A DOÑA HELEL SIMAN DE ALVAREZ

August 16, 2017 | Autor: F. Álvarez Simán | Categoría: Socialism
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Descripción

A DOÑA HELEL SIMAN DE ALVAREZ

Fernando Álvarez Simán*
http://mx.geocities.com/feralvarezsiman/

Tus brazos siempre se abren cuando necesito un alivio. Tu corazón sabe
comprender cuándo necesito una amiga. Tus ojos sensibles se endurecen
cuando necesito una lección. Tu fuerza, tu ejemplo y tu amor me han
dirigido por la vida y me han dado las alas que necesitaba para volar.

Nació en Minatitlan Veracruz, un 13 de septiembre de 1930, sus padres
fueron Gad Siman Shocair y su madre Elmasa Habib de Siman ambos nativos de
Líbano que vinieron a México llenos de ilusiones para una nueva vida, sus
hermanos en orden cronológico son Adba, Amín y Félix. Originalmente el
apellido familiar era Seman pero desde su ingreso al país siendo el árabe
la lengua materna y la dificultad con el castellano generaron una confusión
que finalizo con que el apellido evolucionara a Simán, forma en que fueron
registrados. México es un país construido en buena parte por inmigraciones.
Mis abuelos, fueron inmigrantes, mi esposa es inmigrada, muchos de mis
mejores amigos llegaron también a México para quedarse. Los inmigrantes le
han dado algo del color, del sabor y fortaleza del país, han hecho
maravillosas aportaciones a la cultura, a la economía, a la política.
Después de Minatitlan mis abuelos fueron a México DF de donde salieron en
1941 para radicar definitivamente a Tuxtla Gutiérrez, a donde doña Helel
estudio primaria y secundaria en el colegio de niñas y a donde vivió su
infancia y adolescencia. En esos años de arribo a Tuxtla mi abuelo inicio
por el rumbo del mercado, una tienda de ropa llamada Almacenes La Media
Luna, negocio que habría de continuar mi tío Amín. En 1950 se casa con el
subteniente de infantería Fernando Álvarez Orea originario de Puebla y se
inicia en Tuxtla así la familia Álvarez Simán, que no dejaría nunca esta
tierra. Recuerdo haber comenzado a tener conciencia de la presencia de mi
madre por allá de 1959 cuando yo tenía unos 6 años, en aquellos días nunca
la veía sentarse a descansar, nosotros éramos 4 hermanos (Patricia 8 años,
Fernando 6 años, María Eugenia 4 años y Helel de 2 años, Adriana vendría al
mundo unos 10 años más tarde). Mi madre siempre se movía por toda la casa
haciendo algo para atender a 4 niños pequeñitos que en todo momento
exigíamos su asistencia y compañía. Vivíamos entonces en la 2ª sur # 58
esquina con 3ª poniente, era el centro del pequeño y tradicional Tuxtla que
nunca volveremos a ver. Conocíamos a todos nuestros vecinos y ellos a
nosotros. Mi papa era un joven militar que dada la naturaleza de su trabajo
frecuentemente se encontraba fuera de la casa y eso hacia que día y noche
en torno de nuestras vidas girara la presencia de mi mamá. Nos levantaba
temprano y nos hacia bañar con ella, luego uno a uno, nos arreglaba muy
guapos, mientras los primeros en estar vestidos comenzábamos ya a
desarreglarnos, luego a desayunar. Recuerdo que diariamente me peinaba con
una goma verde que me mantenía firme hasta la noche. Adicionalmente en esos
días vinieron a vivir a nuestra casa mis tíos Amín y Félix, también la
hermana de mi madre, mi tía Adba y sus 4 hijas. Si la vida familiar era muy
rica, variada y ruidosa, la situación económica del hogar no era buena y
eso le causaba a mi mamá una silenciosa y profunda preocupación de la cual
los niños no entendíamos ni teníamos cuidado, pero con gran fortaleza ella
nos procuraba y nos daba un mundo de color de rosa y de juegos todo el día
y todos los días. Sin embargo era evidente que ella veía venir un mundo de
muchas dificultades con muchas boquitas que alimentar, vestir y mandar a
estudiar y a educar y estaba segura que había que cambiar el estado de
cosas para alcanzar los propósitos de la vida que ella tenia reservadas
para nosotros. Conocimos también ahí a su inseparable amiga y comadre Adela
Aramoni de Orantes, madrina de mi hermana Paty, y persona muy querida en
nuestra casa, que tenia en un jeep willis gris que se grabo en mi mente
como pocos carros lo han hecho. Escuchamos por primera vez los nombres de
don Julio, Juan, Jaime y Jorge Sabines, de Jorge Odich, así como
innumerables personas que representaron muchas cosas en nuestras vidas.

Así que un buen día por allá de 1960 sin nosotros los niños saber ni
entender mucho de lo que pasaba llegaron a la casa un grupo de señores que
llevaban muebles de oficina, anaqueles, si muchos anaqueles que serian los
espacios para colocar el material que daría un giro a nuestra existencia.
Este material eran ni más ni menos películas que de ahí en adelante serian
una parte determinante en nuestras vidas. En esta época en Tuxtla había 3
cines; El Alameda, el Rex y el Coliseo propiedad de la familia Serrano, con
películas de 70mm, pero en el resto del estado habían muy pocas salas y
estas eran de 35mm. Entonces supimos que mi mama iniciaba un negocio de
alquiler de películas de 16mm en el local contiguo a nuestra casa, cuyo
primer nombre, recuerdo en el rotulo de la entrada del negocio que decía
COMERCIAL DE PELICULAS HELEL SIMAN DE ALVAREZ.

Para esos años no había televisión en Chiapas y la posibilidad de
establecer cines en todo el estado permitiría llevar entretenimiento hasta
las localidades mas apartadas ya que el manejo de películas de 16mm era
mucho más versátil que las grandes salas y cualquier aula o salón se
adaptaba como un cine. Así nos contaba mi mama que semanalmente se llegaron
a rentar hasta 250 películas, las cuales se debían enviar a cientos de
localidades a través de las cooperativas de transporte local y foráneo y el
correo, todos los días jueves y había que recibirlas de vuelta los martes
siguientes, para prepararlas y enviarlas nuevamente el siguiente jueves. De
esta manera comenzamos a escuchar los nombres mas inimaginables de
municipios y pueblos, también conocimos así a cientos de personas, entre
ellas a un señor que todos los martes traía turrones a la casa y decía que
eran para la Helelcita (mi hermana menor) este caballero se llama Ricardo
Pola, quien tenia un cine en Coita, desde entonces Rica ya peinaba canas.
La situación económica comenzó a mejorar y para 1962 mi mama pensó que era
tiempo ya de construir su casa, si la casa que ella siempre soñó, para ello
le ayudaron doña Adela Orantes y su hijo el arquitecto Luís Orantes
Aramoni, este sueño se hizo realidad para mayo de 1963 en la esquina de la
avenida central y 13 poniente, frente a la gasolinera Corzo, pues recuerdo
haber llegado ahí a cumplir 9 años. También recuerdo a la hermana de mi
abuelo Gad, a la tía Maria Simán viuda de Aramoni, ella vivía en la avenida
central y 14 poniente, por quien mi mama tenía un gran cariño y por sus
primos Rene, Rodolfo, Lily y Evlin.

Mis hermanas y yo podíamos manejar cualquier tipo de proyector de cine y
los fines de semana podíamos ver todas las películas de Pedro Infante y
Cantinflas y miles mas, cuando por las tardes íbamos a las fiestas, era un
buen regalo que lleváramos una película para tener un poco tranquilos a
los niños a la hora de la merienda.


Junto con nosotros en esa casa, se ubico también el negocio de películas.
En esos días de construcción nos visito quien seria nuestro vecino, Don
Ciro Farrera que algunos años después nos regañaría a Rómulo y a mi por
habernos ido de pinta y de paso le toco una parte de la regañada a mi mama,
porque trataba de defendernos.

Al poco tiempo de cambiarnos en 1963 vino la inauguración del parque
Morelos y nos visito el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, a quien
aplaudimos en la avenida central al dar la vuelta el autobús rumbo al
parque, luego fuimos al parque y al pasar frente a nosotros don Gustavo se
detuvo y le dijo a mi mama con voz muy solemne, "señora, gracias por su
saludo al pasar yo por la calle en el autobús, permítame devolvérselo, doña
Helel se quedo serena y le respondió gracias presidente le presento a mi
hijito Fernando".

Desde entonces el parque Morelos con su nueva pista de patinar se convirtió
en centro de reunión obligada, todos los niños de Tuxtla iban y como la
carga de patines era molesta le pedían permiso a mi mama para poder
dejarlos en su oficina que estaba al paso, así que el cuarto de huéspedes
llego a albergar de todo tipo y marca de patines. También en esa casa los
Araujo Sánchez eran huéspedes distinguidos, pero a Marco Antonio le cobró
mi mamá un muy especial afecto.

Después vino la época de que estudiáramos preparatoria y Patricia la mayor,
por deseos de mi mamá se fue a México DF, teniendo la oportunidad de
convivir con la familia Arias Zebadua, desde entonces don Jorge y doña
Esperanza se convirtieron en miembros distinguidos de nuestra familia . Yo
me fui a Monterrey y ella me acompaño, desde el examen de admisión hasta
que me dejo bien instalado. Tan contenta quedo de ello que a los pocos años
nos acompañó a Paty y a mí a nuestras graduaciones, siempre muy pendiente
de todos los detalles de nuestras estancias y de nuestros resultados. Mas
adelante cuando los hijos decidimos iniciar nuestras vidas independientes
ella nos brindó todas las facilidades para empezar con gran holgura y desde
luego un gran esmero y cariño. Luego vinieron los nietos y para cada uno
tenía un tiempo y toneladas de cariño.

*PROFESOR INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE CHIAPAS
(PRIMERA DE DOS
PARTES)
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