\"A las puertas del Magreb central. La historiografía y los proyectos comerciales en la conquista de Orán en 1732\", en J.J. Iglesias Rodríguez, R. Pérez García, M. F. Fernández Chaves, Comercio y cultura en la Edad Moderna, editado en Sevilla, 2015. CD de las comunicaciones, p 643-655.

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Descripción

A las puertas del Magreb central. La historiografía y los proyectos comerciales en la conquista de Orán en 1732. Luis Fernando FÉ CANTÓ Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS) Groupe d’études Ibériques (GEI) Resumen : En este trabajo queremos, basándonos en una reflexión historiográfica, desmontar la tesis de Fernand Braudel sobre los presidios hispanos. Este historiador los veía como un espacio cerrado, ensimismado, sin influencia sobre el hinterland, sin comercio a fin de cuentas. Queremos mostrar cómo esta interpretación no ha sido siempre la dominante. Debe ser puesta en relación con la historiografía colonial francesa del final del siglo XIX. Deseamos también mostrar cómo estos últimos años el trabajo en los archivos empieza a modificar esta tendencia. Se puede y se debe, analizar las plazas hispánicas en las costas magrebíes como espacios que tienen una historia, es decir, relaciones sujetas a variantes con sus regiones. Es el caso de Orán, como queremos mostrarlo utilizando documentos inéditos que explican cuáles fueron los proyectos comerciales que explican la expedición de reconquista de esta ciudad en 1732. Palabras clave : Fernand Braudel, Magreb moderno, España moderna, Imperio español, estudios coloniales, Mediterráneo. Summary: « At the gates of the Maghreb. The historiography and the commercial projects in the conquest of Oran in 1732 » In this work we wish to dismantle Fernand Braudel's theory on the Hispanic presidios, from a historiographical point of view. This historian saw them as a closed space, without any influence on the hinterland around them, without any trade ultimately. We would like to show how this view has not always been dominant. It must be related to the French colonial historiography of the late nineteenth century. We would also like to reveal how work in the archives of recent years has begun to change the story. We can and we must analyse Hispanic places on the North African coasts as spaces which have a history, in other words changing relations with their regions. This is the case for Oran, which we aim to demonstrate by showing, from unpublished archive documents what the commercial projects were which explain the reconquest expedition of 1732. Keywords: Fernand Braudel , modern Maghreb , modern Spain , Hispanic Empire , colonial studies , Mediterranean.

En un congreso dedicado al comercio en la Monarquía hispánica durante la época moderna puede parecer incongruente que se escriba sobre los presidios africanos. Se ha convertido casi en un tópico historiográfico tratar de estas ciudades costeras magrebíes españolas como ciudades cerradas al mercado, aisladas del continente y, por lo tanto, sin contacto con sus pobladores. El carácter particular de estas entidades urbanas ha intentado ser definido, por ejemplo, por geógrafos como Armand Frémont, asimilándolas a la categoría de “ciudades sin región” que define como « las ciudades que viven ensimismadas, en su microcosmos de ciudadanos, casi extrañas a los espacios rurales autárquicos que las rodean, y que forman parte de otra cultura y de otro modo de subsistencia »1. La clasificación del geógrafo, tripartita, que va de la “ciudad en su región” a la “región en la ciudad”, tiene un cierto sentido cronológico, pues parece que otorga a la última de estas categorías el sentido de ser la tendencia hacia la contemporaneidad, dejando a las que nos ocupan en el terreno de la hipótesis y del condicional, del « fue a lo mejor »2 el caso de las polis griegas o de las ciudades chinas de la Antigüedad situadas en los límites de los territorios de los bárbaros. Sería, también a lo mejor, el caso de las factorías o comptoirs, ciudades comerciales con relaciones « esporádicas » con la región vecina y extraña. Sería el caso de las plazas portuguesas, árabes, españolas, inglesas o francesas en las costas del gran continente africano. El esfuerzo por clasificar y organizar es necesario. Pero el condicional utilizado por el geógrafo denota la dificultad para abordar la historia de estos enclaves. En este artículo no podemos abarcar la bonita tarea de hacer un análisis comparativo de los diferentes ensayos que los reinos europeos de la época moderna llevaron a cabo para instalarse en las costas africanas en general, y en el Magreb en particular. Sería a claras luces interesante, incluyendo además el caso de la expansión turca por el Mediterráneo occidental en el siglo XVI. Nos limitaremos, con un por ahora que no es amenazante sino más bien desiderativo, a introducir unos primeros elementos de reflexión que son, al mismo tiempo, unos primeros pasos por las tierras poco exploradas de la producción historiográfica. En la clasificación a la que hemos hecho alusión en el párrafo anterior se habrá destacado cómo, para la categoría que nos interesa, se alude a los bárbaros y a las relaciones esporádicas que esas ciudades costeras bajo poderes más vastos, o imperiales. Este es uno de los aspectos que nos gustaría empezar a desarrollar en estas líneas enfocando ya el espacio del que nos vamos a ocupar de manera privilegiada: el Oranesado o la región que se extiende grosso modo entre la ciudad de Orán, en la costa occidental argelina y la ciudad de Tremecén. El territorio de los bárbaros según las fuentes manuscritas escritas por las autoridades militares oranesas que administraron la ciudad reconquistada en 1732, tras haber sido perdida en 1708 a causa de la ofensiva otomana y argelina, y cedida definitivamente en 1792. La desaparición, progresiva del término « berberisco », más utilizado en las fuentes del siglo XVI y XVII que en las del siglo XVIII, no tiene por qué relacionarse con un alejamiento o un extrañamiento o con una pérdida del saber y de los conocimientos que se hubieran podido tener y se habían tenido sobre las poblaciones del Oranesado durante los dos primeros siglos del período moderno. Quizás, a modo de hipótesis, se podría avanzar como elemento explicativo la influencia de terminologías enlazadas con la experiencia imperial hispánica en América o, también, lo cual no es naturalmente excluyente, una influencia del discurso acusador de las condiciones de vida de los cautivos esclavizados en Argel o Túnez. Estas podrían ser unas aproximaciones que tendrían, cuando menos, el mérito de fijarse en el lenguaje de la época, en su evolución, para comprender cómo se construye una frontera. Pero no la frontera geográfica que tiende a ser porosa y a estar sujeta a los accidentes coyunturales que pueden obligar a los hombres a dibujar sus contornos en el espacio, mediante muros, 1 2

Armand Frémont, Aimez-vous la géographie ?, Paris, Flammarion, 2005, p. 146. (Traducción del autor) Ibid. p. 146.

vallas o barreras. Sería más bien esa frontera construida a través de la palabra y que designa y dibuja esa división entre lo civilizado y lo bárbaro. En el caso que nos ocupa la desaparición progresiva de la palabra « berberisco » para dejar paso a la más connotada de « bárbaro » no sólo coincide con una época muy dinámica de la construcción del sistema defensivo fortificado sino también con la desvalorización de los habitantes de esta región del oeste argelino. En este último proceso argumentos tanto de carácter religioso como cultural se asociaron para trazar los esbozos del discurso dicotómico entre lo « civilizado » y lo « bárbaro » aplicado a estas tierras. No podemos en estas líneas profundizar esta línea de investigación. Sólo queremos establecer una relación de ideas que nos ayude a comprender de qué manera el Oranesado, en su compleja vida socio-espacial, tan compleja como cualquier otra región habitada por diferentes grupos sociales, se alejó de la historiografía, de la historiografía occidental. O en todo caso, de la historiografía escrita bajo la influencia potente de las estructuras coloniales y nacionales y que hicieron de esta dicotomía un elemento configurador central. Si hacemos un esfuerzo por sintetizar recordemos que las aventuras coloniales de los países europeos se justificaron mediante el argumento de la lucha contra la barbarie, la necesidad de aportar a las regiones retrasadas la civilización y de abrirlas a los efectos benéficos del comercio. Es un esquema básico, pero válido, al menos por conocido, pero que, según la historiográfica más reputada, no funcionó en los presidios españoles del norte de África. En la clasificación geográfica a la que hemos hecho referencia en las primeras líneas de nuestro trabajo creemos escuchar los ecos de este juicio, al menos cuando el geógrafo nos habla de esas ciudades sin región como algo difícil de definir. Las plazas hispanas se quedaron en la indeterminación, quizás, y ésta es nuestra hipótesis de partida, porque fracasaron a la hora de asegurar ese papel comercial que abre, explicita, asegura y consolida las relaciones con el entorno, con el hinterland. Los presidios como fracaso. Es una idea que podríamos definir como clásica, lo cual no quiere decir que sea acertada o falsa. No creemos ser los más indicados para emitir un juicio cuya sentencia se deba limitar a la utilización de los términos de fracaso o éxito para resumir experiencias históricas de varios siglos. Y no creemos serlo por ser historiadores, y no jueces; por ser conscientes de que detrás tanto de la palabra “fracaso” como “éxito” se esconde la palabra “proyecto” que tiene el poder de hablarnos de los deseos y de las realizaciones de las sociedades estudiadas. Es a partir del poso desiderativo que tiene esta palabra que nos lanzamos a la crítica historiográfica que permitió la consolidación de esa imagen clásica de los presidios españoles como lugares ensimismados, como lugares que hacen cambiar a las palabras de sentido, pues la palabra “presidio” era definido, por el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias, en 1611, como el “castillo o fuerça donde ay gente de guarnición”. Una definición funcional que no cambia demasiado en los diferentes diccionarios de la Real Academia de la Lengua del siglo XVIII que mantienen el eco del Tesoro. Hay que esperar, curiosamente, a la edición de 1817, para ver aparecer como tercera acepción la siguiente definición: “La plaza o lugar destinado para castigo de los delincuentes”. Lo cual no quiere decir que la práctica de la pena de presidio no existiese, nada más lejos de la verdad, pero se asimilaba a la de destierro y en la documentación el término “presidiario” alterna con el de “desterrado” que aparece mucho más a menudo. Lo que nos parece importante es, cuanto menos, dar a entender que la identificación de presidio con lugar necesariamente cerrado no tiene por qué venir necesariamente del largo proceso vital de esos espacios aunque tampoco queremos caer en una visión positiva de los mismos. La valoración sobre lo que significaba vivir en Orán, o aún más, en los presidios llamados menores de Melilla, el Peñón de Vélez y Alhucemas, ha sido emitido en su complejidad por Miguel Ángel de Bunes Ibarra3. 3

« La vida en los presidios del norte de África », Mercedes García Arenal y María Jesús Viguera, Relaciones de la península ibérica con el Magreb, siglos XIII-XVI, Madrid, CSIC, 1988, p. 561-590.

Creemos que esta idea del cierre hispánico, o ibérico, al Magreb en los siglos modernos viene de otra fuente, de un río más caudaloso como es el de la historiografía francesa pero no el de la historiografía de los Annales, como se podría y se debe, con razón, creer. Habría que ir un poco más lejos, al siglo XIX para entender las claves de nuestra hipótesis. Son los historiadores franceses de la aventura colonial gala en Argelia los que contribuyeron de manera decisiva a consolidar esa imagen del ensimismamiento de los presidios africanos de España. Leamos como botón de muestra estas líneas de Henri-Delmas de Grammont. « Confinada [la guarnición de Orán] detrás de sus murallas por un bloqueo perpetuo, diezmada por las epidemias y la nostalgia, mal pagada, carente a menudo de lo necesario, tratada con extrema dureza, llegaba rápidamente hasta el colmo de la miseria física y moral »4. La razón de este panorama radica, según este historiador decimonónico, en la aplicación del fatal sistema de la ocupación restringida. Este concepto tiene también su historia. Está ligado al proceso de conquista de la Regencia de Argel por los ejércitos franceses del final de la Restauración borbónica y de la Monarquía de Julio. Aparece, a nuestro entender por primera vez, en el marco de la discusión llevada a cabo por la comisión parlamentaria reunida a petición del rey Felipe de Orleans a finales de 1833 para tratar el tema de la estrategia a seguir en las tierras argelinas. Uno de los oradores afirmó: « Creo que la mejor opción es encerrarse detrás de las murallas o limitarse a un radio de acción restringido, evitar cualquier tipo de acción hostil, perseverar en aplicar un sistema de pacificación, que los árabes comprendan que ya no queremos expulsarles, acosarles con la espalda en los riñones. Ustedes saben con certeza que no vendrán a atacar la zona protegida. El ejemplo de los españoles nos lo prueba. Ocuparon Orán durante más de 200 años sin haber sido seriamente asediados. […] Este sistema tiene por lo menos el mérito de ser poco costoso »5.

Otro miembro de esta comisión parlamentaria tampoco dudó en poner al Orán hispánico como ejemplo, no únicamente defensivo sino también económico y político. Según él, hacía falta, en 1833, que « una administración hábil y prudente se estableciera logrando apaciguar a los árabes. Rápidamente se relacionarán con nosotros. Nos traerán sus provisiones y productos. Así ocurre en Ceuta, así ocurría en Orán en tiempos del dominio español »6. Esta percepción relativamente positiva de lo que habían sido las relaciones de los presidios hispanos con su región está lejos de la utilizada por la historiografía colonial francesa del siglo XIX. Lo cual no quiere decir que estos argumentos utilizados en los primeros años de la conquista gala se correspondan mejor a la realidad que los del juicio más perentorio de Grammont y otros representantes de esta escuela histórica. Entre el juicio político de lo que se podía hacer al principio de la conquista de Argelia y el juicio de los historiadores escrito en la época de la consolidación del poder francés se había producido el cambio de orientación encarnado por el mariscal Bugeaud, partidario de la ocupación total del territorio gracias a una intervención militar potente en cuanto a efectivos sobre el terreno. También se produjo un cambio de estrategia en cuanto a la manera de llevar a cabo la guerra: las técnicas de antiguerrilla, el castigo de las poblaciones civiles, la violencia a ultranza se convirtieron en los elementos decisivos de la acción militar francesa, sobre todo durante los años 1840, decisivos en la guerra contra Abd el-Kader. Los historiadores que escribieron desde la postura colonial posterior a esta victoria conseguida con métodos despiadados intentaron justificar esa barbarie echando mano a los argumentos sobre la violencia necesaria para someter al no civilizado. Fueron voces como la 4

Histoire d’Alger sous la domination turque. 1515-1830, Paris, Bouchène, 2002 [1887], p. 264. Procès-verbaux et rapports de la Commission d’Afrique instituée par ordonnance du roi du 12 décembre 1833, Paris, Imprimerie Royale, 1834, p. 180. 6 Ibid., p. 143. 5

de Tocqueville, en 1841, las que razonaron sobre la mejor manera de hacer la guerra en el Magreb con medidas que van desde la prohibición de comerciar con las poblaciones autóctonas a la política de la tierra quemada pasando por las expediciones sangrientas del ejército7. Este cambio estratégico y las consecuencias que conllevó entre las cuales la más importante, a nuestro entender, fue la de haber hecho de Argelia una colonia de población, influyeron en la manera de escribir la historia de este territorio. Dicho cambio obligó a releer también la otra posibilidad que se había planteado al principio de la aventura colonial, la posibilidad de la ocupación limitada de los puntos litorales. Esta opción, sin embargo, acabó siendo tildada de « improductiva y precaria »8, más fácil de establecer pero más cara e inútil a la larga. De esta raíz viene la visión ensimismada de los presidios españoles, reflejados en el espejo deformado de las tensiones de la política colonial francesa. Y de esa raíz brota la crítica hacia la política hispana en el norte de África construyendo un árbol tupido que entronca la escuela de historiadores franceses que escriben desde la experiencia colonial en Argelia, cuyo trabajo se plasma, por ejemplo, en la Revue Africaine, o de manera más particular para el espacio oranés, en los escritos de historiadores como Paul Ruff9, o los artículos de Jean Cazenave en la citada revista10. Fue en este ambiente y en esta línea de interpretación del presente y del pasado hispano-magrebí en el que empezó a trabajar Fernand Braudel. Sabemos que su primer artículo aborda la historia de la política norteafricana de los Reyes Católicos, Carlos V y los primeros veinte años del reinado de Felipe II. El historiador francés cierra cronológicamente su trabajo en el año 1577, tras haber analizado en detalle los diferentes momentos del enfrentamiento hispano-turco cuyo momento álgido fue la batalla de Lepanto en 1571. La conquista y posterior pérdida de Túnez por los ejércitos cristianos a manos de los turcos, las dificultades financieras y la urgencia para hacer frente a otros problemas del Imperio hispánico, a lo que se debe asociar los problemas propios al Imperio otomano, confluyeron en la búsqueda de una tregua militar entre los dos bloques imperiales mediterráneos en 1577. Esta fecha sirve de límite cronológico del primer trabajo del joven Braudel. En sus últimas líneas podemos leer lo que pensaba el historiador de la evolución posterior de los presidios: « la ocupación española sobrevive a pesar suyo, miserable y mediocre »11. No se trata solamente de un juicio de juventud influido por el ambiente profesional creado por los historiadores que vivían en Argel en los años veinte del siglo XX. En su obra magna el gran historiador dará más énfasis a su análisis: « Es una catástrofe, en la historia de España, que tras las conquistas de Melilla en 1497, de Mazalquivir en 1505, del Peñón de Vélez en 1508, de Orán en 1509, de Mostaganem, Tlemcen, Ténez y del Peñón de Argel en 1510, esta nueva guerra de Granada no haya sido continuada tenazmente; que se haya sacrificado esta tarea ingrata, pero esencial, a los espejismos italianos o las facilidades relativas de América. Que España no haya sabido, o querido, o podido desarrollar su éxito inicial, quizá demasiado fácil […], que no haya llevado esa guerra del otro lado del Mediterráneo, éste es uno de los grandes capítulos de una historia fallida »12.

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Sur l’Algérie, Paris, Flammarion, 2003, p. 111-117. Ibid., p. 101. 9 Paul Ruff, La domination espagnole à Oran sous le gouvernement du comte d’Alcaudete 1534-1558, Paris, Bouchène, 1998 [1900]. 10 « Les présides espagnols d’Afrique, leur organisation au XVIIIe siècle », Revue Africaine, 63 (1922), pp. 225269 y pp. 457-489. « Les gouverneurs d’Oran pendant l’occupation espagnole de cette ville (1509-1792) », Revue Africaine, 71 (1930), pp. 257-299. 11 Fernand Braudel, « Les Espagnols et l’Afrique du Nord de 1492 à 1577 », Autour de la Méditerranée, Paris, Fallois, 1996, p. 85. Publicado originalmente en la Revue Africaine, 69 (1928), pp. 184-233 y pp. 315-410. 12 La Méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe, vol. I, Paris, Armand Colin, 1990, p. 108. 8

Entre líneas invitamos, quizá de manera un tanto provocante, a interpretar que Braudel reprocha a España no haber sido Francia. Lectura anacrónica, a nuestro entender, por la que se infiltra el tema del arcaísmo español frente a la modernidad francesa. Y no sólo. También podemos aludir a la derrota del viejo imperio frente al nuevo con la consecuente lección sobre cómo se debe hacer un imperio. Desde el punto de vista historiográfico son múltiples las cuestiones que este problema plantea. Empezando por la influencia de esta línea interpretativa en la historiografía española pero sin olvidar, entre otras cosas, cómo y a partir de cuándo se introdujo, qué modificaciones pudo tener a lo largo de la historia, asimismo colonial, que enmarca las relaciones complejas de España con el Magreb y, sobre todo, con Marruecos13. Este trabajo merece un desarrollo más amplio. Nuestro objetivo, en estas páginas, era el de explicar cómo se forjó esa imagen de los presidios ensimismados. Desde ese punto de vista el aspecto comercial es esencial. El fracaso se mide en la nula capacidad de intercambio que hubo entre el núcleo urbano y el entorno regional. Estas zonas serían la concretización más aguda de un abandono o, mejor, de una ruptura de las relaciones comerciales entre el Norte de África y la península ibérica14. Esta última idea ya ha sido batida en brecha15 así como para el presidio de Orán los trabajos de Beatriz Alonso Acero16 marcan también la nueva dirección que los trabajos sobre estos espacios han tomado en los últimos años bajo los auspicios de historiadores como Mercedes García Arenal, Miguel Ángel de Bunes Ibarra o Emilio Sola Castaño17 en España, entre otros, o Wolfgang Kaiser18 y Bernard Vincent en Francia. A este último debemos la iniciativa de pedir el necesario replanteamiento de la noción de « ocupación restringida » invitando a los historiadores a volver a los archivos donde se custodian miles de legajos producidos por las autoridades hispanas de aquellos territorios19. Al mismo tiempo se producía el viraje en los estudios sobre los imperios y la historia colonial bajo el impulso de historiadores como Frederick Cooper que buscan enfrentarse al desafío de la escritura de la historia de estos espacios teniendo en cuenta la complejidad temporal creadora, al mismo tiempo, de caminos sin salida como, también, de trayectorias determinantes, una historia entre la voluntad de hacer y los límites de lo realizable, lo cual conlleva tener en cuenta las interrelaciones entre las poblaciones europeas y las no europeas20. Desde esta perspectiva, el concepto de « ocupación restringida » amputa una de las particularidades de la historia de las sociedades que evolucionaron en el 13

Vicente Moga Romero, La cuestión marroquí en la escritura africanista, Barcelona, Bellaterra, 2008. Azucena Pedraz Marcos, Quimeras de Africa. La Sociedad Española de Africanistas y Colonistas. El colonialismo español de finales del siglo XIX, Madrid, Polifemo, 2000. 14 Véase para el caso de Portugal, Antonio Dias Farinha, « Norte de Africa », Francisco Bethencourt y Chaudhuri Kirti (dirs.), História da expansão portuguesa. A formaçao do Império (1415-1570), Lisboa, Circulo de Leitores, 1998, pp. 118-136. Véase también Robert Ricard, « Le problème de l’occupation restreinte dans l’Afrique du Nord (XVe-XVIIIe siècles) », Annales d’histoire économique et sociale, vol. VIII (1936), pp. 426-437. 15 Eloy Martín Corrales, Comercio de Cataluña con el Mediterráneo musulmán [siglos XVI-XVIII]. El comercio con los « enemigos de la fe », Barcelona, Bella Terra, 2001. 16 Beatriz Alonso Acero, Orán-Mazalquivir, 1589-1639. Una sociedad española en la frontera de Berbería, Madrid, CSIC, 2000. 17 Uchalí. El Calabrés tiñoso, o el mito del corsario muladí en la frontera, Barcelona, Bellaterra, 2010. 18 Entre otros trabajos de este historiador véase Jocelyne Dakhlia y Wolfgang Kaiser (dirs.), Les musulmans dans l’histoire de l’Europe. Passages et contacts en Méditerranée, vol. II, Paris, Albin Michel, 2013. 19 Bernard Vincent, « Philippe II et l’Afrique du Nord », José Martínez Millán, (dir.), Felipe II, 1527-1598 : Europa y la Monarquía católica, vol. I, tomo II, Madrid, Parteluz, 1998. Véase también Jocelyne Dakhlia y Bernard Vincent, Les musulmans dans l’histoire de l’Europe. Une intégration invisible, vol. I, Paris, Albin Michel, 2011. 20 Vease Colonialism in Question. Theory, Knolwledge, History, Los Angeles, University of California Press, 2005. En particular el capítulo « Globalization ». Frederick Cooper y Jane Burbank, Empires in World History. Power and the Politics of Difference, Princenton, Princenton University Press, 2010. Jean-Frédéric Schaub, « La catégorie “études coloniales” est-elle indispensable ? », Annales HSS, 3 (mai-juin 2008), pp. 625-646. JeanFrançois Bayart, Les études postcoloniales. Un carnaval académique, Paris, Karthala, 2010.

ámbito de los presidios, tanto dentro de las murallas como fuera de éstas. Y por tanto el trabajo en los archivos muestra que esas relaciones existieron y desde el principio, como lo indica Chantal de la Véronne21, o también Alonso Acero en el capítulo que dedica a la economía oranesa mostrando cómo, dependiendo de la coyuntura agrícola, siempre inestable en aquella época, las tribus magrebíes podían llevar granos a la plaza hispana hasta tal punto que se podía exportar trigo y cebada a España desde Orán, y no obligatoriamente de manera excepcional22. Las fuentes directas utilizadas por esta historiadora coinciden con la rica narración que hizo de su paso por Orán, en el último tercio del siglo XVI, el soldado Diego Suárez Montañés. Éste nos muestra un abanico de intercambios que van más allá de la economía frumentaria que preocupaba más a los administradores de la Monarquía hispánica. La descripción del militar desdice la hipótesis de la incomunicación con la región del Oranesado. « Traen a vender, asimismo, los moros manadas de carneros, y vacas para matar, miel, manteca, cera, pasa, higo, dátiles, aceite, jabón, garbanzos, habas, almendras, nueces, azufaifas, gallinas, capones, perdices, liebres, espárragos, caracoles, y otros muchos bastimentos de comer y mercaderías, negros, corambre por curtir y curtida […]. Traen a vender, asimismo, todos aderezos de caballería a la jineta, que se labra en la ciudad de Tremecén más aventajadamente que en toda África, y otras muchas cosas que serían prolijas de referir aquí »23.

Sin desear tampoco ser prolijos quisiéramos que estas referencias sirvan como piedra de toque para evidenciar que los presidios no se cerraron a su región, que seguramente esas relaciones dependieron de coyunturas complicadas en que se podían mezclar las tensiones políticas entre los poderes españoles y otomano, las luchas entre las tribus del Oranesado, la evolución política y económica de la Monarquía, la situación climática. Se trata de una historia inestable, en perpetua tensión, lo que contradice la visión monolítica subyacente en la « ocupación restringida » y en la expresión la « historia fallida » de Fernand Braudel. Se trata de una historia sujeta a azares y ambiciones humanos. Es ésta su riqueza. Es cierto que, como lo dice Alonso Acero, los españoles y los portugueses buscaron la conexión comercial con el Magreb en sus conquistas de finales del siglo XV y principios del XVI pero, añade la historiadora de Orán, « ni unos ni otros orientaron su penetración en estos territorios con el objetivo de ser ellos mismos quienes desarrollaran una agricultura a gran nivel sino que, por el contrario, se limitaron a beneficiarse de las cosechas indígenas, que ellos compraban a precios, por lo general, muy moderados »24. En efecto, los españoles no quisieron colonizar como lo hicieran los franceses siglos más tarde, pero creemos que la opción de la ocupación no estaba al alcance de la España imperial, por razones demográficas pero también militares y estratégicas. De nuevo el soldado asturiano nos sirve de guía: « En Berbería, en materia de pública guerra del nombre cristiano, nunca conviene obrar arrojada e imprudentemente sino con pie de plomo, ocupando, en comparación, en diez años diez palmos de terreno, y eso con largo o ancho término, por longitud, costa a costa de Berbería, de oriente a occidente, fortificadamente de buenos castillos y lugares murados »25.

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Oran et Tlemcen dans la première moitié du XVIe siècle, Paris, Geuthner, 1983. Orán-Mazalquivir…, p. 365. 23 Diego Suárez Montañés, Historia del Maestre último que fue de Montesa y de su hermano don Felipe de Borja. La manera como gobernaron las plazas de Orán y Mazalquivir, reinos de Tremecén y Ténez…, edición y estudio de Miguel Ángel de Bunes Ibarra y Beatriz Alonso Acero, Valiencia, Institució Alfons el Magnànim, 2005, p. 123. 24 Orán-Mazalquivir … p. 365. 25 Historia del maestre… p. 336. 22

Los límites por así decir logísticos de lo que pudiera ser una guerra en el Magreb en el siglo XVI eran conocidos. No estamos todavía en el siglo XIX cuando la revolución industrial sí que puede aportar un diferencial tecnológico decisivo. Debemos saber también que la guerra en África no corresponde a un esquema de lo bárbaro frente a lo civilizado, o un esquema basado en la preponderancia militar hispana como vanguardia de la « revolución militar » frente a los reinos de Tremecén o Marruecos indefensos o incapaces de adaptarse a las nuevas armas26. Este tema nos aleja, aún más, de nuestro tema. Intentemos retomar el hilo. El comercio no fue algo extraordinario en los presidios, las conexiones con la población fronteriza tampoco, aunque eso no quiere decir que fuesen pacíficas. Todo el sistema se basaba en la amenaza y la capacidad que los soldados oraneses pudiesen mostrar para ser temidos por las tribus del Oranesado, con el sistema de seguros que era de hecho una coacción contra las poblaciones árabes para que éstas llevaran un impuesto en granos a la plaza a cambio de lo cual se les aseguraba la protección contra los Turcos o las otras tribus. Si no se cumplía el acuerdo las fuerzas hispánicas tomaban represalias27. La coerción era un arma válida para drenar los recursos hacia Orán. No estamos ante una política de razzias, de golpes de mano de una ciudad sitiada para mejorar durante un breve período su situación económica. Una guerra de pobres, sin ambición, propia de una ocupación restringida del espacio28. Son estas claves del pasado las que hay que tener en cuenta para comprender las razones que motivaron el proyecto de reconquista de Orán en 1732, más de veinte años después de la pérdida de la plaza en 1708. La historiografía no ha prestado demasiada importancia a este acontecimiento militar. Y sin embargo es posiblemente la mayor expedición armada española de este siglo ilustrado por su belicismo como los dos anteriores. Su historia poliorcética está por escribir, así como están por explicar los motivos por los cuales se decidió volver a reconquistar tanto el puerto de Mazalquivir como la ciudad de Orán. Es cierto que podemos leer el decreto que anunciaba el destino de la armada que estaba pronta a salir de Alicante29. En dicho texto se justifica la acción militar con al argumento de la necesaria restauración de los territorios perdidos durante la guerra de Sucesión y más aún de tierras que habían caído en manos de los musulmanes. El honor monárquico y el espíritu de cruzada han sido alegados como motivos de la expedición aunque no se dé demasiado crédito a esta última razón, pero se mantiene así esa tendencia a asociar el deber religioso asociado a la presencia hispánica en el Magreb. Ya se hizo para explicar la conquista de Cisneros en 1509 aunque se ha matizado este juicio mostrando los intereses comerciales que unían las dos orillas del Estrecho de Gibraltar30. No parece que se haya hecho este trabajo de matización para la reconquista de 1732. Sin embargo ya ha habido trabajos que han señalado como Orán se insertó en la lucha de influencias entre Francia y el Reino Unido tras su conquista por la Regencia de Argel en 170831 y sobre la importancia de la actividad comercial del puerto

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Véase Luis Fernando Fé Cantó, Oran (1732-1745). Les horizons maghrébins de la monarchie hispanique, tesis dirigida por Bernard Vincent, EHESS, 2011, pp. 328-412. 27 Véase Beatriz Alonso Acero, Orán-Mazalquivir …, pp. 165-319. 28 La palabra árabe « razzia » se incorporó al discurso político francés en 1840, durante la discusión sobre la ocupación total de Argelia. No es una coincidencia. Comentamos la utilización de este concepto asociado a la ocupación restringida en Oran (1732-1745)…pp. 363-367. 29 Véase la « Disertación histórica del terreno y contornos, producciones, conquistas y de la última hecha por las victoriosas armas españolas en el año de 1732 », de Antonio de Clariana y Galbes, editor y traductor de la obra de Laugier de Tassy, Historia del Reyno de Argel, Barcelona, Juan Piferrer, 1733. 30 Véanse los trabajos, por ejemplo, de José Enrique López de Coca Castañer empezando por el clásico « Relaciones mercantiles entre Granada y Berbería, en época de los Reyes Católicos », Baética : Estudios de arte, geografía e historia, 1 (1978), pp. 293-312. Sobre el mismo tema, véase Doris Stökly, Le système de l’Incanto des galées du marché à Venise (fin XIIIe siècle-milieu XVe siècle), Leiden, E. J. Brill, 1995. 31 Alexandre Pestemaldjoglou, « Le consulat français d’Oran de 1732 à a 1754 », Revue Africaine, 86 (1942), pp. 220-254.

magrebí entre 1708 y 173232. Por ejemplo, los ingleses sacan 38 navíos de trigo y cebada de Orán en 172833. Esta realidad era conocida por los españoles cuya voluntad era no sólo recuperar Orán y Mazalquivir sino también el comercio que se podía hacer desde allí quitándoselo a las dos potencias que eran sus dos aliadas desde el tratado de Sevilla de 1729, Francia e Inglaterra y que le habían prestado, al menos la última los barcos que trasladaron al infante Carlos a Italia. La reconquista fue un golpe de mano dirigido con alto sentido de la oportunidad política por José Patiño lo cual no está de más señalar pues va en contra de la visión de una política exterior hispánica obsesionada por los derechos italianos de los hijos de Isabel Farnesio. Se hizo política imperial, en efecto y no de manera arcaica, pensando sólo en la religión o en los derechos dinásticos sino buscando intereses económicos más allá de los tópicos como lo demuestra la instrucción que el rey Felipe V dio al conde de Montemar en abril de 1732 en la que se explica que se debe mantener a la población judía que se encuentre en la ciudad34 hasta que el conde haga un informe sobre esta cuestión. Lo hizo en noviembre de 1732, meses después de la conquista, dando su apoyo a la creación de una colonia judía en Orán para asegurar el comercio con la región y el Mediterréneo en general. El conde añade que lo ideal sería limitar el número de esta colonia a 24 familias. Seis vendrían de Amsterdam, seis de Livorno, cuatro de Francia, cuatro de Marruecos y cuatro de Argel « para que de sus respectivos países concurriesen con sus géneros para asegurar un lúcido y útil comercio »35. Este informe, del que teníamos ecos en la documentación de Simancas, fue seguido de múltiples discusiones que no podemos desarrollar pero que nos hablan no solamente de proyectos económicos de envergadura para Orán después de 1732 sino también de lo que era Orán antes de 1708 cuando el duque de Montemar suponía « como notorio que la plaza de Orán, para su manutención, ha tenido siempre comercio y comunicación con los moros, sus aduares y parcialidades »36. El concepto de ocupación litoral había restringido, sobre todo, el terreno de investigación histórica que se vuelve a abrir ahora gracias a los trabajos que hemos citado en estas páginas y a otros que no hemos podido citar.

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Paul Masson, Histoire des établissements et du commerce français dans l’Afrique barbaresque (1560-1793) (Algérie, Tunisie, Tripolitaine, Maroc), Paris, Hachette, 1903. 33 Lemnouar Merouche, Recherches sur l’Algérie à l’époque ottomane, vol. II, La course. Mythes et réalités, Paris, Bouchène, 2007, p. 261. 34 Biblioteca Nacional de España (BNE), Manuscritos (Mss), 18645 /9, Instrucción dada en Sevilla a 9 de abril de 1732 al conde de Montemar cuando se le encargó la expedición de Orán. 35 BNE, Mss, 18645/9, informe del duque de Montemar a José Patiño, Sevilla, 30/11/1732. 36 Ibid.

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