Acontecimiento Freud

July 13, 2017 | Autor: Carlos G. Picco | Categoría: Jacques Lacan, Sigmund Freud, Psycoanalisys
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Descripción

Acontecimiento Freud

Carlos G. Picco



Queremos iniciar el presente trabajo con una breve referencia al
término acontecimiento, parados para ello en la propuesta de Martin
Heidegger, pues que nos será de gran utilidad como acompañamiento y sostén
de las ideas que guían este escrito.
Heidegger hace fuerte hincapié en que hasta su llegada, cada vez que
la filosofía se preguntó por el ser, respondió por el ente. Esto quiere
decir que, sea cual fuere la definición que en las distintas épocas del
pensamiento se dio del ser, tarde o temprano se lo entificó, o lo que
podríamos decir desde el psicoanálisis, se le dio consistencia.
Es entonces que su propuesta va a contramano y es quizás por esto que
Lacan se acercase con tanto interés a la obra del filósofo alemán.
Heidegger piensa el concepto de acontecimiento -o evento- justamente para
referir al ser, no como ente, sino como lo que acaece. El término alemán
del que se sirve el pensador es Ereignis, y lo toma para indicar que hay
allí una referencia tanto al ser como al tiempo, de lo que nos servimos
para entender que el ser no es lo que es, sino lo que está, y que además
solo está en tanto evento, en tanto acaece. Se trata de una coapropiación
entre ser y tiempo, que también es coapropiación entre ser y hombre, en
tanto solo este segundo es el único capaz de pensar el ser.
Esto último nos parece fundamental al momento de entender que al decir
"acontecimiento Freud", o evento Freud –Ereignis Freud-, se vuelve
absolutamente necesario observar la condición de coapropiación, lo que
significa entonces que Freud en sí mismo no es el evento sino que requiere
de un lector que podemos llamar avispado, además de un tiempo preciso.
Esto además nos lleva a pensar, todavía apoyados en Heidegger, en dos
cuestiones de importancia. Por una parte, que al entender que el Ereignis o
acontecimiento es un acaecer del ser, esto al mismo tiempo implica que no
cualquier suceso será tal cosa. Esto es que las condiciones de producción y
de recepción del evento deben ser de un tipo particular para que el evento
se dé. Nos tomamos entonces brevemente de la palabra griega Aletheia,
también trabajada por Heidegger, en tanto se la puede poner a trabajar
junto con el concepto de evento que venimos desarrollando para entender
este acaecer. Aletheia refiere para los antiguos griegos a un salirse del
olvido; develamiento o desocultamiento. Ereignis implica la verdad última y
siempre ausente. Se separa del concepto aristotélico de verdad que implica
la adecuación del juicio a la cosa y da preeminencia a la idea de verdad de
fondo pero ausente. Podemos decir entonces que en el 'salirse del olvido'
–Aletheia- hay una verdad que nunca viene a la presencia, no se entifica, y
que sin embargo esta allí.
Esto nos permite pensar –y proponer- que el descubrimiento freudiano,
tan radical para la época, fue una suerte de Aletheia, de develamiento, que
dejó al descubierto la verdad de lo real que ahora emparentamos con el
Ereignis heideggeriano, lo que ocurrió especialmente a partir de las
elaboraciones posteriores a la primera guerra en tanto la experiencia
analítica se encontró con el límite de lo que luego Freud teorizo como
pulsión de muerte, o un más allá del principio del placer, o la roca viva
de la castración.
Esta primera experiencia de lo real creemos no pudo ser escuchada,
mucho menos leída, y por el contrario, tal como hiciera la filosofía según
Heidegger, se entificó, o se intentó dar consistencia, esto ya en manos de
los postfreudianos.
Llegamos entonces al punto clave del asunto, que es el de comprender
que Lacan completó el circuito de la coapropiación, permitiendo el evento
Freud, o lo que consideramos lo mismo, el evento de lo real.
Es interesante que esta experiencia haya sido, incluso para el propio
Freud, no siempre clara. Es decir, más allá de las rupturas científicas y
sociales que el psicoanálisis solicitó de Freud, hubo algo anterior,
primero, que nos parece el autor bien expone a continuación:


"Mientras escribía en 1914 la «Contribución a la historia del
movimiento psicoanalítico», emergió en mí el recuerdo de algunas
sentencias de Breuer, Charcot y Chrobak, a partir de las cuales yo
habría podido obtener muy tempranamente ese conocimiento. Pero en
aquel momento yo no comprendí lo que esas autoridades querían decir;
me habían dicho más de lo que ellas mismas sabían y estaban dispuestas
a sustentar. Lo que de ellas escuché permaneció dormido en mí sin
producir efecto alguno, hasta que se abrió paso, como un conocimiento
en apariencia original, en oportunidad de las indagaciones catárticas.
Tampoco sabía entonces que al reconducir la histeria a la sexualidad
me remontaba a las épocas más antiguas de la medicina y retomaba el
pensamiento de Platón. Me enteré de ello sólo más tarde, a través de
un ensayo de Havelock Ellis." (Freud, 1925: p. 23)

Consideramos en este tipo de exposiciones la base de lo que podemos
acompañar en la designación de acontecimiento. Si bien antes proponíamos
que ha sido con Lacan que el acontecimiento completa el movimiento, es
menester destacar aquí que el propio Freud es el acontecimiento en tanto no
retrocede ante lo novedoso de su descubrimiento, siendo además capaz de
reconocer que algo en él ya latía en sintonía con esto. Es decir que al ir
creando el psicoanálisis va además descubriendo su inconsciente, trabajando
con él, incluso para reconocer que hay contribuciones anteriores –Breuer,
Charcot y Chrobak- pero que al momento no pudieron reconocerse.
Podemos incluso observar a un Freud que en los primeros momentos, tal
como lo expone en los escritos de tipo historiográficos, tuviese que pasar
por otro tipo de experiencia, el que implicaba cierta renuncia o retirada
respecto del mundo predominantemente empirista en el que se encontraba
sumergido desde el inicio de su formación y hasta 1885-90. Si en la
referencia anterior nos encontramos con un Freud que reconoce la enseñanza
de sus maestros por la marca hasta ese momento invisible que en él habían
dejado, aquí nos encontramos con lo que insistía en él desde un discurso
que no es el psicoanalítico y que se sostiene quizás en una idea de
reconocimiento de los pares. Leemos:

"Yo trataba mis descubrimientos como contribuciones ordinarias a la
ciencia, y lo mismo esperaba que hicieran los otros. Sólo el silencio
que siguió a mi conferencia, el vacío que se hizo en torno de mi
persona, las insinuaciones que me fueron llegando, me hicieron
comprender poco a poco que unas tesis acerca del papel de la
sexualidad en la etiología de las neurosis no podían tener la misma
acogida que otras comunicaciones. Entendí que en lo sucesivo
pertenecería al número de los que «han turbado el sueño del mundo»,
según la expresión de Hebbel, y no me estaba permitido esperar
objetividad ni benevolencia." (Freud, 1914: p. 20)

"…Como contribuciones ordinarias a la ciencia, y lo mismo esperaba
que hicieran los otros…" nos da quizás una referencia de lo que habrá sido
para este hijo del iluminismo el encontrarse con que sus propuestas,
entendidas por él mismo como científicas, fueran rechazadas y tomadas
además como disparatadas o a lo sumo pertinentes de pertenecer más al mundo
de la poesía y la literatura que al de la academia de la Viena de siglo
veinte.
Si bien Freud comenta, a continuación del párrafo antes citado, que
en su momento fue una confianza en su método y en lo que iba descubriendo
lo que lo sostuvo de claudicar –además de fundamentar que algo de las
pasiones se había conmovido en la comunidad con la creación del
psicoanálisis-, también entendemos que este ha sido un camino en algún
punto solitario –dice un poco más adelante en el mismo texto "…en esos años
en que yo fui el único campeón del psicoanálisis (…)" (p. 23)- pero que
además ha producido lo que podemos llamar "el estilo Freud" para referir
una escritura que, sin ser ya la de la medicina anatomopatolgica de la
época, era más bien la que el psicoanálisis requería para diferenciarse. Es
decir, ese estilo de escritura, solo reconocible en Freud, es también el
acontecimiento Freud, en tanto podemos reconocer allí un "hacer con".

¿Qué queremos decir con que el psicoanálisis 'requería' el estilo
Freud? Entendemos que para que el psicoanálisis resultase fecundo y no una
nueva entificación del ser, fue necesario que su creador pasase por un
análisis –¿con Fliess?- a través del cual asegurarse en su artificio
sintomático para llevar adelante este movimiento que era predominantemente
de separación, y poder soportar lo real en juego. Es decir que, si bien el
estilo freudiano se reconoce por su elocuencia, incluso por su belleza, es
en realidad la puesta en juego del buen artificio de ese sujeto, única vía
para sostener su apuesta, ir más allá del padre -¿la academia, la Viena
decimonónica?- obteniendo en ello una satisfacción particular, la de formar
la Asociación Internacional. Tomaremos a continuación un breve extracto de
la conferencia dictada por Jacques-Alain Miller en el Congreso Mundial de
Psicoanálisis de la AMP de 2014, y que creemos refieren nuestro desarrollo:



"Los escabeles están ahí para producir belleza, porque la belleza
es la defensa última contra lo real. Pero una vez derribados los
escabeles, quemados, todavía le queda al parlêtre analizado demostrar
su saber hacer con lo real, su saber hacer de él un objeto de arte, su
saber decir, su saber bien decirlo."


Reconocemos en Freud además ese elemento subversivo en su pensamiento,
plasmado claramente en su obra, para decir y defender una posición que
hacia 1890 ya encontramos afirmada, aunque el desarrollo conceptual todavía
esté en proceso. Es por ejemplo lo que leemos es Tratamiento Psíquico –del
mencionado año- cuando refiere a la relación entre lo anímico, el cuerpo y
la posición de la medicina de su época: "Parecieron temer que si concedían
cierta autonomía a la vida anímica, dejarían de pisar el seguro terreno de
la ciencia" (p. 116).
Freud resalta además desde el principio del texto la relación
recíproca entre el cuerpo y lo anímico, recupera el valor de la palabra
como esencial para la cura y hace fuerte hincapié en el valor fundamental
de la transferencia, todavía no denominada de esta forma, pero ya
tempranamente conceptualizada de la siguiente manera: "La expectativa
confiada con la cual (el enfermo) contribuye al influjo inmediato de la
medicina prescrita depende (…) de su respeto al arte médico en general y,
además, del poder que atribuya a la persona de su médico, y aun de la
simpatía puramente humana que el médico haya despertado en él." (p. 123).
Vemos en esto, como en lo anterior, que lo que se ponía en juego no era
solo una cuestión clínica sino además una ética, lo que nos permite pensar
nuevamente el acontecimiento como lo venimos planteando, haciendo hincapié
en el concepto de coapropiación, para sostener en definitiva que si bien el
inconsciente ya estaba allí, hizo falta la llegada de Freud para darle su
lugar, lo que implica ni más ni menos que decir que no se trató solo del
inconsciente de los enfermos –esto hubiera sido quizás la entificación
antes mencionada-, sino más bien la interpelación del propio inconsciente
freudiano.


Nos interesa a continuación observar los últimos 25 años de producción
freudiana, en tanto es posible encontrar allí la germinación de lo que para
el autor estuvo desde siempre, y que pudo plasmar conceptualmente a través
de los descubrimientos y la experiencia clínica que el psicoanálisis habían
permitido. Lo que respecta del pensamiento freudiano en relación a lo
cultural, la tragedia y la violencia, será la referencia esencial del
trabajo de tesis de maestría.
Partiendo de la idea freudiana, la unidad primitiva que dio lugar a
los fenómenos culturales fue la familia. El origen de ésta es, por su
parte, la necesidad de satisfacción genital periódica que tiene el macho y
que le impulsó a retener a una hembra cerca de sí, como objeto sexual. La
hembra permanece en la unidad familiar con el fin de proporcionar a su
prole la seguridad que le brinda el macho. En esta familia aún no hay
elementos propiamente culturales, pues el padre impone por completo su
voluntad. La asociación entre los hermanos para derrocar al padre es lo que
permitió aparecer a la cultura: los hombres fueron conscientes de que la
asociación de varios individuos podía hacerles más fuertes (más felices).
Esta es la fase totémica del desarrollo humano y en ella el hombre
establece las restricciones necesarias para consolidar el nuevo orden
surgido de la asociación. El fundamento de la cultura, entonces, es doble:
por un lado, las necesidades que imponía el medio ambiente y por otro, la
necesidad de amor sexual. "El muerto se volvió aún más fuerte de lo que
fuera en vida; todo esto, tal como seguimos viéndolo hoy en los destinos
humanos. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos mismos se
lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la «obediencia de efecto
retardado [nachtraglich]» que tan familiar nos resulta por los
psicoanálisis. Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del
sustituto paterno, el tótem, y renunciaron a sus frutos denegándose las
mujeres liberadas. Así, desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos
crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que por eso mismo
necesariamente coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de
Edipo. Quien los contraviniera se hacía culpable de los únicos dos crímenes
en los que toma cartas la sociedad primitiva." (Freud, 1913, p. 145)
En la complejización de las redes culturales aparecen las distintas
maneras de coerción social, ejercidas por los sectores que ostentan el
poder, lo que quiere decir que para que haya cultura es necesario a su vez
una cierta renuncia pulsional por parte de los individuos, lo que desde
otro punto de vista le ha servido a Freud para pensar el porqué de la
guerra y de la violencia.


Haciendo un repaso por los textos en los que Freud trabaja esta
temática encontramos que posteriormente a 1920 las elaboraciones irán
corriendo su interés hacia lo cultural –no exclusivamente, pues encontramos
de esta época textos como Inhibición, Síntoma y Angustia de 1926, o
Análisis Terminable e Interminable de 1937, entre otros-, en tanto Tótem y
Tabú, de 1913, era ya el texto que, además de servir como apoyo para la
propuesta edípica, era además el gran precursor de la temática que tomaría
preponderancia casi quince años después. Destacamos –y tomamos como
antecedentes-, los siguientes textos: De guerra y muerte. Temas de
actualidad (1915), en el que expone su saber en lo referente a las razones
para la guerra en relación a lo cultural, además del concepto de muerte
individual negada en el inconsciente; La transitoriedad (1916 [1915]), en
donde trabaja, a partir de una escena personal, la relación entre lo bello,
la muerte, el duelo, la libido y la guerra hacia el final del texto;
Psicología de las masas y análisis del yo (1921), en donde explica la
psicología de las masas a partir de los cambios en el individuo que la masa
produce e introduce la explicación de la estructura psíquica del sujeto que
expondrá más extensamente en «El yo y el ello» de 1923; El porvenir de una
ilusión (1927), en donde expone que el individuo no está naturalmente
adecuado a la civilización, sino que existen distintos mecanismos de poder,
de coerción, que son los que permiten que la cultura se sostenga; El
malestar en la cultura (1930 [1929]), dividido en ocho apartados, en los
cuales de manera sencilla se exponen las causas e implicaciones que se
originan a partir de la pertenencia a una determinada cultura; ¿Por qué la
guerra? (Einstein y Freud) (1933 [1932]), epístola entre el físico alemán y
Sigmund Freud, en la que cada uno expone sus cavilaciones acerca de las
razones para la guerra y la violencia, y en donde el psicoanalista alemán
hace hincapié en la pulsión de muerte para entender lo anterior; y Moisés
y la religión monoteísta (1939 [1934-38]), publicado solo unos meses antes
de su muerte a los 82 años, y en donde propone un paralelismo entre la
evolución del pueblo judío y los casos de neurosis individual
-procedimiento que también realiza en Tótem y tabú-, al sostener que Moisés
no es judío, sino un egipcio que transmite al pueblo judío el monoteísmo
del faraón Akenatón. Los judíos asesinan a Moisés, abandonando la religión
que éste les había transmitido, olvidando este hecho. Cuando,
posteriormente este recuerdo reprimido sale a la superficie, se originan el
pueblo judío y su religión.
Estos textos listados y brevemente referenciados, constituyen según
consideramos, la última expresión de lo que fuera al mismo tiempo la
utilización de los conceptos provenientes del psicoanálisis, el deseo de
Sigmund Freud de continuar trabajando y la coyuntura de una época sesgada
por las dos grandes guerras. Creemos que hay en ellos una riqueza teórica
imprescindible, la lucidez de un hombre que ha sabido leer su tiempo y su
entorno, pudiendo además formalizar un pensamiento acerca de las razones
que subyacen a ciertos procesos sociales, retomado luego por investigadores
dentro y fuera del campo del psicoanálisis. Eduardo Grüner[1], en un texto
que a partir del concepto de "la cosa política" – Das (politische) Ding-
tal como Freud la definiera, analiza lo que el autor llama "las filosofías
malditas", aquellas que lejos de conformarse con lo dado -con el discurso
del Amo- hacen una propuesta emancipadora, dice que "las preguntas
fundacionales y fundamentales no tienen la misión de cerrar el abismo de
sentido. Tampoco, en verdad, de abrirlo: él está allí, ya siempre abierto
por aquellas experiencias fundantes que constituyen el comienzo de toda
pregunta, sin tener ellas mismas un origen. No: las preguntas tienen la
misión de inquietar el abismo, de hacerlo presente ante los ojos nublados o
bajo los pies afirmados en las falsas certidumbres." (p. 8)
Vale destacar que el mismo Lacan en sus escritos ha reconocido el valor de
dichos textos y de las premisas que los guian, como es el claro ejemplo de
La Agresividad en Psicoanálisis, al decir: "lo que nos interesa aquí es la
función que llamaremos pacificante del ideal del yo, la conexión de su
normatividad libidinal con una normatividad cultural, ligada desde los
albores de la historia a la imago del padre. Aquí yace evidentemente el
alcance que sigue teniendo la obra de Freud Tótem y Tabú, a pesar del
círculo mítico que la vida, en cuanto que hace derivar del acontecimiento
mitológico a saber del asesinato del padre, la dimensión subjetiva que le
da su sentido, la culpabilidad." (Lacan, 1966, p. 109-110)


Para terminar este trabajo, y en consonancia con el último tema que
hemos querido exponer, consideramos de gran importancia recuperar la
siguiente cita extensa, pues refleja el pensamiento de un Sigmund Freud
todavía resplandeciente en el final de su vida, y capaz de hacer por sí
mismo una valoración que nos llama la atención. Nos ubicamos entonces en
el posfacio -escrito en 1935- de la Presentación Autobiográfica,
originalmente escrita en 1925:

"Es verdad que en este último decenio he realizado una buena porción de
trabajo analítico importante, como la revisión del problema de la
angustia en Inhibición, síntoma y angustia, o que en 1927 conseguí el
esclarecimiento terso del «fetichismo» sexual; no obstante, es correcto
decir que desde la postulación de las dos clases de pulsión (Eros y
pulsión de muerte) y la descomposición de la personalidad psíquica en un
yo, un superyó y un ello (1923b)no he brindado ya ninguna contribución
decisiva al psicoanálisis: lo que después he escrito habría podido
omitirse sin daño u otros lo habrían ofrecido pronto. Esto tiene que ver
con un cambio sobrevenido en mí, con un cierto desarrollo regresivo, si
así se lo quiere llamar. Tras el rodeo que a lo largo de mi vida di a
través de las ciencias naturales, la medicina y la psicoterapia, mí
interés regresó a aquellos problemas culturales que una vez cautivaron
al joven apenas nacido a la actividad del pensamiento. Hallándome
todavía en el apogeo del trabajo psicoanalítico, en 1912, hice en Tótem
y tabú el intento de aprovechar las intelecciones analíticas recién
adquiridas para la exploración de los orígenes de la religión y la
eticidad. Dos ensayos más tardíos, El porvenir de una ilusión (1927c) y
El malestar en la cultura (1930a), continuaron luego esa orientación de
trabajo. Discerní cada vez con mayor claridad que los acontecimientos de
la historia humana, las acciones recíprocas {Wechselwirkung} entre
naturaleza humana, desarrollo cultural y aquellos precipitados de
vivencias de los tiempos primordiales, como subrogadora de los cuales
esfuerza su presencia la religión, no eran sino el espejamiento de los
conflictos dinámicos entre el yo, el ello y el superyó, que el
psicoanálisis había estudiado en el individuo: los mismos procesos,
repetidos en un escenario más vasto. En El porvenir de una ilusión
formulé un juicio fundamentalmente negativo sobre la religión; más tarde
hallé la fórmula que le hacía mejor justicia: su poder descansa, sí, en
su contenido de verdad, pero esa verdad no lo es material, sino
histórica.
Estos estudios, que parten del psicoanálisis pero lo sobrepasan en
mucho, han hallado quizá más eco entre el público que el psicoanálisis
mismo. Acaso contribuyeron a engendrar la efímera ilusión de encontrarme
entre los autores a quienes una gran nación como la alemana está
dispuesta a prestar oídos." (p. 67)

Bibliografía

Freud, S., "Tratamiento Psíquico (Tratamiento del Alma)" (1890), Vol.
I, Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "Contribución a la Historia del Movimiento Psicoanalítico"
(1914), Vol. XIV, Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "De guerra y muerte. Temas de actualidad" (1915), Vol. XIV,
Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "La Transitoriedad" (1916), Vol. XIV, Obras Completas,
Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "Psicología de las masas y análisis del yo" (1921), Vol.
XVIII, Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "Presentación Autobiográfica" (1925), Vol. XX, Obras
Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "El porvenir de una ilusión" (1927), Vol. XXI, Obras
Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "El malestar en la cultura" (1930) Vol. XXI, Obras
Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "¿Por qué la guerra? (Einstein y Freud)" (1933), Vol. XXII,
Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Freud, S., "Moisés y la religión monoteísta" (1939), Vol. XXIII, Obras
Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992
Grüner, E. (2001). "La cosa política: El retorno de los trágicos en las
filosofías "malditas" del Siglo XX. Apuntes provisorios para un nuevo
fundamentalismo", Buenos Aires: CLACSO. Disponible en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100613043410/6Gruner.pdf
Lacan, J (1966 [2014]). Escritos 1, Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Lacan, J (1966 [2014]). Escritos 2, Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Miller, J-A., "El Inconsciente y el cuerpo hablante", conferencia
pronunciada el 17 de abril de 2014. Disponible en:
http://wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacio
n=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2745&intIdiomaArtic
ulo=1
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[1] Eduardo Grüner es sociólogo de la Universidad de Buenos Aires (U.B.A.).
Profesor titular de Teoría Política y Social de la Carrera de Ciencia
Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la U.B.A
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