Actividades profesionales en el entramado urbano ovetense del siglo XVIII. Una aproximación a su estudio

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Actividades profesionales en el entramado urbano ovetense del siglo XVIII. Una aproximación a su estudio Alberto Morán Corte Patricia Suárez Álvarez Universidad de Oviedo Abstract In the eighteenth century, Oviedo as administrative capital city, brought the bulk of the professional sectors of the region. In this way, bureaucratic occupations, those related to the service sector, trade, or craft work, helped shape the urban fabric of the city. The wide documental corpus for the Early Modern Age, allows us to do a clasification by sector or gender, and to analyze the spatial distribution of some sectors and their time evolution. In this paper we approach this socioeconomic reality, and investigate the similarities and divergences with other historical moments.



1. Introducción



Debido al carácter rural de la Asturias moderna durante aquellos siglos modernos se caracterizó por una economía de subsistencia en gran medida determinada por el propio terreno con amplias áreas boscosas, zonas montañosas e incluso lugares que permanecían nevados tres cuartas partes del año. Era también el terreno, y continúa siéndolo, el responsable de la densidad demográfica del Principado, pues a mediados del siglo XVIII casi el 50% de la población se aglutinaba en los concejos centrales, con las zonas costeras a la cabeza en lo que a prosperidad económica y demográfica se refiere. La excepción más clara a esta regla la conformaba la capital asturiana, Oviedo, enclavada también en el centro, y que a finales de la década de los sesenta del siglo XVIII era el único núcleo que superaba los 6.000 habitantes. Por detrás de ella se situaban algunas villas que apenas traspasaban la cifra de 3.000, como Gijón o Avilés, y los casos de Llanes en el oriente, y de Luarca en el occidente.

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ZONA URBANA AÑOS 1768-1769



CIUDADES

HABITANTES

AVILÉS

3064

CANDÁS

1100

GIJÓN

3038

LLANES

3008

OVIEDO

6246

LUARCA

2979

VILLAVICIOSA

944

Cuadro 1. Población en las áreas urbanas asturianas según el Censo de Aranda.

Como es evidente, era en la capital donde había mayor número de funciones relacionadas con la administración, tanto de la Corona como del propio Principado, además de otras actividades diversificadas. Estas ocupaciones profesionales en el Oviedo del Siglo de las Luces han sido analizadas por autores como López Iglesias a partir de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada y Padrones de Moneda Forera (López Iglesias, 1995), Ansón Calvo que analizó asimismo los padrones de la centuria (Ansón Calvo, 1990) y Bertrand Baschwitz, que en su obra Oviedo, Luces y Penumbra (1750-1800) (Bertrand Baschwitz, 1998), también trató las mismas fuentes que los anteriores. Las dos últimas utilizarían además el documento custodiado en el Archivo Municipal de Oviedo conocido como Profesionales de la ciudad 1771-1772 (Ansón y Lada, 1989. Bertand Baschwitz, 1998)1.

1

Si bien Bertrand Baschwitz lo manejará en su monografía sobre Oviedo, Ansón Calvo dedicará un artículo al mismo en el que expondrá los resultados porcentuales del análisis profesional que el documento ofrece.

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2. Los profesionales de la ciudad 1771-1772 Como ya se ha dicho, el documento conservado en el Archivo Municipal de Oviedo, ha sido tratado con anterioridad por las mencionadas autoras aunque se puede concluir que, en ambos casos, han obviado aspectos sociales de interés relevante. En este documento figura el listado, a priori completo, de todas las actividades productivas y las personas que en aquellos años las venían desempeñando en el núcleo urbano ovetense2. Sin embargo podremos comprobar más adelante como es posible que algunas ocupaciones se hayan omitido en el censo. En él se recogían el nombre, apellidos e incluso apodo de los trabajadores, sus remuneraciones3, la categoría profesional y en ocasiones, la calle en la que desempeñaban tal actividad. No obstante, hemos de tener en cuenta también lo que “omite” el documento, esto es, las profesiones en los márgenes –prostitución y otras ocupaciones que, aunque dentro de la legalidad, no eran reconocidas socialmente como el caso de las lavanderas, etc.– así como algunas otras que en ese momento no se declaran como por ejemplo los labradores. Los datos socio-profesionales que el censo de trabajadores de 1771-1772 nos ofrece son, a pesar de las lagunas referidas, muy ricos y variados. Por un lado, nos permite establecer unas cifras globales sobre las ocupaciones de los habitantes de la capital, número de personas



que se empleaban en ellas y las utilidades correspondientes. Partiendo de estas informaciones, son varias las cuestiones sobre las que podemos llamar la atención. Una de las primeras sobre la que podríamos incidir sería el repartimiento que de los ingresos totales se hace entre las diferentes actividades productivas. A este respecto llama poderosamente la atención el hecho de que entre los mercaderes, que tan sólo representan un 5,07% de la población activa recogida, se repartan el 22,95% de los beneficios. Incluso entrando más en detalle en el conjunto de los mismos, comprobamos cómo las diferencias se acentuarían aún más, pues entre apenas el 12,5% de ellos acumulaban un 59,78% de los rendimientos, que aumentaría hasta el 94,66% si contabilizamos el 44,64% de los mercaderes. Así pues las fuertes diferencias existentes entre los ocupados en este gremio, pueden servirnos como espejo de las desigualdades socio-económicas existentes en el Antiguo Régimen. Otro de los grupos “privilegiados” sería el de los empleados de las rentas, conformado en su mayoría por una serie de prohombres que se encargaban del control de las diversas rentas de la Corona –salinas, tabaco, etc.–, y en el que figuraba el propio Regente, así como abogados, escribanos, etc. hasta dos mozos de almacén, únicos que no figuran como dones, pero los que 2

En el caso de las panaderas también figuran las existentes en la “parroquia de Santullano”, sin embargo al no ser esta una feligresía urbana, no las hemos tenido en cuenta en este trabajo. 3 Esos ingresos en ocasiones los anotan como beneficios diarios, en otros casos semanales y algunas de las veces como ingresos anuales. Esto hizo que tuviéramos que unificar criterios de contabilización para establecer las medias correspondientes.

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llegaban a ingresar más de 1.400 reales al año, cantidad nada desdeñable teniendo en cuenta su oficio. Estos empleados de las rentas representaban únicamente el 1,9%, y sumaban el 12,3% del total de los ingresos. Pero no eran estos los únicos empleados públicos que contaban con unas retribuciones sustanciosas, pues los visitadores, tanto del tabaco como de la sal, siendo apenas el 1,36% de los trabajadores les correspondería el 8,12% del montante total, lo que dejaría unos beneficios medios en torno a los 4.400 reales por cabeza. En el extremo contrario, es decir entre aquellas profesiones menos fructíferas económicamente, podríamos citar el ejemplo de las tejedoras y tejedores. Este gremio pese a representar el 10,4% de los trabajadores, sólo ingresaba el 0,29% de los rendimientos totales. Tampoco los sastres, quienes suponían el 11,5% salían muy bien parados del reparto, pues únicamente les correspondería un 4,64% de los beneficios. Otro de los aspectos en el que podríamos incidir a la luz de la documentación sería el del porcentaje de actividad femenina, algo sobre lo que debemos hacer varias anotaciones. En primer lugar son pocas las ocupaciones en las que “oficialmente” se empleaban las mujeres, sin embargo en aquellas en que lo hacían, solían ser mayoría. De igual modo, podemos hablar de ciertos “espacios masculinos” a los que posiblemente las mujeres accederían por su condición de viudas, es decir trabajos que desempeñaban sus maridos, y que tras el fallecimiento de



éstos quedarían en manos de sus cónyuges. El siguiente cuadro refleja el número de mujeres sobre el total de la población mencionada, el porcentaje de cada una de las profesiones sobre el conjunto y, finalmente, el porcentaje de las mismas respecto el resultado definitivo de la actividad femenina.

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% TOTAL ACT. FEM.

MUJ.

TOT.

% TOTAL

CORDONERAS

14

19

73,68

4,79

CHOCOLATERAS

1

33

3,03

0,34

TEJEDORAS

103

115

89,57

35,27

MAESTRAS

4

9

44,44

1,37

PANADERAS

146

146

100

50

QUINCALLERAS

1

12

8,33

0,34

COMERCIANTES

18

56

32,14

6,16

ESTANQUERAS

5

9

55,56

1,71

TOTAL COMPARTIDOS

292

399

73,18

100

TOTAL PROFESIONALES

292

1105

26,43



Cuadro 2. Porcentaje de actividad femenina en Oviedo en 1771-1772.

Vemos así cómo, en tan sólo una de las actividades en que se constata mano de obra femenina, se ocupa el 50% del total de la misma, esto es en el oficio de panadera, a las que siguen las tejedoras, que representan un 35,27% del cómputo total de los oficios femeninos. En este caso concreto, comprobamos cómo pese a existir una amplísima mayoría de mujeres empleadas en los telares, la diferencia entre el número de maestros y maestras apenas es relevante, existiendo una gran diferencia de género entre los oficiales, donde únicamente había dos hombres, uno de los cuáles se encontraba bajo el mando de una maestra.

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CARGO



%

MAESTROS

10

8,70

MAESTRAS

13

11,30

OFICIALES

2

1,74

OFICIALES

88

76,52

APRENDICES

2

1,74

TOTAL

115

100

Cuadro 3. Especialización laboral en el gremio de tejedoras.

3. La distribución profesional en Oviedo



Otro de los aspectos que pueden estudiarse y más aún cruzándolo con otro tipo de documentación municipal como podrían ser por ejemplo los padrones de moneda forera, sería el de la distribución geográfica de los trabajadores. Si bien esto no se constata en todos los gremios, sí se hace en algunas profesiones, como pueden ser nuevamente el caso las tejedoras y los tejedores.

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CALLE

Nº TELARES

Nº TRABAJADORES

TALLERES

POSTIGO

15

13

2

SANTA CLARA

10

8

1

SANTO DOMINGO

8

6

2

PUERTA NUEVA

24

21

4

ROSAK

35

36

8

VEGA

9

7

2

ESTANCO

25

24

4

TOTAL

126

115

23

Cuadro 4. Talleres, telares y trabajadores en las distintas calles de Oviedo.



A rasgos generales, podemos ver cómo en Oviedo, y a pesar de ser muy común la dispersión profesional, algunos grupos se distribuían de forma regular por determinadas calles, mientras que otros no parecían obedecer a ningún patrón de distribución. Representando los datos de forma gráfica sobre el conocido plano de Reiter, podemos ver que los canteros, por ejemplo, se concentraban en su mayoría en la zona norte de la ciudad mientras que otras profesionales, como las panaderas, se hallaban dispersas. También como los trabajadores textiles abundaban en las calles del Rosal, Postigo, Puerta Nueva y Estanco, o el caso de los herradores que se ubicarían también en la zona sur, aunque con cierta presencia en otros puntos.

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Mapa 1. Distribución espacial de algunos profesionales sobre el plano de Francisco Reiter.

Sin embargo esta distribución parece no haberse mantenido, en algunos casos, estática en el tiempo. Cotejando nuestra información con trabajos en los que de alguna manera se atiende a la distribución profesional en la capital asturiana en épocas anteriores, concretamente con los de Álvarez Fernández (Álvarez Fernández, 2009) y Argüello Menéndez (Argüello Menéndez, 2008), podemos apreciar algunas variaciones. Las etapas cronológicas con las que hemos establecido la comparación, en base a la bibliografía existente y disponible, son los siglos XIII-XIV, el XV y en ocasiones el siglo XVI. A causa de la escasez de trabajos no hemos podido comparar la información extraída de nuestro documento con el siglo XVII. Para la representación en el mapa, hemos asignado un color a cada una de las etapas de las que tenemos información, verde (siglos XIII-XIV), amarillo –siglo XV, después de la crisis finisecular del XIV que, obviamente, determinó en buena medida la evolución económica de la ciudad–, rojo para la década de los 50 del siglo XVIII y azul para la de los 70. El tamaño responde al porcentaje –más grande, mayor proporción– de profesionales que aparecen en las fuentes.

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De este modo, podemos ver cómo los carpinteros se agrupaban intramuros en época medieval a excepción de los siglos XIII-XIV, cuando los encontramos en la calle del Carpio, localizada a extramuros, y donde a finales de siglo XIII se estaba construyendo la muralla (Argüello Menéndez, 2008: 100). Esta situación variaría en el siglo XVIII, centuria en la que se hallaban diseminados por toda la ciudad.





Mapa 2.

Igualmente, los herreros se localizaban intramuros, en la calle que llevaba su nombre, la Ferrería y sus prolongaciones, para luego ubicarse fuera de la cerca en el XVIII, con un breve recuerdo a su antiguo emplazamiento en Escorrales, plaza próxima a la citada calle del gremio. La resolución de que los herreros y herradores establecieran su lugar de trabajo fuera de la cerca queda patente a lo largo del siglo XVI, tras el incendio de la ciudad, acaecido en 1521. Así el 23 de noviembre de 1526, la ciudad manda notificar a los herreros y herradores que no “fierren” en la calle de la Ferrería o debajo de los hórreos (Coronas González, 2003: 253), notificación ésta que da a entender el incumplimiento de aquella que mandaba retirar las fraguas de la calle Ferrería en el año 1524 (Álvarez Fernández, 2009: 304).

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→ Mapa 3.

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Caso distinto es el de los sastres que se hallaban distribuidos por toda la ciudad, aunque en mayor medida en torno a las calles linderas con la sede de su cofradía, La Balesquida, así como en los ejes de la calle Cimadevilla y Socastiello, es decir, preeminentemente en la zona norte de la ciudad “cercada” (Argüello Menéndez, 2008: 202). En la Edad Moderna y, como es lógico dado el crecimiento de la capital, nos los encontraremos esparcidos a lo largo de toda la urbe.





Mapa 4.

Los plateros se concentraban en época medieval en la calle que llevaba su nombre, la Platería y también compartiendo ubicación con los herreros, encontrándonoslos asimismo en la Plaza de la Fortaleza. Las calles de la Platería y la Ferrería se hallaban relativamente cercanas a la Catedral, en el barrio episcopal de la ciudad, el que sería en palabras de Álvarez Fernández destino final de los peregrinos procedentes de Castilla (Álvarez Fernández, 2009: 154). En la Edad Moderna, con las peregrinaciones a San Salvador ya en detrimento –o al menos con menor afluencia que en los siglos anteriores–, se situarán en mayor medida en otra de las calles principales, Cimadevilla, centro neurálgico comercial. Tenemos igualmente en el XVIII, plateros y doradores en los arrabales, concretamente en las calles de la Vega y las Dueñas.

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→ Mapa 5.

El gremio de los zapateros, disperso por la ciudad en ambas etapas, presentaba una especial densidad de sus componentes en las calles Cimadevilla y Rua, zonas donde se ubicaba la sede de su cofradía (Argüello Menéndez, 2008: 179). La presencia de puntos dispersos en la Edad Media, fuera de la cerca, correspondería a aquellas tenerías que, ya en el siglo XIII, habían sido instadas a emplazarse extramuros (Coronas González, 2003: 54). Argüello Menéndez pone de relieve los enfrentamientos entre la autoridad de la ciudad de Oviedo y estos profesionales por causa de una ordenanza que prohibía curtir los cueros en casa, finalmente los artesanos trasladarían sus industrias a lo largo del siglo XVI a la zona de Foncalada (Argüello Menéndez, 2008: 316-319). Álvarez Fernández señala que ya en el siglo XVI, la expansión de la ciudad se produjo con “intensidad” a partir del barrio mercantil hacia el suroeste siguiendo la entrada a Oviedo desde León (Álvarez Fernández, 2009: 428). Así pues en el XVIII además de en las ya mencionadas Cimadevilla y Rua, y también en la calle Ferrería, se observa una fuerte concentración de estos oficios en la alejada área del Cristo de la Puerta Nueva.

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Mapa 6.

Aunque no es posible establecer una continuidad o ruptura en el espacio en el caso de las actividades textiles, no podemos dejar de referirnos a una industria que, salvando el caso de los alfayates, apenas aparecería referenciada en la documentación medieval (Argüello Menéndez, 2008: 208). La política del Siglo de las Luces que hacía hincapié en el incremento de las manufacturas (Sarasúa García, 1997: 355) y la abundante presencia de lino en los campos asturianos fueron dos factores que propiciaron la expansión de los telares en el Principado de Asturias. Concretamente, y como ya se dijo, en Oviedo había a mediados de la centuria 23 talleres, con 126 telares y 115 trabajadores. Ya vimos como este oficio estaba copado casi en exclusividad por mano de obra femenina en el caso ovetense –cumpliéndose así el ideal de spinning wife de Campomanes–, y su distribución espacial estaba bien definida en los arrabales de la antigua cerca, concentrándose un mayor número de talleres en las calles del Rosal, Estanco y Puerta Nueva. Caso curioso es el del único taller de Santa Clara, con 10 telares, y los de los dos ubicados en el Postigo, con 15. Las calles de la Puerta Nueva y la del Rosal se hallaban próximas al área mercantil de Cimadevilla, y aunque se documenta una expansión poblacional por el término ya a finales de la Edad Media (Álvarez Fernández, 2009: 433), a mediados del Setecientos aún contaba con solares capaces de “dar cobijo” a talleres textiles.

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→ Mapa 7. Ubicación de los talleres textiles en Oviedo (1771-1772).

4. A modo de conclusiones Respecto al ámbito económico, podemos hablar de la presencia de ciertas élites profesionales en la ciudad de Oviedo, entre la que se encontrarían algunos mercaderes, los empleados de rentas, así como también algunos artesanos, tales como los plateros o doradores. No obstante y como fiel reflejo de las desigualdades socio-económicas propias del Antiguo Régimen, en el extremo contrario tendríamos a algunos profesionales como las tejedoras, sastres, panaderas o canteros. En cuanto al trabajo femenino hemos de indicar el relativamente alto número de mujeres trabajadoras “legalmente reconocidas”. Vemos como incluso en algunos trabajos tienen una presencia mucho mayor que en otras ciudades del NW peninsular, como por ejemplo las 103 tejedoras de Oviedo frente a las 22 existentes a mediados del siglo XVIII en Santiago de Compostela (Rey Castelao y Rial García, 2009: 124). Salvando a esta particularidad sí parecen existir muchas otras similitudes, por ejemplo entre las comerciantes donde las mujeres pese a representar más del 30% del total del gremio, la mayoría de ellas no pasarían de ser, al igual que en el caso gallego, un “proletariado comercial femenino” (Rey Castelao y Rial García, 2009: 624

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126). Tal como sucedía en Astorga (Pérez Álvarez, 2011: 360), en el caso ovetense sería entre el gremio de las panaderas dónde más mujeres empleadas nos encontramos. Otra similitud con la vecina provincia de León la encontramos en el hecho de que tanto en Oviedo como en la ciudad de León más de las ¾ partes de la población activa femenina se ocupaba en tan sólo dos actividades, la elaboración del pan y la industria textil (Pérez Álvarez, 2011: 360). En referencia a esa industria resulta llamativo el hecho de documentar entre las tejedoras a mujeres con el cargo de oficial, algo que no sucedía en la Zaragoza dieciochesca (Ramiro Moya, 2002: 166). Respecto a la distribución urbana se puede comprobar cierta dispersión de los diferentes sectores profesionales, por lo general en todas las épocas, aunque sí es cierto que se observa una mayor concentración durante el periodo medieval, con los profesionales localizados mayoritariamente intramuros, o en zonas extramuros pero muy cercanas, algo que también sucedía en el León medieval (Martínez Peñín, 2013). Si se constatará como parece lógico una evolución extramuros mucho mayor en la época moderna. Finalmente podemos observar una fuerte presencia del sector textil en la Edad Moderna, desarrollado quizás al amparo de las recomendaciones del Conde de Campomanes, la nueva política ilustrada, y el modelo de spinnig wife. Con una diversificación espacial manifiesta como sucedía en la ciudad de Madrid (Nieto, 2006: 331-333), aunque en nuestro caso con un pequeño dominio en la zona más occidental de la ciudad.





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