A propósito de cautivos y mestizos al revés. Tráfico y circulación de sujetos en La Araucanía de los siglos XVIII y XIX.

June 6, 2017 | Autor: Y. Gonzalez Gómez | Categoría: Historia De Las Mujeres, Historia de género, Cautiverio, Historia Colonial De América Latina
Share Embed


Descripción

Diálogos de Historia Miradas y alcances de la investigación en Chile con enfoque regional

Diálogos de Historia Miradas y alcances de la investigación en Chile con enfoque regional Yéssica González Gómez (Editora) Comité Científico Dra. María Luisa Candau Chacón, Universidad de Huelva-España Dra. Sonia Combonni Salinas, Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco-México Dr. Ricardo Molina Verdejo, Universidad Austral de Chile Dra. María Eugenia Petitt-Breuilh Sepúlveda, Universidad de Sevilla-España Dr. Jorge Pinto Rodríguez , Universidad de La Frontera-Chile Comité Editor y de Redacción Yéssica González Gómez Joselyne Cea Matus Daniela Cartes Pinto Andrés Saez Geoffroy Los trabajos que componen esta publicación han sido evaluados por el Comité Científico y revisados por pares evaluadores especialistas en las materias aquí publicadas.

EDICIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA Rector: Sergio Bravo Escobar Vicerrector Académico: Rubén Leal Riquelme Director de Bibliotecas y Recursos de Información: Roberto Araya Navarro Coordinador Ediciones: Luis Abarzúa Guzmán Registro de Propiedad Intelectual 251763 ISBN 978-956-236-273-3 Universidad de La Frontera Avda. Francisco Salazar 01145, Casilla 54-D Temuco, Chile 2015 Imagen de la portada: Tomás López de Vargas. “Mapa de una parte de Chile que comprende el terreno donde pasaron los famosos hechos entre Españoles y Araucanos: Compuesto por el mapa manuscrito de Poncho Chileno” Madrid, 1777.

Diálogos de Historia Miradas y alcances de la investigación en Chile con enfoque regional

Yéssica González Gómez Editora

EDICIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

ÍNDICE INTRODUCCIÓN

7

I. DISCURSOS Y PRÁCTICAS DE DISCIPLINAMIENTO EN LOS ESPACIOS COLONIALES Y TARDO COLONIALES Esclavitud africana y mestizaje en Chile tardo colonial. El caso de la población de origen africano en Valparaíso, 1770 María Teresa Contreras Segura

23

Negociando el orden: comunidades locales y prácticas de conciliación en Chile. 1765-1821 Verónica Undurraga Schüler

45

Prácticas mágicas e identidad en el Virreinato del Perú. S. XVIII Natalia Urra Jaque

66

II. RESISTENCIAS, MEDIACIONES Y NEGOCIACIONES EN LOS ESPACIOS DE FRONTERA. ARAUCANÍA Y PAMPAS A propósito de cautivos y mestizos al revés. Tráfico y circulación de sujetos en la Araucanía de los siglos XVIII y XIX Yéssica González Gómez

91

Los pueblos de indios en la estructura productiva del corregimiento de Concepción Luis Ivan Inostroza Córdova

111

Mediación y política en la Araucanía tardo colonial. El comisario de naciones. Siglo XIX Italo Salgado Ismodes

130

Mujeres mirando al sur: mandatos y resistencias femeninas en la Patagonia del siglo XIX Laura Méndez Facendini

146

III. CONSTRUCCIÓN DE TERRITORIOS, IDENTIDADES Y RELACIONES DE PODER EN EL SIGLO XIX Poder, relaciones interétnicas y formación del estado en los márgenes. La Araucanía en el siglo XIX Álvaro Bello Maldonado

169

La construcción de la Araucanía a inicios de la República. Claudio Gay e Ignacio Domeyko en la Araucanía. Jaime Flores Chávez

189

A PROPÓSITO DE CAUTIVOS Y MESTIZOS AL REVÉS EN LA ARAUCANÍA. SIGLO XVIII1 Yéssica González Gómez2 Introducción Este trabajo forma parte de los resultados preliminares del proyecto de investigación Sujetos y cuerpos como objeto de mediación y negociación. Cautivos(as) en la Araucanía de los siglos XVIII y XIX. A partir de las informaciones de crónicas y fuentes primarias del siglo XVII y XVIII, este trabajo constituye una aproximación al análisis de las relaciones fronterizas en la Araucanía durante los siglos coloniales, desde la constatación del fenómeno del cautiverio como una práctica de larga duración que, arrancada de episodios de violencia entre grupos en oposición, evolucionó hacia formas más complejas de relación dentro de las cuales la asimilación de rasgos culturales y el mestizaje entre grupos constituyeron piezas claves. Interesa por una parte avanzar en la descripción y análisis de la condición y visión sustentada por la sociedad hispana frente a los denominados mestizos al revés; y por otra aproximarnos a algunas de las características del discurso sobre el proceso de retorno y reinserción de los cautivos y cautivas que a lo largo de los siglos coloniales alcanzaron a ser liberados. Particular interés tiene para nosotros revelar las contradicciones del relato colonial en cuanto a la importancia atribuida al fenómeno del cautiverio y la naturaleza de las menciones efectuadas sobre el tema dentro de 1

2

Este trabajo forma parte del desarrollo del proyecto de Iniciación a la Investigación FONDECYT N°11130713. Sujetos y cuerpos como objeto de mediación y negociación. Cautivos(as) en la Araucanía en los siglos XVIII y XIX. La investigadora Responsable y al mismo tiempo autora de este trabajo, agradece a FONDECYT por el apoyo a la iniciativa y el financiamiento brindado para su desarrollo. Doctora en Historia Iberoamericana, académica e investigadora de la Universidad de La Frontera. Temuco-Chile, miembro de la Línea Historia y Memoria del Núcleo de Ciencias Sociales de dicha Universidad y miembro del Laboratorio de Historia Colonial de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]

91

Diálogos de Historia

las fuentes, las que se caracterizan por una evidente instrumentalización y reducción del fenómeno a su faceta violenta, y la casi absoluta ausencia de relatos de cautivos que nos permitan avanzar a una visión más completa respecto de la complejidad del tema. Sobre cautivos y mestizos en la frontera. Las claves de la construcción de un discurso Junto con representar el revés de la trama de la conquista, los cautivos y cautivas, así como su descendencia mestiza, constituyeron la prueba más evidente de que el cruce de fronteras y la mezcla entre grupos étnica y culturalmente diferenciados era posible3. A pesar de entender el cautiverio como un estado no deseado por quienes lo padecieron –cuando menos en principio-, la constatación de dicha realidad representó una clara contrariedad en la lógica del modelo de dominación colonial y redujo a los cautivos y cautivas a la calidad de sujetos potencialmente sospechosos frente a sus sociedades de origen, una creencia fundada principalmente en la duda respecto de los cambios operados en ellos como resultado del traspaso de los límites de su cultura e identidad, a partir del contacto y convivencia con sus captores. Hasta ahora, los estudios sobre el cautiverio colonial, han avanzado sobre la descripción de las condiciones trágicas de la captura, legitimando una visión y un relato discursivo fuertemente marcado por el drama de la violencia y los efectos de esta sobre las poblaciones blancas, especialmente si ella afectó a las mujeres. Menos abundantes en cambio han sido los avances en cuanto a al descripción de episodios de convivencia ente grupos, situación extensiva al desarrollo de investigaciones respecto de los alcances de los procesos de asimilación cultural, o en cuanto a la complejidad de los procesos de retorno de cautivos tras su liberación, rescate o fuga. Hacemos esta aclaración, pues, si bien la violencia, así como el secuestro de personas fue uno de los efectos colaterales de una prácticas en las que hubo víctimas y efectos para hispanos e indígenas, desde el punto de vista de las fuentes, las informaciones sobreabundan en detalles respecto de los primeros, minimizando en tanto los detalles respecto de los segundos. 3

92

Gilberto Triviños. La polilla de la guerra en el reino de Chile, Editorial La Noria, Santiago de Chile, 1996, 30.

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

Esta lógica argumentativa se explica, en parte, por las propias características de las fuentes y la información contenida en ellas, cuestión reforzada por la casi absoluta ausencia de relatos vivenciales de los propios cautivos4. Si esta es una constatación evidente, también lo es el hecho de que los vacíos de información resultan dramáticamente más escasos en el caso de las experiencias de cautivas, una situación que contrasta con el uso instrumental de la figura de ésta y su destino por diferentes agentes, a nivel de discursos y prácticas. Asimismo, el número siempre menor de cautivos que alcanzaron la libertad, frente al abultado número de almas consideradas perdidas tierra adentro5, fueron todos elementos que, de modo individual o colectivo, han incidido en la cuantía, naturaleza y características de las referencias al tema en las fuentes y condicionado la orientación de las investigaciones sobre el tema. Por otro lado, las menciones sobre cautivos –cuando existieron– siempre estuvieron mediadas por la visión y narración de cronistas, soldados o misioneros quienes –a no dudarlo-, gestaron una discursividad subjetiva, marginal y fuertemente mediatizada por sus propios motivaciones6. Es necesario mencionar además que en aquellos casos en que es posible acceder a una información de cautivos, esta aparece fuertemente condicionada a los requerimientos de autoridades y funcionarios públicos, o en su defecto a misioneros, a partir de la aplicación de ciertos protocolos de interrogación en los que –dada la vaguedad de la frontera y la pobreza de informaciones a las que era posible acceder a través de mediadores,

4 5

6

Susan Roker. Cautivas, olvidos y memorias en la Argentina, Editorial Ariel, Buenos Aires, 1999, 22. Es sabido que los actos de secuestro de poblaciones blancas a manos indígenas implicaba el desplazamiento de cautivos al interior de la zona de frontera y a uno y otro lado de la cordillera de los Andes. Dicha práctica aparece asociada, en primer lugar, al diseño de una estrategia que impidiendo la fuga de cautivos, también dificultara los esfuerzos de rescate de los mismos. En segundo lugar, porque los cautivos, junto con formar parte del botín de guerra de los indígenas, constituían una pieza de intercambio entre grupos y un elemento de ostentación para sus amos, cuestión que explica que estos fueran exhibidos ante los miembros de diferentes comunidades. Por último, la incorporación de los cautivos a las tareas económico-productivas del mundo indígena, implicaba su desplazamiento, según los requerimientos del grupo. Carlos Mayo. Fuentes para el estudio de la frontera. Voces y testimonios de cautivos, fugitivos y renegados (1752-1790), Ediciones Universidad Nacional de Mar del PlataArgentina, 1992, 47.

93

Diálogos de Historia

informantes y aliados7–, se insistía en la obtención de informaciones tácticas y militares, así como en las descripciones del territorio, los recursos, los posibles pactos e intentos de sublevación en contra de los fuertes fronterizos, las armas, los usos y costumbres de los indígenas y finalmente sobre la presencia de otros cautivos. Frente a este cúmulo de requerimientos, la experiencia del cautivo o de la cautiva quedaba diluida, fragmentada, o simplemente invisibilizada8. Sobre este punto en particular, Fernando Opere advierte este tipo de condicionantes y limitaciones han incidido también en la abundancia de hipótesis sobre el tema, tan diversas como las experiencias y la época de quien narra9. En consecuencia, hablar de cautiverio colonial es remitirse necesariamente a un conjunto de relatos claramente instrumentalizados según el contexto, las circunstancias y los intereses de quienes escriben haciendo uso de la voz de los cautivos. Es asistir a la edición de una memoria histórica del cautiverio colonial unilateral, anclada en la visión violenta y negativa del contacto y de la relación con el otro, en la que la mención a los episodios de retorno y sus alcances resultarán tanto o más escasos que los propios relatos en primera persona de cautivos. Se trata entonces, de una historia fragmentada dentro de la cual la ausencia de los cautivos y cautivas indígenas y la descripción de sus destinos trágicos constituyen también una deuda histórica derivada del vacío de informaciones. Si reconocemos que el secuestro de personas fue una práctica transversal en la que incurrieron españoles e indígenas, lo lógico es asumir que hubo cautiverio en ambas direcciones, vale decir, de poblaciones blancas a 7 8

9

94

Carlos Mayo; Amalia Latrubesse. Terratenientes, soldados y cautivos. La Frontera (17361815), Ediciones Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina, 1986, 82-83. A las consideraciones ya mencionadas debe sumarse el hecho de que no siempre los protocolos de interrogación podían ser aplicados, ello porque en más de un caso, los cautivos retornados habían olvidado la lengua, o nunca la habían escuchado, cuestión condicionada por las circunstancias de la captura, la edad y los años de cautiverio. En estos casos, se hacía necesaria la mediación de intermediarios, los denominados lenguaraces, cuestión que suponía cuando mínimo una mediación del relato a tener en cuenta a la hora de evaluar las informaciones recabadas. Fernando Opere. Historias de la Frontera. El cautiverio en la América Hispana, Ediciones Corregidor, Argentina, p. 119. Frente a estas apreciaciones, nosotros creemos advertir una más. Aquella que emerge del uso instrumental dado por el propio cautivo a su relato. La exacerbación de determinados rasgos de la experiencia como el extremo sufrimiento, los apremios ilegítimos, el apego a la fe, el deseo de redención, en el caso de las declaraciones de cautivos tienen por objeto minimizar el rechazo, neutralizar la sospecha y exacerbar los sentimientos de piedad frente al drama humano del cautiverio.

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

manos indígenas y de indígenas a manos de las poblaciones hispanas. No obstante lo anterior, solo las poblaciones blancas fueron definidas como cautivas, en tanto que los indígenas capturados lo fueron como prisioneros de guerra, traficados como piezas, desarraigados y desnaturalizados10, en función de la aplicación del principio de la guerra justa. Según Carlos Lázaro, estas diferencias de valor y status entre unos y otros cautivos respondieron, por una parte a la naturaleza del modelo de colonización, a la ambigüedad jurídica con que dichas categorías fueron definidas e interpretadas –de manera abiertamente acomodaticia– por los españoles y por la concepción estamental de una sociedad que legitimó un sistema de ordenamiento a partir de la jerarquía, la intolerancia y la discriminación hacia los otros, especialmente si aquel “otro” era indígena11. Si además de lo anterior, lo otro era ambiguo, sea por su origen o por su experiencia de vida, como era el caso de cautivos y mestizos al revés, el peso de la censura podía ser aún mayor. Esto explica entonces que aún cuando el secuestro de personas fue practicado a lo largo de los siglos coloniales, es posible reconocer en su estudio modalidades distintas y efectos diferentes según la sociedad de origen y la condición de género de quienes llegaron a experimentar este estado, una cuestión que se hizo extensiva a su descendencia concebida en cautiverio12. A partir de estas consideraciones este trabajo intenta insistir en la necesidad de superar la visión del cautiverio más allá de los actos de violencia inicial, para imaginar a cautivas y cautivos como sujetos activos y con capacidad de reacción frente a la arbitrariedad de la captura, así como para desarrollar estrategias de acomodo y de resistencia dentro de las cuales, tanto la fuga, la asimilación cultural, el propio mestizaje biológico y la reticencia al regreso a la sociedad de origen, formaron parte de un amplio abanico de posibilidades de sobrevivencia y de articulación a relaciones más horizontales con los miembros de los grupos de relación. Desde nuestra perspectiva, tanto en la experiencia del cautiverio como en la del retorno, el mestizaje y la asimilación cultural, estos hombres y 10 Jimena Obregón; José Manuel Zavala. “Abolición y persistencia de la esclavitud indígena en Chile colonial: estrategias esclavistas en la frontera araucano-mapuche”, Revista Memoria Americana 17, Año 2009, 7-31. 11 Carlos Lázaro. “Los cautivos en la frontera araucana”, Revista española de Antropología Americana 24, Edit. Complutense, Madrid, 1994, 191-291. 12 Obregón y Zavala, op. cit., 27.

95

Diálogos de Historia

mujeres –los cautivos– fueron un vehículo de movilización de usos, costumbres y creencias que nos hablan de mezclas y de la configuración de una sociedad mestiza, sobre la que aún falta mucho por investigar. Cautivos retornados. ¿Camino a la libertad o nueva forma de cautiverio? Si entendemos el cautiverio como aquel estado de dependencia al que fueron reducidos un conjunto de sujetos –hombres y mujeres– como resultado de un hecho de violencia y de fuerza que implicó la pérdida temporal o permanente de su libertad13, visualizaremos dicho estado como una condición posible de revertir a partir de diversas acciones como el rescate, el canje de prisioneros, la fuga o la liberación14. Según lo anterior, los cautivos pueden ser considerados como sujetos en un proceso de devenir, cuyo status podía cambiar conforme alcanzaba su redención o bien avanzaba hacia grados de mayor integración entre los miembros de la sociedad que le había cautivado15. En el primer caso, el derrotero era la reinserción en la sociedad originaria. 13 Macarena Sánchez. “Los cautivos en Chile colonial. Problemas en la clasificación de un tipo ideal”, En Alejandra Araya; Jaime Valenzuela. América colonial. Denominaciones, clasificaciones e identidades, Ediciones RIL, Santiago, 2010, 219-231. 14 Las modalidades a través de las cuales los cautivos pudieron recuperar su libertad fueron variadas. Dentro de ellas, la fuga suponía el empeño exitoso de huida del o la cautiva a su sociedad de origen, una empresa que podía desarrollar de manera individual o en concertación con miembros de la sociedad captora o de cristianos que se internaban dentro de los espacios de frontera. Jerónima Rodríguez, por ejemplo, cautiva de los Pehuenches fraguó dos intentos de fuga, ambos frustrados, antes de su liberación por parte de los misioneros franciscanos en 1761. Los cautivos también podían ser canjeados, vale decir intercambiados según al estimación de su valor por prisioneros indígenas en operaciones de mediación entre miembros de ambas sociedades. También podían ser liberados a partir de la negociación de un rescate, que suponía el establecimiento de una retribución económica a sus amos por la entrega del cautivo. En estos casos participaban activamente los agentes fronterizos (lenguas, misioneros, comerciantes, capitanes de amigo, etc.). Finalmente también existían las liberaciones en el contexto de acuerdos políticos, en donde la entrega de cautivos simbolizaba un gesto de buena fe y una muestra de paz entre grupos. 15 Fray Juan Falcón. Declaración presentada ante el cabildo de Santiago el 18 de abril de 1614 por Fray Juan Falcón, lego dominicano cautivado por los indios en Valdivia en 1599, y retenido 15 años entre ellos. Biblioteca Nacional de Santiago de Chile. Manuscritos Barros Arana. Tomo 109, doc. 47. Fjs. 489-512. Fray Luis Falcón, cautivo del siglo XVII, describe cómo a lo largo de sus años de cautiverio fue pasando por diferentes status y modalidades de trato, según la valoración de las actividades que llegó a desempeñar entre sus captores. La funcionalidad de los cautivos, así como la integración de estos a los oficios resultaban cuestiones fundamentales no solo para determinar su sobrevivencia, sino además para alcanzar algún grado de reconocimiento y estimación entre quienes le habían cautivado.

96

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

En el segundo en tanto, los niveles de integración aparecen vinculados a variables como la edad, el genero y el valor social y político conferido a los y las cautivas16. Ambos procesos no resultaron fáciles y –por cierto– no estuvieron exentos de dificultades. Para los cautivos y cautivas que llegaron a ser rescatados, la experiencia de la liberación y sus efectos, pudo resultar tanto o más compleja que la pérdida de libertad o la permanencia entre los naturales, pues en su caso, estos debieron traspasar dos veces las fronteras identitarias de su cultura. La primera, al momento de la captura, la segunda al momento de recuperarla. En ambos casos, el efecto fue el cambio, la mutación y la mezcla con el otro. En términos generales y frente al tema de la liberación, es sabido que tanto el interés por los rescates, así como el empeño por favorecer la reinserción de los cautivos, tendía a disminuir conforme se prolongaba la permanencia en poder de los indígenas, en este caso, dentro de los espacios fronterizos. Las autoridades solían debatirse entre el deber cristiano y moral del rescate, la desconfianza provocada por los cambios físicos y psicológicos experimentados por los cautivos, y el abierto rechazo frente a la constatación de algunas de las secuelas menos deseadas del contacto, entre las que se cuenta la materialización del mestizaje, expresada en la maternidad o paternidad en cautiverio. Son múltiples los testimonios que dan cuenta de la impresión que tales mutaciones llegaron a operar entre los españoles. A modo de ejemplo, hemos seleccionado algunas citas por demás familiares. La primera de ellas ha sido tomada de un informe del Gobernador Alonso de Rivera, quien a propósito del reconocimiento de la tierra y de las gestiones desarrolladas para la liberación de cautivos españoles en la zona de Purén, llegó a escribir: “Las cosas que al presente pasan en este reino, no se han visto jamás en el mundo, y lo que siento en gran manera es que los niños y niñas cautivos que son de ocho a diez años y de menos edad, como no han conocido más 16 Jimena Obregón. “¿Un irreversible retorno a la barbarie? Cautivos, tránsfugas y guardianes o el imperioso influjo de las “provincias de afuera”. Chile, siglo XVIII”, Salvador, Bernabeu, Crhistophe Guidecelli y Gilles Havard (coord.). La indianización. Cautivos, renegados, hombres libres y misioneros en los confines americanos. Siglo XVI-XIX, Editorial Doce Calles, Madrid, 2012, 211-230.

97

Diálogos de Historia

que tratar con estos bárbaros, están de suerte que totalmente han perdido nuestra lengua y costumbres y están más bárbaros que los propios indios”17.

Impresión similar compartiría el cronista Alonso González de Nájera, luego de haber presenciado la liberación de un grupo de cautivas españolas como parte de las negociaciones sostenidas entre españoles e indígenas siempre en la misma zona: “vi una cosa no menos lastimosa … y es que entre las españolas que traían los indios a nuestro campo, venían algunas niñas, hijas de padres españoles, que la mayor no pasaba de los doce años, tan blancas, rubias y hermosas que ponía maravilla el verlas, las cuales solo sabían hablar la lengua de los indios, como si fuera la materna; y como no estaban acostumbradas a conocer otra gente que los indios, cuando se volvían a sus tierras los que la habían traído se querían volver con ellos, extrañando a los españoles de manera que quedaban llorando, porque no las dejara ir con ellos”18.

El secuestro de niños y su reducción al cautiverio llegó a tener gran importancia entre dichas poblaciones, entre otras cosas por el menor grado de resistencia ofrecido por estos al momento de la captura, sin dejar de mencionar que por lo general resultaban cautivos a propósito del secuestro de sus madres19. Al igual que en el caso de las cautivas, los niños formaron parte del universo de víctimas pasivas de la violencia fronteriza, tal como lo sugiere J. Obregón20. Si la escasa resistencia era una de las razones que movía a la captura de infantes, también su menor resistencia a la asimilación y la 17 “Carta de Alonso de Rivera al Rey fechada el 22 de septiembre de 1601”, en José Toribio Medina, Colección de Documentos Inéditos para el estudio de la Historia de Chile, José Toribio Medina, Segunda Serie, Tomo VII, p. 104. Citado de Yéssica González, Cautiverio Femenino en la región de la Araucanía. Tesis de magister inédita, Universidad de La Frontera, Temuco, 2000, p. 109. 18 Alonso González de Nájera. Desengaño y Reparo de la guerra del reino de Chile, Imprenta Ercilla, Santiago de Chile, 1989, 71. La captura de niños, especialmente niñas de corta edad, e incluso lactantes, operó como un criterio de selección entre los indígenas, siendo múltiples las referencia a este tipo de secuestros dentro de las crónicas y fuentes del periodo. 19 Cuauhtémoc Velasco Avila. En manos de los bárbaros. Breve Fondo Editorial, México, 1996. Este texto reúne un conjunto de declaraciones de cautivos hispanos a manos de los indígenas comanche, en los que prevalece la mención a la captura de niños, como también ocurría en la Araucanía. 20 Obregón, op. cit., 220.

98

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

naturalidad con que llegaron a dominar la lengua, resultó un estímulo. Siendo así, no sorprende “el gran número de niños de corta edad” que integraron el mundo del cautiverio fronterizo, como tampoco sorprende que desconociendo el español, solo se comunicaran en la lengua indígena. Más bien la sorpresa del gobernador y del cronista referidos deja al descubierto el desconocimiento de autoridades, funcionarios y agentes fronterizos respecto de la modalidad y los alcances de estos procesos. La escena descrita por González de Nájera demuestra la incomodidad experimentada por los redentores de estos cautivos frente a la constatación de su “indianización”. Una escena descrita con mucha frecuencia en las operaciones de rescate, canje o liberación de cautivos. Las referencias a los cambios, así como la confusión provocada por la apariencia de los mismos pudo haber incluso incidido en los esfuerzos por su liberación, pues en más de una ocasión cautivos y cautivas llegaron a ser confundidos con indígenas debido a sus vestimenta o el uso de la lengua. Sobre las lamentables condiciones en que solían llegar a tierra cristiana las cautivas, el padre Diego Rosales nos ilustra el caso de Isabel de San Martín, quien fallecería a los pocos días de haber sido gestionado su rescate: “...se rescató luego una española llamada Doña Isabel de San Martín, la cual después de muchos trabajos que pasó en su cautiverio, sacó por muestra de ellos una sola manta áspera que venia cubierta y muchas llagas en los pies de andar guardando ganado por los montes a un cacique rico a quien servía; que así se vengaban los indios de los españoles, obligándoles a guardar sus ganados porque los hacían a ellos pastores cuando los servían, trocándose las suertes, sirviendo de pastoras las señoras más delicadas. Vistiéronla con decencia, y llevándola a la Concepción a pocos días murió con todos los sacramentos y con grandes júbilos de su alma por haberla sacado Dios de entre barbaros y traídola a morir entre cristianos con tan buena disposición”21.

El peso de los oficios, las vestimentas, las marcas sobre los cuerpos, el uso de esos cuerpos por parte de los cautivadores, eran capaces de operar transformaciones totales a nivel físico y también emocional.

21 Diego de Rosales. Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano, Tomo II, Imprenta El Mercurio, Valparaíso, 1878, 410-411.

99

Diálogos de Historia

En el relato sobre uno de los intentos de fuga de Jerónima Rodríguez, esta menciona a un “mal cristiano” que le proporcionó información sobre su ubicación a los indígenas que la perseguían, cuestión que considerando la apariencia y estado de la cautiva, bien pudieron deberse a este tipo de confusiones y no necesariamente a un acto deliberado de omisión en su contra22. Frente a tales circunstancias, no resulta aventurado suponer que entre quienes alcanzaron la libertad, estos actos de redención representaron, en más de un modo también una experiencia a veces traumática y en más de un caso, sentir que se estaba frente a un nuevo acto de cautiverio, esta vez a manos de su sociedad de origen23. Si el aindiamiento de niños y niñas en cautiverio resultaba lastimoso y preocupante, la constatación de procesos similares en el caso de cautivas mujeres podía llegar a ser intolerable. Dicha intolerancia se manifestó en el rechazo y la negación de las mismas, en su estigmatización por parte de la sociedad, una vez pasada la euforia del rescate. En este punto volvemos a parafrasear a Alonso de Rivera, cuya interpretación de los hechos, resulta ilustrativa del fenómeno de la intolerancia hacia la indianización. Demandado para ir en auxilio de las almas perdidas en los parajes fronterizos, llegó a declarar que las cautivas, “…más perdidas han de estar de lo que están ya las doncellas violadas y las demás preñadas y paridas y que no hay que hacer caso de ellas que más pierde el Rey en una hora en Flandes que en cien años se puede perder en Chile”24.

Era claro que para el periodo se estimada que los cautivos podrían sobrevivir, o más bien resistir los efectos de la convivencia un periodo no superior a los tres meses, tiempo tras el cual la mutación de costumbres y los efectos de la convivencia, incluida la contrariada maternidad de las cautivas, eran considerados inevitables e irreversibles25. 22 Archivo Franciscano. Colegio San Idelfonso de Chillán. Autos de rescate de Jerónima Rodríguez. Tomo I. Fjas. 166-169. Santiago de Chile. 23 En los casos de captura a temprana edad, la integración cultural del cautivo era completa. Bajo tales circunstancias para estos cautivos, el único universo social y ritual conocido era el indígena, por lo que el rescate llegó a representar un acto de desarraigo cuyos efectos las fuentes no alcanzan a evidenciar, pese a que formó una de las aristas de la historia de las relaciones fronterizas. 24 Irma Acevedo. Guerra, cautivos y mestizaje (1600-1641), Tesis de Magister en Historia, Mención etnohistoria, Universidad de Chile, Santiago, 1997, 115. 25 Lázaro, op. cit., 202.

100

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

Tales convicciones expusieron a los cautivos, a una serie de sospechas en cuanto a sus conductas, su moralidad, su fe y , por supuesto, sus sentimientos de fidelidad hacia su sociedad de origen26. Todas consideraciones que incidieron en más de un modo en los discursos sobre el cautiverio, y en la orientación de las políticas de rescate de cautivos. Se presumía –con mayor o menor convicción– que un porcentaje de cautivos, junto con incorporar elementos propios de la cultura indígena, también había llegado a desarrollar actitudes de aceptación e incluso simpatía hacia sus cautivadores, un prejuicio reforzado por la mutación de visiones que algunos cautivos, luego de su liberación llegaron a expresar y según las cuales reconocieron en aquellas poblaciones rasgos de humanidad y gestos de sensibilidad que incluso cuestionaban el trato y las estrategias de sometimiento empleadas por las autoridades de la época. Ejemplos de esta idea de cautivadores sensibles al dolor y el sufrimiento de sus cautivos, han quedado plasmadas en relatos notables, como el la cautiva Gregoria Ramírez, monja cautiva del cacique Guentecoya, quien tras su captura el año 1598, fue liberada “intacta” por su cautivador, quien conmovido por las castas lágrimas de su prisionera, quedaría prendado –cautivado– de amor por ella27. Siguiendo la misma línea argumentativa, sin lugar a dudas, el ejemplo más notable de este tipo de relatos, lo constituye la memoria de Francisco Pineda y Bascuñán, en que relata su experiencia como cautivo del Cacique Maulicán28. Frente a un relato como el de Cautiverio Feliz, considerado como excepcional en más de un sentido, abundaron otros discursos menos tolerantes, que cuestionaron tanto los empeños como los recursos y energías invertidas en los rescates, así como la conveniencia del regreso de cautivos aindiados, y la presencia entre españoles de niños, hombres y mujeres más indios que cristianos. 26 Yéssica González. Cautiverio femenino en la región de la Araucanía. Siglos XVII y XVIII. Tesis de Magister (inédita), Universidad de La Frontera, Temuco, 2000, 185. 27 Gay, Claudio. Historia física y política de Chile, Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, T. II, 302. 28 Escrita en 1673 por Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, bajo el título original de Cautiverio feliz del Maestre de Campo General Don Francisco Núñez de Pineda , y razón individual de las guerras dilatadas del Reyno de Chile, recoge la experiencia que como cautivo, luego de ser reducido a tal condición en la batalla de Cangrejeras. Esta obra, es considerada un discurso de denuncia en contra de las formas de relación y las estrategias de dominio de las autoridades de la época hacia las poblaciones indígenas, y un discurso de defensa de lo indígena.

101

Diálogos de Historia

Alonso de Rivera en su momento llegó a evaluar como una verdadera pérdida de tiempo la inyección de recursos para la liberación de unos cautivos que, en su opinión y al cabo de unos años, se encontraban a gusto viviendo entre indígenas. Los juicios vertidos por otro cronista, Jerónimo de Quiroga, expresan una visión similar, pues en su caso afirmaba ser testigo de cómo aquellos cautivos y cautivas, con el tiempo habían llegado a amar los vicios y la libertad tan características de aquellos bárbaros, habiendo reconocido el mismo “muchas señoras de estas, mucho peores que los indios, tan desesperadas cuando al cabo de treinta o cuarenta años las sacaban del barbarismo, que bramaban por volver a él”29. Ciertamente estos argumentos marcaron una clara distinción en el empeño para la liberación de cautivos recientes y aquellos antiguos, diferenciación que –según lo hemos expuesto– en ningún caso resultó fortuita y se sustentó en el convencimiento de que pasado un tiempo, los cautivos retornados podían llegar a constituir un problema, y en más de un modo una amenaza. Cautivas mucho peores que los indios, niñas liberadas que lloraban por retornar con sus cautivadores, cautivos aquerenciados con mujeres indígenas, todos constituían evidencia viva de la nocividad del contacto, de la impureza de la mezcla, de lo irreversible del cambio. Y aunque ninguno de aquellos cautivos fue responsable de su captura, en la lógica de su sociedad de origen –en este caso, hispana– sí lo eran de haber desistido en la resistencia a la asimilación. Todos se habían “acomodado a su suerte”, todos ellos parecían haber encontrado, finalmente, “lo feo bonito”. En la opinión de un grupo no menor de vecinos, autoridades e incluso de parientes y amigos, los cautivos fuese en su prisión o retornados de ella, llegaron a constituir en más de un modo generaciones perdidas para algunos, perversas para otros. Se trataba al fin y al cabo de cautivos aindiados, de indios blancos. Estas denominaciones aludían a los alcances incomprendidos de un complejo proceso de aindiamiento que se proyectó en el tiempo hasta perpetuarse a través del mestizaje cultural y también biológico. Frente a este escenario, la liberación de los cautivos recientes siempre proporcionó mayores garantías. Unas Garantías amparadas en la 29 Jerónimo de Quiroga. Memoria de los sucesos de la guerra de Chile, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, 133.

102

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

convicción de que a menor tiempo de exposición en cautiverio, mayor era el entusiasmo y el empeño de los cautivos por volver a su sociedad, en tanto que menor el grado de exposición al contacto con los otros. La historia de Doña Juana, mujer del capitán Melchor Herrera, constituía una evidencia de aquello: “… vino huyendo de las tierras de los enemigos a un fuerte que tuve a mi cargo en las fronteras de guerra, y fue tan honrada, que por venir a buscar a su marido pasó grandísimos peligros y trabajos, descalza y pobrísimamente vestida, pasando por muchos ríos y tierras ásperas, viniendo de otras muy apartadas, con tanto ánimo que no se yo, qué robusto hombre lo tuviera mayor o pudiera sufrir lo que pasó…”30.

Historia excepcional que junto con ratificar lo ya mencionado, destaca los valores de un cautiverio femenino idealizado. Doña Juana encarna los atributos morales de las buenas cautivas, aquellas que defendiendo su integridad física, pero por sobre todo su honra, huían del horror del cautiverio y de los excesos de sus secuestradores. Una mujer honrada en busca de su marido, una amazona guerrera cuya fortaleza es reconocida como mayor a la de los hombres. Desafortunadamente fueron pocas la cautivas y cautivos que como Juana, lograban burlar su destino y retornar por sus propios medios a las empalizadas fronterizas, siendo mayoritario el caso de cautivas y cautivos perdidos en los parajes fronterizos, entre rucas y toldos, a manos de diferentes amos. Con certeza, los y las cautivas se encontraban plenamente conscientes de las dificultades de su condición, así como de la fragilidad de su valoración y status de retornados, situación que puede llegar a explicar que contrariando todos los pronósticos posibles y en más de una ocasión, algunos de estos cautivos se resistieran a volver. Esta resistencia, amparada en la inseguridad y el temor a experimentar el escarnio de la deshonra entre pares, fue vista con horror por parte de los españoles, reforzando la visión maniquea un fenómeno que diferenció y discriminó en función de la idea de buenos y malos, blancos y mestizos31. 30 González de Nájera, op. cit., 71. 31 Yéssica González Gómez. “De buenas y malas cautivas en el discurso de la frontera de la Araucanía en los siglos XVII y XVIII”, en María Mercedes González Coll y Graciela

103

Diálogos de Historia

Frente a este escenario, y especialmente en los casos de cautiverio femenino, al acto inicial de arrebato de su libertad, se sumó el de sus honras, un hecho que las expuso a una situación de extrema fragilidad pues si bien para el español el cautiverio representaba el discurso del fracaso, la apropiación de sus mujeres a manos de poblaciones indígenas constituyó un acto de humillación, un cuestionamiento a su hombría y una inaceptable afrenta a su honor32. Un ejemplo soberbio de dicha humillación lo constituyen las demandas del toqui Lautaro, a las autoridades para desistir del ataque a la ciudad de Santiago, y en la que se puede leer: “Treinta mujeres vírgenes apuestas por tal concepto habéis de dar cada año, blancas, rubias, hermosas, bien dispuestas, de quince años a veinte, sin engaño: han de ser españolas”33.

Para los indígenas, las cautivas representaban un bien económico, al ser consideradas parte del botín de guerra; pero por sobre todo, llegaron a representar una revancha ante la afrenta del robo de sus propias mujeres e hijas, constituyendo además una inmejorable pieza de negociación política. Conocida es la frase “vamos a servirnos dellas, como ellos de las nuestras se han servido…”34. Sembrar los vientres de aquellas cautivas, hacerlas parir hijos mestizos, reducirlas a la calidad de siervas e incluso esclavas de aquellas gentes, representaba la materialización de los temores y recelos más profundos de la sociedad dominante. Significaba la inversión de la relación de dominio que pretendían establecer y los obligaba a definir nuevas formas de relación en un plano menos vertical. Nosotros creemos ver en estas prácticas en general y en el caso de las cautivas en particular, la extensión del modelo de la conquista a la apropiación y colonización del cuerpo de las mujeres, en la visualización de las mismas como los sujetos más frágiles y expuestos a las tensiones experimentadas por las sociedades en los espacios de frontera.

Facchinetti (comp), En tierras Australes. Imágenes, problemáticas y discursos. Universidad Nacional del Sur, Argentina, 157-178 . 32 Rodríguez, Osvaldo. “El tema de las cautivas en las crónicas de la conquista de Chile”, Donoso Miguel; Insúa, Mariela; Matta, Carlos (edit). El cautiverio en la literatura del Nuevo Mundo, Editorial Iberoamericana, Universidad de Navarra, España, 2011, 207. 33 Alonso de Ercilla. La Araucana. Canto XII, Editorial Iberia, España, 1962, 286. 34 Diego Arias de Saavedra. Purén indómito, Santiago de Chile, Editorial La Noria,1984, 397.

104

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

Sobre aindiados y mestizos al revés35 Como ya hemos explicitado, a partir de las historias de cautivos y mestizos es posible acceder a la visión de mundo fronterizo como un espacio permeable y permeado por la fusión, por la asimilación de rasgos y la mezcla de sangres a partir de los cuales se definió el rasgo mestizo de nuestra identidad y de nuestra cultura. Del mismo modo avanzar en esta dirección supone entender el mestizaje fronterizo como una configuración que puso en contacto a individuos pertenecientes a diferentes categorías étnicas en un ámbito social y en momento determinado36. Esta conjunción implicó la puesta bajo tensión un ordenamiento social –el colonial– que basado en la diferenciación entre jerarquías, ahora debía asumir la existencia de mixturas, y de sujetos que desde dicha condición, debieron no solo ser reconocidos, sino asumidos e integrados dentro de las estructuras coloniales y de los espacios de negociación y diálogo. Para este estudio, cautivos y mestizos al revés, junto con dar cuenta de estas mixturas, también dieron cuenta de la tensión provocada por la dirección en que tales mixturas se llegaron a producir. Pues dentro de los contextos coloniales, el mestizaje esperado era desde lo blanco hacia lo indígena; condición similar a la esperada en cuando a la influencia y asimilación de rasgos de la cultura. En el caso de los cautivos y cautivas de la frontera, así como en el de sus hijos, tanto la dirección de la mezcla como de la influencia es desde lo indígena hacia lo blanco. Se trata de una mixtura al revés. En definitiva, se trata de indios blancos y de mestizos al revés. “…Los mestizos al revés, esto es de indios en españolas; son los más inicuos bárbaros que hay en estas provincias; hay muchos más blancos que nosotros

35 Usando la denominación empleada en las fuentes coloniales, en este trabajo emplearemos la denominación de “mestizos al revés” para definir a aquellos mestizos hijos de cautivos “blancos” al interior de la Araucanía. La sola denominación de “revés” alude a una situación de inversión del modelo de dominio colonial, que junto con dar cuenta de la apropiación y uso del cuerpo de los cautivos con fines sexuales y reproductivos, también refiere a los alcances del proceso de asimilación de usos y costumbres por parte de cautivos y su descendencia, constatando la idea del aindiamiento. 36 Florencia Guzmán. Los claroscuros del mestizaje. Negros, indios y castas en la Catamarca colonia, Editorial Encuentro, Buenos Aires, Argentina, 2010, 121-122.

105

Diálogos de Historia

y casi todos son caudillos de las armas contrarias; son genízaros o mestizos y basta su ponderación”37.

Principal vía a través de la cual fue posible el mestizaje fronterizo, las mujeres cautivas fueron por excelencia quienes parieron vástagos hijos mestizos, resultados de uniones inicialmente forzadas y que sumaron al cautiverio el status de la maternidad38. Dicha condición de madres cambió el valor y estatus de la cautiva tanto dentro de la sociedad indígena como dentro de la hispana. En el primer caso, la maternidad cautiva, simbolizó el cambio en la valoración de mujer-cuerpo, a mujer-vientre. Desde esta perspectiva, si bien este nuevo estado no necesariamente garantizó un mejor trato, si le aseguró la sobrevivencia entre los indígenas, generando un mayor arraigo, expresado ahora en el apego afectivo y emocional que comprometía el cuidado y crianza de aquellos hijos mestizos. Esta suerte de anclaje emotivo generado por la maternidad se vio reforzado por el apego de aquellas poblaciones hacia su descendencia, una cuestión que quedó de manifiesto en más de una ocasión, cuando en las operaciones de negociación para el rescate de madres e hijos, estos se mostraron mucho más proclives a devolver a las cautivas y no así a sus hijos. Un ejemplo de esta naturaleza lo encontramos en los autor de rescate de la cautiva Jerónima Rodríguez, quien al momento de su liberación tenía por hija a una niña de pecho a quien no solo su amo sino las otras mujeres de este se negaban a entregar39. Si bien no todas las cautivas, y no todos los mestizos al revés gozaron de la misma valoración, Sonia Montecino ha sostenido que, por lo general las cautivas que eran tomadas como concubinas por los hombres principales dentro de las comunidades, estuvieron destinadas a ser las madres de una estirpe mestiza que llegó a ostentar no solo poder económico al interior de las comunidades, sino además poder e influencia política, pues serían los hijos de aquellas mestizas los líderes con quienes debieron mediar, parlar y negociar las autoridades tanto en la época colonial como en 37 Jerónimo de Quiroga. Memoria de los sucesos de la guerra de Chile, Editorial Andrés Bello. Santiago, 1979, 286. 38 Guarda, Gabriel. “Los cautivos en la guerra de Arauco”, en Boletín de la Academia de Historia 98, Santiago de Chile, 1987, 93-157. 39 Idem.

106

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

los siglos posteriores40. Un ejemplo de lo anterior lo constituyó el mestizo Antonio Chicahuala, cacique principal de Maquegua y toqui general de Arauco, quien era hijo de la cautiva Dona Aldolsa de Castro y Aguilera, hermana del Gobernador Alonso de Rivera. Chicahuala, era nada más y nada menos que el sobrino del gobernador. En su calidad de cacique lideró varios ataque en contra de los fuertes fronterizos, en tanto también negoció condiciones de paz y el rescate de cautivos con el Marqués de Baides, a quien además: “muy galano y ostentando su gallardía y nobleza por ser de hermoso talle, alto de cuerpo, blanco de rostro, bien proporcionado y de agradable semblante, pidió licencia para pasearse por la ciudad, enviándole al gobernador un hermoso caballo, y como era tan gentil hombre y vestido a lo español, representaba un bizarro maestre de campo”41.

Nos parece interesante la exaltación de los atributos físicos de este mestizo dentro del relato, los que aproximan su imagen al fenotipo más bien hispano, descripción en la que percibimos un sobrado esfuerzo por blanquear los vestigios de un origen tortuoso marcado por el agravio y la violencia. Doña Aldolsa formó parte del universo de cautivas contrariadas que, perdidas tierra adentro, debieron resignarse a ser tomadas por concubinas y engendrar los hijos de aquella deshonra. Por otro lado, así como doña Aldolsa representa la imagen de la madre cautiva resignada, cuya honra logra ser restituida a través del reconocimiento y prestigio alcanzado por la gallarda figura de su hijo mestizo –mestizo al revés-, existen otras historias que nos hablan de reacciones airadas frente a aquella maternidad forjada en cautiverio. Hacia 1603, por ejemplo, Alonso de Rivera remite al rey una carta en que era posible leer el siguiente episodio: “Se ha visto venir una mujer rescatada a nuestro poder, la cual raía un hijo mestizo suyo y de un indio a cuestas y de pecho, por no llegar con él a nuestra vista quiso matarle y lo hiciera si no fuera por una india cristiana que con ella venía”. 40 Montecino, Sonia. Sangres cruzadas: mujeres chilenas y mestizaje, Ediciones SERNAM, Colección Mujeres en la Cultura, Santiago de Chile, 57. 41 Rosales, op. cit., Tomo III, 168.

107

Diálogos de Historia

Más adelante y en el mismo documento, A. de Rivera agregaría: “Y no es menor cuidado que tengo el imaginar qué se ha de hacer con las criaturas que de esta manera vienen a nuestro poder: estoy determinado enviarlas al Virrey del Perú para que las mande repartir en aquel reino entre personas principales, que será fácil…”42.

Esconder la deshonra, sacarla del reino, exterminarla de manera radical y definitiva aún yendo contra natura, formó parte de las alternativas aparentemente ensayadas para invisibilizar los alcances de una realidad innegable: el mestizaje. Las facetas posibles de identificar en el análisis resultan múltiples y complejas, cuestión que no hace sino confirmar la necesidad de avanzar en la profundización de los análisis. Aquello que fue visto como una expresión de deshonra por los hispanos, el mundo indígena, en este caso mapuche, lo vio como una ventaja frente al otro. En más de un modo, el origen hispano de la madre fue empleado como una manifestación de poder e incluso un medio de intimidación, pues de acuerdo a las fuentes, aquellos mestizos en los que a la mezcla invertida se sumaba el liderazgo y poder dentro de las comunidades, eran los más altivos y los menos dispuestos a dejarse someter43. Muy diferente fue el trato y la valoración de aquellos mestizos concebidos en mujeres indígenas, sobre quienes no solo pesó la discriminación estamental de los hispanos, sino el rechazo y la marginación de los grupos indígenas. Chicahuala, el Mestizo Alejo, Mariluan, Martin de las Cuevas y Palán, todos ellos comparten un elemento común: ser hijos de cautivas, ser mestizos al revés. Las páginas de la historia colonial nos hablan de ellos, como valientes y gallardos líderes o como villanos que haciendo honor a la naturaleza torcida de su origen, se habían convertido en la lanza que atravesó más de una vez la estabilidad del reino. Matices que en ningún caso alcanzan a exponer en profundidad la complejidad de las variables presentes la historia del cautiverio, en los procesos de asimilación, y mucho menos en la complejidad del retorno de los cautivos sea tierra adentro o frontera afuera.

42 Crecente Errázuriz. Seis años de la historia de Chile, 1598-1605, Santiago de Chile, Imprenta Valparaíso, 1908, 152-153. 43 Ovalle, op. cit., 284.

108

II. Resistencias, mediaciones y negociaciones en los espacios de Frontera

Consideraciones finales La historia del cautiverio colonial ha sido construida a partir de una clara instrumentalización de los relatos. El dramatismo impreso en los relatos de cautiverio, no ha hecho sino dar cuenta de un fenómeno cuyas connotaciones y alcances fue empleado por diferentes agentes del mundo civil, militar y eclesiástico, para definir acciones, construir imágenes, justificar estereotipos y legitimar políticas de intervención sobre los espacios fronterizos y sus gentes. Este tipo de discurso ha impedido avanzar en la visibilización de otras facetas del cautiverio, así como del funcionamiento de los espacios y sociedades fronterizas, en especial respecto de los procesos de incorporación y efectos de la asimilación de cautivas y cautivos entre comunidades indígenas; o respecto de los procesos de mestizaje, o los procesos de reinserción de aquellos cautivos que pudieron revertir su condición de cautivos para volver a sus sociedades de origen. Asimismo, y hasta ahora, los estudios sobre el cautiverio, solo han enfatizado los alcances de dicha práctica en el caso de poblaciones blancas, siendo muy escasas las aproximaciones respecto del secuestro de hombres, mujeres y niños indígenas a manos de los conquistadores. Este es un desafío aún pendiente. En este trabajo en particular, hemos querido dejar de manifiesto algunas de las variables que contribuyen a complejizar la visión del cautiverio fronterizo, en una doble dirección. Por una parte, desde la perspectiva de sujetos que, más allá de perder la libertad, debieron adaptarse a espacios y poblaciones que no eran las propias con mayor o menor grado de éxito en el tiempo. Por otra, las tensiones experimentadas dentro de la sociedad española, a la hora de considerar no solo la existencia de cautivos dentro de la frontera, sino de la constatación del aindiamiento de los mismos como resultado de la convivencia. Si bien los y las cautivas en la frontera emergen, en un primer momento asociado al contexto de tensión y conflicto derivados de la dinámica de las relaciones de conquista y dominación propias del modelo colonial, de modo temprano, fueron incorporados, a nivel de discurso y práctica a la dinámica de las relaciones de poder, y de los mecanismos de mediación y negociación entre ambas sociedades, danto origen a un discurso que, aunque mediatizado, dejó entrever la complejidad del fenómeno así como las consecuencias del mismo para ambas sociedades en contacto. 109

Diálogos de Historia

En este sentido, los y las cautivas de la frontera pasaron de ser trofeos de guerra a ser sujetos de mediación para la negociación entre las sociedades hispano-criolla y mapuche, dinámica en la que el cuerpo y la figura de la mujer cobraron especial significado. Asimismo sostenemos que dada la transversalidad del fenómeno del cautiverio a los siglos coloniales y postcoloniales, los efectos de estas prácticas incidieron de modo profundo en la apropiación simbólico-cultural del otro, al igual que en los procesos de definición identitarios de la sociedad a través del mestizaje desde la época colonial y hasta nuestros días. Fenómeno poco comprendido en el periodo y que dio origen a una serie de prácticas de intolerancia y segregación de los cautivos retornados, así como de los denominados mestizos al revés, en la lógica de la narrativa predominante dentro de la página de la historia colonial fronteriza.

110

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.