A vueltas con la nación: sobre la actual narrativa colombiana

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Descripción

in dice

FABIO RODRIGUEZ AMAYA

De juglares y narradores en Colombia: los aiios Setenta, tan cerca y tan lejos de Macondo

5

PABLO MONTOYA

La novela colombiana actual: canon, marketing y periodismo

31

GABRIEL SAAD

Con il contributo del Dipartimento di Lingue, letterature Straniere e Comunicazione dell'Universitd degli Studi di Bergamo.

Dionea de Julio Olaciregui: una novela fundamental

45

CATALINA QUESADA GOMEZ

A vueltas con la naci6n: sabre la actual narrativa colombiana © 2014, Bergamo University Press

65

ERMINIO CORTI

El verde y el rojo: Los derrotados de Pablo Montoya

91

Periplo colombiano Erminio Corti- Fabio Rodriguez Amaya (Eds.) p. 228 - em. 15x22

CONSUELO TRIVINO ANZOLA

La narrativa colombiana ante el marketing: 1992-2012

ISBN- 978-88-6642-177-1

109

ADRIANA ROSAS CONSUEGRA

Sestante Edizioni - Bergamo www.sestanteedizioni.it

Didlogos de cuentos de autores del Caribe colombiano para un taller de creatividad literaria

Printed in Italy by Sestanteinc - Bergamo

Mas alla del umbral: una lectura de Un espejo despues, micro/icciones de Luis Fayad

121

ANNA BoccuTI

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5 FEDERICA ARNOLDI

De palabras y ausencias. Instancias escriturales en la obra de Consuela Triviiio

159

FABIO RODRIGUEZ AMAYA Universita degli Studi di Bergamo

SYLVIA SUAREZ

Eslabones de una tradici6n interrumpida. Arte!Politica en Colombia 1938-1978

171

De juglares y narradores en Colombia: los aiios Setenta, tan cerca y tan lejos de Macondo

JULIO 0LACIREGUI

Mito e Historia en la narrativa del caribe colombiano: de Chango el gran putas a La Ceiba de la memoria

195

DARfo Rurz G6MEZ

La literatura italiana como educaci6n sentimental

215

Los autores

221

En un estudio dedicado a Piero de la Francesca, Pietro Allegretti afirma: "En la historia del arte existen hombres que con su arte inauguran una epoca, con su sensibilidad la cuentan, con su inteligencia la leen y gracias a la invencion de un mundo y de un hombre nuevos la recrean" .1 Esta sintesis define cabalmente al artista en un momento trascendental como el Humanismo, puerta de entrada en Occidente ala primera Modernidad. Si este principio se aplica por analogia al mundo contemponineo, no es dificil ver como en este, tan heterogeneo, en constante transformacion y donde impera la comunicacion monopolizada y controlada, en los ambitos de la cultura se pueden identificar al menos cuatro tipologias de protagonistas: son muchos los que dedican los mayores esfuerzos en edificar su biografia personal; son mas quienes poniendose al servicio del sistema alcanzan reconocimientos y prebendas; son pocos los que escriben la historia de una colectividad y logran inaugurar, leery contar una epoca, un pais, un continente, el mundo; son menos aun quienes alcanzan a recrear al hombre. Los dos primeros tipos, pertenecen a esa legion de protagonistas del momento, agentes, publicistas y beneficiarios del poder de turno. Si es plausible ejemplificar, con el debido conocimiento, al final de quien se habla ~del Cavaliere D'Arpino, Cesare Baronio y del Duque di Aquino? o de Caravaggio; ~de Pio Cabanillas Gallas, Tomas Dominguez y Ernesto Gimenez Caballero? ode Federico Garda Lorca; o, para quedar en ambito colombiano, ~de Julio Enrique Blanco,

1 Piero della Francesca, (ed. de) Pietro Allegretti, presentaci6n de Oreste del Buono, Rizzoli/Skira, Milano, 2003, p. 32. Trad. mia.

~ 65 CATALINA QUESADA GOMEZ University of Miami

A vueltas con Ia naci6n: sobre Ia actual narrativa colombiana

Estas notas acerca de la naci6n y la actual narrativa colombiana parten de una inquietud, una inquietud que se hace eco de la reflexi6n que diversos colegas estan realizando desde hace unos afios al hilo de la presunta existencia de una literatura posnacional en America Latina. Trabajos recientes como el volumen colectivo Literatura mds alld de la naci6n. La centripeto y lo centri/ugo en la narrativa hispanoamericana del siglo XXI, coordinado por Francisca Noguerol,l o el dossier "Mas alia de la naci6n en la literatura latinoamericana del siglo XXI", coordinado por Anibal Gonzalez para la Revista de Estudios Hispdnicos,2 por citar dos de los ultimos ejemplos, intentan dar respuesta a la pregunta de si la globalizaci6n ha entrafiado cambios en la concepcion de la naci6n y los imaginarios nacionales y si, por consiguiente, es posible seguir utilizando el molde epistemol6gico de lo nacional para estudiar la literatura hispanoamericana actual. En esa misma linea, el seminario ALLICCO de la Ecole Normale Superieure de Paris, dedicado a "Globalizaci6n, naci6n y literatura en America Latina" ,3 abria su sesi6n inaugural, en enero de 2012, con la pregunta de silas literaturas de America Latina son todavia literaturas nacionales. Despues de un largo y detallado analisis de la situaci6n de la literatura hispanoamericana en las ultimas decadas, nuestro colega Gustavo Guerrero concluye que para dicha pregunta no hay una respuesta unica y que es necesario analizar cada caso se-

1 Francisca Noguera! Jimenez et al., Literatura mas alta de la naci6n. De lo centripeto Y lo centri/ugo en la narrativa hispanoamcricana del siglo XXI, Iberoamericana!Vervuert, Madrid/Frankfurt, 2011. 2 Anibal Gonzalez, coordinador, Dialogo Critico. Mas alta de la naci6n en la literatura latinoamericana del siglo XXI, Dossier de la Revista de Estudios Hispanicos, Nr. XLVI, 1, 2012, pp. 50-133. 3 http:!/emyt94.wix.com/seminaire-allicco (consultado el17 /09/2012) .

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paradamente. Pero que sf habria alga que ha cambiado en los ultimos treinta anos; y es que, en ciertos casas - a prop6sito de ciertos autores, de ciertas obras o de ciertos textos -, ya no es posible seguir hablando de literatura nacional. Lo anterior me lleva a preguntarme que pasa con Colombia. Todos conocemos las particularidades que en el caso que nos ocupa tuvo el proceso de la gestaci6n de una naci6n que surgi6 por la voluntad de las elites ilustradas criollas. Como Maria Teresa Uribe ha destacado, estas tuvieron que crear tres relatos fundadores que en un primer momenta alentaron el patriotismo y supusieron una justificaci6n para la emancipaci6n y la lucha armada contra la metr6poli y, despues, una vez conseguida la independencia, pasarian a convertirse en los discursos a partir de los cuales construir "una identidad nacional posible":

dos, descubrieran y empezaran a sentir como suyo el mundo del Caribe; y viceversa, para que los costefios aprendieran a sentir como suyo tambien aquel otro lado de la patria.5 Carlos Patino Villa hace extensiva esa ausencia de una identidad colectiva comun ala primera mitad del siglo XX, pues, "a diferencia de Mexico, Argentina, Chile o Brasil, no ha existido un lenguaje, una imagen o una historia "nacional" que funcione como elemento cohesivo, de identidad e incluso fundador de las biografias de los individuos en cuanto miembros espedficos de la naci6n" .6 Segun Patino es solo hacia la segunda mitad del siglo XX, cuando comenzamos a poder hablar de una identidad nacional en el contexto colombiano, una identidad que habra surgido a partir de diversos procesos, heterogeneos, sf, pero entre los cuales es posible establecer vfnculos. Procesos como los de la urbanizaci6n, a partir de las decadas del Treinta o el Cuarenta, y el surgimiento de una sociedad de masas con medias de comunicaci6n que emiten a nivel nacional- contribuyendo, asf, como nos lo recuerda Martin-Barbero, ala gestaci6n de una conciencia comun de colombianidad _7 y una red de carreteras que permitira consolidar una economfa nacional; procesos como el de la secularizaci6n, que contribuiria al desmantelamiento de las estructuras tradicionales en ciertas regiones; procesos, en definitiva como el de la necesidad por parte del Estado colombiano de dominar el territorio nacional por la existencia de guerrillas8. Pero incluso a fines del mismo siglo XX, las identidades locales y regionales sedan todavfa mas fuertes que la nacional en algunos puntas, "manteniendo ademas las redes de reconocimiento polftico y de solidaridad derivadas de la colonia" .9

Se exploran asi tres relatos fundadores que han mantenido una pervivencia hist6rica de siglos: el relato de la gran usurpaci6n sobre el cual se erigi6 el ius salt's y se justific6 la ruptura con la metr6poli; el relato de la exclusion y de los agravios, que permiti6 la constituci6n de un punto de convergencia identitario entre los nuevos ciudadanos - el victimismo - ante la ausencia de identidades nacionalitarias preexistentes; por ultimo, el relato de la sangre derramada, que transform6 el territorio, el suelo y el espacio geognifico en el "hogar patri6tico" de los ciudadanos.4 Sin embargo esa identidad nacional no surge de un dfa para otro. Alfonso Munera va incluso mas alla, al negar para este periodo de la independencia la existencia de un unico imaginario de naci6n, que solo se conseguiria, tiempo despues, a fuerza de guerras: ~Como pudo surgir entonces un solo Estado-naci6n en 1831, en media de concepciones tan diversas? Por supuesto, no como el resultado de "una comunidad imaginada", sino como el simple y llano resultado de la fuerza. Los ejercitos estaban ahora en manos de las elites andinas y estas, finalmente, impusieron su gobierno. Inventar la naci6n colombiana cost6 muchas guerras. Porque la guerra, ademas de su funci6n profundamente aniquiladora, fue el mejor instrumento para que masas de campesinos de tierra fria, convertidos en solda-

5 AlfonsoMunera, Elfracaso de la naci6n. Region, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1821), Planeta Colombiana, Bogota, 2008, pp. 228-229.

6 Carlos Alberto Patino Villa, "El mito de la naci6n violenta. Los intelectuales, la violencia y el discurso de la guerra en la construcci6n de la identidad nacional colombiana", en Francisco Colom Gonzalez, a cargo de, Relatos de naci6n, cit., tomo II, pp. 10951114; la cita corresponde ala p. 1097. 7 Jesus Martin-Barbero, Al sur de la modernidad. Comunicaci6n, globalizaci6n y multiculturalidad, Universidad de Pittsburgh, Pittsburgh, 2001. Del mismo autor, vcase "Colombia: ausencia de relata y des-ubicaciones de lo nacional", en Jesus Martin-Barbero, coordinador, Imaginarios de Naci6n. Pensar en media de la tormenta, Ministerio de Cultura, Bogota, 2001, pp. 17-29. 8 Carlos Alberto Patino Villa, "El mito de la naci6n violenta. Los intelectuales, la violencia y el discurso de la guerra en la construcci6n de la identidad nacional colombiana", cit., pp. 1098-1100. 9 I vi, p. 1101.

4 Maria Teresa Uribe, "La elusiva y dificil construcci6n de la identidad nacional en la Gran Colombia", en Francisco Colom Gonzalez, a cargo de, Relatos de naci6n. La construcci6n de las identzdades nacionales en el mundo hz~l"pdnico, Iberoamericana/Vervuert, Madrid/Frankfurt, 2005, tomo I, pp. 225-249; la cita corresponde ala p. 227.

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Sin embargo, un nuevo elemento va a contribuir a configurar una identidad nacional en Colombia. Me refiero, obviamente, ala violencia. Y digo nuevo, no porque en el siglo XIX no hubiese existido (no es necesario recordar las guerras civiles del XIX), sino porque la vialen cia del siglo XX entrafia cambios sustanciales en la sociedad colombiana que permitinin el surgimiento de dicha identidad nacional. No se trata solo de que la violencia se haya convertido en el relato que justifique la ruptura del regionalismo en la conciencia politica de Colombia, con un desplazamiento masivo, en el plano de lo social, de la poblacion rural bacia las zonas urbanas,lO sino que la visibilidad alcanzada por esta va a generar toda una serie de relatos literarios, intelectuales, academicos y en los medias de comunicacion que se han convertido en fundadores de una autentica comunidad imaginada, erigida, como lo subraya Patino, sabre el mito de la nacion violenta:

Garda Marquez. Para Williams son nacionales "en el sentido de que han llegado a todos los lectores del pais, mas alla de las fronteras de su region" ,12 lo cual no quiere exactamente decir que sean portadoras de una ideologianacional; pero si leemos entre lineas podemos deducir que adquieren esa condicion de nacionales por recoger una serie de valores, principios y formas de ver el mundo que no resultan ajenas a quienes comparten un mismo imaginario. En lo que respecta a la existencia de una literatura nacional, quiza la mas contundente sea la opinion de Bogdan Piotrowski, quien, en La realidad nacional colombiana en su narrativa contempordnea (1988), reivindica la existencia de una literatura nacional colombiana, que habria empezado a cristalizar de modo irrevocable en la decada de 1920.13 Y para demostrar la existencia de lo que para otros no pasa de simple entelequia, Piotrowski recurre a tres metageneros narrativos: la novela costumbrista-criollista, de la cual toma La marquesa de Yolomb6 (publicada en 1928), de Tomas Carrasquilla; la novela de tema indigena, ejemplificada en Tad. Narraciones de caucherias (1933), de Cesar Uribe Piedrahita, yen 4 afios a bordo de mi mismo (1934), de Eduardo Zalamea Borda; y, finalmente, la novela de la Violencia, como genero que ha contribuido a la gestacion de la conciencia nacional en Colombia. Estas novelas, cada cual a su manera, pretenderian no solo dar cuenta de eso que Pietrowski llama la realidad colombiana, sino tambien proponer sendos modelos de nacion en los que priman tales o cuales intereses; con respecto ala raza, por ejemplo:

La violencia constituye basicamente el relato de la vinculacion nacional que ha llevado al establecimiento de nuevos elementos de identidad colectiva y a la ruptura con viejos modelos de identidad local y sectaria, mas propios del siglo XIX y proclives a las guerras civiles y al aislacionismo. [ .. .] La naci6n en Colombia existe, entonces, en la medida en que los miembros de las diferentes regiones que conforman el pafs se han encontrado en una serie de circunstancias comunes, llamadas indistintamente violencia, guerra civil o guerra contra la sociedad, que los relacionan entre sf, les brindan autorreconocimiento y, a diferencia de lo ocurrido en la mayor parte de los siglos XIX y XX, atraviesan todo el territorio, obligando al Estado a responder al desaffo de gobernarlo, de integrar ala poblaci6n y de dirigir la sociedad mas alia de los partidos politicos.ll

La marquesa de Yolomb6 refleja la busqueda de la identidad nacional, la

evocaci6n de las rafces etnicas y culturales, pero al mismo tiempo trata de consolidar la validez de la antigua jerarqufa social donde los indfgenas y los africanos son dominados por los blancos. En ambas novelas del tema indfgena, la apreciaci6n social sigue transformandose, y el blanco admite que el aborigen este a su lado, que tenga los mismos derechos; y, por fin, el problema racial parece esfumarse (momentaneamente) en la novela de la violencia, cuando se admite la imagen de un ciudadano comun tfpico - un mestizo - y surge como tema, poco a poco, tfmidamente, el conflicto de clases, la lucha por el poder.14

Nos surge, ademas, el problema de establecer cual es la literatura nacional en Colombia, puesto que si hablamos de una literatura posnacional presuponemos la existencia de una literatura nacional que la precedio. Pero, 2ha existido una literatura nacional en Colombia, habida cuenta de las dificultades para la constitucion de la identidad nacional? Raymond Leslie Williams, en su ya clasico Novela y poder en Colombia, 1844-1987, sostiene que solo tres de las novelas que el analiza lo serian: Maria (1867), de Jorge Isaacs, La vordgine (1924), de Jose Eustasio Rivera, y Cien afios de soledad (1967), de Gabriel 10 11

12 Raymond Leslie Williams, Novcla y poder en Colombia, 1844-1987, Tercer Mundo Editores, Bogota, 1992, p. 20. 13 Bogdan Piotrowski, La realidad nacional colombiana en su narrativa contempordnea: aspectos antropol6gico-culturales e hist6ricos, Instituto Caro y Cuervo, Bogota, 1988, p. 8. 14 I vi, p. 249 .

Ivi, p. 1110. Ivi, p. 1114.

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Encontramos en ellas, igualmente, una propuesta en lo que concierne a la politica del pais, a las relaciones con Espana y otros paises latinoamericanos, a la integridad de la nacion o a lo insostenible de la estructura bipartidista, que estaria en el origen de las guerras fratricidas. Y para abordar cada una de esas cuestiones, los novelistas tienen como punta de partida y de llegada, no solo esa realidad colombiana, sino tambien un imaginario colectivo colombiano. De modo que, si en el XIX no existe aun una "comunidad imaginada" que la literatura pueda representar o con la que la literatura pueda establecer un &llogo, eso si sucederia ya en el siglo XX.15 Es necesario mencionar en este punta la coleccion Cuadernos de Naci6n del Observatorio de Politicas Culturales impulsado por el Ministerio de Cultura de Colombia, en concreto los volumenes coordinados por Jesus Martin-Barbero y Omar Rincon. Es interesante ver como en su aportacion al volumen Relatos y memorias !eves de naci6n (2002), "Colombia marca no registrada", Omar Rincon acomete una descripcion de la colombianidad desde panimetros netamente posnacionales, porque aunque comience negando la existencia de un gran relata denaci6n, lo que hace a continuaci6n es deconstruir todos aquellos discursos e imagenes que se han esgrimido como representativos de lo colombiano, para negarlos, matizarlos y mostrarnos su cara oculta, o para sustituirlos por lo que considera los autenticos mitos fundadores. Asi, Colombia es hija de Santander y su defensa de las leyes; pero cuando la ley no funciona, Santander conspira contra Bolivar e intenta matarlo. El reverso de ese acto fundador sera lo destacable, para Rincon, pues "somas leyes que esconden que somas una naci6n que se hace en los bajos fondos, porque una vez creada la ley se inventa la forma de actuar sin leyes."16 En esa misma linea, dira de la fe cat6lica impuesta- que, en efecto, ha actuado como aglutinante religioso de la naci6n- que fue abrazada por los colombianos "porque se nos permite, en simultaneo, matar y ser perdonados, ser cuidados por la virgen que es una madre bondadosa y permisiva, venerar a un nino con rostra de adulto que nos convierte en una naci6n de ninos, de sentimientos irreflexivos y fe ingenuas, ciegas y desordenadas." 17 Por un lado, la actitud de Rincon, desde lo ensayistico,

corre pareja con eso que hemos definido como lo posnacional, que, en una de sus vertientes, aspira a redefinir lo nacional, cuestionando toda una serie de valores tradicionalmente aceptados. Pero al mismo tiempo prolonga esa actitud de situar lo tipicamente nacional junto al mito de la violencia, un mito del cual Colombia sigue sin poder desprenderse. Creo que es necesario repensar cual es la manera de manifestarse lo posnacional en Colombia, pues si por un lado subyace "una voluntad de explorar e incorporar espacios y mentalidades alejados de la realidad nacional de los auto res y no determinados por ella", 18 tambien es caracteristica de la literatura posnacional la reformulaci6n de lo que se ha tenido por nacional, proponiendo nuevas imaginarios y ampliando los ya existentes. Lo que si es cierto es que los cambios en todos los 6rdenes que la globalizaci6n entrana no dejan intactas las relaciones de los escritores con lo nacional ni la manera en que lo nacional es percibido. Me propongo, a continuaci6n, analizar sucintamente cual es esa relaci6n en algunos casas concretos.l9 Y para ella parto de la noci6n de devaluaci6n de lo nacional, desarrollada, entre otros, por Jesus Martin-Barbero. Para el, a diferencia de lo que sucediera de los anos treinta a los cincuenta en Colombia, cuando los medias de comunicaci6n desempenaron un papel decisivo en la formaci6n del sentimiento y la identidad nacionales, en el cambia de siglo los medias de comunicaci6n promueven mas bien la devaluaci6n de lo nacional. Con el nuevo arden mundial y la transnacionalizaci6n no solo de los mercados, sino tambien de la cultura, los medias vendrian a poner en juego un contradictorio movimiento de globalizaci6n y fragmentaci6n de la cultura, de mundializaci6n y revitalizaci6n de lo local. Tanto la prensa como la radio y aceleradamente la television son hoy los mas inte-

18 Anibal Gonzalez, "Introduccion", en "Dossier Didlogo Critico. Mds alld de la naci6n en la literatura latinoamericana del siglo XXI", Revista de Estudios Hispdnicos, Nr. 46, 1, 2012, pp. 51-53; la cita corresponde ala p. 51. 19 Remito allibro de Alvaro Pineda Botero, La es/era inconclusa: novela colombiana en el dmbito global, Universidad de Antioquia, Medellin, 2006, que formula la pregunta (p. 30), pero no proporciona respuesta alguna. Mi repaso por la narrativa colombiana de las ultimas decadas es necesariamente limitado; para una vision panoramica, cfr. Jose Manuel Camacho Delgado, "La narrativa colombiana contemporanea: magia, violencia y narcotriifico", en Trinidad Barrera, coordenador, Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo III. Siglo XX, Catedra, Madrid, 2008, pp. 295-318; Carmen Alemany Bay, "Horizontes de la narrativa colombiana de las ultimas decadas en el ambito latinoamericano"' Caravelle. Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Breszlien, Nr. 93,2009, pp. 207-226 .

1 5 Cfr. Carlos Uribe Celis, La mentalidad del colombiano: cultura y sociedad en el siglo XX, Ediciones Alborada, Bogota, 1992. 1 6 Omar Rincon, "Colombia: marca no registrada", en Omar Rincon, coordinador, Relatos y memorias !eves de nacz'6n, Ministerio de Cultura, Bogota, 2002, pp. 11-39; la cita C'orresponde ala p. 14. 17 Ivi,p.l5.

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resados en dz/erenciar las culturas ya sea por regiones o por edades, y al mismo tiempo poder conectarlas a los ritmos e imagenes de lo global. De manera que la devaluaci6n de lo nacional no proviene {micamente de la desterritorializaci6n que efectuan los circuitos de la interconexi6n global de la economia y la cultura-mundo sino de la erosion interna que produce la liberaci6n de las dz/erencias, especialmente de las regionales y las generacionales. Mirada desde la cultura planetaria, la nacional aparece provinciana y cargada de lastres estatalistas. Mirada desde la diversidad de las culturas locales, la nacional es la identificada con la homogenizaci6n centralista y el acartonamiento oficialista. Lo nacional en la cultura resulta ser un ambito rebasado en am bas direcciones que replan tea asi el senti do de las /ronteras20

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un estilo escindido de ciudadania, donde la identificacion con la nacion pasa por la adhesion a uno de los partidos tradicionales y el rechazo o exclusion de los adversarios" ,22 con la consiguiente ausencia de una comunidad imaginada de compatriotas que pudieran compartir un pasado, presente y futuro comunes, la Colombia del siglo XIX y parte del XX ha contado con una literatura considerada nacional, aclarando que esa nacionalidad en el pais en cuestion ostenta la particularidad de poseer fuertes variedades regionales. Una de las cumbres de dicha literatura, como estudio Doris Sommer, seria la Maria (1867) de Jorge Isaacs y ya habria entrada en crisis cuando, cien anos despues, salga ala luz el gran best-seller de las letras colombianas. Si la narrativa nacional colombiana no puede ser concebida sin atender a la confrontacion entre la fragmentacion regional y los afanes centralizadores, en la narrativa posnacional dichas particularidades se difuminan en muchos casos, en parte al contar con una nutrida nomina de narradores que escriben de Colombia - o de cualesquier otros asuntos - desde fuera del pais; pero en otros la diferencia regional sigue patente, en lo que constituye una cabal materializacion de la dialectica local/global en la que nos venimos moviendo en los ultimos tiempos. Lo que nos interesa destacar aqui es la existencia de un imaginario comun (Anderson), si no claro y bien definido, si mas o menos difuso, pero distinguible para diversos escritores contemporaneos, con respecto al cual se han posicionado, pot lo general, para mostrar sus insuficiencias, sus taras y sus fallas. En este sentido es de notar que la ironia y el humor, que estan en el origen del genera novelistico, asi como el escepticismo ante el orden establecido sera la nota dominante en buena parte de los nuevas relatos, patrios o expatriados. Valores religiosos, el arden familiar tradicional o nociones como las de la patria o la masculinidad heterosexual seran sistematicamente minados pot algunos de los mejores narradores del momento.23 En este sentido es de destacar Al diablo !a maldita primavera (2002), de Alonso Sanchez Baute, que constituye una satira feroz de la sociedad bogotana. Desde la mirada tan ingenua y egolatra como vacua de una drag queen sabre la Bogota gay, Sanchez Baute aborda con ironia e irreverencia cuestio-

Lo que Martin-Barbero aplica a los medias de comunicacion y ala cultura popular podria ser parcialmente extrapolable al plano literario, pues algunos de los escritores colombianos del tninsito del siglo XX al XXI cuestionan de la misma o similar manera dicho orden nacional, asi como las homogeneizaciones y monolitismos que vienen de la mano del concepto de nacion. Nose trata, como bien senala Martin-Barbero, de establecer una oposicion nacional!antinacional, sino de una redefinicion de lo nacional, que conduce a lo que bien puede llamarse lo posnacional por las diferencias que en terminos cuantitativos y cualitativos se producen. Lo curiosa del caso colombiano es que el descentramiento de lo nacional tipicamente posnacional se mezcla y confunde con el secular regionalismo y los enfrentamientos, por ejemplo, entre el interior (Bogota) y la costa, bien estudiados por Jacques Gilard y Fabio Rodriguez Amaya.2 1 Que el escritor barranquillero Julio Olaciregui se defina como poscolombiano cuando se le pregunta por su nacionalidad ha de ser visto, quiza, como la explicitaci6n consciente de lo que muchos escritores patrios estan llevando a cabo con su obra: la representacion del transito del orden nacional al orden posnacional, en el que los extremos (global/local) no se resuelven en la sintesis nacional. Una literatura posnacional

A pesar de las dificultades para la configuracion de un Estado-nacion monolitico en Colombia en el siglo XIX y la consolidacion "de

22 Fernan E. Gonzalez, Partidos, gucrras e Iglesia en !a construcci6n de! Estado-naci6n en Colombia (1830-1900), La Carreta, Medellin, 2006, p. 190. 23 Cf. Chloe Rutter-Jensen, La beteronormatividad y sus discordias: narrativas alternativas del a/ecto en Colombia, Universidad de los Andes, Bogota, 2009.

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Martin-Barbero, Al sur de la modernidad, cit, pp. 153-154. Fabio Rodriguez Amaya (ed), Plumas y pinceles, l y II., Bergamo, Bergamo University Press-Sestante, 2008, 2009. 21

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nes como la violencia del pais, la doble moral, la crisis economica, pero tambien la nocion misma del exilio, el consumismo, la globalizacion o la condicion homosexual, en una obra que se muestra deudora de la de otros iconos gay de las letras latinoamericanas, como Luis Rafael Sanchez, Severo Sarduy o Manuel Puig. Mediante las digresiones delirantes del protagonista, Edwin Rodriguez Buelvas, asistimos a la representacion enloquecida de un espacio que, si algun dia tuvo pretensiones de ser la Atenas Suramericana, no alcanza sino a ser una deformacion parodica y telenovelesca de la cultura helenica. Si en el XIX fue la simbologia del amor heterosexual, representado por la dialectica novio-padre I amada-esposa, de obras como Maria la que contribuyo ala forja de una idea nacional, novelas como Al diablo la maldita primavera representan, mediante la parodia del modelo, una propuesta posnacional que opta por la inclusion de la variedad (de lo tradicionalmente excluido por los proyectos nacionalistas) en clave humoristica y politicamente incorrecta: una "metafora de las oscuras e invisibilizadas identidades sexuales alternativas que forman parte de la compleja sexualidad de una ciudad como Bogota" .24 En ese ejercicio de travestismo literario, Garda Dussan ha querido ver, en esta novela y en Sexualidad de la Pantera Rosa (2004), de Efraim Medina, la confirmacion de que la identidad nacional, como la sexual, es cambiante.25

Entre las estrategias aptas para desesencializar la nacion, Castany Prado destaca la de la construccion de personajes hfbridos que problematizan y ponen en tela de juicio las definiciones nacionalistas de mas rancio calado.26 En Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), de Hector Abad Faciolince, el personaje de Gaspar Medina, siguiendo el modelo de la picaresca, se presenta como narrador de lo que el mismo denomina su vida licenciosa. La veracidad de su relata (que se da, en la ficcion novelesca, como memoristico) es puesta en entredicho por las contradicciones en que incurre el personaje y por las incongruencias de su discurso, que son a veces destacadas por el mismo. Las sospechas de falsedad forman parte, por lo tanto, de la fiecion. Como colombiano de nacimiento trasplantado a Europa, Gaspar Medina nos ofrecera una version de distintos acontecimientos de la historia de su pais, pasada por el tamiz de la distancia (temporal y espacial) y doblemente sesgada, no solo por la subjetividad del genera memoristico, sino, sobre todo, por su condicion de narrador poco fiable, de sospechosa catadura moral. Las distorsiones a que somete dos de los hitos de la historia colombiana del XX (la matanza de las bananeras y el Bogotazo) van des de el bloqueo memoristico de qui en narra a las protestas de veracidad - que con su simple presencia estan ya invocando la posible ficcionalidad de los hechos narrados -, pasando por la aposiopesis y las atribuciones erroneas. A los problemas de la memoria hay que anadir, pues, los del como se narran esos hechos presuntamente vividos o conocidos de segunda mano. La pareja formada por los tios del protagonista de Asuntos de un hidalgo disoluto - el obispo de Santa Marta, a quien sobreviene una segunda ceguera, y Jacinto, el parroco de Aracataca, contagiado de lepra como resultado indirecto de su denuncia de la matanza - constituye una peculiar representacion, como tesis y antftesis, del sempiterno enfrentamiento entre conservadores y liberales en Colombia. Y termina con una no menos extravagante sfntesis que, ademas de incluir el hecho religioso encarnado en el sentimiento de culpa y los castigos divinos, revela las incongruencias del pensamiento de estos colombianos:

Narrar Locombia y otros aetas de fe

Una de las lecturas que permite Sin remedio (1984), de Antonio Caballero, lleva al lector a la conclusion de que, en efecto, como anunciara uno de los personajes de Borges, ser colombiano es un acto de fe. Centrada en las dificultades de un poeta colombiano para crear y para existir, la novela traza un fresco de la Bogota de mediados de los setenta con tales dosis de humor y de ironia que a duras penas queda tftere con cabeza. Sin llegar ala satira acerba del Vallejo de Eldon de la vida (2010), por citar tan solo su obra mas reciente, la historia que tiene por protagonista al fallido poeta Ignacio Escobar desmantela la idea de que pueda existir orden nacional alguno.

Ah, Dios, esa ficci6n humana benevola y despiadada para mis dos t1os. Lo pear fue que ambos, el ciego y elleproso, se murieron convencidos de que el castigo que les hab1a mandado Nuestro Senor se lo tenfan

24

Mario Armando Valencia Cardona, La dz'mensi6n critica de la novela urbana contempordnea en Colombia. De la n/era ptiblica a la narrativa actual, Universidad Tecnol6gica de Pereira, Pereira, 2009, p. 25. 25 Pablo Garda Dussan, Literatura thandtica: btisqueda de una memoria comzin, Alcaldia Mayor de Bogota, Bogota, 2007, p. 82.

26 Bernat Castany Prado, Literatura posnacional, Universidad de Murcia, Murcia, 2007, p. 203 .

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muy bien merecido, el uno por no haber visto la masacre y el otro por haber pretendido defender a los masacrados. Este convencimiento siendo el esquema l6gico de su religiosidad inmune a las contradicciones - jamas hubiera sido afectado por el apunte de que no podian concebirse expiaciones tan severas para comportamientos opuestos.27

Con muy buen tina, la profesora Luz Mary Giraldo establece en En otro lugar varias lineas de fuga o ejes tematicos para poner puertas al campo de la narrativa colombiana de finales del XX y principios del XXI. Junto al movimiento o desplazamiento espacial (motivado por la guerra, pero tambien por otras causas, como la emigraci6n econ6mica o los exilios voluntarios), senala la violencia misma entre los distintos grupos (guerrilla, Estado, paramilitares) como elemento estructurador de toda una serie de textos narrativos. En efecto, una parte nada irrelevante de novelas y relatos aborda dicha cuesti6n, que va camino de convertirse en una de las senas de identidad de la nueva narrativa colombiana. Novelas, como La multitud errante (1999), de Laura Restrepo o Los ejrircitos (2007), de Evelio Rosero, y, en otro arden, La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo, Rosario Tijeras (1999), de Jorge Franco Ramos o Satanas (2002), de Mario Mendoza, recrean algunas de las diversas formas de violencia que asedian a la sociedad colombiana. A pesar de que la cuesti6n de la violencia ha sido una de las senas de identidad (o de los mitos, como lo llama Patino Villa) practicamente desde la construcci6n de la naci6n colombiana - que en los anos cincuenta se haria con el copyright de eso que se llam6 novela de la violencia -, habria que pensar si esa abundancia de representaciones desde distintos frentes (guerrilla, paramilitares, narcotrafico, sicarios, etc.) no contribuye, igualmente, a destruir hoy en dia la imagen homogenea de la naci6n y a forjar un sentimiento apocaliptico y de fracaso colectivo. A las ya citadas se podrian anadir las novelas Perder es cuesti6n de metoda (1997), de Santiago Gamboa, La lectora (2001), de Sergio Alvarez, Testamento de un hombre de negocios (2004), de Luis Fayad, o Tres ataudes blancos (2010), de Antonio Ungar, que al narrar con humor y no poca distancia ir6nica algunas de las tragedias y lacras del pais contribuyen a la creaci6n de un escepticismo identitario carente de dramatismos. No faltan, sin embargo, quienes, sin negar la existencia de un problema grave de violencia en el pais, se resisten a hacer de ella el centro de sus obras de ficci6n. Vista en parte como una nueva forma de exotismo para el europeo o el norteamericano, una sena de identidad tan macabra como atractiva e inofensiva, por cuanto se mantiene confinada en un lejano tercer mundo, la violencia es para estos escritores un lastre narrativo del que cuesta librarse sin ser acusados de escapismo. De ahi que autores como Hector Abad Faciolince se nieguen a aceptar, por ejemplo, el del sicariato o el del narcotrafico como elementos centrales de la narrativa colombiana contemporanea .

La condici6n disoluta de Gaspar Medina lo autoriza a descreer de ciertos valores. En la estela de la literatura posnacional, la mirada del hidalgo desmonta las esencias nacionales, comenzando por el apego al terruno o la nostalgia de la tierra cuando se halle lejos y terminando por los valores religiosos. Solo la lengua, asegura, le hani mantener un vinculo con su pais de origen. Y entre aquello que no lo avergonzani de su tierra, ciertas obras de la literatura nacional, aunque el repertorio sea mas bien reducido.28 La construcci6n del tapas del infierno terrenal, esbozado tanto en Asuntos como en Fragmentos de amor /urtivo (1999), se concreta y desarrolla ampliamente en esa fabula apocaliptica que es Angosta (2003), trasunto literario no solo de Medellin, sino tam bien de la segregaci6n impuesta por Occidente al Tercer Mundo. A partir del referente de la Divina comedia, Abad construye un espacio jerarquico dividido en tres sectores: la Tierra Fria (o Paradiso), la Tierra Templada y la Tierra Caliente (o Infierno). Este espacio constituye una maqueta de Medellin y del mundo, pero tambien remite a otros conflictos de indole global. Como sucede en la Colombia real, la sociedad de Angosta - dividida en dones, segundones y tercerones, que viven en sectores diferentes - consta de blancos, negros, indios, mulatos y mestizos, que estan presentes en cada uno de esos sectores. El prejuicio racial, al que se une el criteria econ6mico, llevara a identificar color de piel con estatus social, en una sociedad construida sabre una dinamica de exclusion que genera distintos tipos de violencia. Mas que un afan cosmopolita de busqueda de exotismos no aut6ctonos, asistimos en sus novelas ala deconstrucci6n del concepto de colombianidad o, mejor, a una reformulaci6n del mismo. En ese sentido, la literatura de Hector Abad Faciolince explora la noci6n de pertenencia a una naci6n cuya descomposici6n se predica. Y lo hace desde dentro, desmontando t6picos y construcciones nacionales y mostrando que tambien una pertenencia hibrida y critica es factible. 27 Hector Abad Faciolince, Asuntos de un hidalgo disoluto, Tercer Mundo, Bogota, 1994, p. 69. 28 Ivi, p. 129.

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En Palabras sueltas (2002) Abad define la sicaresca en estos terminos:

el extranjero son emigrantes que han optado por establecerse en Europa (Julio Olaciregui, Consuela Trivifio, Santiago Gamboa, Juan Gabriel Vasquez) o en otros paises de Hispanoamerica; es este tiltimo el caso de Mexico, que acogio durante afios a los consagradisimos Gabriel Garda Marquez y Alvaro Mutis. Proximo a ellos por edad, aunque no tanto por atencion critica, tenemos el caso de Luis Fayad, que a finales de los setenta dejaria Colombia para venir a Europa y establecerse en Berlin. En Los parientes de Ester (1978) perfila el fin de un orden social que ya casa mal con ese nuevo espacio en el que la Bogota de finales de los sesenta se esta convirtiendo, un entorno urbana que augura una sociedad radicalmente distinta. Uno de los meritos de la novela radica en mostrar dicho decalage, pues aunque la desaparicion de dicho orden social esta asegurada, Fayad nos lo muestra en sus ultimos coletazos. Como subraya Giraldo, los personajes de Fayad deambulan por la ciudad y, entre el absurdo y la pesadilla, constatan que "su alcoba, su casa y su barrio flotan suspendidos en el aire" _30 Esa ingravidez, por supuesto, entronca con la levedad de los nuevos tiempos y desarrolla (e incluso intensifica) la metafora acuosa de Zigmunt Bauman. En La caida de los puntas cardinales (2000) se haran patentes las dudas identitarias de los biculturales, los inmigrantes, exiliados y otros personajes con dificultades para reubicarse: la vida que el autor ha llevado fuera de Colombia no ha debido de desempefiar un lugar menor en la contraposicion a lo local de un orden global. En "Literatura de inquilinos", Juan Gabriel Vasquez explica como desde que vive fuera de su pais natal se ha visto impelido a contradecir algunos de los topicos mas extendidos sobre la condici6n de los desplazados. Partiendo del rechazo inicial de la idea de que los colombianos tengan que escribir sobre Colombia, llegara a posiciones mas interesantes:

En la Antioquia literaria (2Y en la real?) de finales del siglo XX, el pobre, para salir de pobre, se mete de sicario. Y la sicaresca es una tremenda moda literaria local que revela no la pobreza de nuestra narrativa sino la de nuestra realidad: pelaitos sin semilla que duran poco en sus historias callejeras. A la literatura surgida en un burdel, en todo caso, es difkil exigirle que sea casta.29 En tanto que relatos relativamente mimeticos, faltos, en su mayoria, de cualidades literarias y tendentes a atribuir el estatus de heroes a los asesinos, Abad los rechaza en bloque, con alguna que otra excepcion. El olvido que seremos (2006), sin ir mas lejos, puede ser leido como una especie de antisicaresca, pues ofrece el reverso de ese ensalzamiento que de la figura del sicario hicieron ciertas obras antioquefias de los noventa y de la primera decada del siglo XXI. Frente a los ataques que el mismo profiriera en las primeras obras contra la realidad nacional- no tan machacona, por cierto, ni tan mediatica como la de su nihilista paisano Fernando Vallejo- en El olvido que seremos Abad Faciolince desteje, como en sordina, la posibilidad de una sociedad uniforme, dejando bien al descubierto las fallas del sistema. El que hart as veces ha sido calificado como un pais infernal se muestra ahora como capaz de albergar la utopia de una vida apacible y feliz. Pero el reverso distopico no solo proviene de esa sociedad que se ha convertido en una de las mas violentas del mundo; tambien puede provenir de la naturaleza, como en cualquier lugar del mundo. Por eso el discurso de Abad Faciolince esta exento de maniqueismos. La tragedia familiar tiene tanto causas naturales (la muerte de la hermana) como sociales o politicas (la muerte del padre); y esta ultima no eclosiona en una especie de locus ama:nus. En su relata va dejando al descubierto las contradicciones de esa Colombia de la segunda mitad del siglo XX, plagada de oposiciones que no necesariamente son excluyentes, sino que perfectamente podrian coexistir en medio de un equilibria tenso.

durante diez afios he tratado de enfrentarme a ese prejuicio de diversos modos, siempre rechazando las obligaciones territorialistas que nos suelen proponer las miopias del nacionalismo, y puedo decir que lo he intentado todo, desde una novela cuya mayor parte sucede en las cabezas de cuatro personajes, de manera que ellugar de la accion -la ciudad de Florencia - sirve solo para subrayar sus preocupaciones, basta un libra de cuentos obsesionado por la gente y las historias

Transterritorialidad

Con algunas excepciones, los narradores mas jovenes que han decidido fijar su residencia fuera de Colombia lo han hecho por razones bien diferentes. Mas que exiliados, los escritores colombianos en 29

30 Luz Mary Giraldo, Ciudades escritas. Literatura y ciudad en la narrativa colombiana, CAB, Bogota, 2004, p. 161.

Hector Abad Faciolince, Palabra.r sueltas, Seix Barra!, Bogota, 2002, p. 216.

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que conod en Francia y en Belgica, yen el cual, par lo tanto, no hay un solo personaje colombiano. Poco despues de publicado ellibro, el escritor colombiano Hector Abad me mand6 par correo un recorte de peri6dico en el cual mi libra apareda en la lista de mas vendidos ... pero en la columna de autores extranjeros.31

Hombre de su tiempo, de este mundo global que habitamos, Vasquez repara con lucidez pasmosa en la dinamica en que nos movemas y en como eso ha sido representado en su novela. La cuestion, sabra decirlo, no es temitica, sino de punta de vista: Con esto en mente escribi Los in/ormantes, una novela que indaga en un momenta curiosa- dire: un momenta oscuro- de los aiios cuarenta en Colombia. Y ahara, les confieso, me parece probable que haya una relaci6n entre esta novela y las ideas sabre el desarraigo que acabo de exponer; quiero pensar que todas las condiciones de mi experiencia como inquilino -las incertidumbres, las particularidades de una vida mas o menos itinerante, la experiencia fragmentada, la percepci6n desde fuera de un pais inestable y, sabre todo, el tratamiento de ese pais como territorio desconocido - estan incluidas de manera tacita en la novela. Es decir, la experiencia extraterritorial ha enriquecido de maneras intangibles el contenido intensamente colombiano de la novela.33

En cierto modo y salvando las distancias, la imputacion esta proxima de la que experimentaron los escritores del crack cuando comenzaron a publicar novelas que, para la crftica patria, no contenfan dosis suficientes de mexicanidad; sabra anadir que es unicamente aplicable a sus primeros trabajos (y tampoco a todos), porque a partir de 2004 el contenido colombiano reaparecera en su obra, matizando asf la nocion de desterritorializaci6n (Deleuze y Guattari, Appadurai) y encaminandose bacia una cierta reterritorializaci6n, como veremos. Pero la pregunta que Vasquez se formula pretende ir mas alla de la cuestion tematica para llegar a la de como escribe un escritor que voluntariamente ha optado por vivir lejos dellugar que lo vio nacer; el encuentra la respuesta en los que considera sus modelos (Conrad, Naipaul), pues la condicion de inquilino, la del que habita un territorio que no le pertenece, le permitirfa escribir, a el como a ellos, desde el desconocimiento y la busqueda, mediante el alumbramiento de las zonas oscuras que aun no hayan sido exploradas por la novela. Y eso le va a posibilitar, dando una nueva vuelta de tuerca, cuadrar el drculo, y volver, de paso, al problema de los temas, pues ~que mejor que la propia Colombia, territorio todavfa no del todo o no suficientemente hollado, vista con los ojos del trasterrado, del ahara inquilino de la que otrora fue su propia casa?:

Es evidente que en el siglo XXI no puede seguirse viendo al escritor que no atiende a lo local como burdo imitador, perteneciente a una elite alejada del mundo real, que simplemente trasplanta la cultura occidental (considerada ajena a las esencias latinoamericanas) a su tierra, tal y como denunciaba Schwarz a mediados de los ochenta,34 pero tampaco podemos irnos al extrema contrario de considerar oportunista, avido de color local con fines unicamente lucrativos, al escritor que recala en cuestiones locales. Ni hay que coronar de laureles a quien lo sortea, tan solo por el hecho de evitarlo. No me resisto a subrayar lo obvio: lo que interesa no es solo el tema o el espacio recreados, sino las propuestas esteticas. Y en este senti do senalare que la de Juan Gabriel Vasquez, a quien en la propia Colombia se le ha colgado el sambenito de autor extranjero, me resulta especialmente interesante. Como he analizado en otro lugar, su obra narrativa esta vertebrada por una poetica del desequilibrio, del aquf y el alia, del este y el aquel, de lo cambiante e inestable35. Muchos de sus textos proponen un viaje del arden al caos y vice-

Me tom6 diez aiios descubrir el tono adecuado para tocar la realidad desbordante de mi pais, una realidad capaz de dejar en ridiculo la imaginaci6n mas intensa; pero sabre todo me tom6 diez aiios descubrir, gracias a Conrady Naipaul, que mi pais podia ser material novelistico precisamente porque basta el momenta yo habia sido incapaz de entenderlo, o, en otras palabras, precisamente par su condici6n de zona oscura. Una de las consecuencias de emigrar es que al cabo de un tiempo desaparece el espejismo de la comprensi6n: aquella ilusi6n apenas humana de que uno entiende ellugar de donde viene.32

lvi, p. 188. "La idea de copia discutida aquf opone lo nacional a lo extranjero y lo original a lo imitado, oposiciones que son irreales y que no permiten ver Ia parte de lo extranjero en lo propio, Ia parte de lo imitado en lo original, y tambien Ia parte original en lo imitado", Roberto Schwarz, "Nacional par substracci6n", Punta de Vista, Nr. 28, 1986, pp. 15-22; Ia cita corresponde a Ia p. 22. 35 Catalina Quesada Gomez, "Vacillements. Poetique du desequilibre dans l'c:euvre de Juan Gabriel Vasquez", en Eduardo Ramos Izquierdo y Marie-Alexandra Barataud, a cargo de, Les espaces des ecritures hispaniques et bispano-americaines au XXIe siecle, Pulim, Limoges, 2012, pp. 75-85 . 33

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3! Juan Gabriel Vasquez, "Literatura de inquilinos", en El arte de !a distorsi6n, Alfaguara, Bogotii, 2009, pp. 177 -189; Ia cita pertenece a Ia p. 181. 3 2 Ivi,p.187.

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versa, un tambaleo que viene a dar forma literaria a esa nocion de incertidumbre que, segun Zygmunt Bauman, rige nuestra modernidad llquida.36 Si bien la crftica se ha centrado esencialmente en sus Ultimas novelas- Los in/ormantes (2004 ), Historia secreta de Costaguana (2007) y, algo menos, en las recientes El ruido de las casas al caer (2011) -, dicho movimiento es ya rastreable en sus dos primeras novelas - Persona (1997) y Alina suplicante (1999) -, asf como en los cuentos de Los amantes de Todos los Santos (2001 y 2008) y Las reputaciones (2013)" ["Las reputaciones" in c.vo]. En Los in/ormantes el narrador, el periodista Gabriel Santoro reconstruye un aspecto poco conocido de la historia reciente de Colombia: la llegada de alemanes judfos a tierras colombianas alla por los aiios treinta. Pero su relata desentierra, sin el saberlo, otros aspectos mas oscuros relacionados con esa llegada, como es el de las delaciones. A partir de este episodio concreto de la historia colombiana, Vasquez realiza una reflexion acerca de la fidelidad, la traicion y sobre como se cuentan esas cosas (sobre los vfnculos entre el discurso, literario o no, y la historia). La novela es la reconstruccion de como el narrador tuvo noticia de que su padre habfa sido un traidor. La conmocion, no ya por la muerte del padre, sino por la cafda en desgracia de este esta, en la ficcion, en el origen del in/orme de Gabriel Santoro. La epifanfa, el momenta en que el narrador empieza a vislumbrar que bajo la superficie equilibrada del padre emerge un caos desconocido, se inserta, tambien, en esa poetica del movimiento descontrolado:

(no del texto definitivo, sino de las cuatro primeras partes de la novela que constituyen, en la ficci6n, el texto de Los in/ormantes), recogiendo, por tanto, el texto final las reacciones que dicha publicacion habrfa suscitado, lo cual permite que esta suerte de epflogo ficcionalice la recepcion de la obra misma, incluida la de las vfctimas. Y a partir de ahf, la reflexion sobre el papel suplantador que lo lddo puede tener sobre lo vivido, la problematica relacion entre la realidad y su escritura. Es factible leer su siguiente novela, Historia secreta de Costaguana, como una respuesta a toda la literatura esencialmente testimonial, con escasas exigencias esteticas, que surgio en torno al canal de Panama. En la estela de la posmodernidad, anunciada ya la imposibilidad de los grandes relatos, pareciera que la Historia, con mayuscula, no puede seguir siendo contada, si no es en el susurro del secreta, la parcialidad de la primera persona y el tono menor de la minuscula (en una nueva respuesta al boom). De ahf que la empresa historiografica de este Tristram Shandy criollo este condenada al fracaso. De ahf tambien que la verdad que se empeiia en relatar, si verdad hay, sea necesariamente literaria y no historica. Ese, que es uno de los ejes tematicos de la novela, afecta tambien a la estructura de la misma. En esa circunstancia radica uno de los vaivenes de la obra: la oscilacion del discurso historiografico alliterario y viceversa. A pesar de la pretension de Jose Altamirano de con tar su historia y, con ella, su version de la historia colombiana, el texto deriva bacia lo literario y ademas hace ostentacion de ello:

Tuve que tomarme el tiempo de reponerme igual que quien acaba de sufrir un accidente - el peaton que sale de las sombras, el frena, el choque violento -, porque me senti mareado. Meti la cabeza entre las manos y el ruido de los estudiantes levantandose se aplaco.37

Sf, queridos historiadores escandalizados: las vidas ajenas, aun las de las figuras mas prominentes de la polltica colombiana, tambien estiin sujetas a la version que yo tenga de ellas. Y sera mi version la que cuente en este relata; para ustedes, lectores, sera la {mica. ~Exagero, distorsiono, miento y calumnio descaradamente? No tienen ustedes manera de saberlo.38

El establecimiento de la distancia necesaria entre el orden del discurso y el de la historia, asf como la maestrfa en la dosificacion, ocultacion y mostracion en el momenta oportuno de las informaciones, confieren a Los in/ormantes una estructura bastante perfecta en lo que respecta a la construccion de la trama. Pero la novela va mas alla de eso y, en la "Posdata de 1995", escenifica su pro pia publicacion

Y existe, al mismo tiempo, la lectura desviada que de Conrad hace Jose Altamirano, acusandolo de mentir, de no reproducir los hechos reales, de tergiversarlos a su antojo - no lagro creer una sola palabra de lo que has contado -, hacienda una lectura de su obra literaria en clave biografista, historicista (aunque solo sea para contrade-

3 6 Zigmunt Bauman, Liquid Times: Living in an Age a/Uncertainty, Polity, Cambridge, 2007. 37 Juan Gabriel Vasquez, Los in/ormantes, Madrid, Alfaguara, 2004, p. 72.

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Juan Gabriel Vasquez, Hzi·toria secreta de Costaguana, Alfaguara, Madrid, 2007, p. 89 .

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cirlo). La recurrencia ya del propio Conrad a las fuentes hist6ricas ap6crifas, asf como la vuelta de tuerca introducida por ese narrador poco fiable que es Altamirano, situa esta novela en esa estela borgeana y posmoderna que es la unica valida hoy, parece decirnos vasquez, para contar la historia de Colombia. Por su parte, Julio Olaciregui escenifica en Dionea (2005) la mayorfa de los elementos que hemos citado, articulandolos para ofrecer una lectura de lo colombiano que parte de las esencias miticas que estarfan en el origen de diversas realidades costenas, pero que termina desencializando, de igual modo, dichas nociones, para mostrar, caleidosc6picamente, una realidad que perdi6, si alguna vez la tuvo, toda vocaci6n monolftica y unitaria. La narraci6n, polif6nica y con personajes proteicos que deambulan tanto por Colombia, como por Francia o Grecia, problematiza no solo la cuesti6n de la colombianidad en la epoca de lo posnacional, sino tambien la identidad de la novela misma, canfbal ella, como los caribes, y tan cambiante como sus personajes. Si en De donde son los cantantes (1967) Severo Sarduy propuso una triple ascendencia cubana (espanola, africana y china), Olaciregui, acaso en respuesta a esa idea rimbombante de Hamar a Bogota la Atenas suramericana, fija las rakes costenas, ademas de en Espana, Africa y otros lugares (con intenci6n de ensanchar, por insuficiente, la respuesta de la mezcla triitnica a la busqueda de la identidad), en Grecia, cuya mitologfa vendrfa a fundirse con la precolombina y la africana para dar un pante6n mestizo, casi siempre en son de chanza, que explique la vida, la muerte y el goce. Como en el caso del cubano, hay en Olaciregui una exaltaci6n de la gozadera mas que estrictamente colombiana, pancaribe - y que pasa por el desenfreno sexual (en todas sus variantes: heterosexual, homosexual, transexual y hasta hermafrodita), la comida y el baile, pero que tampoco deja de lado el placer intelectual. Se trata, clara esta, de ese continuo sacarle el cuerpo a la pelona que encarna paradigmaticamente la barranquillera danza del garabato. El mito contribuye igualmente a explicar la lacra de la violencia "en esta Colombiada, teatro de la guerra mundial permanente no declarada, experimento trascendental, dialogo entre un mill6n de vivos y un mill6n de muertos ... ", 39 o las distintas violencias, superponiendose de ese modo la coyuntura hist6rica concreta y el caracter ahist6rico y atemporal del mito:

Dijo que en el pais de las selvas esmeraldas descubri6la presencia de la guerra antigua, difusa, polemospantonmenpaterestz; la guerra es padre de todos, los manes polemicos son los mas panta!!eros, medusa, ojos desorbitados, cuerpos degollados, la guerra de los callados, como dice el Joe, esqueletos a media quemar, monicongos, enciende la tele y venis, en carboncillo, expulsados del baile par las energias abenantes, miles de maniqu1es funerarios, que lastima, con esos paisajes, ;'Colombia es una licuadora, valef40

La novela pone ademas en escena la desvinculaci6n entre nacionalidad y territorio, consciente como es del caracter pas de las identidades nacionales -lo poscolombiano- y de la redefinici6n que de dicha identidad (como de la de la novela) se impone en los tiempos de internet, los espacios fragmentados, las distancias menguantes y el contacto fluido entre la naci6n de los manes y los mercados internacionales: voy en el avi6n a Bogota o a Paris, soy novelero y estoy soiiando con fantasmas que vuelan de un lado al otro del charco, las dos ciudades se mezclan, yo en las nubes, sin anc!as en esa tierra podria ser colombo-turco, colombo-suizo, colombo-mandinga, colombo-canadiense. 0 vender ataudes, miniametralladoras israelies Uzz; escribir obras de teatro.4l

Adios a los heroes Si, como apunta Castany Prado, es el desubicado o el desarraigado el personaje mas frecuente de la literatura posnacional,42 no podemos sino considerar que el prototipo de dichos personajes sea el Ovidio en Tomas que construye Pablo Montoya en Lejos de Roma (2008). Como Enrique Serrano en Tamerldn (2003 ), Montoya se aparta del relata de lo colombiano para adentrarse en el genera hist6rico y trazar, con ese pretexto, un retrato de lo mas esencial e fntimo del hombre cuando es desprovisto del entorno social. Sin aceptar del todo aquella polemica idea que Frederic Jameson lanzara hace unos anos, segun la cual todos los relatos del tercer mundo habfan de ser

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Julio Olaciregui, Dionea, Kimpres, Bogota, 2005, p. 35.

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Ivi, pp. 32-33. Ivi, p. 43. Bernat Castany Prado, Literatura posnacional, cit., p. 218 .

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leidos como alegorfas de lo nacional,43 resulta diflcil no ver en Lejos de Roma y en ese poeta condenado al ostracismo, acusado de haber atentado contra la dignidad de la naci6n, al escritor francotirador de nuestros dfas que fragmenta y licua como puede homogeneidades y solideces patrias. Sin embargo, es en la colecci6n de semblanzas de Pablo Montoya, Adios a los proceres (2010), donde asistimos claramente- como en la novela La carroza de Bolivar (2012), de Evelio Rosero- al proceso de carnavalizaci6n y destronamiento de los artifices, protagonistas y comparsas de la Independencia de Colombia, al hilo de los fastos del Centenario. En ese interes por socavar los pretendidos cimientos de la patria mediante la inversion, tanto Montoya como Rosero se alinean con otros autores latinoamericanos, que en los ultimos anos nos estan ofreciendo - a traves de la ironia, el sarcasmo o el humor - representaciones crfticas de las respectivas independencias y de los momentos gloriosos de la naci6n y sus presuntos heroes.

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43 Fredric Jameson, "Third-World Literature in the Era of Multinational Capitalism", Social Text, Nr. 15, 1986, pp. 65-88; Ia referencia corresponcle ala p. 69.

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