Acercamiento analítico al movimiento estudiantil-juvenil #YoSoy132

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Descripción

25/05/2015

Ángel González Granados

Acercamiento analítico al movimiento estudiantil-juvenil #YoSoy132 Introducción La comprensión a detalle y el análisis de los movimientos sociales en América Latina en la época contemporánea y en la actualidad, pasa necesariamente por la consideración de algunos elementos que nos permitirán abordar la discusión amplia sobre los movimientos sociales, tanto de sus cuestiones orgánicas en el sentido político (estrategias, objetivos, errores, formas, métodos, composición, proyectos) como del estudio y las aportaciones teóricas que se necesitan para entender cómo suceden y han sucedido los movimientos sociales. Con esto quiero señalar que me parece una tarea especialmente compleja el reto que plantea la elaboración de este ensayo. De inicio porque al tratar de extender los referentes y elementos para el análisis sobre ejemplos concretos sin haber profundizado antes en los planteamientos teóricos de los autores, –y por ende localizar las limitacionesel riesgo de sobreinterpretar y cometer errores garrafales es alto. Segundo, porque poner énfasis únicamente en una perspectiva, separando de tajo otras perspectivas que resaltan características importantes, termina por abarcar poco y aislar partes importantes que necesitan ser tratadas. Tercero, porque entonces el resultado será poner inevitablemente el acento teórico y analítico sobre la perspectiva que menos se ignora o más se conoce para no cometer tropiezos metodológicos. De cualquier modo creo que el ejercicio es interesante y nos obligará a sistematizar en algún sentido las aportaciones que se lanzan desde cada trinchera teórica. Pero sobre todas las cosas, pienso que es un ejercicio necesario porque empuja a la teoría y a la reflexión abstracta a enfrentarse con la realidad reciente y así conocer las limitaciones que enfrentaremos como científicos sociales. En este ensayo pondré a debate el sujeto político unitario contemporáneo en América Latina, la perspectiva de los nuevos movimientos sociales y aterrizaré sobre el caso del movimiento estudiantil-juvenil #YoSoy132.

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Bajo esas reflexiones y anotaciones, este trabajo dará mayor importancia al análisis de clase y retomará también algunos otros autores y perspectivas1. Sobre el análisis de clase se reconoce que hay al menos dos perspectivas generales; la del marxismo analítico (Wright) y la de un marxismo dotado de materialismo histórico no ortodoxo (Thompson). A saber, el acercamiento que aquí hago es por demás insuficiente pero también se reconoce este intento bajo el influjo de un retorno necesario de la sociología política marxista, que “[…]no está en el epicentro del debate de los movimientos sociales (o socio.políticos) sino que quedó debilitada por procesos históricos y no logra reactivarse aún […].2”

¿Dónde estamos? El planteamiento para sintetizar las orientaciones analíticas de los enfoques que tratan a los actores y la acción colectiva en América Latina de repente puede parecer disperso. Para tal efecto Manuel Garretón proporciona un camino donde ubica al menos tres grandes categorías3 que nos servirán de herramientas para planear sobre el análisis de los movimientos sociales: niveles o dimensiones (“mundos de vida”, organizacional, histórico estructural), esferas o ámbitos (economía, estructura y organización, política y cultura) y finalmente los elementos definitorios de una sociedad (Estado, régimen y partidos políticos y sociedad civil o base social). En un contexto general de la actualidad, somos testigos de la aparición y agravamiento de diversos elementos que caracterizan al capitalismo y a los proyectos neoliberales que se pueden configurar como especificidades históricas de la actividad humana4. Mencionan

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Solamente no se hará uso de la teorización de Charles Tilly que es pertinente para casos donde se estudia la violencia pero acá primero partiremos de tratar un contexto latinoamericano para después descender sobre un caso en particular que tampoco involucra la utilización de violencia colectiva. 2 Modonesi, Massimo, Marxismo crítico y teorías de los movimientos sociales, En línea: [http://www.proyectoantagonismo.com/proyecto.html], consultado 26 may 2015, p. 4. 3 Garretón, Manuel, “La transformación de la acción colectiva en América Latina”, en Revista de la CEPA, No. 76, Abril, 2002, p. 8-9. 4 Meiksins, Ellen, “Repensar la estructura y la superestructura; La clase como proceso y como relación”, en Democracia contra Capitalismo, Siglo XXI/UNAM/ CEEICH, México, 2000, p, 60.

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Adolfo Gilly, Rhina Roux y Raquel Gutiérrez que a través de cuatro elementos abstractos 5 podremos entender está ofensiva general contra el trabajo bajo todas sus formas, a continuación cito vagamente: 1) El neoliberalismo es una ofensiva política y económica en toda la línea contra la población trabajadora urbana y rural de todos los países de América Latina y ha establecido una nueva forma de uso de fuerza de trabajo basada en su más radical depreciación con la consecuencia de imponer condiciones intolerables para el uso de la fuerza de trabajo. 2) El neoliberalismo como una acción de despojo, de acaparamiento, apropiación y monopolización de la riqueza social creada y acumulada por muchas generaciones; privatizaciones de empresas estratégicas de petróleo, energía eléctrica, y agua anteriormente de propiedad pública, de la seguridad social y los fondos de pensiones de la tierra y los servicios en todos los países de América Latina. Incluso a través de los conocimientos científicos subsumidos a la dominación del capital se permite el despojo de los códigos genéticos, la biósfera y los espacios estelares. 3) El neoliberalismo ha ido de la mano con el desmantelamiento de las estructuras sociales que permitían la posibilidad de ejercicio de determinados derechos colectivos anteriormente reglamentados; por consecuente se convierte al ciudadano en un sujeto aislado y paralelamente se llevan a cabo esfuerzos por contener legalmente la protesta, limitar los derechos de la participación política y la criminalización de la lucha social. Combina entonces, una dinámica de reestructuración de las sociedades por el capital y una ofensiva política contra toda una forma institucional, social o autónoma de las solidaridades entre humanos en esas sociedades. 4) El neoliberalismo, sus ideologías y sus instrumentos y medios de comunicación masiva encarnan además una voluntad dominante de adelgazamiento sistemático y, si es posible, de desvanecimiento de los vínculos y los niveles de solidaridad y de fraternidad entre los humanos en general y entre los oprimidos en especial.

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Gilly, Adolfo, et al., “América Latina: mutación epocal y mundos de la vida”, en Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Agosto, Buenos Aires, 2006, p. 107.

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Sin estos cuatro elementos abstractos a considerar, no se podría entender la “estratificación” social que sufren los movimientos sociales latinoamericanos de los últimos 15 años. Una estratificación social de la cual Manuel Garretón apunta la reconfiguración en lo general de la comunidad política6. De un modo u otro el giro de participación política consistente y de la capacidad organizativa ha recaído principalmente sobre algunos pueblos originarios y culturas milenarias que han logrado resistir la apropiación del patrimonio público de todo tipo, incluido por supuesto, los recursos naturales necesarios para la supervivencia. Esta victoria organizativa probablemente se deba al origen y la distribución sociodemográfica de la población en el continente. Este puede ser el contexto geográfico que ha movilizado políticamente a las comunidades de los pueblos indígenas o sectores sociales con amplia base rural que cumplen con algunas características que les permiten combatir políticamente a sus enemigos: […] su ubicación dentro de territorios locales determinados; organizaciones flexibles; estructuras laxas basadas en la autoridad moral de sus dirigentes tradicionales y voceros; producción de consensos colectivos sobre objetivos específicos; la defensa de los recursos naturales como patrimonio común tanto de la nación como de las comunidades.7

Parece que por estas características, el poder político de movilización y de respuesta ante los embates de los proyectos neoliberales, depende mucho en lo general de aquellas dinámicas sociales y culturales de convivencia que procuren la cohesión en un colectivo. Es decir, en el caso de la determinación local geográfica, esta provee una identificación tal vez tácita de pertenencia del sujeto a un territorio específico, del cual forman parte otros sujetos que gozan de algunos beneficios prácticos, costumbres, lazos afectivos, intereses, entre otros. Por eso la articulación de los movimientos sociales dentro de América Latina, y en otras latitudes pasa también por la importante tarea de recuperar el tejido social y fortalecerlo en contra de las dinámicas auspiciadas por la globalización y el neoliberalismo, patrocinadoras del ensimismamiento de los sujetos en individuos. Inserto en medio de estos elementos descriptivos para la reflexión de los movimientos sociales en América Latina, se encuentra casi por inercia la encrucijada que aterriza sobre 6 7

Garretón, Manuel, Op. cit., p. 17. Gilly, Adolfo, et al., Op. cit., p. 105.

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lo algunos autores llaman “tensiones estructurales”. ¿Qué tanto ha cambiado el mundo desde que se conoce la existencia de los movimientos sociales a la par del desarrollo de la modernidad? Y por lo tanto ¿Qué tanto han cambiado los movimientos sociales? ¿Seguirán teniendo la misma composición? ¿Una forma similar? ¿Un mismo sustento ideológico? Las preguntas van dirigidas por supuesto a la división que se ha hecho sobre los movimientos sociales antes de los años noventa y los movimientos sociales después de los años noventa, donde la distinción generalmente recae en la fuerza y solidez ideológica, orgánica y práctica de los movimientos sociales que tenían como referencia sobre todo el movimiento obrero. Por otra parte casi peyorativamente se consigna a los “nuevos movimientos sociales” como un fenómeno novedoso y falto de concreción orgánicapolítica, disoluto en su identidad y de una efervescencia notoria. Para resolver la encrucijada que ha dividido la discusión sobre los movimientos sociales, es necesario construir una visión lo suficientemente extensa y clara para comprender que es lo que sucede en la historia de los movimientos sociales que divide en nuevos movimientos aquellos que son informales, sin jerarquías y usan medios convencionales (y algunos tildan de despolitizados pues no pretenden tomar el poder político); y los movimientos sociales viejos que suponen una definición concreta de intereses, son jerárquicos y defienden valores materiales.8 Ibarra y Grau ubican con exactitud que esto no significa que haya una generación vieja y una nueva de movimientos sociales, sino que esta descripción de elementos coincide con las fases por las cuales pueden pasar los movimientos sociales; es decir, hay momentos constitutivos, de consolidación y de clímax así como momentos de declives.9 Anteriormente se hacía énfasis en la función que cumpliría la clase obrera por ser el sector identificado por antonomasia al proceso productivo, una especie de primer afectado, y porque la clase obrera había demostrado a lo largo de la historia una capacidad y fuerza concretas en la organización política y en la generación de alternativas políticas para combatir la pauperización de la calidad de vida emanada del régimen económico imperante. 8

Ibarra Pedro y Grau Elena, “¿Qué son los movimientos sociales”, en Anuario de Movimientos Sociales. Una mirada sobre la red, Icaria Editorial y Getiko Fundazio, Barcelona, 2000, p. 16. 9 Ídem.

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En ese mismo sentido, si una de las tendencias internas dentro del capitalismo es la acumulación de la riqueza, uno de los resultados del paso de los años es por supuesto el empeoramiento de la distribución de la riqueza mundial para la población en general 10 y la redistribución de las resistencias políticas, por lo tanto, una ampliación de diversidades de identidades, de participantes y de objetivos dentro de los movimientos sociales: [...] las mujeres que sufren doblemente los efectos de las privatizaciones del agua, la electricidad, la educación, la salud; los pueblos indígenas que ven expropiados sus territorios y sus saberes por parte de las empresas transnacionales (derechos de propiedad intelectual); los pequeños campesinos excluidos de sus tierras por las exigencias del Banco Mundial; los jóvenes que no pueden encontrar trabajo.11

Este último sector, el de nosotros los jóvenes es el que más interés me ha causado para poner a prueba algunos referentes teóricos que mostraré acá para caracterizar los movimientos sociales. El caso del #YoSoy132 En el Censo de Población y Vivienda del 2010 elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía se contabilizan alrededor de 29.7 millones de jóvenes, ósea un 26,4% de la población total de aquél 201012. Entre otras cosas este dato nos da una idea general de lo importantes que son los jóvenes en la vida de un país y por supuesto lo importantes que son cuando se trata de movimientos sociales. En ese sentido no son objetivo específico de políticas ni de gobierno, ni de Estado y forman parte tangencial de las prebendas de los partidos políticos, pero no constituyen una preocupación especial ni siquiera bajo el contexto actual de violencia. Incluso en términos de actividad económica, la población joven que no se mantiene económicamente activa representa un 49%13. Peor aún, en 2013 el INEGI de nuevo arrojaba datos más dramáticos en donde se podía observar que el 73.5% de los jóvenes en calidad de desocupados, tenían una formación académica

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Recordemos uno de los lemas principales del Occupy Wall Street: Somos el 99% Houtart, Francoise, Prólogo, en América Latina Sujetos Políticos Rumbos estratégicos y tareas actuales de los movimientos sociales y políticos, Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, 2006, p. 12. 12 Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Perfil sociodemográfico de jóvenes, México 2014, p. 3. 13 Ibídem., p. 129. 11

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superior al nivel secundaria. Estas son en resumen algunas de las condiciones que se le imponen a los jóvenes en su paso fresco por la escena mexicana y por supuesto global. El caso concreto que me gustaría insertar es el de México en el 2012, cuando durante el primer semestre del año, se desplegó un movimiento social de corte mayoritariamente estudiantil pero que también abarcaba un sector extendido dentro de la juventud que no necesariamente formaban parte de alguna institución educativa; hablamos del movimiento #YoSoy13214. Y también hablamos en términos estructurales del movimiento estudiantil como “la expresión más recurrente de las luchas juveniles en nuestra época”15. A pesar de que como clase social sea muy difícil caracterizar al estudiantado y a la juventud, hay una serie de rasgos que nos permiten caracterizar su lugar dentro de la historia. Sobre todo si ponemos atención al concepto constructivo que aporta E.P. Thompson y que permite alejarnos de caer en los lugares comunes:” […]clase no es aquello que la gente cree pertenecer en su respuesta a un formulario, sino una categoría histórica que se pule con la observación del comportamiento a través del tiempo.”16 De modo que aunque no sean imputables a una clase social como tal, tienen su origen y escisión que generalmente –sobre todo en el siglo XXI- pertenecen a las clases medias o a la pequeña burguesía17. No es una coincidencia en ese sentido que los movimientos estudiantiles como estandarte de rebeliones juveniles sean manifestaciones de fuertes fisuras y disonancias provenientes de las carencias, conflictos económicos, culturales y políticos enmarcados en parte dentro del régimen económico y en otras tantas ocasiones, enmarcado por coyunturas que activan una cascada de participación política masificada como fue en el 2012. Un disparador que era electoral, pero que también tenía componentes de disonancia con el autoritarismo, 14

Este nombre surge como resultado de una visita mal lograda del candidato del partido hegemónico en México al plantel de una Universidad privada. En este acto se manifestaron alrededor de 131 estudiantes que fueron acusados por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de pertenecer al partido opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD). El número 132 es el eterno más uno que simbolizo la unión de uno más a esos 131 estudiantes que protestaron durante la visita del entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto (ahora presidente). 15 Pérez, Nahúm, El movimiento estudiantil del CGH (1999-2000): la lucha de tendencias y defensa de la universidad pública, Tesis, México, 2012, p. 7. 16 Thompson, E., Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Editorial Crítica, España, p. 34. 17 Pérez. Nahúm, Ob cit., p. 9.

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donde el Partido Revolucionario Institucional amenazaba en su discurso con intentar restaurar aquél autoritarismo del cual había hecho ya gala su candidato presidencial, Enrique Peña Nieto a través de su faceta más visible, la represión policiaca, por ejemplo, la de Atenco. De modo que a pesar de ser nuclearmente una lucha contra el autoritarismo que no derivó necesariamente en reivindicaciones de clase dentro de sus centros educativos y a pesar de concentrarse también en la democratización de los medios de comunicación, el movimiento 132 fue un acontecimiento que permitió la renovación de la actividad política “tradicional” dentro de los centros educativos, incluso al grado de renovar por completo generaciones de activistas o de lleno reinsertar la actividad política después de 40 o 50 años en universidades privadas o en centros de estudio en diversas locaciones de la República Mexicana; un camino que puede resultar hacia la conformación de organizaciones políticas. Si E.P. Thompson hablaba de un comportamiento de las multitudes que se sostenía entre actitudes subpolíticas y acciones revolucionarias y acciones que reflejaban cierta consciencia al dotarlas de politicidad, en el caso del movimiento socio-político 132, la aplicación de este esquema básico puede ser burdamente usado para señalar que al principio del movimiento cuando las escuelas privadas tenían un peso mucho mayor dentro de la organización, se entendía por defecto que todos los convocados a la primera manifestación masiva del 132 marcharían por la acera. De este modo fueron las escuelas públicas quienes dejaron ver su impronta de experiencia sobre estas formas no habituadas a la acción colectiva: marchando de facto y con la oposición de algunas escuelas privadas sobre las calles y acomodando la forma tradicional asambleísta de organización como opción para dirimir diferencias y llegar a acuerdos en todo el movimiento. Como dato necesario, México es uno de los pocos países latinoamericanos que no cuenta con una organización política permanente dentro de los ámbitos juveniles y universitarios. La única organización que se puede jactar de categorizarse fuera de este contexto es la Federación Campesina de Estudiantes Socialistas de México (FECSM) que fue creada en 1935 y que se aloja en alrededor de 15 o 16 distintos planteles de las Escuelas Normales Rurales. Fuera de esta excepción, la mayoría de grandes movimientos y del accionar colectivo contenido dentro del ámbito juvenil y universitario, como mencionamos en 8

algunos párrafos anteriores, ha estado relacionado con coyunturas y motivos “externos” que movilizan a la politización juvenil. Por esa razón algunos académicos ubican el movimiento 132 como el cierre del fin del ciclo de la generación zapatista, es decir, el inicio de una etapa postzapatista donde las motivaciones y disparadores del descontento de la participación juvenil serían distintos del neozapatismo18. Hay entonces una impronta generacional universitaria y juvenil que marca en distintos sentidos y que aún no ha podido ser cuantificada pero si visible a través de su actuar político. Aquel movimiento 132, significó a manera de augurio un sinfín de señalamientos de carácter estructural social, orgánico político y estratégico –principalmente-. De carácter estructural social porque después de la rebelión neozapatista, no se había sucedido un movimiento social con la fuerza política, cuantitativa que obligara a los partidos políticos; una televisora (Televisa, la más poderosa de América Latina) y al equipo de campaña del partido hegemónico, a recular tan rápidamente y con tanto temor. Incluso logrando empujar al candidato del PRI a maniobrar su campaña publicitaria para incluir a los jóvenes dentro de sus objetivos y beneficiarios de un modo por supuesto virtual.19 Como ya se sugirió en el párrafo anterior, la composición demográfica del movimiento fue también original y única en su tipo, dentro de la matriz de movimientos sociales mexicanos existentes; mayoritariamente alimentado por jóvenes y distribuido en las principales ciudades y poblaciones de todo el país, las células de acción política del 132 se esparcieron por todos lados, incluso contando con múltiples grupos de apoyo fuera del país. En ese sentido es necesario entender al movimiento bajo el contraste del movimiento estudiantil de 1968. En el 2012 se lograron reproducir células organizativas en todo el país, así como manifestaciones locales que tendrían cabida en el contexto de la presencia de Peña Nieto en

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Modonesi, Massimo, “Postzapatismo: Identidades y culturas políticas juveniles y universitarias en México”, en Nueva Sociedad, , No. 251, mayo-junio, Fundación Friedrich, Argentina, 2014, p. 144. 19 Se habló de cómo durante el surgimiento y desarrollo del movimiento, se desencadeno un desplome monumental en puntuación de popularidad y preferencia de votos al candidato del PRI.

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sus localidades o en consonancia con las movilizaciones “AntiPeña” que en la Ciudad de México llegaron a aglutinar a miles de personas. Por otra parte, de carácter orgánico político, porque significó un intento20 más a gran escala por crear un órgano similar a una confederación estudiantil y de facto, por organizar políticamente a la juventud, a los estudiantes de todo el país y preparar una oposición activa a lo que serían unas elecciones que de principio se antojaban amañadas. Por cierto, a pesar del intento, la organización no sobrevivió al tiempo pues soportó diversos embates y esfuerzos desorganizativos que al final resultaron victoriosos, muchas asambleas estudiantiles (la organización era en modo escalonado y por cada centro de estudios se nombraba a dos voceros) se disolvieron pero como reto a futuro, quedo un grosor respetable de jóvenes dispuestos a seguir participando en política. Por último, estratégicamente el movimiento no consiguió algunos de sus objetivos subyacentes –entre ellos, impedir que Enrique Peña Nieto llegara a la presidencia de México- pero dejo la materia prima dispuesta para continuar con un trabajo político arduo y de base por la construcción de un proyecto político de gran calado. Sí el posmodernismo y la utilización de argumentos ubicados en la retórica postliberal han considerado el fin de los metarelatos una condición necesaria de descripción incluso política dentro de la época contemporánea (o modernidad según desde que autor se deforme la observación), la existencia del 132 ha sido una seña reveladora de que los rasgos de identificación entre individuos que deciden “asociarse” –aunque sea espontáneamente y por un corto tiempo de duración- aún se seguirán rigiendo por códigos culturales, religiosos, éticos, políticos, morales y otros. Si el 132 no logró trascender o transformarse en una organización política de base (confederación estudiantil u organización juvenil), fue porque no se pudieron exaltar ni se hicieron presentes en suficiencia los valores holísticos que restituyen y sanan el tejido social, entre otras razones.21

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En 1968, el movimiento estudiantil no logró avanzar tanto, pues la actividad política se concentró por mucho en 2 o 3 ciudades importantes del centro y noreste del país a diferencia de la relevancia que tuvo el 132 y que aún tiene a pesar de haberse alejado de las actividades habituales asambleístas. 21 Se puede identificar dentro del 132 una estratificación curiosa pues algunas asambleas eran de escuelas de educación pública y otras escuelas de educación privada. El escozor entre unos y otros nunca dejó de estar presente, pero aun así se pudieron generar momentos de convivencia.

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El movimiento fue destruido políticamente con una estocada final que se le dio el 1 de diciembre de 2012, con la trasmisión del poder ejecutivo a Peña Nieto, en donde un operativo policiaco de alrededor de 5,000 elementos de distintas corporaciones de la fuerza pública fueron apostados alrededor del Congreso de la Unión. La lección política de la necesidad de convergencias dentro de los movimientos sociales sigue en curso: el avance de contrareformas estructurales siguen destruyendo poco a poco las garantías sociales que habían sido plasmadas aquella constitución de 1917 (la vigente) famosa por ser pionera en la inclusión de esas garantías y por haber sido ungida como resultado de un proceso revolucionario. Las grandes compañías petroleras están sobrexaltadas esperando hacer efectivas las leyes secundarias de la “reforma energética”, las compañías mineras siguen disfrutando de las dadivas del gobierno federal que a modo de gerencia les coloca en donde más ganancias y menos réditos vayan a pagar. Acompañado del despojo de los recursos naturales se ciñe una amenaza natural que abona el problema del ejercicio de los derechos políticos y civiles en un país donde cada vez resulta más difícil disentir sobre las acciones del gobierno, y aún no conformes con ello, resulta más difícil tan siquiera expresarlo en un contexto en donde las fronteras entre el crimen organizado, el narcotráfico y el gobierno se vuelven borrosas; México se sostuvo en el 2014 como uno de los 3 países más violentos del mundo22. Conclusión Ante este panorama, la opción estratégica que nos ofrecen Rauber y Houtart es sencilla y básica para lo que acontece políticamente; la articulación política de los proyectos. Es decir, la necesidad de trazar un camino donde confluyan todos los caminantes y sus caminos. Y como respuesta congruente a los problemas de concentración de riqueza económica y de centralización-acumulación de toma de decisiones políticas, la redistribución del poder político a través de la construcción de fuerza social; la solución a la concentración es el soporte y la procuración de los valores holísticos.

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El estudio fue elaborado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Londres y ampliamente citado en los medios nacionales. El estudio lleva por nombre The Armed Conflict Survey 2015 y salió al público el 20 de mayo de este año.

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Por eso, el 132 significó una pausa en la historia donde se intentaron reordenar las prioridades electoralistas de los partidos políticos, incluido el PRI, se intentó disputar el despojo de la vida y de lo político que el neoliberalismo y otros proyectos han impuesto a la juventud y a los pueblos latinoamericanos. Aunque fue de un modo intermitente y que en buena proporción terminó por desaparecer, el 132 entró dentro del campo político y fabricó, “productos políticos, programas, análisis, comentarios, conceptos, acontecimientos”23 en donde no dejó la batuta solo en manos de la clase política y los medios de comunicación que otorgaron preferencias a ciertos candidatos. Acercaron la política a lo político y trataron de revivir y razonar el presente en términos de “nosotros”.

El 132 giró en torno a un “memorial de agravios”24 que se sintetizó en 6 puntos o exigencias importantes en el manejo del país: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Democratización y transformación de los medios de comunicación y difusión. Cambio en el modelo educativo científico y tecnológico. Cambio del modelo económico neoliberal. Cambio en el modelo de seguridad nacional. Transformación política y vinculación con movimientos sociales. Salud: pleno cumplimiento del derecho a la salud consagrado en el artículo cuarto constitucional.

Estas exigencias no se han de asemejar necesariamente a los agravios morales que movilizan o movilizaron a los obreros. En el caso de México la actividad política tiene una excepcionalidad enorme que cuenta entre sus filas a maestros, campesinos y otros sectores más estratificados de las clases sociales que han mantenido una organización mediana y una fuerza política presente que se le ha opuesto a los proyectos que al principio de este ensayo mencionamos. En ese sentido si el movimiento no fue necesariamente la expresión de una lucha de clases como tal, podría decirse que localizó y comenzó a fermentar algunas de las reivindicaciones de clases subalternas que pronto podrían tomar sus propias banderas primero y luego intentarse articular. 23

Bourdieu, Pierre, El campo político, Editorial Plural, Bolivia, 2001, p. 64. Gilly, Adolfo. “Poner el cuerpo, jugarse el alma, ganar la vida (el memorial de agravios de los estudiantes)”, La Jornada [en línea], 3 ago. 2012, consultado el 25 de mayo del 2015, Disponible en: [http://www.jornada.unam.mx/2012/08/03/opinion/014a1pol]. 24

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Por último, pienso que a nivel académico falta todavía reflexionar mucho acerca del movimiento 132 y de los movimientos estudiantiles en México pues no se ha querido calcular la dimensión social y política de esas movilizaciones que marcaron el año 2012 y al menos tres o cuatro generaciones de jóvenes.

Bibliografía Bourdieu, Pierre, El campo político, Editorial Plural, Bolivia, 2001. Garretón, Manuel, “La transformación de la acción colectiva en América Latina”, en Revista de la CEPA, No. 76, Abril, 2002. Gilly, Adolfo, et al., “América Latina: mutación epocal y mundos de la vida”, en Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Agosto, Buenos Aires, 2006. ___,“Poner el cuerpo, jugarse el alma, ganar la vida (el memorial de agravios de los estudiantes)”, La Jornada [en línea], 3 ago. 2012, consultado el 25 de mayo del 2015, Disponible en: [http://www.jornada.unam.mx/2012/08/03/opinion/014a1pol].

Houtart, Francoise, Prólogo, en América Latina Sujetos Políticos Rumbos estratégicos y tareas actuales de los movimientos sociales y políticos, Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, 2006. Ibarra Pedro y Grau Elena,“¿Qué son los movimientos sociales”, en Anuario de Movimientos Sociales. Una mirada sobre la red, Icaria Editorial y Getiko Fundazio, Barcelona, 2000. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Perfil sociodemográfico de jóvenes, México 2014. Meiksins, Ellen, “Repensar la estructura y la superestructura; La clase como proceso y como relación”, en Democracia contra Capitalismo, Siglo XXI/UNAM/ CEEICH, México, 2000. Modonesi, Massimo, “Postzapatismo: Identidades y culturas políticas juveniles y universitarias en México”, en Nueva Sociedad, , No. 251, mayo-junio, Fundación Friedrich, Argentina, 2014. __, Marxismo crítico y teorías de los movimientos sociales, En línea: [http://www.proyectoantagonismo.com/proyecto.html], consultado 26 may 2015, p. 4.

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Pérez, Nahúm, El movimiento estudiantil del CGH (1999-2000): la lucha de tendencias y defensa de la universidad pública, Tesis, México, 2012. Thompson, E., Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Editorial Crítica, España, 1979.

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