A PROPÓSITO DE LA PRESENTACIÓN DE ENFERMOS

June 28, 2017 | Autor: S. Rueda Montoya | Categoría: Psicoanálisis, Locura
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Descripción

Santiago Rueda M
enero/2015
A PROPÓSITO DE LA PRESENTACIÓN DE ENFERMOS
Cuando hablamos de una presentación de enfermos, hay que poner a prueba desde la pertinencia de los significantes que usamos para nominar esta experiencia, cómo su propósito en la formación del analista, es decir, preguntarnos qué es un enfermo y qué de este "enfermo" es susceptible de ser presentado en el dispositivo. Sabemos que la teoría psicoanalítica no comparte las nociones médicas, por lo que es necesario indicar que este significante enfermo no es el mismo que en medicina; sin embargo, ¿es necesario para el psicoanálisis mantener este término y arriesgarse a tal equívoco? Hay que recordar que el psicoanálisis conserva en la teoría muchos de los significantes que la tradición hereda y como analistas que trabajamos con la palabra, sabemos que el uso del lenguaje no es inocuo. Si la dificultad va más allá de la simple nominación de los conceptos analíticos, hay que considerar la hipótesis de que los significante que reiteran desde la herencia de otras diciplinas, como la psiquiatría; se transmiten encubriendo impasses. Me planteo en este artículo sobre las consideraciones que tiene el sostener un dispositivo propio de otra disciplina en la formación del analista.
Para abordar la cuestión voy a hacerlo desde las interrogantes suscitadas a partir de una corta como inaugural experiencia en una presentación de enfermos realizada en el marco de la Sección Clínica de Barcelona y en la lectura del texto de J-A Miller: Enseñanzas de la presentación de enfermos. Para ello voy a estructurarlo preguntándome por la relación entre silencio-ética, así como de la que hay en la enseñanza-experiencia; para finalmente plantear un ¿por qué de la presentación de enfermos?

silencio-ética
Hay que estar advertido a cierto temor de lo que pueda ocurrir en la presentación de enfermos, dice Miller (1987), y más adelante indica que las palabras de Lacan en la presentación de enfermos tendrán un peso sobre el destino del paciente. Añadiría que si bien las palabras de Lacan llevan su efecto, es también en el marco del silencio que guarda la asistencia que la presentación de enfermos se soporta como acto. En este sentido, el guardar silencio no sería no hacer nada, ya que hay que soportar lo guardado, y no son pocas las veces que es más fácil decir que callar. El peso que Miller da a la palabra de Lacan, da cuenta de la importancia de lo que está en juego, una importancia que a mi entender implica una dimensión ética.
Si en la presentación de enfermos no debe mediar un espejo -como es condición en la cámara de Gesell- es porque para posicionarse éticamente hace falta callar algo más que la boca. No se trata de coser los labios, cómo tampoco del refugio que brinda el vidrio opaco. Procurar un lugar de resguardo, implica eliminar al sujeto que interrogue su presencia, dejando libre el goce a la mirada. Hay que sentar la premisa de que así como es posible el sujeto en tanto condición de deseo, la ética es posible solo en tanto sujeto, es decir, en tanto hay quien se posicione en el acto mismo que lo constituye y reconozca su implicación en dicho acto. Es decir, que es necesario poner en juego el cuerpo y la mirada para exista sujeto en la experiencia del dispositivo de la presentación de enfermos. El silencio es el que guarda un sujeto y no el que soporta un espejo de doble cara o una prohibición. Por lo tanto, el silencio y la distancia que guarda la asistencia no son neutros lo que implica una ética.
Tomar un posicionamiento ético, conlleva los riesgos de implicarse como sujetos, riesgo que no está solo de lado del paciente en tanto habla, sino también de los asistentes que callan y escuchan. Callar no se trata de una condición ética que apunte solamente a una reducción de daños o efectos secundarios. Si el silencio mutista no es entonces garantía de una posición ética, es porque la ética es solo posible en el campo de la subjetividad, y esta dimensión subjetiva no se acopla totalmente a los artificios de control institucionales que ofrezcan los dispositivos. El riesgo del asistente no debe guardarse detrás de una pantalla, pues el mayor peligro estaría entonces en no implicarse lo suficiente con su silencio en la experiencia, eludiendo a su vez un posible efecto de enseñanza.
Hace falta algo más que asistir a la presentación de enfermos y callar para tomar posición. No es lo que se hace como acto en la realidad (callar la boca), sino las repercusiones de subjetividad en tanto nos posicionamos frente a ese acto, lo que lo vuelve un acto subjetivo. A pesar de estas precauciones, uno puede advertir que entonces las garantías de una posición ética no son tales, pues no hay garantía sobre la posición de cada uno; si bien cada quien podrá encontrar el modo de callarse y autorizarse.
El psicoanálisis introduce entonces la dimensión subjetiva del acto en la presentación de enfermos, ¿qué implicaciones tiene esta experiencia para la enseñanza?

experiencia-enseñanza
La práctica clásica de la presentación de enfermos en hospitales es un dispositivo de enseñanza; sin embargo, no hay enseñanza que no pase por un efecto de corte, y siendo que el corte se realiza sobre el sujeto, es por ello que hace falta introducir en la asistencia la suposición de sujeto y leer en el silencio una implicación ética. Miller advierte: "Enseñanza, Lacan no profesa ninguna en ese lugar. Lo que se aprende, se capta al vuelo, de la boca de uno o de otro, y nunca se está demasiado seguro de asir algo con la mano, o nada."(Miller, 155).
La pregunta por la enseñanza hay que plantearla entonces en relación con la experiencia. Para ello hay que partir diferenciando la experiencia y el conocer. La experiencia en tanto acto de subjetivación constituye al sujeto que atraviesa dicha experiencia. Este efecto no está tanto del lado del conocer definido como la adquisición de información –si bien puede haber un efecto de erudición- sino más bien del lado del saber que implica un proceso de constitución. La experiencia, aunque se despliega en tiempo y espacio, no debe confundirse con la acumulación cronológica propia de la blancura de los cabellos. La enseñanza efecto de experiencia implica un encuentro con lo que hace límite; que toma diversas formas entre un más acá y un más allá. Podemos encontrar un ejemplo en la experiencia del místico, que en su encuentro con "la verdad" no será el mismo.
El analista, en condición de analizante, no aspirará a la condición del místico, pero encuentra una enseñanza llevando su experiencia al límite de lo Real, que puede tomar la forma de imposible en tanto le falta la palabra. Si bien la presentación de enfermos difiere de la experiencia del diván, el límite al que el Sujeto de aboca se juega al exponerse frente a la pregunta por la locura. Es entonces que si hay efecto de enseñanza, es gracias a la experiencia que implica abordar la locura y sus interpelaciones de las que la angustia es señal.
¿Cómo procurar una enseñanza de la experiencia de la presentación de enfermos? Dejar el sentido en suspenso, es a lo que invita Lacan en su presentación de enfermos. Ello permite una experiencia del límite, al límite del sentido. "Lo que decía el enfermo nos era enigmático, y esperábamos que fuera descifrado – dice Miller-. Pero vemos que el desciframiento es enigmático a su vez" (Miller, 157). No se trata de un desciframiento del orden del manual, propio de la psiquiatría actual, y es por ello que la presentación de enfermos lacaniana se diferencia. Es desde esta posición –ética- que la presentación de enfermos implica no solo un conocimiento, sino una experiencia y una enseñanza.
La vía por la que se constituye una enseñanza es entonces la de "afirmar y suspender un sentido con él mismo movimiento, ofrecerlo y decepcionar" (Miller, 157). Por otra parte la clínica –como dice Lacan- es lo real como lo imposible de soportar. Hay que soportar la decepción sin buscar de soporte el sentido, que vendría a ser cómo la viga ornamental que se engrosa solo para no ceder a su propio peso.
Una vez hemos definido la experiencia de la presentación de enfermos en su dimensión subjetiva y por lo tanto ética, así como el efecto de enseñanza que esta implicación subjetiva conlleva. Hemos respondido con ello al por qué de un dispositivo que puede ser visto como un ejercicio de poder al servirse del paciente sea con los fines que sea.
el por qué de la presentación de enfermos
Miller (1987) en su texto se plantea la crítica principal que se haría a la presentación de enfermos desde la antipsiquiatría. Encuentra que en esa reivindicación del no usufructo del paciente, está escondida la dimensión imaginaria desde la que se identifica el médico al enfermo. Poniéndose el médico en lugar del paciente, tapona con la comprensión y el furor sanandi la pregunta por la locura. No es suficiente suprimir la presentación de enfermos como vía de enseñanza, al igual que no es suficiente callar para tomar una posición ética. La pregunta ¿qué es un loco? es la que nos lleva a la presentación de enfermos y Miller en su texto a partir del automatismo mental de Clérambault, transforma la pregunta por ¿cómo se puede no ser loco? En tanto todos estamos enajenados en el discurso del Otro, la identificación con el loco se da por la vía de la verdad que nos enfrenta con nuestra propia condición de hablantes.
"No defiendo la presentación de enfermos -dice Miller- expongo la de Lacan", no dice defiendo la de Lacan, pero dice "Lacan". Es a través de este nombre (hombre) que marca una diferencia con la presentación de enfermos clásica. Pero "Lacan" es solo un nombre, que si bien representa todo un andamiaje teórico, que Miller no deja de exponer; es para nosotros necesario sostener nuestras propias construcciones.
Sostener un cuestionamiento crítico de las prácticas heredadas, como lo es la presentación de enfermos, es evitar aplanarlas bajo la autoridad de un nombre que transforme todo lo que toque en oro; y dejar caer las falsas vestiduras que cubren la desnudes del rey bajo la fantasía de que solo los aptos podrán ver. Es por ello que es necesario regresar a los textos y dispositivos para trabajarlos más allá de la repetición. Ya que como callar, repetir una práctica tampoco es suficiente para tomar posición.
Si bien se puede encontrar desde el la dimensión subjetiva y su ética, modos de sostener la práctica de la presentación de enfermos, queda así abierta la pregunta por la posición que cada uno tome frente a lo que dice su silencio y su presencia en este dispositivo y como se enfrenta a la pregunta por la locura. Lugar desde donde cada cual podrá aproximarse a la experiencia que le procure una enseñanza para su formación como analista. Al igual que en la clínica, a falta de toda garantía que pueda dar el dispositivo, ¿Cómo dar cuenta de dicha posición? Miller termina su texto preguntando por la transferencia.

REFERENCIA:
Miller, Jacques-Alain. Enseñanzas de la presentación de enfermos en Matemas I, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1987, Págs. (155-168).

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