¿Acaso existe una sola vía para el socialismo del Siglo XXI?

August 26, 2017 | Autor: Carlos Rivera-Lugo | Categoría: Latin American Studies, Socialism, Socialismo, Theories of Socialism, Socialismo S. XXI
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¿Acaso existe una sola vía para el socialismo del Siglo XXI? Carlos Rivera Lugo / Especial para Claridad En su edición pasada, Claridad publicó una interesante entrevista al intelectual marxista estadounidense, James Petras, realizada durante su reciente visita a nuestro país. Confieso que siempre he sentido una gran aversión a las sobre simplificaciones ideológicas, sobre todo cuando hacen abstracción de lo que nos dicen las circunstancias reales, las condiciones materiales de vida, dentro de las cuales nos vemos obligados los individuos reales y vivos actuamos. Hago referencia a la siguiente aseveración de Petras sobre la izquierda latinoamericana: “Creo que la izquierda ha perdido su papel, ha perdido criterios. Entendemos la izquierda como una política que aumenta los gastos estatales, que fortalece el poder del estado en la economía, que rechaza las prácticas de libre comercio, que aumenta los salarios, (que emplea) las inversiones públicas en servicios sociales, eso como algunos criterios. Si aplicamos eso, lo que la gente llama la izquierda, ¿a quién podemos considerarlo así?” De golpe y porrazo, Petras descalifica prácticamente a toda la izquierda latinoamericana, con las honrosas excepciones del gobierno revolucionario de Cuba y el gobierno de Hugo Chávez Frías (de quién también tuvo dudas hasta hace poco). Sus fundamentos, sin embargo, son hartos sospechosos, casi metafísicos. A la luz de los mismos, cómo nos podríamos explicar el fracaso estrepitoso de los regímenes del socialismo real europeo o las bárbaras aberraciones de un Pol Pot, todos comprometidos con el fortalecimiento del poder del estado en la economía, prácticamente su único criterio decisorio a la hora de definir lo que es o no de izquierda. Si hay una lección elocuente que nos dejó los fracasos del socialismo del Siglo XX es habernos demostrado que una cosa es la estatización de los medios de producción, es decir, el mero cambio en la forma jurídica de la propiedad, y otra, muy otra, es la necesaria socialización y humanización de los medios de producción, la igual distribución de sus frutos, así como la democratización radical de las relaciones sociales que resulta imperativa si es que realmente vamos a dejar atrás la explotación y opresión de unos seres humanos por otros. El socialismo no puede ser reducido, pues, a mero concepto en abstracción de las condiciones materiales y subjetivas necesarias para su desarrollo. El socialismo es ante todo un proyecto en permanente devenir, que no soporta reduccionismos ideológicos a partir de comprensiones prefabricadas de la realidad. Y como todo proyecto, exige una conciencia auténtica de las circunstancias que pretendemos transformar, no a base de etiquetas ni de modelos prefabricados, sino a partir de una confrontación honesta, imaginativa, humilde pero también audaz de la teoría con la experiencia histórica concreta, la que se reviste de cotidianeidad y se afinca en el ámbito local. ¿Son Luiz Inácio Lula Da Silva, Rafael Correa, Evo Morales, Tabaré Vázquez, Michelle Bachelet y Daniel Ortega de izquierda? ¿Dónde ubicamos al neokeynesiano Néstor Kirchner? ¿Cómo explicamos la unidad en la diversidad que les caracteriza en torno a la construcción de una nueva realidad integradora de la América Latina, independiente de la agenda estratégica norteamericana? No son experimentos de laboratorio lo que éstos

conducen sino procesos históricos reales y concretos, con sus inmensas contradicciones, riesgos y apuestas, fortalezas y debilidades, es decir, con todas las complejidades propias de unos pueblos que han echado a andar la esperanza y no tienen tiempo ni necesidad de estar consultando manuales para dummys para decidir lo que van a hacer. Cada uno enfrenta circunstancias particulares con sus manifestaciones específicas, no empece los males universales que subyacen. Cuánta falta nos hace recordar en este contexto la admonición de ese sabio político chino que nos hablaba de la necesidad de diferenciar entre las contradicciones en el seno del pueblo y las contradicciones con el enemigo. Podemos estar a favor o en contra de algunas de las políticas de estos líderes latinoamericanos, pero lo que no podemos dejar de aquilatar es el profundo impacto que su mera presencia y acción ha tenido, con todas sus limitaciones, sobre el cuadro estratégico de fuerzas que imperaba hasta hace poco en la región. Hoy Nuestra América es un poco más libre, Cuba rompe definitivamente su asedio, Chávez es acogido como hermano y cunde nuevamente la esperanza de construir un futuro alternativo, no capitalista, para los pueblos de la región gracias al saldo favorable que, en el balance, ha producido las acciones de cada uno de éstos líderes, y las diversas fuerzas y movimientos que le acompañan, desde sus particulares trincheras. A comienzos de marzo se llevó a cabo en Alemania un ciclo de conferencias “Rosa Luxemburgo”, que llevó el título “Y entonces, pues, otra vía es posible”. Esté se dedicó a estudiar y valorar lo que sus organizadores llaman “la creatividad y el empuje, que desde hace un tiempo parten desde algunos países de América Latina”. Desde éstos, puntualizan, “se está articulando una posibilidad y se está trabajando, por lo menos, en una nueva perspectiva”. Según el prominente filósofo italiano Gianni Vattimo, la liberación de América Latina cobra un nuevo y tal vez decisivo protagonismo. En una entrevista concedida con motivo de su reciente estancia en La Habana, Vattimo dice ver con esperanza el surgimiento de un proyecto social colectivo cada vez más amplio en la América nuestra que, no obstante sus imperfecciones, se acerca más que ningún otro proceso de cambio a la transformación que necesita el mundo actual. “Necesitamos que América Latina nos salve de la dominación estadounidense. He cultivado este sueño en estos últimos años, porque América Latina tiene recursos, fuerza demográfica, capacidad de resistencia, no militar sino económica, frente a Norteamérica”, expresa. Vattimo, quien se define como pensador postmoderno y militante cristiano y comunista, propone un nuevo pensamiento que potencie “una fuerte teoría de la emancipación a través de la reducción de la violencia institucional. Para reducir esta violencia se deben tener muchísimas iniciativas fuertes. El concepto de debilidad tiene que ver sobre todo con el rechazo de una actitud metafísico-definitoria de lo que es mejor”. Desde esa perspectiva, critica a aquellos que pretenden condenar al comunismo a los límites históricos de lo que fue el socialismo real soviético, sobre todo su creencia en “un

desarrollo a cualquier precio”. A partir de dicha experiencia, los comunistas hemos tenido que aprender que “la emancipación humana es abierta, y no cerrada”. “Soy un antimetafísico, me opongo a que haya un ideal humano definible, una ‘verdad’. Creo que la verdad es un gran enemigo de toda la formación humana, porque si hay alguien que conoce la verdad tendría que confiar en él...El bien del hombre es no tener un bien definitivo de una vez por todas. ¿Qué me gustaría de una sociedad? Que fuera una en la que puedo vivir bien, con todos los recursos, y donde pudiera inventar estilos de vida junto a los otros”. Continua Vattimo: “Mi idea se consolida en una posición filosófica en la cual se ve la emancipación como una disolución de los límites impasables. Incluso la realidad. ¿Qué es la realidad?...La realidad es lo que metafísicamente los poderosos me imponen como creencia, y pienso que la emancipación humana depende de la desaparición de sus límites objetivos. Marx pensaba que esta disolución no podía darse en la idea, sino en la práctica, y yo estoy de acuerdo”. “Me gustaría hacer una revolución no para realizar un ideal positivo de hombre, sino para eliminar los límites a la invención de nuevos ideales. La liberación del hombre es una liberación de su creatividad”, abunda. Vattimo concluye convidándonos a empezar a crear “islas de comunismo”, multiplicar las iniciativas emancipadoras por doquier, abordando la llamada toma del poder total con mayor humildad y realismo, sobre todo a la luz de lo elusivo que dicho poder total ha demostrado ser a través de la experiencia histórica. Y es que, añado yo, el poder total constituye una gran ilusión ideológica que muchas veces nos inmoviliza y nos lleva a tirarle piedras a la luna cuando de lo que se trata es de despertar la conciencia y la voluntad del poder inmediato, el más real de todos, el que sirve para reproducir nuestro modo de vida actual o, en la alternativa, para transformarlo radicalmente. Ya lo dijo el Subcomandante Insurgente Marcos: “¿La toma del poder? No, algo apenas más difícil: un mundo nuevo...”. Chávez advertía recientemente que el rebrote popular y democrático que se vive hoy en la América Latina constituye una especie de transición, donde debe morir lo que tenga que morir y donde debe nacer lo que tiene que nacer. Si hubo un momento histórico para avanzar en dirección a la construcción del Socialismo del Siglo XXI, es ahora y es en la América nuestra, insiste. Pero, ojo con aquellos que pretenden endilgarnos sendas ya andadas por otros, en otros tiempos y en otras circunstancias, como la única vía disponible para la izquierda. El socialismo del Siglo XXI será parto de la gran diversidad de experiencias de lucha que hoy cobran cuerpo a través de Nuestra América. Éstas van desplegando una necesaria fuerza creativa que, junto con la debida valoración del caudal histórico de experiencias y saberes que han acumulado nuestras respectivas luchas liberadoras, irán dando con las claves de la transformación revolucionaria que ya se vive -como proceso histórico que es-

aunque no sea la que unos y otros, desde sus particulares añoranzas o antojos, hayan soñado. 27 de marzo de 2007

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