Acción y narración: problemas y orientaciones para la fundamentación de la narratología

July 22, 2017 | Autor: Luis Galván | Categoría: Poststructuralism, Narratology, Phatic Communion, Biopoetics
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Descripción

DOMINGO SÁNCHEZ-MESA, JOSÉ MANUEL RUIZ MARTÍNEZ y AZUCENA GONZÁLEZ BLANCO (eds.)

TEORÍA Y COMPARATISMO: TRADICIÓN Y NUEVOS ESPACIOS. (ACTAS DEL I CONGRESO INTERNACIONAL DE ASETEL)

GRANADA 2014

© LOS AUTORES. © UNIVERSIDAD DE GRANADA. TEORÍA Y COMPARATISMO: TRADICIÓN Y NUEVOS ESPACIOS. (ACTAS DEL I CONGRESO INTERNACIONAL DE ASETEL). ISBN Granada: 978-84-338-5680-7 ISBN Salamanca: 978-84-9012-457-4 ISBN Extremadura: 978-84-7723-839-3 Depósito legal: GR./1.458-2014 Edita: Editorial Universidad de Granada. Edita: Campus Universitario de Cartuja. Granada. Fotocomposición: TADIGRA, S. L. Granada. Diseño de Cubierta: Josemaría Medina Alvea.

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ACCIÓN Y NARRACIÓN: PROBLEMAS Y ORIENTACIONES PARA LA FUNDAMENTACIÓN DE LA NARRATOLOGÍA LUIS GALVÁN GRADUN-Universidad de Navarra*

Resumen: El nuevo paradigma narratológico de los últimos años podría afrontar las dificultades originadas por la distinción clásica historia/discurso y por la circularidad de las definiciones de narración y acción si enfoca la narración como una actividad y no como un producto. El objetivo primordial de esa actividad sería el entablar y mantener la “relación fática” entre hablante y oyentes. Este enfoque puede asumir los resultados de otras líneas de trabajo, como la biología evolutiva y la etología humana, la filosofía del juego, la hipertextualidad, etc. Palabras clave: Narratología. Postestructuralismo. Relación fática. Juego. / Narratology. Postestructuralism. Phatic relation. Play. Abstract: The new narratological paradigm that is taken shape in the last years will be able to deal with the puzzles originating with the classical distinction histoire/discourse and with the circularity in the definitions of narrative and action, if it focuses on narration as an activity, rather than a product. The key concern for such activity is to engage and sustain the “phatic relation” between speaker and listeners. This point of view may accommodate the results of other lines of enquiry such as evolutionary biology and humanethology, the philosophy of play, hipertextuality, etc. Keywords: Narratology. Postestructuralism. Phatic relation. Play.

* Trabajo inscrito en el Proyecto de Investigación “El discurso público: estrategias persuasivas y de interpretación”, desarrollado por el grupo GRADUN (Grupo Análisis del Discurso. Universidad de Navarra; ) en el seno del ICS (Instituto Cultura y Sociedad) de la Universidad de Navarra. Su elaboración ha sido posible además por una beca de la Fundación Alexander von Humboldt para una estancia de investigación en la Universidad de Friburgo, bajo la dirección del profesor Dr. Andreas Gelz.

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0. El propósito de este trabajo es ofrecer una reflexión sobre las críticas que ha recibido la narratología clásica en las últimas décadas, para señalar que, llevadas a su radicalidad fundamental, alcanzan lo que puede llegar a ser terreno común de una diversidad de orientaciones en el estudio de la narración, la literatura y el lenguaje.1 1. A riesgo de simplificar, puede decirse que la narratología clásica comienza con una distinción fundamental entre el contenido y la forma, distinción concebida de diversas maneras y con distintos matices mediante las parejas de términos fable/ sujet, histoire/discours, story/plot (dejando aparte posibles triparticiones: histoire/ récit/narration, acción/relato/discurso, etc.). Por ejemplo, hace veinte años –pese a que ya habían aparecido críticas de este planteamiento-, Marie-Laure Ryan afirmaba: “One of the least controversial claims of contemporary narratology is that a narrative text is the representation of a number of events in a time sequence” (1991: 109); y mucho más recientemente sigue sosteniendo: “narrative is a discourse that conveys a story”; con el corolario: “its definition should focus on story” (2007: 26; ver también Rudrum, 2005). 2. Se ha dicho que la diferencia básica de la narratología clásica no es clara, que no siempre resulta operativa, y que hay que concebir la relación entre historia y discurso de manera más dinámica (ver Scheerer y Winkler, 1976; Sternberg, 1992; Alber y Fludernik, 2010). Pero la crítica debe llegar hasta el problema fundamental de semejante enfoque. Sucede que la historia relatada se concibe frecuentemente como un pedazo del mundo real; en consecuencia, una clase de entidades verbales se define por componentes no verbales (Gülich y Raible, 1977: 306-14). Advirtiendo esta dificultad, Van Dijk señaló la necesidad de incluir requisitos discursivos en la definición del relato; y propone, partiendo de William Labov, lo que llama “structural properties indicating the specific narrative functions” de introducción, exposición, complicación, resolución y evaluación. Ahora bien, las indispensables –dice– son las tres centrales, y no son de carácter lingüístico ni lógico, sino descripciones de estados y acciones (Van Dijk, 1974-1975: 285-91); realmente, no es fácil imaginar qué serían una complicación y una resolución en el discurso que no lo fueran en la historia. 3. Parece claro que Van Dijk se refiere a una cierta articulación y cierre de la historia entendida como acontecimientos en el mundo (o en mundos posibles). En el contexto de esta cuestión suele aparecer lo que explica Aristóteles (no directamente

1. Sternberg (2003a: 307) señala la disgregación y atomismo de la narratología contemporánea; Alber y Fludernik señalan que hay, dentro de la variedad, un movimiento hacia la congruencia, la compatibilidad y la consolidación (2010: 23).

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sobre el relato, sino sobre la tragedia):2 “es imitación de una acción completa y entera […]. Es entero lo que tiene principio, medio y fin. Principio es lo que no sigue necesariamente a otra cosa, sino que otra cosa le sigue por naturaleza en el ser o en el devenir. Fin, por el contrario, es lo que por naturaleza sigue a otra cosa, o necesariamente o las más de las veces, y no es seguido por ninguna otra. Medio, lo que no sólo sigue a una cosa, sino que es seguido por otra” (Poética, 1450B; 152-3). En estas líneas se reconoce la teoría estructural de la secuencia narrativa: estado inicial, intervención, estado final; o virtualidad, paso al acto, culminación (Todorov, 1973: 82-83; Bremond, 1973: 131; Prince, 1973: 31). Ahora bien: saber qué vale como principio y qué como final requiere comprender la acción como un comportamiento con sentido, y no mera sucesión de actos y estados (Taylor, 1989: 41-52); posiblemente por esto habla Aristóteles de “acción completa”, o mejor “completada”, o “perfecta”, como se traduce a veces teleía: la que alcanza su télos.3 4. Esto conduce a otro ámbito, la teoría y filosofía de la acción. Y aquí nos encontramos con que hace décadas que se viene diciendo cómo es la forma narrativa lo que orienta la acción y da sentido a la serie de acontecimientos que es la vida de cada persona. Por ejemplo, de acuerdo con Hannah Arendt, cada vida entra en la preexistente red de las relaciones humanas; y el conflicto de innumerables voluntades e intenciones impide, por lo general, que las acciones individuales alcancen su propósito. Por esto, cada uno es sujeto (subject) de su vida en el doble sentido de agente y paciente, pero nadie es autor o productor de la historia (story) de su propia vida (Arendt, 1958: 184). La acción y la historia ocultan su sentido al sujeto, y lo revelan a la mirada retrospectiva del narrador; así, aunque las historias (stories) resultan de la acción, no es el agente sino el narrador quien la percibe y la “hace” (Arendt, 1958: 192).4 En este punto resulta claro que se ha formado un círculo vicioso, una vez que la narratología remite a la “acción completa” y la teoría de la acción remite a la narrativa. 5. Una manera de evitar los problemas de la dicotomía historia/discurso y escapar del círculo vicioso es el atender a la acción comunicativa, con un enfoque

2. Naturalmente, vale para el relato, pues la “acción”, como dice luego, es el mythos de la tragedia (la intriga o, literalmente, el “cuento”); que se aplica también a lo que solemos llamar narrativa se ve más adelante en la discusión de la epopeya (Poética 1459A). 3. Al discutir la epopeya, declara que dos acciones son distintas si tienen distinto telos; no habría entre ellas más relación que la casualidad (1459A; p. 215-6). 4. Es Arendt quien pone el “hace” entre comillas. La misma consideración en Arendt, 1978: 9298, con la diferencia de que el puesto del narrador está ocupado en este caso por el espectador. Ver además Taylor, 1989: 47, con notas que remiten a Heidegger, Sein und Zeit; Ricoeur, Temps et récit (hay que añadir posteriormente Soi-même comme un autre); MacIntyre, After Virtue; Bruner, Actual Minds, Possible Worlds.

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pragmático o sociopragmático, que considere los múltiples contextos y modalidades en que se realiza la narración (Prince, 1983; García Landa, 1998: 465-68; Penas, 2008: 211-19). Lo que propongo aquí es enfocar un estrato más elemental, precisamente lo que tiene en común toda actividad de narrar, entendida no como poiesis, producción de un objeto (el discurso) significativo (de una historia), sino como praxis. Creo que este enfoque permite no solo replantear el problema, sino conectar explícitamente una serie de orientaciones diversas. 6. Que el lenguaje es hablar, actividad, praxis (Platón, Crátilo 387B) o enérgeia (Wilhelm von Humboldt, Eugenio Coseriu) se ha dicho muchas veces, pero no las suficientes, a juzgar por la facilidad con que pasamos a considerarlo poiesis y atendemos al poiema, sea abstracto, la lengua, o concreto, el texto (en Literatura, el género y la obra); y en este estudiamos el mundo o las acciones de las que hablamos; es el problema que he expuesto antes. Pero en la actividad que es el lenguaje, el hablar sobre algo es menos esencial que el hablar con alguien (Coseriu, 1980: 170). Hablar es actividad social. 7. Merecen más atención las observaciones de Bronislaw Malinowski sobre “El problema del significado en las lenguas primitivas”, que en realidad es “en el hablar de los pueblos primitivos”.5 Malinowski señala la importancia y frecuencia de las ocasiones en que “el objeto de la conversación no consiste en lograr alguna finalidad sino en intercambiar palabras casi como un fin en sí mismo”; lo mismo sucede en “el lenguaje narrativo” (narrative speech), porque “el relato crea nuevos vínculos y sentimientos por el llamado emocional (emotional appeal) de las palabras” (1923: 327). Surge así lo que se puede llamar “comunión fática” o, menos solemnemente, relación fática: el lenguaje funciona como un “modo de acción” donde “cada expresión es un acto que cumple la finalidad directa de vincular el oyente al hablante” y se genera una “atmósfera de sociabilidad” y “la comunión personal de esa gente”; “el lenguaje no funciona aquí como un medio de transmisión del pensamiento” (330). Naturalmente, lo fático no desaparece cuando el lenguaje funciona como vehículo de pensamientos, sentimientos, pasiones e ideas, como sucede en las comunidades civilizadas. 8. Este último tipo de usos pone en primer plano la referencia y la cuestión de la verdad en el sentido de correspondencia con los hechos del mundo. Ahora bien, estas no son dimensiones primarias del lenguaje (Coseriu, 1980: 243-246), sino una de las convenciones posibles para orientar la comunicación, precisar las posibilidades de conexión, y facilitar con ello la autopoiesis de las relaciones so-

5. Ver también Heeschen, 1989: 214-15, 235.

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ciales (Luhmann 1984: 191-241; Klinkert 2010: 21-38). Así pues, la importancia que la referencia y la verdad tienen en determinadas áreas, como la ciencia o el derecho, no debe hacer olvidar que también estas presuponen el contacto: este es el nivel fundamental. 9. Hay que preguntarse, por tanto, cuáles son las características del discurso que resultan funcionales para la relación fática. Resulta evidente que hay una posible “comunión” cuando se dice lo mismo a la vez, y para gritar a coro por un tiempo indefinido basta la fórmula más simple y absurda. Pero cuando uno habla frente a otros que escuchan, surge cierta tensión; como dice Malinowski: “el oyente escucha con cierta reserva y con una impaciencia levemente velada, esperando que le llegue el turno de hablar. Porque en este uso del lenguaje los lazos creados entre el oyente y el hablante no son del todo simétricos, dado que el hombre lingüísticamente activo es el que recibe la mayor parte de placer social y de autoencarecimiento” (1923: 329-30). Así pues, el que quiera mantener el uso de la palabra tendrá que ganárselo (también tendrá que saber escuchar cuando le toque). Hay que seducir o subyugar a los oyentes por medio del puro lenguaje, lo que puede llamarse “encantar”, y esto requiere normalmente combinar la repetición con la variación (Barthes, 1966: 26). 10. El más sencillo encantamiento por el lenguaje es el fenómeno del ritmo fónico. El ritmo genera un patrón de expectativa y resolución que satisface por sí mismo, y puede desviar la atención del contenido semántico. Posiblemente el tipo de ritmo más familiar en lengua española es la rima, donde resulta especialmente claro el juego de una expectativa bastante definida y su satisfacción con un elemento léxico que no era previsible en su concreción6. Pasando a la semántica, el medio más sencillo quizá sea la enumeración, que, como la rima, abre una expectativa que se puede ir satisfaciendo con materiales diversos. La enumeración abre posibilidades de estructuración más compleja, con inclusión de elementos internamente diferenciados (por ejemplo, antitéticos), y progresión hasta un final climático. El ritmo enumerativo tiene un cierto poder de encantar que abre un espacio para la sorpresa, la incoherencia y el sinsentido. Estas posibilidades de la enumeración la aproximan a géneros orales claramente definidos, como el chiste y el acertijo, donde el juego entre expectativa bastante orientada y resolución sorprendente está enteramente codificado. 11. El análisis del encantamiento verbal y la conexión fática de los discursos que consideramos narrativos habrá de especificarse ulteriormente, de acuerdo con

6. Ver Lotman (1970: 152-61) sobre la relación entre rima y sentido.

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los conceptos de “sorpresa”, “curiosidad” y “suspense”, que Meir Sternberg (1992) propone como esenciales. Además de la interrelación entre tiempo representado y tiempo de la comunicación, que subraya Sternberg como fuente de esas tres dinámicas, se tendrá en cuenta el marco de la acción narrada. La lógica de la acción propuesta por von Wright reclama que se considere, además del estado inicial y el estado final, un estado contrafactual que se habría producido si no hubiese tenido lugar la acción. Y Lotman (1970: 283-292) ofrece una definición restrictiva de acontecimiento y argumento: es algo contingente, que podría no haber sucedido –lo que se puede conciliar con von Wright– y además es la transgresión de un límite semántico. 12. Partiendo de la relación fática, la teoría de la narración puede desarrollarse en un terreno común con la biología y la antropología evolutivas. Es verdad que el origen del lenguaje es materia para todo un subgénero de ficción que despierta bastante escepticismo (Taylor, 1980; Heeschen, 1989: 203-204). Pero merece la pena tener en cuenta el consenso que se está alcanzando acerca de las condiciones de posibilidad para el paso de la comunicación animal –especialmente la de los primates– a la comunicación humana. Lo diferencial es la capacidad humana para compartir la atención y comunicarse cooperativamente, una capacidad que se desarrolla al cultivarse libremente, de manera que estimula la reciprocidad y la confianza, y amplía el terreno común entre los individuos7 (Tomasello, 2008: 7-8). Según Tomasello, las funciones referencial y conativa de la comunicación, que ya se encuentran en los animales, no necesitan más que signos aislados, o secuencias de dos signos; es el gusto por compartir información y actitudes lo que hace que se desarrolle una gramática, que es primariamente narrativa (2008: 282-295). 13. Si se considera que el cultivo de la narración se libera de lo estrictamente funcional y se desarrolla por sí mismo, resulta ser un modo humano de lo que Hannah Arendt –citando al biólogo Adolf Portmann– considera el carácter fundamental de todo ser vivo: la exhibición de sí, self display o Selbstdarstellung (Arendt, 1978: 26-30). 14. La teoría morfológica de Portmann es un camino no seguido por la biología, pero a través de la idea de Selbstdarstellung conduce a la teoría del juego. El juego es actividad libre, que no persigue fines externos, vale por sí misma y se hace presente a sí misma (Huizinga, 1938: 19-21; Gadamer, 1966: 143-54; 1977: 30-31). El concepto de juego recapitula el aspecto de la relación fática: el jugar

7. Hildebrand-Nilshon (1989) considera que el desarrollo del lenguaje está ocasionado por la división del trabajo; que primero es necesario señalar la finalidad y sentido de la actividad de cada uno, y solamente después se puede planear efectivamente la división.

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tiene un aspecto comunicativo, de unos jugadores con otros y de todos con el público (Gadamer, 1966: 152-53; 1977: 31); Huizinga considera aspectos lúdicos de la poesía o la literatura en general lo que arriba se ha mencionado como apoyos de la relación fática: el ritmo, la rima, la tensión y la sorpresa, y naturalmente los argumentos de tipo agonal (1938: 156-61). Narrar es, pues, un juego, como el rimar, el enumerar o el encadenar palabras. También se vinculan aquí los aspectos biológicos: el juego como una adaptación para desarrollar la capacidad de atención y otras facultades físicas y mentales (Heeschen, 1989: 218-19 y 225-33; Hildebrand-Nilshon, 1989; Boyd, 2009: 80-98). 15. Sugiero no tomar “juego” como metáfora o como analogía, sino estrictamente; no ver qué tienen de común y de diferente la “literatura” y el “juego”, sino considerar que la literatura es un juego, cada relato es una partida de ese juego, y narrar es jugar. No es un juego como los demás, pero presenta suficiente parecido para considerarlo de la familia (Wittgenstein, 1953: 84-92; § 65-71). El concepto de juego sirve para atenuar la importancia que se da a la representación semántica cuando se concibe el relato como “mundo” o “espejo” (Ryan, 2000: 175-201). El relato resulta ser menos un signo que una sustancia en sí, y también para sí: un sujeto, cuyo objeto son los jugadores (Gadamer, 1966: 145-49); o un elemento de un sistema autorreferencial y autopoiético, y más aún un punto de interpenetración entre los sistemas psíquicos y los sistemas sociales (Luhmann, 1984: 286-345). 16. Aquí se halla un punto de encuentro con el estudio de los medios electrónicos, la hipertextualidad y la participación e interacción. Janet Murray (1997) pone en primer plano el placer de la experiencia, en las formas de inmersión, actuación y transformación de los participantes, así como la desinhibición de las relaciones interpersonales (ver también Ryan, 2000). Se trata sobre todo del “estar ahí”, y no de atribuciones de sentido. 17. Una narratología que enfoca la relación fática puede recuperar las aportaciones del estructuralismo y el inmediato paso al postestructuralismo. Pues el propio Roland Barthes, en “Introduction à l’analyse structurale des récits”, ya señala la importancia de la prolongación y el refuerzo del contacto con el lector, mediante las expansiones y la expectativa de un cumplimiento del sentido (1966: 6-11, 23-27). A partir de los años 70, explica que dos de los códigos que se entrecruzan en un texto narrativo tienen carácter dinámico, son vectores que proyectan en relato “hacia delante”, “hacia el final”, “provocando así la impaciencia de lectura” (1973a: 351). Se trata del código de las acciones (código proairético), cuya secuencia constituye el “armazón anecdótico del relato”, y el código de los enigmas (hermenéutico), la formulación de un problema y la búsqueda de la solución (1973a: 349-350; ver también 1970: 135-136). Ahora bien, considera que las acciones y su secuencia son contingentes y convencionales; su unidad surge de un “artificio de la lectura”, por el impulso de agrupar un conjunto de informaciones bajo un nombre general,

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y de entrever una lógica verosímil en su encadenamiento, con la falacia post hoc ergo propter hoc (1966: 10; ver Pier, 2008). De acuerdo con esta descripción, el código de las acciones parece reducible al de los enigmas: se pregunta “¿qué es lo que sucede, por qué sucede esto?”8. El código de los enigmas parece ser más inherente a la naturaleza del lenguaje: el problema y su solución tienen la estructura de sujeto y predicado;9 y su impulso es la búsqueda de una verdad que satisfaga la expectativa, que cumpla y cierre (Barthes, 1973a: 181-182). La vida del relato consiste en ofrecer un problema y prometer su resolución pero posponerla, desviar y distraer al lector, hasta el desvelamiento final (188-189, 294-295). En esencia, relatar, referir, es dilatar, diferir, y leer relatos es advertir la existencia de un enigma, admitir la necesidad de las dilaciones, y reconocer el final del texto como solución apropiada.10 18. Según esto, la estructura más relevante para la actividad de narrar no es la de los acontecimientos en el mundo, sino la del conocimiento (Sternberg, 2003b: 626). Lo ponen de manifiesto los estudios de William Labov (1967; 1972) sobre “narrativa natural”, donde señala que lo más importante es la evaluación o “point” de lo que se cuenta: evitar la indiferencia, comentarios del tipo: “¿y qué?”, o “pues vaya”. Este enfoque ha llevado a una redefinición de la narratividad por Monika Fludernik (1996: 20-35), según la cual no es lo decisivo la secuencia de acontecimientos que constituye la historia, sino la experiencialidad, el aspecto de vivencia humana con sentido. Fludernik presenta el concepto de narrativización, el dinamismo de la comprensión que lleva a cabo el lector a partir del trabajo con el discurso. En esta línea se inscribe la floreciente aplicación de la teoría cognitiva al estudio del relato. Como advierte Sternberg (2003a: 307), también aquí hay peligro de unilateralidad o circularidad entre conocimiento del mundo y conocimiento del discurso, por lo que es necesario tener en cuenta la crítica de la narratología estructural y la perspectiva pragmática y fática. 19. El enfoque cognitivo, si se desarrolla en su radicalidad, podrá recuperar la cuestión de la teleología, pues esta es propia de la estructura intencional de los actos de conciencia, tal como la describe Edmund Husserl (1900, vol. 2: 621-627, 646 [investigación VI, cap. 1-3, §§ 8, 10, 16]). El caso es que la narratología estructuralista había eliminado el aspecto teleológico que había en la teoría de Vla-

8. Lo mismo para el código temático (Barthes, 1970). Hay que notar que Barthes 1973 menciona el código fático en lugar del temático. 9. O más en general, de tema y rema. Ver Aristóteles, Peri hermeneias, cap. 3, sobre el dinamismo de la mente y la necesidad de pensar la proposición entera. 10. El trabajo en esta línea cuenta con algunas intuiciones y propuestas de análisis; ver, por ejemplo, Benjamin, 1936; y Brooks, 1984.

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dimir Propp. Este postula que el elemento narrativo mínimo es la función, “action d’un personnage, définie du point de vue de sa signification dans le déroulement de l’intrigue” (1928: 31), o más claro: “c’est à ses consequences qu’on définit un élément” (82); añade que la sucesión de las funciones siempre es idéntica, por lo que todos los cuentos maravillosos pertenecen a mismo tipo estructural, lo cual, aunque parezca absurdo, se deja verificar con precisión (32-33). Pues bien, Claude Bremond denuncia que Propp ha incurrido en un “postulat finaliste” (1973: 25), y que es su definición misma de “función” lo que ocasiona el resultado que luego califica de absurdo; en efecto, si un elemento se define por sus consecuencias, la cadena no puede ser sino fija: una función es la que es porque tiene determinada consecuencia; si tuviese otra consecuencia, sería otra función. Bremond considera necesaria la “répudiation” de este postulado para construir las secuencias narrativas “à partir du terminus a quo […] et non plus à partir du terminus ad quem” (25). Es cierto que no se trata de una causación determinista, sino de considerar cada paso del relato como un instante presente que abre posibilidades diversas, aunque concretas, hacia un futuro indeterminado. Con ello logra formalizar lo que parece un hecho real: la incertidumbre del personaje acerca del resultado de sus acciones, y análogamente la del lector acerca de la dirección que tomará la intriga.11 Ahora bien, Bremond deja –explícitamente– al margen el hecho de que a posteriori puede reconocerse una cierta necesidad en el encadenamiento. La posición metodológica de Bremond es asumida por autores posteriores, como Thomas Pavel, quien asienta el axioma de que “the logic of the story is a progressive one”, constituyendo “a chain of narrative causality”; lo que significa, a la vista de sus ejemplos, de causalidad eficiente o al menos condiciones antecedentes (1985: 17, 19, 134-35). Asimismo, Philip Sturgess reconoce: “the claim that some narratives are determined “from their end” has some appeal to intuition, but it cannot be translated satisfactorily in concrete explanatory terms”; desecha por tanto “the question of backward determination, or reversed causality”, y se atiene a “the process of causal movement”, condiciones antecedentes progresivamente restrictivas (1992: 58-59; ver también pp. 38-45). 20. La reflexión sobre la teleología habrá de tener en cuenta que en el narrar hay más de una clase de télos: en un sentido, lo es el final del relato como pieza que puede ser clave (lýsis en Aristóteles, Poética 1456A); en otro, la representación global o mímesis (Poética 1462A-B); también lo son los efectos de sorpresa, curiosidad y suspense; estos sirven a la finalidad más general de establecer una

11. “Chaque proposition narrative […] débouche sur une alternative: l’avenir qu’elle anticipe peut se realiser ou ne pas se réaliser. […] la reconaissance de cette loi nous entraîne à remettre en question le caractère «causal» de la relation […]; la proposition ‘cause’, dans un récit, n’est jamais perçue comme devant nécessairement produire son effet” (Bremond, 1973: 121-22; ver también pp. 101-01, 131).

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relación fática; y presupuesto que esta se logre, pueden darse otras finalidades concretas en el uso. Las cuestiones de la teleología y del aspecto cognitivo no excluyen la dimensión de placer, tan importante en la relación fática y en el juego; al contrario, la incluyen explícitamente, desde la misma Poética de Aristóteles, que habla del gusto por el conocimiento y el reconocimiento, y del placer que resulta del miedo y compasión inducidos por la tragedia (1448B, 1453B, 1462B).12 Que ese placer está ligado a una presencia y una corporalidad, lo deja claro Barthes (1973b; ver también Anz, 1998). 21. Al concluir, parece quedar pendiente la cuestión de si se puede dar una definición de relato que sustituya a la del estructuralismo. En primer lugar, la nueva definición debería alojar el relato en el terreno del dinamismo del lenguaje y la relación fática, y no en el de la semántica. Claro está que no se trata de negar que haya una representación de acciones o acontecimientos; pero esta sería considerada un medio para la relación fática. En segundo lugar, posiblemente conviene dejar de hablar de relato como clase de entidades y en su lugar adoptar el concepto de narratividad como propiedad que las entidades poseen en mayor o menor grado (Prince, 2008). Desde estas dos perspectivas, me parece que la definición más pertinente debe ir en la línea de Sternberg: “the play of suspense/curiosity/surprise between represented and communicative time” (1992: 529). Por último, hay que advertir el carácter doblemente metalingüístico de “relato”, que es un hiperónimo de denominaciones como “cuento”, “anécdota”, “chiste”, más un conjunto de géneros literarios. Se ha de retomar aquí la consideración de Wittgenstein antes mencionada, para ver la narratividad como un parecido de familia, y no como la esencia o el núcleo de ese conjunto de fenómenos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALBER, J. y FLUDERNIK, M. (2010) “Introduction”, en Postclassical Narratology: Approaches and Analyses, Columbus, Ohio State UP, pp. 1-31. ANZ, Th. (1998) Literatur und Lust: Glück und Ungluck beim Lesen, München, Beck. ARENDT, H. (1958) The Human Condition, Chicago, University of Chicago Press. — (1978), The Life of the Mind, I: Thinking, London, Secker & Warburg. ARISTÓTELES (1992) Poética, ed. y trad. V. García Yebra, Madrid, Gredos. — (1994), Metafísica trad. T. Calvo, Madrid, Gredos. BARTHES, R. (1966) “Introduction à l’analyse structurale des récits”, Communications, 8, pp. 1-27.

12. A lo que hay que añadir como locus classicus el comienzo de la Metafísica: “Todos los hombres por naturaleza desean saber. Señal de ello es el amor a las sensaciones. Estas, en efecto, son amadas por sí mismas, incluso al margen de su utilidad” (980A).

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LUIS GALVÁN

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