A mi madre le gustan las mujeres
Descripción
A mi madre le gustan las mujeres Por Gloria Cuesta
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Dirección: Inés París, Daniela Fejerman Reparto: Leonor Waitling, Rosa M.ª Sardá, Eliska Sirova, Silvia Abascal, María Pujalte, Xabier Elorriaga, Chisco Amado, Álex Angulo Nacionalidad: España Año: 2002 Duración: 94 min Género: Comedia Color o B/N: Color Guión: Inés París, Daniela Fejerman Fotografía: David Omedes Música: Juan Bardem -‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐-‐
Lo mejor: Elección de una temática arriesgada bien resuelta en un logrado tono de comedia. Lo peor: Situaciones en ocasiones demasiado previsibles. -----------------------------------------------------------------------------------Iniciado ya el nuevo milenio, la tranquila y liviana existencia de tres mujeres jóvenes, hijas de un matrimonio de intelectuales divorciados, se ve sacudida repentinamente cuando su madre, una respetada pianista de mediana edad, les presenta a su pareja: una intérprete checa, de veintitantos, con la que desea iniciar una vida en común. Este es el punto de arranque de A mi madre le gustan las mujeres, comedia del año 2002 codirigida por Inés París y Daniela Fejerman, responsables asimismo del guión, acompañadas en esta ocasión por un elenco de archiconocidos actores de la escena española. A pesar del tono humorístico, que nadie se lleve a engaño. Lo que en principio podría parecer un simple divertimento, es utilizado con maestría por París y Fejerman para desafiar la conciencia del público con dos temas por entonces de plena actualidad, como eran el de la inmigración y el de la legalización de las relaciones homosexuales, tres años antes de que se hiciera oficial en España. Y es precisamente esta última cuestión la que sirve a las directoras para lograr un doble propósito: por un lado, arriesgarse a dar visibilidad al que en aquella época representaba un tabú dentro del tabú —el lesbianismo, más velado que la homosexualidad masculina—; por otro, dejar al descubierto la trampa que se esconde bajo la aparente liberalidad de las nuevas generaciones ya nacidas en democracia. En efecto, lo que Jimena (María Pujalte), Elvira (Leonor Waitling) y Sol (Silvia Abascal) demuestran es ser, sorpresivamente, reaccionarias, en contraste con sus progenitores, modelo de adultos liberales. Las tres hermanas, en cambio, representan el falso liberalismo que se torna conservador cuando el “problema” afecta personalmente, despertando en ellas su lado más maquiavélico (el terrible boicot de Jimena y Sol) o más desestabilizador (la crisis de identidad sexual de Elvira).
A esto se puede añadir un elemento más que asimismo invita a la reflexión, como es el rechazo que produce una relación sentimental cuando es una mujer la que se une con alguien mucho más joven.
Otro aspecto del filme que tampoco pasa desapercibido es la construcción de los personajes
masculinos vistos desde la óptica femenina. París y Fejerman hacen un planteamiento en el que contrastan los arquetipos negativos (editor y psicoanalista) con los positivos (padre y novio). Frente al típico jefe tóxico machista (Álex Angulo) y al poco profesional psiquiatra que busca una relación sexual (Aitor Mazo), las directoras sitúan en el círculo emocional de las mujeres a un híper compresivo ¿novio? para Elvira (Chisco Amado) y a un ex esposo idílico (Xabier Elorrieta), que no solo es buen amigo sino que resulta la personificación del respeto por los asuntos ajenos.
Y destacados los aspectos positivos, también hay que señalar algunos desaciertos que, si
bien no lastran la película, tampoco se comprenden bien con el buen hacer general, como los caminos forzados y previsibles que en ocasiones toma la acción, especialmente en la segunda parte del metraje (desde la huida de Eliska), junto a unas soluciones de dudosa verosimilitud y la poco creíble performance de algunos caracteres, léase la inquietante ausencia de gestualidad de Eliska Sirova, una Rosa María Sardá demasiado contenida y un histrionismo absolutamente desbordado de Leonor Waitling.
Con todo, un filme que soporta a la perfección los trece años transcurridos desde el rodaje y
que aún se mantiene vigente, a pesar de que los tabúes que representa ya hayan entrado, afortunadamente, en la senda de la normalización.
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