moderna se profanan y socavan al mismo tiempo las dos 12

Las doctrinas económicas capitalistas están sujetas a teorías y presupuestos morales, la racionalidad económica en este sentido se fundó en el presupuesto de agentes económicos que, conducidos por una “mano invisible”, traducen sus conductas egoístas en un «supuesto bien común», raciocinio que legitimaría el derecho privado y desenfreno de la actividad productiva, desconociendo los limites ambientales de sustentabilidad (Leff 2000, 107).

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fuentes originales de riqueza, la tierra y el trabajo humano, esto mediante el desarrollo de la técnica y la combinación del proceso social de producción capitalista (Marx en Sánchez 2004, 22). Inmersa en esta lógica se encuentra la planificación del desarrollo y el ordenamiento del territorio que busca de forma «utópica el control sobre la producción social del espacio y el control social» y a su vez dominar la relaciones entre «cultura y naturaleza». Una búsqueda equivoca de ejercer control e imponerse sobre los imaginarios socioculturales territoriales de las comunidades, los cuales, son disimiles o parecen antagónicos para la planificación y planeación territorial moderna, lógica que a su vez contribuye a la separación conceptual histórica entre humanidad y la naturaleza. Lo anterior se relaciona originariamente a la dualidad del pensamiento occidental, o como lo resalta Lefebvre, la separación del mundo de las ideas frente al mundo sensible, alejando pensamiento y realidad, el vínculo cultura y naturaleza, oponiendo civilidad y barbarie, lo privado y lo público, lo rural y lo urbano, ideas que han trascendido a través de la historia, influyendo los imaginarios y acciones sociales (Lefebvre 1971, 209; Harvey 1977, 7). Un elemento importante de la puesta en marcha de la racionalidad dual del pensamiento moderno, instaurándose en el ordenamiento territorial, es que ha permitido y legitimado el dominio de la humanidad sobre las fuerzas de la naturaleza y sobre su propia naturaleza, solamente a través de esta dualidad (cultura-naturaleza), la humanidad se apropiaría de toda forma natural incluyendo la naturaleza humana (Lefebvre 1971,175). Como resultado de esta dualidad del pensamiento occidental se ha institucionalizado la división por más de tres siglos, de las bases de las ciencias naturales y humanas, produciendo obstáculos epistemológicos, una extrema especialización y endogamia profesional, impidiendo la construcción de puentes de entendimiento y de comprensión frente a las ideas de naturaleza y su relación con la cultura (Palacio 2002, 93), o como lo denomina Latour, el equívoco epistemológico, heredado de la modernidad. (Latour en Santos, 2000, 84). Es bajo esta perspectiva sobre la cual, se ha fundamentado el análisis y ordenamiento del territorio, separando las características territoriales en dimensiones tanto sociales y como naturales, impidiendo comprender integralmente la construcción del espacio en las diversas relaciones, formas de apropiación y conceptualizaciones socioculturales históricas con la naturaleza. Lo anterior apoyado, a su vez, por una racionalidad espacial fundamentada en conceptos de naturaleza, espacio, ambiente, paisaje y territorio entre otros, los cuales han sido base para las perspectivas utilitaristas del ordenamiento y la planificación del territorio. Con la construcción de esta racionalidad del ordenamiento del territorio, igualmente se han negado diferentes concepciones de naturaleza, espacio, paisaje y territorio de otras culturas, imponiéndose imperativamente las de 379

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occidente, justificando los conflictos y formas de control territorial13 (Harvey 1990, 227; 1994, 4). Esto es de vital importancia, pues las perspectivas de las minorías son ignoradas en su gran mayoría en los procesos de ordenamiento del territorio, donde se evidencia el poder real de los actores sociales o agentes territoriales en la construcción social del espacio, la apropiación y trasformación del territorio y sus paisajes constitutivos. Para analizar más en profundidad este aparte, referente a racionalidad instrumental, ordenamiento territorial y paisaje, se requiere responder dos preguntas fundamentales, para esclarecer lo planteado: ¿qué se comprende por ordenamiento del territorio y planificación territorial?, las cuales son en definitiva las estructuras en que se reflejan la instrumentalización del saberpoder, el conocimiento experto técnico-científico y la construcción estratégica del territorio y sus paisajes, en función de modelos de desarrollo establecidos históricamente. En este sentido, el ordenamiento del territorio ligado a la ideología moderna, pretende estructurar, reconfigurar y homogenizar las relaciones: políticoeconómica, socio-culturales territoriales en todas las escalas, desde las locales (cuerpo humano y el lugar) pasando por las nacionales, regionales hasta las globales (geopolítica) y a su vez busca controlar, predecir procesos y fenómenos biofísicos bajo la lógica de establecer un dominio social sobre la naturaleza. De acuerdo con la Carta Europea del Ordenamiento Territorial (1992) el ordenamiento del territorio es la proyección espacial de las políticas social, cultural, ambiental y económica de una sociedad. Existen tres aspectos centrales según la carta, esenciales en ordenamiento territorial las cuales vinculan y valoran las cualidades del territorio y el paisaje: (i) una dimensión espacial concreta constituida por cualidades físicas y bióticas, dado que los análisis y acciones ordenadoras se inscriben en diversas escalas del espacio terrestre. (ii) una dimensión temporal, puesto que los planes y acciones se proyectan en diferentes escalas multitemporales. (iii) una dimensión político-administrativa, referiría a la organización de instituciones y actores sociales que actúan en espacio-tiempo influyendo en las dinámicas del territorio (Sánchez 2002, 7).

El «ordenamiento territorial» hace parte de concepciones teóricas y metodológicas que utilizan, tanto la construcción de procesos de diseño técnico como en la de instrumentos políticos de gestión del territorio, en el marco del

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El territorio y el espacio no son conceptos absolutos, sino son una construcción sociocultural, expresiones de la espacialización del poder y de las relaciones (sociedad-naturaleza) de cooperación o de conflicto que en el derivan. Esencia de la vida social estos conceptos “participan activamente en los sistemas de interacción, y son el producto de la instrumentalidad de espacio/poder/saber, que provee las bases para espacializar y temporalizar el funcionamiento del poder (Soja, 1989; en Montañez, 1998, 120-121).

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deber del Estado Nación14; considerando, para ello, conocimientos científicos de diversas disciplinas, con la «intención o propender», como lo remarcan los enfoques del desarrollo, de lograr un desarrollo equilibrado de las actividades sociales en el espacio y formas de apropiación idóneas de la naturaleza para lograrlo. De acuerdo con estas premisas se crean planes de ordenamiento que constituyen el instrumento básico de dicho ordenamiento considerando: “La idea de regular el uso u organizar el uso, ocupación y transformación del territorio, propendiendo por su aprovechamiento óptimo. Este aprovechamiento se asocia generalmente el uso racional sustentable de los recursos naturales (planificación física y ambiental), en estrecha correspondencia con patrones adecuados de distribución de asentamientos y de actividades económicas” (Massiris 2005,14).

En cuanto al concepto de «planificación del desarrollo»,15 es parte constitutiva del ordenamiento y control territorial de una sociedad, es la estructura de un plan metodológicamente organizado, se fundamenta en que: “Cualquier sociedad independiente del modo de producción, se han esforzado a través del tiempo por realizar acciones en forma planificada. En los periodos más tempranos de la antigüedad se planificaba las redes de caminos; la preservación de terrenos agrícolas; canales y obras hidráulicas; importantes ciudades en Mesopotamia y Egipto; los imponentes asentamientos de los Incas, Mayas y Aztecas” 16 (Saavedra 2001, 36).

Bajo esta consideración es pertinente resaltar, que la planificación es parte fundamental del proceso construcción del paisaje, independiente de las culturas o sociedades en particular, siendo estas finalmente quienes le confieren su identidad histórica atada a concepciones, creencias y prácticas territoriales propias.

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El ordenamiento territorial es considerado como «una función del Estado, encaminada a organizar la estructura político-administrativa de la Nación y proyectar espacialmente las políticas sociales, económicas, ambientales y culturales de la sociedad, propendiendo por un nivel de vida adecuado para la población y la conservación del ambiente» (Andrade, 1996, 18). 15 «Entendemos cabalmente a los procesos de planificación como procesos políticos que intentan asignar coherencia, racional y conducción a la gestión gubernamental que corresponda. En este sentido, planificar y gobernar deben entenderse como tareas simultaneas, armónicas y donde depende mucho de la otra. Podríamos afirmar que planificar es gobernar» (Galilea 2001, 32). 16 «El tipo de planificación hace referencia al carácter, estilo y rasgos característicos del proceso de planificación, y a la relación que el sistema de planificación establece con la estructura general de la sociedad y el modo de producción en el que está inserta» (Saavedra 2001, 55-56). En el capitalismo existe una planificación indicativa: regulación indirecta y de guía «no condicionada». En una economía socialista la planificación es imperativa y responsabilidad directa del Estado.

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De acuerdo con lo anterior, es necesario centrar la administración del paisaje en los orígenes de la planificación del desarrollo, resaltando la naturalización, imposición y dominio del ordenamiento del territorio construido por occidente en la sociedad moderna, lo cual es ineludible para entender la trasformaciones del territorio. En este sentido, los análisis del paisaje como lo veremos posteriormente posibilitan profundizar en las formas de apropiación histórica, control y efectos sobre el territorio, estructurados por la acciones (multiescalares) de poder ejercidas por actores e instituciones sociales. Es en este contexto donde la idea de «administración del paisaje», inspirada por Lynch (1992), tiene relevancia, vigencia y coherencia analizando los fundamentos conceptuales de la racionalidad moderna, integrada a su racionalidad espacial y puesta en marcha en las ideas de progreso, en los modelos del desarrollo, la planificación territorial y ordenamiento del territorio. En consecuencia, el presente trabajo hasta el momento, ha querido remarcar estos fundamentos conceptuales, pues son transversales a todas las dimensiones de estudio del paisaje, construidas en las diferentes ciencias sociales y naturales, estudiadas por Barrera (2009)17 y planteadas en el presente libro. El concepto de paisaje y los orígenes de los primeros modelos de control del territorio En concordancia con lo argumentado, es preciso contextualizar el concepto de paisaje, el cual ha sido parte de la tradición histórica, respecto a las formas como la humanidad ha visto, imaginado, categorizado la naturaleza y sus transformaciones (Serje 2002,177), al igual que los cambios de la sociedad humana. De esta manera, a continuación se exponen las definiciones de paisaje en relación a sus múltiples significados y su correspondencia con los regímenes de representación, las primeras formas de ordenamiento, modelos de control18 y administración territorial del pensamiento de occidente. Concluyendo finalmente con la relación de lo argumentado y la administración del paisaje. 17

Estos enfoques del estudio del paisaje considerados por la autora son: semiología y teoría sobre el estudio del paisaje; el paisaje desde la percepción; el estudio histórico ambiental del paisaje; el enfoque histórico, con base en el desarrollo del sistema económico actual y el estudio sistémico del paisaje. 18 Ludwig Boltzmann, define el modelo como una representación tangible… de un objeto que tiene una existencia real o que es una constricción factual o mental, y extiende el sentido de esta noción a los usos metodológicos científicos técnicos (esquema teórico lógico de procesos sistemáticos), y artísticos (esquemas mentales de abstracción de comprensión y representación). Un modelo en ciencias sociales es entendido como una abstracción conceptual sociocultural de interpretación de la realidad, que tiene como fin permitir establecer una referencia a imitar y reproducir. Los modelos sociales buscan legitimar acciones en un momento histórico específico del pensamiento de una cultura (Armatte 2009,37).

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Inicialmente, en aras de especificar qué implica el significado de paisaje, su origen y evolución, es relevante anotar que los términos territorio, naturaleza, ambiente y paisaje son construcciones sociales que explican diferentes elementos y relaciones que se aprecian, se viven y se perciben en nuestro entorno. En segunda instancia, estos conceptos han sido relacionados históricamente para explicar y analizar patrones de conducta, hechos, causas y consecuencias de acontecimientos y fenómenos sociales, culturales y ambientales, originados en comunidades que pueden o no estar dentro de los parámetros del pensamiento de occidente o de la modernidad. De igual manera, han sido estudiados particularmente en este contexto por autores como: Sack (1986) respecto al territorio; Williams (1976), Cronon (1996), Glaken (1996), Escobar (1999) referente a la naturaleza; Olwig (1996), Santos (2000), Maderuelo (2005), Barrera (2009), Cosgorve (2002) relativo al paisaje entre otros muchos investigadores. Asimismo, estos términos varían, cambian o se transforman a medida que la humanidad construye, reformula y deconstruye el conocimiento científico y otros tipos de saberes frente a los cambios de interpretación de la realidad. De esta manera es necesario analizar los cambios del concepto de paisaje con relación a las formas de apropiación y de control territorial, lo cual guía los orígenes de la administración del paisaje. De esta forma, cualquier intento de definición de paisaje es difícil. “Más aún si lo que se trata de definir trasciende los límites comunes de un objeto para internarse en la maraña de los significados. Las palabras y las cosas…, ese fue el problema que preocupaba a Foucault (1968). Muchas palabras tienen la singular propiedad de imponerse a las cosas que aluden para adquirir el valor de un significante” (Pickenhayn 2007, 230), lo mismo sucede con el concepto de paisaje. El concepto históricamente se ha definido de múltiples maneras originando lo que algunos autores denominan «la polisemia del paisaje», la cual muchas veces se comporta como una torre de Babel frente a su interpretación desde múltiples disciplinas. Respecto a la búsqueda por su definición Fernández Christlieb (2005) resalta que el paisaje se relaciona con cinco ejes interrelaciónales que lo definen: 1. El paisaje es producto intelectual de una cosmovisión19, percepción e imaginario colectivo, a menudo el paisaje es pensado como una reproducción en miniatura del cosmos cultural; es decir, es un microcosmos de relaciones integrado a una realidad del mundo que actúa como un macrocosmos que lo configura (Eliade 1965, 47).

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«De hecho, el paisaje es una manera localizada y aterrizada de una cosmovisión que guía el comportamiento humano. La cosmovisión, por su parte, es entendida como un conjunto articulado de sistemas ideológicos vinculados entre sí de manera relativamente congruente, con el que una sociedad pretende aprehender el universo» (López en Urquijo y Barrera 2009, 233).

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2. Al ser producto de un grupo social reproduce generacionalmente las acciones que lo transforman, es un palimpsesto, es diacrónico (Molano 1997). Es una entidad de larga duración, evidencia de múltiples formas de control del territorio de estructuras sociales, de generaciones y épocas. Mientras las generaciones humanas pasan el paisaje se reconfigura y permanece. Por tanto el paisaje no es ni ha sido un discurso neutro desde el punto de vista moral ni desde el punto de vista político (Santos 1996,73); (Crosgrove 2002, 76). 3. El paisaje es una parte del espacio modelado tanto por procesos y fenómenos naturales (realidad objetiva), como por la acción y prácticas de la cultura (Plachter 1995, 15; Hinchliffe 2003, 207), por tanto no existe paisaje sin cultura (Pickenhayn 2007, 238). 4. El paisaje es una unidad orgánica (Sauer 1982, 353), esto es, sus objetos y elementos son, si no tangibles (delimitables), al menos visibles, olfateables, audibles, degustables, (Crosgrove 2002; 2003), lo anterior no refuta que los componentes físicos del paisaje tengan además un significado cultural haciendo del paisaje un rito, una composición de puntos sagrados (hitos), como provisión de recursos disponibles, entre otras lecturas subjetivas que pudieran hacerse sobre dicha unidad (Berque 1990, 48). 5. En el paisaje se establecen relaciones multiescalares socioculturales, político-económicas e igualmente se integra a la escala humana. Además de que sus objetos son visibles a simple vista, sus distancias han sido recorridas por las capacidades humanas. La escala humana habla de las distancias posibles en marco de las capacidades del cuerpo humano para recorrer el territorio (Fernández 2005, 233). Las ideas de paisaje en este contexto, han evolucionado históricamente relacionándose con otros términos como naturaleza, territorio y cultura, los cuales se articulan en el pensamiento moderno para su definición, explicación de procesos y fenómenos de la realidad humana y de la naturaleza. El paisaje es «una palabra moderna», que fue fundada sobre la teoría científica y el conocimiento (Maderuelo, 2005, 16; Cosgrove 1985, 46) 20. Para la ciencia geográfica es una categoría de análisis que permite entender e interpretar su objeto de estudio el “espacio geográfico”, ligado conceptualmente con otras categorías como lo es: territorio, región y lugar. Es necesario reseñar que el paisaje no debe confundirse con otros conceptos que analizan las relaciones entre cultura y naturaleza como es el ambiente, el

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El paisaje es una unidad semántica, permite entender dinámicas biofísicas y concepciones socioculturales de la naturaleza, al igual que las dinámicas de su apropiación e inseparabilidad para la vida humana. La inseparabilidad del “ser” como lo plateaba Heidegger (2005), el cual debe aprehenderse como una unidad integrada en un todo armónico. La búsqueda de su comprensión nunca podrá ser aislada o desagregada de sus dimensiones ontológicas.

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territorio y en algunas ocasiones con el concepto mismo de naturaleza, aun cuando tengan grandes relaciones ontológicas. El paisaje es por tanto una expresión fenomenológica de los procesos sociales y naturales conjugados en espacio-tiempo (Molano 1997, 2), el cual se transforma dialécticamente con las continuas formas de apropiación e interrelación sociocultural con la naturaleza, realizadas por las acciones e imaginarios territoriales de múltiples generaciones humanas. Para otros autores, se denomina paisaje «a la unidad espacio-temporal en la que los elementos de la naturaleza y la cultura convergen en una sólida, pero inestable comunión» (Urquijo y Barrera 2009, 230). Es esta unión entre naturaleza y cultura, la que convierte al paisaje en un concepto integral e integrador adecuado para analizar, entender los procesos, fenómenos territoriales y las problemáticas resultantes de la formas de apropiación y control social frente la naturaleza, ideas que profundizaremos posteriormente en este artículo, pero que, de manera perentoria, se hace necesaria su pertinente aclaración. El concepto de paisaje, y control del territorio, ha sido estudiado de manera profunda por investigadores como Olwig (1996) y Cosgrove (1985), los cuales exponen las dos grandes tendencias conceptuales del paisaje Europeo. Olwig profundiza en el estudio del paisaje originario antes de su transformación al pensamiento moderno, constituido por saber originario de las culturas germánicas, del significado orgánico humano del landschap/landschaft al norte de Europa. Cosgrove por su parte estudia el concepto heredado de la tradición premoderna del pensamiento griego, romano originado al sur de Europa en el Mediterráneo, teniendo su máximo esplendor en el iluminismo y renacimiento (Mathewson 2011). De acuerdo a Olwig (1996), el concepto de paisaje en las culturas germánicas hacía referencia al “genre de vie” (género de vida o forma de vida) una relación o dialogo mutuo entre medio natural y cultura humana21. El paisaje bajo esta perspectiva no fue simplemente una representación artística, originariamente el concepto de paisaje en el norte de Europa, aludía a una interrelación connatural entre: organización territorial histórica, (derecho natural y tradición consuetudinario de la tierra), ligada a una organización social autónoma, políticamente institucionalizada (fundada en una jerarquía social, orden normativo y administración de la producción), con un fuerte lazo con la naturaleza (vinculada a una cosmogonía), de este modo convergía la tradición, 21

El género de vida fue estudiado por el geógrafo francés Paul Vidal de la Blache (1845-1918), confrontando el determinismo geográfico. Según el autor la relación mutua o diálogo continuo con la naturaleza, produce un universo diverso de “géneros de Vie” y paisajes. Las comunidades eligen su propio modo o estilo de vida mediante sus concepciones, ambiciones y tradiciones culturales, usando en medio natural que habitan (Johnston y Watts 2000). Posteriormente Lucien Fevre uno de sus estudiantes, bajo esta perspectiva fundo el concepto de Posibilismo Geográfico.

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la identidad individual y colectiva de las comunidades en una cohesión cultural territorial22. El paisaje de las culturas germánicas al tener otra racionalidad frente a la naturaleza, la organización del poder y del territorio, diferencias respecto a los principios y racionalidad pre-moderna europea, se convirtió en resistencia al control territorial feudal en especial en las costas del Mar del Norte, (Granbretaña, Noruega, Dinamarca, Alemania, los Países Bajos, Bélgica y norte de Francia) 23. Así paisaje era práctica, más que solo una expresión y representación artística aunque este fuera el que predominó posteriormente en occidente (Mathewson 2011). El significado Landschaft (paisaje) fue más profundo, diferente a los planteados en el renacimiento e ilustración de occidente, refería al resultado de un proceso social, originado por las costumbres y las relaciones con el entorno natural, el cual era trasformado y constituido por las prácticas culturales cotidianas, dando vida al territorio. Este fue el significado de Landschaft para los pueblos germánicos, antes de su homogenización con el significado del paisaje monárquico imperial, heredado de la cultura romana, puesto en marcha por el imperio Carolingio y luego en Gran Bretaña (Ogden 1955, 3062; Alpers 1983; Barrell 1986,138,150). Posteriormente su resignificación y homogenización seria dirigida estratégicamente con las ideologías e identidades de representación nacionalista, en el proceso histórico de instauración del EstadoNación moderno europeo, perdiéndose parte de su significado originario (Poliakov 1974)24.

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Derecho consuetudinario se denomina a una estructura de derecho, uso de normas ligadas a las costumbres, consanguinidad, tradiciones e identidad de una comunidad, las cuales no están en principio establecidas en una reglamentación legal escrita, no obstante se establecieron históricamente con las practicas socioculturales en un territorio específico. Por “derecho consuetudinario entendemos las normas y reglas de comportamiento y de convivencia social que contribuyen a la integración de una sociedad, al mantenimiento del orden interno, a la solución de conflictos y sanciones. En la gran mayoría de las comunidades indígenas del continente latinoamericano, la legitimidad del derecho consuetudinario, entendido de esta manera, se encuentra en el sistema de parentesco, en las concepciones religiosas y en el vínculo social de la comunidad con la tierra” (Stavenhangen 1998,88). Con este concepto se reivindican derechos colectivos de las poblaciones y comunidades indígenas frente a las desigualdades históricas ejercidas por el Estado moderno. 23 En este sentido también es referente de resistencia, una contra racionalidad de cara a la expansión y homogenización histórica, de las culturas y sus territorios, ejercido por el colonialismo europeo de la época medieval. Esta resistencia cobra vigencia en el mundo moderno contemporáneo, frente al proceso imperativo de una nueva globalización en los territorios del mundo, la cual toma hoy como estandarte, espada y armadura, modelos económicos, territoriales y recetas para el desarrollo. 24 Con la representación de paisaje por ejemplo, se reafirmó más el poder monárquico de la corona inglesa y no el parlamentario el que se relacionaba más con la esencia del Landschaft de los pueblos del norte (Olwig 1996).

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Denis Cosgrove, analiza desde otra perspectiva en los orígenes del paisaje como modelo de control o instrumentos de control territorial, en el marco ideológico del renacimiento. El paisaje como lo resalta el autor, fue una «forma de ver que uso la burguesía, individualista y relacionado con el ejercicio del poder sobre el espacio» (Cosgrove 1985, 45). El paisaje es una idea que visibiliza una estética (pintura, narrativa, literatura y el teatro) particular de un tiempo y un lugar especial, y, por ello mismo, es una expresión cargada de simbolismo que naturalizan comportamientos, identidades25 y múltiples nexos sociales (Eckbo en Másmela 2010, 12.), igualmente posee jerarquías y conflictos espaciales, políticos, económicos y administrativos (Cosgrove 2002, 78)26. De esta manera, el paisaje y su representación en la pintura se convirtieron, al igual que otras formas de expresión artística, como la literatura, el teatro y la narrativa o afines a ella como la cartografía, en el primer modelo de control del territorio, en él se manifestaron estratégicamente (de forma real o irreal) las relaciones territoriales militares, nacionalistas, imperiales, coloniales de los territorios propios y de otras culturas. En el paisaje se representaron ideales de belleza humana y de la naturaleza, se plasmaron las formas de apropiación (vida agraria, explotación de recursos) de la tierra y la naturaleza en general (Urquijo y Barrera 2009, 235; Cosgrove 2002, 66). Las puestas de escena del paisaje en el teatro por ejemplo, más que una representación era la puesta para la acción social, desarrollada en un contexto ideológico estratégico, era parte de un régimen de representación, reflejaba las disputas de poder y las relaciones sociales, todo esto se transmitía a la comunidad asistente de una época27. Con la puesta en escena se creó la tridimensionalidad teatral del paisaje, la cual buscaba su reproducción o recreación más fiel, se instauró una ilusión difusa entre representación y 25

Esta idealización del comportamiento e identidad con una región se ha tomado en la historia en muchas ocasiones para establecer cualidades y defectos de una persona, solo con el hecho de provenir de un lugar o de otro. Algunos investigadores, al agregarle características geomorfológicas y climáticas del ambiente a esta idea, llegaron a desarrollar el determinismo geográfico (Capel 1981). 26 El paisaje al estar cimentado en la estética, se convierte en símbolo de distinción, es decir, el paisaje construye identidades (Cosgrove 2002, 77,78) al relacionar directamente, ciertas transformaciones naturales con el poder económico y político, visibilizando de este modo, el estatus y la jerarquía que, una persona, grupo o lugar tienen en la pirámide social, es decir, se convierte en un símbolo para analizar la desigualdad y simetrías sociales. 27 Los regímenes de representación refieren a discursos, imaginarios y representaciones sociales, fundamentadas en la construcción de ideologías éticas, órdenes normativos, sistemas de poder, un deber ser frente a la realidad sociocultural, político-económica, territorial, racial, artística, estética, religiosa, sexual…, del cómo comportarse y de relacionarse frente a los otros individuos y la sociedad. Los regímenes de representación buscan crear cohesión cultural y legitimar prácticas sociales (Junqueira 2006: 158). Establece parámetros del cómo interrelacionarse con el mundo de lo no humano o de la naturaleza no humana, la cual en la historia del pensamiento de occidente es solo un instrumento, otorgado por gracia divina para ser mejorado, administrado y explotado (Castro y Zusman 2009: 136).

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realidad, las fronteras y distancias de los reinos se hacían más cercanas, posibilitando una interacción entre actores y asistentes con los paisajes representados (paisajes distantes o cercanos, conocidos o desconocidos). Se establecía una simulación de la realidad, el control de su transformación estaba centrado en la acción humana (Orgel 1975: 36). Las representaciones del paisaje para Olwig (1996) en muchas ocasiones no solo reflejaban parte de una realidad en particular, si no a su vez, los ideales e imaginarios deseados futuros del poder de las coronas europeas (la idealización de la naturaleza y un deber ser de la sociedad), mostrando con antelación los discursos de la racionalidad espacial de una época, esto mediante las expresiones artísticas, nacientes ciencias y técnicas, dirigidas a establecer nuevos ordenes territoriales28. Esto revela asociaciones entre las concepciones del paisaje y las bases que originaron las ideas de la planificación del desarrollo, identificándose las ideas paisajísticas con los fines imperialistas europeos: la colonización fue al mismo tiempo una naturalización y legitimación del paisaje, funciono como un administrador de poder (Nash 1999; Pickenhayn 2007, 236). En el contexto colonialista, las imágenes paisajísticas eran utilizadas para obtener información de las colonias mediante las exploraciones corográficas o expediciones botánicas, su registro está dirigido a la toma dedicaciones imperiales. Igualmente fue utilizado para marcar la autoridad en los nuevos reinos o lugares descubiertos, enfatizar el control territorial, la jerarquía sociocultural y diferencias raciales o de género (Brookfield 2001, 153; Urquijo, 2008b). Un ejemplo de lo señalado se puede analizar en cualquier pintura paisajística colonial de los países latinoamericanos, como lo evidencia la pintura de la Villa de Metztitlán (paisaje, lugar entre la luna, figura 1), centro político y económico de esta jurisdicción mexicana con poblamiento prehispánico y posterior centro colonial (Fernández y Garza 2006,7). En su parte inferior resalta la reproducción estratégica de un paisaje centrado en la racionalidad territorial europea (búsqueda de fundar el control colonial militar, garantizando el abastecimiento de recursos, imponer la evangelización, planificar el desarrollo de centros poblados para instaurar un nuevo orden sociocultural), en su parte superior de la pintura se localizan los antiguos poblados «indígenas»29.

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Esta visión no solo se extendió estratégicamente en el arte como la pintura y el teatro sino también se incorporó en esquemas y modelos de la arquitectura y el urbanismo (Orgel 1975). 29 Esta pintura tuvo la oportunidad de quedar expuesta gráficamente desde la perspectiva «occidental»: si la pintura «hubiese sido concretada por un tlacuilo (pintor en lengua náhuatl) la villa colonial y la vega tan destacadas por el pincel español, hubiesen perdido relevancia ante la necesidad de exaltar al altépetl, espacio urbano organizado en función de la montaña y el agua, que en este caso y de acuerdo a los registros arqueológicos obtenidos se manifestaba en una ocupación del territorio más acusado sobre las laderas más elevadas del inmenso cañón de Metztitlán» (Fernández y Garza 2006, 7).

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Figura 1. Pintura de Metztitlán, 1579 Fuente: Fernández y Garza 2006, 7. Además de lo mencionado anteriormente, el paisaje desde sus inicios, refleja una visión monista del ambiente (Urquijo y Barrera 2009, 227)30, articulando en cada una de sus expresiones, los elementos naturales y socioculturales de un territorio, demostrando, por medio de las transformaciones y cambios que se realicen en él, «tanto la inteligencia social de sus hacedores, su proyecto común pasado, presente y las tendencias del futuro» (Rivasplata 2010, 50-59). Por último, el paisaje ha sido un concepto que se ha fundamentado y robustecido por diferentes pensamientos e ideas a través del tiempo, lo que lo ha convertido en una expresión dinámica y adaptativa, haciendo que sufra una serie de cambios al interior de su significado, al ritmo que cambian las técnicas y las formas de apreciar, apropiar, controlar, usar la naturaleza, y transformación a la que se ve sometida la construcción humana.

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La visión monista del paisaje, a finales del siglo XIX es rota por la especialización del saber moderno. Algunas investigaciones realizadas por las ciencias sociales se basan en la percepción humana, no profundizando en análisis sociales integrales; otros análisis edafológicos hídricos, geomorfológicos y ambientales efectuados desde la ecología, la biología, la geología y la geografía, desaparece totalmente la mano de las comunidades en la transformación de la naturaleza (Bertrand 2006).

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De esta manera, lo expuesto es determinante para entender el eje del presente trabajo, referente a la idea de «administración del paisaje», los anteriores planteamientos sobre el significado del concepto de paisaje han permitido establecer su relación con la racionalidad moderna y el control histórico del territorio, el cual ha estado atado a modelos y regímenes de representación de la racionalidad espacial de occidente, perspectiva que aporta a entender lo planteado por Kevin Lynch, el cual no profundiza en dichas discusiones, partiendo del origen y transformación en la historicidad del concepto. Igualmente se hace explicito como el concepto de paisaje originario de los pueblos germánicos era un género de vida, atado a la construcción de identidad colectiva del territorio, diferente a la representación estética que imperó con más fuerza desde el renacimiento, perdiéndose su sentido más profundo, sirviendo de instrumento para la intervención de los territorios de las coronas europeas e invención de las colonias del nuevo mundo. A continuación se expone con mayor profundidad cómo el concepto de paisaje se ha estudiado en dos etapas diferentes, en paisaje pre-científico y paisaje científico argumentado por diversos autores: Berque (1990), Maderuelo (2005), Urquijo y Fernández (2006). De esta forma se continúa hilando el origen y significado de la administración del paisaje. Paisaje como concepto pre-científico Con el presente título, se consideran las concepciones primigenias del pensamiento moderno, donde las ideas de paisaje hacen parte de una cosmovisión articulada a marcos ideológicos religiosos, artísticos y coloniales que buscaban describir, representar la naturaleza y la realidad social ligada a un control del territorio. Estas ideas se desarrollaron en la historia antigua y en la edad media, antes del tránsito del concepto que lo convertirían en una categoría de análisis en las ciencias modernas, articulado a epistemologías, teorías y metodologías, de ciencias sociales, como la geografía, la antropología, la historia y ciencias biofísicas como la biología, la ecología, la geología entre otras. La historia del concepto de «paisaje» se remonta a antiguas civilizaciones como la egipcia, china, griega, no obstante en Europa, por su origen etimológico, comienza a ser de uso común del siglo XVI31 (Cosgrove 2002,73-74), es decir, durante la primera etapa de la modernidad (Berman 1991, 3). Otros autores argumentan que su estudio no se debe remontar solo a la expresión artística renacentista predomínate hasta nuestros días, si no a su significado originado en la identidad y arraigo de las culturas con la naturaleza y el territorio. Un ejemplo de ello es el significado en el idioma romance el término paysage, el 31

De acuerdo a Maderuelo (2005), el término Landschaft se puede rastrear desde el siglo VIII, cuando su significado se asemeja actualmente al de una región (Maderuelo 2005, 24)

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paisaje, el paisagem etc. (incluso en turco es el peyzaj), o la raíz pagus que refiere terruño al que se está arraigado y sustenta su vida. Pago implicó una entidad de tierra rural atada a un grupo social particular y ligado a su forma o estilo de vida, no solo denotaba una especificidad de organización social, si no también explícitamente los medios de organización de la tierra (Mathewson 2011). Es en el renacimiento como se ha argumentado, es donde domina la expresión del paisaje artístico o estérica del espacio geométrico racional32, esta es una época caracterizada por los adelantos tecnológicos, descubrimientos geográficos y científicos, además del fortalecimiento y posterior ascenso al poder del capitalismo comercial basado en el progreso como cimiento de la felicidad (idea sustentada retomada en el renacimiento y luego aceptada culturalmente por la reforma)33, lo que incentivó una nueva manera de percibir el territorio. Por consiguiente, es el comienzo del desmoronamiento progresivo del sistema feudal en Europa, la representación del paisaje en consecuencia, fue parte de las ideologías de poder territorial de la época (Olwig 1996). Durante este siglo, la palabra «paisaje» en Europa «tiene dos raíces lingüísticas diferentes» (Maderuelo 2005, 24). Una es la germánica y la otra es la latina. La primera, la raíz germánica landschaft, está formada por la unión de dos partículas: schaffen, relacionada con el modelado del terreno (Urquijo y Barrera 2009, 233) y land, que hace referencia a la tierra. Es decir, landschaft hace referencia al modelado del territorio. Landschaft tuvo expresiones locales en Bélgica, Suecia, Dinamarca, Suiza, Austria y Alemania (Hirsch en Fernández y Garza, 2006, 3) pero en donde se expandió con mayor rapidez durante el siglo XVI y XVII, fue en Holanda (landskip), Inglaterra (landscape) y Lombardía en las regiones europeas en las que el avance de las formas capitalistas de posesión de la tierra fue más rápido (Cosgrove 2002, 74). La segunda, la raíz latina, proviene del italiano «donde se generan los términos paese y, por derivación, paesetto y paesaggio, con el mismo sentido que tendrán las palabras francesas pays y paysaje» (Maderuelo2005, 25), así mismo, paisagem del portugués y paisaje del español (Urquijo y Barrera 2009, 233). Estos términos tienen su origen en el vocablo pagus o pago (Fernández y Garza 2006, 5). En tanto, pagus o pago tiene una connotación eminentemente 32

El espacio geométrico racional que subyace a la concepción del mundo como expresa el paisaje renacentista retoma no sólo de las ideas platónicas de la naturaleza, sino también de la cuadricula romana y la idea legal romana de posesión. Estas ideas, que eran extranjeras por ejemplo al norte de Europa en esta época, dio legitimidad a la transformación ideológica de la tierra en propiedad privada (Olwig 1996). 33 Antes de la Reforma protestante la riqueza era sinónimo de avaricia, posterior a ella esta lógica desparece. Desde el sisma originado por las fuertes críticas al papado de esta época por parte de Lutero y Calvino, principalmente, se da libre paso al utilitarismo del recaudar riqueza sin remordimientos sociales, ni miedos espirituales al más allá. La riqueza ya no es causa de maldición, sino símbolo de recompensa divina. Fundamento que expone en la ética protestante y la sociedad moderna (Weber en Leff 2004, 202).

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utilitarista con respecto al territorio y lo que allí se produce 34, este significado pago en el idioma francés, también implica una entidad de tierra rural atada a un grupo particular de personas y su forma de vida, mientras connota la especificidad social de identidad territorial (la tierra a que se arraigan las personas o a la que pertenecen), también expone específicamente las formas de organización y explotación de la tierra (Skutsch 2011, 84). Estas dos raíces lingüísticas tienen sus diferencias, originadas principalmente en los rasgos culturales de cada sociedad que las creó y adoptó. Mientras que landschaft tiene que ver con los cambios que sufre el territorio por la acción del trabajo del hombre y de la naturaleza, landscape, en el siglo XVI es «un término utilizado por pintores» (Hirsch en Fernández y Garza 2006,3), es decir, la percepción de un espacio, por una persona desde un sitio estratégico, lo cual enmarcaba una relación de poder y control del observador a lo observado. Posteriormente se transforma en «la representación artística de esa perspectiva» (Tuan 2007, 183). Las conceptualizaciones descriptivas y representaciones de la imagen realista de la naturaleza y la actividad humana en la edad media, apoyado en adelantos técnicos (perspectiva, geometría, uso de las técnicas pictóricas, entre otras) realizados a partir de este periodo histórico, lograron cristalizar física, visual, perceptiva e ideológicamente, el aparente control sobre la naturaleza, pero se evidencia en dos tareas específicas con relación al paisaje: la pintura paisajista y la construcción de jardines35. En estas dos actividades se utilizaron “las mismas técnicas que las ciencias, principalmente mediante la aplicación de la geometría euclidiana como garante de la seguridad en la concepción espacial, organización y representación” (Cosgrove 1985, 46). Este contexto de la época condujo a centrar la atención solo en la expresión fisca de la naturaleza donde la humanidad desempeña sus roles designados, dando origen al instrumentalización del paisaje sujeto al pragmatismo de los usos del suelo, tendencia que aún persiste en el mundo contemporáneo (Olwig 1996). El paisaje también fue protagonista en la representación del mundo antiguo a través de la cosmografía, el cual fue el primer acercamiento y uso científico del concepto en manos de geógrafos, buscando representar gráfica y cartográficamente del universo celeste y la superficie del globo terráqueo (Holt34

El pago o terruño ‘al que se está atenido’ (Brunet et. al. 336). En la Edad Media, el pago es en efecto un «distrito agrícola» pero es también sinónimo de «pueblo o aldea» (Corominas 1983, 433). De pago deriva el término «pagano», es decir, el campesino que por su condición rural pudo resistirse mejor a la cristianización, término que pasó al catalán como pagés). 35 El jardín paisajístico es una ilusión pictórica creada a partir de los derechos de propiedad y de las estrategias de inversión del capitalismo que se mencionaron anteriormente. A menudo implicaba eliminar los derechos de propiedad de la tierra y la identidad preexistentes (denotados en el significado primigenio de «paisaje») a cambio de realizar alteraciones «pintorescas» en la tierra que venían determinadas por las preferencias estéticas.” (Cosgrove 2002, 78)

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Jensen 1988) 36. Durante la edad de oro de la exploración del mundo entre los siglos XV al XIX, la cosmografía fue de gran importancia registrando los territorios descubiertos, el paisaje fue parte de estas representaciones de territorios europeos y explorados en función de las necesidades de las coronas (Olwig 1996). Para concluir este parte, se hace necesario resaltar uno de los principales procesos que ha contribuido la idea de paisaje, y en la que se hace evidente los orígenes y alcances históricos de la administración del paisaje. La idea de país como lo resalta Brunet, está ligada a la semiología del paisaje, siendo utilizada en contextos políticos históricos específicos37 (Brunet et al, en Fernández, 2006,231). Las figuras icónicas de la «naturaleza» y del «paisaje» nacional han ejercido un papel preponderante en la conformación de los Estado-Nación modernos, puesto que fueron instrumento de expresiones proto-nacionalistas, haciendo uso de la imagen, de un discurso de representación espacial, dirigido a una construcción de identidad, un vínculo connatural entre un pueblo o nación, y el territorio o naturaleza que habitan y ocupan históricamente38. Igualmente su utilización se vincula a la creación de símbolos de soberanía nacional y a su delimitación territorial (Olwig 1996; Cosgrove 2002,84,85). De esta manera, como se evidencia en el concepto pre-científico del paisaje se establece los orígenes de la administración del paisaje, ligado al control territorial de una sociedad, la búsqueda del dominio sobre la naturaleza y la acción social, lo cual se relaciona históricamente: en el significado lingüístico del concepto de “paisaje”, las representaciones del arte del paisaje, en las obras cosmográficas, el diseño de jardines (superioridad humana sobre la naturaleza) y construcción de imaginarios territoriales mediante lo representado como abstracción o proyección deseada, dirigida al beneficio, organización, reproducción y administración del poder de las coronas europeas en sus reinos y colonias.

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“La cosmografía tal como la definía Schmithusen, engloba no solo la geografía y la cartografía sino también ciencias de la naturaleza como la biología, la geología, la geofísica y ciencia sociales como la antropología que hasta finales del siglo XX solo alcanzaron su condición de disciplinas universitarias independientes” (Holt-Jensen 1988:3). 37 El término país en Inglaterra “se sigue utilizando en este sentido, cuando la convocatoria a una elección nacional británica se llama " ir al campo " convocar el país. Al igual que la Tierra y la Landschaft, país podría ser utilizada para referirse tanto a un área del territorio, así como a la población del territorio (por ejemplo, la tierra, o el país, se levantó en rebelión). También podría ser utilizado, como se ha visto, para conceptualizar las oposiciones entre las diferentes formas de gobierno y de organización social como el representado por la oposición de la corte y el país. Por último, al igual que la tierra y Landschaft , el término país se podría aplicar a la vez los territorios autónomos que se han vuelto parte de un mismo Estado más grande llamado un país” (Olwig, 1996: 635) 38 Expresiones en el inglés como " commonwealth " y " paisano " en la raíz latina, lleva a significados que se refieren a una noción más abstracta de la virtud colectiva de la comunidad (Robbins 1961).

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El paisaje pre-científico es parte de las primeras concepciones o formas de administración territorial y de organización de comunidad que se estableció antes de la creación del Estado moderno, articulado a la instauración de sistemas de administración de producción agrícola, la organización, control e identidad territorial histórica de las culturas, las cuales se ataban a creencias religiosas, formas de vida cotidianas y tradicionales (Olwig 1996). En este sentido, si bien los planteamientos de Kevin Lynch estudiados inicialmente en el presente documento, analizan los alcances de las representaciones del paisaje y su influencia en la sensibilidad social de la ciudad moderna, es necesario como se argumentó anteriormente, indagar por los orígenes históricos del pensamiento moderno en relación con la idea de paisaje, profundizando igualmente en el ámbito científico, y su instrumentalización enmarcada en el control del territorio en diversos periodos de la historia. Paisaje como concepto científico En el paisaje pre-científico, como fue expuesto anteriormente, primaba la representación de la imagen, la descripción estética e igualmente representaciones de control sobre la naturaleza y relaciones sociales. Los artistas al plasmar su concepción de paisaje, ya sean en sus obras, pinturas, poemas, teatro, cosmografías, o al diseñar jardines, expresan en sus obras lo que perciben y sienten que es el paisaje, no lo que es total e íntegramente. Posteriormente en el siglo XIX, empieza a crearse una brecha entre el arte y la ciencia39, en este periodo el concepto se incorpora como parte del saber científico de occidente, sus inicios como se resaltó estuvo a disposición del reconocimiento de territorios colonizados y para la recopilación de información para la toma de decisiones de las coronas reales sobre sus colonias, resultado de exploraciones con alto sentido científico (Cosgrove 1985). Pero no fue hasta la aparición del geógrafo alemán Alexander Von Humboldt (1769-1859) en el periodo clásico de la ciencia geográfica, que en sus obras científicas habló de paisaje, definiéndolo como «el carácter íntegro de un trecho de la tierra» (Másmela 2010, 16,17). Científico formado en el romanticismo alemán, escuela de pensamiento que presta gran atención a «las percepciones y vivencias de la naturaleza y del paisaje, ofreciendo puntos de vista que se acercan mucho, por sus intenciones y contenidos, al horizonte de la geografía moderna» (Ortega 1999, 121). Al analizar cualquier paisaje, «el sujeto romántico 39

El único lenguaje que puede ser considerado científico es el lenguaje lógico, «el lenguaje retórico, poético, es excluido del andamiaje de la ciencia (que por su parte incluye a la filosofía en cuanto metafísica). El pensamiento racional pretende tener ‘apresada’ a la esencia de los fenómenos, por medio del concepto y de la definición, mediante los cuales puede ‘capturarla’. De este modo, los fenómenos están ‘fijados’ de una vez y para siempre en una abstracción necesaria de tiempo y lugar. El mero ‘lenguaje humano’, es decir, nuestro lenguaje ordinario, que hace uso de imágenes, metáforas y analogías, no puede pretender ser científico» (Grassi 2006, 9).

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contempla, siente e imagina; pero también observa, piensa y razona» (Urquijo y Barrera 2009, 238)40. Humboldt tomó las banderas del paisaje monista pre-científico, aquel landschaft, en el que naturaleza y cultura son inseparables y, por ende, necesarias a la hora de examinar los hechos ambientales, entendiéndolos «como totalidades vivas y organizadas, como conjuntos de componentes relacionados y vertebrados, como unidades con armonía interna» (Ortega 1999, 122). Humboldt, al describir el paisaje como unidad totalizadora (holismo)41, se oponía a las ideas cartesianas y newtonianas que veían el todo como la unión de elementos, «como un inventario» de objetos y fenómenos que se pueden estudiar por separado (Navarro 2003, 9), contradiciendo aquellas perspectivas y teorías que excluían al ser humano de los análisis de la realidad. El paisaje en Humboldt sirvió igualmente como elemento metodológico comparativo e integrador para analizar los fenómenos, procesos biofísicos y sociales, de esta manera comprender el universo, conocer el propio orden de la naturaleza y su armonía (Capel 1981). De esta manera con la obra de Humboldt se afirmó el concepto de paisaje en la historicidad de la Geografía como concepto científico y no solo parte explicativa de la cosmografía, desarrollándose luego dentro de la Geografía Regional, constituido por las ideas de geógrafos alemanes y franceses principalmente. El objeto de estudio fue el paisaje o la región, los cuales eran considerados entonces como una totalidad y por lo tanto, se debía, no solo explicar sino también comprender hermenéuticamente (Gómez 1979, 4), lo cual conllevó a otorgarle su identidad o carácter de síntesis e integralidad frente a su explicación de la realidad natural y social. En los estudios regionales uno de sus representantes más importantes fue Vidal de la Blache (1845-1918), quien rechazaba el positivismo de Auguste Comte (1798-1857), el determinismo geográfico42, y la descripción enciclopédica de lugares. (Urquijo y Barrera 2009,

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La génesis del proyecto intelectual humboldtiano deriva en la convergencia de tres corrientes de pensamiento: dos de ellas científicas (la botánica y la geognosia, estudio de la génesis y evolución de las rocas), y una tercera de carácter filosófico y literario (el idealismo, el romanticismo y filosofía de la naturaleza) (Capel 1981). 41 Etimológicamente, «el término holismo procede del griego y quiere decir ‘todo’, ‘entero’ o ‘completo’. De acuerdo con esta significación, han sido consideradas como concepciones holistas aquellas que concebían el objeto de su estudio como una ‘totalidad’, relegando a un segundo plano el que ésta ‘totalidad’ estuviese compuesta por una serie de elementos individuales» (Gómez 1979, 4). 42 Según Capel y Urtega, «los factores reduccionistas contribuyeron al surgimiento de lo que se conoció como determinismo geográfico que es no solo una aceptación de la influencia del medio físico sobre las actividades del hombre (dictadura de la naturaleza), sino también una búsqueda del riguroso encadenamiento causal existente entre los factores físicos y los fenómenos humanos» (Ramírez 2003, 175).

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240)43. Algunos de estos estudios realizados desde este enfoque muestran al medio como un simple contenedor en el que se desarrollaban actividades sociales y productivas, diferenciadas por las capacidades y aptitudes físicas de las diferentes regiones. Según esta corriente, «el hombre se desenvuelve en la naturaleza en el marco de una dependencia» (Ortega en González 2008, 26). En el tránsito de este periodo, la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882) influyó a todas las ciencias impulsando a las ciencias biofísicas y, desde luego, a la geografía física en específico pero también la geografía humana (Capel 1981, 273), ideas que posteriormente serían introducidas en la forma de estudiar el paisaje desde la biología, la ecología y en la antropología evolutiva, (perspectiva biocéntrica). El paisaje de igual manera se centró en los estudios geomorfológicos considerados por muchos especialistas, el cimiento de la geografía en general para esta etapa de su desarrollo, inserto en el cartesianismo y el positivismo44 (Urquijo y Barrera 2009, 241). En la primera mitad del siglo XX, «se asientan las bases de la nueva ciencia geográfica que será llamada, en Rusia, en el siglo XX, landschaftovédenie o ciencia del paisaje» (Frolova 2001, 2-3). Esta nueva ciencia se guiaría por las bases teóricas del romanticismo alemán, en especial las perspectivas de Humboldt y Ritter. De acuerdo a Marina Frolova (2001), este ideal se irá perdiendo con el paso de los años, tanto así que, la geografía y los estudios del paisaje harán investigaciones más ceñidas al referente biofísico de la tierra (análisis integrado del paisaje). Académicos, como Dokuchaiev y Kruber, intentarán seguir con la idea primigenia del landschaft alemán, pero sus intentos se convertirán en estudios de geografía determinista. De acuerdo a Frolova, «desde el segundo cuarto del siglo XX, la visión ‘naturocéntrica’ triunfa en las investigaciones paisajísticas soviéticas y los elementos antrópicos así desaparecerán de las descripciones. La ‘naturalización’ y la ‘objetivación’ del paisaje corresponden al espíritu general de la época» (Frolova y Bertrand 2006,11). El paisaje encuentra entonces una bifurcación en la investigación de la Geografía y el desarrollo de otras disciplinas, Bolos (1992) caracteriza esta transición del concepto del paisaje en escuelas con tendencias de investigación específicas en diferentes países: escuela alemana, francesa, española, holandesa y rusa centralmente (Bolos1992, 8). Pero estas escuelas tendieron a 43

«Un genuino estudio de geografía regional partía de delimitar una porción de la superficie terrestre para luego describir sus características físicas, humanas y culturales, de modo que dicha descripción llegara a reflejar la personalidad de esa porción de tierra denominada región» (Delgado 2003, 25). 44 Los principios de filosóficos básicos del positivismo lógico (neokantianismo) construyeron ciencias empírico-analíticas, centrándose en la producción fáctica de conocimientos útiles, su interés técnico está dirigido hacia la predicción y el control (Habermas 1995,264); lo cual recayó en una excesiva especialización y atomización de las investigaciones geográficas biofísicas, socioculturales y técnicas, impidiendo los análisis profundos de los problemas de la humanidad y las transformaciones de la naturaleza (Frolova y Bertrand 2006, 256).

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hacer biométricas, positivistas en el análisis del paisaje, siendo pretencioso elevar su estudio como una nueva ciencia, algunos autores lo resaltan con el nombre de «ciencia del paisaje», no obstante estas perspectiva se comportan más como metodologías dentro de la geografía física, específicamente cómo un enfoque ecológico-paisajístico o de ecología del paisaje (Landschaftsoeko/ogie), junto a otros enfoques como el geomorfológico (Gómez 1979, 17, 27). Los principales investigadores de estas escuelas o corrientes del paisaje son: el enfoque ecológico y geoecología de la escuela soviética, alemana y de Europa oriental con Troll, Haase, Neef, Sochava, Isachenko, Rougerie y Beroutchachvili (el estudio del paisaje integrado); la escuela francesa y española con G. Bertrand, Frolova (geosistema), Tricart, Bolos, y la ecogeografía con J. Tricart y J. Kilian, entre otros. Estas perspectivas biofísicas han sido instrumentos complementarios en la toma dedicaciones de la planificación y ordenamiento territorial (urbano, rural y ambiental de conservación y preservación), junto con otras orientaciones específicas como de la «arquitectura del paisaje» y el «paisajismo», han contribuido a la transformación del territorio y paisajes (Santos y Ganges 2002, 45). El concepto de paisaje al transitar por diferentes corrientes, perdió su carácter monista45, en los disímiles campos de investigación (geografía, ecología, biología, arquitectura, antropología o arqueología), configurándose así la dualidad del paisaje, separando los componentes socioculturales de los biofísicos, un indiscutible legado del pensamiento moderno46 (Urquijo y Barrera 2009, 242). Respecto a estas tendencias de análisis del paisaje, la geografía cultural, entendida esta no como una rama de la ciencia geográfica, sino «una manera de estudiar el espacio» (Fernández 2006, 220), generó críticas al determinismo y positivismo del estudio del paisaje. Uno de sus principales representantes Carl Sauer, se alejó de las ideas positivistas dominantes en su época, plantea en su obra Morfología del Paisaje, que el espacio y el paisaje se deben estudiar teniendo en cuenta, tanto los aspectos culturales al igual que los naturales, siguiendo de este modo, el significado original de landschaft, los legados de la escuela francesa de Vidal de la Blache y el pensamiento romántico alemán. De acuerdo a Carl Sauer: 45

Esta concepción idealista considera la naturaleza y la sociedad como un todo armónico universal, parte de una única esencia (una doctrina filosófica centrado en un único elemento «mónada», la cual constituye al universo), conformada por partes íntimamente relacionadas, integradas e impulsada por una fuerza interna, siendo Humboldt un representante de este pensamiento romántico, legado de la filosofía presocrática (articulada a Parménides), posterior Renacimiento y fundamento del pensamiento romántico alemán (Goethe, Heidegger, entre otros) (Capel 1981, 8). 46 «Desde la filosofía trascendental de Kant y hasta la ciencia de la complejidad de Prigogine, la epistemología ha buscado disolver el dualismo ontológico que se estableció como principio metodológico para la producción del conocimiento científico a partir de la disyunción entre objeto y sujeto del conocimiento» (Leff 2004, 71).

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Cada paisaje tiene tanto individualidad como relación con otros paisajes, y lo mismo es cierto para las formas que lo integran. Ningún valle es realmente semejante a cualquier otro valle; ninguna ciudad la réplica exacta de alguna otra ciudad. En la medida en que estas cualidades permanezcan completamente aisladas entre sí, están más allá del alcance del tratamiento sistemático, más allá del conocimiento organizado que llamamos ciencia. (Sauer 1925, 6).

A pesar de los intentos unificadores de esta crisis epistemológica que querían aminorar tanto geografía regional, y la geografía cultural, el análisis que predominó durante gran parte del siglo XX en las investigaciones del paisaje, fue la división cultura y naturaleza, representada en la ciencia espacial o geografía cuantitativa; lo cual, recaería en la pérdida de la identidad del carácter integrador de la geografía, bifurcando a la geografía humana y física (Peet 1998:1). Esta división interna, al igual que en otras ciencias sociales como la antropología, buscaba que por medio de sus estudios, se lograran crear leyes y modelos generales para explicar el comportamiento de las diferentes comunidades, intentando ajustarse de esta forma al método científico de las ciencias exactas o ciencias duras. La aproximación teórica y metodológica de la Geografía al espacio cuantitativo, hizo que se fortalecieran los postulados de la modernidad, especialmente el dualismo ambiental, aportando de este modo instrumentos metodólogos y tecnológicos que junto a estudios económicos, serian utilizado por la planificación del desarrollo para apropiar con mayor rapidez y facilidad, los «recursos ambientales». En consecuencia, el paisaje fue utilizado como una metodología articulada a modelos espaciales para cuantificar, delimitar, monitorear el territorio y tomar decisiones para su ordenamiento y explotación. Para estas investigaciones, los modelos deben pasar por alto la conducta, las percepciones, actitudes, valores y simbolismos que las sociedades dan a la naturaleza, el territorio y sus paisajes. A partir de estos planteamientos, «la Geografía abandonó sus pretensiones de ciencia singular, se tornó abstracta, y el paisaje, como objeto principal de estudio, cedió su puesto al espacio» (Yeates 1972; Holt-Jensen 1980; Stoddard 1982; Butler 1986; Haggett 1994). En palabras de Unwin (1995,173), «los intereses centrales giraban en torno al espacio, a la cuantificación y a la elaboración de teorías» (Delgado 2003, 36). Como resultado de esta revolución cuantitativa, los estudios del paisaje se centraron en los aspectos físicos de estos, es decir, estudios hídricos, de suelos, de geomorfología, riesgos naturales y de ecología, entre otros, expulsando de sus análisis, las perspectivas y estudios interrelaciónales de las comunidades con la naturaleza. Uno de estos enfoques son la ciencia del paisaje y la ecología del paisaje, la cuales no profundizan en la dimensión sociocultural histórica del paisaje en sus estudios. Con respecto a estas formas de examinar la realidad desde la Geografía, Estébanez (en González 2008, 30) argumenta que: «la 398

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geografía cuantitativa es más una renovación metodológica […] Se dirige a la apariencia del paisaje más que a la esencia». De esta manera, con el anterior recorrido se hace evidente las interrelaciones del estudio del paisaje en el contexto del pensamiento moderno y relación inseparable con la historia del ordenamiento del territorio. A continuación se enumeran elementos estratégicos que han contribuido para su uso y vigencia en los diversos estudios de las relaciones cultura-naturaleza de occidente y relación con la planificación territorial: 1. Es un concepto que facilita sintetizar e integrar las relaciones históricas de la cultural humana frente a las formas de apropiación, manejo y control de la naturaleza. Sin desvincular los procesos biofísicos y socioculturales (multiescalares) de un territorio. 2. Permite comprender las relaciones cultura-naturaleza articulando las complejas formas de conceptualización, apropiación del espacio, el territorio y los procesos de territorialidad47. 3. Ha trascendido en la evolución del pensamiento moderno, (monismo y dualidad moderna), articulándose al Positivismo de la Teoría General de Sistemas, Teoría de la Complejidad (sistemas complejos) y socioecosistemas, utilizado a su vez, como categoría de análisis pedagógico (parte de tendencias y academias). Es un concepto que permite realizar análisis críticos frente a las perspectivas y contradicciones del pensamiento moderno de occidente. 4. Es una concepto fáctico (espacial)48, lo cual posibilita su análisis empírico: cuantificable, medible, cronológico (diacrónico) y delimitable considerando sus cualidades biofísicas y los usos del territorio creados por las comunidades. Igualmente establece relaciones multiescalares (espaciotiempo) de procesos biofísicos como socioculturales (Boado 1999: 4).

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La territorialidad considerada como las expresiones de la relación de dominio entre la sociedad y el espacio. De esta manera «examinando el concepto de territorialidad, es posible explorar cómo se ha usado la dominación de la naturaleza para determinar las relaciones de poder dentro de las sociedades humanas». (Unwin 1995: 268). Para Montañez (1998, 124), la territorialidad «es el grado de control de una determinada porción de espacio geográfico por una persona, un grupo social, un grupo étnico, una compañía multinacional, un Estado o un bloque de Estados». 48 Un resultado determinante del análisis del paisaje (revolución cuantitativa) fue la determinación de unidades de paisaje, «espacios con cierta homogeneidad fisiográfica y un proceso evolutivo similar, cuya mayor complejidad reside en su propia delimitación objetiva. Su utilidad en la ordenación espacial es evidente históricamente. Así, el paisaje se convierte en un factor que interviene en la determinación de la capacidad y la fragilidad del territorio para el desarrollo de las actividades humanas» (Santos y Ganges 2002, 46).

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5. El paisaje ha sido utilizado para el análisis, diagnostico, valoración, monitoreo y seguimiento en la planificación territorial (urbana, rural, áreas de reserva y conservación). 6. Su desarrollo teórico y metodológico permite analizar en múltiples escalas problemas territoriales como: impactos, riesgos, problemáticas y conflictos ambientales (Bertrand y Frolova 2006: 257). El paisaje en este sentido, es una conceptualización integradora en los estudios ambientales (Castro y Zusman 2009: 145). De igual forma, se articula en análisis para el estudio integral de procesos adaptativos, respecto a prácticas sustentables o no de las comunidades en su territorio. 7. Al tener un origen monista se ha convertido en un aporte epistemológico, conceptual y metodológico para encontrar caminos de comprensión frente a la dualidad racional de occidente. Asimismo se ha relacionado con el progresivo determinismo y reduccionismo de ciencias biofísicas y sociales, convirtiéndolo en un concepto dialectico, unificador e híbrido en los estudios de la relaciones cultura-naturaleza, los cuales deben ser analizados de manera conjunta como lo plantean Latour (1999), Serres (1999), Santos (2000), Leff (2003), Escobar (2004), entre otros. 8. Es un concepto que facilita la consiliencia del saber entre diferentes ciencias, disciplinas y corrientes artísticas, lo cual permite crear competencias comunicativas e interpretativas entre las diversas formas de conocimiento que lo estudian, como lo plantea Habermas49, esto es fundamental para la evolución del pensamiento científico y construcción de interdisciplinaridad y transdisciplinariedad (Unwin 1995, 267). 9. Actualmente tiene un gran desarrollo en estudios de planeación, respecto al patrimonio natural y cultural de la humanidad inscrito por la UNESCO. Los elementos patrimoniales (materiales e inmateriales) del paisaje solo tienen comprensión en una integración conjunta. Su identidad no está inscrita a un lugar o elemento específico, es parte de una totalidad indisoluble entre cultura y territorio (es la memoria histórica colectiva de los pueblos que se evoca y se materializan en el paisaje). De esta, manera el recorrido del concepto de paisaje en el marco de la ciencia moderna, resalta su importancia para explicar la «administración del paisaje» como parte de la historia del pensamiento de occidente, el ordenamiento del territorio y su relación con la historia de las ciencias, en especial con la geografía. 49

La creación de competencias comunicativas e interpretativas para el entendimiento de los procesos sociales y naturales, estudiados por ciencias y disciplinas (planteado por Habermas), establece una necesaria comprensión de las estructuras de comunicación, articuladas por teorías, conceptos y categorías (espacio, cultura, paisaje, ambiente, sociedad, naturaleza, sistema, estructura…) que permitan diálogo de conocimientos e intercambio de información de distintas disciplinas, creando un marco unificado de entendimiento denominado consiliencia (Unwin 1995, 267; Harvey 2003, 259).

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El analizar el tránsito del concepto pre-científico al concepto científico de «paisaje», establece su vínculo con la estructura y lineamientos éticos históricos de la ciencia, la cual, ha legitimado el uso del concepto bajo la racionalidad instrumental, convirtiéndose en una herramienta para el control del territorio. Contribuyendo a fundamentar y reproducir parámetros a seguir frente a la conceptualización, representación e intervención de la realidad, legitimando la racionalidad espacial y ambiental moderna. Al igual el concepto de paisaje ha fundamentado los sistemas de representación territoriales de occidente, los cuales finalmente se materializan con el uso de disciplinas relacionadas con el ordenamiento y gestión del territorio, dando viabilidad a planes y modelos de desarrollo. El anterior argumento, profundiza en una mirada integral de la administración del paisaje relacionando: pensamiento moderno, arte, ciencia, técnica, poder, naturaleza y transformación histórica del territorio, elementos que en el concepto originario de administración del paisaje de Kevin Lynch no son profundizados. Paisaje científico y concepciones de naturaleza Para finalizar con este aparte es ineludible el análisis de las concepciones de naturaleza50, las cuales se ha convertido históricamente en marcos ideológicos estratégicos que trasforman el espacio, el territorio y sus paisajes, articuladas de igual forma a la racionalidad de la planificación contemporánea. El análisis de las concepciones de naturaleza es sin lugar a dudas, un elemento fundamental para entender finalmente la administración del paisaje. A continuación se articulan dos grandes ideas como son el de paisaje y el de naturaleza, las cuales poseen una larga historia en el proceso de evolución de la humanidad (Harvey en Ramírez, 2003). Como se expondrá el estudio del paisaje es ineludible sin comprender las categorías y conceptos de naturaleza, el paisaje se ha construido bajo múltiples racionalidades espaciales y ambientales en donde las concepciones de naturaleza, legitiman y posibilitan su transformación. No obstante, el concepto de paisaje permite entender integralmente como las concepciones de naturaleza se adoptan e interrelacionan en las valoraciones socioculturales, económicas, y políticas de un territorio, igualmente cómo se materializan dichas concepciones a través de la historia de apropiación y construcción social del espacio. Los conceptos de naturaleza y paisaje logran como se expone en este documento, una complementariedad explicativa, permitiendo un 50

Este concepto es quizás uno de los más complejos del pensamiento occidental, «tal vez por su origen en la frase latinarerum natura: ‘la naturaleza de las cosas’, que desde la antigüedad se usó reduciéndola a natura: la naturaleza de las cosas como naturaleza» (Williams 2002, 177), concepto ontológico de aprehensión e intérprete del universo en que interactúa la humanidad y explicativo de su propia identidad.

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entendimiento de los vínculos de una cultura con el espacio que habitan y transforman, es un elemento central para entender la administración del paisaje. En este sentido el análisis de las concepciones de naturaleza y paisaje en conjunto, establecen marcos interpretativos para estudiar integralmente procesos adaptativos sustentables de las comunidades, al igual que sus consiguientes conflictos territoriales, los cuales se expresan finalmente en la transformación de elementos biofísicos, discursos, reivindicaciones o representaciones del paisaje. Raymond Williams (2002) frente a la no aparente importancia del concepto de naturaleza afirma que «aunque algunas veces pasa desapercibida, la idea de naturaleza tiene una extraordinaria cantidad de historia humana» (Escobar 1999, 274)51. En la historia moderna este concepto ha sufrido una dicotomía o dualidad interna, al igual que el concepto de paisaje en la geografía (dualidad geografía humana - geografía física), separando y diferenciando la «naturaleza» de una «naturaleza no humana», lo humano y lo no humano se ha convertido en un supuesto absolutamente «natural» en nuestro pensamiento. A su vez Williams señala que: […] los sentidos de esta palabra se han desarrollado manteniendo una tensión activa entre tres grandes ámbitos de significado que se mantienen vigentes en su uso contemporáneo: (i) lo natural con la calidad esencial o el carácter de algo; (ii) la fuerza inherente que rige al mundo o a los seres humanos o a ambos 52; (iii) el mundo material ya sea que se incluya en este o no a los seres humanos (Serje 2002, 177).

Las concepciones de naturaleza, de esta manera, se dividen históricamente en dos tendencias dominantes, que han sido representadas en el paisaje: perspectivas «monistas» (unidad y totalidad integrada del cosmos) y «dualistas»: estas ideas han coexistido en los sistemas de pensamiento social (en diversos espacios y tiempos), de acuerdo a condiciones, situaciones, historia e ideologías particulares53. De igual forma, las nociones y concepciones 51

Este concepto está ligado a otro concepto el de nacimiento. Así, la palabra naturaleza tiene la misma raíz que la natividad, nativo, y la nación. Como el filósofo John Passmore lo explica: La palabra "naturaleza " proviene del origen latino “nascere”, con tales significados como de nacer, de venir a la existencia. Su etimología sugiere en este sentido, el origen, el embrión, diferente al sentido actual (Olwig 1996:637). 52 Por ello, «se da el caso que la misma palabra designa la naturaleza en el hombre (la naturaleza humana: instinto, necesidad, deseo) y la naturaleza sin el hombre, antes del hombre, fuera del hombre. La historia, de esta forma, se desdobla en ‘naturaleza’ y ‘humano’» (Lefebvre 1971, 126). 53 Un ejemplo tácito es el choque de concepciones de naturaleza y territorialidad de comunidades germánicas al norte de Gran Bretaña y las ideas monárquicas en el siglo XVI. Mientras que la tradición del norte representaba las cualidades tradición e identidad particulares, muy idealizados del real Landschaft (paisaje), la tradición importada de estilo italiano hizo hincapié en las leyes geométricas intemporales de la estética espacial expresada en escenarios naturales que fueron inspiradas por el pasado clásico ideal de la Roma imperial. La distinción es importante porque estas escenas expresan un concepto de la naturaleza y la ley que es diferente de la expresada por Landschaft originario (Olwig 1996).

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específicas de naturaleza se instauran como hegemónicas por parte de una cultura, alimentando corrientes científicas, convirtiéndose posteriormente en una categoría científica que evalúa, cuantifica y controla dicha «naturaleza» (Ulloa 2002, 140). Lo anterior, ha sido evidente en los discursos de la planificación del desarrollo y ordenamiento del territorio de la sociedad moderna, siendo vinculados con otras categorías o conceptos, como paisaje, ambiente o socio-ecosistema, utilizándose posteriormente para legitimar intervenciones sobre el territorio. Las corrientes de pensamiento moderno relacionadas con el estudio de la naturaleza54 y el paisaje centralmente son: el «constructivismo» idealista de las ciencias sociales (antropocéntrico); y el «biológico» evolutivo, desarrollado en las ciencias naturales o biofísicas (biocéntrico), o simplemente como ideología o como realidad material (Arnold 2000, 11). El constructivismo argumenta que la naturaleza es un producto social, construido por estructuras cognitivas e ideológicas (naturaleza sujeto); es independiente de la acción humana dependiendo exclusivamente de la conciencia que cada individuo concibe sobre ella y su cultura (Squire 2003, 195). Respecto al desarrollado por las ciencias biofísicas ha sido el más difundido históricamente (naturaleza-objeto), la naturaleza es comprendida como un organismo evolutivo controlado por leyes y procesos ecosistémicos55 (Leff 2004, 259), desarticulada de la realidad sociocultural. «Sugiriendo que los seres humanos están de alguna manera fuera de la naturaleza, convirtiendo a la humanidad en equivalente metafórico de un asteroide destinado achocar con el resto de la naturaleza, evitando así la larga historia de cambios evolutivos mediante los cuales los seres humanos han transformado simbólicamente al mundo y a sí mismos » (Harvey 2003, 249).

Estas corrientes de pensamiento como lo afirma Escobar (1999, 277), construyeron la ideología «esencialista» de la naturaleza, responsables de las explicaciones que separan a las sociedades de la naturaleza. Estableciendo concepciones deterministas del paisaje y el territorio, respecto a las relaciones sociedad-naturaleza como el determinismo geográfico, de gran relevancia en el 54

La idea de naturaleza occidental quizá es una de las más poderosas, puesto que con base en ella se ha estructurado el conjunto de categorías que da sentido al mundo moderno. Es una noción central de su cosmogonía, es decir, al marco de pensamiento en el que existimos: «las leyes y principios que organizan las actividades de la vida cotidiana y que defienden los conceptos básicos del tiempo y del espacio, dan cuenta de la naturaleza de las cosas en el mundo así lo real, lo posible, lo tolerable» (Serje 2002, 177). 55 Las bases de esta concepción nacen en el positivismo como método científico. Una concepción filosófica en que la aprehensión del mundo es posible mediante «un empirismo inductivo racionalista y anti-metafísico. A ellos va unida una posición naturalista y un reduccionismo científico en el que las ciencias de la naturaleza se convierten en el modelo de toda cientificidad, lo cual, a su vez, deriva lógicamente en la concepción monista del mundo, que es esencial a este movimiento» (Capel 1981, 269).

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pensamiento occidental predominante en los siglos XIX y XX frente a las construcciones e idealizaciones de otras culturas, de sus territorios y paisajes. William Cronon establece la explicación de las concepciones e «ideas» de naturaleza profundizando en la historia humana, indagando las relaciones entre la sociedad y la naturaleza. Ideas que han contribuido a las concepciones contemporáneas de naturaleza, la explicación fragmentada del paisaje e instauración en las ideas del ordenamiento territorial. En este sentido, las concepciones de naturaleza prístina, jardín e insumo, son «ideas que se han mantenido con el tiempo, aunque con nombres e implicaciones diferentes. De esas tres ideas, las dos primeras atañen a la tradición judeocristiana» (Berry 1999; Cronon 1996b, 1996c) y refieren a la concepción de la naturaleza como elemento prístino (naturaleza/conservación) y como un jardín (naturaleza/dominación) (Barrera 2009, 236)56. La naturaleza como insumo ha sido ampliamente expuesta en las ideas de la planificación del desarrollo y ordenamiento del territorio bajo la racionalidad instrumental y utilitarista moderna, considerándola en su conjunto como recursos naturales: «Aquellos elementos que permitían resolver las necesidades básicas de subsistencia: comer, vestir, habitar, que se toman de la tierra y que constituyen la riqueza de las naciones. Asimismo, eran los elementos que permitían obtener de la tierra los insumos que generaban las mercancías en el capitalismo» (Skinner en Ramírez 2003,193).

En resumen la naturaleza concebida y constituida por la sociedad capitalista. Esta idea es central para comprender como la naturaleza y elementos del paisaje se convierten en propiedad social, pues mediante al transformación de su estado natural por la acción del trabajo, se legitima su dominio “al haber sido cambiado por el del estado común en que la naturaleza lo había colocado, le ha incorporado algo que excluye el derecho común de otros hombres sobre el mismo” (Pipes 2002, 61). Clarence Glacken al respecto, indaga acerca de las concepciones de naturaleza, partiendo del pensamiento griego hasta finales del siglo XVIII, distinguiendo de igual forma tres temas y categorías para la comprensión del uso e implementación histórico de la idea de naturaleza: (i) la idea de mundo diseñado, (ii) la idea de influencia ambiental y (iii) la idea del hombre como agente geográfico. Las categorías se relacionan a su vez con las tendencias conceptuarles que han abordado los estudios del paisaje y la naturaleza: «la ecología, producción e ideología», o de manera equivalente: «naturaleza,

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Cronon, a su vez, analiza «las preocupaciones ambientales contemporáneas, identifica diversas nociones de naturaleza que coexisten aun en el mismo escenario social. Así la naturaleza puede ser entendida como: un imperativo moral, el Edén, un artificio, una realidad virtual, una mercancía o como el diabólico extraño» (Ulloa 2002, 149).

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economía política y creencias cosmogónicas» (Arnold 2000,14)57. Las ideas estudiadas por Cronon y Glaken respecto a las diferentes concepciones permite analizar de forma crítica la dualidad de las ciencias (sociales y biológicas), las cuales fragmentan la esencia del paisaje originario en naturaleza y cultura o entre lo material y lo ideal, separaciones que se legitiman en el pensamiento moderno reflejándose en todas las prácticas culturales (Leal 2002, 129). Lo anterior es fundamental para entender distintas lógicas de concebir la naturaleza, otras, racionalidades territoriales y concepciones de paisaje de culturas no occidentales. Profundizando en las concepciones de naturaleza planteadas por Cronon, a continuación se relacionan de forma específica con el concepto de paisaje, lo cual resalta su relación con el pensamiento territorial de occidente y la administración del paisaje. En este sentido, respecto a la idea de «naturaleza jardín» del judeocristianismo, el autor resalta que, en esta idea la naturaleza se desacraliza, puesto que solo «dios digno de divinidad» eleva a la humanidad sobre ella, puesto que la máxima creación es el «hombre», mediante la creación de jardines se expresa el dominio sobre la naturaleza. Desde luego esta concepción monista se relaciona con el creacionismo, el ser infinito y eterno, paraíso terrenal, el jardín del edén, base de la cosmogonía de las religiones de occidente, en la que la naturaleza glorificada es otorgada para la contemplación (estética), apropiación y disposición (explotación) del hombre58 (Serje 2002, 178; Arnold 2000, 49). Esta idea que floreció en la edad media y en la Ilustración con los inicios de la ciencia mecanicista, fortaleció el imaginario y pensamiento instrumental para reinventar el jardín del edén como proyecto social digno de ser construido en la tierra (Merchant en Serrano, 2007, 89). Respecto a la idea de naturaleza «prístina», la naturaleza se considera anterior a la humanidad fuera de su historia y, por tanto, separada de ella. El problema de esta perspectiva es que no permite ver sus profundas relaciones con la sociedad, dificultando analizar diferencias entre lo socialmente construido y lo natural, contribuyendo a concebir «paisajes naturales» sin cultura, su importancia reside en su articulación con el pensamiento ambiental de la conservación de la naturaleza (Leal 2002, 128). Pensamiento que se pudo evidenciar en la planeación y creación de parques naturales, áreas de reserva en el mundo, con el objeto de mantener dicha naturaleza prístina, alejada de la influencia humana, lo cual a generando conflictos profundos frente al uso manejo y control de comunidades locales asentadas en áreas de importancia ecológica respecto a las políticas de conservación mundial y de los Estados. 57

Arnold (2000, 14) comparte estas distinciones al resumir las ideas de naturaleza en tres líneas de interpretación: la biológica, económica y la cultural, las cuales se han difundido desde Europa al resto de los continentes. 58 La religión como primer sistema de pensamiento social estructurado, inculcó valores y concepciones, creando una conciencia colectiva que ha trascendió en la historia, legitimando prácticas de apropiación y trasformación radical de la naturaleza materializándose en el paisaje.

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De igual forma estas ideas de naturaleza prístina se han transformado a lo largo del siglo XX, manifestándose y sustentándose en el discurso ecológico occidental (biocéntrico) y el activismo ambiental mundial, o en temas que algunos autores denominan «globalización ecológica», guía de las contradicciones del desarrollo sostenible capitalista (Taylor 2002, 1). Por lo tanto, estas concepciones prístinas, jardín o insumo se han convertido en la historia como imperativos en las acciones sociales modernas frente a la realidad material e ideológica de la naturaleza (Arnold 2000,12), inscritas igualmente en los modelos de desarrollo y diferentes tipos de «ordenamiento territorial». En este sentido, las formas de concebir la naturaleza en la historia, están directamente relacionadas con la construcción social del espacio, el territorio y sus paisajes59. De este modo se puede afirmar que el abordaje de los conceptos de naturaleza se relacionan históricamente con el paisaje, y analizados en conjunto, permiten comprender como se ha conceptualizado, apropiado y trasformado el territorio. En el mismo sentido, su estudio permite analizar la materialización de las diversas conceptualizaciones y racionalidades que trasforman el paisaje por los actores sociales. Estos fundamentos tienen gran importancia en la comprensión de los diferentes discursos expuestos en la planificación del desarrollo y el ordenamiento territorial moderno, base para comprender el concepto de administración del paisaje planteado por Kevin Lynch de manera integral. Estas ideas son fundamentales en los estudios territoriales, pues finalmente se articulan en las argumentaciones y discursos que constituyen las políticas y la estructura normativa (asociadas a políticas públicas) donde se regulan las intervenciones, acceso, conflictos de poder, relaciones sociales (choque de significados, representaciones simbólicas de comunidades, de agentes o actores sociales) frente a la naturaleza, el territorio y sus paisajes. Conclusiones La relación ontológica entre naturaleza y cultura convierte al paisaje en un concepto adecuado para analizar, entender los procesos, fenómenos territoriales y problemáticas resultantes de las formas de apropiación y control de la naturaleza como lo pudimos evidenciar en el análisis pre-científico y científico del paisaje. La administración del paisaje, concepto planteado por Lynch, solamente encuentra profundas explicaciones articulando su significado con estudios críticos de ciencias sociales y ambientales respecto a: la racionalidad espacial y ambiental de la modernidad, las implicaciones 59

De esta manera las ideas, concepciones e imaginarios de naturaleza y paisaje son intrínsecas a la producción social histórica del espacio, por tanto, podríamos afirmar, que son inherentes a las practicas espaciales, representaciones del espacio y los espacios de representación de individuos y colectividades, retomando y recontextualizando lo planteado por Lefebvre (1991).

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territoriales de las concepciones de naturaleza, relacionados con los procesos históricos del desarrollo, a la planificación y ordenamiento territorial, o como lo expone Harvey, al investigar la historia ambiental del capitalismo (Harvey 2003; Guha 2000). La administración del paisaje, o planificación y ordenamiento del paisaje60, ha sido ejercida por la lógica instrumental político-económica de la racionalidad moderna donde los procesos de la planificación del desarrollo y el ordenamiento del territorio son pilares de su racionalidad espacial (Santos 2000) y racionalidad ambiental (Leff 2003). Lo cual transforma continuamente los elementos biofísicos y relaciones socioculturales que constituyen el paisaje, esto mediante estructuras de ordenamiento jurídico y administrativo donde se legitima su intervención y define su función social. En este contexto, la administración del paisaje se convierte en extensión e instrumento del discurso y técnicas para el desarrollismo del progreso económico. Por lo anterior, se plantea que la administración del paisaje puede definirse como: el control de la transformación de la naturaleza y dominio de las interrelaciones sociales territoriales que originan el paisaje, sujeto a las necesidades sociales, económicas y políticas, sustentadas en concepciones culturales frente a la naturaleza. Se articula a la racionalidad espacial y ambiental histórica de la sociedad moderna, inserta en la instrumentalización de la planeación, el ordenamiento territorial y modelos de desarrollo. Igualmente se vincula a las formas de apropiación, prácticas espaciales y organización de comunidades o culturas no occidentales, las cuales construyen paisajes únicos, bajo sus propias concepciones territoriales, necesidades y planes de vida. Aun cuando la idea de «administración» fue tomada en el presente escrito para resaltar las relaciones del paisaje con las estructuras que lo han transformado, en lo que podemos denominar la historia ambiental de la modernidad, respecto a la planeación del territorio o ideas similares a estas concepciones occidentales, esta también se han llevado a cabo históricamente por otras culturas, bajo otros tipos de saberes, racionalidades territoriales y relaciones con la naturaleza. En este sentido, la construcción primigenia que origina el paisaje hace necesario que un grupo social desarrolle concepciones e instrumentos a través de los siglos mediante cuatro dimensiones centrales: a) Técnicas y habilidades que les permiten obtener sustento y proteger de las contingencias del medio; b) herramientas para defender y para facilitar sus labores de supervivencia; c) instituciones políticas, «administrativas», religiosas y sociales de varios tipos que les permitan organizarse de acuerdo con 60

En el ámbito de la planificación y la ordenación territorial, el paisaje constituye un elemento, variable o recurso esencial como los demás recursos del medio físico, por ello su estudio y valoración es de vital importancia y «debe ser previo a cualquier proyecto de ordenación» (Escribano 2010, 37).

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su propia realidad, y d) arquitectura que favorezca las condiciones de vida buscadas por el grupo (Fernández 2006, 231). Finalmente, para comprender más profundamente la administración del paisaje es fundamental resaltar que esta perspectiva enfatiza en una dimensión integral del concepto, respecto a sus dimensiones “concretas y subjetivas”: las dimensiones concretas hacen alusión respecto a la realidad objetiva representados por los elementos biofísicos constitutivos del paisaje, la dimensión subjetiva que se interrelacionada a la anterior está sujeta a las representaciones, percepciones y valoraciones culturales que legitiman acciones en el paisaje. Estas dimensiones del paisaje dialogan en una retroalimentación constante.

ORDENAMIENTO TERRITORIALY ADMINISTRACIÓN DEL PAISAJE

Relaciones Socioculturales.

Relaciones Político- económicas Relaciones Sociedad-Naturaleza Construcción del paisaje en Espacio-Tiempo

Elementos y características Biofísicas (valoraciones).

Relaciones territoriales multiescales

Figura 2: Modelo conceptual de la construcción del paisaje y su relación con la planeación y administración del paisaje.

En el gráfico anterior se plantea cómo el ordenamiento territorial, la planeación y la administración del paisaje se estructuran en múltiples relaciones territoriales, las cuales siempre se encuentran en constante interacción dinámica. Se hace evidente la influencia de la planeación territorial que se inserta o influye en las «relaciones sociedad-naturaleza», materializándose en la construcción social del espacio a través del tiempo. 408

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Lo anterior se hace posible mediante el control y predominio de una racionalidad espacial y ambiental de la planeación en las «relaciones socioculturales» que construyen el paisaje (percepciones, identidades, representaciones culturales frente a los elementos del paisaje, establecidas en una cultura específica). Igualmente esta dinámica está ligada a la incidencia en los procesos y relaciones «político-económicas» que se llevan a cabo en el territorio concretándose en el paisaje. Lo mencionado se articula a través de proyectos de desarrollo de gobierno (planeación y planificación de múltiples escalas espaciales y temporales) que están sujetos a tipos de gobierno, la estructura de poder normativo constitucional estatal que los viabilizan o restringen y, a su vez, intermedian en las disputas territoriales del paisaje. Todo lo antes mencionado, no se podría llevar a cabo indudablemente, sin las características ambientales o biofísicas del paisaje en particular, ya que estas confieren su identidad, la cual cobra sentido integrándose con las valoraciones y usos sociales predominantes como: paisajes con alto valor escénico, de conservación, producción agropecuaria, potencial minero energético, áreas de control estratégico, entre otros. Por ello es necesario resaltar que las cualidades ambientales posibilitan y se convierten en factor estratégico para las acciones del poder y racionalidad de la planeación, delimitándolas, administrándolas, determinado su uso, o función social e importancia en estrategias de control territorial. En este sentido el paisaje y el espacio respeto a su sistema de objetos, como los define Santos, son determinante para la acción social (Santos 2000, 75, 84). Igualmente, en el gráfico, se hace alusión a la articulación de las múltiples relaciones territoriales multiescalares (globales, estatales, regionales y locales), que influyen en la planeación y administración del paisaje, pasando por la influencia de las tendencias de orden mundial (geopolítico) en relación con la globalización, los modelos y recetas para el desarrollo, donde cada modelo determina el tipo de planeación del territorio rural y urbano (Escobar, 1999). Esto está sujeto a los planes de gobierno y de ordenamiento del territorio de los Estados junto a los planes de gobiernos locales y las acciones de los agentes o actores sociales que finalmente administraran y transforman el paisaje61. Retomando los argumentos de Lynch, lo anteriormente señalado, ha conducido a tres líneas interrelacionadas, o tipos de administración del paisaje, que se han inscrito en la historia reciente: 61Es

necesario señalar que los agentes o actores sociales no actúan simplemente bajo la influencia de estructuras sociales imperativas (estructura) que condicionan la naturaleza de la acción y decisión social (agencia), ni tampoco las acciones y decisiones sociales se desarrollan desarticuladamente, estas se generan dialécticamente de manera complementaria en espaciotiempo, lo que Giddens (1984) denomina relación agencia-estructura (acción-estructura) o para Milton Santos la geografía de la acción (santos 2000, p. 72).

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 La primera ligada al desarrollo y vínculo con la planeación urbana.  Una segunda atada a la administración (explotación de recursos naturales) y a su vez conservación de áreas naturales.  Y una tercera, sujeta a la preservación del paisaje, las valoraciones del patrimonio natural y cultural histórico (Lynch 1992, 18). De igual manera, en las últimas décadas, han incursionado estudios del paisaje referentes: (i) el paisaje en la arquitectura urbana (paisajismo), en relación con ciudades sostenibles, la calidad visual del paisaje (cuencas visuales) y la denominada gestión del paisaje, que busca la protección, gestión y ordenación del paisaje como instrumento de planificación comprometido con la competitividad y sostenibilidad territorial (Bosque y Cortina 2009, 377). (ii) Otra perspectiva referente al estudio del paisaje, se relaciona con el desarrollo de análisis ecosistémicos, muchos de ellos investigan para una mejor comprensión de las relaciones sociales con la naturaleza, como la propuesta de la Evaluación de Ecosistemas del Milenio de la Organización Mundial de la Naciones Unidas (ONU 2005), la cual plantea una reinterpretación de las relaciones culturanaturaleza y del paisaje, mediante el estudio de «socio-ecosistemas», dirigido a transformar las practicas socioculturales en beneficio de un desarrollo sostenible y protección de la biodiversidad (paisajes sostenibles). En esta misma línea de análisis, otra importante referencia es la directriz sobre: (iii) paisajes culturales y naturales patrimoniales que entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Cultura y Ciencia (Unesco, 2002), la cual se convierte a su vez, en eje para la toma dediciones territoriales con relación a paisajes considerados de importancia cultural y natural para la humanidad (Pérez y Parra 2004, 11). (iv) Otra organización de importancia en el estudio del paisaje, como marco para el ordenamiento territorial a nivel internacional proviene del Convenio Europeo del Paisaje, elaborado por el «Consejo de Europa, el cual fue presentado oficialmente en el Palazzo Veccio de Florencia el 20 de octubre de 2000». El Convenio representa el reconocimiento e importancia teórica y metodológica del paisaje para el ordenamiento territorial contemporáneo y sus diversas problemáticas. Profundiza centralmente en el marco jurídico del patrimonio paisajístico europeo, dirigido a construir propuestas políticas, protocolos y articulación con otros convenios frente a la preservación, gestión y ordenación del paisaje. No obstante, la perspectiva en mención como las demás perspectivas estéticas e instrumentales del paisaje, está encaminada desde luego a las necesidades y contextos de los países del viejo mundo. Para concluir este escrito se retoma un último argumento de Lynch, el cual hace un cuestionamiento importante ¿Quién debe controlar y planear el paisaje? lo cual se relaciona con la participación y un proceso de planeación del territorio más incluyente: «una entidad pública debería estar comprometida no solo con 410

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la adecuación del entorno a las necesidades de los ciudadanos, sino además con darle a estos la capacidad de controlarlo hasta donde sea posible» (Lynch 1992, 17). Bajo esta premisa, podrían conducirse los estudios del paisaje vinculados a las ideas del desarrollo alternativo, desarrollo endógeno, etnodesarrollo, la autodeterminación de los pueblos, derecho consuetudinario indígena, e indudablemente fundamentados por las teorías de la geografía crítica, la ecología política, la historia ambiental, pensamiento decolonial y otras formas de saberes culturales (construidos por las comunidades y organizaciones urbanas, campesinas, afrodescendientes, indígenas raizales y de genero). Lo anterior, apoyado por corrientes como el pensamiento ambiental latinoamericano (Leff 2002), en el cual hace un llamado a estudios desde las vertientes de todas las ciencias, para la solución consecuente de las problemáticas territoriales de Latinoamérica, donde las perspectivas de investigación y los análisis del paisaje contribuyen indudablemente para su construcción62. Lo argumentado nos conduciría a la construcción de un «pensamiento del paisaje latinoamericano», el cual tendría como objetivo inicial: «deconstruir» las grandes ideas del paisaje en el pensamiento de la modernidad, enfrentándolas a las realidades y problemáticas territoriales de los paisajes latinoamericanos. Retomando el significado originario del paisaje, orientando de manera consecuente su investigación a una concepción ontológica, que indague en el diálogo de saberes culturales, contribuya al reconocimiento de las diversas comunidades que construyen el territorio y en los que debe, finalmente, recaer su planeación.

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En este sentido, el paisaje debería retomarse como una categoría de análisis crítica, frente a la racionalidad de la homogenización cultural y territorial contemporánea, ejercida por la globalización y su desarrollismo, tal como lo hicieron las culturas de los pueblos germanos en el medioevo, reivindicando su significado originario de género de vida en una organización territorial colectiva, tal como concebían al paisaje o landschaft. De este modo enfrentaron al colonialismo monárquico europeo, a la construcción de modernidad de la época. Por tanto es en la reivindicación de las racionalidades y representaciones de la diversidad cultural y significados de los paisajes milenarios, donde se legitimaría una resignificación del paisaje, el cual contribuiría con otras racionalidades espaciales y territoriales que han sido segregadas en la historia moderna, en la historia de la planificación del territorio y que hoy persisten en América latina. En los territorios en los que se ha legitimado la invención del tercer mundo, donde se evidencian los resultados de las contradicciones del desarrollo, el origen del denominado subdesarrollo.

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